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Autobiografía

Algunos hechos que considero importante en mi


biografía
Guillermo Deisler, n. 1940 en Santiago de Chile.
El nombre de mi familia proviene de mi abuelo Wilhelm Deisler, prusiano que emigró a
Sudamérica, con todos sus enseres domésticos, los que aún se conservaban en mi casa
paterna, como testimonio y recuerdo, sin saberlo, de la decisión de una partida sin retorno
en los finales del siglo pasado y comienzos del presente. Mi familia proviene de los
sectores empobrecidos de la llamada “clase media”, lo que en mi formación representó la
carencia de medios y de apoyo en una búsqueda marcada por sobrevivir impregnada de un
carácter individualista. El estudio de una profesión técnica interrumpido para empezar la
formación artística, en donde la fuerza motriz era el deseo de expresarse y que permanece
latente en todos los años posteriores hasta hoy. El deseo de aportar algo personal, de decir
algo y de entregarlo, lo considero parte de mi actitud permanente en la escena artística,
tanto en mi patria como en los años fuera de ella.
Es muy importante para mí expresar que el ejercicio de mi profesión artística lo veo como
una actividad muy modesta, pero con mucha dignidad a la vez. Me refiero a la actitud de
rechazo de todo compromiso con el poder, cualquiera que sea, y de la utilización de la
actividad creadora como instrumento de él. Como colocar la actividad creadora personal
por sobre otras actividades tan dignas como la del panadero, el zapatero, etc.Mi formación
juvenil en las ideas cristianas, como toda familia que se respeta, en mi patria, se enfrentó
con las ideas socialistas muy tempranamente y ambas corrientes han influido extrañamente
en el sentimiento natural frente a todo tipo de injusticia y en el tomar partido por todo
aquello que tienda a borrar diferencias, dicotomías, que solidarice con el necesitado y con
los perseguidos, el rechazo a todo tipo de violencia y atropello.
He considerado siempre como un elemento muy importante de mi trabajo, la acción. Creo
que a diferencia de otros artistas de mi generación y en especial en la creación poética mi
práctica fundamental ha estado orientada al hacer, al accionar y mis textos y creaciones son
resultado directo de esta acción concreta: hacer y realizar, como una suerte de escribir o un
“Hacer poesía”.
Más que a la fuerza de la palabra escrita le he otorgado una importancia al hayazgo, a la
invención, al trastrueque innovador, a la descodificación y a la desmitificación.
Así como en el plano de la exposición, he preferido la comunicación y de ella
fundamentalmente, la a distancia, la correspondencia, el intercambio activo y la utilización
de un extenso circuito postal para la recepción y emisión de los mensajes. Esta dinámica del
intercambio misivo, implica necesariamente un desarrollo en cuanto al quehacer mismo, es
decir, no se pueden repetir continuamente los mismos mensajes y por otra parte una cierta
postura cultural abierta a “captar” otras opiniones y puntos de vista artístico y las
expresiones culturales que yo necesariamente comparto y tolerar otras que perteneciendo a
círculos culturales muy diferentes, buscan también el acercamiento epistolar. Este ultimo
aspecto es muy importante, a mi juicio, en el desarrollo del “arte correo” (Mail Art),
primero como un fenómenos de las comunicaciones y por otro como una tendencia artística
contemporánea de muy marcado cosmopolitismo, de un internacionalismo y de tesis todas
apuntando al fenómeno de la cultura como un todo universal, planetario, como una
conciencia de la humanidad, más allá de todo elemento nacional estrecho.
Mi poesía en medio de todo esto juega, a mi juicio, un papel de vehículo de comunicación
en este sentido: es decir, más allá de las dificultades de lectura de un código cerrado, es
justamente un lenguaje que puede ser aprehendido independientemente del conocimiento de
una lengua. Poemas que provocan o desencadenan una serie de asociaciones en la esfera
visual o conceptos que se acumulan a partir de un sinnúmero de connotaciones de as
posibles lecturas de acuerdo con la carga cultural del receptor.
Como una postura natural se desarrolló en mi trabajo, quizás por las mismas experiencias
personales, un sentido de integración de muchas culturas o razgos culturales diversos en mi
obra, como también observar los hechos como la interacción de una infinidad de factores.
Como se habían mezclado en mí mismo las tan diametralmente distintas culturas de mis
antepasados pero, a lo mejor complementarias: unas en la aceptación del elemento
extranjero y la otra en la rápida asimilación que ante la ausencia de presiones y tensiones se
manifiestan en una convivencia que le da el carácter a nuestra “no identidad”.
Es decir en mí como pudiera suceder en muchos latinoamericanos, se pasean las
“identidades”. Somos la convivencia o el testimonio de esa convivencia de elementos
culturales distintos. No somos lo fuimos, o sea, el pasado de pueblos con culturas
relevantes y con su desarrollo propio. Como tampoco somos esa cultura que se nos impuso
a través de 4 siglos de colonización.
Otro elemento importante es la lengua y la visualización de ella o en mi caso, la
visualización de varias lenguas, como ha sido el caso de mi emigración a partir de 1973 y
que en cuanto al laborar artístico, le imprimió una dinámica provocada por estos
enfrentamientos y en la búsqueda de respuestas adecuadas para la elaboración de mis
mensajes artísticos. Y es que las lenguas, en definitiva, son un elemento de tensión y de
división, no así el lenguaje. Me refiero a los sistemas de signos, que más allá de la lengua,
nos sirven para dar a entender una cosa, pensamiento o trasmitir mensajes.
Guillermo Deisler,
Halle, 1990

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