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En este capítulo se habla de la voz como algo personal que se ha ido formando a través
de una mezcla de factores físicos y psicológicos de cada uno.
Condiciones determinan el habla y por ello, cada persona tiene su proceso y las
necesidades de cada uno son diferentes a las del resto.
Observando a los compañeros te das cuenta de que cada persona es un mundo y tiene
carencias diferentes al resto, al igual que también tiene puntos fuertes que otros no
tienen. Creo que también es importante ver el trabajo de los compañeros; se aprende
tanto de tus errores como el de los del resto, así como se aprende también viendo los
progresos de cada uno.
No debe ser una voz forzada, hay que conseguir una voz que suene tuya, que sea
natural sin olvidar la técnica –es tu herramienta de trabajo y por ello hay que cuidarla-
. Debemos saber cómo encontrar energía y cómo liberarla.
En este capítulo se menciona que cuanto mayor es el tamaño del lugar donde tenemos
que emitir voz, mayor esfuerzo realizamos y por tanto mayor tensión. No es igual
hablar en una habitación pequeña que dirigirte a un público de un gran teatro.
Busca bajar hasta tu centro para alcanzar el sonido, ahí debes aterrizar y encontrarte
con el yo de tu voz. Cuando lo encontramos estamos presentes en lo que decimos.
Libre= relajado, pero dispuesto, atento para la acción, alerta pero no tenso.
Tendemos a gritar cuando lo que tenemos que hacer es proyectar la voz. Todo viene
de lo mismo, si la voz está libre podremos controlar el “chorro” que queremos que
salga (más o menos volumen) sin necesidad de realizar demasiado esfuerzo ni de
elevar el tono. Igual ocurre cuando el ambiente es más íntimo, necesitaremos mayor
control pero a la vez se nos tiene que escuchar. Es importante que sepamos diferenciar
la distancia: distinta distancia, distinta intensidad o volumen. Cuando el cuerpo está
implicado es mucho más fácil controlar la voz y apoyarla. A mí lo que más me ha
ayudado ha sido la utilización de los anclajes. Sentir que la voz nace de la espalda,
apoyarte en ella hace que el sonido salga mucho más fácil y se controle mucho mejor.
Tener en cuenta que “la laringe es una zona de paso, no hay que sentir ninguna
tensión ni esfuerzo en esa zona.”