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Enanos, gigantes, hombres con alas de murciélago... ¿a quién no le gusta una historia
repleta de seres fabulosos? Explora el mundo de la literatura con textos de Jorge Luis
Borges, César Aira y Andrés Calamaro. Sí: hay para todos los gustos.
A partir de la lectura pausada y en voz alta de "El nesnás", de Jorge Luis Borges,
identifica oralmente a los "cazadores de nesnás" que aparecen en el texto. cuenta
que se trata de cazadores literarios, es decir, personas que supuestamente han
rastreado la aparición de estos seres dentro del mundo de la literatura.
Indicá los lugares, geográficos y literarios, donde se encuentran los nesnás.
En el texto se nombran algunas variedades de nesnás. Completá la descripción
de esos monstruos y dales una ubicación, tanto literaria como geográfica. (Por
ejemplo: los blemis podrían encontrarse en la Enciclopedia de las cosas
extrañas y habitar la región oriental de la Isla de Pascua).
Inventá un nombre, describí y comentá las costumbres de dos monstruos.
Suponé que aparecen en la historia que cuenta alguno de los siguientes libros: -
La isla del tesoro, de Robert L. Stevenson; - Viaje al centro de la Tierra, de
Julio Verne; - Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll; - En la
masmédula, de Oliverio Girondo; - Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift; -
Frankenstein, de Mary Shelley; - La sirenita, de Hans C. Andersen.
- Uno de los integrantes del grupo escribe una oración y pasa la hoja al
compañero.
- El que la recibe debe escribir otra oración, que continúe la historia. No puede
modificar la frase anterior. Después, debe pasarle la hoja al siguiente
compañero.
- Como final, pueden agregar una sola oración pensada entre todos.
Entre los monstruos de la Tentación figuran los nisnas, que "sólo tienen un ojo, una
mejilla, una mano, una pierna, medio cuerpo, medio corazón". Un comentador, Jean
Claude Margolin, escribe que los ha forjado Flaubert, pero el primer volumen de las Mil
y una noches de Lane (1839) los atribuye al comercio de los hombres con los demonios.
El nesnás -así escribe Lane la palabra- es la mitad de un ser humano; tiene media
cabeza, medio cuerpo, un brazo y una pierna; brinca con suma agilidad y habita en las
profundidades de Hadramaut y del Yemen. Es capaz de lenguaje articulado; algunos
tienen la cara en el pecho, como los blemies, y cola semejante a la de la oveja; su carne
es dulce y muy buscada. Una variedad de nesnás con alas de murciélago abunda en la
isla de Raïj (acaso Borneo), en los confines de China; pero, añade el incrédulo
expositor, Alá sabe todo.
Con el crudo en las bodegas volveré a buscar/ todo el tiempo vivido, que hemos perdido
sin protestar/ voy a probar primero al olvido, a lo ajeno/ voy a pasar a retiro de un tiro al
culpable de mi soledad!/ no sé que quiero, pero sé lo que no quiero,/ sé lo que no quiero
y no lo puedo evitar,/ puedo seguir escapando y aún lo estoy pensando,/ lo estoy
pensando pero estoy cansado de pensar;/ el marinero del río no tiene calor ni frío,/ la
ciudad no tiene puerto y se siente muy vacío (ay qué pena!)/ últimamente ha perdido su
capacidad de sorpresa,/ en un vaso de cerveza/ caliente fue que se la olvidó;/ quiero
elegir del mapa un lugar sin nombre adonde ir/ será el lugar donde viva lo que quede
por vivir (y eso es mucho tiempo!),/ por eso de cada viaje me traigo el equipaje
perdido,/ por eso es que he decidido nunca olvidar, nunca olvidar;/ no sé lo que tengo,
pero sé lo que no tengo,/ sé lo que no tengo, porque no lo puedo comprar,/ puedo seguir
cantando, pero sigo esperando,/ sigo esperando pero estoy cansado de esperar...
Hubo una época remota del pasado en que la humanidad practicó una actividad llamada
"literatura". No necesito decir en qué consistía, porque cualquier persona culta lo sabe.
Quiero decir, no necesita haberlo estudiado especialmente, porque forma parte de su
tradición familiar y personal, y está inscripto en su propio nombre. Durante los siglos en
que existió la literatura se acumularon muchos libros, y muchos escritores. Algunos
"buenos", otros "malos", unos más importantes o elogiados que otros, serios, frívolos,
laboriosos o estériles: todas esas distinciones se anularon después. De esos escritores
descienden todos los hombres y mujeres que pueblan el mundo, por genealogía simple:
si es concebible que todos seamos descendientes de un solo hombre original, tanto más
podemos serlo de la innumerable cantidad de escritores que hubo. Y los nombres que
tenemos son los nombres de ellos. Sin ir más lejos, yo, que me llamo César Aira, tengo
el nombre de un lejano antepasado mío que fue un escritor. Claro que no todos mis
contemporáneos mantienen vivo el recuerdo del dador del nombre, ni mucho menos; en
ese sentido soy una excepción.
Lo cierto es que dedico tiempo, una hora por día, a veces dos, a la lectura. En realidad,
no conozco a nadie más que lo haga [...]. Claro que hablar de "lectura" es estirar el
término tal vez demasiado. Cuando se pasó toda la literatura a estos medios, se lo hizo
en imágenes. Los programas transformaron las palabras en imágenes, una por una (no se
hizo por frases) y hasta fragmentando las palabras si resultaba conveniente. Esta tarea la
llevaron a cabo sistemas automáticos operando con grandes diccionarios polivalentes,
sin intervención del hombre [...]. Y por la otra punta , disponían de un banco de
imágenes completo, o sea que estaban todas. Seguramente a los literatos del pasado no
les habría satisfecho la transferencia, pero cuando se hizo ya no estaban para protestar.
Y la operación salvó del olvido definitivo a la ingente masa de libros que se había
acumulado. Fue esta operación la que anuló las diferencias entre obras buenas y malas.
Hubo una época remota del pasado en que la humanidad practicó una actividad llamada
"literatura". No necesito decir en qué consistía, porque cualquier persona culta lo sabe.
Quiero decir, no necesita haberlo estudiado especialmente, porque forma parte de su
tradición familiar y personal, y está inscripto en su propio nombre. Durante los siglos en
que existió la literatura se acumularon muchos libros, y muchos escritores. Algunos
"buenos", otros "malos", unos más importantes o elogiados que otros, serios, frívolos,
laboriosos o estériles: todas esas distinciones se anularon después. De esos escritores
descienden todos los hombres y mujeres que pueblan el mundo, por genealogía simple:
si es concebible que todos seamos descendientes de un solo hombre original, tanto más
podemos serlo de la innumerable cantidad de escritores que hubo. Y los nombres que
tenemos son los nombres de ellos. Sin ir más lejos, yo, que me llamo César Aira, tengo
el nombre de un lejano antepasado mío que fue un escritor. Claro que no todos mis
contemporáneos mantienen vivo el recuerdo del dador del nombre, ni mucho menos; en
ese sentido soy una excepción.
Lo cierto es que dedico tiempo, una hora por día, a veces dos, a la lectura. En realidad,
no conozco a nadie más que lo haga [...]. Claro que hablar de "lectura" es estirar el
término tal vez demasiado. Cuando se pasó toda la literatura a estos medios, se lo hizo
en imágenes. Los programas transformaron las palabras en imágenes, una por una (no se
hizo por frases) y hasta fragmentando las palabras si resultaba conveniente. Esta tarea la
llevaron a cabo sistemas automáticos operando con grandes diccionarios polivalentes,
sin intervención del hombre [...]. Y por la otra punta , disponían de un banco de
imágenes completo, o sea que estaban todas. Seguramente a los literatos del pasado no
les habría satisfecho la transferencia, pero cuando se hizo ya no estaban para protestar.
Y la operación salvó del olvido definitivo a la ingente masa de libros que se había
acumulado. Fue esta operación la que anuló las diferencias entre obras buenas y malas.
Notas
Estrofa
Cada una de las partes en que se divide una composición poética. Las estrofas de un
poema pueden tener igual o diferente número de versos. La separación de las estrofas
está dada por un espacio en blanco en la hoja denominado "blanco tipográfico".
Rima
Verso
textos: Verónica Delgado y Graciela Goldchluk dibujos: Alejandra Taubin edición: Carina Kosel