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Educac1ón
e ul uTa V
olít1C'a
ensayos para la comprensión
de la Historia de la Educación en
América Latina

Magaldy Téllez
Coordinadora

Comisión de Estudios de Postgrado de la Facultad de Humanidades y Educación


Comisión de Estudios de Postgrado de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales
MAGALDY TÉLLEZ
(COQRJJINADORA)

EDUCACIÓN, CULTURA y POLÍTICA


ENSAYOS PARA LA COMPRENSIÓN
DE LA ll!STORJA DE LA EnuCAcJóN EN AMÉRICA LA71NA

UNIVERSTDAD CENTRAL DE VENEZUElA UNIVERSIDAD CENTRAL DE VeNEZUElA


FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCJAI.F.S FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN
COMISIÓN DE EsroviOS DE POSTGIW)() COMISIÓN DE EsTuDIOS DE POSTGRADO

CARA CAS, 1 997


Universidad Central de V enezue la CONTENIDO
275 a niversario de su fundación

I NTRODUCCIÓN
HISTOR/t l Df;" LA f'.'DUCACIÓN LATINOAMERICANA:
ABRIR NUEVOS Df;"8ATES PLA NTEANDO NUEVOS I'ROBLHMA!>'
Magaltly Téllez
Universidad Central de Vcmi!ZIIelal Caracas, Venezuela ................................................... 9
PARTE!
PERSPECTIVAS: ASUN TOS EN JUEGO................................................. ..................... ........... IJ
Rl.T OS DE LA INVESTI GAOÓN IIISfÓRICA
Dl!'I.A EDUCAOÓN LA11NOAMERICANA l:.i V EL UMBRAL DE/. SIGLO XXI
Rafael Femándi!Z Heres
Academia Nacioual tle la Historía/Camcas, Veni!Zuela ....................................................... 15
MODOS DE ASUMIR NUE.STRO COMPROMISO COMO 1/fSTORIAJJORI~V
DE lA EDUCACIÓN L4TIN OAMF.RICANA : I TINERARIO DIJCOMBATE
Alberto Martíni!Z Boom
Universidad Pedagógica Nacional/ Colombia...................................................................... 19
© 1997 by Facultad de Humanidad es y Educación y EL OCASO DEL MODELO TOTALIZADO//:
Facultad de Ciencias Económicas y Sociales HA CIA UNA I//SfOR/11 DE LA EDUCACIÓN S IN GRANDES T>t:SIII'fOS
Universidad Central de Venezuela Mariano Naradowski
1041 ·A- Caracas , Venezuelo.
Universitlatl Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires!Argentina ..................... 28
ISBN 980-00·1169-2 H ACER UNA MEJOR NISIVRIA:
Diseño de la porto.da: Humberto Cavallin S IN LA TIRAN/A Df¡ /.AS FUf¡f\'TES Y DE LOS MOD/;'LOS
Composición : Montse Hurto.do Co.ncini Enrique Gonzált7. González
Impreso en Venezuela Centm de J:.studios sobre la Uuiversitlml, UNA MI México ................................................... J 7
Printed in Venezuela Pt ii/A 1'RANSITAII EL X I X EDUCATIVO Y PEDtiCiÓGICO LAT/NOIIME/1/0 INO
Clmulio Lozano Seijas
Uuil•tmoidml Barcelana/Espmia ........................................................................................... 53
LA UN/VF.I/SIDAD l.ATINOtiMERICANA:
LA lh\'/Gt;'NCIA DE RHPl.ANTEAR CUESTIONES
lléctor Silva Michelemt
Universitlml Central tle Venevtelal Venezuela ..................................................................... 58
C/1/S/S DE LA UNIVERSIDAD Y CRISIS DE 1.11 MODERNIDAD
Agustln Martíni!Z
Universidad Central de Veni!ZIIelal Venez11ela ..................................................................... 63
PARTE JI
MAPAS HISTORIOGRÁFICOS DE LA INVESTIGACIÓN Y ENSEÑANZA
DE LIIIIISTORIA DE LA EDUCACIÓN EN AMÉRICA LATINA .............................................. 69
La edición de este libro ha s ido ce-financiada por el / NVF.STIGANDO EDUCACIÓN EN AMÉRICA LATINA
Consejo de Estudios de Postgrado de la Beatriz Calvo Pontón/ CIESAS; Uuiv. Aut. de Ci11dad tle J11árez, México
Univers idad Central de Venezuela y Robert Austinl La Trobe Uuiversity, Austmlia................................................................... 71
R ELATIVISMO E 11/PER-CONTEATUAL/SMO:
R ESSONÁNOAS DO NEOPRAGMt iTISMO NA PESQUISA JIISfÓ//10 1 EM EI>UCApiO
Maria Célia M. de Morai!.S
Universitlmle Fetlt!rttl tle Santa Cillarina/ Flnrianópolis, Brtl.l"it ...................., ...................... 79
HA CER UNA MEJOR HISTORIA
4. Nos volemos del juego que D;wid 1-lnmilton hace de los pnlobrns '"m~evo orden m~ndial'' ~amadas a su v.C7.
de1 cx-pn:st'den tc de "st"do< ·'o•·' Gcorne
,;, " • Unt'u ., 13ush· Puede verse Hmmllon, Davtd
. Comcnms ~nd
, !he .Ncw
_ SIN LA TIRA N/A DE LAS FUENTES Y DE LOS MODELOS
Worlú Order" Comemnv, 46. mmer 1<)92_Hay un;¡ lr.túuceión portuguesa úd arttculo en /lewslu 1 rpoposr~<J<!s,
Enrique González González
N". 9,199J_ - - D'd' · M
5. Entre estos elementos cxistcmc;, y aquí volvemos en parte al trdhaJO de llamo1ton, 1a 1 acuca ~¡;na es Cenfl·o de Estudios sobre la Universidacl. UNA M/ México
"rnmista" porque retoma de la Dialéctica y de l:o l'rolessio Regia el supuesto tcónco de que el conoctmocnto
puede ser sistemati¡¡tdo, reducido y mostrado de modo eom;eto para ast poder ser captado por las ~ncntes _más
-¡Esos eran otros tiempos! Todos conocemos la expresión, y la hemos empleado
ignomntes. Además de ser tributario del pcns?micnto lle _Ramus: la Did;i~tica Magna es un tcx.to ~nctelo¡lédteo •
en el sentido mor¡¡ado alténnino por el ramosta ALSTED, Johann (1588-1638)- por su prcknsoón abarc?dora más de una vez en nuestras conversaciones. Lejos de tratarse de una exclamación
¡,Qué es lo que hay que cnseo)ao'/, se pregunta Co m~nius. Y ya desde el ~ubiltulo de 1 ~ obra en cucs~oó~ se banal, contiene el embrión de la conciencia histórica. Implica una doble constatación:
sc~ala: Todo. l'or último, Comcnius es un nco-cstooco paro el que la st>cocdad Y. sus ctudadunos o subdotos
pueden rclbnnursc si se siguen los caminos adecuados y en fonna ordenada y metódoca.
primero, que el tiempo pasa, lo cual en ese momento nos causó sorpresa; y en segun-
6. UPOYETSK Y. Gil!es El Crt'pliscttlo del deber, Anagrama, Barcelona,_! ~4. _ _ _ do lugar, que con el correr del tiempo, ciertas cosas cambian. Luego de esa compro-
1. BAQUERO, Ricardo y NARAOOWSKI, Mariano "¿Existe la inrancta? llevrsta dellnstrtlt!O de lttvestrga- bación ocasional, casera, del tiempo y sus mudanzas, podemos pasara otro tema, o a
cíones en Ciencias de la Educacrón, Ao1o 111 N" 4. 1994. .. describir cómo ocurrieron esos cambios. Ese segundo paso, que lleva de la constata-
8. Esl.c punto puede verse mas ampliamente en Naradowski Mariano lnfimcru y poder. Lo conformacron de la
fX!tlagogía moderna. Aiquc, Buenos Aires, 1994. · . . ción interna a la narración, sea oral o escrita, nos enfila más en la dirección de la
9_ Para un análisis pom1cnorizado de esta cuestión para el caso de la histuriogra!ia cdu~cional_ argenlona vense historia. Pero el tránsito del memorialismo inmediato a la historia profesional, requie-
NARADOWSKI, Mariano L 'Jristoir~ d li!riucatrott comme formalrice d~s timdes edttcaltves. Le cas de re muchos pasos, de Jo que a veces no nos percatamos, o que preferiríamos ahorrar.
f'Argettline, lntcmational Standing C(lnfercnce of History ofEducation. Ucrlin. 1995. _ .
10. FINKEL'iTEIN. Bárbara "Education llistonans as MytJmmkcrs• /lcvre\1' c!f llesearch '" Edttcatron. 18. El reto del historiador el día de hoy, en los meses que faltan para el nuevo siglo, y en
todo tiempo, es el de hacer cada día una mejor historia.
11992.
L Véase por ejemplo: IIODYSII, • llcnry "Objcuvily and llistory .m thc.Stuuy . ·' ol·¡¡·•g.l~r
¡ •..:uo
"1 ;at'1011: AN t· 1
• , u e~· A ese problema dedican! las siguientes reflexiones. Como en unos minutos
the Metltodology of Research" Cattaditrn Jottma!_ofNrglrer E.drrc~tron xy1151 ). 1987. Kuhn s Idea ol 1mgrcss
and lis lmphcations lbr 'l11cory Choice in thc HIStonogrnphy ol Educauon Jottma/ of E.dttcatronal 17raug~t. no es posible evaluar los avances de la historia de la educación en América La-
v 18 n3 1984 y "A Note on llistory. Educational Policy :uod thc Uses ofthc Past", Allx!rta Journal ofE.durntio- tina, y ni siquiera en México, aun suponiendo que yo tuviera capacidad para
nal Rescrach, XXXVII (4) 1991. hacerlo, prefiero proponer unas cuantas consideraciones, entre colegas, que ta l
12. NARADOWSKI, Mnriano lnjimdaypader..., cap. 2 Y 4. .
13. FOUCAULT, Miehcl l..aspalabrasyloscosas,Siglo XXI. Méxtco, 1986. _ . vez susciten temas de discusión y contribuyan a responder al reto de hacer cada
14. No es en c.'ta ~poca que las historias de la educación conucn:~1n n pmductrse: puede mencionarse, por día mejor historia de la educación. Las alusiones a investigaciones concretas que
ejemplo el Trcttlc: desclwrx ct de Ir.: mr.:tlrode dr.:sétude.< dt:. Claudc l·lcury. de 1675. aquí presento, casi siempre centradas en el caso mexicano, no son pues a titulo
15. Un dclallc más exhaustivo de estos ejemplos para América Litina puede vcn;c en lrrfi~7cía Y poder... , w¡>. ~­
y NARADOWSKI. Mariano ·'Silencios y m:ífl¡cnes. La Escuela Nueva en la hostonogrnha educac:onal ~enu­
de inventario sino de ejemplo, con miras a consideraciones de orden general. Se
na" en GYIRTZ, Silvina (coonp). t:scttcla Nttr.:va en Bra.til y 1frge111ma. Vrsrones comparadas, MINO Y trata de puntos sugeridos por algunas lecturas, o resultan de la diaria lucha con-
DÁYILA,13ucnosAircs,l996. . _ tra la página en blanco, y del diario trato con otros colegas y con jóvenes
16. A este respecto puede verse ALDRICH, Robcrt and CROOK, D-dvid Educ:ation as~ ~nit~rsro: Stthjcc~ m aprendices de l oficio.
England m 1995: 011 historical mterpretorian, lntcmational Standing C~n rcrcn~e al_Htstory ol Edu~toon
(ISCIIE 17), 13crlin, 1995 y KELLY, Annc "Education :IS a ficld ofstudy m a Umvcrsuy: challcngc, cnuquc, Sin duda, todos los presentes nos hemos plantado frente a una página en
dialogue, debate "Jow'llal ofEducatronfor Tcac/wrg 19 (2), 1993. blanco, con el problema de cómo llenarla de la forma más digna posible en tor-
11. I'LUMI3 John H. 77w death o/tire past, Bos10n, 1971. .
18. MARTiNEZ 1300M. Alberto y NARADOWSKI, Mariano "Escttl!/a, hrstorio y poder" en MART~~EZ
no a un asunto de carácter histórico. Cuando la pluma fluye -o las teclas avanzan
OOOM, Alberto y Ni\RADOWSKI, Mariano(comp)_ E.rcuc/u, lustorra y poder. Miradas desde Amercca. a buen paso-, apenas si necesitamos una pausa reflexiva. Pero si no hay avance,
Ediciones Novedades Edncativa~.l3ucnos Aires, 1996. surge la meditación sobre el sentido de nuestro trabajo como historiadores.
19. MARTÍN El. OOOM, 1\lbcrto y NARADOWSKI, Mnriano, "/;scucla. hr.rtoria)'ftoder...". p. 27.
También la reflexión llega con la lectu ra, aun si no es de carácter histórico. Los
congresos, esas ferias donde intentamos ver a toda prisa la mercancía que otros
colegas quieren vendernos, también son ocasión de departir con ellos en las
horas de café y de comidas -los momentos más importantes de todo congreso-;
por lo mismo, pueden favorecer el intercambio de puntos de vista sobre el pro-
pósit0 y las perspectivas de nuestra actividad. Si logro aportar algo a ese debate,
habr<'ln tenido provecho las siguientes consideraciones.
i1t#.P.lf&Jl.4jii.fki.klt1ll.~tl!M1tll&#~km.1&Jtif.f:tai:ffitte&tw1ú?:M~Wlliitif~~f§.~!JJt2{@H$~&
De la fundación del carnpo de estudio al luíhito del refrito pública, hace su encendida.apología y abunda en reOexiones sobre el pasado y sobre
La historia de la educación, como la historia CJ1 cualquiera de sus ramas, suele ~1 g~·ad~de a:anc~ de ~u 1m~lantación a partir de 1869, cuando se votó la ley de
nacer de la mencionada preocupación por rememorar el cambio. En ocasiones. el mstJucc16n pnmana obhgaton a. Así pues, la historia de la educación, y esto ha de
individuo picado por el tábano de Clío fue en pa1te protagonista de lo narrado. Un tener~ mu.y ~resent~, en t~mto que área ded icada al novedoso fenómeno de la ins-
viejo profesor, un antiguo inspector, el miembro de una misión pedagógica, o un truccwn_p~blica, nac1ó cargada de contenido político y apo logético.
funcionario de educación, en retiro. repasan sus recuerdos. a veces con la ayuda de La r~pltca del bando conservador consistió en hacer la apologfa de la educación
reco11es de prensa o con restos de documentación o licial conse1vada en su poder. q.ue se d1.spensab~ durante el antiguo régimen, antes de que la suplantara el "nefasto"
Quien evoca de ese modo, puede tener lapsus de memoria o. peor aún, esconder SIStema 1ntr~duc1.do por el nuevo estado. Así, V. de la Fuente publicó, de 1884
deliberadamente Jos hechos menos brillantes, vergonzosos o de franca corrupción 1
a 8~?· su H1sto~10 de las lu_u·versidades, colegios y demás establecimientos de edu-
administrativa, posibles actos de autoritarismo. ele traición. de deslealtad con superio- caciOn en Espana. En M éx1co, el gran erud ito J. Garcia lcazbalceta, menos conser-
res o colegas. etc. Los políticos, en especial, antes que a los actos de contrición, son v~dor que el cspruiol, se ocupó, en 1892, de La educación pública en Méxicu en el
proclives a exculparse de todo posible cargo. O tros -para seguir hablando de peca- Sl~lo XVI. De esa. forma, proyectó el concepto de instrucción pública, tan decimonó-
dos~ caen en la tentación del protagonismo excesivo. ~lco c.~mo la realtdad a. la que respondía, hasta la etapa colonial. Por un lado, pues,
Por lo demá<;, cuando cada uno de nosotros rehace sus recuerdos, suele matizar- mcurn~ .en un ~nacron1smo del que aún no acabamos de libramos; pero también
los, para decir lo más suave. en función del interlocutor, de la posición o cargo alcan- expand!o en elt1e~1po el crunpo de·la historia de la educación, nacida sólo para narrar
zado por el narrador al momento de contar y. sobre todo, de los vientos políticos. un f~~omeno rec1ente. Y pues de educación pública estaba hablando, Jcazbalceta
Asf, un protagonista del 68 hará un relato distinto de su pa1ticipación en el movi- tamb1en extrapoló abusivamente al periodo colonial las modalidades específicas de
miento estudiantil de su país si lo escribió en los ai1os 70, en pleno auge de las cien- ese modelo ~ducativo, abrie.ndo la puerta a que se buscaran, anles del siglo XIX,
cias sociales, o si lo narra ahora, b:.tjo la crisis de aquellos paradigmas que tal vez s1stem~ nac1onales, centraltzados, de instrucción pública, la· cual se estructuraba
sustentaron sus más profundas convicciones. Lo dirá de forma distinta si se ha man- pro~res1vrunente desde las primeras letras a la educación media y a la superior. To-
tenido en la oposición o si ya es pane del estahiMunent. Y nunca contará lo mismo al d~vla hoy, a pesar de que la Historia de la educación en la época colonial ( 1990) de
comisario de la policía que a un grupo de amigos, fanfarroneando entre copas. En Pilar Go~zalbo reac~ionó contra tales excesos, uno encuentra en libros y en proyec-
suma, quien se molesta en poner por escrito su vida. es porque aspira a imponerle al tos de tes1~, que se s1gue ~ablando d~l sistema educativo v irreina!, 0 de que los j esui-
lector determinada imagen de sí mismo. ¿Eso significa que las memorias no valen tas se ded1caban a la ensenanza medta, o que el estudio de las universidades colonia-
para un historiador profesional? Eso sólo significa que las memorias no valen como les se enmru·c~ en el plano de la. educación superior. O, en fin, que los Borbones
historia profesional, y ¡ay! del historiador que no las tome con cautela. Se trata de refom1aron la mstrucción públic~ virreina!. Por desgracia, apenas alguien vierte ·en
testimonios a veces invaluables e insustituibles, a condición de utilizarlas con penna- una coyuntur~ fa~o~able anacrontsmos e imprecisiones como los mencionados, éstos
nente ojo crítico, sacándoles el debido provecho. Pa:>an a los mas d.1stmtos autore~, h~ta que todos acabamos por admitir como claro y
Durante el antiguo régimen, algunas órdenes religiosas decidieron escribir sus evidente. lo q~e solo es la banalizac1on de un absurdo. V icios que, cuando la costum-
crónicas -es decir, sus l'nemorias en tanto que colectividad-, y en ellas destacaron a b:~ Y la me1:cta mtelectual les han otorgado carta de ciudadanía, no hay razones bis-
veces su papel relevante en el campo de la educación. A simismo, algunos colegios y ton cas suficientes para errad icarlos.
universidades consignaron sus anales. Con todo, la historia de la educación surgió en ~n efecto, una vez que los libros fundadores de la historia de la educación en una
el siglo XIX. Es una consecuencia del estado liberal que qui so dejar constancia de su nac.1on entran en el mercado, determinan en buena medida la producción de los su-
lucha por introducir en cada nación un sistema de instrucción pública, laica, univer- cestvos a~tores. Así, cu~ndo alguien se siente impulsado a destacar el papel relevante
sal, centralizada, y graduada desde las primeras letras. obligatorias. hasta la enseñan- de su patna grand~ o ch1ca en el cru11po educativo, o el de su alma muter , muy pro-
za media y superior. A ese hecho histórico sin precedentes correspondió un nuevo bablemente ton~ara de .sus antecesores páginas enteras, c itándolos 0 no. Si desaprue-
campo de estudio, y muchos de sus primeros autores rucron funcionarios protagonis- ba el enfoque 1deológ1co de su modelo, lo adaptará a su gusto y, a continuación
tas de ese proceso, movidos por el impulso de justificar, cuando no de exaltar, su cuando hay sue1te, añadirá unos cuantos elementos propios, en el mejor de Jos casos'
obra. En España, el antiguo ministro A. Gil de Zár•1te escribió en 1855. De la ins- aportando nuevas fuentes, a veces originadas en sus oficinas, pero puede contentru'S~
trucción pública de E~paiio, en tres volúmenes. En México. el también ministr~ del con ha~~r us~ g~neroso de su propia imaginación. De ahí que nuestras historias de la
ramo, J. Díaz Covarrubias publicó, en 1875. La instrucción pública en Méx1co. Este, educ~c1on publtc~ en detenninado país o región, o de insti tuciones en concreto,
sin ser un libro de historia, rcOexiona ampliamente sobre el sentido de la instrucción constituyan la meJor muestra de ese estilo que pudiéramos llamar de taracea. Las
monografias, manuales y artículos se suceden unos a otros, a veces con idéntico
título, y con trozos enteros traídos en bloque de uno y más autores. Si somos capaces libros y tesis. Sobre todo porque, desde el segundo capítulo en adelante, no vuelven a
de identificar las procedencias. podemos darlos por leídos a vuelo de pájaro. Hasta la ser tenido~ en cuenta, para bien ni para mal. ¿Es pues necesario omitirlos? Basta c~n
propia diferencia entre liberales y conservadores. o entre autores de izquierda y de hacerlos de forma más meditada y crítica. Para empezar. se tiende a ver como ante-
derecha acaba por diluirse. Porque, una vez declarado, a veces sólo doctrinariamcnte. cedente todo aquello que ocurrió antes de que surgiera nuestro objeto de estudio.
el particular enfoque ideológico del autor, éste hace destilar los mismos párrafos, un incluso si no guarda ninguna relacign con él, o si es muy remota. De ahí la tendencia
parecido esquema de capitulado, y las imprecisiones de unos campean en los otros. a tratar de cualquier asunto históric.o. partiendo de los más arcanos orígenes. Según
Pues lo que en el primero fue un guión historiográfico tal vez improvisado y audaz. esta !ógica, por ejemplo. los calmecac prehispánicos. en tanto que centros de ense-
en las sucesivas capas de narradores se vuelve partitura obligada. Siguiendo con el ñanza, serían antecedente de la universidad colonial. Sin embargo, y esto es lo fun-
caso mexicano, los seguidores de Garcia lcazbalceta no sólo llevaron el concepto de damentaL en historia no hay antecedentes per se, y menos aún éstos deben ser dados
instrucción pública a la época colonial, ¡sino a la prehispánica! En los ai,os treinta por tales únicamente a causa de su precedencia en el orden del tiempo. Los antece-
alguien llegó a decir que el estado azteca se encargaba de dotar de colmecac y tepv- dentes -como las consecuencias- sólo son esto si el historiador logra establecer con-
c:hcalli, es decir de escuelas, a la población mexica. De paso, a partir de ahí. se volvió vincentemente relaciones de causalidad entre ellos y su objeto especifico de estudio.
preceptivo que las historias de la educación en México llevaran un capítulo sobre la Tiene valor de antecedente aquel f"enómeno que es evidenciado como relevante para
educación prehispánica. explicar a otro. de ahí que, a mayor relevancia. mayor correlación. Y a la inversa.
La vida útil de esos manuales y estudios monográficos de taracea no se agota en mientras más tenues son los vínculos. menor consideración merecen: incluirlos, es
ellos mismos. Con fi·ccucncia sucede que el historiador de un asunto pa11icular. de- meter confusión, paja. Así pues. en la medida que los colmecac no fueron tenidos en
seoso de ocuparse de los antecedentes o del marco general en el que se inscribe la cuenta durante el proceso de creación de la uni versidad novohispana. resultan irrele-
institución educativa, el periodo o la región que va a estudiar. escribe un capítulo vantes como antecedente. Y al revés, dado el carácter paradigmático que la universi-
preliminar de carácter general. Nada más provechoso que situar nuestro particular dad de Salamanca tuvo a la hora de fundarse la de México, quien hablara de los
objeto de estudio en el tiempo y el espacio, y si n dud:~. es imperativo estudiar los antec<'dentes de la novohispana sin mencionar a la salmantina por más que situada
fenómenos educativos como piezas que forman parte de un proceso histórico m<is geográficamente en otro continente, estaría omitiendo un aspecto central. En resu-
amplio, y no como piedras caídas del espacio. Pero por lo común -sobre todo cuando men. el apar1ado dedicado al contexto, o al marco general. sólo tiene razón de ser si
de tesis se trata-, el marco general, ap::ute de remontarse en antecedentes hasta la resulta capaz de destacar en su debida perspectiva aquellos aspectos i·e/evantes para
prehistoria, es construido a través de la misma técnica de taracea. Se traen a colación, la mejor comprensión del objeto de estudio. Una buena señal de que el historiador ha
en pie de igualdad, citas extraídas de esos manuales generales. a veces auténticos procedido con tino, es cuando los elementos de su capítulo inicial reaparecen a lo largo
ejemplos del peor estilo de divulgación, al lado de los más renovadores y críticos de la obra, contribuyendo a una mejor explicación y comprensión de su materia.
estudios sobre la materia. Digamos que se equipara a Larroyo -cuya Historia compa-
rada de la educación en México arranca del neolítico, y desde su aparición en 1947, ¿El dato empfrico o el m odelo tegrico?
se sigue imprimiendo y usando en las escuelas- con Foucaull, Bordieu y Passeron o. Las referencias precedentes al difundido vicio de los refritos, llevan a dos pro-
en el campo estricto de la historia, con Lawrcnce Stone. Peor aún, precisamente biemas centrales para todo historiador que quiera hacer un buen oficio. El primero,
porque tales capítulos introductorios acaban por reducirse a un qjercicio de aglome- ¿qué entender por fuentes primarias y secundarias? En segundo lugar, quien aspira a
ración indiscriminada de los más irregulares elementos, las piezas que lo integran. renovar su disciplina evitando los refritos. ¿debe dejar de leer o de utilizar a sus cole-
por venir del primer manu:ll al alcance. contribuyen a perpetuar los viejos lugares ' gas? La impor1ancia capital de amba<; cuestiones, vinculadas entre sí, invita a discu-
comunes. Al citar de segunda o de tercera mano, el nuevo autor se ve privado del tirlqs con calma.
renovador contacto directo con la fuente original. É.sta. si fuera leida en directo y con Es cierto que se han escrito libros de casi cuatrocientas páginas sobre los cuatro
atención, podría sugerir i'nterpretaciones renovadoras, y posiblemente más ricas que siglos de Historia de la Facultad de Derecho en México. sin poner un pie en los
las producidas por el autor del cual tomo unos datos fragmentarios. Por otra parte, el archivos. Pero la regla suele ser la inversa: que los autores de monografias sean re-
exceso de citas indirectas que campean en tales introducciones, revela que el autor volveáorcs pacientes de acervos, y ellos mismos, a veces, archivistas. De ah í la fre-
del nuevo "refrito" tiene escaso manejo de una anna primordial de todo historiador cuencia con que incurren en la que Collingwood bautizó como historia de tijeras y
que se respete: la capacidad de ejercer la crítica de sus f11entes con el debido rigor. engrudo. El narrador no construye en función de un plan propio, sólo se sujeta pasi-
Resulta pues lógico que esas exposiciones del nwrco general. del cont..!xfo. o de vamente a la sucesión cronológica de los ~ocumen tos situados en su archivo. Si un
los antecedentes, en las que hemos consumido cn ormid:~dcs de tiempo y esfue;:rzo. determinado acontecimiento resultó de importancia determ inante para la historia de
con frecuencia ácaben resultando la pm1e más pobre y prescindible de numerosos
t;rt;:t @¡¡@fu!t\JPI;((_i,au~: fiB~'!:~Iy~z,q.<{t:it..tJ.'Jf? ,
su institución o del área estudiada, pero no aparece ilustrado en el acervo, se lo pasa educación en México ( 1970), de Josefina Vázquez, no se dio en nuestro medio un
en silencio. Y a l<1 invers<1, :mécdot;1s tal vc7. banales, que por :1lgun<1 ra7.ón dej;u·on grnn estudio ele historin de la educación inspirado en esa perspectiva, y cuya influen-
abundante constancia escrita, son tratadas con tediosa prolijidad. A este auto~ rara cia hubiera inspirac.Jo una renovación. Tal quepan como muc:;tra::; c.lcl historicismo en
vez le inquieta la posible existencia de documentos alternativos o complementarios nuestro campo los estudios de historia de las ideas pedagógicas. Al poner el énfasis
en otros acervos. Le son indiferentes unas cuantas piezas m<is o menos porque no se en las ideas, esos tratadistas dejaban de lado el poco imaginativo estudio de las insti-
ha planteado ningún problema historiográfico a elucidar, fuera de la exaltación de las tuciones educativas mismas, para destacar el de las ideas pedagógicas que pretendi-
virtudes de su institución o de aquel objeto de estudio elegido. damente habían inspirado su creación y guiado su desarrollo. Nunca se planteó si
El resultado de tales procedimientos historiográ ficos viene a ser por necesidad un tales ideas habían ido por delante, modelando instituciones a la manera de las ente~e­
relato lineal que se agota en la narración, y en el que nada se exp lica porque ninguna quias platónicas. Tampoco interesó exponer el grado de aplicación práctica que tu-
cuestión se había planteado. Por esto, el asunto o la institución de ese modo historia- vieron, ni si las ideas fueron revisadas sobre la marcha, en vista de los resultados
dos, una vez descrito su surgimiento, son tratados de forma lineal y estática, sin scfia- obtenidos en un lugar y tiempo dado. Simplemente. se elaboró una suerte de diccio-
lar etapas en su desan·ollo, ni crisis, si acaso, creciente prosperidad. Los mismos narios donde, al margen de cualquier consideración, desfi laron en orden cronológico
conflictos, cuando. los documentos los consignan, suelen ser atenuados al máximo,-en los supuestos creadores de ideas educativas, mismas que eran expuestas al alto vacío.
especial cuando, a juicio del historiador, los resultados trajeron consecuencias adversas. La renovación sólo llegó -al menos en lo que toca al caso mexicano- en los tardos
Por fin, rara vez el asunto estudiudo se muestra en relación con la sociedad circundante 70. Vino de la mano de la crisis del 68, y del interés que entonces se experimentó por
con establecimientos análogos, y con la historia política, económica, cultural... ' la marcha y el desarrollo de las sociedades, que propició un auge sin precedentes de
De ese cmte son, y por desgracia con frecuencia siguen siéndolo, buena pa1te de las ciencias sociales. Historia social y económica venin haciéndose en diversos pai-
las monografias sobre la instrucción pública, o en torno a una universidad en particu- ses, :ncluido México, durante buena parte del siglo. Pero es hasta entonces que la
lar, un colegio colonial o los institutos científicos y literarios del siglo pasado. Sus historia. la economía. la sociología, la demografia histórica y disciplinas afines se
autores siguen la horma de algún modelo próximo o remoto. mientras son imper- dieron firmemente la mano, en la saga de la escuela, o de las escuelas fi·ancesas cobi-
meables a los movimientos de renovación historiográfica que periódicamente se jadas bajo el rubro general de los Anna/es. Por su parte, los estructuralismos Y las
acontecen en su país y en el extranjero. A veces, y esto al menos aprovecha a histo- diversas corrientes del marxismo entraron a saco en el campo de las ciencias sociales,
riadores con mayor visión, su narración es complementada con una rica colección reformullindolas en una terminología que todo y a todos cubrió. /\si se abrierun los
documental. Si el autor es abogado de profesión, privilegiará los documentos de nuevos campos y enfoques para el estudio de la educación, actual y pretérita. Se
carácter legal, y a veces, hasta emprenderá recopilaciones -que quién de nosotros no buscó examinar el fenómeno educativo en el marco de la sociedad en que éste se
ha utilizado- de legislación en materia educativa. Como todos sabemos, el positi vis- desenvolvía, en medio de luchas de poder y múltiples conflictos y aspiraciones. Fue
mo es responsable directo o indirecto de esas vapuleadas monografías de co1te insti- un auténtico terremoto que llevó a los historiadores de profesión a abrirse a más
tucional, que tanto nos irritan en muchos a~pectos, pero que -tampoco es cosa de amplios horizontes, mientras muchos científicos sociales -en especial economistas,
negar- más de una vez nos han sacado de apuros. Responden·a la idea ele que la his- sociólogos y pedagogos- dieron en preguntarse por los procesos históricos que ha-
toria está en los documentos, especialmente en los de carácter oficial, como son las bían desembocado en las realidades actuales obj eto de su estudio. Unos y otros, pues,
SI! influyeron, y esa confluencia sigue incidiendo en el recíproco ensanchamiento de
. . leyes, o en aquellos producidos institucionalmente por el estado y los propios centros
educativos. Para un positivista el historiador no es el arquitecto que construye un can~pos de interés. La historia de la educación, promov1da inicialmente desde un
discurso histórico mediante el cual explicar el pasado; antes bien, ve en aquél a un seminario de El Colegio de M éxico, transitó poco a poco de una historia descriptiva,
minero que extrae, del fondo de los archivos, el oro de los documentos, (lnica huella interesada sólo en relatar acontecimientos, a una historia problemática, que planteaba
~bjetiva de un pasado desvanecido, y que aspira a reconstruir "tal como fue". Dado cuestiones y se empeñaba en resolverlas por la vía de su inscripción en un marco
_que el historiador es subjetivo, pero no los documentos, éste sólo lograra la objetivi- social, político y económico más amplio y com plejo.
dad histórica si desaparece, o casi. Debe callar para que los documentos hablen. Su A través de los nuevos temas y campos de estudio, un número creciente de estu-
único cuidado consiste en no ser sorprendido con documentos falsos. Para ~111 positi- diosos de distintas instituciones, ha venido intentando dar razón del estado como
vista 01todoxo pues, la mejor fórmula del boen hacer histórico seria: muchas citas - promotor de la educación, pero valorando el alcance y propósitos de dicha tarea en
sinónimo de hechos- y poca interpretación. diversos momentos políticos. Se discute si es válido hablar de la escuela como ins-
Numerosos historiadores se han rebelado contra esa historia supeditada wn ram- tancia para la promoción social de los educandos o para consolidar y justificar las
plonamente al documento. Durante buena pmte del siglo. y hasta lechas recientes, e: diferencias existentes en los diversos estratos. Se vn cayendo en la cuenta de que la
historicismo dio la batalla al positi vismo, pero, si se exceptúa quizás Nacionalismo y escuela es sólo uno de los espacios educativos, al lado de otras instancias. a veces
más importantes, como la familia y el barrio, la iglesia y los medios, en particular la sociología, por ejemplo. Ya los positivistas intentaron, con resultados cada vez más
prensa. Se intenta conocer, en cada lugar y tiempo, a la población que impartía la discutidos, aj ustar nuestra disciplina a los modelos entonces imperantes en el campo
educación escolarizada, así como el número y los rasgos sociales de la población de las ciencias naturales. La historia de aquellos aspectos cuantificables y seriados
estudiantil. Poco se ha avanzado, en cambio en el estudio de la forma como la socie- del fenómeno educativo, tendrá que apoyarse en las ciencias económicas. Quien
dad veía y acogía el fenómeno educativo. Se va reconociendo, creo que aún sin estudie las poblaciones escolares, encontrará materia de reflexión en la sociología
avances significativos, la impo11ancia de los planes de estudio y los conten idos de educativa. La ciencia política, por su par1e, será·de gran provecho a los estudiosos de
programas y manuales. Etcétera, etcétera. Sin duda alguna. los aqu í presentes somos las políticas educativas. Pero la uti lidad de las mencionadas disciplinas será menos
aún pa11e de esta onda expnnsiva que, desde hace t:uat ro o cinco lustros. va ensan- inmediata para el que examine, en el marco de la historia de la ciencia, el contenido
chando los territorios de la historia de la educación. A cada país compete realizar científico de los cun·ícula en un tiempo y lugar dados.
periódicos balances de lo obtenido hasta el día, de las dificu ltades encontradas, y de La insuficiente reflexión sobre las posibles relaciones entre nuestra disciplina y
lo muchísimo aún por hacer, el gran reto para los historiadores actuales y en ciernes. las vecinas, ha propiciado un ~ocivo teoricismo que a veces es sólo ele fachada,
En México, el más reciente tuvo lugar el año pasado, durante el 11 Congreso Nacio- mientras que otras altera profun'damente el proceso mismo de la construcción del
nal de Investigación educativa. Sus conclusiones -aún vigentes en lo general- están discurso histórico. Cuando se trata sólo de un teoricismo de superficie, el historiador
publicadas. Otras evaluaciones surgirán sin duda aquí. hace preceder su trabajo propiamente dicho por un capitulo intitulado marco teórico,
t)na de las preocupaciones planteadas en México, se enlaza directamente con lo o metodología. A lo largo ele esas páginas se recorren, no siempre bien estudiadas !"JÍ
que venimos discutiendo. Si un historiador quiere evitar el refrito, pero sin supeditar- mejor digeridas, las tesis, por ejemplo, de la teoría de la reproducción, de Bordieu y
se servilmente a los documentos, por dónde ha de ir. En estos años de renovación de Passeron. Más de una vez, se procede mediante un discurso que deja mucho a desear,
nuestra disciplina, pareció surgir la solución en el descubrimiento de una nueva pa- ya no digamos en coherencia semántica, sino hasta en su ilación sintáctica. Así, en
nacea: el llamado "marco teórico" o epistemológico, cuya virtud pri ncipal consistía vez de exponerse una reflexión teórica madura y crítica que pennitiera plantear el
en transformamos, de empíricos, en científicos. Por esto, la exposición fonnal de problema historiográfico del sentido de la educación en un momento y en un medio
dicho marco se volvió preceptiva para todo candidato a realizar una tesis en ciencias social dados, y que dicha reflexión en verdad orientara la investigación, el resultado
sociales, y en algunas, se sigue exigiendo. Muchos historiadores no necesitaron si- llega a ser un auténtico y abstruso si n sentido.
quiera de esa compulsión, aventurándose a exponer sus modelos -como al fin empie- A consecuencia de dicha superficialidad, la introducción metodológica, qna vez
za a reconocerse-, con tanto entusiasmo renovador como simplicidad y dogmatismo. expuesta, es del todo relegada, y el estudio propiamente dicho transcurre al margen
Nuestras páginas se llenaron de abordajes, parteaguas. paradigmas, rodeos y rupturas de toda referencia a aquélla. Si el apartado en cuestión se eli minara con tijeras. no
epistemológicos, modelos, superestructuras, coyunturas, y de una explosiva gama de dejaría cicatriz perceptible. Pero el problema no es tan simple. Mientras más mecáni-
·neos y de ismos. A la postre, muchos de estos recursos, lejos de explicar, o de ofrecer co y acritico sea el ejercicio de construir un marco teórico, más falta hará el aulénti<.:o
instrumentos para una construcción científica. se corwi11icron t"n impenetrah/es 1/W - análisis del sentido de la propia tarea. y de las h erram i ent a~ idóneas para la investi-
torrales de prosa -tomo la expresión de Stone- para consumo de unos cuantos inicia- gación en ciernes. Sería pues sorprendente si, de un lrabajo tan inadecuadamente
dos, prontos a abandonar tan elaborados montajes apenas surgiese un nuevo gurú planeado, resultase otra cosa que un relato histórico moldeado en los patrones más
cuyos pasos epistemológicos seguir. En consecuencia, la búsqueda de la claridad tradicionales. Muchos de los presentes hemos· asistido a ese fenómeno de disglosia
expositiva y explicativa se convil1ió en demérito. En faena meramente descriptiva. historiográfica al leer una tesis, o escuchando a un ponente. Sólo en casos muy ex-
falta de categorías teóricas. Es indudable que cada ciencia tiene sus paradigm25 teóri- cepcionales ocurre que, una vez eliminado aquel apénd ice instrumental, tal vez he-
cos, pero éstos no pueden ser trasladados mecánicwnente de una a otra, y menos aún ·cho a la fuerza para satisfacer los requisitos burocráticos de la academia, aparezca un
cabe aplicarlos, en bloque y sin filtros criticas, al estudio del pasado por una ciencia trabajo desarrollado con claridad y rigor.
como la nuestra, cuya función especifica es la de ex:u:;inar la peculiarich"j del pasado En otras ocasiones, los presupuestos teóricos fom1an parte del cuerpo mismo de
respecto del presente. un trabajo, en vez de quedarse en la superficie. En si misma, la práctica es encomia-
Queda por entero fuera de debate el beneficio experimentado por la historia de la ble; pero con frecuencia se ha incurrido en una práctica indebida: el instrumental
educación con los aires renovadores procedentes de las ciencias sociales, contacto metodológico, en lugar de orientar el sentido de una investigación, la vuelve redun-
que se debe mantener y ahondar, pero saneado. De entrada, ninguna de las ciencias dante. Esto llega a ocurrir cuando el historiador, en ve.z de poner a prueba sus supues-
sociales puede pretender que su propio modelo ha de ser absorbido por la historia y. tos teóricos mediante la propia pesquisa, se vale de las fuentes sólo para cortarlas a la
menos aún, por todos los campos de estudio de ésta. como si, no obstante su diversi- medida de su esquema previo, apriorístico. De ahí que el propio modelo haga super-
dad, tuviera que sujetarse a un paradigma único, <.:amo el de la economía o el de la flua a la investigación misma, pues el autor se limitó a exprimir a las fuentes para que
demostraran su concepto prev io, su prej uicio. En un congreso celebrado en Espaiía, tunos para esto @il~o. Un posible tema de estud io, o es virgen, o ha sido tratado por
hace tiempo, cuando una partici pante supo mi nacionalidad, me rogó que le enviara ~tros colegas con d1ve1'So grado de rigor y profundidad. Muchos autores, antes y hoy,
bibliografia reciente acerca de la uni versidad colonial. pues no se conseguía en su t1enden a proclamarse propietarios exclusivos de un territorio de la historia. A veces
país de origen. Ella tenía armado un trabajo sobre el rol del CUJTiculum, en tanto que incluso levantan poderosos muros para alejar a los merodeadores: si tienen cierta
instrumento de control político, en la universidad colon ial de México, pero mientras no influencia en los aparatos insti tucionales, son capaces de amena7..ar 0 bloquear al
contara con los datos empíricos, no podía publicarlo. 1\ mis manos han llegado yn dos presunto competidor. Muchos funcionarios de archivo esconden al usuario detenn ina-
versiones de dicho arliculo, a1x1recidns en medios de circulación intemacional. Un<1 vez dos lo~es ~ocumental~, lo: suyos... Todos hemos experimentado esas pequeñas y gran-
trasladado el esquema de la sociología educativa <1 la historia el c.~qucma se convierte des n11Scnas. Pero la h1stona -como la tic1Ta para los zapntistas- es del que la trabaja.
en una especie de lonnulurio burocrótico impreso, sobre el que basta con rellenar a Un historiador tiene derecho a internarse en el mismo terreno q ue otro colega,
mano los espacios en blanco. Resulta indiferente si estos se resolvieron consultando a cuando se ha convencido de contar con nuevas in fonnaciones lo sulicientc mentc
las fuentes mismas o tomando los datos del primer impreso llegado a las manos. relevantes como para obl igar a una reconsideración de lo dicho hasta entonces sobre
la materia. Más aún, si las nuevas evidencias inval idan algo que se tenía por bien
A lguna.\' propuestas sentado. O cuando cree conveniente explicar cierto asunto desde un marco más
¿De qué modo puede ser iltil la relkxión teórica a la práctica cotidiana del histo- ampl io. capaz de dar razón coherentemente de un mayor número de fenómenos cuya
riador? Ante todo, importa no confundir la med itación de carácter general que reali- interrelación no había sido advertida. Es necesario decirlo enfáticamente: no hay
zan los teóricos y filósofos de la historia acerca del carácter del hacer y el conocer temas agotados, hay enfoques de un tema que con el tiempo se agotan o ·se revelan
histórico en general, con aquella reflexión específica ele índole instrumental, suscep- muy limi tados. Incluso en campos de la historia donde las fuentes son de tipo serial,
tible de ayudarnos a redondear un proyecto especifico de estudio. En suma. se trata las interpretaciones de un mismo conjunto de cifras pueden divergi r, y esos debates
de no confundir la investigación, dijéramos básica, con la aplicada. La pregunta so- · son pan de cada día en el gremio. Dienvenidos pues, en todo momento Jos enfoques
bre si la historia como ral tiene un sujeto o carece de él. puede ayudarnos a ordenar renovadores, siempre que estén mínimamente fundados. En cam bio, un historiador
nuestras ideas de orden general, pero no es el caso de querer determinar qué o quién nc tiene derecho al plagio, perpetrado de buena o mala fe. No me detendré aquí a
está siendo el sujeto de la historia en cada investigación paiticular que nos propon- abundar sobre tan peliagudo contencioso. Por otra parte, y aunque siempre ocurren
gamos realizar. En otras palabras, no es el caso de transitar cándidamente de lo gene- casos de ignorancia inevitable, un historiador tampoco tiene derecho a desconocer si
ral a lo IX"uticular, ni a la inversa. Asimismo, conviene tener claro que el modelo no otros autores han arado antes esa misma tierra. Siendo inagotable la tarea por hacer,
ha de ser una osamenta rígida que predetermine los resu!lados de nuestra investiga- resu_lta lame~tablc _el espectáculo de colegas que reiteran un tema y un enfoque sólo
ción. En ese sentido, tiene gran importancia formativa -tanto o más que la lectura de por 1gnoranc1a supma de que antes ya alguien lo había tratado, y tal vez mejor.
los teóricos de la histor ia- el estudio atento de la producción historiográfica ele nues- Qu ien mete sus surcos en tierra arada, ha ele hacerlo pues con pleno conocimiento
tros colegas, sea en el campo educativo, sea en otros terrenos. Resulta provechoso de causa, y con propósitos claros y justificados. Además, si el predecesor ha avanza-
leer a los historiadores graneles y pequeños, no para calcar sus resultado~ y ahorrar- do en e~ conocimiento de la materia, es legit imo que se apoye críticamente en él,
nos nosotros m ismos el esfuerzo ele la investigación, sino para aprender de ellos el reconoc1endo la deuda, so pena de recomenzar siempre en todo y por todo desde
mester. En cada historiador, por modesto o malo que sea, podemos advci1 ir, como ::ero. No tomar como punto de pm1ida el repaso crítico ele lo avanzado hasta entonces
los cocineros que prueban los guisos de otros, los usos buenos y malos dei oficio. en torno a una cuestión histórica resu lta tan poco científico como si un especialista en
La lectura atenta de la historiografía no sólo es una fuente insospechada de suge- mecánica cuántica tuviera que empezar por el descubr imiento del átomo. Por des-
rencias para nuestro trabajo. Es también una obligación del historiador que aspira a gra~ia, semejante negligencia no es insólita entre nosotros. Si el predecesor vive y es
· ser prolcsional. El que estucliJ la educJción en el ¡x1sado debe conocer. al menos en posible entrar en contacto con él. siempre se tcndr<i en él a un lector atento y -por qué
ténninos generales, el estado de su ane. Sin olvidar que. a veces, en obras de amplio n?- puede convertirse en alguien con quien compartir alimes. El trabajo en equ ipo,
al iento como la Historia moderna de México, coordinada por Cosío Vi llegas. o Del b1en llevado, suele aportar mejores< f rutos que el realizado en el aislamiento. Si, en
antiguo régimen a la revolución, de F.X. Guerra llega uno a encontrar una mejor cambio, el antecesor se siente agraviado, el debate entre colegas puede resultar sa lu-
exposición del sentido ele la educación porfirista, que no en muchas obras especiali- dable. revitalizando a Clío.
zadas en nuestro tema. Una vez que historiador se propuso investigar un asunto es- Una vez que el historiador ha prefigurado su campo de interés y se halla al co-
pecífico, ha de estar al día sobre lo escrito en torno a ese punto y, de ser posible, rriente de lo avanzado por otros estudiosos de la materia, le será conveniente valorar
conocer también lo que se encuentra en proceso. L os congresos resultan muy opor- qué tan lejos puede llegar en su tarea, habida cuenta de su estado actual de fomla-
ción. Si desconoce palmariamente la astronomía, o la patrística, o las matemáticas y
la estadístic¡:¡, ha de medir qué posibilidades tiene para superar con relativa rapidez retos que impone el trato diario con unos jóvenes formados en condiciones distintas a
esas deficiencias en caso de que pretenda estudiar la ensei'íanza de la astronomía en las nuestras, y con otras preocupaciones y expectati vas. Es, por lo mismo, un exce-
su país, o las ideas pedagógicas de San Agustín, o procure analizar las finanzas y la lente laboratorio donde poner a pnreba nuestros avances de investigación. Y resulta,
población escolar de una institución educativa. No parece saludable comenzar en por último, un mecanismo indispensable para avanzar hacia la consolidación institu-
blanco cada una de nuestras investigaciones, a riesgo de que la vida se nos vaya en cional de nuestro campo de estudio. L;as comunidades académicas que no se renue-
los preparativos. Quien tenga oportunidad de dirigir una tesis y no cuide ese aspecto van generacionalmente, envejecen y mueren a una con sus altaneros miembros.
capital al presentársele un candidato sin cxperienci<l, puede malograr la realización Queda, por fin, el tema capital de las fuentes. ¿Hay que seleccionar el tema de in-.
de la investigación planeada, y hasta de una vocación para la historia. No conviene vestigación y, a continuación, buscar las fuentes, o es más prudente que ellas nos
pues estimular a que escriba una tesis sobre la enseñanza en la epoca prehispánica a sugieran la investigación? Por propia experiencia y la de colegas cercanos, ninguno
un desconocedor siquiera de los rudimentos de la lengua autóctona en la zona por de los dos extremos se debe asumir de fonna excluyente. Uno no puede llegar al
estudiar. Parece más viable esperar buenos resultados de alguien que se proponga archivo sin idea previa alguna, en espera de que el acervo lo ilumine graciosamente
estudiar la introducción de la anatomía clínica en las aulas de una universidad si ya con un tema. No obstante, a veces, y sin buscarlo específicamente, un archivo nos
tiene formación médica, ef'\ vez de partir como neófito en la materia. Tampoco resul- obsequia un documento o una serie que pone en nuestras manos el material para un
ta prudente inducir el desarrollo de un tema, por ejemplo la historia de la docencia hermoso ar1ículo, y aun para un libro. En tales ocasiones, más que un obsequio, sen-
medieval, si en ese país se carece, no sólo de archivos, sino también de la indispen- timos que el archivo nos impuso la obligación de trabajar esa pieza excepcional. Sin ·
sable infraestructura en fuen tes impresas, bibliografía y material de consulta. Peor embargo, no todo fue azar. Ese mismo documento pudo haber pasado antes por cin-
aún si el candidato no domina el latín. cuenta pares de manos, sin que a nadie sugiriera nada específico.
Por otra parte, aquel joven o viejo que emprenda una investigación histórica ten- El extremo opuesto, el de echar a andar un plan de investigación sin haber mi ra-
drá, en principio, rn~jores condiciones para desarrollarl::~ si se vincula de cualquier do, al menos superficialmente, lo que los archi vos disponibles pueden dar de sí, re-
fonna a una institución académica afín a su área. Ahorrará un tiempo precioso. que sulta temerario. En numerosos acervos italianos se conservan libros de .fumilia, es
hubiera debido invertir en realizar pesquisas a ciegas, por ignorancia de cómo y a decir, manuscritos que pasaban de jefe a jefe de f.:1mi lia, durante gen~raciones, y en
quién dirigirse en busca de información. Asimismo, podrá gozar del aviso de colegac; ellos se consignaban diversas noticias relativas a los miembros del clan, a medida
más experimentados. Quien se integre a una comunidad de especialistas en su cam- que iban ocurriendo. El estudio. de ese conjunto de sagas ha sido visto como un ri-
po, siempre correrá el riesgo de sufrir una excesiva burocratización, de ser víctima de quísimo venero de toda clase de infonnaciones sobre la sociedad que los produjo, y
celos profesionales y de anqu ilosamiento intelectual; con todo, las ventajas del inter- existe al menos una publicación periódica ded icada al asunto. Si alguien se propusie-
cambio de ideas y experiencias que tales medios propician, resultan insustituibles. ra hacer otro tanto en México o en Argentina, más le valdrá primero informarse so-
Sobre todo, cuando se aspira a llevar la historia, del esfuerzo aislado de un amateur bre la existencia o no de la misma costumbre en su país, y sobre .la posibilidad de
de archivos a la confi·ontación que resulta del intercambio con colegas y al trabajo en tener acceso fluido a tales documentos, so riesgo de fracasar rotundamente. Con
equipo; y de ahí, a fonnas de institucionalización que propicien la circulación de los todo, si algu ien se sintiera íntimamente movido a emprender semejante estudio, po-
resultados en los circuitos profesionales nacionales e internacionales. La divu lgación dría dar con la pista de documen_tos análogos, utilizables para el rnismo propósito.
histórica, encargada propalar el saber histórico más allá del campo restringido de los Por ejemplo, si decide concretarse a la época virreina!, contará con las relaciones de
especialistas, se convierte en una tarea eficaz, y no en mera reiteración de lugares méritos que innumerables personas, de la más diversa condición; enviaban al Conse-
comunes, si deriva ante todo de un conocimiento actualizado de las nuevas investi- jo de Indias. hoy conservadas en Sevilla. Y si éstas le resultan demasiado formales y
gaciones. Cuando un país produce divulgación antes que investigación en cualquier estereotipadas, el mismo archivo cuenta con mi llares de cartas familiares que los
campo del saber, es porque está inmerso en la rutina intelectual. Está vulgarizando su mismos individuos enviaban a sus parientes ultramarinos, dando cuenta de activida-
saber, no divulgándolo. Sólo donde se produce con amplitud investigación especial i- des, preocupaciones. intereses, creencias, _educación, etc. Una muestra generosa de
zada, la divulgación, que de ella depende, puede alcanzar niveles de calidad. esas fuentes fue editada recientemente por Enrique Otte. Como señalaba hace poco
En la Edad media, todo aquel que se graduaba tenía obligación de enseñar a otros Dominrque Julia, siempre es factible encontrar las fuentes necesarias, si se las busca
estudiantes un tiempo equivalente al invertido por sus maestros en enseñarlo. Se con pasión y paciencia.
entendía como una obligación de carácter gremial. Sin duda. ese deber para con la En última instancia, pues, el h~storiador sagaz crea sus documentos, en el sentido
comunidad en que nos movemos, alin resulta vigente. Además, la docencia de nues- de que los define y localiza. Porque. como ya dijimos al hablar de los antecedentes y
tra disciplina, con ser casi siempre tan poco estimulantes las condiciones laborales, es de las consecuencias, tampoco existen documentos per se. Uno les da el carácter de
una sana presión para actualizar periódicamente nuestra formación, a causa de los tales en función de un cuestionario previamente perfilado. Un cuestionario que ha de
ser lo suficientemente preciso como para pennitir salvarnos de la dispersión t~tal en nos a acumular todo lo que pudiera relacionarse con la educación durante el período.
un mar de documentos que, a cunl más, cncontmmos interesantes. Y tambtén 1~ Los documentos a explorar pueden seguir siendo numcrosísimos, sin embargo, ahora
suficientemente flexible para que en electo guíe una investigación abietta a las revi- se los va eligiendo y depurando en función de un criterio rector, y no de forma alea-
siones que los resultados previos van por fuerza imponiendo sob~e la marc?a. Pero, toria y como mera acumulación de papeles a repasar. Además, permite configurar
·cómo crear ese cuestionario-oruía? Aquí, de forma patente, es válido el refran el que una jerarquía y un orden intemo en los asuntos a investigar y exponer: el guión ya no
~wcho abarca. poco aprieta. 'Ante todo, no conviene que un pri ncipiante se embar- es impuesto por el volumen de los documentos peinados sino que es diseñado por el
ue en un tema que, por su extensión y complejidad, haría retroceder cm~ cautela a historiador en razón de los requerimientos intcmos de su objeto y de la forma como
~n historiador maduro. Como en todo, también aquí existen las excepctones: hay planeó enfocarlo. Por ello mismo, el autor deja de verse precisado a tratar todos los
brillantes trabajos que sólo fueron emprendidos gracias a la temerida~ de quien no elementos con la misma extensión y otorgando a todos análoga imp01iancia, como si
. medía los riesgos. La audacia y la necedad comparten a ratos el cammo, ~er~ rara se tratara de un esquemático mnnunl escolar. Sólo los aspectos en verdad relevantes
vez llegan a donde mismo. Y dado que las exc.epciones no a.bundan, es meJor. tr ga- para situar y explicar su problema reciben un tratamiento intensivo. mientras los
nando el dominio del oficio a partir de traba_¡os cuyas vanables y ~ventu~llda.d~ otros van pasando a un segundo o tercer plano. Así, partiendo de un asunto muy
estén medianamente bajo control. En historia, la madurez suele ventr del .e!erc1c~o concreto, se puede aspirar a construir un pequeño universo con todos aquellos aspec-
constante, y es dificil que aun el más talentoso aporte resultados en verdad soll~os. s~n tos r¡ue ayudan a verlo en el marco político social, económico y cultural que lo hizo
un aprendizaje paciente del oficio. Aun aquellos hi.storia~ore~.que d_esd~ ~n pnnc~p~o posible, y en relación con los cuales el fenómeno, una vez surgido, se desarrolló y se
tuvieron idea clara de cuál sería su gran tema de mvesllgacton, mas factlmente 1ran consolidó. o bien entró en decadencia y desapareció. Por el contrario, tratar desverte-
llegando a él a través de pasos sucesivos. O~ lo contrario. ~ies~an a ofrecer una bradamcntc y sin verdadero hilo conductor una vasta materia, nos expone a un desi-
hermosa fruta, pero verde. A menos que qu1eran esperar d1ez anos para dar a las gual acopio de los materiales más heterogéneos, que se nrrojan sin más al perol de un
prensas las primeras líneas de un magno proyecto. . . . libro o de una tesis. El resultado,)ejos de consistir en una totalidad, en una integrada
. Qué tema elegir? En literatura, la mejor de las h1stonas puede ser arrumada por visión de co1~unto, llega a ser un indigesto potaje parte de cuyos ingredientes están
un ~rosista inexperto o incompetente; en cambio, el ~sunto más banal, tr~tad~ ~on crudos, al lado de otros, sobrados de calor.
talento, puede resultar una obra maestra. Algo parec1do sucede con la h1stona. el Por todo lo dicho, considero que el modelo en el campo de la historia se ha de
tema no hace al historiador, sino la mejor o peor forma de desarrollarlo. No hay .te- construir en cada caso, en función del aspecto específico elegido para su estudio, y
mas humildes y temas sublimes -que lo diga el autor de El queso?' los gusanos-, smo para cuya conformación se pone en juego todo el bagaje cultural del autor. Ese pro-
tratamientos deplorables, pobres, satisfactorios, inteligentes o bnllantes. de un deter- blema particular actuará, a lo largo de la investigación. como principio que vertebra y
minado objeto de estudio. Siempre será mejor histo.riador aquél capaz oe unos cuan- jerarquiza todos los elementos en juego, a la vez que descarta los superfluos. De ahí
tos artículos bien pensados y desarrollados, y no qUien emprende un magno p:oye~to la importancia capital de su adecuado planteamiento. Cuando tales reflexiones pre-
para gastar la vida en no escribirlo; o que, si al fin.lo da a 1~ resulta con mas bnllo vias pueden guiar la lectura y el análisis del producto final, conviene definirlas en las
que oro. En mi opinión, antes que un tema conv1e.ne eleg1r ~n ~roblema. El_tema págmas introductorias, siempre en función del objetivo perseguido al realizar la in-
puede ser en exceso amplio, y contar con tant~ anstas que ~tfic1lment.e podnam~s vestigación, dejando para los teóricos de la historia o de las ciencias sociales las
tratar de cada una de ellas con la debida solvenc1a. Puede obhgar, ademas, al maneJO conc.lus1ones que definitivamente sobrepasan el marco concreto de la investigación
de un ingente y heterogéneo volumen de fuentes y de estudios previo~. ?cuparse de realizada. A lo más, conviene sugerir esos planos de orden más general, sin pretender
La educación en México durante la gestión presidencial ~e Manue~ Avda Camacho que derivaron mecánicamente de ella.
obliga a tratar de ella en sus tres niveles: primario, med10 y su.p~nor, .~ tanto de 1~
rural como la urbana; a hablar de política gubemamental, admt~1strac1on, finanzas, Historiar, para qué?
del mundo de los profesores y el de los educandos; de lo~ confl.lcto.s~ de lo~ actor~s Una reflexión final. Ninguno de nosotros se metió neutra y desinteresadamente al
en el gobierno, en la iglesia y en la sociedad; de los contemdos ctenttflcos e Ideológi- ofo•::c de historiador. Más allá de los requerimientos de carácter profesional que la
cos, etc. Esto, para no hablar del marco histórico y político. .. . .. discipl ina nos exige. y a los que me he referido durante estas reflexiones, están nues-
En c<o~mbio, estudiar, P?r ejemplo, El desm~nfelamiento de la ~duc~c1011 socialiS- tros intereses personales, y aquellos derivados de las formas como nos vamos vincu-
ta durante el periodo de Avila Camacho perm1te abordar esos m1smo... aspectos qu.e lando con nuestra sociedad. De ahí que. si escribimos sobre el pasado. sea, en última
arriba se enunciaron indistintamente, en función de una cuestión nuclear. Esta penn_t- instancia, en función del interés que tenemos por el presente, y por el futuro mediato
te, antes que abarcar, enfocur. De entrada, ayuda a definir cuáles son las fuentes .mas e inmcdinto. En tanto que fabricantes de un discurso histórico no podemos ser, ni
relevantes y cuáles secundarias en función de ese objetivo central, en vez de obligar- conviene que lo pretendamos, ideológicamente neutros. ·En consecuencia, se hace
P-tRA TRANSITAR EL XIX EDUCATIVO Y PEDAGOG1CO LATINOAMERICA NO
cada vez con mayor insistencia la pregunta sobre si el discurso <.lel histo~ia.dor es un Claudia Lozano Seijas
mero· ejercicio retórico, análogo al del político en la palestra o al de un mm1stro en la Universidad Barcelona/España
iglesia, o si puede aspirar a una forma de objetividad científica. .
El tratamiento del problema podria ocuparnos otro tanto del uempo e1~1ple<1do Mi intervención en este panel se limitará a hablarles de generalidades. Creo que
hasta ahora, 0 más. Al hacer historia, estamos intentando anali~r una reahda~ del en una dinámica como la de las sesiones plenarias cuya finalidad, entre otras, es que
pasado, ese cambio que el tiempo trae, llevándose unas cosas, de!and~ otras e mtro- nos veamos, nos conozcamos, intercambiemos experiencias, informaciones, etc.,
duciendo nuevos actores. Ese ejercicio intelectual se basa en te:.umon1os del pasado sería interesante introducir temas generales. Es decir, convertimos por un momento
que analizamos para establecer su calidad de pruebas. Pruebas que, bien expuestas ~ en especialistas de gener::!idades. Yo les quiero hablar del XIX latinoamericano o
fundamentadas, valen tanto para uno como para otros, y que, a la luz de nue.va ~v.l­ hispanoamericano, en líneas generales, retomando una visión continental, unas líneas
dencia, pueden darse por insuficientes o caducas, para mí y para otros. Ese eJe~CICIO de interpretación global de la historia de la educación americana.
permanente de análisis, de acopio de nuevas evidencias y de ensayo. de _nuevas mter- Creo que es ineludible que los docentes investigadores nos dediquemos efecti-
pretacion~s. puede pues aceptarse sin escrúpulos como una t~rea c¡enttfica. Y en la vamente a temas monográficos, asl se trabaja en historia. Pero es también convenien-
medida que la ciencia aspira a deslindar, antes que a con·~undu·, resulta poco condu- te que trabajemos con teorías, con hipótesis de trabajo, con visiones giobales que, en
cente que el historiador se confunda con el político o con el ~lérigo. . . cualquier momento, evidentemente, van a ser sustituidas por la aportación de trabajos
Nuestra tarea como ciudadanos es la de buscar una soc1edad menos 111Jl1Sta, por monográficos y específicos.
los medios que juzguemos más conducentes; pero no podemos confundir la cons- El XlX educativo y pedagógico latinoamericano, es sin duda el desarrollo de los
trucción histórica con la militancia ¡:olítica. Como historiadores tampoco tenemos ideales de la Ilustración, con muchísimas dificultades, con anclajes diferentes, con
derecho a erigimos en jueces que condenan o perdonan y reivindican a .un pasado por periodizaciones diferentes, con coyunturas diferentes. Es decir, organizar en Améri-
el que ya no podemos hacer otra cosa que intentar desentrañar y explicar. Podemos ca, esa América que Hegel no incluyó en sus estudios sobre el Espíritu de la Filosofía
ser actores y jueces en el pre:;ente, no en ese reino de sombras que es el ay:r. Tilln- de la Historia Universal, porque como saben ustedes, Hegel se limitó a hablar del
poco nos corresponde ser profetas, basta con q~e expongamos .las conclus1o?es d: monólogo de América como el monólogo de Europa, refiriéndose a los nacientes
nuestro análisis a la reflexión de lm: restantes mtembros de la tnbu, ellos veran que Estados Unidos de Norteamérica, olvidándose del resto de América.
uso darles más allá del terreno estricto de la historia. Contribuir, en tanto que analis- De manera que la organización de la salvación por el conocimiento y, por tanto,
tas rigurosos a la explicaclon del cambio en el seno de una socie?a~, es ya una forma la organización de la emancipación espiritual, con un enorme cantidad de matices, es
de colaborar a su mejór funcionamiento. Entremezclar demagog1camente los cam- decir, desde la negación de lo colonial -fundamentalmente, de lo educativo del An-
pos, sólo contribuye, en cambio a introducir en su seno mayor c.onfusión.. . cien Régime colonial-, la organización de la libertad en una sociedad que no era, y
Por lo tanto, el reto del historiador hoy y en el umbral del s1glo que v1ene consis- que no !v será hasta muy tardíamente, una soci:!dad industrial, la organización y la
te, a mi modo de ver, en el esfuerzo para que nuestro quehacer no sea meno~ca?ado emergencia de la razón republicana -de la cual hablará con muchísimo más conoci-
por la tiran la de las fuentes, pero tampoco por la de los modelos. En el aprend l.zaJe d.e miento ei profesor Lasheras a propósito de la empresa de Simón Rodríguez- se tejie-
esa pericia, fruto del ejercicio continuado, que nos cnseiia a luchar en cada mvest~­ ron como i(;eas fuerza en el proyecto de fundar la nacionalidad y la ciudadanía. En
gadón contra los lastres de un empirismo ramplón y contra los ex:esos de un teor~­ este proceso, que es un proceso central de moc.iemización en todas nuestras socieda-
cismo abrumador. En evitar las vaguedades de un manual que es solo suma de refn- des y, fundamentalmente de nuestras sociedades periféricas -entre l::s que desde
tos y de lugares comunes, pero también en rehuir esa h.it~:respecial~zación que nos lueg<' cabe incluir España-, yo creo que la conceptualización de los procesos educa-
condena a saber mucho de poco, privándonos de toda v1s1on de cOnJunto. En suma, !:vos americanos está atravesada por una serie de indicacl•xes, entre los cuales cabe
tenemos el reto de aprender a decantar nuestro objeto de estudio, nuestro ~ro~lema, Y considerar los que enuncio seguidamente.
a situarlo y explicarlo coherentemente en el marco de la socieda~l que le d1o vtda. Desde luego, los proc~os de escolarización, que son muy tardíos, -lo propio de
nuestros países ha sido tener unos modelos escolarizan:~ muy tempranos y uniJS
procesos de industrialización económica muy tardía-, incl:.~so el propio desarrollo de
los procesos de escolarizal:ión, lo que algún pensador llamará la implantnción del
reino de la escuelc., llegará a nuestros países muy lentr :nente, mediada el siglo y,
desde luego, en la segunda mitad del siglo X!X.

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