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Artículo de opinión escrito por Alberto Amores y Sergio Platas,

socio y gerente de Monitor Deloitte respectivamente.

Tras la reciente reforma del Sector abordada por el actual Gobierno y mientras
se consolida una senda de recuperación económica del país, el sector
eléctrico español atraviesa en la actualidad una situación de cierta
provisionalidad: si bien se ha superado en buena medida lo peor de la crisis y
teniendo en consideración que se han acometido reformas importantes en
algunas partes del sector eléctrico muy relevantes (transporte y distribución
eléctrica y las energías renovables, aún pendientes de su completa definición
en algunos aspectos importantes), todavía quedan por delante un elevado
número de retos a los que hacer frente que requerirán decisiones muy relevantes
a tomar por parte tanto de las Administraciones como de las principales
compañías eléctricas, de las compañías de energías renovables, de nuevos
entrantes en el mercado o de los propios consumidores finales.

La evolución de los últimos años del sector y sus perspectivas de desarrollo


estarán íntimamente vinculados a las políticas energéticas y
medioambientales definidas a nivel europeo. En concreto, la
estrategia'Europa 2020' establecía como objetivos globales en el ámbito
energético, entre otras medidas, la reducción de un 20% del consumo de energía
primaria, la reducción de un 20% de las emisiones de gases de efecto
invernadero (GEI) y elevar la contribución de las energías renovables
(EERR) al 20% del consumo energético. A finales del año pasado, se
acordaron nuevos objetivos para el año 2030: reducción del 27 % del consumo
de energía primaria, reducción de un 40 % de las emisiones GEI y aportación
de las EERR del 27% del consumo final de energía.

Como decíamos, estos objetivos han tenido una influencia determinante en la


configuración actual del sector eléctrico y plantean todavía a día de hoy
importantes retos para el futuro del sector.

Las medidas adoptadas por España para incentivar el desarrollo de las energías
renovables y poder así cumplir con estos objetivos, junto con la fuerte reducción
de la demanda experimentada han derivado en una situación de sobrecapacidad
del sistema con una penetración muy elevada de EERR no gestionables. A modo
ilustrativo, el índice de cobertura estimado por Red Eléctrica de España, el
Operador del Sistema español, es 1,45 en la actualidad (muy superior al
valormínimo de 1,1) y la potencia total instalada representa aproximadamente
2,6 veces la demanda pico, mientras que en otros países como Francia o Reino
Unido este ratio se sitúa en torno al 1,6 y el 1,5, respectivamente.

De otra parte, los nuevos objetivos para 2030 también tendrán repercusiones
relevantes para el sector, principalmente derivadas del cumplimiento del objetivo
de emisiones. Para cumplir este objetivo en España parece inevitable sustituir de
forma significativa el consumo de productos petrolíferos por electricidad
(principalmente en el transporte mediante la adopción del vehículo eléctrico) y la
instalación de potencia adicional significativa de EERR para cubrir la nueva
demanda: más de 24 GW hasta 2030.

Esta mayor penetración de EERR requeriría una reforma de los mercados


mayoristas de electricidad, ya que deriva en una situación de insostenibilidad de
la configuración actual del mercado mayorista. El mercado mayorista spot es un
mercado marginalista en el que compiten plantas de coste variable muy bajo
(EERR, hidráulicas y nucleares) con centrales térmicas de coste variable muy
alto, desplazando las primeras a las segundas en la orden de mérito. Una
penetración muy alta de las primeras produce precios estructuralmente bajos
que no permiten la recuperación de inversiones de ninguna tecnología, dejando
de funcionar como señal de inversión. Adicionalmente, el funcionamiento de las
tecnologías térmicas se ve fuertemente reducido, a pesar de que ser necesarias
por su elevado grado de firmeza que es clave para poder operar el sistema de
manera segura. De esta manera, la presente configuración del mercado no
permitiría la sostenibilidad económica de buena parte del parque convencional,
ni permitiría atraer inversión en nueva potencia necesaria para cubrir la demanda
y para el cumplimiento de los objetivos medioambientales.

Estos mismos problemas se están dando en otros países que comparten este
esquema de mercado. A modo de ejemplo, en el Reino Unido ya ha comenzado
una reforma del mismo que permita corregir estas deficiencias.

Sin reforma del mercado mayorista, tanto la nueva potencia renovable como las
centrales convencionales que den respaldo al sistema, requerirían de
mecanismos adicionales que complementen los ingresos a obtener del mercado
de energía, para ser viables económicamente.

En esta misma línea, junto a una revisión del mercado mayorista, debería
abordarse una reflexión sobre el desarrollo de mecanismos competitivos de
asignación de nueva capacidad, tanto para EERR como para, en su caso, nueva
potencia convencional con un bajo nivel de emisiones de CO2.

Un primer paso en esta dirección serán las subastas de renovables que se espera
sean celebradas antes del final de año. De acuerdo a la normativa ya publicada
se subastarían hasta un total de 500 GW de potencia eólica y 200 GW
de biomasa que debería ponerse en marcha antes de 2020.

Otro de los temas de actualidad en el sector es la regulación del autoconsumo.


El pasado viernes 9 se aprobó el Real Decreto por el que se regulan las
condiciones administrativas, técnicas, y económicas de las distintas modalidades
de autoconsumo. La regulación finalmente aprobada establece un marco para el
autoconsumo en el que, en caso de que el autoconsumidor decida descontarse
completamente de la red, no deberá pagar los peajes de acceso a la red (y, por
tanto, no pagaría ninguno de los costes del sistema eléctrico). Sin embargo, los
autoconsumidores que opten por seguir conectados a la red eléctrica general (por
seguridad de su suministro o para revender el exceso de producción que pudieran
tener en sus instalaciones) deben seguir contribuyendo a sufragar los costes del
sistema (a través del pago de los peajes de acceso a la red), ya que seguirán
haciendo uso del mismo, para no agraviar al resto de consumidores (que, en caso
de no contribución de los autoconsumidores a la financiación de los costes del
sistema, verían incrementadas sus facturas) y para asegurar la sostenibilidad del
mismo. De otra parte asociaciones de consumidores, fabricantes de equipos,
empresas de servicios energéticos y la mayor parte de los partidos políticos
consideran que la carga económica que se ha establecido para el autoconsumo
es desproporcionada y que desincentiva fuertemente su desarrollo.

Teniendo en cuenta la fuerte oposición que ha recibido esta regulación y la


incertidumbre en el resultado de las próximas elecciones, no se puede descartar
que se introduzcan modificaciones a la misma en el medio plazo.
Las próximas elecciones, que acabamos de mencionar, es otro de los temas que
mantienen en guardia al sector y que puede tener repercusiones difícilmente
previsibles. Los programas energéticos que presentan los distintos partidos
políticos incluyen propuestas muy diversas, algunas de ellas suponen cambios
disruptivos con respecto a la configuración actual del sector, como podría ser una
vuelta a un esquema de costes regulados para la generación.

Así mismo, y sin haber pretendido ser exhaustivos, también merece la pena
mencionar el reciente comienzo de la facturación horaria para los clientes
acogidos al PVPC. Este cambio supone, entre otros aspectos, el establecimiento
de incentivos para que la demanda doméstica sea más sensible a los cambios de
precio y pueda modificar sus patrones de consumo para procurar obtener
ahorros.

Desde un punto de vista más general, la llegada de los contadores inteligentes


junto a otras tecnologías relacionadas con el autoconsumo (placas solares,
tecnologías de almacenamiento, etc.) están suponiendo un profundo cambio del
negocio de la comercialización con una creciente participación de otros agentes
distintos a las eléctricas tradicionales. Las nuevas tecnologías y la tendencia
creciente a la digitalización (el Internet de las Cosas, IoT) están permitiendo
definir y desarrollar rápidamente una amplia variedad de productos y servicios
de valor añadido (PSVAs). En este sentido, la actividad de comercialización es
una de las actividades del sector que requerirá de una mayor transformación en
el corto y medio plazo para ser capaz de adaptarse (o liderar) los cambios en sus
modelos de negocio, aprovechando las nuevas oportunidades de crecimiento que
se están generando.

Para permitir ese “nuevo mundo” de productos y servicios al consumidor final,


así como para atender a las expectativas de muchos consumidores de
autogenerarse total o parcialmente sus propias necesidades, es completamente
necesario invertir y desarrollar ampliamente las llamadas redes de distribución
“inteligentes”. Estas redes inteligentes deberán integrar y gestionar múltiples
fuentes de generación local con el controly gestión de la demanda conectada a
sus redes y deberán permitir el flujo bidireccional de energía y de información y
datos entre los contadores inteligentes e instalaciones de los consumidores
finales y los proveedores de servicios energéticos. Esto requerirá fuertes
inversiones, nuevos modelos de negocio y una regulación que reconozca y
retribuya estos nuevos costes de la actividad regulada de la distribución eléctrica.

En resumen, la situación del parque de generación y su previsible evolución para


cumplir con los objetivos a 2030 exigen una reflexión sobre la estructura del
mercado mayorista, la retribución de la capacidad de respaldo a las energías
renovables y el establecimiento de mecanismos competitivos para la instalación
de nueva capacidad en el sistema. Por otra parte, la aparición de tecnologías
disruptivas en el ámbito de las tecnologías solares y de almacenamiento
energético y la digitalización están abriendo la puerta a una profunda
transformación de los modelos de negocio tradicionales, así como, posiblemente,
la entrada de nuevos agentes en el sector eléctrico. Ello redundará en un cambio
significativo en el poder de decisión y comportamientos de los consumidores
energéticos en lo que respecta a la elección de sus proveedores de energía, en
la forma en que adquieren y demandan nuevos servicios energéticos y en sus
expectativas y capacidades de proveerse de sus propias necesidades
energéticas.

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