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Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco

Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales


Problemática del Mundo Actual I
Prof. Adj: Marisa Pineau.
J.T.P: Prof. Julieta Martínez.
Ciclo Lectivo 2016.

Clase “Sudáfrica: desarrollo, ciudadanía y movimientos sociales”

Por Marisa Pineau

1) ¿Qué fue el apartheid?

Lo que conocemos como apartheid en Sudáfrica puede ser definido como un régimen de
opresión y explotación racial sancionado por un orden legal que estuvo vigente entre 1948
y 1994, cuando el país fue conducido por el Partido Nacional. El territorio que hoy forma la
república de Sudáfrica tiene una historia de ocupación colonial de población de origen
europeo que se remonta a mediados del siglo XVII – cuando se asentaron colonos
originarios de Holanda y Francia y a quienes se los conoce como Boers – y que se vio
incrementada en el siglo XIX tras la conquista de la zona del Cabo por fuerzas británicas y
posteriormente con el inicio de la explotación capitalista de la minería de oro en el noreste
del país. Los pueblos originarios sufrieron diversas formas de exclusión y sometimiento.
En 1910 esta situación se consolidó cuando se creó la Unión sudafricana, un estado
moderno sobre bases raciales dentro del imperio británico, como consecuencia de la
derrota de los Boers por el ejército de Gran Bretaña en la guerra sudafricana (1899-1902).
La representación política en el estado estuvo limitada únicamente a los varones adultos
de origen europeo, para sellar un pacto entre vencedores y vencidos (un total de casi
1.300.000 personas), que permitiera el dominio de la inmensa mayoría de la población
local (más de 4 millones de personas). Les interesaba especialmente la enajenación de la
tierra y el control de la mano de obra. No lo dejaron librado al uso de la violencia o al uso
y costumbre, sino que acudieron a la sanción de leyes. Por ejemplo, los hombres adultos
africanos tenían la obligación de pagar en moneda un impuesto por cabeza, lo que los
obligaba a incorporarse a la economía capitalista, pero por una ley de 1923 se les limitó la
libre circulación ya que esta ley estableció que las ciudades eran un espacio de blancos y
que los africanos debían portar un pase o salvoconducto de su patrón que los autorizaba
a vivir en ellas. La imposibilidad de presentar ese documento era penada con la cárcel. En
1948 con la llegada al poder del Partido Nacional el sistema se hizo más estricto: se
extendió la obligación del uso de pases a las mujeres y las divisiones se multiplicaron. A
partir de entonces las divisiones ya no fueron entre blancos y negros, sino entre cuatro
grupos (los anteriores, más los mestizos y los asiáticos), quienes también sufrieron las
mismas privaciones que los africanos por parte del estado.

2) Resistencias al apartheid

Si hay un punto compartido en el reclamo de los opositores al apartheid fue el derecho al


sufragio universal. Limitado a los y a las votantes que eran clasificados como blancos por
la Ley de Población de 1951, tanto las organizaciones de izquierda como los partidos
liberales, se centraron en esta demanda. Pero también hay otros temas que merecen ser
mencionados en la historia de la resistencia al apartheid.

En un país en el que la pertenencia racial - no por auto definición, sino atribuida por el
estado en el momento del nacimiento y consolidada por la documentación oficial - se
convirtió en el gran organizador social, ya que determinaba los ámbitos de las acciones y
de los movimientos de todas las personas, la discusión sobre el papel de la raza
desempeñó un lugar central. Con poblaciones de orígenes tan distintos conviviendo en el
mismo territorio los opositores al régimen se preguntaban, ¿cuál era la mejor opción? ¿el
multirracialismo, el no racialismo, la imposición de la mayoría?. Proclamada en 1955 por
una amplia coalición de grupos y partidos de distintas procedencias comunitarias y
políticas reunidas en lo que se llamó el Congreso de Pueblo, la Carta de la Libertad fue la
base del no racialismo. Frente a los temores de la población de origen europeo de ser
expulsada del país por un posible proceso de descolonización como el que empezaba a
generarse en Africa y ya se consolidaba en Asia y frente a la política del estado de
división forzada de la sociedad con el argumento de evitar el conflicto racial (esto era el
apartheid), quienes escribieron la Carta declararon en su primera frase que “Sudáfrica
pertenecía a todos los que viven en ella, negros y blancos”. Hasta entonces habían
prevalecido las posiciones que podríamos denominar racialistas o comunitaristas en las
formas de asociación política, ya que era a partir de la pertenencia racial – africanos,
mestizos, asiáticos – que se organizaban. Esta idea de un país compuesto por todos sus
habitantes en igualdad de derechos más allá de sus orígenes fue muy poderosa y permitió
crear un movimiento de oposición masivo y vigoroso. Pero también generó nuevas
discusiones: quienes se beneficiaban de alguna u otra manera del sistema del apartheid –
los blancos - ¿podían formar parte del movimiento? ¿o la emancipación solo podía ser
llevada adelante por los africanos? ¿quiénes tenían mayor legitimidad para hacerlo? Esta
confrontación se hizo patente a fines de la década de 1950, cuando uno de los
promotores de la posición inclusiva, el Congreso Nacional Africano (creado en 1912 para
representar los intereses de la población africana del país) sufrió un escisión en su seno,
por quienes se consideraban panafricanistas y defendían que eran solo los africanos
quienes debían llevar adelante la lucha emancipatoria. Con la consigna “Africa para los
africanos”, fundaron el Congreso Panafricano en 1959 para defender sus ideas.

En 1960, y por el término de 30 años, la actividad del Congreso Nacional Africano y la del
Congreso Panafricano fue prohibida en Sudáfrica. Pero en la clandestinidad y en el exilio
forzoso las discusiones continuaron. Las ideas africanistas se vieron renovadas con la
aparición del Movimiento de Conciencia negra, que con Steve Biko como líder proclamaba
una nueva concepción del ser negro. Esta nueva concepción de “negro” incluía a todos lo
que sufrían los embates del apartheid, no solo los africanos, sino también los mestizos y
los indios. Tras la revuelta de Soweto, generada en junio de 1976 en las escuelas
secundarias y extendida a todos los rincones y a todos los sectores sociales del país, y la
muerte de Biko en detención un año más tarde, se instaló el conflicto abierto por doquier.
Florecieron las organizaciones sociales en todo el país, para oponerse a los daños que el
apartheid le ocasionaba en sus vidas. Estas asociaciones reunían a personas que
compartían las experiencias de sufrimiento: se formaron asociaciones de mujeres, de
estudiantes, de inquilinos y también de trabajadores, ya sea en los lugares de trabajo o en
gremios y sindicatos. Si bien el gobierno mantenía la prohibición sobre los partidos
políticos, era menos efectivo en el control de estos grupos de base, que se dedicaban a
reclamos focalizados, pero que lograban relacionar esas demandas puntuales con la
opresión del régimen del apartheid. En 1983 más de 700 organizaciones se reunieron y
formaron el Frente Democrático Unido, adoptando la Carta de la Libertad como
documento fundacional.

A finales de la década de 1980, los movimientos sociales lideraban el conflicto abierto


contra el apartheid. Muchos de sus miembros formaban parte también del proscripto
Congreso Nacional Africano, pero muchos otros sostuvieron su autonomía con respecto a
los movimientos de liberación nacional.

3) Problemas en el post apartheid


Una vez que se logró la liberación de Nelson Mandela y de los presos políticos, la
apertura de las negociaciones políticas, las elecciones libres y democráticas de 1994 y
finalmente la llegada al poder de un gobierno de mayorías, ¿qué quedó de esa vigorosa
lucha en las calles sudafricanas?

Aunque habría muchos temas para mencionar, solo tomaremos 3 temas para presentar
aquí. Uno de los más graves problemas que tuvo y que tiene que enfrentar el gobierno del
Congreso Nacional Africano es el de la xenofobia. El alcance de aquella primera frase de
la Carta de la libertad (la que establecía que Sudáfrica pertenecía a todos los que vivían
en ella) incluida en la nueva constitución de 1996, se puso en cuestión. La creación de un
nuevo nacionalismo sudafricano para superar las divisiones de pasado y crear una
cohesión nacional potenció el orgullo del “ser sudafricano”. Esta fue una caracterización
que quería reunir a los antes separados grupos raciales y buscaba superar las diferencias
entre blancos y negros, potenciando una nueva representación de los sudafricanos como
especiales y distintos del resto de los habitantes del continente. Para un sudafricano
negro ¿qué solidaridad prevalecía? ¿la que lo unía a su connacional cuyos ancestros se
remontaban a Europa? ¿o aquella pregonada por el panafricanismo y el movimiento de
conciencia negar? El fin de la segregación racial legal, la imagen de un país próspero y
que podía sobrepasar sus conflictos en paz (se habló tanto del “pequeño milagro”) y las
posibilidades económicas por el desarrollo económico de Sudáfrica con respecto a sus
vecinos, la convirtió en un polo de atracción para muchos africanos de fuera de las
fronteras. Pero esto generó un efecto no deseado. Desde 2000 hubo muchos episodios
denunciados de violencia contra extranjeros (con un promedio de 10 muertos por año),
fundamentalmente mozambiqueños y congoleños. En mayo de 2008 la situación empeoró
y en un brote de violencia xenófoba 62 personas (41 de las cuales eran extranjeras)
fueron asesinadas por ataques acusadas de ser migrantes que ocupaban el trabajo de los
sudafricanos.

Con tasas oficiales de desempleo del 25 % para el primer cuatrimestre de 2014 (y que se
mantiene en porcentajes similares desde 1994), las ventajas de la Nueva Sudáfrica
empiezan a ser discutidas por muchos. Algunas de las reivindicaciones incluidas en la
Carta de la Libertad no se han logrado aún. Por ejemplo, no está asegurado el derecho a
una vivienda digna para millones de sudafricanos que todavía no tienen acceso al agua
corriente ni a cloacas y que todavía esperan planes de viviendas sociales.
Finalmente el tercer tema está relacionado con las graves violaciones a los derechos
humanos en el pasado reciente. Para dar cuenta de lo sucedido durante el apartheid, en
1996 se creó por ley la Comisión de Verdad y reconciliación, encabezada por el Premio
Nobel de la Paz Arzobispo Tutu y compuesta por 16 personas notables. El objetivo era
sacar a la luz los peores crímenes cometidos en el periodo, fomentar la rehabilitación y la
reparación de las víctimas y considerar los pedidos de amnistía que se presentaran de
manera individual. Después de escuchar en foros públicos miles de testimonios de
víctimas y de perpetradores y de evaluar más de 7 mil solicitudes de perdón, la Comisión
publicó un informe de cinco tomos y recomendó aceptar unas mil peticiones de amnistía.
Esta solución sudafricana, que significó intentar la reconciliación de los sudafricanos con
su pasado traumático, sacrificando el no juzgamiento de los posibles culpables en pos de
conocer si no toda, al menos una parte de la verdad de lo sucedido, fue vista por muchos
– en el país y en el mundo - como una opción inteligente y creativa. Sin embargo en los
últimos años se han puesto en discusión muchas de estas ideas. Así como en las
décadas de 1970 y 1980 han surgido nuevas asociaciones civiles que reclaman justicia.
La principal de ellas se llama Khulumani que promueve la ciudadanía activa en cuestiones
de reparación y de memoria de las víctimas del apartheid e inclusive de fomentar la
búsqueda de justicia en los tribunales nacionales e internacionales para ellas.

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