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CAPÍTULO 3
1. Subsanación de defectos por el notario, en un testamento otorgado ante él
220 Supuesto de hecho
Se otorga un testamento abierto ante notario y éste por una omisión
involuntaria no ha consignado la fecha de su autorización. ¿Es nulo el
testamento así autorizado? ¿Podría subsanarse dicha omisión?
222 Opinión
El CC art.695 dispone que el notario expresará en el testamento, entre
otros extremos, el día en que se otorga y el artículo 687 del CC declara la
nulidad del testamento en cuyo otorgamiento no se hayan observado las
formalidades establecidas en el capítulo regulador de las formalidades
testamentarias. Conforme a ello es claro que un testamento en el que no
conste su fecha es nulo.
El notario debe tener un especial celo en el exacto cumplimiento de las
formalidades testamentarias. Ello no impide, a nuestro juicio, que si
efectivamente las formalidades se cumplieron por el notario, pero éste
por una omisión involuntaria no lo hizo constar en el testamento, dicha
omisión no pueda subsanarla el notario, conforme a lo previsto en la
legislación notarial. Aclaramos que siempre que se trate de errores
materiales, omisiones o defectos de forma. Nunca errores de fondo o
sustantivos. Así lo sostiene Rodríguez Adrados (1), al considerar que el
testamento se rige por el Código Civil primordialmente, y en lo que éste
no haya previsto por la legislación notarial (artículos 29 de la Ley Notarial
y 153 de su Reglamento y 1217 del CC), siendo en consecuencia aplicable
a los testamentos la Ley Notarial, con sus apoyos reglamentarios, su
jurisprudencia y doctrina. Añade este autor que la nulidad absoluta del
artículo 687 del CC debe matizarse, sin que pueda hacerse una
interpretación literal del mismo, hay que averiguar el sentido del mandato
o de la prohibición de la norma y los efectos que ésta ha querido rechazar
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224 Jurisprudencia
TS 20-3-12. El hecho contemplado en la sentencia es el siguiente: el
testamento se otorgó ante dos testigos, rogados e idóneos, identificados
por su documento nacional de identidad y hace constar el notario que el
testador «se ratifica en su contenido y lo firma»; en diligencia posterior
habiendo fallecido el testador, el notario autorizante deja constancia del
error (el testador no podía firmar) en estos términos: «y no lo firma, por
no poder, según asegura, haciéndolo por él los testigos mencionados». El
Tribunal Supremo considera que: «El criterio para estimar la nulidad de un
testamento, que no puede ser exageradamente formalista, para no dañar
el principio de la suprema soberanía de la voluntad del causante... el
criterio restrictivo y la concreción a las solemnidades impuestas en el
Código civil. En todo caso, no se imponen nulidades por razón de
supuestas “fórmulas sacramentales”... En el texto del testamento se
deslizó un error material, el poner que “lo firma” y no fue así y este error
fue subsanado conforme dispone el artículo 153 del Reglamento notarial,
que no excluye que se pueda realizar tiempo después, simplemente
cuando el notario advierte o es advertido del error sufrido» (2).
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2. Expresión de la voluntad del testador
238 Supuesto de hecho
El Sr. A, de avanzada edad , había expresado a su abogado el deseo de
otorgar testamento, concretando en una entrevista su contenido. Días
después, como consecuencia de un ictus D. A, pierde la facultad de
hablar y escribir y es ingresado en un hospital. Su abogado acude al
notario para que éste redacte el testamento con el contenido que A le
había manifestado, entregándole a tal fin un texto escrito, elaborado por
el abogado conforme a las instrucciones de A. El notario redacta el
testamento con dicho contenido, acude al hospital, considera que el
testador tiene capacidad para testar, le lee íntegramente el testamento y
A, mediante gestos, asiente y da su conformidad a la lectura que el
notario le hace, por lo que éste procede a su autorización. Se plantea la
duda sobre el cumplimiento en el referido testamento de las formalidades
legales.
240 Opinión
Enlazamos nuestra opinión con la expresada al final del caso anterior: el
rigor, la prudencia y la diligencia extrema que los notarios deben tener en
la autorización de los testamentos . Ello debe acentuarse más, si cabe,
cuando se trata de personas en estado crítico, de avanzada edad o con
dificultades para expresar su voluntad (3). Lo más cómodo para un notario
en estos casos es negarse a autorizar el testamento, pero su obligación es
asegurarse que la persona tiene capacidad para testar, que efectivamente
quiere otorgar testamento y, si ello es así, hacer lo humanamente posible
para plasmar su última voluntad en el testamento pretendido. Hechas
estas consideraciones previas para calificar la validez del testamento,
objeto de nuestro estudio, debemos resolver tres cuestiones: la capacidad
de un testador en esas circunstancias, ser el abogado el que comunique
en una primera instancia al notario la voluntad del testador, la expresión
por éste de su voluntad, mediante gestos.
Respecto a la capacidad del testador el notario, según el supuesto, lo que
hizo previamente fue asegurarse de ella. Ni la senilidad , ni la enfermedad
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TS 12-5-98: «En este tema, es interesante reproducir el completo
resumen de la doctrina jurisprudencial que se contiene en la S 27 Ene.
1998: a) que la incapacidad o afección mental hade ser grave, hasta el
extremo de hacer desaparecer la personalidad psíquica en la vida de
relación de quien la padece, con exclusión de la conciencia de sus propios
actos (Sentencia TS 25 Abr. 1959);... d) que son circunstancias
insuficientes para establecer la incapacidad:1) la edad senil del testador...;
2) que el otorgante se encuentre aquejado de graves padecimientos
físicos...; 3) ni que se aprecie una enfermedad neurasténica y tenga
algunas extravagancias... e) la sanidad de juicio se presume en toda
persona que no haya sido previamente incapacitada». Sentencia TS de 18
de Marzo de 1988 «d) La manifestación del Notario autorizante del
testamento en orden a la capacidad testamentificadora del otorgante,
dado el prestigio y seriedad de la institución notarial adquieren
presunción “iuris tantum” de aptitud, que sólo puede destruirse mediante
una completa prueba en contrario (Sentencias de 8 de mayo de 1922, 23
de febrero de 1944, 25 de marzo de 1957, 16 de abril de 1959, 7 de
febrero de 1967, 21 de junio de 1986 y 10 de abril de 1987)».
En un testamento en que el testador no podía leer, ni escribir, por causa
de una enfermedad, el Tribunal Supremo en sentencia de 24 de
noviembre de 2004 considera que «partiendo de la base de la capacidad
del testador para otorgar el testamento en cuestión, tampoco cabe duda
alguna que el mismo en tal acto de otorgamiento, pudo manifestar su
voluntad, ya que en el presente caso hubo comunicación directa entre el
testador y el Notario, de tal forma que éste recibió de aquél la expresión
de su última voluntad, como un requisito sustancial del negocio jurídico
de testamento abierto, sin que además, por otra parte, ello, sea un
requisito que exija una formalidad expresa y concreta».
En esta línea también la sentencia de 30 de noviembre de 1991: «por otro
lado, dada la simplicidad del contenido del testamento, es evidente que,
constando la consciencia del testador según se acreditó, es suficiente
que asienta al contenido leído del testamento mediante movimientos de
cabeza, tan inequívocos en su significado e interpretación como un
asentimiento manifestado por medio de la palabra. Indudablemente, de
no haber estado conforme el testador con el contenido que se le leyó del
testamento, también hubiera podido manifestarlo de forma inequívoca
mediante gestos convincentes, constando su lucidez mental»
Respecto a la presentación por un tercero al notario de la voluntad del
testador esta misma sentencia considera que «partiendo de la base
inexcusable que el testamento es un acto personalísimo, que no puede
dejarse a un arbitrio de un tercero, ni a través de comisario o mandatario.
Sin embargo, ello no puede confundirse con una interdicción total y
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Notas
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