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PRIVATE LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL ROL DEL PSICÓLOGO

COMUNITARIO. XE "1.2. LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL ROL DEL


PSICOLOGO COMUNITARIO." TC “1.2. LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL
ROL DEL PSICOLOGO COMUNITARIO. “

Hacer una revisión del conocimiento existente sobre el rol del psicólogo comunitario,
implica penetrar el la historia y reconstruir, esquemáticamente al menos, las situaciones
y condiciones que dieron origen a la necesidad de construir un nuevo rol profesional
para el psicólogo, las estrategias utilizadas en cada región para justificar y dar impulso
al desarrollo de la disciplina que dé contenidos al rol, las experiencias que han servido
de crisol para su cristalización y sedimentación, y finalmente los significados y
conceptos que poco a poco se van viendo validados como producto de este esfuerzo de
construcción social. Finalmente haremos una revisión de las investigaciones que se han
realizado sobre el rol del psicólogo comunitario.

PRIVATE 1. SITUACIÓN HISTÓRICA QUE CONTEXTUA LA NECESIDAD


DEL NUEVOTC “1.2.1. Situación histórica que contextúa la necesidad del nuevo”
ROL. XE "1.2.1. Situación histórica que contextúa la necesidad del nuevo rol."
El rol del Psicólogo Comunitario y su disciplina madre, la Psicología Comunitaria,
aparecen por primera vez en el discurso profesional en la década de los sesenta. Esta fue
una década de grandes movilizaciones sociales que dieron lugar a cambios en las
políticas oficiales de los gobiernos, en las instituciones, en la mentalidad y la percepción
de la subjetividad de los hombres y las mujeres.
Con la sola enumeración de algunos de los hechos históricos más representativos de la
década del sesenta podemos formarnos una idea general de la dimensión de los
movimientos sociales. Ellos fueron:
En Latino América:
• La revolución Cubana en los años 60.
• El surgimiento de los movimientos guerrilleros en varios países de América Latina.
• El programa de las OEA denominado la “Alianza para el Progreso” para enfrentar los
problemas del subdesarrollo Latinoamericano.

En los Estados Unidos de América:


• El movimiento por los derechos civiles de los negros con su brazo armado “Las
Panteras Negras” a la cabeza.
• El movimiento de lucha contra la pobreza.
• La guerra del Vietnam.
• El movimiento Hippie de carácter pacifista contra la guerra del Vietnam y los
movimientos autogestionarios de los jóvenes que rechazaban el “American Way of
Life” y experimentaban nuevas formas de relación y convivencia en “las comunas”.

En Europa:
• La revolución de jóvenes e intelectuales de “Mayo del 68” en varios países.
• La Primavera de Praga.
• El surgimiento de los movimientos pacifistas, ecologistas, feministas y de otras
minorías.

Cada uno de estos fenómenos sociales y culturales a jugado un papel relativo en el


surgimiento de un “movimiento comunitario”, una preocupación por la pérdida de
estilos de vida comunitaria y por la creación de nuevas formas de convivencia, nuevas
formas de desarrollo social y un nuevo papel social las instituciones.
En el caso de América Latina el surgimiento de la revolución cubana determina un
importante núcleo de influencia sobre los posteriores desarrollos de las ciencias
sociales, en particular en lo relacionado con el compromiso de los investigadores con el
desarrollo de los sectores populares: “Hubo un fenómeno social en cuya vanguardia hay
que colocar sectores del estudiantado de las universidades estatales y de los trabajadores
organizados, el cual se generó en la década del 60 y 70: el protagonismo de la
revolución cubana y de figuras como Ernesto Guevara y Fidel Castro encendían un ideal
y un método: el ideal de la liberación político-cultural de los países latinoamericanos y
el método de la lucha político-militar. Allí la estrategia fundamental era la insurrección
popular para la toma del poder. Sin juzgar lo erróneo o acertado de los aspectos teóricos
o prácticos de tal concepción, se izó la bandera de la liberación nacional en donde el
pueblo se convertía finalmente en el actor esencial de esa actividad. Las ideas de
autogestión y participación estaban fraguándose dentro de este histórico momento.
Incluso, muchos grupos políticos compuestos por estudiantes, intelectuales y
trabajadores planteaban que la única forma real de aprender lo más importante de la
vida era el trabajo con y a través del pueblo. Así, la negación de la misma Universidad
en su papel de única e importante institución del qué y el cómo del aprendizaje de un
saber, así como la relevancia de éste, fue tanto una actitud como un principio. La
radicalidad de esta tendencia ha sido superada pero persiste la idea que considera
importante el trabajo popular, el conocimiento y respeto por ese saber y la desaparición
del mesianismo técnico o científico en o para la solución de los problemas sociales
(Granada, 1991).
La estrategia adoptada por los Estados Unidos para enfrentar este fenómeno
insurreccional se denominó “Alianza para el Progreso” y consistió en promover el
desarrollo de los países latinoamericanos a través de la introducción de tecnologías
foráneas. Diez años después de este programa se encontró que los problemas del
subdesarrollo latinoamericano se habían agudizado, se generó una gran migración de
personas del campo a las ciudades, que se asentaron desordenadamente configurando lo
que hoy se conoce como los cinturones de miseria típicos de las grandes capitales. Por
otro lado, y principalmente en el cono sur del continente los Estados Unidos
promovieron una política de “Seguridad Nacional” como una forma de enfrentar el
mismo fenómeno. Estos hechos contextuaron el surgimiento de la Psicología
Comunitaria Latinoamericana. Este hecho es presentado por varios autores: “Los
aspectos de índole económica y política como el subdesarrollo, la dependencia y el
impacto psicosocial de regímenes dictatoriales militares, que exigían una praxis
consistente con los problemas específicos de estos países orientada a la democratización
y el desarrollo comunitario”. (Krause, 1991; Maurer y Sawaia, 1991; Montero, 1984;
Serrano-García, López y Rivera-Medina, 1987; Wiesenfeld y Sánchez, 1991).
Este proceso social influyó sobre el desarrollo de la psicología latinoamericana a través
del cuestionamiento sobre la aplicación de la psicología y las ciencias sociales. En
particular la crítica a las posturas teórico metodológicas de la Psicología Individual, la
llamada “Crisis de Pertinencia de las Ciencias Sociales” y la influencia de modelos
alternos que proponían una perspectiva interdisciplinaria más amplia e integradora
(Krause, 1991; Maurer y Sawaia, 1991; Montero, 1984; Serrano-García, López y
Rivera-Medina, 1987, Wiesenfeld y Sánchez, 1991).
Por su parte en los Estados Unidos los psicólogos norteamericanos se encuentran
preocupados por los problemas relacionados con los procesos de desintegración social y
la falta de herramientas eficaces para manejar los crecientes problemas de “salud
mental” de la comunidad. Señalan como el origen sociológico del problema el
fenómeno de la desintegración social: “Numerosos observadores y analistas de la escena
sociocultural contemporánea coinciden con el diagnóstico de Robert Nisbet (1953)
quien subraya un problema social básico para entender la emergencia y significado del
movimiento comunitario de la sociedad occidental, particularmente en los Estados
Unidos: La alarmante desintegración social y la degradación gradual de la función y
sentido de las comunidades y grupos intermedios y primarios (familia, vecindario y
comunidad local, redes religiosas, etc), que tan fundamental papel desempeñan en la
conexión del individuo al cuerpo social y el mantenimiento de un sentido de identidad,
mutualidad, apoyo y pertenencia social de los individuos. Las consecuencias y efectos
psicológicos de este proceso son el individualismo extremo, desarraigo y desamparo
vital y social, anonimidad, soledad y anomia, alienación y ausencia de sentimientos de
reciprocidad, mutualidad y pertenencia social” (Sánchez 1991).
Un componente de esta desintegración social que fue considerado relevante fue la
creencia y el cuestionamiento del trastorno mental como hipótesis explicativa del
fenómeno y de la necesidad de su tratamiento: “La existencia creciente de trastornos
mentales y la poca capacidad de enfrentamiento del problema desde los modelos
clínico-psiquiátricos, por lo costoso y demorado de los tratamientos, hizo necesario el
planteamiento de la prevención a nivel poblacional y social, dando curso al movimiento
de la Salud Mental Comunitaria”(Sánchez, 1991) en los Estados Unidos, y al
movimiento generalizado de reformas a la psiquiatría y a sus instituciones tanto en
América como en Europa.
En el caso europeo, por razones que aún los analistas tardan en establecer, se produjo un
levantamiento de los estudiantes universitarios y los intelectuales en contra del
autoritarismo en las universidades, que posteriormente fue señalado al interior de todas
las instituciones así como dentro de las fábricas y los mismos partidos políticos, que se
plegaron a una huelga general de carácter internacional. Algunos autores consideran que
este fenómeno señala el reconocimiento de la crisis del sistema y cierra un período
histórico centrado en la clase obrera: “El 68 representó la apertura de una crisis cuyo
carácter a la vez social y económico sólo se haría perceptible más tarde. Fue el preludio
de las grandes crisis de hoy” (Alain Krivine, 1978). “En otro tiempo, el punto
neurálgico era la fábrica, porque era el lugar en donde se efectuaba el dominio del
organizador sobre el organizado, del dueño y el patrón sobre el trabajador. Hoy la
relación de clase se ha desplazado y el dominio lo ejerce el aparato sobre una población.
El 68 fue la última gran jornada del siglo XIX, el momento en que el porvenir fue
teóricamente promulgado. A continuación la coyuntura se descompuso. Todos estamos
viviendo esta descomposición. El problema consiste en saber si sólo viviremos la
descomposición de la coyuntura del 68 o si podremos vivir la recomposición de la
nueva estructura, cuyos elementos fundamentales fueron introducidos en el 68; en saber
si conseguiremos vivir los movimientos sociales al más alto nivel o si nos quedaremos a
un nivel provinciano, de desorden, de crisis y de institucionalización. Lo que el 68
introdujo en la práctica y en la teoría social, hoy es fundamental, precisamente porque la
coyuntura histórica ha cambiado y ya no es posible resucitar el obrerismo”. (Alain
Touraine, 1978).
Se puede afirmar que de este movimiento se derivaron dos elementos básicos para
comprender el desarrollo de enfoques y actitudes que afectaron posteriormente el rol de
los intelectuales y los técnicos con respecto a la aplicación de las ciencias sociales; ellos
son el antiautoritarismo y el cambio en la percepción del sujeto: “Una dimensión
fundamental del 68 fue la del antiautoritarismo. El movimiento antiautoritario golpeó
tanto a la tradicional autoridad reaccionaria, como a la autoridad del movimiento obrero
en sus formas de organización y en su ideología tradicional, el marxismo” (Alain
Geismar, 1978).
“El verdadero fruto de la experiencia de la izquierda en estos diez años había sido el
descubrimiento de una nueva relación con la subjetividad”. (D. Cohn-Bendit, 1978).
Los movimientos sociales en Europa se expresaron ante la crisis del sistema de diferente
manera dejando una profunda huella en la sociedad. Estos movimientos se enfrentan en
primer lugar al desengaño de la alternativa burocrática. Entre ellos cabe mencionar el
situacionismo, el análisis institucional, los movimientos ecológicos, feministas y
marginales. La importancia del cuestionamiento de los estilos de autoridad dentro de las
instituciones revirtió en transformaciones institucionales que repercutieron sobre las
concepciones de la escuela, la universidad, el manicomio, la cárcel, hasta acceder a
originales reflexiones sobre el poder y el saber. Se cuestiona la parcelación del
conocimiento y se promueve el análisis de la totalidad, con lo cual se sientan las bases
para los enfoques que hoy se trabajan en psicología comunitaria. Se practica el análisis
institucional donde se pone en cuestión la existencia de los objetos abstractos propios de
las ciencias sociales. Se plantea que dichos objetos son construcciones realizadas por las
instituciones para legitimar su autoridad y poder sobre los institucionalizados y se
promueve la reversión de estos procesos. El ejemplo clásico es la existencia de la
esquizofrenia como una estrategia de psiquiatrización de la locura, así mismo se habla
de la medicalización de la salud o de la escolarización del niño (Lourau y Lapassade).
Contra las estructuras autoritarias, contra la contradicción instituido/instituyente, se
presenta la alternativa de la autogestión generalizada. Una autogestión que buscó
instituir formas modificables y anti-jerárquicas de experiencias paralelas a las
institucionalizadas.
Otros elementos que jugaron un papel importante en la conformación del movimiento
comunitario fueron:
• El reconocimiento de la responsabilidad que los profesionales y científicos
psicosociales tienen, por acción u omisión, en relación con los problemas del
contexto histórico y geográfico así como el vigoroso cuestionamiento de la
neutralidad valorativa -y objetividad absoluta- de las ciencias y de los científicos,
sobre todo en su vertiente más social y aplicada. Algunos analistas sociales críticos
que han aportado en este aspecto son Lynd, Gouldner, Wright Mills, Gergen,
Sarason, Fals-Borda y Montero.(Sánchez,1991)
• El interés científico por el cambio social y efectos psicológicos de las estructuras
sociales. La pertinencia y necesidad de una disciplina científica básica que por un
lado fundamente, guíe la praxis comunitaria y por otro, investigue sistemáticamente
la relación de las variables y procesos del entorno social y biofísico con el trastorno y
el bienestar de los individuos y entornos sociales a diversos niveles sistémicos
(Sánchez, 1991).

En síntesis, la situación histórica que da origen al movimiento comunitario y a la


necesidad del rol del psicólogo comunitario se caracteriza por el reconocimiento por
parte de los políticos y científicos sociales de los procesos de desintegración social
generados por el proceso de modernización y desarrollo de las tecnologías, que inducen
los procesos de migración de los campos a las grandes ciudades, por el fenómeno de
desorganización urbana, el rechazo de los modelos culturales y formas de relación
autoritaria dentro de las instituciones, y el cuestionamiento de las políticas, programas y
estrategias de abordaje de los problemas de salud mental, principalmente en Estados
Unidos y Europa. En América Latina el movimiento comunitario se centra en los
procesos de lucha contra el subdesarrollo y la dependencia económica.
Esta serie de transformaciones sociales implicó no solamente un cambio en la
subjetividad sino en la autopercepción de la sociedad. Se reconoce ésta como la
“Sociedad Civil” que tiene la capacidad de enfrentarse a las estructuras autoritarias del
“Estado” y se valora la capacidad de implicación y movilización de la Sociedad Civil
como algo distinto a las prácticas rituales de la participación política en elecciones.

PRIVATE 2. LA PSICOLOGÍA COMUNITARIA EN LOS ESTADOS UNIDOS


XE "1.2.2. La Psicología Comunitaria en los Estados Unidos" .TC “1.2.2. La
Psicología Comunitaria en los Estados Unidos.”
Institucionalmente el origen del movimiento comunitario en psicología data de febrero
de 1963, cuando el presidente John F. Kennedy demanda ante el congreso
norteamericano un “nuevo y atrevido enfoque” para resolver los problemas de salud
mental instando a la aprobación de la legislación que creaba los “Centros de Salud
Mental Comunitaria”. Esta demanda de un nuevo enfoque con su rol implícito, cristaliza
en la llamada “conferencia de Boston” en 1965 (Bennet, Anderson y otros 1966). En
esta conferencia nuevas concepciones sobre la naturaleza de la enfermedad mental, la
influencia de factores ambientales sobre la conducta, y la importancia de involucrar a la
comunidad en los programas de tratamiento, fueron resaltados por los participantes
(Iscoe, Bloom y Spielberger, 1977). El reporte de la Conferencia de Boston enfatiza la
necesidad del estudio y tratamiento tanto del individuo como del contexto comunitario.
Fue generalmente aceptado que el modelo médico no era muy adecuado y que
experiencias de entrenamiento interdisciplinario en psicología y otras ciencias sociales
eran muy deseables. El término de “Psicología Comunitaria” para la nueva disciplina
fue adoptado en preferencia al de Salud Mental Comunitaria. Se ofrecieron propuestas
de formación así como definiciones de las funciones y roles ligados a los psicólogos
comunitarios. (Bennet y otros, 1966).
La conferencia de Boston se constituyó en un ejercicio de imaginación sobre los
posibles papeles que podría desempeñar el nuevo psicólogo y las estrategias académicas
para crear ese rol. Se partía de la formación básica del psicólogo clínico y se buscaba
ampliar sus horizontes para que se volviese generalista. Para ello tendría que formarse
en áreas tales como teoría del sistema social, la organización de la comunidad, la
planeación de la ciudad, la bioestadística, los métodos de consulta, la ecología humana
y la epidemiología, la investigación evaluativa (necesidades y programas), la
intervención en crisis y la prevención. Con ello se suponía que el psicólogo comunitario
estaría capacitado para verse envuelto en los procesos de la comunidad y a la vez
conceptualizar sobre dichos procesos. De esta forma el nuevo rol del psicólogo sería el
de un “conceptualizador participante” (Bennet, Anderson, Cooper, Hassol, Klein y
Rosenblum, 1966). Otra base fue el mantener la tradición de la investigación. se
consideró que la psicología de la comunidad necesitaba la indagación científica y una
disposición a probar los procedimientos objetivamente para llegar a establecerse sobre
un pie científico firme (Zax y Specter, 1974).
Se hizo énfasis en el entrenamiento de campo, entendida como participación en la
consulta, en programas de grupo o programas de acción de la comunidad. Los
estudiantes deberían ser expuestos tempranamente a tan amplia gama de los problemas
humanos como sea posible. Lo ideal sería a través de un centro de servicio al barrio. Se
diseñaron instituciones ideales para entrenar al estudiante en el desarrollo de sus nuevas
habilidades. Igualmente se enfatizó la importancia de que el nuevo profesional llegase a
trabajar conjuntamente con otros profesionales relacionados con la comunidad.
A partir de esta conferencia se implementa el proceso de construcción del rol del
psicólogo comunitario. El primer paso consistió en crear una organización profesional
que legitime el desarrollo de los nuevos discursos, experiencias e investigaciones. Para
ello se creó en 1967 la División 27 de la Psicología Comunitaria dentro de la estructura
de la Asociación Psicológica Americana (APA). La División de Psicología Comunitaria
ha servido para focalizar los asuntos y canalizar las energías de los psicólogos
comunitarios hacia los programas constructivos regionales y nacionales. A través de la
serie monográfica Newsletter, del American Journal of Community Psychology, de
Issues in Community Psychology and Preventive Mental Health, la División ha
estimulado la comunicación entre sus miembros y ha servido como un foro para el
intercambio de ideas (Iscoe, Bloom and Spielberger, 1977). Este foro ha posibilitado la
construcción de un lenguaje común, la formulación de proposiciones teóricas en forma
rudimentaria, que buscarán canales para su desarrollo. Simultáneamente numerosas
universidades y agencias de formación de la comunidad asumieron la tarea de
desarrollar programas de entrenamiento para el nuevo rol.
Spielberger e Iscoe en 1970 consideran que en un período relativamente corto han
surgido multitud de nuevos papeles para los psicólogos de la comunidad, destacando
tres de ellos: La consulta en salud mental, la conceptualización participante y el servir
de agentes de cambio social.
En el papel del consultor de la comunidad, el psicólogo es principalmente un medio
para asistir a los “cuidadores” de la comunidad (Caplan, 1964), que son asimismo
profesionales en posición de asistir a los miembros de la comunidad en la lidia con
diversas situaciones tensas, pero que tienen poca preparación en salud mental.
El papel de conceptualizador participante requiere del profesional de la salud mental
que “ayude a los líderes de la comunidad a analizar y esclarecer los problemas de la
salud mental en términos de las variables del sistema social (Spielberger e Iscoe, 1970).
Una vez que el problema se ha definido, el psicólogo de la comunidad vuelve al papel
de consultor de la salud mental y de esta manera ayuda a formular los programas para
hacerle frente. El rol del psicólogo se hace doble, al ser calificado de “participante -
conceptualizador” (Bennet y otros 1966) en tanto que pasa a ser un promotor de acción
social, a la vez que continúa siendo un profesional o un científico.
El papel de agente de cambio social lo realiza el psicólogo de la comunidad cuando
intenta modificar un sistema social, es decir cuando toma medidas directas para resolver
un problema que ha identificado.
En el año de 1975 se realizó la Conferencia Nacional de formación en Psicología
Comunitaria en la ciudad de Austin, Texas. La meta principal de esta conferencia fue
revisar los modelos de formación doctoral en Psicología Comunitaria y establecer más
revisar los modelos de formación doctoral en Psicología Comunitaria y establecer más
claramente los prototipos de formación. Finalmente se llegaron a identificar siete
modelos de formación que fueron presentados por Iscoe (1977) de la siguiente manera:
1. ​ omunidad clínica: Es una extensión del modelo clínico. Los estudiantes reciben
C
entrenamiento clínico básico, trabajan con individuos o grupos, pero deben también
trabajar en centros de salud mental comunitaria a nivel individual y grupal. El foco se
centra en el mejoramiento de los síntomas, aunque hay alguna intervención y
consulta.
2. ​Clínica comunitaria y salud mental comunitaria: Menos énfasis en lo clínico
pero todavía con un fuerte sabor clínico. El espíritu debe ser el elevar la salud mental
de la comunidad. Los psicólogos deben realizar más trabajo administrativo y de
planificación. Hay responsabilidad sobre una comunidad más o menos definida.
3. ​Desarrollo comunitario y sistemas: El espíritu es una mejor calidad de vida para
la comunidad. Las actividades incluyen la conceptualización, planificación,
administración y evaluación. El principal énfasis es aún la salud mental, aunque con
un fuerte sabor interdisciplinario.
4. ​Intervención preventiva en sistemas: El énfasis es sobre competencias
apadrinadas. Frecuentemente involucra la utilización de personal entrenado de forma
no tradicional. Los psicólogos trabajan en espacios organizacionales y comunitarios,
incluyendo escuelas, departamentos de salud pública, etc. El conocimiento clínico es
minimizado, la evaluación y consultoría es fuertemente enfatizada.
5. ​Modelos de cambio social: El énfasis está en el cambio de las instituciones y la
sociedad. Con un sabor interdisciplinario; sofisticación en las políticas e influencia
en las legislaciones importantes.
6. ​Ecología social y modelos de sistemas ambientales: Asesoría sistemática de las
fuerzas comunitarias e intervenciones en múltiples niveles de planeación.
Interrelación de varias fuerzas ambientales, las consecuencias y restricciones son
consideradas, incluyendo la relación entre vivienda, densidad de población y otros
factores físicos.
7. ​Psicología social aplicada y sistemas psicológicos urbanos. Énfasis en los
factores externos que actúan sobre las personas. Lo intrapsíquico recibe poca
atención. Las actividades están dirigidas hacia el logro del cambio social diseñado a
promover el bienestar humano. Énfasis en los problemas urbanos; la evaluación,
consulta y el trabajo de campo son recomendadas.

Con estos siete modelos se observa un continuo que va desde la intervención clínica
tradicional hasta los enfoques de aplicación social y ecológica. De la misma manera se
pueden inferir los diferentes roles a desempeñar en cada modelo. La propuesta de estos
múltiples modelos planteó fuertes dificultades en el momento de llegar a definir que se
entendía por Psicología Comunitaria ya que esta disciplina se solapa con la Psicología
Social Aplicada, con la Psicología del Desarrollo, con la Psicología Clínica, con la
Ecología Humana y otras ciencias del comportamiento, con lo cual la Psicología
Comunitaria sufre de un problema de identidad (Spielberger e Iscoe, 1977). La
separación entre Psicología Comunitaria y Psicología Clínica fue fuertemente
recomendada por varios participantes de la conferencia de Austin.
Una década después de la conferencia de Boston, se fue configurando un grupo cada
vez más grande de psicólogos que consideraban que la Psicología Comunitaria debería
separarse del movimiento de la salud mental comunitaria, pues tanto su objeto como sus
funciones y procesos de actuación son diferentes y se encuentran en contradicción con
ésta (Goodstein y Sandler,1978). Numerosas críticas surgieron al movimiento de salud
mental comunitaria. Entre ellas se menciona cómo en su principal revista en un período
de 7 años la palabra prevención solamente aparece en el título de 10 artículos (Cowen,
1973), la incapacidad del campo para definirse a sí mismo y delinear su alcance y
límites, así como la resistencia a identificar sus tareas primarias y las condiciones
limitantes del campo. Una de las razones de emergencia de la Psicología Comunitaria ha
sido la conciencia creciente de las limitaciones al enfocar los problemas humanos en
términos de las variables de orden individual exclusivamente (Reiff, 1968; Sarason,
1974).
El desarrollo de la conceptualización sobre el rol se fue haciendo cada vez más
explícito. Uno de los planteamientos más claros (Goodstein y Sandler, 1978)
encontrados hasta el momento es el siguiente: “Para llegar a clarificar el rol profesional
es necesario llegar a definir el objeto de trabajo, el contenido, el proceso o estilo de
intervención (que identifica el rol) y el tipo de conocimiento. El proceso o estilo de
intervención en la prestación de un servicio es mejor definido en términos de la teoría
de roles como el lugar del interventor en la ecología social (Sarbin, 1970). Así,
definiendo el papel recíproco entre el interventor y el objeto se constituye el núcleo del
proceso.
Los componentes específicos de este enfoque incluyen:
a) cómo el agente llega a identificar el objeto de cambio,
b) si el agente es pasivo, espera que el problema se manifieste o activo, que busca los
problemas que necesitan solución.
c) cuáles son los derechos y obligaciones recíprocas entre el agente y el objeto,
d) cómo se determinan las metas del cambio y
e) cómo y por quién es evaluado el logro de las metas.

Un objeto de la Psicología Comunitaria es la reforma de los sistemas existentes para el


control de la desviación y el desarrollo de nuevos sistemas que respondan mejor a la
sociedad. Mientras que el problema sean los sistemas de control de la desviación, lo
más importante son los agentes de cambio y reformadores tanto como los dispensadores
de servicios directos. Hay dos aspectos interrelacionados en estas intervenciones, la
naturaleza del sistema de control en sí misma y la articulación de este sistema con su
comunidad. Además de esto, los psicólogos trabajan con el desviado, sus familiares, y
las agencias de la comunidad encargadas de su cuidado y tratamiento. Por otro lado,
cuando nos movemos en los sistemas formales de socialización y apoyo nos es menos
familiar el territorio. Aquí trabajamos con familias, escuelas, iglesias, organizaciones
comunitarias, espacios de trabajo, etc. Insistimos que la meta de la Psicología
Comunitaria en este caso no debe ser solamente la prevención del disturbio emocional
sino la más ambiciosa tarea del desarrollo efectivo de los seres humanos. Esto ya había
sido enunciado por Sanford (1972), Iscoe (1974) insiste en que el ánimo de la
Psicología Comunitaria debe ser el desarrollo de comunidades competentes tanto como
la prevención. Comunidades competentes significan comunidades que tienen los
recursos, habilidades y el poder de satisfacer sus deseos, y estos deseos son definidos
por las mismas comunidades. Por lo tanto el objeto principal son las estructuras
formales de nuestra sociedad, las instituciones tanto como la gente que vive en ellas. Es
decir, los sistemas de control de la desviación y los sistemas de socialización y apoyo
social.
El contenido de la psicología comunitaria sería el análisis de sistemas, la abogacía
técnica encargada de la eliminación de las condiciones negativas identificadas en el
análisis, la creación de escenarios, el desarrollo organizacional, y la evaluación.
También frente a los sistemas de socialización y apoyo, el contenido sería la
reestructuración de las organizaciones para facilitar el funcionamiento personal
saludable. Hay pocos ejemplos de psicólogos que adoptan este enfoque (Rappaport,
Davidson, Mitchel, & Wilson, 1975).
El desarrollo de una comunidad competente requiere una redistribución del poder de tal
forma que haya más equidad en el acceso a aquellos recursos que permiten tanto el
bienestar físico como psíquico (Rappaport, 1977).
El cambio de los sistemas de control de la desviación requiere un cambio de rol para los
psicólogos. Los profesionales deben trabajar el cambio de las normas, los valores y
estructuras de los sistemas. Su rol de agente de cambio puede ir desde el de agente
externo hasta el de diseñador de escenarios alternativos.
La naturaleza del cambio y el proceso de cambio son una función de la relación entre el
agente de cambio y el sistema. El agente de cambio facilita el proceso de cambio por el
involucramiento del personal institucional en su propio proceso.
La definición de la efectividad o competencia en la comunidad depende claramente de
los valores del que hace la definición, y el psicólogo no puede esperar que sus valores
sean aceptados más que los de los miembros del sistema cliente. En el proceso de
cambio se requiere una comunicación abierta donde los valores del psicólogo y el
sistema se hagan explícitos (Goodstein, 1978). Por otro lado Rappaport (1977) sugiere
la importancia de que el psicólogo posea una diversidad cultural y pluralismo para
relacionarse con sus clientes.
El conocimiento relevante para el cambio de sistemas incluye la psicología social
(teorías de procesos de grupo, liderazgo, toma de decisiones, cambio social planificado),
comportamiento organizacional, teorías de sistemas sociales, y sociología de la
desviación, así como organización social y comunitaria, psicología ecológica y
ambiental y desarrollo organizacional.
Resumiendo el aporte norteamericano, las alternativas propuestas para el desarrollo de
la disciplina tienden a oscilar entre dos polos que se plantean y se perciben como
excluyentes y hasta antagónicos (Rivera-Medina y Serrano-García, 1985). De un lado
encontramos un grupo de psicólogos que fijó como meta proveer una alternativa dentro
del área de la salud mental a la psicología clínica dominada por el modelo médico y
centrada en la culpabilización de la persona, (Bloom, 1977, 1984; Iscoe, Bloom &
Spielberger, 1977). Esta alternativa incorpora una cierta sensibilidad hacia la presencia
de factores socioculturales y trata de desarrollar modos alternos de intervención a nivel
de la Salud Mental Comunitaria. El otro polo aparece entre los psicólogos de
comunidad quienes se plantean la búsqueda de la justicia social mediante la
intervención directa de los sistemas sociales, la participación en el proceso de
formulación e implantación de política pública y el intentar la creación de formas
alternas de comunidad (Gatz & Liem, 1977; Mann, 1978; Reiff, 1975). En su vertiente
más radical esta opción llega a plantear la transformación total de la sociedad capitalista
imperante y la substitución por una de corte socialista (Rivera-Medina y Serrano-
García, 1985).
Los diversos roles que podrían ser desempeñados por el psicólogo comunitario que se
derivan de este proceso de construcción norteamericano serían los siguientes:
1. ​Analista de sistemas sociales: Grupos, comunidades, organizaciones e
instituciones. Es el punto de partida para la solución de problemas. Un análisis
apropiado de un sistema social debe darnos a conocer: 1) El problema o necesidad, 2)
los factores implicados en su generación y mantenimiento, 3) los procesos de
mantenimiento y reproducción del sistema así como los de cambio y dinamización, y
4) los recursos del sistema. La función de analista es similar a la de
“conceptualizador-participante” descrita en la conferencia fundacional de Boston
(Bennet y cols. 1966). El analista social deberá: a) ser capaz de ver los problemas
desde el punto de vista de los afectados y b) tener capacidad de cuestionamiento
cultural en cuanto a su análisis y generar soluciones innovadoras distintas a las
establecidas o “institucionales” (Sánchez, 1991)

2. ​Evaluador de necesidades y programas. Es uno de los roles comunitarios


mejor perfilados, reconocidos y propios de la tradición y formación del psicólogo
frente a otros profesionales. La Evaluación es un pre-requisito básico para la
intervención social planificada. Sobre ella descansa la legitimación de la teoría y
praxis comunitaria, y la responsabilidad social de los interventores (Sánchez, 1991).

3. ​Diseñador de programas de intervención y cambio social. Este papel


convierte al psicólogo en agente de cambio social al integrar la preparación recibida
con los conocimientos producidos por la evaluación del problema para presentar a la
comunidad un programa de acción que al utilizar los recursos de la propia comunidad
lleve al cambio social. El proceso en esta etapa se denominó como de
“Amplificación cultural” (Rappaport, 1977). En esta concepción el psicólogo
comunitario trabaja en la comunidad pero no pertenece a ella y se define como un
“marginal” en la comunidad (Silvermann, 1978). Según este autor esta característica
le permite percibir la realidad más objetivamente y sentirse libre de las convenciones
y expectativas sociales del grupo. (Nótese el énfasis en la supuesta neutralidad del
diseñador!)
4. ​Consultor en salud mental y desarrollo organizacional. Es el rol más
practicado en Salud mental. La consulta es una relación triádica en que el consultor
entra en un contacto personal y limitado con una persona o sistema (consultante) para
resolver los problemas de un tercero, sin asumir ninguna responsabilidad por la
implementación del plan resultante. A partir de Caplan (1970) se admiten tres
variantes según se centre en el cliente (tercero), consultante o programa. Como rol se
diferencia del de terapeuta y de supervisor, con los que comparte rasgos comunes
(Sánchez, 1991).

5. ​ egociación, Mediación y Relaciones Humanas. La función básica es mediar


N
entre los intereses o partes de un sistema u organización o entre una comunidad y la
administración pública o los detentadores de recursos y servicios. La condición para
que esta función sea apropiada (y la estrategia que defina eficaz) es que el problema
o conflicto (de poder, roles, estilos, valores, intereses, etc.) esté originado por
deficiencias relacionales y de comunicación (a nivel de grupos o subsistemas
sociales, no necesariamente de individuos) pudiendo por tanto ser abordado y
resuelto facilitando la relación y comunicación entre ellos, explicitando las
asunciones implícitas o agendas subyacentes, etc. (Sánchez, 1991)

6. ​ a Abogacía social. Se refiere a intervenciones diseñadas para reducir o


L
eliminar las barreras de las instituciones y los sistemas que tienen como resultado un
tratamiento inequitativo de individuos o clases de individuos, la negación de
servicios y recursos necesarios, o el desprecio de las capacidades individuales para el
desarrollo saludable y la autodeterminación. (Knitzer, 1980). El abogado social tiene
experiencia legal, conocimientos y habilidades sobre las técnicas de negociación,
sobre el manejo de conflictos y sobre las reglas de evidencia y litigio (Glidewell,
1984). Se diferencia del abogado tradicional, en que este defiende el interés del
cliente, cualquiera que sea este interés. En este caso el abogado social defiende el
interés público. El abogado social debe buscar la mejoría de las condiciones de
deprivación, opresión, negación o desmejoría de clase de las personas, conservar los
recursos naturales, confrontar a los trabajadores oficiales a cumplir con su deber y
buscar contener el poder del estado para que se mantenga dentro de sus límites, desde
el interés público (Fairweather, 1972; Kelley, 1970; Rappaport, 1981).

7. ​La organización y dinamización comunitaria. Implica innovación y


experimentación social, catalización y facilitación del cambio social. El papel de
activador o agente facilitador del cambio y experimentación social, conjuntamente
con el de analista social fue uno de los roles asignados al psicólogo comunitario por
la conferencia fundacional de Boston (Bennet, 1965; Rappaport, 1977) señala al
psicólogo comunitario como un agente de cambio social que se implica
conjuntamente con los sujetos que solicitan la intervención, a la vez que da el
protagonismo de la acción a los sujetos demandantes. Para Albee (1980), el
profesional comunitario tiene un sentido activo de responsabilidad, un compromiso
político con la comunidad. Para Bender (1981) el psicólogo comunitario tiene una
tarea de cambio institucional y social.

8. ​Desarrollo de recursos humanos. Este rol tiene un carácter más educativo-


formativo que técnico. Según Rappaport (1977) es uno de los componentes de la
Psicología Comunitaria. El concepto no ha sido apenas trabajado o desarrollado con
excepción de los aportes de la Psicología Humanista (Maslow, Rogers, Allport) o la
formulación sintética de “salud mental positiva de Jahoda (1858). Se propone el
desarrollo de potencialidades o recursos existentes en personas y grupos. Desarrollo
personal y poblacional a través de la terapia, educación, salud, apoyo y autoayuda, y
grupos de crecimiento sensibilización (Sánchez, 1991).

El interrogante que surge a partir de la enumeración de estos roles tan diversos, es si el


desempeño del rol es de naturaleza psicológica. En la medida que la disciplina se vaya
desarrollando profesional, teórica y técnicamente podrá verse qué tan legitimados
pueden llegar a estar los roles mencionados. Para la Psicología Comunitaria
norteamericana el psicólogo comunitario podría adoptar uno o varios de estos roles en
su desempeño profesional.
Un elemento importante de mencionar con respecto a la construcción del rol de
psicólogo comunitario en Estados Unidos, es que a partir de los procesos de
legitimación del rol y la disciplina mencionados (Organizaciones sociales, publicaciones
y políticas favorables, cursos de formación e investigación) se ha favorecido el
desarrollo de conceptualizaciones teóricas que comienzan a dar contenido y legitimidad
de primer orden a la disciplina como tal. En este sentido vale la pena mencionar los
conceptos psicológicos de estrés psico-social (Kessler, Price y Worthmann (1985),
apoyo social (Kessler y cols, 1985; Gottlieb, 1983), competencia (White, 1959),
empowerment (Rappaport, 1981), suministros (Caplan, 1970) y Cambio Social (Katz,
1974).

PRIVATE 3. EL MOVIMIENTO DE CRÍTICA INSTITUCIONAL EN EUROPA.


XE "1.2.3. EL MOVIMIENTO DE CRITICA INSTITUCIONAL EN EUROPA."
TC “1.2.3. EL MOVIMIENTO DE CRITICA INSTITUCIONAL EN EUROPA. “
Si bien es cierto que existen pocos elementos de juicio para afirmar la existencia de una
Psicología Comunitaria europea, al mismo nivel como puede afirmarse en Estados
Unidos y América Latina, no por ello el movimiento comunitario de los años sesenta
fue menos importante para la reflexión y construcción de un significado posible para el
rol del psicólogo comunitario y otras profesiones afines (psiquiatría, enfermería,
medicina, educación, abogacía, etc).
En el contexto del movimiento social europeo ya mencionado, caracterizado por el
cuestionamiento del poder y la autoridad y la función social de las instituciones, se
dieron numerosas experiencias de transformación institucional y de los roles
correspondientes, que posibilitaron hacer un replanteamiento de fondo sobre el sentido
de estos roles.
En el caso de la psiquiatría, el objetivo central de las reformas psiquiátricas era “renovar
la capacidad terapéutica de la psiquiatría librándola de sus funciones arcaicas de control
social, coerción y segregación” (Rottelli, De Leonardis & Mauri,1986). Los
movimientos de la crítica a la psiquiatría se fueron elaborando fruto de reflexiones
comunes de sociólogos, filósofos, psicólogos, psiquiatras y “psiquiatrizados” y se
expresa en el surgimiento de diversas corrientes siendo las más conocidas el
movimiento antipsiquiátrico inglés, el movimiento de la Psiquiatría Democrática
italiano, y el movimiento de la crítica y el análisis institucional francés.
Las primeras experiencias orientadas hacia lo comunitario las realizó el psiquiatra
David Cooper que impulsa una “comunidad terapéutica” en el Pabellón 21 del Hospital
Psiquiátrico de Londres. Su trabajo se centró en cuestionar la hipótesis de la existencia
de una entidad llamada “esquizofrenia”, en abandonar el rol de técnicos o terapeutas y
adoptar frente al paciente el rol de personas. Se preguntaba qué pasaría con un conjunto
de esquizofrénicos si fuesen tratados como personas. Se eliminaron los psicofármacos,
los electroshocks y las camisas de fuerza para los enfermos. Se encontró con un cambio
revolucionario en los comportamientos y en el proceso de recuperación de las personas,
que dio lugar a un movimiento denominado “antipsiquiatría” (Cooper, 1967).
Los antipsiquiatras ingleses con Ronald Laing, David Cooper y Aaron Esterson a la
cabeza realizaron estudios sobre los orígenes sociales de la esquizofrenia, y
desarrollaron metodologías de investigación que buscaron resolver los problemas
relacionados con la locura en el contexto de la comunicación intrafamiliar (Esterson,
1967; Laing y Esterson, 1967), así como estrategias de tratamiento de la locura en el
contexto de la creación de nuevas relaciones de vida comunitaria. Este movimiento no
podría ser comprendido sin tener en cuenta la influencia que el texto de Jean Paul Sartre
(1960) denominado “La Crítica de la Razón Dialéctica” tuvo sobre estos autores. Laing
y Cooper (1973) realizaron una extraordinaria síntesis de esta compleja obra de Sartre
en el libro “Razón y Violencia: Diez años de pensamiento sartreano”. A partir de aquí
comenzaron a producir numerosas experiencias y libros. Se crearon varias comunidades
terapéuticas y se puso en cuestión el modelo de comunicación vertical y el autoritarismo
en las relaciones. Se realizaron cuestionamientos a la vida cotidiana (Laing, 1973,
Cooper, 1978, 1980), a la familia (Cooper, 1976, Laing, 1974), la escuela y el hospital
como instituciones. El análisis de la experiencia personal y de la interexperiencia social
adquiere una gran relevancia.
La antipsiquiatría inglesa marcó una pauta radical en la ruptura del rol tradicional del
psiquiatra, el psicólogo y los trabajadores de la salud mental, posibilitando una
fundamentación fenomenológica de una nueva forma de relación basada en la
comprensión de la experiencia e interexperiencia humanas, y replanteándose las
relaciones entre las personas en el contexto de comunidades terapéuticas, las cuales
siguen existiendo hoy día como alternativa a la psiquiatrización de la locura.
Como producto del movimiento de Mayo del 68 se desarrolló el movimiento de Crítica
Institucional francés en la década del 70. Se produjeron cismas al interior del
movimiento psicoanalítico. Gilles Deleuze y Félix Guattari (1974) publicaron “El
Antiedipo: Capitalismo y Esquizofrenia” donde realizan una crítica radical al sistema
capitalista como generador de procesos de psicotización de la sociedad. Gerald Mendel
(1968, 1972-1974) propone el Socio-psicoanálisis como un dispositivo de
cuestionamiento crítico al interior de las instituciones.
En Francia Michael Foucault (1967); publica la “Historia de la Locura en la Época
Clásica” y “El nacimiento de la clínica” (1966), así como “Vigilar y Castigar” (1977)
donde pone al descubierto las íntimas relaciones de poder y el control sobre la locura, la
salud y las conductas que no respondan a la norma oficial. Igualmente aparecen varios
tomos sobre la Historia de la Sexualidad. En síntesis, podemos decir que en el contexto
europeo, contemporáneamente al surgimiento de la psicología comunitaria de los
Estados Unidos se dio un movimiento similar, con la diferencia que allí se le dio a los
problemas el tratamiento de problemas de orden político y ético que cuestionaron
profundamente a la sociedad del momento.
Michael Foucault hace una revisión a las relaciones existentes entre el poder y el saber,
y plantea el tema de la función política del intelectual, dentro de la cuál se incluye al
psicólogo. Su primera tesis se refiere al concepto del poder: “Cuando pienso en la
mecánica del poder, pienso en su forma capilar de existir, en el proceso por medio del
cual el poder se mete en la misma piel de los individuos, invadiendo sus gestos, sus
actitudes, sus discursos, sus experiencias, su vida cotidiana”.(Politiques de la
philosophie). “El estudio de esta microfísica del poder supone que en ella el poder no
sea concebido como una propiedad, sino como una estrategia, que sus efectos de
dominación no sean atribuidos a una “apropiación”, sino a unas disposiciones, a unas
maniobras, a unas técnicas, a unos funcionamientos. En una palabra es preciso admitir
que este poder no se posee sino que se ejerce, que no es un “privilegio” adquirido o
conservado por la clase dominante, sino el efecto resultante de sus posiciones
estratégicas.
Su segunda tesis sobre las relaciones entre el saber y el poder, no equivale a afirmar que
la posesión de un saber equivale a detentar un poder, pues esta es una afirmación del
siglo XVIII, sino que el poder produce saber. El tema central de La voluntad de saber:
“Lo que le da estabilidad al poder, lo que induce a tolerarlo, es el hecho de que no actúa
solamente como una potencia que dice no, sino que también atraviesa las cosas, las
produce, suscita placeres, forma saberes, produce discursos”. En suma, todo saber se
produce en el interior (por efecto y bajo dominio) de las relaciones de poder. Esta tesis
se debate contra la interpretación racionalista del par ciencia/ideología y contra la
noción de ideología. “La noción de ideología me parece difícilmente utilizable ya que,
se quiera o no, siempre aparece en oposición virtual con lo que sería la verdad. Yo creo,
en cambio, que el problema no consiste en discernir, en un discurso, lo que viene
caracterizado como cientificidad y como verdad, de lo que derivaría de cualquier otra
cosa; sino en ver cómo se producen históricamente efectos de verdad en el interior de
unos discursos que de por sí no son ni verdaderos ni falsos”.
La teoría de la “microfísica del poder” habla de unos focos discontinuos de poder
diseminados por el “cuerpo social”, sin que ningún mecanismo de conjunto se encuentre
en el origen de esta producción, que asume así la fisonomía de la generación
espontánea. De este modo el poder, despojado de todo carácter de clase, aparece como
una sustancia metafísica, buena para todos los usos. Con lo cual propone como
alternativa de acción: “multiplicar en el tejido social los “puntos de resistencia” y de
extender la superficie de las disidencias posibles; se trata, en la batalla contra las
instituciones de poder, de utilizar lo que los estrategas llamaban la pequeña formación.
Se sabe que de este modo se han conseguido algunas victorias” (Lecourt, 1978).
A partir de esta concepción sobre el poder que se distribuye por todo el tejido social, se
cuestiona la concepción marxista de las superestructuras y las infraestructuras
ideológicas y políticas y se replantea la función política del intelectual y el técnico en el
manejo de la relación saber/poder.
En el contexto del discurso de Foucault, al psicólogo le corresponde la categoría de
“intelectual específico”, por oposición al “universal”, por desempeñarse en un sector
determinado, en puestos precisos donde lo sitúan sus condiciones de trabajo. “El
intelectual ocupa una posición específica, pero de una especificidad que está ligada a las
funciones generales del dispositivo de la verdad en una sociedad como la nuestra.
Funciona o lucha a nivel general de este régimen de la verdad tan esencial a las
estructuras y el funcionamiento de nuestra sociedad.
Existe un combate “por la verdad” o al menos “alrededor de la verdad”. Por verdad no
quiero decir “el conjunto de cosas verdaderas que hay que descubrir o hacer aceptar”,
sino “el conjunto de reglas según las cuales se discrimina lo verdadero de lo falso y se
ligan a lo verdadero efectos políticos de poder”; se entiende así mismo que no se trata
de un combate “en favor” de la verdad sino al estatuto de la verdad y al papel
económico-político que juega. Hay que pensar los problemas políticos de los
intelectuales no en términos de “ciencia/ideología” sino en términos de “verdad/poder”.
El problema político esencial para el intelectual no es criticar los contenidos ideológicos
que están ligados a la ciencia, o hacer de tal suerte que su práctica científica esté
acompañada de una ideología justa. Es saber si es posible construir una nueva política
de la verdad. El problema no es “cambiar la conciencia” de la gente o lo que tienen en la
cabeza, sino el régimen político, económico, institucional de la producción de la verdad.
No se trata de liberar a la verdad de todo sistema de poder, esto sería una quimera, ya
que la verdad es ella misma poder, sino de separar el poder de la verdad de las formas
hegemónicas (sociales, económicas, culturales) en el interior de las cuales funciona por
el momento. La cuestión política, en suma, no es el error, la ilusión, la conciencia
alienada o la ideología; es la verdad misma” (Foucault, 1979)
En síntesis, el psicólogo como técnico o intelectual específico, ocupa un lugar de poder
dentro de las instituciones y en su relación con las personas con quienes trabaja
implementa un cierto régimen de producción de las verdades a partir de las cuales
interviene como profesional, en el contexto de un cuerpo social donde el poder está
diversamente distribuido.
Estas reflexiones sobre el poder y la autoridad en las instituciones y el papel del
intelectual y el técnico en ellas, se revirtieron igualmente sobre las prácticas
psicológico-psiquiátricas, generándose una nueva corriente político-social que partiendo
de las experiencias dinámico-existenciales de la comunidad terapéutica inglesa
irrumpieron en la transformación del contexto institucional y social. “Antes del 68
había una ideología de cambio pero no una ideología de crítica a la psiquiatría y a las
instituciones” (Jervis, 1978). Las corrientes que básicamente abordan el problema de la
enfermedad mental a través de sus condiciones sociopolíticas incluyen las elaboraciones
de Cooper, Szasz, Deleuze, Gentis, Schatzmann, Goffmann, etc.
El más firme y consecuente representante de la tendencia político-social es F. Basaglia
(1972) y el denominado grupo de Psiquiatría Democrática en Italia. Este grupo intentó
unificar el trabajo entre el manicomio y las otras instituciones sociales. A partir de la
aplicación del modelo inglés de la comunidad terapéutica, llegaron al cuestionamiento
del significado mismo de la existencia del manicomio como estructura que funciona de
depósito de los marginados que esta misma organización produce. Esta experiencia fue
agrupando a los trabajadores en salud mental que se plantearon el problema de la
transformación del manicomio, desde los enfermeros que, conscientes de su propio rol
de vigilantes policías de la Institución Psiquiátrica, querían invertir la propia función
hasta volverla en acción de significado terapéutico, hasta los mismos médicos que
habiendo entendido el mandato social de “control” de los marginados del cual son
objeto, quisieron modificar el rol represivo del técnico para ponerlo a servicio de los
pacientes. El movimiento de Psiquiatría Democrática amplió sus objetivos incluyendo
todos los sectores y problemas vinculados a la marginación, no sólo dentro del hospital,
sino también en el ámbito exterior de éste, como por ejemplo las escuelas diferenciales,
ghettos de exclusión de subnormales. A su vez el movimiento produjo una serie de
elaboraciones teóricas sobre la función de la psiquiatría dentro del contexto más amplio
de las ciencias sociales, un análisis crítico sobre el valor de las técnicas tradicionales
consideradas terapéuticas y en consecuencia un análisis de la politicidad inevitable de la
técnica (Basaglia, F y otros, 1972).
En un primer momento, el término “antipsiquiatría” propuesto por Cooper en el 67, fue
el estandarte no dialéctico, de estos nuevos planteamientos. Finalmente se propone el
cuestionamiento de la palabra antipsiquiatría y se habla de la no psiquiatría y de las
alternativas a la psiquiatría. Posteriormente se creó la Reseau Internacional de
Alternativa a la Psiquiatría, en Bruselas en enero de 1975. Se forman comisiones de
trabajo, dirigidas a estudiar los procesos de marginación en la escuela, la familia, lugar
de trabajo, hospital psiquiátrico, legislación, etc. En el año 1976 se dieron cita en París,
y en Septiembre de 1977 en Trieste.
Desde esta perspectiva se paraliza la construcción de nuevos hospitales psiquiátricos y
de servicios especializados, iniciando un trabajo de transformación de las instituciones
existentes. El problema de la infancia y la marginación del “niño Problema” que pasaba
de la escuela a las instituciones psiquiátricas o servicios especializados, constituye un
segundo punto a estudiar y cuestionar.
La experiencia de Franco Basaglia en el Hospital Psiquiátrico de Trieste en 1971, no
hubiese sido posible sin la disponibilidad de la Administración Provincial a aceptar el
riesgo de una reestructuración de la organización de los servicios psiquiátricos, y
enfrentándose al mismo tiempo a la inmutable organización del aparato jurídico-
ideológico y del aparato administrativo. El objetivo prioritario en los primeros pasos de
la transformación institucional es la reconstrucción de la persona y de su identidad
jurídica y social (Fábregas y Otros, 1 977).
Por lo tanto se da un proceso de desinstitucionalización. Para ello conviene aclarar qué
se entiende por institución en estos casos: La institución es el conjunto de aparatos
científicos, legislativos, administrativos, de códigos de referencia y de relaciones de
poder, que se estructuran alrededor del objeto “enfermedad”. La institución responde
más a las propias necesidades de autorreproducción que a las necesidades de los
clientes, y desinstitucionalizar significa invertir su lógica de funcionamiento. Pero si el
objeto en vez de ser “la enfermedad” se transforma en “la existencia-sufrimiento de “los
pacientes” y su relación con el cuerpo social”, entonces desinstitucionalización será el
proceso crítico-práctico para la reorientación de todos los elementos constitutivos de la
institución, hacia un objeto bien diferente” (Rottelli, 1986).
De esta forma se da una ruptura con el paradigma fundante de las instituciones, el
paradigma problema-solución, rompiéndose la rigidez mecanicista constitutiva del
proceso de la “enfermedad”. “El énfasis ya no se pone sobre el proceso de la “cura” sino
sobre el proyecto de “invención de la salud” y la “reproducción social del paciente”. El
problema no es la curación (la vida productiva), pero sí la producción de vida, de
sentido, de socialidad, el uso de las formas de disipación y por eso la fiesta, la
comunidad difusa, la reconversión continua de los recursos institucionales, y por lo
tanto la solidaridad y la afectividad se volverán momentos y objetivos centrales en la
economía terapéutica (que es economía política) que está inevitablemente en la unión
entre materialidad del espacio institucional y la potencialidad de los recursos subjetivos.
De la rotura del paradigma clínico se intuye el rol central de los servicios modernos, de
Welfare verdadero, como multiplicador institucional de energía, ya que la
desinstitucionalización representa un trabajo complejo para los operadores y para los
administradores; pero permite una participación esencial a los recursos de la comunidad
y potencialmente una enorme movilización de energía. Por todo esto la
desinstitucionalización como se la entiende en Trieste, es exactamente lo opuesto a toda
práctica de abandono. Hoy todos los recursos económicos y humanos que en 1971 eran
absorbidos por un gran número de hospitales se utilizan en la comunidad (y desde la
comunidad) (Rottelli, 1986). Una importante descripción sobre las experiencias
francesas de desinstitucionalización en el ámbito de la atención a enfermos mentales y
de la representación social a la locura se encuentra el Jodelet (1989).
Se plantea así una nueva concepción del rol del profesional: “Los actores principales del
proceso de desinstitucionalización son ante todo los técnicos que trabajan en el interior
de la institución, los cuales transforman la organización, las relaciones y las reglas del
propio juego, ejercitando activamente su rol terapéutico como psiquiatras, enfermeros,
psicólogos, etc. Sobre esta base también los pacientes se vuelven actores y la relación
terapéutica se transforma en un recurso de poder que es utilizado también para reclamar
su responsabilidad y poderes otros actores institucionales cercanos y lejanos de los
administradores locales responsables de la salud mental, los técnicos de las estructuras
sanitarias, los políticos, etc. En otras palabras, los técnicos de la salud mental activan
toda la red de relaciones que estructuran el sistema de acción institucional y dinamizan
las competencias, los poderes, los intereses, las demandas sociales, etc. De esta manera
se encuentran implicados y movilizados los sujetos sociales como actores del cambio:
los pacientes, los sujetos políticos institucionales y no institucionales. Este modo de
practicar la desinstitucionalización suscita y multiplica las relaciones, o sea produce
comunicación, solidaridad y conflictos, ya que el cambio de las estructuras y el cambio
de los sujetos y de su cultura, no pueden sino advenir juntos. (Rottelli y otros 1986).
En síntesis, el proceso de desinstitucionalización se caracteriza por tres aspectos que
van tomando cuerpo a medida que el manicomio se va desmontando, y que representan
su connotación de fondo:
a) ​La construcción de una nueva política de Salud Mental: desde la base e interior
de las estructuras institucionales, a través de la movilización y la participación,
también conflictiva, de todos los actores implicados. La nueva política de salud
mental es un campo en el cual se forman “culturas de las necesidades y de los
recursos” en las cuales los ciudadanos, las comunidades locales, los “usuarios”, se
vuelven actores de conflicto, se organizan, construyen soluciones y producen
innovaciones en el modo de funcionar de las estructuras institucionales.

b) ​ a centralización, en el trabajo terapéutico, del objetivo de enriquecer la


L
existencia compleja de los pacientes, en modo tal que éstos, “más o menos
enfermos”, sean sujetos activos y no objetos en la relación con la institución. La
palabra ordenadora es: desde el manicomio, lugar cero de los intercambios sociales, a
la multiplicidad extrema de las relaciones sociales mismas.

c) ​La construcción de estructuras externas que son totalmente sustitutivas de la


internación en el manicomio, precisamente porque nacen en el interior de su
descomposición y del uso y transformación de los recursos materiales y humanos que
allí estaban depositados.

Las experiencias inglesas e italianas, así como la crítica institucional francesa dieron
lugar a procesos generalizados de reformas psiquiátricas. En sus intenciones todas las
reformas psiquiátricas de los años 60 en Europa, se proponían llegar a superar
gradualmente la internación en los manicomios a través de la creación de servicios en la
comunidad, la dislocación de la intervención terapéutica de las personas en el contexto
social, la prevención, la rehabilitación, etc. Esta transformación de los cimientos
organizativos de los sistemas de salud mental, ha roto el predominio cultural del modelo
segregativo clásico de la psiquiatría, donde el manicomio constituía la única respuesta
del malestar psíquico, y en esta perspectiva se han multiplicado las estructuras extra-
hospitalarias, médicas y sociales, que deberían haber asistido a los pacientes dados de
alta de los hospitales psiquiátricos y constituir un filtro contra ulteriores
hospitalizaciones. (Rottelli y otros, 1986).
Sin embargo, la experiencia muestra que el internamiento psiquiátrico continúa
existiendo, combinada con una política de desistitucionalización entendida como
política de deshospitalización, que ha provocado el abandono de cuotas relevantes de la
población psiquiátrica y con ello también de transinstitucionalización (pasaje a casas de
reposo, hoteles para ancianos, cronicarios “no psiquiátricos”, etc y nuevas formas (más
sutiles) de internación. (Rottelli, 1986).
Actualmente, los servicios territoriales o de comunidad se han desarrollado junto al
hospital psiquiátrico y se han especializado según la lógica de “un servicio para cada
problema”. Es decir que cada problema es seleccionado y asumido en base al criterio de
pertinencia, de la coherencia, con los códigos de prestación del servicio.
Generalmente en Europa los servicios psiquiátricos han utilizado esta lógica para
diferenciarse en tres modelos principales: el modelo médico, representado
institucionalmente por el hospital general y que da como prestación principal el
suministro de fármacos; el modelo de la ayuda social, que privilegia las condiciones
materiales de la vida de la persona prestando asistencia social y el modelo de la escucha
terapéutica que privilegia la vivencia subjetiva y ofrece psicoterapias. Esta subdivisión
macroscópica se ha concretado en una total compartimentalización y falta de relaciones
entre los diversos tipos de servicios, y que han ido separándose los unos de los otros, y
se ha articulado en una ulterior especialización y fragmentación por tipo de prestación.
(Rottelli y cols.1986).
La reflexión que podemos hacer frente al fenómeno de cuestionamiento de la psiquiatría
como institución y del proceso de desinstitucionalización, desde el punto de vista del
interés por la construcción del rol del psicólogo comunitario, es que si bien aporta una
reflexión profunda sobre el sentido de la intervención y su relación con el desarrollo de
la comunidad y sus nuevas formas de convivencialidad, al basarse en un acto político de
negación de la realidad para transformarla, se realiza una acción transformadora
efectiva pero no perdurable, al inducirse procesos de desinstitucionalización y de
desprofesionalización, el rol del técnico o del profesional tiende a su disolución y no a
la construcción de una forma alternativa, sólida y congruente con la concepción de
comunidad buscada ni a la creación de unas instituciones que asuman en sus principios
estatutarios su papel de potenciadores de los procesos comunitarios. En la medida que
los procesos de desinstitucionalización psiquiátrica venían legitimados desde un
movimiento socio-político y una red internacional de profesionales que posibilitaban
institucionalizar una nueva concepción del papel del técnico y su correspondiente
práctica, se podía reconocer el avance del universo simbólico y las organizaciones
sociales que daban legitimidad al movimiento, sin embargo, con el retroceso de los
movimientos socio-políticos de izquierda los procesos de institucionalización
tradicionales, aunque modificados volvieron a consolidarse ya que dependen de un
sistema simbólico que apoya sus procesos de legitimación en organizaciones
profesionales y científicas que se suponen ajenas a los intereses de la política.
Sin embargo, es clara la influencia de estas corrientes para el desarrollo de la psicología
comunitaria en Europa. En el caso de Alemania, por ejemplo, es reconocida
explícitamente la influencia de las experiencias antipsiquiátricas inglesa e italiana, de
los enfoques de Foucault y Castel, así como del movimiento estudiantil alemán que
retomó los aportes de la teoría crítica (Horkheimer & Adorno, 1969), en los posteriores
desarrollos de la Psicología Comunitaria alemana, reconociendo igualmente la
influencia anglosajona y estadounidense (Keupp & Stark, 1992). En Italia se introdujo
el punto de vista de la Psicología Comunitaria por medio de la publicación de tres libros
sobre el tema (Francescato, 1977; Palomari y Zani, 1980, Cintessa y Sberna, 1981), en
1980 se creó la División de Psicología Comunitaria en la Asociación Italiana de
Psicología, La Sociedad Italiana de Psicología de la Comunidad y se ofrecieron los
primeros seminarios universitarios sobre el tema. También se crearon dos programas
universitarios a través de escuelas privadas (Francescato y Ghirelli, 1992). En España
existe una Asociación de Psicología Comunitaria a nivel estatal, se han iniciado dos
programas de maestría en Psicología Comunitaria en las Universidades de Barcelona y
Valencia, y existen importantes experiencias de acercamiento al abordaje comunitario
principalmente por parte de los Gabinetes Psicopedagógicos y algunos Equipos de Base
de Servicios Sociales donde el psicólogo juega un papel fundamental (Arango, 1995).
En el Reino Unido (UK) en 1988 se creó el primer curso de “Psicología clínica y
comunitaria” y en 1991 el Journal of Community and Applied Social Psychology, sin
embargo los desarrollos teóricos y prácticos están en sus comienzos (Oxford, 1991). En
mayo del presente año (1995) se realizó el I Congreso Europeo de Psicología
Comunitaria en Roma, donde se presentaron desarrollos de España, Portugal, Alemania,
Italia y Noruega.
PRIVATE 4. LA PSICOLOGÍA COMUNITARIA EN AMÉRICA LATINA. XE
"1.2.4. LA PSICOLOGIA COMUNITARIA EN AMÉRICA LATINA." TC “1.2.4.
LA PSICOLOGIA COMUNITARIA EN AMÉRICA LATINA. “
En América Latina surge el movimiento comunitario una década antes que en los
Estados Unidos con la irrupción a mediados de los años cincuenta del “desarrollo
comunal” el cuál era una expresión de una forma de investigación de la sociedad que
involucraba interacciones destinadas a transformarla. Los investigadores sociales
buscaban responder al fenómeno del subdesarrollo y la dependencia caracterizado por el
surgimiento de barrios marginales cercando las grandes ciudades, la depauperización
del campo por efectos de la introducción de tecnologías foráneas y por lo tanto la
implantación de una estructura social de dependencia tecnológica y política de los
Estados Unidos. Las líneas de acción que se derivaron de este proceso se caracterizaron
por la elaboración de programas de desarrollo social y comunitario (Ander-Egg, 1980)
basados en la participación comunitaria. Algunos de estos trabajos eran promovidos por
el Estado. Por otra parte por estrategias de Investigación Acción Participativa (IAP) al
margen de los lineamentos oficiales y en algunas ocasiones veces enfrentadas a ellos.
Las investigaciones pioneras realizadas en Colombia por Orlando Fals-Borda (1959)
presentan ya la estructuración de una metodología basada en el pensamiento de Marx
(1971) y de Gramsci (1976), que si bien ha sido enriquecida con aportes técnicos, no ha
sido aún superada (Montero, 1983). El objetivo primordial de la Investigación Acción
Participativa es investigar la realidad para transformarla (Fals-Borda, 1979). Esta
metodología permite trabajar la realidad interdisciplinariamente y es legitimada por la
comunidad científica como un nuevo paradigma de investigación en ciencias sociales en
el Simposio Mundial de Cartagena (Colombia) realizado en 1977 (ver Crítica y Política
en Ciencias Sociales, 1978).
Por otro lado desde el campo de la Educación Popular se desarrollaron estrategias de
análisis crítico de la realidad y cuestionamiento de la dependencia, vinculados a
procesos de alfabetización y educación de adultos, destacándose los aportes
metodológicos en especial las técnicas de “problematización y la concientización”
desarrolladas por Paulo Freire (1974) en el Brasil.
De la misma forma, la religiosidad popular, que en América Latina se constituye en uno
de los núcleos más profundos de la identidad colectiva, ha jugado un papel estratégico
en los procesos de resistencia a todo tipo de dominación sociopolítica y ha realizado
contribuciones metodológicas y conceptuales al trabajo comunitario a través del
movimiento conocido como “Teología de la Liberación”. En ella se recogen los
principios básicos planteados por el Concilio Vaticano II celebrado entre 1962 y 1965,
donde la Iglesia Católica deja de definirse a sí misma en función de la autoridad
jerárquica para concebirse primordialmente como un pueblo, “el pueblo de Dios
(Concilio, 1965) y la superación de la dualidad entre lo sagrado y lo profano donde ya
no hay una historia sagrada, sino una sola historia en que la iglesia se compromete a
ayudar a construir una sociedad más justa y fraterna en el presente. De esta forma la
ubicación doctrinal de la Iglesia Católica cambia en sus dos ejes básicos de la
religiosidad, pasando de una concepción vertical y jerárquica a una visión más
horizontal y comunitaria, y de una concepción metahistórica a una visión más histórica
(Martín-Baró, 1987). Estos dos conceptos, horizontalidad e historicidad hacen hoy parte
de la Psicología Comunitaria Latinoamericana (Serrano-García y otros, 1983).
De esta forma, el movimiento comunitario que abarca campos como las ciencias
sociales, la educación y la religión, se constituye en un macrocontexto para el posterior
desarrollo de la Psicología Comunitaria como disciplina a partir de la década del 70, la
cual retoma de los vecinos del norte algunos de los ideales programáticos, dándoles
contenido a partir de las experiencias generalizadas de trabajo comunitario, en los
sectores de base de la población, con una metodología propia y apropiada a sus
condiciones sociales.
Mientras que en los Estados Unidos y en Europa los desarrollos del rol del psicólogo
comunitario se basaron principalmente en el cuestionamiento del modelo médico y
clínico en salud mental y la búsqueda de estrategias de ampliación de la cobertura en
servicios de salud mental o de desinstitucionalización psiquiátrica, en América Latina el
desarrollo del rol del psicólogo comunitario si bien estuvo influido por los nuevos
aportes ideológicos y teóricos de los países del primer mundo, su principal influencia ha
sido la forma específica de expresión del movimiento social y comunitario propio de
Latinoamérica.
De acuerdo con la revisión realizada por Serrano-García y Vargas-Molina (1992), en sus
períodos iniciales la Psicología Comunitaria se desarrolló principalmente en países de la
cuenca del Caribe como Colombia, Cuba, México, Panamá, Puerto Rico y República
Dominicana. Posteriormente se sumaron Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, El
Salvador y Perú (Banchs, 1990; Serrano-García y Álvarez, 1985). Este desarrollo
reciente se debe a la democratización de algunos países, la tendencia a un mayor
acercamiento entre contextos académicos y marginalizados y de escasos recursos, la
cooperación de sectores religiosos y la creación de programas de investigación y de
provisión se servicios (Granada, 1991; Krause, 1991; Maurer y Sawaia, 1991;
Saforcada, 1991; Serrano-García y López-Sánchez, 1991a).
El desarrollo de la disciplina y el rol se vio fortalecido a partir de la creación y
proliferación de las organizaciones profesionales de un país o una región, que
promueven la realización y divulgación de trabajos comunitarios. En estas ocupa un
lugar preponderante la Sociedad Interamericana de Psicología (SIP), que cuenta
actualmente con una Comisión de Psicología Comunitaria que surgió en Perú en 1979 y
sólo estuvo activa por un par de años. Fue reactivada en 1990, incluyendo entre sus
actividades recientes la preparación de un directorio de 200 miembros de 18 países, la
publicación de un boletín bianual y la recopilación de trabajos de Psicología
Comunitaria presentados en congresos de la SIP. En los últimos años han proliferado las
organizaciones profesionales en lugares como Brasil, Chile, Colombia, México y
Venezuela (Arango, 1991; Banchs, 1990). Algunas de éstas han promovido la
realización de actividades de intercambio profesional a nivel nacional e internacional y
otras también han generado publicaciones (Banchs, 1990; Saforcada, 1991, Serrano-
García y Vargas-Molina, 1992).
Los intentos de desarrollo de la Psicología Comunitaria en América Latina están
guiados por metas similares que son indicadoras del rol profesional buscado. Estas
incluyen:
a) ​Facilitar el cambio social a través de la concientización y participación de todas
las personas involucradas. (Arango, 1992; Barba y Moch, 1990; Krause, 1991;
Montero, 1989, 1991; Serrano-García, López y Rivera-Medina,1987; Silva y
Undurraga,1990). El cambio social es referido como una mejoría en las condiciones
o la calidad de vida de las personas (Ferullo,sf; Tovar,1991), como un proceso de
autogestión que da paso a la autodeterminación, liberación o emancipación humana
(Arango,1992; Banchs,1990; Marín,1988; Maurer y Sawaia,1991; Sánchez,
Wiesenfeld y Cronick,1991; Serrano-García, López y Rivera-Medina,1987) o como
una forma de contrarrestar los factores internos generados por el subdesarrollo y la
dependencia (Maurer y Sawaia,1991). Las diferencias pueden deberse al marco
teórico del cual parte el/la autor/a, a su contexto social o a valores individuales.

En todos los casos, independientemente de la definición de cambio, la participación


comunitaria es un concepto central. No se concibe la posibilidad de alcanzar las
metas mencionadas sin que las personas involucradas participen en alguno o todos
los procesos de la intervención-investigación (Serrano-García y Vargas-Molina,
1992).
Son identificables también unos valores comunes que subyacen a estas metas. En
primer lugar, encontramos el compromiso con los sectores menos favorecidos de la
sociedad (Arango, 1984; Barba y Moch, 1990; Krause, 1991; Maurer y Sawaia,
1991; Serrano-García, López y Rivera-Medina, 1987) y con la solución de los
problemas socioeconómicos que les aquejan (Arango, 1990; Marín, 1988;
Newbrough, 1985). Una segunda guía valorativa es la creencia de que las
comunidades tienen los recursos y potencialidades para identificar sus necesidades y
problemas y para resolverlos (Arango, 1987; Arango y Varela, 1988; Barba y Moch,
1990; Krause, 1991; Roldán y Kornblit, sf; Silva y Undurraga, 1990). Se menciona
además que este cambio debe generar relaciones de poder horizontales y un sentido
de solidaridad, responsabilidad y pertenencia del individuo a la comunidad (Arango,
1993; Marín, 1980; Tovar, 1991).
b) ​Ampliar el nivel de análisis e intervención de la Psicología desde una
perspectiva interdisciplinaria (Arango, 1990; Ferrullo, sf; Fuentes, Sorín y Tovar,
1990; Marín, 1988; Serrano-García, López y Rivera-Medina, 1987; Tovar, 1991). El
interés en ampliar el nivel de intervención está basado en la necesidad de entender al
ser humano desde una visión de totalidad y dentro de su ubicación socio-histórica
(Arango, 1990, 1993; Barba y Moch, 1990; de la Torre y Calviño, sf; Montero,
1989). Esto requiere que el trabajo rebase las explicaciones psicológicas de los
fenómenos y que las intervenciones incluyan su ambiente.

c) ​ ograr la integración del conocimiento científico y el conocimiento popular, y


L
de la teoría y la práctica (Arango, 1988, 1993; Banchs, 1989, 1990; Barba y Moch,
1990; Granada, 1991; Montero, 1984; Saforcada, 1991; Serrano-García, López y
Rivera-Medina, 1987; Silva y Undurraga, 1990). Los valores que subyacen este
objetivo son el respeto por el conocimiento y la cultura popular, y la necesidad de
desbancar el rol de experto/a en que se ha ubicado generalmente el/la psicólogo,
desprofesionalizando su actividad (Banchis, 1989; Barba y Moch, 1990; Granada,
1991; Krause, 1991; Saforcada, 1991; Serrano-García, López y Rivera-Medina,
1987; Silva y Undurraga, 1990). Como puede observarse, se encuentra un consenso
abrumador en cuanto a metas y valores en países aparentemente disímiles y con
estados de desarrollo variado (Serrano-García y Vargas, 1992).

Las diversas experiencias latinoamericanas han tenido como consecuencia la


delimitación del rol profesional de la siguiente manera:
En las experiencias argentinas, existe una vinculación con alguna institución
gubernamental. Los interventores suelen constituir equipos interdisciplinarios
incluyendo entre sus roles: asesoría para el diseño del proyecto, manejo de grupos,
capacitación o adiestramiento y tareas de divulgación. La evaluación de proyectos ha
producido resultados positivos en la solución de algún problema inmediato y en el
fortalecimiento de las organizaciones vecinales (Saforcada, 1991).
Las experiencias brasileñas se han centrado en actividades que incluyen grupos de
concientización, reuniones de reflexión, ventas de artesanía, psicodramas,
adiestramientos y reuniones vecinales. El rol del equipo multidisciplinario ha
incluido la ejecución de identificaciones de necesidades y recursos y facilitar las
reuniones y dinámicas de grupo (Maurer y Sawaia, 1991).
En las experiencias chilenas intervienen equipos interdisciplinarios con interés en
reconstruir y promover recursos sociales nacionales y transmitir conocimientos y
destrezas. El plan de intervención recalca la importancia de la participación
comunitaria en la planificación e implantación de la intervención realizando
identificaciones de necesidades mediante entrevistas, encuestas, asambleas y foros
(Silva y Undurraga, 1990).
En las experiencias colombianas se identifican tres tipos de trabajos con
comunidades que remiten a tres paradigmas de investigación: a) El paradigma
desarrollista integrado a los programas institucionales (De los Ríos, 1986, 1987,
1988; Granada, 1985, 1986). En estas investigaciones el rol del psicólogo ha sido el
de evaluador de procesos perceptuales y valorativos de la comunidad para hacer
recomendaciones a las instituciones en el diseño de campañas preventivas. b) El
paradigma de la Investigación Acción Participativa (IAP) (Ararat y Sarria, 1984;
Arango, 1984, 1990; Amar, 1986, 1989; Aristizabal y otros, 1987; De Roux, 1990;
González y otros, 1986; Solarte y otros, 1984; Strauss y otros,1989) trabajando desde
las bases de los sectores populares y c) El paradigma del Comportamiento
Participativo que articula a la metodología IAP una conceptualización psicológica
sobre los procesos de participación. (Arango, 1992, 1993; Arango y Varela, 1988;
Ortega y Vergara, 1991; Perea, 1990; Varela, 1988).
En las investigaciones basadas en la IAP el rol del psicólogo es el de catalizador o
facilitador de procesos de participación, concientización y análisis crítico de la
facilitador de procesos de participación, concientización y análisis crítico de la
realidad (desalienación) en una perspectiva interdisciplinaria, con el fin de orientar la
realización de acciones hacia la elaboración de proyectos comunitarios
autogestionados. En este país se ha realizado una investigación explícita sobre el rol
del psicólogo comunitario en una de sus ciudades que se describirá ampliamente al
final de este capítulo.
Las experiencias costarricenses se desarrollan en dos vertientes. Una centrada en la
atención en salud mental que parte de la premisa de que la atención individual tiene
que incorporar el contexto comunitario, centrándose el rol en actividades
asistencialistas, de investigación y adiestramiento de líderes formales. La otra
vertiente parte desde una perspectiva psicosocial dialéctica, centra el rol en la
intervención comunitaria ya no como contexto sino como foco de trabajo. El rol del
psicólogo comunitario es el de facilitador. (Cordero y Sáenz, 1991).
Las experiencias cubanas parten de los principios básicos del materialismo dialéctico
y hacen una fuerte crítica a la Psicología Comunitaria que se expresa en los países
latinoamericanos y en los Estados Unidos, como ejemplo de una Psicología del
cambio social que intenta disminuir las contradicciones existentes en los sistemas
capitalistas debilitando sus posibilidades de transformación (De La Torre y Calviño,
1991). El psicólogo interviene en una multiplicidad de escenarios institucionales y
comunitarios. Sus roles y tareas incluyen el desarrollo de campañas educativas, la
asesoría y adiestramiento a otros/as profesionales de la salud, intervenciones directas
con grupos e individuos, actividades para fortalecer los lazos entre la escuela y la
comunidad, promoción cultural en las comunidades, adiestramiento en técnicas
grupales y participativas e investigación. No hay intención de fortalecer una
especialidad en Psicología Comunitaria, sino la inserción de un enfoque comunitario
en todas las actividades del psicólogo/a (Fuentes, Sorín y Tovar, 1990; Tovar, 1991).
En las experiencias mexicanas, las intervenciones en comunidades geográficas se
basan en los modelos de Investigación-Acción-Participativa. Trabajan problemas
como planificación familiar, salud, subempleo, mejoras al medio ambiente y
alfabetización. Las técnicas de intervención más utilizadas incluyen reuniones,
asambleas, adiestramientos al liderato comunitario, cine-foros, debates, diarios y
talleres. Realizan autodiagnósticos y encuestas participativas. Sus resultados recalcan
la solución de problemas inmediatos y la concienciación por parte de la comunidad
sobre sus necesidades (Marín, 1988).
En las experiencias portorriqueñas se han centrado sobre fenómenos de control y
cambio social desde una perspectiva interaccionista. Algunos consideran este
enfoque de intervención como una alternativa de cambio social (Serrano-García,
1991; Serrano-García y López Sánchez, 1991b) mientras que otros la consideran
como un mecanismo de captación de los movimientos populares por el estado
(Miranda, de León, Franco y Quiñones, 1991). La mayoría de las intervenciones-
investigaciones son iniciadas desde la Universidad sobre comunidades geográficas de
nivel socioeconómico bajo y medio. Otras intervenciones se realizan por egresados
desde intervenciones institucionales que suelen implantar técnicas más participativas
que las asistencialistas tradicionales (Serrano-García y López Sánchez, 1991a).
Recientemente se ha fortalecido el proceso de proveer consultoría y apoyo a
movimientos comunitarios populares ya establecidos. A estos se les ofrece talleres de
organización comunitaria y regionalización, se facilitan encuentros nacionales de
organizaciones y se provee asistencia técnica para realizar investigaciones (Miranda,
de León, Franco y Quiñones, 1991).
Es muy ilustrativo el debate realizado por los psicólogos portorriqueños sobre el
dilema ético-práctico que plantea el tipo de rol psicológico que se pretende
desempeñar: Serrano-García (1981) conceptualiza las contradicciones del trabajo,
como la encrucijada de la supervivencia vs. el compromiso. En su artículo hace un
llamado a recordar el compromiso con los desventajados y marginados sin caer en
los entrampamientos del proceso político-partidista del país. En el año de 1992 lejos
de considerar resuelto el debate ideológico y de pretender encontrar la alternativa
ideal para la praxis del psicólogo comunitario, se optó por reconocer un pluralismo
ideológico y buscar construir sobre la práctica alternativas de trabajo comunitario,
acudiéndose al uso de enfoques como el constructivismo social para investigar sobre
acudiéndose al uso de enfoques como el constructivismo social para investigar sobre
el imaginario del miedo en la cultura popular a través de reflexiones con jóvenes en
las comunidades (López, 1992), y otras experiencias donde se retoman nuevamente
las propuestas de Ander-Egg, Fals-Borda, Freire, Martín-Baró y la teología de la
liberación (Miranda, Abreu, Delgado, 1989). Lo que se pone en evidencia es que el
rol del psicólogo comunitario se encuentra en la encrucijada de responder a los
intereses de los programas oficiales del estado o de responder a los intereses de los
movimientos y luchas populares (Miranda, D. 1992).
Las experiencias venezolanas se han centrado en objetivos tales como la facilitación
de un cambio de foco de control y aprendizaje para la utilización del poder (Montero,
1980).
En todos los esfuerzos hay negociaciones activas y permanentes con las instituciones
del Estado ya sea desde escenarios ubicados a su interior o desde comunidades que
reclaman sus servicios o resisten sus imposiciones. Las intervenciones tienen en
común un acercamiento de Investigación-Acción-Participativa encabezado por la
identificación de necesidades discutida con la comunidad para luego generar planes
de acción con ella. Los/as psicólogos definen sus funciones como facilitadores/as o
asesores/as, facilitando el manejo de procesos grupales, el proceso investigativo y la
reflexión activa sobre diversos valores y procesos (Serrano-García y Vargas, 1992).
En el desempeño de este rol el psicólogo es promotor de procesos de comunicación,
socialización, participación, organización comunitaria y proyectos de autogestión
colocando el énfasis en la participación entendida como el desarrollo de la capacidad
de las personas, grupos y organizaciones para tomar decisiones en la elaboración de
proyectos de autogestión comunitaria.
A partir de estas experiencias se concluye que el desarrollo práctico y metodológico
de la Psicología Comunitaria en América Latina está mucho más avanzado que su
desarrollo teórico. Existe un esfuerzo de búsqueda de “lo psicológico”, bien sea
mediante el uso de los marcos teóricos tradicionales, o intentos innovadores
centrados en el estudio de la ideología, la concientización y la subjetividad, y por
tanto, dando énfasis en procesos cognoscitivos, emotivos y motivacionales. La
retórica de la mayoría de los trabajos es similar. Se intenta el cambio social con
participación comunitaria partiendo de enfoques integradores de la realidad. El
modelo de intervención es casi idéntico en todos los países, adoptando los pasos
siguientes: 1) identificación de necesidades y recursos, 2) discusión de estos con las
personas involucradas, 3) diseño de un plan de acción junto a ellas, 4) implantación
del plan de acciónôy 5) evaluación y reinicio del proceso.
Al examinar los roles que suele ejercer el psicólogo comunitario, se dirigen procesos
dô investigación-acción, se facilitan dinámicas de grupos, se proveen adiestramientos
y talleres (Serrano-García y Vargas Molina, 1992).
Como podemos apreciar a partir de los datos anteriores, el proceso de construcción
del rol del psicólogo comunitario en América Latina ha partido fundamentalmente de
experiencias de intervención en comunidad que buscan resolver sobre el terreno los
problemas psicosociales generados por las condiciones de desarrollo/subdesarrollo
social del contexto. Tanto las instituciones como los profesionales buscan enfrentar
una problemática social que requiere urgente intervención, por lo tanto, el interés se
ha centrado más en la efectividad práctica y por lo tanto en dotar de un sentido
práctico al rol sobre la base de la metodología de la Investigación-Acción-
Participativa, más que en buscar legitimaciones a partir de las organizaciones
profesionales y de estructurar programas de formación que pretenden construir el rol
desde lo académico, como en el caso norteamericano. Si bien en América Latina
comienzan a surgir organizaciones profesionales incipientes y a estructurarse algunos
programas de formación, estos responden más a las necesidades reales de la
comunidad y al perfeccionamiento de las habilidades de un interventor comunitario
que necesita cualificarse, que a una política oficial o un proyecto formal de
construcción de un rol ideal, que no parte de una manera directa de los problemas
prácticos de la comunidad.

PRIVATE 5. INVESTIGACIONES SOBRE EL ROL DEL PSICÓLOGO


COMUNITARIO.TC “1.2.5. Investigaciones sobre el rol del psicólogo
comunitario.” XE "1.2.5. Investigaciones sobre el rol del psicólogo comunitario."
Si bien la literatura existente sobre el desarrollo de la Psicología Comunitaria permite
un acercamiento indirecto y por inferencias sobre el desarrollo del rol profesional, este
acercamiento permite más captar cuáles son los ideales normativos y la retórica
legitimadora de las intervenciones profesionales, que las acciones reales que configuran
el perfil y el rol profesional del psicólogo comunitario. Para acceder al acopio de
conocimientos y técnicas que se objetivan en la realidad de la acción profesional (y la
distribución social de estos) es necesario acceder a los estudios objetivos que abordan
nuestro objeto de indagación.
Hasta el momento sólo ha sido posible identificar tres estudios objetivos sobre el rol del
psicólogo comunitario dos explícitos; el primero sobre “El rol del psicólogo que trabaja
con comunidades en la ciudad de Cali” (Arango, 1991) y el segundo sobre “El rol del
psicólogo comunitario en la Comunidad Valenciana” (Arango, 1995) y un tercero
implícito sobre “El desempeño del rol del psicólogo en los Equipos Base de Servicios
Sociales de la Comunidad Valenciana” realizado por Navarro (1986).
Arango (1991) utilizó la Investigación-Acción Participativa para estudiar el rol del
psicólogo que trabaja con comunidades en la ciudad de Cali (Colombia). Para ello
trabajó con el 71% de la población objeto identificada en ese momento (1990). El rol
asumido encontrado nos permite identificar el perfil ocupacional y el perfil profesional.
El perfil ocupacional se refiere al tipo de instituciones y organizaciones donde el
psicólogo que trabaja con comunidades desempeña su rol. El 38% ocupan cargos
directivos en instituciones públicas (Gerente, director, asesor, coordinador, intendente
comunitario o jefe de división técnica). Otro 38% son psicólogos que realizan trabajo
directo con sectores de la comunidad. El 14% está constituido por docentes y los demás
realizan trabajo con sectores de base aunque no figuran con el cargo de psicólogos
(Trabajador, instructor, orientador).
El perfil profesional se refiere al tipo de actividades que caracterizan su rol profesional
y permiten diferenciarlo de otras formas de ejercicio profesional del psicólogo. El perfil
profesional se concreta en rutinas y áreas problemáticas alrededor de las cuales se va
construyendo el nuevo rol. Las actividades encontradas que hacen parte de sus rutinas
son: Talleres, Educación no formal, elaboración de programas comunitarios, técnicas de
manejo de grupos, asesoría, coordinación y promoción de procesos organizativos. La
elaboración de programas comunitarios incluye acciones de asesoría, planeación,
organización, ejecución, control y evaluación de proyectos y programas, y se
constituyen en el eje articulador de las diversas actividades y acciones mencionadas
aisladamente en el listado que hace parte del perfil profesional.
Se presentaron dos formas diferentes de entender la elaboración de programas. Una se
refiere a los programas diseñados institucionalmente, que responden a políticas e
intereses institucionales y que buscan proyectarse sobre la comunidad promoviendo la
participación de ésta en el alcance de los objetivos institucionales, y otra se refiere a
proyectos y programas diseñados participativamente con las comunidades y que buscan
promover la autogestión y autonomía en la solución de sus problemas. Por lo general
este último caso se da por acciones impulsadas por fundaciones que no tienen
compromisos con políticas partidistas u oficiales.
Las áreas problemáticas identificadas en el trabajo cotidiano fueron:
• La actitud de desesperanza, la apatía, la anomia, la indiferencia, la pasividad y falta de
iniciativas de la comunidad. Es decir que la principal área problemática es la realidad
misma.
• La falta de herramientas conceptuales y metodológicas para abordar los problemas de
la comunidad desde una perspectiva psicológica.
• La necesidad de sembrar la actitud hacia el cambio y de desarrollar estrategias
orientadas hacia la autonomía y la autogestión.
• La falta de confianza y de credibilidad de la comunidad frente al psicólogo que trabaja
con ellas. La causa principal es el tipo de relación que adopta el psicólogo y las
instituciones con la comunidad al asumir el rol de agente externo al servicio de
intereses institucionales y no comunitarios.
• El uso de un lenguaje técnico y profesional que le impide al psicólogo la
comunicación espontánea con los sectores populares, así como las actitudes que
toman distancia frente a la comunidad impidiendo una relación de diálogo donde la
comunidad se siente manipulada y engañada.
• Las políticas estatales e institucionales que no parten del conocimiento de la realidad
social sino de intereses partidistas particulares.

El rol asumido o desempeñado se encontró en tres tipos de interacción que producen


tres formas de conceptualización diferentes:
1.- El trabajo a nivel de base con las comunidades donde se da una interacción directa
entre el psicólogo y diversos sectores de la comunidad. Aquí el psicólogo recibe
demandas directas de la comunidad y desarrolla un compromiso social frente a los
problemas reales de la misma, adquiere una gran experiencia y sus conceptos se refieren
al contexto de la cultura popular y sus representaciones de la realidad.
2.- El trabajo a nivel institucional con comunidades implica interacciones con otros
profesionales y colegas, por lo general sus interacciones con la comunidad están
definidas y mediadas por políticas y programas oficiales. Aquí el nivel de
conceptualización es más elaborado aunque haya poca aplicación de enfoques
psicológicos en la interpretación de la realidad comunitaria. La conceptualización es
empirista, desarrollista sobre la base de representaciones institucionales de la realidad.
3.- El trabajo interdisciplinario con proyección sobre la comunidad implica
interacciones entre diversos profesionales, estableciendo con las comunidades una
relación indirecta y a distancia. Aquí el psicólogo trabaja en la elaboración de proyectos
y programas comunitarios y de investigación. Se destaca el trabajo interinstitucional que
a veces afecta el contexto nacional e internacional. Se da una estrecha relación con
instituciones legitimadoras que permiten que se amplíen u compartan universos
simbólicos a partir de la interacción con otros psicólogos lo que al parecer conlleva al
fortalecimiento del ejercicio del rol profesional. Aquí se realiza una conceptualización
desde teorías formales y abstractas sobre la realidad.
La identificación de estos tres niveles de conceptualización, desde la cultura popular,
desde los programas desarrollistas y desde las teorías psicológicas en una perspectiva
interdisciplinaria plantean el problema de la adecuación de estos conceptos para abordar
los problemas reales de las comunidades. Parece ser que los marcos conceptuales hacen
desaparecer la especificidad de los problemas comunitarios al no tener en cuenta la
dimensión cultural e histórica de los mismos, que es lo que les da su significado.
El proceso, a través del cuál los psicólogos han llegado a identificarse con este nuevo
rol profesional, ha sido determinado en la gran mayoría de los casos por el
reconocimiento, por parte de las instituciones, de los procesos de cambio social que
generan un aumento en la demanda del trabajo comunitario. Sin embargo, en líneas
generales este psicólogo ha trabajado de manera aislada encontrando muy pocas
oportunidades de intercambiar sus experiencias de trabajo con sus colegas, por lo que
encuentra dificultades para referirse con claridad sobre la especificidad de sus prácticas
y mucho más para conceptualizar desde una perspectiva psicológica. Por esta razón
podemos afirmar que existe más una identificación con el rol de agente externo, de
facilitador de procesos grupales o de agente de cambio y de psicólogo que trabaja con
comunidades que una identificación con el rol de psicólogo comunitario. La gran
mayoría no se siente psicólogo comunitario, por no haber asumido en su práctica
profesional un marco conceptual que le permita legitimarse como tal, sin mostrar un
interés relevante por la construcción de un marco conceptual apropiado, ni la utilización
otros marcos conceptuales preexistentes.
De acuerdo a los datos encontrados, el psicólogo a partir de su práctica ha intentado
legitimar su propio marco conceptual utilizando diversos elementos conceptuales sin
que medie un proceso de socialización, objetivación e intercambio de experiencias. No
existen criterios comunes con aquellos que manejan un marco conceptual específico de
la psicología comunitaria. De esta forma muchos psicólogos aplican sus propias normas
en el proceso de interacción con la comunidad.
Esta legitimación incipiente depende en primera instancia del tipo de formación
profesional recibida en la universidad. Se identificó a las universidades como las únicas
organizaciones que trabajan en la dirección de ofrecer y producir mecanismos
conceptuales que buscan legitimar el rol del psicólogo comunitario. Por contrapartida
existe falta de claridad por parte de las instituciones sobre las posibilidades de acción
del psicólogo en la comunidad, así como una justa remuneración al trabajo profesional y
la búsqueda de condiciones dignas de trabajo para el profesional y el practicante.
Se identificaron diversos criterios comunes sobre lo que debería llegar a ser el rol
posible:
1. ​ l desempeño de un trabajo netamente grupal, que esté basado en procesos
E
activos de participación comunitaria y que permita superar la concepción y el modelo
del trabajo clínico.

2. ​Observar la problemática del individuo y el grupo dentro del contexto real de su


situación social, teniendo en cuenta la múltiple determinación de su problemática.

3. ​Ubicación del psicólogo como un agente de cambio social y como un facilitador


de procesos que apoyen la autogestión de la comunidad en la solución de sus
problemas.
4. ​El psicólogo comunitario debe ser un mediador entre las demandas de la
institución y las necesidades y problemas reales de la comunidad. Debe promover la
transformación institucional para que estas estén al servicio de la dinámica de la
comunidad y evitar que la comunidad sea utilizada en función de la imposición de
los intereses y políticas institucionales que no responden a sus necesidades, ni a sus
valores culturales.

5. ​ l psicólogo comunitario debe tener en cuenta los puntos de vista de otras


E
disciplinas y trabajar conjuntamente con estas para así abarcar de una manera
integral los aspectos relacionados con la problemática comunitaria.

6. ​El psicólogo comunitario debe asumir el nivel de investigación sobre la realidad


comunitaria y colocar esta al servicio de los intereses de la comunidad.

7. ​ l proceso de cambio social le está exigiendo al psicólogo una postura diferente


E
respecto de su trabajo por lo que debe reconceptualizar su rol y sumergirse en el
proceso histórico que está viviendo, promoviendo la realización efectiva de las
políticas de participación social, vigentes en el momento. Es necesario ganar
espacios de acción social en la medida que las condiciones históricas lo permitan.

Una vez discutidos colectivamente estos criterios se hicieron las siguientes propuestas
para su actualización:
1. ​Se debe reconocer el hecho de que la mayoría de los psicólogos que trabajan con
comunidades no se consideran psicólogos comunitarios; por esta razón es necesario
proponer la creación de la Asociación de Psicólogos Comunitarios como el espacio
fundamental para la formación de los mismos.

2. ​Se debe partir de la delimitación y reflexión sobre las prácticas de los psicólogos
que trabajan con comunidades y acceder al perfil del psicólogo comunitario.

3. ​ na vez conformada la Asociación elaborar una estrategia de capacitación o


U
especialización que lleve a la formación del psicólogo comunitario.

4. ​Revisión del plan de formación universitaria.


5. ​Promover el establecimiento de relaciones más estrechas entre la Universidad y
las instituciones que trabajan con la comunidad de tal forma que se apoyen y
colaboren mutuamente en la elaboración de estrategias de intervención comunitaria.

6. ​Difundir en la comunidad el tipo de actividades y la función que puede llegar a


cumplir el psicólogo comunitario.
A partir de las anteriores recomendaciones el conjunto de participantes procedió a
discutir la manera de que estas propuestas podían concretarse. Se constituyó la
Asociación de Psicólogos Comunitarios del Valle del Cauca, como una organización
autónoma y autogestionada como la principal condición objetiva que posibilite el
fortalecimiento del rol y la identidad profesional del psicólogo que trabaja con
comunidades en la ciudad de Cali.
Como podemos observar a partir de esta investigación, existe una gran distancia entre el
rol del psicólogo que ha sido identificado a partir de los artículos y las investigaciones
publicadas en congresos y revistas, y el rol del profesional que trabaja con comunidades
y que no cuenta con las condiciones sociales, económicas y de influencia social
necesarias para presentar su situación y hacer sus publicaciones. La gran mayoría de
estos psicólogos son funcionarios de instituciones oficiales y elaboran programas que
toman a la comunidad como objeto de intervención dentro de un paradigma desarrollista
siendo una mínima parte, los que se encuentran en condiciones laborales para impulsar
procesos auténticamente participativos y la autogestión de la comunidad. Por otra parte
solamente desde la universidad y un centro privado se impulsa la investigación
psicológica, por lo que no se puede afirmar de forma general que la investigación sea
uno de los componentes principales del rol, este componente hace parte más bien del rol
del docente en psicología comunitaria vinculado a las universidades. Por fuera de este
contexto la investigación se menciona en términos de sistematización de experiencias
comunitarias.
La segunda investigación realizada explícitamente sobre el rol del psicólogo
comunitario en la Comunidad Valenciana es una replicación de la realizada en
Colombia, a la que se integran, manteniendo la lógica y principios de la Investigación-
Acción-Participativa, nuevas técnicas de recolección de los datos: el trabajo de campo,
la observación, la entrevista en profundidad y los cuestionarios, y se utilizan estrategias
más rigurosas para el procesamiento de la información siguiéndose los criterios de la
metodología de investigación cualitativa, en la elaboración de documentos para la
devolución sistemática de la información y el análisis participativo de los resultados.
La fase de discusión de la información con los participantes se estructuró en ocho
talleres de cuatro horas cada uno y se registro magnetofónicamente el resultado
presentado en las sesiones plenarias del trabajo grupal. Se trabajó con un grupo de 22
psicólogos donde se identificó una distribución proporcional al número y tipo de
instituciones vinculadas al los problemas de la comunidad.
El perfil ocupacional permite identificar a los Gabinetes Psicopedagógicos Municipales,
los Equipos Base de Servicios Sociales, las Unidades de Salud Mental, las
Organizaciones No Gubernamentales (ONG), una institución privada y las
universidades, como las instituciones donde trabajan los psicólogos sobre problemas
comunitarios. Se identificó que a nivel de la normatividad institucional el rol
comunitario del psicólogo se encuentra reconocido explícitamente así como las
funciones asignadas hacer posible el desempeño del rol. Sin embargo, solamente un 5%
de los psicólogos que trabajan en estas instituciones (los participantes en esta
investigación) realizan esfuerzos para llevar a la práctica este ideal normativo,
encontrándose algunas experiencias excepcionales o significativas donde éste rol se
realiza efectivamente. La situación actual del rol del psicólogo comunitario en la
Comunidad Valenciana es de confusión.
Las hipótesis construidas participativamente que permiten explicar esta situación son las
siguientes:

Los factores que han contribuido al desarrollo del rol del psicólogo comunitario son:
1. El proceso de democratización de la sociedad y la vinculación de los profesionales a
los procesos de institucionalización de la democracia.
2. La formación especializada en Psicología Comunitaria de reciente aparición.
Los factores que han obstaculizado el desarrollo del rol del psicólogo comunitario son:
1. Falta de conocimiento por parte de las instituciones y de los profesionales del
concepto de Intervención comunitaria.
2. El modelo asistencialista del Estado de Bienestar.
3. La precaria democratización de la sociedad.
4. El carácter intermediario del psicólogo entre los políticos y la comunidad que crea un
dilema ético.
5. La ausencia de planificación estratégica en el Estado Español.
6. La ausencia de una adecuada formación del psicólogo comunitario para el desarrollo
de la disciplina y la investigación. En este punto se destaca la falta de formación para la
coordinación y manejo de procesos grupales y las dificultades para trabajar
interdisciplinariamente por falta de visibilidad de las disciplinas en general.
7. Las dificultades para la transmisión de experiencias de la primera generación de
psicólogos comunitarios que se formó en la construcción de la democracia, a la segunda
generación que se formó en la universidad y no tiene referentes basados en la realidad.
8. Las dificultades de identificación con un grupo de referencia y de organización
grupal.
9. La ausencia de relaciones de comunicación y colaboración mutua entre los docentes
universitarios y los profesionales.
A partir de estas hipótesis explicativas se diseñó un plan de acción que tiene en cuenta
cuatro ejes de desarrollo:
a) La comunicación entre los profesionales.
b) La formación y capacitación profesional.
c) La investigación centrada en la reconstrucción y transmisión de experiencias.
d) La difusión y promoción del rol profesional entre las instituciones y la sociedad.
Finalmente hay que añadir que esta estrategia de investigación hizo posible la
objetivación del modelo actual de intervención psicológica en la comunidad, los efectos
comunitarios de estas intervenciones, y la necesidad de nuevas estrategias de trabajo
que no atomicen el tejido social y las redes de apoyo de la comunidad. Se logró
construir un lenguaje común para los profesionales y se crearon nuevas condiciones que
hacen más probable el desarrollo de una psicología comunitaria propia y apropiada al
contexto social. Se destacó no solamente el lugar estratégico que ocupa el psicólogo en
la estructura social española, sino también el lugar estratégico que ocupa la universidad
como un posible centro de dinamización y fortalecimiento del trabajo del psicólogo.
En la tercera investigación encontrada, Navarro (1986) estudió el rol de 21 psicólogos
que trabajan en Equipos Base de Servicios Sociales de la Comunidad Valenciana
trabajando con el 95% de la población de dichos profesionales. Utilizando los conceptos
de la Teoría del Rol (Peiró, 1991), aplicó cuestionarios a los psicólogos y a los
miembros de los Equipos Base, obteniendo un estudio descriptivo que presenta entre sus
informaciones las siguientes: “Se trata de un colectivo con escasa experiencia laboral
anterior al actual empleo y cuya antigüedad en la misma es en términos generales
inferior a un año”.
Los bloques de actividad alrededor de los que se configura el rol desempeñado son en
orden de importancia:
1.- Actividades relacionadas con cada uno de los sectores de la población usuarios de
los servicios. dentro de este bloque, el área de dinamización y participación ciudadana
junto con las áreas de bienestar de la familia, menor marginado y juventud las que
ocupan mayor porcentaje del tiempo real de desempeño del rol, siendo las áreas de
reinserción social ex-reclusos, transeúntes y minorías étnicas las que ocupan un menor
porcentaje medio de su tiempo.
2.- Actividades internas vinculadas con el propio equipo. Dentro de este bloque el
proceso constituido por el análisis de la situación, planificación general, programación
concreta y evaluación junto con las tareas de coordinación interna es el conjunto de
tareas que lleva a cabo con más frecuencia.
3.- Actividades dedicadas a la relación con otras instituciones. Principalmente con los
Ayuntamientos, debido al carácter municipal de dichos Equipos, junto con la
Consellería de Sanidad, Trabajo y Seguridad Social y la Consellería de Educación con
quienes el psicólogo mantiene una mayor frecuencia de contactos laborales, siendo la
frecuencia de relación con el resto de Instituciones, en términos generales, escasas.
4.- Actividades de relación con otros profesionales. Los psicólogos mantienen una
mayor frecuencia de contacto con profesionales de la enseñanza y con profesionales de
la psicología y la pedagogía, siendo esta relación escasa con los profesionales de los
centros de Planificación Familiar y Ambulatorios de la Seguridad Social.
5.- Actividades de elaboración de la memoria y valoración del trabajo.
“Los psicólogos estiman que su desempeño de rol en los Equipos Base de Servicios
Sociales posee bajos niveles de conflicto de rol, en términos generales. Sin embargo los
mayores niveles de conflicto de rol son experimentados por estos a causa de no poder
llevar a cabo una tarea o alcanzar un objetivo al no disponer de medios y recursos
suficientes así como a causa de la sobrecarga de rol. Respecto a la ambigüedad de rol, el
desempeño de rol de los psicólogos está caracterizado por una escasa cantidad y
claridad de información sobre su rol. En este sentido los miembros del equipo perciben
el rol del psicólogo como escasamente conflictivo, pero altamente ambiguo, en
general”.
La dificultad que encontramos con esta investigación radica en el hecho de que si bien
mide la cantidad de horas dedicada a cada bloque de actividad, la manera como están
categorizadas las opciones de respuesta de los cuestionarios no permite reconocer el
enfoque (educativo, clínico o comunitario) de intervención, y mucho menos acceder a
información sobre las estrategias específicas de intervención en el enfoque comunitario.
Lo que sí queda claro es que los psicólogos de los Equipos Base de Servicios Sociales
reciben una demanda social, y tienen funciones asignadas para promover la
dinamización y la participación comunitaria de casi todos los sectores de la comunidad.
Por otra parte, el abordaje cuantitativo mide solamente lo que se ha previsto medir
desde las definiciones conceptuales y no permite reconocer nuevos elementos que
enriquezcan el análisis sobre el surgimiento y constitución de los nuevos roles.

PRIVATE 6. CONCLUSIONES: EL PROBLEMA DE LA CONSTRUCCIÓN


SOCIAL DEL ROL DEL PSICÓLOGO COMUNITARIO XE "1.2.6.
Conclusiones\: El problema de la construcción social del rol del psicólogo
comunitario" .TC “1.2.6. Conclusiones\: El problema de la construcción social del
rol del psicólogo comunitario.”
Observando el panorama general obtenido sobre la historia de la Psicología Comunitaria
encontramos que el rol del psicólogo comunitario ha tenido desarrollos diferentes en los
diferentes contextos sociales en que se ha producido. Por un lado identificamos una
problemática social común que da origen a la necesidad del nuevo rol, esta problemática
es la desintegración social, que tiene expresiones diferentes en los Estados Unidos, bajo
la forma de movimientos autogestionarios y de lucha por los derechos civiles, en
Europa en la forma de protestas estudiantiles frente al autoritarismo institucional, y al
cuestionamiento de la institucionalización de los desviados sociales y en América
Latina en la forma de procesos de migración/marginación, de subdesarrollo social y
dependencia económica.
Por otro lado identificamos lugares sociales y estrategias diferentes para enfrentar el
problema que determinan desarrollos diferenciados del rol. En los Estados Unidos se
enfrenta el problema desde el sistema político (el poder ejecutivo y legislativo) y se
crean condiciones institucionales (Centros de Salud Mental Comunitaria),
organizaciones profesionales y programas de formación para la construcción del rol.
Estas condiciones posibilitan un desarrollo de conceptos teóricos que buscan legitimar
desde la teoría la intervención profesional identificando ideales normativos para el
nuevo rol. En Europa se responde desde los movimientos socio-políticos que confrontan
a las instituciones y desarrollan al interior de ellas praxis alternativas que pueden
considerarse revolucionarias, que llevan a la reflexión profunda sobre el papel social de
las instituciones y la función política del profesional y el técnico. Estas reflexiones
siguen teniendo su validez y no han sido superadas, sin embargo, han perdido su
capacidad de mantenerse como cuerpo de conocimiento reconocido socialmente al
transformarse los movimientos sociopolíticos que posibilitaban su legitimación.
Actualmente se identifica un desarrollo explícito de la Psicología Comunitaria en
Europa, tal vez más por influencia de los desarrollos en Norteamérica y América Latina
y la crisis del “Estado de Bienestar” que por la necesidad de responder a demandas
sociales.
En América Latina se respondió desde el compromiso de los investigadores,
profesionales y las mismas instituciones públicas con los procesos de participación
social de las comunidades, desarrollándose una metodología de la intervención
comunitaria que mantiene su validez y cada vez es más reconocida por los demás
sectores, siendo las organizaciones profesionales y la formación universitaria más una
consecuencia que una causa del desarrollo del rol profesional. La metodología
contextúa el desarrollo de los conceptos psicológicos implícitos en sus procesos.
Los procesos de legitimación primaria (teorización) y secundaria (formación), así como
las organizaciones sociales que mantienen estas formas de conceptualización han jugado
un papel importante que contextúa las interacciones entre el psicólogo y la comunidad.
Sin embargo, el proceso de construcción del rol del psicólogo comunitario se objetiva
concretamente al interior de las interacciones sociales donde el psicólogo como
profesional actúa como mediador de las relaciones entre las instituciones y la
comunidad. Por un lado, el psicólogo es un profesional que normalmente presta
servicios a las instituciones o depende salarialmente de ellas para actuar sobre la
comunidad y por otro lado presta servicios a las comunidades.
Por una parte, el concepto de comunidad actúa como ideal normativo a la vez que como
objeto de conocimiento o de intervención. Como objeto de conocimiento el psicólogo
analiza y busca explicar de qué manera el contexto comunitario, el sistema social o la
institución tienen efectos psicológicos sobre las personas y sus comportamientos. Como
ideal normativo y objeto de intervención, el psicólogo comunitario busca la
transformación de las instituciones, los sistemas sociales y la misma comunidad como
contexto de tal forma que mejoren las condiciones de desarrollo y de vida de las
personas. Para ello acude a conceptualizar desde un punto de vista científico cuáles
pueden ser los mejores modelos de funcionamiento de la sociedad como un todo y de
las organizaciones y grupos humanos como sistemas encontrándose con el ideal
normativo de la democracia como horizonte de actuación, de ética y de legitimación de
su rol profesional. Es necesario llamar la atención ante el hecho de que la Psicología
Comunitaria es una disciplina propia de las sociedades occidentales que se
autodenominan democráticas, encontrando dificultades para el desarrollo de la
disciplina en el contexto de dictaduras como fue el caso de los países del cono sur de
América Latina.
Por otra parte, el desarrollo teórico de la Psicología Comunitaria, trabaja implícitamente
con un concepto de hombre que se desarrolla en el contexto socio-comunitario, y
actualiza sus potencialidades de acción sobre sus circunstancias y su comunidad. Es así
como surge el concepto de “empowerment”, de autoestima, de competencia social, de
autogestión, de participación, de desarrollo de la capacidad para resolver por sí mismo
sus problemas y tomar decisiones, de construir sus propios proyectos de acción, de
generar sus propias formas de organización, de transformar sus instituciones o crear
instituciones nuevas, de tener control sobre sus gobernantes, y poder influir en sus
decisiones. En síntesis, se trabaja con un modelo del ciudadano que es reconocible en
los ideales y valores de la democracia participativa.
El psicólogo comunitario, por lo tanto, se encuentra entre estos dos sectores de la
sociedad, es decir, el individuo y sus contextos, la población y sus instituciones,
incluyendo a la comunidad como la más valiosa noción de institución, que integra a las
demás instituciones con la colectividad (Chavis, 1993). Ocupando este lugar social, le
corresponde resolver desde la psicología los problemas prácticos relacionados no
solamente con el desarrollo psicológico y social tanto de las personas como de sus
contextos, sino además desarrollar estrategias que permitan mediar sobre las relaciones
entre los dos polos.
Por lo tanto, uno de los problemas importantes trabajados por los psicólogos
comunitarios ha sido el de la distribución de los recursos institucionales o públicos y el
de la creación de mecanismos para que la población pueda participar en las decisiones
sobre la manera como deben gestionarse y distribuirse esos recursos, a la vez que debe
velar para que las instituciones se acerquen a comprender los problemas de la
comunidad y puedan responder efectivamente a ellos, buscando que las acciones
institucionales efectivamente prevengan la desintegración social, promuevan la
construcción del sentido de comunidad, el fortalecimiento del tejido social.
En síntesis:
1.- El psicólogo comunitario se encuentra como mediador de las relaciones entre las
personas y las instituciones.
2.- El desarrollo de la Psicología Comunitaria, y en consecuencia el desarrollo del rol
profesional, ha estado ligado a los procesos de democratización de la sociedad. Las
dificultades o facilidades para la resolución del problema del rol del psicólogo
comunitario están determinadas en última instancia por las concepciones, ideas y
valores que regulan las relaciones entre la comunidad y sus instituciones. Por lo tanto el
problema de fondo, que normalmente no se plantea explícitamente, es la construcción
de una sociedad democrática y el papel de las instituciones de cara a la construcción de
una comunidad democrática y participativa. Esas ideas y valores se refieren a:
• La función social de las instituciones.
• El lugar de las decisiones sobre los problemas comunitarios.
• Las relaciones investigador/investigado o profesional /usuario. (Relación
Sujeto/Objeto o Sujeto/Sujeto).
• Las relaciones entre la teoría y la praxis en el desarrollo de la disciplina. (Conceptos
abstractos alejados de la realidad o conceptos desde la realidad).

3.- El psicólogo comunitario desempeña funciones de cara a la comunidad o las


personas que hacen parte de ella y de cara a las instituciones.
De cara a la comunidad o a las personas que hacen parte de ella es:
• Facilitador de procesos de comunicación, socialización, participación y organización
comunitaria, es decir de individuos, grupos y colectividades.
• Asesor de la comunidad en la concepción, diseño, planificación ejecución y control de
proyectos autogestionados y autorregulados.
• Asesor de la comunidad en la gestión de los recursos comunitarios, tanto los privados
como de los públicos.

De cara a las instituciones es:


• Facilitador de procesos de comunicación, socialización, participación y organización
institucional, para que esta llegue a democratizarse internamente.
• Asesor de las instituciones sobre las necesidades y formas de relacionarse con la
comunidad, de tal manera que la institución logre más acertadamente responder a las
necesidades sociales.
• Mediador entre la comunidad y las instituciones, teniendo a veces funciones de
abogacía social.
• Planificador de programas y proyectos institucionales que apoyen los procesos de
participación y desarrollo comunitario.

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