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ANTOLOGÍA CORPUS LITERATURA JUVENIL

Ángel González MARIO BENEDETTI

Ciudad cero Grietas

Una revolución. La verdad es que


Luego una guerra. grietas
En aquellos dos años que eran no faltan
la quinta parte de toda mi vida,
ya había experimentado sensaciones distintas. así al pasar recuerdo
Imaginé más tarde las que separan a zurdos y diestros
lo que es la lucha en calidad de hombre. a pequineses y moscovitas
Pero como tal niño, a présbites y miopes
la guerra, para mí, era tan sólo: a gendarmes y prostitutas
suspensión de las clases escolares, a optimistas y abstemios
Isabelita en bragas en el sótano, a sacerdotes y aduaneros
cementerios de coches, pisos a exorcistas y maricones
abandonados, hambre indefinible, a baratos e insobornables
sangre descubierta a hijos pródigos y detectives
en la tierra o las losas de la calle, a Borges y Sábato
un terror que duraba a mayúsculas y minúsculas
lo que el frágil rumor de los cristales a pirotécnicos y bomberos
después de la explosión, a mujeres y feministas
y el casi incomprensible a acuarianos y taurinos
dolor de los adultos, a profilácticos y revolucionarios
sus lágrimas, su miedo, a vírgenes e impotentes
su ira sofocada, a agnósticos y monaguillos
que, por algún resquicio, a inmortales y suicidas
entraban en mi alma a franceses y no franceses
para desvanecerse luego, pronto,
ante uno de los muchos a corto o a larguísimo plazo
prodigios cotidianos: el hallazgo todas son sin embargo
de una bala aún caliente, remediables
el incendio
de un edificio próximo, hay una sola grieta
los restos de un saqueo decididamente profunda
papeles y retratos y es la que media entre la maravilla del hombre
en medio de la calle… y los desmaravilladores
Todo pasó,
todo es borroso ahora, todo aún es posible saltar de uno a otro borde
menos eso que apenas percibía pero cuidado
en aquel tiempo aquí estamos todos
y que, años más tarde, ustedes y nosotros
resurgió en mi interior, ya para siempre: para ahondarla
este miedo difuso,
esta ira repentina, señoras y señores
estas imprevisibles a elegir
y verdaderas ganas de llorar. a elegir de qué lado
ponen el pie.
MIGUEL HERNÁNDEZ

Tristes guerras
ANTONIO MACHADO si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza, Tristes armas
entre una España que muere si no son las palabras.
y otra España que bosteza. Tristes, tristes.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios. Tristes hombres
Una de las dos Españas si no mueren de amores.
ha de helarte el corazón. Tristes, tristes.

DÁMASO ALONSO

Insomnio

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres


(según las últimas estadísticas).

A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este


nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los
perros, o fluir blandamente la luz de la luna.

Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como


un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre
caliente de una gran vaca amarilla.

Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por


qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta
ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.

Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?


¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?
CÉSAR VALLEJO

Los heraldos negros


Hay golpes en la vida, tan fuertes … ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas obscuras


en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán talvez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,


de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como


cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

GABRIEL CELAYA

La poesía es un arma cargada de futuro

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,


mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente


los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas


que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,


con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria


como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan


decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo


cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren


y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,


y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta


a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.


No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo


como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

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