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Ficha Técnica
Insurgentes, Dir. Jorge Sanjinés. Bolivia, 2012. 82 minutos.
Con la sala repleta de público y la presencia del director, se proyectó en San Juan esta
obra épica que participa de la Competencia Oficial, de profundo impacto en el espectador.
Jorge Sanjinés (La Paz, Bolivia, 1936) presentó en la ciudad de San Juan, en el marco
del festival UNASUR Cine su última película, rodada en 2012.
La pelìcula clave que lo inserta dentro de lo que fue la gran revolución en el oficio de hacer
cine en nuestro continente en la década del 60 se titula Yawar Mallku, La Sangre del
Cóndor que puede verse completa aquí gracias a youtube:
(ver links enhttp://www.leedor.com/blog/unasur-cine-2013-insurgentes-de-jorge-
sanjines)
Estas primeras realizaciones son producidas, como lo será hoy Insurgentes, desde
el Grupo Ukamau. Es un verdadero registro de un mundo absolutamente ignorado y
soterrado por la industria cultural, cuyo valor en la historia de la cultura latinoamericana
es fundamental. Allí vemos ya el interés de este cine por recuperar idiosincrasias y
elementos identitarios claves, como la lengua quechua y aymara.
Sanjinés remite desde sus comienzos, ya con su cortometraje Revolución (1963), a una
doble vertiente; por un lado, la del nuevo paradigma mencionado que se abre camino por
parte de una vanguardia estética y política que forjará el Cine Nuevo o Tercer Cine
(denominación que correspondería a la expresió “Tercer Mundo”) , que comparte con
nombres como el de Pino Solanas, Octavio Gettino,Glauber Rocha y el Cine Cubano de la
Revolución.
Revolución, que aquí insertamos también, es considerado, en sus 9:08 minutos, la primer
producción de cine experimental boliviano, desde el montaje de influencias soviéticas y el
uso de la música que provoca con sus disrupciones ese extrañamiento épico de la
vanguardia.
Con este nuevo cine latinoamericano, Sanjinés compartirá encuentros en los Festivales de
Viña del Mar en 1967 y Mérida en 1968.
Pero también su accionar dialoga y milita en el núcleo de lo que se llamó Indigenismo, que
tuvo una fuerte presencia a lo largo de los Andes fundamentalmente en la literatura, la
fotografìa, el cine y las artistas plásticas. Sus raíces se pueden rastrear desde el mismo 12
de octubre de 1492, y sus nombres fundamentales incluyen desde el Inca Garcilaso de la
Vega a Ciro Alegría, Jorge Icaza y Manuel Scorza, pasando por Josè Sabogal, Martìn
Chambì y Daniel Alomía Robles, con distintos matices; algunos serán más reformistas o
más ligados a políticas desarrolistas y a teorías de la multiculturalidad anglosajonas. Otros,
como los de la vertiente que destacamos para Sanjinés, serán más radicales y relacionados
con marxismos latinoamericanos como el de José Carlos Mariátegui.
Así, la pelìcula mencionada al comienzo, La Sangre del Cóndor, confronta con un hito
clave para pensar este movimiento, Yawar Fiesta, novela de 1941 del escritor peruano
José María Arguedas. Este indigenismo en sus planteos más críticos, como el de este
director, ha sido el núcleo cuestionador de las conflictivas relaciones entre los estados
modernos de Latinoamérica y las múltiples naciones originarias, en relación con el
pensamiento de izquierdas especialmente.
Dentro de esta brevísima y parcial semblanza introductoria, llegamos a San Juan con
expectativas muy fuertes de ver Insurgentes. Un punto muy interesante de su última
producción concluida es el modo de narrar la historia, que comienza hacia 1900, con una
anécdota del General Juan Manuel Pando, presidente de Bolivia de 1899 a 1904, para
luego ir armando la historia más desde la memoria y la narraciòn oral que desde la
Historia escrita… En este sentido hay en Sanjinés una precisa propuesta historiogràfica
toda vez que demuele la historia proclamada como oficial para explicar hechos lineales y
trabaja desde una filosofìa de la historia que hace acordar a frase de Walter
Benjamin: Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo «tal y como
verdaderamente ha sido».Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el
instante de un peligro.
La voluntad épica de la película es notoria: las personalidades individuales que aparecen
del lado indio siempre están sostenidas desde una enunciación colectiva y su ego se
diluye, fiel a lo que el director considera constitutivo de los pueblos originarios: ese
anteponer el nosotros al yo. Otro rasgo épico es el manejo de una polaridad bien marcada
en el esquema de relaciones de una cultura por encima de otra, que no da lugar a ningún
tipo de mirada desde la multiculturalidad, anulando cualquier posibilidad de abordaje
desde el tokenismo que congela la diferencia en la mera proclama.
Traile de Insurgentes: