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NOVENA A SAN JUAN PABLO II

Estructura:

1. Invocación Trinitaria
2. Acto de contrición
3. Intenciones del Rosario y la Novena
4. Oración inicial (Oración a San Juan Pablo
II)
5. Anuncio de los misterios
correspondientes al día con sus Ave
María.
6. Reflexión del día (al finalizar el rezo de
los 5 misterios)
7. Oración final (Oración de San Juan Pablo II
a la Virgen María)
8. Bendición final.

-Oración inicial:

Oración a San Juan Pablo II

"¡Oh, San Juan Pablo, desde la ventana del


Cielo, danos tu bendición!
Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido
y guiado, animándola a caminar con coraje por
los senderos del mundo, para llevar a Jesús a
todos, y a todos a Jesús.

Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran


pasión. Concédeles volver a soñar y volver a
mirar hacia lo alto, para encontrar la luz que
ilumina los caminos de la vida en la Tierra.
Bendice las familias, ¡bendice cada familia! Tú
advertiste el asalto de Satanás contra esta
preciosa e indispensable chispita de Cielo, que
Dios encendió sobre la Tierra. San Juan Pablo,
con tu oración protege las familias y cada vida
que brota en la familia.

Ruega por el mundo entero, todavía marcado


por tensiones, guerras e injusticias. Tú te
opusiste a la guerra invocando el diálogo y
sembrando el amor: ruega por nosotros, para
que seamos incansables sembradores de paz.

¡Oh, San Juan Pablo, desde la ventana del


Cielo, donde te vemos junto a María, haz
descender sobre todos nosotros la bendición de
Dios! Amén. "

Primer día: "Dios Padre"

En la plenitud de los tiempos mesiánicos, Jesús


anuncia muchas veces la paternidad de Dios
con relación a los hombres, remitiéndose a las
numerosas expresiones contenidas en el
Antiguo Testamento. Así se expresa a propósito
de la Providencia Divina para con las criaturas,
especialmente con el hombre: 'Vuestro Padre
celestial las alimenta.' (Mt 6, 26. Cfr. Lc 12, 24),
'Sabe vuestro Padre celestial que de eso tenéis
necesidad' (Mt 6, 32. Cfr. Lc 12, 30). Jesús trata
de hacer comprender la misericordia divina
presentando como propio de Dios el
comportamiento acogedor del padre del hijo
pródigo (Cfr. Lc 15, 11-32); y exhorta a los que
escuchan su Palabra: 'Sed misericordiosos,
como vuestro Padre es misericordioso' (Lc 6,
36). (Catequesis sobre Dios Padre, 4. Audiencia
general del 16/10/85).

Juan Pablo II, como "dulce Cristo en la Tierra" y


siguiendo fielmente las huellas del Divino
Maestro, fue un icono auténtico del Amor
misericordioso y compasivo del Padre Celestial,
al que quiso dedicar el año 1999, último en el
trienio de preparación para el Gran Jubileo del
Año 2000.

San Juan Pablo, modelo de ternura y acogida,


enséñanos a imitar al Señor Jesucristo como tú
lo hiciste, para que reflejemos cada vez más
profundamente los destellos de la infinita
bondad del Padre Eterno que nunca se cansa
de esperar al hijo pródigo. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

Oración final:

Oración de San Juan Pablo II a la Virgen


María

Oh María, aurora del mundo nuevo, Madre de


los vivientes, a ti confiamos la causa de la vida:
mira, Madre, el número inmenso de niños a
quienes se impide nacer, de pobres a quienes
se hace difícil vivir, de hombres y mujeres
víctimas de violencia inhumana, de ancianos y
enfermos muertos a causa de la indiferencia o
de una presunta piedad.

Haz que quienes creen en tu Hijo sepan


anunciar con firmeza y amor a los hombres de
nuestro tiempo el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don
siempre nuevo, la alegría de celebrarlo con
gratitud durante toda su existencia y la valentía
de testimoniarlo con solícita constancia, para
construir, junto con todos los hombres de buena
voluntad, la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador y
amante de la vida. Amén

Segundo día: "Dios Hijo en la Santísima


Eucaristía"

La Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en


la comunidad de los fieles y su alimento
espiritual, es de lo más precioso que la Iglesia
puede tener en su caminar por la historia. (Carta
Encíclica Ecclesia de Eucharistia, 9).

Juan Pablo II, como todos los santos, profesó un


profundo amor a la Persona del Señor
Jesucristo, sobre todo en el Santísimo
Sacramento. Por iniciativa de este inolvidable
Papa, el primer año de preparación al Jubileo
del 2000, estuvo dedicado al Salvador, y el
mismo Año Santo tuvo como centro al
Sacramento de su Cuerpo y su Sangre.

En efecto, el glorioso Pontífice siempre fue


consciente -y quiso transmitir esta convicción-
de que nada hay más valioso para la Iglesia y
para el mundo que la Eucaristía. Lo demostraba
de manera elocuente cada vez que celebraba el
Santo Sacrificio de la Misa hasta en los rincones
más remotos del globo.

San Juan Pablo, para ti la Tierra toda fue un


gran Altar desde donde elevaste a Dios Padre,
junto a la Oblación del Cordero, las alegrías y
tristezas, anhelos e inquietudes de todos los
hombres. Que nuestra vida, unida al Sacrificio
Pascual del Salvador, sea, como la tuya, una
ofrenda agradable a Dios. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

Oración final (Oración de San Juan Pablo II


a la Virgen María)
Bendición final.

Tercer día: "Dios Espíritu Santo"

El Espíritu Santo, consustancial al Padre y al


Hijo en la divinidad, es Amor y Don (increado)
del que deriva como de una fuente (fons vivus)
toda dádiva a las criaturas (don creado): la
donación de la existencia a todas las cosas
mediante la creación; la donación de la gracia a
los hombres mediante toda la economía de la
salvación. (Carta Encíclica Dominum et
vivificantem, 10).

El segundo año de preparación para el Jubileo


del 2000 estuvo dedicado al Espíritu Santo.
Juan Pablo II quiso que redescubriéramos a
este "Dios desconocido", que fuéramos
conscientes de su papel insustituible en la vida
y en la misión de la Iglesia, y que aprendiéramos
a invocarlo en cada momento de nuestra vida.

San Juan Pablo, siempre atento a las


inspiraciones de Dios y fiel ejecutor de sus
designios, haz que tengamos como constante
Interlocutor al Espíritu Santo, Fuente de todo
bien; que gracias a sus Dones, permanezcamos
en la comunión de la Iglesia y en el amor a todos
los hermanos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

Oración final (Oración de San Juan Pablo II


a la Virgen María)
Bendición final.

Cuarto día: "La Iglesia"

La Iglesia no tiene otra vida fuera de aquella que


le da su Esposo y Señor. En efecto,
precisamente porque Cristo en su misterio de
Redención se ha unido a ella, la Iglesia debe
estar fuertemente unida con todo
hombre. (Carta Encíclica Redemptoris
hominis, 18).
El amor y la fidelidad de Juan Pablo II a la Iglesia
fueron dos de sus principales virtudes desde la
más tierna infancia. Él sabía bien que, más que
guiar a la Iglesia, él debía dejarse conducir por
ella. Valiente defensor de sus derechos,
precisamente porque la abrazó con todo su ser,
pudo permanecer siempre unido a Cristo y a las
ovejas del rebaño que Éste le encomendó.

San Juan Pablo II, ilumina nuestro


entendimiento para que podamos comprender
el gran misterio de la Iglesia, indisolublemente
unida a Cristo, su Fundador y Esposo; que con
ella y desde ella, abramos los brazos para
acoger a todos los hermanos, en especial, a los
más necesitados. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

Oración final (Oración de San Juan Pablo II


a la Virgen María)
Bendición final.

Quinto día: "La Virgen María"

La contemplación de Cristo tiene en María su


modelo insuperable. El Rostro del Hijo le
pertenece de un modo especial. Ha sido en su
vientre donde se ha formado, tomando también
de Ella una semejanza humana que evoca una
intimidad espiritual ciertamente más grande
aun. Nadie se ha dedicado con la asiduidad de
María a la contemplación del Rostro de
Cristo. (Carta Encíclica Rosarium Virginis
Mariae, 10).

El amor entrañable de Juan Pablo II a la


Santísima Virgen María es el hilo de oro que
atraviesa el tejido precioso de toda su vida.
Desde que tuvo uso de razón y hasta el último
instante de su existencia terrena, el lema Totus
tuus ("Todo tuyo"), más que unas simples
palabras, fue todo un programa de vida al que
permaneció fiel hasta el fin. Puede decirse, sin
temor a exagerar, que el bienaventurado
Pontífice quiso conocer, imitar, servir y adorar a
Jesús en la escuela de María, junto a ella
siempre y no sin ella.

San Juan Pablo II, hoy queremos unir nuestra


voz al eco perenne de la tuya, que en la gloria
celestial sigue repitiendo: "Totus tuus, Maria"
("Todo tuyo, María"). Que comprendamos,
como tú, que no hay manera más plena de
pertenecer a Cristo y permanecer unidos a Él,
que declarándonos "posesión de María" y
viviendo en coherencia con ello. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

Oración final (Oración de San Juan Pablo II


a la Virgen María)
Bendición final.
Sexto día: "Las familias"

Queridas familias: vosotras debéis ser también


valientes y estar dispuestas siempre a dar
testimonio de la esperanza que tenéis (cf. 1 P 3,
15), porque ha sido depositada en vuestro
corazón por el Buen Pastor mediante el
Evangelio. Debéis estar dispuestas a seguir a
Cristo hacia los pastos que dan la vida y que Él
mismo ha preparado con el misterio pascual de
su Muerte y Resurrección. (Carta a las familias,
18).

La exhortación a la valentía hecha a las familias


por el Papa Juan Pablo II quizás sea hoy mucho
más vigente que en otros tiempos. Nunca como
ahora la institución familiar ha sido tan
cuestionada, tan atacada y tan relativizada por
los diferentes ámbitos de la sociedad. El gran
Pontífice instituyó el Encuentro Mundial de las
Familias con el objetivo de que el mundo tome
conciencia del valor de ellas y de su papel
insustituible en la formación de las
generaciones.

San Juan Pablo II, amante benefactor y


profético defensor de la institución familiar,
bendice a nuestras familias y alcánzales de Dios
la fortaleza que necesitan para hacer frente a los
embates del Enemigo infernal, que jamás
descansa, siempre sostenidas por María, a la
que quisiste honrar con el título de Regina
familiarum ("Reina de las familias"). Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

Oración final (Oración de San Juan Pablo II


a la Virgen María)
Bendición final.

Séptimo día: "El dolor"

Cuanto más se siente amenazado el hombre por


el pecado, cuanto más pesadas son las
estructuras del pecado que lleva en sí el mundo
de hoy, tanto más grande es la elocuencia que
posee en sí el sufrimiento humano. Y tanto más
la Iglesia siente la necesidad de recurrir al valor
de los sufrimientos humanos para la salvación
del mundo. (Carta Apostólica Salvifici
Doloris, 27).

Las últimas "homilías" de Juan Pablo II


carecieron de palabras y llegaron a ser,
paradójicamente, admirables en su elocuencia.
Difícilmente el mundo podrá olvidar los últimos
días del Papa polaco: todo su cuerpo era una
"cátedra del sufrimiento" desde la que enseñaba
a la humanidad el valor salvífico de los
padecimientos, cuando se está plenamente
unido a la Cruz de Cristo. Con su dolor,
aceptado y abrazado con amor y a la luz de la
fe, Juan Pablo II colaboró profundamente en la
obra salvífica de Jesucristo, único Redentor de
la humanidad.
San Juan Pablo II, cuando el sufrimiento nos
visite, ayúdanos a acogerlo como lo que es: don
de Dios para nuestra propia salvación y la de los
hermanos. Que aprendamos de ti la dignidad de
sufrir y la generosidad de ofrecer, en el Nombre
de Cristo, Siervo sufriente y Varón de dolores.
Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

Oración final (Oración de San Juan Pablo II


a la Virgen María)
Bendición final.

Octavo día: "El ecumenismo"

Jesús mismo antes de su Pasión rogó para «que


todos sean uno» (Jn 17, 21). Esta unidad, que
el Señor dio a su Iglesia y en la cual quiere
abrazar a todos, no es accesoria, sino que está
en el centro mismo de su obra. No equivale a un
atributo secundario de la comunidad de sus
discípulos. Pertenece en cambio al ser mismo
de la comunidad. (Carta Encíclica Ut unum
sint, 9).

Juan Pablo II fue apóstol incansable de unidad


y mensajero de reconciliación. En su corazón de
padre hubo lugar para todos los hombres,
creyentes y no creyentes, amigos y enemigos.
Fiel imitador de Cristo, no fue solo el "pastor de
las ovejas de la Iglesia" sino que veló y se
desveló por todo el rebaño de la humanidad,
sembrando semillas para que se cumpla más
prontamente el anhelo de Jesús, de que todos
sean uno.

San Juan Pablo II, constructor de puentes y


maestro de unidad, que aprendamos de ti que
aquellas cosas que nos dividen son muchas
menos que las que nos unen. Que amemos al
que piensa diferente, más aun, al que es
diferente; que nos pongamos a su servicio y que
sepamos apreciar todo lo bueno que Dios ha
puesto en él, a fin de que podamos
enriquecernos mutuamente. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

Oración final (Oración de San Juan Pablo II


a la Virgen María)
Bendición final.

Noveno día: "Los jóvenes"

Sí, queridos amigos, ¡Cristo nos ama y nos ama


siempre! Nos ama incluso cuando lo
decepcionamos, cuando no correspondemos a
lo que espera de nosotros. Él no nos cierra
nunca los brazos de su misericordia. ¿Cómo no
estar agradecidos a este Dios que nos ha
redimido llegando incluso a la locura de la Cruz,
a este Dios que se ha puesto de nuestra parte y
está ahí hasta al final? (Homilía de la Misa de
Clausura de la XV Jornada Mundial de la
Juventud, 4. 20 de agosto del Año Jubilar 2000).

El evento periódico de mayor convocatoria de la


historia de la humanidad son las Jornadas
Mundiales de la Juventud, instituidas por Juan
Pablo II y de las cuales él mismo, por decisión
del Papa Francisco, es el santo patrono. Desde
1985 y hasta la fecha, cada año a nivel
diocesano, y con una frecuencia de entre dos y
tres a nivel internacional, celebradas estas en
las ciudades más diversas, han sido una
ocasión privilegiada del encuentro de los
jóvenes con el Sucesor de Pedro. Primero, Juan
Pablo II, luego, Benedicto XVI, y ahora,
Francisco. El éxito siempre fue indiscutible y
superó hasta las mejores expectativas.

Las Jornadas Mundiales de la Juventud, por


iniciativa de su santo fundador y patrono, fueron
el inicio de un diálogo entrañable entre el Papa,
en nombre de la Iglesia y los jóvenes, diálogo
que ya ha producido innumerables frutos y que
gracias a este evento de alcance profético, sin
lugar a dudas perdurará hasta el final de los
tiempos. Se trata pues, del más hermoso
testamento de Juan Pablo II, una verdadera
institución a perpetuidad que promete
innumerables gracias a la Iglesia y a las
sucesivas generaciones.

San Juan Pablo, padre amante, amigo fiel y


maestro sabio de los jóvenes, mira desde el
Cielo a estos hijos tuyos que, con la fuerza y el
entusiasmo que los caracterizan, avanzan
llenos de esperanzas entre las rosas y las
espinas propias de la peregrinación terrenal.
Que ninguna dificultad les arrebate la esperanza
ni les quite la paz, que ninguna ideología los
aprisione, y que los vanos atractivos del mundo
no los seduzcan. Que no antepongan nada al
amor de Cristo, Dios y Salvador, única fuente de
la verdadera felicidad. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

Oración final (Oración de San Juan Pablo II


a la Virgen María)
Bendición final.

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