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DESARROLLO HISTÓRICO DEL CONFLICTO ARMADO INTERNO COLOMBIANO1

“LA VIOLENCIA”
“La Violencia” es considerada como una guerra civil entre liberales y conservadores entre 1948 y
19582, exacerbada por el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948,
con la reacción popular inmediata conocida como “El Bogotazo” en las calles de la Capital de la
República, que se extiende a las demás regiones del país, desde los límites del departamento del
Choco hasta la frontera con Venezuela, y desde el sur de departamentos como Córdoba, Bolívar y
los Santanderes, hasta el norte de los departamentos del Meta, Huila y el Departamento del Cauca
(incluido el territorio del Municipio del Santander de Quilichao), desencadenando el
enfrentamiento directo entre los partidos.

El gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez (1946-1950) entró realizando una depuración
de las autoridades castrenses, y en especial de la policía conformada en su totalidad por liberales,
enviando destacamentos de nuevos policías a las regiones, éstos conocidos como “Chulavitas”
(Colombia Viva, 2002: 201) fueron los causantes de las peores escenas de barbarie y crueldad que
cuenta la historia colombiana, incluyendo el extraer bebes de los vientres de sus madres para que
murieran ante la impotencia de las familias o el llamado “corte franela” que implicaba un corte en
la garganta de las personas para sacar por allí sus lenguas.

Dos años después del “Bogotazo”, para los comicios presidenciales los liberales declaran la
abstención electoral, y Laureano Gómez sale elegido como presidente de la República en
representación del Partido Conservador sin contrincante alguno, con un carácter autoritario y el
acoso a la oposición liberal implantó un régimen aún más dictatorial. “Con la elección a la
presidencia de Laureano Gómez, sin opositores, en 1950, el proyecto de régimen conservador
tomó tintes decididamente fascistas;” (Caballero, 2002: 22) y en consecuencia, se fortalece la
respuesta del liberalismo, organizado en guerrillas (Colombia Viva, 2002: 200).

EL FRENTE NACIONAL
En el año de 1957 “La Violencia” es reducida por el Estado mediante la firma del pacto político de
compartir el poder entre los partidos tradicionales liberal y conservador (acuerdo ratificado
mediante plebiscito nacional con más de cuatro millones de votos a favor y trescientos mil en
contra) en mandatos de cuatro años en la Presidencia de la República, con una representación del
50 % para cada partido en cada una de las ramas del Estado: Rama Ejecutiva, Rama Judicial,
Rama Legislativa y de igual forma a nivel local. (Chernick. Leal, 1999: 8)

El 7 de agosto de 1958 la Junta Militar que precedió al General Gustavo Rojas Pinilla entregó el
gobierno al presidente nombrado Alberto Lleras Camargo (liberal), excluyendo totalmente a los
demás partidos de la arena política del país.

“El Frente Nacional fue algo positivo. Lo que se le critica fue su prolongación innecesaria.
(…) Fue ideado como una especie de camisa de fuerza entre los dos partidos tradicionales
para que ninguno tomara ventaja sobre el otro (…) Tuvo como limitación el hecho de que

1
Recopilación de segmentos del trabajo de grado para obtener el título de politólogo - Robert Fabián Martínez
García. Diciembre de 2005.
2
Según el Informe Nacional de Desarrollo Humano 2003. (1946 – 1965) “aunque algunos autores difieren de ambas
fechas”. (Informe Nacional de Desarrollo Humano 2003: 25).
no se pensó en terceras posibilidades, en terceros partidos y movimientos” (Tirado, 1990:
62).

Como pacto político logro controlar gran parte de los seguidores de los partidos políticos
tradicionales, liberal y conservador, siendo ineficiente para generar la desmovilización de algunos
grupos armados en comunidades para las cuales el arreglo realizado por los líderes de los partidos
no fue suficiente. A partir de aquel momento se empieza a tejer la siguiente fase de la violencia
política colombiana, hasta mediados de los años sesentas, como un conflicto de baja densidad
entre fuerzas guerrilleras y el gobierno nacional.

“En ambas décadas, la violencia se difundió debido a una confluencia de condiciones


estructurales, institucionales y sociales que inflamaron las hostilidades sociales, acentuaron
las inequidades y estimularon el derramamiento de sangre y el no compromiso o la
reforma” (Chernick. Leal, 1999: 9).

ANTECEDENTES REVOLUCIONARIOS
La paz a las regiones nunca llegó (en especial a las zonas de colonización), y en coincidencia con
la influencia de la Revolución Cubana se inició la nueva opción revolucionaria, estimulada
además por las diferentes bonanzas licitas e ilícitas como la cafetera, la bananera, la petrolera o la
del contrabando y la cocaína. En este contexto, la crisis por la ausencia del Estado genero duros
enfrentamientos, masacres, desplazamientos masivos, y los grandes cordones de miseria en la
periferia de las principales ciudades del país, Ciudad Bolívar en Santafé de Bogotá, Siloe en
Santiago de Cali, y las partes altas de las comunas del Valle de Aburra (Medellín), entre otros.
Los diversos frentes guerrilleros de la época se empezaron a ver enfrentados a la fuerza pública y
su desbordada autonomía frente a los poderes políticos, y a una gran variedad de actores armados
organizados, conformados y financiados por los diferentes, caciques políticos, terratenientes,
esmeralderos, narcotraficantes, etc. agrupados en escuadrones paramilitares locales.

Un conflicto con raíces históricas, de índole bipartidista para los años 40s y 50s, transformado y
prolongado de manera irregular a la confrontación guerrillas Vs. Estado hasta los años 80s,
transmutado hacia una nueva dinámica de enfrentamientos armados en la lucha por el poder, sin
perder su esencia de confrontación Estado Vs. Insurgencia, aunque los grupos de autodefensas
hubieran crecido potencialmente, en forma casi paralela a la guerrilla, para los años 90s. “Un
periodo de violencia dio lugar a otro, casi sin tregua, y sin que se supere el conflicto inicial. Los
actores de la violencia se transformaron; los motivos se redefinieron” (Chernick. Leal, 1999: 20).

A partir de los años 90s una confrontación armada en la cual el mayor combustible ha sido el
narcotráfico, sin que los grupos armados organizados abandonaran otras fuentes de financiación
como el secuestro y las extorsiones 3, “las bonanzas de la coca y la heroína han alternado los
recursos, las alianzas, las relaciones sociales tanto de la guerrilla como de las Fuerzas Armadas 4”
(Chernick. Leal, 1999: 29), complicando las aspiraciones insurgentes de izquierda, además de la
represión por parte del Estado, con sus agentes y los grupos armados organizados de extrema
3
El ELN particularmente, mantuvo una posición más estricta distante del narcotráfico como fuente de financiación,
optando por acosar a las compañías explotadoras de recursos energéticos como el petróleo y el carbón, para obtener
sus recursos económicos.
4
En este caso el termino Fuerzas Armadas, utilizado por el autor, hace referencia a la Fuerza Pública y no a la
totalidad de los grupos armados partes del conflicto según los conceptos empleados para este trabajo fundamentados
en el DIH, en las próximas páginas.
derecha dedicados al trabajo sucio; “Pero las raíces de la violencia contemporánea son mucho más
profundas que la bonanza actual de la droga: (…) El Narcotráfico, puede haber elevado y
acelerado la violencia, pero no la causó”. (Chernick. Leal, 1999: 30)

¿CONFLICTO ARMADO INTERNO O GUERRA CIVIL?


En términos del internacionalista Eduardo Pizarro Leongómez, hoy en día se trata “de una
confrontación armada interna en tránsito hacia un conflicto regional complejo.” Para el autor, el
caso colombiano encaja hasta el momento en la definición ya citada de Steven David de conflicto
interno como “una confrontación violenta cuyos orígenes echan raíz esencialmente en factores
domésticos más que en factores ligados al sistema internacional, y en el cual la violencia armada
transcurre esencialmente en los límites de un solo Estado.” (Pizarro, 2004: 46)

El conflicto armado colombiano se ubica en la modalidad de guerra no convencional, como guerra


de guerrillas, fundamentada en pequeñas unidades que utilizan “la táctica de golpear y correr, el
sigilo, los ataques intermitentes y las emboscadas (…) ni amplias divisiones de tanques, ni uso de
artillería pesada, ni largas batallas de desgaste”. (Pizarro, 2004: 47) Además, Pizarro confirma la
posición de diversos autores que encuentran los orígenes del conflicto armado interno colombiano
en el plano ideológico y no en razones, religiosas, étnicas, por territorio per se, o de lengua, a
pesar de que en el país se hablen alrededor de ochenta (80) lenguas y dialectos. (Pizarro, 2004: 47)

“Un análisis anterior de la violencia manifiesta que los colombianos se hicieron a las armas
porque a muchos se les negaban los canales de participación más allá del clientelismo que
existía en el liberalismo y el conservatismo”. (Chernick. Leal, 1999: 22)

Después de todo, son diversos los analistas y académicos reseñando la época de “La Violencia”
partidista entre liberales y conservadores como el punto de partida, y aun esencia, de la
problemática colombiana, pero en este momento, no como el enfrentamiento directo entre los
partidos tradicionales, sino como las elites incapaces de prevenir y resolver lo integral, la
participación política, la fragmentación de la clase dirigente, e incluso del movimiento popular; un
Estado difuso e ineficaz.

Aun cuando ha existido una democracia formal, sólida, estable y hasta pluralista en teoría, la falta
de perspectivas y carencia de sentido por lo público de la clase dirigente han ocasionado la gran
debilidad, y ausencia en muchas regiones del país del aparato Estatal; históricamente débil, en
algunas regiones la presencia se ha reducido al “intento del Estado de afirmar periódicamente su
autoridad militar” (Chernick. Leal, 1999: 22) en áreas geográficas de importancia y en disputa por
los grupos armados organizados por fuera de los parámetros establecidos por éste.

Despejando las dudas, sobre el por qué el conflicto armado interno colombiano no es una guerra
civil, entendida como “un enfrentamiento entre dos o más segmentos de la población, claramente
identificables en razón de su raza, religión, cultura, región, clase social o ideológica; en nuestro
país no estamos viviendo ni una confrontación bipolar, como ocurriera en el Salvador (…), ni una
multipolar como en Bosnia-Herzegovina, con un duro enfrentamiento entre las comunidades”
(Pizarro, 2004: 61); fundamentado en las encuestas y sondeos de los últimos diez años, Pizarro
concluye el poco y casi nulo apoyo tanto a los grupos insurgentes como a los grupos paramilitares
por parte de la población civil (Pizarro, 2004: 60). Un ejemplo de polarización de una sociedad
puede ser el caso venezolano en donde la población se encuentra hondamente dividida en dos
polos, aun cuando, sin desarrollar enfrentamientos armados, al parecer irreconciliables. (Pizarro,
2004: 61)

En Colombia, “la violencia política gira alrededor del control territorial y la competencia sobre
pequeñas porciones de geografía política, una finca, un barrio, un municipio o una región, entre
los diversos actores armados. La metodología de esta competencia es poner en el blanco a la
población civil” (Chernick. Leal, 1999: 7), un choque de múltiples partes en conflicto, en algunas
ocasiones con menos intensidad 5, pero todas contra todas, guerrillas – fuerza pública, guerrillas –
paramilitares, fuerza pública – paramilitares. “La antigua dinámica de la insurgencia izquierdista
que se dirigía contra el Estado ha dado paso con más frecuencia a un choque de múltiples actores
que rivalizan por el control estratégico de territorios locales”. (Chernick. Leal, 1999: 7)

LAS PARTES EN CONFLICTO O FUERZAS ARMADAS Y SUS


CARACTERÍSTICAS
Para efectos de la investigación se entenderá a las partes en conflicto como los grupos portadores
de medios físicos para el ejercicio directo de la violencia y la utilización de estrategias de guerra
en la búsqueda del cumplimiento de unos objetivos trazados, el término “designa las entidades y
no estatales que participan, ya sea formalmente o de hecho en un conflicto armado determinado”
(Verri, 1998: 81); con unas características particulares en cuanto a su origen, evolución, ideología,
forma de proceder y estratagemas de guerra, planteados de acuerdo a su objetivo.

A la luz del Derecho Internacional Humanitario las Fuerzas Armadas, “…se componen de todas
las fuerzas, grupos y unidades armados y organizados colocados bajo un mando responsable de la
conducta de sus subordinados ante esa parte, aun cuando ésta esté representada por un gobierno o
por una autoridad no reconocidos por una parte adversa. Tales fuerzas armadas deberán estar
sometidas a un régimen de disciplina interna que haga cumplir, ínter alía, las normas del derecho
internacional aplicables a los conflictos armados”. Protocolo I Sección II – Estatuto de
Combatiente y de Prisionero de Guerra, Artículo 43. Fuerzas Armadas. (Protocolos Adicionales a
los Cuatro Convenios de Ginebra…, 1986: 31)

En el caso colombiano, las partes en conflicto son: La Fuerza Pública, agrupando a todas las
autoridades castrenses que conforman el aparato estatal como sus representantes, una vez que
todas las instituciones de seguridad nacional reenfocaron su posición frente a la situación de
conflicto armado interno con labores en algunos casos de patrullaje, como de inteligencia; las
guerrillas; y las autodefensas.

LA FUERZA PÚBLICA
Según la Constitución Política de la República de Colombia de 1991; Capítulo Séptimo; de la
Fuerza Pública; (Artículo 216) “estará integrada en forma exclusiva por las Fuerzas Militares y la
Policía Nacional.” A su vez, el Artículo 217 dice: “La Nación tendrá para su defensa unas Fuerzas
Militares permanentes constituidas por el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea”. (Constitución
Política de la República de Colombia, 1992: 79)

5
Menos intensidad por ejemplo entre Fuerza Pública y paramilitares que tienen objetivos en común, someter a las
guerrillas, pero que igual no pueden dejar de enfrentarse, por lo menos ante la opinión pública y la comunidad
internacional. En ese sentido, no deja de ser llamativo como incluso entre los mismos grupos insurgentes han llegado
a tener disputas territoriales con enfrentamientos armados prolongados.
La Policía Nacional, fundada para el año de 1891 como una organización de carácter civil, que
entre sus funciones de vigilancia tiene las destinadas a garantizar las “condiciones necesarias para
el ejercicio de los derechos y libertades públicas, y asegurar que los habitantes de Colombia
convivan en paz” (Constitución Política…, 1992: 80), desde sus inicios ha estado relacionada
directamente con la situación de alteración del orden público que ha vivido el país; involucrada en
forma partidaria para la época de “La Violencia” como “Chulavitas” en penosos incidentes de
terror de Estado y violación de derechos humanos, para los últimos años, más profesionalizada,
mejor capacitada en las normas nacionales, de Derecho Humanitario y de Derechos Humanos,
observarse cada vez más envuelta en el conflicto armado.

Los entrenamientos y operativos de la Policía Nacional en Colombia cada vez más van dirigidos al
enfrentamiento directo con los grupos armados organizados, incluso con la conformación de
grupos especiales de contraguerrilla, pero a su vez, con un poco más de aceptación por parte de
los habitantes de las pequeñas poblaciones, que después de años de vivir en medio del conflicto
consideran preferible la presencia de la institución, siendo incluso solicitada 6.

Sin un número relevante de quejas por violaciones al Derecho Humanitario por parte de la Policía,
en su participación en el conflicto armado la violación más frecuente al DIH en que incurre como
institución en todo el país, es la instalación de trincheras en medio de las poblaciones, cuando en
una situación de conflicto armado interno como el colombiano, puede ser interpretado como el
aprovechamiento de la presencia de la población civil para intentar restringir o disminuir la
intensidad de las hostilidad del enemigo en su contra.
De otro lado, el Ejército apoyado e impulsado por la doctrina de “Seguridad Nacional” 7 como
consecuencia de la Guerra Fría, con una gran autonomía política, incluso después de prohibida la
participación partidaria8 a los integrantes de las instituciones castrenses, antes de aprovecharla
mostró desastrosos resultados, como la ausencia de políticas y estrategias claramente definidas y
contundentes en el cumplimiento de su misión; la corrupción, politización y las permanentes
violaciones de los derechos humanos y el Derecho Humanitario fueron las constantes para crear
un ambiente de inestabilidad y falta de eficacia. (Chernick. Leal, 1999: 125-126)

Esta autonomía y la posición relativa a un “enemigo interior” latente en todos los operativos,
estrategias y pensamientos militares, denominando a los insurgentes como facinerosos,
6
Claro está que la relación entre las comunidades y la fuerza pública no ha variado en lo concerniente a cercanía,
intimidad o familiaridad, es decir, que cuando las comunidades realizan la exigencia sobre el control del orden por
parte de las autoridades del Estado no mejoran sus relaciones interpersonales con los integrantes de dichas fuerzas;
analizando las distintas entrevistas a los pobladores de comunidades afectadas por el conflicto armado, los
entrevistados dejan entrever su cansancio por los hechos de guerra, se percibe que las solicitudes por la Fuerza Pública
son motivadas por dicho cansancio, cuando aún consideran al Estado, y a sus representantes (en este caso la Fuerza
Pública), como los responsables de garantizar su bienestar y tranquilidad, así se encuentren en disputa con grupos
armados que desconocen su autoridad.
7
Para el año 2000 en una edición especial en critica al Plan Colombia, Noam Chomsky, importante académico
norteamericano, se refiere a la administración Kennedy (norteamericana) como la impulsora de la transformación de
los ejércitos latinoamericanos de regulares a “brigadas contrainsurgentes”, conocido como la Doctrina de Seguridad
Nacional encaminada hacia un “enemigo interno”, más que hacia uno externo. (Chomsky, 2000)
8
El Artículo 219 de la Constitución política de 1991 promulga: “La Fuerza Pública no es deliberante; no podrá
reunirse sino por orden de autoridad legítima, ni dirigir peticiones, excepto sobre asuntos que se relacionen con el
servicio y la moral del respectivo cuerpo y con arreglo a la ley. Los miembros de la Fuerza Pública no podrán del
sufragio mientras permanezcan en servicio activo, ni intervenir en actividades o debates de partido o movimientos
políticos”. Recordando que tal prohibición ya había sido realizada, después de las diferentes dificultades de alteración
del orden público en las cuales se observaron como protagonistas los integrantes de la Fuerza Pública.
narcobandoleros, bandidos, no fueron suficientes para impedir los duros reveses 9 sufridos por el
ejército ocasionados por las guerrillas (en particular las FARC-EP), especialmente para finales de
los años noventa. No es coincidencia, en este sentido, la fuerte campaña publicitaria encaminada a
generar confianza y a ganar el apoyo de la población civil, vendiendo la idea del sacrificio
abnegado por recobrar la seguridad y tranquilidad como la paz anhelada. 10

Enfrentados a una guerra de guerrillas, caracterizada por el sigilo, el golpe y la evasión, que busca
por todos los medios la inestabilidad, y utiliza las operaciones encubiertas entre otros estratagemas
como un método de guerra muy difícil de controlar, “las fuerzas gubernamentales ponen todo su
empeño en una represión a veces virulenta y, casi fatalmente, también ellas salen de la legalidad”
(Pictet, 2001: 47), en su ansiedad por combatir un flagelo desbordante de sus capacidades, se
inclinan por seguir el juego político de la represión social y guerrillera, incluso apoyando grupos
armados organizados como autodefensas, como se expondrá en las siguientes páginas.

Con el cambio de mandato presidencial en 1998 la Fuerza Pública inició una “revolución
estratégica”, enfocada en la profesionalización de sus integrantes, el desarrollo de brigadas
móviles y grupos especializados aerotransportados, “el paso de unidades militares dispersas hacia
grandes unidades militares invulnerables”, el fortalecimiento de la Marina y la Fuerza Aérea, la
intensificación en los entrenamientos para combate nocturno y “la modernización de las
comunicaciones.” (Pizarro, 2004: 99)

Desde enero de 2004 las Fuerzas Militares estudian la idea de conformar comandos coordinados
operativamente entre la Fuerza Aérea, la Armada y el Ejército, liderados por un solo mando
visible, a “corto plazo, el objetivo es que en Colombia operen seis comandos conjuntos y que cada
comandante pueda utilizar los recursos del Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada que estén bajo su
jurisdicción” (“Los comandos conjuntos…”, 2005); pero para los altos mandos militares el tema
se convirtió en un punto de discordia, con el argumento para algunos comandantes de que los
comandos conjuntos son organizaciones confusas donde las instituciones integrantes de las fuerzas
militares pierden su identidad y su doctrina. (“Los comandos conjuntos…”, 2005).

Por lo que respecta al control de los uniformados, por parte de sus comandantes, se espera que las
críticas por la concentración de poder no se vean reflejadas en excesos a la hora de los operativos
militares, en violaciones a los derechos de las personas o, a la normatividad en la guerra.

Al año 2005, con un pie de fuerza superior a 200.000 efectivos (divididos entre el Ejército,
integrantes de la Marina, la Fuerza Aérea, policías e integrantes de los grupos de inteligencia del
Estado)11, con el dinero recibido por el Plan Colombia (Chomsky, 2000; Chomsky, 2002: 84-120),

9
Golpes como los de las Delicias, el Cerro de Patascoy y el Billar, al sur del país, entre otros que para finales de 1998
dejaban un saldo aproximado de 100 militares muertos y alrededor de 300 retenidos por los grupos insurgentes. Un
registro en las ediciones de la revista Semana, Nº 827 de marzo de 1998 “Golpe Tras Golpe”, Nº 858 de octubre de
1998 “¿Dónde Están?”, Nº 862 de noviembre de 1998 “El Síndrome de Jacobo”, y revista Cambio 16 Nº 269 de
agosto de 1998 “Guerra es Guerra”.
10
Como se puede evidenciar en los diferentes programas de la televisión nacional y regional, por ejemplo “hombres
de Honor”, transmitido en la franja familiar de los sábados en la tarde por el canal Caracol, “Operación Pacifico”, de
la Tercera Brigada, trasmitido por el Canal Regional Telepacífico.
11
Cuando se referencia a otros organismos de seguridad del Estado es en particular del Cuerpo Técnico Investigativo
(CTI), que ahora más que antes, trabaja en conjunto con militares y policías en operativos contra los grupos armados
organizados.
y el apoyo de la política de Seguridad Democrática del actual presidente de la República, mejor
equipada y entrenada, la Fuerza Pública retoma con más ímpetu la iniciativa táctica y presencia en
muchas zonas del país que llevaban años sin su permanencia como autoridades del Estado.12

Una prueba de ello es el denominado Plan Patriota (“Un plan de contradicciones”, 2005. “Plan
Patriota podría peligrar: generales (r)”, 2005), que intenta retomar el control territorial en los
departamentos del sur occidente del país, con la avanzada en sentido sur-norte desde los
departamentos de Nariño, Putumayo y Caquetá, a pasar por la Región del Patía y el Macizo
Colombiano, departamentos del Cauca, el Huila y el occidente del Meta.

Sin embargo, el Ejército aún continúa sin lograr remediar sus conflictos internos, y después de
casi una semana de una fuerte incursión armada de las FARC 13, como la más fuerte de los últimos
días para algunos analistas, la crisis en la cúpula militar no se hizo esperar, con la salida de cuatro
altos oficiales de la línea de mando del Ejército el 27 de abril de 2005, sin que esta fuera la
primera salida de mandos militares desde la conformación de los llamados “Comandos
Conjuntos”. (“Los comandos conjuntos: ¿estrategia correcta o un paso atrás del Ejército? El
florero de Llorente”, 2005)

En medio del acoso guerrillero, el sin número de problemas sociales aumentando tanto
cuantitativa como cualitativamente, y la constante del ejército ha sido la crítica a la neutralidad y
la pasividad de la sociedad, en el deseo de involucrar a los civiles en un conflicto armado
irregular, sin importar los riesgos que esto le pueda generar a la población civil; pero igual, sin
obtener mayores respuestas, a excepción de la de los jóvenes que encuentran en la Fuerza Pública
una opción laboral estable (así sea muy riesgosa y sin importar el componente ideológico o
racional del conflicto). “En el fragor de la larga lucha han estado relativamente solos tanto
militares como guerrilleros, y en buena medida la Policía” Nacional (Chernick. Leal, 1999: 130).

LAS AUTODEFENSAS / PARAMILITARES


Dice el padre Javier Giraldo M., S. J. (2003: 42) “Como es sabido, antes de que nacieran las
actuales organizaciones insurgentes colombianas (1964/1965) se había adoptado ya una estrategia
contrainsurgente paramilitar 14 por parte del Estado colombiano”, como un “suplemento secreto”
trazado por el Ejército de los Estados Unidos en el mes de febrero de 1962:
12
Pizarro Loengómez referencia 191.000 para el año 2002, excluyendo la Policía que para aquel entonces reunía 97
mil miembros y a “otros aparatos de seguridad”. (Pizarro. 2004: 65)
13
El 14 de abril del año en curso la guerrilla de las FARC realizaron una toma a la cabecera municipal de Toribío en
el Cauca, incursión que fue tomada como el más fuerte accionar armado después de varios meses en que las guerrillas
no propinaban ningún golpe considerable frente a la política de Seguridad Democrática del presidente Uribe y al
llamado Plan Patriota, al respecto se puede ver: (Sosi, 2005.)
14 Para el Derecho Internacional de los Conflictos Armados (DICA) o DIH, el adjetivo paramilitar es atribuido a un
órgano de una parte en conflicto, “incorporado a sus fuerzas armadas, (…) encargado de hacer respetar el orden”
(Protocolo I Adicional a los Cuatro Convenios de Ginebra…, 1997: 31), además, con la salvedad de que esta
incorporación debe notificarse a las demás partes en conflicto; por este motivo, en el presente trabajo, a menos que
corresponda a una apreciación de un autor citado, se empleara el término autodefensa con relación a los temas que
políticamente pueden ser catalogados como paramilitarismo, con la firme intención de amparar la investigación en la
normatividad internacional de Derecho Humanitario. Reconociendo así mismo, la doble situación presentada en la
sociedad colombiana, por un lado, grupos armados organizados con la intención de mantener el orden establecido, y
de acuerdo a los pruebas y manuales de contrainsurgencia, con un relación evidente con las fuerzas armadas del
Estado colombiano (paramilitares), pero sin el reconocimiento de éste, que a su vez, han alcanzado un grado tal de
autonomía y autofinanciamiento que les permite funcionar sin el apoyo del Estado (autodefensa), claro que sí con su
aval, manifiesto por la omisión al combatirlos.
“Se pide seleccionar personal civil y militar con miras a un entrenamiento clandestino en
operaciones de represión (…) con miras a desarrollar una estructura cívico militar (…)
(que) se usara para presionar cambios sabidos, necesarios para poner en marcha funciones
de contra-agentes y contra-propaganda y, en la medida que se necesite impulsar sabotajes
y/o actividades terroristas paramilitares contra los partidos conocidos del comunismo.”
(Giraldo, 2003: 42)

Una directriz que para Giraldo M. tiene su implementación <<legal>> en el Decreto 3398 de 1965
que autoriza entregar armas de uso privativo de las fuerzas armadas a civiles Art. 33 y utilizar a la
población civil en tareas militares Art. 25.

La anterior es una de las más contundentes pruebas de la conformación de grupos de autodefensa,


que desde el seno de la población civil y auspiciados por las instituciones estatales pueden ser
catalogados como paramilitares; como esta, el padre Javier Giraldo cita diversos manuales de
contra insurgencia, con tres características en común como son: 1) el involucramiento de la
población civil en el conflicto armado. 2) la población civil como blanco de los ataques y acciones
contrainsurgentes 3) la erradicación de cualquier forma de pensamiento diferente, en especial el
denominado como el comunismo. (Giraldo, 2003: 42)

Con todo y esto, el caso del Magdalena Medio sigue siendo el paradigma de la conformación de
grupos de autodefensa en Colombia, al confluir allí los intereses de terratenientes, de la
multinacional Petroleum Company Texas, de narcotraficantes y el apoyo técnico e ideológico del
Ejército (el batallón Bárbula), unidos con el fin de erradicar los frentes de las FARC que yacían
en esa región y posteriormente de eliminar los partidarios e iniciativas de la Unión Patriótica, entre
otras acciones. (Medina, 1990) Un paradigma que continua vigente ante las estructuras y el
proceder de los grupos de autodefensa en las diferentes regiones del país.

De igual manera, es oportuno aclarar que la estrategia de los grupos de autodefensa en Colombia
no va más allá del seguimiento de las acciones de la guerrilla, “hasta el punto de parecer casi una
caricatura de ésta” (Malcon. Llorente, 1997: 154), es simple y tosca, sin componente ideológico
diferente a los acontecimientos de su enemigo la insurgencia; solo que pasaron de la defensa del
patrimonio de sus financiadores a un “dispositivo ofensivo”. 15

Mientras las autodefensas se constituyen como un “fenómeno espontáneo de protección ciudadana


ante la ausencia” (Informe Nacional de Desarrollo, 2003: 29) y debilidad del Estado, (o como es el
caso del narcotráfico, que por tratarse de una actividad de tipo ilícita le deben brindar una
seguridad privada), el paramilitarismo es conformado como un “cuerpo de combate paralelo a las
fuerzas militares y en algún grado de convivencia con agentes del Estado” (Informe Nacional de
Desarrollo, 2003: 29).

15 Ésta es una idea que se puede complementar con la entrevista realizada por Germán Castro Caicedo al comandante
paramilitar Carlos Castaño en 1996. Ver anexo: 1. También en: (Malcon. Llorente, 1997: 174) “El Dispositivo
Actual, Presencia Regional”. “Es una organización contrainsurgente y aspiramos que donde haya un frente
guerrillero, haya un frente de auto defensa, y como se van perfilando las cosas en este país, así va a ser. Porque cada
día el Estado, a través de las fuerzas armadas se muestra más incapaz de controlar ese avance de la guerrilla. Entonces
tenemos que ir marchando paralelo a como se vaya perfilando nuestro enemigo”. (Carlos Castaño)
En este caso, las autodefensas son grupos aislados de personas armadas y entrenadas para
proteger al “patrón” y sus tierras, “la guaca” o mina (esmeraldera por lo regular), o los cultivos y
laboratorios para procesamiento de drogas ilícitas, en el caso de los narcotraficantes, solo que
ahora, con un “dispositivo ofensivo” de desdoblamiento y expansión, “una clara degradación del
conflicto, un giro de tuerca en la dinámica de la confrontación violenta, en donde lo
desproporcionado de la retaliación y lo indiscriminado de las víctimas, nos dice claramente que los
medios superan y pervierten ampliamente los fines”. (Malcon. Llorente, 1997: 163)

“La guerrilla compensa su debilidad frente a un ejército regular aumentando la intensidad


de las hostilidades en cada combate, y haciendo a un lado las normas y convenciones de la
guerra, (de igual manera, sin excusas valederas en cuanto costo-beneficio). (…); Para el
caso paramilitar se procura compensar la debilidad numérica, organizativa y logística
frente a la guerrilla, tomando como objetivo prioritario a la población indefensa.”
(Malcon. Llorente, 1997: 163)

Con relación al tema de las autodefensas, en las raíces del conflicto el problema agrario de la
concentración de la tierra, las masacres y los desplazamientos forzados, “el agua que se le quita al
pez”16; el terror de Estado por acción y omisión, evidenciando la debilidad y permisibilidad de la
Fuerza Pública en cumplimiento de intereses particulares, guiados por los manuales de
contrainsurgencia y amparado por el decreto 3398 de 1965.

Tema posteriormente complementando, con la Ley 62 de 1993, y el decreto 365 de 1994


impulsado por el entonces gobernador del Departamento de Antioquia Álvaro Uribe Vélez, al
promover las llamadas Asociaciones Comunitarias “Convivir”; Además de la Resolución
ministerial 368 de 1995. (Malcon. Llorente, 1997: 163)

Relacionadas con el narcotráfico 17, las autodefensas en Colombia desvanecían cada vez más sus
intenciones de un reconocimiento político 18, y después de la única gran ofensiva gubernamental19
contra las autodefensas a la par con el narcotráfico, que acabo con el Cartel de Medellín
finalizando el periodo de gobierno del ex-presidente Virgilio Barco, inicia una nueva dinámica,
tomando posición frente al Estado. Dinámica iniciada, tomando una mayor posición de autonomía
frente al Ejército en la búsqueda del control y defensa de los territorios dominados por las
guerrillas, y la defensa de la propiedad (y apropiación) de la tierra (Chernick. Leal, 1999: 144).
Hoy en día, igualmente no se ha abandonado el cubrimiento de las deficiencias militares, la

16
El argumento de las autodefensas se enfocó en acabar con los apoyos de base de las guerrillas, pensando que de
esta forma desarticularían los grupos insurgentes, tal como muere un pez cuando es sacado de su habita natural: el
agua.
17
Al respecto ver Anexo: 1. Primera entrevista concedida por Carlos Castaño publicada en un medio de comunicación
masivo; en donde el entrevistado responde a la pregunta: ¿Qué opina del narcotráfico, se sustentan en él?, “El
narcotráfico me inspira desprecio, cuando iniciamos llevábamos ocho años bien y entro el narcotráfico, se acabó todo
y comenzamos a ser un grupo al margen de la ley”.
18
Aunque el mismo comandante Carlos Castaño expresara en la entrevista citada: “No se quiere reconocimiento
político porque si se le diera a las autodefensas pronto habrían muchos otros grupos”, como un discurso ante la
opinión pública.
19
Para el año de 1989 después de ciertas masacres, entre esas la de matanza de algunos funcionarios judiciales, el
gobierno del ex-presidente Virgilio Barco emano cuatro decretos muy puntuales y directos en los cuales se atacaba
entre otros temas el artículo 33 del Estatuto Orgánico Para la Defensa Nacional de 1965, que permitía obtener
salvoconductos de porte de armas de uso privativo de las Fuerzas Armadas, referenciado por el padre Javier Giraldo
en el Texto ya citado Guerra o Democracia.
complicidad y la realización del “trabajo sucio” en contra de la población civil que para ellos
apoyan las guerrillas.

Finalmente un proceso de negociación sin cumplimiento de cese al fuego, desintegrado y poco


claro, que no da tranquilidad a las regiones realmente afectadas. Lo cierto es que, mientras las
autodefensas amenazan con suspender las negociaciones, por considerar demasiado severas las
penas y la confiscación de bienes previstos en la ley de “Justicia y Paz”, el Gobierno colombiano
busca convencer por todos los medios de los beneficios de la ley, enfrentado duras críticas sobre el
proyecto legislativo, dentro y fuera de país, realizadas en especial por las organizaciones no
gubernamentales defensoras de los Derechos Humanos y el DIH, que lo califican de blando y
reclaman castigo para los integrantes de la autodefensas acusados de múltiples crímenes de lesa
humanidad. 20

LAS GUERRILLAS
Consideradas una respuesta a la represión estatal, a la exclusión política, social y económica, las
guerrillas surgen en Colombia, con un objetivo definido de obtención del poder, o por lo menos,
de acceder parcialmente a éste mediante su distribución; en contexto de colonización armada, “la
guerrilla en Colombia se apropió de comunidades en las que el Estado tenía poca presencia y en
las que la autoridad central no era tenida en cuenta” (Chernick. Leal, 1999: 12), lugares de difícil
acceso, poco poblados y con reducidas posibilidades de participación política ante las decisiones
sobre la nación.

La pobreza de los sectores campesinos, en particular en las zonas de colonización, la constante


represión del sistema a las organizaciones: campesinas, estudiantiles, obreras y sindicales, todas
maniobras políticas en un contexto de urbanización, industrialización, acumulación del capital, de
variados y veloces cambios, “mostraron la vocación hegemónica del sistema” (Chernick. Leal,
1999: 132-133), hoy elementos fundamentales para entender los orígenes y el desarrollo de las
guerrillas, aunque deterioradas ideológicamente y por intermedio de las armas, actores políticos
con autonomía financiera y militar.

“La organización campesina de los años 30 fue, a la hora de la verdad, una escuela de
comandantes guerrilleros. Muchos de los mandos de Marquetalia, Ríochiquito, El Pato y
Guayabero salieron de esos primeros conflictos. Los golpes, las frustraciones, los engaños
enseñan más que los libros y que las conferencias. Lo que se luchó en los años 20, vino a
nacer en los 30, a volverse problema en los 40, y sangre desde 1950 para acá.” (Informe
Nacional de Desarrollo Humano 2003: 26)

20
Como es el caso del comunicado de dos páginas difundido en Madrid y en Londres simultáneamente por Esteban
Beltrán, director en España de la ONG dedicada al tema de los Derechos Humanos y el Derecho Humanitario
Amnistía Internacional, resaltando que el proyecto es un “contrato de impunidad” con los paramilitares, tildándolo de
“inmoral”, “ineficaz” y “muy preocupante”. “El proyecto de ley no cumple las normas internacionales sobre el
derecho de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación”, además, “desde que los paramilitares declararon un
cese de hostilidades, en diciembre de 2.002, se les han atribuido más de 2.200 homicidios y desapariciones de civiles”,
dice el comunicado. (Vargas, 2005). Y (“Amnistía Internacional criticó duramente el proyecto de justicia y paz”,
2005) Sin embargo, lo que no se debe olvidar son los cerca de 4.000 militantes de esa organización, que se dice han
entregado sus armas, sumando los diferentes actos en distintas poblaciones del país, dentro del actual proceso.
Caracterizadas por el hecho de actuar en principio en la clandestinidad, las guerrillas aparecen,
habitualmente, cuando hay un gran desequilibrio entre las fuerzas, tienden emboscadas, tratan de
generar inestabilidad, intentan sembrar terror y desaparecen.
La diferencia básica entre los grupos insurgentes y los grupos de autodefensa, es que la lucha
armada insurgente, por la búsqueda de la sustitución de las elites en el poder es una disputa
política tipificada en el delito de rebelión, atribuida a los grupos que se alzan en armas en contra
del orden establecido por el Estado, de su gobierno y administración del poder; a diferencia de los
grupos de autodefensa que desconocen el monopolio legítimo del uso de la fuerza estatal para
suplantarlo, y al identificar las graves debilidades del Estado evidenciadas con el surgimiento de la
subversión, realizan actos hostiles tomando parte en el conflicto armado por sus propios medios.

Las siguientes son las particularidades de los grupos insurgentes con mayor poder militar y
político en Colombia:

Las Fuerzas Armadas Revolucionaras de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP)


Las auto denominadas Fuerzas Armadas Revolucionaras de Colombia - Ejército del Pueblo
(FARC-EP) en sus orígenes autodefensa campesina (el Bloque Sur), impulsada por el Partido
Comunista (PC) a finales de la década de los años cuarenta como una respuesta a la represión
estatal en la época de la Violencia, de una estrategia de “colonización armada” pasa a ser una
guerrilla móvil regida por la doctrina de la “combinación de todas las formas de lucha
revolucionaria”, aprobada por la IX Conferencia de dicho Partido en 1961. (Pizarro, 2004: 86)

Posteriormente, después de iniciada su estrategia de desdoblamiento de frentes, y distanciada


conceptualmente del PC, es fuertemente golpeada por la Fuerza Pública, enfocándose al poder del
fuego de las armas abandonando las acciones legales de participación política adelantadas con el
PC; intentando de nuevo años después con la Unión Patriótica como partido, sin resultados
satisfactorios en el arena política del país, en efecto, con el asesinato selectivo de sus militantes.
(Pizarro, 2004: 86-88)

Enfocadas en la guerra las FARC-EP lograron su mejor momento a finales del mandato
presidencial de Ernesto Samper, propinando duros golpes a la Fuerza Pública y en especial al
Ejército como ya se hizo referencia; aprovecharon el mal momento del ejecutivo hasta que les
empezó a cambiar el panorama en 1998 con las nuevas elecciones presidenciales, y no
precisamente por el proceso de negociación adelantado.

Con la administración de Andrés Pastrana (1998-2002) el cambio que vivió el país se dio
básicamente con los Estados Unidos en el campo de las relaciones internacionales 21, y sus
acercamientos dieron frutos en el campo militar con el denominado Plan Colombia 22 y la política
antidrogas Estadounidense23, más que a la inversión social.

21
Para el segundo año de su mandato, en las primeras cuatro principales ciudades del país, según Gallup Colombia
los encuestados solo aprobaba en un 67 por ciento la gestión realizada por el gobierno en lo concerniente al manejo de
las relaciones internacionales, ya que en el resto de áreas tenían una imagen desfavorable: entre otros temas en materia
de desempleo los encuestados lo desaprobaban en un 84 por ciento, con relación al costo de vida en un 82 por ciento,
en lo concerniente al manejo de la economía en un 73 por ciento, en: (“Colombia, Análisis de Coyuntura del Primer
Trimestre de 1999”, 1999).
22
En 1999 Colombia se convirtió en el principal receptor de ayuda militar de los EE. UU., después de Israel y Egipto
(los grandes aliados estadounidenses), alcanzando los U$ 300 millones, sin contar con los más de U$ 7,5 billones
Dice Pizarro Leongómez: “un verdadero punto de quiebre. Las Fuerzas Armadas iniciaron una
verdadera “revolución estratégica”” (Pizarro, 2004: 99), profesionalización de los soldados,
brigadas móviles, fortalecimiento de la marina y la fuerza aérea etc., a partir de ese momento las
FARC-EP se empezaron a ver amenazadas, y frenado su iniciativa táctica no pudieron volver a
realizar las acciones militares sostenidas “evitando la concentración de amplias unidades militares
ante el avance de la Fuerza Aérea.” (Pizarro, 2004: 99)

El reverso en el campo militar, a partir de la “revolución estratégica” de las fuerzas militares


colombianas, es complementado con el complicado momento que viven los grupos
revolucionarios, entre esos los colombianos, en el campo internacional, señalados de terroristas, y
aunque algunos países continúan prestando sus buenos oficios como mediadores ante eventuales
procesos de negociación, estos grupos observan un panorama ajeno al apoyo político y militar,
como lo podían recibir las revoluciones en la época de la “guerra fría” por ejemplo; además del
cambio en las dinámicas de la política a nivel internacional, después de los atentados del 11 de
noviembre de 2001 a las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York en los Estados Unidos.

El Ejército de Liberación Nacional (ELN)


El Ejército de Liberación Nacional (ELN), el más influyente de los grupos insurgentes de
“segunda generación”, inspirado por el proceso revolucionario vivido en La Habana Cuba
irradiado al continente latinoamericano, surge contundentemente como una guerrilla
revolucionaria impulsada por un “grupo de activistas del PC, de la izquierda liberal, de la teología
del liberalismo y el sindicalismo, crea un foco guerrillero en zona rural de Santander.” (Informe
Nacional de Desarrollo Humano 2003: 28) Fundada en 1964, la guerrilla del ELN, expone
claramente sus intenciones desde la primera toma armada por parte de Frente José Antonio Galán
a la población que le dio el nombre al primer pronunciamiento público como grupo guerrillero, en
el “Manifiesto de Simacota” (Broderick, 1977: 244).

Un poco más rural, apoyado por estudiantes, sindicatos (en especial el petrolero) y activistas de
izquierda, el ELN encuentra en el Padre Camilo Torres un valor simbólico muy amplio.
(Broderick, 1977) La fuerte persecución por parte de la Fuerza Pública, y con esto la muerte de
muchos de sus combatientes, entre los cuales murieron algunos de sus comandantes, fue un duro
golpe para su organización y liderazgo. Para finalmente recibir su último gran reverso de manos
de los grupos de autodefensa, al destruir sus fuentes de apoyo fundamentadas en las bases sociales
de algunas localidades.

Después de cuarenta y un (41) años de lucha insurgente el ELN se sigue considerando una
guerrilla con fundamentos místicos y fuertes cimientos éticos, gracias a la gran influencia moral
recibida de los sacerdotes revolucionarios; menos involucrada con el narcotráfico, su mayor
fuente de financiación se ha fundamentado en el secuestro y la extorsión, actividades que por
conservar su esencia ideológica la distancian del poder militar que poseen las FARC-EP y las
AUC.

recibidos por la “ayuda de emergencia” recibida gracias al Plan Colombia. En: (Noam, 2000). También en: (Noam,
2002).
23
Sus demás giras internacionales no lograron cambios sustanciales, a excepción del componente social del Plan
Colombia como la ayuda de la Unión Europea, y el mejoramiento de la imagen del país a nivel internacional.
Recientemente, El ELN ofreció a las FARC-EP hacer una alianza contra las políticas del
presidente Álvaro Uribe, dirigido a “Manuel Marulanda Vélez”, el mensaje hace referencia de las
conclusiones de un congreso de los máximos líderes del ELN durante la primera semana de
octubre, rechazando las políticas de Uribe, por considerar que “la crisis social ha tocado fondo
y requiere de la insurgencia propuestas que involucren a la población entera y que lleguen también
a nuestros amigos en el extranjero". (“El ELN ofrece a las FARC hacer alianza contra políticas del
presidente Álvaro Uribe”, 2004)

Meses antes, el gobierno de Uribe le había propuesto pactar un cese bilateral del fuego y un
acuerdo humanitario consistente en la liberación de los secuestrados en poder del grupo, y la
excarcelación de insurgentes procesados por rebelión, pero, fijando varias condiciones. Los
comandantes guerrilleros rechazaron la propuesta, asegurando que los planteamientos del
Ejecutivo estaban muy lejos de sus intenciones24. Por su lado, el presidente Uribe acusó al ELN de
no querer negociar por temor a las FARC.

Otros Focos Guerrilleros


No es de olvidar grupos como el Ejército Popular de Liberación (EPL), originario del partido
comunista marxista-maoísta, con algunos remanentes, pero desmovilizado en el año de 1991; el
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP); el Ejército Revolucionario Guevarista (ERG); un
pequeño grupo de la Costa Atlántica, el Partido Revolucionario de Trabajadores (PRT); el
Movimiento 19 de Abril (M-19) como el grupo insurgente con mayor aceptación social y política
que ha tenido el país, desmovilizado a partir de la coyuntura política que termino en la redacción
de la Constitución Política de 1991; “en ausencia de canales directos de participación, los partidos
pequeños y los movimientos sociales regionales también empezaron a empuñar las armas, uno de
estos “movimientos sociales armados” fue el Quintín Lame que surgió en el departamento del
Cauca a principios de los años ochenta” (Chernick. Leal, 1999: 13), entre otros que construyen el
historial insurgente característico de la República Colombiana. (Informe Nacional de Desarrollo
Humano 2003: 28)

Para terminar, nos remitiremos de nuevo a uno de los estudios más serios y completos de los
últimos años: “El Conflicto Callejón con Salida”, Informe Nacional de Desarrollo Humano 2003,
del Programa de Las Naciones Unidas para el Desarrollo; trabajo académico que resume las tres
hipótesis planteadas como fundamento central para una investigación relacionada con el conflicto
armado interno colombiano; la primera: “en las zonas de colonización hay espacio para ejércitos
no estatales”; la segunda: “El Frente Nacional puso fin a “La Violencia” pero dejó remanentes de
guerrilla “social” en el campo.” Tercero: “Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –
Ejército del Pueblo (FARC-EP, o simplemente FARC) nacieron de tales remanentes, como un
proyecto revolucionario pero marginal en términos geográficos y políticos”, al igual las demás
guerrillas, a pesar de ser más urbanas como por ejemplo el ELN, terminan al margen del núcleo
central de la política. (Informe Nacional de Desarrollo Humano 2003: 21-22)

En conclusión, si en Colombia no se han organizado uno o dos grupos guerrilleros, sino una gama
variada de grupos insurgentes, es por la situación estructural, por “la violencia estructural”

24
El Gobierno Uribe y el ELN ya en el pasado realizaron acercamientos en Cuba hasta diciembre de 2002, cuando el
grupo guerrillero decidió ponerles fin argumentado la alianza del presidente con los paramilitares, y de liderar una
política "fascista y neoliberal". (“El ELN ofrece a las FARC hacer alianza contra políticas del presidente Álvaro
Uribe”, 2004)
(Bejarano, 1995) del país. (Ver ANEXO: Procesos de Negociación de la Paz) De igual manera,
“aunque las revoluciones suelen tener origen campesino, en Colombia no se daban las condiciones
para el triunfo de la insurgencia, así que ésta se desvió o en todo caso no pudo llegar al centro de
la política”. Sin olvidar que el Estado con su fragmentada clase dirigente también fracaso al no
prevenir ni resolver el conflicto, articulando “una estrategia proporcionada a la gravedad,
complejidad, profundidad y permanencia del problema, vale decir, no lo ubicó en el centro de la
política”. (Informe Nacional de Desarrollo Humano 2003: 21-22)
ANEXO: PROCESOS DE NEGOCIACIÓN DE LA PAZ

El siguiente es un recuento fundamentado en el trabajo académico de Marc Chernick, “La


negociación de una Paz entre Múltiples Formas de Violencia” (1999), de los procesos de
negociación realizados en Colombia, desde el mandato del ex-presidente Belisario Betancourt
hasta el ex-presidente Ernesto Samper con los grupos insurgentes.

Después de un sin número de esfuerzos, en Colombia la fuerza pública ha estado lejos de la


posibilidad de derrotar militarmente a los grupos armados ilegales, situación nada distinta para los
grupos al margen de la ley y su intención de tomarse el poder por las armas.

A pesar del incremento en la preparación contrainsurgente, después de los considerables aumentos


en el presupuesto militar entre 1986 y 1994, aparte de la desmovilización reciente de las
Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), el Estado colombiano solo ha logrado la
desmovilización y reincorporación de cinco grupos guerrilleros y uno de milicia urbana asociada
con las guerrillas: “El M-19 (1990), el EPL, el PRT, Renovación Socialista, el Quintín Lame
(1990-1991) y un grupo de milicia urbana en Medellín (1994). Al mismo tiempo el gobierno
colombiano intervino en negociaciones regulares con las FARC y el ELN” que fracasaron, con las
FARC se logró firmar un acuerdo de cese de hostilidades en 1984 que se rompió dos años
después. (Chernick. Leal, 1999: 31)

Como consecuencia del rompimiento de los acercamientos insurgencia-Estado, el aumento de


combatientes mejor preparados en las filas de los grupos insurgentes, y un aumento exponencial
en el número de integrantes de los grupos paramilitares, aprovechado “la gallinita de los huevos de
oro”: el narcotráfico, para financiar sus acciones de guerra; como ya se ha hecho referencia aparte
de las distintas bonazas legales como la del banano, el café o el petróleo, etc., el narcotráfico ha
propiciado el combustible para esta gran conflagración armada en Colombia.
Entre 1982 y 1986 el mandato de Belisario Betancourt inclino su proceso de negociación hacia
“las condiciones subjetivas y objetivas de la revolución”, con tres aspectos esenciales: 1. Amnistía
y ayuda a los antiguos guerrilleros, 2. Reforma política y apretura democrática, y 3. Un programa
de desarrollo especial para las zonas más afectadas por la violencia, denominado el Plan Nacional
de Rehabilitación (PNR). (Chernick. Leal, 1999: 33)

En 1985 dos hechos trascendentales para la historia política del país, por un lado, la toma del
Palacio de Justicia por parte del M-19, después de un cese de hostilidades de diez meses,
veintiocho horas de combate en el centro de Bogotá y más de cien personas muertas, menos uno,
todos los integrantes del grupo guerrillero, once magistrados de la Corte Suprema de Justicia y
decenas de funcionarios.

Por el otro lado, la fundación de la Unión Patriota como el partido político de la FARC, que en las
elecciones de 1986 tuvo una fructífera participación, con 14 senadores y representantes a la
cámara, además de numerosos concejales, pero que, para a finales del mismo año, después de
darse el rompimiento de los acuerdos de cese de hostilidades y del asesinato selectivo de sus
líderes de compaña, empieza a ser acusado de proselitismo político armado. (Chernick. Leal,
1999: 35)

Ante la toma del Palacio de Justicia el Ejército actuando sin autorización presidencial responde a
la provocación, y frente a la Unión Patriótica los grupos paramilitares terminan de eliminar las
esperanzas de paz25. “Él (Belisario Betancourt) no tuvo la autoridad individual para implementar o
decretar un cambio de manera unilateral, ni para negociar la reincorporación de los movimientos
guerrilleros de la nación.” (Chernick. Leal, 1999: 36)

Enseguida Virgilio Barco (1986-1990) planteo una estrategia de “cese al fuego unilateral,
desarme y reincorporación”, el equipo negociador después de las lecciones aprendidas en el
anterior proceso propone: Primero, el proceso debe estar centralizado en la rama ejecutiva;
segundo, “el Gobierno no debe partir de la premisa que el Estado es la entidad política legítima y
que la guerrilla opera por fuera de la ley”. (Chernick. Leal, 1999: 37)

Esta es una conclusión fundamental extraída de la experiencia de un equipo presidencial


negociador de la paz, para dar viabilidad a la aplicación de la normatividad internacional referente
al Derecho Humanitario y dar pasos firmes en el acercamiento de las partes, entendiéndolas como
“enemigo justo” (Freund, 1995: 66) y político, apoyándonos en el concepto de Carl Schmitt, “el
enemigo político es aquel con quien el conflicto puede desembocar en una guerra, entendiéndola
como lucha armada entre unidades sociales organizadas, en la que cada una busca eliminar a la
otra” (Serrano, 1998: 23). Humanizando la guerra y evitando en lo posible que continué la
sumatoria de resentimientos subjetivos, hasta que se logren encontrar puntos en común en medio
de un proceso de negociación.

En tercer lugar, el Estado puede ser magnánimo y ofrecer amnistías, sin que sea necesario aceptar
a la guerrilla como la representante de la sociedad civil; por último, y el punto que para las
guerrillas cierra las posibilidades de una solución negociada al conflicto, “el gobierno no tiene que
negociar reformas políticas y sociales con la guerrilla”, limitando el proceso en dos aspectos
básicos: “Desarme y reincorporación a la sociedad” (Chernick. Leal, 1999: 37), cuando estas,
consideraban que su potencial militar significaba una mayor presión y por ende esperaban mejores
garantías de negociación.

La estrategia de Barco era socavarle el apoyo local a la guerrilla entregándoselo a las


instituciones del Estado, para ello por ejemplo, incremento el presupuesto y garantizo mayor
voluntad política para apoyar el Programa de Rehabilitación Nacional creado por su antecesor.

A diferencia de Betancourt, Barco enfatiza en la entrega de las armas como la única salida al
conflicto, en una posición radical genera de igual forma el distanciamiento de las negociaciones;
este trabajo, desde una visión intermedia y prudente propone, no exigir la entrega total de las
armas, sino, el abandono de ciertas armas y formas de proceder prohibidas por el DIH (medios y
métodos de guerra), para inicialmente bajarle intensidad al conflicto, y generar confianza entre las
parte.

Por su parte, Cesar Gaviria (1990-1994), observo en la constituyente la oportunidad de la


transformación de los grupos guerrilleros hacia partidos políticos, en especial el Movimiento 19 de

25
“En 1995 diez años después de su fundación, la UP Afirmo que más de 2.000 personas entre líderes y seguidores de
su partido habían sido asesinadas. En 1994 aún lograron que saliera elegido un senador de su partido, pero fue
derribado por la bala de un sicario antes de que pudiera posesionarse.” (Chernick. Leal, 1999: 35). “El exterminio
sistemático de más de tres mil miembros y dirigentes de la Unión Patriótica, cometido bajo el gobierno de Virgilio
Barco por las que el presidente, sin investigarlas tampoco, se limitó a denominar “fuerzas oscuras””. (Caballero,
2002: 26)
Abril (M-19) como el grupo insurgente más relevante entre los que se estaba generando el
acercamiento.

“La administración Gaviria vio la constituyente como un instrumento de paz. (…, y) la estrategia
funcionó con el EPL, el Quintín Lame y con un pequeño grupo de la Costa Atlántica, el Partido
Revolucionario de Trabajadores, PRT”, además de con el M-19, pero los dos grupos con mayor
número de combatientes y capacidad militar, las FARC-EP y el ELN, consideraron que esta no era
una buena opción política, en cierta forma guiados por la experiencia vivida con la Unión
Patriótica como partido político y sus seguidores. La decisión presidencial, al ver que las
negociaciones con estos dos grupos no avanzaba, fue el muy nombrado ataque a la Uribe (Meta)
principal centro de operaciones de las FARC-EP en donde desde 1984 habían recibido las
comisiones negociadoras del Gobierno, la respuesta ofensiva de los dos grupos guerrilleros
“volvió a subrayar el fracaso de la solución militar”. (Chernick. Leal, 1999: 40-41)

Una vez terminado el proceso de la Constituyente las negociaciones se reanudaron, fracasando de


nuevo, en esa ocasión por el tema del territorio exigido por los insurgentes unidos para aquel
momento como la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB), “un punto central que con
frecuencia es pasado por alto: la guerrilla le da mucha importancia al poder y la política a nivel
local” (Chernick. Leal, 1999: 43). Antecedente relevante, que se tendrá presente en los próximos
capítulos, máxime cuando de un estudio de caso de lo local se trata.

La paz fue tema central de la campaña presidencial de Ernesto Samper (1994-1998), sin
embargo, la crisis de su mandato, después de los incidentes del “proceso 8.000”, el cual lo
incriminaba por el supuesto recibimiento dineros del narcotráfico para financiar su campaña
política a la presidencia, lo que le implico incluso la cancelación de su visa americana, no le
dieron espacio de maniobrar políticamente para desarrollar su plan de gobierno, que tenía un gran
componente social.

El Gobierno Samper, planteo un marco de negociaciones fundamentado en cuatro puntos: 1. Los


contactos entre el Gobierno y la guerrilla deben ser discretos ante la opinión pública; 2. El
gobierno garantiza la seguridad de los representantes de la guerrilla mientras se negocie; 3. El
gobierno habla con todos los representantes de la CGSB, según la preferencia guerrilla; y 4. No
habrá condiciones previas para el cese al fuego unilateral o bilateral.

Pero lo más importante para este trabajo, fue la voluntad de acordar “cambiar la conducta de
guerra irregular y comprometer al Estado a respetar las normas y procedimientos de los
conflictos armados reconocidos por la ley internacional”, desmantelar los grupos paramilitares
como una propuesta unilateral para “humanizar la guerra”, aplicar las normas sobre la conducción
de las hostilidades e invitar “organizaciones nacionales e internacionales, tales como la Cruz Roja
Internacional, para verificar la conformidad de ambas partes con las normas internacionales de
guerra e insurgencia”. Y se ratificó el Protocolo II adicional a los cuatro convenios de Ginebra de
1949. (Chernick. Leal, 1999: 46-47)

El acompañamiento internacional solo a partir de 1997, y con la sombra para el Estado


colombiano del “estatus de beligerancia” que no lo ha dejado tranquilo. En este sentido, es de
resaltar el importante aporte de la administración Samper, naufragada en la profundización de su
crisis de gobernabilidad generada con el tan mentado “proceso 8.000”.
Infortunadamente Samper en medio de su apuro judicial, no solo no pudo llevar a cabo
plenamente sus propuestas, sino que el conflicto llego a tal punto, que las FARC-EP, el principal
grupo en vísperas de negociaciones, lo declararon persona no grata, con quien no adelantarían
negociaciones. De otro lado, realizó el peor error que podía cometer, dando fundamento político y
legal para armar civiles en cooperativas, las más tarde llamadas “Convivir” promovidas por el
entonces senador Álvaro Uribe Vélez.
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http://www.mapage.noos.fr/hfrancod/mair99/coyuntura-prim-ero99.html

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