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MICRORRELATOS

Nota: he incluído tres textos con un máximo de ciento cincuenta palabras cada uno. Si este máximo
se refería al total les ruego atiendan solo al primero de los textos.
LA LENGUA DEL MUNDO
Para entenderte, gato o piedra, tomo tu voz oscura y me cubro de tinieblas. Como cuando de
pequeño me colaba bajo la funda del sillón y desaparecía para hacerme un bulto en su estructura
inanimada. Oscurezco mi entendimiento para no imponerte ahora mi humano lenguaje, para no
humillarte ni humillarnos. Me recojo en aquella confusión anterior para recibir las señas sonoras de
los árboles o de las sábanas rozándose.
El sonido del coche, de su cuerpo pesado rodando cuesta arriba, y el silencio que le sigue, es un
mensaje encriptado de forma hermética. El misterio es indesvelable. Pero puedo hermanarme con
ese misterio, con ese mensaje: me cierro yo también herméticamente, me encripto.
Esto que produzco son ya crujidos y silbidos en mi boca. Froto mis manos, remuevo las sábanas,
dialogo oscuramente con el gato. En criptas contiguas, estos objetos y yo intercambiamos sonidos
sin significado, ni hostiles ni amistosos.

UN PEQUEÑO ESCALÓN
Se acercaba el loco para pedirnos unos duros y lo primero que nos dijo fue cuidado, casi con
dulzura, señalando un pequeño escalón con el que temía que tropezásemos. Y nos contó que la
policía le había registrado, y lo contó con susto, y era un loco listo, y bueno. Y yo, irónico, comenté,
claro, porque es usted muy peligroso, y ya esa ironía lo inhibió. Pero me excusé rápido y como
regalo improvisó un exquisito juego de palabras con ironía y iron maiden.
Con setenta céntimos se fué a por su cartón de vino al mercadona y yo le dije a mi padre este es del
gremio.

COMO ALICIA, QUE SE DUERME


Lo realmente encantador, lo anonadante, bajo toda la fiesta y agobio de las ciudades, es el metro. La
versión subterránea y noctámbula del lúcido tren y su ánimo explorador.
A su dirección única y su largo recorrido, dispuesto a atravesar el mundo, como si fuera siempre a
Roma, este gusano ensimismado contrapone sus espirales y galerías, sus avances y retrocesos, su
inconstancia, como buscándose a tientas la cola. Y quien se embarca en su interior sin parasitarlo
como a un mero medio de transporte, participa de su deambular desnortado, que, aún no buscando
nada, difícilmente podríamos decir que se ha perdido.
Luego, devuelto de nuevo a la superficie, y encaminado, quedará un imán en el bolsillo por el que
podremos de nuevo hacer girar la aguja. Un eco por el que abandonar los caminos confinados y
caer, como Alicia, que se duerme, hacia esos otros túneles y senderos enredados, infinitos.

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