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A través de los tiempos la acción moral se ha visto como una actuación “humana
inherente al ser” pero supeditada a los conceptos históricos que anulan todo nueva
percepción casi en su totalidad, en donde el sujeto en su quehacer diario se encuentra
obligado a comportarse de cierta forma específica sin lugar a objeciones propias y
preguntas problematizadoras que le liberen y le brinden un campo pensador vasto en
donde sus conceptualizaciones propias sean liberadas, expresadas y llevadas a la
acción.
Por esta misma razón es de suma importancia que toda obligatoriedad moral en cierta
medida presente no altos grados de libertad, sino más bien grados de libertad tangibles
que permitan el “libre” desarrollo del sujeto dentro de esta intrincada red de normas, ya
que sin esta se hace imposible la obligación moral. Por tanto el hecho de verse
“obligado”; de inmediato suprime toda actitud moral. La libertad, surge del ser mismo,
así que no puede ser impuesta por ningún ente externo, ya que se limita
autónomamente y siempre y cuando se dé libre y conscientemente.
Toda obligación moral no debe nunca ser vista como un hecho aislado de la realidad
del sujeto, pues esta siempre ya sea directa o indirectamente le afectará a él mismo y a
su grupo, y es a su vez el grupo mismo quien discrimina de alguna u otra forma lo que
debe ser considerado correcto o incorrecto, y para que esto puede darse, el sujeto en
su particularidad debe mostrar ciertas actitudes “de conciencia moral”, es decir de
reconocimiento de las normas; que le acrediten para reconocer y valorar a manera de
juez interior cada situación aplicando las conductas morales que posee en su marco de
elecciones propias. Es igualmente importante enfatizar en que la conciencia moral libre,
no vaga por los conceptos de cada individuo, sino que esta se ve guiada y
condicionada por el tiempo y espacio en el que se desarrolla cada situación
trascendental en donde sea menester aplicarla.
Teniendo en cuenta esto es necesario aclarar igualmente que así mismo el sujeto tiene
la habilidad de intuir por sí mismo qué regla le motiva a seguir frente a otras opciones,
valiéndose de sus propias capacidades de elegibilidad que posee frente a estas.
De una manera similar sin importar el modo en que las acciones morales se lleven a
cabo, estas serán basadas directamente con el nivel de beneficio que lleguen a
producir, ya sea propio o comunitario, el hecho de beneficiarse de las acciones morales
de una forma personal acarrea consecuencias moralmente egoístas que serán
consideradas buenas o malas según la concepción moral de cada individuo, pero por
otro lado la idea de obtener el mayor rango de beneficio y resultados para el mayor
número de individuos, sin interesarse en prestar atención a si estas acciones cumplen
ciertas características morales, en otras palabras, el fin justifica los medios.