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ADELANTE LA FE

La traducción de los textos litúrgicos: una


experiencia personal
17/10/18 2:53 PMpor Mario Caponnetto
Introducción
1. En la actual crisis litúrgica, la traducción de los
textos litúrgicos y de los leccionarios ocupa un lugar
central. A partir del progresivo abandono del latín, la
lengua litúrgica por excelencia de la Iglesia, y la
creciente adopción de las lenguas vernáculas -
adopción que muchas veces se ha hecho y se hace
con descuido y aún desprecio de las normas
establecidas en los mismos documentos conciliares-
se plantean una serie de dificultades no menores. En
efecto, las traducciones defectuosas son una fuente
constante de confusión, de empobrecimiento y aún
de graves distorsiones del precioso tesoro de la lex
orandi.
Con toda razón, Pío XII, en la Carta
Encíclica Mediator Dei, en 1947, advertía acerca de
quienes introducen intencionalmente nuevas
costumbres litúrgicas aún en cuestiones de
gravísima importancia; y enumeraba entre ellas el
uso de la lengua vulgar en la celebración del
sacrificio eucarístico; destacaba el Papa que si bien
en muchos ritos el uso de la lengua vulgar puede ser
útil para el pueblo (siempre que la Santa Sede lo
autorice debidamente), el empleo de la lengua latina,
vigente en una gran parte de la Iglesia, “es un claro y
hermoso signo de la unidad y un eficaz remedio
contra la corrupción de la auténtica doctrina[2]”.
Adelantando un poco las conclusiones de nuestro
estudio diremos que a más de siete décadas de
haber sido escritas estas palabras y tras las
experiencias de las reformas conciliares, es posible
advertir que en nuestros días no sólo lamentamos la
pérdida de ese “claro y hermoso signo de unidad”
sino, más grave aún, asistimos con frecuencia a la
corrupción de la doctrina verdadera.
2. Me siento obligado a aclarar que no soy un
experto en liturgia. Mis conocimientos en esta
materia no pasan de los de cualquier bautizado
medianamente instruido más algunas lecturas, eso
sí, fundamentales, motivadas por un especial amor y
aún fascinación por la belleza del culto que me
acompañan desde muy joven. ¿Por qué, entonces,
me animo a tomar parte en estas Jornadas y abordar
el tema particularmente complejo y aún controvertido
de la traducción de los textos litúrgicos? Como lo
explica el subtítulo de esta ponencia, se trata de una
experiencia personal, para mí singularmente rica,
que he querido compartir en esta ocasión.
En el año 2008, el entonces Obispo de San Luís,
Monseñor Jorge Luís Lona, decidió por propia
iniciativa cotejar el texto español del Misal preparado
por la Conferencia Episcopal Argentina y el
Secretariado Nacional de Liturgia (Senali)[3] con el
texto latino de la Tercera Edición Típica del Misal
Romano que había sido aprobada por el Santo Padre
Juan Pablo II el 11 de enero del año 2000,
promulgada y declarada edición típica por la Sagrada
Congregación del Culto Divino el 20 de abril de ese
mismo año y, finalmente, dada a publicidad el 22 de
febrero de 2002[4]. Esta tercera edición, como
veremos enseguida, traía una serie de importantes
cambios respecto de las dos precedentes, a saber, la
primera del año 1970 y la segunda del año 1975.
Además, en el acto de su presentación formal, en la
Santa Sede, el 18 de marzo de 2002, se afirmaba
taxativamente que todos los misales en lengua
vernácula en uso hasta ese momento debían ser
cuidadosamente revisados a la luz del nuevo texto
latino.
Teniendo en cuenta estas circunstancias, Monseñor
Lona encargó la tarea de cotejar ambos textos, el
latino y el español, a tres personas: dos sacerdotes
de su Diócesis y a mí. La parte del Misal que me tocó
examinar correspondió a las Preces Eucarísticas, las
Plegarias Eucarísticas de reconciliación, Plegarias
Eucarísticas por varias necesidades y Plegarias
Eucarísticas para las Misas con niños. El resultado de
esta labor fue volcado en un informe que en esa
oportunidad elevé a Monseñor Lona y cuyas
conclusiones constituyen el núcleo de esta
presentación.
II. La Instrucción Liturgiam authenticam y
la Editio Typica Tertia del Misal Romano
3. Antes de pasar a exponer las conclusiones del
mencionado informe es necesario considerar los dos
documentos fundamentales que fueron la guía del
trabajo de cotejo de los textos: me refiero a la Quinta
Instrucción para la recta aplicación de la Constitución
sobre la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano
Segundo (Sacrosanctum Concilium) Liturgiam
authenticam, sobre el uso de las lenguas vernáculas
en la publicación de los libros de la liturgia romana, de
la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos, publicada el 28 de
marzo de 2001 y la Editio Typica Tertia Missalis
Romani presentada, como adelantamos, el 22 de
febrero de 2002 y posteriormente enmendada en el
año 2008 (Missale Romanum Editio Typica Tertia
Emendata 2008). Analicemos, brevemente, el
significado y el contenido de estos dos documentos.
4. La Instrucción Liturgiam authenticam constituye la
guía más precisa y completa en orden a la traducción
de los textos litúrgicos a las lenguas vernáculas. Sin
duda, el progresivo y masivo abandono de la lengua
latina a partir de la reforma de la liturgia promovida
por el Concilio Vaticano II- abandono que ha ido,
incluso, bastante más allá de la letra y del espíritu de
la misma Constitución conciliar Sacrosanctum
Concilium– dio lugar como era de prever a una
multitud de nuevos problemas, y hasta de peligros, a
los que era preciso afrontar del modo más seguro a
fin de salvaguardar, quebrada de hecho la unidad
lingüística, la integridad e incorruptibilidad de la
liturgia universal de la Iglesia. Se imponía, por tanto,
una guía clara y segura de parte de la suprema
autoridad eclesiástica. En este sentido la Instrucción
vino a cubrir esa necesidad.
Es interesante resaltar algunos conceptos claves del
texto que estamos analizando. Así, respecto de la
función y sentido de los textos litúrgicos y de su
versión a las lenguas vernáculas, afirma:
Las palabras de la Sagrada Escritura, así como las
otras que se pronuncian en las celebraciones
litúrgicas, especialmente en la celebración de los
sacramentos, no se dirigen en primer lugar a reflejar
las disposiciones internas de los fieles, sino a
expresar unas verdades que superan las fronteras del
tiempo y del lugar […] Los textos litúrgicos latinos del
Rito Romano, mientras recogen la secular
experiencia eclesial de trasmisión de la fe de la Iglesia
recibida de los Padres, son, también, fruto de la
renovación litúrgica que se ha realizado
recientemente. Para conservar un patrimonio tan
grande y rico, y para trasmitirlo a los siglos venideros,
es necesario que la traducción de los textos litúrgicos
de la Liturgia Romana sea, no tanto una labor de
creación nueva, sino de traducción fiel y cuidada de
los textos originales a las lenguas vernáculas[5].
Se trata de definiciones más que importantes toda
vez que ponen un adecuado límite a los extravíos de
ciertas “inculturaciones” y “creaciones”
lamentablemente muy frecuentes. Algunos párrafos
más abajo el documento insiste sobre este delicado
punto:
Aunque haya que evitar términos y locuciones que por
su misma naturaleza resultan demasiado poco
usados o inadecuados, y que impiden una
comprensión fácil, sin embargo, es preciso considerar
los textos litúrgicos más como voz de la Iglesia orante
que como algo propio de grupos particulares o de
individuos, y por lo tanto deben estar libres de un uso
demasiado cercano a las expresiones coloquiales[6].
Más adelante, la Instrucción precisa una serie de
normas taxativas que se han de tener en cuenta a la
hora de traducir los textos litúrgicos. Mencionamos
algunas:
a) se debe evitar el recurso sistemático a medidas
imprudentes, como la sustitución automática de
palabras, el paso del singular al plural, la división de
un término con significado colectivo en partes
masculina y femenina o la introducción de términos
impersonales y abstractos; todo esto puede impedir la
comprensión del sentido pleno de algún término o
expresión del texto original y tiene, además, el peligro
de introducir dificultades teológicas y antropológicas
en la traducción (n. 31).
b) si se trate de Dios omnipotente o de cada persona
de la Santísima Trinidad, se deben mantener la
verdad de la tradición y el uso establecido en cada
lengua para el género (n 31 a).
c) Hay que tener especial cuidado para asegurar que
la expresión Hijo del hombre sea traducida con
fidelidad y exactitud. La gran importancia cristológica
y tipológica de esta expresión, requiere que en toda
traducción se emplee un lenguaje tal, que permita
comprender estas palabras unidas, en el contexto
completo de la traducción (31 b).
d) No es lícito que la traducción reduzca y limite el
sentido pleno del texto original. Por lo tanto, hay que
evitar expresiones propias de la publicidad comercial,
de los programas políticos o ideológicos, de modas
pasajeras o sujetas a variaciones regionales y todo
tipo de ambigüedad en cuanto al sentido (n. 32).
e) Según una tradición inmemorial recibida, que ya
aparece en la versión de los Setenta, el nombre de
Dios omnipotente, expresado en hebreo con el
tetragrama sagrado, y en latín con el
término Dominus, se debe traducir en toda lengua
vernácula, con un término del mismo significado (n.
41 c).
f) Por otra parte, las traducciones deben presentar
una variedad de vocabulario que corresponda, en la
medida de lo posible, a la variedad característica del
texto original. Se previene al respecto, de modo
particular, acerca del defecto de traducir los diversos
modos de dirigirse a Dios,
como Domine, Deus, Omnipotens aeterne
Deus, Pater, etc., reduciendo innecesariamente esta
variedad lingüística o a un solo o único término de la
lengua vernácula y, de igual modo en lo que respecta
a los términos que expresan la súplica, defecto que
puede hacer tediosa la traducción y oscurecer la
riqueza y belleza con la que el texto latino expresa la
relación entre los fieles y Dios (n. 51).
En síntesis, las normas establecidas por la Instrucción
respecto de la traducción de los textos pueden
resumirse en las siguientes: trasladarlos
íntegramente, del modo más exacto, sin omisiones o
adiciones de términos en su contenido, sin paráfrasis
o glosas y procurar que la adaptación a la lengua
vernácula sea sobria y discreta[7].
Es conveniente retener estas disposiciones en razón
de lo que, enseguida, veremos al comentar los
resultados de nuestro trabajo.
5. En cuanto a la Editio Typica Tertia del Misal
Romano es necesario tener en cuenta algunas
cuestiones centrales. El nuevo Misal, como dijimos,
fue presentado en una conferencia de prensa, en la
sede de la Sagrada Congregación para el Culto
Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el día 18 de
marzo de 2002. En esa ocasión, el Cardenal
interviniente Jorge Arturo Medina Estévez, precisaba:
No se trata de una simple reimpresión enmendada
sino de una verdadera y propia editio typica, esto es,
una edición oficial, puesta al día, destinada a la
celebración eucarística en lengua latina y que
constituye la base inmediata para las traducciones en
las lenguas nacionales, las que estarán a cargo de las
Conferencias de Obispos de los diversos países del
mundo, de acuerdo con cuanto se ha establecido en
la reciente Instrucción de la Congregación para el
Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos sobre
las traducciones de los libros litúrgicos Liturgiam
authenticam del 28 de marzo de 2001 para obtener
la recognitio de la Santa Sede antes de entrar en
vigencia en la respectiva área lingüística. La editio
typica viene a ser el paradigma al que es necesario
referirse para emprender el trabajo de traducción de
los textos litúrgicos a las lenguas vernáculas y a ella
debe atenerse en orden a la fidelidad[8].
Y en referencia a Liturgiam authenticam subrayaba el
Cardenal:
Tal documento, que se fue formulando en el curso de
los años posteriores al Concilio Vaticano II y que
recibió un enérgico impulso de la Carta del Santo
Padre Vicesimus quintus annus del año 1988 (n. 20),
ha llegado a ser en este momento particular un
instrumento preciso y obligatorio en el tarea de
traducción de los libros litúrgicos en vista de la
eficacia y de la fidelidad al comunicar el contenido del
patrimonio de la Iglesia latina[9].
Es fácil advertir que el Nuevo Misal representaba en
el pensamiento y en la voluntad de la Santa Sede una
nueva edición tipo (editio typica), un verdadero
paradigma al que debían, en adelante, ajustarse con
absoluta fidelidad todas las traducciones en lenguas
vernáculas las que debían contar con la recognitio de
la Santa Sede antes de entrar en vigencia en las
respectivas áreas lingüísticas. No menos claro
quedaba el hecho de que las traducciones del nuevo
Misal debían ajustarse en todo, de manera
obligatoria, a las precisas normativas de Liturgiam
authenticam. De esta manera, ambos textos, la
Instrucción Liturgiam authenticam y la Editio Typica
Tertia Missalis Romani, fueron las precisas
coordenadas en las que quedó encuadrado el trabajo
de cotejo encargado por Monseñor Lona.

III. Conclusiones del cotejo de la traducción del


Misal de la Conferencia Episcopal Argentina.
6. El trabajo de cotejo fue muy interesante y me
permitió sacar algunas conclusiones que son las que,
ahora, deseo exponer. Las partes del Misal que me
fueron encomendadas correspondieron, como dije, a
las Preces Eucarísticas, las Plegarias Eucarísticas de
reconciliación, las Plegarias Eucarísticas por varias
necesidades y las Plegarias Eucarísticas para las
Misas con niños.
Ahora bien, una primera impresión general se refería
a los aspectos literarios de la traducción examinada.
En este sentido, se vio que la traducción propuesta no
seguía las orientaciones de la Instrucctio Liturgiam
authenticam (de hecho ni siquiera mencionada) y era,
en general, una traducción libre. Esto significaba que
algunas veces sólo se traducía ad sensum; otras se
utilizaban perífrasis, en algunos casos innecesarias
puesto que existía perfecta equivalencia entre el texto
latino y su correspondiente castellano; en ocasiones,
la traducción se parecía más a una glosa del original;
en otras aparecían cambios injustificados; a veces, se
omitían, agregaban o cambiaban palabras que
modificaban, como veremos, el espíritu del texto typo.
7. En este marco general se advertía una serie de
dificultades que fueron agrupadas en cinco ítems.
a) En general no se ha logrado expresar
adecuadamente, conforme al genio propio de la
lengua española, ni la cadencia, ni la elegancia, ni la
solemnidad del lenguaje de la lengua latina. Esta
cadencia, elegancia y solemnidad se logran gracias a
un uso adecuado y armónico de nexos coordinantes,
a una debida articulación de las oraciones y a una
división del texto en parágrafos; todo lo cual, por regla
general, estaba ausente en la traducción bajo
análisis[10]. El uso del ustedes, por ejemplo, quitaba al
texto elegancia y solemnidad. Si bien en esta versión
dicho uso no comprometía ni afectaba ninguna parte
esencial del canon, pues se trataba solamente de una
forma de dirigirse al pueblo, no obstante marcaba ya
una tendencia a eliminar toda diferencia entre la
lengua litúrgica y la lengua corriente en contra de lo
que expresamente advierte la Instructio Liturgiam
authenticam en sus parágrafos 5, 27, 47, 50 y 59.
b) Los frecuentes cambios de ciertas expresiones (o
su sustitución por otras no exactamente
equivalentes), disimulan u ocultan, a menudo, cuanto
en el texto typo hay de imprecación, de alabanza, de
oración suplicante, de postración del hombre ante la
majestad divina. Veamos algunos ejemplos:
En el número 84 de la Prex Eucharistica I, donde
dice:
Te, igitur, clementissime Pater, per Jesum Christum,
Filium tuum, Dominum nostrum, supplices rogamus
ac petimus, uti accepta habeas, et benedicas haec
dona, haec munera…, se ha traducido:
A ti, Padre, misericordioso, te pedimos humildemente,
por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que aceptes y
bendigas estos dones…
Se observa que el
superlativo clementissime (clementísimo), referido a
Dios Padre, ha sido sustituido por misericordioso lo
que no es exactamente lo mismo. Además, la
expresión supplices rogamus ac petimus (rogamos y
pedimos suplicantes) -propia de la postración ante la
Divinidad- se la ha reemplazado por humildemente te
pedimos con lo que se atenúa visiblemente el tono de
súplica. En efecto, no es lo mismo rogar y pedir de
modo suplicante que sólo pedir humildemente.
En la misma Prex, n. 87, donde dice:
Hanc, igitur, oblationem servitutis nostrae, sed et
cuntae familiae tuae, quaesumus, Domine, ut
placatus accipias…, se traduce:
Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus
servidores y de toda tu familia santa…
También aquí advertimos la misma notoria
disminución del tono de imprecación y de súplica al
sustituir la expresión quaesumus…ut plactus
accipias (te pedimos que aceptes aplacado o
propicio) por acepta en tu bondad. Se disminuye u
omite, con toda evidencia, el sentido de oblación u
ofrenda que aplaca a la divinidad.
Lo mismo en Prex Eucharistica III, n. 113:
Respice, quaesumus, in oblationem Ecclesiae tuae et,
agnoscens Hostiam, cuius voluisti immolatione
placari…, se traduce:
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y
reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación
quisiste devolvernos tu amistad…
Se advierte que placari (infinitivo de voz pasiva: ser
aplacado) ha sido sustituido por quisiste devolvernos
tu amistad que nada tiene que ver ni con la letra ni
con el espíritu del texto original.
Se omiten o sustituyen, también, expresiones
como propicio (propitius), dígnate (digneris), mirar
con rostro propicio y sereno (respicere propitio ac
sereno vultu) y otras similares destinadas a acentuar
el sentido de postración del hombre ante Dios.
c) Cambios innecesarios que, en ocasiones,
oscurecen u ocultan el sentido del texto typo. Por
ejemplo, en el Sanctus se cambia la expresión Deus
Sabaoth (Dios de los Ejércitos) por Dios del
Universo cuando el significado del vocablo hebreo
(adoptado en el latín) Sabaoth es literalmente “de los
ejércitos”. El liturgista ha querido señalar con esta
expresión, específicamente, a las Milicias Celestes,
esto es, al universo de las creaturas intelectuales y no
al Universo entero que incluye a toda creatura.
Otro ejemplo: en una de las exclamaciones post
consagración se dice:
Mortem tuam annuntiamus, Domine, et tuam
resurrectionem confitemur, donec venias, se traduce:
¡Anunciamos tu muerte, proclamamos tu
resurrección. ¡Ven Señor Jesús!
El término donec en latín tiene un significado claro y
preciso: hasta, hasta tanto, hasta que. ¿Por qué
cambiar la expresión donec
venias (literalmente hasta que vuelvas) que subraya
el sentido esjatológico pues alude a la segunda
venida del Señor, por la exclamación imperativa ¡Ven
Señor Jesús!, la que al ser tan inespecífica y ambigua
no hace mención expresa a la segunda venida de
Cristo?
En la Prex I “de reconciliatione”, n. 1, dice el texto
latino:
Qui ad abundantiorem vitam habendam nos incitare
desinis, se traduce:
Porque no dejas de llamarnos a una vida plenamente
feliz.
Dos observaciones. Primera: habendam nos incitare
desinis se traduce, mejor, como: no dejas de
movernos a poseer/incitarnos a poseer/a encender en
nosotros el deseo de poseer; lo cual se atenúa
bastante con el uso de llamarnos pues le quita todo el
sentido fuerte de moción, atracción de parte de Dios
que es bastante más que un llamado.
Segundo: abundantiorem vitam significa la vida más
abundante/la vida que más
abunda (abundantiorem es acusativo singular
de abundantior, comparativo del adjetivo abundans,
tis). La expresión “vida plenamente feliz” no es pues,
ni la más exacta ni la que mejor expresa la obvia
referencia a la vida eterna.
En la misma Prex “de reconliatione” I, n. 5, dice:
[…] accepit calicem [….] discipulis suis tradidit,
dicens
La traducción, en cambio, dice:
[…] tomó el cáliz […] y lo pasó a sus amigos, diciendo
Por cierto, Cristo llamó a sus discípulos “amigos”;
pero el texto dice, claramente, discipulis suis (a sus
discípulos). Ocurre que el texto latino va dosificando
las distintas realidades sagradas y, sin duda, ha
querido señalar en este paso el carácter de discípulos
de quienes, elegidos por el Señor, cenaban con Él en
aquella Sagrada Cena. El cambio no tiene ninguna
ventaja y quiebra el equilibrio propio del original latino.
Con frecuencia, en la consagración del pan, donde
dice:
accepit panem et gratias agens benedixit, fregit,
deditque…, se traduce:
tomó pan, te bendijo, lo partió y lo dio…
Se entiende que lo que Cristo bendijo fue el pan,
después de dar gracias (al Padre), en cambio la
traducción supone que Cristo bendijo al Padre lo que
no es, en modo alguno, coincidente ni con el texto
latino ni con el relato evangélico.
En la Prex Eucharistica I, n. 85, en el acápite
destinado al tiempo de Epifanía, el texto latino
expresa:
Quo Unigenitus tuus, in tua tecum gloria coaeternus.
Veamos la traducción:
[…] tu único Hijo, eterno como tú en la gloria
La fórmula in tua tecum gloria coaeternus (coeterno
contigo en tu gloria) es teológicamente más precisa
para designar la Procesión Trinitaria del Verbo.
En la Prex Eucharística I (88) donde dice:
Quam oblationem tu, Deus, in omnibus, quaesumus,
benedictam, adscripitam, ratam, rationabilem,
acceptabilemque facere digneris, se traduce como:
Bendice y santifica, Padre, esta ofrenda, haciéndola
perfecta, espiritual y digna de ti.
Se han omitido injustificadamente los
adjetivos, adscriptus, a, um (adscripto), ratus, a,
um(ratificado, validado), rationabilis, e (razonable,
conforme a la razón) y acceptus, a, um (aceptable)
con lo que se atenúa muchísimo el sentido de la
petición. Además, el vocativo original Deus se cambia
por Padre (vide infra).
En la Prex Eucharistica IV (117), la
expresión redemptionem captivis se traduce como
“liberación de los oprimidos”. Teniendo en cuenta el
uso equívoco, de marcado matiz político y
sociológico, que tiene esta expresión entre nosotros,
hubiera sido prudente utilizar otra expresión más fiel
al original latino que, en realidad, dice “redención de
los cautivos”[11].
Un último ejemplo: en la Prex II “pro variis
necessitatibus”, se lee en un título:
Deus Ecclesiam suam in viam salutis conducens.
Se traduce solamente: Dios guía a su Iglesia, es decir
se omite “in viam salutis” esto es, “por o hacia el
camino de la salvación”.
d) Respecto del modo de dirigirse a Dios, con mucha
frecuencia la traducción cambia indebidamente las
formas originales. Así, Dominus se cambia
por Padre, Deus, por Padre, Salvator, por Señor, etc.
Estos cambios, arbitrarios por lo demás, contradicen
expresamente la Instructio Liturgiam authenticam, la
que en su número 41 c, como se dijo, manda
taxativamente que la palabra Dominussea vertida en
el exacto equivalente de cada lengua particular. Esto
no es arbitrario sino que responde a un profundo
sentido bíblico; en efecto, según la tradición recibida
en la versión de los Setenta de la Biblia, el nombre de
Dios Omnipotente, expresado con el tetragrama
hebreo, se ha de traducir por la palabra
latina Dominus[12].
e) La misa con niños. En las rúbricas originales, que
preceden a las preces eucarísticas en las misas con
niños, se dice, claramente, que en atención a su
naturaleza, el texto latino no está tanto destinado al
uso litúrgico sino que se presenta, más bien, como un
texto typo o modelo. Esto, sin duda, otorga a la
traducción un margen de libertad mayor por lo que en
su análisis se tuvo muy en cuenta esta situación. No
obstante, la traducción ofrecía no pocas
observaciones y reparos.
En la Prex Eucharistica pro missis cum pueris I (2),
donde dice
[…] parvulos suscepit et benedixit, se traduce por:
se hizo amigo de los niños.
El verbo suscipio, cepi, ceptum significa encargarse
de, asumir la defensa, tomar a cargo, adoptar,
aceptar, admitir, etc. “Hacerse amigo” no figura entre
ninguna de sus acepciones. El texto latino da a
entender que Cristo, Señor y Dios, acepta, acoge,
protege, etc. a los más pequeños, en este caso a los
niños. Esta idea es omitida por los traductores
quienes, además, omiten el segundo verbo: et
benedixit, esto es, los bendijo.
En Prex II (8):
Unum corpus, unus spiritus sint ad gloriam tuam,
Domine, se traduce:
¡Que todos seamos una sola familia para gloria tuya!
Se cambian las expresiones un solo cuerpo y un solo
espíritu (de fuerte sentido eclesiológico)
por familia que no refleja dicho sentido.
En la Prex III (6):
In fine autem venturus est cum gloria, in cuius Regno
non amplius erit, qui miseria affligatur, qui lacrimetur,
qui tristitiam habeat, nec peccatum nec mors ultra
dominabuntur, se traduce:
Él vendrá lleno de gloria al fin del mundo y en su reino
no habrá ya pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie
tendrá que llorar.
Se ha omitido la última frase que alude al pecado y la
muerte que ya no tendrán dominio en la vida futura.
¿Acaso se ha de ocultar a los niños la realidad del
pecado y de la muerte?
Estos son sólo algunos ejemplos de los varios más
que figuran en el informe. Entiendo que ilustran
suficientemente la defectuosa, por decir lo menos,
traducción del Misal entonces en uso en nuestro país.
Por eso, dicho informe concluía: se ha de sugerir una
nueva traducción más acorde con el texto latino y las
prescripciones de la Instrucción Liturgiam
authenticam. Conclusión coincidente con la de los
otros dos revisores con los que compartí la tarea. Así,
por ejemplo, el encargado de cotejar la parte
correspondiente al Pontifical concluía solicitando un
nuevo análisis serio del tema y de adecuar los
criterios de traducción a la voz de la Iglesia.
IV.Algunas reflexiones y conclusiones
8. Poco tiempo después del trabajo que he
mencionado, en el año 2009, se publicó el Nuevo
Misal de la Conferencia Episcopal Argentina, al que
hice referencia más arriba, que es el que actualmente,
con algunos agregados posteriores, sigue en uso en
nuestro país. Aun cuando en la presentación de esta
nueva versión se menciona expresamente
la Instrucción Liturgiamauthenticam, lo cierto es que
la nueva traducción no corrige ni mejora ninguna de
las falencias apuntadas. Por el contrario, esta versión
introduce como obligatorio el empleo del uso verbal
“ustedes” y la consiguiente derogación del “vosotros”
que, ahora sí, afecta la fórmula de la consagración del
pan y del vino. En efecto, el artículo 2 del mencionado
Decreto establece que:
2. La vacatio legis se extienda hasta el 21 de
febrero de 2010, Primer Domingo de Cuaresma.
A partir de dicha fecha, para la celebración de la
Santa Misa (Misal Romano y Leccionarios) habrá
de utilizarse el uso verbal “ustedes”, quedando
derogado el uso del “vosotros”, del “Vos” u
otros[13].
Este uso no deja de ser una fuente de problemas.
Como ya se dijo, quita al texto elegancia y solemnidad
y tiende a borrar toda diferencia entre el lenguaje
corriente y la lengua litúrgica. Pero si se trata de los
textos bíblicos, en ocasiones dificulta su adecuada
comprensión al introducir una cierta anfibología. En
efecto, a veces resulta imposible -sobre todo en los
salmos-distinguir si un verbo es un imperativo (vgr.
“canten”, en el sentido de “cantad” vosotros) o un
subjuntivo (que ellos canten”). Véase, a modo de
ejemplo este pasaje del Evangelio de San Mateo, 4,
16:
Brille su luz delante de los hombres de modo que, al
ver sus buenas obras, den gloria a su Padre que está
en los cielos.
La traducción no es ni clara ni fiel. La mala costumbre
de utilizar el pronombre “ustedes” en lugar del
vosotros introduce confusión y oscuridad en el
texto. En efecto: “Brille su luz delante de los
hombres.” ¿La luz de quién? ¿La de ellos o la de
ustedes? “Que al ver sus buenas obras”. ¿Las obras
de quién, las de ellos, las de ustedes? “Den gloria a
su Padre”. ¿El Padre de quién?
Bueno, vayamos a la versión latina de la Vulgata
Nova. Allí leemos:
Sic luceat lux vestra coram hominibus, ut videant
vestra bona opera et glorificent Patrem vestrum, qui
in caelis est.
Lo que, en buen español suena así:
Brille así vuestra luz delante de los hombres para que
vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro
Padre que está en los cielos.
¿Por qué complicarse la vida cuando tenemos un
idioma tan bello, preciso y rico?
Mi querido amigo Edmundo Gelonch Villarino,
recientemente fallecido (y vaya esta mención suya
como un homenaje a su feliz memoria) dirigió, en su
momento, al entonces Cardenal Bergoglio
(Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina),
una carta en la que, en su carácter de miembro del
Instituto Argentino de Cultura Hispánica de Córdoba,
expresaba entre otras muchas cosas:
[…] si meditamos el valor propio de las palabras,
como cuando invocamos “el Nombre del Padre, y del
Hijo y del Espíritu Santo”, o pedimos que “santificado
sea tu Nombre”, hallamos variaciones sorprendentes.
El cambio de la segunda persona por la tercera en la
conjugación verbal, cambia también la dirección del
mandato: si “tomad y comed” fundaba un compromiso
personal para nosotros a quienes se dirigía el Señor,
el “tomen y coman”, en tercera persona, no nos
compromete: ¿quiénes “tomen y coman”? ¿”Ellos”?
¿Quiénes son “ellos”, a los que apunta el significado
propio del mandato imperativo? Por de pronto, ni el
celebrante ni los que participamos en la celebración
estamos aludidos, sino otros, que tampoco están
presentes. Hemos sido dejados al margen. Recuerdo
aquí un pasaje de la síntesis oficial de la Quinta
Instrucción Liturgiam authenticam: “Los verbos deben
traducirse con precisión, respetando la persona, el
género y el número”, lo cual aquí no se cumpliría.
Es de lamentar que tan sabias observaciones no
hayan sido tenidas en cuenta.
9. En la misma carta que acabo de citar, afirmaba
Gelonch en referencia al mencionado proceso de
traducción del Misal argentino “que la marcha de
las sucesivas modificaciones en la traducción del
Misal, desde los setenta para acá, acompaña la
decadencia cultural y la pérdida de identidad
nacional”. Y mucho tememos que en el futuro
inmediato la decadencia sea aún mayor. El Motu
Proprio Magnum Principium del Santo Padre
Francisco, fechado el 3 de septiembre de 2017,
que modifica las normas canónicas que rigen el
papel de la Santa Sede en la recognitio de las
traducciones en lengua vernácula de los textos
litúrgicos, otorga a las Conferencias Episcopales
un amplio margen de libertad en lo concerniente
a dichas traducciones. No es esta la ocasión para
un análisis pormenorizado de este documento;
pero si se tiene en cuenta la generalizada
tendencia, hoy presente en una buena parte de
los Episcopados, a la llamada “inculturación” y a
cierta “creatividad” más que dudosa, y la
creciente decadencia de la liturgia en toda la
Iglesia, no cabe esperar días mejores.
Lo grave es que lo que está en juego es la lex
orandi de la Iglesia. En este sentido, no podemos
dejar de expresar nuestra preocupación toda vez que
traducciones deficientes cuando no directamente
orientadas a un manifiesto propósito de reinterpretar
la liturgia según criterios arbitrarios e incompatibles
con el Magisterio y la Tradición, nos lleven finalmente
a una adulteración de la misma Fe. A más de
cincuenta años de la reforma litúrgica querida y
promovida por el Concilio Vaticano II no son pocos los
que se preguntan qué ha quedado del rito católico y
si en vez de una reforma lo que hoy tenemos es
simple y llanamente la ruina del rito romano[14].
Cuando se impuso la reforma litúrgica hubo muchos
que se apresuraron a despedir al “ilustre latín” por
considerarlo una barrera infranqueable, en el mundo
de nuestros días, entre los fieles y la celebración de
los sagrados misterios. Las lenguas vernáculas
venían, así, a superar esa barrera. Pero la triste
experiencia de estos años nos ha demostrado que las
cosas no sucedieron exactamente de ese modo: por
el contrario, a la supuesta barrera del latín ha seguido
otra barrera aún mayor si cabe: las traducciones
infieles a las lenguas vernáculas; y es esta barrera la
que, de alguna manera, será necesario superar para
no correr el riesgo de que se pierda la fe.

[1] Ponencia presentada en las XXI Jornadas de


Formación Católica celebradas en Buenos Aires entre
los días 5 a 7 de octubre de 2018 sobre el tema La
liturgia, fuente y expresión de la fe.
[2] Cf. Pío XII, Carta Encíclica Mediator Dei, n. 76 y 77
(AAS XXXIX, 521-595).
[3] Esta versión española con la que se realizó el
cotejo era la versión inmediatamente anterior a la que
fue presentada con fecha 1 de enero de 2009 por el
entonces Presidente de la Conferencia Episcopal
Argentina Cardenal Jorge Mario Bergoglio,
promulgada por el mismo mediante Decreto del 13 de
agosto de ese mismo año y que había obtenido
la recognitio de la Santa Sede el 18 de octubre de
2007. Esta versión, que es la que actualmente rige,
trae como principal cambio la fórmula de la
consagración: se suprime el “vosotros” por “ustedes”
y en la consagración del vino se introduce el “por
muchos” (conforme al pro multis latino) en lugar de
“por todos los hombres”.
[4] El título completo es: Missale Romanum, ex
decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II
instauratum auctoritate Pauli PP. VI promulgatum
Ioannis Pauli PP. II cura recognitum, Typis Vaticanis,
MMII. Esta edición fue enmendada en el año 2008.
[5] Liturgiam authenticam, n. 19 y 20.
[6] Liturgiam authenticam, n. 27.
[7] “Textus liturgici latini Ritus romani, dum e saeculis
experientiae ecclesialis in transmittenda fide
Ecclesiae a Patribus accepta hauriunt, ipsi fructus
sunt nuper allatus instaurationis liturgicae. Ut tantum
patrimonium tantaeque divitiae serventur et per
saecula transmittantur, ad principium in primis
attendatur versionem textuum liturgicorum Liturgiae
romanae opus esse non tam artificii quam potius
textus primigenios in linguam popularem fideliter et
accurate reddendi. Licet debita concedatur facultas
verba componendi atque syntaxim et stylum statuendi
ad textum popularem profluentem et orationis
popularis cursui idoneum exarandum, textus vero
originalis seu primigenius oportet ut, quantum fieri
potest, integerrime et peraccurate transferatur, nullis
scilicet interpositis omissionibus vel additamentis,
quoad argumentum rerum, nec paraphrasibus aut
glossis inductis; accommodationes ad proprietates
seu indolem variorum sermonum popularium oportet
sint sobriae et caute efficiantur [Congregatio De Cultu
Divino et Disciplina Sacramentorum: De usu
linguarum popularium in libris liturgiae romanae
edendis. Instructio quinta«ad exsecutionem
Constitutionis Concilii Vaticani secundi de Sacra
Liturgia recta ordinandam», Romae. 2001].
[8] Congregación para el Culto Divino y la Disciplina
de los Sacramentos, Presentación del Nuevo Misal
Romano, 18 de marzo de 2002. Puede consultarse en
el sitio de la Santa
Sede: http://www.vatican.va/roman_curia/congregati
ons/ccdds/documents/rc_con_ccdds_doc_20020327
_card-medina-estevez_it.html
[9] Ibídem.
[10] “Haec principia sunt observanda: a) Connexio
inter enunciata, ut exstat, ex. gr. in locutionibus
subordinatis et relativis, in verborum dispositione et
variis rationibus parallelismi, plene, ut fieri potest,
servetur modo linguae vulgari accommodato; b) In
translatione vocabulorum, quae in textu originali
continentur, servetur, ut fieri potest, eadem persona,
numerus, genus; c) Significatio theologica verborum
causalitatem, propositum aut eventum exprimentium
(veluti «ut», «ideo»,«enim» et «quia»), quamvis
variae linguae diverso modo proferendi utantur,
servetur” (Instructio.Liturgiam authenticam, n 57).
[11] Como vimos, la Instrucción manda expresamente
que las traducciones no deben extender o restringir el
significado del término original y los términos que
recuerden motivos publicitarios o que tienen tonos
políticos, ideológicos o semejantes, deben evitarse.
[12] […] iuxta traditionem ab immemorabili receptam,
immo in supradicta versione «LXX virorum» iam
perspicuam, nomen Dei omnipotentis, sacro
tetragrammate hebraice expressum, latine vocabulo
«Dominus», in quavis lingua populari vocabulo
quodam eiusdem significationis reddatur (Instructio…,
o.c., 41, c).
[13] Conferencia Episcopal Argentina, Decreto del 13
de agosto de 2009.
[14] Ver, al respecto, el interesante estudio de
Monseñor Klaus Gamber, La reforma de la liturgia
romana, cuya versión española puede verse
en http://www.unavocesevilla.com/reformaliturgia.pdf

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MARIO CAPONNETTO
Nació en Buenos Aires el 31 de Julio de 1939. Médico
por la Universidad de Buenos Aires. Médico
cardiólogo por la misma Universidad. Realizó
estudios de Filosofía en la Cátedra Privada del Dr.
Jordán B. Genta. Ha publicado varios libros y trabajos
sobre Ética y Antropología y varias traducciones de
obras de Santo Tomás.
CRISTO FUNDO UNA SOLA IGLESIA:
LA IGLESIA CATÓLICA
Pruebas bíblicas e históricas
Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre dio su vida en la Cruz para salvar
a los hombres del pecado y el poder del demonio. Fundó su Iglesia para continuar su
obra de salvación. Única y exclusivamente a esta Iglesia que El mismo fundó, confió su
misión, su Evangelio, su autoridad y sus poderes divinos para predicar, bautizar, hablar
en su nombre y salvar a los hombres. Sin embargo, dieciséis siglos después de Cristo,
Martín Lutero, un sacerdote católico excomulgado, inventó la teoría de la libre
interpretación de la Biblia. Este libre examen produjo unas 36,000 sectas diferentes y
opuestas, que sin ningún derecho se apropiaron del Evangelio, utilizándolo contra la
legítima Iglesia. Para hacerse aceptar, todas estas sectas pretenden ser de Jesucristo.
Hoy en día muchos fundan "su iglesia" y "predican la Biblia" a su modo, haciendo
"discípulos" y sembrando confusión y división entre los católicos ignorantes. ¿SERÍA
FRUTO DEL ESPÍRITU SANTO DE CRISTO TODO ESTO? ¿RECONOCE CRISTO A ESTAS
36,000 IGLESIAS COMO SUYAS O LAS RECHAZA PUESTO QUE ÉL NO LAS FUNDÓ Y A
NADIE DIO AUTORIDAD PARA FUNDARLAS? Frente a la confusión y desorientación
provocadas por las sectas y los falsos profetas, para no dejarse engañar y perderse
eternamente (Mateo 7, 15-23) ¿CÓMO SABER CON CERTEZA CUÁL ES LA VERDADERA
IGLESIA QUE CRISTO FUNDÓ? Este asunto necesita de reflexión, mucha buena voluntad
y humildad.
Cristo Fundó la Iglesia Católica
Toda persona que es lógica y cree en lo que dice la Biblia y quiere hacer la voluntad de Dios,
debería aceptar los principios siguientes:

1. Cristo no escribió una Biblia, sino que fundó una Iglesia: formó hombres y los mandó a
hablar y actuar en su Nombre (II Timoteo 2, 2; Lucas 10,16; Mateo 28,19; Juan 20,19-23).

2. La Iglesia que Cristo fundó debe necesariamente tener 21 siglos de existencia, puesto que
Cristo vivió hace más de 2000 años en esta tierra.

3. Únicamente la Iglesia que tiene 21 siglos es la Iglesia fundada por Cristo; es la iglesia
legítima, la que escribió la Biblia, la que recibió el Espíritu Santo, la que salva.

4. Ahora bien, la historia nos dice que la Iglesia Católica, es decir, la Iglesia cristiana universal,
es la única Iglesia que tiene 21 siglos, y que esta misma Iglesia viene de los Apóstoles, a través
de sus legítimos sucesores. Desde San Pedro, martirizado en el año 67 en Roma por el
emperador romano Nerón, hasta el Papa Benedicto XVI, esta Iglesia tiene un jefe
representante de Cristo en la tierra y sucesor legítimo de San Pedro, ahora llamado Papa.

5. Únicamente la Iglesia Católica y Apostólica, que ha tenido 265 Papas, puede


proporcionarnos una lista de sus jefes, desde San Pedro hasta el Papa actual.
Ninguna otra iglesia puede ofrecernos esta lista de la sucesión apostólica. Si no puede
mostrarnos esta escritura, significa que fue fundada después; y si fue fundada después, no es
una iglesia legítima, ni verdadera ni bíblica; no puede ser obra de Cristo, esta "iglesia" fundada
por supuestos profetas, no puede predicar correcta y legítimamente el Evangelio, ni santificar,
ni salvar, aunque afirme a la ligera ser de Cristo (Mateo 7, 15-23). Es un instrumento de
perdición que confunde la gente, ya que Cristo afirma que: "Surgirán muchos falsos profetas
y extraviarán a muchos" (Mateo 24,11). Es lo que está pasando hoy con la multiplicación de
las sectas.
6. Cristo, por ser Dios, no puede equivocarse ni engañarnos: prometió a sus Apóstoles y a sus
sucesores que El estaría con ellos hasta el fin del mundo y que las fuerzas del mal no podrían
prevalecer contra su Iglesia (Mateo 28, 17-19; 16, 18) Por consiguiente, pretender que la
Iglesia verdadera se acabó en el siglo cuarto y que el emperador Constantino "fundó la Iglesia
Católica" es antibíblico y antihistórico; es una afirmación indigna de un hombre sensato.
7. Los que inventan supuestas iglesias desobedecen a Cristo y a sus legítimos representantes a
quienes Él dijo: "Quien a vosotros escucha, a Mí me escucha y quien a vosotros rechaza, me
rechaza a Mí; ahora bien, quien me rechaza a Mí rechaza a Aquel que me envió" (Lucas 10,
16).
8. Iglesia Católica y Biblia son inseparables. Rechazar la Iglesia Católica y Apostólica y servirse
de la Biblia, que esta misma Iglesia nos transmitió durante dieciséis siglos, es algo
ilógico. Cristo por ser Dios, es sabio y prudente, no dejó la Biblia como una manzana de la
discordia entre sus discípulos. Fundó una Iglesia, dejó un representante, que fue San Pedro y
sus legítimos sucesores, para predicar, interpretar y defender su Evangelio contra los
manipuladores de la Biblia (II Pedro 1, 20; Gal. 1, 8; II Cor. 11, 13-14). La Biblia en manos de los
fundadores de sectas, no puede defenderse, no tiene boca para desmentir las falsas
interpretaciones e injustas acusaciones.
9. La Iglesia verdadera necesariamente es UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA. Debe tener
2000 años; debe tener la misma fe, la misma moral, la misma autoridad mediante la legítima
sucesión apostólica y la misma enseñanza, desde Cristo hasta hoy. Ahora bien, aparte de la
Iglesia Católica, ninguna de las 36,000 iglesias protestantes cumple con estas condiciones (Juan
17, 20).

La Biblia nos habla de una Iglesia

San Pedro, después de haber declarado que Cristo es el Hijo de Dios vivo, recibe del propio
Cristo esta respuesta: "Yo te digo que tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré MI IGLESIA,
y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los
cielos: todo lo que atares sobre la tierra, será atado en los cielos, y lo que desatares sobre la
tierra, será desatado en los cielos" (Mateo 16, 17-19).

Nuestro Señor dice mi Iglesia, no dice mis iglesias. Aunque la Iglesia esté en el mundo entero,
es una. Jamás de los jamases nuestro Señor habla de varias iglesias. Al contrario, nos advierte
de no dejarnos engañar y extraviar por supuestos profetas que hacen su negocio con la Biblia.

La Iglesia debe ser católica y apostólica


Así como Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2, 5), así la Iglesia
Católica es la única Iglesia que conduce a Jesucristo, puesto que ella sola fue fundada por El,
para continuar su obra. Ella sola recibió al Espíritu Santo y la promesa de ser asistida por El
hasta el fin del mundo (Hechos 1, 8; Mateo 28, 20); ella sola es "la Iglesia del Dios viviente,
columna y sostén de la verdad" (I Timoteo 3, 15); ella sola es la Iglesia de la cual habla la
Biblia. Separarse de ella es renunciar a Cristo. Que esta Iglesia tenga hijos ministros buenos o
malos es otro asunto.

Cristo, Pontífice y Sacerdote supremo del Nuevo Testamento (Hebreos 4 y 5), formó a los
Apóstoles y les comunicó sus poderes. Los Apóstoles que son los enviados y depositarios
exclusivos de la autoridad de Cristo, antes de morir dejaron sucesores legítimos, esto es,
formaron otros presbíteros y obispos, a quienes dieron el poder y la misión de predicar
conforme la Fe que ellos recibieron, predicaron y transmitieron (II Timoteo 2, 2). Desde el siglo
I hasta el XXI, siempre la Iglesia Católica tuvo sacerdotes, obispos y papas. Ella sola tiene esta
sucesión apostólica legítima. San Pablo escribe a su discípulo, el obispo Tito: "Te he dejado en
Creta (isla griega) para que arregles las cosas que faltan y para que constituyas presbíteros
en cada ciudad como yo te ordené" (Tito 1, 5). Los presbíteros son los sacerdotes. El mismo
San Pablo dice a los fieles de la ciudad de Corinto: "Os alabo porque observáis las tradiciones
conforme os las he transmitido" (I Cor. 11, 2). "Mantened firmemente las tradiciones en que
fuisteis adoctrinados, ya sea de viva voz ya sea por carta nuestra" (II Tesalonicenses 2, 15).
Una secta que nació 2000 años después no ha visto nada, no recibió nada, no escuchó nada,
no tiene ninguna tradición apostólica.

La palabra tradición viene del latín; significa "transmisión" y "entrega" del mensaje de Cristo,
comunicado oralmente o por escrito (II Juan 12; III Juan 13). Por ejemplo por la Tradición
sabemos que hay cuatro evangelios canónicos. En la Iglesia Católica, los fieles con sus
presbíteros observaron lo que fue transmitido, y ellos lo transmitieron, bajo la vigilancia de los
obispos, a la generación siguiente; así fue desde el siglo I hasta hoy.

La más antigua secta protestante fue fundada por Martín Lutero, 1521 años después de Cristo.
Ahora bien, los protestantes, que nacieron dieciséis siglos después de los Apóstoles, nunca los
conocieron ni los escucharon ni recibieron una Biblia de ellos. De ninguna manera pueden
saber la correcta interpretación de la Biblia, que es el libro Sagrado de la Iglesia Católica y
Apostólica. San Pablo dice: "Aun cuando nosotros mismos, aun cuando un ángel del cielo
os anuncie un evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea maldito. Lo dijimos ya, y
ahora vuelvo a decirlo: Si alguno os predica un evangelio distinto del que recibisteis, sea
anatema." (Gálatas 1, 8-9). Toda interpretación de la Biblia que contradice la Fe católica y
apostólica de 2000 años es un evangelio distinto. Todas las sectas, incluso las "evangélicas"
predican por desgracia un evangelio diferente del que predicaron los Apóstoles y sus legítimos
sucesores.

Hablando de los predicadores no autorizados por la legítima Iglesia, San Pablo dice: "Esos tales
son falsos apóstoles, obreros engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. No es
maravilla, ya que el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. No es mucho, pues, que
también sus ministros se disfracen ministros de justicia; su fin será el que corresponde a sus
obras" ( (II Cor 11, 13-14).

Esto es algo tremendo e increíble. Sin embargo Cristo dijo: "Se levantarán muchos falsos
profetas que engañaran a muchos [...] y obrarán grandes señales y prodigios..." (Mateo 24, 11
,24). Los falsos profetas harán incluso falsos milagros.
La Iglesia debe ser apostólica

Cristo mandó a sus Apóstoles y sucesores anunciar su Evangelio (Mateo 28, 20). Los Apóstoles
predicaron y dejaron representantes. San Pablo escribe a Timoteo, a quien consagró
Obispo: "Lo que oíste de mí transmítelo a hombres fieles, los cuales serán aptos para
enseñarlo a otros" (II Timoteo 2, 2). En la Iglesia Católica, desde San Pablo los obispos
transmitieron a otros obispos lo recibido y los dejaron como guardianes de este depósito de la
Fe (I Timoteo 6, 20) para evitar el robo y la confusión. Las palabras Iglesia y Católica vienen del
griego y significan la asamblea universal de todos los fieles cristianos. Decir católico y decir
cristiano es la misma cosa. "La iglesia, dijo San Agustín, es el pueblo cristiano esparcido por
toda la redondez de la tierra". Desde el año 107, San Ignacio mártir, segundo Obispo de
Antioquia de Siria, después de San Pedro, utilizó el término Iglesia Católica.

Los rusos y griegos "ortodoxos", por ejemplo, se separaron de la Iglesia Católica en el año
1054. Los protestantes y los evangélicos empezaron con Martín Lutero a partir de 1521. Los
anglicanos fueron fundados en 1534 por el rey de Inglaterra, Enrique VIII, porque el Papa no le
permitió divorciarse. Todas las demás sectas nacieron de la revolución luterana. Los Testigos
de Jehová fueron fundados en Estados Unidos en 1871 por Charles Taze Russell; los
Mormones en 1830 por Joseph Smith; los de la supuesta "Luz del mundo" en 1926 por
Eusebio Joaquín González, en México. Los que se llaman "cristianos" son protestantes
disfrazados. De todas estas sectas, ninguna tiene veintiún siglos, ninguna viene de los
Apóstoles. Ahora bien, si Cristo no las fundó ¿Qué garantía de veracidad y legitimidad pueden
tener? Absolutamente ninguna. Al contrario, la Biblia, la historia, el sentido común y la
justicia las condenan como usurpadoras de misión y función (Jeremías 23, 21, 25; Mateo
7,15-23).

En conclusión, Nuestro Señor Jesucristo, el fundador de la Iglesia Católica, nos


advierte: "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestiduras de ovejas;
más por dentro son lobos feroces... No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de
los cielos; más el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, éste entrará en el
reino de los cielos. Muchos me dirán en aquel día (del Juicio): Señor, Señor, ¿acaso no
profetizamos en tu nombre, en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre obramos
muchos prodigios? Y entonces les declararé: nunca jamás os conocí; apartaos de mí los que
obráis la iniquidad" (Mateo 7, 15-23).

En la crisis actual muchos de buena fe siguen a las sectas, pero pensando estudiar la Biblia
pierden la verdadera fe cristiana. Se separaron de la Iglesia de Cristo para seguir ilegítimas que
no tienen la auténtica interpretación de la Biblia, ni legítimos ministros y que no pueden
salvar. La solución es regresar a la Iglesia fundada por Cristo mismo, la que es Una, Santa,
Católica y Apostólica.

www.olrl.org/Spanish.shtml

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¿Por qué la religión Católica
es la verdadera?

Porque es la única religión fundada por Dios


mismo. Así de simple y sencillo. Todas las demás
religiones, monoteístas y politeístas, cristianas y
no-cristianas, anteriores y posteriores a Cristo, han
sido fundadas por hombres, no por Dios.

Hay personas buenas y sinceras en todas las


religiones, pero la buena intención no puede
cambiar la Verdad. En realidad, en cada religión hay
verdades parciales ... además de muchos errores,
sobre todo en algunas ... pero la plenitud de la
Verdad, la Verdad completa, está en la religión
Católica. Además, la Verdad es una sola y lo que es
contrario a la Verdad noes Verdad.

No quiere decir esto que sólo los Católicos y todos


los Católicos se salvarán. Dios premiará o castigará
a todos, Católicos y no-Católicos, según su
Misericordia y su Justicia, que son infinitas.

Fuera de la Católica, todas las religiones y/o sectas


han sido inventadas por hombres. Se escapa a este
criterio el Judaísmo, que es una religión revelada
por Dios, pero que aun está esperando el Mesías
prometido, pues no cree que Jesucristo es Dios, y
aunque creen en el Antiguo Testamento de la Biblia
como Palabra inspirada por Dios, pasan por alto las
profecías que sobre Jesús están allí y que se
cumplieron ya: su nacimiento en Belén (Miq. 5, 1-
2), su nacimiento de una Virgen (Is. 7, 14), los
grandes milagros que realizaría (Is. 35, 5-6), el
rechazo de su propia gente (Is. 53, 3), la traición de
uno de sus amigos y el precio pagado (Sal 41, 9;
Zac. 11, 12-13), los eventos de su pasión y muerte (
Is. 53, Is. 50, 6; Sal. 22, 17).

Profecías del Antiguo Testamento sobre Jesús


(Presentación de PowerPoint)

La otra religión monoteísta (un solo Dios) es el


Islam, fundada por Mahoma, tampoco cree que
Jesucristo es Dios, sino un profeta inferior a
Mahoma. Sin embargo, el dios del Islam no es el
Dios Amor del Cristianismo, origen de todo amor,
que ama a los seres humanos independientemente
de si le aman o no (1 Jn. 4, 9-10 y 16). Según el
Corán, el dios del Islam ama condicionalmente:
ama a quien lo ama y lo siga, y no ama a quien no
lo ame. “En verdad Alá es enemigo de los incrédulos
... Alá ama a los benefacientes” (Corán, II-92 y 191).

Las religiones no-teístas, que no rinden culto a


ninguna divinidad, fueron también fundadas por
hombres: Budismo (por Buda), Confucionismo (por
Confucio). Y las politeístas, que creen que hay, no
una, sino varias divinidades, como el Hinduismo y
Shintoismo, aunque no tienen fundador específico,
son de origen humano. Y entre las sectas modernas
politeístas: el Mormonismo, fundada por Joseph
Smith.

Las Religiones cristianas (las que enseñan que


Cristo es Dios) están más cerca de la Verdad que el
Mormonismo, por ejemplo, ya que creen en un
solo Dios y el Mormonismo cree en muchos dioses.

Entre las religiones cristianas, originadas en la


Reforma Protestante están: la Luterana (fundada
por Lutero), la Reformada (por Calvino), la
Presbiteriana (por John Knox). Luego fueron
fundadas la Anglicana (por Enrique VIII), la Bautista
(por John Smith), de donde se derivan las
Evangélicas. Existen muchas, muchas más, todas
fundadas por hombres, no por Dios.

La religión Ortodoxa se creó con el Cisma de


Oriente (1054) causado por viejas diferencias entre
la Iglesia Griega y la Santa Sede. Los ortodoxos
están más cerca de la Verdad que los Protestantes,
ya que además de creer que Jesucristo es Dios,
creen en su presencia real en la Eucaristía, además
de otras verdades que también están en el
Catolicismo, aunque mantienen independencia del
Papa.

De allí que sea la Iglesia Católica la única que puede


trazar su historia, sin interrupción, desde el primer
Papa, San Pedro, designado por Jesucristo, su
Fundador, hasta el Papa actual .

Así fue como Jesucristo fundó su única Iglesia:

San Pedro fue el primero en confesar la fe en


Jesucristo Dios: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo”. Y en ese mismo momento Jesús le anunció
que ya no se llamaría Simón, sino “Pedro” (roca-
piedra) y que sobre él edificaría su Iglesia (Mt. 16,
13-19).

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice al


respecto: La Iglesia fue fundada por las palabras y
las obras de Jesucristo (#778). El Señor Jesús
comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena
Noticia, es decir, con el anuncio de la llegada del
Reino de Dios, el cual había sido prometido desde
hacía siglos en la Sagrada Escritura (#763). El
germen y el comienzo de la Iglesia fue “el pequeño
rebaño” que Jesucristo reunió en torno suyo y del
cual El mismo es su Pastor (#764).

Sin embargo el Señor Jesús también dotó a su


Rebaño de una estructura, que permanecerá hasta
el Fin de los Tiempos. Esa estructura consiste en la
elección de los Apóstoles, con Pedro a la cabeza.
Así, con sus actuaciones en la tierra, Cristo fue
preparando y edificando su Iglesia. (#765)

Y prometió a sus Sucesores, los Apóstoles, y a los


sucesores de éstos, los Obispos y los Sacerdotes,
que lo que decidieran aquí El lo aprobaría en el
Cielo (Mt. 16, 19), y que para esto la Iglesia por El
fundada tendría la asistencia del Espíritu Santo
hasta el Fin de los Tiempos (Mt. 28,
20).Ver: Gerencia Divina para dirigir la Iglesia

La Iglesia Católica enseña que, aunque otras


religiones contienen verdades, la plenitud de lo
que Dios ha revelado a la humanidad se encuentra
en la religión Católica. Y, aunque puede haber
salvación en otras religiones, la plenitud de los
medios de salvación están también en la Iglesia
Católica. (Ver“Pregunta de la Semana”: ¿Puede
alguien salvarse fuera de la Iglesia Católica?).

Algunos, sin embargo requerirán la comprobación


de que Jesucristo es Dios y que la Biblia es Palabra
de Dios. (Para esto ver otras “Pregunta de la
Semana”: ¿Cómo se sabe que Jesucristo es
Dios? y ¿Cómo se sabe que la Biblia es Palabra de
Dios?).

(Cuadro-esquema evolución de las


Religiones y sectas )

¿Cuál es la Unica Iglesia


fundada por Dios mismo?

CIRCULOS TEOLOGICOS
TEMA # 4: ¿DA LO MISMO
CUALQUIER RELIGIÓN?

IGLESIA CATOLICA y otras RELIGIONES


(Respuesta del Vaticano a preguntas acerca de
Doctrina sobre la Iglesia)

video sobre la Iglesia Católica

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