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Tiempo, coyuntura y reproducción.

Hacia un futuro feminista


Natalia Romé (IIGG/UBA) romenatalia@yahoo.com

I. Introducción. Hacia una repolitización del tiempo 


Desde las primeras interrogaciones en torno al ​trabajo reproductivo no remunerado hacia los
desarrollos teóricos más recientes, el ​problema de la reproducción​, ha crecido en el campo del
pensamiento feminista de un modo tan potente que constituye hoy una de las vías más promisorias
para contrarrestar el aletargamiento del pensamiento de izquierda en esta era que se presenta como
poscrítica. Emplazado en el marco más amplio de una pregunta por la imaginación política y las
posibilidades de la agencia se abre a una conjunción con otras tradiciones del pensamiento
antiimperialista, decolonial y tercermundista que comparten una relación descentrada de la Historia. En
este sentido, va tomando forma en la concatenación de sus problemas y desarrollos, una
problematización del concepto de tiempo histórico, cara a la teoría marxista y la tradición crítica en
general; aportes diversos que confluyen en un mismo campo de debates que asumen también
tendencias controversiales.
Por filosófica que pueda sonar, la problemática de la temporalidad no constituye hoy un tema menor,
sino el lugar preciso en el que el pensamiento crítico confronta a la encrucijada del régimen de
temporalidad neoliberal. Dice Enzo Traverso en ​Melancolía de izquierda​ que si

Ernst Bloch distinguía entre los sucesos quiméricos y prometeicos que asediaban la imaginación de
una sociedad históricamente incapaz de realizarlos (…) y las esperanzas anticipatorias que
inspiraban una transformación revolucionaria del presente (…) hoy podríamos observar el
desvanecimiento de los primeros y la metamorfosis de las segundas. Por un lado, a través de
variadas formas de ciencia ficción a los estudios ecológicos, las distopías de una pesadilla futura
hecha de catástrofes ambientales reemplazaron el sueño de una humanidad liberada (…) y
confinaron la imaginación social en los estrechos límites del presente. Por otro, las utopías
concretas de la emancipación colectiva se convirtieron en pulsiones individualizadas de
consumo inagotable de mercancías (2018:33).

El “presentismo” como régimen de temporalidad amenaza a disolver en su experiencia cíclica y


expansiva, pasado y futuro provocando una suerte de “callejón sin salida histórico”. Traverso lo
concibe como el resultado de una dialéctica paralizada que sustituye la ​negación de la negación por
una demolición inmediata, producida por el capitalismo sobre todo lo que se resiste a su consolidación
ampliada. “La esperanza blochiana del devenir humano –el ‘aún no’ (​noch nich​)- se abandona en
beneficio de un ​eterno presente​” (36).
Traverso explora ese espacio melancólico de la experiencia histórica de la derrota política y teórica,
para encontrar la vía autocrítica de superación del trauma; no como abandono de la esperanza, sino
para “repensar el socialismo en un tiempo en el que su memoria está perdida, oculta y olvidada y
necesita ser redimida” (55).
Pero más allá del esfuerzo intelectual, resulta evidente que el necesario trabajo de duelo que el campo
intelectual de izquierda vislumbra e indica, hace ya algún tiempo (cf. Traverso, 2018; Casullo, 2006,
Alemán, 2014), requiere de un pulso político efectuado en la trama de un proceso histórico concreto de
composición política. Como sugiere Judith Butler, la experiencia de la pérdida roza ella misma el fondo
común del daño: “La pérdida nos reúne a todos en un tenue ‘nosotros’. Y si hemos perdido, se deduce
entonces que algo tuvimos, que algo amamos y deseamos, que luchamos por encontrar las
condiciones de nuestro deseo” (2006:46); pero nos confronta también a la experiencia de la
desposesión, del estar ​fuera de sí que convoca toda relación con otrxs. Y los procesos de
neoliberalización de la vida social y subjetiva nos han enseñado que esa experiencia puede no
traducirse en potencia política sino articularse en dispositivos de odio administrado o impulsos de
desesperación paranoide.
El lugar en el que la teoría expone su insuficiencia -o la inviste con una anticipación (hetero)normativa-
es el lugar de un pensamiento político que, en tiempo de empobrecimiento dialéctico, no parece poder
encontrar los modos de impactar dialécticamente en el régimen de pensamiento teórico, para
impulsarlo a asumir como criterio central su condición abierta y hospitalaria a lo que le es extranjero.
Sin esa dimensión de la radical otredad de sí, la teoría queda retenida y suspendida en su politicidad
mínima, abismada hacia lo irrepresentable de lo que aún no es, o atrapada en las prolongaciones
imaginarias que invisten el hueco (de la Revolución) en el presente, con fantasías y fantasmas que
parodian los espectros que no son.1
En ese punto preciso, encuentra la inteligencia feminista su oportunidad. No sólo en tanto extranjería
en el campo de combate filosófico, sino como fuerza política real y proceso histórico de reparación de
un daño que asume hoy la forma de homogenaización global de los registros de pensamiento, en un
narcisismo filosófico o tecnocrático.
En ese marco, me interesa detenerme en algunos de los aportes del pensamiento teórico feminista e
interrogar sus posibilidades y dilemas para ofrecer un horizonte estratégico a la imaginación

1
Cabría desplegar en relación con esta cuestión la pregunta por los vínculos entre filosofía y narcisismo, en la clave de los
desarrollos freudianos (1917[1915]), que Butler menciona pero no atiende demasiado, para pensar el problema del
aislamiento teórico, con respecto a las formas no teóricas de pensamiento, en el seno de los procesos de neoliberalización
del campo intelectual.
emancipadora y disputarle el futuro a la temporalidad presentista. Parte del pulso vital del movimiento
feminista radica en el modo en el que éste existe como una rica conjunción de prácticas políticas y
prácticas teóricas que someten a la inteligencia crítica no sólo la coyuntura actual sino la historia
misma del pensamiento, incluida la historia de las ideas feministas.

II. Teoría de la reproducción


Sin dudas, una de las líneas de debate y reflexión más prometedoras, tanto en sus consecuencias
teóricas, como políticas, es la que se organiza en torno a la pregunta por el trabajo reproductivo.
Colocando el foco en la cuestión de la ​reproducción​, la teoría feminista confronta con el debilitamiento
del pensamiento dialéctico en sus diversas declinaciones: como problema de la causalidad materialista
en los términos de la encrucijada entre estructura y transformación (no sólo de la transformación
política sino de la transformación técnica); como reconceptualización de los vínculos entre trabajo,
valor y mercancía en tiempos de capitalismo cognitivo e inmaterial; como crítica de la concepción
teleológica del tiempo y su solidaridad con la figura (androcéntrica) del Sujeto de la Historia, etc.
En este sentido, según dice Silvia Federici, “expandir la teoría del trabajo productivo de Marx para
incluir el trabajo reproductivo en sus múltiples dimensiones”, permite no sólo elaborar una teoría de las
relaciones de género en el capitalismo, sino “entender la lucha de clases y los medios por los que el
capitalismo se autorreproduce, mediante la creación de distintos regímenes de trabajo y distintos
modos de desarrollo desigual y subdesarrollo” (2018: 87).
La capacidad de instalar de un modo potente y reverberante la pregunta la temporalidad histórica en el
momento mismo de repliegue y cesación del régimen de temporalidad que albergó a la imaginería de
las revoluciones modernas, resulta vital no sólo para la estrategia feminista sino para toda vocación
emancipadora en la amplia variedad del campo popular y de izquierdas.
La operación que el punto de vista de la reproducción abre al pensamiento interrumpe la temporalidad
teleológica y contemporánea de diversos modos. Uno bastante conocido y explícito, trabajado con
detalle por Federici, en ​Calibán y la bruja (2010), involucra la revisión feminista, de la teoría de la
acumulación originaria. En diálogo con la tradición del marxismo latinoamericano, la teoría decolonial y
la teoría del sistema-mundo, Federici amplía y complejiza la crítica marxista de la temporalidad
imaginaria del capitalismo basada en el mito burgués del estado de naturaleza, introduciendo las
genealogías que traman la diferencia genérica entre las condiciones del advenimiento de la relación
social de separación de lxs trabajadorxs inmediatxs de los medios de producción. En ese sentido, la
operación abre y vuelve pensable el modo en el que la reproducción ampliada del capital tiende una
relación necesaria con la represión de una complejidad de tiempos que pulsan en las napas del
presente cíclico de la producción, concebida en términos abstractos. Lo más interesante de ese gesto
no consiste tanto en la restitución de una historia invisibilizada, como en la afirmación de su
coexistencia sistemática como complejidad reprimida en la historia misma del capitalismo.
La concepción múltiple y compleja del tiempo histórico que se hace presente en el gesto de Federici,
retomado y complejizado por otros aportes, se lee también en el esquema temporal de la reproducción,
que escande la historia del capitalismo en torno a hitos que reconfiguran los vínculos entre división
social, división técnica y división sexual del trabajo. La desposesión deviene así una operación a la vez
histórica y estructural. En ese sentido, son reconocibles ciertas inflexiones en la trama de las
relaciones de producción capitalistas, que constituyen a la vez discontinuidades fuertes y
(re)comienzos. Así, el modo en el que el tiempo “prehistórico” de los siglos XVI y XVII, se encuentra
sobredeterminado por la consolidación del régimen de acumulación imperialista, es decir, por el
proceso de subsunción real del trabajo doméstico vinculado a la “creación de la familia trabajadora y
del ama de casa proletaria a tiempo completo”, como parte y condición esencial de la transición del
plusvalor absoluto al relativo, entre los siglos XIX y XX; una nueva inflexión puede registrarse con la
posguerra y el fordismo con sus efectos en la reconfiguración de las relaciones entre reproducción y
consumo (Arruza, 2018); lo mismo que el proceso de neoliberalización coloca nuevos desafíos al
retrotraer la intervención pública en las tareas de reproducción y cuidado, a la vez que forzar extensiva
e intensivamente la jornada laboral de hombres y mujeres, feminizar la pobreza y recrudecer los
mecanismos del endeudamiento de las familias y los Estados (Frazer, Arruza, Bhattachayra,
2019:106).
En esta historicidad de temporalidades desiguales y combinadas, puede leerse la causalidad
sobredeterminada de la imbricación entre relaciones patriarcales y capitalistas y reconocer a partir de
allí otras inflexiones, que no tanto “actualizan” sino que ​dan una existencia histórica determinada y
singular a la explotación capitalista.
En esa línea, Tithi Bhattacharya introduce algún matiz con respecto a cómo leer vínculo entre
producción y reproducción, en la letra marxista (2018). Con mayor interés en desarrollar la perspectiva
unitaria, propone una compresión global del problema de la reproducción, no en el sentido estricto de
la reproducción de la fuerza de trabajo, sino en el más amplio de la reproducción de la totalidad
compleja de las relaciones sociales capitalistas, de las que la relación capital/trabajo, no es sino la
forma teórica más abstracta. El énfasis en su consideración del modo de producción capitalista ​bajo el
primado de la relaciones de producción por sobre las fuerzas productivas, lo que la aleja de una
concepción de la crítica cercana a la teoría de la reificación que parece gravitar por momentos en los
supuestos que organizan el trabajo analítico de Federici que asocia la teoría marxista a una
inescindible perspectiva evolutiva del tiempo histórico.2
Bhattacharya avanza en reconocer en la temporalidad compleja y contradictoria, la fibra materialista
del pensamiento de Marx, desvirtuado en las lecturas economicistas y en consecuencia, restrictivas del
concepto de clase trabajadora a los cánones de las formas aparentes de la economía capitalista. En
este sentido, lee en Marx que, “desde el punto de vista del todo conectado, los procesos de producción
son a la vez procesos de reproducción”3, en los que no sólo se reproduce la fuerza de trabajo sino la
relación misma de Capital –entre fuerza de trabajo y capitalistas-(2018).4 Esto permite, por un lado,
recuperar la hebra de la explotación económica en la complejidad de las relaciones reproductivas
concretas, y a la vez, advertir que esa explotación no existe como tal de modo inmediato ni puro sino
“en las particulares formas históricas de aparición sobre las que el Capital se sostiene a sí mismo”.
Esto habilita a pensar que la lucha de clases tiene su oportunidad en el complejo mundo de la vida
social y en la variedad de formas en las que la clase trabajadora se esfuerza por atender sus propias
necesidades (íd.).
De los desarrollos de Bhattacharya, surge que el primado de la fuerza de trabajo contenido en la
programa de Federici de ampliar la teoría del trabajo productivo para incluir en él el trabajo
reproductivo no remunerado, tiende a resustancializar las categorías de género y raza, o adjudicarles
una historicidad extraeconómica, en el sentido de una autonomía absoluta de lo político “precapitalista”
perpetuado en su articulación con el modo de producción capitalista. Se deduce de ello un énfasis en
una concepción que, al conservar una lectura restringida de la reproducción como reproducción de la
fuerza de trabajo y no de la relación sobredeterminada Capital/trabajo, tiende a divorciar dominación

2
En sus propias palabras: “Where I believe Dalla Costa and myself as well separate from Vogel is in the view of socialism
as a liberatory system. Marx and the Marxist-socialist tradition have and optimistic view of capitalist development as creating
the necessary conditions for a non-exploitative society (…) I less concerned today with building a ‘unitary theory’ that Vogel
was, unless today Marxist are prepared to abandon the development bias that so far have been such essential part of their
theory and politics” (2019:119)
3
“…es importante aclarar que lo que hemos designado anteriormente como espacios separados: (a) espacios de
producción de valor (punto de producción) (b) espacios para la reproducción de la fuerza de trabajo, pueden estar
separados en un sentido estrictamente espacial, pero en realidad están unidos tanto en sentido teórico como operacional”
(Bhattachayra, 2018).
4
Se trata de una concepción que lee una ontología transindividual en el pasaje del trabajo concreto al abstracto y que
concibe toda lectura que tienda a mantener la lente sobre la escena individual de la producción (en tanto proceso de
trabajo) o en la reproducción (una mujer, una familia, etc.) se mantiene en la temporalidad abstracta de la lógica puramente
económica. Contra esa idea, dice Bhattachayra: “Más allá de la imagen bidimensional de la productora directa individual
encerrada en el trabajo asalariado, comenzamos a ver surgir una miríada de capilares de relaciones sociales que se
extienden entre el lugar de trabajo, el hogar, las escuelas y los hospitales –un todo social más amplio, sostenido y
coproducido por el trabajo humano en formas contradictorias y sin embargo constitutivas”(2018).
de explotación económica. Lo que tiene indudables consecuencias no sólo en relación a los supuestos
teóricos movilizados sino también en términos de estrategias políticas.5
El énfasis que en cambio e posible leer en Bhattacharya sobre el primado de las relaciones de
producción por sobre las fuerzas productivas, permite colegir que en su perspectiva son éstas las que
alojan la conjunción temporal de relaciones sociales existentes en sus dimensiones históricas,
técnicas, institucionales, culturales que perpetúan la reproducción ampliada de la relación diversificada
capital/trabajo.

Comprender la manera compleja aunque unificada en la que la producción de mercancías y la


reproducción de la fuerza de trabajo tienen lugar, nos ayuda a comprender a su vez cómo se
realiza la distribución social del trabajo global de forma generizada, racializada, a partir de las
lecciones que da el capital​  y que aprende en épocas históricas previas y de su lucha contra la
clase trabajadora. El proceso de acumulación en la actualidad no puede ser indiferente a las
categorías de raza, sexualidad o género, pero busca organizar y dar forma a esas categorías
que actúan en la determinación de la extracción de plusvalor. La relación salarial impregna los
espacios no-asalariados de la vida cotidiana. (Bhattacharya, 2018)

Se trata, de revitalización del pensamiento dialéctico en la medida en que la complejidad de lo concreto


histórico no disuelve la determinación en última instancia por la relación de producción capitalista y
ésta a la vez, resulta abstracta con relación a la complejidad de relaciones en la que existe como
causa ausente, es decir, siempre desplaza, descentrada en sus efectos. En un sentido cercano al que
reconoce Althusser en la concepción materialista del tiempo histórico de Marx, que toma forma como
crítica inmanente a la temporalidad contemporánea y homogénea del historicismo hegeliano que
pervive en el mismo cuerpo de pensamiento. Según Althusser, la temporalidad materialista inscribe la
complejidad en el seno mismo de la contradicción capitalista; lo que hace del tiempo abstracto de la
producción, un “tiempo de tiempos”, a la vez determinante e invisible. Por este motivo, dirá Althusser
en ​Lire le Capital​,

5
En este sentido, unos pocos pensadores advertían en plena crisis del marxismo de los años setenta, la operación
stalinista como una regresión del pensamiento marxista hacia el estadio pre-leninista de la II Internacional y encontraban en
ese punto una paradójica afirmación del stalinismo en las formas de su supuesta crítica (que asumían ya entonces los
acentos de un fetichismo tecnológico o un politicismo neo-anarquista) en la recuperación inadvertida del primado de las
fuerzas productivas por sobre las relaciones de producción. En este sentido decía Althusser: “Un inmenso trabajo de
elaboración teórica se ha de efectuar para pronunciarse sobre esta cuestión: saber qué son las fuerzas productivas y las
relaciones de producción, no solamente en un modo de producción dada, sino también en una formación social en la que
existen varios modos de producción bajo la dominación de uno de ellos: saber qué sucede con esta unidad en una
formación social capitalista en el estadio del imperialismo, el cual añade determinaciones suplementarias no secundarias,
sino esenciales a la cuestión de esta ‘unidad” (Althusser, 2015 [2011]:254).
...sólo es posible dar un contenido al concepto de tiempo histórico definiéndolo como la forma
específica de la existencia de la totalidad social considerada, existencia en la que intervienen
diferentes niveles estructurales de temporalidad, en función de relaciones propias de
correspondencia, no-correspondencia, articulación, desplazamiento y torsión que mantienen
entre ellos, en función de la estructura de conjunto del todo. Es preciso decir que tal como no
existe producción en general, no existe historia en general…(Althusser, en Althusser y Balibar,
2004 (1967): 119)

En este marco y sobre el supuesto de la multiplicidad temporal, la teoría unitaria ofrece las bases
teóricas para reconciliar zonas del pensamiento feminista que parecen levantar muros entre
problemáticas indudablemente conectadas, pero relativamente autónomas en sus lógicas específicas,
como los aspectos asociados a la feminización de la pobreza; la división sexual del trabajo o la
generización de la explotación financiera y las problemáticas vinculadas a la identidad de género y la
elección del objeto sexual; etc. De un modo radicalmente antieconomicista, la explotación económica
deviene la causa ausente de una multiplicidad de configuraciones concretas de la relación social
capitalista, lo que permite reencontrar tanto para la crítica teórica como para el pensamiento político,
las hebras que reinscriben los procesos locales en una lógica global de la totalidad social.
Y no resulta en este punto excesivo recordar que es la caída de esa pregunta por la totalidad lo que
marca a fuego el debilitamiento político y el empobrecimeinto teórico de las izquierdas entrampadas en
la era del Capital globalizado en extremo. Empobrecimiento que, enalgunasde sus derivas políticas
adopta la forma de disputas identitarias a la vez que en sus derroteros filosóficos sufre bajo la forma de
énfasis diversos (pandiscursivista, politicista, pluralista, tecnocrático) un proceso de simplificación del
concepto de tiempo histórico, bajo la forma de una hipertrofia de un modo temporal sobre otros y la
incapacidad para pensar su articulación en una totalidad de tiempos heterogéneos.6
En este sentido, puede leerse en la crítica de Cinzia Arruza sobre la reducción del tiempo histórico al
tiempo performativo en Butler no como una desconsideración de la problemática afectiva e identitaria
sino en el marco de un programa de reconciliación entre lo subjetivo de corte afectivo o psíquico y lo
histórico ideológico, determinado por la lucha de clases (Arruza, 2018).
Arruza retoma algunos trabajos recientes como los de Tomba (2012), Bensaid (1995) y Tombazos
(1994) sobre el régimen de temporalidad capitalista para señalar que

…lo que diferencia un modo de producción de otro es, entre otros factores, precisamente la
especificidad histórica del modo en que se organiza el tiempo. En el capitalismo, (…) el tiempo
es tanto una relación social como una medida de las relaciones sociales. En esta economía del

6
tiempo, se entrecruzan distintas temporalidades –la de la producción analizada en el primer
volumen de ​El Capital,​ la de la circulación en el segundo volumen y la reproducción del trabajo
como un todo en el tercer volumen. Lejos de haber una unión armónica entre estos distintos
tiempos entrecruzados, el tiempo del modo de producción capitalista está fundamentalmente
“dislocado”. El problema, de hecho, yace en la necesidad continua de combinar temporalidades
discordantes y en conflicto (2018).

El trabajo de Arruza apunta a subrayar la medida en que la multiplicidad de tiempos que puede
registrarse en lo concreto de una coyuntura singular encuentra su lógica en la complejidad
contradictoria de la temporalidad de la relación social capitalista en la que el trabajo pasado interactúa
y a veces entra en conflicto, bajo la forma del capital mercancía y del capital dinero con la temporalidad
de la repetición de los circuitos del capital, “en que el capital atraviesa incesantemente la
fantasmagoría de sus continuas metamorfosis”. Pensado globalmente, el proceso de la reproducción
capitalista permite leer esta tensión entre temporalidades en conflicto como una tendencial
“proliferación de múltiples tiempos, aquellos de las formaciones sociales concretas a las que el capital
da a luz, considerado como una totalidad en su movimiento real” (2018).
De esta manera, subraya Arruza, el movimiento del capital, no puede ser pensado en la clave de una
pura articulación contingente de temporalidades heterogéneas y relaciones sociales: “Su núcleo, su
misterio, que Marx explica entrando a la “morada escondida de la producción”, es el movimiento de
autovalorización del valor, el proceso de reproducción en una escala que aumenta progresivamente”
(íd).
Así, en la línea de Arruza, la complejidad temporal de la reproducción no puede pensarse sino bajo la
determinación en última instancia de la explotación económica. Lo que permite, subrayo, pensar no
sólo la multiplicidad de temporalidades sino su articulación específica –sus relaciones de desigualdad,
jerarquía y contradicción- en torno al tiempo invisible de la producción.
Resulta en este sentido, un dato de gran relevancia el hecho de que ese trabajo de pensamiento va
tomando forma de un modo a la vez interior y desajustado respecto del proceso de declinación de la
imagen de revolución ligado a la gravitación de la Filosofía de la Historia de tradición teleológica, en el
campo marxista. Si bien parte de las ideas que van perfilándose en esta querella feminista tienen ya
décadas, algo de su vitalidad actual se cifra –como he sugerido páginas atrás- más allá del impulso
teórico, en el largo movimiento de la experiencia más general de la derrota y la caída de la imagen de
la Revolución, asociada a la declinación de un régimen de temporalidad teleológico y positivista,
solidario de la subjetividad prometeica del héroe revolucionario y la imaginación de futuro
técnico-industrial.
En plena escena del neoliberalismo totalitario, no parece demasiado original advertir que el
pensamiento de izquierdas se vuelve impotente si replica la fórmula neoliberal del tiempo histórico
cerrado sobre sí mismo, como un “futuro que ya llegó” y que constituye una de las grandes
operaciones ideológicas del capitalismo tardío, tanto bajo formas utópicas de celebración de la
Sociedad global de la información, como bajo las formas distópicas propias de su actual fase
neoconservadora y punitiva. El modo en el que ese cliché del “fin de la historia” percute
inadvertidamente las fibras de los esfuerzos teóricos actuales es el de una operación de simplificación
del diagnóstico de una coyuntura compleja, en función de alguna de sus dimensiones o
temporalidades. Es el intento cómodo de explicar una realidad volviendo alguna de sus partes, su
causa final.

III. Complejidad temporal y pensamiento de la coyuntura


Sea cual sea el motivo, la operación ideológica consiste en el empobrecimiento de la dialéctica
sobredeterminada del tiempo histórico, en función del énfasis e hipertrofia de una de las
temporalidades que se encuentran diferencialmente articuladas en una coyuntura. Y hablar de una
formación como ​coyuntura -es decir, como una unidad contradictoria, a la vez proceso y resultado-
exige evitar por todos los medios posibles, un diagnóstico reductivo de la complejidad de la “situación”
y especialmente, reductivo de su condición estructuralmente contradictoria. En este sentido, la
categoría freudiana de ​sobredeterminación,​ movilizada por Althusser en algunos artículos canónicos
de ​Pour Marx (1965) para dar cuenta de la complejidad de la dialéctica materialista, propone leer lo
específicamente materialista de la teoría de la historia de Marx, a través de la lectura que de esta
hicieron los referentes políticos del movimiento obrero revolucionario, para encontrar allí la singularidad
de una teoría de la historia que inscribe en la condición contradictoria de la objetividad social misma las
claves de la lectura ​coyuntural.​ Toda vez que el pensar políticamente requiere de una inteligencia de la
estructura como coyuntura​, es capaz de identificar esas contradicciones, que son sus puntos de
máxima saturación y por lo tanto, los de mayor debilidad de un orden de relaciones.
De ello deduce Althusser que la dialéctica materialista debe ser leída ​al mismo tiempo teórica y
políticamente. Esos dos registros heterogéneos de los que el marxismo, en sus mejores experiencias,
resulta la ​conjunción (y hoy no terminan de encontrarse), deben poder distinguirse analíticamente
porque constituyen órdenes de prácticas diferentes y articuladas. La problemática marxista existe en
las prácticas teóricas de Marx y en el pensamiento político de los líderes obreros marxistas; asir su
dialéctica supone captar el fino juego de articulación entre tiempos heterogéneos de un mismo proceso
de pensamiento, aquel que conjunta la intelección del tiempo consumado, con la imaginación del
hecho por consumar de la tarea política (cf. Althusser, 1965). Por ello decía Althusser que, “a menudo
son de hecho militantes y dirigentes políticos los que sin ser filósofos de oficio, han sabido leer y
comprender ​El Capital como filósofos” (2004 (1968): 84, nota al pie 1). Orfebres de un ​pensamiento
coyuntural que permite comprender la especificidad de una posición materialista en filosofía, en su
relación con la temporalidad histórica, como herencia y pensamiento del porvenir.
El pensamiento político es un pensamiento capaz de leer la temporalidad procesual-tendencial de una
coyuntura en las determinaciones concretas que hacen de ella un caso intelegible en su ​estructura.
Simultáneamente, las tesis teóricas se abren a la cuestión de la absoluta singularidad del “caso”; es
decir, a la exigencia de pensar el tiempo histórico, las regularidades, y leyes o tendencias de su
transformación en el marco de una temporalidad compleja en la que anida la oportunidad del
(re)​comienzo,​ como un comienzo determinado, pero formulado en los términos de una tarea política
que implica siempre un abismarse al límite del hecho consumado, hacia al “hecho por consumar”.
En términos histórico-políticos, resulta ser el sistema estructuralmente contradictorio de la coyuntura el
que ofrece la trabazón de sus relaciones de fuerzas contradictorias como espacio para la consistencia
de una tarea ​práctica​, tal como lo lee Althusser en la tesis leninista del “eslabón más débil”. Y esto
condiciona la estructuralidad misma de la estructura –campo del pensamiento teórico. Atravesada por
la lógica política del pensamiento coyuntural, esa estructura consiste en los desplazamientos y
condensaciones de su ​unidad paradójica y​ ​que constituyen la existencia y duración de la “situación”
que la acción política puede transformar –en el sentido fuerte del término (2005 [1965]: 181).
Es en este sentido que el pensamiento político abrazando las memorias negadas en la experiencia
hegemónica del Presente Absoluto, se produce como un discurso tendido hacia el futuro y como un
pensamiento ​coyuntural de la coyuntura, en el que esta se revela no ya en la simple indicación de sus
elementos, la enumeración de las circunstancias diversas, sino en su ​sistema contradictorio​.

IV. Más  allá  de  la  melancolía.  El  proceso  feminista  argentino  como  pensamiento 
práctico de la coyuntura neoliberal y la tarea del feminismo internacional
La experiencia del feminismo argentino ofrece una oportunidad para poner en escena el modo en el
que una lectura materialista de la coyuntura se produce simultáneamente como pensamiento teórico y
como pensamiento político. Si constituye una experiencia singularmente potente, esto se debe a que
no siendo exterior al proceso de neoliberalización general, se produce como su ​exterioridad inmanente​;
es decir, en un encuentro que anuda una multiplicidad de genealogías temporales como un modo de
habitar la actualidad del presente neoliberal, en sus contradicciones.7
La existencia compleja y contradictoria de ese proceso, enrarece el tiempo y destotaliza el presente
neoliberal. Abre la complejidad de memorias silenciadas que existen como intestabilidad de su
coyuntura y expone la violencia de las forclusiones que su esfuerzo de duración en la repetición de lo
mismo, requiere.
En algún sentido, se trata de un encuentro contingente de elementos cuya conexión no es rastreable
en una Historia homogénea y teleológica, el comienzo de un proceso que toma forma en torno a una
serie de marchas y asambleas denominadas “Ni una menos”, relativamente espontáneas y orientadas
exclusivamente a la denuncia de casos de femincidio, pero que en menos de dos años se convierte en
uno de los procesos más vitales, potentes y radicales en sus demandas de la coyuntura
latinoamericana que avanza desde ciertas posiciones victimizantes hacia una vanguardia capaz de
instalar en el debate público no sólo demandas legistativas específicas, como el reclamo por la
legalización del aborto (en el país del que es originario el actual Papa y donde el lobby católico tiene
fuerte gravitación en el sistema educativo, de salud y en el poder judicial) sino que se constituyen en
vanguardia popular, vector de acciones concertadas entre las diversas posiciones progresistas desde
el peronismo hasta la izquierda troskista y el único actor político masivo capaz de poner en escena una
lucha anticapitalista, antineoliberal y antiimperialista. Su singularidad no se encuentra contenida en
ninguno de los elementos que cuajan en él, siquiera en la larga y potente historia feminista, y se abre
como un proceso con una magnitud, alcance y sentido radicalmente nuevos, en cuya comprensión
fracasan la mayor parte de categorías que disponemos. Pero se trata a la vez, de una contingencia
determinada por la condición singular que adquiere América Latina –su condición de capitalismo
periférico- en la actual coyuntura neoliberal de crisis del imperialismo. No se trata entonces de

7
De las mujeres indias y campesinas desposeídas de las tierras comunales por el avance del capital monopólico en sus
formas coloniales y neocoloniales; de los procesos políticos de masas que tuvieron entre sus máximos referentes a mujeres
memorables en su calidad de líderes políticas –desde Eva Perón hasta Cristina Kirchner-; pero también de los debates y
experiencias políticas movimientistas y las reflexiones abiertas en los sesenta en torno a la relación de las izquierdas con
las masas no radicalizadas; de la historia reciente y la presencia y legitimidad política actual de las Madres y Abuelas de
Plaza de Mayo; del rol social, político y económico que asumieron las mujeres –especialmente en los barrios pobres- en el
marco del estallido producido por la crisis financiera que se desató en el año 2001 y donde las mujeres accedieron a una
presencia pública inédita en términos masivos, cumpliendo roles vitales en la organización de asambleas, movimientos
sociales, experiencias cooperativas en fábricas recuperadas; entre otras cosas, porque lo que entró entonces en crisis
fueron las formas de la organización, institucionalización y discursividad política tradicionales…en ese proceso complejo de
diferentes historias cuya articulación no se da sin conflictos, confluyen también unas generaciones muy jóvenes de mujeres
que no sólo se criaron en democracia sino que se formaron políticamente en la primera década de este siglo, alimentada
por una proceso de ampliación de derechos, alfabetización ciudadana y política, composición de un pensamiento colectivo
antiimperialista y latinoamericanista de gran vigor…
comprender el feminismo en sí, no existe “el feminismo en general”, se trata aquí de un modo singular
de feminización de la política y de composición de un feminismo popular, singularmente potente en una
coyuntura particular en la que muchas de las tendencias reaccionarias y neoconservadoras dan cuenta
de la crisis del proceso mismo que marco la historia dependiente de América Latina. Porque el
neoliberalismo es en una de sus dimensiones, la “coyuntura larga” de descomposición del
Imperialismo, la primera de cuyas marcas habrían sido las experiencias fascistas (cuya historicidad
trágica regresa hoy como farza); pero su estructura se intelige en la topografía mundial de las
relaciones neocoloniales de las geografías periféricas que muestran con toda brutalidad las marcas de
un condensado de “tiempos”: de procesos de feudalización articulados con la consolidación del capital
monopólico, de formas de abigarramiento de lo arcaico y lo moderno en sus historias culturales,
políticas, identitarias, de procesos de “desarrollo” que intensifican el subdesarrollo y de formas de
“inclusión” en la perpetuación de la desigualdad. La cuestión es esta complejidad no puede
comprenderse si se abandona la tesis de la determinación en última instancia, que supone la primacía
ontológica de la lucha de clases ​asentada en el supuesto del primado de las relaciones de producción
por sobre las fuerzas productivas​, como clave para abordar el proceso imperialista –y su interminable
descomposición. Aunque esta adopte la forma de la competencia –o la guerra- entre multinacionales o
incluso entre naciones (y aunque esa narrativa se vuelva una formación discursiva fuerte capaz de
interpelar a los sujetos como empresarios de sí mismos), esa “Idea” no es sino la forma
sobredeterminada que adquiere la única guerra preventiva que se libra en el capitalismo, la guerra
preventiva del capital contra toda potencial forma de organización del movimiento obrero internacional.
Es en este marco que resulta vital el rol que el pensamiento teórico feminista está desplegando, en su
esfuerzo por reconstruir la compleja trama que conecta los diversos padecimientos populares con la
estructura capitalista de la explotación económica; no sólo va en ello el futuro del movimiento feminista,
su capacidad de expansión y articulación a nivel global, sino la posibilidad de que el pensamiento
emancipador logre reparar un horizonte de esperanza para todas las formas de vida.

Referencias
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