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AUTO INTERLOCUTORIO NUMERO: 436

Río Cuarto, seis de diciembre de dos mil trece.-

VISTOS:

Los autos caratulados “D’ANDREA, OCLIVE HECTOR – Concurso Preventivo”

(Expte. N° 392594), traídos a despacho para resolver el recurso de apelación interpuesto

por el concursado, mediante su apoderada, en contra del Auto Interlocutorio número

Cuatrocientos ochenta y cuatro (484), de fecha nueve de octubre de dos mil tres, dictado

por el entonces Juez Sustituto a cargo del Juzgado de Primera Instancia y Segunda

Nominación en lo Civil, Comercial y de Familia de la ciudad de Río Cuarto, Dr. Galo

Eduardo Copello, el cual expresa en el punto pertinente de su parte resolutiva: “...II)

Emplácese a la concursada para que en el término de dos días cumplimente con el pago

de los aportes de ley; asimismo emplácese a la concursada para que en el término de

dos y quince días abone la tasa de justicia correspondiente, bajo apercibimiento de ley.

... Protocolícese, hágase saber y dese copia.”.-

Y CONSIDERANDO:

Al fundar el recurso (fs. 587/590), el apelante impugna los montos calculados para la

tasa de justicia y el aporte a la Caja de Previsión y Seguridad Social de Abogados y

Procuradores de la Provincia de Córdoba sobre el activo concursal, expresando –en

síntesis- que el “valor del juicio” que debe tomarse para el cálculo de estos cánones no

puede superar el cuatro por ciento (4%) del pasivo verificado, conjugando a tal fin la
normativa provincial con la disposición del art. 266 de la Ley de Concursos, en cuanto

específicamente indica las pautas y bases para la determinación de los honorarios de los

funcionarios de la quiebra, estableciendo el tope referido. Para ello sigue los

lineamientos de la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Tercera

Nominación de la ciudad de Córdoba, en autos “SOHIPREN S.R.L. – Concurso

Preventivo” (A.I. N° 83 de fecha 05/07/2001). Los agravios fueron contestados por la

Síndico en el escrito de fs. 593/594, por el apoderado de la Caja de Previsión y

Seguridad Social de Abogados y Procuradores de la Provincia de Córdoba a fs. 641 y

vta. y por el Asesor Legal del Área de Administración del Poder Judicial en los términos

del libelo de fs. 646/648 vta., quedando la apelación en condiciones de ser resuelta una

vez integrado el Tribunal.-

El Tribunal Superior de Justicia, por Auto Interlocutorio número Ciento ochenta y seis

(186) del doce de agosto de dos mil ocho (en la causa “HINSA S.A. – Pequeño

Concurso Preventivo – Recurso de Casación”) declaró aplicable –al caso en el que

discutía la base de cálculo del aporte a la Caja de Previsión y Seguridad Social de

Abogados y Procuradores- la doctrina sentada por el Alto Cuerpo en el caso "Palmar",

fallo en el que se consideró constitucionalmente válidos los tributos y aportes previstos

en el art. 73 inc. 5º de la Ley Tributaria provincial y en el art. 17 inc. a) de la ley 8668

modificado por ley 8408. Señaló el Máximo Tribunal, que lo expuesto en el precedente

citado permitía descartar la irrazonabilidad del quantum de la alícuota fijada por el

legislador provincial, como así también comprobar la falta de confiscatoriedad,

incoherencia o vulneración al derecho de propiedad y al principio de igualdad ante la


ley, por la aplicación de dicha normativa. En la misma causa “Hinsa S.A. – Pequeño

Concurso Preventivo” este Tribunal hubo de dictar resolución por reenvío, ajustándose a

la doctrina vinculante del Tribunal de Casación (A.I. N° 311 del 04/10/2010).-

Si bien esta Excma. Cámara se había pronunciado con anterioridad sobre la cuestión

sometida a consideración en este recurso, resolviendo -al igual que la decisión anulada

en el precedente aludido- establecer como tope máximo para los conceptos tasa de

justicia y aportes a la Caja de Abogados y Procuradores, la suma equivalente al 4% del

pasivo verificado (A.I. Nº 49 del 16 de marzo de 2007 en "Ugarte y Cía S.R.L. -

Concurso Preventivo" y A.I. nº 148 del 11 de junio de 2007 en "Policlínico Privado San

Lucas S.A. - Concurso Preventivo"), la circunstancia de que el Tribunal Superior se

haya expedido en ejercicio de su función nomofiláctica, por elementales razones de

respeto institucional y de economía procesal que aconsejan evitar un desgaste

jurisdiccional innecesario, habremos de seguir la doctrina judicial sentada por el Alto

Cuerpo, sin perjuicio de dejar a salvo el criterio contrario que era sostenido por las dos

Cámaras del fuero con sede en esta ciudad.-

Dicha doctrina –expresada en pleno por el Tribunal en la causa “PALMAR S.A. –

Concurso Preventivo – Recurso de Casación e Inconstitucionalidad” (20/03/2003,

publicado en Semanario Jurídico N° 1405, pág. 387)- puede sintetizarse, en cuanto

resulta aplicable a la apelación que nos ocupa, en los siguientes términos: Respecto de

la normativa previsional, siendo que tiende a concretar el anhelo de legislador de

proveer un régimen de seguridad social que realmente proteja a los profesionales de

las contingencias sociales, en base a los principios de solidaridad y equidad


contributiva, atendiendo a esta hermenéutica teleológica de la norma, y cotejándola

con la alícuota fijada (1% del activo concursal) la disposición legal impugnada no luce

ni irrazonable ni descabellada. Lo irrazonable es aquello que carece de una razón que

lo justifique. Y en la especie, el art. 17 inc. a) de la ley 6468 modif. por ley 8404,

encuentra una razón más que trascendente (procurar un sistema justo de previsión

social) que le otorga validez y motiva su existencia. Tampoco provoca lesión alguna al

derecho de propiedad ni resulta confiscatoria, desde que no surge que el mismo

provoque una absorción de una parte sustancial del patrimonio y no resulta posible

elaborar una norma rígida que permita determinar con precisión y exactitud, en todos

los casos, cuándo el porcentaje fijado por ley es razonable. Tal dificultad encuentra su

razón de ser en la circunstancia de que en el concepto de irrazonabilidad de un aporte

intervienen una multiplicidad de diversos factores que deberán ser apreciados y

valorados por el Juzgador en cada caso concreto. Ello, compartiendo la doctrina

elaborada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en materia impositiva, según

la cual una carga será confiscatoria cuando “su monto sea irrazonable”, y el mismo

será irrazonable cuando “equivalga a una parte sustancial del valor del capital, o

cuando ocasione el aniquilamiento del derecho de propiedad en su sustancia”.

Tampoco puede ser calificada de confiscatoria la alícuota que no excede el 33% del

capital o bien comprometido (Fallos 183-319; íd. 211-1781; íd. 206-247, entre muchos

otros). No merece recibo la crítica que endilga incoherencia a la ley provincial por

establecer la obligación previsional en directa relación al activo concursal, y no a los

montos que se pagan o perciben en concepto de honorarios. En efecto, aún cuando


pudiera reconocerse que el cálculo de la alícuota dispuesto por el legislador provincial

no es el que comúnmente prevén los sistemas previsionales, tal circunstancia no implica

necesariamente que la normativa carezca de razonabilidad o racionalidad. En otras

palabras, podrá decirse que se pudo tener en consideración la especial situación de

crisis económica de la empresa concursada y por arbitrarse un aporte que sea inferior

al de los estipendios profesionales, pero no es menos cierto que no corresponde a los

Tribunales del País pronunciarse sobre la política legislativa encarada o en base a un

enfoque de ese tipo, pronunciar una inconstitucionalidad que implica el riesgo de

exceder la verdadera función jurisdiccional asignada al Poder Judicial por la

Constitución. Por otro costado, adviértase que la finalidad del aporte que deben

realizar los profesionales en actividad a la Caja difiere sustancialmente del objeto

propio de los honorarios regulados a los profesionales en el concurso. El aporte, tiende

al sostenimiento del sistema previsional, el honorario en cambio, apunta a retribuir el

servicio profesional prestado en juicio. Siendo diversas las finalidades perseguidas por

ambas figuras, se deduce con claridad que los quantum de cada una de ellas no

resultan comparables entre sí desde que se trata de categorías lógica y

ontológicamente distintas. Que la alícuota se fije con relación al activo concursal y no

respecto a los honorarios regulados no se infiere la nulidad de la norma que la

establece, puesto que la falta de equidad de las leyes del Estado en materia previsional

no constituye necesariamente una objeción de validez constitucional en tanto que no

corresponde al Poder Judicial juzgar de esa equidad mientras la misma no llegue a la

confiscación de bienes (en igual sentido, para la materia impositiva que resulta
análoga al supuesto en estudio, conf. CSJN, Fallos 100:51; íd. 153:46; íd. 181:264; íd.

183:319; íd. 188:113, entre otros). En otro orden, la situación de los procesos

concursales no resulta equiparable a la propia de las ejecuciones individuales, por

cuanto se trata de dos categorías que lógica y razonablemente motivaron una

regulación legal diversa. En el primer caso, el legislador distinguió y reguló los

supuestos de procesos de monto indeterminado al momento de su promoción,

brindando para todos ellos (concursos, declaratorias de herederos, exhortos u oficios

provenientes de otras Provincias, y en general juicios de monto indeterminado) un

tratamiento igualitario, sin establecer un límite máximo al aporte a pagar. En la

segunda hipótesis, procesos de monto determinado al iniciarse, se dispuso un tope

límite (“...cuando la demanda contenga alguna estimación aproximada...”) y cuyo

aporte se abona en oportunidad de iniciarse el juicio. Lo expuesto, evidencia que se

trata de dos categorías de procesos que por esencia resultan diversos y que por ende

justifican un tratamiento jurídico diferente. Ergo, la normativa cuestionada no violenta

el principio de igualdad jurídica, desde que la diversidad de regulación no responde a

una arbitrariedad del legislador sino a una diferencia propia de los procesos

comparados por el recurrente.- Por otro costado, no resulta ocioso puntualizar que de

modo alguno pueden ser cotejadas como similares o análogas –a los fines de la

determinación del aporte previsional- las ejecuciones individuales con los procesos de

ejecución forzada colectiva.-

Respecto de la tasa de justicia y en cuanto aquí resulta aplicable conforme lo que ha

sido objeto de discusión en la apelación, el Máximo Tribunal provincial defendió la


validez de la norma expresando que: No resulta suficiente para acreditar la ilegitimidad

de un tributo recalar en el quantum al que ascendería el mismo en el caso concreto e

insistir –subjetivamente- con que se está ante una tributación injusta, sino que

insoslayablemente debe acreditarse que a través de él se afecta o se absorbe una parte

sustancial del patrimonio del contribuyente. No se advierte que haya una absorción de

una parte sustancial del patrimonio de la obligada al pago, cuando el importe al que se

arriba no alcanza a superar el treinta y tres por ciento (33 %) del activo de aquélla

(porcentual fijado en reiterados pronunciamientos por el Máximo Tribunal de la

Nación a los fines de delimitar el horizonte que, trasvasado, configuraría la

confiscatoriedad). No basta la simple alegación de violación al derecho de propiedad

sino que resulta menester probar de un modo contundente tal censura. El derecho de

propiedad no se limita a una garantía formal, sino que tiende a impedir que se prive de

contenido real a aquel derecho; por ello, para que la tacha de confiscatoriedad pueda

prosperar, es necesaria la demostración de que el gravamen cuestionado excede la

capacidad económica o financiera del contribuyente. Ello así, para acreditar esa

confiscatoriedad debe –técnicamente- relacionarse la suma que debe abonar el

contribuyente y la capacidad económica a través de la propiedad en el período en que

se fija la obligación, de lo que se sigue que sólo si la primera equivale a una parte

sustancial de este último bien, el derecho a la propiedad resultaría gravemente

afectado. En cuanto se refiera un desigual tratamiento jurídico comparando la alícuota

de la tasa de justicia con los porcentuales a aplicar para la regulación de honorarios

de los profesionales intervinientes en los concursos, el legislador provincial carece de


facultades para inmiscuirse o alterar lo que ya se encuentra reglamentado al respecto

en la Ley de fondo falencial (Ley N° 24.522). Adviértase que el art. 266 de la normativa

concursal prevé las pautas y parámetros a considerarse para la determinación de los

estipendios profesionales. Por su parte, en materia de regulación de honorarios en las

ejecuciones individuales éstas se rigen –en su totalidad- por las disposiciones

contenidas en la ley provincial 8226. En cambio, la determinación de la alícuota de la

tasa de justicia, para cualquier clase de proceso, es competencia exclusiva y no

delegada de la Provincia (art. 5 de la Constitución Provincial). Siendo ello así, no

puede endilgarse ni contradicción ni violación al principio de igualdad jurídica al

legislador local, por cuanto si bien éste tiene facultades para determinar la alícuota de

la tasa de justicia, carece de competencia para modificar los parámetros arancelarios

que se encuentran contenidos en la ley fondal. Por último, no resulta ocioso puntualizar

que las alícuotas de la tasa de justicia no pueden ser comparadas con los porcentajes

para la regulación de honorarios profesionales, y ello así por cuanto se trata de dos

cuestiones absolutamente diversas entre sí. La tasa es la retribución coactiva por un

servicio prestado por el Estado a la obligada al pago. Su naturaleza es eminentemente

pública, ya que consiste en un tributo y regula relaciones verticales entre el sujeto

contribuyente y el Estado. En cambio, los honorarios profesionales, de naturaleza

esencialmente privada, no son sino la retribución a una actividad profesional prestada

por un particular y contratada voluntariamente. Conforme lo tiene dicho la Corte

Suprema de Justicia de la Nación “El principio de igualdad no exige que deban

gravarse por igual a todos las industrias, cualquiera sea su clase, pues la igualdad
como base del impuesto y de las cargas públicas -prevista en el art. 16 de la

Constitución Nacional- sólo se refiere a las cosas iguales y del mismo género, razón

por la cual no puede aplicarse a industrias de distinta clase.” (Conf. CSJN, 1997/06/03,

in re: “Cafés La Virginia S. A. c. Dirección Gral. Impositiva”, LL 1998-C, 756).

Teniendo los honorarios profesionales y la tasa de justicia naturaleza y propósitos

absolutamente diversos, no corresponde hacer lugar a la censura de violación al

principio de igualdad. Tampoco autoriza declarar la ilegitimidad de la normativa

impugnada la argumentación relativa a que las leyes impositivas anteriores eran más

benignas. La igualdad ante la ley no impone inmutabilidad de los gravámenes en las

distintas épocas de aplicación, sino igual trato en iguales circunstancias, ya de

naturaleza o clase, ya temporales o espaciales. En lo atinente a la supremacía de la ley,

el artículo 5 de la Constitución Nacional, de conformidad con nuestra estructura

federal, consagra la autonomía de las provincias y exige que cada una de ellas asegure

su administración de justicia mediante la existencia de tribunales provinciales a los

fines de que ejerzan su competencia en todos los casos que surjan en el ámbito local.

En consecuencia, no caben dudas en orden a que la determinación de la alícuota de la

tasa de justicia (vinculada esencial e inexorablemente al servicio jurisdiccional

provincial) constituye el ejercicio de facultades locales no delegadas por las Provincias

a la Nación. Es cierto que en virtud de lo establecido en el art. 75 inc. 12 de la

Constitución Nacional las provincias han delegado a la Nación la capacidad de dictar

los códigos de fondo, y particularmente la normativa concursal, empero de tal

afirmación no resulta legítimo deducir la voluntad de ellas de aceptar limitaciones a su


potestad de organizar su servicio de administración de justicia o restricciones a su

poder de imposición. De este modo, no cabría sostener que el legislador provincial se

ve constreñido a atender y observar las directivas o pautas fijadas por el legislador

nacional al determinar la administración y funcionamiento del Poder Judicial local.

Una solución contraria importaría convalidar una injerencia ilegítima en la órbita

propia de las autonomías provinciales. Ello, claro está, sin perjuicio de que resultaría

atendible y puede llegar a compartirse que es un anhelo de la doctrina, jurisprudencia

y sociedad toda que las Provincias adecúen su legislación tributaria a la tendencia del

legislador nacional que tiene por objeto abaratar los costos del proceso falencial. Sin

embargo, ello no pasa de ser una aspiración ideal e incluso podría ser una atendible

razón para una eventual reforma legislativa, pero de modo alguno tal argumento puede

autorizar a sostener que constituye una directiva que el legislador local debe

necesariamente atender so pena de invalidación de la normativa provincial. Con esto

quedaría suficientemente respondido el agravio bajo examen. No obstante, el principio

de “economicidad” no es un principio o directiva de la legislación concursal, al menos

no constituye una regla de derecho inamovible e inherente a la figura cuya

inobservancia conlleve a la desnaturalización de la institución falencial. Tal conclusión

se encuentra corroborada si se advierte que tal directiva o principio no surge

explícitamente de ninguna de las normas que integran la ley 24.522. Efectivamente, tal

pauta no se deduce ni del artículo primero ni de ninguna de las disposiciones de la ley

concursal. Es cierto que la reducción de costos constituyó uno de los propósitos

aducidos por el legislador nacional al elevar la exposición de motivos de la ley 24.522


y que en virtud de él se justificó lo normado en el art. 266 de la Ley de Concursos, entre

otros. Sin embargo, no por ello puede sostenerse que se trate de una hostilización o

deformación del instituto fijado en la ley nacional que encuentra sus pilares o

basamentos esenciales en otros principios diversos que no se encuentran alterados por

la ley provincial.-

Si bien en el caso que venimos relacionando, la normativa aplicable era la ley

impositiva correspondiente al año 1995 (ley 8446, similar a las previstas para los años

1996 y 1997) que establecía una alícuota del tres por ciento (3%) del pasivo verificado

y declarado admisible, mientras que en el particular se desprende del interlocutorio

apelado que se ha calculado el dos por ciento (2%) sobre el activo concursal estimado

para la regulación de los honorarios de los funcionarios del concurso, aún cuando se

fijaron estos estipendios en el mínimo de dos sueldos de secretario de primera instancia

que establece el art. 266 de la L.C.Q., los fundamentos que conforman la doctrina del

Alto Cuerpo provincial –en cuanto descartó la irrazonabilidad del quantum de la

alicuota fijada por el legislador provincial, la falta de confiscatoriedad, incoherencia o

vulneración al derecho de propiedad y al principio de igualdad ante la ley, tal como lo

expresa la Sala Civil y Comercial al resolver la anulación en “Hinsa S.A.”- resultan de

aplicación también respecto de la tasa de justicia, tal como la misma Sala lo expresó

más recientemente (el 05/09/2012, Sentencia N° 163, en autos "SOINCO S.A.C.I. -

PEQUEÑO CONCURSO PREVENTIVO - CUERPO DE COPIAS - RECURSO DE

CASACIÓN - (Expte. S 04/11)"), al expedirse rechazando un recurso de casación por

razones de forma, pero ratificando que los montos a abonar en concepto de tasa de
justicia y de aportes previsionales son “el dos por ciento (2%) y el uno por ciento (1%),

respectivamente, del activo concursal sin límite”.

Por consiguiente, con las consideraciones vertidas por el Tribunal Superior de Justicia

en los precedentes citados quedan descalificados los agravios esgrimidos por el

concursado en sustento de que el cálculo para el pago de la tasa de justicia y del aporte a

la Caja de Abogados se realice con el límite del 4% del pasivo, ni menos aún sobre el

importe de dos sueldos de secretario en que se fijaron los honorarios de los funcionarios

concursales, como lo pretende el apelante en la fundamentación del recurso. Por todo

ello, corresponde rechazar la apelación, disponiendo que las costas sean soportadas por

el orden causado, teniendo en cuenta que al interponerse el recurso el tema estaba

siendo debatido y continuó siéndolo, tal como lo demuestra la existencia de

pronunciamientos contrarios a la doctrina sentada en el caso "Palmar", dictados por las

dos Cámaras del fuero de esta Circunscripción Judicial, con posterioridad al fallo del

Alto Tribunal.-

OPINION DEL SR. VOCAL HORACIO TADDEI:

Cierto es que el Tribunal que naturalmente integro, en la causa “Hinsa S.A. – Concurso

Preventivo” (A.I. N° 274 del 16/09/04) y posteriormente en la causa “M. Donzelli y Cia

SA y otros – Concurso Preventivo” (A.I. N° 96 del 09/05/07), sentó criterio en cuanto a

que el tope máximo, como base de cálculo, para determinar el pago de la tasa de justicia

y aportes a la Caja de Abogados, estaba establecido por la suma equivalente al 4 % del

pasivo verificado. Ahora bien, en la primera causa supra citada por via casatoria,

nuestro máximo tribunal provincial anuló la resolución en ella dictada (A.I. N° 186 del
12/08/08), considerando constitucionalmente aplicable los tributos y aportes previstos

en el art. 73 inc. 5 de la Ley Tributaria Provincial y en el art. 17 inc. a) de la ley 8668

modificada por ley 8408, respectivamente. Consecuentemente y no obstante dejar a

salvo el criterio en dichas causas plasmadas, por las mismas razones de respeto

institucional y economía procesal, evitando la producción de un desgaste jurisdiccional,

cabe nomás seguir la doctrina del Tribunal Superior de Justicia, con lo cual me expido

en los mismos términos y sentido volcados en los párrafos que anteceden.-

Por todo lo expuesto,

SE RESUELVE:

I) Rechazar el recurso de apelación interpuesto por el concursado, confirmando el

interlocutorio impugnado en cuanto resuelve y ha sido materia recursiva. II) Distribuir

las costas devengadas en esta instancia por el orden en que han sido causadas.

Protocolícese, notifíquese y, oportunamente, bajen.-

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