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Universidad de Buenos Aires JAMESON, M.H.

: “Class in the Ancient


Facultad de Filosofía y Letras Greek Countryside”, en P. Doukellis &
Departamento de Historia L. Mendoni (eds.), Structures rurales et
Historia Antigua II (Clásica) sociétés antiques, Paris, 1994, pp. 55-63.

CLASE EN EL MUNDO RURAL DE LA GRECIA ANTIGUA ∗

A la memoria de Jan PEČIRKA

El creciente interés generado por el mundo rural de la Antigüedad en los años recien-
tes ha llevado al uso generalizado de técnicas intensivas en el análisis de superficie. Esto trajo
como resultado cambios de relevancia en nuestros conocimientos. El fenómeno más destaca-
ble que han revelado dichas investigaciones es la prevalencia en el territorio rural, en ciertos
períodos, de numerosos sitios relativamente pequeños y aislados. Estos aparecen como luga-
res en los que se encuentran concentraciones de restos de cerámica y fragmentos de baldosa y,
menos comúnmente, vestigios de paredes de edificios. Resulta claro que –fuera de los pocos
sitios de carácter militar, dedicados al culto o a los enterramientos que resultan identificables
por sus particulares ubicaciones o los artefactos a ellos asociados– estos sitios tenían una fun-
ción en el uso de las tierras adyacentes a ellos y deben ser relacionados con la actividad agrí-
cola que, en algunas ocasiones, implicaba también la cría de animales. Los sitios en cuestión
fueron descriptos como granjas 1 aisladas o independientes 2. Cualquiera sea el modo en que


Para la revisión de este artículo me he visto beneficiado al escuchar los otros trabajos en la conferencia de
Corfú [N. del T.: el autor se refiere a los artículos que ahora forman parte del volumen del cual fue extraído este
texto] y al haber participado luego brevemente en el Seminario Laurence de la University of Cambridge sobre
“Settlement and Rural Economy in Classical and Later Greece”. Abreviaturas: Carter 1990 = J.C. Carter, “Meta-
pontum-Land, Wealth, and Population”, en J.-P. Descœudres (ed.), Greek Colonists and Native Populations, Ox-
ford 1990, 405-11. Lohmann 1992 = H. Lohmann, “Agricultural and Country Life in Classical Attica”, en Wells
1992: 29-57. Wells 1992 = B. Wells (ed.), Agriculture in Ancient Greece, Skrifter Utgivna av Svenska Instituter
i Athen, 42, 1992.
1
N. del T.: se opta traducir por “granja(s)” cuando el autor utiliza el término farmstead(s).
2
Por ejemplo: J.L. Bintliff - A.M. Snodgrass, “The Bradford/Cambridge Boeotia Expedition: The First Four
Years”, IFA 12, 1985, 139, 143; Carter 1990, 408. La primera, y aún indispensable indagación general sobre las
2

sean definidas la casa de campo y la granja 3, debería estar fuera de debate el hecho de que las
estructuras que aparecen en estos sitios se encontraban vinculadas con porciones de la tierra
agrícola. Los pocos ejemplos de casas rurales excavadas y los muchos restos de torres aisla-
das en el territorio rural, que se han mostrado mayormente como elementos de tales casas de
campo, nos brindan una buena idea del carácter de las estructuras más grandes y mejores
construidas que alguna vez ocuparon estos territorios 4.

Una vez comprobada la existencia de sitios que responden a un patrón de asentamiento


disperso en el territorio rural, la siguiente cuestión radica en determinar del modo más preciso
posible en qué períodos se dio. El fenómeno no es uniforme a través del tiempo ni de las dis-
tintas regiones y esto es así, sin lugar a dudas, como consecuencia de las distintas circunstan-
cias sociales, económicas y demográficas. La prevalencia de asentamientos pequeños y dis-
persos en los períodos clásico tardío y helenístico temprano y luego nuevamente, aunque en
un grado menor, durante la época romana tardía (después de ca. 300 d.C.) parece ser la norma
general 5. Resulta necesario que se continúe con el refinamiento de la datación con el objeto de
facilitar la comparación entre regiones así como también permitir clarificar qué es lo que está
sucediendo en una determinada área en cualquier momento dado. Esto posibilitará, por un la-
do, encontrar una correlación entre el surgimiento y el declive del fenómeno con determina-
das circunstancias históricas y, por otro lado, establecer una correspondencia cronológica con
los sitios adyacentes a pesar de que la precisión sea difícil con las rústicas cerámicas y tejas
que constituyen los elementos preponderantes entre la evidencia encontrada. Para apreciar la
importancia de la justeza en la datación, considérese el caso de veinte asentamientos del siglo
IV a.C. en un pequeño valle. Si solamente la mitad se encontraban ocupados a principios de
siglo y los restantes solo lo fueron más tardíamente, resulta que las propiedades asociadas a
cada uno de los asentamientos serían el doble de extensas de lo que cabría pensar en un pri-
mer acercamiento que no tomase en cuenta los cambios a lo largo del siglo. El conocer una
datación fina permite obtener una impresión bien distinta de cómo la tierra se encontraba di-
vidida y era explotada 6.

granjas dispersas es: J. Pecirka, “Homestead Farms in Classical and Hellenistic Hellas”, Problèmes de la terre en
Grèce ancienne, M.I. Finley (ed.), Paris 1973, 113-47.
3
N. del T.: farm and farmstead.
4
Por ejemplo: J. Jones - A. Graham - L. Sackett, “The Dema House”, BSA 57, 1962, 75-114; iidem, “An Attic
Country House below the Cave of Pan at Vari”, BSA 68, 1973, 355-452. Cf. Lohmann 1992.
5
Ver por ejemplo: A. Snodgrass, An Archaeology of Greece, Berkeley 1987, 110, 116-17; C. N. Runnels - Tj.
van Andel, “The Evolution of Settlement in the Southern Argolid: An Economic Explanation”, Hesperia 56,
1987, 303-34.
6
Debe tomarse en cuenta que los investigadores probablemente registran menos asentamientos de los realmente
existentes en cualquiera de los períodos. Por tanto, el tamaño estimado de las propiedades suele ser demasiado
3

Para dar un ejemplo acerca de la información a la que puede accederse cuando la data-
ción es relativamente segura, puede tomarse el caso del sur de la Argólida en el que es posible
mostrar que estos asentamientos rurales fueron particularmente numerosos en el período ca.
375-275 a.C., que, a decir verdad, implica un lapso temporal más amplio de lo que uno dese-
aría 7. En una parte de la región agrícolamente productiva (conocida como Flamboura) se en-
contraron una serie de propiedades cuyo tamaño variaba entre 5.5 y 22.5 ha. con una media
notablemente alta de ca. 13.8 ha. en base a la localización de un grupo de 17 asentamientos 8.
El trabajo de Hans Lohmann en el sur del Ática también ha revelado la existencia de muchos
asentamientos del siglo IV a.C. 9. En algunas regiones (Beocia y el sur de la Argólida son
ejemplos seguros) el siguiente pico que se verifica de pequeños asentamientos rurales es en el
período romano tardío, momento para el cual las condiciones sociales, económicas y agrarias
no pueden ser invocadas como similares a las del período clásico. Lo anterior muestra la ne-
cesidad de estar alerta sobre la posibilidad de que los estudiosos de esta materia no hayan
prestado la debida atención al hecho de que patrones arqueológicos similares pueden repre-
sentar estructuras sociales y económicas muy diferentes. Aun así, es de nuestra incumbencia
buscar los mismos o similares factores básicos cuando el mismo fenómeno aparece en el
mismo período histórico en una única y bien definida cultura como es el caso de la Grecia
clásica.

Dos preguntas son de principal importancia para interpretar el fenómeno de los asen-
tamientos rurales dispersos: ¿cuál era el régimen agrícola?; y, ¿cómo era la estructura de cla-
ses? Este trabajo va a centrarse en la última cuestión que, sin embargo, se encuentra fuerte-
mente vinculada con la primera. La presencia de construcciones en los asentamientos aislados
sugiere la existencia de diferentes formas de uso de la tierra en contraste con lo que sucede
cuando el campo se encuentra comparativamente vacío y la población se concentra en asen-
tamientos nucleados. El contraste puede ser concebido como uno entre (a) un sistema extensi-
vo de cultivos 10 en propiedades relativamente grandes con barbecho bienal, el uso de arado ti-
rado por bueyes y la crianza de animales; y (b) un sistema intensivo que combina cultivos, vi-

alto a pesar de que esto es, hasta cierto punto, compensado por lo rudimentario de nuestra cronología que hace
aparecer como contemporáneos más asentamientos de los que en verdad fueron. J.L. Bintliff - A. M. Snodgrass,
“Boeotia Expedition” (supra n. 2), 143, creen que el número de asentamientos no registrados en su análisis de
Beocia es considerable y que sus estimaciones de densidad son muy bajas.
7
M. Jameson - C. Runnels - Tj. van Andel, A Greek Countryside, Stanford 1994.
8
M. Jameson, “Agricultural Labour in Ancient Greece”, en Wells 1992.
9
Lohmann 1992; idem, “Zur Prosopographie und Demographie der attischen Landgemeinde Atene (᾿Aτήνη)”,
en E. Olshausen - H. Sonnabend (eds.), Stuttgarter Kolloquium zur historischen Geographie des Altertums 2
1984 und 3, 1987, Bonn 1991, 203-58.
10
N. del T.: field crops.
4

des, árboles frutales (incluyendo el olivo) y huertos (que requieren la disponibilidad de agua),
con menos tiempo dedicado al barbecho, que presta más atención al mejoramiento del suelo
(abonado, desherbado, construcción de terrazas, mantenimiento) y necesita de la provisión de
agua para hacer crecer a las plantas jóvenes, que cría una menor cantidad de animales y re-
quiere de un mayor volumen de input de trabajo, especialmente manual. El sistema intensivo
perecería requerir de una mayor cantidad de tiempo del agricultor en la tierra así como tam-
bién la posibilidad de contar con facilidades de almacenamiento; ambas cuestiones pueden
explicar la construcción de edificios permanentes. Ha resultado razonable, por tanto, asociar
el sistema intensivo con patrones de asentamiento densos y el extensivo con patrones de me-
nor densidad. Un incremento en la densidad debería tomarse como un indicador de la adop-
ción más amplia del sistema intensivo 11.

Podría argumentarse que un incremento en el número de asentamientos simplemente


indicaría una mayor población en el área como un todo. Sin embargo, en tanto un centro nu-
cleado no se halle a más de una hora y media o dos de distancia, las construcciones rurales
deberían ser solamente residencias secundarias o temporarias de la población estable de una
aldea cercana. La presencia de dichas construcciones indicaría, más bien, una relación dife-
rente con el territorio rural, i.e., un cambio en el régimen agrícola 12. Estas no deben ser, sin
embargo, explicaciones excluyentes. Un incremento demográfico y el cambio agrícola bien
pueden ser fenómenos que se den de forma conjunta. En el período clásico, al menos, el
número de casas y por tanto la población de los centros nucleados crecieron. La densidad ru-
ral y urbana simultánea –como puede demostrarse para el sur de la Argólida– indica un in-
cremento absoluto en la población a pesar de que investigaciones futuras que relacionen la
densidad urbana y rural pueden descubrir otras tendencias en otros lugares. Por tanto, a pesar
de que no estamos habilitados a suponer que cada edificio privado en el campo o en la ciudad
representa a un núcleo familiar que debe ser incorporado en la estimación de la población to-

11
Para la discusión sobre los regímenes agrícolas en la Grecia antigua, ver por ejemplo: M. Jameson, “Agricul-
ture and Slavery in Classical Athens”, Classical Journal 73, 1977/78, 122-45 y “Agricultural Labor” (supra n.
8), 135-146; M.-C. Amouretti, Le pain et l’huile dans la Grèce antique, Paris 1985, especialmente 259-62; P.
Halstead, “Traditional and Ancient Rural Economy in Mediterranean Europe: plus ça change?”, JHS 107, 1987,
77-87; J.L. Davis, “Contributions to a Mediterranean Rural Archaeology”, JMA 4, 1991, 138-41 y J.F. Cherry -
J.L. Davis - E. Mantzourani (eds.), Landscape Archaeology as Long-Term History, Los Angeles 1991, 462-65.
Los sistemas extensivos puede que sean menos productivos por unidad de tierra pero más rentables para el pro-
pietario y por tanto atractivos cuando la dotación de tierra comienza a requerir pesadas inversiones en trabajo pa-
ra el cultivo intensivo. Cf. S. van Bath, “The Yields of Different Crops (Mainly Cereals) in Relation to the Seed
c. 810-1820”, Acta Historiae Neerlandica 2, 1967, 60-65. Esta puede haber sido la situación en gran parte de
Grecia entre la época helenística temprana y el periodo romano tardío.
12
Para una postura escéptica acerca del crecimiento poblacional como una explicación del incremento de la den-
sidad, R. Osborne, Classical Landscape with figures. The Ancient Greek city and its Countryside, London 1987,
69-70.
5

tal, la población crece y con el ella disminuye la tierra disponible para cada familia; y esto, no
es irrelevante para los patrones de un asentamiento más denso y una agricultura intensificada.

En tanto, para el postulado cambio hacia una agricultura más intensiva, su confirma-
ción debe venir de la mano de la evidencia textual y de la evaluación de las construcciones, el
equipamiento y, cuando sea posible, los restos orgánicos asociados con los pequeños asenta-
mientos. La combinación de equipos de prensado y tierras aptas ha llevado a la proposición de
que en el período clásico tardío y en el helenístico temprano se desarrolló en el sur de la
Argólida el cultivo del olivo 13. Similar dedicación al olivo ha planteado Lohmann para el sur
del Ática; dicho autor llama la atención sobre la tierra empinada con sus numerosas terrazas
(eschatiaí, uno supondría) que resultaban mucho más apropiadas para los olivares y las vides
que para el cultivo de cereales 14. Los arriendos de tierra contemporáneos, mayormente del
Ática, muestran, cuando son específicos, la presencia de los tres tipos de cultivo menciona-
dos; también las legumbres aparecen como alternativa a los cereales y, donde había agua, hor-
talizas 15. En la práctica, la proporción de tierra asignada a cada tipo de cultivo debe de haber
dependido de varios factores como ser el tipo de tierra en cuestión, las necesidades particula-
res de la familia y la demanda existente sobre los excedentes. Pero, en los arrendamientos más
detallados, hay una atención sobre el reemplazo continuo de olivos y vides, y las referencias a
cereales plantados “entre las filas” (tà metórkhia, IG I2 2493) no sugieren que el cereal haya
sido el cultivo más importante. En las eschatiaí del Ática, por otro lado, el cultivo de cereales
no debe ser subestimado a juzgar por la práctica en períodos de alta población rural en el
último siglo y medio. En el Quersoneso de Crimea, las tierras para árboles, vinos y cultivos
fueron identificadas gracias a las excavaciones 16. Sin embargo, un grado de intensificación es
también posible en la producción de cereales a partir de medios como el trabajo reiterado so-

13
Cf. C. N. Runnels - Tj. van Andel, “The Evolution of Settlement” (supra n. 5).
14
Lohmann 1992
15
No existe en la actualidad una colección, traducción y análisis útiles de los arriendos agrícolas (a pesar de que
me encuentro intentando preparar una); sin embargo, una idea sobre su contenido puede obtenerse de R.J. Hop-
per, Trade and Industry in Classical Greece, London 1979, 160-63. IG II2 2493 de Ramnunte en el Ática, asume
que todos los cereales de dos propiedades serán cultivados entre filas de vides y requieren trabajar el barbecho y
sembrar legumbres alternadamente con el trigo. IG II2 2493, de la misma inscripción, es muy específica sobre
qué debe ser cultivado en el jardín.
16
La reseña más reciente sobre las investigaciones en este área puede encontrarse en F. Favory, “Propositions
pour une modelisation des cadastres ruraux antiques”, Cadastres et espace rural. Approches et realites antiques,
M. Clavel-Lévêque (ed.), Paris 1983, 91-107. El abstract preparado para esta conferencia [N. del T.: ver la nota ∗
al inicio del texto] por V. Kuzishchin - LV. Marchenko - G.M. Nikolaenko indica que la continuación de las in-
vestigaciones confirmaron y refinaron las conclusiones anteriores. Las reseñas y resúmenes de J. Pecirka, “Coun-
try estates in the polis of Chersonesos in the Crimea”, en Ricerche storiche ed economiche in memoria di Corra-
do Barbagallo, Nápoles 1970, 1, 459-77; idem, “Homestead Farms” (supra n. 2); J. Pecirka - M. Dufkova, “Ex-
cavations of Farms and Farmhouses in the Chora of Chersonesos in the Crimea”, Eirene 8, 1970, 123-74; A.
Wasowicz, “Traces de lotissements anciens en Crimée”, MEFRA 84, 1972, 199-229, continúa siendo de valor.
6

bre el suelo, su enriquecimiento y la rotación en los cultivos 17. Metaponto en el sur de Italia,
con un patrón de asentamiento rural denso durante el período clásico, era conocido por sus ce-
reales. Los restos orgánicos, de acuerdo a las interpretaciones preliminares, muestran un cam-
bio desde un sistema extensivo de cultivo de cereales, barbecho y pastoreo de animales en el
período arcaico hacia el cultivo de olivos, cereales y legumbres, y luego hacia la concentra-
ción en el trigo para finales del siglo IV a.C. 18.

Para volver sobre la cuestión de la clase, ¿quiénes ocupaban estos asentamientos y tra-
bajaban sus tierras adyacentes? La inferencia natural sería que los sitios representaban “típicas
pequeñas granjas unifamiliares” 19. ¿Cuál era el estatus económico y social de tales familias?
Los arqueólogos han sido razonablemente cautos acerca de describir a estos asentamientos
como de campesinos que cultivaban principalmente para satisfacer sus necesidades de subsis-
tencia y que se encontraban al filo del desastre económico 20. La impresión que uno recibe en
el presente, y hasta cierto punto no podemos ir mucho más allá de impresiones, es que se tra-
taba de granjeros de mayor sustancia, cuyo objetivo de producción se situaba bastante por en-
cima de las meras necesidades de subsistencia de su familia. La noción de densidad es en sí
misma impresionista. Por contraste con otros períodos en los que el paisaje rural se encontra-
ba relativamente vacío, la aparición de un número de asentamientos sugiere cierto grado de
densidad, pero ese solo hecho no indica que los asentamientos individuales hayan sido peque-
ños en términos de la economía local.

Un criterio a usarse es la cantidad de tierra asociada a cada asentamiento particular. A


partir de la literatura y de las inscripciones, el tamaño de una propiedad típica –una lo sufi-
cientemente grande como para sostener a una familia de cinco miembros– ha sido estimado
entre 3.6 y 5.4 ha., es decir, algo por encima o por debajo de las 50 plethra antiguas (un
pléthron eran 100 pies cuadrados), una unidad de medida de tierra conocida a través de una
inscripción de Tesalia y por los estudios arqueológicos de Crimea y Metaponto 21. ¿Cómo se
comparan en tamaño las propiedades conocidas con esta unidad?

17
Ver p.e. M. Jameson, “Agriculture and Slavery” (supra n. 11).
18
Carter 1990, 421.
19
J.L. Davis, “Mediterranean Rural Archaeology” (supra n. 11), 132.
20
Para modelos del campesinado en la Grecia clásica, ver P. Garnsey, Famine and Food supply in the Greco-
Roman World, Cambridge 1988, 44-45; T. Gallant, Risk and Survival in Ancient Greece: Reconstructing the Ru-
ral Domestic Economy, Stanford 1991, xi y 4. Se ha prestado menos atención a situar el constructo general en
contextos históricos particulares. Garnsey ve a los pequeños poseedores sobreviviendo a partir del acceso a la
tierra del común, al arrendamiento de lotes o al desarrollo de otro tipo de tareas. A excepción del pastoreo, la tie-
rra comunitaria no parece haber sido una opción para los agricultores griegos.
21
Ver F. Salviat - C. Vatin, “Le cadastre de Larissa”, BCH 98, 1974, 247-62; A. Burford-Cooper, “The Family
farm in Greece”, CJ 73, 1977-1978, 162-75; T. Boyd - M. Jameson, “Urban and Rural Land Division in Ancient
7

Se estima que la mayoría de las propiedades de Flamboura en el sur de la Argólida


mencionadas más arriba tenían más del doble de ese tamaño. En el Quersoneso de Crimea un
gran número de lotes, con las estructuras asociadas a ellos, han sido delineados a partir de ex-
cavaciones y estudios de superficie. Situadas cerca de la ciudad, 80 propiedades de entre unas
460 aparentan corresponderse con el modelo de la “típica” granja griega de 50 plethra (4,5
ha.); mientras tanto, las 380 propiedades restantes son de 300 plethra, es decir, seis veces más
grandes que el citado modelo. En este caso –una situación colonial en el que las tierras de la-
branza fueron alienadas de algún modo a los habitantes nativos y luego divididas en favor de
los griegos– existió un escenario inicial de uniformidad e igualitarismo. Si, como se ha suge-
rido, las parcelas de 50 plethra correspondían a las asignaciones originales dadas a los prime-
ros colonos, se debería sospechar que éste era considerado el tamaño mínimo de un lote de
tierra y, a la vez, se debe suponer la posibilidad de acceso a otras tierras más lejanas con res-
pecto al agrupamiento urbano. Ciertamente, una vez que los lotes más grandes habían sido
distribuidos, los colonos originarios –sin lugar a dudas políticamente privilegiados– habrían
comenzado con parcelas básicas que garantizaban la supervivencia de sus familias y luego se
habrían mudado a lotes más generosos 22. En Metaponto, donde la unidad de 50 plethra tam-
bién se encontraba en uso, las propiedades asociadas con las granjas que han sido estudiadas
muestran un rango de tamaño que va desde las 4.41 a 79.38 ha., a saber, de 50 a 900 plethra.
Más significativo es que, de acuerdo a un esquema, el grupo más grande de lotes (49%) es de
150 plethra (13,2 ha.) junto a otro de 200 plethra (17.64 ha.). Entonces, las parcelas son
comúnmente tres y cuatro veces más grandes que el tamaño de la unidad básica de 50 plethra.
Aquí también a todos los colonos se les deben de haber asignado inicialmente uno o más lotes
de la unidad básica de 50 plethra 23.

Greece”, Hesperia 50, 1981, 327-42; F. Favory, “Proposition” (supra n. 16.), 51-135, esp. 90-107. Ver la nota 16
supra donde se dan las referencias para la literatura acerca de Crimea. Para Metaponto, Carter 1990. Ha habido
mucha discusión acerca de la cantidad de tierra necesaria para la subsistencia de una familia. Si 50 o 60 plethra
era la estimación común para el tamaño de una granja familiar, debe de haber existido una regla general de 10
plethra (casi 1 ha.) por persona.
22
Cf. SIG3 141, inscripción del temprano siglo IV a.C. para el asentamiento en Corcira Negra donde usualmente
se supone que a quienes llegaron más tardíamente, se les asignaron lotes de tierra de inferior calidad pero de ma-
yor tamaño. Cf. D. Asheri, “Distribuzioni di terre nell’antica Grecia”, Memoria dell’Accademia delle Scienze di
Torino, cl. di Sc. Morali, Stor. e Fil., ser. 4, nº 10, Turín 1966, 15, 28. Nicholas Cahill (comunicación personal)
se encuentra preparando una interpretación revisada del texto.
23
Ver Carter 1990: 427-29, quien sin embargo no identifica su unidad básica con 50 plethra (210 m. = 707 pies,
el lado de un área de 50 plethra, cuya diagonal es de 1.000 pies), una unidad de tierra conocida por Larisa (Quer-
soneso) y, como Boyd y yo mismo hemos argumentado, para la ciudad de Halias (ver la nota 21 supra.). No es-
toy seguro de haber entendido completamente las figuras de Carter, todas en hectáreas, en la p. 427 de su impor-
tante artículo. Debe ser notado que con un pie que varió tanto como 0.039 m. en diferentes partes del mundo
griego (T. Boyd - M. Jameson, “Urban and Rural Land Division” [supra n. 21], 332), las mediciones métricas
calculadas en el terreno variarán.
8

Una comunidad nueva o reorganizada usualmente comenzaba con una división y dis-
tribución uniforme de la tierra de labranza, dándole a cada uno de sus miembros propiedades
lo más extensas posibles con el objetivo de que mejorar su status económico 24. Es de suponer
que estas distribuciones iniciales consistían en propiedades unitarias y constituían la totalidad
o la mayor parte de las posesiones de los miembros de la comunidad que, a la vez, podrían
disponer de algunos lotes pequeños y especializados como ser el caso de viñas y jardines. Pe-
ro con el tiempo, inevitablemente, la unidad y la uniformidad de las propiedades tendían a di-
solverse a partir del hecho de que algunas familias morían o fracasaban económicamente
mientras que otras incrementaban sus tierras sumando parcelas adyacentes o separadas. El
rango en el tamaño de las propiedades en Larisa (Tesalia) y en Metaponto, más allá de la pre-
sencia de la unidad básica 25, es sugestivo acerca de lo que habría ocurrido 26.

Un número de parcelas dispersas en lugar de una única y gran propiedad parece haber
sido el modo en que los ricos tenían la tierra en el Ática 27. Cuán común ha sido este patrón in-
cluso en el Ática y hasta qué punto, como se ha sido sugerido, fue generalmente considerado
como deseable el tener tierras en diferentes lugares con el objetivo de minimizar los riesgos
naturales, son preguntas que no necesitamos responder aquí. Lo que podemos concluir es,
primero, que luego del momento de creación de algunas de las nuevas comunidades organiza-
das y en cualquier momento en las viejas, una única propiedad es solo la mínima posesión de
una familia; segundo, que es de esperar la existencia de un rango en el tamaño de las propie-
dades y que los parámetros de ese rango deben ser aquello que debemos buscar.

En cuanto a la parte superior del espectro, probablemente sea seguro decir que, en es-
casas partes de la vieja Grecia (en tanto opuestas a las áreas coloniales) –de entre las que no
contaban con sistemas serviles de trabajo– había muchas propiedades de gran magnitud. Sin

24
Cf. IG I3 46 (I2 45), una colonia de Atenas en Brea ca. 445 a.C. y, en general, D. Asheri, “Distribuzioni di te-
rre” (supra n. 22), 1966.
25
N. del T.: se refiere a las parcelas de 50 plethra.
26
En Himera se puede apreciar la expansión y contracción de las propiedades al interior de la ciudad. Cf. N.
Bonacasa, “Il problema urbanístico di Hímera”, Quaderno Imerese. Studi e Materiali. Istituto di Archeologia.
Univestità di Palermo, Roma 1972, 1-16.
27
R. Osborne, Demos: The Discovery of Classical Attica, Cambridge 1985, 60-63, pero ver también V.D. Han-
son, Agriculture and Warfare in Classical Greece, Pisa 1983, 38-41. A. Snodgrass, “The Rural Landscape and
its Political Significance”, Opus 7-8, 1987-88, 55 ha notado las contradicciones entre las implicancias de un
patrón denso y el sistema de herencia partible; en virtud de ello, sugiere que oportunamente operaron mecanis-
mos para preservar las ventajas de las propiedades unitarias con una casa en ellas. Las ventajas de reducir los
riesgos naturales a partir de una patrón disperso han sido destacadas por estudios etnográficos recientes, cf. p.e.
el estudio de H. Forbes en el duro terreno de la moderna Methana: “‘We Have a Little of Everything’: The Eco-
logical Basis of some Agricultural Practices in Methana”, en M. Dimen - E. Friedl (eds.), Regional Variation in
Modern Greece and Cyprus, Annals of the New York Academy of Sciences 268, New York 1976, 236-50, y T.
Gallant, Risk and Survival (supra n. 20), 42-45. Pero esto no se sostuvo universalmente en tanto naturalmente
aparecen nuevas divisiones de las tierras.
9

embargo, esto no quiere decir que los hombres ricos no hayan podido tener varias propiedades
de tamaño menor. Algunos de los mejores candidatos para la existencia de propiedades de
muy gran tamaño son aquellos sitios en los que se encuentran restos de estructuras considera-
bles en locaciones relativamente aisladas (p.e. la casa Vari 28 en las laderas del monte Hime-
to) 29. Sin embargo, no es probable que estos hayan dispuesto de tierras de la mejor calidad y
su aislamiento los distingue del patrón denso en el que consistía nuestro punto de partida.
Ellos son evidencia de la voluntad de explotar tierras más remotas y marginales y de invertir
considerable cantidad de mano de obra en la construcción de edificios, terrazas, caminos, etc.
en zonas escarpadas. La propiedad del ateniense Fenipo, a pesar de que su tamaño fue exage-
rado por su oponente (y por los comentaristas modernos), claramente era más grande que las
propiedades de la mayoría de los demás atenienses, pero era una eskhatiá 30 (Dem. 42.5), pro-
bablemente con unos límites irregulares y con mucha tierra poco apta para la agricultura que
se utilizaba para obtener madera 31. Las causas que explican la expansión hacia las tierras de
los márgenes deben ser similares a aquellas que dan como resultado el patrón denso, pero re-
sultan en la puesta en cultivo de tierras bien distintas y, quizás, en una escala ampliada.

En áreas más densamente pobladas, la presencia de torres de piedra como partes de


complejos bien construidos de granjas también sugiere la presencia de propietarios de tierras
que cuentan con medios más que moderados. De las 33 granjas identificadas en el demos de
Atene en el sur del Ática por Lohmann, según este autor, se estima que el tamaño de 8 o 9 de
ellas era de 25 ha. (cerca de 275 plethra). La existencia de pisos de trillado indica el cultivo
de cereales, pero Lohmann cree que muchas de las terrazas deberían haber estado dedicadas a
olivos o viñas 32. En Metaponto, donde el tamaño promedio de las propiedades se estima en
21,2 ha. de las cuales 16,6 eran arables, la calidad de las construcciones y los restos encontra-
dos en los complejos edilicios de las granjas indicarían, de acuerdo a la opinión del excavador

28
N. del T.: situado en el Ática al sur de la ciudad de Atenas.
29
J.E. Jones - A.J. Graham - L. H. Sackett, “Country House at Vari” (supra n. 4).
30
N. del T.: el término era utilizado por los griegos para referirse a las tierras marginales, frecuentemente situa-
das en las periferias de las póleis, de difícil acceso y poco aptas para la agricultura.
31
Ver G. de Ste. Croix, “The Estate of Phaenippos (Ps.-Dem. xlii)”, en Ancient Society and Institutions, Oxford
1966, 109-14, quien sugiere que la propiedad debe haber sido de entre 40 y 80 ha., es decir, de un tamaño de
450-900 plethra, aún extremadamente grande para los estándares áticos. La granja cercada por paredes cerca de
Caristo en Eubea, descripta por D. Keller - M. Wallace, “The Canadian Karystian Project: Two Classical Farms-
teads”, EchCl 32, 1988, 151-54, es de 9 ha., es decir, 100 plethra (algo extraño en vista de lo irregular del terre-
no). Se encuentra en un terreno empinado y aterrazado y seguramente sería descripta como una eskhatiá. La
granja de Timesio situada al sur del Ática ha sido estimada en cerca de 180 plethra de tierras áridas y campos
aterrazados, M. Langdon - L. Watrous, “The Farm of Timesios: Rock-Cut Inscriptions in South Attica”, Hespe-
ria 46, 1977, 162-77.
32
Lohmann 1992. Mientras que el área era menos aislada que la casa de Vari, se encontraba, sin embargo, más
lejos de la ciudad. Lohmann cree, en efecto, que se trataba de un sitio colonizado recién en el siglo V a.C., luego
de las reformas de Clístenes.
10

del sitio, residencia de propietarios en lugar de esclavos. Se piensa que estos propietarios, sin
embargo, habrían tenido unidades domésticas de alrededor de diez personas, algo que necesa-
riamente incluiría varios esclavos u otro tipo de dependientes 33. La cuestión de la residencia
es compleja. Cuanto más acaudalados fueran los propietarios, resultaba más probable que tu-
vieran una casa en la ciudad también; a la vez, tendrían que haber sido capaces de mantener
un staff permanente de mano de obra en el campo. Cuánto tiempo un propietario de esta clase
debió haber utilizado en su tierra posiblemente haya dependido tanto de sus obligaciones co-
mo de sus gustos personales (cf. Dem. 55.11).

La evidencia literaria, mayormente de origen ateniense y aplicable principalmente al


Ática, también tiende a presentar a una clase media o superior relacionada con el mundo rural.
No podemos estar seguros de que alguno de los propietarios de tierras mencionados por los
oradores áticos hayan sido ciudadanos pobres o, incluso, de medios modestos 34. Jenofonte es-
cribe sobre y para hombres de amplia riqueza. La comedia nos presenta a granjeros atados al
mundo rural que son propietarios de esclavos y no dependen enteramente de su propio traba-
jo 35. La mayoría de la literatura era escrita para la clase más alta y se podría argumentar que
incluso el drama presentaba una imagen ideal del ateniense común más próspero de lo que en
verdad era, del mismo modo en que sucede con el entretenimiento popular en la actualidad.
Las fuentes epigráficas también tienden a mostrar una imagen distorsionada. Las inscripcio-
nes, tratan solamente de los arrendamientos de tierras públicas (con una única posible excep-
ción) y solamente los ciudadanos verdaderamente acaudalados estaban capacitados para dis-
poner de las garantías necesarias y de las propiedades confiscadas por el Estado para acceder
a ellos 36.

33
Carter 1990, 430, que destaca que ellos no eran grandes propietarios aristocráticos, es decir, miembros de una
elite reducida. Pero, como señala, los más ricos de Metaponto podrían tener más de una de estas granjas.
34
Isoc. Areop. 32 afirma que en “los viejos buenos tiempos” del siglo V a.C., los ciudadanos acaudalados cedían
a los pobres tierras para labranza a cambio de rentas moderadas (metríais misthósesi). ¿Significa esto que en el
siglo IV a.C. la mayoría de los arrendamientos se encontraban por encima de la capacidad de los pobres? Cf. G.
de Ste. Croix, The Class Struggle in the Ancient Greek World, London 1981, 191. J. Pecirka, “Homestead
Farms” (supra n. 2), 121, n. 2 cita un estudio de L. Gluskina (VDI 1968, 2, p. 58) en el sentido de que para la
mayoría de la tierra privada en el siglo IV a.C. el arriendo no era visto como algo característico de su estatus.
35
He argumentado en otro lugar que la propiedad de esclavos resultaba ventajosa en la agricultura intensiva y
que se extendía relativamente lejos hacia abajo en la escala social de la Atenas clásica (M. Jameson, “Agriculture
and Slavery” [supra n. 11]). Sin embargo, no propongo que eso haya caracterizado a las clases bajas atenienses o
que la mayoría de los propietarios esclavistas pertenecían a la clase media o superior. Ver también M. Jameson,
“Agricultural Labour” (supra n. 8), 142-44. T. Gallant, Risk and Survival (supra n. 20), 30-33 argumenta que te-
ner esclavos resultaba demasiado costoso para la mayoría de los atenienses a pesar de que lo consideraran como
algo deseable.
36
R. Osborne, “Land Use and Settlement in Hellenistic Keos: The Epigraphic Evidence”, en J.F. Cherry - J. L.
Davis - E. Mantzourani, Landscape Archaeology (supra n. 11), 320-23 desarrolla una buena argumentación en
torno a la inscripción de Cartea en la isla de Kea (IG XII 5, 544 y 1075-76) en donde se consigna el dinero reci-
bido por los arrendadores privados en ca. 300 a.C. del que Apolo recibió una décima parte.
11

En la arqueología, las distorsiones no son menos serias. Las estructuras más grandes,
asociadas con mayor parafernalia, son aquellas que resultan más fácilmente descubiertas y re-
gistradas. Cuanto menos denso sea el resto, resultará más frecuente que no sea tenido en cuen-
ta o sea perdido de vista 37. Los indicadores positivos que por el momento tenemos como el
tamaño de las propiedades, la frecuencia de construcciones sustanciales tanto de edificios co-
mo de paredes, pisos de trillado, prensas, pozos, etc., todos apuntan hacia la presencia de no
un sector de la elite sino, más bien, de una clase media no dependiente de otras clases pero, a
la vez, capaz de asegurarse el trabajo de otros como ayuda en las tareas laborales requeridas
en un sistema de agricultura intensiva. Ciertas partes de Grecia, Quíos y Corcira en particular,
eran conocidas por el peso que en ellas tenía el uso de esclavos-mercancía en el mundo rural.
Mientras que algunos sitios agrícolas han sido identificados en Quíos, ni allí ni en Corcira el
patrón denso parece haber sido característico 38. En el Ática, donde el patrón de asentamiento
denso es claramente visible, las tierras estaban seguramente distribuidas de forma más amplia
que en Corcira o Quíos 39. Pero más allá de ello, los granjeros 40 (georgoí) mencionados en la
literatura de finales del siglo V y del siglo IV a.C. no encajan con la descripción del campesi-
no 41 fácilmente 42. Incluso tomando en cuenta la distorsión que plantea la evidencia, la virtual
invisibilidad del pequeño poseedor genuinamente pobre en todos los tipos de fuentes resulta
desde mi punto de vista significativa. Esto deja sin resolver todavía la localización en el Ática
y en gran parte de Grecia de varios ciudadanos pobres en tanto uno supone que la mayor parte

37
Los ejemplos discutidos en esta conferencia acerca de destacadas construcciones de las épocas clásica y
helenística en los que se sugiere la existencia de riqueza por encima de la media son encontradas en Leukas
(Dousougli y Morris [“Ancient Towers on Leukas, Greece”], en este volumen) y el sur del Ática (Goette
[“Aγρόκτημα κλασικών χρόνων στη Σούριζα (Λαυρεωτική)”], en este volumen). Un raro ejemplo de una casa
rural pequeña, aislada y en un área de suelo pobre cerca de Vari en el Ática es descripta en H. Lauter, “Zum
Heimstätten und Gütschausern im klassischen Attika”, en F. Kiinzinger - B. Otto - W. Walde-Psenner (eds.),
Forschungen und Funde. Festschrift Bemhard Neutsch (Innsbrucker Beiträge zur Kulturwissenschaft, 21), Inns-
bruck 1980, 279-86. El énfasis dado por Lauter al status de los ocupantes de las casas de campo del Ática van al
punto en cuestión.
38
Cf. M. Jameson, “Agricultural Labor” (supra n. 8), 140. J. Boardman, “Delphinion in Chios”, BSA 51, 1956,
45, ha notado la coincidencia entre aldeas y casas de campo sustanciales en Quíos, quizás las residencias de los
trabajadores y los propietarios respectivamente. Sobre las casas rurales en el monte Aipos, ver la n. 55 infra.
39
Para las granjas aisladas como un dato común en el Ática, ver V.D. Hanson, Agriculture and Warfare (supra
n. 27), 38-41; J. Roy, “Demosthenes 55 as Evidence of Isolated Farmsteads in Classical Attica”, LCM 130, April
1988, 57-60; M. Langdon, “On the Farm in Classical Attica”, CJ 86 (1991), 209-13; Lohmann 1992, 48, n. 43.
Mientras que Osborne enfatiza la existencia de aldeas y minimiza la importancia de los asentamientos dispersos
en el Ática clásica (Demos [supra n. 27], 15-36), un patrón mixto de aldeas, caseríos y granjas aisladas tiene, con
justa razón, más adherentes. Solo el centro de un demo –Halai Aixonides en Ano Voula– ha sido excavado
(Lohmann 1992, 35-39); Ramnunte y Torico son más bien una guarnición y un pueblo minero respectivamente a
pesar de que, sin lugar a dudas, tenían un componente agrícola. Algunos demos, posiblemente, no hayan tenido
en absoluto un centro definido como ha sido argumentado por Lohmann para el caso de Atene.
40
N. del T.: farmers.
41
N. del T.: peasant.
42
Ver M. Jameson, “Agricultural Labor” (supra n. 8), 145.
12

del trabajo agrícola fue realizado por propietarios libres que disponían de medios modestos o
muy modestos.

Esto nos conduce al más grande problema de toda la empresa. ¿Dónde estaban los po-
bres en el mundo rural griego? Se ha postulado que la mayoría de las póleis deberían haber
tenido muchas unidades domésticas pobres de un status inferior al hoplítico que dependían
principalmente (yo preferiría decir parcialmente) de trabajar lotes tan pequeños como de 2
hectáreas o menos 43. Pero, como Osborne ha dicho, para los pobres, simplemente no tenemos
evidencia 44. Debemos considerar qué se entiende por pobre en este contexto. Primero, una
distinción debe hacerse entre el pobre dependiente y el pobre independiente. Los esclavos son
extraordinariamente difíciles de detectar en el registro arqueológico. Mientras que la mayoría
de los académicos consideran a los esclavos un elemento ubicuo en la Atenas urbana (sin im-
portar lo que piensen en torno a la controversia acerca de su presencia en el ámbito rural), no
se han encontrado cuartos distintivos para ellos en las casas de la ciudad ni tampoco en otras
ciudades del resto de Grecia. Ellos vivían en pequeño número junto con las familias de sus
dueños o por su cuenta, sin poder ser claramente distinguidos de los ciudadanos o de los me-
tecos 45. No se han encontrado estructuras distintivas que puedan ser identificadas con los er-
gastéria que empleaba esclavos (p.e. Lisias 12.8, 12) en tanto resulta probable que los edifi-
cios no se hayan diferenciado en cuanto a su forma de una casa urbana común. En función de
ello, no se espera poder identificar cuartos distintivos de esclavos en el mundo rural 46. Cuanto
más grande era el establecimiento rural, más probable es que haya sido habitado por esclavos
en tanto, como he argumentado, los propietarios acomodados estarían más comprometidos
con la vida en la ciudad.

43
S. Hodkinson, “Animal Husbandry in the Greek Polis”, Pastoral Economies in Classical Antiquity, C.R. Whit-
taker (ed.), Cambridge Philological Society, Suppl. 14, 1988, 39. Cf. L. Foxhall, “The Control of the Attic Land-
scape”, en Wells 1992, 157.
44
R. Osborne, “Buildings and Residence in the Land in Classical and Hellenistic Greece: The Contribution of
Epigraphy”, BSA 80, 1985, 127.
45
Cf. M. Jameson, “Private Space in the Greek City”, The Greek City from Homer to Alexander, O. Murray - S.
Price (eds.), Oxford 1990, 191-92; idem, “Domestic Space in the Greek City-State”, Domestic Architecture and
the Use of Space: An Interdisciplinary Cross-Cultural Study, S. Kent (ed.), Cambridge 1990, 103-4.
46
Una, sin lugar a dudas, descripción exagerada de la Ceos otomana habla de la población agricultora siendo
forzada, cuando trabajaba para sus amos durante un tercio o un cuarto del año, a residir lejos de la ciudad en es-
tablos miserables más apropiados para animales que para seres humanos. Esto se daba en un período de asenta-
miento altamente nucleado (Psyllas, citado por J. F. Cherry - J. L. Davis - E. Mantzourani, Landscape Archaeo-
logy, 467). En la conferencia de Corfú [N. del T.: ver nota ∗ al inicio de este texto], Sarah Morris ha compartido
la interesante sugerencia que realizó junto a John Papadopoulos acerca de que una de las funciones de las torres
encontradas en muchas casas de campo era servir como habitaciones de encierro para mantener a los esclavos
(cf. Dem. 47.56 en donde una mujer esclava es mantenida segura en una torre junto a otras propiedades).
13

Los libres pobres son el verdadero problema. En tanto que ellos constituyen oîkoi, de-
berían por tanto tener sus propias oikíai. ¿Debemos asignarles a ellos los sitios más pequeños
con los restos menos significativos, en los intersticios, por así decir, de una red de sitios más
sustanciosos? Pero necesitamos preguntarnos sobre esas pequeñas propiedades allí donde
ellas eran viables como granjas unitarias o si se trataba, en verdad, solo de una de entre mu-
chas propiedades en manos de un granjero de mayor importancia. Quizás en ciertas áreas, pe-
queñas propiedades trabajadas por granjeros de medios modestos hayan predominado. La
prospección arqueológica sobre Beocia dirigida por Bintliff y Snodgrass ha revelado el agru-
pamiento de pequeños sitios rurales a 1 o 2 kilómetros de la ciudad de Tespias 47. Pero es du-
doso que tal patrón realmente represente la actividad de granjeros pertenecientes a la parte
más baja de la escala social, incluso si se puede determinar que las propiedades eran menores
de, por caso, 50 plethra.

Las tierras cercanas a los asentamientos nucleados son siempre especialmente valio-
sas. La recomendación de Platón (Leyes VI 754e) acerca de tener una propiedad en el centro y
otra cercana a las fronteras del Estado no es irrelevante. Aristóteles (Pol. VI.2.5, 1319a) men-
ciona la existencia de leyes que restringen la posesión de tierras a cierta distancia de la ciudad.
Tales tierras son más fáciles de cultivar, especialmente si se trata de un sistema intensivo. El
ahorro de tiempo, la proximidad de los consumidores de cualquier excedente que pueda llegar
a ser producido, el acceso al trabajo, a fertilizantes provenientes de las casas de la ciudad (cf.
el artículo de Ault en este volumen), y al agua si se puede acceder a las mismas fuentes que
son usadas para las necesidades de la ciudad, son algunas de las ventajas que ofrecen este tipo
de tierras 48. Trabajar una pequeña propiedad de esas características de forma intensiva podría
no haber sido incompatible con la agricultura extensiva e incluso con el pastoreo a una distan-
cia mayor. Allí donde el agua se encuentra disponible, los lotes cercanos a las ciudades son
atractivos para el desarrollo de huertos dada la atención constante que requieren. Había mu-
chos huertos cerca de la ciudad de Feres en Tesalia (Polibio 18.20.1) y, probablemente, en las
cercanías de la ciudad de Atenas 49. La aldea griega tradicional muestra muchos ejemplos de

47
J.L. Bintliff - A.M. Snodgrass, “Boeotia Expedition” (supra n. 2), 145, quienes dudan que la mayoría de las
estructuras puedan representar residencias de tiempo completo.
48
Cf. M. Chisholm, Rural Settlement and Land Use, Chicago 1970.
49
G. Audring, “Proastion”, Klio 63, 1981, 217. Cf. R. Osborne, “Classical Greek Gardens: Between Farm and
Paradise”, Garden History. Issues, Approaches, Methods, J.D. Hunt (ed.), Washington 1992, 378.
14

huertos cercanos para la producción de vegetales y frutas. En Tegea, los huertos parecen
haberse situado en el interior de la ciudad, cerca de las residencias (SJG3 306, líneas 12-15) y,
ha sido sugerido que en el demo rural del Ática llamado Halai Aixonides, había huertos en el
interior del asentamiento nucleado. Si fue de tal manera, debió de haber habido a mano una
fuente para el suministro de agua 50. Los pequeños lotes de 50 plethra cercanos a la ciudad de
Heraclea en el Quersoneso de Crimea se habrían mantenido valiosos incluso luego del desa-
rrollo de propiedades más grandes de 300 plethra. En Corcira Negra, los primeros colonos re-
cibieron algunos pequeños lotes de solamente tres plethra, sin lugar a dudas particularmente
valiosos tanto por su localización como por la calidad de su suelo (SJG3 141). El tamaño de
las propiedades cercanas a las ciudades, debemos concluir, resulta poco significativo para re-
velarnos el status de quienes eran sus propietarios.

Jan Pecirka ha dicho que “cuanto más bajo era el status de los trabajadores, más posi-
ble o esperable que su residencia sea en la granja” 51. Esto es probablemente cierto para los no
libres; pero exactamente lo opuesto parece haber sido el caso para los libres pobres. Quienes
no tenían tierras y los que disponían de lotes pequeños –que tenían algo de tierra pero no la
suficiente para ser autosuficientes de forma segura– eran dependientes en cierta medida de
otros para trabajar. La tierra a la que posiblemente puedan haber accedido a partir del arren-
damiento, debería haber consistido en parcelas dispersas. Sumado al trabajo agrícola estacio-
nal 52, había trabajo para ellos como artesanos, vendedores, transportadores, marineros y en el
servicio público. Todos estos trabajos eran ocasionales y de tiempo parcial para lo que una re-
sidencia central en un asentamiento nucleado resultaba ventajosa 53. Mi propia observación no
sistemática sobre las tradicionales aldeas y ciudades griegas confirmarían este postulado. Un
lugar, por lo tanto, en los que deberíamos buscar a los “pobres rurales” es, paradójicamente,
en las ciudades. Los centros de los demos del Ática y las aldeas habrían tenido una función
similar.

50
Lohmann 1992, 35.
51
J. Pečirka, “Homestead Farms” (supra n. 2), 118-19.
52
Cf. M.-C. Amouretti, Le pain et l’huile (supra n. 11), 214-15.
53
Sobre el trabajo libre en general, Y. Garlan, “Le travail libre en Grèce ancienne”, Non-slave labour in the Gre-
co-Roman world, Cambridge Philological Society, P. Garnsey (ed.), Suppl. 6, 1980, 6-22. V. Rosivach ha visto a
los granjeros atenienses como la principal fuente de reclutamiento para la flota de Atenas, Am. J. of Anc. Hist.
10, 1985 (1992), 41-66. Este autor argumenta que el calendario agrícola permitía su empleo estacional en un
grado menor que los remeros profesionales de tiempo completo. Si bien resulta razonable, no existe, según yo
creo, ninguna confirmación histórica de esta sugerencia. La principal ventaja económica para los granjeros que
se empleaban como remeros, si solamente recibían el dinero suficiente para su alimentación, sería que no debe-
rían utilizar sus propios recursos durante los meses en que estaban empleados en la flota.
15

Mientras que las ciudades antiguas son excavadas, analizadas y los resultados dados a
publicidad, deberíamos intentar ver hasta qué grado podemos hacer distinciones en torno al
estatus económico de los habitantes de diferentes casas y distritos y, a la vez, contrastar si
existe algún correlato con la posible presencia de equipamiento agrícola. Una dificultad al
respecto es la división inicial igualitaria de la tierra urbana en las colonias griegas y el êthos
igualitario que prevaleció en las póleis de época clásica, particularmente en el asentamiento
central donde el escrutinio público era más intenso. Tucídides hacía referencia a las casas de
campo del Ática que, junto con sus bienes muebles, fueron perdidas por los ricos y las califi-
caba como lujosas (2.65.2), adjetivación que uno no podría utilizar para describir a ninguna
de las casas atenienses de la ciudad que han sido excavadas 54. Las casas urbanas, en su mo-
destia, seguramente ayudaban a ocultar las diferencias económicas y sociales.

El otro lugar donde deberíamos buscar a los pobres libres es en las zonas marginales,
donde se encontraban las tierras con suelos menos ricos. No es muy cínico sospechar que de
una manera u otra, las mejores tierras siempre terminaban formando parte de las posiciones de
los sectores acomodados. Nuestros colegas etnógrafos pueden ser de utilidad al respecto.
¿Pueden los arqueólogos de superficie detectar diferencias en los asentamientos que encuen-
tran en las áreas marginales en comparación con aquellos situados en las mejores tierras y en
las cercanías del poblamiento central (que muchas veces son los mismos)? Un estudio cuida-
doso puede, sin embargo, producir algunas sorpresas. En base a los primeros informes, se ha
supuesto que las estructuras reportadas en el monte Aipos de Quíos eran las casas de pastores
y otros trabajadores dedicados a la explotación de tierras marginales. Sin embargo, estudios
posteriores han demostrado decisivamente que se trataba, en verdad, de empresas ambiciosas
que se daban como resultado de una alta inversión en trabajo para hacer posible el cultivo de
la tierra en condiciones hostiles que se llevaba a cabo conjuntamente con el pastoreo de ani-
males en las laderas de la montaña 55. Como es el caso de otros sitios de granjas discutidos en
esta conferencia, parecería tratarse de propiedades de personas acaudaladas. En Quíos, como
en los demás lugares, resulta difícil dar cuenta de los pobres.

54
Algunas de las casas de Halias eran, sin embargo, muy modestas (cf. Boyd - W. Rudolph, Hesperia 47, 1979,
338-55). En Siphai (Beocia) una pequeña casa de dos habitaciones presumiblemente fuera ocupada por una fami-
lia pobre (W. Hoepfuer - E.L. Schwandner, Haus und Stadt in klassichen Griechenland, Munich 1986, 268-69),
pero sin lugar a dudas había algunas ciudades, como el notorio caso de Panopeo en Fócide descripto por Pausa-
nias (10.4.1), en donde todas las casas parecerían miserables comparadas con un estándar sofisticado.
55
Estoy agradecido a la Dra. E. Semantoni-Boumia con quien he tenido la fortuna de hablar en Corfú. Ver su in-
forme de las excavaciones en dos edificios en, Arkhaîes egkatástaseis stó Aîpos Arkhaiognosía 3, 1982-84
[1987], 195-222. Dichos edificios fueron ocupados sin interrupciones desde finales del siglo V a.C. hasta bien
entrados los tiempos romanos. Los habitantes regulares eran, sin lugar a dudas, dependientes libres o esclavos.
16

En este trabajo me he limitado a discutir una serie de cuestiones y a señalar algunas de


las dificultades que aparecen al intentar relacionar la clase económica y social con la arqueo-
logía del mundo rural griego. Pero las recompensas de tales esfuerzos pueden ser considera-
bles; no menos que la de esclarecer la estructura económica de las sociedades de Grecia en di-
ferentes tiempos y regiones 56.

Michael JAMESON

[Trad. Diego Paiaro]

56
El estudio de las problemáticas abordadas en este trabajo será enriquecido por A.H. Galt, Far from the Church
Bells. Settlement and Society in an Apulian Town, Cambridge 1991. A pesar de concentrarse en la relación entre
la residencia en el mundo rural, la agricultura y la posesión de la tierra en una comunidad en particular (Locoro-
tondo), el autor también compara otros “desarrollos históricos específicos relacionados con experiencias econó-
micas particulares” (236) en otros lugares del sur de Italia. Para el caso del mundo griego antiguo, los factores
que requieren especial consideración son la pobre calidad del suelo que hace necesarios esfuerzos excepcionales
para la agricultura intensiva, la relativa debilidad de los grandes propietarios, y las elecciones en torno a la resi-
dencia y las estrategias agrícolas hechas por los propios agricultores.

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