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Obligación Moral

Martha Cecilia Pino Mosquera

A través de los tiempos la acción moral se ha visto como una actuación “humana
inherente al ser” pero supeditada a los conceptos históricos que anulan todo nueva
percepción casi en su totalidad, en donde el sujeto en su quehacer diario se encuentra
obligado a comportarse de cierta forma específica sin lugar a objeciones propias y
preguntas problematizadoras que le liberen y le brinden un campo pensador vasto en
donde sus conceptualizaciones propias sean liberadas, expresadas y llevadas a la
acción.

Por esta misma razón es de suma importancia que toda obligatoriedad moral en cierta
medida presente no altos grados de libertad, sino más bien grados de libertad tangibles
que permitan el “libre” desarrollo del sujeto dentro de esta intrincada red de normas, ya
que sin esta se hace imposible la obligación moral. Por tanto el hecho de verse
“obligado”; de inmediato suprime toda actitud moral. La libertad, surge del ser mismo,
así que no puede ser impuesta por ningún ente externo, ya que se limita
autónomamente y siempre y cuando se dé libre y conscientemente.

Toda obligación moral no debe nunca ser vista como un hecho aislado de la realidad
del sujeto, pues esta siempre ya sea directa o indirectamente le afectará a él mismo y a
su grupo, y es a su vez el grupo mismo quien discrimina de alguna u otra forma lo que
debe ser considerado correcto o incorrecto, y para que esto puede darse, el sujeto en
su particularidad debe mostrar ciertas actitudes “de conciencia moral”, es decir de
reconocimiento de las normas; que le acrediten para reconocer y valorar a manera de
juez interior cada situación aplicando las conductas morales que posee en su marco de
elecciones propias. Es igualmente importante enfatizar en que la conciencia moral libre,
no vaga por los conceptos de cada individuo, sino que esta se ve guiada y
condicionada por el tiempo y espacio en el que se desarrolla cada situación
trascendental en donde sea menester aplicarla.

Teniendo en cuenta esto es necesario aclarar igualmente que así mismo el sujeto tiene
la habilidad de intuir por sí mismo qué regla le motiva a seguir frente a otras opciones,
valiéndose de sus propias capacidades de elegibilidad que posee frente a estas.

Si la conciencia moral propia de cada individuo se encuentra inalcanzable hasta para sí


mismo (hecho lamentable), este condicionante proveerá los elementos necesarios para
que la tradición y costumbres, inhabiliten las facultades propias del pensamiento y se
opte por convertirse en un ser moralmente pasivo, el cual tan solo sigue a otros que
posiblemente si son “moralmente activos”. Sin embargo el simple de hecho de poder
valerse de las capacidades propias e innatas se encuentra sin lugar a dudas
íntimamente relacionado con la voluntad personal, y que a su vez esta se halla
afectada por los caracteristicas propias de cada situación, por este motivo el actuar
moralmente libre en un estado puro no existe, pues siempre habrán condicionantes a
forma de barreras conceptuales que delimitan el punto de acción en que cada cual
actúa;según sus intereses o sus necesidades inmediatas.

De una manera similar sin importar el modo en que las acciones morales se lleven a
cabo, estas serán basadas directamente con el nivel de beneficio que lleguen a
producir, ya sea propio o comunitario, el hecho de beneficiarse de las acciones morales
de una forma personal acarrea consecuencias moralmente egoístas que serán
consideradas buenas o malas según la concepción moral de cada individuo, pero por
otro lado la idea de obtener el mayor rango de beneficio y resultados para el mayor
número de individuos, sin interesarse en prestar atención a si estas acciones cumplen
ciertas características morales, en otras palabras, el fin justifica los medios.

A través de todas estas vivencias es como se acumulan las bases de la moralidad


individual, lo cual a medida que el individuo se desarrolla le permitirá ocupar una
posición “autónoma”, que le brinde las herramientas para que en cada caso particular
de su transitar por la vida sepa de la mejor manera encontrar en las “normas y
obligatoriedades morales” previamente construidas que se hallan a su entera
disposición, la mejor opción entre lo que en caso particulares le beneficie más o
conlleve mayor beneficio para todos. Así mismo como el individuo en su particularidad
cambia en torno a un momento de la historia y situaciones abstractas específicas que
le correspondan vivir, así también las obligaciones morales lo harán, por lo tanto no
puede de ningún modo generalizarse completamente de que todas normas serán
estrictamente estables y “conceptuales” en todos los momentos sino que estas se irán
desarrollando y adaptando de la mejor forma como de lugar la percepción propia del
ser mismo.

En conclusión el deber moral debe darse libremente y disponible en todo momento y


situación para el cambio, fomentando este la obligatoriedad con factores internos y no
externos que le permitan al individuo crecer como ser independiente pero partícipe de
una comunidad cambiante, transitoria e histórica con sus propias reglas.

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