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Siempre será un buen momento para triunfar y salir vencedores, pues la tormenta
no dura para siempre. Nuestra fragilidad humana nos puede engañar y podemos
suponer que las cosas malas tienen más peso que las cosas buenas, pero ésa no
es la mentalidad de Dios para nuestras vidas.
Imitar a Dios es amar al los demás como Él nos ha amado. Imitar a Dios es
perdonar y aceptar su Voluntad con fidelidad. Imitar a Dios es tener la capacidad
de confiar en su Providencia para transformar una oscuridad total en un universo
de sueños convertidos en realidad y lograr lo que nos propongamos bajo el
amparo divino.
Lo más grande del triunfo personal es volver a Dios cuando nos hemos alejado.
Alejarnos de Dios no solamente implica dejar de buscar su amor de forma literal.
Alejarnos de Dios también es apartarnos de las bendiciones que en su momento
Él nos entregó.
"Jesús dijo también: «Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su
padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde". Y el padre
les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo
que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una
vida libertina. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en
aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de
uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar
cerdos. Tenía ganas de calmar su hambre con las bellotas que comían los
cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos
jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí
muriéndome de hambre!". Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré:
"Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo
tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros". Entonces partió y volvió a la
casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se
conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El
joven le dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser
llamado hijo tuyo". Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan enseguida
la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los
pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y
festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba
perdido y fue encontrado". Y comenzó la fiesta." (Lucas 15, 11-24)
El triunfo verdadero que se forja con la alegría del corazón, debe estar bien
cimentado en nuestro interior, teniendo a Cristo como nuestra base. Caso
contrario, podemos tener una sonrisa fingida para aparentar ante los demás que
estamos bien. La verdadera alegría es sincera y se manifiesta en lo auténtico de
nuestro ser.
El triunfo que viene de Dios, es una alegría que nada ni nadie nos podrá arrebatar.
Teniendo esta clase de alegría, podremos bendecir a quienes amamos.
Con afecto
Javier
https://radiotalisman.jimdo.com/2019/09/14/siempre-es-buen-momento-para-triunfar/