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Laura Paola Castro Chíquiza

Taller de Música Colombiana

Ensayo sobre Tradición, Género y Nación en el Bambuco de Ana María Ochoa

La música es hoy día un espectáculo. Su función es la de entretener a un público


que se encuentra rígidamente separado de la creación artística debido a diversos
factores culturales y espaciales que limitan al oyente a un interacción
exclusivamente pasiva con el fenómeno musical. Tanto la sala de concierto, como
el escenario al aire libre y la reproducción digital, establecen una relación
unidireccional entre el público y el interprete, en donde el proceso artístico recae
en la contemplación de los primeros sobre los segundos. Se ha construido
entonces el imaginario de que la música es una habilidad perteneciente solo a
aquellas personalidades artísticas que el sistema ha dispuesto en dicha jerarquía.

Encontramos aquí una características fundamental de la relación actual entre la


música y la sociedad, que es claro reflejo de la dominación eurocentrista en
América Latina. La contemplación del arte es un fenómeno impuesto desde el
racionalismo ilustrado, que al instituir la mente como fuente única de progreso,
impone una forma de entender el mundo y el ser humano que es excluyente,
segmentada y jerárquica. El dominio de la mente sobre el cuerpo y el espíritu es la
génesis de una concepción evolucionista de las sociedades, que plantea la
dualidad entre civilización y barbarie.

Esta dualidad va a ser legitimación para el racismo, y con ello, el rechazo de


expresiones artísticas, tanto en sus elementos técnicos constitutivos, como
simbólicos. Lo bárbaro es entonces reprentado por toda expresión vinculada con
lo corporal o místico, de manera que los ritmos africanos y los rituales indígenas
adquieren etiquetas peyorativas.
La exclusión de los modos de pensar, y por tanto de entender la música, de estas
dos comunidades, la negra y la indígena, ocasionó la prevalencia de un arte
racional, abstracto y externo al individuo que derivó en la separación entre público
e intérprete que hoy día impera en nuestras sociedades. Para las poblaciones
afrocolombianas la música es un encuentro social, un compartir de
emocionalidades y festejo. Para los indígenas es un ritual colectivo, medio de
conexión con el mundo espiritual. En ambos casos la música le pertenece a todos
los participantes del encuentro musical.

El bambuco, en su proceso de profesionalización, representa el desarrollo de


todas estas ideas. Los jóvenes que actualmente están renovando las tradiciones
musicales están precisamente en la búsqueda de resignificar las formas de sentir
y pesar opacadas por un modelo de desarrollo impuesto y descontextualizado.
Latinoamérica debe reconstruir su raíz mestiza y componer desde allí las nuevas
miradas que guíen nuestro futuro.

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