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El verdugo

Cuenta la historia que había una vez un verdugo llamado Wang Lun, que vivía en el reino del segundo
emperador de la dinastía Ming. Era famoso por su habilidad y rapidez al decapitar a sus víctimas, pero toda
su vida había tenido una secreta aspiración jamás realizada todavía: cortar tan rápidamente el cuello de una
persona que la cabeza quedara sobre el cuello, posada sobre él. Practicó y practicó y finalmente, en su año
sesenta y seis, realizó su ambición.
Era un atareado día de ejecuciones y él despachaba cada hombre con graciosa velocidad; las cabezas
rodaban en el polvo. Llegó el duodécimo hombre, empezó a subir el patíbulo y Wang Lun, con un golpe de su
espada, lo decapitó con tal celeridad que la víctima continuó subiendo. Cuando llegó arriba, se dirigió
airadamente al verdugo:
-¿Por qué prolongas mi agonía? -le preguntó-. ¡Habías sido tan misericordiosamente rápido con los otros!
Fue el gran momento de Wang Lun; había coronado el trabajo de toda su vida. En su rostro apareció una
serena sonrisa; se volvió hacia su víctima y le dijo:
-Tenga la bondad de inclinar la cabeza, por favor.
La confesión
En la primavera de 1232, cerca de Aviñón, el caballero GontranD'Orville mató por la espalda al odiado conde
Geoffroy, señor del lugar. Inmediatamente confesó que había vengado una ofensa, pues su mujer lo
engañaba con el Conde.
Lo sentenciaron a morir decapitado, y diez minutos antes de la ejecución le permitieron recibir a su mujer,
en la celda.
-¿Por qué mentiste? -preguntó Giselle D'Orville-. ¿Por qué me llenas de vergüenza?
-Porque soy débil -repuso-. De este modo simplemente me cortarán la cabeza. Si hubiera confesado que lo
maté porque era un tirano, primero me torturarían.
Un milagro
Le habían asegurado que la Sagrada Imagen retornaría el movimiento al brazo paralizado y la señora tenía
mucha fe. ¡Lo que consigue la fe! La señora entró temblando en la misteriosa cueva y fue tan intensa su
emoción que enmudeció para siempre. Del brazo no curó porque era incurable.
La princesa con neumonía
Mientras que el doctor auscultaba a la Princesa con su estetoscopio, le preguntó:
- Y dígame, su majestad, ¿de qué color es la flema?
- Eh... este... - titubeó la Princesa por un momento mientras examinaba, rápidamente, con la mirada, toda la
habitación en busca de ayuda - Esmeralda.
- ¿Cómo? - indagó el doctor, confundido.
- Verde esmeralda - respondió la Princesa ruborizándose un poco y bajando la mirada al suelo.
Y al escuchar la respuesta, la reina, que estaba al otro lado de la habitación, sonrió levemente y se sintió
muy orgullosa de su hija.
Acuerdo
- ¿Aceptas a este hombre como tu esposo, en las buenas y en las malas, hasta que la muerte los separe?
- Acepto.
- Y tú, ¿Aceptas a esta mujer como tu esposa, en las buenas y en las malas, hasta que la muerte los separe?
- Solo si me firma el acuerdo prenupcial - dijo el novio sacándose un papel muy arrugado del bolsillo de su
traje.
- ¡Está bien, está bien! - dijo la novia, enojada, agarrando el acuerdo y firmándolo, enfurruñada, después de
haberse negado a firmarlo miles de veces mientras estaban comprometidos.
La boda continuó con normalidad, luego de eso, y, durante la fiesta, todos los invitados, en desacuerdo con
lo que había hecho el novio, comentaban la jugarreta sucia que le había jugado a la novia al haberle hecho
firmar el acuerdo prenupcial en plena boda.
Dos meses más tarde, cuando los casi recién casados se divorciaron, todos, en acuerdo con lo que había
hecho el novio, comentaban lo inteligente que había sido al haberle hecho firmar el acuerdo prenupcial a la
novia en plena boda.
YO, EL AMIGO
Un soldado regresa de la guerra y llama a sus padres:
Papá, mamá, regreso a casa y un amigo viene conmigo.
Nos encanta que venga contigo- responden los padres.
Fue seriamente herido: pisó una mina quiebrapatas y perdió un brazo y una pierna.
Lo sentimos, hijo, una persona con esas limitaciones es una carga demasiado grande.
Quiero que viva conmigo - exigió.
Cuando la conversación llegó a este punto, el hijo cortó la comunicación.
Una semana después, sus padres recibieron una llamada: su hijo falleció al caer de una azotea, se estima que
fue un suicidio. Fueron a reconocer el cadáver. Lo identificaron de inmediato. Descubrieron horrorizados
que su hijo sólo tenía un brazo y una pierna.

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