Este documento discute la relación actual entre la música y la sociedad, caracterizada por la separación entre público e intérprete debido a factores culturales que limitan al público a una interacción pasiva. Argumenta que esta dinámica refleja la dominación eurocéntrica en América Latina y la imposición de una forma racionalista de entender el mundo que excluye modos de pensar de las comunidades negra e indígena. Como resultado, la música dejó de ser un encuentro social colectivo y pasó a pertenecer solo
Este documento discute la relación actual entre la música y la sociedad, caracterizada por la separación entre público e intérprete debido a factores culturales que limitan al público a una interacción pasiva. Argumenta que esta dinámica refleja la dominación eurocéntrica en América Latina y la imposición de una forma racionalista de entender el mundo que excluye modos de pensar de las comunidades negra e indígena. Como resultado, la música dejó de ser un encuentro social colectivo y pasó a pertenecer solo
Este documento discute la relación actual entre la música y la sociedad, caracterizada por la separación entre público e intérprete debido a factores culturales que limitan al público a una interacción pasiva. Argumenta que esta dinámica refleja la dominación eurocéntrica en América Latina y la imposición de una forma racionalista de entender el mundo que excluye modos de pensar de las comunidades negra e indígena. Como resultado, la música dejó de ser un encuentro social colectivo y pasó a pertenecer solo
Ensayo sobre Tradición, Género y Nación en el Bambuco de Ana María Ochoa
La música es hoy día un espectáculo. Su función es la de entretener a un público
que se encuentra rígidamente separado de la creación artística debido a diversos factores culturales y espaciales que limitan al oyente a un interacción exclusivamente pasiva con el fenómeno musical. Tanto la sala de concierto, como el escenario al aire libre y la reproducción digital, establecen una relación unidireccional entre el público y el interprete, en donde el proceso artístico recae en la contemplación de los primeros sobre los segundos. Se ha construido entonces el imaginario de que la música es una habilidad perteneciente solo a aquellas personalidades artísticas que el sistema ha dispuesto en dicha jerarquía.
Encontramos aquí una características fundamental de la relación actual entre la
música y la sociedad, que es claro reflejo de la dominación eurocentrista en América Latina. La contemplación del arte es un fenómeno impuesto desde el racionalismo ilustrado, que al instituir la mente como fuente única de progreso, impone una forma de entender el mundo y el ser humano que es excluyente, segmentada y jerárquica. El dominio de la mente sobre el cuerpo y el espíritu es la génesis de una concepción evolucionista de las sociedades, que plantea la dualidad entre civilización y barbarie.
Esta dualidad va a ser legitimación para el racismo, y con ello, el rechazo de
expresiones artísticas, tanto en sus elementos técnicos constitutivos, como simbólicos. Lo bárbaro es entonces reprentado por toda expresión vinculada con lo corporal o místico, de manera que los ritmos africanos y los rituales indígenas adquieren etiquetas peyorativas. La exclusión de los modos de pensar, y por tanto de entender la música, de estas dos comunidades, la negra y la indígena, ocasionó la prevalencia de un arte racional, abstracto y externo al individuo que derivó en la separación entre público e intérprete que hoy día impera en nuestras sociedades. Para las poblaciones afrocolombianas la música es un encuentro social, un compartir de emocionalidades y festejo. Para los indígenas es un ritual colectivo, medio de conexión con el mundo espiritual. En ambos casos la música le pertenece a todos los participantes del encuentro musical.
El bambuco, en su proceso de profesionalización, representa el desarrollo de
todas estas ideas. Los jóvenes que actualmente están renovando las tradiciones musicales están precisamente en la búsqueda de resignificar las formas de sentir y pesar opacadas por un modelo de desarrollo impuesto y descontextualizado. Latinoamérica debe reconstruir su raíz mestiza y componer desde allí las nuevas miradas que guíen nuestro futuro.