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1.

Hay dos modos de conciencia


una es luz, la otra paciencia
una estriba en alumbrar
un poquito el hondo mar,
la otra en hacer penitencia
con caña y red, y esperar
el pez como pescador.
Dime tú ¿cuál es mejor?
¿conciencia de visionario
que mira en el hondo acuario
peces vivos,
fugitivos,
que no se pueden pescar?
¿O esa maldita faena
de ir arrojando a la arena
muertos los peces del mar?.

ANTONIO MACHADO

2. While you and i have lips and voice which


are for kissing and to sing with
who cares if some one eyed son of a bitch
invents an instrument to measure spring with?

Mientras tú y yo tengamos labios y voz


que sirvan para besar y para cantar,
¿a quién le importa que algún hijo de puta
invente un instrumento para medir la primavera?

(E.E. Cummings, cit. en JAKI,STANLEY L.CIENCIA, FE, CULTURA.p.59)

3. El investigador que ha descubierto un nuevo hecho de la naturaleza tiene por fuerza que
sentir una impresión de dominio y seguridad en su persona. Con cierta aparente justicia, se
considerará como "un hombre que sabe". Y, en efecto, en él se da un pedazo de algo que junto
con otros pedazos no existentes en él constituyen verdaderamente el saber. Esta es la
situación íntima del especialista, que en los primeros años de este siglo ha llegado a su más
frenética exageración. El especialista "sabe" muy bien su mínimo rincón de universo; pero
ignora de raíz todo el resto.
He aquí un precioso ejemplar de este extraño hombre nuevo que he intentado, por una
y otra de sus vertientes y haces, definir. He dicho que era una configuración humana sin par
en toda la historia. El especialista nos sirve para concretar enérgicamente la especie y
hacernos ver todo el radicalismo de su novedad. Porque antes los hombres podían dividirse,
sencillamente, en sabios e ignorantes, en más o menos sabios y más o menos ignorantes. Pero
el especialista no puede ser subsumido bajo ninguna de esas dos categorías. No es sabio,
porque ignora formalmente cuanto no entra en su especialidad; pero tampoco es un ignorante,
porque es "un hombre de ciencia" y conoce muy bien su porciúncula de universo. Habremos
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de decir, que es un sabio-ignorante, cosa sobremanera grave, pues significa que es un señor el
cual se comportará en todas las cuestiones que ignora, no como un ignorante, sino con toda la
petulancia de quien en su cuestión especial es un sabio.
Y, en efecto, éste es el comportamiento del especialista. En política, en arte, en los
usos sociales, en las otras ciencias tomará posiciones de primitivo, de ignorantísimo; pero las
tomará con energía y suficiencia, sin admitir -y esto es lo paradójico- especialistas de esas
cosas. Al especializarlo, la civilización le ha hecho hermético y satisfecho dentro de su
limitación; pero esta misma sensación íntima de dominio y valía le llevará a querer
predominar fuera de su especialidad. De donde resulta que aun en este caso, que representa
un máximum de hombre cualificado -especialismo- y, por lo tanto, lo más opuesto al hombre-
masa, el resultado es que se comportará sin cualificación y como hombre-masa en casi todas
las esferas de la vida.
La advertencia no es vaga. Quienquiera puede observar la estupidez con que piensan,
juzgan y actúan hoy en política, en arte, en religión y en los problemas generales de la vida y
el mundo los "hombres de ciencia", y claro es, tras ellos, médicos, ingenieros, financieros,
profesores, etcétera. Esa condición de "no escuchar", de no someterse a instancias superiores
que reiteradamente he presentado como característica del hombre-masa, llega al colmo
precisamente en estos hombres parcialmente cualificados. Ellos simbolizan, y en gran parte
constituyen, el imperio actual de las masas, y su barbarie es la causa inmediata de la
desmoralización europea. (ORTEGA Y GASSET, JOSE. LA REBELION DE LAS MASAS.
p.142-143).

4. Que a cada ciencia como tal, es decir, como la ciencia que ella es, le resultan inaccesibles
sus conceptos fundamentales y lo que éstos abarcan, está en relación con la circunstancia de
que ninguna ciencia puede jamás enunciar nada acerca de sí con sus propios recursos
científicos... Qué sea la matemática, no se puede jamás establecer matemáticamente; qué sea
la filología, no se puede jamás resolver filológicamente; qué sea la biología, no se puede
decir jamás biológicamente... lo que una ciencia sea, ya como pregunta deja de ser pregunta
científica. M.Heidegger NIETZSCHE cit. por A.Carpio en Principios de filosofía

5. Creemos saber algo de una manera absoluta, y no según el modo sofístico de una manera
accidental, cuando creemos conocer la causa por la que la cosa es, que esta causa es la de la
cosa y que no es posible que la cosa sea de otro modo que como es. Aristóteles SEGUNDOS
ANALITICOS I, 2

6. Todos los hombres desean por naturaleza saber. El placer que nos causan las percepciones
de nuestros sentidos son una prueba de esta verdad. Nos agradan por sí mismas,
independientemente de su utilidad, sobre todo las de la vista... y la razón es que la vista,
mejor que los otros sentidos, nos da a conocer los objetos y nos descubre entre ellos gran
número de diferencias.
Los animales reciben de la naturaleza la facultad de conocer por los sentidos. Pero
este conocimiento en uno no produce la memoria, mientras que en otros la produce...
Mientras que los demás animales viven reducidos a las impresiones sensibles o a los
recuerdos, y apenas se elevan a la experiencia, el género humano tiene, para conducirse, el
arte y el razonamiento.
En los hombres la experiencia proviene de la memoria. En efecto, muchos recuerdos
de una misma cosa constituyen una experiencia. Pero la experiencia, al parecer, se asimila
casi a la ciencia y al arte. Por la experiencia progresan la ciencia y el arte en el hombre... El
arte comienza cuando, de un gran número de nociones suministradas por la experiencia, se
forma una sola concepción general que se aplica a todos los casos semejantes. Saber que tal
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remedio ha curado a Callias atacado de tal enfermedad, que ha producido el mismo efecto en
Sócrates y en muchos otros tomados individualmente, constituye la experiencia. Pero saber
que tal remedio ha curado toda clase de enfermos atacados de cierta enfermedad... es arte. En
la práctica la experiencia no parece diferir del arte, y se observa que hasta los mismos que
sólo tienen experiencia consiguen mejor su objeto que los que poseen la teoría sin la
experiencia. Esto consiste en que la experiencia es el conocimiento de las cosas particulares,
y el arte, por el contrario, de lo general. Ahora bien, todos los actos, todos los hechos, se dan
en lo particular. Porque no es al hombre al que cura el médico, sino accidentalmente, y sí a
Callias o a Sócrates o a cualquier otro ser humano. Luego, si alguno posee la teoría sin la
experiencia, y conociendo lo general ignora lo particular en él contenido, errará muchas veces
en el tratamiento de la enfermedad. En efecto, lo que se trata de curar es el individuo. Sin
embargo, el conocimiento y la inteligencia, según la opinión común, son más bien patrimonio
del arte que de la experiencia, y los hombres de arte pasan por ser más sabios que los
hombres de experiencia... El motivo de esto es que unos conocen la causa, y los otros la
ignoran.
En efecto, los hombres de experiencia saben que tal cosa existe, pero no saben por
qué existe; los hombres de arte, por el contrario, conocen el por qué y la causa. Y así
afirmamos verdaderamente que los arquitectos tienen más derecho a nuestro respeto que los
simples operarios; tienen más conocimiento y son más sabios, porque saben las causas de lo
que se hace... La superioridad de los jefes sobre los operarios no se debe a su habilidad
práctica, sino al hecho de poseer la teoría y conocer las causas. Añádase a esto que el carácter
principal de la ciencia consiste en poder ser transmitida por la enseñanza...
No sin razón el primero que inventó un arte cualquiera, por encima de las nociones
vulgares de los sentidos, fue admirado por los hombres, no sólo a causa de la utilidad de sus
descubrimientos, sino a causa de su ciencia, y porque era superior a los demás. Las artes se
multiplicaron, aplicándose unas a las necesidades, otras a los placeres de la vida. Pero
siempre los inventores de que se trata fueron mirados como superiores a los demás porque su
ciencia no tenía la utilidad por fin. Todas las artes de que hablamos estaban inventadas
cuando se descubrieron estas ciencias que no se aplican ni a los placeres ni a las necesidades
de la vida. Nacieron primero en aquellos puntos donde los hombres gozaban de
reposo...Aristóteles METAFISICA I, 1

7. Al analizar las virtudes del alma dijimos que unas eran propias del carácter y otras del
intelecto. Las morales las hemos estudiado; de las demás vamos a tratar ahora, después de
hablar del alma. Dijimos antes que el alma tiene dos partes: la racional y la irracional; ahora
hemos de dividir de la misma manera la racional. Demos por sentado que son dos las partes
racionales: una, aquella con la cual contemplamos la clase de entes cuyos principios no
pueden ser de otra manera, y otra con que contemplamos los que tienen esa posibilidad;
porque correspondiéndose con objetos de distinto género, las partes del alma que
naturalmente se corresponden con cada uno son también de distinto género, ya que es por
cierta semejanza y parentesco con ellos por lo que los puede conocer. Llamemos a la primera
la científica, y a la segunda la calculativa, ya que deliberar y calcular son lo mismo, y nadie
delibera sobre lo que no puede ser de otra manera...
... aquellas (virtudes) por las cuales el alma realiza la verdad mediante la afirmación o la
negación son en número de cinco, a saber: el arte, la ciencia, la prudencia, la sabiduría y el
intelecto. En efecto, con la suposición y la opinión el alma puede engañarse. Qué es la
ciencia, resulta claro de estas consideraciones, si hemos de ser precisos y no dejarnos guiar
por semejanzas: todos pensamos que aquello de que tenemos ciencia no puede ser de otra
manera; de lo que puede ser de otra manera, cuando tiene lugar fuera del alcance de nuestra
observación, no sabemos si es o no. Por consiguiente, lo que es objeto de ciencia es
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necesario. Luego es eterno, ya que todo lo que es absolutamente necesario es eterno, y lo


eterno es ingénito e imperecedero. Además, toda ciencia parece susceptible de ser enseñada,
y todo lo que es objeto de ella, de ser aprendido. Y toda enseñanza parte de lo ya conocido,
como decimos también en los Analíticos, unas veces por inducción y otras por silogismo. La
inducción es principio incluso de lo universal, mientras que el silogismo parte de lo universal.
Hay, por consiguiente, principios de los que parte el silogismo que no se alcanzan mediante el
silogismo; luego se obtienen por inducción. Por lo tanto la ciencia es una disposición
demostrativa, con todas las demás determinaciones que añadimos a esta en los Analíticos. En
efecto, cuando uno tiene de alguna manera seguridad sobre algo y le son conocidos sus
principios, sabe científicamente; porque si no los conoce mejor que la conclusión, tendrá
ciencia sólo por accidente. Aristóteles ETICA A NICOMACO VI

8. Lo que dio lugar a que los que afirman las ideas como esencias universales las reunieran
así en un solo género, fue que no atribuyeron la misma sustancia a los objetos sensibles.
Creían que los objetos sensibles están en un movimiento perpetuo, sin que ninguno de ellos
persista; pero que fuera de estos seres particulares, existe lo universal, y que lo universal tiene
una existencia propia. Sócrates... se ocupó de lo universal en sus definiciones; pero no lo
separó de los seres particulares, y tuvo razón en no separarlo. Una cosa resulta probada por
los hechos, y es que sin lo universal no es posible llegar hasta la ciencia; pero la separación
de lo general de lo particular es la causa de todas las dificultades que lleva consigo el sistema
de las ideas. Metafísica XIII, 9

9. La naturaleza de la piedra o de cualquier cosa material no se puede conocer completa y


verdaderamente sino en cuanto se conoce como existente en el particular. Aprehendemos lo
particular por los sentidos y la imaginación; por lo tanto, para que el intelecto entienda en
acto su objeto propio, es necesario que se vuelva a la imagen, para contemplar la naturaleza
universal existente en el particular. In III De Anima l.7

10. Lo contingente puede tomarse en dos sentidos. En primer lugar, en cuanto contingente.
En segundo lugar, en cuanto se halla en ello alguna necesidad, pues nada es hasta tal punto
contingente que no tenga en sí algo necesario. Como que Sócrates corra es en sí mismo
contingente, pero la relación del correr al movimiento es necesaria, y así es necesario que
Sócrates se mueva si corre. Mas cualquier cosa es contingente en razón de la materia, pues lo
contingente es lo que puede ser y no ser, pero la potencia corresponde a la materia. La
necesidad, en cambio, se sigue de la forma, pues lo que deriva de la forma se da con
necesidad. Pero la materia es principio de individuación, mientras la razón universal se toma
por abstracción de la forma a partir de la materia particular. Ahora bien, como ya se dijo el
objeto propio y directo del entendimiento es lo universal. El sentido en cambio se refiere a lo
singular, que el intelecto capta en cierto modo e indirectamente. Y así pues lo contingente, en
cuanto tal, se conoce directamente por medio de los sentidos, e indirectamente por el
intelecto. Mas las razones universales y necesarias de lo contingente se conocen por el
intelecto. Por lo tanto, si se atiende a las razones universales de lo sabible, todas las ciencias
versan sobre lo necesario. Si en cambio se atiende a las cosas mismas, entonces algunas
ciencias se ocupan de lo necesario y otras de lo contingente. I, 86, 3

11. Dos son las maneras como interviene la razón para explicar una cosa: de un modo, para
probar suficientemente alguna tesis, así como en las ciencias naturales se dan razones
suficientes para probar que el cielo se mueve con velocidad uniforme. De otro modo, se
alegan razones, no como suficientes para probar una tesis, sino tales que, supuesta esa tesis,
muestra su congruencia con los efectos subsiguientes, y de este modo se habla en astronomía
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de excéntricas y de epiciclos, porque hecha esa suposición se pueden explicar las apariencias
sensibles de los movimientos del cielo; y sin embargo esta razón no es demostrativa, porque
tal vez pudieran explicarse también a partir de otra hipótesis. S.Theol. I, 32, 1ad2

12. Según los registros que se han transmitido los astrólogos unos a otros, al observar las
posiciones y movimientos de los cuerpos celestes, en todo el tiempo pasado no se aprecia que
nada haya cambiado ni según la totalidad del cielo ni según alguna de sus partes propias. Lo
cual no ocurriría si el cielo fuese generable y corruptible, pues cualquier cosa que se genera y
se corrompe alcanza su estado perfecto de a poco y sucesivamente, y a partir de allí poco a
poco se destruye. Lo cual, ciertamente, no podría permanecer oculto tanto tiempo en el cielo
si por naturaleza estuviese expuesto a la generación y la corrupción. Sin embargo, esto no es
necesario, sino probable. En efecto, cuanto más larga es la duración de una cosa, más tiempo
es necesario para percibir su cambio: así, el cambio que acontece en el hombre no se percibe
en un lapso de dos o tres años tanto como el cambio de un perro en el mismo tiempo, o el de
un animal de vida más breve. Se podría, por tanto, decir siempre que, aunque el cielo sea
naturalmente corruptible, tiene tan larga duración que todo el tiempo de que tenemos
memoria no es suficiente para percibir su cambio. In I De Caelo l.7 n.6

13. Que los astros poseen varios movimientos se aprecia de tres maneras. Uno es conocido
por la percepción visual común. Otro sólo es captado por instrumentos y observaciones
atentas. El tercer movimiento se manifiesta por la razón. En efecto, el movimiento de los
planetas aparece a veces más rápido, a veces más lento, ya directo, ya retrógrado. Y como
esto no puede derivarse de la naturaleza del cuerpo celeste, cuyo movimiento debe ser
completamente regular, ha sido necesario poner diversos movimientos para reducir esta
irregularidad al orden debido. In XII Metaph. l.IX n. 2565.

14. Tal parece ser la manera como se produce la generación en las abejas, si consideramos no
sólo la teoría, sino también los fenómenos que parecen darse en ellas. Sin embargo, estos
fenómenos no han sido observados suficientemente; si un día lo son, entonces será necesario
dar crédito a la evidencia proporcionada por los sentidos, más bien que a las teorías, y a las
teorías solamente en la medida en que concuerdan con los hechos observados. La generación
de los animales III, 10

15. La razón que impide abarcar correctamente el conjunto de las concordancias es la


insuficiencia de la experiencia. Es por eso que quienes viven en mayor intimidad con los
fenómenos de la naturaleza son igualmente más capaces de plantear principios fundamentales
que permitan una amplia concatenación. En cambio, los que abusan de los razonamientos
dialécticos apartados de la observación de los hechos, sin disponer más que de un pequeño
número de constataciones, se pronuncian con demasiada facilidad. De Caelo III c.2

16. Hay hombres que no admiten más demostraciones que las de las matemáticas; otros no
quieren más que ejemplos; otros no encuentran mal que se invoque el testimonio de los
poetas. Los hay, por último, que exigen que todo sea rigurosamente demostrado; mientras que
otros encuentran este rigor insoportable, ya porque no pueden seguir la serie encadenada de
las demostraciones, ya porque piensan que es perderse en futilidades. Hay, en efecto, algo de
esto en la afectación de rigorismo en la ciencia. Así es que algunos consideran indigno que el
hombre libre lo emplee, no sólo en la conversación, sino también en la discusión filosófica.
Es preciso, por lo tanto, que sepamos ante todo qué suerte de demostración conviene a cada
objeto particular; porque sería un absurdo confundir y mezclar la indagación de la ciencia y la
del método, dos cosas cuya adquisición presenta grandes dificultades. No debe exigirse rigor
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matemático en todo, sino tan sólo cuando se trata de objetos inmateriales. Y así, el método
matemático no es el de los físicos, porque la materia es probablemente el fondo de toda la
naturaleza. Ellos tienen, por lo mismo, que examinar ante todo lo que es la naturaleza. De
esta manera verán claramente cuál es el objeto de la física, y si el estudio de las causas y de
los principios de la naturaleza es patrimonio de una ciencia única o de muchas ciencias.
METAFISICA II, 3

17. Aunque la verdad de la fe cristiana exceda la capacidad de la razón humana, no por eso
las verdades racionales son contrarias a las verdades de fe. Lo naturalmente innato en la
razón es tan verdadero que no hay posibilidad de pensar en su falsedad. Y menos aún es lícito
creer falso lo que poseemos por la fe, ya que ha sido confirmado tan evidentemente por Dios.
Luego, como solamente lo falso es contrario a lo verdadero... no hay posibilidad de que los
principios racionales sean contrarios a la verdad de la fe.
Lo que el maestro infunde en el alma del discípulo es su propia ciencia, a menos que
enseñe con engaño, lo cual no es lícito afirmar de Dios. El conocimiento natural de los
primeros principios ha sido infundido por Dios en nosotros, ya que El es autor de nuestra
naturaleza. La Sabiduría divina contiene, por tanto, estos primeros principios. Luego todo lo
que esté contra ellos está también contra la sabiduría divina. Esto no es posible de Dios.
Luego, las verdades que poseemos por revelación divina no pueden ser contrarias al
conocimiento natural. S.C.G. I, 7

18. Todas las ciencias especulativas suponen (la sabiduría), y por eso sus demostraciones se
remontan a ella y en ella se fundan. Así, pues, la luz de los objetos inteligibles de esta ciencia
recoge en todos los seres particulares lo que se proporciona más naturalmente a nuestro
entendimiento, que está adherido al espacio y al tiempo. Va recibiendo, pues, poco a poco,
cada vez más luz de la resolución de los inteligibles físicos y matemáticos en los principios
divinos; y por ello, en nosotros arranca también esta ciencia de los objetos físicos y
matemáticos, y termina en la especulación de los (objetos) divinos. Por lo cual también se la
enseña en último lugar, y los filósofos, conducidos por las otras ciencias, culminaban su vida
de estudios en ésta. S.ALBERTO MAGNO METAFISICA L.I, t.II, cap.10

19.... la matemática ocupa un lugar intermedio entre la ciencia natural y la divina, al tiempo
que es más cierta que una y que otra. Lo es más que la ciencia natural dado que su
consideración está desligada del movimiento y la materia, mientras la de la ciencia natural se
refiere a la materia y al movimiento.(...) El proceso de la matemática es más cierto que el de
la ciencia divina porque las cosas de las que trata esta última están más apartadas de lo
sensible, de donde toma su inicio nuestro conocimiento (...) En cambio los entes matemáticos
caen bajo el sentido y subyacen a la imaginación, como la figura, la línea, el número y otros.
In Boët. De Trin. VI, 1 ad 2qm.

20. Lo natural se da unido a la matemática; pues le añade a lo matemático la naturaleza


sensible y el movimiento, de lo cual la matemática abstrae: y así resulta que todo aquello que
pertenece a lo matemático queda a salvo en el orden de lo físico... Cuanto más abstracto y
simple es el objeto que una ciencia considera, tanto más puede aplicarse a otras ciencias. De
donde los principios de la matemática son aplicables a los temas físicos, mas no a la inversa,
a causa de que la física se da bajo suposición de la matemática, y no al revés. In III De Caelo
l.3 n. 568.

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