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- Histeria de defensa: se genera por la represión que parte desde de la defensa del YO sobre una
representación inconciliable, la R reprimida permanece como una huella mnemica débil y el afecto
que se le arranco es empleado para una inervación somática: conversión de la excitación en virtud de
su represión la R se vuelve causa de síntomas patológicos es decir patógena ella misma.
- Histeria hipnoide de Breuer: una R devendrá patógena por el hecho de que ella concebida en un
particular estado psíquico permanece de ante mano fuera del YO. No ha hecho falta ninguna fuerza
psíquica para apartarla del YO y tampoco se despertara resistencia alguna si se la introduce en el YO
con auxilio de la actividad mental sonámbula, según Freud el estado hipnoide debían su segregación
a la circunstancia de imperar en él un grupo psíquico escindido con anterioridad por vía de defensa.
Laplanche: el sujeto no puede integrar en su persona y en su historia las R que aparecen durante esos
estados, aquellas forman un grupo psíquico separado inconciente capaz de provocar efectos
patógenos.
- Histeria de retención: Aquí el trabajo terapéutico se lograría sin resistencia, también aquí ha de
hallarse en el fondo una porción de defensa que ha esforzado todo el proceso hacia lo histérico.
Laplanche las afectos no han podido ser descargados por abreaccón sobre todo en razón de
circunstancias exteriores desfavorables.
- Las representaciones reprimidas sólo se hacen concientes al eliminar las resistencias que bloquean el
camino a la conciencia, pero debemos tener en cuenta que no hay una sola realidad patógena sino
más bien hay series de traumas parciales y encadenamiento de ilaciones patógenas; siendo este
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- Los síntomas tienen múltiple determinación, el material patógeno tiene más de un núcleo; este
material se comporta como un cuerpo extraño y la terapia opera como la remoción de un cuerpo
extraño del tejido vivo, un cuerpo extraño no se conecta con tejidos que lo rodean pero los altera; el
material patógeno psíquico no se puede extirpar limpiamente del Yo pues sus estratos más externos
traspasan hacia sectores del Yo normal, es imposible delimitar tajantemente las fronteras entre ambos
ya que el material patógeno se comporta como un infiltrado.
- La resistencia es lo que infiltra entonces la terapia no consiste en extirpar algo sino en disolver las
resistencias a sí facilitar la circulación de lo que estaba bloqueado.
- Formas de la terapia:
- 1- No avanzar en forma directa hacia el núcleo porque el enfermo no sabría qué hacer con el
esclarecimiento que se le obsequia, hay que mantenerse en la periferia del NP superando resistencias
leves.
- 2- luego aparece desde el enfermo un empeño en colaborar, estas ocurrencias parecen inconexas
pero luego se van a resignificar, no hay que inhibirlo porque puede quedar enterrado algo que puede
ser importante, sin embargo no hay que dejar la guía al paciente, la forma propuesta sería analista va
en sentido radial y el pacienta hace el ensanchamiento periférico, para esto es necesario adueñarse de
un tramo del hilo lógico pues sólo con este podemos penetrar en el interior. Superando de continuo
resistencias uno fuerza el ingreso a estratos internos.
- En un análisis no aflora ninguna reminiscencia que no posea un significado y una vez tramitada esta
nunca retorna.
- núcleo patógeno cae completamente cuando se hace conciente lo patogeno relacionado con ese
síntoma, ¿maneja la concepción de cura de hacer conciente lo inconciente?
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- 2- que se haya tropezado con una resistencia que luego se puede vencer esto se ve en el gesto de
tensión del paciente,
- C- cuando la enferma se espanta por transferir al medico las representaciones penosas que afloran,
esta transferencia acontece por enlace falso.
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La importancia del trauma en la clínica actual. Rebagliati
La autora hace un recorrido del concepto de trauma a lo largo de la obra de Freud.
Plantea resaltar este concepto, que fue abandonado por Freud, y esto trajo como
consecuencia el descuido de vínculo primario con la madre que se hallaba presente en el
traumatismo de seducción.
A partir del concepto de trauma en su articulación con la constitución del psiquismo es que
se torna posible la articulación entre metapsicología y clínica psicoanalítica, que consiste en la
asistencia a quien sufre un padecimiento anímico buscando las determinaciones inconcientes;
la metapsicología elabora un conjunto de conceptos teóricos: aparato psíquico, teoría de las
pulsiones, represión, angustia y síntoma.
Desde el comienzo Freud explico el origen de las neurosis por sucesos sexuales
traumático de la primera infancia, por eso se centro en la relación entre: sexualidad, trauma y
defensa psíquica.
En 1893 sitúa El trauma como suceso causador del síntoma, era muy difícil establecer
el nexo entre estos dos porque el sujeto no recordaba el suceso traumático:
La conexión causal entre ambos no es sólo el hecho de que el trauma provoque el síntoma
sino que también pervive en el síntoma como cuerpo extraño por eso los síntomas caen
cuando se consigue recordar el hecho traumatico y con él el monto de afecto no derivado en el
momento del acontecimiento, esto es lo que más adelante Freud denomina tramitación
psíquica (Ej: la niña que no podía entrar a la panadería porque se reían).
Estos hechos traumáticos a pesar de ser muy antiguos guardan gran intensidad por ello
producen efectos actuales sin desgatarse; las dos posibilidades de tramitarlo son: derivación
en la acción y derivación por la asociación.
Freud toma al núcleo patogeno como un cuerpo extraño y más adelante lo ve como un
infiltrado, pero para Rebagliati no hay que desechar el concepto de cuerpo extraño interno
entendido este como resto libidinal traumatico que se sustrae al entramado representacional,
siendo inherente a la estructuración del psiquismo y se expresara en diferentes formaciones
patológicas como la compulsión a repetir.
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El trauma es inherente a la constitución psicosexual del niño en sentido universal, trauma
interior y exterior a la vez, exterior porque es desde el otro materno donde arriba a la
sexualidad (erogenización) e interior porque brota desde ese exterior interiorizado como
cuerpo extraño interno implantado: zonas erógenas fuente de la pulsión.
En 1917 dice que el síntoma neurótico expresa una modalidad de satisfacción auto erótica
a la que el sujeto quedo adherido, se establece la relación entre puntos de fijación y fantasía,
siendo esta no sólo sostén del deseo sino también que, al no lograr elaborar lo traumatico, se
presenta el ella la satisfacción pulsional y debe ser reprimida originando el síntoma.
En 1920 retoma el concepto de trauma diciendo que la pulsión sería la que trauma al aparato,
sería el resto de pulsión que no fue dominado por el principio de placer va a producir la
compulsión a la repetición de lo traumático que está más allá del principio de placer.
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Tratamiento psíquico tratamiento del alma. Freud (1890)
Tratamiento psíquico es tratamiento desde el alma con recursos que influyen en forma inmediata
sobre lo anímico: la palabra.
Freud critica a la medicina que propone ver a lo corporal comandando lo anímico; él, en cambio,
plantea una relación reciproca.
Tenemos enfermos cuyos signos patológicos provienen de una alteración de su vida anímica, la relación
entre lo anímico y lo corporal se ve claramente en la expresión de las emociones y su manifestación
corporal (miedo, enojo, alegría).
Expectativa: una serie de las más eficaces fuerzas anímicas que pueden ponerse en movimiento hacia
contracción de afecciones corporales o curación de las afecciones corporales.
Expectativa angustiada se refiere a las personas que están esperando que algo malo les suceda, lo
que tendríamos que saber es si esto tiene una eficacia a la hora de enfermar; expectativa esperanzada es
antecedente de la transferencia, es una fueraza eficaz no se puede prescindir en el tratamiento y la
curación ejemplo de esta es la curación milagrosa, en esta expectativa actúan los deseos de curación y la
confianza en el tratamiento y en el medico.
Las palabras son buenas para enfermar y para curar.
La relación entre hipnotizado e hipnotizador, el primero se comporta como un total durmiente
respecto del mundo externo pero oye y obedece y le cree al segundo, se conforma el fenómeno del
rapport, esto se da en la vida real en le relación del niño con sus padres.
Sin embargo las personas pueden resistir la sugestión si las órdenes son contrarias a sus convicciones
y además se consigue suprimir los síntomas por poco tiempo y estos vuelven nuevamente produciéndose
una circularidad.
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Sobre la dinámica de transferencia. Freud (1912)
Una parte de la libido tiene un normal desarrollo que se vuelva al mundo externo y la conciencia, otra
parte fueron demoradas en el desarrollo están en la fantasía en los puntos de fijación y en el inconciente,
entonces alguien que tiene sus necesidades de amor insatisfechas por la realidad necesita volcarse hacia cada
una de las personas que aparezca, por lo tanto hacia el medico.
Dos puntos, las transferencia se da en todo vinculo y segundo funciona como resistencia al
tratamiento, al mismo tiempo que es la mejor palanca para el éxito.
Ante una frustración la libido, esta es retirada de la realidad conciente hace introversión y por regresión
vuelve hasta los objetos de la fantasía inconciente y puntos de la fijación hasta allí la sigue la cura analítica
que quiere tomarla para volverla hacia el mundo externo nuevamente, toda vez que la investigación analítica
tropieza con la libido retirada estalla en combate, esta libido siempre estuvo atraída por los complejos
inconcientes lo que se relajo fue la atracción de la realidad y para liberarla es necesario vencer la atracción
del inconciente o sea cancelar la represión, si se persigue un complejo patogeno desde el síntoma hasta su
raíz en lo inconciente se entra en una región donde la resistencia se torna muy fuerte y se vuelve en forma de
acto sobre el medico es aquí donde entra la transferencia, siendo esta también manifestación de la resistencia
ya que el material inconciente aparece desfigurado por la transferencia.
Es tan fuerte la resistencia transferencial porque es muy difícil confesar una moción de deseo prohibida
ante la misma persona sobre quien recae esa moción.
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Resistencia del súper YO, responden al más allá del principio de placer y típicamente melancólicas, son
necesidad de castigo, sometimiento masoquista, reacción terapéutica negativa.
El analista no debe sofocar el amor de la paciente pero al mismo tiempo debe abstenerse de
corresponderlo, o sea retiene la transferencia de amor pero la trata como algo no real, como una
situación por la que se atraviesa en la cura. (Se toma esto como un sueño para interpretarlo)
Este amor no es nuevo sino que repite modelos infantiles y rediciones antiguas (clise), la resistencia no
ha creado este amor, lo encuentra ahí se sirve de él y exagera sus exteriorizaciones, este enamoramiento
consta de reediciones de rasgos antiguos y repite reacciones infantiles pero ese es el carácter esencial de
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todo enamoramiento, no hay ninguno que no repita modelos infantiles, justamente lo que constituye su
carácter compulsivo que recuerda a lo patológico procede de su condicionamiento infantil.
En la medida que el paciente este en regresión el diván es el analista los cojines son los pechos y el
analista es la madre en determinado momento del pasado.
Con el paciente en estado de regresión la palabra deseo es incorrecta en su lugar usamos la palabra
necesidad, si esta no es satisfecha el resultado es una reproducción de la situación de fracaso ambiental que
detuvo el proceso de crecimiento del self.
Ejemplo pecienta impuntual: neurótico es transferencia negativa; depresivo al retrasarse puede estar
dando un respiro al analista; psicóticos regresivos llegan tarde porque todavía no hay instaurada ninguna
esperanza de que el analista sea puntual
Hasta este punto la psicosis solo puede ser aliviada por una provisión ambiental especializada con la
regresión del paciente.
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correspondiente al patrón del fracaso ambiental (ej: El cisne negro), con esto el verdadero self no se ve
envuelto en la reacción y conserva su continuidad existencial, sin embargo, al quedar oculto, cuan rostro tras
una mascara, sufre un empobrecimiento por la falta de experiencia (pensemos en la palidez de un rostro
oculto tras una mascara y que nunca se expuso al sol). En cambio, en los casos favorables, el falso self
desarrolla una actitud maternal respecto del verdadero self sosteniéndolo como una madre a su bebe, en
estos casos (los de suficiente adaptación) el analista debe seguir el proceso inconciente del paciente sin
marcar ninguna directriz.
En los casos donde no tenemos un YO intacto carece de importancia la labor interpretativa y
adquiere mayor importancia el marco (así él llama al comportamiento del analista), por ser este el sostén
para la adaptación a la necesidad, gradualmente el paciente lo percibe como algo que le da esperanza para
que el verdadero self pueda arriesgarse a experimentar la vida, a la larga el falso self es entregado al analista,
este es un momento de gran dependencia y riesgo para el paciente (como cuando era un bebe) que se halla
en estado de regresión, por eso dice que en la neurosis el pasado penetra en el consultorio, mientras en estos
casos el presente es el pasado.
Lo que se busca es que el centro del paciente pase del falso al verdadero self logrando por primera
vez un desarrollo del YO que por primera vez pueda experimentar los impulsos del ELLO, a partir de esto
puede comenzar un análisis ordinario de defensas del YO contra la angustia, pudiendo sentir ira respecto de
los fracaso originarios. El paciente hace uso del fracaso del analista, este debe ser usado y tratado como
fracaso del pasado, un fracaso que el paciente puede percibir y sentir ira sobre él, el analista debe usar sus
fracasos en términos de lo que significan para el paciente mediante la contratransferencia; con estos fracasos
del analista el paciente se enoja por primera vez con los fracasos que no posibilitaron su adaptación
(recordemos que el presente es el pasado) y con esto se va liberando al paciente de su dependencia del
analista. De esta manera la transferencia negativa del neurótico que obstaculiza el análisis, en pacientes
graves es reemplazada por la ira objetiva sobre los fracasos del analista que hacen avanzar la tarea
terapéutica.
Un clase de análisis no impide la otra constantemente pasamos de una a la otra según la tendencia
que muestre el proceso inconciente del paciente.
En Freud la regresión alude a la regresión tópica, del polo motor al polo perceptivo. En cambio, en
Winnicott alude a una regresión a la dependencia absoluta, donde es necesario satisfacer necesidades.
En el comienzo de la vida hay una serie de procesos que arman el aparato psíquico. Las patologías
borderline, psicóticos dan cuenta de esto.
Dentro de la etapa de dependencia absoluta, tenemos las siguientes funciones:
1. Integración-no integración (actitud materna: holding, capacidad de la madre de sostener un
vinculo muy primario donde son uno, algo subjetivo) volverse uno con uno mismo, la patología
sería la desintegración, la no integración patología del insomnio por la necesidad de retracción
narcisista.
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2. Personalización-Despersonalización (actitud materna: handling, cuidado manual)
3. Tiempo y Espacio (actitud materna: presentación de objetos)
4. Experiencia de omnipotencia efectivamente vivida.
5. Intrusiones que son necesarias.
Todo esto lleva al pasaje de la dependencia absoluta a la dependencia relativa.
Las angustias primarias para Winnicott son: angustia de desamparo y angustia de aniquilamiento que son
anteriores a la formación del Yo. Para M. Klein son persecutorias y depresivas.
La Contratransferencia (Winnicott)
Winnicott empieza planteando que a la palabra “contratransferencia” debería restituírsele su uso original.
También dice que una palabra como “self” nos usa y puede gobernarnos. “Contratransferencia” es un
término que podemos esclavizar, y la lectura de los textos técnicos lleva a Winnicott a pensar que este
término está en peligro de perder su identidad.
El paciente experimenta la necesidad de idealizar al médico, y de enamorarse de él, de soñar.
Freud admitió el desarrollo de toda una gama de fenómenos subjetivos en la relación profesional; en
efecto, el análisis del propio analista implicaba el reconocimiento de que éste se encuentra bajo tensión al
mantener una actitud profesional. El análisis del analista trata de aumentar la estabilidad del carácter y la
madurez de la personalidad del profesional, que constituyen la base de su trabajo y de nuestra capacidad
para mantener una relación profesional.
La actitud profesional podría erigirse sobre una base de defensas, inhibiciones y regularidad obsesiva. En
esos casos el terapeuta se encuentra bajo tensión, porque cualquier estructuración de las defensas de su yo
reduce su capacidad para enfrentar las situaciones nuevas. El psicoterapeuta debe seguir siendo vulnerable y,
sin embargo, no abandonar su rol profesional en sus sesiones de trabajo reales. Según Winnicott, el analista
profesional de conducta correcta es más fácil de encontrar que el analista que, sin dejar de comportarse bien,
conserva la vulnerabilidad propia de una organización defensiva flexible.
Seguramente lo que el paciente encuentra es la actitud profesional del analista, y no los hombres y
mujeres inconfiables que somos en la vida privada.
El trabajo del analista es un estado especial, es decir, que su actitud es profesional. El trabajo se realiza
con un encuadre profesional. En este encuadre damos por sentado que el analista no está sometido a
trastornos de la personalidad y el carácter de un tipo o grado tal que impidan mantener la relación
profesional, o que para mantenerla obliguen a pagar el alto costo que suponen las defensas excesivas.
La actitud profesional se parece al simbolismo, en cuanto supone una distancia entre el analista y el
paciente. El símbolo está en una brecha entre el objeto subjetivo y el objeto percibido objetivamente.
Winnicott sostiene que entre el paciente y el analista está la actitud profesional del analista, su técnica, el
trabajo que realiza con su mente.
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Él plantea que hace su trabajo en gran medida partiendo del yo corporal. En su trabajo analítico se piensa
funcionando gracias a un esfuerzo mental consciente aunque fácil. Las ideas y los sentimientos acuden a la
mente, pero antes de formular una interpretación los examina e indaga. Esto no significa que los
sentimientos no participen.
Durante la sesión el analista es objetivo y congruente. El efecto importante del propio análisis del analista
en relación con esto consiste en que ha fortalecido su yo de modo tal que pueda seguir profesionalmente
involucrado y hacerlo sin demasiada tensión.
En la medida en que esto sea cierto, la palabra contratransferencia puede designar los rasgos
neuróticos que malogran la actitud profesional y perturban el curso del proceso analítico tal como lo
determina el paciente.
El rol del analista debe variar según el diagnóstico del paciente.
En este momento del texto Winnicott habla desde una posición diferente, y el cambio se origina en el
hecho de que se refiere al manejo y tratamiento de casos fronterizos para los cuales la palabra psicótico es
más apropiada que la palabra neurótico.
Winnicott plantea que dos tipos de casos modifican completamente la actitud profesional del terapeuta.
Uno es el paciente con tendencia antisocial, y el otro es el paciente que necesita una regresión. Sobre este
último dice que, para generar un cambio significativo, el paciente tendrá que atravesar una fase de
dependencia infantil. Si bien en este caso no se puede enseñar psicoanálisis, sí se puede practicarlo en una
forma modificada. La dificultad consiste aquí en el diagnóstico, en la localización de la falsedad de la
personalidad falsa que oculta al self verdadero inmaduro.
Apuntes de Clase:
No nos curamos de la neurosis sino que nos libramos de sus efectos.
El analista siempre está en un espacio intermedio entre lo subjetivo y lo objetivo. Lo subjetivo refiere a lo
fantasmático, mientras que lo objetivo refiere a que el analista sobrevive a la omnipotencia del paciente.
Rafael Paz plantea que la contratransferencia es la respuesta del analista a las transferencias del
analizado. Trata del sostenimiento de lo que perturba la atención flotante. Es una perturbación a recuperar.
Consiste en superar el atrapamiento (quedarse enganchado en lo contratransferencial) para recuperar la
neutralidad. Es un anhelo de objetividad.
Para Paz, la contratransferencia es un obstáculo fecundo, la transferencia es un obstáculo que motoriza.
Pero para que la transferencia sea productiva tiene que provenir del campo y no de los puntos ciegos del
analista.
Puntos de la contratransferencia:
1. La contratransferencia no es algo circunstancial ni excepcional.
2. La contratransferencia se iza siempre como dificultad, de allí la verdad irrefutable de
concebirla como problema a tratar.
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3. La precisión pone su marca en vínculos y fantasías que se suscitan. Somos afectados por las
comunicaciones del paciente.
Paz da la siguiente definición de contratransferencia:
“Activación de vínculos y fantasías primarias, reconocida por sus efectos, suscitada en el analista por lo
manifestado por el paciente en un proceso analítico o en vías de gestación”.
Cuando viene la transferencia, nos puede desestructurar. La instrumentación de la transferencia tiene
lugar en la segunda etapa porque cuando me desimplico puedo saber qué hacer con ella. Se trata de permitir
que lo que está dentro de uno se manifieste.
El concepto “vulnerable” implica empatizar, es decir, saber qué implica el sufrimiento del paciente.
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La coincidencia del odio y del amor es algo que, característicamente, se repite en el análisis de los
psicóticos, dando pie a una serie de problemas de dirección que fácilmente pueden agotar los recursos del
analista. Esta coincidencia del odio y del amor es algo distinto del componente agresivo que complica el
impulso amoroso primitivo, e implica que en la historia del paciente se produjo un fallo ambiental en el
momento en que aparecieron los primeros impulsos instintivos en busca de objeto.
El analista debe tolerar que se lo coloque en aquella posición. Ante todo, no debe negar un odio que
realmente existe en él mismo. El odio que está justificado en el marco existente debe ser separado y
mantenido en reserva, disponible para una eventual interpretación.
Una de las principales tareas de cualquier analista consiste en mantener la objetividad ante todo lo que le
presente el paciente, y un caso especial de esto es la necesidad del analista de poder odiar objetivamente al
paciente.
Durante el análisis ordinario el analista no tiene ninguna dificultad en controlar su propio odio, que
permanece latente. Lo principal es que a través de su propio análisis se haya librado de las grandes reservas
de odio inconsciente perteneciente al pasado y a conflictos internos.
En el análisis de psicóticos son muy distintos los grados y tipos de tensión que debe soportar el analista.
El analista debe estar preparado para soportar la tensión sin esperar que el paciente sepa lo que está
haciendo, tal vez durante un tiempo bastante largo. Para esto, al analista debe serle fácil asumir sus propios
temores y odios. A la larga, debe ser capaz de decirle al paciente lo que él, el analista, ha experimentado en
sí mismo, aunque puede que el análisis no llegue tan lejos.
Existe una inmensa diferencia entre los pacientes que han vivido experiencias satisfactorias en la primera
infancia, experiencias que pueden descubrirse en la transferencia, y aquellos otros pacientes cuyas
experiencias han sido tan deficientes o deformadas que el analista tiene que ser la primera persona en la vida
del paciente que aporte ciertos puntos esenciales de tipo ambiental. En el tratamiento de un paciente de este
segundo tipo, todo se vuelve importante y vital en la técnica analítica.
Para el neurótico, el sofá, la habitación caldeada, la comodidad pueden simbolizar el amor materno; para
el psicótico, sería mejor decir que estas cosas constituyen la expresión física del amor del analista. El sofá es
el regazo o el vientre del analista, la temperatura de la habitación es el calor vivo del cuerpo del analista, y
así sucesivamente.
Por lo general, el odio del analista es latente y sigue siéndolo fácilmente. En el análisis de psicóticos el
analista pasa mayores apuros para hacer que su odio siga siendo latente, cosa que únicamente logrará siendo
plenamente consciente de ello. En ciertas etapas de ciertos análisis el paciente llega efectivamente a buscar
el odio del analista, y lo que entonces se necesita es un odio objetivo. Si el paciente busca odio objetivo o
justificado, debe ser capaz de encontrarlo, de lo contrario es imposible que se crea capaz de encontrar amor
objetivo.
Durante la Segunda Guerra Mundial, un niño de nueve años fue internado en un albergue para niños
evacuados. Fue enviado desde Londres porque faltaba a clases sin permiso.
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La esposa de Winnicott se hizo cargo de él. Durante la primera fase le dieron libertad completa y dinero
siempre que quería salir.
El síntoma de las ausencias escolares dio un giro y el chico empezó a dramatizar el asalto interior.
La interpretación debía realizarse en cualquier momento del día o de la noche, y con frecuencia la única
solución en una crisis consistía en hacer la interpretación correcta, como si el chico estuviera siendo
analizado.
Winnicott manifiesta que hubiese tenido que pegarle de no haber sabido todo acerca de su odio y de no
haber dejado que él también lo supiera. Lo ponía de patitas en la calle, hiciese el tiempo que hiciese, ya
fuese de día o de noche. Había una campanilla especial que él podía hacer sonar y él sabía que si así lo
hacía, le sería permitido volver a entrar y no se diría ni una palabra acerca de lo sucedido. El chico utilizaba
esa campanilla tan pronto como se recuperaba de su crisis maníaca.
Cada vez, justo en el momento de ponerlo en la calle, Winnicott le decía algo: que lo que acababa de
suceder le había hecho odiarlo. Esto resultaba fácil, afirma, porque era muy cierto.
Estas palabras le permitían tolerar la situación sin desahogarse, sin perder los estribos y sin asesinarlo de
vez en cuando.
La madre odia al bebé antes de que este la odie a ella, y antes de que el bebé pueda saber que su madre lo
odia.
Freud, en “Los instintos y sus destinos” (1915), plantea que las actitudes de amor y odio no caracterizan
la relación entre los instintos y sus objetos, sino que están reservadas para la relación entre el yo como un
todo y los objetos. Winnicott se pregunta lo siguiente: ¿Acaso no significa que la personalidad debe estar
integrada antes de que pueda decirse que un pequeño odia? Por muy pronto que pueda conseguirse la
integración, existe una fase teóricamente anterior en la cual lo que el pequeño haga de daño no lo hace por
odio. Al describir esta fase, Winnicott ha empleado el término “amor cruel”. A medida que el pequeño va
siendo capaz de percibirse en tanto que persona completa, se va desarrollando el significado de la palabra
“odio” a modo de descripción de cierto grupo de sus sentimientos.
La madre, sin embargo, odia a su pequeño desde el comienzo. Algunas de las razones por las cuales una
madre odia a su bebé son:
El bebé no es la propia concepción (mental de la madre).
El bebé no es solo el de los juegos infantiles, el nene de papá, del hermano, etc.
El bebé no es producido mágicamente.
El bebé constituye un peligro para el cuerpo de la madre durante el embarazo y el parto.
El bebé interfiere en la vida privada de la madre, es un reto que provoca preocupación.
En mayor o menor grado, una madre siente que su propia madre exige un bebé de ella, de manera
que su bebé es producido a fin de aplacar a su madre.
El bebé le hace daño en los pezones incluso al chupar, actividad que al principio es de tipo
masticatorio.
El bebé es cruel, la trata como a una escoria, como a una sirvienta gratuita, una esclava.
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Ella tiene que amarle, incluyendo sus excreciones, al menos al principio, hasta que el bebé tenga
dudas respecto a sí mismo.
El bebé trata de hacerle daño, la muerde periódicamente, como señal de amor.
Da muestras de desilusión con respecto a ella.
Su amor excitado es un amor interesado.
Al principio el bebé debe dominar, hay que protegerle de las coincidencias, la vida debe
desarrollarse con arreglo a la marcha del bebé.
Al principio el bebé no tiene ni idea de lo que ella hace o sacrifica por él.
El bebé es suspicaz, rehúsa comida que es buena, y hace que la madre dude de sí misma.
Si la madre le defrauda al principio, ella sabe que se lo hará pagar siempre.
El bebé la excita pero la frustra.
En el análisis de los psicóticos, así como en las últimas fases del análisis, incluso de una persona normal,
el analista debe hallarse en condiciones comparables a las de la madre de un niño recién nacido.
Una madre debe ser capaz de tolerar el odio que su bebé le inspira sin hacer nada al respecto. No puede
expresárselo. Si la madre no puede odiar apropiadamente cuando el bebé le hace daño, debe apoyarse en su
masoquismo; es esto, según Winnicott, lo que da sustento a la falsa teoría de que existe un masoquismo
natural en las mujeres.
La criatura humana necesita del odio para odiar.
Si esto es cierto, de un paciente psicótico sometido a análisis no cabe esperar que tolere su odio hacia el
analista a menos que éste sea capaz de odiarle a él.
El odio del analista para con el paciente se trata de una cuestión preñada de peligros y a la que debe
dedicarse una sincronización de lo más cuidadosa. Pero un análisis es incompleto si, incluso cerca de su
final, al analista no le ha sido posible decirle al paciente lo que él, el analista, hacía a escondidas del paciente
mientras éste estaba enfermo, durante las primeras etapas. En tanto no se haga esta interpretación el paciente
es mantenido en cierta forma en la posición de un pequeño, de un pequeño incapaz de comprender lo que
debe a su madre.
El analista debe desplegar toda la paciencia, tolerancia y confianza de una madre dedicada a su pequeño;
debe reconocer como necesidades los deseos del paciente; debe apartar de sí otros intereses a fin de estar
disponible puntualmente y de ser objetivo; y debe dar muestras de querer dar lo que en realidad solamente se
da debido a las necesidades del paciente.
No se puede esperar reconocimiento debido a que, en la raíz primitiva del paciente, no hay capacidad
para la identificación con el analista.
Apuntes de Clase:
El análisis de un psicótico resulta molesto en comparación con el de un neurótico porque hablan de
situaciones insoportables para nosotros.
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Pega aquel que no sabe de su odio. Ésta es una indicación para casos de violencia doméstica.
No hay fragmentación en el odio sino que el yo está más integrado.
Amor cruel→ Toma el ejemplo de los bebés que muerden el pecho, donde no hay odio porque, para que
haya odio, el yo tiene que estar mínimamente integrado.
Winnicott plantea que podemos ser la primera constancia objetal en la vida de un paciente psicótico, de
madre melancólica, alojados en orfanatos, etc.
La ética del PA sería develar verdades: la verdad del síntoma y la ética de los derechos humanos sería
la de pensar y decidir.
El trabajo del analista tiene un objetivo claro: que el paciente se reencuentre con su verdad, es decir,
hacer conciente lo inconciente.
Con respecto a los Derechos Humanos, ser realmente hombre es hacer uso a la vez de dos facultades
bien particulares, la de pensar y decidir, por supuesto inscriptos en la singularidad de cada sujeto humano,
sujeto a su vez del inconciente.
Toma un esquema de David Liberman que nos plantea la
-situación terapéutica: se refiere a todo el plano social ambiental. Ecológico, económico, político que
envuelve a los dos miembros de una relación terapéutica en la medida que sobre ambos la realidad real
influye de la misma manera.
-marco terapéutico: es el de la institución, donde se desarrolla la labor asistencial, el marco también
actua sobre ambos miembros pero de manera diferente, las instituciones apuestan al silencio, se sostienen en
dogmas que postulan verdades absolutas, entonces el disenso es interpretado como traición.
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-dialogo terapéutico: Es una relación discursiva montada sobre reciprocas transferencias. Es una
relación de dos donde se habla de más de dos.
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Uno de los días, Silvina estaba destrozando literalmente un consultorio, pero en medio de semejante
escándalo pregunta la hora, y cuando se la dicen, ante la perplejidad de todos los presentes, se calma y con
llamativa serenidad dice que se tiene que retirar porque está por empezar la telenovela y teme llegar tarde.
Allí estaba diciendo su verdad: allí, a esa hora, en esa escena, comenzaba la “novela”.
2. Vuelven a llamar a su analista una tarde en que Silvina estaba furiosa, enojada y gritando. Cuando él llega
se calma, pues ha logrado su objetivo: hacerlo venir. Pero curiosamente comenta sentirse sumamente triste,
sentimiento que nunca había manifestado hasta ese momento. Él le propone ir a caminar, cosa que ella
acepta de buen grado, y fue durante esa caminata que duró alrededor de tres horas, la situación propicia para
que Silvina que hasta ese momento había hablado muy poco, se explayara por primera vez en relación a su
infancia y a su historia. Esta recorrida marcó un punto de inflexión en el tratamiento: su discurso se hizo
evidentemente más fluido, y sus actings cedieron tanto en frecuencia como en intensidad, aunque nunca
desaparecieron del todo.
El tratamiento prosiguió unos meses más, y luego se lo dio por terminado. Al poco tiempo ella solicitó un
reingreso en el turno vespertino, el único por el cual todavía no había pasado. Trabajó con una analista de
allí, sin mucho éxito, pero esto le permitió seguir frecuentando el hospital, que en definitiva era lo que le
interesaba. Le permitió también continuar en contacto con su analista anterior, lo que tampoco era
indiferente para ella.
Al poco tiempo se discutió este caso clínico. Al terminar la actividad, el terapeuta protagonista de la
historia se quedó conversando con algunos compañeros, cuando escuchó una voz que le resultó conocida.
Era Silvina, que había escuchado toda la presentación y la discusión posterior, escondida detrás de una
puerta, manifestó que le había parecido muy interesante, por supuesto que sabía que se trataba de “su” caso,
estaba de acuerdo en casi todo lo que allí se había dicho, aunque no le había caído muy bien el diagnóstico
de locura histérica, pues no era eso lo que ella suponía que padecía. Se despidió amablemente ante la atónita
mirada de su ex analista y se fue tranquila. Durante un tiempo más se la vio por el hospital, rondando como
siempre, y después menos.
Frente a esto, Braun se pregunta: ¿es posible el psicoanálisis en el hospital? ¿Qué lugar ocupa la
gratuidad en un análisis institucional?
Plantea que se han alejado las épocas en las que se creía que a un análisis lo definía el pago, o la
cantidad de sesiones semanales, o el diván, como criterios excluyentes. Silvina, entre otros muchos
pacientes, ha demostrado que en la calle, caminando entre gente, automóviles y ruido, igual que Freud
viajando en un tren, en este contexto “inadecuado”, se puede producir el trabajo de análisis. Y esto era lo que
para ella fue necesario. Al acto analítico y a su eficacia lo define la posición determinada del analista y
su escucha, una posición ética que va mucho más allá de cualquier pauta imaginaria de “contrato”
que se pudiera sostener.
25
Tanto Freud como sus continuadores pensaron que el tema de la formación de los analistas era una de las
claves para el desarrollo y el destino de nuestra práctica. El análisis didáctico o el mecanismo del pase
fueron intentos, con resultados diversos y parciales, en esa dirección.
Debemos revisar el problema de qué significa el concepto de cura, y esto en relación a sus diferencias con
la desaparición de los síntomas, por ejemplo. El ámbito institucional de ninguna manera podría ser ocupado
por un solo discurso, pues esto atentaría contra su misma esencia.
La cuestión de la locura histérica, con su particularidad clínica del acting out, permitió entender el
caso en el contexto de una neurosis, centrando la dirección de la cura en el terreno de la transferencia.
Este concepto permitió, en esta situación particular, evitar una internación. El autor recalca la
cantidad de indicaciones de este tipo innecesarias de las que son objeto muchas histéricas cuando
logran “convencer” a quien las escucha de su supuesta locura.
Si los problemas en torno al tiempo de duración y al fin del análisis son muy difíciles y tanto a
Freud como a sus continuadores les preocuparon enormemente, estos adquieren una especificidad
particular en el caso del hospital, ya que se agregan variables específicas. En cuanto a la gratuidad,
¿con qué paga su análisis quien no lo paga con dinero?
Esta misma discusión es válida en torno de los criterios de admisión, entrevistas preliminares y sanción
del comienzo del análisis: los criterios de “analizabilidad”, sostenidos en supuestas capacidades
intelectuales, edades tope, niveles de simbolización y hasta estamentos económicos. Vacíos estarían hoy los
hospitales si es que estos criterios continuasen siendo válidos.
Un analista es alguien que produce con su intervención la causación del inconsciente. Nuestra
apuesta sigue siendo al sujeto del lenguaje y a la producción inconsciente como el único coto posible a
la satisfacción pulsional.
Somos nosotros los que debemos adaptar nuestra teoría y nuestra práctica a las demandas que
aparecen, y no al revés. Es el Psicoanálisis el que debe ser cuestionado en su consistencia y eficacia, y
nunca los pacientes, acusados injustamente de ser los responsables de la ineficacia de los tratamientos.
26
Alexander y French proponían: trabajar sobre la experiencia emocional y lograr la integración intelectual,
denominándola: experiencia emocional correctiva donde trabaja los conceptos de Conflicto Focal (cercano a
la superficie, que derivan de los conflictos nucleares y Conflicto Nuclear los más profundos).
Ornstein hablaba sobre “interpretaciones psicoanalíticas pensadas pero no verbalizadas”.
Primera Entrevista
Generalmente el paciente llega luego de la evaluación de un admisor derivador, donde el paciente vendrá
con la autorización para su primera entrevista.
El encuadre no atañe solamente al lugar físico de atención, (consultorio, institución, hospital), duración y
frecuencia de las sesiones, modalidad de trabajo, (cara a cara), sino también dejar en claro las diferentes
vicisitudes normativas que dependerán de cada cobertura en particular, bonos u ordenes de consulta,
autorizaciones, modalidad referida a inasistencias, readmisiones y fundamentalmente duración del
tratamiento.
Motivo de Consulta
Es importante tener en cuenta esta instancia no solamente desde la clínica, donde vemos que es lo que nos
trae el paciente como problemática, como apertura, como posibilidad de trabajo, sino también porque en
psicoterapias con cobertura de tiempo limitado, en el trabajo de devolución en el cierre del tratamiento, se
retoma el motivo de consulta para evaluar con el paciente logros obtenidos pero también los temas
pendientes que no pudieron ser trabajados en este tránsito psicoterapéutico una vez finalizado.
Aspectos a tener en cuenta
En oportunidades y teniendo en cuenta la extensión del tratamiento se pueden plantear objetivos y metas
a alcanzar.
Establecer un buen raport que favorezca el encuadre en este tipo de terapia.
Poder generar una acción dinámica entre terapeuta y paciente.
En lo posible no habría que favorecer las regresiones, evitar los silencios prolongados mediante
recapitulaciones, las neurosis de transferencia, las resistencias y respetar la extensión del plazo.
Transferencia
En estas psicoterapias tratamos de evitar las neurosis de transferencia, es inevitable que el sujeto instale
modalidades transferenciales con lo cual siguiendo a Orstein por supuesto es importante tener en cuenta
dichas modalidades, poder pensarlas, reflexionarlas, interpretarlas pero no verbalizarlas ni comunicárselas o
interpretarlas al paciente.
Nos encontramos a veces que si el paciente viene por una cobertura de obra social, prepago o llega al
hospital o a una atención a la comunidad que dependa de una Universidad muchas veces la transferencia es
con la Institución.
Herramientas
Las puntuaciones y los señalamientos son herramientas a tener en cuenta ya que pueden mostrarle al
paciente las escenas, espacios, clisés que va armando y tramando a lo largo de su vida, para que el paciente
comience a darle sentido y se implique con su padecer.
27
Si el paciente tiene capacidad y riqueza representacional en oportunidades también se puede usar como
herramientas asociaciones y la interpretación, tal vez mostrando mayor profundidad en sus modalidades de
armado de escenas.
La riqueza de la sincronía en la historicidad de la diacronía
Si tomamos el eje sincrónico en un aquí y un ahora, que nos muestra un punto inmensamente rico en su
semiología, en su padecer en la actualidad, en lo cotidiano en lo vincular, nos permite poder trabajar también
con la historia de este sujeto abriendo y transitando en eje diacrónico, donde tal vez en el trabajo
psicoterapéutico logremos darle sentido junto al paciente para que pueda continuar implicándose, para
observar el sesgo subjetivo y singular que trae desde su pasado histórico a este presente que lo impresiona y
lo deja perplejo.
Poder, tal vez, ver, que hay una marca en todo lo que va tejiendo y de lo cual padece.
La Compulsión a la Repetición
La compulsión a la repetición es un proceso incoercible y de origen inconsciente en virtud del cual el
sujeto se sitúa activamente en situaciones penosas, repitiendo así experiencias antiguas sin recordar el
prototipo de ellas, si no al contrario con la impresión muy viva de que se trata de algo plenamente motivado
en lo actual.
Si el trabajo psicoterapéutico ha logrado establecer logros, avances, el paciente puede comenzar a darle
un sentido inédito, nuevo, sorprendente, a su suceder, que le permite hacer una reelaboración de su padecer
vinculado a su necesidad basada en su historia de volver a repetir para no recordar.
Finalización del Tratamiento
Es importante comenzar a trabajar la finalización del tratamiento dándole un marco y un tiempo que sea
lo suficientemente amplio para que se puedan elaborar los logros obtenidos hasta ese momento.
Puede ser importante mostrarle al paciente que esto es el comienzo, el inicio, la posibilidad de un primer
tramo de un camino que sería conveniente que continúe para seguir trabajando, elaborando, reelaborando las
inquietudes, demandas y preguntas que se fueron desarrollando a lo largo del tratamiento, pero que la
continuación, de acuerdo a las coberturas deberán continuarse por otros medios, pero no renunciar ni perder
todo lo conseguido en su trabajo psicoterapéutico.
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Transitar por diferentes marcos conceptuales, le permitió a Freud encarar la implementación de la labor
clínica en forma amplia, específica y cautelosa.
Nos advierte de los peligros del “análisis salvaje”, refiriéndose a aquellas interpretaciones que se suelen
dar fuera de todo contexto terapéutico.
Freud remarca las diferencias entre el psicoanálisis como método de abordar la clínica, y el psicoanálisis
aplicado, como el uso de los principios de la teoría psicoanalítica fuera de los marcos terapéuticos.
Sus experiencias nos transmiten que no es el diván el que cura, ni la caminata la que obstruye el proceso
terapéutico. Pero algunos de sus seguidores encasillan a la clínica psicoanalítica como una actividad
terapéutica desarrollada única y exclusivamente en el diván del consultorio, refiriéndose a toda otra
actividad terapéutica en encuadres diferentes bajo el rótulo del psicoanálisis aplicado. Desechando de esta
forma el potencial terapéutico del psicoanálisis puede ser desplegado en diferentes encuadres.
La labor clínica psicoanalítica tiene valor en tanto se desarrolle en el marco más apropiado, considerando
la intimidad del consultorio y la distensión que permite el diván, como las condiciones óptimas, siempre y
cuando se halla evaluado la situación especial, las posibilidades y necesidad del paciente en cuestión.
Freud considera muy posible que se puedan desarrollar procedimientos complementarios para niños, y
para el público que demanda asistencia en los hospitales.
Debemos estar dispuestos a replantear los postulados teóricos y los encuadres sosteniendo lo esencial y
adaptando lo relativo y circunstancial.
Tratar a pacientes en diferentes situaciones disruptivas, situaciones de desastres colectivos, enfrentó a los
autores con la problemática clínica de las consecuencias de la irrupción de lo fáctico sobre el psiquismo.
Enfrentar en tratamiento en este tipo de situaciones llevó a los autores a enfatizar ciertos criterios
clínicos que posibilitaron nuestra labor:
1. Discernir entre lo urgente, lo apresurado y lo prematuro.
2. Basar la labor clínica en una clara y firme concepción teórica de lo traumático y las implicaciones
de las situaciones disruptivas.
3. Diferenciar entre la intervención terapéutica y la implicancia terapéutica.
4. Superar el preconcepto, en cierto modo localista, de la dicotomía entre el psiquiatra y el
psicoanalista.
5. La posibilidad de discernir entre la función simbólica del terapeuta (¿quién soy yo para el
paciente?) y su función operativa (¿qué debo hacer con el paciente?), potenciará el efecto clínico
de las intervenciones durante el tratamiento.
6. ¿Tratamos sólo a la persona por la cual hemos sido convocados, a sus familiares, o también al
entorno y a los profesionales tratantes?
7. Es de fundamental importancia que por medio de su propio análisis, el terapeuta esté en contacto
con su específica modalidad de enfrentar situaciones disruptivas o desbordantes.
Situaciones cotidianas e inocentes a los ojos del observador pueden ser tanto o más patógenas que
cualquier amenaza colectiva.
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Aquí, los autores presentan el material clínico recogido en la actividad cotidiana de la práctica
psicoanalítica en un hospital general.
Se trata de la intervención, durante la internación de una paciente que sufriera un accidente
automovilístico, evento que podemos clasificar como “situación disruptiva” (conceptoWinicottiano).
La labor asistencial basada en prejuicios acrecienta el potencial iatrogénico (daño que produce el medico
por una mala intervención) de las intervenciones llevadas a cabo. Enfrentar amenazas desarrollando
preconceptos, es una actitud muy humana. En ésta labor terapéutica debemos tomar conciencia de esta
tendencia para poder superarla y no perdurar inmersos en ella. Cuando lo fáctico amenazante desencadena
patología, ésta no siempre es del orden de lo traumático. “Accidente de tremendas proporciones equivale a
trauma”, es uno de los tantos prejuicios de esta labor clínica.
En ciertas oportunidades el médico decide mantenerse en una “expectación activa”, presenciando la
evolución natural del cuadro clínico, hasta la llegada del momento oportuno para actuar.
Respetando el valor paradojal, de intervenir sin desplegar la acción, consideramos a la “expectación
activa” como un acto terapéutico esencial y una de las tantas contribuciones que la práctica psicoanalítica
puede ofrendar a la clínica médica.
La “expectación activa”, de por sí, posee cualidades terapéuticas. Es una decisión y una actitud activa de
no “actuación”, para facilitar el proceso curativo o reparador. Implica la capacidad de estar junto al paciente,
mantenerse a su lado y a su alcance, acompañándolo y paradójicamente favoreciendo el desarrollo de la
capacidad de estar solo, indispensable para la elaboración, la simbolización y el trabajo reparatorio de las
pérdidas.
La mayor dificultad para tomar la determinación de abstenerse de actuar, tanto en el marco hospitalario
como en los casos de situaciones disruptivas, radica en los obstáculos personales e institucionales que
entorpecen la capacidad del médico y del psiquiatra, en particular, de estar solo, tolerando la soledad.
Ante pacientes que han padecido los efectos de situaciones disruptivas, algunos criterios que pueden
guiar la intervención del equipo médico serían:
1. Evaluar el riesgo de la tendencia de los profesionales a actuar, e intensificar la capacidad
elaborativa de los mismos ante el impacto de la amenaza.
2. Evaluar el sufrimiento que puede entrañar o prolongar el acto terapéutico sobre el paciente.
3. Tener en cuenta la capacidad y/o posibilidad del enfermo de enfrentarse con la amenaza.
4. Estar en contacto con el potencial traumatogénico de esa situación para el paciente en cuestión.
El pedido y la información médica
Se solicita interconsulta con Psicología Médica por parte del Servicio de Oftalmología. Se trataba de una
paciente que había sufrido un accidente automovilístico en el que fallecieron su marido, su suegra y su
sobrino. Su hija, de seis años de edad, se encontraba grave, internada en Mar del Plata. La paciente no tenía
ninguna información sobre las consecuencias del accidente. El marido de la paciente conducía el vehículo, a
su lado viajaba su madre, que había cambiado el lugar a su nuera (la paciente) minutos antes de ocurrido el
accidente. En el asiento trasero viajaban la paciente, su hija y un sobrino por parte de su marido.
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La paciente en cuestión era Leticia, de 28 años, casada, ama de casa, domiciliada en Capital Federal. No
se reportaron antecedentes psicopatológicos conocidos de la paciente. Fue internada en un Hospital de Mar
del Plata a raíz de un accidente automovilístico en la ruta Villa Gesell-Buenos Aires, luego trasladada al
Hospital de Clínicas presentando en el momento de la interconsulta: luxación de cadera, hemovítreo y
sospecha de cuerpos extraños en ambos ojos, hematocrito de 21%, sospecha de hemoperitoneo.
Al preguntar la psiquiatra al oftalmólogo sobre el motivo del pedido de la interconsulta, éste le respondió:
¿qué hacer con ella? ¿Cómo decirle lo que pasó?
El objetivo del pedido de interconsulta era “Asesorar al equipo médico y familia sobre la conducta a
seguir, ya que la paciente no sabe nada sobre lo ocurrido”.
La hija de la paciente se encontraba en ese momento en estado de coma 2, con pronóstico incierto, y su
marido, su suegra y su sobrino habían fallecido en el accidente.
La historia clínica llevaba un llamativo cartel blanco subrayado en color amarillo que no podía no verse,
y decía: “¡Ojo! La paciente no sabe nada de lo ocurrido con su familia, ¡no meter la pata!”.
La madre de la paciente
El residente de Oftalmología había comentado que estaba preocupado porque la madre no dejaba a nadie
hablar con la paciente de lo sucedido. La madre relató que Leticia padecía amnesia del accidente y no quería
que entrevistara a su hija ni le dijera nada de lo sucedido. Los oftalmólogos le habían informado que Leticia
no debía esforzar su vista porque corría el riesgo de tener un desprendimiento de retina debido a lo cual se
debía evitar que llorase. Esta señora, que en realidad tenía 76 años y que hasta el día del accidente era
cuidada por Leticia, su única hija, debido a que padecía de una severa insuficiencia cardíaca y de artrosis;
reiteraba, en forma casi perseverativa: “yo conozco a mi hija, es chiquitita, menudita, sé como reaccionó
cuando murió su padre (a los trece años), y éste no es momento de decirle nada, primero quiero que se
recupere físicamente”.
La psiquiatra decidió que era importante reforzar la alianza de trabajo con la madre de la paciente,
conversó con ella, la tranquilizó y le dijo que vendría a verla al día siguiente y juntas decidirían cual era el
momento oportuno para entrevistar a su hija y contarle lo sucedido. El médico tratante hizo evidente su
desaprobación, así como su presión sobre la madre y sobre la psiquiatra para que acepten que lo que debía
hacerse era decir a la paciente “la verdad”.
La estrategia y los médicos
El equipo de interconsulta apoyaba la decisión de respetar el pedido de la madre.
La psiquiatra había sido advertida por el equipo médico que debería ejercer presión sobre la madre para
contar a la paciente lo sucedido.
En la primera entrevista pautada con la madre expresó su angustia y lo difícil que le resultaba enfrentar
esta situación, que le rememoraba la sensación de soledad y desamparo ante la muerte de su esposo.
31
Con Leticia, la psiquiatra entendió que su presencia era lo fundamental, paulatinamente se iba
intensificando el contacto por medio de gestos, bajo la expectativa que la palabra emergiera en el momento
en que Leticia le pudiese otorgar cualidades comunicativas.
Simultáneamente continuó el tratamiento con la madre de la paciente. Ella parecía conocer las
necesidades de su hija y quería protegerla.
Esta madre, que hasta el accidente era cuidada por Leticia, tenía desde ese momento la responsabilidad de
cuidar a su hija y a su nieta, por lo tanto necesitaba tiempo para elaborar lo sucedido y poder enfrentar “su
nueva realidad”.
La madre de la paciente ponía al tanto a la doctora del estado de salud de su nieta que mejoraba.
A los oftalmólogos les costaba aceptar que no interviniese activamente y no sea ella quien le dijera “la
verdad”. Desvalorizando el acto terapéutico, transmitido por medio de su presencia y el paulatino vínculo
que se desarrollaba, le transmitían que su actitud expectante era consecuencia de lo que ellos pensaban como
su falta de experiencia.
Leticia se encontraba en un estado muy regresivo, inmersa en sus miedos de perder la visión. La doctora
decidió continuar acompañándola muy de cerca.
La amenaza es idiosincrática a cada individuo. Por lo tanto nunca podremos deducirla solo de lo que
observamos le sucede al paciente, o lo que a nosotros nos provoca esa situación.
La madre y la paciente
La doctora decidió acompañar a la madre de la paciente mientras aguardaba delante del quirófano
noticias sobre el resultado de la cirugía de cadera. Ella (la madre) (1 – la habilita a la psiquiatra a hablar y
solicitó que en los próximos días comenzara a hablar con Leticia y 2- Implícitamente esta puesta por parte
de la madre que la hija va a salir viva de la operación)
Se realizó la primera entrevista activa con Leticia quince días después de comenzar la intervención en el
caso. Fue la madre quien dijo “te dejo en manos de la doctora” y luego se retiró.
La paciente se hallaba orientada auto y alopsíquicamente. Presentaba una leve dificultad para expresarse
al tener que pronunciar palabras referidas a relaciones vinculares.
El contenido de su pensamiento se centraba en el tema de su recuperación física y en especial en poder
ver mejor, quizás también lo sucedido. Presentaba amnesia parcial, referida al accidente y a todo lo
sucedido desde la salida de Villa Gesell; no recordaba como estaban sentados en el auto en el momento de
accidente.
No habló de la muerte ni de la enfermedad de sus familiares. El tema que la preocupaba era su
“recuperación” y la de su hija, no nombraba a los demás familiares involucrados en el accidente. Fue Leticia
quien le pidió a la doctora que siguiera viniendo. (primero interesada en su propia recuperación para luego
saber su familia)
Desenlace
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La hija fue trasladada de Mar del Plata e ingresó al servicio de pediatría del Hospital de Clínicas. Leticia
comenzó a relacionarse mejor y con menor apatía con sus allegados, superó las vitrectomías en ambos ojos y
comenzó a ver con mayor nitidez.
La madre comenzó a dar las primeras respuestas a lo que planteaba la paciente. Lo hacía según su
criterio, insinuando la gravedad del hecho, pero distorsionando lo sucedido, por ejemplo le decía que su
marido, suegra y sobrino “estaban muy graves con muchos golpes en la cabeza, internados en terapia
intensiva”. Los amigos y parientes que la visitaban decían lo mismo a pedido de la madre.
La doctora comenzó a cuestionarse si su actitud de expectación activa se debía a un problema suyo (de la
terapeuta), de no poder enfrentar el tema de la muerte, se preguntaba si no será que su propia angustia la
inducía a sostener una conducta evitativa.
Concordaron con el psiquiatra infantil que no era conveniente que los médicos se encargaran de dar la
información de lo sucedido a las pacientes. La madre u otro familiar debían informar a Leticia y ésta a Gina.
Los médicos debían acompañar a ambas en este proceso.
Los médicos habían perdido paulatinamente la distancia óptima ya que estaban sobre-involucrados, al
punto de exacerbar su conducta agresiva hacia la madre.
No fue casual el hecho que Leticia nunca preguntara nada respecto de sus parientes y en todas las
entrevistas se remitiera sólo a lo que ella sentía y a su estado actual, como si le dijera que debía estar
preparada internamente para poder recibir cualquier información proveniente del mundo externo.
La recepción y elaboración de la información se hará en la forma y tiempo en que pueda ser metabolizado
por el paciente. En estos casos la función del psiquiatra es ayudar al paciente a elaborar lo fáctico, evitando
el efecto disruptivo del mundo externo.
Se perfilaba el alta de Leticia y por primera vez habló sobre el estado de salud de su marido. Por primera
vez pronunció la palabra “muerte”, hablando de lo difícil que resulta tener un familiar postrado con una
lesión cerebral y las posibilidades que esto provoque su deceso.
En el momento del alta, la madre de la paciente comenzó a aceptar la idea de revelarle lo ocurrido. La
doctora sugirió a la madre que le informara a Leticia de lo sucedido antes de abandonar el hospital, ya que
allí ella se encontraba a su lado.
Por la tarde de ese mismo día la madre de la paciente en compañía de sus primas dijeron a Leticia la
verdad sobre lo sucedido: “que su marido, suegra y sobrino habían muerto instantáneamente, en el momento
del accidente, pero que su estado de salud les había impedido relatarle todos los detalles tal cual se habían
desarrollado”; reaccionó llorando y estuvo unas horas pensativa y triste, luego se calmó y comenzó a
prepararse para abandonar el hospital y rencontrarse con su hija.
Una entrevista de seguimiento a los seis meses le permitió a la doctora establecer que la paciente no
presentaba manifestaciones psicopatológicas, se hallaba en el curso de la elaboración de su duelo. La
paciente y su hija continuaron tratamiento psicoterapéutico en instituciones cercanas a su domicilio.
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Definición de algunos conceptos centrales
Toda situación, por más terrible o destructiva que sea, puede o no provocar una vivencia traumática.
Los eventos se diferencian entre sí por su potencial incisivo o disruptivo en el psiquismo. Por lo
tanto, llamamos al accidente “situación disruptiva” y no “situación traumática”.
Cualquier situación fáctica amenazante, independientemente de lo que significa por sí misma,
puede ser experimentada como una “vivencia traumática”, o como una “vivencia de estrés”.
El DSM IV propone el concepto de Desorden por Estrés Post Traumático, aduciendo que el estrés y el
trauma pertenecen a una misma categoría.
A diferencia de lo propuesto por el DSM IV, aquí los autores postulan que lo estresogénico y lo
traumatogénico, no sólo se diferencian sino que se contraponen. El orden de lo estresogénico se refiere
a la reacción del psiquismo ante la amenaza, mientras que lo traumatogénico se caracteriza,
justamente, por la falta de detección de la amenaza.
La “vivencia traumática” es el colapso de las relaciones entre lo psíquico, social, temporal y
espacial. Esta es una vivencia de vacío, que emerge intempestivamente en el psiquismo. Es una
vivencia a-verbal. El damnificado no tiene palabras para expresar lo vivido ni las tendrá.
A modo de metáfora, se podría decir que la “vivencia traumática” es un agujero en el psiquismo. Este
vacío se produce porque el impacto entre lo acaecido y lo vivenciado no pudo ser metabolizado.
Si bien la sintomatología que emerge, tanto en la “vivencia de estrés” como en la “vivencia traumática”,
puede parecer muy similar, su etiología y su dinámica son abismalmente diferentes, por lo tanto, su
tratamiento también lo será.
Consideraciones finales
Los pacientes físicamente lesionados reciben en forma constante información de su organismo acerca de
la pérdida del equilibrio biológico o funcional en el que se encontraban anteriormente. El rol del
psiquiatra-psicoanalista, en estos casos, es doble: por un lado, acompañándolo a procesar la
información acerca de su estado físico, y por otro, apoyándolo en la aprehensión de la información
ante la cual el mundo externo lo enfrenta.
Lo que puede ser información crucial en un estado de normalidad, en situaciones críticas puede
convertirse en traumatogénica, por la falta de capacidad del paciente de integrar la información desde
el punto de vista cognitivo y emocional, transformándose en más amenazante de lo que ella es. Por
otro lado, ocultar información al paciente que solicita saber, tiene las mismas características, ya que se
lo induce a “llenar ese agujero” dando lugar a que los fantasmas persecutorios ocupen el vacío,
perdurando la amenaza y la angustia.
En estos casos es aconsejable realizar una intervención paulatina acompañada de una actitud
activa por parte del psiquiatra. Lo que no significa siempre medidas de acción sino que, en algunos
casos, lo activo en la actitud está determinado por la “expectación activa”. Debe tenerse en cuenta la
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situación específica del paciente, como también los diversos mecanismos que en el psicoterapeuta se
activan, frente al impacto ante situaciones disruptivas.
En caso de crisis o enfermedades graves, es conveniente evaluar quien es la persona apropiada para
suministrar la información que el paciente requiere del mundo que lo rodea.
La abstención activa por parte de los psicoterapeutas, requiere ante todo respeto por su paciente, por
aquellos que lo rodean, como así también por los profesionales que lo convocan, evitando acciones
impulsivas y compulsivas fruto de sus propias ansiedades.
En el tratamiento aquí presentado, la información a ser suministrada no aportaba en ese momento nada
que favoreciera la recuperación de la paciente.
Se puso en evidencia el preconcepto de que el psiquiatra debe ser quien suministre información al
paciente sobre lo acaecido en su mundo externo, ya que está entrenado específicamente para conectarse en
forma cálida y cercana con ellos. Los autores plantean que la función central del psiquiatra es la de dilucidar
con el paciente la forma específica en que él elaborará dicha información.
Aquí la madre funcionaba como la portavoz válida de la información.
El ojo es el órgano por el cual se satisfacen necesidades escoptofílicas y uno de los que mantiene la
relación con el mundo externo. Su lesión actualiza la castración.
En un primer momento esta paciente luchaba por su supervivencia. Sólo al superar el estado regresivo
en el que se hallaba (regresión en neurosis), está en condiciones de reconocer y elaborar la información de
lo acaecido en el mundo externo. La actitud de holding desarrollada en un principio, a través de la presencia
y la voz, se articularon con la actitud compensadora de la madre, regulando en forma artificial y transitoria,
la cantidad y calidad de estímulos que llegaban a la paciente. Se logró, en cierta medida, amortiguar el
caudal traumatogénico posibilitando que esto no se transformara en una “vivencia traumática”.
Bion postula que la madre del lactante posee la capacidad de reverie, posibilitándole transformar las
proyecciones intolerables del niño en elementos psíquicos aceptables.
En este caso, tanto la madre biológica como la hija estaban invadidas por la amenaza. Por lo tanto, la
capacidad de reverie estaba sostenida por la función de la psicoterapeuta.
El holding realizado por la madre biológica de esta paciente se manifestaba en su capacidad de tamizar lo
fáctico que devino en catastrófico. Acompañada por la terapeuta fue percibiendo la capacidad creciente de su
hija de enfrentarse con lo acaecido, recibiendo información en forma paulatina.
La situación disruptiva nos remite a los eventos externos que amenazan la integridad psíquica del
individuo. Esta puede provocar tanto una vivencia de estrés caracterizada por una amenaza permanente que
deviene en angustia señal o en una vivencia traumática producto del vacío, inundada por la angustia
automática. Por lo tanto no siempre la sintomatología será determinante del desarrollo de la dinámica del
cuadro clínico. Justamente las “vivencias de estrés”, desencadenarán sintomatología más florida que
aquellas producidas por la “vivencia traumática”.
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Lo que aparece como sintomático, es decir, alteraciones del sueño, falta de capacidad de concentración,
etc., en muchos casos son mecanismos compensatorios que emergen como intentos de elaboración. El
desencadenamiento de una vivencia traumática, a diferencia de la vivencia de estrés, es “enfrentarse” con lo
intolerable.
Es de suma importancia destacar que no es la cualidad del estímulo en sí lo que le hace adquirir la
característica de traumatogénico. Se trata de una especial combinación, idiosincrática para cada
individuo, entre la cantidad, calidad y significación de la amenaza, así como el momento en que
ocurre, el estado psíquico y físico, su historia y su realidad actual.
Ante situaciones disruptivas el terapeuta, con un entrenamiento basado en su análisis personal, su
supervisión, su formación teórico-clínica, acompañado a la vez por su madurez y experiencia de vida podrá
ejercer su función fuera del marco de su consultorio, sin desvirtuar lo esencial de la clínica psicoanalítica, la
elaboración de lo inconsciente en aras del sostén de la subjetividad en el especial equilibrio pulsional entre
mundo interno y mundo externo.
Apuntes de Clase:
Expectativa confiada → Confiabilidad de la madre y de la paciente.
Expectativa ansiosa→ en los médicos, que eran demasiado apurados e instructivos.
Abstinencia→ no realizó ningún esfuerzo para que hablara.
Holding→ pura presencia, sin implicar exigencia, hasta que emerja el gesto del paciente. De la
terapeuta.
La actitud terapéutica de acompañar y no actuar compulsivamente es la actitud winnicottiana por
excelencia.
No es el analista ni el médico el que dice verdades sino el paciente, quien soporta o no.
Ruptura de la omnipotencia del narcisismo→ no todo le pasa a los otros, uno también puede morir.
En este caso no solo hay regresión sino también relegamiento (actitud esquizoide). Al no preguntar
por los parientes
La madre se encontraba en holding y handling, porque proporcionaba información a medida que la
paciente lo pedía.
Teórica
Supervisión Trípode
Análisis
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Un idéntico tipo de lesión en el cerebro de diferentes personas, no produce los mismos trastornos, dado a
la gran multifactoridad interviniente, como ser la causa y tipo de lesión, la forma, el tiempo y la velocidad de
su instauración, la edad, educación, actividades habituales (laborales, culturales, sociales, físicas) realizadas
o limitadas, la condición social, religiosa o racial, su constitución psíquica, como así también su historia
familiar, su folklore, y por qué no su medio geográfico o ecológico.
Durante las primeras entrevistas con el paciente vamos elaborando presunciones y elaboraciones, basadas
en la forma en que se expresan sus malestares, lo que implica una especie de pre-diagnóstico presuntivo, que
también implica semiología, además de reconocer las fallas discursivas que surgen en su palabra y también
en sus silencios.
En toda área clínica existe una suerte de competición entre el valor de la información que aportan los
instrumentos versus los sentidos, en nuestro campo, especialmente los oídos.
Los estudios técnicos de diagnóstico deberán utilizarse solamente en casos seleccionados y solamente
después de haber realizado un examen clínico a fondo.
La relación profesional-paciente se ha deteriorado al alterarse la calidez y la recíproca confianza entre
ambos, básicamente por los fenómenos de la tecnificación y la industrialización de la Medicina.
Solamente la Clínica Psicológica sostiene la relación, porque en cualquiera de sus líneas teóricas, y
fundamentalmente en el Psicoanálisis, se sostiene que solamente en ese encuentro único e inefable, al que
Lain Entralgo llamó relación cuasi diádica, es posible la cura. El concepto de transferencia, campo sobre el
cual se desarrolla el trabajo analítico, es crucial para el abordaje terapéutico, porque la misma no es otra cosa
que lo que los antiguos y buenos médicos denominaban relación médico paciente. Los psicólogos clínicos
son los que desarrollan y sostienen los dos elementos imprescindibles para el trabajo con seres humanos, la
escucha y la palabra.
El Psicólogo Clínico es el heredero del viejo Médico de Familia, quien cumplía con las premisas de la
función médica que establecía Paracelso, “…a veces curar, muchas veces mejorar, pero siempre
acompañar”. Esta máxima de la medicina, desplazada hoy hacia el Psicólogo Clínico, los autores la
transformaron en “….a veces interpretar, muchas veces comprender y explicar, pero siempre escuchar”,
preámbulo de toda buena relación Profesional-Paciente.
Se considera significativo para la práctica clínica hoy, reflexionar sobre el diseño y configuración de un
Equipo Interdisciplinario con el objetivo en la Salud Mental.
El Equipo es un grupo de trabajo, con estructura y dinámica complejas.
La crisis de la sociedad actual atraviesa a los actores-agentes del Equipo. Como sistema, son miembros
diferenciados pero interdependientes. La crisis los problematiza y, a la vez, los impulsa a instancias
creadoras.
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Acuerdos Básicos
Las prácticas de la Psiquiatría y la Psicología Clínica y de otras muchas disciplinas en la conformación de
un Equipo Terapéutico para la Salud Mental, representan distintos desafíos en los planos teóricos del
conocimiento (Epistemología) y en el desarrollo de acciones, que a su vez alimentan y replantean
conocimientos.
El autor se basa en una experiencia de más de 30 años de práctica clínica en los tres sistemas
administradores de salud: el privado, el público y el de las obras sociales. Incluye también el comunitario
con el trabajo en asentamientos y barrios precarizados en el Conurbano Bonaerense (2º y 3º cordón).
Desde esta realidad desbordante, se concluyó que la alternativa fue y es
el abordaje interdisciplinario.
En una sociedad donde la velocidad es la pauta de acción, imperativo de elecciones rápidas en una
llamada sociedad de riesgo, Boudrillard expresa claramente que no es que falten significados, sino que
sobreabundan. Con esto quiere indicar que es funcional a éste tipo de percepción u orden de realidad, el
naturalizar y anular las diferencias o contradicciones.
El padecer se descontextualiza y fragmenta cuando la mirada profesional es sólo biológica o sólo
psicológica; o de cualquier práctica que atomice y simplifique.
Pese a la crisis de paradigmas de ésta época, aún la Psicología Clínica aporta modelos conceptuales que
desde distintos niveles de comprensión, describen (Ej. Modelo fenomenológico) y explican (Ej. Modelos
dinámicos, profundos) el acontecer psíquico.
La sociedad prioriza a los sujetos como individuos, únicos y competitivos. Los lugares y roles son
acotados y no todos pueden llegar y mantenerse por sí mismos.
Esta internalización de la norma competitiva, lleva a ver al Otro
(“profesional”, “paciente”, otro) como un enemigo o contrincante.
La persona en situación es complejidad biológica, interioridad psicológica y también, producto de sus
relaciones sociales.
Su primera inclusión es en la familia. Familia que como institución tiene una posición mediadora entre el
individuo y la sociedad a la que pertenece. La familia es uno de los determinantes principales de la
socialización de la persona, junto con los modelos socioculturales vigentes, transmitidos por los medios de
comunicación actuales, que a su vez pueden desplazar los modelos y valores aportados por la propia familia.
La tarea para el Equipo Terapéutico de Salud Mental (Salud Mental como objetivo), se da en un tiempo,
en un aquí y ahora, en un devenir, que tiene historia, que se afirma en un presente y se proyecta entre
esperanzas, incertidumbres y conjeturas.
Desde la constante transformación de la cultura, la Psiquiatría Transhistórica aporta que cada momento
histórico produce y condiciona el sufrimiento psíquico, con emergentes significativos para cada tiempo
histórico determinado.
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S. Freud introdujo en 1916 el concepto de “serie complementaria”, dentro del cual se expresan los
componentes genéticos y constitucionales para cada individuo, así como las experiencias infantiles
tempranas, reales o imaginarias, en relación con las figuras asistenciales primarias, generalmente los padres
o quienes ofician de tales, con cadenas que desembocan en la génesis del enfermar.
E. Pichón Rivière aporta la cualidad emergente del enfermar, signo de una situación implícita,
subyacente, configurada por una particular modalidad de interacción grupal, la que en ese momento
resulta alienizante”.
Sin perder la distancia operativa, se plantea el compromiso para el Equipo terapéutico, como parte de la
realidad donde debe accionar e interaccionar. Todo accionar implica una valoración y se constituye en
material axiológico. Y cada integrante del equipo trabaja con su propio esquema conceptual referencial
operativo y es válido si cura, entendiendo por cura, aliviar al paciente que padece, sabiendo que nunca hay
una restitución ad integrum, sino que después del diagnóstico operativo o el tratamiento, va a salir
modificado y, tal vez, mas sano.
El Equipo Terapéutico comienza a funcionar desde supuestos básicos comunes a la interdisciplina. Su
accionar está fundado en un acuerdo, donde la persona en situación es actor-agente de estudio, conocimiento
y práctica, tan sujeto de alteridad como aquellos que de él se ocupan y comprometen, en sus dimensiones
biológicas, psicológicas, sociales, culturales, económicas, políticas, históricas y axiológicas, que
condicionan recíprocamente sus libertades, en un tiempo y lugar determinados.
La Salud, en la cual la Salud Mental está comprendida, se concibe como que “el hombre vive
entendiendo y luchando ante los conflictos que la interacción con el mundo físico, mental y social le
imponen, y cuando mediante esa lucha logra resolver los problemas y eliminar sus contradicciones, aunque
para ello deba respetar la situación en la que se encuentra, modificarla o transformarla totalmente”
La salud es, pues, acordada como la posibilidad de enfrentar situaciones de conflicto, puedan éstas
resolverse o no.
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Liga a un grupo, como el Equipo Terapéutico, el compartir un tiempo y un espacio, condición para el
encuentro y la interacción. Pero es más importante articular que ligar.
El estar articulado es la condición de existencia de este tipo particular de grupo, el Equipo Terapéutico
como tal. Y lo que articula es la mutua representación interna o grupo interno, un recíproco proceso
compartido en el que se tienen en mente los unos a los otros integrantes del equipo. Cada uno tiene su lugar
en la interioridad del otro. O sea, en el mundo interno, tiene cada cual su lugar psíquico. Es el estar inscripto
en la interioridad del otro. Hay una internalización recíproca.
La estructura grupal del equipo interdisciplnario, provee márgenes de maniobra a los actores, quienes
mediante su accionar, reformulan códigos, reglas, representaciones e imaginarios
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En 1925, en “Las Resistencias contra el Psicoanálisis”, Freud dejó constancias de las resistencias que su
clínica suscitaba: la tendencia hacia lo biológico y la tendencia hacia lo filosófico. Ambas dislocaciones
eran, según Freud, más soportables que correr los riesgos del abordaje y descubrimientos de la verdadera
razón del padecimiento humano: el Inconsciente.
Se hace posible pensar la clínica en el seno de una metapsicología. Pensamos, también, al aparato
psíquico en sus movimientos constitutivos.
La autora plantea que debemos entender el Edipo como la encrucijada donde Edipo da muerte sin saber a
Layo.
El intento como analista es recopilar una historicidad constitutiva de la realidad, lo cual implica las
vicisitudes de los movimientos pulsionales, investimentos y contrainvestimentos, las orientaciones y
fijaciones del deseo, el mundo de los objetos, los precipitados identificatorios con un concepto basado en
una temporalidad que es la retroactividad.
Las enseñanzas de los pacientes graves y del análisis de niños se comportan en sí mismas como
ejemplificadoras de ciertas cuestiones:
1. La existencia del Inconsciente (Freud nos recomendaba analizarnos de tanto en tanto,
simplemente para no olvidar esto), el cual es sexual, infantil y reprimido, y siempre en el seno del
conflicto inter o intrasistémico, o con la realidad externa;
2. La constitución progresiva por una parte y compleja y heterogénea por otra del aparato psíquico.
De allí la necesidad de pensar al aparato como abierto;
3. Esa constitución pensada diacrónicamente, existe en relación al otro de esa constitución;
4. La escisión en el Yo en vías de constitución, la fuerza insoslayable de la sexualidad infantil y las
vicisitudes de los movimientos represivos o fallidamente represivos o sus esfuerzos de
contrainvestimiento.
Esta es una realidad que cualquier paciente neurótico despliega en la clínica.
Es importante el diagnóstico metapsicológico en relación a las vicisitudes de la constitución del campo
analítico mismo.
En las neurosis, frecuentemente el campo conceptualizado por Freud se muestra suficiente para el
proceso terapéutico. En otras patologías se trata de reflexionar sobre la necesidad de introducir variables
que, sometidas a un proceso de verificación, se constituyen en constantes.
A la metapsicología freudiana, la pensaremos también desde el eje diacrónico con los conceptos más
actuales de historicidad, ya investigado por Freud en los sueños, los recuerdos encubridores, y
construcciones. Pero todo ello lo entendemos necesariamente en el vínculo con el otro.
El otro es un otro encarnado. Todo ello remite, una vez más, a un aparato abierto.
Los pacientes graves ponen a prueba, como decía Winnicott, “un analista que sepa jugar”, o que pueda
dejarse “usar”, porque se trata de aceptar una puesta en juego de nuestro lugar pero también de nuestro ser
más íntimo.
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Con los niños y con pacientes graves toma peso la necesidad de una praxis creadora. Se trata de sostener
el riesgo del gesto espontáneo.
La teoría no puede anteceder rígida y formalmente al analista, la teoría está con él. Piera Aulagnier decía
que la atención flotante tenía un estatuto de teorización flotante.
La teoría de que el analista disponga ilumina un campo de escucha que puede ser fecundo o reducirse a la
luz de una linterna.
“El maestro señaló la luna y los discípulos se quedaron mirando el dedo”.
El analista se va construyendo entre:
1. La historia de su formación como analista
a. Sus teorías de aparato psíquico;
b. Su psicopatología;
c. Sus maestros y supervisores.
2. Su historia como paciente:
a. Su análisis, es decir, su historia y la de sus padecimientos.
La clínica puede ser pensada como un puente posible entre:
1. Ese analista singular;
2. Su paciente;
3. La historia de la constitución del campo analítico singular que dará lugar a un proceso analítico
también singular.
El analista está instalado por los bordes internos o externos de ese puente, las más de las veces en forma
dialéctica, cómoda y movible pero también muchas veces haciendo tope, con lugares resistenciales,
contraidentificatorios, o también por estrecheces de la teoría.
Apuntes de Clase:
1. Lógica del desamparo (sin símbolo, sin cuerpo)
2. Lógica narcisista
3. Lógica edípica
4. Lógica de la socialidad abierta
Éstas lógicas no se cierran para que se abra la otra sino que van dejando huellas. Algunas se resuelven
mejor (dando lugar a la neurosis). Los estancamientos generan defensas más o menos progresivas. Se trata
de lógicas que engolfan.
Si el aparato psíquico cuenta con “capital” previo, la serie de transformaciones que advienen serán más
exitosas que las de un aparato endeble.
En los niños las capacidades simbólicas son diferentes (no es lo mismo un niño de 3 años que uno de 8).
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Piera Aulagnier, frente a la pregunta: ¿cómo entender el Edipo?, plantea que Edipo es un exiliado. El
intento como analistas es, entonces, recopilar la historicidad (deseo, objetos).
1. Existencia del ICC→ La existencia del ICC sólo aparece en análisis. Entonces, hay que analizarse
para recordar que el ICC existe. El ICC es sexual y reprimido. Esto es lo que trataremos de instaurar.
2. Constitución progresiva del AP→ Corrientes de la vida psíquica que actúan en forma simultánea
(narcisista, masoquista). Esto da cuenta de alguno de los pilares de la resistencia. De ahí la necesidad de
pensar el AP como “abierto”.
Suceso Suceso
A B
Lo resignifica y reconsidera
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El autor plantea que nuestra ética de analistas debiera constituir una apelación constante a este cuidado
ético de la vida del otro, al tiempo que con humildad recordar nuestras limitaciones.
El estudio y conocimiento nos pueden ayudar siempre que partamos de un terapeuta que se haya
psicoanalizado, y que quiera verse protegido con un poco más de tales yerros a los que todos estamos
expuestos.
Antecedentes
En “Estudios sobre la histeria (1985)”, Freud refiere el caso “Catalina”, la primera psicoterapia breve de
orientación analítica. Freud reproduce el diálogo entre él y Catalina de una manera que revela la historia
clínica, sus propias intervenciones diagnósticas e interpretativas, y las respuestas de Catalina.
Freud refiere aquí que un seguimiento de Catalina habría sido importante. Las circunstancias lo
impidieron, por lo cual no sabemos cuáles fueron los efectos a largo plazo de este análisis “breve” de Freud.
Durante la Primera Guerra Mundial, y luego de ella, se hizo necesario pensar en terapias analíticas más
breves, debido a dos factores. Uno de ellos, que sería el factor interno, tendría que ver con el hecho de que a
medida que se realizaban tratamientos, surgían nuevas dificultades y resistencias que complejizaban y
prolongaban el análisis.
El otro, el externo, tenía que ver con la necesidad social de tener la terapia analítica al alcance de sectores
cada vez más amplios de la sociedad. Freud, en el 5° Congreso Psicoanalítico Internacional de Budapest,
plantea que en la aplicación popular de los métodos psicoanalíticos deberán mezclar el “oro puro” del
análisis con el “cobre” de la sugestión directa. Pero, aclara, cualesquiera que sean la estructura y
composición de esa psicoterapia para el pueblo, sus elementos más importantes y eficaces continuarán
siendo, desde luego, los tomados del psicoanálisis propiamente dicho, riguroso y libre de toda tendencia.
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Ferenczi aceptó el desafío. Esperaba resolver algunos de los problemas del psicoanálisis propiamente
dicho y encontrar la manera de acortar el tratamiento: a la pasividad del analista oponía la siguiente
actividad: prevenir o prescribir ciertos tipos de conducta.
En 1925, Ferenczi y Rank publicaron un estudio descriptivo crítico actualizado de los procesos
psicoanalíticos terapéuticos. Centraron su atención en las experiencias emocionales del paciente en análisis
con el propósito de corregir el énfasis aún excesivo que se ponía en el insight cognitivo a través de la
reconstrucción genética. Pensaban que bastaba con volver a experimentar los conflictos infantiles en la
neurosis de transferencia. No hacía falta esperar a que reaparecieran los recuerdos infantiles.
Es con la Segunda Guerra Mundial, con la inmensa necesidad de técnicas psicoterapéuticas breves, que se
relanza esta temática.
En 1956 Alexander y French plantean, entre otras cosas, su fuerte oposición al análisis intelectualista,
priorizando la importancia de lo emocional y afectivo en el seno del proceso analítico. Llegan así al
concepto tan conocido de “experiencia emocional correctiva”.
La importancia que se le depara al yo, es muy marcada en estos autores. Y tal importancia parece
consonante con la de Freud de 1937 (Análisis terminable e Interminable) donde, al final de su vida y de su
obra, plantea el concepto de “alteración del yo” como factor pronóstico del análisis. Freud planteaba que,
para que la terapia analítica tuviera un cierto pronóstico de éxito, no sólo el factor traumático, la hiperfuerza
pulsional sino también la alteración del yo incidirían en el pronóstico.
El tratamiento psicoanalítico es una parte del desarrollo del yo del paciente. Todo terapeuta bien
adiestrado desde el punto de vista psicodinámico estará de acuerdo en que bajo la influencia de las
experiencias emocionales e intelectuales sufridas en el diván, el paciente deviene capaz de tener
experiencias beneficiosas en su vida y que las conquistas terapéuticas resultan en parte de estas experiencias
en la vida.
Las sesiones analíticas pueden considerarse como agentes catalíticos que aceleran y hacen posibles las
nuevas relaciones y experiencias. La influencia sobre el yo de estas experiencias de la vida diaria es igual y a
menudo mayor que la de las sesiones mismas.
Las consecuencias prácticas del hecho de considerar al proceso terapéutico limitado a las sesiones, son
varias. Entre ellas, mantener una frecuencia semanal de sesiones alta cuando no sería necesario y las
sesiones semanales podrían ser suficientes; la prolongación de los tratamientos; el temor a interrumpir los
mismos cuando en verdad sería oportuno hacerlo; y también del uso resistencial de la frecuencia diaria de
sesiones toda vez que el paciente las use para evitar experiencias en su vida, remplazándolas por las seguras
experiencias de la sesión.
La verdadera conquista terapéutica consiste en el adecuado dominio que el paciente logra (en relación
transferencial) de un conflicto emocional antes insoportable. Recordar la experiencia traumática original
puede considerarse como inicio de un progreso. Esto demuestra que durante el tratamiento ha aumentado la
capacidad de su yo para afrontar cierto tipo de constelación emocional abrumadora.
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La “experiencia emocional correctiva” es un tipo de experiencia emocional y constituye el factor más
importante en todos los tipos de terapia de profundidad.
Pueden lograrse resultados terapéuticos sin que el paciente recuerde todos los pormenores importantes de
su historia pasada. El paciente no sufre tanto por sus recuerdos como por su incapacidad de resolver los
problemas reales que le confrontan en ese momento.
Tipos de intervención
Coderch menciona seis tipos de intervención que el terapeuta puede realizar:
1. Sugestión→ Freud define la sugestión de la siguiente manera: “…por sugestión es preciso comprender lo
que con Ferenczi hemos descubierto ahí: el influjo sobre un ser humano por medio de los fenómenos
transferenciales posibles con él. Velamos por la autonomía última del enfermo aprovechando la sugestión
para hacerle cumplir un trabajo psíquico que tiene por consecuencia necesaria una mejoría duradera de su
condición psíquica”.
El uso de dicha influencia en el curso del psicoanálisis tiene como finalidad hacerle cumplir al paciente
un trabajo psíquico, como lo es sin duda, el vencimiento de la resistencia, el hacer consciente lo
inconsciente. Sólo de este trabajo provendría la mejoría duradera de su situación psíquica. Y este recurso
pertenece a las psicoterapias de apoyo o bien a las intervenciones de apoyo en determinados momentos de
un psicoanálisis.
Coderch la caracteriza como aquél instrumento técnico que pretende provocar un cambio directo, como
pueden ser la desaparición de los síntomas que aquejan al paciente y de formas de comportamiento
indeseables, o bien la aparición de sentimientos, conductas, pensamientos, etc., que se consideran
beneficiosos. La sugestión se utiliza, también, para tratar de facilitar la adaptación del sujeto a la realidad,
ayudarle a tolerar ansiedad o alguna clase de dolor, animarlo a luchar contra sus dificultades y tratar de
hallar nuevas soluciones, etc.
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2. Abreacción→ La abreacción, como técnica, consiste en facilitar al paciente la descarga emocional de sus
afectos, a través de la verbalización de aquellos hechos y circunstancias que se hallan ligados, consciente o
inconscientemente, a los mismos. El autor propone ampliar esta definición, haciéndola extensiva a aquellas
emociones que son perfectamente conocidas y conscientes por parte del paciente, pero cuya expresión debe
quedar habitualmente bloqueada a causa de las reglas sociales y formas usuales en el trato convencional.
Esta técnica será sumamente indicada en aquellas vivencias de gran contenido traumático no
necesariamente inconscientes, las cuales no han tenido posibilidad de ser descargadas. El hacerlo, posibilita
un reajuste de los procesos psíquicos y la integración de vivencias en el devenir psíquico del sujeto.
Vivencias altamente traumáticas como la de la tortura, no permanecen inconscientes pero silenciadas y
evitadas. Se trataría de un medio de defensa del yo.
3. Aconsejamiento→ Este recurso podría considerarse una variedad de influencia por transferencia, es decir,
sugestión. Obviamente, no privando al paciente de su autonomía, su libertad y decisión.
5. Clarificación→ La clarificación es utilizada siempre que, aún sin pretender llevar al conocimiento del
paciente su inconsciente, sí se intenta que éste adquiera el máximo conocimiento de sí mismo en lo que se
refiere a los niveles consciente y preconsciente de su personalidad.
De alguna manera, es como si el terapeuta realizara una elaboración mental de la comunicación del
paciente, de manera que se la devuelve con palabras más comprensibles, liberada de componentes accesorios
o circunstancias que pueden esconder o distorsionar su significado y, al mismo tiempo, atemperada en sus
aspectos ansiógenos y hecha más tolerable.
6. Interpretación→ Se incluye aquí tanto la interpretación como la construcción. Trabajan con material
reprimido que movilizarán las resistencias típicas de lo inconsciente, resistencias clásicas de todo proceso
analítico.
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Coderch define como psicoterapias de apoyo aquellas que, a través de uno u otro procedimiento, se
dirigen a reforzar las defensas contra el conflicto, en oposición a la psicoterapia psicoanalítica, se dirigen a
reforzar las defensas como una forma de conseguir que las fuerzas psíquicas en conflicto puedan ser puestas
a disposición del yo.
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Psicoterapia Psicoanalítica Psicoanálisis Psicoterapia de Apoyo
Se verbaliza la transferencia, pero En el dispositivo analítico es
no se fomenta la neurosis de alentado el desarrollo de esta
transferencia. neurosis artificial que es la
Uso de la transferencia
neurosis de transferencia.
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El principio de la experiencia emocional correctiva
Alexander nos señala que en toda psicoterapia etiológica, se trata de re-exponer al paciente en
circunstancias más favorables a situaciones emocionales que no pudo resolver en el pasado. La situación
favorable es la transferencia.
Allí se repetirá el cliché que nuestra historia infantil nos depara a la luz de nuestras series
complementarias. Aparecerá la repetición y la toma de conciencia de la misma. Pero el conflicto
transferencial es menos intenso, de ahí lo favorable. Y también la actitud diferente del terapeuta, ceñida a su
encuadre tendrá dos consecuencias fundamentales:
1. Favorecer la toma de conciencia de la repetición fiel a la historia sexual infantil reprimida pero no a
la realidad del terapeuta alineado en su encuadre;
2. Esta actitud permite reditar las viejas experiencias pero encuentra aspectos nuevos en las respuestas
terapéuticas que le permiten al paciente elaborar salidas a la conflictiva diferentes de las que debió
encontrar bajo el sojuzgamiento de la dependencia infantil.
Alexander apaleaba a la vivencia que acompañe al mejor discernimiento del inconsciente y esta
revivencia en la transferencia del conflicto o bien afuera de la sesión, sumada a la diferente reacción del
terapeuta o del otro, constituirá lo que se denomina experiencia emocional correctiva.
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sentido, intermedias: interpretación de la transferencia sin proponerse provocar una neurosis
transferencial regresiva; interpretación como principal instrumento del terapeuta, etc.
3. Aquellos que no establecen ninguna diferencia entre psicoanálisis y psicoterapia psicoanalítica.
Para éstos, cualquier tipo de psicoterapia que parta de los postulados psicoanalíticos, que tenga en
cuenta las resistencias y que intente manejar de alguna forma la transferencia, es psicoanálisis,
sean cuales fueren las variantes metodológicas introducidas y las técnicas empleadas para este
manejo de la transferencia. Consideran que las modificaciones introducidas son beneficiosas para
la técnica psicoanalítica y que cualquier intento de distinción entre psicoanálisis y psicoterapia
psicoanalítica es puramente convencional e indeseable.
Alteraciones del Yo
Una de las objeciones que siempre se le han hecho al campo de las psicoterapias, es la de haber puesto el
acento, de modo excesivo en el yo. Sin embargo, Freud mismo, al final de su obra fue quien primero
reconoció en lo que denominó “alteración del yo” un factor límite al análisis y a ser desarrollado por los
psicoanalistas.
La situación analítica consiste en aliarnos nosotros con el yo de la persona objeto a fin de someter
sectores no gobernados de su ello, o sea, de integrarlos en la síntesis del yo. El yo, para que podamos
concertar con él un pacto así, tiene que ser un yo normal.
El yo no aparece solamente como el polo defensivo en el conflicto, sino como un sistema motivante, al
decir de Freud. Se requerirá trabajar sobre él.
Freud plantea que el yo persiste alterado en su deformación perceptual aun resuelto el conflicto a menos
que trabajemos sobre él.
Durante el tratamiento, agrega Freud, nuestro empeño terapéutico oscila en continuo péndulo entre un
pequeño fragmento de análisis del ello y otro de análisis del yo. En un caso queremos hacer conciente algo
del ello; en el otro, corregir algo en el yo.
El efecto terapéutico se liga con el hacer conciente lo reprimido en el interior del ello; preparamos el
camino a este hacer consciente mediante interpretaciones y construcciones, pero habremos interpretado sólo
para nosotros, no para el analizado, mientras el yo se aferre al defender interior, mientras no resigne las
resistencias.
Un análisis no debería ser traumático dado que la noción de ir por capas lo posibilita así.
Desde el pensamiento freudiano y desde la clínica parece clara la necesidad de trabajar sobre el Yo para
tratar de resolver las alteraciones impuestas por el proceso defensivo y fortalecerlo, para poder acoger en su
seno aquello que el yo inmaduro, por resultarle insoportable, debió reprimir, desconocer. Ahora con el
fortalecimiento yoico producto de la labor analítica se podrá soportar lo insoportable y poder intentar darle
una salida diferente de aquella, de los años tempranos del desarrollo psicosexual.
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Entendemos por “alteración del yo” la divergencia respecto de un yo normal ficticio que aseguraría al
trabajo psicoanalítico una alianza de fidelidad inconmovible.
Concepto de foco
Se refiere a focalizar en un aspecto de la problemática.
Para French, el conflicto focal es preconsciente, el más cercano a la “superficie” en un momento dado, y
explica la mayor parte del material clínico de una sesión terapéutica determinada. En el conflicto focal, los
impulsos se condensan en un único conflicto y luego se descargan en las verbalizaciones y las producciones
del paciente. La estructura esquemática de un conflicto focal es: un motivo perturbador (un impulso o un
deseo) está en conflicto con un motivo reactivo (una respuesta del superyó o del yo), lo cual crea la
necesidad de encontrar una solución (una fórmula de transacción adaptativa o defensiva). Los conflictos
focales derivan de conflictos nucleares más profundos y tempranos. Es probable que estos conflictos
nucleares se originen durante períodos cruciales del desarrollo al comienzo de la vida.
Estos permanecen en su mayoría latentes, reprimidos o “resueltos”; uno de ellos se activa (o ha
permanecido activo) y constantemente parece estar subyacente a la conducta con el aspecto de conflictos
focales, que se pueden identificar como variaciones sobre un mismo tema.
Se trata de trabajar la conflictiva derivada del conflicto nuclear, con vistas a lograr una progresiva
flexibilización del yo que no elude en modo alguno la necesidad o conveniencia de un análisis pero que
permite incidir terapéuticamente allí donde este no es posible.
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