Você está na página 1de 19

Aurelio Pérez Jiménez & Inés Calero Secall

(Editores)
Δῶρον Μνημοσύνης
ΜISCELÁNEA DE ESTUDIOS OFRECIDOS A
Mª ÁNGELES DURÁN LÓPEZ

Δῶρον Μνημοσύνης. ΜISCELÁNEA DE ESTUDIOS OFRECIDOS A


Mª ÁNGELES DURÁN LÓPEZ

LIBROS PÓRTICO
Aurelio Pérez Jiménez & Inés Calero Secall
(eds.)

Δῶρον Μνημοσύνης
ΜISCELÁNEA DE ESTUDIOS
OFRECIDOS A
Mª ÁNGELES DURÁN LÓPEZ

LIBROS PÓRTICO
Primera edición 2011

© Aurelio Pérez Jiménez


© Inés Calero Secall

Edita:
© LIBROS PÓRTICO
Distribuye:

PÓRTICO LIBRERÍAS, S.A.


Muñoz Seca, 6
50005 Zaragoza (España)
Fax: (+34)976353226
distrib@porticolibrerias.es
www.porticolibrerias.es

Imprime:
IMAGRAF IMPRESORES, S.A.
Nabucco 14
29006 Málaga
Tfno. (+34)952328597

I.S.B.N: 978-84-7956-096-6
Depósito Legal: MA-

Impreso en España

Departamento de Filología Griega, Estudios Árabes,


Lingüística General y Documentación de la Universidad de Málaga

Portada:
Estela de la Dama Taperet (Museo del Louvre)
Tercer Período Intermedio, XXII dinastía, c. 850 a.C.
(Fotografía de Aurelio Pérez Jiménez)
Ὀρειβαία: LA MONTAÑA COMO ESPACIO SAGRADO
EN LOS CULTOS DIONISÍACOS1

ANA ISABEL JIMÉNEZ SAN CRISTÓBAL


Universidad Complutense

1. Introducción
Los griegos concebían la montaña como una altura situada fuera de la ciudad y de las zo-
nas habitadas y cultivadas, un lugar un tanto salvaje y primitivo, propicio, en consecuencia,
para los cambios e inversiones en el orden social2. El propio Estrabón cuenta que los griegos
atribuían a los dioses una morada celeste situada en lo alto de la montaña3. Tal vez por ello
muchos santuarios divinos se localizan en sus cumbres. La montaña resulta, por tanto, el
espacio ideal para acercarse a la divinidad mediante la celebración de ritos de iniciación y la
libre manifestación de sentimientos de euforia reprimida. Subir a la montaña significa unirse
al dios en un estado mental de trance o de μανία.
Los estudiosos modernos designan con el nombre de ὀρειβασία la práctica de subir pe-
riódicamente a las montañas para celebrar ritos, pero el término es un tecnicismo que en
griego atestigua por primera vez Estrabón4. El vocablo parece haber tenido escaso éxito pese
a designar una práctica bien documentada en Grecia desde época arcaica por múltiples fuen-
tes, literarias y epigráficas, y ligada en muchos casos al ámbito dionisíaco. Dioniso es desde
1
Este trabajo forma parte del Proyecto de Investigación “Cosmogonía y escatología en la antigua
Grecia. Influjos y paralelos con el Próximo Oriente” (FFI 2010-17047), financiado por el Ministerio
de Ciencia e Innovación.
2
Sobre el concepto de montaña, cf. BUXTON, 1992, pp. 2-9 y n. 36.
3
Strab., X 3.23.
4
Strab., X 3.23; XII 4.3. Es posible que el término proceda del vocabulario religioso del Asia Menor
helenizada, cf. Jeanmaire, 1951, p. 181. En cualquier caso, y a excepción de los citados pasajes de
Estrabón, los escasos testimonios del vocablo parecen reflejar un uso técnico restringido a la subida
de animales al monte: Ael., NA 3.2.18; id. 13.14.47; id. 16.21.11; Max. Tyr., XVII 2b.5; id., XXIII
2d.10; XXVIII 1c.3.

A. PÉREZ JIMÉNEZ & I. CALERO SECALL (EDS.), Δῶρον Μνημοσύνης. Μiscelánea de Estudios Ofre-
cidos a Mª Ángeles Durán López, Universidad de Málaga, Zaragoza (Pórtico), 2011, pp. 175-188.
176 ANA ISABEL JIMÉNEZ SAN CRISTÓBAL

siempre un dios muy relacionado con la naturaleza5, de manera que montañas y bosques re-
sultan el habitat natural para celebrar sus ritos. Nuestro primer paso será analizar brevemente
los vínculos entre el mito de Dioniso y la montaña.

2. Dioniso y la montaña
En uno de los himnos homéricos que celebran a Dioniso se discute si el lugar de nacimiento
del dios fue el Drácanon, Naxos, el Alfeo, Tebas, o ‘un tal monte Nisa, muy alto, y abundante en
bosques’6. El autor del himno parece decantarse por este último y además especifica que se trata
de la Nisa de Arabia7, situada lejos del mundo civilizado, un paraje agreste donde con el tiempo
Dioniso ejerecerá su dominio. En otro de los himnos homéricos las ninfas crían a Dioniso en
el monte Nisa, por voluntad de Zeus, evitando que sucumba a la ira de Hera8. La montaña es,
en principio, refugio y escenario de los juegos del dios, como confirma un fragmento de Ana-
creonte que describe a Dioniso dando vueltas por los montes en compañía de Eros, las Ninfas
y Afrodita9. Pero las cumbres se convierten pronto en el lugar donde el dios sufre una afrenta
o experimenta un estado de locura. En el monte Nisa Dioniso y sus nodrizas, las Ninfas, son
atacados por Licurgo, según se narra en la Ilíada y en un fragmento de la Europia de Eumelo10.
El tracio los persigue con una aguijada y el dios, asustado, se zambulle en el mar, donde es
acogido por la diosa Tetis. Las nodrizas tradicionalmente se consideran el prototipo mítico de
las ménades11. De hecho, en el citado pasaje de la Ilíada, Dioniso recibe el epíteo μαινόμενος,
como si el poeta hubiese querido trasladar la condición de las ménades al propio dios12.
También en el monte Nisa la celosa Hera infunde la locura a Dioniso, que desaparece
pese a los desvelos de Sileno y los sátiros que lo tienen bajo su tutela. La historia la contaba
probablemente Sófocles en el drama satírico Dioniso niño, del que sólo se conservan tres
5
Pi., fr. 153 SNELL-MAEHLER (ap. Plu. Is. et. Os. 365 A), cf. DODDS, 19602, pp. XI-XII; MERKELBACH,
1988, pp. 7-14, 60-72.
6
h. Hom. 1, A 1-10 WEST. El texto, transmitido por el P. Genov. 432, coincide en parte con el de D.
S., III 66.3 (2-10). Los vv. 9-10 también son citados en D. S., I 15.7 y IV 2.4 y Sch. A. R. II 1211.
Los vv. 11-14 los reproduce el autor de las Argonáuticas Órficas (vv. 1199-1202), lo que permite la
reconstrucción del papiro, cf. WEST, 2001, pp. 1-2; HERRERO DE JÁUREGUI, en prensa.
7
Tradicionalmente Nisa se sitúa en diversas regiones desde la India hasta Tracia, cf. OTTO, 1997
(1965), pp. 49-52; JEANMAIRE, 1951, pp. 349-351; KIRK, 1960, com. ad Il. 6.132-137, p. 174. Según
HENRICHS, 1969, p. 232 y n. 33, la existencia de diversas Nisas va ligada a la fundación de tíasos,
pues allá donde se fundaba uno, se llamaba Nisa al monte cercano.
8
h. Hom. 26. 1-5 WEST.
9
Anacr., 14 GENTILI (fr. 357 PAGE). La presencia de Εros y Afrodita se explica porque Dioniso es
destinatario de una plegaria amorosa.
10
Il. 6.130-140; Eumel., fr. 11 BERNABÉ (27 WEST; Europia 1 DAVIES [Scholia (D) in Homeri Iliada
6.131]).
11
VILLANUEVA PUIG, 2009, p. 88.
12
Il. 6.132, cf. HENRICHS, 1969, p. 232 n. 32.
Ὀρειβαία: LA MONTAÑA COMO ESPACIO SAGRADO EN LOS CULTOS DIONISÍACOS 177

fragmentos pero que posiblemente tenía por argumento la crianza del dios13.
La montaña es además el lugar en que Dioniso se inicia en los ritos. Un noticia que podría
remontar a Eumelo cuenta que el dios, enloquecido por Hera, llegó al monte Cíbelos en Frigia,
donde fue purificado por Rea y aprendió las teletai14. Tal vez por ello, quienes se oponen a
celebrar sus ritos son castigados con la locura y acaban en la montaña comportándose como
ménades, es decir, haciendo lo que no querían hacer. Es el caso de las hijas de Preto a quien
Melampo trata de sanar del frenesí que las induce a vagar y danzar por los montes15. También
las Miníades reciben el mismo castigo: presas de delirio báquico se echan al monte y llegan
incluso a matar al hijo de una de ellas en la versión de Antonino Liberal16.
Entre los mitógrafos y los autores de época tardía abundan los epítetos de Dioniso que lo
relacionan con el monte y evocan el éxtasis experimentado en sus cumbres. Así, por ejem-
plo, ὄρειος, ‘el montañés’17, ὀρειφοίτης, ‘el que vaga por la montaña’18, οὐρεσιφοίτης, ‘el
que va y viene por los montes’19, ὀρειμάνης, ‘el que persigue frenéticamente en la monta-
ña’20, Ὀρίβακχος, ‘Baco montañés’21, ὀρεσσινόμος, ‘el que se alimenta en las cumbres’22,
ὀριτρεφής ‘el criado en la montaña’23, ὀριπλανής, ‘el que vaga por los montes’24, u ὀρέσκιος
‘el que descansa en la montaña’25.

3. La ascensión al monte
3. 1. Fuentes literarias y epigráficas desde época arcaica hasta el período imperial
Resulta difícil trazar la línea que separa rito y mito y, más aún, precisar si el mito se mode-
la sobre el rito o viceversa. La publicación de varias inscripciones que ilustran la práctica del
menadismo en Grecia, Asia Menor e Italia desde el s. III a. C. hasta el s. II d. C. ha resuelto

13
LUCAS DE DIOS, 1983, pp. 84-86, con bibliografía.
14
Eumelus, fr. 10 BERNABÉ (= 27 WEST; Europia 1 DAVIES [Scholia (D) in Homeri Iliada 6.131]), cf.
Apollod., III 5.1, véase BERNABÉ, en prensa.
15
Apollod., II 2.2. La fuente del pasaje puede ser Hes., fr. 131 MERKELBACH-WEST, donde, sin em-
bargo, no se menciona el detalle de los montes.
16
Ant. Lib., X 4. Sobre el mito, cf. BERNABÉ, 2010.
17
Festus, p. 182, 64 LINDSAY. Sobre estos epítetos cf. FONTENROSE, 1960, p. 225 n. 1.
18
Phanocl., fr. 3 POWELL (ap. Plu., Quaest. conv. 670 C).
19
Orph., Hymn. 52.10, AP 9. 524.16 y 525.16; Gr. Naz., Carm. Mor. (MPG 37 col. 544, lin. 6 y col.
784, lin. 13).
20
Trypho, 370.
21
Opp., C. 1.24.
22
Nonn., D. 21.316; 36.28.
23
Nonn., D. 37.45.
24
Nonn., D. 45.230.
25
AP 9. 524.16.
178 ANA ISABEL JIMÉNEZ SAN CRISTÓBAL

la vieja discusión26, según la cual, las ménades míticas, como las descritas en las Bacantes de
Eurípides27, existían sólo en la imaginación de artistas y poetas, mientras que los escritos de
Diodoro, Plutarco y Pausanias se hacían eco de las ménades históricas, las que participaban
verdaderamente en el culto. Existen diferencias, naturalmente, entre las ménades literarias
y las reales, pero la documentación epigráfica sobre el menadismo revela muchos puntos
comunes entre unas y otras. Por ello, la visión que a continuación presento de la práctica
de la ὀρειβασία se basa en documentos literarios y epigráficos indistintamente. Pese a todo,
hay que admitir que las Bacantes de Eurípides son primordiales para este estudio, primero
porque la evocación del monte es constante a lo largo de la obra y, después, porque muchas
características de rituales posteriores se elaboran a partir de esta pieza28.
La referencia más antigua que tenemos sobre una celebración en la montaña es una cita de Alc-
mán que habla de un ritual grato a los dioses y en el que se portan antorchas29. Aunque Dioniso no
figure, el poeta está probablemente describiendo la actividad dela actividad de una devota dionisíaca.
La mención de antorchas sugiere un rito nocturno, como después confirma el texto de Bacantes30.
Alcmán no alude al éxtais o delirio que experimentan las devotas, pero sí lo hace, en cambio, el Him-
no homérico a Deméter, datado a finales del s. VII o principios del VI a. C31. Los versos describen
la reacción de la diosa al ver que Perséfone regresa del Hades acompañada por Hermes. Deméter no
puede contener la alegría y se lanza a abrazar a su hija con el mismo ímpetu y euforia con que una
ménade se echa al monte. El recurso a la comparación implica que se trata de un comportamiento
bien conocido por la audiencia que inmediatamente identificaría la reacción de la diosa.
Pausanias es quizá el último testimonio que tenemos sobre la celebración de la ὀρειβασία. El
Periegeta menciona a las Tíades atenienses, un colegio sacerdotal femenino que celebraba ritos
menádicos en el Monte Parnaso32. El ritual perduró, por tanto, varias centurias, a lo largo de las
cuales muchos de sus rasgos se mantuvieron constantes. Detengámonos en algunos de elllos.

3. 2 εἰς ὄρος/ ἐς ὄρος


Las mujeres acuden al monte gritando εἰς ὄρος/ ἐς ὄρος ‘a la montaña’. El grito aparece
repetidas veces en las Bacantes de Eurípides y debió de usarse en el culto como un signo

26
RAPP, 1872, pp. 1-22, 562-611.
27
Véase DODDS, 19602, com. ad E., Ba. 85, 469-470, 965-698; HENRICHS, 1969 y 1978; ROUX, 1972,
com. ad E,. Ba. 32-33.
28
E., Ba. 51, 65, 76, 86, 116, 135, 140, 165, 191, 219, 228, 306, 411, 556-565, 657ss, 677ss, 725s,
791, 797, 811, 945-952, 977, 985-986, 1043ss, 1093s, 1137, 1146, 1169-1176, 1219-1222, 1291-
1293, 1383-1385, cf. ROUX, 1972, p. 253.
29
Alcm., PMG 56, cf. CAMPBELL, 1988 ad loc; HENRICHS, 1978, p. 144, n. 73.
30
E., Ba. 485-486.
31
h. Hom. 2.384-386, cf. Ov., F. 4.457-458; véase también RICHARDSON, 1974, ad loc; HENRICHS,
1978, p. 144 n. 72. ALLEN-HALLIDAY-SIKES, 1936 ad loc. creen, sin embargo, que no hay referencia
alguna a las ménades.
32
Paus., X 4.2-3; véase también Plu., Mul. virt. 249 E, Is. et. Os. 364 E- F, Prim. frig. 953 C-D.
Ὀρειβαία: LA MONTAÑA COMO ESPACIO SAGRADO EN LOS CULTOS DIONISÍACOS 179

menádico que inauguraba la ὀρειβασία33. La exclamación reaparece en una inscripción de


Mileto, fechada en el siglo III o II a. C.34, y en otra procedente de Fisco y de época imperial35.
El grito se ha comparado con la exclamación cultual ἅλαδε μύσται que proferían los fieles
eleusinios y que simbólicamente abría la celebración de los Misterios36.

3. 3 El tíaso
La ὀρειβασία es una celebración colectiva. Las mujeres no suben al monte de manera
individual, sino que el tíaso al completo participa en la excursión. En Bacantes el propio Dio-
niso guía al coro de devotas a la cumbre37. La citada inscripción milesia conmemora a una
sacerdotisa, de nombre Alcmeonis, que asume la función de ἀρχηγέτις y oficia en dos rituales
del calendario dionisíaco: guía a las ménades locales al monte y encabaza una procesión
pública en la que se encarga de portar los objetos sagrados del culto38. Un nuevo epigrama
de Posidipo de Pela revela interesantes detalles sobre el tíaso dionisíaco al que pertenece la
destinataria del texto39. Nico, una joven ménade, ha muerto, o dicho en téminos poéticos: “el
Destino te arrancó de las montañas basáricas”. Con dolor la recuerdan sus compañeras de
tíaso que son llamadas aquí Εὐίαδες, un nombre que evoca el grito cultual εὐαί40 y que está
bien atestiguado en la epigrafía de Macedonia para designar a las ménades41. Las devotas que
suben al monte son siempre mujeres y sólo en la inscripción de Fisco, del s. II d. C., encon-
tramos a hombres y mujeres participando en este ritual.

3. 4 El espacio sagrado
La ascensión al monte se realiza a pie y se concibe como una procesión en honor del dios.
Es significativo un pasaje de Bacantes en que Tiresias advierte a Cadmo de que el camino
debe hacerse andando porque ir en carro supondría honrar menos a Dioniso42.

33
E., Ba. 116, 163, 977, 986.
34
IMilet 733; MERKELBACH-STAUBER, 1998 01/20/21; JACCOTTET, 2003, nr. 148 y comentarios en vol. I
pp. 74-77, 133-134.
35
IG IX, 12, 670 (s. II d. C); JACCOTTET, 2003, nr. 153, cf. ROUX, 1971, p. 635, nr. 4; HENRICHS, 1978,
p. 121 n. 2, p. 149 y n. 89, pp. 155-156.
36
DODDS, 19602, pp. 83, 200-201; HENRICHS, 1969, p. 232 n. 30; HENRICHS, 1978, p. 149.
37
E., Ba. 116, 379, 412-413, 556-559 passim.
38
HENRICHS, 1978, p. 148.
39
Posidipp., 44 AUSTIN-BASTIANINI; BREMMER, 2006 p. 37.
40
El testimonio más antiguo del grito cultual lo encontramos en un espejo de Olbia del s. V a. C. (OF
564). Véanse otros ejemplos, con distintas variantes: Ar., Lys. 1294, Th. 994, D., 18.260; E., Ba.
141, OH 49.1, 54.5 y 11. Plu., Quaest.conv. 671 F testimonia la exaltación que implica el grito.
Véase ademáns HENRICHS, 1982, pp. 155-156.
41
SEG 31, 633 (B), 35, 751, cf. BREMMER, 2006 p. 37-38.
42
E., Ba. 191.
180 ANA ISABEL JIMÉNEZ SAN CRISTÓBAL

Una vez alcanzada la cumbre, los ritos se celebran al aire libre en plena naturaleza y no
en templos o santuarios43. Tampoco abundan las descripciones del espacio físico que acoge
el ritual. En Bacantes la escena se ubica en las laderas del Citerón. Las ménades se encuen-
tran en un recodo cerrado por peñascos, regado por arroyos y sombreado por los pinos44. Es
la naturaleza en estado puro y las bacantes tratan de mimetizarse con ella: se descalzan, se
sueltan el pelo, se coronan de hiedra, se cubren con la piel de un animal y agitan el tirso45.
Desprovistas de sus características humanas se sienten más cercanas a la naturaleza46, de
modo que dejan de ser mujeres normales para convertirse en un elemento más del entorno y
“el monte entero y sus fieras celebran con ellas a Baco”47. La descripción puede servir como
arquetipo de cualquier cumbre, ya que los elementos básicos (las rocas, el río y el bosque)
son recurrentes en referencias posteriores de la ὀρειβασία y parecen muy apropiados al carác-
ter secreto o reservado de los ritos mistéricos48. Con todo, el paisaje de Eurípides representa
una visión utópica más que una realidad ritual49; en su obra la montaña es el escenario ideal
para los milagros:
E., Ba. 142-143
ῥεῖ δὲ γάλακτι πέδον, ῥεῖ δ’ οἴνωι, ῥεῖ δὲ μελισσᾶν
νέκταρι.
Brota leche del suelo, brota vino, brota néctar de abejas
Los prodigios se deben en última instancia al dios, pero es la acción de las bacantes sobre la
naturaleza la que los desencadena, ya que, como se describe después, el agua, la leche y la miel
surgen milagrosamente cuando las devotas golpean las rocas y el suelo con sus tirsos o escarban
la hierba con sus manos50. Obviamente este tipo de prodigios está restringido al ámbito del mito
y en los testimonios referentes a la ὀρειβασία histórica no encontramos nada parecido.

3. 6 Danzas extáticas
El rito por excelencia que se ejecuta en la montaña es la danza. Las bacantes de Eurípides
bailan al son de la música casi hasta la extenuación51. Y todavía en época de Pausanias y

43
En Mileto, por ejemplo, el templo del dios estaba en la ciudad, cf. HENRICHS, p.1969, 232.
44
E., Ba. 1045-1055.
45
Se sueltan el pelo, ex. grat., en E., Ba. 150, Nonn., D. 14.345s, 15.76; se descalzan en E., Ba. 665,
Nonn., D. 14.384s, 19.330, 46.147, y agitan el tirso en E., Ba. 105-114. BREMMER, 1984, p. 277
considera “typical signs of liminality in Greece” soltarse el pelo y quitarse los zapatos.
46
DÍEZ PLATAS, 2002, p. 353.
47
E., Ba. 726.
48
E., Ba. 870ss.
49
BREMMER, 1984, p. 277.
50
E., Ba. 704-711, cf. Pl., Ion 534a; Aeschin. Socr., fr. 11 DITTMAR, cf. DODDS, 19602, p. 164.
51
La mención de las danzas es constante en Bacantes: 62-63, 114, 132, 145-150, 166, 190, 220, 306-
309, 389, 482, 567, 665, 862-865, 1109, 1153. Según D. S., IV 3. 3, las mujeres griegas danzan
Ὀρειβαία: LA MONTAÑA COMO ESPACIO SAGRADO EN LOS CULTOS DIONISÍACOS 181

Plutarco las Tíades danzaban en Delfos52. Las descripciones de Eurípides, tanto en Bacan-
tes como en otras obras, sugieren que las danzas consistían fundamentalmente en brincar y
correr por la montaña53. Movimientos violentos y el estruendo de instrumentos contribuían
al furor báquico de las ménades54. Las imágenes muestran que las danzas incluían piruetas,
una acción que, obviamente, puede provocar desequilibrios físicos y mentales, sobre todo si
se combina con violentos movimientos de cabeza55. También exclamaciones como εἰς ὄρος/
ἐς ὄρος o el grito evohé, podrían producir el éxtasis o la autohipnosis ya que causan hiper-
ventilación y tienen un efecto liberador56. Las bajas temperaturas producto de la altura de la
montaña y el período invernal durante el que se celebraba el ritual podrían explicar también
el estado de éxtasis que se alcanzaba57. De hecho las expresiones ἐξ ὄρους βάκχας, βάκχας
ἀπὸ ὀρῶν ‘bacantes de los montes’, o el epíteto ὀρειδρόμοι, ‘montaraces’, que Eurípides
emplea en varios pasajes en referencia a las devotas dionisíacas58, los encontramos en otros
contextos59, no necesariamente dionisíacos, para expresar el enloquecimiento extremo, com-
parable, por tanto, al estado de delirio de las bacantes en el monte.
En su locura, las ménades se creen unidas a la divinidad. En el mito, el frenesí se propaga
como un gran fuego y llega a límites extremos cuando Ágave, echando espuma por la boca
y con las pupilas en pleno desvarío, da muerte a Penteo, sin pensar lo que hay que pensar
porque esta poseída por el dios60. Poco después Cadmo describe el estado en que su hija y el
resto de bacantes atentan contra Penteo:
E. Ba. 1295
ἐμάνητε, πᾶσά τ’ ἐξεβακχεύθη πόλις.
Estábais fuera de sí y toda la ciudad estaba poseída por Baco.
De todos modos, ese estado de ἐνθουσιασμός, no parece ser una mera ornamentación litera-
ria. Plutarco cuenta que cuando los tiranos de Fócide tomaron Delfos, las Tíades huyeron a An-
fisa de noche y todavía bajo los efectos de los ritos y, en consecuencia, fuera de sí y yendo de un

imitando a las ménades con que se asociaba al dios en la antigüedad, cf. DODDS, 19602, p. xiv.
52
Paus., X 4.3, Plu., Prim. frig. 953 C-D. Plu., Virt. mul. 249 E-F.
53
Véase, por ejemplo, E., Ion 714-718; cf. ROHDE 1995 (18982), p. 310; BREMMER, 1984, p. 280. Sobre
otras danzas extáticas de la antigüedad, véase Heliod. Hist., Etiop. 4.17.
54
Véase LAWLER, 1927, pp. 69-110; DELAVAUD-ROUX, 1995, pp. 11-54.
55
BREMMER, 1984, pp. 278, 280-282; HENRICHS, 1982, p. 218 n. 53.
56
BREMMER, 1984, pp. 277-280; HENRICHS, 1982, p. 156; SEGAL, 1982, p. 112; PORRES, en prensa 1.
57
BREMMER, 1984, p. 280. Vid. infra § 3. 6 a propósito de la época de la celebración.
58
E., Ba. 51, 791, 985 (montaraces cadmeas), 1146 (Baco es compañero de montería). Véase también
Pi., Pai. 7 = fr. 52g, lin. 6 SNELL-MAEHLER; Nonn., D. 5.229; 25.194 [passim]).
59
Anónimo PMG 931(i) refleja la locura que llevó al suicidio a la esposa de Capaneo, aunque tam-
poco es descartable un contexto cultual, cf. PORRES, en prensa 2.
60
E., Ba. 778s, 1122-1124.
182 ANA ISABEL JIMÉNEZ SAN CRISTÓBAL

lado a otro hasta caser exhaustas61. También Pausanias dice que las Tíades entran en éxtasis en
las alturas del Parnaso en honor de Dioniso y Apolo62. El rito producía, por tanto, una verdadera
perturbación de la personalidad y convertía por algunas horas a las fieles en mujeres salvajes.
En principio, no entro a valorar otros ritos descritos en Bacantes, como la manipulación
de serpientes, el σπαραγμός o la ὠμοφαγία, que las ménades realizaban en la montaña63.
Todos ellos están atestiguados fuera del ámbito propiamente literario, aunque en estos tes-
timonios no queda claro sí tenían lugar durante la ὀρειβασία64. Sí resultan significativas, en
cambio, un par de noticias sobre las ofrendas que las devotas realizan cuando la excursión
concluye y regresan del monte. Un pasaje de Anacreonte dice que honran a Dioniso con hie-
dra, uvas y un macho cabrío, atributos dionisíacos por excelencia65. En Bacantes la ofrenda
es mucho más cruenta. Ágave exclama ante el coro:
E. Ba. 1169-1171
φέρομεν ἐξ ὀρέων
ἕλικα νεότομον ἐπὶ μέλαθρα,
μακαρίαν θήραν
Traemos de los montes una guirnalda recién cortada para la mansión, una afortu-
nada presa
que no es otra evidentemente sino la cabeza de Penteo.

3. 6 Fiestas trietéricas
Tenemos información confusa sobre si el ritual se celebraba anualmente o cada dos años.
Euripides habla de una fiesta triéterica báquica66 y se ha defendido que la ὀρειβασία de la citada
inscripción de Mileto era trietérica porque la trieteris está atestiguada en otro epígrafe milesio67.
La hipótesis no es descartable si bien en este último texto no se menciona la ὀρειβασία y no toda
fiesta trietérica conlleva necesariamente la subida al monte. Pese a todo, testimonios posteriores

61
Plu., Mul. virt. 249 E. La extenuación de las Tíades en Anfisa fue inmortalizada por Sir Lawrence
Alma-Tadema en su pintura ‘The women of Amphissa’ (1887), cf. BREMMER, 1984, p. 274; HEN-
RICHS, 1994, pp. 51-56; BECKER et al., 1996, pp. 232-334.
62
Paus., X 32.7.
63
Las serpientes se mencionan en E., Ba. 101, 698, 768, cf. DODDS, 1960 (1951), pp. 254-255; BREMMER,
1984, pp. 268-269; DÍEZ PLATAS, 2010. Las referencias al σπαραγμός aparecen en E., Ba. 138 (un cabrito),
735-736 (ganado tebano), 1125-1127 (Penteo) y las de la ὠμοφαγία en E., Ba. 138, fr. 472.12 KANNICHT.
64
La omofagia se menciona también en una inscripción de Mileto del s. III-II a. C. (MERKELBACH-
STAUBER 1998, 01/20/21; JACCOTTET, 2003, nr. 150); Plu., Def. Orac. 417 C. Sobre el despedazamiento
y la omofagia, cf. DODDS, 1960 (1951), pp. 255-257; JEANMARIE, 1951, pp. 254-267; HENRICHS, 1969,
p. 255; HENRICHS, 1978, p. 144, n. 74 y pp. 147-148, 150-152; SEGAL, 1982, p. 188 n. 46; BREMMER,
1984, p. 274-275; SEAFORD, 2001, p. 37; HALM-TISSERANT, 2004, pp. 119-142; PORRES, en prensa 1.
65
Anacr., º204 GENTILI (fr. V PAGE, 1981, p. 138).
66
E., Ba. 130-135. Véase también D. S., IV 3-4, que se hace eco tal vez de Bacantes.
67
HENRICHS, 1969, pp. 233, 237; HENRICHS, 1978, p. 160, n. 2 con bibliografía.
Ὀρειβαία: LA MONTAÑA COMO ESPACIO SAGRADO EN LOS CULTOS DIONISÍACOS 183

parecen confirmar la periodicidad bianual. Pausanias, por ejemplo, afirma que las Tíades van al
Parnaso cada dos años para celebrar ritos orgiásticos en compañía de las delfias68. Se trata de una
fiesta que conmemora la llegada de Dioniso a Delfos y se celebra al comienzo del invierno, en el
mes Dadaphorios, el equivalente de noviembre o diciembre69. Plutarco, de hecho, describe una
ocasión en que las Tíades quedaron incomunicadas por una tormenta de nieve70.
3. 7 La ὀρειβασία en época romana
La ὀρειβασία perduró hasta bien entrada la época romana, aunque en algunos casos con
cambios significativos71. El reglamento del tíaso de Fisco preve una multa de cinco dracmas
para los miembros que no participen en la salida al monte. En este ejemplo la ὀρειβασία del
menadismo ritual parece haberse convertido en un affaire de grupo, una salida rutinaria para
hombres y mujeres que son ménades sólo de nombre72. En cambio, las Tíades de los textos
de Plutarco y Pausanias parecen preservar mejor el antiguo ritual.
4. Algunas cumbres
En Bacantes leemos una breve síntesis de las montañas más importantes que acogen estas
celebraciones dionisíacas73: el monte Nisa, las cumbres coricias, es decir, el Parnaso, el Olimpo
y las montañas de Pieria en Tracia. A ellas se suma el Citerón, escenario principal de la tragedia.
Se trata, por tanto, de un rito generalizado por todo el mundo griego, hasta el punto de que se
ha dicho que allí donde se fundaba un tíaso, había cerca una montaña74.
El Parnaso, en Delfos, es la cumbre de la que tenemos más datos en documentos literarios
y epigráficos. Un peán grabado en piedra, atribuido a a Filodamo de Escarfea y datado hacia
el 325 a. C., muestra la existencia de rituales ligados a Dioniso y sus devotas en esa época75.
Los testimonios literarios permiten retrotraerlos casi dos siglos. Esquilo cita a Dioniso entre
los dioses venerados en el Parnaso y vincula su culto a la expedición guerrera emprendida por
el dios y las bacantes contra Penteo76. Otras fuentes atestiguan la presencia de Dioniso y sus

68
Paus., X 4.3. Sobre la identidad de las Tíades atenienses, cf. VILLANUEVA PUIG, 1986, pp. 35-36 con
bibliografía. Véase también BUXTON, 1992, p. 11.
69
S. Ant. 1126; E. Ion 550-553, 714-718, 1125ss, IT 1243-1244, cf. Suárez, 1998, p. 21.
70
Plu., Prim. frig. 953 C-D. En cualquier caso, las cimas del Citerón alcanzan los 1400 metros de
altura y las del Parnaso los 2400, de manera que, independientemente de la estación, el clima de la
ὀρειβασία debía ser invernal.
71
HENRICHS, 1978, pp. 136-137; GRAF, 1985, pp. 294-295.
72
HENRICHS, 1978, p. 156. Sobre las ménades en Roma, véase ALONSO, en prensa.
73
E., Ba. 556-566.
74
HENRICHS, 1969, p. 232 y n. 33.
75
Philod. Scarph., Coll. Alex. p.166, 27-36 POWELL, cf. FOUCART, 1914, pp. 450-451; KÄPPEL, 1992,
pp. 207-287; RUTHERFORD, 2001, pp. 131-135.
76
A., Eum. 22-26, cf. fr. 172b RADT (Schol. Aesch. Eum. 26) νῦν φησιν ἐν Παρνασσῷ εἶναι τὰ κατὰ
Πενθέα, ἐν δὲ ταῖς Ξαντρίαις ἐν Κιθαιρῶνι. “Esquilo ahora (scil. Eum. 26) dice que lo de Penteo
ocurrió en el Parnaso, pero en Cardadoras dice que fue en el Citerón”.
184 ANA ISABEL JIMÉNEZ SAN CRISTÓBAL

devotas en Delfos al menos desde época clásica77. Destaca entre ellas el testimonio de Sófo-
cles por ser el primero que vincula a las Tíades con danzas dionisíacas en el santuario. En An-
tígona se le pide al dios que acuda con pie expiatorio (καθαρσίῳ ποδί) a la colina del Parnaso.
Entre otras interpretaciones se ha pensado que la expresión alude a los efectos catárticos de
la danza dionisíaca sobre un mal que se concibe como un desorden mental, surgido de una
lucha familiar78. El culto dionisíaco en Delfos debió prolongarse hasta época romana como
reflejan los testimonios sobre las Tíades de Pausanias y Plutarco que venimos comentado79.
Otra montaña asociada a los ritos de Dioniso es el Citerón80, conocido fundamentalmente por el
testimonio de Bacantes. El Citerón es descrito en primera instancia (1051-1055) como un espacio
tranquilo e idílico en el que Penteo se viste de mujer para contemplar los ritos báquicos. Después, el
monte se transforma en el escenario por el que se esparcen los miembros del desafortunado Penteo
(1137-1138). Se pasa del éxtasis a la violencia dionisíaca; la montaña es al mismo tiempo lugar de
inciación y lugar de muerte. La mayoría de las referencias posteriores a la ὀρειβασία en esta cum-
bre están vinculadas a la tragedia de Euripides y no hay datos de cultos históricos81.
Junto a estos montes, hay también testimonios, en su mayoría literarios, de otras cumbres de
menor relevancia que pueden relacionarse con rituales dionisíacos, como por ejemplo el Taigeto
en el Peloponeso82, Cao en el camino de Argos a Tegea83 y tal vez el Monte Eva en Mesenia84.
El citado epigrama de Posidipo atestigua la práctica de la ὀρειβασία en Macedonia ya en
época helenística, si bien el ritual es probablemente anterior porque, según varios mitógrafos, en
las Basárides de Esquilo se narraba que Dioniso había enviado mujeres al Monte Pangeo para
desmemebrar a Orfeo85. También Polieno narra que cuando los ilirios invadieron Macedonia, el

77
E., Ba. 306-308, Ion 550-553, 714-718, 1125ss, IT 1243-1244; Ar., Nu. 603-606, Thesm. 987, cf.
FARNELL, 1909, p. 153; JEANMAIRE, 1951, p. 177; HENRICHS, 1969, p. 232 n. 31. Dioniso y las Tíades
aparecen representados en el frontón oeste del templo de Apolo del s. IV a. C., en una serie de vasos
áticos y tal vez en la columna de acantos, cf. VILLANUEVA PUIG, 1986, pp. 38-40, con bibliografía.
78
Cf. SCULLION, 1998, p. 116. Compárese con la expresión ‘con pie báquico’ (βακχείωι ποδί), que
aparece en E., Ba. 1231.
79
Paus., X 4.3; X 32.5-7; Plu., Mul. virt 249 E, cf. HENRICHS, 1978, p. 137 y n. 49; BUXTON, 1992, p. 11.
80
Cf. JEANMAIRE, 1951, pp. 175-176; FRIEDRICH, 1990, 542, BUXTON, 1992, pp. 12-13.
81
Philostr., Im. 1.18; Verg., Aen. 4.301, Georg. 3.45.
82
Verg., Georg. 2.487; Paus., III 20.3 menciona la existencia de un templo a los pies del Taigeto
donde se guarda una imagen del dios al que celebran todavía en su tiempo las mujeres en ritos
secretos. Cf. FARNELL, 1909, p. 299 n. 71; JEANMAIRE, 1951, p. 176.
83
Paus., II 24.6, cf. FARNELL, 1909, pp. 155, 309 n. 102 q.
84
Se ha propuesto que toma su nombre de la invocación Εὐοῖ, cf. FARNELL, 1909, p. 155.
85
Véase A., fr. 23-25 RADT y comentario ad loc. Véase también E., Rhes. 972, cf. DODDS,19602, p. xxi,
n. 1. Sobre la existencia de un oráculo de Baco en el Pangeo, véase Hdt., VII 111, cf. PERDRIZET,
1910, pp. 37-43.
Ὀρειβαία: LA MONTAÑA COMO ESPACIO SAGRADO EN LOS CULTOS DIONISÍACOS 185

rey Argeo II ordenó que las muchachas bajasen de las montañas, blandiendo sus tirsos a modo de
armas y cubiertas de coronas86. La noticia remonta probablemente a Calímaco87.
En Bacantes se mencionan otras cumbres dionisíacas en Lidia y Frigia88, como, por ejem-
plo, el monte Tmolo. A ellas se suman las cumbres de la inscripción de Mileto89, de manera
que la ὀρειβασία está bien documentada en Asia Menor90.

5. Conclusiones
El anásis de la documentación epigráfica y literaria prueba la existencia de rituales cele-
brados en la montaña desde época arcaica hasta el imperio romano en numerosas zonas del
mundo griego. A lo largo de este tiempo algunos rasgos de la ὀρειβασία permanecen invaria-
bles. El tíaso marcha a la montaña gritando εἰς ὄρος y allí las ménades danzan en plena natu-
raleza hasta la extenuación. Presas de delirio, las devotas se creen poseídas por la divinidad.
Sin embargo, sólo en el mito el furor báquico alcanza límites extremos y el éxtasis dionisíaco
se transforma en violencia cruenta causada por ritos como el σπαραγμός o la ὠμοφαγία. En
época romana la ὀρειβασία parece haber experimentado algunos cambios. Tíasos como el de
Fisco, en el que participan ya hombres y mujeres, no responden al comportamiento menádico
tradicional. Otros, en cambio, como las Tíades de Delfos se componen exlcusivamente de
mujeres y parecen preservar mejor el antiguo ritual.
La ὀρειβασία parece motivada por el deseo de llegar a ser ἔνθεος, de acercarse a la divini-
dad. El hombre necesita liberarse periódicamente de las cadenas de las costumbres sociales. La
ascensión al monte supone una inversión de los valores tradicionales. Las mujeres, normalmente
marginadas, pasan a ocupar una posición primordial y pueden moverse libremente gracias a una
legitimación temporal de la ‘locura’. Mediante el ritual el carácter salvaje de la montaña y de las
mujeres es reconocible y puede ser controlado. Canalizando el éxtasis en un rito organizado, el
culto dionisíaco podía mantenerlo dentro de unos límites y darle una salida relativamente inofen-
siva a la necesidad humana de romper con la rutina establecida y dar rienda suelta a las pasiones91.

86
Polyaenus, IV 1, cf. BREMMER, 1999, pp. 185-186.
87
Call., fr. 503 PFEIFFER.
88
E., Ba.13, 55, 86. Para el Tmolo véase E., Ba. 65; N. D. 40.273; Orph., H. 49.6, cf. DODDS, 1960
(1951), p. 251.
89
La cumbre se ha idenficado bien con la montaña de Estefanía, al sur de la ciudad, de unos 200 me-
tros de altura, que se encontraba en el camino al oráculo de Dídima, bien con el Kutsschuk-Burunn,
a 12 km de Mileto, cf. HENRICHS, 1969, p. 233.
90
Otra inscripción de Magnesia de Meandro menciona un tíaso πρὸ πόλεως, lo que sugiere un culto
de Dioniso fuera de los límites de la ciudad, tal vez en en las montañas, cf. HENRICHS, 1969, pp. 233,
241; 1978, 132. En Eritrea, un epígrafe (VARİNLİOĞLU, ZPE 38, 1980, p.155) consigna el término
Μιμαντοβάτης que apunta a una ὀρειβασία en el monte Mimas, si bien es posible que el título no
sea dionisíaco, cf. DODDS, 1960 (1951), p. 251.
91
DODDS, 19602, pp. xiii, xvi, xx; BUXTON, 1992, p. 11.
186 ANA ISABEL JIMÉNEZ SAN CRISTÓBAL

BIBLIOGRAFÍA
ALLEN, T. W., HALLIDAY, W. R. & SIKES, E. E.,
- The Homeric Hymns, Oxford, 1936 (re. 1980).
ALONSO, Z.,
- “Maenadic ectasy in Rome: Fact or fiction”, in A. BERNABÉ & A. I. JIMÉNEZ SAN CRISTÓBAL
& M. HERRERO (eds.), Redefining Dionysus, en prensa.
BECKER, E. ET AL. (eds),
- Sir Lawrence Talma-Adema 1836-1912, Amsterdam- Zwolle, 1996.
BERNABÉ, A.,
- “Las Agrionias y el mito de las Miniades. Razones de un ritual”, en A. M. GONZÁLEZ DE
TOBIA (ed.), Mito y Perfomance. De Grecia a la Modernidad, La Plata, 2010, 361-383.
- “Dioniso en la épica griega arcaica”, en A. BERNABÉ & A. I. JIMÉNEZ SAN CRISTÓBAL & M.
A. SANTAMARÍA, Dionisyaca. Materiales para el estudio de Dioniso y lo dionisíaco en la
Grecia antigua. Vol. I: la época arcaica. Dioniso y el Próximo Oriente. Interpretaciones
modernas sobre Dioniso, en prensa.
BOURLET, M.,
- “L’orgie sur la montagne”, Dionysos le même et l’autre, 1 (1983) 9-44.
BREMMER, J. N.,
- “Greek maenadism reconsidederd”, ZPE, 55 (1984) 267-286.
- “A Macedonian maenad in Posidippus (ab 44)”, ZPE, 155 (2006) 37-40.
- “Transvestite Dionysos”, Bucknell Review, 43.1 (1999) 183-200.
BUXTON, R.,
- “Montagnes mythiques, montagnes tragiques”, Ktema, 15 (1990) 163.
- “Imaginary Greek Mountains”, JHS, 112 (1992) 1-15.
- Imaginary Greece: The Context of Mythology, Cambridge, 1994.
CAMPBELL, D. A.,
- Greek Lyrici, II, Cambridge (Mass.), 1988.
DELAVAUD-ROUX, M. H.,
- Les danses Dionysiaques en Grece Antique, Provence, 1995.
DÍEZ PLATAS, F.,
- “Dioniso y las serpientes. Imágenes y textos en el arcaismo”, EClás, 138 (2010) 29-37.
DÍEZ PLATAS, F. & BERMEJO, J. C.,
- Lecturas del mito griego, Madrid, 2002.
DODDS, E. R.,
- Los griegos y lo irracional, Madrid, 1960 (ed. or. The Greeks and the Irrational, Berke-
ley-Los Angeles, 1951)
- Euripides. Bacchae, Oxford, 21960.
FARNELL, L. R.,
- The Cult of the Greek States, vol. V, Oxford, 1909 (re. 2005).
FONTENROSE, J.,
- The Cult and Myth of Pyrros at Dephi, Berkeley-Los Angeles, 1970.
FOUCART, P.,
- Les mystères d’Eleusis, Paris, 1914.
Ὀρειβαία: LA MONTAÑA COMO ESPACIO SAGRADO EN LOS CULTOS DIONISÍACOS 187

FRIEDRICH, R.,
- “City and mountain: dramatic space in Euripide’s Bacchae”, Actes du XIIe congrès de
l’association internationale de littérature comparée. Vol. II. Espace et frontières dans la
littèrature, München, 1990, 538-545.
GRAF, F.,
- Nordionische Kulte, Rom, 1985.
HALM-TISSERANT, M.,
- “Le sparagmos, un rite de magie fécondante”, Kernos, 17 (2004) 119-142.
HENRICHS, A.,
- “Die Maenaden von Milet”, ZPE, 4 (1969) 223-241.
- “Greek Maenadism from Olympias to Messalina”, HSCP, 82 (1978) 121-160.
- “Changing Dionysian Identities”, in B. F. Meyer & E. P. Sanders (eds.), Jewish and Christian
Self-Definition III: Self-Definition in the Graeco-Roman World, London, 1982, 137-160.
- “Between Country and City: Dionysus in Attica”, in M. Griffith & D. J. Mastronarde
(eds.), Cabinet of the Muses, Atlanta, 1990, 257-277.
- “Der rasende Gott: Zur Psychologie des Dionysos und des Dionysischen in Mythos und
Literatur”, A&A, 40 (1994) 31-58.
HERRERO DE JÁUREGUI, M.,
- “Dioniso en los Himnos Homéricos”, en A. Bernabe & A. I. Jiménez San Cristóbal & M.
A. Santamaría, Dionisyaca. Materiales para el estudio de Dioniso y lo dionisíaco en la
Grecia antigua. Vol. I: la época arcaica. Dioniso y el Próximo Oriente. Interpretaciones
modernas sobre Dioniso, en prensa.
JACCOTTET, A.-F.,
- Choisir Dionysos. Les associations dionysiaques ou la face cachée du Dionysisme,
Zürich, 2003.
JEANMAIRE, H.,
- Dionysos. Histoire du culte de Bacchus, Paris, 1951 (re. 1978).
KÄPPEL, L.,
- Paian. Studien zur Geschichte einer Gattung, Berlin-New York, 1992.
KIRK, G. S.,
- The Iliad: A Commentary, vol. II: Books 5-8, Cambridge, 1960.
LAWLER, L. B.,
- “The Maenads: A contribution to the study of the dance in Ancient Greece”, MAAR, 4
(1927) 69-112.
MERKELBACH, R.,
- Die Hirten des Dionysos, Stuttgart, 1988.
MERKELBACH, R. & STAUBER, J.,
- Steinepigramme aus dem Griechischen Osten. Band 1, Die Westküste Kleinasiens von
Knidos bis Ilion, Stuttgart-Leipzig, 1998.
OTTO, W. F.,
- Dioniso. Mito y culto, Madrid, 1997 (ed. ingl. Dionysus. Myth and Cult, Bloomington-
London, 1965).
PAGE, D. L.,
- Further Greek Epigrams, Cambridge, 1981.
188 ANA ISABEL JIMÉNEZ SAN CRISTÓBAL

PERDRIZET, P.,
- Cultes et Mythes du Pangée, Paris-Nancy, 1910.
PORRES, S.,
- “Maenadic ectasy in Greece: Fact or fiction”, in A. BERNABÉ & A. I. JIMÉNEZ SAN CRISTÓ-
BAL & M. HERRERO (eds.), Redefining Dionysus, en prensa 1.
- “Dioniso en la lírica griega arcaica”, en A. BERNABE & A. I. JIMÉNEZ SAN CRISTÓBAL & M.
A. SANTAMARÍA, Dionisyaca. Materiales para el estudio de Dioniso y lo dionisíaco en la
Grecia antigua. Vol. I: la época arcaica. Dioniso y el Próximo Oriente. Interpretaciones
modernas sobre Dioniso, en prensa 2.
RAPP, A.,
- “Die Mänade im griechischen Cultus, in der Kunst und Poesie”, RhM, 27 (1872) 1-22, 562-611.
RICHARDSON, N.,
- The Homeric Hymn to Demeter, Oxford, 1974.
ROHDE, E.,
- Psique: el culto de las almas y la creencia en la inmortalidad entre los griegos, Málaga, 1995
(ed. or. Psyche. Seelencult und Unsterblichkeitsglaube der Griechen, Tübingen, 18982).
ROUX, J.,
- Euripide. Les Bacchantes, Paris, 1972.
RUTHERFORD, I.,
- Pindar’s Paeans. A Reading of the Fragments with a Survey of the Genre, Oxford, 2001.
SCUILLON, S.,
- “Dionysos and Katharsis in the Antigone”, ClAnt, 17 (1998) 96-122.
SEAFORD, R.,
- “Dionysiac drama and the Dionysiac mysteries”, CQ, 31 (1981) 252-275.
- Euripides. Bacchae. With an Introduction, Translation and Commentary, Warminster, 2001.
SEGAL, C.,
- Dionysiac Poetics and Euripides’ Bacchae, Princeton, 1982.
SUÁREZ DE LA TORRE, E.,
- “Cuando los límites se desdibujan: Dioniso y Apolo en Delfos”, en C. SÁNCHEZ FERNÁN-
DEZ & P. CABRERA BONET (eds.), En los límites de Dioniso, Murcia, 1998, 17-28.
- “Observaciones sobre los rituales délficos eneatéricos”, en Corolla complutensis. Home-
naje al Profesor J. S. Lasso de la Vega, Madrid, 1998, 483-496 (1998a).
VERNANT, J. P.,
- “Le Dionysos masqué des Bacchantes d’Euripide”, en J. P. VERNANT & P. VIDAL-NAQUET,
Mythe et tragédie, II, Paris, 1986, 237-270.
VILLANUEVA PUIG, M. CH.,
- “À propos des Thyiades de Delphes”, en L’association dionysiaque dans les sociétés
anciennes, Actes de la table ronde organisée par l’École Française de Rome (Rome 24-25
mai 1984), Roma, 1986, 31-51.
- Ménades. Recherches sur la genèse iconographique du thiase féminin de Dionysos des
origines à la fin de la période archaïque, Paris, 2009.
West, M. L.,
- “The Fragmentary Homeric Hymn to Dionysus”, ZPE, 134 (2001) 1-11.
- Greek Epic Fragments, Cambridge (Mass.)-London, 2003.

Você também pode gostar