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Tenemos, el ejemplo de Cäcile M.

: “la enferma creó o acrecentó la perturbación

funcional por vía de simbolización, vale decir, halló en la abasia-astasia una expresión

somática de su falta de autonomía, de su impotencia para cambiar en algo las

circunstancias; y de que los giros lingüísticos, «No avanzar un paso», «No tener apoyo»,

etc., constituyeron los puentes para ese acto de conversión” (Freud, 1893-1895: 188).

Estos actos de conversión que nos describe Freud en sus Estudios sobre histeria son, por

medio de la conversación convertidos y vertidos de ese monto afectivo. “Las palabras

son un plástico material con el que puede emprenderse toda clase de cosas. Hay palabras

que en ciertas acepciones han perdido su pleno significado originario, del que todavía

gozan en otro contexto” (Freud, 1905: 34). Esto es, que la palabra es la vía con la que se

opera, es desde la palabra que uno pronuncia con la que se opera, que va tomando cuerpo.

La palabra es como portadora de un pacto que se funde en un doble sentido y fundando

otras vías para desembocar, así, las palabras dejan de estar incrustadas con el objeto.

Siguiendo con lo que Lacan alude en su clase del 10/I/62, en el seminario nueve:

“esta indicación de que hay, digamos, en un tiempo, un tiempo localizable,

históricamente definido, un momento en el que algo está ahí ya para ser leído,

leído con el lenguaje, cuando no hay escritura todavía. Es por la inversión de esta

relación, y de esta relación de lectura del signo, que puede nacer a continuación

la escritura en tanto que ésta puede servir para connotar la fonematización” (p. 9-

10).

Creo que este comentario que hace Lacan, también lo podemos apreciar en la historia del

psicoanálisis porque hubo un tiempo localizable, históricamente definido en que apareció

esta disciplina. En aquel momento en que se encontraba la hipnosis, alguien pudo dar un
giro a lo que estaba sucediendo, pudo dar otra lectura ante aquellos acontecimientos que

dejaban perplejos a los observadores cuando veían a las histéricas y sus manifestaciones.

Fue en ese periodo que Freud conoce a Charcot y se adentra a esta clínica, después, pasa

un tiempo para que él tome otras vías.

El encuentro que tuvo con Anna O. fue quien le dio ese apoyo para emprender a

dar otra lectura de lo que le pasaba a las histéricas, al escucharla, dio soporte y pudo

adentrarse a explorar otros caminos. El recorrido que hace Freud estaba ya anidándose,

por decirlo de una forma y Freud pudo leerlo.

Pese a esto, queda todavía la pregunta abierta de qué es lo que leyó Freud y si eso

que estuvo leyendo nos lo transmitió en sus escritos.

Lo que nos deja en su obra es que él leía libros y ve en ellos destellos o aberturas

que se hilan con lo que él veía en su clínica. – ¿es que habrá algo en el escritor y en el

analista que lean cosas semejantes? O ¿cuál es ese encuentro que posibilita, tanto al

escritor como al analista, escribir esas peculiaridades que manifiestan los seres hablantes?

También, podemos ver en su obra que hizo intentos por hacer escritura que diera

cuenta de lo que sucede en lo inconciente (como el esquema del peine o el esquema de la

carta 52), aun así, no da cuenta de la experiencia sino es como un mapa en donde se

escriben ciertos lazos que hay entre ciertos puntos, en donde podemos leer los recorridos

que se hace de una instancia a otra. Siguiendo esta analogía, Lacan da el paso de hacer

escritura con sus matemas y en la manera en cómo las leemos, les damos sonido.

Creo que algo con lo que batalló Freud fue en tratar de poner eso que leía, la

experiencia, en escrito. A pesar de ello, su intento de escribir posibilitó diversidad de

lecturas como la de Melanie Klein y Wilfred Bion, Karen Horney y Alfred Adler o Helen

Deutsch y Heinz Hartmann hasta Jacques Lacan y Rudolph Loewenstein.

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