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1 EL NUEVO DEBATE REGIONAL Georges Benko y Alain Lipietz Ast pues, ya estarfa todo dicho. En la gran competicién internacional, agra- vada por la apertura del mercado interior europeo el 31 de diciembre de 1992, Francia no contaria mas que con una baza: sa metrépolis parisiense. Y esta metrépolis no podria tener més que una ambicién: alcanzar y sobrepa- Sara la otra nica megalépolis de Europa, la de Londres. Este seria el resul- tado final del esfuerzo iniciado después de la guerra que tenia como objetivo conjurat la pesadilla de la oposicién entre Paris y el “desierto francés”, un esfuerzo que parecta haber sido coronado por el éxito en los afios 70. A) 2ELFIN DE LAS FABRICAS EN EL CAMPO? Esta nueva ortodoxia de los afios 90 en tomo @ la regién parisiense aparentemente no hace més que ratifiar Jas tendencias profundas de la segunda mitad de los afios 80. Las regiones que ganan son regiones urba- nas; las fabricas y las oficinas refluyen hacia las grandes ciudades, hacia las megal6polis. Sélo el departamento de Hauts-de-Seine ha reunido cerca de la mitad de los empleos creados desde la “recuperacién” de 1986, Un ejemplo significativo: el cierre de la fabrica Thomson-Hybrides de Puiseaux, en el Loiret. Es el colmo de la injusticia: un caso logrado de desconcentracién industrial, un personal archimotivado segin los méto- dos post-taylorianos (circulos de calidad, etc.), uno de los emplazamien- tos franceses promocionado a la “excelencia industrial” en 1988, que fa- bricaba circuitos impresos hipersofisticados para un mercado cautivo {equipamientos militares), y, sin embargo, el cierre... en beneficio de un emplazamiento de la periferia patisina, en Massy.* " Libération, 19 de noviembre de 1989. 19 20 GEORGES BENKO Y ALAIN LIPIETZ ara un ge6grafo industrial es un poco el mundo al revés. Desde ha- cia veinte afos venia sucediendo lo contrario. El amigue departamento del Sena, Seine-Saint-Denis, Hauts-de-Seine, Val-de-Marne, perdian sus obreros cualificados en beneficio de los asentamientos de obreros espe- Cializados dispersos en el campo francés, en vias de modemizacién agri cola, sin tradicién sindical, con salarios netamente més bajos. Este aban- dono del territorio se reproducia en Gran Bretafia (hacia Irlanda) 0 en los Estados Unidos (hacia el Sunbelt meridional), se prolongaba hasta la Pe- ninsula Tbérica, Méjico, el conjunto del Tercer Mundo. De hecho, atin contintia. Pero dos revoluciones en la organizacién de los procesos de produccién estén invirtiendo la tendencia. La primera afecta a las relaciones profesionales, la relacién capital-tra bajo. El taylorismo que ha dominado la postguerta (la concepcién para Jos ingenieros y los tecnicos, la ejecucién para los obreros especializados) esta en ctisis, Una de las vias de salida es la movilizacién de los recursos humanos. Ahora bien, estos recursos se forman ciertamente en la empre- sa, pero sobre todo en la cultura local, en la tradicién familiar, en un tej- do de onganizaciones de formacién profesional; en resumen, en un siste- tma localizado donde circulan y se enriquecen las cualificaciones. Este sistema no es forzosamente urbano: pensemos en los relojeros del Jura En todo caso, el redescubrimiento de la importancia de la profesionali- dad, de la cultura técnica, beneficia a los yacimientos de cualificacién frente a las cuencas de empleo. Ta segunda afecta a la organizacién industrial, es deci, a las relacio- nes entre empresas. A la gran empresa integrada sucede la red de empre- sas especializadas, ligedas por relaciones de subcontratacién o de cola- boracién. En el caso de la subcontratacién simple, las empresas que for- mulan los pedidas pueden te6ricamente dirigitse a una empresa lejana (en Asia, por ejemplo); pero es necesario encontrarla, y que esté en un mercado de empresas subcontratistas agrupadas en torno a un puerto oa un aeropuerto. Puede tratarse, por ejemplo, de una zona franca, pero en todo caso seta una concentracién urbana. En el caso de la colaboracié ¢ preciso que las empresas se concentren en un espacio tal que los inge- hieros puedan conocerse, intercambiar “trucos” y discutir los problemas técnicos, que los obreros cualificados puedan circular de empresa en em: presa, y es preciso montar centros comunes de investigacion. Es necesa fio, en suma, volver a lo que era la forma normal de geogralia econémica de antes de la guerra: el distrito industrial, donde se concentran empresas dde una misma rama, dividiéndose el trabajo y compartiendo una profesio- nalidad local Fueron distritos, en este sentido, la Plaine-St. Denis, el sector mecani co de Courbevoie-Puteaux tan caro a Arletty y a Jean Gabin, Thiers y sus ELNUEVO DEBATE REGIONAL. a cuchillos, St-Etienne, Oyonnax, y todas aquellas regiones que recorria el “Tour de France pat deux enfants” en los libros de lectura de nuestros abuelos. En Italia (la famosa “Tercera Italia” donde destacan el género de punto de Prato o a méquins-herramienta de Médena), en el sur de Ale- mania, en los Estados Unidos (Silicon Valley, Carretera 128), se afirman viejos 0 nuevos distritos. Incluso en Francia: el viejo distrito textil de Cholet ha sobrevivido adaptandose, mientras que emerge el nuevo distri- 10 cientifico, electrénico y aeroespacial de Paris Sudoeste (L’Arc de la So- ciedad Nacional de Estudios y Constucciones de Motores de Aviones) cerca de Massy. La nueva ortodoxia en torno a la regin parisiense (“todo en la mega: 6polis") es pues un caso particular de una nueva ortodoxia: “todo cn el tito industrial”, expresi6n del nuevo modelo de organizacién produc- tiva, Tal ortodoxia ~fuertemente apoyada por una tendencia general, en el ‘mundo entero, ala aceleracién de la implosi6n urbana es la que se pro- pone cuestionar este libro. ‘Ante todo algunas precisiones seménticas. Hablamos, siguiendo al economista briténico Alfred Marshall, de distrito industrial. Es obvio que To que se dice de la industria vale atin més para el terciatio: ¢No es acaso desde la época de Sumer, en los origenes de la historia escrita, una espec ficidad de la ciudad arrogarse el monopolio de la funcién terciaria? La nueva expansién urbana, cno seria el reflejo de una recuperacién econé: mica basada en el terciatio, y por tanto necesariamente urbana, y més conctetamente metropolitana? Sin duda, pero algunos anunciaban, en Ia Epoca no tan Iejana en que las fabricas se desplazaban hacia las ciudades medianas, hacia los pueblos, incluso hacia el campo raso, que los progre- 305 de Ia telemitica engendrarian la misma evolucién en las actividades terciatias. En realidad, la distincién industrial/terciario no es tan evidente. Se trata de actividades complementarias,? y las regiones que ganan son ante todo regiones productoras de bienes exportables, es decir, de bienes manufacturados 0 de servicios facturables. No; cuando hablamos de dis tritos industriales, de organizacién industrial, incluso de relaciones indus: triales (entre la direccién y los trabajadores), simplemente estamos ce. diendo ante el *franglés”, Industrial en inglés incluye tanto a la industria ? La distincién entre oficios manuales y no manuales es ya delicada (pensemes por «jemplo en la actividad de clasificacin postal) La distincién entre ramas industrials y ter ‘larias es a menudo una construccinestadistica. El sistema de limpicza, contable o dein senieria pasa de la industria al terciario segin que estécontratado directamente por una empresa del automévi..o a través de una sociedad de servicios a las empresas que trabe jen para aguella. Ver sin embargo Lipiet (1978) 22 (GEORGES BENKO Y ALAINLIPIETZ manufacturera como a los servicios... Por tanto, resignémonos cuanto ‘antes a adoptar el sentido amplio y anglosajén de la palabra “industria”. Con ello no se hace mas que recuperar el viejo sentido de la palabra: toda forma de actividad dinémica.” Por tanto, nada de falso debate. Un distro industrial es un distrito industrioso. La Defense, Wall Street, Ginsha (en Tokio) o el barrio de los editores en St-Germain-des-Prés son distrtos como los otros: se presiona sobre ellos, se dispara el precio del metro cuadrado, porque para estar en el centro de la informacién no es suficiente consultar una terminal de or- denador, es necesario estar alli donde estén los demés, es preciso comer juntos, intercambiar 0 sonsacar confidencias, es decir, bafarse en una at- ‘mésfera, la palabra clave de la concepcién marshalliana del distrto. La te Jemética no ha suplantado atin el cara a cara, Entonces, ccules son los verdaderos debates? Lancemos nuestras dudas en desorden. EI distrito es verdaderamente la forma que han en: contrado por fin las industrias de la postcrisis? {Todos los distritos son regiones ganadoras? Por otra parte, cqué es una “regidn ganadora”? Una region que sale adelante (desde ef punto de vista de los empleos, de la riqueza, del arte de vivir) por su propia actividad, o una regién que vive a expensas de las que han perdido, incluso de una parte de sus pro- pios habitantes? Es la jerarquia de las regiones el resultado (quizés pro- visional) de un triunfo desigual, o la causa de las ventajas de que disfrutan las primeras, que serian por tanto los centros de una periferia? Y, aun cuando los futuros centros fueran distritos (lamémosles entonces metr6- polis), ghan de ser necesariamente enormes? Enjambres de distritos? eDeben las metropolis, para ganar, convertirse en megalépolis? ‘Dejemas a un lado el caso de Tokio. Nadie sospechara determinismo geogrifico en los autores de la presente introduccién, pero es necesario reconocer que la morfologia del Japén (20% de Hanura, la mitad de la cual esta utbanizada) vuelve algo evanescente la distincién metropo lis/megalépolis. Hay una megal6polis de Atami a Chiba alrededor de la bahia de Tokio, pero se puede también decir acertadamente que no hay mas que una banda casi continua de urbanizacién, un area metropolitana tinica y gigantesca a lo largo del Shinkansen, de Kensai a Kento: una me- galépolis articulada en varias metrépolis. » Pett Rober, “1356, Latin industria ‘actividad’. I. Antiguo o literario:habilidad para jecotar cualquier cosa (.) TE. (siglo XV) Profesin que comporta generalmente una activi ‘dad manual.) HI. (1735) Antiguo: Conjunto de operaciones que contribuyen a Ia pro cn y elaine as gens 1 Queda aro a ace en ‘adjetvo ELNUEVO DEBATE REGIONAL B Quedan las dos megalépolis de los Estados Unidos (Nueva, York/ Nueva Jersey, Los Angeles/San Diego), la briténica y la francesa, ¢Se trata verdaderamente de tegiones que ganan? Si es as, situadas en paises que pierden. En paises que retroceden en la escena internacional, en paises con déficit comercial, en paises que se endeudan. Megal6polis asoladas por la crisis ecolégica y social, donde proliferan las nuevas clases peligro- sas y las nuevas plagas sociales: aislamiento, miedo, droga, racismo, delin- ccuencia.. En las verdaderas regiones que ganan en el seno de paises que ganan hay metropolis que son probablemente distros (terciarios y/o ma rnufactureros), pero que no sobrepasan los dos o tres millones de habitan- tes. Zurich y Francfort son metr6polis, no son megalépolis... Para inten- tat verlo mas claro, volvmonos hacia la teoria. B) PRIMERA ORTODOXIA: LA JERARQUIA URBANA Los primeros tedricos de Ia economia espacial, regional o urbana, los de la escuela de Jena (Lésch, 1940; Christaller, 1953) partieron de la si- guiente pregunta: ¢cémo explicar, a partir de un espacio plano, homogé- reo (el campo dedicado a actividades agropecuarias), la emergencia de concentraciones urbanas de actividades manufactureras o terciarias? Cémo explicar la jerarquia (de tamafio, de gama de servicios suministra- dos, y por tanto de riqueza) entre estas aglomeraciones? ‘La respuesta parece bastante simple dentro del marco de la teoria mi- croeconémica ya entonces dominante, la que parte de comportamientos dde maximizacion del beneficio, de minimizacién de costes. Cada bien que debe ser suministrado, cada servicio que debe ser ofrecido, presenta un Sptimo de escala de produccidn, A este dptimo corresponde una deman- da repartida en el espacio homogéneo. Los costes de transporte (de las ‘mercancias, de los clientes o de los usuarios) se minimizan si el productor sirve un érea circular dentro del espacio homogéneo. Las producciones turbanas tenderin pues a organizarse en redes dle lugares centrales cuyas ‘reas circulares cubrirdn el espacio, lo que se logra mejor si la red es de allas hexagonales. A servicios cada vez mas raros (0 a producciones que presentan economias de escala cada vez mas importantes) corresponde- niin redes de hexagonos (Ilamados de Christaller) con mallas cada vez més anchas. Suponiendo que una ciudad esté en el nudo de la mayor parte de las redes, y haciendo girar estas redes alrededor de este centro de los rnudos, se ven aparecer concentraciones de nudos dispuestos regularmen: te, exsbozo de las ciudades de segundo rango. 24 (GEORGES BENKO Y ALAIN LIPIETZ Asi se constituiria, gracias a una mano invisible optimizadora, la je rarquia urbana, desde las metrépolis dotadas de Opera hasta los pueblos simplemente dotados de tiendas de comestibles. Este esquema no debe hacer sonrefr. Se cumple de manera aproximada en la vasta lanura nord- europea, desde Francia Occidental a la Santa Rusia (no es casualidad que sea en Jena donde esta teoria alcanza la madurez), as{ como en los grandes espacios norteamericanos. Mas bien y ante todo invita a la refle- xién. En primer lugar, se trata de un modelo estructuralista, El tamaiio, la ‘gama de actividades de un lugar central, depende de su lugar en la red ur- bana jerarquizada. Si hay ciudades pequefias y pobres en actividades im- portantes, es porque el lugar para estas actividades esta ocupado por una ciudad mayor, de rango jetirquico superior. No se va a poner una Opera, tun gran almacén y una universidad en todas partes. Se adivina ya el mo- delo de las “economfas-mundo” de Wallerstein (1974) y Braudel (1980): cl éxito de ciertas aglomeraciones (los centros) es el anverso de una meda- Ila cuyo reverso necesario es la mediocridad de la periferia. Mediocridad que no es mas que relativa: hasta en Ja mas humilde aldea, un lugar urba- no es siempre el centro de una periferia... en una red més fina, Pero, ¢quién es la mano invisible que concentra de esta manera las ac- tividades més nobles en algunas metrépolis? A primera vista, el juego de Ja competencia y de los comportamientos individualistas de optimizacién. Las empresas se tepartirian regularmente en el espacio huyendo de la competencia y buscando la proximidad a los clientes. 'No hay nada de esto. En primer lugar, se sabe que, en cada centro, va rias empresas competidoras ofrecen en general el mismo servicio. Y, si es posible, en la misma calle (pensemos en el Sentier de Paris, para la con- feccién). Es el efecto de lonja, de mercado (en el sentido organizativo de Ja palabra mercado: un mercado de ganado, pot ejemplo). Es necesario instalarse alli donde los clientes buscan cierto servicio o cierta mercancia, en un lugar determinado que es conocido por reunir en él a los que se de- dican a la industria correspondiente. No es una empresa que abastece un firea circular, es una aglomeracién de empresas; un distrito, en. suma. Cuando, por el contrario, no hay més que una unidad de produccién del servicio por malla de la red, se puede suponer que lo que explica la ocu- pacién de este lugar no es precisamente la competencia, sino una organi. acién planificada, Es la Iglesia la que ha repartido entre los pueblos y ciudades a curas y obispos (y muy a menudo ha sido ella la que asi ha es bozado la trama urbana). Es el Estado quien ha repartido escuelas, insti tutos, universidades, hospitales, consolidando de esta forma la jerarquia urbana, intencionadamente, para servir a un territorio... EL NUEVO DEBATE REGIONAL 2B Para explicar el efecto de aglomeracién a pesar de la competencia, cicrtos tedricos del equilibrio general han recurrido a una paradoja de la teoria de juegos imaginada por Hoteling (1929). Sobre el paseo de una estacin balnearia, lo més interesante para dos vendedores de helados seria repartirse las dos mitades de la playa, localizandose a un cuarto y tres cuartos del paseo. Sin embargo, al intentar cada uno morder el terri torio del otro, acabariin colocindose en medio de la playa, perdiendo asi Ios clientes de los dos extremos. Este juego no cooperativo apenas convence. Se va al centro de la playa porque se sabe que alli hay vendedores de helados (y de crema solar, y de gafas, ec.). La aglomeracién no es forzosamente un efecto per- vvers0. Ofrece efectos positives para los competidores, efectos de aglome racién: economias de aglomeracién internas al sector (el vendedot de hela- dos esta més cerca del fabricante de helados), efectos de proximidad ‘externos al sector (se va a comprar crema solar, se vuelve con un helado en Ja mano). Estos efectos internos a la aglomeracién pero externos al sector expli- can asi una segunda debilidad de base del razonamiento de la escuela de Jena: epor qué admitir de partida que hay metrépolis que estén en el ‘nudo de varias redes? Porque ~sugieren los tedricos de los efectos exter- 1nos- todos los comportamientos no se rigen por transacciones comercia- les aislables. Hay un efecto de fascinacién, emulacién, intercambios informales, interaccién no tasada, propio de la aglomeracién. Nos encontra- ‘mos de nuevo con el concepto de atmdsfera. si, la teoria espacial més estructuralista, inspiradora de la gestién ad- tministrativa del territorio més funcionalista, se apoya en un impondera- ble, algo no mensurable, un principio de organizacién no mercantil espe- cifico de la misma aglomeracién que en el mejor de los casos puede ser incentivado y estimulado por decisiones administrativas superiores. En resumen, algunas ciudades tienen més éxito que otras porque lo merecen, porque la vida econémica (0 cultural) es alli més activa, porque los ciuda- Sus representantes mss (1969) y, en cierta medida, Imm dela dependencia", ver Lipietz iativs son Samir Amin (1973), André Gunder Frank | Wallerstein (1974). Para una evaluaci6n de la “teoria 985). 28 (GEORGES BENKO Y ALAIN LIPIETZ competitividad del centro les impondrian barreras de entrada * cada vez més altas. Evidentemente, era facil trasladar esta segunda ortodoxia desde la es- cala internacional a la escala interregional para explicar asi el desarrollo desigual de las regiones francesas, briténicas o norteamericanas. No obs tante, desde fines de los afios 60, fue necesario rendirse a la evidencia iertas periferias se industrializaban. ¢Un despegue que, de acuerdo con el paradigma de Rostow-Vernon, comenzaba por las producciones indus- triales que se habian banalizado? Ciertamente, pero que no anunciaba ne- ccesariamente una recuperacién del retraso, una homogeneizacion del es pacio, De hecho, en las desigualdades interregionales de los niveles de Cualificacién dentro de las mismas industrias manufactureras se podia vet tuna complementariedad instanténea (sincrénica) més que una similitud ddesfasada en el tiempo. En lo que conciemne ala divisién del trabajo entre las regiones francesas, se veia claramente cémo a la complementariedad agricultura/industria tipica del periodo anterior a la gucrra sucedia una nueva divisién interregional del trabajo que correspondia a tres funciones sincrénicas de la actividad productiva en el seno de un mismo sector: I Concepcién Il Fabricacién cualificada TIT Bjecucién Esta division tripartita, tipica de la organizaci6n fordista del trabajo, fue abusivamente considerada como la forma definitiva de la organizacién cien- tifica del trabajo, y su despliegue espacial fue bautizado cireuito sectorial.” La difusin progresiva de esta tesis junto con la aparicién de nuevos paises industrializados en el tercer mundo conduciria hacia fines de los atios 70 a una nueva ortodoxia: la nueva divisi6n internacional del trabajo (Frabel, Heinrichs y Kreye, 1980). Los paises (o regiones) desarrollados se convertian a la vez en las regiones centrales de la organizacion del tra- bajo y en los principales mercados, pero deslocalizaban hacia regiones mas pobres y menos cuslificadas las actividades manuales destinadas 2 su propio mercado. «Barrera de entrada: umbral minimo de capitals y conocimientos que debe acum lars para emprender de manera competitva una actividad dada + Yer Lipice (1974, 1977), La organizacionfordista del trabajo es la combinacign del taylorinmo fa mecanzacin, No debe ser confundida con el modo de desarrollo fords ta queineaye ademis un modelo de crecimiento macroeconémico (o“régimen de acum Iacion) basado en el consumo de masss yun “modo de rpulacién”, un conjunto de cs tumresy procdimicntos qe fuerza ot agentes indivduaes a adaparse a ee régimen EL NUEVO DEBATE REGIONAL 29 Cualifiacion 4 Concepcion ais avanzados Fabricaciin Pater cualificada itermedios Fjecucién Paes pobres Instantinea de la dlvisign del trabajo Tiempo Ficura2 Esta generalizacién un poco apresurada de un estructuralismo global que regia el conjunto de la economia-mundo, incluyendo la divisién del trabajo en el seno de la industria, levanté en seguida objeciones, incluso por parte de tedricos de la nueva divisién interregional del trabajo (Ayda Jot, 1984; Lipietz, 1985, 1986a, 1986b; Massey, 1985). Se puede en efecto admitir que en un terzitorio politicamente homogéneo como Francia, las empresas despliegan sus circuitos sectoriales sobre un tablero de regiones desigualmente desarrolladas, instalando establecimientos de nivel II 0 es- tableciendo relaciones de subcontratacién en las regiones subdesarrolla- das. Pero, trasladado a escala internacional, tal modelo (en el que el papel de agente estructurante seria confiado a las empresas multinacionales) ol- vida la irreductible especificidad de la sociedad local, el papel del Estado local, la naturaleza de las relaciones y compromisos sociales locales, st propio modo de regulacién garantizado por el Estado local, etc. En Fran- cia, el desarrollo del enfoque de la regulacién habia subrayado la impor- tancia de estos compromisos institucionalizados por el Estado-Nacion, y habia concentrado la atencién sobre la dinamica, el régimen de acumula- cién engendrado por estos compromisos. * Por tanto, cuando las empre- sas multinacionales intentaban extender sus citcuitos sectoriales entre las naciones como lo habian hecho entre las regiones, alli se encontraban con un agente mucho més auténomo, el Estado local, expresién de una idio- sincrasia local, con sus agentes, sus conflictos y sus ambiciones. * El “enfoque de la regulacién” ha sido desarollado a partir del trabsjo de Michel ‘Aalitta (1973) y de un equipo del CEPREMAP ~Centro de Estudios Prospectivos de Eco ‘nomia Matemética Aplicada a la Planificaciéo~ (1977). Hay restimenes mis recientes y scceses en Boyer (586) Lips (985, af como en le cotbuctn de Leborme 9 petal presente volumen. 30 (GEORGES BENKO Y ALAIN LIPIETZ En realidad, como ha seiialado Doreen Massey (1978), esta dualidad global/local estaba ya presente en el origen de Ia teoria de los circuitos sectoriales: “En Lipietz (1977) las regiones tan pronto parecen definidas por si mismas, por su genealogfa, como por su lugar sinerénico en la divi- Sign interregional del trabajo”. En aquel momento, para ella esto era una critica: la region no podia mas que llevar las cicatrices que estructuras: mas globales habian dejado sucesivamente en ella, Algunos aftos mas tarde, la misma evolucidn de la geografia radical anglosajona llevaria a D. Massey a reconocer: “The Unique is back on the agenda”. Retorno de lo singular, de la “personalidad regional” tal como la entendia Vidal de la Blache... Y la critica regulacionista de la ortodoxia de la nueva divisi6n del trabajo le dio la vuelta al estructuralismo | global para poner en el cen- tro de la reflexion la personalidad del territorio local, en este caso el Esta- do-Nacién. Otros iban a ir mas lejos en este sentido. D) EL DESARROLLO REGIONAL “ENDOGENO" Rompiendo radicalmente con cl estructuralismo global, pero también con la teoria predeterminista de las etapas de desarrollo rostovianas, una Serie de trabajos en principio dispersos iban a converger a fines de los atios 80 en una nueva ortodoxia: el éxito y el crecimiento de las regiones industriales se deberia esencialmente a su dindmica interna, EI punto de partida fue sin duda las investigaciones de Arnaldo Bag nasco, Carlo Trigilia y Sebastiano Brusco sobre la Tercera Tealia.? Entre la industrializacién clésica del tridngulo Milan-Turin-Génova y el subdese- rrollo exasperantemente persistente del Mezzogiorno emergian ciudades, valles, que por sus propios medios se introducian victoriosamente en el mercado mundial mediante una industria especifica, Mientras los prime: tos estudios insistfan sobre todo en las caracteristicas sociales de estas re- giones de desarrollo endégeno (la construccién social del mercado), G. Be: Cattini (1979) sefialaba que el tipo de organizacién industrial de estas regiones, mezcla de competencia-imitaciGn-cooperacién en el seno de un sistema de pequefias y medianas empresas, recordaba un viejo concepto: €l “distrito industrial” de Alfred Marshall (1900). En efecto, para este dl- timo, existen dos posibilidades de organizacién industrial. Por una parte, la organizacién bajo un mando nico de la divisiGn técnica del trabajo in- .on muy importantes su ar ry Taylor (1981) empe- Titulo del libro seminal de Bagnasco (1977). También fu ticulo de 1985, el de Brasco (1982), etc. Indepencientemente, Zaban a hablar de "desarollo endegeno ELNUEVO DEBATE REGIONAL 31 tegrado en el seno de una gran empresa. Por otra parte, la coordinacién, a través del mercado y las relaciones personales directas (la reciprocidad), de una divisién social del trabajo desintegrado entre empresas més pe- quefias que se especializan en un segmento del proceso productivo. Pero la genialidad de Michael Piore y Charles Sabel (1984) fue inter- pretar el éxito de los distritos industriales como un caso particular dentro de una tendencia mucho mas general. Refiriéndose (sin duda abusive- mente)" al enfoque de la regulacién, predijeron que a la produccién en ‘masa fordista, rigidamente estructurada, iba a suceder un régimen funda do en la especializacién flexible, cuya forma espacial serfa el distrito, al gual que el circuito sectorial era una forma espacial de despliegue del fordismo. En efecto, esta nueva ruptura industrial daba toda la importan- cia, por una parte, a la profesionalidad de la mano de obra, y por otra, a Ia innovacién descentralizada y a la coordinacién (mediante el mercado y la reciprocidad) entre las empresas; dos caracteristicas ya seftaladas en la atmésfera social del distrito industrial Paralelamente, los geégrafos californianos Allen Scott, Michael Stor per y Richard Walker, impresionados por el crecimiento de su Estado y en particular de Los Angeles, Ilegaban a conclusiones similares sobre tuna base algo diferente. Inicialmente se interesaron por las metrépolis, ¢ incluso por las megalépolis, en las que posteriormente reconocieron rompecabezas de distritos. A continuacién, aunque conocfan el enfoque regulacionista del que adoptaron una parte de la terminologia, se apoya- ron esencialmente en los andlisis neomarxistas 0 neoclasicos (los de Coase, 1937 y Williamson, 1975) de la dindmica de la divisién del teaba- jo y de los efectos externos de aglomeracién. ? Allen Scott, en su sinte: sis principal Metropolis (1988), subraya incluso que el distrito electréni. ° Se opone al menos desde Marx Ia dis tin del rab en el sno de la em “Fo sos del eb xe ene independents. La primers xt cor ada pot fara la autrdad, ley de hee” yl cleo api segunda por fl meteado y cu anargte® (Marx diver el comentrio en Lite (979), sccn 1) am dtncén fadamental ha id secoperada por O. Wiliamson (1975) y jugar un abel omnipresent en exe obra Ta escsn ce on roulncionits frances al bro de Pore y Sal fe bastante rmodcrade, Vela contngctn de Usborgne ips ete eimen su extomés fans tment polemic (199) yelbvodeB, Cova (190) Fundamentalment, les eglacions- tm reprochan ior Sobel confundi una frina de organza industrial on “parade nn tcenlico”), porto dems absent dedi de una necesiedtecrliic, tn morc de dear complt. La union de ta concn, centada en I prolifrain “expontines” de meuspois aghtech cons wwenigaones sb losses ral alan” oer cident Si ex bargo. uve ga bajo el paredigna dela especiiain Nee 32 (GEORGES BENKO Y ALAIN LIPIETZ co mas reciente de California, Orange County, en su origen ni siquiera tenia una reserva de mano de obra cualificada (contrariamente al Sili con Valley, fundado en torno al parque industrial de la Universidad de Stanford). Storper y Walker (1989), con acentos casi nietzschianos, proponian un modelo de emergencia de polos de crecimiento surgidos casi de la nada. ‘Asi, desde el més pequeto distrit italiano hasta las megalépolis mun- diales, el nuevo paradigma tecnol6gico de la especializacion flexible im pulsaria no sdlo el retorno de las fabricas y de las oficinas hacia las zonas ‘urbanas, sino incluso la recuperacién del crecimiento cuantitativo de las metrépolis, forma espacial de salida de Ia crisis del fordismo finalmente hallada. La futura jerarquia mundial de las ciudades y regiones urbanas, seria el resultado de la estrategia interna de estos distritos (0 enjambres de distritos): Por tanto, que ganen los mejores. E) EL DEBATE Tal es pues la tikima ortodoxia a la cual se dedica la presente colec- cién de ensayos.* Empezaremos por dar la palabra a algunos de los de fensores mas significativos del desarrollo enddgeno en distritos. Después. daremos la palabra a los criticos. A continuacion buscaremos una aproxi- macién mas matizada a las nuevas formas de la geografia industrial, que todo el mundo reconoce que es esencialmente urbana. L. La hipétesis de los distrtos industriales ‘Atal sefior, tal honor: nuestro recorrido comenzaré por una reflexién de fondo del economista italiano G. Becattini sobre el distrito econémico marshalliano en tanto que nocién socioeconémica. Se encontrara alli una clara exposicién de la versién canénica del distrito a Ia italiana: importan- cia de las relaciones no econémicas en la comunidad local, sociologia de tuna “poblacién de empresas”, importancia de los recursos humanos, papel exacto del mercado y de la cooperacién, comparacién con Ja gran El poligono industrial del valle de Santa Clara ha sido analizado por Anna Lee Saxe rian (1985). Ver también la sitesi de G. Benko (1991). Varios de estos textos Fuacron debatidos en la Universidad de Pars en el curso del cologuie “Las nuevos espaciesindustrales" en marzo de 1989. Otros textos, discutidos en fl curso del mismo coloquio 0 que remiten a los mismos debates, se redinen en Benko (1990), cuya lecture completaré muy stilmente la de la presente recopilacsn. [EL NUEVO DEBATE REGIONAL 33 empresa, receptividad al cambio tecnolégico, y.. peligros que amenazan lasupervivencia de los distritos. Y para permanecer en la madre patria de los distritos, damos enseguida la palabra a Gioacchino Garofoli, que nos presenta la especificidad de los distritos de Italia: los sistemas de pequeiias empresas, caso paradigmatico dde desarrollo endégeno. Insiste en la homogeneidad (cultural, social e ‘uso politica) de estos distritos, en la flexibilidad del mercado de trabajo, cen su desespecializacién progresiva,introduciendo asf una tipologia de dis- tritos por orden de complejidad creciente. Después analiza sus condiciones de estabilidad... y de crisis. Un punto importante: G. Garofoli insiste en la especiicidad italiana (¢ incluso mediterrénea) de este tipo de distritos En el otro extremo del abanico, el texto de Allen Scott La economia me- tropolitana: organizacién industrial y crecimiento urbano, nos oftece ala vez tun resumen de Metropolis y una brillante presentacién de lo que algunos no dudan en llamar “el paradigma Coase- Williamson Scott” (Beako, 1991). ‘Aqui, la profesionalidad y el espiritu de comunidad tan apreciado por los itaianos se desvanecen (la megal6polis es un inmenso mercado de trabajo flexible) en beneficio de los efectos de aglomeracién, las economias de gama y el descenso de los costes de transaccién ocasionados por la flora- cién de empresas complementarias en la misma érea metropolitana,” Es el momento de tranguilizar a nuestros lectores: en Francia, madre de los citcuitos sectoriales, también tenemos nuestros distritos. E incluso algunos muy antiguos que, con su propio modelo de crecimiento, han po- dido atravesar sin dificultad, adaptindose, la era fordista. Y tembién dis- tritos nuevos, ligados a las nuevas tecnologias: es lo que nos muestran Claude Courlet y Bemard Pecqueur, dos economistas de Grenoble, en un capitulo que cierra esta primera parte con una nota de optimismo: Sis ‘mas industriales locales en Francia: un nuevo modelo de desarrollo Il. Los distritos no estén solos en el mundo Esta serd, naturalmente, la critica fundamental de los economistas y ge6grafos mas vinculados a las pesadas y apremiantes estructuras del ca- pitalismo mundial. © Para hacer justicia al talento de Allen Scott, es preciso subrayar que ese texto n0 gota su problemitica. En un estudio sobre las industria electnicas en Asia del Este (1987), combina esta aptoximacin endégena y la de la erarquia de la economia mundo (0 Gel circuito sectorial), Otro extudio sobre los distritos electrénicos del sur de California {Scot y Paul, 1990) subraya el pape de las formas de organizacién empresaraly de artiew lacin del poder. 34 -EORGES BENKO Y ALAIN LIPIETZ Abriendo fuego sobre la nueva ortodoxia Piore-Sabel-Scott-Storper, los briténicos Ash Amin y Kevin Robins no se muerden la lengua en su contribucidn: El retorno de las economias regionales. Geografia mitica de 1a acumulacién flexible. No sélo, alegan, los nuevos espacios industriales son el resultado complejo y heterogénco de tendencias contradictorias, sino que los mismos distritos no se escapan a la integracién en el seno de tuna logica capitaista més global que loca. Este es el argumento que desarrollan, atin més mordaces, Flavia Mar tinelli y Erica Schoenberger en Los oligopolios estan bien, gracias. Todos los elementos del modelo de acumulacién flexible son puestos en cues: tin uno por uno: la flexibilidad de la técnica, del mercado de trabsjo, la autonomia de los distritos y el éxito de la “Tercera Italia”, el papel de la cdemanda agregada, de las nuevas tecnologias, de los servicios financieros. El enfoque regulaciorista no permite, en todo caso, concluir que hoy “lo pequciio es hermoso”. Es lo que confirma, en términos macroeconémicos, Robert Boyer. En su contribucién (Las alternativas al fordismo) plantea la cuesti6n de siesta a punto de emerger un nuevo modelo de desarrollo; y, en un estilo perfecta- mente accesible, da su diagnéstico: quiaas si, en estado embrionario, pero ain quedan varios en la competicién. Por tanto, seria vano pretender que la forma espacial canénica del postfordismo sea una forma urbana... IIL. Ampliar la problemética En efecto, sélo mediante el regreso al enfoque regulacionista comple- to (y no reducido a la organizacién industrial, aunque se aiadan las rela ciones profesionales) puede relanzarse el debate sobre bases més sdlidas, sin perder nada de la aportacién de los teéricos del distrito. Enfoque completo (teniendo en cuenta los conflictos, las contradicciones, los modos econémicos de regulacién) e incluso ampliado para considerar los aspectos sociales, culturales, politicos, las “formas de articulacién del poder” de las empresas y de los teritorios. A esta labor se dedica en primer lugar Mick Dunford en Trayectorias industriales y relaciones sociales en las regiones de nuevo crecimiento eco: némmico. Reconsiderando las diferentes relaciones sociales fundamentales que estructuran la produccién capitalista, demuestra que ninguna ha en contrado atin su nueve forma “postfordista” definitiva. Por tanto, existen varias formas territoriales posibles, diversas estrategias, como lo ilustra el gjmplo de las icndpoli elctronices (Grenoble, Cambridge, la Escocia lela “Silicon Glen”) [EL NUEVO DEBATE REGIONAL 35 La colaboracién de Michael Storper y Bennett Harrison para el si- ‘uiente capitulo podra sorprender: dos gedgrafos que trabajan uno en el este de los Estados Unidos (el “Sunbelt”), el otro en el este (el “Rust- belt”); uno que celebra los nuevos polos de crecimiento, el otro que de- nuncia el hundimiento del poderio americano; uno més préximo a las contribuciones de la primera parte, el otro a las crticas de Ia segunda. * Debe permitirse a los coordinadores de esta coleccién de ensayos subra- yar aqui que, mas allé de sus divergencias de apreciacién, todos los auto- res de esta recopilacion se conocen y se reconocen, se enfrentan tan amis- tosa como frecuentemente en coloquios y seminarios; en resumen, que siguen todos el mismo programa de investigacidn. Su esperanza comtin es aque la profundizacién en el anilisis, combinando los campos y la intro- duccién de nuevos conceptos, petmitira acabar con estas divergencias de apreciacién, Como su nombre indica, la contribucién que aqui se presen- ta Sistema de produccién industrial y formas de articulacién del poder en los aifos 90 intenta ampliar el paradigma “Coase-Williamson-Scott” mediante [a introduceién de un modo de regulacién interno o extemo a las empre- sas, algo escasamente considerado por el enfoque regulacionista francés: Ia “forma de articulacién del poder”. ” En funcién de ésta, y segtin los casos, la misma organizacién industrial en forma de ted de empresas es- pecializadas puede parecerse tanto a un oligopolio casi integrado como a un distrito industrial a la italiana. FE gobierno propiamente dicho, es decir, la politica del Estado nacio nal y Ia actitud de las clases dirigentes locales, es el tema principal de la contribucién de Bernard Gane, Los sistemas locales de produccién en Francia: economia politica de una transformacién. Polemizando implicita- mente con sus vecinos de Grenoble, el soci6logo lyonés plantea esta cues eae on acca deep ae wo corer io ee ce Ee cap mpl coer ey send ces eb een ie das ear er pean A en oe Fe te egos er ms a eh a eh ee ki ce an an ed Se eae eat eet. es 36 GEORGES BENKO Y ALAIN LIPETZ tién: epor qué la mayor parte de los distrtos industrales franceses deca- yeron (0 fueron destruidos) durante el periodo de crecimiento fordista, y concretamente bajo el gobierno gaullista? Una cuestién que nos aproxima considerablemente a la ortodoxia parisiense. Pierre Veltz, volviendo sobre los temas de organizacién industrial desde el punto de vista de un ingeniero (division del trabajo, coordina- cidn y formas de articulacién del poder), en su contribucién Produccién y territorio: ¢descentralizacin 0 metropolizacion? no incita tampoco al ‘optimismo. Factores econémico-organizativos muy poderosos presionan hhacia la remetropolizacin de las actividades en la aglomeracién patisien- se. Si los distritos deben revivir en las provincias, sera necesaria una buena dosis de voluntarismo... ara terminar, Danigle Leborgne y Alain Lipietz proponen una espe- cie de sintesis: Flexibilidad ofensiva, flexibilidad defensiva: dos estrategias sociales en la produecién de los nuevos espacios econdmicos. Si, incluso en un mundo presa de la incertidumbre macroeconémica, hay regiones (0 paises) que ganan. Pero no lo consiguen adoptando los mismos compro- misos, las mismas formas estructurales, ni en las relaciones profesionales ni en la organizacién industrial; y algunos compromisos son, a largo plazo, socialmente mejores que otros. De estas diversas combinaciones nacen varios tipos de espacios econémicos, casi todos urbanos, desde luego. Y, sobre todo, la cleccién de un modelo u otro dependerd crucial- mente de la actitud, ofensiva o defensiva, de los agentes de la sociedad local (regional 0 nacional). Al final de este recortido por la coloreada paleta de las nuevas teorias| sobre los nuevos espacios, se habré por lo menos comprendido el papel central que representan en la nueva geografia industrial las relaciones de trabajo en el seno de la empresa y entre las empresas. La cuestién de las “regiones que ganan” se parece mucho (sin reducirse a ella) a Ja pregunta de los “modelos que ganan”. ‘Ain es necesario subrayar lo que estos ensayos tienen de prospectivo, incluso de embrionario. Teorias que nacen de una realidad aun inestable, titubeante, que llaman a la reflexién a los investigadores... y al debate a los ciudadanos. Pues es de nuestra vida cotidiana, del empleo, del interés del trabajo, del medio ambiente, de la calidad de vida, de la convivencia urbana, de lo que en definitiva se trata...

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