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Miguel Ramírez Preciado UPM

Cristología 22 de septiembre de 2019


Jesús y el Antiguo Testamento
Después de leer el artículo de Francois Vouga, recordé una frase de E.
Schillebeeckx, la fe de los cristianos comenzó con una experiencia. En palabras de
este fraile dominico, “en los orígenes de cristianismo tenemos una experiencia muy
precisa. Todo empezó, efectivamente, con un encuentro. Unos hombres, judíos,
entraron en relación con Jesús de Nazaret y, fascinados, permanecieron a su lado”1.
El acontecimiento más sublime de toda la historia comenzó de la manera más
simple: con un encuentro que dio origen a una experiencia muy humana, y por ello
llena de sentido.
Sin embargo, dicho experiencia acontecida en la historia se encuentra
condicionada; es decir, está sujeta tanto a las diversas condiciones culturales,
sociales, religiosas, etc., propias del entorno social donde sucedió tal experiencia;
así como a las condiciones subjetivas, como el lenguaje, la cosmovisión, etc., de las
personas (en este caso judías) que vivieron esa experiencia.
Tal condicionamiento no conlleva ningún sentido despectivo, puesto que toda
experiencia humana está delimitada por sus propias circunstancias. Todo lo que
vivimos está enmarcado (y por ello delimitado) dentro de un entorno, una cultura,
una subjetividad (muy limitada) con todo lo que ella implica. Ahora bien, además de
condicionar la experiencia, tales delimitaciones fungen como las coordenadas de un
mapa donde situamos lo que vivimos.
Entonces, cultura, sociedad, lenguaje, subjetividad y demás elementos delimitan
nuestras experiencias, al mismo tiempo que nos permiten ubicarlas y expresarlas
de diversas maneras. En el caso de Jesús de Nazaret, todo lo que este hombre
significó para los testigos oculares fue plasmado por escrito en el Nuevo
Testamento. Los evangelios nos narran lo que Jesús significó para la vida de
algunos hombres y mujeres judíos.
Estas narraciones evangélicas, que parten de una sola experiencia llamada Jesús
de Nazaret, expresan desde sus condicionamientos, tanto culturales como
subjetivos, lo que los primeros cristianos (de origen judío) vivenciaron tras
encontrarse con Jesús, y tras experimentar la resurrección de Jesús.
Debido a que la resurrección del Señor no fue una experiencia inmediata pues
aconteció y acontece en nuestra historia humana, semejante experiencia está sujeta
a diversas circunstancias antropológicas: 1) fue vivida gracias a un hecho
acontecido en la historia; 2) fue interpretada dentro de un círculo hermenéutico,
condicionado por la cultura judía, en términos de salvación y revelación; 3) fue
plasmada por medio de un lenguaje específico; 4) y fue contrastada con el pasado
experiencial del pueblo judío.

1 Schillebeeckx, Edward, En torno al problema de Jesús. Claves de una cristología. Ediciones


cristiandad, Madrid, 1983, p. 23.

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