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Queridos diocesanos:
Nuestro Plan Diocesano de Pastoral nos sitúa, como todos sabéis, en el
sueño misionero; se trata de un sueño que quiere crear movimiento en el
corazón católico de todos nosotros y, por tanto, en la vida de nuestra
Diócesis de Jaén. Es un sueño que nos invita al cambio, que nos hace
inconformistas con nosotros mismos y con lo que hacemos como Iglesia
del Señor en este mundo y en este tiempo; el sueño nos quiere llevar a ser
una Iglesia misionera.
Es un sueño que quiere tocar realidad, que quiere ver cómo vamos
cambiando, cómo modificamos actitudes y conductas, para que todos y
todo en nuestra Diócesis se sitúe en estado permanente de misión. El
sueño en que estamos tiene un horizonte de cambio real y a fondo: que
nuestra Iglesia sea de discípulos misioneros; de hombres y mujeres que
abren su vida al misterio de Cristo y se dejan configurar por él, tras
haberlo conocido, amado y seguido, que están a disposición de ser
enviados a evangelizar. La Iglesia sitúa a los discípulos misioneros en un
clima en el que van de la mano la comunión y la misión.
Seguimos así el hilo de la estructura de nuestro Plan Diocesano de
Pastoral y lo urge el salto que necesariamente se tiene que dar de la
comunión a la misión. No es que la comunión no sea evangelización, que
sí lo es. Vivir en comunión es mostrar que el misterio de Dios en el que
vivimos y nos hace vivir, es una invitación a reconocer que no hay nada
que evangelice más que el testimonio de amor y de unidad en la confesión
de fe. Somos uno, por deseo de Jesús, para que el mundo crea.
Por eso, si en el curso pasado reforzamos entre nosotros la comunión,
ahora nos situamos en el sueño misionero. Hay un lazo imprescindible de
la comunión con la misión. Evangelizamos en la comunión de la Iglesia, es
en ella donde se comparte, en comunión de fe y vida, el envío misionero.
Si el curso anterior nos orientamos a descubrirnos como Iglesia en
INTRODUCCIÓN
Se pide a la Diócesis que establezca los cauces necesarios para que las
parroquias que han empezado a usar el método y los materiales de Acción
Católica General puedan comunicarse, coordinarse y ayudarse entre ellas.
No se trata, ahora el principio de montar una estructura diocesana de
Acción Católica, sino de propiciar que se trabaje «en red» con el modelo y
los materiales ofrecidos por este movimiento eclesial.
Algo parecido nos encontramos cuando leemos las aportaciones que las
parroquias hicieron a la pregunta sobre cómo estamos acompañando a los
niños, adolescentes y jóvenes, y cómo tendríamos que hacerlo.
Las parroquias respondieron en general expresando el dolor de que no
se está haciendo lo suficiente, no por mala voluntad, sino porque los
catequistas y monitores no saben cómo hacerlo, porque faltan los recursos
humanos necesarios o porque la rutina aprendida lleva a que la catequesis
o la reunión de los grupos no den opción a la entrada en el espacio de la
intimidad personal, donde se cuece la relación con el Señor, y se queden
en las periferias más bien teóricas y poco vitales.
En algunas de las reflexiones presentadas parece traslucirse, por parte
de quienes las hacen, un desconocimiento del significado del acompaña-
miento en clave cristiana, y usan ese término para referirse solo a estar
con las personas y compartir momentos o experiencias puramente
humanas. En otras, en cambio, se nota un sincero deseo de crecer en el
arte de esta tarea, y afirman que han previsto organizar en la parroquia un
encuentro en el que se explique lo que es acompañar y se instruya sobre
cómo acompañar en la fe, según la Evangelii Gaudium.
CONCLUSIÓN
1) PRIMER ANUNCIO
1.2. Alpha
2) EVANGELIZACIÓN Y CATEQUESIS
Una de las tareas en las que tenemos que crecer, ha quedado manifiesto
más arriba, es la del acompañamiento. Acompañamos la formación del
corazón de todos aquellos que, habiendo tenido un encuentro con el Señor,
desean que él sea el motor que guíe sus vidas, siendo capaces del anuncio
testimonial del Evangelio y siendo apóstoles en medio del mundo.
No se trata únicamente de una formación catequética, ni doctrinal,
tampoco, exclusivamente, de una formación social, humana o eclesial; sino
se trata de acompañar a las personas en un camino donde armonizando
todas las dimensiones de su fe, puedan optar, de manera libre, por
Jesucristo, conocerlo, vivirlo, para así poder seguirlo y anunciarlo en la
vida personal, familiar, eclesial y social.
Para ello tenemos que preparar agentes capaces. La Escuela
Diocesana de Acompañantes nace para formar, en la teoría y en la práctica
los acompañantes de los diversos procesos de adultos, jóvenes y niños de
nuestra Iglesia local. Ofrecerá una enseñanza básica en cinco sábados con
una periodicidad mensual, que se completará con el trabajo realizado en
las propias comunidades y revisado por el profesorado de la Escuela. El
curso comenzará en el mes de febrero. Más adelante ofreceremos
información del mismo.