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PUBLICACIONES PROFORME
Buenos Aires 2013
Deirós, Pablo Alberto
Desastre y esperanza : exégesis y exposición de Joel . - 1a ed. - Buenos Aires:
Publicaciones Proforme, 2013.
251 p. ; 22x15 cm. - (Programa de formación ministerial por extensión / Pablo
A. Deiros)

ISBN 978-987-1689-13-2

1. Exégesis. I. Título
CDD 220.6

© 2013 Pablo Alberto Deiros


deiros38@gmail.com
ISBN: 978-987-1689-13-2
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la


transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier
medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros
métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por
las leyes 11.723 y 25.446.

Las citas bíblicas corresponden a la Nueva Versión Internacional (NVI), 1999.

Publicaciones PROFORME es el programa de publicaciones del Programa de


Formación Ministerial por Extensión del Seminario Internacional Teológico Bau-
tista. Este programa produce los materiales educativos necesarios para el desarro-
llo de los cursos de PROFORME, que están orientados a la formación de lideraz-
go cristiano en las iglesias evangélicas de América Latina. Informaciones en:
Ramón L. Falcón 4080, (c1407aan), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argen-
tina.

Contactos:
Programa de Formación Ministerial por Extensión: (54 11) 4636-1737
extension4@gmail.com; extension@sitb.edu.ar; www.sitb.edu.ar

Impreso en la Argentina. Printed in Argentina.


Impreso en noviembre de 2013 en Roberto Grancharoff e Hijos,
Tapalqué 5868, Buenos Aires, Argentina.
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Esta Serie de materiales para la formación ministerial de pastores, evange-
listas, misioneros y líderes cristianos en el mundo de habla castellana responde a
la urgente necesidad de materiales para la formación de liderazgo cristiano en las
iglesias emergentes a lo largo y a lo ancho del continente latinoamericano. Los
libros sirven como libros de texto y material de trabajo para el desarrollo de los
cursos y programas de capacitación por extensión del Seminario Internacional
Teológico Bautista (Buenos Aires, Argentina). Este Programa involucra a miles
de estudiantes a lo largo y a lo ancho de América Latina. Los libros procuran
ofrecer una interpretación y aplicación latinoamericana a los problemas funda-
mentales de la labor ministerial, con una perspectiva misiológica y ministerial.
La Serie Programa de Formación Ministerial por Extensión cuenta con la
edición general del Dr. Pablo A. Deiros, vice-rector del Seminario Internacional
(Buenos Aires, Argentina), y la participación del Prof. Pablo Lewczuk, Director
del Programa de Extensión de esta institución, como editor asociado. El Comité
Editorial está integrado por la Dra. Sonia Abarca, profesora en la Universidad
Evangélica de las Américas (San José, Costa Rica), el Dr. Tito Paredes, director
del Centro Orlando Costas (Lima, Perú) y el Prof. Juan Lee, rector del Seminario
a las Naciones (Ciudad Juárez, México). Los autores de la mayoría de los libros
de esta Serie son docentes en el Seminario Internacional y especialistas en los
temas que abordan.
La Serie desarrolla un programa completo de formación ministerial orien-
tado a la capacitación de hombres y mujeres con un llamamiento de Dios para
cumplir con un servicio pastoral, misionero, evangelizador y/o de servicio en la
iglesia local. Sus contenidos están orientados al ejercicio práctico del ministerio,
y siguen dos líneas curriculares básicas: un área de reflexión y un área de acción.
Se espera que con el cumplimiento de todos los objetivos establecidos para cada
curso, el discípulo logre un nivel de formación que le ayude a cumplir mejor el
ministerio al cual el Señor lo está llamando.
La Serie se publica a través de Publicaciones PROFORME, cuyo fin es
publicar libros y otros materiales orientados a la formación ministerial de cristia-
nos que sirven a Dios y al prójimo en el mundo de habla castellana. Estos mate-
riales están orientados a iluminar la mente, nutrir el espíritu, desafiar la concien-
cia, y sobre todo, “capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edifi-
car el cuerpo de Cristo” (Efesios 4.12, NVI).
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1. El Dios que adoramos.
2. Mi experiencia con Dios.
3. Modalidades de adoración.
4. El evangelio que proclamamos.
5. La comunicación del evangelio.
6. Evangelización y discipulado cristiano.
7. Dones y ministerios.
8. Panorama de la Biblia.
9. ¿Cómo entender la Biblia?
10. Educación cristiana integral.
11. Servicio cristiano en el Nuevo Testamento.
12. Liderazgo cristiano.
13. Sanidad cristiana integral.
14. La iglesia como comunidad de personas.
15. Los valores del reino en la historia.
16. La comunidad del reino en la historia.
17. Sanidad psicosocial.
18. Un amor inmerecido: exégesis y exposición de Oseas.
19. El Espíritu Santo hoy.
20. Jesús, el poder del reino: exégesis y exposición de Marcos.
21. La iglesia celular.
22. La oración en el ministerio.
23. La vida en Cristo: exégesis y exposición de Efesios.
24. Llenos del Espíritu Santo: exégesis y exposición de Hechos de los
Apóstoles.
25. Desastre y esperanza: exégesis y exposición de Joel.

Para mayor información acerca de éstos y otros títulos, dirigirse a: exten-


sion4@gmail.com
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Abreviaturas .................................................................................................. 9
Uso de este libro .......................................................................................... 13
Presentación................................................................................................. 15

Capítulo 1: Introducción general ............................................................... 17


Autor
Fecha
Contexto
Estilo
Estructura
Teología
Mensaje
Relevancia
Bosquejo

UNIDAD 1 – DESASTRE EN EL PASADO (1.1—2.17) ......................... 43


Introducción

Capítulo 2: Título y Prólogo (1.1-4) ........................................................... 45


Título (1.1)
Prólogo (1.2-4)

Capítulo 3: Lamentación (1.5-14) .............................................................. 61


Los bebedores de vino (1.5-7)
La comunidad en general (1.8-10)
Los labradores y los viñadores (1.11, 12)
Los sacerdotes (1.13)
Los líderes y el pueblo (1.14)

Capítulo 4: Clamor (1.15-20) ..................................................................... 81


Clamor ante la devastación (1.15)
Clamor colectivo (1.16-18)
Clamor individual (1.19, 20)

Capítulo 5: Primera alarma (2.1-14) ......................................................... 99


Señal de alerta (2.1, 2a)
El enemigo avanza (2.2b-10)
La misericordia de Dios (2.11-14)
Capítulo 6: Segunda alarma (2.15-17) ..................................................... 113
Toquen la trompeta (2.15)
Congreguen al pueblo (2.16)
Lloren los líderes (2.17)

UNIDAD 2 – ESPERANZA EN EL FUTURO (2.18—3.21).................. 129


Introducción

Capítulo 7: La respuesta de Dios (2.18-27) ............................................. 133


El perdón de Dios (2.18)
Dignidad en lugar de opresión (2.19, 20)
Gozo en lugar de temor (2.21-24)
Abundancia en lugar de hambre (2.25-27)

Capítulo 8: Las promesas de bendición (2.28-32) ................................... 155


El derramamiento del Espíritu (2.28, 29)
La manifestación de prodigios (2.30, 31)
La operación de salvación (2.32)

Capítulo 9: El juicio sobre las naciones (3.1-15) ..................................... 171


Primer oráculo (3.1-3)
Segundo oráculo (3.4-8)
Tercer oráculo (3.9-15)

Capítulo 10: La liberación de Judá (3.16, 17) ......................................... 189


La manifestación del Señor (3.16)
La presencia del Señor (3.17)

Capítulo 11: Epílogo (3.18-21) ................................................................. 199


Promesa de prosperidad (3.18)
Promesa de justicia (3.19)
Promesa de paz (3.20, 21)

Capítulo 12: Una lectura escatológica de Joel (2.1—3.21) ..................... 211


El Día del Señor (2.1-11)
El Día Antepenúltimo (2.12-27)
El Día Penúltimo (2.28-32)
El Día Último (3.1-3)
El Día Después (3.12-21)

TAREAS PARA EL HOGAR .................................................................. 239


BIBLIOGRAFÍA ....................................................................................... 245
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En el presente libro se utiliza la Nueva Versión Internacional de la Sociedad
Bíblica Internacional (NVI) para todas las citas bíblicas. En otros casos, se sigue
el texto griego o se citan otras versiones de la Biblia, indicándolo mediante las
siglas correspondientes. Las abreviaturas utilizadas son las siguientes:

BJ Biblia de Jerusalén.
Gr. The Greek New Testament. 3ra. ed. United Bible Societies.
RVR Santa Biblia, versión Reina-Valera, revisión 1960.
RV95 Santa Biblia, versión Reina-Valera, revisión 1995.
BA Biblia de las Américas.
VP Dios habla hoy, versión popular.

Libros de la Biblia
Antiguo Testamento
Génesis Gn. 2 Crónicas 2 Cr. Daniel Dn.
Éxodo Éx. Esdras Esd. Oseas Os.
Levítico Lv. Nehemías Neh. Joel Jl.
Números Nm. Ester Est. Amós Am.
Deuteronomio Dt. Job Job Abdías Abd.
Josué Jos. Salmos Sal. Jonás Jon.
Jueces Jue. Proverbios Pr. Miqueas Mi.
Rut Rt. Eclesiastés Ec. Nahum Nah.
1 Samuel 1 S. Cantares Cnt. Habacuc Hab.
2 Samuel 2 S. Isaías Is. Sofonías Sof.
1 Reyes 1 R. Jeremías Jer. Hageo Hag.
2 Reyes 2 R. Lamentaciones Lm. Zacarías Zac.
1 Crónicas 1 Cr. Ezequiel Ez. Malaquías Mal.

Nuevo Testamento
Mateo Mt. Efesios Ef. Hebreos He.
Marcos Mr. Filipenses Fil. Santiago Stg.
Lucas Lc. Colosenses Col. 1 Pedro 1 P.
Juan Jn. 1 Tesalonicenses 1 Ts. 2 Pedro 2 P.
Hechos Hch. 2 Tesalonicenses 2 Ts. 1 Juan 1 Jn.
Romanos Ro. 1 Timoteo 1 Ti. 2 Juan 2 Jn.
1 Corintios 1 Co. 2 Timoteo 2 Ti. 3 Juan 3 Jn.
2 Corintios 2 Co. Tito Tit. Judas Jud.
Gálatas Gá. Filemón Flm. Apocalipsis Ap.

Versiones antiguas
LXX Septuaginta
TM Texto Masorético
Comentarios
AB The Anchor Bible.
ANETS Ancient Near Eastern Texts and Studies.
ANET Supp Ancient Near Eastern Texts Supplements
ATD Das Alte Testament Deutsch.
BBC The Broadman Bible Commentary.
BCOT Biblical Commentary of the Old Testament.
BKAT Biblischer Kommentar Altes Testament.
CAT Commentaire de l’Ancien Testament.
CBC Cambridge Bible Commentary.
CBH Comentario Bíblico Hispanoamericano.
CC The Communicator’s Commentary.
DSB The Daily Study Bible Series.
ExpBib The Expositor’s Bible.
Her Hermeneia.
HKAT Göttinger Handkommentar zum Alten Testament.
HSAT Die Heilige Schrift des Altes Testament.
IntBib Interpreter’s Bible.
IBC International Bible Commentary.
ICC International Critical Commentary.
InThComm International Theological Commentary.
KAT Kommentar zum Alten Testament.
NCBC New Century Bible Commentary.
NICOT The New International Commentary on the Old Testament.
OTLib The Old Testament Library.
TBC Torch Bible Commentaries.

Diccionarios
DBIHol Diccionario bíblico ilustrado Holman
DIB Diccionario ilustrado de la Biblia (Caribe)
DTMAT Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento
EJ Encyclopedia Judaica
EnBib Enciclopedia de la Biblia (Garriga)
HELOT A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament
IDB The Interpreter’s Dictionary of the Bible
Revistas
AASOR Annual of the Archeological Society for Oriental Research
ActBíb Actualidad Bíblica (Madrid).
AJSLL American Journal of Semitic Languages and Literatures.
AnVal Anales Valentinos (Valencia).
ASIT Annual of the Swedish Institute of Theology.
BA Biblical Archeologist.
BAR Biblical Archeology Review.
BASOR Bulletin of the American School of Oriental Research.
BF Biblia y Fe (Madrid).
Bib Biblica (Roma).
BibArchRev Biblical Archaeology Review (Washington).
BT The Bible Translator.
BulRyl Bulletin of the John Rylands University Library.
BZalW Beihefte zur Zeitschrift für die alttestamentliche Wissenschaft.
CBQ Catholic Biblical Quarterly (Washington).
ChQR Church Quarterly Review.
Cla Claretianum (Roma).
Comm Communio (Sevilla).
Conc Concilium.
CulBíb Cultura Bíblica (Madrid).
ElOl El Olivo.
EscVer Escritos del Verdat (Valencia).
EstEcl Estudios Eclesiásticos (Madrid).
EstTri Estudios Trinitarios (Salamanca).
HarvTR Harvard Theological Review
HUCA Hebrew Union College Annual (Cincinnati).
IEJ Israel Exploration Journal
Int Interpretation: A Journal of Bible and Theology.
JBL Journal of Biblical Literature.
JEThS Journal of the Evangelical Theological Society.
JNES Journal of Near Eastern Studies (Chicago).
JPOS Journal of the Palestine Oriental Society (Jerusalén).
JSS Journal of Semitic Studies (Oxford).
JStOT Journal for the Study of the Old Testament.
KuD Kerygma und Dogma (Gottingen).
Lum Lumen.
MiscCo Miscelánea Comillas (Madrid).
NatGM National Geographic Magazine
NERT Near Eastern Religious Texts (ed. W. Beyerlyn)
OLZ Orientalische Literaturzeitung
PerTeo Perspectivas Teológicas (Sâo Leopoldo).
Proy Proyección.
PS Pastoral Solidaria.
RB Revue Biblique
RBibl Revista Bíblica
RechSR Recherches de Science Religieuse
REJui Revue des Etudes Juives
RevCulBíb Revista de Cultura Bíblica.
RevEclBra Revista Eclesiástica Brasileira.
RevTeoLim Revista Teológica Limense.
RSR Revue des Sciences Religieuses
SalTer Sal Terrae (Valladolid).
SelTeo Selecciones de Teología.
SJTh Southwestern Journal of Theology.
Stud Studium (Madrid).
SVT Suplementum Vetus Testamentum
TeoEsp Teología Espiritual (Torrent-Valencia).
ThV Theologia Viatorum.
ThZeit Theologische Zeitschrift (Basilea).
VetTes Vetus Testamentum (Leiden).
VinNue Vino Nuevo.
VyP Vida y Pensamiento.
ZatW Zeitschrift für die alttestamentliche Wissenshaft.
ZfA Zeitschrift für Assyriologie


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Este libro ha sido diseñado y escrito especialmente para cumplir con los
requisitos y orientaciones de los programas de capacitación del Seminario Inter-
nacional Teológico Bautista. El texto contiene los contenidos esenciales del pro-
grama de trabajo propuesto al discípulo, como medio para alcanzar los objetivos
del curso Desastre y esperanza: exégesis y exposición de Joel. El discípulo será
responsable de la lectura cuidadosa del texto y los pasajes bíblicos indicados. Los
ejercicios preferentemente no deberán ser hechos en el estudio personal, sino que
se completarán en clase, bajo la guía del instructor o tutor. El discípulo sí es res-
ponsable por el cumplimiento de las tareas para el hogar que figuran al final del
libro, y que el maestro o tutor asignará a lo largo del curso. El cumplimiento
adecuado de las lecturas, los ejercicios y las tareas del hogar podrán ser usados
como elementos para la obtención de créditos académicos, junto con la asistencia
a clase.
El lector notará que con frecuencia se citan a diversos autores que han es-
crito sobre el libro de Joel y temas relacionados. Las citas transcriptas son el
resultado de una cuidadosa selección de materiales, hecha con el propósito de dar
oportunidad al discípulo de tomar contacto con la literatura que el autor mismo ha
utilizado para su estudio personal del tema. De este modo, estas citas pueden ser
útiles para ilustrar, ampliar, aclarar y fundamentar los conceptos desarrollados en
este libro de texto. A su vez, las fuentes están indicadas como notas al pie de
página, para que el lector pueda referirse a ellas en caso de tener interés en pro-
fundizar el tema. Al final del libro se incluye una bibliografía, que no es exhaus-
tiva pero presenta los materiales publicados más importantes especialmente en
lengua castellana sobre el tema que trata el libro.
El maestro o tutor actuará en clase como moderador en el repaso del con-
tenido del libro, la realización de los ejercicios, y la asignación de las tareas para
el hogar. Se sugiere que el maestro o tutor no dicte clases a la manera tradicional,
sino que procure cumplir el papel de dinamizador de la discusión y el diálogo
alrededor de los contenidos del libro. Para ello, deberá estar preparado para res-
ponder a las preguntas de los discípulos, especialmente para aplicar a las situa-
14 – Desastre y esperanza: Joel

ciones concretas, propias de cada contexto, los contenidos que se discutan. El


maestro o tutor podrá asignar lecturas complementarias utilizando los materiales
de la bibliografía sugerida, siempre y cuando los mismos sean accesibles a los
discípulos.
La evaluación del discípulo se hará en función a su asistencia a clase, su
nivel de participación en la dinámica de la misma, el completamiento de todos los
ejercicios del libro, el cumplimiento satisfactorio de las tareas para el hogar, y la
realización de las lecturas que eventualmente le asigne el maestro o tutor. El
maestro o tutor podrá establecer algún otro requisito conforme con las circunstan-
cias propias de cada curso, el nivel académico con que se trabaje y el lugar en que
se enseñe. De todos modos, cada discípulo recibirá una de dos evaluaciones,
según sea su cumplimiento de todos los objetivos establecidos: aprobado o des-
aprobado.
En todo el proceso de enseñanza-aprendizaje deberá tenerse muy presente
que el propósito de este curso no es impartir o recoger información sobre el tema
que trata, sino producir cambios de conducta significativos tanto en el maestro o
tutor como en el discípulo, a fin de ajustar la vida y el servicio cristianos en
términos del significado y el valor de la comunidad de fe para la extensión del
reino de Dios. Si después de estudiar estas páginas unos y otros aprenden a vivir y
servir mejor como ciudadanos del reino de Dios y miembros de su iglesia local,
este material habrá cumplido su propósito fundamental.


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Joel está ubicado en casi todas las versiones castellanas de la Biblia entre
los así llamados Profetas Menores. Este cuarto libro en la lista de los profetas más
tardíos está integrado a una colección de libros, que puede ser considerada como
una antología de material profético, que resulta incluso más variada que el corpus
de material que se reúne bajo el nombre de Isaías y que se extiende por un perío-
do de tiempo al menos tan grande. La colección de los Profetas Menores está
dividida en libros cortos, cada uno de los cuales está asociado con el nombre de
un profeta. Fue precisamente en razón de la brevedad de estos textos que se de-
signó a la colección como Profetas Menores.
El orden de estos libros en la Biblia griega o LXX (Oseas, Amós, Mique-
as, Joel, Abdías y Jonás) difiere un poco del orden en la Biblia hebrea. Se piensa
que quizás esto se debe al intento de arreglar los libros en orden a su tamaño o
longitud. Jonás aparecería al final porque es una narración profética más bien que
el registro de una enseñanza profética. En general, según algunos autores, el or-
den en la Biblia hebrea es más o menos cronológico, con los profetas post-
exílicos ubicados más hacia el final de la lista. Otra vez, Jonás parece ser una
excepción ya que es un libro post-exílico y está incluido entre los profetas pre-
exílicos en el canon hebreo. Quizás sea así en razón de la referencia al profeta
pre-exílico Jonás que se menciona en 2 Reyes 14.25. Hay otros factores además
de la cronología que parecen haber afectado el agrupamiento de estos libros. Hay
ciertas conexiones verbales entre Joel y Amós (Am. 1.2 y Jl. 3.16, 17; Am. 7.1, 2
y Jl. 1—2). La frase “el día del Señor” aparece en Joel, Amós y Abdías. La frase
“ésta es la palabra del Señor” aparece también en otros libros de la colección para
introducir los pronunciamientos proféticos (Miq. 1.1; Sof 1.1; Zac. 9.1; 12.1; Mal.
1.1; ver Hab. 1.1), y casi sirve como el hilo que encuaderna los diversos libros de
la colección.
Sea como fuere, el libro de Joel tiene una identidad propia y hace una con-
tribución muy particular a la riqueza espiritual y literaria del Antiguo Testamento.
Más allá de las discusiones que se dan en torno especialmente a su ubicación en
el tiempo y a las circunstancias sobre las que el profeta escribe, Joel se destaca no
sólo como un documento del pasado, sino como la Palabra de Dios para el pre-
16 – Desastre y esperanza: Joel

sente y el futuro. Nuestro autor utilizó formas literarias de expresión propias de


los caminos tradicionales para comunicar las ideas prevalecientes en su tiempo.
Las lamentaciones, el discurso de juicio, el llamado al cambio y la promesa de
liberación son recursos que sirvieron adecuadamente al profeta para comunicar su
mensaje de manera persuasiva. Dentro de este mensaje, Joel fundamentó sus
ideas echando mano a tradiciones bien establecidas en la memoria del pueblo,
especialmente gracias al aporte de los grandes profetas anteriores. Su concepto
del “día del Señor” (Is. 13.6; Sof. 1.7, 14), la idea de que sólo Yahweh es Dios
(Is. 45.4, 5), la esperanza de que Dios vendrá a Sion para juzgar (Am. 1.2) y la
convicción de que finalmente Dios enviará bendiciones de fertilidad y prosperi-
dad a su pueblo (Am. 9.13) son elementos que se destacan en su mensaje y que
finalmente encontraron un lugar especial en su magistral composición literaria.
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Suele ocurrir que pequeñas cosas son foco de grandes problemas. Tal es el
caso del libro de Joel, que a pesar de no tener más que setenta y tres versículos,
ha significado un verdadero rompecabezas para los estudiosos del Antiguo Tes-
tamento. Básicamente son cuatro las cuestiones que han suscitado mayor discu-
sión: quién es el autor, en qué fecha se compuso el libro, cuál es su estructura y
cuál es su mensaje. A estos temas de discusión hay que agregar otros de nuestro
interés particular, como la determinación del contexto en el que probablemente
Joel proclamó su profecía, el estilo que escogió para su comunicación de la mis-
ma, la teología que su profecía expresa y la relevancia del mismo para nosotros
en este tiempo. Finalmente, ofreceremos un bosquejo del contenido del libro a fin
de facilitar el análisis exegético del mismo y su exposición.

AUTOR

Según el título del libro (1.1), su autor fue “Joel, hijo de Petuel.” Pero ésta
es casi toda la información que podemos sacar del texto, y no se habla de él en
ningún otro lugar de las Escrituras.1

Su hombre

Su nombre significa “Yahweh es Dios.” En el heb., Yoel es una clara refe-


rencia al nombre personal de Dios (YHWH) según él mismo se lo reveló a Moisés
(Éx. 3.14). La primera mitad del nombre (Yo) sería una contracción de Yahweh,
que a su vez resulta de la combinación de las consonantes YHWH con las vocales
de la palabra heb. ‘adonai (“Señor”). El Tetragrama (cuatro letras) conforma el

1
Hay por lo menos unos doce personajes llamados “Joel” en el Antiguo Testamento (ver 1 S.
8.2; 1 Cr. 5.4, 8, 12; 7.3; 27.20; Esd. 10.43; Neh. 11.9).
18 – Desastre y esperanza: Joel

nombre divino, que aparece más de 6.000 veces en el Antiguo Testamento. La


segunda mitad del nombre (el) destaca la naturaleza del Señor como el Dios vivo
y del pacto. El es un término general que expresa majestad y poder divinos. Apa-
rece 238 veces en el heb. del Antiguo Testamento, con mayor frecuencia en Sal-
mos y en Job. Como sustantivo designa al Dios de Israel, y muy frecuentemente
se le agregan calificativos o determinados atributos, que destacan la relación de
Dios con su pueblo.

EJERCICIO 1

Atributos del Dios de Israel (El).

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. El Gibbor – “Dios fuerte”: ________________________ y ____________________


2. El Ohim – forma plural de la deidad: _____________________________________
3. El Elohé Israel – “Dios, el Dios de Israel”: _________________________________
4. El Olam – “Dios eterno”: _______________________________________________
5. El Shaddai – “Dios Todopoderoso”: ______________________________________
6. El Roí – “Dios que me ve”: _____________________________________________
7. El Berit – “Dios del pacto”: _____________________________________________
8. El Elyón – “Dios Altísimo”: ____________________ y _______________________

Pasajes: Génesis 1.26; Génesis 17.1; Génesis 14.18; Génesis 16.13; Génesis 21.33;
Génesis 33.20; Jueces 9.46; Salmos 78.35; Isaías 9.6; Jeremías 32.18.

Julius Tyciak: “‘El Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob,


el Dios de los Profetas y de los Apóstoles, no el Dios de los sabios y filó-
sofos.’ Así comienza el famoso ‘Documento del alma’ de Pascal. Esto
significa una profunda ruptura religiosa. Con todo, esta confesión no es
sólo la expresión de una experiencia personal, sino que retoma un dato
fundamental de la revelación bíblica: Dios no es una idea, aun la más ele-
vada de los filósofos. Él no es sin más lo absoluto, lo numinoso, el com-
pletamente distinto. Dios es más bien el viviente, el Señor que se manifies-
ta en la historia, el Dios de la participación más vital en todo devenir
cósmico e histórico. Constituye una antiquísima experiencia bíblica el que
Dios se manifieste a los suyos en un amor condescendiente. Él derriba las
fronteras sin renunciar a su trascendencia. Llena el universo con su inma-
nencia y sigue siendo el supra-cósmico y el inaccesible.”2

2
Julius Tyciak, Figuras proféticas: personajes y contenido del libro de los profetas meno-
res (Florida, Argentina: Ediciones Paulinas, 1970), 67.
Introducción general – 19

El nombre del supuesto autor de este libro es en sí mismo una expresión


comprimida de la fe de Israel. “Yahweh es Dios” es el credo esencial del profeta
y de su pueblo. Yahweh es el nombre con el que Dios se dio a conocer en el pacto
que comenzó a tomar forma con las experiencias de los diversos patriarcas. Él es
“el Señor (Yahweh) y Dios de sus antepasados, el Dios de Abraham, de Isaac y
de Jacob,” que se presentó a Moisés en la zarza ardiente que no se consumía y
que declaró: “Éste es mi nombre eterno; éste es mi nombre por todas las genera-
ciones” (Éx. 3.15).
El nombre del padre de Joel también tiene un significado importante. Se
trata de un nombre compuesto, como el de su hijo: Petu – el. Petu en heb. es
bastante oscuro, pero probablemente significa “visión” y el , como se vio, es
Dios. El significado sería “visión de Dios” (o “juventud o joven de Dios”). Este
es el único lugar en el que aparece este nombre en el texto Masorético y no hay
coincidencias en cuanto a su traducción.

Su personalidad

Toda otra información sobre el autor deberá ser inferida del libro mismo.3
Así, se puede agregar que seguramente Joel era un profeta de Judá, ya que las
referencias geográficas en la profecía misma indican un cierto conocimiento de
este territorio. Por ello mismo, es probable que haya predicado en Jerusalén, si
bien posiblemente era originario de un contexto rural. Su libro indica un tiempo
de crisis nacional total, pero especialmente en su espiritualidad. Pero hubo varios
momentos así en la historia del pueblo de Judá. Además, parece que Joel estaba
familiarizado con la literatura profética precedente, con lo cual se trataría de al-
guien de cierta educación.4 Su interés por el templo, sus funcionarios y el culto no
es evidencia de que fuera sacerdote (ver 1.13 y 2.17 donde deliberadamente pare-
ce tomar distancia del grupo sacerdotal), pero sí lo coloca entre los profetas del
culto o del templo, como Habacuc o Nahúm.5
Su discernimiento espiritual es notable, ya que para él lo eterno y lo tem-
poral están indisolublemente ligados. Para Joel, como para otros profetas, los
acontecimientos históricos y cotidianos tienen la asombrosa capacidad de trans-
mitir el mensaje de Dios. Joel muestra que él es capaz de discernir la acción libe-
radora de Dios en las crisis más agudas de su pueblo, ya sea que éstas consistan

3
Las tradiciones extra bíblicas no son confiables. Seudo-Epifanio en Las vidas de los
profetas dice que el hogar original de Joel estaba en el territorio de Rubén, quizás en base
a 1 Crónicas 5.4.
4
Llama la atención la manera en que Joel cita a otros escritos proféticos. Ver Hans W. Wolff,
Joel and Amos, en Hermeneia (Filadelfia: Fortress Press, 1977), 5, 10. Hay más de treinta citas
de otros profetas en Joel. Ver Graham S. Ogden y Richard R. Deutsch, A Promise of Hope: A
Call to Obedience (Grand Rapids: Eerdmans, 1987), 56, 57; y, especialmente, Ronald Sim-
kins, Yahweh’s Activity in History and Nature in the Book of Joel, vol. 10 de ANETS (Lewis-
ton: The Edwin Mellen Press, 1991), 281-285.
5
Sobre profetismo cúltico o del templo, ver Ángel González Núñez, Profetismo y sacerdocio:
profetas, sacerdotes y reyes en el antiguo Israel (Madrid: La Casa de la Biblia, 1969).
20 – Desastre y esperanza: Joel

en fenómenos naturales o humanos, según se los interprete. Por otro lado, la di-
mensión espiritual de la realidad parece dominar su cosmovisión y pensamiento.
Todos los órdenes de la realidad quedan sujetos u ocupan un segundo plano frente
a la realidad espiritual y sobrenatural superlativa. Joel es un profeta cuya visión
va más allá de lo tangible para procurar penetrar profundamente dentro de la
acción de Dios y el cumplimiento de sus propósitos eternos, a través de los fenó-
menos que son propios de este lado de la eternidad.

FECHA

Ha habido mucha discusión en cuanto a la fecha de composición del li-


6
bro. Un repaso de los principales trabajos sobre Joel muestra que el libro ha sido
fechado en fechas muy dispares. Algunos lo ubican en el siglo IX a.C. (en el período
del rey Joás de Judá; ver 2 R. 11—12) y otros lo fechan en el siglo II a.C. (como
producto de la pluma de un cantor de sinagoga). No son pocos los autores que lo
ubican durante el exilio, en las postrimerías del exilio, o bien temprano en el período
post-exílico, en el siglo IV a.C. En todos los casos, la interpretación del libro se
desarrolla en función de la datación que se le atribuya. De esta manera, la clave para
la lectura y comprensión del texto es externa al mismo y depende del grado de saga-
cidad con que se fundamente una datación y otra.

Dificultades para fechar el libro

Se han utilizado diversos elementos dentro del texto para intentar fundamen-
tar una fecha determinada. Uno de ellos son los hechos históricos a los que parece
referirse. El más relevante en Joel es la brutal invasión de langostas que supuesta-
mente asoló el territorio de Judá. Pero este desastre natural ha ocurrido en diversos
momentos a lo largo de la historia de Israel. Otras posibles referencias históricas son
también relativas o muy indirectas. Un elemento interesante que se ha considerado
para datar el libro son las formas y géneros literarios. Por ejemplo, la literatura apo-
calíptica floreció a partir del período helenístico (finales del siglo IV al siglo I a.C.),
lo que nos inclinaría hacia una fecha tardía. Pero también es cierto que los orígenes
de la apocalíptica pueden rastrearse probablemente hasta el siglo VI a.C. (ver el
Deutero-Isaías, Is. 65.17).
El problema de la datación se torna más complicado cuando se lo plantea
desde una perspectiva hermenéutica, es decir, cuando se levanta la pregunta sobre la
relación del texto con la historia. En este caso, es necesario determinar si la invasión
de las langostas (1.4; 2.25) es una referencia a una plaga real o es una elaboración
imaginativa para referirse a ejércitos invasores provenientes del norte de Israel. De
igual modo, es necesario determinar si Egipto y Edom en 3.19 designan a estas na-
ciones o a enemigos típicos o genéricos del pueblo. Siempre será mejor ver una
relación dinámica entre la historia y el texto resultante. Como indica Pablo R. Andi-

6
Para una apretada síntesis, ver Luis Alonso Schökel y José Luis Sicre Díaz, Profetas: intro-
ducción y comentario, vols. 1 y 2 (Madrid: Cristiandad, 1987), 2:924-926.
Introducción general – 21

ñach: “La experiencia vital de una plaga de langostas—factual o imaginaria, presente


o recibida como memoria colectiva por el pueblo—evoca vivencias de invasión,
destrucción, violación, hace pensar en el hambre posterior, en la ausencia de especies
para el culto; y… esas vivencias el texto las asimila a la de una invasión militar ex-
tranjera.”7 En otras palabras, una invasión militar extranjera es algo tan terrible como
una plaga de langostas. Joel podría estar refiriéndose a una u otra experiencia, o a las
dos al mismo tiempo.
Sea como fuere, el único fundamento para cualquier conclusión sobre la
fecha de composición del libro son las alusiones internas en el texto, que pueden
ser interpretadas de diversas maneras. Básicamente, se le han asignado dos fe-
chas: una temprana y la otra tardía. Pero se han sugerido también algunas posibi-
lidades en el medio.

Posibilidades para fechar el libro

Fecha temprana. Algunos eruditos lo ubican en el siglo IX a.C., durante


la juventud de Joás de Judá y la regencia de Joyadá (c. 835-825 a.C.). Este perío-
do de regencia (ver 2 R. 12.1-21) explicaría la no mención de un rey en el libro.
Joel habría cumplido su ministerio con anterioridad al surgimiento de Asiria co-
mo potencia, ya que no se la menciona.8 En este caso, Joel estaría entre los prime-
ros “profetas escritores” y sería contemporáneo de Amós y Oseas, que cumplie-
ron su ministerio en el reino del norte. Esta ha sido frecuentemente la postura de
comentaristas evangélicos conservadores.

Fecha tardía. Hay eruditos que fechan el libro en una fecha post-exílica
tardía (c. 400-180 a.C.), básicamente por el contenido apocalíptico de algunos
pasajes, las abundantes y variadas citas de otros profetas, la mención del muro de
Jerusalén (2.7, 9) y la referencia a los griegos.9 En este caso, el libro es atribuido
a un cantor de sinagoga de prosa mediocre y obsesionado con las problemáticas
escatológicas.10 A esto hay que agregar otros datos que respaldarían una fecha

7
Pablo R. Andiñach, “Imaginar caminos de liberación: una lectura de Joel,” tesis doctoral,
Buenos Aires: Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos, 1992, 11. El Dr. Andi-
ñach gentilmente facilitó al autor el borrador de su tesis doctoral en un diskette. La paginación
que se asienta corresponde a esa versión del trabajo de Andiñach, que está en mi poder.
8
Carroll Owens Gillis, Historia y literatura de la Biblia, 5 vols. (El Paso: Casa Bautista de
Publicaciones, 1958-1960), 3:118, 119. Ver también David Allan Hubbard, Joel and Amos: An
Introduction and Commentary, en Tyndale Old Testament Commentary (Downers Grove:
Inter-Varsity Press, 1989), 23, 24.
9
F. R. Stephenson, “The Date of the Book of Joel,” VetTes 19:1 (1969): 224-229; ver Wolff,
Joel, 4-6.
10
Varios autores apoyan una fecha tardía, posterior a las reformas de Esdras y Nehemías, en la
primera parte del siglo V a.C. Ver Arthur Weiser, The Old Testament: Its Formation and
Development (Nueva York: Association Press, 1961), 240; Leonard H. Brockington, “Joel,” en
Peake’s Commentary on the Bible, ed. por Matthew Black y H. H. Rowley (Londres: Thomas
Nelson, 1964), 614.
22 – Desastre y esperanza: Joel

posterior al exilio babilónico, como que nunca se menciona a un rey, el sacerdo-


cio parece ser dominante, el culto es central, se afirma que el destierro ya ha ocu-
rrido (3.2), se menciona a los griegos (3.6), el lenguaje presenta aramaísmos, no
se menciona al reino del norte (Israel) ya que Israel es sinónimo de Judá (algo
típico de la época post-exílica), se mencionan naciones extranjeras históricamente
más recientes (fenicios, filisteos, egipcios, edomitas, griegos y sabeos) pero no a
los asirios y babilónicos pre-exílicos y, como se indicó, hay numerosas referen-
cias a textos anteriores del Antiguo Testamento.

Fecha intermedia. En otros casos, hay autores que ubican al libro poco
antes, durante o después de ocurrido el exilio babilónico (entre 630-500 a.C.).11
Quienes sustentan esta posibilidad llaman la atención sobre las referencias a la
alianza de Tiro y Sidón con los filisteos (3.4), y las referencias a mercaderes
griegos (3.6) y sabeos (3.8). La evidencia literaria (citas de otros profetas) ubica
al libro con posterioridad al Deutero-Isaías, Abdías y Malaquías, o sea, durante el
período post-exílico temprano.12 Lo mismo puede decirse en relación de la ofren-
da del tamid (“ofrendas de cereales y las libaciones,” ver 1.9-13; 2.14), que era
una institución de la comunidad post-exílica.
Cualquier otra sugerencia de fecha fuera de éstas queda excluida por la
evidencia interna del libro. Obviamente, como ya se indicó, la datación del libro
es importante porque su interpretación depende en buena medida de ello. En este
comentario se seguirá la datación que ubica a Joel en los años 515-500 a.C.13 En
este caso, Joel sería contemporáneo de profetas como Hageo, Zacarías y el autor
de Isaías 56-66.14 Joel habría predicado después del destierro (3.2, 3), y después
de la construcción del segundo templo en 515 a.C. La alusión al muro en 2.7, 9 no
necesariamente alude a la reconstrucción de la muralla en tiempos de Nehemías

11
Ver los argumentos de Gösta W. Ahlström, Joel and the Temple Cult of Jerusalem (Leiden:
E. J. Brill, 1971), 111-129; Wolff, Joel, 3. Otras posibilidades de fecha en este período son:
598-587 a.C., según Arvid S. Kapelrud, Joel Studies (Uppsala: A.-B. Lundequistska Bokhan-
deln, 1948), 191; 597-587 a.C., según W. Rudolph, Joel, Amos, Obadja, Jona, vol. 13:2 en
KAT (Gütersloh: Gütersloher Verlagshaus Gerd Mohn, 1971), 24-29; 630-600 a.C., según C.
A. Keller, Jöel, Abdias, Jonas, vol. 11a en CAT (Neuchâtel: Delachaux and Niestlé, 1965),
103, y Klaus Koch, The Prophets, vol 1: The Assyrian Period (Filadelfia: Fortress Press,
1983), 158, 159.
12
La mayoría de los autores sostiene una fecha post-exílica. Ver Jacob M. Myers, “Some
Contributions Bearing on the Date of Joel,” ZatW 74 (1962): 177-195; J. Morgenstern, “The
Testimony of Joel 4.2b-8, 19-20,” HUCA 27 (1956): 150-153.
13
William F. Albright, “Review of R. H. Pfeiffer, Introduction to the Old Testament,” JBL 61
(1942): 120, lo fecha entre 522-517 a.C. Ver también: Myers, “Some Contributions Bearing on
the Date of Joel,” 177-195, quien lo fecha en c. 520 a.C.; Ahlström, Joel and the Temple Cult
of Jerusalem, 129, quien lo fecha en 515-500 a.C.; Leslie C. Allen, The Books of Joel, Ob-
adiah, Jonah and Micah, en NICOT (Grand Rapids: Eerdmans, 1976), 22-24, concuerda con
Ahlström y Myers. Para una síntesis de las varias fechas, ver Willem S. Prinsloo, The Theolo-
gy of the Book of Joel (Berlín: Walter de Gruyter, 1985), 5-7.
14
Hubbard, Joel and Amos, 26, 27.
Introducción general – 23

(445 a.C.), pues el muro no había sido totalmente destruido en el año 586 a.C.,
cuando los neo-babilónicos invadieron Jerusalén (Neh. 1.3; 2.13-15).
Además, característico de este tiempo es el lugar prominente de los “an-
cianos” y sacerdotes en el liderazgo de la sociedad de Jerusalén (1.2, 13, 14; 2.16,
17), y la falta de mención de un monarca. El vocabulario y ciertas expresiones
apoyan también esta fecha, pues corresponden a una literatura tardía.15

CONTEXTO

Las palabras de Joel se inscriben en un contexto de crisis aguda en todas


las esferas de la vida individual y colectiva. Es importante entender que la crisis
que Joel refleja va más allá y tiene un alcance más amplio y profundo que una
plaga de langostas, por excepcional que parezca. La intensidad del lenguaje e
imágenes que utiliza el profeta ponen en evidencia un contexto de crisis generali-
zada y extrema, pero expresada en términos bien concretos.

Joseph Comblin: “Los profetas hablan dentro de una situación determi-


nada sobre acontecimientos determinados para personas determinadas. No
enuncian principios como los libros sapienciales. Hablan de realidades
concretas de la historia actual, de lo que está pasando ahora. Hablan no de
una idea de Dios, sino de la presencia de Dios en una circunstancia deter-
minada. Su Dios es un Dios que dice su voluntad a los hombres en deter-
minadas circunstancias. Por eso, el profeta acusa, amenaza, exige, y tam-
bién consuela. Se espera de su mensaje una respuesta a problemas concre-
tos. Lo característico de la palabra profética es su inserción en un tiempo
concreto.”16

La situación económica y social

La comunidad que lo escucha por primera vez ha pasado por un tiempo de


destrucción generalizada, que no ha perdonado nada ni a nadie. Campos, casas y
el templo mismo se han visto asolados, pero lo que es peor, las personas han
sufrido humillación y opresión, posiblemente en manos de naciones extranjeras
que se han aprovechado de su debilidad. Una situación de pobreza y miseria llegó
caracterizar a la mayoría en el pueblo, que vio violados sus derechos y atropellada
su dignidad, al punto que muchos fueron vendidos como esclavos a los griegos
(3.6a).17 El desarraigo y el alejamiento del terruño (3.6b) agregaron más compo-
nentes dramáticos a la crítica situación económica y social del pueblo (ver Ez.
27.13).

15
Wolff, Joel, 5. Cf. Alhström, Joel and the Temple Cult, 23, 24.
16
Joseph Comblin, “Misión profética de la Iglesia en los tiempos actuales,” Mensaje
23:229 (junio 1974): 217, 218.
17
Myers, “Some Contributions Bearing on the Date of Joel,” 178-185.
24 – Desastre y esperanza: Joel

Luis Alonso Schökel y José Luis Sicre Díaz: “Dentro de la crueldad


despreocupada, estos cargos son sorprendentemente modestos. Se men-
cionan deportaciones, expropiaciones, abusos sexuales, no se mencionan
matanzas y ensañamientos (varios delitos de Am. 1—2 parecen más gra-
ves). Desde luego, la serie es selectiva, y en el sorteo de los esclavos [3.3-
5] mucho va incluido; con todo, si el texto apunta de algún modo a los
persas, éstos salen mejor parados que los asirios y babilonios. El texto
habla sin especificar: ‘todos.’ Lo grave es que en los pobres judíos se de-
cide su destino último.”18

La situación política y militar

Si las descripciones de Joel 1 reflejan una situación de desastre de carácter


político y militar, el autor tiene que haber tenido presente un evento histórico de
envergadura mayor y de consecuencias perdurables. Esta situación se corresponde
bastante bien al período de la dominación persa. Lamentablemente, este período
en Palestina no es bien conocido, tanto a partir de las fuentes escritas y los textos
bíblicos, como a partir de los datos que aporta la arqueología.19 La política impe-
rial persa fue sumamente opresiva. Los persas impusieron su dominio en todos
los aspectos de la vida, especialmente en lo económico mediante una pesada
recolección de impuestos. El pueblo vivía una especie de libertad condicionada.
Las instituciones de los vencidos eran respetadas en tanto se cumpliese con la
carga impositiva exigida por el imperio. Quizás fue en este contexto de libertad
condicional que ocurrió una intervención militar punitiva de tal intensidad y nivel
destructivo, que el profeta no encontró mejor imagen para describirla que la de
una plaga de langostas.

Pablo R. Andiñach: “Algo ocurrió en Judea misma o en el mundo inter-


nacional que generó las condiciones para que una invasión militar quebra-
ra el frágil soporte de esa paz exterior. Probablemente este nuevo evento
permitió que salieran a luz anhelos de liberación que plasmaron en nuestro
libro. Un pueblo durante mucho tiempo agobiado por la extracción de ri-
queza mediante impuestos, mantenido en una situación de pobreza cróni-
ca, y ahora golpeado con una invasión devastadora, desea dar testimonio
de eso (1.3) y anunciar que el plan de Dios es distinto del plan imperial.”20

También es posible que sesenta o setenta años después de la deportación


forzada a Babilonia y ya producido el retorno al terruño, el pueblo de Judá todav-
ía sentía el dolor de los días de la caída de Jerusalén como algo reciente. John
Bright nos ofrece una excelente síntesis del contexto histórico en el que proba-
blemente Joel cumplió su ministerio, según esta posibilidad:

18
Alonso Schökel y Sicre Díaz, Profetas, 2:945, 946.
19
Andiñach, “Imaginar caminos de liberación,” 76-80.
20
Ibid., 82.
Introducción general – 25

John Bright: “Los recién llegados tuvieron que enfrentarse con años de
opresión, privación e inseguridad, tarea siempre llena de azarosas dificul-
tades en sí misma. Fueron perseguidos por una serie de estaciones pobres
y faltas parciales de cosechas (Hag. 1.9-11; 2.15-17), que dejó a muchos
de ellos desamparados, sin alimentos ni vestidos adecuados (1.6). Sus ve-
cinos, especialmente la aristocracia de Samaria, que había considerado a
Judá como parte de su territorio, habían sentido que se pusiera un límite a
sus prerrogativas y eran abiertamente hostiles. No se puede precisar cuán-
do ni cómo se hizo patente por primera vez esta hostilidad, pero es proba-
ble que existiera desde el principio. No es verosímil que los judíos resi-
dentes en el país dieran siempre la bienvenida con entusiasmo a la afluen-
cia de emigrantes. Ellos habían considerado, y probablemente seguían
considerando, la tierra como suya y no es fácil que se sintieran muy ani-
mados a dar lugar a los recién venidos y acceder a sus reclamaciones sobre
las posesiones ancestrales.... Que la moral de la comunidad había decaído
peligrosamente se transparenta con claridad en Ageo, Zacarías e Isaías
56—66…. De hecho la nueva comunidad no era, en modo alguno, el Israel
reavivado y purificado del ideal profético. Había tensiones económicas,
posible secuela de la inevitable lucha por el suelo de una repatriación tan
masiva, agravada acaso cuando las malas estaciones llevaron a la banca-
rrota a los menos afortunados.”21

La situación espiritual y moral

En un contexto signado por la pobreza, la miseria y el desarraigo, a lo que


se agregaba el recuerdo de una hecatombe militar y un conflicto político crecien-
te, o la experiencia actual de tales condiciones de inestabilidad, el pueblo no pod-
ía mostrar un perfil moral y espiritual elevado. Por el contrario, las condiciones
en esas áreas de la vida del pueblo eran tan desastrosas como en las otras áreas ya
mencionadas. A la pobreza y la miseria material se agregó la indigencia espiritual
y moral.

John Bright: “Hay pruebas abundantes de que la moral de la comunidad


no era buena. El desaliento había llevado a la desilusión y ésta, a su vez, a
una laxitud religiosa y moral. Las palabras de Malaquías y las memorias
de Nehemías, ligeramente posteriores, lo muestran con claridad…. Estas
actitudes produjeron, naturalmente, un amplio derrumbamiento de la mo-
ralidad pública y privada, e incluso el peligro de que la comunidad se des-
integrara internamente…. El peligro, en resumen, era tan real que si la
comunidad no podía liberarse de él enteramente, recobrar la moral y en-
contrar su dirección, pronto o tarde perdería su carácter distintivo, si es
que no se desintegraba por completo. Se hacían necesarias medidas drásti-

21
John Bright, Historia de Israel (Buenos Aires: Editorial Methopress; Bilbao: Desclée de
Brouwer, 1966), 383, 385, 386.
26 – Desastre y esperanza: Joel

cas, ya que la comunidad no podía continuar en la situación ambigua pre-


sente, ni podía recrear el orden del pasado. Había que buscar nuevos ca-
minos si Israel quería sobrevivir como una entidad creadora.”22

La fe en el Señor se vio seriamente comprometida en estos años. El Dios


del pacto parecía haber estado ausente de su pueblo durante mucho tiempo, y esto
explicaba las desgracias que habían sufrido. Este estado de cosas no parecía haber
cambiado con el retorno del exilio. Por el contrario, los desafíos parecían haberse
multiplicado y sin demasiadas evidencias de la presencia providente de Yahweh.
Mientras se trataba de restaurar la estructura religiosa del templo y su sacerdocio,
iba desapareciendo poco a poco el ministerio de los profetas y su vocación de
proclamar una fe viva y una ética consecuente. Joel ministró en un tiempo así,
donde las urgencias de la supervivencia y la construcción de nuevas estructuras
políticas, sociales y religiosas postergaban la puesta de atención sobre las cues-
tiones espirituales y morales fundamentales. En consecuencia, el ministerio profé-
tico no era tenido como una necesidad prioritaria por parte de la sociedad. Esto
continuó así incluso cuando poco a poco las condiciones del pueblo fueron mejo-
rando o al menos tornándose más aceptables.

Salo Wittmayer Baron: “La condición de los judíos [durante este perío-
do] no tardó en mejorar lo suficiente como para que la mayoría del pueblo
se reconciliase con su suerte, particularmente en ausencia de los antiguos
abusos económicos que aún no se habían filtrado en esta sociedad bastante
anémica. Si bien todavía había muchos que se hacían llamar ‘profetas,’ la
nueva situación no favorecía una gran originalidad literaria. La mayoría de
los ‘profetas’ habían sido pobres incluso en los días más gloriosos de la
profecía, y ahora que faltaban los pocos redentores del género se empo-
brecieron aun más…. Esta declinación se aceleró cuando la progresiva
dispersión de los judíos eliminó el contacto íntimo que había existido ante-
riormente entre el profeta y su pueblo. A medida que el mensaje escrito se
convertía en el principal medio de comunicación, la profecía se hacía más
y más libresca. No es extraño que la inspiración desapareciera para dejar
paso al estudio. El profeta-libresco engendró al autor apocalíptico y, lo
que es más importante, al escriba.”23

La situación religiosa y cúltica

El autor de Isaías 56-66 (Deutero-Isaías) la describe de manera patética.


Básicamente, fue un período de confrontaciones entre dos tradiciones divergen-
tes. Estos partidos involucrados representaban posturas teológicas diferentes, pero
también tenían que ver con reclamos de clase y prestigio social. De un lado, esta-

22
Ibid., 398, 399.
23
Salo Wittmayer Baron, Historia social y religiosa del pueblo judío, vol. 1: Época anti-
gua, parte I (Buenos Aires: Editorial Paidós, 1968), 173.
Introducción general – 27

ban los sacerdotes sadoquitas, conservadores y elitistas, asociados a los ricos y


poderosos, y que pretendían el control del culto y de la ley. Por el otro lado, esta-
ban las mayorías oprimidas y marginadas, por las que el profeta hace una op-
ción.24 Según el autor de Isaías 56-66, esta masa popular era heredera de la tradi-
ción del Siervo de Yahweh de Isaías 40-55. Básicamente su reclamo era que la
institución y la estructura ligadas al culto fueran coherentes con la aplicación y
vivencia de la justicia, particularmente en relación con los más marginados en la
comunidad (Is. 58.1-15; 61.1-3). El profeta demanda un auténtico culto a Yah-
weh, que no excluya a ningún miembro de la comunidad bajo ninguna circuns-
tancia (Is. 56.3-6; 66.2, 22, 23).25
Joel parece cumplir su ministerio inmediatamente después que el autor de
Isaías 56-66 (y quizás también durante o inmediatamente después de la predica-
ción de Hageo y Zacarías). Lejos de producirse cambios en la situación, ésta
parece haber empeorado para cuando Joel inicia su labor profética. Da la impre-
sión como que han ocurrido eventos catastróficos que han llevado las cosas al
borde de la disolución social y la total indefensión del pueblo. Las fuerzas socia-
les más dinámicas parecen haber quedado paralizadas por los acontecimientos y
un alto grado de anarquía se ha ido enseñoreando de la sociedad como un todo,
incluso dentro de la propia estructura eclesiástica (1.9, 13, 16). La comunidad se
siente amenazada y está sufriendo.
Frente a estas circunstancias tan aciagas, Joel no ve otra posibilidad que
una renovación profunda en la relación del pueblo con Yahweh. La caída de Jeru-
salén (en 587 a.C.), el exilio en Babilonia, el penoso regreso y las dificultades que
siguieron atormentando a los repatriados, incluso una posible intervención mili-
tar, son evidencias claras del sufrimiento por el que pasó y estaba pasando el
pueblo. Las crisis presentes que estaba sufriendo la comunidad judía justificaban
plenamente el clamor del pueblo a Dios por liberación. La relación entre el cielo
y la tierra no pasaba por su mejor hora. Es por eso que el profeta prefiere proyec-
tarse hacia el futuro. Pero lo hace con un ojo sobre el pasado, porque su concepto
de quién es Dios y qué es lo que él espera de su pueblo de algún modo se alimen-
ta de una larga historia de liberación. En este sentido, Joel hizo una contribución
única a la religión del pueblo, que bien puede ser considerada como una democra-
tización y universalización del carisma del Espíritu Santo.

Salo Wittmayer Baron: “Ahora el pueblo estaba físicamente diezmado y


socialmente arruinado; lo amenazaba la extinción nacional y vivía, por así
decirlo, sin pisar tierra firme. No obstante, en estas condiciones se acerca-
ba más que nunca al objetivo fijado por los profetas. Gradualmente los
grupos dirigentes del Exilio babilónico cultivaron la santidad en escala na-

24
Paul D. Hanson, The Dawn of Apocalyptic (Filadelfia: Fortress Press, 1975), 130; y Eliza-
beth Achtemeier, The Community and Message of Isaiah (Minneapolis: Augsburg Press,
1982), 17.
25
Edesio Sánchez Cetina, “Pentecostés en Joel 2.18-32, en Hechos 2, y en nuestros días,” VyP
4:1-2 (1984): 44.
28 – Desastre y esperanza: Joel

cional, más que entre unos pocos hombres representativos. La fe de los


profetas se convirtió en un patrimonio democrático; se difundió y abarcó a
todo el grupo étnico. Fue en esta época cuando Joel proclamó el ideal:
2.28, 29.”26

ESTILO

El libro de Joel es la “obra de un gran poeta, que construye con rigor y que
sabe desarrollar coherentemente una transposición imaginativa, que renueva con
breves imágenes la tradición literaria y los motivos poéticos comunes.”27 Su libro
es una poderosa creación literaria, que presenta una ilustración muy significativa
del modo de profetizar. Su estilo presenta un notable contraste respecto al estilo
monótono y algo pomposo de profetas como Hageo y Malaquías. Joel se caracte-
riza por la claridad, fluidez y belleza de su composición, al punto que, como poe-
ta lírico es uno de los mejores del Antiguo Testamento, destacándose por su capa-
cidad descriptiva, su efectividad comunicativa, su dramatismo y su nivel literario
rico en imágenes y símiles. Joel se destaca por su uso del paralelismo (1.10), la
hipérbole (2.30, 31), y la paronomasia o juego de palabras para hacer sus pinturas
más gráficas y más vivas (1.12, 15; 3.12). Así, pues, hay varias cuestiones a con-
siderar, que tienen que ver con su estilo literario particular.

Poesía y profecía

Una de las características de la comunicación profética en el Antiguo Tes-


tamento es que muchas veces el vehículo escogido para la misma es la poesía.
Esto se ve expresado de manera particular en Joel en dos aspectos típicos de la
poesía hebrea: su ritmo y su paralelismo.

Vicente Hernández Catalá: “Es fácil observar que, con algunas excep-
ciones, los profetas suelen pronunciar sus profecías utilizando la poesía….
Por poesía entendemos un hablar caracterizado por el ritmo y el paralelis-
mo. Se ha llegado incluso a decir que en el mundo semita un profeta no
encontraba auditorio si no era también poeta. Quizá esto se base en esa ley
universal que quiere que todo sentimiento profundo se exprese en lenguaje
ritmado; y los más afectados serían los semitas, que llegaron a formular
diversas teologías de la palabra. Y es que la poesía es el lenguaje de la ra-
za humana cuando se siente conmovida; y si no, considérese el respeto
universal, sobre todo en pueblos arcaicos, de que goza el poeta. La poesía,
pues, sería en bastantes ocasiones un signo externo de la profecía.”28

26
Wittmayer Baron, Historia social y religiosa del pueblo judío, 1:175.
27
Alonso Schökel y Sicre Díaz, Profetas, 2:927.
28
Vicente Hernández Catalá, “La figura del profeta en la historia de las religiones,” Esc-
Ver 4 (1974): 90, 91.
Introducción general – 29

Ritmo. Los ritmos poéticos hebreos más frecuentes son el hexámetro (3 +


3) y el pentámetro (3 + 2). El ritmo o la métrica poética hebrea se miden por el
conteo de las letras, las vocales, los acentos o las palabras. El conteo de las pala-
bras es el más efectivo para determinar el ritmo de la poesía de Joel. Este profeta
es hábil en introducir también otras métricas poéticas para lograr un efecto desea-
do. Por ejemplo, una sucesión de frases de dos elementos en las descripciones
generales (1.4, 9b-11a, 19, 20; 2.9) y la misma métrica para una serie de impera-
tivos (1.14; 2.15b, 16; 3.9-13), y frases de cuatro elementos para una declaración
solemne (3.4-6). Estas métricas que marcan el ritmo del texto sólo se pueden
percibir en el texto hebreo y no en las traducciones al español.

Paralelismo. Casi todos los libros del Antiguo Testamento contienen algo
de poesía, y en el caso de Joel casi todo el libro es poético. El rasgo predominante
en la poesía hebrea es el paralelismo. En este caso hay dos o tres líneas cortas
donde se observa una de tres relaciones entre sí: sinonimia, antítesis o síntesis. En
la primera, la segunda línea expresa un pensamiento idéntico o casi idéntico al de
la línea anterior. En la segunda, las líneas subsiguientes expresan pensamientos
opuestos. En la tercera, las líneas subsiguientes presentan poco o nada de repeti-
ción. Un ejemplo de paralelismo en Joel es 1.10.

Detalles e imágenes

Es notable en Joel el estilo impresionista, casi puntillista, de sus descrip-


ciones. Su lenguaje es bien concreto y detallado. Llama la atención la manera en
que enumera plantas y tipos de personas y animales que fueron afectados por la
plaga de langostas y la sequía (cap. 1). De igual modo, la riqueza de la renovación
que Dios promete adquiere color y tonalidades de gran fertilidad en sus palabras
de 2.19-26. El mismo lenguaje puntilloso y de alta definición es usado en su es-
pecificación y enumeración de los grupos humanos convocados al arrepentimien-
to nacional. Prácticamente no queda nadie excluido (2.16, 17). Lo mismo ocurre
con los que reciben el derramamiento del Espíritu Santo (2.28, 29). El juicio
divino se justifica y sus métodos se explican haciendo referencia a Tiro, Sidón y
Filistea (3.4-8) y a Egipto y Edom (3.19). No hay margen para la especulación o
la fantasía en las descripciones de Joel, dada la claridad de los detalles e imágenes
que presenta.

Símiles y metáforas

La calidad comunicativa del profeta se ve también en el uso que hace de


símiles y metáforas. Las langostas son denominadas como “una nación” en 1.6,
“un pueblo” en 2.2), “un ejército” (2.5, 11, 25). Sus dientes son como “de león”
(1.6). Su capacidad destructiva es como “el fuego” (2.3). Estas langostas se pare-
cen a “caballos” (2.4) y suenan como “carros de guerra, como el crepitar del
fuego al consumir la hojarasca” y “son como un ejército poderoso en formación
de batalla” (2.5). De hecho, marchan y atacan la ciudad “como guerreros” (2.7).
30 – Desastre y esperanza: Joel

Además, el “corazón” rasgado (2.13) es una excelente metáfora para el arrepen-


timiento interior. El juicio final es una “cosecha” o un “lagar” (3.13).

Repeticiones y correspondencias

Joel es uno de los libros más cortos en el Antiguo Testamento. Por ello
mismo, sorprende la cantidad inusual de repeticiones y correspondencias que
presenta.

Repeticiones. La consideración del texto lleva a concluir que el autor no


está simplemente queriendo llenar espacios en su libro, sino que sus repeticiones
tienen un fin didáctico. Además, hay ciertas cosas que Joel quiere enfatizar de
manera especial. Por ejemplo, en el capítulo 1 hay repeticiones y sinónimos que
expresan la grandeza del sufrimiento y la magnitud del desastre ocurrido en el
campo con las langostas y la sequía. Joel reitera el carácter extraordinario de la
plaga y su magnitud destacando su naturaleza increíble (1.2, 3; 2.2). El énfasis se
profundiza con el uso de los sinónimos “nación” (1.6) y “pueblo” (2.2), en cada
caso con adjetivos similares (“nación poderosa e innumerable,” 1.6; y “pueblo
fuerte y numeroso” (2.2). También se repite el vocablo “ejército” (2.11, 25) con
calificativos parecidos (“innumerables y poderosos” y “gran” respectivamente).
Otro uso de la repetición es mediante la presentación de una sucesión de
elementos, por ejemplo, de generaciones sucesivas (1.3) o de los tipos de langos-
tas invasoras (1.4). En algunos casos, la repetición sirve para expresar ironía
como en la mención de “venganza” (3.4, 7), “movilicen” y “alístense” (estas
palabras tienen la misma raíz en el heb.) y “suban” (3.9, 12). El clímax de la
repetición llega con las referencias repetidas al día del Señor que apuntan a su
advenimiento final (1.15; 2.1, 11, 31; 3.14). Además, Joel repite tres veces una
frase o idea característica al final de cada sección principal (1.20, ver 1.19; 2.27,
ver 2.26; 3.21, ver 3.17).

Correspondencias. En cuanto a esto, es típico de este profeta extraer pa-


ralelos entre cosas similares o que se corresponden. La correspondencia más
elaborada es la que establece entre las langostas (caps. 1—2) y las naciones paga-
nas (cap. 3). Es interesante notar que ambos conjuntos han “invadido” o se han
“movilizado” (1.6; 3.9, 12) contra la tierra del Señor (1.6; 3.2); ambos han devas-
tado a la tierra y a las personas (1.4—2.11; 3.2-8, 19). Joel habla de la plaga de
langostas como un juicio, y por tanto, es una advertencia y un aspecto del día del
Señor (1.14; 2.1, 2, 10); el juicio correspondiente a las naciones paganas es tam-
bién el día del Señor (2.13-16, 19). El camino para la liberación de las langostas
es el arrepentimiento (1.13, 14; 2.12-17), y en el día del Señor final la salvación
es para todos aquellos que invoquen el nombre de Dios, es decir, los que se arre-
pientan (2.32). Las bendiciones que siguen a estos actos de liberación son tam-
bién similares: una fertilidad abundante (2.19, 22-24; 3.18); la vindicación del
pueblo de Dios (2.18, 26, 27; 3.17, 21); y la presencia de Dios en medio de ellos
Introducción general – 31

(2.27; 3.21). El profeta logra imprimir en su texto simetría y unidad mediante la


utilización de estas correspondencias.

Contrastes y cambios

Contrastes. Joel utiliza diversos contrastes para destacar un efecto o re-


sultado. La devastación producida por las langostas y la sequía con el sufrimiento
resultante para seres humanos y animales (1.4-20) son contrastadas con la restau-
ración de la fertilidad y la alegría que ésta produce (2.19-25). Es interesante notar
que el contraste es subrayado mediante el uso de las mismas palabras para descri-
bir la destrucción de todos los productos de la tierra (1.4-20) y la restauración de
la fertilidad de esos mismos productos (2.19-25). En la segunda parte del libro
(2.28—3.21) los juicios sobre las naciones paganas están en contraste con las
bendiciones destinadas al pueblo de Dios.

Cambios. En cuanto a los cambios, nuestro autor, al igual que otros profe-
tas hebreos, juega frecuentemente con el cambio de las personas de los verbos y
los pronombres. Por ejemplo, sus referencias a Dios están ocasionalmente hechas
en la segunda persona (1.19; 3.11b). Pero también utiliza la tercera o la primera
persona, especialmente cuando quiere expresar las palabras directas de Dios.
Estos cambios de persona revelan cuán profundamente identificaba el profeta sus
palabras con la palabra de Dios. El texto se dinamiza con estos cambios de perso-
na, especialmente al cambiar de la tercera persona en las descripciones de la plaga
de langostas y del juicio final, a los imperativos en segunda persona (1.5, 8, 11,
13, 14; 2.12, 13, 15-17; 3.9-13).

EJERCICIO 2

Paralelos en ideas e imágenes en otros libros del Antiguo Testamento.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Una trompeta que anuncia el juicio que viene (Jl. 2.1):


______________________________ y _______________________________
2. Oscurecimiento de los cuerpos celestes en el Día del Señor (Jl. 2.10, 31; 3.15):
_____________________________ y ________________________________
3. La cosecha de la mies como ilustración del juicio divino (Jl. 3.13a):
_____________________________ y ________________________________
4. La elaboración del vino como ilustración del juicio divino (Jl. 3.13b):
_____________________________ y ________________________________
5. Una fuente que brota de la casa del Señor (Jl. 3.18):
_____________________________ y ________________________________
32 – Desastre y esperanza: Joel

Pasajes: Isaías 13.10; Isaías 17.5; Isaías 27.13; Isaías 28.3; Isaías 63.3; Jeremías
51.33; Ezequiel 32.7; Ezequiel 47.1-12; Sofonías 1.16; Zacarías 14.8.

ESTRUCTURA

Se han propuesto varias maneras de bosquejar el libro de Joel, según la es-


tructura que parece presentar.

División en dos partes: pasado y futuro

La división más obvia y la más frecuente es en dos partes. En la primera se


trata la experiencia pasada del pueblo mediante una liturgia penitencial (1.1—
2.27). La segunda parte tiene un profundo contenido escatológico, y apunta al
futuro con un encendido lenguaje apocalíptico (2.28—3.21).29 Algunos autores
sostienen que la primera parte es anterior a la segunda y fue hecha por un autor
diferente.30 El criterio básico seguido para hacer esta división es la mención de
“el día de Yahweh.” En la primera parte se toma a este día como algo que ya
ocurrió, mientras que en la segunda parte se trata de algo futuro.

La unidad del libro: castigo y bendición

Otros eruditos sostienen la unidad del libro, si bien hacen un corte entre
2.17 y 2.18. En este caso, el libro trataría de la plaga de las langostas (1.4—2.17),
y de la promesa escatológica a Israel y el juicio a las naciones (2.18—3.21).31
Probablemente esta división ofrece una mejor comprensión de la estructura inter-
na del libro, porque reconoce los distintos énfasis que Joel da al importante con-
cepto de “el día de Yahweh.”32 En la primera sección, el autor presenta el tema
del castigo y el consiguiente sufrimiento del pueblo, mientras que en la segunda
parte presenta la restauración del pueblo arrepentido y el castigo de las naciones
enemigas. Esta división marca una distinción entre la experiencia histórica del
pueblo y la expectativa escatológica del profeta, y responde más coherentemente
a lo que parece ser una cuestión central en el mismo: el día de Yahweh.

29
Arthur Weiser, Introduction to the Old Testament (Londres: Darton, Longman and Todd,
1961), 239, 240; ver también Idem, Die Propheten Hosea, Joel, Amos, Obadja, Jona, Micha,
vol. 24 en ATD (Göttingen: Vandenhoeck und Ruprecht, 1974); y Kapelrud, Joel Studies, 3-9.
30
Este concepto fue presentado por primera vez en 1872 por M. Vernes y ha sido seguido con
modificaciones por eruditos como J. Rothstein, J. A. Bewer, B. Duhm, E. Sellin, T. H. Robin-
son, O. Eissfeldt y O. Plöger.
31
En 1926 L. Dennefeld se opuso a la tesis de Verne. Entre los eruditos que suscriben esta
conclusión se encuentran: A. Jepsen, A. S. Kapelrud, J. Thompson, A. Weiser, H. W. Wolff,
L. C. Allen, S. R. Driver, y G. W. Ahlström.
32
Sánchez Cetina, “Pentecostés en Joel 2.18-32,” 45.
Introducción general – 33

Daniel P. Monti: “Los profetas dieron un contenido moral a la idea del


‘Día de Jehová,’ aun cuando no determinaron específicamente en qué con-
sisten las recompensas y castigos de tal día. El día de triunfo, que es de re-
habilitación de Israel en cuanto a pueblo elegido, encierra un importante
elemento: la creencia en la resurrección nacional, creencia que lleva los
gérmenes de muchas de las expectativas escatológicas. Si los profetas no
hubieran recalcado la distinción entre (a) el período de sufrimiento nacio-
nal y (b) el período de la gloria nacional, sería difícil comprender cómo
adquirieron tanta importancia las doctrinas posteriores de las dos eda-
des.”33

Hans Walter Wolff, quien mejor que nadie ha defendido la unidad de Joel,
ha mostrado la correspondencia que existe en la estructura de Joel entre el anun-
cio profético de castigos y sufrimientos, y la promesa de bendición y liberación.
Al lamento de 1.4-20 le corresponde la promesa de 2.21-27. El anuncio de la
catástrofe de 2.1-11 es seguido por el concepto paralelo-antitético de la promesa
de mejores tiempos en 3.1-3, 9-17. El llamado al arrepentimiento en 2.12-17 se
corresponde con la promesa del Espíritu Santo en 2.28-32.34 Esta estructuración
ayuda a mantener la unidad interna del libro, pero no sigue su desarrollo o se-
cuencia natural.

El día del Señor: pecado, castigo, arrepentimiento y salvación

Otra posibilidad de estructuración consiste en prestar mayor atención a la


fórmula “el día de Yahweh.” El libro se puede dividir según la aparición de esta
frase (1.15; 2.1, 11, 31; 3.14). La primera vez en que aparece tiene que ver con la
destrucción provocada por una supuesta plaga de langostas. En 2.1 y 2.11 la frase
está relacionada con un llamado al arrepentimiento y la amenaza de males mayo-
res a los ya experimentados. En los dos últimos casos en que aparece (2.31 y
3.14), la frase está asociada a un anuncio de liberación para el pueblo de Dios y
de condenación para las naciones enemigas que no se arrepientan.
Esta estructuración del libro de Joel guarda una mejor relación con el mo-
delo tradicional de la literatura hebrea, en el que la secuencia pecado, castigo,
arrepentimiento, salvación se repite una y otra vez (Jue. 2.11-23; 3.7-11; 4.1-24;
etc.). De esta manera, Joel aplicaría el viejo modelo a la situación de sus días,
siguiendo en su libro el siguiente esquema:

1. Pecado 1.2, 3
2. Castigo 1.14-20
3. Arrepentimiento 2.1-17
4. Salvación 2.18-29

33
Daniel P. Monti, Voces del pasado: actualidad del mensaje profético (Buenos Aires:
Methopress, 1964), 32, 33.
34
Wolff, Joel, 7.
34 – Desastre y esperanza: Joel

En esta secuencia, el “día de Yahweh” funcionaría como un marcador o


indicador de cambios en relación con el pueblo y como fórmula de transición. El
pasado y el futuro se conectan con esta frase, que plantea la doble alternativa que
confronta al pueblo con la necesidad de una decisión. Según la respuesta del
pueblo, la acción de Dios resultaría en salvación o castigo.35

Liturgia de lamento

Queda todavía otra posibilidad de comprensión de la unidad de Joel, fuera


de los argumentos basados en su autoría y cohesión literaria. Según Graham S.
Ogden es posible ver a Joel como una obra literaria basada en una liturgia de
lamento, que comienza con un “Llamado a la Lamentación,” seguido por “Gritos
de Lamentación,” la “Respuesta de Yahweh,” y alcanza su punto más alto con las
“Promesas de la Ayuda Divina” a la nación en crisis.36 Después del Título (1.1),
hay una Convocatoria al pueblo (1.2, 3) para escuchar lo que el profeta tiene para
decir. El mensaje del libro comienza en 1.4. En 1.5-14 se encuentra el Llamado a
la Lamentación, que es seguido por dos Gritos de Lamentación paralelos (1.15-18
y 1.19, 20) y dos Gritos de Alarma (2.1.14 y 2.15-17). La siguiente subdivisión
mayor (2.18-32) presume que la nación ha prestado atención al Llamado a la
Lamentación, porque presenta la Respuesta de Yahweh como una promesa profé-
tica. Dios no sólo va a revertir la destrucción causada por los invasores sino que
va a derramar su Espíritu sobre “toda carne.” Finalmente, en 3.1-21 se presenta
una serie de cuatro oráculos con palabras de juicio contra ciertas naciones extran-
jeras que abusaron de Judá. Unida a esta palabra de juicio contra las naciones
opresoras hay una palabra de aliento y esperanza para Judá.
Según Ogden, una característica de los lamentos es el uso deliberado de
una combinación de metáforas para describir la dificultad particular que se con-
fronta. Por lo tanto, las referencias a las langostas y la sequía probablemente no
describen desastres naturales sino, junto con las referencias al fuego, constituyen
imágenes que pintan vívidamente la crisis por la que estaba pasando el pueblo.
Según Ogden, la situación histórica real que está detrás de estas imágenes es la
devastación total causada por la invasión babilónica sobre Jerusalén en el 587
a.C. En este comentario se seguirá en parte la propuesta de Ogden, especialmente
en el análisis exegético del libro.

TEOLOGÍA

Dos cuestiones teológicas fundamentales son las que responden a las pre-
guntas ¿Qué hace Dios? y ¿Quién es Dios? En un sentido, la respuesta a un inter-
rogante es fundamental para responder al otro, y viceversa. Lo que Dios hace
expresa quién es él, y lo que él es se hace manifiesto a través de lo que él hace.

35
Sánchez Cetina, “Pentecostés en Joel 2.18-32,” 46.
36
Ogden, A Promise of Hope, 8, 9. Ver también, Idem, ““Joel 4 and Prophetic Responses to
National Laments,” JStOT 26 (1983): 97-106.
Introducción general – 35

Cuando estas dos preguntas se aplican al contenido de la profecía de Joel, es


posible discernir cuál es su teología.

¿Qué hace Dios según Joel?

Todos los profetas expresan una determinada comprensión del accionar de


Dios en la historia. En el caso de Joel, su teología pone de manifiesto ciertas
comprensiones teológicas singulares en torno a esta cuestión. A Joel y su com-
prensión de la acción divina se pueden aplicar las palabas de Joseph Comblin en
relación con todos los profetas.

Joseph Comblin: “Lo propio de los profetas es… su concepción de Dios.


Para ellos, Dios no es objeto de una ciencia ni de una doctrina religiosa. Es
alguien que juzga lo que los hombres hacen en un momento determinado
de la historia. Creer en Dios no es aceptar una filosofía, ni una doctrina
sobre Dios, sino aceptar su juicio sobre lo que pasa en la historia de hoy.
Predicar a Dios no es exponer un catecismo sobre los atributos abstractos
de un ser absoluto, sino manifestar lo que dice Dios en la historia actual.
Los demás dioses son ídolos inventados por los hombres para darse moti-
vaciones, disculpas, justificación de lo que hacen.”37

Estas ideas se expresan básicamente a través de tres enseñanzas teológicas


fundamentales, que recorren todo el libro de Joel.

El Día del Señor. El primer concepto gira en torno del “día de Yahweh”
(1.15; 2.1, 11, 31; 3.14), idea que probablemente Joel desarrolló con anterioridad
a otros profetas o a la que le dio una expresión acabada (según cómo se feche el
libro). La riqueza teológica de este concepto ha sido bien evaluada como “el
momento cuando Yahweh toma más resueltamente las riendas, que parece haber
tenido sueltas antes, cuando las corrientes de su gobierno moral, que antes han
estado corriendo perezosamente, reciben un avivamiento misterioso, y la obra del
Señor sobre la tierra al fin se hace adecuadamente.” De esta manera, el día de
Yahweh significa “el día en que Yahweh se manifestará como Dios.”38 En este
sentido, este es el día definitivo de Dios, un día que expresa tanto terror como
bendición, un día de venganza y de retribución de los redimidos, el día en que
todos los principios eternos de la justicia divina y del deber humano quedan de-
mostrados, en definitiva, es el día del juicio final. Esta es la enseñanza principal
de Joel en cuanto a Dios y su accionar en la historia.

El “arrepentimiento” requerido. Joel pasa a la consideración de esta


cuestión práctica en 2.12-17. En estos versículos, el profeta exhorta a sus lectores

37
Comblin, “Misión profética de la Iglesia,” 218.
38
Ver George L. Robinson, Los doce profetas menores (El Paso: Casa Bautista de Publi-
caciones, 1982), 37, 38.
36 – Desastre y esperanza: Joel

a “volverse a Dios” (arrepentimiento), o sea, a recurrir a él por liberación, y pro-


mete que por medio del mismo, ellos podrán alejarse del día del terror del juicio
divino y recibir el favor de Dios. Si el pueblo se vuelve al Señor, la plaga de lan-
gostas quedará sin efecto y vendrán bendiciones materiales y espirituales (2.18-
32). Este llamamiento urgente del profeta al arrepentimiento expresa el carácter
justo y santo de Dios, que no puede admitir el pecado en su presencia, ni siquiera
el pecado de su pueblo escogido, y que espera que su pueblo recurra a él en mo-
mentos de gran necesidad.

El derramamiento del Espíritu. La tercera gran enseñanza teológica del


libro tiene que ver con el prometido derramamiento del Espíritu Santo sobre toda
la humanidad (2.28, 29). La dimensión profética de este anuncio es extraordina-
ria, porque desde el presente del profeta alcanza al pasado (Nm. 11.29) y se pro-
yecta al futuro (Hch. 2.16), y todavía es un evento histórico que está por cumplir-
se. Se trata de una realidad de cumplimiento repetido y cada vez más pleno y de
mayor alcance. En el contexto de Joel y sus lectores, el mensaje encierra un alto
contenido de consolación, pues presenta a Dios el Espíritu Santo como presente
en medio de su pueblo. Las evidencias de su presencia real se ven en el hecho de
que los recipientes del Espíritu divino son capaces de entender la voluntad de
Dios y de profetizar su mensaje. Estas experiencias dejan en claro, a su vez, que
la relación con Dios es más de carácter espiritual que meramente religiosa, y que
va más allá de los límites de la nación de Israel para incluir a todos los que invo-
quen el nombre del Señor.

¿Quién es Dios para Joel?

Las referencias del profeta a Dios ocasionalmente están en segunda perso-


na (1.19; 3.11b), pero generalmente Joel utiliza la tercera o la primera persona
para destacar que las palabras que el pronuncia son las palabras directas de Dios.
A la luz de estas sentencias, entonces, ¿quién es Dios para Joel? Encontrar una
respuesta a esta pregunta nos ayudará a comprender mejor el mensaje de su libro.
Básicamente, Dios significa tres cosas para Joel.

Dios es el Dios del Pacto. Joel ve la relación entre Yahweh y Judá en


términos del pacto eterno establecido con la casa de David (ver 2 S. 7; Sal. 89).
Sion y su templo son signos evidentes de este pacto. Es en Sion donde mora
Yahweh, el asiento de su tribunal de justicia y el lugar desde donde imparte su
bendición. El pueblo de Judá será reivindicado porque es el pueblo escogido de
Dios. Este Dios del Pacto es el que Judá debe adorar, y es en el contexto de la
adoración (liturgia de lamentación) que el pueblo recibe el mensaje profético de
esperanza acerca de la liberación que Dios obrará en su misericordia. La relación
de pacto entre Dios y el pueblo está marcada por expresiones bien concretas en
relación con la misma: “mi pueblo” (1.8), “a su pueblo” (2.18), “el Señor su
Dios” (2.23, 26, 27; 3.17).
Introducción general – 37

EJERCICIO 3

Nombres del Dios del pacto (Yahweh).

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Yahweh-Jireh – “el Señor provee”: _______________________________________


2. Yahweh-Nissi – “el Señor es mi estandarte”: _______________________________
3. Yahweh-Rohi – “el Señor es mi pastor”: __________________________________
4. Yahweh-Mekaddesh – “el Señor santifica”: ________________________________
5. Yahweh-Sabaot – “el Señor Todopoderoso”: _______________________________
6. Yahweh-Tsidkenu – “el Señor es nuestra salvación”: ________________________
7. Yahweh-Shalom – “el Señor es la paz”: ___________________________________
8. Yahweh-Shammah – “el Señor está presente”: _____________________________

Pasajes: Génesis 22.14; Éxodo 17.15; Éxodo 31.13; Jueces 6.24; 1 Samuel 1.3; Sal-
mos 23.1; Jeremías 23.6; Ezequiel 48.35.

Dios es el Señor de la historia. El devenir de los pueblos y el surgimiento


y caída de las naciones están bajo el control divino. Juicio y bendición son accio-
nes divinas que se dan en la historia de todos los pueblos. “El día de Yahweh” es
cualquier momento en la historia en que se lleva a cabo la acción condenatoria y
liberadora de Dios. En Joel, este “día” marca un tiempo de juicio para las nacio-
nes que oprimieron a Judá, y un tiempo de bendición y liberación para su pueblo.
En su concepción escatológica, el poder del Señor se manifestará no por medios
naturales, normales o históricos, sino mediante acontecimientos extraordinarios y
catastróficos, como que el sol se oscurecerá, la luna sangrará, los cielos se ras-
garán, las estrellas caerán y el Señor hará su aparición.

Daniel P. Monti: “El profeta desarrolló, en manera especial, la creencia


en el ‘Día de Jehová’ que significaba: (a) un día de juicio y castigo de los
enemigos de Israel, castigo que incluía, en el ensanchado horizonte moral
del profetismo, a los mismos hebreos; (b) día de triunfo: en el cual, des-
pués del castigo, la nación hebrea obtendría de Jehová toda clase de ben-
diciones tanto políticas como sociales.”39

Dios es el Juez de las naciones. Joel llama la atención sobre Yahweh co-
mo quien hace justicia. Él es el defensor de aquellos que confían en él. Él es
quien castiga la maldad dondequiera que ésta ocurra y a quienquiera que la come-
ta. Su juicio se verifica en el devenir histórico de los pueblos. Joel enfatiza que es
el Señor quien hace justicia. De allí que es necesario volverse a él y clamar a él

39
Monti, Voces del pasado, 32.
38 – Desastre y esperanza: Joel

para ser vindicados. La lucha por la justicia y la paz es una lucha divina y no
humana. Es necesario confiar en el Señor para el logro de la paz y la justicia,
antes que en los proyectos y recursos humanos. La acción liberadora divina tiene,
a su vez, un propósito definido. Este propósito es que Yahweh sea conocido en su
carácter de amor. Esta posibilidad revelatoria tiene como destinatario a su pueblo,
pero a través de él quiere llegar a toda la humanidad.

MENSAJE

Mensaje pastoral

El mensaje de Joel no es combativo, como el del autor de Isaías 56-66. Su


tono es más pastoral y conciliador. El eje de su profecía consiste, como se indicó,
en una liturgia de lamento. Para nosotros hoy “lamento” significa queja y tiene
una connotación peyorativa. Pero en el Antiguo Testamento, el lamento es una
manifestación de fe, pues expresa la confianza de que el resultado final en una
situación de crisis está en las manos de Dios, que es compasivo y fiel. En este
sentido, el lamento no es una queja negativa, sino un clamor que pide la interven-
ción divina sobre las circunstancias opresivas de la vida. “Este recordatorio de
que Dios no había abandonado a su pueblo podía asumir varias formas, pero en el
caso de un clamor nacional por ayuda, lógicamente sería una declaración del
juicio de Dios sobre la potencia extranjera que era responsable por la calamidad
presente.”40

Mensaje de consuelo

De este modo, mediante un lenguaje estilizado o generalizado, rico en


imágenes dramáticas (plaga de langostas, sequía, fuego), Joel describe la situa-
ción crítica y opresiva de Judá. Por tratarse de un lenguaje de lamento, estas imá-
genes no deben ser interpretadas literalmente, sino como expresiones dramáticas
de una crisis mucho más amplia. Por otro lado, Joel expresa el clamor del pueblo
por la liberación divina de una calamidad que no merece. Debe notarse que Joel, a
diferencia de otros profetas, no está condenando al pueblo por su pecado o afir-
mando que su situación de opresión presente es el resultado de su maldad. En la
mente de Joel, el problema no está en los pecados de Judá sino en la crueldad y
maldad de otras naciones en contra de Judá. Según 2.23 y 3.19 da la impresión
como que Judá es inocente. En consecuencia, el llamado de 2.12-14 no es tanto
un llamado al “arrepentimiento” del pecado como una invitación a “volverse” a
Dios (ver, BJ, PD, BL, VP) en procura de su ayuda misericordiosa.

40
Ogden, A Promise of Hope, 11.
Introducción general – 39

RELEVANCIA

Palabra de esperanza

Joel encierra un poderoso mensaje de esperanza para Hispanoamérica.


Hoy, como en los días de Joel, el pueblo se siente amenazado y está sufriendo las
consecuencias de un orden económico y político nacional e internacional explota-
dor. Tanto en América Latina como entre las minorías latinas en los Estados
Unidos, las presiones generadas por el marginamiento no son desconocidas. Los
creyentes se reconocen impotentes para confrontar las acuciantes demandas de
una sociedad oprimida por la miseria y la pobreza. Las iglesias viven su fe en un
contexto marcado por la calamidad y la injusticia, que en algunos países es super-
lativo. Pero en Joel es posible escuchar una vez más la Palabra de Dios que habla
a los fieles que viven bajo el peso de la mentira y la explotación, y rodeados de
millones que han perdido toda esperanza. A quienes se sienten así, Dios les habla
por medio de Joel y les ofrece un mensaje de renovada esperanza: él es quien
tiene el control de la historia y quien va a hacer efectivo el imperio de la justicia
en el marco de su reino.
La palabra de Joel no va contra el pueblo que sufre opresión, para cargarlo
con el dolor adicional de la culpa por sus pecados. Esto no quiere decir que el
pueblo pobre y oprimido no es pecador. Pero el énfasis de Joel está en condenar a
quienes pecan oprimiendo al pueblo y en alentar a los oprimidos invitándoles a
volverse a un Dios misericordioso y clemente, que es poderoso para liberarlos.
No puede haber una palabra más propicia para un pueblo que por siglos ha sufri-
do explotación física y psicológica, además del manipuleo moral y espiritual,
pues se lo ha hecho responsable de su propia condición de miseria. Toda vez que
se ha afirmado que el retraso de nuestros países es el resultado de la incapacidad
natural de los latinoamericanos para la acción concertada, o que somos perezosos,
o que no nos gusta el trabajo sino la fiesta, o que carecemos de una ética del tra-
bajo, o que somos irresponsables, se ha pretendido ocultar el hecho cierto de que
nuestra pobreza es el fruto de la riqueza desmedida de otros, nuestra ignorancia es
el resultado de que no se nos ha permitido una mejor educación, nuestra miseria
es la consecuencia del despilfarro de quienes nos oprimen. Joel tiene un maravi-
lloso mensaje para compartirnos y un desafío al que debemos prestarle atención.

Palabra de aliento

Por otro lado, Joel nos presenta con claridad la doble dimensión en que el
creyente debe moverse en base a su fe. La inmediatez de la crisis y la gravedad de
los problemas que ésta generó no le impidieron aferrarse de su esperanza en las
promesas de Dios. El pasado de derrota y el presente oscuro no quitaron de los
ojos del profeta la visión de la acción futura de Dios redimiendo a su pueblo y
derramando de su Espíritu de manera abundante. Esta palabra profética encierra
un enorme potencial para alentar a un pueblo, que todavía vive bajo los efectos
del desastre colectivo y la acumulación de los dramas individuales.
40 – Desastre y esperanza: Joel

Nuestros pueblos hoy necesitan de este doble énfasis: la denuncia de las


injusticias concretas en las que están sumidos y el canto esperanzado y alentador
de una fe viva, que encuentra en el amor poderoso de Dios su fuente e inspira-
ción. El lector notará en este comentario un cierto cambio de énfasis en la exposi-
ción del texto a partir de 2.18 (especialmente en la presentación del texto en nues-
tro contexto en 2.18-32). Esto está hecho a propósito a fin de destacar la fuerza de
los elementos históricos y espirituales en Joel, según el profeta los presenta.

BOSQUEJO

En el comentario exegético y expositivo del texto de Joel se seguirá el si-


guiente bosquejo:

I. Título 1.1
II. Prólogo 1.2-4
A. Convocación 1.2, 3
B. Destrucción 1.4
III. Llamado a la lamentación 1.5-20
A. Lamentación 1.5-14
1. Los bebedores de vino 1.5-7
2. La comunidad en general 1.8-10
3. Los labradores y viñadores 1.11, 12
4. Los sacerdotes 1.13
5. Los líderes y el pueblo 1.14
B. Clamor ante la devastación 1.15
C. Clamor colectivo 1.16-18
D. Clamor individual 1.19, 20
IV. Gritos de alarma 2.1-17
A. Primera alarma 2.1-14
1. Señal de alerta 2.1, 2a
2. El enemigo avanza 2.2b-10
3. La misericordia de Dios 2.11-14
B. Segunda alarma 2.15-17
1. Toquen la trompeta 2.15
2. Congreguen al pueblo 2.16
3. Lloren los líderes 2.17
V. La respuesta de Dios 2.18-27
A. El perdón de Dios 2.18
B. Dignidad en lugar de opresión 2.19, 20
C. Gozo en lugar de temor 2.21-24
D. Abundancia en lugar de hambre 2.25-27
VI. Las promesas de bendición 2.28-32
A. El derramamiento del Espíritu 2.28, 29
B. La manifestación de prodigios 2.30, 31
C. La operación de salvación 2.32
Introducción general – 41

VII. El juicio sobre las naciones 3.1-15


A. Primeros oráculos contra las naciones 3.1-3
B. Segundos oráculos contra las naciones 3.4-8
C. Terceros oráculos contra las naciones 3.9-15
VIII. La liberación de Judá 3.16, 17
A. La manifestación del Señor 3.16
B. La presencia del Señor 3.17
IX. Epílogo 3.18-21
A. Promesa de prosperidad 3.18
B. Promesa de justicia 3.19
C. Promesa de paz 3.20, 21
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Tradicional y popularmente se ha entendido el ministerio de los profetas


como ligado inexorablemente con el anticipo del futuro. Más de una vez, se los ha
colocado en la misma bolsa con los futurólogos (en el mejor de los casos) o con
los pronosticadores (más o menos) o con los adivinos o vaticinadores (en el peor
de los casos). De hecho, el distinguido Diccionario de la lengua española, de la
Real Academia, bajo la entrada “vaticinar” dice: “pronosticar, adivinar, profeti-
zar.” Hay, pues, una suerte de fijación de la tarea profética con la anticipación del
futuro. No obstante, no es éste el cuadro que encontramos en el Antiguo Testa-
mento. Allí, los profetas no vuelan rápido al futuro, si bien no lo eluden, pero
están bien plantados en su situación presente y se destacan por su recuperación
selectiva del pasado, haciendo una re-interpretación teológica del mismo. Casi
puede decirse que los profetas del Antiguo Testamento fueron un elemento muy
dinámico en la preservación de la memoria del pueblo de Israel, especialmente en
todo lo relacionado con su relación con Dios.

Joseph Comblin: “El profeta es también el que recuerda constantemente


el pasado. Pues ve en el pasado la figura del presente y del futuro. Para él,
el tiempo presente no es único. Es una etapa nueva en una historia que se
renueva constantemente y en la que los mismos dramas se renuevan. El fu-
turo que anuncia es también la renovación del destino manifestado por to-
da la historia anterior. El profeta es el que actualiza la historia de Israel en
un momento determinado. Si fuera solamente el profesor que enseña una
filosofía de la historia, no sería profeta. El profeta es el que lee la historia
en el momento; y no solamente la lee, sino que la cumple. Él hace la histo-
ria de Dios por su palabra que es testimonio del Dios verdadero.”41

Joel no es ajeno a estas observaciones generales. La primera mitad de su


profecía encuentra su contexto temporal en acontecimientos que aparentemente
ya han ocurrido y han dejado su huella de dolor y sufrimiento. Joel saca de la
memoria colectiva las escenas macabras de experiencias sumamente traumáticas

41
Comblin, “Misión profética de la Iglesia,” 218.
44 – Desastre y esperanza: Joel

para darles sentido según él las interpreta como palabra de Dios para su pueblo. A
sus paisanos, quienes probablemente todavía están bajo los efectos de un estrés
pos-traumático, Joel desea ayudarlos para que vean la mano de Dios moverse en
los hechos acontecidos y de esta manera puedan encontrar sentido al desastre que
han experimentado.

Luis Alonso Schökel y José Luis Sicre Díaz: “La gran catástrofe, la caí-
da de Jerusalén, la desaparición de la monarquía, el destierro, pertenecen
ya al pasado. La profecía, a partir de Ezequiel y Deutero-Isaías, ha adqui-
rido un tono más optimista y consolador: espera el gran cambio definitivo,
la irrupción de ese mundo maravilloso anunciado por Ezequiel, Ageo, Za-
carías. Han pasado los años sin que las esperanzas se cumplieran. Han pa-
sado sin que el pueblo recobrara la libertad, sin que los enemigos fueran
castigados, sin que se produjese la efusión del Espíritu anunciada por Je-
remías y Ezequiel, sin que un manantial, desde el templo, engrosara el to-
rrente de las Acacias. Y Joel, partiendo precisamente de una calamidad,
previendo incluso una catástrofe mayor, mantiene la esperanza de que la
palabra profética de sus predecesores no caerá en el vacío. Espera su cum-
plimiento y lo anuncia. Desde esta perspectiva histórica, Joel no aparece
como un profeta ramplón, y mucho menos como un falso profeta. Surge
ante sus contemporáneos como un hombre de profunda fe y honda espe-
ranza. Al mismo tiempo, no se limita a consolar: sacude las conciencias,
obliga a dar el salto del presente al futuro, de las necesidades primarias a
la tarea definitiva, de la angustia por la comida y la bebida a la colabora-
ción en el gran proyecto de Dios.”42

De esta manera, toda la primera mitad de la profecía de Joel tiene un mo-


vimiento muy dinámico, sin que por ello pierda su unidad y coherencia. El poeta
evita la monotonía y hace gala de un discurso que causa fuertes impresiones en
todo el pueblo y en todos los estamentos (incluido el profeta), a través de una
serie de imperativos:

1.2: “¡Oigan esto!... ¡Presten atención!” líderes y habitantes del país.


1.3, 4: “Cuéntenselo a sus hijos” y a las generaciones que siguen.
1.5-7: “¡Despierten… y lloren! Giman…” borrachos y bebedores.
1.8-10: “Giman… hagan duelo” mi pueblo y los sacerdotes.
1.11, 12: “Séquense… giman” labradores y viñadores.
1.13: “Vístanse de duelo y giman… laméntense… vengan… pasen la
noche vestidos de luto” sacerdotes, ministros del altar y
ministros de mi Dios.
1.14-18: “Entréguense al ayuno, convoquen,… reúnan… y clamen”
asamblea, líderes y habitantes del país.
1.19, 20: “A ti clamo,” dice el profeta.

42
Alonso Schökel y Sicre Díaz, Profetas, 2:928, 929.
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Se percibe cierta premura en el autor por entrar de lleno en el mensaje que


quiere comunicar a sus oyentes o lectores. El título del libro, sumamente austero
en su desarrollo y detalles (1.1), es seguido por un prólogo en el que el autor
llama fuertemente a sus interlocutores a que presten oído al mensaje urgente y
dramático que él tiene para comunicar. De esta manera, la obertura de esta obra
monumental no arranca con un solo compás instrumental, sino con el solista prin-
cipal lanzando un grito estridente y patético: “¡Oigan esto!... ¡Presten atención!”
(1.2). El calibre del desastre ocurrido y la magnitud de lo que viene ameritan tal
urgencia y desesperación por comunicar la palabra del Señor recibida.

TÍTULO (1.1)

A diferencia de otros profetas (Amós, Isaías, Ezequiel), Joel no ofrece


ninguna referencia personal (fuera del nombre de su padre), no indica el tiempo
de su ministerio, no menciona ningún monarca reinante, ni anuncia visiones (Is.
1.1; Abd. 1.1) u oráculos (Mal. 1.1). La no alusión a elementos extáticos refleja el
cambio en el estilo propio de la profecía post-exílica.43 Por su brevedad, recuerda
al título de Jonás 1.1. No obstante, la fórmula utilizada como título de su libro es
común, antigua y aparece en otros profetas (Os. 1.1; Mi. 1.1; Sof. 1.1).44 Su
propósito no es atraer la atención del lector sobre el profeta, sino sobre su profec-
ía como “palabra del Señor.”

Exégesis y exposición del pasaje

El libro comienza con la expresión debar Yahweh (“palabra del Señor”),


que es característica de muchos profetas e indicadora de la autoridad espiritual

43
David Petersen, Late Israelite Prophecy: Studies in Deutero-Prophetic Literature and in
Chronicles, (Missoula: Scholars Press, 1977).
44
Wolff, Joel, 3, 4.
46 – Desastre y esperanza: Joel

que avalaba su ministerio profético (ver Jer. 1.2; Ez. 1.3; Os. 1.1; Jon. 1.1; 3.1;
Mi. 1.1; Sof. 1.1; Hag. 1.1; Zac. 1.1; Mal. 1.1). El vocablo dabar tiene un doble
significado, “cosa” y “palabra,” con lo cual se enfatiza la relación entre palabra y
acción. En el pensamiento hebreo antiguo, la palabra era mucho más que un soni-
do hueco, y expresaba un principio de acción, de una fuerza que termina por
hacer realidad lo que dice y que, de alguna manera, subsiste en sí misma, como el
aliento o soplo que la acompaña (Sal. 33.6; 147.18; Is. 11.4). En la LXX (Septua-
ginta) el vocablo gr. hrma tiene el mismo doble sentido de palabra-acción, y lo
mismo ocurre en el Nuevo Testamento.
Esta palabra que Joel proclama no es una palabra mágica o una suerte de
fórmula de encantamiento. Tampoco es una mera palabra humana o el discurso de
alguien que pasa por profeta. Es la palabra divina actuante. Es la palabra del Se-
ñor. Es la palabra por la cual él se da a conocer, él crea, él preserva, él juzga, y él
perdona y salva. Todos los profetas auténticos—incluido Joel—, son siervos de
esta palabra divina. Es esta palabra del Señor la que caracteriza al profeta, así
como el buen consejo al sabio y la ley al sacerdote (Jer. 18.18). Es ésta la palabra
que interpela a los seres humanos en sus pecados y desobediencia, los condena e
invita al arrepentimiento, y finalmente es esta misma palabra divina la que los
salva y llena de esperanza.

Aplicación del pasaje: La contextualización de la Palabra del Señor (1.1)

El mensaje de los profetas no se dio en un vacío. Por el contrario, su pala-


bra resonó en un determinado contexto histórico. En este sentido, el mensaje
profético no fue un fenómeno cerrado, sino que respondió a unas determinadas
circunstancias. Precisamente éste es el carácter de una auténtica contextualiza-
ción, que no es otra cosa que la articulación de la fe bíblica en términos locales y
particulares. Desde una perspectiva misiológica, “la idea central [de la contextua-
lización] es la de llevar el evangelio a un contexto nuevo y encontrar maneras
apropiadas de comunicarlo de modo que sea comprensible para las personas en
ese contexto. La contextualización se refiere a más que simplemente una teología;
también incluye todo desarrollo de la vida y el ministerio de la iglesia, que son
bíblicamente fieles y culturalmente apropiados.”45
El primer versículo de Joel brinda al lector alguna información sobre el
contexto de su profecía. La palabra profética de Joel fue un mensaje contextuali-
zado. Esta contextualización del mensaje profético es tan importante hoy, como
lo fue ayer, en la vida del pueblo de Dios y en el cumplimiento de su misión en el
mundo. La fe bíblica, el mensaje del evangelio, necesita ser contextualizado utili-
zando no sólo los términos vernáculos sino también comprometiéndose con las
realidades locales. En este sentido, en 1.1 se nos habla de una triple contextuali-
zación del mensaje profético.46

45
A. Scott Moreau, Gary R. Corwin y Gary B. McGee, eds., Introducing World Missions:
A Biblical, Historical, and Practical Survey (Grand Rapids: Baker Academic, 2006), 12.
46
José Waldir S. Oliveira, “La contextualización del mensaje profético,” PS 24 (julio 1988), 3.
Título y Prólogo (1.1-4) – 47

Una contextualización espiritual. El mensaje profético es “Palabra de


Yahweh.” Como “palabra del Señor” este mensaje tiene una característica distin-
tiva, que la diferencia de cualquier otra “palabra.” Se trata de una “alocución
sagrada,” es decir, de un pronunciamiento humano que responde a una comunica-
ción divina. El origen de esta palabra está en Dios, si bien son labios humanos los
que la pronuncian. El origen y la iniciativa detrás de este discurso profético se
encuentran en la dimensión espiritual de la existencia. Sin embargo, esta palabra
penetra la historia humana y es asumida y entendida como revelación e interven-
ción de Dios.
Es precisamente en esta comprensión de la palabra profética donde se en-
cuentra la clave para entender su autoridad. Si fuera una mera palabra humana se
podría prescindir de ella. Pero se trata nada menos que de la “palabra del Señor.”
Es Dios quien genera este mensaje, que es transmitido por su siervo a otros seres
humanos, en una determinada situación histórica.
De este modo, al comienzo mismo de su discurso profético, el mensajero
del Señor deja bien en claro que lo que sigue no es el producto de su creatividad,
ingenio, o fantasía. Su mensaje no es suyo. Su palabra no le pertenece. Atribuirse
su autoría sería cometer un pecado mayor que el plagio: significaría traicionar el
carácter mismo de su vocación como vocero del Señor. Pero también resultaría en
la pérdida de toda autoridad y fuerza. Así, pues, la autoridad y el poder del men-
saje profético descansan en el hecho cierto, que el propio profeta confiesa en la
primera frase de su profecía, del origen divino de su mensaje.
Nuestra América necesita hoy oír la voz de Dios. Pero esta voz divina
asumirá las cadencias y timbres propios de aquellos siervos y siervas que con
humildad reconozcan que la palabra que pronuncian viene del Señor. Cualquier
otra palabra no pasará de ser mera opinión humana, teorías, manifiestos, procla-
mas o bandos. De estas “palabras autoritarias” ya estamos hartos en América
Latina. Lo que hoy queremos y necesitamos oír es la “palabra del Señor” de la-
bios de sus profetas. No una palabra autoritaria, pero sí una palabra de autoridad.

Una contextualización individual. La “palabra de Yahweh” fue la pala-


bra “que vino a Joel.” En un mundo plagado de relatividades nos hemos habitua-
do también a las ambigüedades. Es así como oramos “por todos los enfermos,”
“que ayudes a los pobres de este mundo,” o “derrama bendición sobre quienes te
aman,” con lo cual no decimos nada específico. De igual modo, solemos tomar la
“palabra del Señor” como palabra tan generalizada, que en definitiva no se aplica
a nadie. El mensaje profético es una palabra contextualizada en el sentido de que
está dirigido a seres humanos concretos, en situaciones concretas. La contextuali-
zación tiene que ver también con la recepción individual del mensaje profético.
La palabra que se originó en Dios llegó a un individuo—Joel—en un momento
particular de su vida. No se trata de una palabra que resuena en un espacio vacío
o que retumba como un trueno en una noche de tormenta. La iniciativa de Dios de
dar a conocer su voluntad se encuentra, en primera instancia, con un ser humano,
un individuo, dispuesto a recibir la palabra divina.
48 – Desastre y esperanza: Joel

Pero este mensaje no se agota en el individuo. En realidad, Dios le habla al


individuo para que éste publique, comunique, esa palabra a todo el pueblo. El
receptor final del mensaje profético no es el profeta, sino el pueblo a quien el
profeta predica ese mensaje. No obstante, al ser comunicada al pueblo, esta pala-
bra no se pierde en el océano de la masa. La palabra profética no se licúa en el
oído colectivo del pueblo, sino que en el ámbito comunitario es también recibida
(o rechazada) individualmente. La palabra de Dios no es masificante ni masifica-
dora, aunque se predique a la comunidad, sino que opera a partir del individuo.
Cuando el profeta se dirige a la comunidad de la nación, la tribu, la ciudad o el
grupo social, su mensaje presupone la presencia y participación de los individuos
de esas varias comunidades.
Esta comprensión de la contextualización individual puede ayudarnos a no
caer en uno de los dos errores que con más frecuencia se han cometido en nuestra
América. Por un lado, el de focalizar tanto la comunicación del mensaje profético
en los individuos, que perdemos la dimensión social en la cual esos individuos
están inmersos. Por el otro lado, la de socializar tanto la comunicación del mensa-
je, que el mismo se diluye en el océano colectivo y pierde efectividad. Dios quie-
re hablar al ser humano individual, por medio de sus profetas, en medio de la
comunidad en que se encuentra inmerso. La “palabra del Señor” es siempre una
palabra que tiene como destinatario final a un ser humano concreto, aunque el
mensaje esté dirigido a todo un pueblo.

Una contextualización existencial. Llama la atención que el texto bíblico


especifique la identidad de Joel al denominarlo “hijo de Petuel.” Este detalle
informativo aparentemente no tiene mayor relevancia para nosotros como lectores
contemporáneos del texto. Sin embargo, en su tiempo, esta frase significó tanto
como nuestro certificado de nacimiento o fotografía sirven para documentar la
identidad personal. De este modo, el autor se contextualiza a partir de una refe-
rencia a quién era su padre, probablemente alguien más conocido que él. Joel no
se oculta detrás de un “nombre artístico” o un seudónimo. El mensaje profético
que él tiene para compartir es lo suficientemente importante e imperativo como
para que él comprometa de entrada su propia identidad en lo que va a comunicar.
No hay fraude ni ocultamiento en su palabra. Es la “palabra del Señor,” entregada
a un ser humano de carne y hueso, que agrega a su firma el número de su docu-
mento de identidad.
La palabra profética es un mensaje contextualizado porque llega a indivi-
duos que viven inmersos en determinadas situaciones existenciales. Esas variadas
situaciones son revalorizadas por el propio mensaje profético. El Dios que habla
está interesado en cuestiones tales como la familia, la profesión, la condición
económica, moral, social y política de ese ser humano específico a quien él se
dirige. El mensaje de Dios interpela a la persona humana no fuera sino dentro de
un determinado contexto existencial.
Se ha criticado mucho desde afuera de nuestra América, el carácter “testi-
monial” del mensaje de la mayoría de los evangélicos en este continente. En este
sentido, ha habido más “testimonios personales” que una teología experiencial y
Título y Prólogo (1.1-4) – 49

dinámica en estas partes del mundo. Sin embargo, es precisamente allí donde se
encuentra la sustancia del mensaje profético. No fue un “Joel” cualquiera el hom-
bre a quien Dios le habló, sino el “hijo de Petuel,” un individuo concreto que a
partir de entonces tuvo algo que decir al pueblo.
Así, pues, no puede haber mensaje profético sin contextualización. Aun-
que breves, los elementos de contextualización que Joel presenta en 1.1 son sufi-
cientes para mostrarnos su necesidad e indispensabilidad. El mensaje de Dios no
puede ser encarado como algo ajeno a la realidad concreta de hombres y mujeres
concretos. Este mensaje es parte de esa realidad y está dirigido a ella. Y tiene que
ver con todas las dimensiones que la componen, ya sea espiritual, individual o
existencial.
Hoy, más que nunca antes, nuestra América necesita oír la voz de Dios de
labios de sus profetas. Seres humanos de carne y hueso están ansiosos de recibir
una palabra fresca de parte de Dios. Quienes deben pronunciarla son también
individuos que están inmersos en la misma realidad, pero cuyas vidas se han visto
transformadas por la Palabra de Dios. Se trata de hombres y mujeres que han
recibido una “palabra del Señor” y están dispuestos a compartirla con todo el
mundo.

EJERCICIO 4

Contextualización en la predicación de Pablo.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Por causa del evangelio, Pablo “se hizo” todo aquello que era necesario para lograr
una mejor comunicación del mismo: ________________________________________
2. En algunos contextos, Pablo argumentaba presentando pruebas incontrovertibles,
especialmente para demostrar que Jesús era el Mesías: ________________________
3. Pablo no imponía sus convicciones firmes sobre los demás, sino que procuraba per-
suadir a todos sobre el temor al Señor: _____________________________________
4. Pablo adaptaba su método de comunicación del evangelio al contexto en el que predi-
caba y la fundaba con demostración del poder del Espíritu: ______________________
5. La contextualización es necesaria en cuestiones como comida o bebida y otras accio-
nes, a fin de no hacer tropezar a nadie y agradar a todos: _______________________
6. Pablo procuraba mostrarse persuasivo a través de la discusión en las sinagogas con
judíos y helenistas: _____________________________________________________
7. En ciertos contextos, Pablo razonaba cuidadosamente su presentación del evangelio y
discutía con judíos y griegos por igual: ______________________________________
8. Pablo amonestaba con lágrimas a cada oyente en particular y por un período dilatado
de tiempo: ____________________________________________________________
9. En contextos sinagogales, Pablo hablaba con valentía, discutía, trataba de convencer,
debatía con cuanto judío y griego podía sobre la palabra del Señor: _______________
_________________________________________________________________
50 – Desastre y esperanza: Joel

10. Pablo sabía aprovechar las circunstancias contextuales para predicar a Cristo y adap-
taba su vocabulario al nivel intelectual de sus interlocutores: _____________________

Pasajes: Hechos 9.22; Hechos 17.16, 17; Hechos 17.18-34; Hechos 18.4; Hechos 19.8-
10; Hechos 20.31; 1 Corintios 2.1-5; 1 Corintios 9.19-23; 1 Corintios 10.31-33; 2
Corintios 5.11.

PRÓLOGO (1.2-4)

Son pocos los eruditos que toman estos versículos como un prólogo, ya
que la mayoría los considera como parte de una unidad mayor (1.2-14). No obs-
tante, su temática es de carácter más general que las descripciones específicas que
les siguen.47 De este modo, el pasaje de 1.2-4 funciona tanto como prólogo de
1.5-14, así como de todo el libro. Pablo R. Andiñach demuestra que la contrapar-
tida de estos versículos está en 3.18-21, que funciona como epílogo de la obra.
Según él, existe entre los dos pasajes un vínculo semántico.48 El prólogo tiene
como propósito preparar al lector para la descripción de la gran tragedia que ha
sufrido el pueblo con motivo de una invasión militar extranjera (según nuestra
interpretación de la plaga de langostas), y que ha producido una enorme devasta-
ción del país. Esta calamidad ha afectado todas las esferas de la vida personal y
social, y ha tenido incluso un nefasto efecto ecológico.

Convocación (1.2, 3)

Como se indicó, el profeta se dirige directamente a todo el pueblo para


llamar su atención. Los verbos “oír” y “prestar atención” parecen indicar que el
mensaje que sigue fue originalmente una presentación oral o una serie de sermo-
nes, que más tarde asumió una forma escrita.

Exégesis y exposición del pasaje

Estos versículos forman parte del prólogo del libro (1.2-4). La fuerza del
pasaje se encuentra en el uso de los imperativos y en la nota de suspenso que es
marcada por la repetición del pronombre demostrativo “esto” (tres veces en el
texto heb.), que deja al lector en expectativa hasta el v. 4 para saber cuál es el
problema en cuestión.
Las primeras palabras de Joel son un llamado a los “ancianos” y al pueblo
en general a prestar atención a su mensaje. Su discurso es una apelación directa a
sus oyentes, con lo cual es probable que su forma original haya sido oral, como
indicamos, es decir, se trató de un discurso o una serie de mensajes. El imperativo

47
Prinsloo llama a 1.2-4 “invocación general.” Ver Prinsloo, The Theology of the Book of Joel,
24, 25.
48
Andiñach, “Imaginar caminos de liberación,” 28.
Título y Prólogo (1.1-4) – 51

“oigan” (que implica escuchar y recordar) es usado con ese fin de llamar la aten-
ción a un auditorio (ver Gn. 4.23; Jue. 5.3; Is. 1.2, 10; 42.18; Jer. 13.15; Am. 8.4;
Mi. 1.2; 3.1, 9). Joel se dirige a los “ancianos del pueblo” no sólo como líderes de
la comunidad, sino también por su experiencia y conocimiento de crisis anterio-
res. Nótese el uso del paralelismo entre “oigan” y “presten atención,” y entre
“ancianos del pueblo” y “habitantes todos del país,” que es típico de los escritos
proféticos y poéticos (ver Os. 5.1). Joel apela a una audiencia amplia para que
responda a la pregunta retórica del v. 2b, que presupone una respuesta negativa.
En otras palabras, jamás ha ocurrido un desastre como el que se está viviendo.
Tan calamitosa es esta crisis, que se comentará por generaciones (v. 3) y
marcará profundamente la memoria colectiva. La experiencia crítica creará una
nueva memoria, que no debe ser olvidada. La falta de memoria histórica ha sido
muchas veces el origen de sucesivas desviaciones en la historia de Israel (Is. 1.3,
4; Os. 13.4-6; Am. 2.4-5, 9-12; Mi. 6.5). Generalmente, lo que los padres tienen
la obligación de transmitir a sus hijos es la memoria de los hechos liberadores de
Dios (Dt. 4.9; 6.6-9; 32.7). Pero en este caso, se ordena transmitir la memoria de
un desastre nacional, como condición para la construcción de un futuro mejor.49

N. Füglister: “El profeta es, pues, consciente de estar dentro de una larga
historia, en la cual le corresponde a él una misión. Misión que ve funda-
mentalmente—lo mismo que los más antiguos videntes y profetas—en
continuar sin desviación ese proceso histórico o en restablecerlo, esto es,
en defender al Israel constituido por las acciones salvíficas e irrepetibles
de Dios en la historia—defendiendo a la vez la auténtica fe en Yahvé, la
única que conviene a su naturaleza—contra toda contaminación, falsifica-
ción, debilitación o mezcla. Toda la predicación profética está al servicio
de su misión centrada en la historia de la salvación. Tanto en la amenaza
del juicio como en la promesa de salvación se trata siempre, en último
término, de restablecer, renovar o profundizar la antigua relación entre
Yahvé e Israel. Por eso las promesas de redención están vinculadas a la
pasada historia de la salvación, y el profeta ve y anuncia los futuros acon-
tecimientos salvíficos como una imagen más clara y más amplia de esa
historia pasada.”50

49
Samuel R. Driver, The Books of Joel and Amos, en The Cambridge Bible for Schools and
Colleges (Cambridge: Cambridge University Press, 1898, 1932), 36, 37.
50
N. Füglister, “Profeta,” en Conceptos fundamentales de teología, vol. 3, ed. por H. Fries
(Madrid: Cristiandad, 1966): 536.
52 – Desastre y esperanza: Joel

EJERCICIO 5

El mandato de oír y prestar atención a la Palabra de Dios.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Debemos escuchar los preceptos y las normas de Dios: _____________________


2. Todos los pueblos y toda la tierra deben escuchar y prestar atención al testimonio de
Dios: ________________________________________________________________
3. El pueblo de Dios tiene el deber de escuchar al Señor su Dios: ________________
4. Los descendientes de Jacob deben escuchar la palabra del Señor: _____________
5. Todos debemos escuchar al Señor sin temor: ______________________________
6. Cielos y tierra deben oír la palabra de Dios: _______________________________
7. Debemos dejar la soberbia, y escuchar y prestar atención al Señor: ____________
8. Gobernantes y autoridades del pueblo deben escuchar a Dios: ________________
9. Los que pisotean a los necesitados y exterminan a los pobres deben oír la Palabra de
Dios: ________________________________________________________________
10. Quienes van tras la justicia y buscan al Señor deben escucharlo: ______________

Pasajes: Deuteronomio 4.1; Deuteronomio 6.4; 2 Crónicas 10.15; Isaías 1.2; Isaías
51.1; Jeremías 2.4; Jeremías 13.15; Amós 8.4; Miqueas 1.2; Miqueas 3.1, 9.

Aplicación del pasaje: La memoria del dolor (1.2, 3)

Cumpleaños, aniversarios, efemérides y memoriales son maneras de per-


petuar el recuerdo de momentos felices, logros obtenidos, etapas cumplidas o
metas alcanzadas. En realidad, lo que seamos y actuemos en el presente depende
en buena medida del contenido de nuestra memoria. Jorge Luis Borges, el gran
literato argentino, ha señalado: “Nuestro pasado no es lo que puede registrarse en
una biografía, o lo que pueden suministrar los periódicos. Nuestro pasado es
nuestra memoria.”51 Es esa memoria de lo ocurrido la que modelará nuestro pre-
sente en grado significativo. No obstante, es necesario considerar a la luz de estos
versículos tres tipos de memoria frente al dolor y el sufrimiento, la opresión y la
destrucción.

Una memoria manipulada. Si la memoria que tenemos del pasado es tan


importante para modelar nuestro presente y nuestro futuro, quizás sea por esto
que tendemos a manipular nuestros recuerdos de modo tal que nos garanticen un
presente mejor y un futuro más promisorio. Procuramos conservar y mantener
vivas las memorias felices, y borrar o distorsionar aquellas otras que nos hacen

51
Osvaldo Ferrari, “Borges descree de una divinidad personal,” conversación transmitida por
LS1 Radio Municipal, Buenos Aires, publicada en diario Tiempo Argentino, enero 1, 1984.
Título y Prólogo (1.1-4) – 53

sentir dolor, vergüenza o pesar. En nuestro afán por redimir el pasado de sus
sombras y penurias, forzamos a nuestra memoria a que nos mienta hablándonos
sólo de tiempos dichosos. Como bien lo indicó Borges: “Esa memoria puede ser
una memoria latente, o errónea, pero no importa: ahí está. Puede mentir, pero esa
mentira, entonces, ya es parte de la memoria; es parte de nosotros.”52
Suele ocurrir también, y con frecuencia, que la memoria del pueblo es ma-
nipulada para que sólo recuerde lo que conviene a quien quiere sacar provecho de
nuestro olvido o ignorancia. Esto se ha dado de manera continua y sistemática en
América Latina. La historia que se nos ha enseñado en la escuela es una historia
señorial, que busca justificar los lazos de la dependencia y la opresión. Como
bien indicara Gustavo Gutiérrez: “Falsear la memoria de un pueblo oprimido es
mutilar su capacidad de rebeldía y es darse una eficaz arma para someterlo. La
manipulación de la historia ha sido, y es, un recurso importante de los grupos
dominantes para mantener su poder.”53

Una memoria viva. Joel nos anima a mantener viva la memoria de lo


acontecido, a no permitir que ésta se pierda en el olvido. Volviendo a citar a Bor-
ges: “El mayor defecto del olvido es que a veces incluye la memoria.”54 El profe-
ta plantea la necesidad de elaborar un tipo de memoria de la realidad que no nos
gusta. Se trata de la memoria del dolor, del recuerdo del desastre como paso nece-
sario en un proceso de liberación. Sus palabras suenan como un nuevo “Shema”
(Dt. 6.6-9), en el que el imperativo a recordar no apunta a los hechos liberadores
de Dios, sino a las circunstancias opresivas del pasado. ¿De qué otra manera se
puede valorar en su pleno alcance la acción salvadora de Dios si no se comienza
por una consciencia profunda de la situación de opresión de la que se es liberado?
Hay, pues, una especie de revisionismo teológico en Joel, que impone la memoria
del dolor como herencia a ser transmitida de generación a generación.
Esta palabra profética es bien oportuna en América Latina. Tenemos la
manía trágica de olvidar fácilmente el pasado. Somos más seguidores de Sancho
Panza con su fáustico sentido del momento presente, que de Don Quijote con su
sentido austero de la vida y su respeto por el pasado. Las demandas del momento
y la lucha por sobrevivir hoy parecen borrar fácilmente el sufrimiento de apenas
unos años atrás. Las débiles y formales democracias de nuestros países nos pre-
ocupan tanto, que ya no recordamos los años de dictadura militar, desaparecidos,
tortura, campos de concentración, escuadrones de la muerte y violaciones de los
derechos humanos. Tan olvidados estamos de la violencia guerrillera y extremis-
ta, institucional y económica, que corremos el riesgo cierto de volver a repetir el
pasado. Las recurrentes crisis económico-financieras, con su saldo de vidas arrui-
nadas y con sueños frustrados, no han sido suficientes para que aprendamos la

52
Ibid.
53
Gustavo Gutiérrez, Dios o el oro en las Indias: siglo XVI (Lima: Instituto Bartolomé de Las
Casas y Centro de Estudios y Publicaciones, 1989), 93.
54
Edición especial por la muerte de Jorge Luis Borges, revista Siete Días, n. 989, junio 19,
1986.
54 – Desastre y esperanza: Joel

lección. De otro modo, ¿cómo se explica que sigamos sumergidos en la corrup-


ción, la mentira, el robo, la irresponsabilidad, la inseguridad y la pobreza?

Una memoria activa. La única manera en que el sufrimiento de ayer no


vuelva a repetirse hoy es tenerlo fresco en la memoria. “Cuéntenselo a sus hijos”
es más que una fórmula morbosa para asustar a los niños que no quieren tomar la
sopa. Es una fórmula que nos vacuna efectivamente para no volver a cometer los
errores del pasado y para reconocer una y otra vez la poderosa mano liberadora de
Dios en beneficio de su pueblo. Así como la maldición del pecado se extiende
hasta la tercera y cuarta generación (Éx. 20.5; 34.7; Nm. 14.18; Dt. 5.9), la me-
moria de las desgracias ocurridas y de la bendición de Dios en medio de ellas
debe comunicarse de generación en generación: “… y que ellos se lo cuenten a
los suyos, y éstos a la siguiente generación.”
Las grandes crisis de la vida, una vez superadas por la gracia del Señor,
deben ser recordadas como lecciones de vida y como testimonios de gratitud al
amoroso poder de Dios. Si hay alguna esperanza para los oprimidos de hoy, ésta
debe construirse teniendo presente la memoria de la injusticia y el dolor sufridos
ayer.

Destrucción (1.4)

Este versículo describe el trauma que una generación debe recordarle a la


otra. Quedarse con el mero esfuerzo de tratar de identificar a cada uno de los
cuatro tipos o variedades de langostas que se describen es perder la visión del
cuadro que Joel está pintando a través de las imágenes que utiliza. Su propósito
no es el de darnos una lección de entomología (parte de la zoología que trata de
los insectos) sino mostrarnos una situación de desastre reiterado y total. Queda
claro que es un tanto difícil que las “langostas pequeñas” puedan devorar “lo que
dejaron las langostas grandes,” que generalmente no es nada. Más difícil es pen-
sar que quedara algo para comer a los otros dos tipos de langostas que se mencio-
nan. Lo que el versículo describe en una destrucción total, que como resultado no
dejo nada. Estas palabras se transforman casi en un aforismo aplicable a cualquier
situación calamitosa. En este sentido, suena como los refranes populares: “Salir
de Guatemala para entrar en Guatepeor,” “Salir de la olla para caer en el fuego,”
“Éramos pocos y parió mi abuela,” o “Muerto el perro se acabó la rabia.”

Exégesis y exposición del pasaje

El mensaje del libro comienza propiamente en el v. 4, con una descripción


del desastre producido por una plaga de langostas. De las ocho palabras hebreas
que se traducen como “langosta” en el Antiguo Testamento, cuatro aparecen en
este versículo: gazam, langosta cortadora (“grandes”); ´arbeh, langosta trepadora
(“pequeñas”); yeleq, langosta saltadora (“larvas”); y, hasil, langosta destructora
Título y Prólogo (1.1-4) – 55

(“orugas”).55 El uso de esta imagen en 1.4 y en 2.5 sirve para relacionar temáti-
camente a los dos primeros capítulos. Como se ha indicado (ver Introducción
General), en este comentario se tomarán estas imágenes como indicadoras de una
invasión extranjera de tipo militar y sus terribles consecuencias.
El v. 4 presenta el desastre al que se hace referencia en los vv. 2, 3. La
destrucción ha sido total y fue provocada por cuatro tipos de langostas diferentes,
o bien por el mismo tipo de langosta pero en sucesivos estados de su desarrollo
biológico (ver 2.25), o bien por oleadas sucesivas de langostas indicando así la
intensidad de la destrucción.56 Para una sociedad basada en la agricultura no pod-
ía haber una calamidad mayor, ya que frente a una plaga así el ser humano se
siente impotente. “Esa misma condición de ser percibida como fuerza indomina-
ble es la que la hace apta para el lenguaje simbólico cuya ambivalencia y capaci-
dad evocativa explota nuestro texto.”57
Se ha discutido mucho si el autor se refiere a una plaga literal de insectos
o su lenguaje es simbólico de una catástrofe de otra índole. Es evidente que la
alusión es a un enemigo terrible y devastador, poderoso y voraz. Queda por de-
terminar si se trata de langostas, un ejército humano (o celestial), o naciones
enemigas como Egipto y Edom (3.19). Si se tiene en cuenta la unidad de Joel y
los elementos lingüísticos que recorren todo el libro, la referencia sería a una
devastadora invasión militar por parte de naciones extranjeras y enemigas.58 De
este modo, Joel introduce la tragedia que ha sufrido el pueblo por obra de un
ejército extranjero y a la que hará referencia de manera más explícita y directa a
lo largo de su libro hasta llegar al epílogo (3.18-21), donde el lenguaje se torna
más político y realista.

55
Las diversas versiones bíblicas traducen de maneras diferentes estos términos hebreos y
muestran de este modo la dificultad existente en definir con precisión a qué se refiere el
profeta en su descripción de esta plaga. RVR y RVR95 traducen sucesivamente “oruga,”
“saltón,” “revoltón” y “langosta.” BA, BJ y NBE traducen “oruga,” “langosta,” “pulgón” y
“saltón.” NC se limita a transcribir en el texto las cuatro palabras en hebreo indicando en
una nota al pie que las palabras quizá indican diversas especies de insecto o bien cuatro
fases sucesivas de su evolución.
56
O. R. Sellers, “Stages of Locust in Joel,” AJSLL 52 (1935-1936): 81-85; J. A. Thompson,
“Joel’s Locusts in the Light of Ancient Near Eastern Parallels,” JNES 14 (1955): 52-55; cf. O.
Borowski, Agriculture in Iron Age Israel (Winona: Lake Eisenbrauns, 1987), 154, 155. Ver
también Driver, Joel and Amos, 82-91; Wolff, Joel, 27, 28; y Allen, Joel, 49, 50.
57
Andiñach, “Imaginar caminos de liberación,” 42.
58
Ver Introducción General.
56 – Desastre y esperanza: Joel

EJERCICIO 6

¡Destrucción!

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Destrucción completa de todas las naciones: ______________________________


2. Destrucción completa de los cananeos: ___________________________________
3. Destrucción completa de Judá y todas las naciones vecinas por parte de los pueblos
del norte y de Babilonia: _________________________________________________
4. Destrucción completa de Sodoma: ______________________________________
5. Destrucción de todo árbol que no produzca buen fruto: ______________________
6. Destrucción completa de Jericó: ________________________________________
7. Destrucción completa de Hai: __________________________________________
8. Destrucción completa de todos los soberbios y todos los malvados: _____________
9. Destrucción completa de la Babilonia apocalíptica: __________________________
10. Destrucción eterna de quienes no conocen a Dios ni obedecen el evangelio: _____
_____________________________________________________________________

Pasajes: Números 21.3; Josué 6.20, 21; Josué 8.24-26; Isaías 34.2; Jeremías 25.8-9;
Malaquías 4.1; Lucas 3.9; Lucas 17.28; 2 Tesalonicenses 1.7-10; Apocalipsis
18.21.

Aplicación del pasaje: ¿Quiénes nos devoran? (1.4)

Sea que Joel evoque el dolor sufrido por la nación bajo una invasión mili-
tar extranjera en ocasión de una plaga de langostas, o que use la figura de una
invasión de insectos para describir el grado de destrucción provocado por los
ejércitos invasores y sus secuelas, el mensaje es el mismo y resulta por demás de
patético. La destrucción y devastación total, la imposibilidad de reaccionar y la
impotencia humana, el carácter foráneo del elemento destructor, la indefensión y
el hambre, la pérdida de la dignidad y los valores propios, son algunas de las
consecuencias de esta situación trágica. Una invasión militar extranjera o una
intervención foránea agresiva cuadran perfectamente en la descripción que Joel
hace en 1.4. Una invasión o intervención así es para el profeta algo tan terrible
como una devastadora plaga de langostas, con todo lo que esto significaba en sus
días.
Reducir el texto, en nuestra lectura, a un mero accidente ecológico, nos
dejaría sin la fuerza de su mensaje. Ponernos a discutir cuáles son los tipos de
langostas que se mencionan, significaría involucrarnos en un interesante ejercicio
de clasificación zoológica, pero nos quedaríamos sin “palabra de Dios” para hoy.
Pretender averiguar cuándo ocurrió tremenda plaga a fin de deducir de allí una
fecha para el libro de Joel, sería una tarea inútil porque la historia agrícola de
Título y Prólogo (1.1-4) – 57

Palestina registra cientos de esos fenómenos. Pero la descripción de Joel adquiere


significado cuando la trasladamos a nuestra situación latinoamericana y nos pre-
guntamos ¿quiénes nos devoran hoy? En otras palabras, ¿qué invasión o interven-
ción de nuestros días puede ser tan terrible como era una plaga de langostas en los
días de Joel? En realidad, la historia de América Latina es una historia de sucesi-
vas invasiones devastadoras. Veamos las cuatro invasiones más significativas en
nuestra historia.

La primera invasión. Los primeros habitantes del continente no fueron


originarios del mismo, sino que llegaron en varias oleadas por distintas vías (es-
trecho de Behring, ruta transpacífica, ruta transatlántica, etc.) hace más de 25.000
años. No obstante, fuera de casos aislados e inciertos, los primeros invasores del
este llegaron en 1492, cuando Cristóbal Colón y sus compañeros creyeron “des-
cubrir” un “Nuevo Mundo.” Quizás esta primera plaga (“las langostas grandes,”
heb. gazam es una langosta “cortadora” capaz de producir una increíble devasta-
ción, ver Am. 4.9) fue la más cruel y prolongada de todas las que le siguieron.
Millones de seres humanos fueron asesinados, torturados, esclavizados, explota-
dos y sometidos a una cultura y religión diferentes de la propia. Sus riquezas
fueron robadas junto con su dignidad. La tierra que tanto veneraban fue mancilla-
da y de sus grandes logros artísticos y técnicos sólo quedan ruinas mudas y arte-
factos gastados. No es extraño, pues, que Bartolomé de Las Casas haya titulado
una de sus obras más críticas de esta primera invasión, Brevísima relación de la
destrucción de las Indias.59

Luis N. Rivera Pagán: “El encuentro entre europeos y pobladores de las


tierras halladas es, en realidad, un ejercicio de extremo poder de parte de
los primeros. Es un evento en que los primeros se a-poder-an de los se-
gundos, sus tierras y personas…. No es apta ni conveniente, por consi-
guiente, la calificación de ‘encuentro de dos culturas o dos mundos.’…
Más fiel a la historia sería reconocer que la conquista fue un ‘violento
choque de culturas,’ en el que triunfó la poseedora de la tecnología militar
superior. Se escenificó en el Nuevo Mundo un enfrentamiento o confron-
tamiento; y ese darse de frente conllevó una grave afrenta en la que no
sólo el poderío fue desigual, también lo fueron las percepciones, predomi-
nando en el nativo la perplejidad, admiración y, finalmente, el temor;
mientras en el intruso prevaleció la aspiración al dominio e imposición, un
animus dominandi. Lo que se inició como un encuentro entre diferentes
grupos humanos pronto se convirtió en relación entre dominadores y do-
minados.”60

59
Bartolomé de Las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias (Madrid:
SARPE, 1985).
60
Luis N. Rivera Pagán, Evangelización y violencia: la conquista de América (San Juan,
Puerto Rico: Editorial CEMI, 1992), 14, 25.
58 – Desastre y esperanza: Joel

La segunda invasión. Después de unos tres siglos de expoliación colo-


nial, el imperio español se derrumbó, pero apareció en el horizonte una nueva
plaga destructora. Esta vez se trataba de la langosta “trepadora” (“las langostas
pequeñas,” heb. ‘arbeh, el nombre genérico para la langosta en heb., el “destruc-
tor”). Gran Bretaña, en este caso, logró la ocupación de algunas islas en el Caribe
e incluso intentó una invasión armada en el Río de la Plata (1806 y 1807). No
obstante, pronto se dieron cuenta que había maneras más efectivas de “comer” los
frutos de la tierra. Las casas financieras británicas otorgaron préstamos usureros a
los primeros gobiernos de las incipientes repúblicas latinoamericanas, construye-
ron sus primeras obras de infraestructura (caminos, ferrocarriles, obras sanitarias,
puertos, electricidad, teléfonos, etc.) Todo esto no se construyó al servicio de las
necesidades locales y para estimular el desarrollo nacional, sino para facilitar la
explotación de las materias primas y recursos naturales, y su más rápido y
económico transporte a Europa. Cereales, carnes, cueros, maderas, minerales, y
otros productos, como caña de azúcar, café, cacao y caucho, producto del sudor y
el trabajo forzado de las masas pobres del continente salían para saciar la deman-
da del consumo europeo o para satisfacer su industria en crecimiento, con benefi-
cios notables para las oligarquías locales. Muchos de esos productos, después de
ser elaborados, regresaban al continente donde eran vendidos a precios abusivos.
El imperialismo inglés devoró por varias décadas las riquezas latinoamericanas y
transformó a estos países en proveedores de materias primas y consumidores de
sus productos industriales.

Pablo A. Deiros: “El proceso de la independencia en América Latina fue


más una consecuencia que un resultado. Las guerras por la independencia
fueron más bien las batallas de la oligarquía criolla para liberarse del con-
trol monopolista español, que la búsqueda de su propia identidad por parte
del pueblo. Esta es la razón por la que, no teniendo suficiente madurez
histórica para asumir la libertad, las nuevas naciones cayeron bajo el con-
trol de otro imperio: Inglaterra. En otras palabras, no hubo una verdadera
independencia en América Latina, sino un cambio de dueño.”61

La tercera invasión. La siguiente plaga fue todavía peor, porque en algu-


nos casos involucró una invasión militar. Se trató de las “larvas” o langostas
saltadoras (heb. yeleq) de los Estados Unidos, que con el cambio del siglo XIX al
XX fueron ocupando en grado creciente el lugar de Gran Bretaña. La Primera
Guerra Mundial, con sus consecuencias, favoreció esta transferencia de poder
central hegemónico mundial. Hacia fines de la década de 1920, las inversiones
británicas y norteamericanas en América Latina estaban al mismo nivel, cuando
hacia el cambio del siglo Inglaterra invertía cuatro veces más que los Estados
Unidos.62 A fines de la década de 1950, el número de grupos inversores nortea-

61
Pablo A. Deiros, Historia del cristianismo en América Latina (Buenos Aires: Fraterni-
dad Teológica Latinoamericana, 1992), 401.
62
Marcos T. Kaplan, Formaçâo do Estado nacional na América Latina (Río de Janeiro: Eldo-
Título y Prólogo (1.1-4) – 59

mericanos representaba una proporción de cuatro a uno respecto de los británicos,


con una inversión total norteamericana de más de siete mil millones de dólares.63
De este modo, los Estados Unidos se fueron transformando en el mejor cliente de
las materias primas de América Latina, especialmente comodities, pero también
en su mejor vendedor de productos elaborados y en su mayor banquero.64
En más de una ocasión no sólo hubo una invasión económica y cultural si-
no también política y militar, como ocurrió con las intervenciones de los Estados
Unidos en Nicaragua, República Dominicana, Guatemala, Cuba, Puerto Rico y
Panamá entre 1889 y 1908. El presidente Teodoro Roosevelt supo cómo aplicar
su “política del garrote” contra Colombia, Venezuela, Cuba y Santo Domingo. La
política intervencionista implementada con fuerza y consistencia por Roosevelt y
sus sucesores, hizo que los Estados Unidos, mediante el envío de sus tropas y
marines, profundizaran el imperialismo del comercio y los capitales norteameri-
canos en América Latina. De alguna manera esto ha persistido hasta años más
recientes.

La cuarta invasión. La plaga más reciente es probablemente la más arte-


ra. Ya no se trata de una nación extranjera identificable, sino de un consorcio
transnacional de ubicuidad mundial en razón del proceso de globalización. El
texto habla de las “orugas” o langostas destructoras (heb. hasil, el “destructor” o
el “liquidador,” ver Dt. 28.38). Esta invasión política, económica, social, cultural
e ideológica tiene en los Estados Unidos una expresión conspicua, pero trasciende
las fronteras de esta nación. Su armamento ideológico es el neo-liberalismo. Su
política de privatización indiscriminada, su capitalismo individualista y competi-
tivo, su total insensibilidad al costo social de sus programas económicos están
liquidando a la endeble clase media latinoamericana y aumentando el caudal de
las masas empobrecidas. Sus efectos no sólo son devastadores sino duraderos, ya
que llevará muchas generaciones recuperarse del desastre que se está producien-
do. Algunos frutos de esta plaga son: una impresionante y creciente deuda exter-
na, la liquidación de la clase media, una brecha cada vez más aguda entre ricos y
pobres, el ensanchamiento de la base de la pirámide social y el estrechamiento de
su cúspide, el desempleo de las masas y el consiguiente aumento del crimen, el
empobrecimiento masivo, la inseguridad social, la crisis educacional, el aumento
de las adicciones y la falta de oportunidades, entre muchos otros factores.
Cabe destacar que en el propio territorio de los Estados Unidos, los her-
manos latinos (hispanos) han sido también víctimas de la misma plaga. Especial-
mente durante las dos administraciones del presidente Ronald Reagan y la pasada
del presidente George W. Bush, las minorías latinas no sólo han sido discrimina-
das sino también arrinconadas en sus posibilidades económicas, de estudio, de
seguridad social y atención médica, y de desarrollo. A pesar de que en algunos

rado, 1974), 258-262.


63
Statistical Abstract of the United States: 1958 (Washington, DC: US Department of Com-
merce, 1958), 868.
64
Pierre Chaunu, Historia de América Latina (Buenos Aires: EUDEBA, 1976), 127.
60 – Desastre y esperanza: Joel

estados y regiones los hispanoparlantes constituyen una considerable porción de


la población y de la fuerza de trabajo, sus derechos y aspiraciones no son tenidos
en cuenta.65
En el caso de América Latina, la deuda per capita latinoamericana en
1989 era de $1.086 dólares. Esto significaba más que el promedio del ingreso
anual por persona. El servicio anual de la deuda equivalía al 26 por ciento de las
exportaciones de América del Sur. Por lo menos un tercio de la deuda externa se
acumuló como resultado de un alza ruinosa y vil en las tasas de interés real en los
Estados Unidos entre 1979 y 1983. Si Joel viviera en estos días calificaría a estos
hechos como una verdadera “plaga de langostas destructoras.” Pero el mismo Joel
nos diría: “No se queden en el Prólogo de mi libro. Sigan leyendo, porque hay
una palabra de Dios para ustedes.”

65
Sin embargo, un estudio reciente predice que los latinos pueden llegar a tener un efecto
estabilizador en el sur de California debido a su lugar e influencia en las estadísticas. Los
latinos constituyen el 38 por ciento de la población en el condado de Los Ángeles; sólo un 6
por ciento depende de la ayuda pública; y, el 80.6 por ciento de los varones integra la fuerza
laboral. Michael Meyer, “Los Angeles 2010: A Latino Subcontinent,” Time, noviembre 9,
1992, p. 32.





¿Cuál es el concepto de lamentación en la Biblia? Se trata de una oración o


clamor a Dios en situaciones de angustia. El lamento puede ser de carácter comu-
nitario (ver Sal. 44; 74; 79) o individual (ver Sal. 22; 38; 41; 54). Las diferencias
entre un tipo y otro están relacionadas con las clases de problemas y con las expe-
riencias que se viven. Para la comunidad, el problema o trauma puede ser la ame-
naza o presencia de un enemigo; en el caso de un individuo, puede ser una enfer-
medad o la manera en que los problemas colectivos lo afectan personalmente. El
modelo de lamentación esencial incluye varias partes, como una invocación a
Dios, una descripción del motivo o los motivos de aflicción, un recordatorio de
las experiencias pasadas de liberación (especialmente en los casos de lamentación
colectiva o comunitaria), peticiones, una respuesta u oráculo divino y una prome-
sa final de alabanza.
La lamentación se expresa generalmente como un gemido (heb. sapad ) y
una lamentación o sollozo (heb. helilu ), tal como se ve ilustrado en 1.13 (ver Jer.
4.8; 49.3; Mi. 1.8). Estas dos expresiones (“gemir y lamentarse”) generalmente
van juntas como manifestación de un lamento profundo. Las lamentaciones giran
mayormente en torno a tres temas principales. El primero y el más importante es
el panegírico de los muertos (2 S. 1.19, 26, 27; Is. 14.9-15; Ez. 19.2, 10; 27.32;
32.26, 27). El segundo tema es el lamento introducido generalmente con las pala-
bras “qué” o “cómo,” que expresa un deseo de venganza o una maldición sobre el
enemigo (2 S. 1.21) o que estigmatiza la causa de la desgracia (2 S. 1.20; Lam.
1.3, 7, 21; 2.15, 16). El tercer tema es el consuelo, que se alimenta del recuerdo
de las glorias pasadas, la seguridad de que la posteridad va a perpetuar su memo-
ria y el hecho de que se ha cumplido bien con los lamentos requeridos. Todos
estos factores atenúan el dolor de aquellos que quedan atrás. En el caso de Joel, la
lamentación está ligada directamente a una invasión extranjera, que ha devastado
la tierra y los productos de la misma, que son esenciales para la supervivencia del
pueblo. Esto puede haber coincidido o no con una dramática plaga de langostas y
una sequía generalizada.
62 – Desastre y esperanza: Joel

Dentro de esta unidad mayor en Joel (1.5-20) hay varias subunidades que
están relacionadas en el marco de una liturgia de lamentación y de clamor nacio-
nal. Es así que luego de la descripción de la destrucción en el Prólogo del libro
(1.4), el autor sigue con la Lamentación (1.5-14), que consideraremos en este
capítulo, y con dos gritos de clamor, que trataremos en el capítulo que sigue.66
Este pasaje (1.5-14) está marcado por una serie de imperativos urgiendo a
participar en un ritual de lamentación. Estos imperativos están dirigidos a diver-
sos grupos sociales, con diferentes imágenes sobre los efectos de una posible
plaga de langostas y sequía (invasión militar) sobre ellos y el medio natural.67
Según estos elementos, es posible dividir el pasaje en cinco partes: vv. 5-7, 8-10,
11, 12, 13, y 14. Aquí Joel se destaca como poeta, pues con gran dramatismo
convoca a diferentes sectores sociales a hacer lamentación por lo ocurrido y a
clamar a Yahweh.68 En general, todas estas estrofas apuntan a la falta de alimen-
tos como resultado inmediato de la invasión enemiga (v. 4).
El ritual de lamentación como clamor por el socorro divino en medio de
una situación de crisis no merecida era una práctica frecuente en Judá, tanto de
manera individual como colectiva (ver Sal. 17.3-5; 26.1-3; 35.7; 44.17-22; 59.3-
5). Joel no menciona ningún pecado particular de la nación. Por eso, esta lamen-
tación no es tanto un acto de penitencia o arrepentimiento, sino un clamor por la
ayuda divina. La crisis que vive Judá no es el resultado de su pecado o un castigo
divino por su desobediencia, sino una desgracia en la vida, de la que la nación
quiere ser liberada. Esto encuadra bien con la situación prevaleciente cuando el
pueblo exiliado regresó de Babilonia a Jerusalén, después de haber pagado por
sus pecados pasados en el exilio. Lo que ahora están lamentando es que la tierra
está tan devastada que no hay comida para ellos.69 No obstante, al lamentarse ante
Yahweh están revitalizando su esperanza y afirmando su fe en Dios como el re-
curso final para la liberación de cualquier crisis (ver Sal. 126.4-6).

LOS BEBEDORES DE VINO (1.5-7)

La mención de los “borrachos” y los “entregados al vino” no debe ser en-


tendida como una suerte de condenación al alcoholismo, sino porque quizás éstos
eran los primeros en quejarse por la falta de alimentos y especialmente la destruc-

66
Los eruditos no todos concuerdan en cuanto a la estructura de todo este pasaje. Algunos
autores consideran a 1.5-14 como una unidad debido a la forma de lamentación que tiene
(ver Wolff, Joel, 20). Otros dividen el material en dos partes, 1.2-12 y 1.13-20 (Allen,
Joel, 57).
67
Según Cantera-Iglesias (CI, nota al pie), el pasaje de 1.5-14 es “uno de los mejores ejemplos
del género ‘invitación a la lamentación del pueblo’ conocido por otros pasajes del Antiguo
Testamento (Is. 4.8; 6.26; Sof. 1.11; Ez. 21.17; Zac. 11.2; etc.) Los principales elementos que
lo componen son: a) Interpelación en imperativo. b) Vocativo del interpelado. c) Citación del
motivo del lamento, frecuentemente introducida por la partícula ki, pero también por al.”
68
Julius A. Bewer, Obadiah and Joel, vol. 24 en ICC (Edimburgo: T. & T. Clark, 1911), 77.
69
Ogden, A Promise of Hope, 23.
Lamentación (1.5-14) – 63

ción de las vides. Además, de toda la comunidad, ellos eran los primeros que
debían tomar consciencia de la realidad dramática que los rodeaba.

Exégesis y exposición del pasaje

La falta de vino para beber u ofrecer en libación es algo grave, pues se


menciona en casi todas las estrofas (vv. 9, 10, 12, 13). En este caso, el “vino
dulce” es en realidad el vino nuevo o recién prensado y apenas fermentado (3.18).
A su vez, la carencia de vino es evidencia de la gravedad de la crisis. El vino es
símbolo y fuente de alegría (Is. 24.7-12). La invasión enemiga no sólo trae dolor
de por sí, sino que destruye la fuente de alegría del pueblo. Joel explicita la causa
de esta desgracia al mencionar un ejército extranjero (“nación,” BJ, BL; heb. goy,
cualquier persona no israelita), numeroso y sumamente destructivo (v. 6). Este
versículo deja en claro que se trata de la invasión de un pueblo y no de insectos
(ver 2.2). El punto de comparación entre las langostas y un ejército humano es su
organización perfecta y efectiva (ver Pr. 30.24-28). “Dientes” y “colmillos” son
términos paralelos (Job 29.17; Sal. 58.6; Pr. 30.14), pero toda la expresión se
utiliza para referirse a un enemigo poderoso (2.2, 5, 11; ver Sal. 7.2; 10.9; 17.12;
57.4).
Este enemigo ha invadido y asolado a Judá, que es descripta como “mi
país” (“mi propiedad, mi pueblo Israel” en 3.2), “mis vides,” “mis higueras.”
Vides e higueras son plantas frutales muy comunes en Palestina y generalmente
se las menciona juntas y en ese orden en la Biblia (Os. 2.12). La fuerza destructi-
va del invasor adquiere una magnitud enorme al ser comparada de modo exagera-
do con una plaga de langostas capaces no sólo de pelar hasta las cortezas de los
árboles (v. 7b) sino también de cortar sus ramas (“las derribó por completo,” v.
7c). El profeta, como representante de Yahweh, utiliza la primera persona en un
contexto en el que se hace referencia a Dios en tercera persona (vv. 9, 13). A su
vez, estos elementos son simbólicos también de la paz doméstica, que se ve alte-
rada y perdida con la invasión (Is. 36.16, 17; Mi. 4.3, 4).

EJERCICIO 7

Pan y vino en la Biblia.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. El vino alegra el corazón y el pan sustenta la vida: __________________________


2. Jesús es el pan de vida y la vid verdadera: ________________________________
3. Son símbolos de la bendición de Dios sobre su pueblo: ______________________
4. Melquisedec se los ofreció a Abram y lo bendijo: ___________________________
5. Son expresiones de la bondad de la Tierra Prometida: _______________________
6. Son símbolos del cuerpo y de la sangre de Cristo: __________________________
7. Pan de lágrimas y vino de lágrimas: _____________________________________
64 – Desastre y esperanza: Joel

8. La sabiduría ofrece pan y vino: _________________________________________


9. Son símbolos de las bendiciones del Señor Todopoderoso para todos los pueblos:
_____________________________________________________________________
10. Pan y vino como castigo a Israel: _______________________________________

Pasajes: Génesis 14.18, 19; Deuteronomio 8.7-9; Salmos 80.5; Salmos 104.15; Prover-
bios 9.1-5; Isaías 25.6; Oseas 9.1-4; Oseas 14.7; Juan 6.35 y 15.1; 1 Corintios
10.16.

Aplicación del pasaje: El fin de la fiesta (1.5-7)

Si hay algo que caracteriza al pueblo latino es su gozo de vivir. La fiesta


es una institución continental. La mayor parte de la población latina se caracteriza
por ser tensa y vibrante, como las guitarras que suenan por todos los rincones. Las
romerías y las fiestas son válvulas de escape para la alegría popular y la expresión
más cabal del enamoramiento del pueblo con la vida.

¿Cómo es la fiesta latinoamericana? Al latino le gusta celebrar ruidosa-


mente y con mucha música. El canto y la danza adquieren para los hombres y
mujeres de estas tierras un grado místico, que les permite sacar a luz lo más ínti-
mo de su ser. El vino, la cerveza o el ron generalmente acompañan y estimulan la
alegría del encuentro familiar o con los amigos (Job 1.13). A diferencia de otras
culturas donde se bebe para dormirse y escapar del mundo, o se bebe como un fin
en sí mismo, el latino bebe para darse a conocer a los demás, para poder gritar y
cantar mejor, para “entonarse.” José Hernández, en su inmortal Martín Fierro,
pone en labios de su conocido gaucho argentino, estas palabras:

Mi gala en las pulperías


Era, cuando había más gente,
Ponerme medio caliente,70
Pues cuando puntiao me encuentro,71
Me salen coplas de adentro
Como agua de la vertiente.72

En la América Latina tradicional beber no era un vicio, sino una manera


de hacer fiesta y alegrarse (Sal. 104.15; Ec. 10.19). El alcoholismo, como otros
problemas sociales (drogadicción, pornografía, adicción a la computadora o a la
comida, etc.), es una importación de otras latitudes, que lamentablemente hemos
adoptado para nuestra ruina. Así, lo que fue un elemento sinónimo de alegría y

70
“Medio caliente,” alegre, algo ebrio.
71
“Puntiao,” achispado, levemente estimulado por el alcohol.
72
José Hernández, El gaucho Martín Fierro: y la vuelta de Martín Fierro (Buenos Aires:
Editorial Vallardi Americana, 1953), 42.
Lamentación (1.5-14) – 65

comunicación se ha transformado en signo de tragedia, corrupción y enfermedad.


El vino de la mesa familiar se ha transformado en el aguardiente de lugares extra-
ños y lúgubres. La copa que acompañaba al pan compartido en el hogar y con los
amigos, es ahora una droga que llena estómagos vacíos por el hambre y mata de
hambre a la familia. Lo que era ingrediente de libertad se ha tornado en cadena de
esclavitud para millones en América Latina.

¿Dónde está la fiesta latinoamericana? Algo ha ocurrido con nuestra


fiesta latinoamericana. Alguien nos ha matado la alegría y ha transformado nues-
tro vino en vinagre. Ya casi no se bebe para expresar alegría, sino para matar la
tristeza. No se brinda más por la vida, sino para soportar la muerte (Mr. 15.23).
Lo que parece más patético todavía es el hecho de que alguien se ha robado nues-
tro vino y lo ha “quitado de nuestra boca.” En otras palabras, alguien se está ale-
grando con nuestra alegría y nos está llenando de su tristeza. En algún lado se
están bebiendo nuestro gozo y hacen fiesta a costa de nuestra miseria. Como bien
lo expresa el gaucho Fierro, con gran nostalgia de los viejos tiempos de alegría y
libertad:

Eran los días del apuro


Y alboroto pa el hembraje,
Pa preparar los potajes
Y osequiar bien a la gente;73
Y ansí, pues, muy grandemente,74
Pasaba siempre el gauchaje.

Venía la carne con cuero,


La sabrosa carbonada,
Mazamorra bien pisada,
Los pasteles y el güen vino....
Pero ha querido el destino
Que todo aquello acabara.75

¿Cuándo volverá la fiesta latinoamericana? Menos mal que el lamento


y clamor de Joel no queda aquí con el asolamiento de las “vides,” sino que encie-
rra una nota de gran esperanza. Algún día “las montañas destilarán vino dulce”
(3.18). Para quienes somos parte del pueblo de Dios ya ha comenzado esta nueva
fiesta, ¡y todos estamos invitados! Es la gran fiesta del Mesías (Mt. 22.1-14; Lc.
14.15-24), en la que la alegría es desbordante. Como en una buena fiesta latinoa-
mericana, allí abunda la comida y el buen vino (Ap. 19.7). En ella, la copa se
eleva en un brindis no de vergüenza y esclavitud, sino de amor y comunión. Esta
copa de vino no es para emborracharnos y hacernos olvidar el dolor. Por el con-

73
“Osequiar,” obsequiar, agasajar.
74
“Muy grandemente,” dándose todos los gustos, comiendo y bebiendo muy bien.
75
Ibid., 40.
66 – Desastre y esperanza: Joel

trario, ella es para que recordemos, para que tengamos memoria del sufrimiento
de Aquel que derramó su vida por amor a nosotros (1 Co. 11.25). Por eso, cada
vez que el pueblo en fiesta se reúne alrededor de la mesa y levanta la copa, lo
hace como expresión de su voluntad renovada de seguir confiando en ese amor y
su disposición de seguir en obediencia a su Señor. A su vez, esta copa es el anun-
cio esperanzado de que algún día, cuando el Rey regrese a la tierra, habrá un
brindis interminable, tan duradero como la fiesta eterna que nos está prometida
(Mt. 26.29).

LA COMUNIDAD EN GENERAL (1.8-10)

En este párrafo toda la nación es convocada a hacer lamento como si fuese


una muchacha joven, que llora por la muerte de su prometido. Recordemos que
una vez que un hombre se comprometía con una mujer, era considerado como si
fuese su marido según la ley hebrea (Dt. 22.23, 24; ver Mt. 1.19). Todo el pueblo
es comparado con una mujer virgen que ha quedado viuda antes de que su matri-
monio sea consumado. A este lamento fundamental se agregan otros casi tan
trágicos como éste.

Exégesis y exposición del pasaje

El sujeto femenino singular (“doncella,” CI; “virgen,” BJ, PD) sugiere a la


ciudad de Jerusalén como representante de toda la nación. La imagen de la nación
como una virgen en duelo es común (Jer. 14.17; Lm. 1.15; Am. 5.2). Esta mucha-
cha está “vestida de luto” (indicación de duelo: Is. 3.24; Am. 8.10) porque ha
perdido a su marido. La figura de la joven desposada (comprometida en matrimo-
nio) que queda viuda antes de que la unión sea consumada es típica de la lamen-
tación. Por otro lado, la imagen que evoca Joel bien puede representar el cuadro
real de mujeres jóvenes que no han podido concretar su matrimonio, porque la
invasión enemiga ha matado a sus novios.
No obstante, el motivo de fondo de esta lamentación dolorosísima es de
carácter religioso. Por un lado, se han interrumpido las ofrendas regulares (de
cereales, aceite y vino, Lv. 23.18; ver Éx. 29.38-42; Nm. 28.3-8) en el templo o
“casa del Señor.” La gravedad de este hecho reside en que, al verse suspendido el
sacrificio diario, se ve amenazada la relación del pacto (Éx. 29.42, 43). Por el
otro, al no haber ofrendas, los sacerdotes “hacen duelo,” pues su sustento depende
de esas ofrendas (Nm. 18.8-20). Finalmente, no hay ofrendas porque “los campos
yacen devastados.” En otras palabras, la ruina económica que resulta de la inva-
sión extranjera tiene devastadores efectos religiosos, pues se interrumpen los
sacrificios regulares y cotidianos.76 La tierra no puede producir el cereal, el vino
nuevo y el aceite, que son elementos fundamentales de las ofrendas diarias, y que

76
Para un análisis estructural que relaciona al v. 10 con los vv. 11-12 en lugar del v. 9, ver E.
D. Mallon, “A Stylistic Analysis of Joel 1:10-12,” CBQ 45 (1983): 537-548.
Lamentación (1.5-14) – 67

mantienen en servicio al estamento sacerdotal, a “los ministros del Señor” (Lv.


2).
El problema es que en este caso la falta de cereales, vino y aceite no es es-
tacional o coyuntural, sino que la tierra está “reseca,” o como diría Isaías, “está de
luto y languidece” (Is. 33.9). “Cereales,” “vino” y “aceite” eran los alimentos
básicos del pueblo y los productos principales de Palestina. Generalmente son
mencionados en este orden (Dt. 7.13). Por otro lado, estos tres elementos son
también fundamentales para la vida humana (Sal. 104.15), y en consecuencia, son
la fuente de su felicidad. En otras palabras, el pueblo del Señor no sólo se quedó
sin los alimentos básicos de su dieta mínima, sino que perdió los elementos bási-
cos para la celebración de su culto al Señor. Esto no puede producir otra cosa que
gemidos y duelo.

EJERCICIO 8

Tierra devastada.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. No debemos profanar la tierra donde vivimos porque allí vive el Señor: __________
_____________________________________________________________________
2. El quebranto del pacto eterno profana la tierra: _____________________________
3. La prostitución sagrada (olvido de Dios) contamina la tierra: __________________
4. La tierra se contamina con el pecado del pueblo: ___________________________
5. La tierra puede quedar contaminada y destruida sin remedio: _________________
6. La idolatría, la iniquidad y el pecado profanan la tierra: _______________________
7. El derramamiento de sangre contamina la tierra: ___________________________
8. La creación será liberada de la corrupción que la esclaviza: ___________________
9. La tierra devastada será quemada y aparecerá una tierra nueva: _______________
10. El ser humano es quien contamina la tierra y la hace abominable: _____________

Pasajes: Levítico 18.24-28; Números 35.33; Números 35.34; Isaías 24.5, 6; Jeremías
1.7; Jeremías 3.2, 3; Jeremías 16.18; Miqueas 2.10; Romanos 8.19-23; 2 Pe-
dro 3.10-13.

Aplicación del pasaje: Religión y economía (1.8-10)

Aparentemente existe una estrecha relación entre religión y economía. Los


más diversos autores y pensadores han especulado sobre esta relación. Básica-
mente dos han sido las direcciones de las conclusiones que se han extraído de este
debate.
68 – Desastre y esperanza: Joel

La religión como subproducto de la economía. Se ha insistido mucho en


que la religión es un subproducto de la economía. Así, pues, hay estudiosos que
sugieren que, a medida que el ser humano ha ido evolucionando de una economía
de subsistencia a una economía de producción, la religión ha pasado del nivel más
primitivo del animismo a las formas más elaboradas del politeísmo y del mono-
teísmo. El cazador paleolítico aprendió a relacionar su ejercicio de la caza con la
representación mágica de sus presas, según lo testimonian las famosas pinturas
rupestres de Altamira (España) y Lascaux (Francia). Pero producida la revolución
neolítica, los pueblos agricultores y pastores de Mesopotamia construyeron sus
monumentales ziggurat, que servían a la vez de templos y de depósitos de cerea-
les. Para entonces, la sociedad ya estaba organizada de tal modo, que la vida
civilizada se hizo posible, con ciertos estamentos sociales bien establecidos, como
la nobleza y el clero.
Se ha señalado también la manera en que el capitalismo comercial y el
mercantilismo del siglo XVI hicieron posible la expansión colonial de las poten-
cias europeas, y con ello, la difusión del cristianismo a todos los continentes. De
una religión encerrada en Europa occidental por el Islam, el cristianismo logró
romper el cerco musulmán y enclaustrar a la religión de Mahoma en el norte de
África, el Cercano Oriente y Asia occidental, transformándose así en una religión
verdaderamente mundial. La fe cristiana se impuso en América Latina, partes de
África (al sur del Sahara) y Asia, y en Oceanía gracias a la expansión colonial
europea.
La Revolución Industrial trajo consigo enormes cambios religiosos. Aquí
se mencionan los grandes avivamientos de mediados del siglo XVIII en Inglaterra
y los Estados Unidos, el surgimiento de las misiones modernas a fines de ese
siglo, el movimiento de las sociedades bíblicas e incluso la creación de la escuela
dominical. En días más recientes, una economía global ha llevado también a un
cristianismo global. A su vez, el nuevo orden económico mundial está generando
nuevas formas religiosas, como la Nueva Era, que aparecen como subproductos
de los nuevos factores que gobiernan la economía. Así, pues, es posible ver a la
religión como resultado de la economía predominante en un determinado momen-
to de la historia de la humanidad.

La economía como subproducto de la religión. Por otro lado, es posible


ver a la economía como un subproducto de la religión. Es bien conocida por to-
dos, la tesis de Max Weber y otros estudiosos de la sociedad moderna, que afirma
que el capitalismo occidental es el resultado directo de la ética protestante.77 Her-
bert M. Zorn señala que el cristianismo llegó a casi todo el Tercer Mundo como
un elemento integral del movimiento imperialista occidental. Según él, el evange-
lio no fue traído por una minoría rechazada y perseguida que confesaba a Cristo a
través del martirio, sino por aquellos que gozaban de la aprobación tácita o expre-

77
Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo (Madrid: Revista de Derecho
Privado, 1955). Ver también, Alfred Müller-Armack, Genealogía de los estilos económicos
(México: Fondo de Cultura Económica, 1967).
Lamentación (1.5-14) – 69

sa de las potencias económicas dominantes o de la nación más influyente en el


mundo en aquel momento.78 Otros autores han visto que ciertos fenómenos reli-
giosos traen resultados económicos y sociales. Los estudios del pentecostalismo
chileno de Christian Lalive d’Epinay y sus conclusiones sobre la “huelga social”
han sido muy influyentes por más de tres décadas.79 Más recientemente, David
Martín y David Stoll han aportado nuevas contribuciones sobre las maneras en
que la religión afecta los desarrollos sociales y económicos, especialmente en
América Latina.80

La religión y la economía en crisis. Sea que se interprete a la religión


como resultado de una particular forma económica, o que la economía sea el
producto de la religión, queda en pie el hecho de la influencia mutua entre estos
dos poderosos factores de la realidad humana. Es claro que para el pueblo de
Judá, la crisis económica provocada por la invasión foránea quebró el sistema
religioso. A su vez, cabe preguntarse hasta qué punto la crisis religiosa no fue la
causante del desastre económico.
La pregunta más directa que el pasaje de Joel 1.8-10 suscita es: ¿qué pasa
con la religión cuando la economía está en crisis? Quizás cabe una doble respues-
ta, según sea la comprensión de la religión y de la economía, y de la relación que
las liga. Por un lado, si la religión está indisolublemente comprometida con la
economía, ya sea porque depende de ella o la produce, se torna sumamente vulne-
rable a las contingencias que puedan afectar el orden económico. Esto es lo que
ocurrió con Judá. El sistema religioso (incluido el culto y el orden sacerdotal)
dependía directamente de las ofrendas de cereales, aceite y vino. Cuando se pro-
duce el quebranto económico debido a la invasión, y la consiguiente destrucción
y abandono de los campos, el sistema religioso entra en crisis y se ve interrumpi-
do. La situación es tan dramática que el profeta no puede describirla de otra ma-
nera que bajo el signo de la muerte.
Este es el grave peligro que encierra lo que se conoce como “el evangelio
de la prosperidad.” Asociar la fe en Jesucristo con un resultado económico positi-
vo puede significar caer en el riesgo de ver esa fe afectada si las cosas van mal
económicamente. Muchos cristianos piensan que su fe es la mejor garantía para
su economía, de suerte tal que ser creyentes significa necesariamente prosperar. A
su vez, el mismo mecanismo opera al revés. Tal es el caso del “evangelio de la
pobreza,” es decir, sólo los pobres pueden ser buenos cristianos. La idealización
de la pobreza y su identificación con la esencia del evangelio lleva fácilmente a
un concepto de “salvación a través de la pobreza.” En ciertos círculos evangélicos

78
Herbert M. Zorn, Viability in Context (Londres: The Theological Education Fund, The
World Council of Churches, 1975), 41.
79
Christian Lalive d’Epinay, El refugio de las masas: estudio sociológico del protestantismo
chileno (Santiago de Chile: Editorial del Pacífico, 1968).
80
David Martin, Tongues of Fire: The Explosion of Protestantism in Latin America (Oxford:
Basil Balckwell, 1990); y David Stoll, Is Latin America Turning Protestant? The Politics of
Evangelical Growth (Berkeley: University of California Press, 1990).
70 – Desastre y esperanza: Joel

existe la idea de que la prosperidad nunca es legítima, y que siempre es resultado


de alguna maniobra pecaminosa, porque el ideal cristiano es la pobreza evangéli-
ca.
Quizás conviene aquí recordar las palabras del apóstol Pablo: “He apren-
dido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé
tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como
para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo
lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4.11b-13).

LOS LABRADORES Y LOS VIÑADORES (1.11, 12)

Joel continúa visitando el paisaje telúrico devastado por la invasión extra-


njera, y ahora presta atención a la situación de aquellas personas que están direc-
tamente ligadas a la economía agrícola, como son los labradores y los viñadores.

Exégesis y exposición del pasaje

Joel hace un doble llamado a la lamentación en estos versículos. Por un


lado, convoca a los labradores, a quienes cultivan la tierra para obtener de ella el
grano con el que elaborarán su pan diario. El motivo de lamento aquí es la pérdi-
da de la cosecha de trigo y cebada (Rt. 2.23). De esta manera, la lista de produc-
tos de la alimentación básica y afectados a los sacrificios en el templo (cereales,
vino y aceite) es ampliada al especificar al “trigo y la cebada” como cosechas
perdidas.
Por otro lado, Joel convoca a los viñadores, a quienes cuidan de los árbo-
les frutales. El motivo aquí es la inutilidad de su trabajo al secarse las vides y
otros árboles frutales (higuera, granados, palmeras y manzanos). Todos estos
productos se pierden porque se “secan” y “marchitan.” El profeta intensifica el
dramatismo de la situación mediante el uso y la repetición de los verbos fuertes
usados en el pasaje anterior, pero aplicados ahora a personas (“séquense también
ustedes labradores” y “giman, viñadores”). También lo hace al incluir productos
nuevos como “higuera,” “granados,” “palmeras,” “manzanos,” y “¡todos los árbo-
les del campo!” Los manzanos no eran tan comunes en Palestina como los otros
árboles frutales mencionados.
Este desastre ecológico puede ser por causa de una sequía o por falta de
irrigación debido a la invasión militar. A la calamidad militar y política de la
invasión (“langostas”), sigue la desgracia de la liquidación económica de la na-
ción (“sequía”). Con el enmustiamiento del campo y el marchitamiento de sus
plantas también se ha “secado la alegría” (BJ) de los seres humanos. Ya no será
posible celebrar con gozo las grandes fiestas anuales de las Primicias (Dt. 26.1-
12), Pentecostés (Dt. 16.9-12) y de los Tabernáculos (Dt. 16.13). Cuando el cam-
po no produce y la tierra está seca, “¡hasta la alegría de la gente acaba por mar-
chitarse!”
Lamentación (1.5-14) – 71

Aplicación del pasaje: Cuando se seca la alegría (1.11, 12)

Es notable cómo sobre un mismo fenómeno histórico pueden darse actitu-


des totalmente opuestas o interpretaciones dispares. Tal ha sido el caso del tan
mentado y discutido “Quinto Centenario” en 1992. Desde España llegó el bullicio
de la “celebración” de la llegada de los europeos a nuestro continente, pero en
América Latina se hizo sentir el clamor de la “lamentación.” Los unos evocaban
la gloria del “descubrimiento,” el fin de la antigua ecúmene de la tierra conocida
y habitada, y el hallazgo de la vasta porción de pueblos desconocidos e ignorados
a los que había que conquistar, someter, devastar, esclavizar, en nombre de las
sacrosantas normas del Occidente cristiano, pero también de sus más definidos
intereses de dominación. Los otros recordaban el enfrentamiento de Europa con
los pueblos que iban a llamarse americanos, su crónico lugar marginal en la eco-
nomía humana y material del imperio, del mismo modo que los enormes contin-
gentes de gente esclava arrastrada desde otras regiones para servir de bestias de
carga a los colonizadores europeos.

¿Qué estamos celebrando? Frente a cualquier evento humano de cierta


magnitud que provoque reacciones emotivas de signo positivo, debemos pregun-
tarnos sobre el carácter de la celebración, a fin de no equivocarnos en lo que
estamos haciendo. La destrucción, el crimen, el despojo no pueden ser celebrados
como fastos ejemplares de la humanidad. Tanto menos cuando la aniquilación de
las culturas indígenas por la conquista y la colonización que el descubrimiento de
Colón inauguró fue actualizada y potenciada con los excesos de los prolongados
imperios coloniales que sustituyeron a España en la tarea poco laudable de sojuz-
gar en su beneficio regiones enteras del globo. Esta tarea no ha cesado en los
tiempos actuales, sino que por el contrario ha recrudecido de una manera trágica y
alarmante en el último medio siglo.
En relación con el Quinto Centenario, algunos distraídos (o ignorantes)
han hablado de “encuentro de culturas” o “encuentro de dos mundos.” Pero lo que
ocurrió en nuestra América en estos ahora más de “quinientos años” ha sido algo
muy parecido a lo que lamenta Joel: “se extinguió el gozo de los hijos de los
hombres” (v. 12, RVR). Lo que hubo fue el tremendo choque de civilizaciones y
culturas, las luchas terribles en las que las culturas autóctonas acabaron devasta-
das y sus portadores sometidos o aniquilados. Esto es lo que ocurre siempre en las
guerras de conquista con sus inevitables ciclos de opresión colonial. La conquista
y colonización del llamado Nuevo Mundo están llenas de sombras, de horrores y
de crímenes. Y de hecho no son el etnocidio, la esclavitud y la expoliación los
que honran esta empresa. La verdad histórica no se puede maquillar tan fácilmen-
te con semi-verdades o contra-verdades puramente verbales. “Encuentro de dos
mundos” o “encuentros de culturas” son apenas subterfugios retóricos o eufe-
mismos de una mala conciencia colectiva o de una todavía peor memoria históri-
ca.
72 – Desastre y esperanza: Joel

¿Con qué alegría estamos celebrando? Las guerras peleadas contra los
invasores europeos llevaron a muchos grupos indígenas a la extinción. Los con-
quistadores quebraron a las comunidades nativas de manera sistemática mediante
los movimientos masivos de población. Las enfermedades traídas por los invaso-
res diezmaron sin misericordia las estructuras de las nuevas sociedades. La amar-
ga odisea y el gradual desmoronamiento del sentido de identidad de los indígenas
habían comenzado, y habrían de continuar, como un cáncer lento a lo largo del
período colonial y más tarde con las nuevas repúblicas independientes. En el
presente siglo, los mestizos, que lograron ascender al poder en varios países, se
transformaron en los peores explotadores de sus medios hermanos indígenas.81
La consecuencia más nefasta de este macabro y dilatado proceso ha sido la
inoculación endovenosa de tristeza en el alma latinoamericana, especialmente en
el indígena. El indio latinoamericano es triste por naturaleza, y de algún modo su
tristeza ha contagiado a todo el continente. Se ha hablado de un cierto fatalismo
original, de una actitud pasiva frente a la realidad, de una iniciativa individual
inhibida, de una melancolía atávica, e incluso de una tendencia al aislamiento
como elementos característicos de los indígenas latinoamericanos.82 ¿No será
todo esto una consecuencia o expresión de una tristeza esencial? Si así fuera, el
clamor de Joel adquiere una relevancia muy particular para muchos latinoameri-
canos en este tiempo, para quienes la alegría se ha secado.

LOS SACERDOTES (1.13)

La profundidad y alcance de la crisis provocada por la invasión extranjera


se ve en el hecho de que ni siquiera el estamento clerical se salvó de sus conse-
cuencias. En América Latina el clero católico romano ha estado generalmente del
lado de los acomodados, de las élites gobernantes, de los factores de poder y de
los sectores dominantes en la sociedad. En Judá era también así, hasta que llega-
ron las “langostas” y barrieron con todo.

Exégesis y exposición del pasaje

Ahora Joel se dirige a un importante grupo dentro de Judá: los sacerdotes.


Nótese que Joel no se incluye entre ellos, razón por la cual si bien estaba asociado
al templo como profeta, no pertenecía a la jerarquía religiosa del mismo. No obs-
tante, el Dios personal al que sirve Joel (“mi Dios,” v. 13b) es el mismo Dios al
que sirven los sacerdotes (“su Dios,” v. 13c). La idea de este versículo se expande
en 2.15-17. Los sacerdotes no están excluidos de la crisis que afecta a toda la
nación. Por el contrario, Joel los desafía a hacer propia la lamentación por lo
ocurrido. Joel apela a ellos como “sacerdotes,” como “ministros del altar” y como

81
Ver Ezequiel Martínez Estrada, Diferencias y semejanzas entre los países de la América
Latina (México: Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales, 1962).
82
Stanley W. Rycroft, Religión y fe en América Latina (México: Casa Unida de Publicaciones,
1961), 47-49.
Lamentación (1.5-14) – 73

“ministros de mi Dios,” a través de una serie de imperativos. La manera en que


estos representantes religiosos pueden expresar su solidaridad con la lamentación
del pueblo es coherente con su vocación religiosa.
Joel sugiere de manera imperativa cuatro cosas que ellos deben hacer. Por
un lado, deben “vestirse de duelo,” es decir, desnudarse y atarse tiras de cilicio
alrededor de los hombros para expresar su dolor por la situación (Is. 32.11). Por
otro lado, deben “gemir,” es decir, sollozar con lágrimas profundas de dolor.
Además, deben “lamentarse,” o sea, clamar a Dios con gemidos indecibles. Y,
finalmente, deben “pasar la noche vestidos de luto” (2 S. 12.16; 1 R. 21.27), de-
jando de lado sus ropas clericales y festivas, y llevando el cilicio sobre sus cuer-
pos. Estos cuatro imperativos son una invitación a instituir un ritual de lamenta-
ción (1 R. 21.27; Jer. 4.8), que los sacerdotes aparentemente debían cumplir en el
templo (“vengan,” ver 2.17). La razón para este desafío es que el culto a Yahweh
se ha visto interrumpido. Ya no es posible seguir ofreciendo las ofrendas y liba-
ciones diarias en el templo o santuario (v. 9), quizás debido a la situación creada
por la invasión. No obstante, la falta de elementos para el culto a Dios no exime a
los sacerdotes de asumir la iniciativa en conducir a la nación en el clamor por la
liberación divina (v. 14a).

EJERCICIO 9

Los sacerdotes.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Su consagración: ____________________________________________________
2. Su unción: _________________________________________________________
3. Su función era transportar el arca del pacto: _______________________________
4. Su función era ofrecer sacrificios y holocaustos: ____________________________
5. Su función era bendecir al pueblo: _______________________________________
6. Sus vestiduras: ______________________________________________________
7. Su cuidado era no contaminarse: ________________________________________
8. Su responsabilidad era ser santos: ______________________________________
9. Su paga: ___________________________________________________________
10. Su residencia: ______________________________________________________

Pasajes: Éxodo 28.1-5; Éxodo 29.44; Éxodo 40.12-15; Levítico 9.1-4; Levítico 9.22;
Levítico 21.1-4; Levítico 21.5-8; Números 35.1-8; Deuteronomio 18.1-8; Deute-
ronomio 31.9.
74 – Desastre y esperanza: Joel

Aplicación del pasaje: El clero ante la crisis (1.13)

Lamentablemente en nuestra América el clero cristiano ha jugado un triste


papel en los momentos de crisis. Cuando la conquista, se lo vio levantar la cruz
mientras los soldados esgrimían sus espadas contra los indígenas aterrados. Según
Juan A. Mackay, “El curso de la conquista del Perú, desde la llegada de los espa-
ñoles hasta la muerte de Atahualpa, el monarca inca, ofrece perfecto ejemplo de
evangelismo belicoso.”83 La agresividad fue característica de la empresa cristiani-
zadora europea en América. El clero estaba altamente militarizado y comprome-
tido con la dominación y explotación de los pueblos indígenas. El tiempo ha
pasado pero las cosas no han cambiado mucho, tanto en relación con el clero
católico romano como con el clero protestante.

El clero católico romano. Este mismo clero fue el que sirvió como ins-
trumento de “pacificación” y sometimiento de los nativos a la estructura colonial,
a través del desarrollo de su obra misionera. Las varias órdenes religiosas que
cumplieron tareas misioneras en América Latina durante el período colonial,
fueron la herramienta más útil con que contaron España y Portugal para el control
de la población indígena. Identificados plenamente con los ideales del imperio, el
clero colonial se benefició como estamento privilegiado de la explotación del
“Nuevo Mundo” y fue cómplice de muchos de sus abusos.
Cuando se produjo el movimiento de la independencia, este clero cristiano
se mostró adverso al mismo por temor a perder su situación dominante frente a
nuevas ideas y otras versiones del cristianismo, que comenzaban a introducirse en
el continente. Con el surgimiento y desarrollo de la independencia, el clero colo-
nial, que había existido desde el tiempo de la conquista, entró en un período de
crisis. El anticlericalismo creciente y la falta de personal suficiente colocaron al
clero católico romano en una posición de debilidad. Los obispos asumieron gene-
ralmente posiciones realistas y se opusieron a la lucha por la independencia, en
parte porque casi todos ellos eran españoles. Pero con el tiempo, el clero criollo
fue asumiendo posiciones de liderazgo y se asoció a las nuevas clases dominan-
tes. Además, los gobiernos de las nuevas repúblicas vieron en el clero un impor-
tante elemento para lograr la identidad moral de las nuevas naciones y su necesa-
ria cohesión social.
En general, el clero católico romano latinoamericano se ha inclinado casi
siempre hacia la derecha conservadora en materia ideológica, comprometiéndose
con los ideales del poder de turno. En años más recientes incluso se lo vio asocia-
do con gobiernos totalitarios y respaldando procesos dictatoriales. Por cierto que
es posible mencionar numerosas y grandes excepciones. Pero no han sido muchos
los mártires cristianos que se atrevieron a hacer una opción preferencial por los
pobres y oprimidos del continente.

83
Juan A. Mackay, El otro Cristo español (México: Casa Unida de Publicaciones, 1952), 47.
Lamentación (1.5-14) – 75

El clero protestante. Buena parte del clero protestante no es menos cul-


pable de hacer opciones equivocadas en los momentos de crisis en nuestra Amé-
rica. Debe recordarse que algunos misioneros evangélicos norteamericanos hicie-
ron su ingreso a México acompañando a los soldados que invadieron esta nación
durante la guerra méxico-americana (1846-1849). Además, la acusación de ser
“agentes del imperialismo yankee” no está muy lejos de la verdad en algunos
casos particulares. La identificación ingenua con los ideales de culturas foráneas
y la confusión de esos ideales con el evangelio mismo ha sido más que frecuente
entre los líderes religiosos del protestantismo latinoamericano. La relación entre
protestantismo y liberalismo, y más tarde entre protestantismo y capitalismo, ha
sido suficientemente estudiada y criticada. La docilidad y disposición pasiva
frente al manipuleo de los agentes de las corporaciones religiosas de los Estados
Unidos es bien conocida por todos, y nos exime de mayores comentarios.
Es por todo esto que el desafío de Joel— “Vístanse de duelo y giman, sa-
cerdotes; laméntense, ministros del altar. Vengan, ministros de mi Dios, y pasen
la noche vestidos de luto”—se aplica por igual a todos los ministros del evangelio
cristiano en este continente. Hay muchos pecados por los que los siervos de Dios
debemos pedir perdón con gran contrición. Hemos vaciado de contenido las cosas
sagradas de Dios. Consciente o inconscientemente nos hemos puesto del lado de
los invasores, y hemos dejado a la “casa de nuestro Señor” sin “las ofrendas de
cereales y las libaciones.”

Los ministros del Señor y los ministros de mi Dios. No obstante, gracias


a Dios, ha habido otro clero en América Latina, otro tipo de ministros del Señor y
ministros de Dios, que no participaron de este pecado religioso. Este clero es el
que “se entregó al ayuno” y “convocó a una asamblea solemne” (1.14). Son los
sacerdotes y pastores que “reunieron a los ancianos del pueblo” y a “todos los
habitantes del país” en “la casa del Señor su Dios” y elevaron sus voces proféticas
para conducir al pueblo a “clamar al Señor” como única fuente de liberación. La
historia los recuerda por sus nombres, porque frente a la crisis ellos supieron
anunciar la Palabra de Dios y liderar a los oprimidos a invocar su nombre para
salvación (2.32).
Uno de ellos fue fray Antonio de Montesinos (1470-1530), el recordado
dominico, que en 1511 predicó uno de los sermones más poderosos que se pro-
nunciaron en estas tierras. Sin temor y lleno del Espíritu Santo, profetizó como
vocero de Dios denunciando el pecado de los poderosos, sin pelos en la lengua.

Antonio de Montesinos: “Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia ten-
éis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autori-
dad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus
tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y estra-
gos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fati-
gados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades, que de los ex-
cesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir,
los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de
76 – Desastre y esperanza: Joel

quien los doctrine, y conozcan a su Dios y criador, sean baptizados, oigan


misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos no son hombres? ¿No tienen
ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mis-
mos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profun-
didad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto que en el estado
en que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y
no quieren la fe de Jesucristo.”84

Otro de los grandes “ministros de Dios” de América fue Bartolomé de Las


Casas (1474-1566), el “apóstol de los indígenas.” Las Casas combatió con denue-
do los abusos de los conquistadores y se transformó en el defensor de los indíge-
nas. Según él, no había nación que no pudiera ser persuadida y llevada a un orden
de vida bueno, y apaciguada y civilizada, si se utilizaba el método adecuado y
natural, es decir, el amor y la bondad.85 Las Casas condenó el sistema español de
tenencia de la tierra y el uso de los indígenas como esclavos en la encomienda. Su
programa era vasto y completo. Las actividades de Las Casas se desarrollaron en
tres frentes. En el frente político, a través de contactos y actuaciones directas en
los negocios públicos, procuró ofrecer material y sugerencias para una visión
clara de las cuestiones coloniales y para un tratamiento más racional de las situa-
ciones que no dejaba de denunciar. En el frente ideológico procuró desarrollar un
trabajo de concientización y esclarecimiento en los medios intelectuales de Espa-
ña, por medio de sus escritos y disputas. En el frente misionero trabajó junto a los
indígenas para construir un modelo de comunidad, y reclutó y formó a evangeli-
zadores.86
En el campo protestante se destaca la figura de Diego Thomson (1781-
1854), el pionero de la distribución de la Biblia en América Latina, que llegó a
Buenos Aires en octubre de 1818. Thomson sabía que si se presentaba en Améri-
ca Latina como misionero protestante sería expulsado. Por eso, lo hizo represen-
tando el método lancasteriano de enseñanza, que consistía en preparar a un grupo
de alumnos, que a su vez se constituían en maestros de sus compañeros menos
avanzados. En gran medida, el sistema se apoyaba también en la lectura de textos
bíblicos sin comentarios. En 1821, Thomson pasó a Chile, adonde fue invitado
por el gobierno para hacer el mismo trabajo educacional que había hecho en Bue-
nos Aires. Ese mismo año llegó a Perú, donde también fundó escuelas, distribuyó
gran cantidad de Biblias e intentó producir una traducción de los Evangelios al
quechua y al aymara.

84
Citado en Bartolomé de Las Casas, Historia de las Indias, 2 vols., ed. por Agustín Millares
Carlo (México: Fondo de Cultura Económica, 1951), 2:441, 442. El castellano es el antiguo de
principios del siglo XVI.
85
Bartolomé de Las Casas, Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera
religión, ed. por Agustín Millares Carlo (México: Fondo de Cultura Económica, 1942), 6-9.
86
Oscar de Figueiredo Lustosa, “A contestaçâo de um profeta: Bartolomeu de Las Casas
(1474-1566),” REB 136 (diciembre 1974): 809-812. Ver también Edmundo O’Gorman, Cua-
tro historiadores de Indias: siglo XVI (México: SepSetentas, 1972), 87-164.
Lamentación (1.5-14) – 77

Algo interesante en cuanto al ideario educacional de Thomson fue su pre-


ocupación por la educación de la mujer. En Buenos Aires argumentó con el go-
bierno a favor de esto.

Diego Thomson: “La representación nacional sabe mui bien que desde
que Jorge III dijo a su autor que todo niño pobre de su reyno aprendiese a
leer la Biblia, todos los gobiernos de Europa le han honrado con colocarse
al frente de esta institución y ansían y ponen su mayor connato en genera-
lizarla.… Después de haber establecido en Buenos Aires el sistema de la
enseñanza mutua entre los hombres se ha tratado de establecerlo en la
educación de las mujeres.… ¿Quántas diferencias se notarían en las cos-
tumbres si las mujeres supiesen a fondo su religión, sus deberes y pusiesen
a practicar las luces que sobre ellas pueden suministrárseles, y las faculta-
des industriales que se pueden enseñar? Son incalculables los bienes que
producirían ambos establecimientos y nada es más fácil que llevarlo a ca-
bo.”87

Al salir de Lima, Thomson viajó por varias ciudades de Perú, Ecuador y


Colombia, vendiendo Biblias y Nuevo Testamentos, hasta que llegó a Bogotá,
donde logró fundar la Sociedad Bíblica Colombiana (la primera en su tipo en
América Latina). De regreso a su país de origen, publicó un libro titulado Cartas
sobre el estado moral y religioso de Sud América, obra en la que narra sus aven-
turas misioneras y educacionales en este continente, y en el que dice: “El único
objeto que tengo en América del Sur es promover el reino de Nuestro Señor Jesu-
cristo…. Las dos cosas a las cuales he dado mi atención en este viaje son la edu-
cación de la juventud y la circulación de las Sagradas Escrituras.”
Otro de los grandes “ministros del Señor” fue Allen F. Gardiner (1794-
1851), quien ofrendó su vida en su intento de llevar el evangelio a los indígenas
del extremo sur del continente. Su sacrificio abnegado y su martirio señalan uno
de los episodios más conmovedores de la historia de las misiones. “Su historia es
la de uno de los misioneros más dedicados que el mundo jamás haya conocido.”88
Gardiner fue uno de los misioneros más intrépidos y tenaces que actuaron en el
continente, a pesar de que todos sus esfuerzos terminaron en frustración y él
mismo acabó su vida en forma trágica. “A los ojos del hombre mundano, su vida
habría parecido una continua sucesión de fracasos.”89 Su ministerio abarca un
período que va desde 1834 a 1851. En 1850 Gardiner llegó a Tierra del Fuego

87
Citado en “Colección de documentos para la historia del protestantismo latinoamerica-
no,” Época: Revista de Historia Eclesiástica 1:1 (julio 1995): 74. El castellano es el anti-
guo de principios del siglo XIX.
88
Francis E. Clark y Harriet A. Clark, The Gospel in Latin Lands: Outline Studies of Prot-
estant Work in the Latin Countries of Europe and America (Nueva York: Macmillan,
1909), 305.
89
Ibid., 306; Daniel P. Monti, Presencia del protestantismo en el Río de la Plata durante
el siglo XIX (Buenos Aires: La Aurora, 1969), 98.
78 – Desastre y esperanza: Joel

acompañado por otros seis ayudantes. Desembarcaron en la ensenada Banner.


Llevaban provisiones para seis meses, luego de los cuales un barco pasaría a
recogerlos. Pero ese barco no llegó a tiempo. Cuando en octubre de 1851 una
expedición salió en busca de los misioneros, sólo encontró sus cadáveres. El
escorbuto y el hambre habían terminado con ellos y con los planes misioneros de
Gardiner. En una carta dirigida a su esposa, fechada una semana antes de su
muerte, Gardiner le dice: “Si hay un deseo que tengo para el bien de mis prójimos
es que la misión de Tierra del Fuego sea proseguida con vigor, como así también
todo el trabajo en Sudamérica…. Pero todo lo dirigirá y obrará el Señor, porque
suyos son los tiempos y las sazones, y los corazones de todos están en sus ma-
nos.”90
Este es el tipo de sacerdotes y pastores, de siervos de Dios y ministros su-
yos, que nuestra América necesita en el día de hoy: hombres y mujeres que asu-
man el dolor del pueblo y lo guíen a buscar en el Señor un camino de liberación,
mediante una entrega total de sí mismos.

LOS LÍDERES Y EL PUEBLO (1.14)

Es interesante notar que Joel deposita en el clero del templo la responsabi-


lidad de tomar la iniciativa en un proceso de arrepentimiento y cambio. El desafío
del profeta es que todos (líderes y habitantes del país) se vuelvan al Señor a fin de
cambiar su condición. Pero los primeros que deben hacerlo son los líderes religio-
sos, los ministros de Dios. De hecho, la invitación al ayuno, a la convocación de
una asamblea solemne, la reunión de los líderes en la casa del Señor, la reunión
de todos los habitantes del país y el clamor al Señor son todos elementos que se
dan en el marco de una serie de ritos religiosos (como en 2.15a (“ayuno”), 2.15b
(“asamblea solemne”), 2.16a (“congreguen al pueblo”), y 2.16 (“junten a los
ancianos”).

Exégesis y exposición del pasaje

El lamento de los sacerdotes no es suficiente. Toda la nación, desde sus


líderes (“ancianos del pueblo”) hasta el último de “todos los habitantes del país”
deben “clamar al Señor” frente a la crisis. Este proceso de volverse al Señor co-
mienza con un ayuno general como señal de una actitud nacional de penitencia (1
S. 7.6), pero en este caso más como una disposición de humildad y dependencia
de Dios. Los convocados a reunirse “en la casa de Señor su Dios” son los mismos
a quienes se invitó de entrada a oír la palabra de Yahweh (1.2). Pero no debe
pensarse que absolutamente todos los habitantes de la región fueron al templo. De
todos modos, el ayuno y la reunión “en la casa del Señor” fueron elementos pre-
paratorios para lo más importante, que fue el clamor al Señor. El verbo zaaq
(“clamar”) conlleva un tono muy emocional y describe a una persona que pide

90
Arnoldo Canclini, ed., Últimos documentos del capitán Allen F. Gardiner (México:
Casa Unida de Publicaciones, 1959), 96.
Lamentación (1.5-14) – 79

ayuda y liberación de una situación sumamente aflictiva. Al igual que Amós (4.6-
9), Joel considera a las calamidades naturales (y en este caso más, a una invasión
extranjera) como advertencias divinas que deben llevar a todo el pueblo a volver-
se a Dios y a buscar su asistencia.
Así, pues, el lenguaje de este llamado es el tradicional (ver 2.15, 16; 3.9; 2
R. 10.20) para convocar a una liturgia de lamentación. Esencialmente se trataba
de “un ritual que permitía a un individuo o a un grupo expresar su profunda an-
gustia por lo que había ocurrido o estaba ocurriendo en el momento.”91 La lamen-
tación tenía un profundo contenido religioso y no era una queja sino un clamor
por el socorro divino. En el caso de Joel, el motivo de tal lamentación o clamor
era una invasión militar. La liturgia de lamentación generalmente concluía con
palabras de consuelo y seguridad por parte del sacerdote o profeta oficiante, como
vocero de Dios, y en respuesta al clamor de los afligidos. De este modo, Dios es
considerado como el único que puede dar una solución a un problema que parece
ser terminante. Esta última estrofa del llamado a la lamentación (1.5-14) es nota-
blemente teocéntrica.92

Aplicación del pasaje: La única esperanza (1.14)

El futuro de América Latina parece incierto, o por lo menos, los pronósti-


cos que hoy se hacen resultan ambiguos y dispares. Hace algo más de tres déca-
das atrás se hablaba de la apertura democrática de América Latina (a partir de
comienzos de la década de 1980) como el acontecimiento político más grande del
siglo pasado. A pesar del peso letal que por entonces tenía la deuda externa, se
hacían referencias a verdaderos “milagros económicos” (a comienzos de la déca-
da de 1990), como en los casos de Chile, México y Argentina. La euforia llegaba
a veces hasta el delirio, como cuando el presidente argentino Carlos S. Menem
declaró (a fines de 1991) el ingreso de Argentina “al Primer Mundo.” El ingreso
de México a la alianza económica norteamericana y la posibilidad de que Estados
Unidos estableciese una relación parecida con Chile, hicieron pensar a muchos en
aquellos años que ahora sí América Latina iba a poder iniciar con paso firme y
sostenido su marcha hacia el desarrollo y la prosperidad. Todo esto es historia y
en la última década no se han visto los grandes indicadores de progreso y desarro-
llo anticipados.
Hay también otros cuadros de la realidad latinoamericana que no son tan
optimistas. Algunos están tan cargados de tintes oscuros que llevan a pensar que
jamás el continente va a conocer la justicia y el bienestar, especialmente en los
países más postergados. Se dice que las democracias latinoamericanas, formales y
endebles, no son al tiempo presente suficiente garantía para la construcción de un
futuro diferente, y que los militares y élites oligárquicas pueden volver a adueñar-
se del poder cuando les venga en gana. Se recuerda que la deuda externa es un
peso del que no va a ser fácil desligarse, por más tratados de amistad y ayuda que

91
Ogden, A Promise of Hope, 23.
92
Prinsloo, The Theology of the Book of Joel, 27.
80 – Desastre y esperanza: Joel

se firmen con las potencias dominantes. Se insiste en que el modelo económico


de moda—neoliberalismo—va a terminar de arruinar las raquíticas economías
latinoamericanas, sumergiendo a grandes y crecientes masas de la población
todavía más profundamente en la pobreza, mientras una minoría cada vez más
selecta se tornará más rica. Se advierte que la paz social está más frágil que nunca
y que levantamientos populares pueden volverse a repetir (como en Venezuela,
Argentina y Brasil), aun con mayor gravedad e intensidad. Se anticipa que el
presente vacío cultural y educativo en casi todos los países latinoamericanos
involucra una factura que indefectiblemente será pagada por las próximas genera-
ciones. En síntesis, un análisis objetivo de la realidad presente no deja mucho
espacio a la esperanza.
En muchos casos, la esperanza de muchos está puesta en aquellos mismos
factores que han llevado al pueblo a su situación presente de pobreza y opresión.
Es como si en los días de Joel, los líderes y el pueblo hubiesen confiado en la
estructura del Imperio Persa para garantizar la estabilidad social, en la bondad de
su sistema impositivo y tributario para obtener bienestar y servicios, en la fuerza
de ejércitos foráneos para guardar la paz interior, y en la generosidad del enemigo
para mantener su culto. Con gran ingenuidad muchos piensan hoy que la política
económica neoliberal, que está liquidando a la clase media norteamericana, va a
promover el bienestar en América Latina; que de veras es el interés de las grandes
corporaciones fomentar el desarrollo de los países menos desarrollados, a fin de
que se incorporen como potencias industriales y económicas en el Primer Mundo.
Todavía hay quienes piensan que los marines de los Estados Unidos son los após-
toles de la democracia, así como las películas de Hollywood son un reflejo de
cómo vive todo el mundo en ese país.
Es hora de que en América Latina, los líderes y el pueblo renuncien a la
fantasía y aterricen en la realidad, y hagan lo único que puede hacerse en una
situación de marginamiento y opresión: clamar al Señor. No hay otro camino
abierto a la esperanza. El Señor de la historia y de los pueblos es quien tiene la
última palabra. Ya hemos probado en América Latina todas las fórmulas posibles,
que a lo largo de siglos hemos importado de otras latitudes junto con otras cosas
superfluas. Es tiempo de que probemos a Dios, porque él es nuestra única espe-
ranza.





Después de una expresión general de un lamento patético (1.13, 14), el


profeta expresa un clamor extremo enmarcado en términos de los acontecimientos
propios del temible “día del Señor” (v.15). Establecido el grado o nivel del desas-
tre que se aproxima, Joel presenta dos clamores que surgen de fuentes diferentes:
el pueblo y él mismo. En el primer clamor (vv.16-18) es Judá quien tiene la pala-
bra (nótese la primera persona plural) y la imagen es la de una gran sequía. En el
segundo clamor (vv.19, 20) se usa la primera persona singular, pero con sentido
corporativo, y la imagen es la del fuego. Estos clamores son paralelos y hablan de
la destrucción y sufrimiento que tanto animales como seres humanos sufren como
seres vivos. Estos versículos representan un recorrido que muestra cómo el desas-
tre involucra a todas las esferas de la vida: no sólo el culto y las personas (v. 16),
y los animales y cultivos domésticos (vv. 17, 18), sino también las plantas silves-
tres y los animales salvajes (vv. 19, 20). Todo se ha visto afectado por la devasta-
dora invasión y, en consecuencia, todos deben involucrarse en un acto de contri-
ción y de clamor al Señor esperando su liberación.

CLAMOR ANTE LA DEVASTACIÓN (1.15)

Es típico del Antiguo Testamento que todo salmo o cántico de lamento in-
corpore, como elemento central, un relato de la crisis que el pueblo sufre (Sal.
79.1-4; 83.1-4; etc.) Joel sigue el mismo patrón en 1.15-18, con lo cual el profeta
se ajusta a una larga y fecunda tradición en su pueblo. En verdad, los salmos de
lamentación son los que aparecen con mayor frecuencia en el salterio, ya que un
tercio de todos los salmos en la Biblia son de este tipo.
82 – Desastre y esperanza: Joel

Exégesis y exposición del pasaje

En 1.15, el profeta inicia su clamor con un grito aterrador inusual (‘ahah),


que es una exclamación que suele encontrarse en los salmos de lamentación, pero
en la forma de “¡Ah, señor mi Dios!” (Jer. 1.6; 4.10; ver Jos. 7.7 y Jue. 6.22 en
RVR, BA, BJ, etc.) La expresión de Joel 1.15 (“¡Ay de aquel día!”) aparece tal
cual en Ezequiel 30.2. Este día temido “ya se aproxima,” es algo que está por
venir de inmediato (2.1; 3.14; Is. 13.6; Ez. 30.3; Abd. 15; Sof. 1.7, 14), es decir,
prácticamente ya está presente. Es un día muy cercano, o sea, pertenece al mo-
mento de la crisis que se está experimentando. Las desgracias ya han ocurrido,
pero de algún modo prefiguran y anuncian la cercanía de otro día de una dramáti-
ca intervención divina, que es “el día del Señor.” Esta expresión aparece cinco
veces en Joel (1.15; 2.1, 11, 31; 3.14), y dieciséis veces en el Antiguo Testamen-
to, generalmente en oráculos contra Israel y Judá, o contra naciones extranjeras
que han actuado contra el pueblo del Señor. La frase describe ese momento o
evento cuando Yahweh actúa para juicio o para salvación. Es el “día del Señor”
porque él es el sujeto de la acción en ese día.
Este día viene “como devastación de parte del Todopoderoso.” La devas-
tación que viene es interpretada, entonces, como proviniendo “de parte del Todo-
poderoso.” Quizás ésta sea la respuesta del pueblo al llamado a la lamentación del
v. 14. Toda la frase final del versículo es rica en significado. Las primeras dos
palabras (keshodh mishshadday) contienen una aliteración doble, que puede ex-
presarse en castellano como “destrucción del Destructor” o “empoderamiento del
Empoderador.” El nombre “Todopoderoso” traduce el vocablo heb. Shaddai, que
se deriva de shadhadh, “tratar violentamente con” o “destruir” (ver Is. 13.6). La
LXX suele traducirlo con el gr. pantokrator, “omnipotente” (pero aquí con el gr.
talaiporia, “aflicción”), y la expresión usual de la Vulgata es omnipotents, “om-
nipotente” (aquí potents, “poderoso”). Esta etimología y estas traducciones anti-
guas han llevado a traducir al castellano el vocablo heb. como Todopoderoso.93
El día del juicio de Dios, la “devastación de parte del Todopoderoso” está
en camino. El uso del calificativo “Todopoderoso” aplicado a Dios es interesante,
porque se trata de una designación antigua del Señor (Gn. 17.1) y también de una
expresión típica de los himnos litúrgicos de confianza, como el Salmo 91.1. En
nuestro versículo, probablemente es utilizado porque suena parecido a la palabra
para “ruina” o “devastación” (shodh). El pueblo de Judá consideraba que la de-
vastación de su tierra era una señal de una destrucción todavía mayor que estaba
en camino. De allí su clamor como expresión de este temor.
Todo esto debía mover a todo el mundo a un serio clamor colectivo al Se-
ñor rogando su intervención liberadora. Al fin y al cabo, él es el Todopoderoso y
toda devastación que signifique juicio viene de él. El grito de terror del v. 15
expresa el temor del pueblo de Judá por la crisis que está atravesando, a la que

93
Para un estudio del nombre Todopoderoso y sus orígenes, ver Kapelrud, Joel Studies,
59-63.
Clamor (1.15-20) – 83

interpreta equivocadamente como expresión o señal del día del juicio divino en su
contra.
Como ocurre con muchos salmos de lamentación, Joel introduce aquí su
clamor no tanto como una endecha o canto lúgubre, lo cual sería una expresión
más profana y menos ligada a la relación espiritual que sostiene la religión de
Yahweh. Su clamor está dirigido al Señor, ya sea que represente al colectivo del
pueblo (lamentación comunitaria, vv. 16-18) o a un individuo como expresión
simbólica del pueblo (lamentación individual, vv. 19, 20). La estructura formal en
los salmos de lamentación generalmente incorpora los siguientes elementos: in-
vocación, lamentación, súplica, motivación y voto. Estos elementos no siempre
aparecen todos ni se dan en este orden. En el caso de Joel, la estructura de su
clamor está determinada por la tragedia de la devastación ocurrida con motivo de
la invasión del país por un ejército extranjero de gran capacidad destructiva. El
desastre producido afectó a todo el mundo, de modo que el lamento que resulta
tiene una fuerte orientación colectiva y una probable connotación litúrgica. Todo
el pueblo ha sido convocado a elevar este clamor en la casa del Señor su Dios y a
observar ciertos ritos como el ayuno, el rasgamiento de las vestiduras y la porta-
ción del cilicio.
La pregunta que surge de la lectura de la primera línea del texto es: ¿qué
es este día? O ¿a qué día se refiere el profeta? Aparentemente, estamos frente no a
un solo día sino a dos, es decir, “aquel día” y “el día del Señor.” Desde el punto
de vista del lamento, la expresión “aquel día” está haciendo referencia al día
presente del profeta, el momento de la crisis presente. Pero este “día” es diferente
del “día del Señor,” que claramente está ubicado en un futuro que todavía está por
ocurrir (Is. 13.6; Ez. 30.3; Abd. 15; Sof. 1.7).

Graham S. Ogden: “El ‘día del Señor’ es un concepto utilizado cinco ve-
ces en Joel (1.5; 2.1, 11, 31; 3.14), pero sólo dieciséis veces en todo el An-
tiguo Testamento, si bien hay otros términos relacionados que aparecen
con más frecuencia. Típicamente, la frase es utilizada en oráculos contra
Israel y Judá o contra naciones extranjeras, y describe ese momento o
evento cuando Yahweh actúa en juicio o salvación. Es el día de Yahweh,
porque él es quien actúa. El objeto de esa acción puede ser Israel, Judá, o
las naciones, pero los profetas advierten que en el futuro cercano Yahweh
llevará a cabo su sentencia sobre aquellos que han ofendido contra su jus-
ticia. Para los pueblos oprimidos en todas partes, esto es ‘buenas noti-
cias’.”94

Para los opresores este día es día de condenación, pero para los oprimidos
es día de liberación. El hecho de que es el “Todopoderoso” (heb. shaddai, denota
poder y destrucción) quien actuará es garantía de la acción que vendrá. Para Judá
esta palabra no es condenatoria sino esperanzadora, es la buena noticia de que los
opresores no se saldrán con la suya y que el Señor liberará a su pueblo. Quienes

94
Ogden, A Promise of Hope, 24.
84 – Desastre y esperanza: Joel

sufrirán la condenación del “día del Señor” son las naciones enemigas (2.31 y
3.14). Para Joel, pues, hay tres tipos de “días.” Los “días” de la historia del pue-
blo (v. 2), el “día” presente de opresión (v. 15a), y el futuro “día del Señor” (v.
15b) de castigo para los opresores y de liberación para su pueblo oprimido.
Sin embargo, este temor del pueblo por el día del Señor no está justifica-
do. De allí que Joel presenta oráculos de aliento y que desalientan una actitud de
culpa y arrepentimiento de pecados por parte del pueblo. Según las palabras
proféticas de consuelo que pronuncia Joel, Judá no debe temer devastaciones
adicionales, por lo menos en lo inmediato. Esta idea vuelve a repetirse en 2.31 y
3.14, donde el tiempo de juicio no cae sobre Judá sino sobre las naciones que han
provocado su destrucción. La amenaza de juicio que pesa sobre Judá y que expre-
sa la frase “aquel día” se aplica ahora a sus enemigos. De modo que hay dos usos
del concepto detrás de la expresión “el día del Señor” en este libro. Por un lado,
está la idea de que este “día” es señal de un tiempo de juicio (1.15-18). Por otro
lado, que este “día” será un día de salvación para el pueblo de Dios, tal como se
puede ver en los últimos capítulos (2.30-32).Es este segundo uso el más impor-
tante en el mensaje de consuelo que Joel quiere dejar al desconsolado pueblo de
Judá.

EJERCICIO 10

El día del Señor.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. El “profeta Elías” es enviado antes que llegue el día del Señor: ________________
2. El espíritu puede ser salvo en el día del Señor: _____________________________
3. Es posible sentirse orgulloso de los creyentes en el día del Señor: _____________
4. El día del Señor llegará como ladrón en la noche: ___________________________
5. El día del Señor vendrá como un ladrón: __________________________________
6. En el día del Señor los cielos desaparecerán y todo será quemado: ____________
7. El estruendo del día del Señor será amargo: _______________________________
8. El día del Señor será un día ardiente como un horno: ________________________
9. El día del Señor es considerado como el día final: __________________________
10. El día del Señor es llamado el día de la ira: _______________________________
11. El día del Señor se acerca: ____________________________________________
12. El día del Señor es considerado como el gran Día: _________________________
13. El día del Señor es llamado “el gran día del castigo”: ________________________
14. El día del Señor es denominado como “el día de su castigo”: _________________
15. El día del Señor es llamado “día de confusión”: ____________________________
16. El día del Señor es denominado como “el día de la salvación”: ________________
17. El día del Señor es el día del juicio y de la destrucción de los impíos: ___________
18. El día del Señor es el día de castigo de los impíos y día del juicio: _____________
19. El día del Señor es nefasto para los pueblos: ______________________________
Clamor (1.15-20) – 85

20. El día del Señor es día de ira, de acoso y angustia, de devastación y ruina, de tinie-
blas y penumbra, de niebla y nubarrones, de trompeta y grito: ___________________

Pasajes: Jeremías 10.15; Ezequiel 30.3; Miqueas 7.4; Sofonías 1.14; Sofonías 1.15,
16; Malaquías 4.1; Malaquías 4.5; Juan 12.48; Romanos 2.5; 1 Corintios 5.5;
2 Corintios 1.14; 1 Tesalonicenses 5.2; Hebreos 10.25; 1 Pedro 2.12; 2 Pedro
2.9; 2 Pedro 3.7; 2 Pedro 3.10a; 2 Pedro 3.10b; Judas 6; Apocalipsis 6.17.

Aplicación del pasaje: El problema del hambre (1.16-18)

Se entiende por hambre el estado del organismo cuando éste no dispone de


las calorías necesarias para su mantenimiento en condiciones saludables. A pesar
de todo el progreso científico y tecnológico, la humanidad no ha podido controlar
el problema del hambre, que en nuestros días se presenta con cifras tan aterrado-
ras como en los días de Joel en Judá.
La mayoría de los seres humanos vive en un estado de hambre endémica,
pero la población de los Estados Unidos, que sólo equivale al 6 por ciento de la
población mundial, consume el 55 por ciento de todos los recursos naturales del
globo. La “desigualdad” ante el hambre es una de las más intolerables que padece
la humanidad. Según los cálculos de la Organización de las Naciones Unidas para
la Alimentación y la Agricultura (FAO), 15 personas de cada 100 están demasia-
do “alimentadas,” mientras que una de cada diez muere de hambre. Ya en no-
viembre de 1974, la Conferencia Mundial sobre la Alimentación celebrada en
Roma ponía de manifiesto que una persona de cada seis padecía de malnutrición
y que su número aumentaría a cinco para el año 2000, si no se hacía algo para
subsanar la situación. De hecho, no se hizo nada y hoy tenemos una situación
muchísimo más grave y trágica.
Susan George, hablando de un libro suyo, ha dicho que “si hacen falta seis
horas para leer este libro, cuando usted haya terminado la última página se habrán
muerto de hambre o de una enfermedad cualquiera debida a la malnutrición, en
algún lugar del mundo, unas 2.500 personas.”95 Sobre este problema del hambre
podríamos citar lo que Josué de Castro ha señalado hace más de treinta años atrás
en su libro El hambre, el miedo, la guerra, donde hablando de su experiencia
personal en el Nordeste del Brasil, señalaba:

Josué de Castro: “La mayoría de mis enfermos no tenían una enfermedad


definida. Los patrones decían que esas personas eran perezosas. En esa
época se empezaba a decir que la pereza no era simplemente un defecto
sino que tenía una causa. Busqué una causa y acabé por comprender que
los obreros sufrían de una enfermedad definida, que era el hambre. A la
larga se volvían ulcerosos, tuberculosos, anémicos, pero no era más que a

95
Susan George, How the Other Half Dies: The Real Reasons for World Hunger (Londres:
Penguin Books, 1976), 22.
86 – Desastre y esperanza: Joel

consecuencia del hambre. Entonces les dije a los patrones: ¿Ya sé de qué
están enfermos sus obreros, pero no puedo curarlos, porque yo sólo soy
médico, no Gerente General. Y su enfermedad es el hambre.’ Entonces me
pidieron que dimitiera. Yo sabía ya que el problema era de naturaleza so-
cial. Sólo que lo creía limitado a zonas muy miserables. Mirándolo mejor
vi, con una especie de vértigo, que no era un problema particular de mi
distrito o de la ciudad o del Nordeste del Brasil. Las fronteras del hambre
retrocedían a medida que miraba más lejos y finalmente supe que era un
drama universal.”96

El problema se agrava cuando consideramos que uno de los fenómenos ca-


racterísticos de nuestra época es el rápido deterioro de las tierras cultivables,
debido a la urbanización acelerada de zonas tradicionalmente rurales, a la crea-
ción de diversas infraestructuras (industrias, caminos, autopistas, etc.) que son
grandes consumidoras de espacios, a la destrucción generalizada de grandes ex-
tensiones forestales para dedicarlas a la ganadería o el cultivo de soja, los desas-
tres ecológicos producidos por fenómenos naturales (sequías, inundaciones, te-
rremotos, huracanes, volcanes, etc.) o humanos (guerras, incendios, derrames
contaminantes, lluvia ácida, destrucción de cultivos y frutos para mantener el
precio en el mercado, etc.) Todo esto se suma al conocido fenómeno de la erosión
de los suelos, las voladuras de campos, el agotamiento de los acuíferos, el derre-
timiento de los glaciares, el cambio climático, y otros factores, que limitan peli-
grosamente la superficie productiva y las condiciones necesarias para la produc-
ción de alimentos.
En tales condiciones, no es sorprendente que la crisis agrícola mundial se
haya expresado trágicamente en la forma de miseria global, o incluso en un ham-
bre generalizada, que indigna e inquieta. El hambre es uno de los problemas más
graves que enfrenta la humanidad en el presente siglo. No podemos, entonces,
pasar por alto este problema, que no es nuevo, porque afectó a Judá en los días
del profeta Joel, pero que hoy tiene un patetismo gravísimo porque ha adquirido
una dimensión global. Frente a tremendo problema es necesario hacer dos re-
flexiones básicas: primero, considerar el problema; y, luego, analizar su solución.

Consideremos el problema. En la situación que describe Joel, el proble-


ma era que “el alimento” había sido arrebatado por los enemigos, la sequía había
hecho que las semillas se pudrieran, los silos estaban en ruinas y los graneros
derribados. El hambre era el resultado de la falta de alimentos, carencia que tam-
bién afectaba a los animales domésticos (vacas y ovejas) que eran, a su vez, fuen-
te de alimento para las personas. Para miles de millones de seres humanos en el
mundo la sentencia que los discípulos compartieron con Jesús en cierto momento
(Mr. 6.36, RVR) es de una actualidad dramática: “No tienen qué comer.” ¿Cuáles
son las causas de la crisis alimentaria actual en todo el planeta?

96
Josué De Castro, Geopolítica del hambre: ensayo sobre los problemas alimentarios y
demográficos del mundo (Madrid: Solar/Hachete, 1975), 15.
Clamor (1.15-20) – 87

Hay causas geográficas. El hambre es geográficamente selectiva. No afec-


ta a todo el planeta, sino a zonas específicas de la India, Asia, África y América
Latina. Se conoce a estos territorios como zonas de hambre, dadas las condiciones
naturales de terrenos pobres, áridos o estériles. Ahora, no debemos culpar a Dios
o a la naturaleza por el hambre que afecta a la humanidad. Esta sería una respues-
ta simplista, que no toma en cuenta la verdad de las palabras de Jesús, cuando
dijo que Dios “hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre
justos e injustos” (Mt. 5.45).
Hay causas demográficas. El fuerte crecimiento demográfico impone un
mayor consumo y demanda una producción cada vez mayor de alimentos. No
obstante, el problema del aumento de la población no es argumento suficiente
para explicar el hambre en el mundo, ya que el hambre es causa y no efecto de la
superpoblación. En otras palabras, no hay hambre por exceso de gente, sino exce-
so de gente como consecuencia del hambre. Los índices de natalidad más eleva-
dos se dan precisamente en los países menos desarrollados donde, a su vez, el
hambre es común.
Hay causas culturales. El problema del hambre se ha planteado no sólo por
la falta de alimentos, sino también por la falta de una educación en materia de
nutrición. Este es el caso de la India, donde por razones culturales y religiosas no
se consume carne, que es una fuente importante de proteínas. Unas tres cuartas
partes de la humanidad no conocen más que un plato, un alimento básico, al que
dan sabor con algunos condimentos no nutritivos. Tal es el caso del arroz, la
mandioca, la papa, algunas legumbres o ciertas raíces. La falta de una educación
alimentaria y el atraso cultural hacen que un país insuficientemente alimentado
sea también un país dependiente en lo político y lo económico.
Hay causas económicas. El hambre no es un fenómeno natural, pero sí el
producto artificial de una economía defectuosa e inhumana. No debemos culpar a
la naturaleza por el hambre humana, sino a los seres humanos y su egoísmo. Los
intereses económicos, el egoísmo y la indiferencia están en la raíz misma del
problema del hambre. Se queman cosechas o se dejan las frutas en los árboles
simplemente para mantener un nivel de precios conveniente. Se sacrifican anima-
les en condiciones de reproducirse (“vientres”) para vender más carne, sin pensar
en el agotamiento de los recursos por falta de reproducción. El hambre y la des-
nutrición se deben mayormente al hecho de que los pobres están privados tanto de
los medios para producir como para comprar su comida, y los mecanismos socio-
económicos en pleno están organizados para asegurar a los ricos y a los podero-
sos la parte del león. La satisfacción de la necesidad alimentaria y la necesaria
producción de alimentos aparecen así como inseparables de una transformación
de las estructuras socio-económicas y políticas en el mundo. La realidad es que el
mundo pobre está atado con sus propios intestinos, como el hijo de la Cautiva en
la imagen macabra que pinta José Hernández en su Martín Fierro.
Hay causas técnicas. Se cultiva el diez por ciento de la superficie terrestre
cultivable y, en muchos casos, las técnicas de cultivo son deficientes o abusivas.
La falta de medios técnicos es un eslabón más de la cadena de opresión que es-
claviza a los países pobres. Los países poderosos proveen de armas, pero no de
88 – Desastre y esperanza: Joel

máquinas agrícolas; mandan a los países pobres su basura y desechos contami-


nantes, pero no abonos ni mejoradores del suelo. En 1974, los países del Mundo
de la Mayoría productores de café tenían que ofrecer catorce bolsas de este pro-
ducto para pagar un Jeep fabricado en los países industrializados. Apenas ocho
años más tarde, tenían que entregar 32. En 1963, Tanzania tenía que producir
cinco toneladas de sisal para poder comprar un tractor, y en 1970 se le exigían
diez toneladas.
La causa que las resume a todas es el pecado humano. El problema del
hambre en el mundo es fundamentalmente un problema moral y espiritual (Job
22.1-9). Si hay hambre en el mundo no es por culpa de la tierra o porque Dios sea
injusto (Sal. 107.8, 9; 147.5-7; Lc. 1.50-53), sino porque los seres humanos en su
egoísmo no han querido compartir sus bienes y recursos (Lc. 16.19-21). Es el
pecado humano el que hace que millones de seres humanos mueran por falta de
alimento, mientras unos pocos se enferman de tanto comer.

Mohammed Bedjaoui: “Más grave todavía es que el hombre del tercer


mundo está privado de alimentos no sólo debido a otro hombre en un país
rico sino también debido a sus animales. Incluso el consumo animal de los
estados ricos queda atendido antes que el consumo humano de los países
subdesarrollados. Los animales de los estados ‘adelantados’ consumen la
cuarta parte de la producción mundial de cereales, o sea, el equivalente del
consumo humano de la China y de la India reunidas…. Lo que tiran a la
basura en un año los norteamericanos por considerarlo superfluo podría
alimentar por sí solo durante un mes a todos los países del inmenso conti-
nente africano. Hoy en día, los animales domésticos tienen lo que no tie-
nen muchos hombres: peluqueros, sastres y restaurantes especializados. Se
trata de algunos de los aspectos de la mayor violencia infligida al hombre,
en su dignidad eminente, y del mayor escándalo de la organización de
nuestro mundo.”97

Consideremos la solución. Cuando los discípulos le dijeron a Jesús, en


relación con la multitud que los seguía, “No tienen qué comer,” él les respondió:
“Denles ustedes mismos de comer” (Mr. 6.37a). El episodio, que terminó con la
alimentación milagrosa de más de cinco mil personas gracias a la multiplicación
de cinco panes y dos pescados, nos presenta dos tipos de soluciones al problema
del hambre en el mundo.
Por un lado, está la solución humana al problema del hambre. En un senti-
do, ésta fue la respuesta y objeción de los discípulos al desafío de Jesús: “¡Eso
costaría casi un año de trabajo!”—y agregaron, “¿Quieres que vayamos y gaste-
mos todo ese dinero en pan para darles de comer?” (Mr. 6.37b). Es obvio, el pan
no es gratis, pero es preferible gastar el dinero de los Estados en pan y no en

97
Mohammed Bedjaoui, Hacia un nuevo orden económico internacional (París: UNES-
CO; Salamanca: Ediciones Sígueme, 1979), 27.
Clamor (1.15-20) – 89

armas, en alimentos y no en acumular poder, en llenar los estómagos vacíos y no


en llenar los bolsillos de los corruptos.
Hay muchas cosas que los seres humanos podemos hacer para solucionar
el problema del hambre en el mundo. La primera cosa que podemos hacer es
tomar conciencia del problema. León Tolstoi decía: “Antes de dar a un pueblo
sacerdotes, soldados, médicos y maestros, será oportuno saber si por ventura no
se están muriendo de hambre.” Si se hiciese un uso racional de la tierra y se em-
pleasen los medios técnicos adecuados, la tierra podría alimentar a muchos millo-
nes más de los que alimenta. Dios le dio la tierra a los seres humanos y los puso
como administradores de la misma (Gn. 1.28, 29). La tierra es generosa y fiel en
cumplir su misión de producir alimentos, pero son los seres humanos quienes
deben aplicar su inteligencia y medios para cultivarla y hacerla producir y rendir.
Sin embargo, los esfuerzos empeñados en solucionar el problema del
hambre mundial no han resultado todo lo efectivos que se esperaban. La Organi-
zación de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO),
nacida como resultado de la Conferencia de 1943 en Hot Spring (Virginia), ha
pretendido remediar algunos de los defectos del hambre, pero sin éxito. El 16 de
noviembre de 1970, la FAO celebró sus 25 años de existencia y los delegados
admitieron el fracaso de la organización en cumplir con los fines propuestos. En
aquel entonces, el presidente de la Conferencia, Hernán Santa Cruz señalaba: “Es
preciso admitir que toda la concepción visionaria de 1945 y el magnífico sentido
de solidaridad universal de que dieron pruebas los fundadores de las Naciones
Unidas, se han difuminado y casi completamente desaparecido.” Al día de hoy,
este fracaso sigue vigente.
Por otro lado, está la solución divina al problema del hambre. Notemos
que Jesús aplicó el poder de Dios a la solución de una necesidad sentida e hizo el
milagro de multiplicar los recursos de modo que todos comieran y quedaran satis-
fechos (Mr. 6.38-44). Es interesante notar que Jesús nos enseña cuál debe ser la
actitud correcta frente al problema del hambre, cuando dice: “Tuve hambre, y
ustedes me dieron de comer” (Mt. 25.35). Si las naciones ricas reconocieran el
hecho de que son responsables ante Dios por compartir lo que han recibido de él,
no habría hambre en el mundo. Si los individuos fuesen menos egoístas y com-
partiesen sus bienes y el pan, no habría hambrientos en el mundo (Is. 58.6-11).
Notemos también que durante su vida y ministerio, Jesús hizo cosas con-
cretas para saciar el hambre de la gente, como cuando le dio de comer a más de
cinco mil personas (Lc. 9.12-17). Nótese que fue Jesús quien hizo el milagro de la
multiplicación de los alimentos. Pero su milagro hubiese sido imposible si antes y
después no hubiese habido una instrumentalidad humana. Primero, hubo alguien
que ofreció los cinco panes y dos pescados, que los discípulos pusieron a disposi-
ción del Señor (Lc. 9.13). Segundo, los discípulos mismos tuvieron que ofrecerse
como agentes de distribución de lo que Jesús había multiplicado y preparado (Lc.
9.16b). Jesús quiere alimentar al mundo, pero necesita de personas que estén
dispuestas a entregarle lo que tienen para que él lo multiplique, y que luego con
amor distribuyan entre sus hermanos lo que han recibido de parte de Dios.
90 – Desastre y esperanza: Joel

Notemos, además, que Jesús ataca el problema del hambre en su raíz mo-
ral y espiritual. La raíz del hambre es el egoísmo humano. Jesús transforma al ser
humano pecador liberándolo del egoísmo. Hace que la persona deje de ser un ser
para sí mismo y se transforme en un ser para los demás. Una persona justa es la
que reúne el perfil que Dios espera de quienes cumplen con su voluntad (Ez.
18.14-17). La solución del hambre es la satisfacción. Jesús satisface plenamente
al ser humano en sentido integral (Jn. 6.31-35). Al llenar la necesidad básica de la
persona, que es moral y espiritual, Jesús puede a través de este ser humano nuevo
dar satisfacción a cualquier necesidad física.
Notemos, finalmente, que Jesús mismo se ofrece como el único alimento
que puede colmar nuestras necesidades más profundas (Jn. 6.48-51, 58). Jesús es
el pan vivo, ya que él mismo se ofrece por nosotros. La eucaristía es un símbolo
adecuado de esta gran verdad (1 Co. 11.23, 24). Jesús es también el pan vital,
porque tiene la vida como cualidad propia, y por eso satisface. Además, Jesús es
el pan que da vida, porque al incorporarlo a nuestra vida obtenemos la vida ver-
dadera, abundante y con propósito que él ofrece (Jn. 10.10). Finalmente, Jesús es
el pan vivificador, ya que la muerte no agobia a quien ha comido de él (Jn. 6.58).
¿Tenemos hambre? ¿Qué tipo de hambre tenemos? ¿Es nuestra hambre
material o espiritual? Si nuestra hambre es material, pidamos a Dios el pan de la
tierra (Mt. 6.11; Pr. 30.7, 8). Si nuestra hambre es espiritual, recibamos de Dios el
pan del cielo (Jn. 6.34, 35).

CLAMOR COLECTIVO (1.16-18)

El profeta ve a las langostas y la sequía (el ejército invasor foráneo) como


advertencias del inminente “día” anunciado (2.2) o “día del Señor” (2.1, 11, 31;
3.14). Como señalamos, en este caso Joel no utiliza la frase como lo hace Amós
(5.18, 20), para referirse al día del juicio divino sobre su pueblo del pacto, sino
como día de condenación de las naciones invasoras. Así, pues, es entendida la
invasión de las langostas y la sequía, las imágenes con las que el profeta describe
la desolación causada por la entrada de ejércitos extranjeros (vv. 16-18), y que
son la razón de la advertencia en el v. 15 y del clamor a Dios en los vv. 19, 20.

Exégesis y exposición del pasaje

El profeta hace en estos versículos una síntesis de la crisis aguda que el


pueblo enfrenta, y se expresa usando la primera persona plural (el vocablo “nues-
tro” aparece dos veces en el v. 16). Su propósito es describir la destrucción de la
tierra. Sus palabras son un buen ejemplo de un salmo de lamentación (comp. Sal.
79.1-4; 83.2-5).
El v. 16 repite las ideas de los vv. 9 y 12, y muestra el grado de destruc-
ción provocado por los enemigos. Las personas y el culto se han visto afectados.
La expresión “ante nuestros propios ojos” está en una posición enfática en el
texto hebreo, y muestra gráficamente la seriedad de la emergencia y su carácter
repentino. El pueblo fue sorprendido por la invasión enemiga. El pueblo fue testi-
Clamor (1.15-20) – 91

go de la devastación, pero no pudo hacer nada para detenerla. No hay indicación


de que tal desgracia haya sido provocada por Yahweh como castigo por algún
pecado de Judá. Más bien, los sujetos de esta devastación son los invasores del v.
4. La “alegría” y el “regocijo” en el templo (“la casa de nuestro Dios”) están
asociadas particularmente con las ofrendas de paz (Dt. 12.7), la presentación de
las primicias (Dt. 26.10), la Fiesta de las Semanas (Dt. 16.11) y la Fiesta de los
Tabernáculos (Dt. 16.14, 15). Durante una calamidad agrícola estas celebraciones
eran imposibles por la falta de elementos para los sacrificios.
La primera parte del v. 17 presenta algunas dificultades para la traducción,
dado que las tres palabras hebreas en la frase “la semilla se pudrió a pesar de
haber sido cultivada,” sólo aparecen aquí y su etimología es incierta. Sea como
fuere, la idea parece ser de que el proceso agrícola de siembra, irrigación, cultivo,
cosecha, almacenaje y consumo se vio interrumpido (v. 17). Todo quedó abando-
nado y en ruinas. El desastre del mundo agrario afectó la esfera del culto (v. 16),
lo cual muestra su interdependencia: “de la tierra nace la cosecha, que se recoge
en silos y suministra alimento para los hombres y ofrendas festivas para el Señor
y sus fieles en el templo; del templo, a su vez, procede la bendición de los cam-
pos. Es un ciclo armonioso.”98 Con la falta de los elementos necesarios para ado-
rar se perdió la “alegría y el regocijo de la casa de nuestro Dios” (ver Sal. 26.6, 7;
27.6; 150.1-6).
La sequía que acompañó a la plaga de langostas (v. 20) terminó por des-
truir todo. Incluso la gente perdió el interés en mantener y cuidar los silos y los
graneros, que ahora están “en ruinas” y “derribados.” El cuadro de desolación se
extiende también a la esfera de la ganadería (v. 18). Ernst Sellin cambia la prime-
ra frase del texto del v. 18 (“¡Cómo brama el ganado!”) por “Las mulas retiñen
(tintinean) con sus cadenas bajo ellas en sus graneros.”99 Los animales quedaron
abandonados en el campo y sin quién les dé de comer y beber. Ellos también se
lamentan (el ahah de v. 15a hace eco con el anah del v. 18, que es también un
verbo de lamentación y súplica). Es interesante notar que se percibe una cierta
nota de simpatía de parte del profeta y del Señor hacia los animales que sufren.
Las vacas “vagan sin rumbo” (heb. perplejas, confundidas, yendo de un lugar a
otro sin propósito; “perdidos,” Éx. 14.3) buscando agua y pasturas (1 R. 18.5).
Incluso el ganado menor, como las ovejas, que no necesitan de mucha agua ni de
pastos tiernos “sufren también.” En el concepto hebreo, toda la creación está tan
interrelacionada, que la tierra, las plantas y los animales padecen junto al ser
humano los errores y pecados que éste comete o el sufrimiento que sus acciones
provocan (Gn. 3.17, 18; Sof. 1.2, 3; Jer. 12.4).

98
Alonso Schökel y Sicre Díaz, Profetas, 2:934.
99
Ernst Sellin, Das Zwölfprophetenbuch, vol. 1 en KAT, 3ra ed. (Leipzig: A. Deichert,
1929).
92 – Desastre y esperanza: Joel

EJERCICIO 11

El clamor al Señor.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Los israelitas clamaron al Señor y él les levantó un libertador: _________________


2. El Señor no escucha los clamores de su pueblo desobediente: ________________
3. El día de pánico es un día para clamar a las montañas: ______________________
4. Dios no pasa por alto el clamor de los afligidos: ____________________________
5. Los israelitas le pidieron a Samuel que clamara por ellos: ____________________
6. Dios escucha el clamor de sus hijos: _____________________________________
7. En el tiempo de la calamidad es inútil clamar a los dioses: ____________________
8. El Dios de piedad se apiada cuando el pueblo clama pidiendo ayuda: ___________
9. El hijo/hija de Dios claman: “¡Abba! ¡Padre!”: ______________________________
10. En los días de su vida mortal, Jesús oró con fuerte clamor y lágrimas: __________

Pasajes: Jueces 3.15; 1 Samuel 7.7, 8; Salmos 9.12; Salmos 40.1; Isaías 22.5; Isaías
30.19; Jeremías 11.12; Jeremías 14.11, 12; Romanos 8.15; Hebreos 5.7.

Aplicación del pasaje: Desastre ecológico (1.16-18)

Llama la atención la personificación de los elementos de la creación men-


cionados en este pasaje. Es como si todo el orden natural estuviese uniéndose al
pueblo en su clamor por liberación de aquellas circunstancias que los condenan a
una muerte no deseada. La injusticia y la explotación irracional de los recursos
naturales siempre crean una situación en la que los seres humanos y la naturaleza
claman a su Creador por liberación (Ro. 8.18-23).
América Latina es uno de los escenarios contemporáneos donde la natura-
leza se ve sistemáticamente agredida por un uso y abuso irracional de sus recur-
sos, al punto de constituir uno de los centros de mayor desastre ecológico en el
planeta. En Brasil, vastas regiones, como el Sertao del noreste, padecen de sequ-
ías crónicas. El área cubre un territorio que se extiende por unos 1.200 kilómetros
de ancho y 1.600 de largo. Esta vasta región está habitada por millones de seres
humanos que trabajan la tierra y se aglomeran en grandes ciudades.100 Por otro
lado, la destrucción sistemática de la selva brasilera no sólo pone en peligro el
futuro de la vida en la región, sino que amenaza a todo el planeta con un desastre
ecológico de proporciones globales. “Hacia 1950 ya había sido talado un 20 por
ciento de la selva. Ahora más del 70 por ciento ha desaparecido, y cada año son

100
John Wilson y Gordon W. Graham, “Drought Bedevils Brazil’s Sertao,” NatGM (noviem-
bre 1972): 704-722.
Clamor (1.15-20) – 93

talados unos 3.250 kilómetros cuadrados de lo que queda.”101 Con esta tala abusi-
va el suelo se deteriora rápidamente, el promedio de lluvias anuales disminuye
(desde 1900 la disminución ha sido de más del 10 por ciento), y se están extin-
guiendo numerosas especies animales y vegetales.
Ahora que la amenaza de una conflagración nuclear global ha disminuido,
la fragilidad ecológica de la tierra está comenzando a recibir un poco más de
atención como factor a tomar en cuenta en las relaciones internacionales. El evi-
dente aumento de la temperatura media del planeta y la preocupación por la dis-
minución de la capa de ozono son como gritos de advertencia de que los recursos
naturales existentes y la capacidad regenerativa de la tierra son limitados. El aire,
los mares y la diversidad biológica de las especies no pueden darse por sentados.
La tala indiscriminada de la jungla de la cuenca del Amazonas en Brasil no sólo
afecta el futuro y supervivencia de esa región, sino también la provisión de oxí-
geno para todo el mundo.
Cabe preguntarse por qué se produce tal desastre ecológico. ¿Cuál es la
razón por la que “gimen las bestias” en América Latina? ¿Qué es lo que hace que
en nuestro continente “el grano se pudra debajo de los terrones,” el “trigo se se-
que,” y “no haya pastos”? En buena medida, la culpa de todo esto cae sobre los
gobiernos locales, las élites terratenientes y oligárquicas, y la población misma.
La abundancia de recursos naturales nos ha llevado a pensar que podemos explo-
tar nuestras tierras ad infinitum, y que podemos hacerlo de manera irresponsable
sin sufrir las consecuencias. A pesar de los cinco siglos que han pasado, seguimos
pensando como los primeros conquistadores, que creían que el Nuevo Mundo era
una tierra de riquezas infinitas, que podían explotarse sin límites.
Pero, como en el caso que lamenta Joel, América Latina ha sido también
la víctima del despojo y la explotación de potencias extranjeras. Su involucra-
miento en el orden económico internacional ha sido y continúa siendo el de un
gran continente proveedor de materias primas y recursos naturales. El grano y las
carnes a las que el pueblo pobre no tiene acceso se exportan especialmente al
Primer Mundo. En otros casos, los cereales se “pudren debajo de los terrones” o
se “secan” en los graneros porque caen los precios en los mercados internaciona-
les. Sea como fuere, quienes sufren las consecuencias de esto son los pobres de la
tierra.
La única manera de encontrar una solución a este problema es recuperar el
control de los recursos naturales que todavía nos quedan, y ponerlos directamente
al servicio de las necesidades de las vastas mayorías de nuestro pueblo. Las ri-
quezas naturales que Dios nos dio deben estar al servicio de quienes necesitan
alimento, techo, vestido y ciertos servicios básicos. No es justo que nuestros gra-
nos, nuestros árboles, nuestros minerales, nuestros animales y aun nuestro aire y
tierra estén al servicio de la satisfacción de lucro y poder de potencias extranjeras.
Las grandes necesidades de la mayoría del pueblo deben ocupar un lugar priorita-
rio. Una política económica que procure satisfacer primero las necesidades de los
pobres será seguramente mucho menos dañina para el eco-sistema que la explota-

101
World Book, s.v. “Amazon River.”
94 – Desastre y esperanza: Joel

ción de esos recursos para satisfacer las demandas de consumo del Primer Mun-
do. En esta nueva era, la justicia hacia nuestra tierra y la justicia para con el pue-
blo que la habita deben ir tomadas de la mano.
Tanto el vocablo “economía” como “ecología” vienen de la misma palabra
griega: oikos, casa o incluso tierra habitada. Desde una perspectiva cristiana, tanto
una como otra tienen que ver con el concepto de mayordomía. En el corazón
mismo de la fe bíblica está la convicción de que somos mayordomos de todo lo
creado y los dueños de nada. El concepto de mayordomía coloca al orden econó-
mico bajo la responsabilidad de utilizar los recursos puestos por Dios en la natu-
raleza para el beneficio de todas las criaturas de Dios. En un mundo así no hay
lugar para una explotación indiscriminada e irracional en beneficio del interés
propio, la satisfacción egoísta, o la acumulación de poder. El mundo natural lati-
noamericano “gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora.” Nuestra
bella tierra está esperando su liberación. ¿Estamos nosotros uniendo nuestro cla-
mor esperanzado al suyo?

CLAMOR INDIVIDUAL (1.19, 20)

El profeta mismo se une ahora a los varios grupos a los que ha convocado
para clamar a Dios a favor de la tierra devastada. La imagen central en este párra-
fo es la del “fuego” y las “llamas,” que son metáforas comunes para describir una
sequía severa y un calor extremo (Jer. 9.10; Am. 7.4). La gravedad del siniestro
es que ha afectado al campo sin cultivar, la pradera o estepa no cercada (heb.
midhbar), que es donde moran los animales salvajes. Ahora ellos mismos se unen
al coro de clamor delante de Dios integrado por el pueblo, los sacerdotes, los
animales domésticos y el profeta (Sal. 104.21). Con estas expresiones, Joel pone
de manifiesto su extraordinaria consciencia ecológica, ya que el clamor y la situa-
ción de sufrimiento de los animales salvajes, que también son víctimas de la des-
trucción, es muy tenido en cuenta (ver Jer. 14.5, 6). La repetición de la cláusula
“los pastizales de la estepa” (en v. 19 y 20) enfatiza el tema de estos versículos,
que es la sequía devastadora que asoló la tierra.

Exégesis y exposición del pasaje

El profeta pasa de un sujeto colectivo (“nosotros” en v. 16) al uso de la


primera persona singular (v. 19), con lo cual su clamor se hace más personal. El
suplicante se vuelve a Yahweh con su clamor (Sal. 28.1; 30.8; 86.3). Como señala
Theo Laetsch: “En sincera simpatía con sus prójimos y la creación sufriente el
profeta mismo hace lo que había estado urgiendo hacer a su pueblo. Él clama al
Dios del pacto por ayuda, contándole de la devastación terrible y dejando librada
la manera de su liberación a su sabiduría, poder y gracia.”102

102
Theo Laetsch, The Minor Prophets, en Bible Commentary (Saint Louis: Concordia
Publishing House, 1965), 177.
Clamor (1.15-20) – 95

La palabra clave aquí es “fuego,” que claramente no tiene nada que ver
con una plaga de langostas que destruye los campos ni con los fuegos que la gen-
te podía encender para destruir a las langostas. Este fuego está ligado a la inva-
sión de los ejércitos extranjeros y a una gran sequía que acompañó este evento
destructivo. Todo ha sido consumido por el fuego: “los pastizales de la estepa” (v.
20) y “los árboles silvestres” (ver v. 12, “los árboles del campo”). La estepa o
pradera se cubre de vegetación durante la estación de las lluvias y se seca con el
calor del verano. Estas plantas son silvestres y no cultivadas como las de los vv.
16, 17. Una vez más, en v. 20 los animales también se lamentan (como en v. 18,
ver Sal. 42.1), pero en este caso no se trata de animales domesticados (como los
del v. 18), sino de animales salvajes (“animales del campo”). La imagen del fuego
(Sal. 74.7; 118.12) es la tercera que utiliza Joel para describir al ejército invasor y
la destrucción que produjo. El v. 20 repite también la imagen de la sequía (v. 17),
al señalar “se han secado los arroyos.” La mayor parte de los lechos de los arro-
yos en Palestina (ver 3.18) se llenan de agua cuando llueve, pero se secan cuando
no llueve.
Nótese como el ser humano (v. 19) y los animales (v. 20) claman por la in-
tervención divina. Con gran destreza poética, Joel personifica a los animales e
ilustra el grado extremo del sufrimiento provocado por la invasión. Por otro lado,
esta personificación refuerza su argumento. Si los animales son capaces de clamar
al Señor por liberación, ¿cuánto más deben hacerlo aquéllos que son convocados
como comunidad de creyentes? (v. 14).

EJERCICIO 12

El mundo de la naturaleza.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Los cielos, la tierra y los mares alaban a Dios porque salvará a Sion: ___________
2. Los cielos y la tierra se alegran en el Señor: _______________________________
3. El mar, el campo y los árboles cantan de gozo ante el Señor: _________________
4. El Señor le ha dado la tierra a la humanidad: ______________________________
5. El Señor es el creador de todos los seres vivientes: _________________________
6. Toda la naturaleza canta delante del Señor que viene para juzgar la tierra: _______
7. Por medio de Cristo todas las cosas forman un todo coherente: ________________
8. La creación cuenta la gloria de Dios: _____________________________________
9. La creación manifiesta claramente quién es Dios: ___________________________
10. Dios es el creador de todas las cosas: ___________________________________

Pasajes: Génesis 1.20-22; 1 Crónicas 16.31; 1 Crónicas 16.32, 33; Salmos 19.1-6;
Salmos 69.34, 35; Salmos 96.10-13; Salmos 115.16; Isaías 44.24; Romanos
1.20; Colosenses 1.17.
96 – Desastre y esperanza: Joel

Aplicación del pasaje: Cuando la naturaleza clama a Dios (1.19-20)

El medio ambiente natural ejerció una influencia muy importante en el de-


sarrollo histórico de América Latina a partir de la presencia europea. Sus enormes
recursos minerales, entre otros, fueron como un poderoso imán para las ambicio-
nes coloniales europeas durante varios siglos. América Latina cuenta con el 15
por ciento de toda la superficie del planeta y grandes riquezas naturales. Un 42
por ciento de la región está constituido por llanuras y praderas, un 33 por ciento
son mesetas, un 14 por ciento son tierras altas, y un 11 por ciento son montañas.
La tierra cultivable está estimada en un 70 por ciento, de la que sólo se explota la
mitad. Ubicado mayormente entre los trópicos, pero con muchos valles y mesetas
en regiones elevadas, el territorio es apto para una amplísima variedad de culti-
vos. La agricultura sigue siendo la principal actividad económica, pero los mine-
rales, el petróleo y la pesca ocupan también un lugar relevante en muchos países.
Si bien el crecimiento económico ha estado aumentando en términos abso-
lutos, el crecimiento per cápita ha sido casi nulo en relación con el crecimiento de
la población (2.9 por ciento). La inflación, la falta de capitales y el temor a asumir
riesgos han significado trabas para el crecimiento. Casi parece increíble que un
continente tan rico en recursos naturales pase por serias crisis en cuanto a la pro-
visión de alimentos. Si bien la productividad ha avanzado y se pueden señalar
algunos casos de éxito (como México), la agricultura y la ganadería en general
parecen incapaces de satisfacer las demandas crecientes provocadas por el rápido
proceso de urbanización y explosión demográfica. La agricultura y la ganadería
están rezagadas con respecto a una industria que también es endeble y dependien-
te, y a veces incluso actúan como freno del desarrollo económico.
Hace un cuarto de siglo atrás se creía que la aplicación de las técnicas
agrícolas de las naciones desarrolladas resultaría en un rápido incremento en la
producción de alimentos. Pero casi todos estos programas fracasaron. También se
creyó que la clave para el desarrollo económico estaba en la industrialización, y
que ésta ayudaría a introducir al sector agrícola en la economía de mercado. Pero
éste no fue el caso. La agricultura y la ganadería no lograron siquiera satisfacer el
hambre del continente. Los muy publicitados y controversiales proyectos de re-
forma agraria que se han ensayado tampoco lograron revertir la situación. Los
sistemas de distribución y tenencia de la tierra continuaron sujetos a los obstácu-
los políticos, económicos y tecnológicos que desde siempre frenaron su mejora-
miento. La clase campesina está todavía lejos de lograr un nivel de ingreso satis-
factorio y de integrarse a la vida socio-política y económica de América Latina.
Si miramos al continente con los ojos de Joel, el cuadro es el de campos
devastados por el fuego, de bosques talados irracionalmente, y de especies que se
extinguen sin que a nadie le importe mucho. Sus palabras parecen coincidir con
las del cronista español que describe los efectos de la conquista. Pedro Cieza de
León, el “príncipe de los cronistas” según Jiménez de la Espada, señala: “Que por
cierto no es pequeño dolor contemplar que siendo aquellos Incas gentiles e idóla-
tras, tuviesen tan buen orden para gobernar y conservar tierras tan largas, y noso-
tros, siendo cristianos, hayamos destruido tantos reinos, porque por donde quiera
Clamor (1.15-20) – 97

que han pasado cristianos conquistando y descubriendo, otra cosa no parece sino
que con fuego se va todo gastando.”103 Frente a esta realidad dramática, de la que
hoy somos más conscientes que nunca, ¿cómo debemos actuar los cristianos?
¿Qué podemos hacer como pueblo de Dios?
Lo que hizo el profeta fue clamar al Señor. ¿Por qué? Porque él es el
Creador y la fuente de toda vida. Y cuando decimos vida nos referimos a la vida
toda, a la vida creada que es heredera de la promesa hecha por el Creador a Noé:
“Yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestros descendientes después de
vosotros; y con todo ser viviente que está con vosotros; aves, animales y toda
bestia de la tierra que está con vosotros. . . Esta es la señal del pacto que yo esta-
blezco entre mí y vosotros y todo ser viviente que está con vosotros, por siglos
perpetuos” (Gn. 9.9, 10, 12). Este compromiso de Dios es con todas las formas de
vida que él ha puesto en nuestro planeta.
La preocupación ecológica, que debe ser tan nuestra como lo fue para el
profeta, encuentra en la Biblia una base sólida y fértil, siempre y cuando dejemos
de lado una interpretación exclusivamente antropocéntrica de la ecología. La
Biblia nos enseña que todo fue creado para el servicio de los seres humanos. Pero
como mayordomos del Señor, nuestra opción permanente, como es la suya, debe
ser por la vida. Dios es el creador de la vida, y no de la muerte y la destrucción.
El ama profundamente a toda forma de vida por él creada. Por eso, si amamos a
Dios, debemos también amar lo que él ama. El pacto con el Señor, el Dios de la
vida, nos transforma en defensores de la vida en la esfera de la creación. Cuando
la vida se ve amenazada por la muerte, es al Creador de la vida a quien debemos
clamar, porque al hacerlo estaremos renovando nuestro compromiso como ma-
yordomos del mundo que él ha puesto bajo nuestro cuidado.

103
Pedro Cieza de León, Crónica del Perú, segunda parte, ed. por Francesca Cantú (Lima:
Universidad Católica, 1986), 66.





Lo más importante en el comienzo mismo del capítulo 2 de Joel es que


Dios mismo toma la palabra. Todo el pasaje nos llena de asombro. El capítulo
contiene dos gritos de alarma, el primero de los cuales (2.1-14) es considerable-
mente más largo que el segundo (2.15-20). El primer grito de alarma urge a Judá
a prepararse para la crisis que se aproxima (2.1-10), mientras que 2.11-14 es un
llamado adicional a la lamentación y el llanto. El lenguaje es sumamente conmo-
vedor.

Luis Alonso Schökel y José Luis Sicre Díaz: “Es un cuadro descriptivo
magistral, lleno de movimiento, rápido y conciso. Comienza, después del
toque de alarma, con una visión lejana e impresionante, especie de crepús-
culo resaltando sobre un fondo de oscuros nubarrones; la visión se precisa
como multitud apretada, se acerca y nos deja ver su paso rápido y desola-
dor por los campos y huertos. La visión se echa encima, permite distinguir
figuras individuales y escuchar de cerca sus ruidos. En este momento ha
llegado a la zona habitada y se ha encontrado con seres humanos, que sólo
pueden asistir espantados e impotentes a la invasión. En la nueva etapa
preparan y ejecutan un asalto e invasión de la ciudad hasta apoderarse de
los últimos recintos. Terminada la conquista, el universo se contagia y
asiste temblando al espectáculo; y por encima de todo aparece el jefe de
todos, cuyos mandatos se han cumplido.”104

Frente a una situación tan terrible la única posibilidad de liberación está en


clamar a Yahweh con todo el corazón. En razón de que la crisis afecta absoluta-
mente a todo el pueblo, todo ser humano, sin distinción de edad, condición civil,
nivel económico, social o religioso debe involucrarse sinceramente en el clamor a
Dios. El pasaje presenta dos ejes: uno describe al ejército y la invasión de la tie-

104
Alonso Schökel y Sicre Díaz, Profetas, 2:936.
100 – Desastre y esperanza: Joel

rra, al tiempo que expresa la historicidad del hecho; y el otro se interesa en el


carácter trascendente y teofánico de la invasión. Ambos aspectos están íntima-
mente relacionados. El primero describe la acción y características del evento,
mientras el segundo invita a su interpretación sugiriendo ámbitos más amplios de
comprensión.105
Este pasaje (2.1-14) constituye una unidad diferente de 1.2-20. El pasaje
contiene ciertos elementos nuevos, como la secuencia del pensamiento y el lla-
mado a volverse al Señor (vv. 12-14). El pasaje es llano y claro, y la descripción
de la invasión es directa y sin sorpresas.106 En estos versículos el profeta parece
dar su interpretación de lo ocurrido. Él ve en todo ello la mano de Dios y la nece-
sidad de que el pueblo recurra a él para su liberación. Tal es la función del verda-
dero profeta: ser un intérprete inspirado de las crisis que vive el pueblo e indicar
caminos de liberación. Es en este contexto que nuevamente se menciona el “día
del Señor.” Este “día” no tiene tanto que ver con una fecha determinada, sino con
el cumplimiento del propósito redentor de Dios en la historia. De algún modo,
toda crisis humana tiene que ver con este propósito. Aquí la idea fundamental es
la de la victoria de Dios, que significa la derrota de cualquier enemigo. El “día”
es la expresión del acontecimiento de esta victoria, y en razón de que esto involu-
cra un juicio previo a la liberación, la invasión foránea es un anticipo del triunfo
divino final. Es por esto que el “día del Señor” está siempre cerca de los seres
humanos en todos los tiempos. Todo tiempo es equidistante de la eternidad. Hay
eventos y crisis que de algún modo operan como indicadores de la inminencia del
día final, pero que también lo anticipan y sirven de advertencia y llamado.107
Como dijera Jesús: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mr. 1.15).

SEÑAL DE ALERTA (2.1, 2a)

El primer grito de alarma convoca a Judá a prepararse para confrontar al


ejército invasor. Se le advierte al pueblo que el “día” está cerca y que será un
evento aterrador, porque el asombroso poder de Dios será desplegado en el esce-
nario de la historia. Desde un punto de vista literario, el “día” es un concepto
central (2.1, 2, 11) que nos ayuda a definir la extensión de esta unidad.

Exégesis y exposición del pasaje

El primer grito de alarma comienza con tres imperativos, que el profeta


pone en boca de Dios. Estos imperativos convocan a Judá a prepararse para hacer
frente a un grave peligro (Jer. 4.5; 6.1; 51.27; Os. 5.8, etc.). El sofar o cuerno de
carnero era utilizado para convocar al pueblo o dar la alarma, especialmente en

105
Andiñach, “Imaginar caminos de liberación,” 104.
106
Ver E. Bleibtreu, “Five Ways to Conquer a City,” BibArchRev 26 (1990): 37-44.
107
Douglas Rawlinson Jones, Isaiah 56-66 and Joel: Introduction and Commentary, en TBC
(Londres: SCM Press, 1964), 152-154.
Primera alarma (2.1-14) – 101

caso de un ataque enemigo (Ez. 33.2-4). La expresión tiene connotaciones milita-


res (Nm. 10.9; Os. 5.8; Am. 3.6; Sof. 1.15, 16). La trompeta debe sonar en
“Sion,” el “santo monte,” por su elevación y por ser el lugar donde viven los
sacerdotes, cuyo deber es dar la alarma (Nm. 10.5-10). Quizás también, el pueblo
de Jerusalén estaba demasiado seguro y confiado por la presencia del templo. Por
el contrario, deben “temblar” (heb. regezu, lit. “sacudirse”). En este caso, lo que
se avecina (“viene,” heb. qarob, enfatiza la acción misma y no el tiempo o el
sujeto) es el “día del Señor,” que “ya está cerca” (la expresión es eco de 1.15). La
trompeta sirve para anunciar el advenimiento de este “día” terrible (Sof. 1.16). Su
patetismo está en el hecho de que Yahweh actuará con todo su poder en la histo-
ria humana. Desde el punto de vista literario, como se indicó, este día es un con-
cepto central en la profecía (2.1, 2, 11) y ayuda a marcar los límites de esta uni-
dad. Se trata de un día “de tinieblas y oscuridad,” “de nubes y densos nubarro-
nes.” La expresión puede denotar la gloria de la presencia de Dios en medio de su
pueblo (Dt. 4.11; Sof. 1.15), o por el contrario el terror que provoca su ausencia
(Éx. 10.21; Sal. 107.10-14; Job 10.21, 22). Generalmente, la oscuridad es símbolo
de calamidad. En este caso, Joel la aplica a la proximidad del enemigo (v. 10),
con lo cual parece estar diciendo que “el día del Señor,” en el cual él se da a co-
nocer, viene junto con las tropas enemigas. Si bien la invasión enemiga, que ha
provocado la crisis presente, es algo del pasado, Joel habla de ella como algo que
está ocurriendo en el momento para darle fuerza a su presentación.108

EJERCICIO 13

El toque de la trompeta.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Trompetas para reunir al pueblo acampado y dar la señal de marcha: ___________


2. Sonidos de trompeta hicieron temblar de miedo a los israelitas: ________________
3. Joab hizo tocar la trompeta y todos los soldados se detuvieron: ________________
4. Toque de trompeta que anunciaba “¡Absalón reina en Hebrón!”: _______________
5. Toque de trompeta por todo el país anunciado el día del Perdón: ______________
6. El toque de trompeta moviliza a los soldados a salir a la batalla: _______________
7. Trompetas para acompañar los cantos de Dios: ____________________________
8. Trompetas para alabar y dar gracias al Señor: _____________________________
9. David y todo Israel danzaron ante Dios al son de trompetas: __________________
10. El toque final de la trompeta: ___________________________________________

Pasajes: Éxodo 20.18; Levítico 25.9; Números 10.2; 2 Samuel 2.28; 2 Samuel 15.10; 1
Crónicas 13.8; 1 Crónicas 16.42; 2 Crónicas 5.13; Ezequiel 7.14; 1 Corintios
15.52.

108
Ogden, A Promise of Hope, 27, 28.
102 – Desastre y esperanza: Joel

Aplicación del pasaje: Trompetistas de Dios (2.1-2)

El mensaje de Joel traza puentes entre la realidad concreta de experiencias


humanas vividas en un tiempo particular, con la dimensión trascendente en la que
se expresa la eterna voluntad divina. Su versión de los hechos no es superficial.
Joel no es un cronista, sino un teólogo, y como tal, se interesa en interpretar los
eventos que describe. Al hacerlo, sus conclusiones ofrecen claves para la com-
prensión teológica de hechos similares en cualquier tiempo (presente o futuro) y
en cualquier lugar. Su concepto del día del Señor encaja dentro de este marco.
Este día apunta básicamente a una dimensión trascendente de los hechos narrados
y se abre hacia nuevos episodios que pudieran ocurrir en el futuro. Pero también
Joel hace mención de hechos concretos e identificables. De la tensión entre lo
propiamente histórico y lo trascendente—entre la historia y la metahistoria—
surge el mensaje de Joel. Así, pues, Joel vincula la dimensión trascendente de los
eventos narrados con la experiencia humana concreta de opresión de Judá. De
igual modo, el autor jerarquiza el sufrimiento del pueblo invadido al indicar que
el mismo no escapa al conocimiento y juicio de Dios.
Nuestro texto comienza con un sonar de trompetas. Su estridencia alerta
sobre la presencia del enemigo, pero también anticipa su derrota al servir como
medio para “recordar” a Dios que actúe en favor de su pueblo (Nm. 10.9). El
toque de trompeta es motivado por la cercanía del día del Señor más que por el
avance del ejército enemigo. De modo que su sonar es música de esperanza para
los oprimidos (“todos los habitantes del país,” BJ, PD, BL) y sonido de juicio
para los invasores. Lo que por el momento parece una realidad sombría y oscura
(“día de tinieblas y de oscuridad, día de nube y de sombra”) se transformará en
día de luz y liberación.
En todos los tiempos y lugares Dios ha necesitado de hombres y mujeres
que tocaran la trompeta que anuncia su día de redención. La respuesta al llamado
divino de tocar la trompeta que anuncia el juicio inminente de los opresores y la
liberación gozosa de los oprimidos significa cumplir un ministerio profético. El
profeta es alguien que, llamado por Dios y dotado por su Espíritu Santo, comuni-
ca la palabra de Dios en su presente histórico. Para ello, el profeta debe discernir
adecuadamente el sentido de su presente, según lo experimenta a partir de su fe.
Además, su palabra no se da en un vacío. La trompeta no suena para dar un con-
cierto a las nubes y el viento, sino para comunicar un mensaje a un pueblo parti-
cular, que está en condiciones de entender sus claves y simbolismos. La palabra
“profecía” viene del griego (profemi), que significa “proclamar delante de al-
guien.” El profeta siempre proclama su mensaje a un pueblo, interpretando para
ellos el sentido de los eventos que están ocurriendo en el aquí y el ahora de su
experiencia colectiva.109
Un buen profeta de Dios no dejará notas sin tocar con su trompeta. Tendrá
una palabra divina de juicio contra quienes pecan con injusticia y contra quienes

109
Enrique D. Dussel, History and the Theology of Liberation: A Latin American Perspective
(Maryknoll: Orbis Books, 1976), 8, 9.
Primera alarma (2.1-14) – 103

los aplauden o respaldan con su indiferencia (Ro. 1.28-31). Valientemente y con-


fiando en el poder del Espíritu de Dios, que le da autoridad, llamará pecado a lo
que Dios llama pecado y desafiará al arrepentimiento y la fe a quienes están ex-
traviados de la verdad. No dejará de especificar la injusticia de sus acciones y
denunciar su olvido de Dios y del prójimo. Pero también tendrá una palabra divi-
na de esperanza para quienes han padecido la injusticia y se saben pecadores
delante de un Dios santo. A quienes tienen oído para prestar atención a su pala-
bra, les anunciará la buena noticia de lo que Dios se propone hacer para salvarlos.
Alentará su esperanza compartiendo con ellos su propia convicción en el poder
redentor del amor de Dios, que es capaz de hacer “nuevas todas las cosas” (Ap.
21.5).
Uno de los más grandes trompetistas (profetas) que ha tenido nuestra
América Latina ha sido fray Bartolomé de Las Casas. Había llegado al Caribe en
1502 como un aventurero más. Por algunos años fue un exitoso encomendero, al
tiempo que servía como clérigo, sin experimentar contradicción entre ambas
cosas. En 1510 fue ordenado al sacerdocio (el primero en América). Fue testigo
de espantosas masacres de indígenas, y él mismo los explotó a su favor, al punto
que un fraile dominico en La Española le negó la absolución por sus pecados.
Pero en 1514 experimentó una profunda conversión (2.12, 13). Tenía que decir
misa y predicar a los colonos en la Pascua de Pentecostés. Se puso a estudiar los
sermones que había predicado en la Pascua anterior y a leer la Biblia. Allí en-
contró el siguiente pasaje: “Sacrificios de posesiones injustas son impuros, ni son
aceptados los dones de los inicuos; el Altísimo no acepta las ofrendas de los imp-
íos ni por sus muchos sacrificios les perdona el pecado; es sacrificar un hijo de-
lante de su padre quitar a los pobres para ofrecer sacrificio. El pan de la limosna
es vida del pobre, el que se lo niega es homicida; mata a su prójimo quien le quita
el sustento, quien no paga el justo salario derrama sangre” (Eclesiástico 34.18-
22).
De pronto todo se iluminó y Las Casas comprendió, a la luz del texto
bíblico, la miseria y servidumbre que padecían los indígenas debido a la codicia y
explotación de los españoles. Es decir, la consideración de la Biblia a partir de su
experiencia lo llevó a una nueva comprensión de la realidad que estaba viviendo.
De este modo, Escritura y realidad se iluminaron mutuamente. La relación entre
ambos horizontes—el escriturario y el de la realidad—hizo que la Palabra tuviese
un nuevo significado para Las Casas, lo cual lo llevó a un profundo cambio per-
sonal. Fue así que, según él refiere en su Historia de las Indias, comenzó a con-
vencerse de que era injusto y tiránico “todo cuanto acerca de los indios en estas
Indias se cometía.” Así, pues, desde el momento en que “comenzó a desechar las
tinieblas de aquella ignorancia,” el sesgo de sus lecturas cambió, y la interpreta-
ción que empezó a hacer de ellas se vio iluminada por una conciencia creciente de
la injusticia que se cometía con los indígenas.110
Un continente en crisis está esperando que los profetas de Dios para esta
generación se atrevan a tocar la trompeta de su evangelio. Hagamos propio el

110
Las Casas, Historia de las Indias, 2:356, 357.
104 – Desastre y esperanza: Joel

desafío de nuestro texto y de las estrofas de aquel conocido himno de Carlos


Wesley:

Tocad trompeta ya, alegres en Sion;


Al mundo publicad, eterna redención:
“Este es el año de bondad,
Este es el año de bondad,
Volved a vuestra libertad.”

EL ENEMIGO AVANZA (2.2b-10)

Esta sub-sección tiene tres elementos literarios o retóricos mayores. El


primero consiste en una serie de metáforas, que comparan al ejército invasor con
un cierto número de fenómenos diferentes y temibles. El segundo presenta el
contraste entre “antes y después” (“antigüedad” y “generaciones futuras,” 2.2b;
ver 2.3, 6, 10, 11), que también sirve como marcador de divisiones menores co-
menzando en los versículos 3, 6, 10 y 11. El tercero resalta el uso de palabras
claves y de un vocabulario especial.

Exégesis y exposición del pasaje

Como se indicó, en estos versículos hay tres elementos literarios o retóri-


cos importantes. Por un lado, hay una serie de siete metáforas que comparan al
ejército invasor con diversos fenómenos catastróficos. Tanto el “día” que se
aproxima como el ejército en avance son comparados con la aurora sobre los
montes vecinos a Jerusalén. Es posible imaginar con Joel el cuadro de un ejército
gigantesco moviéndose por las colinas cercanas a Jerusalén, mientras los prime-
ros rayos del sol se reflejan sobre sus armaduras, escudos y armas de metal bri-
llante. Se trata de un pueblo “fuerte” (heb. ‘atsum) y “numeroso” (heb. rab). La
expresión es de uso frecuente (Dt. 4.38; 7.1; 9.1). Esta nación poderosa es men-
cionada nuevamente en el v. 5.
Además, está el contraste entre “el antes y el después” (vv. 2b, 3, 6, 10,
11), lo cual sirve también para marcar divisiones más pequeñas en el texto. Estas
secciones menores son introducidas con la frase “antes de que” o “antes” que
anticipa una acción catastrófica o temible. En el v. 3 se usa nuevamente la metá-
fora del “fuego” para ilustrar la estrategia de tierra arrasada que sigue el inva-
sor.111 El pasaje presenta varias palabras relacionadas con el fuego (heb. esh,
lahab, akalah) que se presentan en estos versículos (vv. 3 y 5), mientras que en
los vv. 7 y 9 las tropas del enemigo son descritas como avanzando imparables y
subiendo los muros en su avance destructor por la tierra. El resultado es que lo
que fue un Edén ahora es un yermo (Joel invierte Is. 51.3 y Ez. 36.35). Mientras
el enemigo avanza con su caballería (vv. 4-5; “caballos,” heb. parash, “caballos
de guerra”), rápidamente se va “extendiendo” (“se extiende,” v. 2; heb. parus,

111
Ogden, A Promise of Hope, 28.
Primera alarma (2.1-14) – 105

“desplegarse”) por toda la tierra, de modo que no hay escapatoria. La cláusula


final de v. 3 es enfática, “¡nada escapa su poder!” (heb. peleta, se refiere a sobre-
vivir a una batalla; 2 S. 15.14; 2 Cr. 20.24).
Fuera de la destrucción de la tierra, el efecto inmediato de la invasión mili-
tar sobre la población es temor (v. 6). La palidez del rostro es evidencia de su
terror frente al invasor (Neh. 2.10). Los vv. 7-9, por el contrario, describen la
actitud y acción del enemigo. Se los describe como “valientes,” en contraste con
los temblorosos habitantes de Jerusalén. Son “hombres de guerra” capaces de
franquear los muros defensivos de la ciudad. Son tan disciplinados, que no hay
nada ni nadie que pueda impedir su carga ni cambiar la dirección de su ataque. Ni
siquiera se distraen entre sí o se salen de su formación de ataque (“no se atrope-
llan entre sí,” v. 8), sino que cumplen con la misión que se les encomendó. Son
invencibles, porque sus armaduras los protegen (“aun cayendo sobre la espada no
se herirán” (RVR) o bien, “a través de los dardos arremeten sin romper la forma-
ción,” BJ; ver PD, VP, BL). Y parecen incansables en la lucha (nótense los ver-
bos en RVR: “correrán,” “subirán,” “marcharán,” “irán,” “entrarán,” etc.). El v. 9,
en una serie de frases cortas, describe el avance del ejército dentro de la ciudad.
Todo es invadido (“ciudad,” “muro,” “casas,” y “ventanas”); no hay un solo
rincón donde encontrar protección o refugio. La clave del triunfo militar del ene-
migo consiste en: rapidez (vv. 4, 7, 9), agilidad (vv. 7, 9) y orden (vv. 7, 8).112
El v. 10 nuevamente presenta la frase “delante de él,” que completa la
descripción de lo que ocurre con motivo de la invasión. La imagen aquí es de
todo el universo: “tierra,” “cielos,” “sol,” “luna” y “estrellas.” Ahora no es sólo el
pueblo quien se aterroriza ante el avance enemigo (v. 6), sino todo el cosmos
(nótense los verbos: “temblar,” “estremecerse,” “oscurecerse,” y “dejar de bri-
llar”). El lenguaje es similar al del v. 2, y especialmente a Isaías 13, que Joel
parece conocer y citar.
Finalmente, llama la atención el uso de palabras claves y de un vocabula-
rio especial. Estas palabras son importantes, especialmente cuando describen a la
nación invasora. En v. 2 se habla del enemigo como “grande” (heb. rab) y “fuer-
te” (heb. atsum) en la RVR. La NVI lo traduce como “fuerte y numeroso.” En v.
5 vuelve a mencionarse a esta nación. Varias palabras relacionadas con el fuego
(heb. esh, lahab, akalah) se destacan en los vv. 3 y 5, mientras que en los vv. 7 y
9 las tropas enemigas son descritas como corriendo y escalando las murallas en su
ataque a la ciudad. El vocabulario es típicamente militar. Joel escribe como si el
enemigo estuviese invadiendo Judá en ese preciso momento. No obstante, la
referencia histórica es probablemente a la invasión neo-babilónica del año 587
a.C. En esto, Joel está utilizando con maestría un recurso literario por el cual
proyecta el pasado al presente para dar fuerza a su convocación al pueblo a cla-
mar al Señor por su ayuda.113 Además, hay un cierto matiz teofánico en la imagen
del fuego delante y detrás del ejército (Sal. 50.3; 97.3), como también en el tem-
blor de la tierra y los cielos (Am. 8.9; Is. 2.10; Jer. 4.23, 24; Hab. 3.6). Es esta

112
Hubbard, Joel and Amos, 56.
113
Ogden, A Promise of Hope, 27.
106 – Desastre y esperanza: Joel

vinculación teofánica la que da un sentido trascendente a lo ocurrido y lo que


rescata del olvido a los hechos vividos (ver 1.3). Joel está diciendo que en medio
de tanta tragedia, Dios está presente del lado de su pueblo y que no los abandona.

EJERCICIO 14

Tierra arrasada y devastada.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. La tierra quedó asolada: _______________________________________________


2. El país convertido en tierra desolada: ____________________________________
3. El agresor desaparecerá de la tierra y la destrucción se acabará: ______________
4. Los madianitas, amalecitas y otros pueblos invadían el país y lo devastaban: _____
5. La tierra es maldecida por el pecado humano: _____________________________
6. La tierra cubierta con las aguas del diluvio: ________________________________
7. La tierra se derrumba cuando Dios deja oír su voz: __________________________
8. La tierra yace profanada por el pecado de sus habitantes: ____________________
9. La tierra se agita ante el Señor: _________________________________________
10. El Señor deja desolado y en luto a todo el país: ____________________________

Pasajes: Génesis 3.17; Génesis 7.10; Jueces 6.1-5; Salmos 46.6; Isaías 16.4b; Isaías
24.5; Isaías 49.19; Jeremías 4.27, 28; Ezequiel 6.14; Nahúm 1.5.

Aplicación del pasaje: El reverso de la historia (2.2b-10)

Con un lenguaje cargado de tragedia y expresiones cataclísmicas, Joel de-


nuncia la invasión militar de su país con toda crudeza. No se trata de un episodio
militar más en la larga historia bélica de la humanidad. El profeta no puede me-
nos que dejar traslucir su propia emoción al pensar en la destrucción de su tierra,
su familia, su templo, su ciudad y su gente. Su visión de lo acontecido es la de
aquellos que han sufrido la injusticia y el atropello en carne propia, y “para quie-
nes ese momento en la historia significa el verdadero y único momento de la
historia.”114 Por eso, su propósito no es tanto historiar lo ocurrido como testificar
de ello para las generaciones futuras. Su intento resulta en una verdadera teología
de la historia. Sin embargo, desde nuestro presente es posible hacer dos lecturas
diferentes de lo que el profeta testifica. Por un lado, se pueden interpretar sus
palabras como una descripción patética del castigo divino por los pecados de
Judá. Por otro lado, se puede tomar el pasaje como un antecedente que apunta a
una esperanza específica de justicia y liberación, y en el que Dios no está en con-
tra de su pueblo, sino en medio de los sufrimientos que ellos viven. La historia de

114
Andiñach, “Imaginar caminos de liberación,” 105.
Primera alarma (2.1-14) – 107

América Latina puede ser abordada también desde estas dos perspectivas diferen-
tes.

La opresión y el sufrimiento como castigo divino. América Latina cuen-


ta con un pasado que se remonta a varios miles de años. Testimonio de ello son
los restos arqueológicos de las grandes civilizaciones que se desarrollaron en el
continente. La escritura maya, recientemente descifrada, nos permite contar con
relatos muy antiguos de la acción humana en estas partes. Sin embargo, la historia
escrita en español apenas si suma quinientos años. Esta historia ha sido redactada
e interpretada desde una óptica particular: la de los poderosos y opresores de
turno. Se trata de una recapitulación del pasado al servicio de los intereses de
poder del aparato de dominación. Este es un modelo definido de lectura histórica
(y también teológica) del pasado latinoamericano, que responde estructuralmente
a una determinada articulación histórica y social de la fe cristiana. Como tal, el
modelo se encuadra en el marco del cristianismo central u oficial, y se expresa
dentro de la tradición de cristiandad del período colonial y neocolonial. Este cris-
tianismo está vinculado al poder en la sociedad, y a la reproducción del pacto
entre la Iglesia Católica Romana y el aparato oficial de dominación.
El Dios de este modelo se revela en la historia como autoridad suprema,
que vigila y reprende, en el contexto del sistema político-religioso oficial. En
consecuencia, todo desorden o alteración del orden establecido se interpreta como
un castigo divino por la trasgresión de las leyes político-religiosas oficiales.
Cuando Diego de Almagro conquistó Chile, les habló a los indígenas del “Dios de
infinito poder, señorío y grandeza,” y del rey de España que deseaba conociesen a
ese Dios.115 Según Pedro de Valdivia, el rey Carlos V puso “su sacratísima perso-
na cada hora en batallas contra el común enemigo de la Cristiandad y sus aliados,
ha sustentado con su invictísimo brazo y sustenta la honra de ella y de nuestro
Dios, quebrantándoles siempre las soberbias que tienen contra los que honran el
nombre de Jesús.”116 Valdivia anuncia a los indígenas el Dios Todopoderoso, el
Dios del Imperio Español, conminándoles a “que fuesen cristianos y gozasen de
la gloria que tiene Dios en el cielo para todos los hombres, y ellos por su culpa la
perdían por no quererse sujetar a la fe y a la ley de Dios; que no pensasen acabar
ni consumir a los españoles, que tenían a Dios de su parte, señor del cielo y de la
tierra, Dios de las batallas y de infinito poder.”117
A lo largo del período colonial, las autoridades se presentaron como legí-
timos representantes de Dios, que recibieron de él, el poder de ejercer dominio
absoluto sobre los pueblos sometidos. Así como la conquista del Nuevo Mundo
había sido concebida como providencial, de igual modo Dios había permitido la
explotación del continente por el Imperio Español, en compensación por la gene-

115
Diego de Rosales, Historia general de el Reyno de Chile: Flandes indiano, 3 vols. (Valpa-
raíso: Imprenta del Mercurio, 1877-1878), 1:365.
116
Pedro de Valdivia, Cartas, Introd. por Jaime Eyzaguirre (Santiago de Chile: Editorial del
Pacífico, 1955), 33.
117
Diego de Rosales, Historia general de el Reyno de Chile, 1:407.
108 – Desastre y esperanza: Joel

rosa disposición de su Corona de predicar el evangelio a las masas indígenas


sumidas en el paganismo. Consolidado el sistema neocolonial, esta comprensión
teológica del pasado se manifestó una y otra vez. En la historia más reciente de
América Latina, más de un régimen militar vio en sus programas de gobierno una
manifestación del plan divino para sus países.
Con esta comprensión teológica de la historia, es inevitable que toda
transgresión de las leyes político-religiosas oficiales del modelo de cristiandad
sea interpretada como violación del orden divino, y, en consecuencia, merecedora
del castigo de Dios. Durante el período colonial, la prédica moralizadora de la
Iglesia estaba orientada a fortalecer la dominación imperial y el orden político-
religioso imperante. Es en esta línea que se interpretan teológicamente los levan-
tamientos indígenas como un castigo divino. Diego de Rosales declara: “No son
indios, no, sino pecados nuestros los que nos hacen la guerra, y que como a los de
su pueblo les dejaba Dios algunas gentes que no podían sujetar para que cuando
pecasen les sirviesen de azote, así permite Dios que siempre haya entre estos
indios algunas provincias rebeldes a quienes la potencia española no pueda suje-
tar para que la sirva de instrumento de Dios para su castigo.”118 De igual modo, a
lo largo del siglo XIX, la teología del castigo divino se aplicó a otros elementos
alteradores del orden establecido, como la irrupción del liberalismo y los procesos
de secularización y de-cristianización, y el ingreso del protestantismo y el creci-
miento del anti-clericalismo. Para más de un obispo los procesos de emancipación
fueron un castigo divino por la creciente secularización del continente.

La opresión y el sufrimiento como anticipo de la esperanza y la libe-


ración. La anterior no es la única visión de la historia latinoamericana, como
tampoco la teología del castigo divino es la única interpretación posible del pasaje
de Joel. A lo largo del período colonial y neocolonial se ha desarrollado otra
teología de la historia, en la que Dios aparece del lado del pueblo oprimido y
sufriente alentando su esperanza de justicia y liberación. Esta perspectiva “se
aproxima a la experiencia bíblica del Nuevo Testamento, donde el encuentro con
Dios en la historia se da eminentemente en torno a la figura del Mesías sufriente,
el Salvador perseguido, en el que se funden el dolor y la alegría de los pobres, en
abierto enfrentamiento con el sistema político-religioso oficial.”119
Desde esta óptica particular, el texto de Joel no describe a un ejército divi-
no destruyéndolo todo en una espantosa batalla escatológica, que sirve como
instrumento del castigo divino sobre su pueblo. El texto habla de una invasión
militar concreta, tan histórica como los quinientos años de atropello militar en
América Latina. Los elementos teofánicos enriquecen estos hechos destacando su
sentido trágico y el profundo dolor humano que prevalece en ellos. Pero, a su vez,
muestran que Dios no está ausente ni es ajeno al sufrimiento de su pueblo. La

118
Ibid., 2:273.
119
Maximiliano Salinas C., “Dos modelos de lectura teológica de la historia latinoamericana,”
en Raíces de la teología latinoamericana, 2da ed., ed. por Pablo Richard (San José, Costa
Rica: CEHILA-DEI, 1987), 379.
Primera alarma (2.1-14) – 109

muerte y la opresión por la que están pasando no quedarán en el olvido. La histo-


ria de este dolor está registrada, no tanto en los libros de historia, como en la
memoria de los pobres y en los registros divinos. La “historia oficial” ha querido
borrar esa memoria popular e incluso falsificar la propia comprensión divina de
los acontecimientos arrogándose su interpretación (“teología oficial”). Se ha
querido llamar a la reconciliación y al olvido, a la pacificación y al perdón, pero
sin por ello dejar de lado la arrogancia, el despotismo, la explotación y la destruc-
ción. Se ha intentado “lavar” la historia para que los culpables de la muerte que-
den impunes; se ha distorsionado el pasado para poder seguir cometiendo los
mismos atropellos, sólo que usando nombres diferentes; se han cambiado los
nombres, pero los sistemas de opresión siguen siendo los mismos.
“Así nuestro texto nos incita a vincular nuestra situación con la de las ge-
neraciones que nos precedieron estableciendo un encadenamiento que nos permi-
ta leer la historia desde lo que se ha dado en llamar su ‘reverso,’ es decir, desde
los pobres y víctimas de la explotación económica.”120 Esta lectura del pasado no
resulta fácil después de tanta historia falsa y mentirosa. Pero vale la pena intentar
desentrañar de los eventos ocurridos las pistas de la acción redentora de Dios en
medio de su pueblo.

LA MISERICORDIA DE DIOS (2.11-14)

En esta tercera sub-sección, Joel describe el poder de Yahweh y el es-


truendo que va delante de él y de su ejército. Esto introduce el tema de volverse al
Señor en lamento (v. 12), con atención especial a la naturaleza de Dios, quien es
compasivo y no quiere castigar a su pueblo. De esta manera, la nación puede
esperar la bendición de Yahweh, que siempre es lo mejor.

Exégesis y exposición del pasaje

En este pasaje, Joel describe el poder del Señor y el impacto de sus accio-
nes liberadoras a través de sus instrumentos celestiales (“su ejército,” “sus tro-
pas,” v. 11). Esto introduce el tema de la necesidad de volverse al Señor con
lamentación (v. 12), prestando especial atención a la naturaleza de Dios, quien es
misericordioso y compasivo. Sólo así la nación puede esperar la bendición de
Yahweh y su liberación.
Joel ve a Yahweh como un general al frente de sus tropas, que al igual que
las del invasor, también son “innumerables” y “poderosos” (ver v. 2). Al usar los
mismos adjetivos, Joel contrapone las dos fuerzas en batalla. “Su ejército,” que
aquí no se refiere al ejército invasor sino a las huestes celestiales que obedecen al
Señor, es “innumerable” (heb. rab meod , “más grande”) que las tropas del ene-
migo. Este ejército “ejecuta su palabra” (“cumple las órdenes,” VP), que le da
Yahweh (v. 11). Su acción anticipa el “día del Señor,” que es tan temible que
nadie puede soportarlo o resistirlo. De esta manera, Joel anticipa la confrontación

120
Andiñach, “Imaginar caminos de liberación,” 105, 106.
110 – Desastre y esperanza: Joel

definitiva entre el ejército invasor y el ejército liberador del Señor. Este encuentro
inminente es descrito como “el día del Señor,” que será el día de su victoria, en
que él destruirá a los enemigos de Judá y bendecirá a su pueblo (3.1-4, 9-18).
En vista del poder de Yahweh y del conflicto inminente, Joel convoca al
pueblo en nombre del Señor. No queda otro camino más que clamar a él para ser
liberados del peligro presente y obtener la victoria definitiva (vv. 12-14). Para
ello, el pueblo debe “volverse” a Dios (BJ, BL, PD, VP; heb. sub, darse vuelta,
volverse a Dios; ver Os. 3.5; 6.1; 14.1, 2), para encontrar en él liberación. Pero
esto no debe ser algo ritual o formal, sino con plena convicción moral y espiritual
(“de todo corazón”). El “ayuno, llantos y lamentos” y el “rasgarse las vestiduras”
son meras manifestaciones exteriores de una sincera actitud interior (del “co-
razón”). La disposición interior es más importante que los gestos externos (v.
13a). Lo que Joel tiene en mente no es un lamento penitencial por el pecado (si
bien las formas parecen indicar esto), sino un llamado a volverse a Dios clamando
a él por liberación. Para ser un lamento penitencial el texto debería hacer referen-
cia al pecado del pueblo, cosa que no ocurre.
El fundamento para esta actitud de fe es el hecho concreto de quién es
Dios. Él es “bondadoso y compasivo.” La expresión heb. rab-hesed opera como
una fórmula litúrgica o de oración para describir a Dios. El vocablo hesed (“mise-
ricordia,” “amor,” “bondad”) aparece 245 veces en el Antiguo Testamento, pero
una sola vez en Joel.
La única esperanza de liberación para el pueblo oprimido está en la mise-
ricordia y clemencia de un Dios que es “lento para la ira y lleno de amor, cambia
de parecer y no castiga” (Éx. 34.6, 7; Sal. 86.15; 103.8; 145.8; Neh. 9.17; Jon.
3.9; 4.2). Joel ve a Dios como el único Salvador y como el único que puede tornar
la muerte en vida.

EJERCICIO 15

El amor (o misericordia) de Dios según Salmos.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Su amor (hesed) llena la tierra: ______________________ y _________________


2. Su amor (hesed) llega hasta los cielos: __________, __________ y ____________
3. Su amor (hesed) nos acompaña y es personal: ____________, ________________,
_______________________________________y _____________________________
4. Su amor (hesed) nos envuelve: _________________________________________
5. Su amor (hesed) nos sigue: ____________________________________________
6. Su amor (hesed) nos sacia: ____________________________________________
7. Su amor (hesed) es precioso: __________________________________________
8. Su amor (hesed) es mandado a nosotros: _________________________________
9. Su amor (hesed) es dado a saber a nosotros: ______________________________
10. Su amor (hesed) no es negado a nosotros: ______________ y _______________
Primera alarma (2.1-14) – 111

Pasajes: Salmos 23.6; Salmos 32.10; Salmos 33.5; Salmos 33.22; Salmos 36.5; Sal-
mos 36.8; Salmos 42.8; Salmos 57.10; Salmos 66.20; Salmos 77.8; Salmos
86.13; Salmos 88.24; Salmos 90.14; Salmos 108.4; Salmos 117.2; Salmos
119.41; Salmos 119.64; Salmos 143.8.

Aplicación del pasaje: El Señor es nuestra liberación (2.11-14)

Joel relativiza el poder de las fuerzas invasoras al llamar la atención sobre


un poder más grande que el de las huestes enemigas. El terror del evento militar
es trascendido por la esperanza de la intervención divina en favor del pueblo, que
se vuelve a Dios en procura de liberación. A los ejércitos que matan y oprimen
(2.3-9) se opone el “ejército del Señor” (v. 11), que actúa como ejecutor de su
palabra (“ejecutan su palabra”) y no como castigador del pueblo. Su comandante
en jefe es Dios mismo. Él da las órdenes y él imparte el poder. Con esto Joel nos
está diciendo que los recursos liberadores de Dios son más “numerosos” y “pode-
rosos” (BL) que todas las fuerzas humanas que atentan contra el pueblo. Y como
tales, “¿quién lo podrá resistir?”

La iniciativa en el proceso de liberación es divina. Nótese que la inicia-


tiva en el proceso de liberación es divina. No se trata de una acción ideada y lle-
vada a cabo por el pueblo oprimido. No se habla del “día de venganza” de Judá ni
de sus esfuerzos por hacerse más fuerte que el enemigo para derrotarlo. Es Dios
mismo quien toma la iniciativa para liberar a su pueblo en un kairós particular (en
“el día del Señor”). De este modo, lo histórico y concreto de la opresión de un
pueblo indefenso es confrontado con la voluntad de Dios de liberar a los suyos y
no dejar impune al opresor.

La decisión en el proceso de liberación es humana. No importa cuán se-


ria sea la crisis ni cuán terminal parezca el desastre, Dios puede hacer efectiva su
acción liberadora en favor de su pueblo (nótese la fórmula de v. 12, “ahora bien;”
“aún ahora,” CI, PD). No obstante, su intervención es condicional a la actitud del
pueblo. Dios sólo puede liberar a un pueblo que quiera ser liberado y que, en
consecuencia, recurra a él para ello. En su sermón profético, Joel llama al pueblo
a dejar de mirar espantados al poderoso ejército enemigo y comenzar a mirar a
Dios clamando por su ayuda. La seguridad del creyente resulta de este cambio en
el enfoque y dirección de su confianza (Col. 3.1-3). De allí que es necesario “vol-
verse” a él. Es cierto que muchas veces deberemos “convertirnos” de una actitud
de alejamiento de Dios por haberle desobedecido o por haber abandonado nuestra
parte en el pacto de fe con él. Cuando nos volvemos de nuestros malos caminos,
él se vuelve hacia nosotros y nos perdona. Pero no debe pensarse que todos los
problemas que padece un pueblo son el resultado de sus pecados (en ningún mo-
mento Joel menciona un solo pecado de Judá). No debemos permitir que una
teología equivocada oculte el hecho real de la inhumanidad de los opresores. El
112 – Desastre y esperanza: Joel

pueblo latinoamericano sufre porque hay opresores que lo hacen sufrir, y no ne-
cesariamente porque sea pagano o idólatra, esté alejado de Dios o sea indiferente
a su voluntad.
Sea como fuere, es necesario que nos volvamos a él. Frente al peligro, la
opresión o el sufrimiento es fácil intentar construir otros caminos de liberación
que el único camino, que es el que Dios trazó a través de Cristo (Jn. 14.6). El
intento por elaborar otras alternativas ha llevado muchas veces a situaciones de
opresión peores que las que se querían liquidar. Más de un proyecto liberador en
América Latina terminó por echar cadenas más pesadas sobre un pueblo ya opri-
mido.
Por otro lado, frente a una situación de opresión se puede caer en una es-
pecie de fatalismo, que termina por aceptarla como expresión de la voluntad divi-
na en términos de castigo por supuestos pecados cometidos o como una prueba
para la fe. También es posible cantar a viva voz “Si sufrimos aquí, reinaremos
allí, en la Patria Celestial,” como hemos hecho los evangélicos por mucho tiem-
po, trasladando toda expectativa de justicia a un más allá venturoso y lejano. Otra
posibilidad es ponerse del lado de los opresores procurando incluso justificar su
injusticia con alguna práctica religiosa o una teología servil. En momentos así es
necesario recordar que Dios sigue siendo “el Señor nuestro Dios” (v. 13a), y que
él está de nuestro lado. En Cristo, él ha asumido también nuestro dolor y anhelo
de justicia. En medio del sufrimiento, él no nos deja sin su palabra redentora,
cuando sinceramente estamos dispuestos a oírle y de todo corazón nos volvemos
a él.
No obstante, Dios nos libera no por lo que somos o hagamos, sino por lo
que él es. Él es “bondadoso,” “compasivo,” “lento para la ira,” “lleno de amor,” y
“cambia de parecer y no castiga.” Él ya ha hecho su opción a favor nuestro desde
la eternidad. Queda en nosotros darle la oportunidad de actuar mediante un cam-
bio de actitud. Si esto ocurre, Dios no nos defraudará. Él será para nosotros, como
fue para Judá, nuestra liberación. Lo que fue una maldición humana se tornará en
bendición divina. Habrá restauración de todo lo perdido con la opresión, y esto
será motivo de gratitud y adoración (“las ofrendas de cereales y las libaciones son
del Señor su Dios,” v. 14). La justicia reinará soberana, y nosotros habremos
comprendido por experiencia que sólo el Señor es nuestra liberación.





Ya hemos visto cómo Joel registra dos voces o clamores de lamento (1.15-
18 y 1.19, 20). De igual modo, él presenta dos voces o gritos de alarma. En 2.15-
17 se encuentra la segunda de estas alarmas, que se abre con la misma frase que
la primera—”Toquen la trompeta en Sion” (2.1)—, y que también continúa con
una serie de imperativos y formas verbales imperativas, que tienen el objetivo de
urgir al pueblo de Judá a reunirse para reclamar la ayuda de Dios.
Este grito o voz de alarma utiliza términos que ya se encuentran en 1.13,
14 (“ayuno,” “asamblea solemne,” “ancianos del pueblo,” “sacerdotes,” “minis-
tros del Señor”), lo cual pone en evidencia la asociación entre esta voz de alarma
y el llamado a la lamentación en 1.13, 14. Sin embargo, aquí (2.15-17) también
detectamos una estructura duplicada en relación con 1.14, cuya primera parte está
en los vv. 15bc, 16a y la segunda parte en el v. 16bcd. Hay una tercera parte en el
v. 17 (“sacerdotes” y “ministros del Señor”) que liga con 1.13. Es interesante que
las dos primeras partes comienzan con un llamado a la purificación (santifica-
ción) y terminan con la orden de reunirse (“congreguen” o “reúnan”). La primera
parte demanda una respuesta en términos de ritos de lamento, mientras que la
segunda especifica quiénes son los que deben responder, en este caso, toda la
nación, es decir, jóvenes y ancianos por igual.
Se ha discutido si esta voz de alarma (el “toque de trompeta”) aquí está
vinculada a un evento militar (como posiblemente en 2.1), o a una convocación
general a un evento litúrgico o civil solemne (Nm. 10.1-3). Aparentemente el
toque de trompeta apela a Judá a prepararse para la batalla, aunque más no sea en
sentido simbólico. La apelación continúa en el v. 16e incorporando incluso a los
recién casados (novio y novia), es decir, personas que normalmente estarían exen-
tas de una convocación como ésta al servicio militar (Dt. 20.7; 24.5), con lo cual
da la impresión como que el profeta está exagerando a propósito la nota. De esta
manera, Joel enfatiza la seriedad de la convocación, ya que nunca antes niños de
pecho, pequeños y ancianos, incluso parejas en luna de miel habían sido convo-
cados para el cumplimiento de un deber militar. Esto concuerda con lo que Joel
114 – Desastre y esperanza: Joel

dice en 1.2-3 en cuanto al carácter sin precedentes de la crisis que se está vivien-
do. Así como la crisis toca y afecta a todos, todos deben responder a la convoca-
ción y estar listos para “dar pelea” a las circunstancias que se han presentado. La
convocación a los sacerdotes y ministros del Señor (v. 17) apunta en la misma
dirección. Nadie queda excusado del deber de clamar por la misericordia de Dios
y rogar por su intervención liberadora.
La expresión “toquen la trompeta” introduce una nueva estrofa donde el
tema es la convocatoria pública al ayuno (v. 15) y la lamentación (v. 17). Todo el
pueblo y los sacerdotes son llamados a hacer lamentación. Los versículos 15-17
delinean el carácter de esta convocatoria y enumeran a los invitados.

TOQUEN LA TROMPETA (2.15)

El instrumento que se menciona aquí es el sofar (cuerno de carnero). Es el


instrumento musical que más se menciona en la Biblia. No tenía más de dos ó tres
notas y servía para dar indicaciones en tiempos de paz y de guerra (Jue. 3.27;
6.34; Neh. 4.18-20). Su función principal era emitir un sonido fuerte. Se lo em-
pleaba para anunciar las lunas nuevas y los días de reposo, advertir ante un peli-
gro que se avecinaba (2.1), indicar que había muerto un miembro de la nobleza o
convocar al pueblo para una asamblea solemne (2.15). Su uso durante las celebra-
ciones nacionales indica el papel importante que jugaba en la vida de los israelitas
(1 R. 1.34; 2 R. 9.13). El sofar es el único instrumento que todavía hoy se toca en
las sinagogas y ha sido adoptado por muchas congregaciones evangélicas.

Exégesis y exposición del pasaje

Este versículo presenta tres imperativos ligados a una convocatoria de


carácter básicamente litúrgico en ocasión de una emergencia que es grave y a la
que se le da una connotación de tipo militar. Es posible detectar un cierto progre-
so e intensificación de la acción: hay primero una llamada de atención pública
que alerta sobre algo inminente e importante (apelación auditiva con el toque de
trompeta); hay luego un mensaje que mueve a tomar una decisión en una deter-
minada dirección litúrgica (apelación a la voluntad con la observancia del ayuno);
y, finalmente, hay un desafío a hacer algo física y concretamente con un profundo
significado litúrgico-religioso (apelación física con ir a la asamblea solemne).
El primer imperativo es “Toquen la trompeta.” El sofar tenía un profundo
significado simbólico más que musical, ya que está relacionado principalmente
con el sacrificio de Isaac (Gn. 22.13) y su rescate gracias a la aparición de un
carnero “enredado por los cuernos.” Nótese, además, que es la “voz” (heb. qol;
ver BJ) y no el “sonido” del sofar lo que se menciona en relación con eventos
redentores como lo ocurrido en el monte Sinaí (Éx. 19.16-19), la caída de los
muros de Jericó (Jos 6.4-10), la victoria de Gedeón sobre los madianitas (Jue.
7.16-22) y la procesión del arca del pacto (2 S. 6.15).
El segundo imperativo es “Proclamen el ayuno.” El som en este caso no
era el ayuno litúrgico regular o el día de ayuno establecido por la ley mosaica
Segunda alarma (2.15-17) – 115

(Lv. 16.29; 23.27; Nm. 29.7; Hch. 27.9) o el ayuno de observancia regular (Zac.
7.3, 5; 8.19). En este caso se trata de un ayuno especial, convocado en ocasión del
desastre que ha ocurrido. Normalmente, el ayuno duraba hasta el anochecer y por
lo general se limitada a un solo día (Jue. 20.26; 1 S. 7.6; 14.24; 2 S. 1.12; 3.35).
Generalmente se ayunaba en ocasión de la muerte de una persona querida o res-
petada (1 S. 31.13; 2 S. 1.12; 3.35), pero como expresión de luto el ayuno tam-
bién se observaba en ocasión de grandes catástrofes nacionales. Con frecuencia se
ayunaba para implorar la ayuda de Dios en las desgracias inminentes o presentes
(Jue. 20.26; 2 Cr. 20.3; Est. 4.16), como en este caso. A estos ayunos, que muchas
veces iban acompañados de lamentos y clamores, se les atribuía un poder efecti-
vo. Se creía que mediante este ayuno se lograba exteriorizar el fervor con que se
deseaba lo que en la oración se había expresado verbalmente.

Adrianus Drubbel: “El valor del ayuno depende de la intención y de las


disposiciones del que ayuna. No todos los de Israel lo entendieron así. Al
parecer se le atribuía un valor independiente de las disposiciones persona-
les. Contra este error de concepto se alzaron enérgicamente los profetas: el
ayuno, si no va acompañado por el deseo de ordenar la vida propia según
las prescripciones de Dios, carece de valor (Is. 58.3-7; Jer 14.12). Igual-
mente es inútil el ayuno que persigue honores humanos (Mt. 6.16).121

El tercer imperativo es “Convoquen a una asamblea solemne.” El término


heb. ‘esarah o ‘sarath, fuera de su uso en Jeremías 9.2, es una expresión técnica
que designa ciertas asambleas cúlticas. Se aplica, por ejemplo, a una asamblea
para la adoración de Baal (2 R. 10.20). En Joel 1.14 y 2.15, la expresión es para-
lela a som (“ayuno”), como ocurre posiblemente en Isaías 1.13 (“ayuno y asam-
blea solemne”). Lo que no parece claro es si el paralelismo es sinónimo o antitéti-
co. En Amós 5.1 la expresión es paralela a “fiestas religiosas,” que la LXX tradu-
ce como panguris (“asamblea gozosa”), expresión que sólo se usa una vez en el
Nuevo Testamento (He. 12.23).

121
Adrianus Drubbel, “Ayuno,” en Enciclopedia de la Biblia, 6 vols. (Barcelona: Edi-
ciones Garriga, 1963), 1:952.
116 – Desastre y esperanza: Joel

EJERCICIO 16

El ayuno que Dios quiere.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. El ayuno de David por la muerte de Abner: ________________________________


2. Cuando se ayuna no hay que poner cara triste como los hipócritas: _____________
3. El ayuno debe ir acompañado de la confesión de pecado: ____________________
4. El ayuno de Jesús en el desierto antes de ser tentado: _______________________
5. El ayuno de Moisés durante cuarenta días y cuarenta noches: _________________
6. Siete días de ayuno por la muerte del rey Saúl: ____________________________
7. David ayunó al enfermar el hijo que tuvo con Betsabé: _______________________
8. David y los que estaban con él ayunaron por la muerte de Saúl y Jonatán, por el ejérci-
to del Señor y por la nación de Israel: _______________________________________
9. El ayuno de Saulo en Damasco durante tres días: __________________________
10. Con oración y ayuno Pablo y Bernabé nombraron ancianos en cada iglesia: _____
_____________________________________________________________________
11. El Espíritu apartó a Bernabé y a Saulo para la obra misionera mientras la iglesia de
Antioquía ayunaba y participaba en el culto: __________________________________
12. La iglesia de Antioquía consagró a Bernabé y a Saulo a la obra misionera con ayuno,
oración e imposición de manos: ___________________________________________
13. El ayuno que Dios quiere es que hagamos justicia a los pobres: _______________
14. El ayuno tiene que ser sincero y debemos hacerlo por el Señor: _______________
15. El ayuno y la oración a Dios pidiéndole su protección: _______________________

Pasajes: Éxodo 34.28; 1 Samuel 7.6; 1 Samuel 31.13; 2 Samuel 1.11, 12; 2 Samuel
3.33-36; 2 Samuel 12.15; Esdras 8.23; Isaías 58.6-9; Zacarías 7.5; Mateo 4.1-
3; Mateo 6.16-18; Hechos 9.9; Hechos 13.2; Hechos 13.3; Hechos 14.23.

Aplicación del pasaje: Asamblea solemne (2.15)

[La siguiente es la transcripción de una Asamblea Solemne convocada el


día domingo 2 de junio de 1996, en la Iglesia Evangélica Bautista del Centro, de
la ciudad de Buenos Aires (Argentina). Se presenta como un modelo de una reu-
nión de este tipo convocada en respuesta a pasajes como el de Joel 2.15. Se trans-
cribe tal como se desarrolló litúrgicamente. Todos los textos bíblicos están en la
Versión Popular de la Biblia. Nótese que en este caso, la convocación no es para
buscar al Señor sino para arrepentirse de los pecados cometidos y confesarlos a
él].

“¡Toquen la trompeta en el monte Sion!


Convoquen al pueblo y proclamen ayuno.”
Segunda alarma (2.15-17) – 117

(Joel 2.15, VP)

PRELUDIO.
PERÍODO DE ALABANZA. [Canciones tranquilas.]
[Los niños se retiran para su programa al final de este período].
EXPLICACIÓN DEL CULTO.
Permanezcamos sentados todo el tiempo.
Guardemos un silencio reverente (no aplaudamos).
Mostremos una actitud de humildad y recogimiento.
Todas las lecturas están tomadas de la Biblia (Versión Popular).
No busque los pasajes; preste atención a su lectura.
LECTURA BÍBLICA: Isaías 6.1-7.
CANTO CONGREGACIONAL: “Santo, santo, santo.”
SILENCIO.
LECTURA BÍBLICA: Joel 1.2-14.
ORACION DE INVOCACIÓN.
LECTURA BÍBLICA: Ezequiel 14.6; 1 Corintios 5.6-8.
CANTO CONGREGACIONAL: “Límpiame.”
Debemos arrepentirnos de nuestro pecado como iglesia.
Debemos arrepentirnos de nuestro pecado por lo que Dios es.
Nuestro Dios es celoso: Nahúm 1.2, 3a.
Nuestro Dios es un Dios santo: 1 Pedro 1.14-16.
Debemos arrepentirnos de nuestro pecado por lo que nosotros somos.
Nosotros somos idólatras: Ezequiel 14.5-8.
Nosotros somos desobedientes y rebeldes: Jeremías 5.21-23.
Nosotros somos hipócritas: Oseas 10.2.
CANTO CONGREGACIONAL: “Renuévame, Señor.”
SILENCIO.
Necesitamos cambiar.
Necesitamos cambiar: para evitar el juicio de Dios.
Ezequiel 14.13, 14; Ezequiel 18.31; Gálatas 6.7, 8.
Necesitamos cambiar: para evitar el ataque del diablo.
Jeremías 4.6-8; Jeremías 6.26; 1 Pedro 5.8-9.
Necesitamos cambiar: para que Dios haga grandes cosas entre
nosotros y nos bendiga. Josué 3.5; Joel 2.12b-20.
SILENCIO.
¿Quiénes, Señor, deben arrepentirse y purificarse?
Jeremías 18.15; Jeremías 4.22; Jeremías 2.29; Apocalipsis 3.14-16.
CANTO CONGREGACIONAL: “Purifícame.”
SILENCIO.
LECTURA BÍBLICA: Salmo 32.8, 9; Jeremías 5.25-29.
Hermanos, confesemos nuestros pecados como iglesia.
La congregación se pone de rodillas (los que pueden).
Los pastores mencionan los pecados de la iglesia.
En cada caso, la congregación responde: “Señor, ten piedad de
118 – Desastre y esperanza: Joel

nosotros.”
Los pastores agregan una breve explicación y aplicación.
Señor, te confesamos nuestro pecado de orgullo y vanagloria.
Señor, te confesamos nuestro pecado de incredulidad.
Señor, te confesamos nuestro pecado de indiferencia.
Señor, te confesamos nuestro pecado de insensibilidad.
Señor, te confesamos nuestro pecado de egoísmo.
Señor, te confesamos nuestro pecado de autosuficiencia y
autonomía.
Señor, te confesamos nuestro pecado de mezquindad.
Señor, te confesamos nuestro pecado de amargura.
SILENCIO.
LECTURA BÍBLICA: Daniel 9.4-19.
CANTO INSPIRACIONAL: “Piedad, oh santo Dios, piedad.”
¿Señor, qué quieres que hagamos como iglesia?
Jeremías 4.8, 14; Hechos 3.19, 20; Apocalipsis 2.5, 16; 3.3, 19.
SILENCIO.
Debemos arrepentirnos de nuestros pecados personales.
¿Señor, de qué nos tenemos que arrepentir cada uno de nosotros como
hijas e hijos tuyos? Apocalipsis 2.4.
CANTO CONGREGACIONAL: “Mi primer amor.”
¿Señor, cuáles son los pecados en nuestras vidas personales que a ti
te desagradan? Efesios 5.3-14; Gálatas 5.19-21; Malaquías 3.7-
10.
Escribamos en la hojita de papel todos aquellos pecados personales con
que hemos ofendido al Señor.
LECTURA BÍBLICA: 1 Juan 1.8-10; Salmo 32.3-5.
SILENCIO.
Ordenadamente, los hermanos pasan a clavar su hojita en una cruz de
madera con un clavo grande saliente hacia adelante que está colocada adelante
del auditorio.
LECTURA BÍBLICA: Salmo 51.1-17.
CANTO CONGREGACIONAL: “Me hirió el pecado.”
El Señor es nuestro consuelo y esperanza.
Isaías 40.1, 2; Jeremías 31.12-14.
La congregación se pone de pie.
CANTO CONGREGACIONAL: “Me liberó” y “Te alabaré para siempre.”
OFRENDA.
CANTO CONGREGACIONAL: “Has cambiado mi lamento en baile.”
BENDICIÓN.

CONGREGUEN AL PUEBLO (2.16)

Una vez más suena la voz de convocación, esta vez para congregar a todo
el pueblo sin exclusión de nadie. Absolutamente todos los habitantes de Jerusalén
Segunda alarma (2.15-17) – 119

son convocados, fieles e infieles, líderes y no líderes, incluso los niños y los no-
vios. Los “pequeños” (“niños,” RVR) son los menores de doce años, considera-
dos fuera de la comunidad socialmente activa. Los “niños de pecho” (“los que
maman,” RVR), con más razón que los anteriores, no son capaces de participar de
una asamblea de este tipo. Pero el autor los convoca para enfatizar la fuerza y el
alcance de su llamado, con lo cual supera la expresión anterior de “habitantes
todos del país” (1.2, 14; 2.1). Lo mismo vale para el “recién casado” y la “recién
casada,” que deben interrumpir su noche de bodas. El carácter extraordinario de
la convocatoria bien lo justifica, porque frente a la desgracia de la invasión y la
muerte, Dios va a cumplir sus eternos propósitos para con su pueblo (v. 18).

Exégesis y exposición del pasaje

Nuevamente se presentan en este versículo tres imperativos. El primer im-


perativo es “Congreguen al pueblo.” El término “pueblo” (heb. ‘am; gr. laós) es
un vocablo genérico que designa a la totalidad de la población de Judá en todos
sus estamentos sociales. El vocablo encierra la idea de cierto acercamiento y
parentesco (el verbo ‘mm significa “ligar, atar” y en otras lenguas semíticas el
sustantivo significa “familia” o “parientes”). Se trata, pues, de un conjunto de
personas que conforman una colectividad. Es una multitud de personas que pro-
ceden de un tronco común, los habitantes de una ciudad o país, en este caso, Judá.
El término encierra también un cierto tinte político en el judaísmo tardío. El pue-
blo congregado es el pueblo de Dios (vv. 17, 18). Este pueblo es el centro del
mundo y aunque los pueblos paganos que los han invadido los humillen y domi-
nen, acabará por imponerse a todos, que al fin terminarán exterminados (vv. 20;
3.1-16).
El segundo imperativo es “Purifiquen la asamblea.” El vocablo “asam-
blea” (heb. qahal; gr. ekklesia; Is. 1.13; 2 R. 10.20) es más general y quizás in-
cluye aun a aquellos que han sido tenidos como hipócritas en sus prácticas reli-
giosas o que tienen antecedentes de haber servido a otros dioses. La palabra
“asamblea” designa a varios tipos de reuniones humanas (no se aplica a anima-
les). Básicamente se refiere a la convocación teocrática del pueblo de Dios (en
este caso Judá), la congregación de la nación con propósitos religiosos. El fin
religioso de esta asamblea es reforzado por el verbo “purifiquen” (heb. kadosh,
“santificar”). La purificación ritual o cúltica, a la que estaban sometidos espe-
cialmente los sacerdotes, ahora se extiende a todo el pueblo reunido.
El tercer imperativo es “junten” y “reúnan” a todo el pueblo. “Reunión”
(heb. gahal, Dt. 23.1-3; Mi. 2.5; 2 Cr. 30.2, 4, 13, 17, 23, 24; Sal. 107.32) se
refiere a la comunidad que se reúne en el templo para participar de los servicios
religiosos. Las dos palabras se refieren a sectores distintos del pueblo, con lo cual
el mensaje de estas líneas es también de perdón y reconciliación entre ellos. “La
dominación externa, ahora agravada por la invasión y destrucción de la tierra, y la
120 – Desastre y esperanza: Joel

necesidad de clamar a Yahweh por justicia invitan a reencontrarse frente al único


Dios que los ha acompañado a lo largo de toda su historia.”122

EJERCICIO 17

Reunión en asamblea en el Antiguo Testamento.


(Heb. qahal; gr. ekklesia)

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Reunión en asamblea con fines militares (soldados armados): _________________


2. Reunión en asamblea con fines violentos y crueles: _________________________
3. Reunión en asamblea para escuchar el cántico de Moisés: ___________________
4. Reunión en asamblea para descuartizar al enemigo: ________________________
5. Reunión en asamblea para recibir la bendición del rey Salomón: _______________
6. Reunión en asamblea de los rebeldes contra Moisés: ________________________
7. Reunión en asamblea convocada por el rey David en Jerusalén: _______________
8. Reunión en asamblea del pueblo convocado por Moisés para que se presente ante el
Señor: _______________________________________________________________
9. Reunión en asamblea para recibir los diez mandamientos: ____________________
10. Reunión en asamblea en Horeb: ________________________________________

Pasajes: Génesis 49.5, 6; Números 16.1-3; Deuteronomio 4.10, 11; Deuteronomio 10.4;
Deuteronomio 18.16; Deuteronomio 31.30; Jueces 20.2; 1 Reyes 8.12-15; 1
Crónicas 28.1, 8; Ezequiel 16.40.

Aplicación del pasaje: La iglesia como comunidad de personas (2.16)

En su profecía, Joel anticipa el concepto neotestamentario de la iglesia (gr.


ekklesia) como una comunidad integrada por personas. Llama la atención la ma-
nera en que el profeta invita a congregar a todo el pueblo sin ningún tipo de dis-
tinciones o discriminaciones, y a constituirse en una “asamblea” (heb. qahal; gr.
ekklesia) de personas “purificadas” o “santificadas.” Una iglesia o congregación
cristiana es exactamente esto: una comunidad de hombres y mujeres redimidos
por la sangre de Cristo, que le han reconocido como el único Señor de sus vidas,
y que se han puesto de acuerdo para llevar adelante un gran fin y misión en el
mundo. El apóstol Pedro expresa la misma comprensión, cuando abre su primera
carta diciendo: “A los elegidos, extranjeros dispersos…, según la previsión de
Dios el Padre, mediante la obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesu-
cristo y ser redimidos por su sangre” (1 P. 1.1).

122
Andiñach, “Imaginar caminos de liberación,” 201.
Segunda alarma (2.15-17) – 121

La iglesia, pues, es una hermandad, la hermandad de aquellos que han sido


reconciliados con Dios a través de Jesucristo. Como señala Emil Brunner:
“La ekklesia es esta nueva humanidad que es reconciliada con Dios por
Dios, y en la que, por lo tanto, cada uno tiene comunión con su hermano. Es la
comunidad de aquellos que han sido reconciliados y toman su vida de la reconci-
liación. No es otra cosa que hombres en comunión, en comunión con Dios y en
comunión unos con otros.”123 Como comunidad de personas, la iglesia es una
realidad visible y concreta, como lo fue la existencia corporal de Jesucristo. Por
eso, la iglesia es la comunidad real y visible de los reconciliados, es decir, perso-
nas de carne y hueso.

Karl Barth: “En tanto hay hombres que en uno y otro lugar se reúnen,
mediante el Espíritu Santo, con Jesucristo y de este modo también entre sí,
surge y existe en uno y otro lugar una congregación cristiana visible. Esta
congregación es una forma del pueblo, uno, santo y universal, de Dios y
una comunión de personas y obras santas, porque, fundada en Jesucristo,
se deja gobernar únicamente por él y quiere vivir únicamente cumpliendo
su servicio de heraldo y reconoce únicamente en su esperanza, que es su
límite, también su objeto y fin.”124

Dos verdades emergen de estas afirmaciones y de la experiencia histórica


del pueblo de Judá, según la presenta el profeta Joel.

La iglesia no es una institución. Por ser una comunidad de personas, la


iglesia no debe ser confundida con una institución. La iglesia es el cuerpo de
Cristo, pero no es una corporación. El Señor estableció a su pueblo confesante
como una comunidad de personas, no como una institución humana. Como co-
munidad, la iglesia es la compañía de los elegidos y existe porque Dios desde la
eternidad se ha propuesto crear para sí un pueblo propio (Ef. 1.9-11; Tit. 2.14). La
iglesia se entiende a sí misma como pueblo escogido por Dios, y su origen des-
cansa en la voluntad eterna de Dios y en su propósito de crear una nueva humani-
dad a través de Jesucristo.
Además, como comunidad de personas, la iglesia es el cuerpo de Cristo
sobre la tierra. Fue el Señor quien nos escogió para ser sus discípulos y quien nos
colocó en comunión unos con otros ligándonos con su Espíritu, para que le sir-
vamos en el mundo como testigos (Jn. 15.16). Y ahora nosotros somos su cuerpo,
animado y energizado por su Espíritu, que se mueve al cumplimiento obediente
de su voluntad, con él como cabeza. En esta comunidad de personas, el lugar del
Señor visible (ahora resucitado y glorificado) es tomado por el Señor invisible,
presente a través del Otro Jesús, el Espíritu Santo. De este modo, esta comunidad

123
Emil Brunner, Dogmática, vol. 3: The Christian Doctrine of the Church, Faith, and the
Consummation (Filadelfia: The Westminster Press, 1962), 21.
124
Karl Barth, Bosquejo de dogmática (Buenos Aires: Editorial La Aurora; México: Casa
Unida de Publicaciones, 1954), 223.
122 – Desastre y esperanza: Joel

de personas se transforma en un cuerpo, si bien está integrada por muchos miem-


bros relacionados estrechamente entre sí (Ro. 12.5).

A. C. Krass: “Como una sociedad humana, la iglesia está inclinada a to-


mar la forma de una institución, es decir, tendrá una estructura, tendrá tra-
diciones, tendrá costumbres, y de tanto en tanto hará regulaciones y reco-
nocerá procedimientos establecidos. Pero la estructura que la iglesia en-
cuentre útil en un lugar y en un determinado momento será diferente de la
estructura que pueda necesitar en otros tiempos y en otros lugares. La igle-
sia asume formas institucionales, pero básicamente es un evento más bien
que una institución. La iglesia es lo que ocurre en el encuentro creativo en-
tre Dios y su pueblo. El Espíritu Santo crea a la iglesia en el momento en
que él se encuentra con hombres y mujeres, crea fe en ellos, y los mueve al
ministerio. ... La iglesia es creada por el Espíritu Santo. Él es su Señor. ...
Si las formas se tornan absolutas y fijas, en cualquier iglesia, eso significa
que la iglesia está fallando en su alianza al Espíritu Santo, y se está rehu-
sando a reconocer su señorío sobre su vida.”125

La iglesia es una comunidad especial. Finalmente, la iglesia es una co-


munidad de personas especial. La iglesia es una comunidad de personas santifica-
das. Tradicionalmente se ha dicho que la iglesia es la “comunión de los santos.”
No debemos pensar que esta expresión asigna algún valor moral a quienes inte-
gran la comunidad de fe. Ya hemos dicho que la iglesia es una comunidad de
santidad. Pero aquí, más bien, deseo enfatizar el hecho de que la comunidad que
confiesa a Cristo como Señor está formada por hombres y mujeres que han sido
apartados por Dios para ejercer los dones conferidos por él y hacer obras santas.
Es en la congregación de estas personas separadas del mundo y dedicadas a Cris-
to, que se adora al Señor, se anuncia la Palabra de Dios, se celebran las ordenan-
zas o sacramentos, se intercede por las necesidades de otros, y se ejercitan los
dones para servir al prójimo en amor.

Paul Tillich: [La iglesia] “es esencialmente un grupo de personas que ex-
presan una realidad nueva que las ha captado. Sólo esto es lo que la iglesia
realmente significa. Ella es el lugar donde el poder de la Nueva Realidad
que es Cristo, y que ha sido preparada en toda la historia y especialmente
en la historia del Antiguo Testamento, se mueve hacia nosotros y se con-
tinúa en nosotros.”126

125
A. C. Krass, Go … and Make Disciples, TEF Study Guide 9 (Londres: S.P.C.K., 1974),
19, 20.
126
Paul Tillich, Theology of Culture (Nueva York: Oxford University Press, 1964), 212.
Segunda alarma (2.15-17) – 123

LLOREN LOS LÍDERES (2.17)

Una vez más son mencionados los “sacerdotes” y los “ministros del Se-
ñor” (1.9, 13). Su grito de lamento incluye un clamor por la liberación divina, que
Yahweh tenga compasión de su pueblo en su desgracia. Este lamento es parte de
una serie de lamentos litúrgicos que aparecen reiteradamente a lo largo del libro
de Joel.

Graham S. Ogden: “Hasta ahora en Joel hemos notado una colección de


varias unidades y formas literarias, tales como las Convocatorias, el Lla-
mado a la Lamentación, el Clamor de Lamento, y el Clamor de Alarma,
todas ellas claramente relacionadas a un marco de lamento. A partir de es-
to podemos afirmar que detrás del libro en su forma presente hay una li-
turgia de lamento, cuyos elementos Joel preserva. El hecho de que algunos
elementos, tales como el Clamor de Lamento y el Clamor de Alarma ocu-
rran dos veces sugiere que la liturgia de lamento era utilizada en más de
una ocasión. A partir de las respuestas del profeta que vamos a encontrar
en el capítulo 3, concluimos que hubo por lo menos cuatro ocasiones en
las que Joel presidió, en cumplimiento de un papel profético-sacerdotal, en
este tipo de ritual.”127

Exégesis y exposición del pasaje

El v. 17 pone fin a la descripción de la invasión militar. Ahora los sacerdo-


tes deben hacer lamentación “entre el pórtico y el altar,” es decir, en el espacio
abierto al este del santuario, donde estaba el altar de los holocaustos u ofrendas
quemadas (1 R. 6.3; Ez. 8.16). El “pórtico” era la entrada al edificio del templo.
Este espacio era el lugar de oración de los sacerdotes, y al que el pueblo común
no tenía acceso. Las palabras de la lamentación prescrita son registradas en el
texto y reflejan el grado de humillación y opresión en que se encuentra el pueblo
al verse dominado por extranjeros (comp. Neh. 9.36, 37). Nótese que son “las
naciones” quienes oprimen, y que se habla de ellas como algo concreto. Más
adelante se las identificará por nombre, incluyendo a la nación invasora (ver 1.6)
en términos más específicos. El pueblo del Señor, Judá, que es considerado como
“su propiedad” (Éx. 19.5), está confrontando la vergüenza de haber caído en
manos enemigas. El temor de que Judá se torne en un “oprobio” o sea avergonza-
da es una expresión típica de los salmos de lamentación (Sal. 22.7; 69.10, 11, 20;
71.13; 74.22; 79.12, etc.) y está ligada al dominio de las naciones extranjeras.
El oprobio de Judá es relacionado con el daño que esto produce a la repu-
tación de Dios, porque los enemigos han logrado su victoria gracias a la interven-
ción de sus dioses. La derrota del pueblo de Dios es evidencia de que Yahweh no
es capaz de defender y ayudar a su pueblo. Al final, la burla de las naciones tiene
un doble destino: Dios y su pueblo. De allí la pregunta filosa e incisiva: “¿Dónde

127
Ogden, A Promise of Hope, 32.
124 – Desastre y esperanza: Joel

está su Dios?” Esta es una pregunta retórica que no espera respuesta y también es
típica de los salmos de lamentaciones (Sal. 79.10; ver 42.10). El interrogante
refleja el temor de que quizás Dios ha abandonado a su pueblo (Sal. 3.2; 10.1-4;
22.1, etc.) La pregunta está ubicada al final de la descripción de la tragedia (1.2—
2.17) y abre el texto a la posibilidad de una respuesta divina, que será el conteni-
do de la segunda parte del libro (2.18—3.21).

EJERCICIO 18

Líderes que lloraron.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Jesús frente a la tumba de su amigo Lázaro: ______________________________


2. Jesús al ver la ciudad de Jerusalén: _____________________________________
3. Pablo lamentándose por quienes se comportan como enemigos de la cruz de Cristo:
_____________________________________________________________________
4. Jeremías al ver que Jerusalén es una basura e inmundicia: ___________________
5. Jacob después que luchó con el ángel y lo venció: __________________________
6. Ana, la madre de Samuel, en la casa del Señor antes de quedar embarazada:
____________________________________________________________________
7. Ezequías en razón de su enfermedad: ___________________________________
8. David por la muerte de Abner: __________________________________________
9. Esdras orando y confesando delante del templo de Dios: _____________________
10. Juan porque no se había encontrado a nadie digno de abrir el rollo: ____________

Pasajes: 1 Samuel 1.7-10; 2 Samuel 3.31, 32; 2 Reyes 20.2, 3; Esdras 10.1; Lamenta-
ciones 1.16; Oseas 12.4; Lucas 19.41; Juan 11.35; Filipenses 3.18; Apocalip-
sis 5.4, 5.

Aplicación del pasaje: ¿Dónde está tu Dios? (2.17)

La existencia y presencia de Dios es una realidad muy fácil de cuestionar.


Jorge Luis Borges, bien conocido por su agnosticismo, dijo en cierta oportunidad:
“Basta un dolor de muelas para negar la existencia de un Dios todopoderoso.”128
Cuando el sufrimiento es mucho más profundo, amplio y duradero que un dolor
de muelas, es de esperar que tarde o temprano surja la pregunta sobre la realidad
y presencia de Dios. En el caso de nuestro pasaje, Joel mira al pueblo que pasa
por una necesidad extrema, y pone en labios del enemigo lo que quizás era tam-
bién un interrogante de muchos en el propio pueblo: ¿dónde está Dios?

128
Alfredo Serra, “Pase, a este Borges no lo conoce,” Para Ti, diciembre, 1984.
Segunda alarma (2.15-17) – 125

La pregunta plantea cuatro cuestiones teológicas básicas, que tienen rele-


vancia para la comprensión de nuestras propias circunstancias críticas en América
Latina.
En primer lugar, está el hecho de que el poder de Dios es desafiado por el
mundo. En nuestro texto son las naciones incrédulas, que no forman parte del
pacto, las que ponen en duda el poder de Yahweh, el Dios de Judá. En el mundo
antiguo, cuando una nación sometía a otra, el hecho político y militar tenía impor-
tantes consecuencias teológicas. El dios o los dioses de la nación vencedora se
imponían a los de la nación derrotada. De este modo, la desesperación que se ve
reflejada en la pregunta con que se cierra nuestro texto adquiere también una
dimensión teológica especial. El poder del Dios de Judá es seriamente cuestiona-
do por los hechos violentos ocurridos.
José Martí, al gran patriota cubano, a los dieciséis años de edad, arrestado
por definir lo que es la patria y lo que son sus apóstatas, después de un año en una
cárcel provisional, pasó a las canteras. Allí padeció junto a los demás reclusos el
horror del trabajo forzado y la muerte lenta. En su folleto “El presidio político en
Cuba,” escribe:

José Martí: “Si existiera el Dios providente, y lo hubiera visto, con una
mano se habría cubierto el rostro, y con la otra habría hecho rodar al abis-
mo aquella negación de Dios....
Dios existe, sin embargo, en la idea del bien, que vela el nacimiento de
cada ser, y deja en el alma que se encarna en él una lágrima pura. El bien
es Dios....
Presidio, Dios: ideas para mí tan cercanas como el inmenso sufrimiento y
el eterno bien....
El que sufre por su patria y vive para Dios, en éste u otros mundos tiene
verdadera gloria....
Trituraban a un hombre. ¡Miserables! ¡Olvidaban que en aquel hombre iba
Dios!...
Yo siento en mí este Dios; yo tengo en mí a este Dios; este Dios en mí os
tiene lástima; más lástima que horror y que desprecio....
Verdad que el martirio es algo de Dios. ¡Y cuán desventurados son los
pueblos cuando matan a Dios! ¡Y cuán descarriados van los pueblos cuan-
do apalean a Dios!...
Y Dios llora. Y ¡cuánto han de llorar los pueblos cuando hacen llorar a
Dios!”129

El opresor siempre pone en cuestión la existencia y presencia de Dios. Pa-


ra él, Dios no es real. No tiene más presencia que los “muertos pintados” a quie-
nes explota.130 Pero el oprimido tiene la oportunidad de encontrar en su propia

129
José Martí, Obras completas, 28 vols. (La Habana: Editorial Nacional de Cuba e Instituto
del Libro Cubano, 1963-1973), 1:45-74.
130
La expresión “muertos pintados” describe a los indígenas sobrevivientes de la explotación
126 – Desastre y esperanza: Joel

condición de sufrimiento el testimonio más elocuente de la presencia divina.


Volviendo a Martí, según Rafael Cepeda: “El ‘Dios’ de Martí va dentro del hom-
bre maltratado y torturado: se solidariza hasta el punto de vivir en los explotados
y oprimidos de la tierra. Y mucho más cuando estos hombres sufren por su pa-
tria.... Y hablar ‘en nombre del bien, supremo Dios,’ equivale a hablar ‘en nom-
bre de la justicia, suprema verdad.’ La experiencia de lo vivido culmina en que
‘Yo tengo en mí a ese Dios’.”131
En segundo lugar, está el hecho de la vergüenza religiosa del pueblo. En
este sentido, el pueblo de Dios (su “heredad,” v. 17) es víctima de una doble
humillación: la de la opresión a que se ve sometido y la de la burla del enemigo
por su Dios inoperante. En el caso de Joel, lo que más parece preocupar al pueblo
de Judá no es que Dios quede como un “diocito” de segunda clase, sino que ellos
sean humillados por haber confiado en un Dios de tan poco calibre y poder, que
no pudo impedir su derrota. A la tragedia de la invasión y sus enormes conse-
cuencias políticas, económicas y sociales, se agrega también la tortura de una
profunda frustración religiosa.
Se ha hablado mucho sobre el Cristo crucificado y sufriente latinoameri-
cano. Generalmente se ha achacado a la teología y práctica católica romana la
responsabilidad por este Cristo impotente y doliente. Si bien esto es cierto, debe
tenerse en cuenta que éste es el Cristo popular, y como tal, es la expresión de la
propia frustración del pueblo sometido, que se siente crucificado él mismo. Como
bien señala Maximiliano Salinas C., “La violencia del Calvario ilumina así la
opresión política-religiosa del pobre.” Y cita como ilustración una interesante
poesía popular chilena de este siglo:

Pobre, sucio y andrajoso


soy de todos despreciado
paso en la cruz enclavado
sirviéndole al poderoso.
Hasta el cura religioso
me asusta con el infierno
lo adoro como paterno
para que goce el pancista
me explota el capitalista
y me asesina el gobierno.132

encomendera en los primeros años de colonización en La Española. En la “Carta de francisca-


nos y dominicos,” los frailes dicen en forma gráfica que la destrucción de La Española es tal
que los pocos millares de indígenas que quedan en la isla “más forma tienen de muertos pinta-
dos que de hombres vivos.” Ver Colección de documentos inéditos relativos al descubrimien-
to, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía, ed.
por Luis Torres de Mendoza y otros (Madrid: Imprenta de Frías y Cía., 1867), 7:400, 401.
131
Rafael Cepeda, “El pensamiento religioso-contextual en la obra escrita de José Martí,” en
Raíces de la teología latinoamericana, 2da ed., ed. por Pablo Richard (San José, Costa Rica:
CEHILA-DEI, 1987), 193.
132
Salinas, “Dos modelos de lectura teológica de la historia latinoamericana,” 383.
Segunda alarma (2.15-17) – 127

En tercer lugar, está el hecho de una fe que se expresa con desesperación.


El clamor que refleja la pregunta de v. 17 puede ser un desafío a Dios para que de
una vez por todas actúe en favor de su pueblo, conforme al pacto que tiene con él.
De algún modo, el pueblo sabe que Dios no se ha olvidado de ellos y que si cla-
man a él pueden contar con su intervención liberadora y reveladora de su presen-
cia. Así, pues, en medio del sufrimiento de la opresión, angustia y esperanza se
conjugan al mismo tiempo como parte de la experiencia. Como destaca Andi-
ñach: “La pregunta puesta en boca de las otras naciones—y aun cuando sea una
pregunta retórica—lleva implícito el deseo de que Yahweh actúe para sacarlos de
la opresión política en que están sumisos.”133
Los “derrotados” por un sistema que inexorablemente los empobrece cada
vez más ya no tienen opciones. Han probado todo y de todo, a lo largo de siglos,
para cambiar su condición de explotados. Democracia, reforma, revolución, vio-
lencia guerrillera, desarrollo, Alianza para el Progreso, etc., etc., y el resultado ha
sido siempre el mismo: los ricos se hacen cada vez más ricos, mientras los pobres
se tornan cada vez más pobres. La única posibilidad que queda es apelar a Dios
en un grito desesperado. Pero, ¿dónde está Dios? ¿Hay, acaso, un Dios de los
pobres y para los pobres? ¿No será que su pobreza y miseria es signo de que su
Dios se ha olvidado de ellos? Lo bueno de Joel es que nos muestra que este cla-
mor desesperado del pueblo oprimido no se queda sin una maravillosa respuesta
de parte de Dios. Dios no está dormido (Sal. 44.23) ni es ajeno al dolor de los
suyos, y a su tiempo actuará en favor de aquellos a quienes ama profunda y prefe-
rencialmente.
En cuarto lugar, está el hecho de una convicción básica: el pueblo tiene
Dios, y él está en medio de ellos compartiendo su dolor. La pregunta, aun puesta
en labios del opresor, no es lanzada al vacío, sino que esencialmente está dirigida
a Dios y a un Dios que escucha el clamor de los suyos. Los opresores piensan que
los vencidos no tienen Dios, y que, en consecuencia, pueden abusar de ellos como
les venga en gana. Este era el criterio dominante de los conquistadores españoles
cuando arrasaron con los pueblos indígenas del Nuevo Mundo. Una de las razo-
nes para tener a los indígenas en las encomiendas era la idea de una pretendida
inferioridad de los habitantes de estas tierras. Se los consideraba incapaces de
vivir una vida plenamente humana, y por eso se los trataba como animales. En lo
relativo a la fe, se los tenía por totalmente ajenos a toda revelación de Dios y, en
consecuencia, eran como una tabula rasa para la imposición de la fe católica. Sus
templos y santuarios, huacas y apachetas, sus símbolos religiosos y rituales, sus
sacerdotes y vírgenes del Sol, todo su mundo religioso fue arrasado, destruido y
despreciado. Los indígenas se quedaron vacíos de Dios y disponibles para que se
les implantara por la fuerza de la violencia armada y religiosa una nueva religión.
Pero las motivaciones de esta “evangelización belicosa” no fueron legíti-
mas. La razón de esta posición de los europeos respecto de la fe religiosa de los
indígenas fue la codicia del oro. “Todo esto dicen los cristianos para que se pien-
se de los indios que para otra cosa ninguna habilidad tienen sino para sacar oro,

133
Andiñach, “Imaginar caminos de liberación,” 206.
128 – Desastre y esperanza: Joel

en lo cual les han los cristianos enseñado tantas sutilezas, que cierto, no digamos
para aprender la fe,” como denunciaban los frailes franciscanos y dominicos.134
Sin duda, el convencimiento de los colonizadores acerca de la inferioridad huma-
na de los indígenas y la inoperancia de sus dioses es una de las causas de la ex-
plotación y muerte que sufrieron.
Pero, contra los criterios idolátricos y paganos de los opresores europeos,
Dios estaba presente y se hacía real precisamente en medio del sufrimiento de los
indígenas maltratados. Según fray Bartolomé de Las Casas, los indígenas eran
amados por Dios con su amor de predilección porque “del más chiquito y del más
olvidado tiene Dios la memoria muy reciente y muy viva.”135 En su comprensión
del evangelio, Las Casas llega a ver en la matanza de los indígenas la muerte de
Cristo mismo. “El fraile dominico en una de sus páginas más profundas, bellas y
evangélicas identificará a los ‘opresos indios’ con Cristo mismo.”136 Sí, por con-
tradictorio que parezca, Dios ha querido darse a conocer y afirmar su poderosa
presencia en medio del sufrimiento redentor de Jesucristo. De igual modo, el
dolor de la opresión, lejos de ser testimonio de la ausencia divina, es ocasión para
la manifestación de su amor liberador. A partir del v. 18 Joel describirá el día del
Señor y demostrará que el Dios de los pobres y vencidos no es un Dios muerto,
ausente o indiferente, sino que tiene un plan de juicio y justicia a favor de su
pueblo escogido.

134
“Carta de franciscanos y dominicos,” 428.
135
Citado en Gutiérrez, Dios o el oro en las Indias, 168.
136
Ibid., 168, 169.







El dicho popular sentencia con gran optimismo que “lo último que se pier-
de es la esperanza.” No obstante, en ciertas situaciones de vida, individuales o
sociales, de gran dramatismo y sufrimiento, parece como que la esperanza es lo
primero que se pierde. Después de tantos pesares y desgracias, el pueblo de Judá
llegó a sentir como que toda posibilidad de encontrar un horizonte abierto hacia
una condición mejor estaba perdida. El desaliento parecía cundir por todas partes
y un sentido colectivo de desesperanza y desesperación permeaba la mente y las
conciencias de todos, incluyendo a los líderes religiosos.
La pregunta generalizada con que termina la primera parte de la profecía
de Joel es una clara indicación del estado abatido en que se encontraba el pueblo.
“Por qué habrán de decir entre los pueblos: ‘Dónde está su Dios’?” (2.17). Que
los ejércitos invasores devastaran la tierra y los sueños del pueblo ya era un mal
suficiente para deprimir a cualquiera. Pero que existiera un sentir colectivo de un
profundo vacío o ausencia de Dios, eso ya era insoportable. Ya era penoso tener
que aceptar el fracaso humano en no poder resistir una catástrofe como la que se
había experimentado, como para agregarle a eso la percepción de que por siglos
habían estado adorando y sirviendo a un Dios que, en el momento de mayor nece-
sidad, parecía estar borrado de la escena.
Fue precisamente en el silencio aterrador que quedó repiqueteando des-
pués de la pregunta “¿Dónde está su Dios?” que el Señor hace oír nuevamente su
voz y le responde a su pueblo. Es precisamente a partir de 2.18 que Dios toma la
palabra y a través de su profeta comienza a decir cosas que poco a poco van le-
vantando los rostros alicaídos, agregando brillo a las miradas tristes y acelerando
el ritmo cardíaco mientras la mente de todos y cada uno va llenándose de nuevas
imágenes teñidas de esperanza.
El profeta mismo parece despertar de su dolor y angustia, y su voz adquie-
re un nuevo matiz, mientras comunica al pueblo la palabra del Señor. La mirada
ahora cambia de dirección. Ya no está anclada en el pasado ni fijada en una reali-
dad presente aciaga, sino que se remonta al futuro y en un crescendo magistral va
desglosando el programa divino de liberación para su pueblo. El pasado oscuro y
el presente neblinoso dan lugar a un futuro brillante y luminoso.
130 – Desastre y esperanza: Joel

Joseph Comblin: “El profeta tiene ante sus ojos el porvenir. Su predica-
ción es anuncio y promesa. Pero las predicciones sobre el futuro tienen
una función de actualidad. Jamás se trata de acontecimientos futuros con-
siderados en sí mismos, sino como términos de conductas presentes. Se
anuncia en el futuro la promesa o la amenaza contenida en el modo pre-
sente de actuar. El porvenir es la retribución divina del presente. Por eso,
las predicciones carecen de precisión, sobre todo en cuanto a los plazos.
Los profetas confunden las distancias en el tiempo. Ven como cercanos
acontecimientos que pueden llegar con mucho retraso. Lo que les interesa
es el juicio de Dios sobre el presente más que la época en que Dios va a
cumplir ese juicio.”137

En esta segunda parte de su libro, Joel presenta el celo de Dios por la sal-
vación de su pueblo. Comienza mostrando la manera en que el Señor pondrá fin
al sufrimiento provocado por la opresión del ejército invasor y sus consecuencias,
y anuncia la restauración de las bendiciones de Dios (2.18-27). Lo más destacado
de la acción divina prometida es un derramamiento inusual y excepcional del
Espíritu Santo sobre toda la humanidad, que producirá resultados sorprendentes
(2.28-32). Otro anuncio importante es el juicio a las naciones (3.1-16), en el que
el pueblo del Señor resultará vindicado. Finalmente, Joel presenta las bendiciones
que Dios tiene guardadas para su pueblo que le reconoce como Señor (3.17-21).
Es interesante notar el cambio radical de la situación del pueblo entre la
primera parte del libro y la segunda. En 2.17 el pueblo llega a tocar fondo en
términos de su esperanza confiada en el Señor. A partir de 2.18 el pueblo se en-
cuentra con la respuesta del Señor, que en grado creciente va llevando al pueblo a
visualizar su destino de grandeza y bienaventuranza. La diferencia o la clave para
este cambio de situación no se encuentran en Yahweh sino en el pueblo. No es
que Dios cambie su manera de pensar o de actuar. Él siempre es el mismo, el
Dios bondadoso y compasivo que busca el bien de su pueblo. Quienes cambian
evidentemente son los integrantes del pueblo escogido, que por fin se vuelven a
su Dios con fe y comienzan a descansar en sus promesas de liberación. Esta acti-
tud de retorno a Dios hace posible que él opere con toda su gracia, saciando al
pueblo con todas las bendiciones de la tierra y operando la destrucción de los
enemigos. Nótese que en 2.19-27 las promesas divinas involucran bendiciones
materiales superlativas, es decir, el Señor le da a su pueblo todo lo que necesita
para vivir una vida plenamente humana conforme a su voluntad.
En 2.28-32 está la promesa de la provisión más rica y sorprendente de to-
das: la efusión general del Espíritu Santo. Muy probablemente Joel mismo no
alcanzaba a captar la profundidad y dimensión de esta promesa. Gracias a la in-
terpretación que Pedro hizo de este pasaje el Día de Pentecostés y la experiencia
de la iglesia a lo largo de los siglos después de su cumplimiento anunciado por el
Señor en Hechos 1.8, hoy podemos dimensionar de manera un poco más precisa
el alcance infinito de la misma, que todavía no se ha cumplido del todo.

137
Comblin, “Misión profética de la Iglesia,” 218.
Esperanza en el futuro (2.18—3.21) – 131

En 3.1-16, el juicio de las naciones por su actitud de crueldad y opresión


hacia el pueblo escogido, termina con la justa retribución debida a sus maldades.
En una poesía exaltada y cargada de matices dramáticos, el profeta invita a todos
los valientes del Señor a luchar en la batalla final contra los enemigos de Dios. El
Señor mismo se involucra en el combate, porque en definitiva éste es “el día del
Señor,” el día en el que él se manifiesta en toda su majestad y gloria como el
refugio de su pueblo, que morará en su monte santo por siempre. En 3.17-21, el
profeta resume las promesas de Dios para su pueblo. Mientras los enemigos temi-
bles de otros tiempos son destruidos, el pueblo del Señor disfruta de sus ricas
bendiciones. El libro termina con una promesa preñada de esperanza: “Judá y
Jerusalén serán habitadas para siempre, por todas las generaciones” (3.20). Pero
todavía más importante es la esperanza expresada en la última oración de la pro-
fecía: “¡El Señor hará su morada en Sion!” (3.21).





Dios no es sordo al clamor de los necesitados. El siempre responde al pue-


blo que se vuelve a él con su carga y dolor. Después de haber descrito el desastre
provocado por la dominación enemiga y convocado al pueblo de Judá a confron-
tar la crisis en oración y búsqueda de Dios, Joel se proyecta hacia el futuro y
anticipa una maravillosa esperanza de liberación. En estos versículos el profeta
expresa la respuesta de Yahweh a la lamentación (clamor) de su pueblo. Dios será
el protagonista principal de aquí en más. Más adelante (cap. 3), el profeta regis-
trará otras palabras divinas, que también son respuestas a ese clamor, pero que no
están dirigidas al pueblo ahora oprimido sino a las naciones que han abusado de
él. El mínimo común denominador de estos mensajes es que Dios no se ha olvi-
dado de los suyos. Por el contrario, él va a bendecirlos, mientras que va a retribuir
como corresponde a quienes los han explotado.
La idea dominante en 2.18-27 es la realidad de la presencia de Dios en
medio de su pueblo. A fin de destacar el mensaje de esta parte del libro, conviene
seguir la estructura que su autor parece bosquejar, dividiendo el texto en cuatro
secciones: 2.18, 19, 20, 21-24, y 25-27. Como se indicó en la Introducción Gene-
ral, se percibe a partir de este pasaje un cambio de énfasis en el autor. Se procu-
rará destacar ese cambio de énfasis en la exposición del texto.

EL PERDÓN DE DIOS (2.18)

Una de las verdades más maravillosas de todas las que pregona la Biblia
es sin dudas la realidad del perdón divino. La frase “el Señor… perdonó a su
pueblo” tiene una fuerza asombrosa, que penetra hasta lo más profundo del co-
razón. En el Antiguo Testamento hay tres palabras hebreas que nuestra Biblia
traduce como “perdón.” Estas son kipper (“cubrir,” “ocultar,” que implica la idea
de expiación), nasa’ (“levantar,” “llevar fuera”) y sâlah (“remitir,” “condonar,”
“dejar ir”). Todas ellas son metáforas del perdón del pecado. El pecado es cubier-
to o tapado (expiado), de modo que queda invisible y no se interpone entre el ser
134 – Desastre y esperanza: Joel

humano y Dios (Éx. 29.36; 30.10; Lv. 8.14; 16.20; Sal. 85.2b; Is. 22.14); es lle-
vado fuera, de modo que ya no es una barrera (Gn. 4.13; Éx. 32.32; Sal. 24.18;
31.5); y es perdonado, de modo que ya no hay resentimiento o enojo en la mente
de la parte afectada (Lv. 4.20-26; 1 R. 8.30-34; Sal. 86.5; 103.3; Is. 55.7). La
primera y la última de estas tres palabras sólo se usan en relación con el perdón
de Dios. La segunda se refiere al perdón en general, sea de Dios al ser humano, o
entre seres humanos. La traducción más usual de la raíz kipper es “expiar” y la de
sâlah es “perdonar.”
No obstante, en el v. 18 no aparece ninguno de estos tres verbos. Los dos
verbos que se utilizan son qana’ (“tener celo,” “estar celoso por”) y hamal (“tener
lástima,” “perdonar”). El Señor, en su celo, defiende a los suyos como su pueblo
y se pone de su lado a favor de sus derechos. Él se opone a todos los que se rehú-
san a reconocer su soberanía absoluta (Éx. 20.5; Dt. 29.18-20; Sof. 1.17, 18; 3.7,
8), especialmente cuanto esto resulta en daño para su pueblo (Is. 9.7; 37.1-38; Ez.
36.5, 6; Zac. 1.14-16). El Señor siente piedad por su pueblo (BA, BJ) y se com-
padece de él (Éx. 2.6; Mal. 3.17).

Exégesis y exposición del pasaje

El v. 18 es una nota introductoria que relaciona el segundo grito de alarma


(2.15-17) con la respuesta de Dios al mismo en los vv. 19, 20 (nótese el uso de
“oprobio” en vv. 17 y 19, que refuerza la relación).138 El versículo inicia la temá-
tica que caracterizará al resto del libro, y sirve como prólogo a la respuesta divina
a toda la situación descrita en 1.2—2.17. Los verbos están en tiempo pasado, lo
cual implica que Dios ha comenzado a actuar en respuesta al clamor de los suyos.
El pueblo clamó y Dios respondió, y lo hizo “solícito (heb. qana, lleno de celo)
por su tierra” (RVR). La expresión describe el amor y devoción de Dios por su
pueblo y la tierra que ocupa (Éx. 20.5; Is. 9.7). La expresión es un antropomor-
fismo intenso, que sirve para expresar la vitalidad dinámica del concepto vetero-
testamentario de Dios. “Este lenguaje es posible sólo donde lo personal es reco-
nocido como la categoría más alta; y es necesario en el pensamiento hebreo, por-
que el Dios personal es alguien que profundamente se preocupa.”139 La mención
de “tierra” y “pueblo” como víctimas de la opresión y objetos de la liberación
divina pone de manifiesto la extraordinaria consciencia ecológica del profeta y su
concepto inclusivo de la creación.

138
No todos están de acuerdo en cuanto a la relación de este pasaje con los versículos
anteriores y con los que siguen. Ver un resumen de las principales posiciones en Prinsloo,
The Theology of the Book of Joel, 64, 65.
139
Jones, Isaiah 56-66 and Joel, 165.
La respuesta de Dios (2.18-27) – 135

EJERCICIO 19

El perdón de pecados.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. El perdón de pecados requiere confesarlos a Dios: __________________________


2. El perdón de pecados produce dicha: ____________________________________
3. El perdón de pecados resulta de la confesión a Dios, que es fiel y justo para perdonar:
_____________________________________________________________________
4. El perdón de pecados está en Cristo, el Amado de Dios: _____________________
5. El perdón de pecados significa perdón de todos los pecados: _________________
6. El perdón de pecados es dado por Dios, que es generoso para perdonar: ________
_____________________________________________________________________
7. El perdón de pecados descansa en la autoridad de Cristo para perdonar: ________
____________________________________________________________________
8. El perdón de pecados es hallado por quien confiesa y deja el pecado: __________
9. El perdón de pecados significa que éstos quedan blancos como la nieve o la lana: _
_____________________________________________________________________
10. El perdón de pecados lo tenemos por el amado Hijo de Dios: _________________

Pasajes: Salmos 32.1; Salmos 32.5; Salmos 103.3; Proverbios 28.13; Isaías 1.18;
Isaías 55.7; Mateo 9.2-6; Efesios 1.7; Colosenses 1.13, 14; 1 Juan 1.9.

Aplicación del pasaje: Dios siempre responde (2.18)

Para más de un incrédulo es más frecuente ver al que sufre clamando a


Dios que a éste respondiendo a ese clamor. En la contabilidad de muchos, la suma
de las plegarias supera con creces la de las bendiciones. Quizás muchos en Judá
pensaban así. Desesperados frente al rigor de la devastación que sufrían, mientras
seguían clamando juntos en el atrio del templo, la mente de más de uno habrá
repetido una y otra vez: “Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia”“
(Sal. 4.1).
En definitiva, preguntarse por la respuesta divina es hacer teología. La
verdadera teología es un interrogante abierto y permanente sobre la acción divina
en la historia y en relación con los seres humanos. En medio de las difíciles cir-
cunstancias que su pueblo estaba atravesando, Joel se preguntó sobre Dios y éste
le dio su palabra. Cuando el pueblo respondió a la convocatoria del profeta y se
solidarizó en una actitud de clamor y búsqueda de Dios, éste actuó a su favor y
dio evidencias de su realidad y presencia. La teología, pues, es el intento de cono-
cer a Dios allí donde se nos presenta con sus respuestas a nuestro clamor. Para
Judá esto significó conocerlo como su Dios redentor en medio de la crisis y el
136 – Desastre y esperanza: Joel

sufrimiento. Esta experiencia nos provoca cuatro reflexiones sobre la respuesta


redentora de Dios a los suyos.

En primer lugar, nótese que quien responde es Dios. Él es el sujeto de


toda acción redentora. Dios siempre toma la iniciativa en darse a conocer y en
actuar a favor de los oprimidos. Él se anticipa incluso al clamor de los que sufren
y actúa para su bendición. De allí que una comprensión adecuada de él y de su
accionar no será de carácter religioso sino teológico. La religión (del latín religa-
re, volver a unir) es el intento humano por llegar a Dios a través de ritos, gestos y
símbolos de factura humana. La religión es el camino por el cual el ser humano
pretende llegar a Dios. El cristianismo religioso “habla” de Dios en forma indivi-
dualista y lo encierra en especulaciones metafísicas. De este modo, Dios queda
aislado del mundo, de los seres humanos y sus necesidades. Dios se transforma en
un “objeto” de adoración o reflexión, en lugar de ser lo que él es: un sujeto que
quiere y procura una relación dinámica con el ser humano. La religión, que pre-
tende llevarnos a Dios, finalmente no conduce a nada y nos deja sumidos en la
desesperación, el temor y el vacío de Dios.
La auténtica fe cristiana no es religiosa sino teológica, es decir, presupone
a un Dios que se da a conocer no fuera del mundo sino en medio de él y de sus
circunstancias. Por eso, su iniciativa mayor ocurrió cuando él escogió darse a
conocer a través de Jesucristo y se encarnó. Dios es el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo. Él es el Creador que se hace criatura; él es el Señor que se hace
débil. Con la encarnación en Cristo, Dios no sólo asume plenamente nuestra
humanidad sino que se hace presente de modo concreto en nuestras circunstan-
cias. Al “acampar entre nosotros” (Jn. 1.14, NBE), Dios hace su habitación en la
historia. De este Dios y sólo de este Dios nos habla la Biblia. Y ser cristiano no es
otra cosa que hacer propia esa encarnación divina en el mundo.
De allí que la fe cristiana necesariamente es una fe histórica. Como bien
señalara Gustavo Gutiérrez: “Dios se revela en Jesucristo, y por él en la historia
humana, en lo más insignificante y pobre de ella. Sólo desde allí es posible creer
en Dios. El creyente no puede colocarse en una especie de ángulo muerto de la
historia para verla pasar. Debemos aprender a creer desde las condiciones concre-
tas de nuestra vida.” Y aclara: “Bajo la opresión y la represión, pero también en
medio de las luchas y esperanzas que se viven hoy en América Latina, bajo las
dictaduras que siembran la muerte entre los pobres y las ‘democracias’ que mu-
chas veces trafican con sus necesidades e ilusiones.”140

En segundo lugar, nótese que el motivo de la respuesta de Dios es el


amor. Joel es bien claro en destacar que Dios es “misericordioso y clemente,
tardo para la ira y grande en misericordia” (2.13, RVR). Así como el encuentro
con Dios es el resultado de una iniciativa suya, también es necesario afirmar que
ese encuentro se da en un espacio de gratuidad en el que debe transcurrir toda la
vida cristiana. Esta verdad esencial del evangelio debe ser enfatizada en nuestro

140
Gustavo Gutiérrez, El Dios de la vida (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1992), 165.
La respuesta de Dios (2.18-27) – 137

contexto latinoamericano, donde la religión ha desplazado a la fe y el camino de


los méritos ha ocultado el camino de la gracia. América Latina necesita un evan-
gelio de gracia. Durante quinientos años se le ha predicado un evangelio que
consistía en una serie de transacciones por las cuales había que “comprar” o “me-
recer” la salvación. La vida cristiana quedó reducida a una esfera individualista,
intimista, sentimental y subjetiva, que esperaba resultados objetivos (temporales o
eternos) mediante la permanente negociación con un Dios lejano, extraño, casti-
gador, represivo, caprichoso y autoritario.
El pueblo latino necesita conocer el evangelio del amor eficaz de Dios en
Jesucristo. Debe saber que este amor es gratuito, sin reclamar ningún mérito de
nuestra parte. En otras palabras, la respuesta redentora de Dios a la opresión de su
pueblo no está tarifada ni tiene precio: es gratis. Su iniciativa de salvarnos en
Cristo está motivada pura y exclusivamente por su amor inmenso. En amarnos
Dios también toma la iniciativa (1 Jn. 4.19). Su amor por nosotros no es una im-
provisación o estrategia de último momento. En realidad el don de su gracia es
algo que él tenía previsto desde la eternidad. Él nos ha creado para que seamos
participantes de ese amor y lo compartamos con otros (Ef. 1.3-5). Dios nos ha
creado por amor, en el amor y para el amor. Por eso, la gracia de su buena dispo-
sición hacia nosotros es la base de nuestra relación de amor con él y con el próji-
mo. Y esta gracia es abundante; alcanza “para todos” (Ro. 5.15)en nuestra Amé-
rica, y es nuestro deber darla a conocer.

En tercer lugar, nótese que la respuesta de Dios es de carácter reden-


tor. Quizás muchos judíos pensaban que todas las desventuras y pesares por los
que estaban pasando eran el resultado del castigo divino. No podían entender que
el sufrimiento no siempre es un resultado directo del pecado propio sino del pe-
cado de otros, en este caso, de la nación invasora. No obstante, la palabra de Dios
a través de su siervo debe haber sonado como música celestial en sus corazones:
“el Señor… perdonó a su pueblo.” Esta frase sintetiza el núcleo del mensaje
bíblico. Expresa el deseo de Dios de poner fin a la situación de humillación e
injusticia que vive su pueblo. Dios perdona y libera, o mejor, él perdona cuando
libera. Para eso se hizo ser humano en Cristo, “para dar su vida en rescate por
muchos” (Mr. 10.45).
La respuesta más categórica de Dios al pecado humano y a la situación de
pecado creada por éstos ha sido dada en Cristo. Cristo anunció un hecho nuevo: la
presencia del reino de Dios entre los seres humanos y sus circunstancias. El reino
significa globalidad, pues nada escapa de él. La expresión apunta a la soberanía
divina en medio de las experiencias humanas. Dios reina, y con él, su amor, su
paternidad, y en consecuencia, la libertad y la justicia (Lc. 4.16-21). Se trata de
un reino de libertad y justicia, que pone fin a toda opresión y sufrimiento. Pero
esta respuesta divina o anuncio del reino no se quedó en el plano de un simple
discurso, sino que asumió la forma concreta de una entrega a la muerte. Con la
entrega de su vida a la muerte de cruz, Jesucristo venció a la muerte (fruto de la
opresión y la injusticia) en su propio terreno. Por haber asumido en el dolor de la
cruz el sufrimiento del pueblo oprimido por el pecado y la injusticia, Jesucristo
138 – Desastre y esperanza: Joel

puede liberar a todos los que invocan su nombre (2.32). ¡Esta es la esperanza que
proclama el evangelio!
Finalmente, nótese que el objeto de su amor es el pueblo. ¡Cuán refrescan-
tes habrán resultado para los moradores de Jerusalén las palabras de Joel: “el
Señor mostró amor por su tierra....” Lo más alentador de todo este sermón fue una
simple palabra de dos letras (en heb. es un sufijo, u): “su.” El saber del amor de
Dios y su disposición de perdonar puede no ir más allá de un dato teológico o
meramente informativo. Pero cuando se inserta un pronombre posesivo, la frase
adquiere la dimensión de algo personal y tremendamente apelativo. Alentar la
convicción de que a pesar de tantas desgracias ellos seguían siendo “su” pueblo,
era para Judá la mejor medicina para sus muchos males y la más grande de las
noticias.
El vacío de Dios y la consciencia de abandono de la providencia divina es
peor que el más agudo de los sufrimientos. Mientras hay Dios siempre habrá
esperanza, pero sin él ¿qué puede esperarse? El infierno es lo que es porque allí
no está el amor de Dios. Y la vida es un infierno cuando Dios parece lejano y
ausente de nuestro dolor. Pero el mensaje bíblico es que él ama a su pueblo. Él es
su Dios (1.14, 15; 2.13, 14; passim); él mora en su “santo monte” (2.1), que está
en medio de ellos; ellos son su pueblo (2.17, 19) y su heredad (2.17). En definiti-
va, ellos son el objeto de su amor. Saberlo no sólo alienta la esperanza, sino que
es el primer paso en el proceso de liberación.

DIGNIDAD EN LUGAR DE OPRESIÓN (2.19, 20)

Después de la introducción hecha por el profeta sigue la respuesta de


Yahweh, que sintetiza su acción en pro de la justicia mediante la provisión de
alimentos para su pueblo y la destitución de la nación invasora.

Exégesis y exposición del pasaje

Dios promete restituir abundantemente todos los bienes materiales que el


enemigo ha tomado: “cereales, vino nuevo y aceite” (1.10). El pueblo va a contar
con todo lo necesario para su sustento físico y para su culto religioso (ofrendas y
sacrificios). Pero más importante todavía es que él va a restituir los bienes mora-
les y espirituales, es decir, la dignidad del pueblo: “no volveré a entregarlos al
oprobio entre las naciones” (2.17). Con esto, Dios mismo no será más objeto de
burla (v. 17). “Es liberando a su pueblo de su crisis presente que Yahweh recupe-
ra su reputación como alguien capaz de salvar, como alguien que no ha abando-
nado a su pueblo.”141
Además, Dios promete revertir la situación de opresión (v. 20). La pregun-
ta clave en relación con el v. 20 es, ¿quién es “el que viene del norte” al que se
hace referencia? El problema no tiene que ver con la morfología de la palabra ni

141
Ogden, A Promise of Hope, 33.
La respuesta de Dios (2.18-27) – 139

su traducción, sino con su interpretación y ubicación histórica.142 El vocablo heb.


sapon (lit. “el norteño,” “el que es del norte”) no ayuda mucho, si bien es un
término tradicional para referirse a cualquier enemigo de Judá (Jer. 1.14, 15; 6.1;
Ez. 38.6; 39.2). Parece obvio que este enemigo es el responsable de todas las
desgracias hasta aquí descritas por Joel. Si bien se mencionan “naciones” con
anterioridad (vv. 17, 19) y Judá padeció varias invasiones devastadoras a lo largo
de su historia (ver nuestra interpretación de 1.4), en este caso se especifica a un
enemigo particular (ver también “nación poderosa e innumerable,” 1.6; “un pue-
blo fuerte y numeroso,” 2.2). Parece evidente que la expresión se refiere a un
ejército humano concreto, especialmente si se relacionan estos versículos con
1.10. La miseria y opresión económica de Judá fue el resultado directo de la inva-
sión y ocupación militar de este ejército. Probablemente la referencia histórica es
al Imperio Persa y su extorsiva ocupación de Palestina.
Dios promete la liberación política de este poder opresor extranjero. Lo va
a hacer expulsándolo hacia una “tierra seca y desolada” ubicada entre dos mares:
el “oriental” (Mar Muerto) y el “occidental” (Mar Mediterráneo). De este modo,
“se lo expulsa hacia lo desconocido, el espacio del caos y la perdición del cual no
hay regreso.”143 En la cosmovisión hebrea, el mar era sinónimo de caos, una rea-
lidad desconocida y temida que estaba fuera del control humano. Pero también
hay un sentido espacial y político en la expresión, pues estos dos mares marcan
los límites de Israel como nación. En otras palabras, el invasor será expulsado
fuera de los límites nacionales, hacia los lugares que corresponden a las naciones
extranjeras.

EJERCICIO 20

Opresión.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. La prohibición de oprimir a los extranjeros: ________________________________


2. La prohibición de oprimir a las viudas, a los huérfanos y a los pobres: ___________
3. Los egipcios oprimieron a los israelitas: ___________________________________
4. El Señor es refugio de los oprimidos: _____________________________________
5. El Señor hace justicia y defiende a los oprimidos: ___________________________
6. El Señor libera de la opresión humana: ___________________________________
7. El Señor condena a los que no hacen justicia a los oprimidos: _________________
8. El Señor salva a los oprimidos: _________________________________________
9. El Señor saca a su pueblo de la opresión: _________________________________
10. El Señor ve la miseria, el trabajo y la opresión de su pueblo: __________________

142
Ver la discusión amplia en Kapelrud, Joel Studies, 93-108.
143
Andiñach, “Imaginar caminos de liberación,” 127.
140 – Desastre y esperanza: Joel

Pasajes: Éxodo 3.9; Éxodo 3.17; Éxodo 22.21; Deuteronomio 26.7; Salmos 9.9; Salmos
12.5; Salmos 103.6; Salmos 119.134; Isaías 10.1, 2; Zacarías 7.10.

Aplicación del pasaje: La respuesta de Dios (2.19, 20)

La respuesta de Dios al clamor del pueblo oprimido es triple, y habla de


restitución, restauración y redención.

Dios restituye los bienes perdidos. Su promesa a Judá fue: “Miren, les
enviaré cereales, vino nuevo y aceite, hasta dejarlos plenamente satisfechos” (v.
19a). El proyecto redentor de Dios no excluye la esfera de lo material e inmedia-
to. Por el contrario, cuando él libera hay una restitución de todo lo necesario para
hacer más humana la vida humana. Y esto incluye el pan para comer, el vino para
alegrar la vida y el aceite para curar. Pero también él restituye todos los elemen-
tos necesarios (pan, vino y aceite) para ofrecerle el culto que él merece. De este
modo, Dios restituye no sólo lo necesario para la vida humana, dando con ello un
motivo de gratitud y adoración a Dios, sino también todo lo necesario para la vida
religiosa, proveyendo con ello los medios para su culto.
¡Cuán oportuna es esta promesa en América Latina! Se ha hablado tanto
durante tanto tiempo de incorporar a nuestros países en el proceso de desarrollo,
de modo que podamos alcanzar el nivel de las naciones prósperas del mundo. Se
ha dicho que nuestra pobreza es consecuencia de nuestro “subdesarrollo,” de
modo que si se hacen las inversiones necesarias y se aplican las tecnologías ade-
cuadas, América Latina se podrá incorporar al concierto de las naciones del Pri-
mer Mundo por la vía del desarrollo. Sin embargo, la estrategia del desarrollo,
que se ha estado ensayando bajo diversos nombres y modelos a lo largo de más
de tres décadas no parece habernos hecho despegar de la miseria. Por el contrario,
da la impresión como que cada vez hay más pobres en el continente y que los
ricos se tornan en una minoría cada vez más rica y menos numerosa.
El engaño de los proyectos “desarrollistas” ha consistido en negar u ocul-
tar el hecho cierto de la explotación de nuestros países por parte de los países
centrales. Si bien ésta no es la única razón, sí es cierto que en buena medida nues-
tra pobreza es la consecuencia de la riqueza desmedida de las naciones dominan-
tes. Quizás sería más preciso decir que el lucro inhumano e irracional de las gran-
des corporaciones transnacionales es uno de los factores principales a tomar en
cuenta a la hora de evaluar la pobreza prevaleciente en América Latina. De allí
que, cuando se piensa en términos de liberación, no puede dejar de considerarse
la necesidad de una restitución de lo que ha sido quitado.
Frente a un hecho concreto como la deuda externa que agobia a todos los
países de la región, cabe preguntarse quién debe a quién. Si esa deuda ha sido, al
menos en una buena parte, el resultado de políticas financieras abusivas por parte
de países centrales, como los Estados Unidos, ¿no es justo que los países deudo-
res sean liberados de una carga que les impide atender a sus necesidades básicas?
¿Hasta cuándo habremos de ver limitado nuestro futuro por el pago de una factura
La respuesta de Dios (2.18-27) – 141

que ha crecido simplemente por cambios arbitrarios en las tasas de interés o


según las fluctuaciones de una economía que no es la propia?
Hace quinientos años, un grupo de frailes franciscanos y dominicos de-
nunciaron el enriquecimiento de los encomenderos españoles como fruto de su
explotación abusiva de los indígenas. Sus bienes eran el resultado del trabajo de
los indígenas bajo condiciones injustas y opresivas. En consecuencia, no podía
ser calificado de otra manera que como robo y despojo. Y por ello, en términos
cristianos, no quedaba otro camino de liberación o perdón que no fuese la restitu-
ción de lo tomado injustamente. Pedro de Córdoba, uno de los grandes siervos de
Dios de aquellos días, dice: “Nosotros en los días pasados predicamos regiamente
contra ellos (los encomenderos), declarándoles el dañable estado en que vivían, y
la obligación que tenían de restituir, no solamente lo que temporalmente adquirie-
sen por esta manera, más aún los daños que por esta tal manera se hiciesen.”144

Dios restaura la dignidad perdida. La promesa más hermosa de Dios al


pueblo de Judá fue: “No volveré a entregarlos a oprobio entre las naciones” (v.
19b). No hay oprobio mayor que el ser tratado como objeto y no como sujeto,
como cosa utilizable y no como un ser humano con voluntad propia. La “cosifica-
ción” de la vida humana es el atropello más grande a su condición de criatura
hecha a la imagen y semejanza de Dios. Cuando un ser humano es considerado
como material descartable para el logro de fines egoístas de lucro y de poder, su
dignidad como criatura de Dios es pisoteada.
Esto es lo que ocurrió con la “evangelización” de los indígenas y su “civi-
lización” o “cristianización,” proceso que ya cumplió más quinientos años y que
hoy quiere reeditarse con una pretendida “re-evangelización” del continente. La
falta de una adecuada evangelización o la imposición abusiva de la religión cató-
lica romana a los indígenas fue un hecho denunciado casi desde el comienzo
mismo de la empresa colonizadora española en América. Algunos frailes domini-
cos consideraban que la peor calamidad que podía ocurrirle a sus labores misione-
ras era que siguieran viniendo de España “cristianos” deseosos de “evangelizar” a
los indígenas. En una carta escrita por Pedro de Córdoba, pero firmada por todos
los dominicos de La Española (c. 1517), se habla de la necesidad de “atajar las
idas de los cristianos a las Islas y Tierra Firme, porque son fuego que todo lo
abrasan; antes sí se pudiese dar manera que enviasen predicadores solos para que
una vez se introdujese la fe en ellos.”145 De este modo, la presencia de los coloni-
zadores cristianos era la mayor traba para el cumplimiento de una auténtica mi-

144
Pedro de Córdoba, “Carta al Rey,” en Colección de documentos inéditos, relativos al
descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas en Améri-
ca y Oceanía, ed. por Luis Torres de Mendoza (Madrid: Imprenta de Frías y Cía., 1865),
11:220.
145
“Carta de los dominicos,” en Colección de documentos inéditos, relativos al descubri-
miento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas en América y
Oceanía, ed. por Luis Torres de Mendoza (Madrid: Imprenta de Frías y Cía., 1865),
11:213, 214.
142 – Desastre y esperanza: Joel

sión cristiana. Sin la presencia de soldados y encomenderos, la labor evangeliza-


dora hubiese sido mucho más efectiva y se hubiese podido construir una cristian-
dad modelo.146

Dios redime la libertad perdida. Él lo hace quitando la opresión y expul-


sando al opresor (v. 20). Mientras haya opresores habrá opresión, así como el
pecado no es algo que exista por sí sino que resulta del hecho de que hay pecado-
res. En su dolor y desesperación Job clamaba por un mediador (Job 33.19-30). Su
gemido no quedó sepultado en el silencio. Dios responde a este clamor trayendo
libertad. Para ello es necesario “alejar” y “arrojar” al opresor, cosas éstas que no
puede hacer el pueblo sino Dios mismo en la magnitud de su poder redentor.
América Latina ha tenido desde la llegada de los europeos hace más de
cinco siglos, una serie de potencias opresoras “del norte.” Durante siglos alguna
nación del hemisferio “norte” ha considerado al extenso territorio al sur del río
Grande como su dependencia y back yard (patio de atrás). El continente ha servi-
do de laboratorio para sus aventuras financieras, ha sido considerado como un
gran reservorio de materias primas para su industria y mercado para sus productos
elaborados, ha sido tomado como campo de entrenamiento para sus tropas, ha
sido erigido como bastión de sus intereses políticos e ideológicos frente al resto
del mundo y como escenario de su confrontación con otras potencias. América
Latina ha sido y es cabecera de playa para cualquier intervención foránea, esponja
seca para las supercherías de culturas hedonistas y consumistas, y tacho de basura
para los desechos químicos y nucleares de las naciones industriales.
A lo largo de muchos años, por el cordón umbilical que nos liga a los
“Países del Norte,” hemos sufrido cada una de sus crisis políticas y económicas
internas. Cada vez que en Londres, Wall Street o Frankfurt ha habido algún co-
lapso, el coletazo se sintió en cada rincón de América Latina. ¿Cuándo podremos
ser dueños de nuestro propio destino? ¿Cuándo seremos capaces de definir nues-
tro camino con auténtica libertad? Cuando Dios haga cierta su promesa de alejar
de nosotros al que viene del norte y nosotros seamos más capaces de confiar en el
único Señor de las naciones.

GOZO EN LUGAR DE TEMOR (2.21-24)

Estos versículos remontan vuelo y se elevan a un clímax a medida que la


tierra, los animales y el pueblo van siendo mencionados por el profeta de manera
sucesiva. Evidentemente, la tragedia provocada por las langostas (o el ejército
invasor) es algo que ya ha quedado atrás, conforme a las promesas dadas por el
Señor. Ahora se inicia un ciclo de fertilidad generalizada, que es alentada por las
lluvias abundantes. La cornucopia de los bienes más apreciados por toda la crea-

146
Según Pedro de Córdoba, “si entre ellas entraran predicadores solos, sin las fuerzas y
violencias de estos malaventurados cristianos, pienso que se podría en ellos fundar cuasi
tan excelente Iglesia como fue la primitiva.” Ver “Carta al Rey,” 217.
La respuesta de Dios (2.18-27) – 143

ción, especialmente las personas (cereales, vino nuevo y aceite) desborda en su


abundancia.

Exégesis y exposición del pasaje

El profeta vuelve a tomar la palabra en lo que parece un canto antifonal


(vv. 19, 20, primera estrofa; vv. 21-24, segunda estrofa; vv. 25-27, tercera estro-
fa).147 Lo hace para convocar al pueblo a festejar con alegría la intervención justi-
ciera de Dios y las bendiciones que resultan de ello. La estructura del pasaje sigue
el orden de tierra, animales, vegetales, y seres humanos, lo cual recuerda la se-
cuencia de la creación (ver Gn. 1), y da fuerza a la idea de que Dios promete
recrear todas las cosas (Ap. 21.5). Este orden está también relacionado con 1.2-
14. De igual modo, la invitación a alegrarse y disfrutar (v. 23) tiene su anteceden-
te en 1.16. El regocijo es consecuencia de la expulsión del enemigo del norte.
La restitución de la vida es vinculada con la lluvia, elemento básico para el
sustento de la agricultura y la ganadería en una región árida como Palestina. Así
como Judá no pudo hacer nada para expulsar al invasor, tampoco pudo hacer nada
para que lloviese. Estas son acciones exclusivamente divinas. Las “grandes co-
sas” que hizo el invasor en contra de Judá (v. 20, RVR) son ahora superadas por
las “grandes cosas” que hace Dios (v. 21). Es interesante notar que el gozo del
pueblo es el resultado de una acción divina, que tiene que ver con todos los órde-
nes de la creación. Dios hace que, al poner fin a la opresión, todo vuelva a su
ritmo natural, incluso las lluvias. Así como la invasión creó necesidad (1.10), la
liberación produce abundancia (v. 24).

EJERCICIO 21

Alegría y gozo.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Los árboles del campo cantan de gozo ante el Señor: _______________________


2. Cuando el Señor nos libra de nuestros enemigos nos llenamos de gozo: ________
____________________________________________________________________
3. El creyente se alegra con gozo indescriptible y glorioso: ______________________
4. Los israelitas celebraron con mucho gozo la fiesta de los Panes sin levadura: ____
____________________________________________________________________
5. Hay gozo para los que promueven la paz: _________________________________
6. Los rescatados del Señor se llenarán de regocijo y alegría: ___________________
7. Es necesario cantar con gozo al Señor: ___________________________________
8. Hay que pedirle al Señor que nos anuncie gozo y alegría: ____________________
9. Si guardamos el día de reposo hallaremos nuestro gozo en el Señor: ___________

147
Keller, Jöel, Abdias, Jonas, 133, 134.
144 – Desastre y esperanza: Joel

10. “El gozo del Señor es nuestra fortaleza”: _________________________________


11. La gloria de Sion pone radiante de alegría al creyente: ______________________
12. Las palabras del Señor son el gozo y la alegría del corazón del creyente: _______
____________________________________________________________________

Pasajes: 1 Crónicas 16.33; 2 Crónicas 20.27; 2 Crónicas 23.18; 2 Crónicas 30.21, 23;
Nehemías 8.10; Salmos 51.8; Proverbios 12.20; Isaías 51.11; Isaías 58.13,
14; Isaías 60.5; Jeremías 15.16; 1 Pedro 1.8.

Aplicación del pasaje: Las dos lluvias (2.21-24)

Soy historiador, y lamentablemente pienso que a veces he caído presa de


una enfermedad que caracteriza a aquellos que se dedican al estudio del pasado:
el pesimismo. En algunos casos, este pesimismo viene acompañado de otro mal,
que es el relativismo. Para muchos historiadores, el devenir humano es una suma
de contradicciones y los valores por los que se vive y muere son tan cambiantes e
inestables como el carácter humano mismo.
Una lectura rápida e irreflexiva del pasado fácilmente nos aproxima a una
conclusión negativa respecto del desarrollo espiritual y moral de la humanidad. Y
tanto más, cuanto más nos acercamos a este presente caótico en el que nos toca
vivir. Es como si de pronto todo lo malo y perverso que la memoria humana
hubiese acumulado se destapara, y en esta generación afloraran todos los males
del mundo. Quizás nunca como hoy los seres humanos hayamos sido tan cons-
cientes de la profundidad del pecado y de la crisis disolvente que nos asedia.
No obstante, desde los días de los apóstoles, la historia humana no registra
un despertar espiritual tan universal y generalizado como el que se está desarro-
llando en nuestros días, especialmente en América Latina. Muchas iglesias están
tomando en serio las palabras de Jesús y están aprendiendo a actuar con más
atrevimiento en su nombre. Los creyentes cada vez más están descubriendo el
significado de una vida abundante y victoriosa. El pueblo de Dios está renuncian-
do a los recursos carnales para cumplir su compromiso de extender el reino de
Dios, y está apelando en mayor grado a los recursos y poder del Espíritu Santo
para hacer la obra. Cada vez son más numerosos los cristianos que reciben y
ejercen los dones del Espíritu Santo, mientras que se unen en una alabanza más
ferviente y viva al Señor.
Al considerar los versículos de nuestro pasaje, hay dos cuestiones que te-
nemos que notar.

En primer lugar, notemos el significado del pasaje. En 2.23, Joel habla


de dos lluvias. Sus palabras tienen un profundo significado profético, que haría-
mos bien no sólo en procurar entender, sino también en aplicar a nuestras vidas
individuales ya la vida de nuestra comunidad de fe. El alcance profético de estas
dos lluvias, la temprana y la tardía (“otoño” y “primavera”), va más allá de un
fenómeno meteorológico, físico y regional de Palestina en un momento dado. En
La respuesta de Dios (2.18-27) – 145

Oseas se nos dice: “Conozcamos al Señor; vayamos tras su conocimiento. Tan


cierto como que sale el sol, él habrá de manifestarse; vendrá a nosotros como la
lluvia de invierno, como la lluvia de primavera que riega la tierra” (Os. 6.3). En
Proverbios, la Palabra vuelve a declarar que “el rostro radiante del rey es signo de
vida; su favor es como lluvia en primavera” (Pr. 16.15). En Zacarías 10.1 se nos
exhorta: “¡Pídanle al Señor que llueva en primavera!”
En el Nuevo Testamento, la lluvia temprana y la lluvia tardía (RVR) están
relacionadas con la promesa de la segunda venida de Cristo y el fin del presente
siglo. Santiago enfatiza esto, cuando escribe: “Por tanto, hermanos, tengan pa-
ciencia hasta la venida del Señor. Miren cómo espera el agricultor a que la tierra
dé su precioso fruto y con qué paciencia aguarda las temporadas de lluvia. Así
también ustedes, manténganse firmes y aguarden con paciencia la venida del
Señor, que ya se acerca” (Stg. 5.7, 8).
El pasaje de Santiago claramente indica que antes que regrese el Señor es
necesario que vengan “la lluvia temprana y la tardía” (RVR). En este sentido, la
promesa y anuncio de estas lluvias no sólo tiene un significado profético sino
también histórico. En otras palabras, estos derramamientos de bendiciones celes-
tiales se dan dentro de un determinado marco espacio-temporal, en una estación
específica, o como registra Joel, “a su tiempo” (“en el momento oportuno,” V.P.)
En la economía de Dios hay momentos en que él desea hacer llover sobre su
pueblo para que este recoja una cosecha abundante. Estos tiempos de lluvia re-
frescante y nutriente son tiempos de avivamiento espiritual y de derramamiento
poderoso del Espíritu Santo.
Por otro lado, al igual que en el calendario agrícola del antiguo Israel, el
advenimiento de las lluvias estacionales presuponía un compromiso de trabajo,
esfuerzo y responsabilidad por parte del pueblo. Las lluvias de por sí no garanti-
zaban una buena cosecha. Era necesario que el pueblo sembrara y luego segara
los campos. Todo ello involucraba grandes esfuerzos y dedicación. Pero el trabajo
en los campos, por penoso y fatigoso que fuera, era seguido por la alegría desbor-
dante de la recolección de los frutos. Según la bella expresión del poeta bíblico:
“El que con lágrimas siembra, con regocijo cosecha. El que llorando esparce la
semilla, cantando recoge sus gavillas” (Sal. 126.5, 6).
Las lluvias temprana y tardía tienen también un significado escatológico.
La lluvia tardía y la abundante cosecha que ella producirá precederán el retorno
del Señor a la tierra. La promesa de Dios a través de su profeta no quedará sin un
cumplimiento total antes del fin de los tiempos (Is. 55.10, 11). El derramamiento
del Espíritu Santo en los días previos a la segunda venida de Cristo producirá tal
germinación de la Palabra de Dios en los corazones humanos, que la abundancia
de la cosecha final será sorprendente.

En segundo lugar, notemos el desafío del pasaje. La lluvia temprana o


de invierno ya ha caído sobre la tierra. La iglesia cristiana brotó como resultado
de esta visitación refrescante del Espíritu Santo a partir de Pentecostés. Desde
aquel primer chaparrón en Jerusalén, una y otra vez los creyentes se vieron empa-
pados de la gracia de Dios y con denuedo testificaron del evangelio. Las señales
146 – Desastre y esperanza: Joel

de la presencia del reino de Dios acompañaron ese testimonio, mientras “cada día
el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos” (Hch. 2.47).
Luego, durante varios siglos, la iglesia sufrió la aridez del desierto espiri-
tual y la falta de verdor y fruto. Poco a poco, el testimonio victorioso de los cris-
tianos se fue enredando con los intereses mundanos, la ambición de poder y la
pérdida de una fe bíblica. Por siglos muchos cristianos estuvieron clamando como
el salmista: “¡Señor, haz que cambie de nuevo nuestra suerte, como cambia el
desierto con las lluvias!” (Sal. 126.4, RVR). Parecía como que toda semilla que
se sembraba caía en el yermo y no resultaba en el fruto esperado. Pero Dios fue
preparando el terreno primero, y luego anticipando un nuevo derramamiento de
su lluvia refrescante y vital, la ““lluvia tardía” o “lluvia de primavera.”
Esta lluvia, que hace brotar retoños en abundancia y produce frutos increí-
bles, es la lluvia de los tiempos postreros y anticipadora del retorno de nuestro
Señor. Dado que Joel sugirió que la lluvia temprana sería derramada “moderada-
mente,” es de suponer que la lluvia tardía será mucho más grande que la primera.
Si Pentecostés fue la experiencia que empapó a la iglesia de poder celestial para
el cumplimiento de su misión durante el primer siglo, la lluvia de primavera de
los últimos tiempos debe saturar a la iglesia de la gloria de Dios y llenarla de
frutos como nunca antes en la historia del cristianismo.
Hoy hay millones de creyentes en el mundo que creen que la iglesia está
comenzando a recibir la “lluvia tardía.” No son pocos los que están convencidos
de que la “lluvia de primavera” está regando todo el planeta con una unción pode-
rosa del Espíritu Santo. Jesús prometió con claridad: “Ciertamente les aseguro
que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará
mayores, porque yo vuelvo al Padre” (Jn. 14.12). Esta promesa, según algunos,
parece estar cumpliéndose hoy a través de los grandes milagros y señales que
Dios está obrando por medio de su pueblo y por el poder del Espíritu Santo. Estas
obras “mayores” son también un anticipo del retorno de Cristo y forman parte de
la lluvia tardía que antecede a la gran cosecha. Si bien estas reflexiones nos llenan
de entusiasmo, cabe recordar aquí lo dicho por Jesús sobre la imposibilidad de
saber el tiempo de su retorno (Mr. 13.32; Mt. 24.36). De todos modos, será en
“un tiempo así,” de gran despertar espiritual, que el Señor vendrá.
Lo que parece evidente es que la iglesia contemporánea en América Latina
está redescubriendo el poder del Espíritu Santo. Los dones del Espíritu están
comenzando a ser ejercidos en las congregaciones particulares y locales, y los
creyentes parecen estar abandonando un espíritu de derrota, para asumir la victo-
ria que les pertenece en Cristo Jesús. Las cadenas con que Satanás tenía ligados a
los cristianos y a las iglesias se están rompiendo, y éstos dejan de lado una actitud
defensiva para atacar en el nombre de Jesús los bastiones demoníacos y el reino
de las tinieblas. Una nueva vitalidad y fertilidad comienza a percibirse en muchos
creyentes e iglesias, a medida que las gotas de la lluvia de primavera van moján-
doles. Los cristianos tienen una mayor sensibilidad no sólo para entender los
problemas de la comunidad en que viven, sino también para actuar en el poder del
Espíritu para solucionarlos. Cada vez son más numerosos los creyentes que des-
La respuesta de Dios (2.18-27) – 147

cubren que su fe debe traducirse en un estilo de vida y éste debe ser como levadu-
ra en la masa social.
La esposa de Cristo ya no esté llorando su viudez, sino que con gozo y vic-
toria está gritando su alegría ante la expectativa viva del retorno de su Esposo. La
profecía de Isaías 54.1-5 puede estar cumpliéndose. Si es así, ¿cómo actuaremos
frente al torrente de bendición que Dios está dejando caer sobre su pueblo? ¿Abri-
remos neciamente el paraguas de la incredulidad, la indiferencia, la duda, la irres-
ponsabilidad y la carnalidad? ¿Nos replegaremos sobre nuestras propias ideas y
prejuicios, nuestros planes y programas, nuestras perspectivas mezquinas y ambi-
ciones egoístas? Es hora de que, arrepentidos de nuestros muchos pecados y
humillados ante la augusta presencia poderosa de nuestro Señor, depongamos
nuestro orgullo y dejemos al Espíritu Santo soplar por donde él quiere (Jn. 3.8).
Permitámosle que nos llene de su presencia y haga que de nuestro interior broten
ríos de agua viva, conforme su promesa a todo aquel que cree en él (Jn. 7.38a,
39). Este es tiempo de lluvia en América Latina. ¡No vivamos como si nos en-
contrásemos en medio de una gran sequía!

ABUNDANCIA EN LUGAR DE HAMBRE (2.25-27)

En la última estrofa se termina de clarificar la acción divina. Dios vuelve a


tomar la palabra para condenar la devastación foránea y prometer restituir todo lo
pedido durante los largos años de ocupación militar y explotación. Nótese el
vocablo “años,” que refuerza la idea de que Joel se refiere a una fuerza militar de
ocupación y no a una manga de langostas, que no dura más que unos días y sus
efectos devastadores no se prolongan por más de una cosecha. Se vuelve a insistir
en la abundancia de alimentos, y se afirma la presencia de Dios con su pueblo y
su carácter único. La alabanza surge como consecuencia de vivenciar la voluntad
de Dios de sustentar a su pueblo y sacarlo de la opresión. Dios se compromete
seriamente (nótese la repetición) a garantizar que su pueblo “nunca más será
avergonzado” (“no será confundido,” BJ, BL, PD, CI; “no quedará defraudado,”
NBE), en respuesta a 2.17. “La expresión está literalmente puesta en boca de
Yahweh, pero la intención es expresar el sentimiento y la situación del pueblo en
aquél tiempo.”148
La expresión “ese gran ejército” en v. 25 requiere explicación. Según lo
expuesto en la Introducción General, este ejército al igual que las “langostas” de
1.4 son las tropas de la invasión neo-babilónica del año 586 a.C., y por extensión,
la presente presión militar y económica de los persas. Los efectos de todos estos
años de sufrimiento van a ser revertidos por el Señor uno por uno. En el v. 27 Joel
plantea una importante cuestión teológica, cual es el propósito de la acción libe-
radora de Dios a favor de Judá. Esta acción sirvió como medio por el cual Dios se
dio a conocer (3.17; ver Is. 45.5, 6, 22; 46.9; Ez. 13.14, 21, 23). Lo que él da a
conocer es que está en medio de su pueblo, que es el Dios de Judá, y que no hay

148
Andiñach, “Imaginar caminos de liberación,” 132.
148 – Desastre y esperanza: Joel

otro Dios sino Yahweh. El monoteísmo de Joel es típicamente post-exílico, ya


que niega terminantemente la posibilidad de la existencia de otras deidades.

Los dos crecimientos (2.25-27)

Nunca como hoy ha habido entre los cristianos una preocupación tan gene-
ralizada por el desarrollo y crecimiento de la iglesia. No se trata de la promoción
de una determinada teoría o estrategia de crecimiento numérico, sino de una
auténtica inquietud por ver la expansión integral del reino de Dios sobre la tierra.
Una creciente expectativa en cuanto al retorno de Cristo, estimulada por el apa-
rente cumplimiento de viejas profecías al respecto y el advenimiento del final del
siglo pasado y el comienzo del siglo XXI, han creado en los últimos veinte años
una consciencia y deseo más profundo por ver a “toda la humanidad” rendida a
los pies del Señor.
El clima de un avivamiento espiritual generalizado, junto con las eviden-
cias de un derramamiento poderoso del Espíritu Santo en esta generación, están
alentando nuevas esperanzas de mayores conquistas para la gloria de Cristo. Cre-
yentes e iglesias van dejando de lado actitudes defensivas, y se van comprome-
tiendo con coraje creciente en la lucha contra el reino de las tinieblas. Cristianos
que permanecían tímidamente callados y avergonzados frente a un mundo sumido
en pecado y maldad, se están vistiendo su armadura (Ef. 6.10-17) y llenos del
Espíritu Santo está saliendo al campo de batalla cotidiano, para tomar la victoria
que les pertenece en Cristo Jesús.
Muchas congregaciones que por décadas se contentaron con ser “un pe-
queño pueblo muy feliz,” se están proponiendo ganar a miles para Cristo. Iglesias
que por años se movieron sobre la base de sus posibilidades, ahora descansan en
el poder de Dios para cumplir con su misión. Atrevimiento, valor, denuedo, es-
fuerzo y tesón no son virtudes ajenas a muchos hijos e hijas de Dios, que llenos
del Espíritu de Cristo brillan “como estrellas en el firmamento” (Fil. 2.15). Si en
otro tiempo se escuchaba a los creyentes decir, frente a los desafíos del mundo:
“No podremos...,” hoy cada vez más se escuchan las voces de aquellos que dicen:
“Subamos a conquistar esa tierra. Estoy seguro de que podremos hacerlo” (Nm.
13.30).
Hoy el Señor está dando a la Iglesia un crecimiento como ésta no conoció
desde el día de Pentecostés. Es más, conforme a la promesa bíblica, es de esperar
que el crecimiento de la iglesia de Cristo hoy sea proporcionalmente muy supe-
rior al experimentado por la iglesia apostólica. Consideremos algunos hechos.

El crecimiento de ayer. El libro de los Hechos registra el episodio singu-


lar del advenimiento del Espíritu Santo sobre los primeros cristianos en el día de
la celebración de Pentecostés (Hch. 2). Lo ocurrido en aquella ocasión fue, sin
duda, notablemente llamativo. La experiencia carismática, los fenómenos físicos
y el clima espiritual que acompañaron al evento están descritos en detalle en el
emocionante relato dejado por Lucas. Igualmente sorprendente fueron los frutos
obtenidos como resultado de aquel día de manifestación poderosa del Espíritu
La respuesta de Dios (2.18-27) – 149

Santo. La apretada síntesis del registro lucano no desmerece el impacto de lo


acontecido: “Así, pues, los que recibieron su mensaje fueron bautizados, y aquel
día se unieron a la iglesia unas tres mil personas” (Hch. 2.41).
Si se toma en cuenta el hecho de que la base humana sobre la que operó el
Espíritu Santo en aquella jornada fue un grupo pequeño de apenas ciento veinte
creyentes (Hch. 1.5), el resultado final de aquel día de testimonio se torna todavía
más impresionante. ¡En menos de veinticuatro horas la primera comunidad cris-
tiana tuvo un crecimiento del orden del 2.500 por ciento!
El proceso no se detuvo allí. “Todos estaban asombrados por los muchos
prodigios y señales que realizaban los apóstoles” (Hch. 2.43), de tal manera que
las masas de gente se sintieron poderosamente atraídas por lo que estaba ocu-
rriendo. Ya sea por mera curiosidad o porque buscaban la satisfacción de necesi-
dades inmediatas, multitudes se acercaban a los cristianos para escucharles com-
partir su testimonio de fe y recibir la ministración del poder del Espíritu Santo.
No es extraño, pues, que aquellos creyentes disfrutasen “de la estimación general
del pueblo,” y que “cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos”
(Hch. 2.47).
Aquellos hijos e hijas de Dios, llenos del Espíritu Santo, se atrevieron a
hacer y decir lo que antes habían negado o callado (Hch. 3 y 4). Comenzaron a
descubrir un nuevo poder a través de la oración (Hch. 4.24), y aprendieron a des-
cansar en los recursos divinos más que en la sagacidad humana (4.29). Una nueva
disposición y apertura para el servicio se despertó en ellos. Lejos de eludir su
parte en la misión de Dios, oraron comprometiendo todo su ser en la realización
de la misma (Hch.4.29-30).
No es extraño, entonces, que con esta actitud de disponibilidad para la
obra divina, “todos fueron llenos del Espíritu Santo, y proclamaban la palabra de
Dios sin temor alguno” (Hch. 4.31). Para este momento, Lucas indica que los
creyentes eran muchos (una “multitud,” RVR), y sin embargo, eran “de un solo
sentir y pensar” (Hch. 4.32). Esto no quiere decir que no tuviesen sus problemas
internos como comunidad de fe (Hch. 5.1-11), ni que el proceso de crecimiento
numérico se diese sin inconvenientes en el frente externo (5.17-42). Pero las
señales de la presencia poderosa del reino de Dios certificaban la autenticidad del
testimonio de aquellos cristianos (Hch. 5.12-16).
Este primer crecimiento de la iglesia cristiana, a partir del advenimiento
del Espíritu Santo en Pentecostés, se dio de manera continuada y creciente. Lucas
se limita a señalar que “en aquellos días, al aumentar el número de los discípulos”
(Hch.6.1), fue necesario estructurar de alguna manera el trabajo de la iglesia. De
todos modos, lo notable de aquel primer avance de la fe cristiana fue, según el
testimonio de Lucas, que “la palabra de Dios se difundía: el número de los discí-
pulos aumentaba considerablemente en Jerusalén, e incluso muchos de los sacer-
dotes obedecían a la fe” (Hch. 6.7). ¿Qué ocurrió después?
Es interesante notar que Lucas deja de enfatizar el crecimiento numérico,
una vez que el testimonio del evangelio sale de Jerusalén para alcanzar Judea y
más tarde Samaria, en su proyección hacia lo último de la tierra. Es decir, el autor
de Hechos cambia el enfoque, y en lugar de destacar los números pone su aten-
150 – Desastre y esperanza: Joel

ción en el alcance geográfico y en el carácter de la misión. Es así como el círculo


de expansión de la fe cristiana, a partir del punto central de Jerusalén, se va am-
pliando poco a poco hasta llegar a Roma. Pero también Lucas muestra el testimo-
nio abarcando en grado creciente, primero a judíos y prosélitos (Hch. 1—5), lue-
go el testimonio se extiende a los samaritanos, gentiles adherentes y paganos
(Hch. 6—12), y finalmente se abre la misión a los gentiles (Hch. 13—28).
Cuando Jesús nació, habitaban el planeta 169.700.000 seres humanos. De
éstos, 120 fueron llenos del Espíritu Santo en Pentecostés. En aquel día, por su
predicación se les agregaron 3.000 personas. Es decir, para el año 33 de nuestra
era había aproximadamente unos 3.200 creyentes en el mundo. Como resultado
del testimonio de estos cristianos a lo largo de los años que siguieron, la comuni-
dad de los redimidos llegó a sumar casi un millón de almas hacia fines del primer
siglo. En el año 100, la humanidad totalizaba 181.500.000 almas. Los creyentes
eran apenas un 0.6 por ciento de ese total. Para el año 500, la población mundial
era de193.400.000 personas, mientras que los cristianos ya representaban el 22.4
por ciento de la misma, o sea, 43.400.000 personas. En plena Edad Media (año
1000), la humanidad trepó a 269.200.000personas, de las cuales 50.400.000 eran
cristianas (el 18.7 por ciento). En tiempos de Martín Lutero, el mundo tenía unos
425.300.000 habitantes, de los cuales 81.000.000 eran cristianos (19.0 por cien-
to).
El siglo XVI, caracterizado por la expansión colonial de las grandes po-
tencias cristianas, significó el agregado de enormes multitudes a las filas cristia-
nas, aunque más no sea de manera nominal. A la cabeza de la expansión misione-
ra-colonial estaban los reinos católicos europeos (España y Portugal). Hacia fines
de ese siglo, otras potencias ocuparon su lugar hegemónico. Esta vez, se trataba
de países protestantes, como Inglaterra y los Países Bajos. Continentes enteros
fueron expuestos al evangelio como resultado de la expansión imperialista euro-
pea: América Latina, África, Asia y Oceanía.
Sin embargo, un crecimiento mayor y una extensión del cristianismo más
importante ocurrieron durante el siglo XIX. Los sistemas coloniales de las nacio-
nes occidentales europeas fueron el factor que más contribuyó para la expansión
misionera. Los imperios coloniales de Francia, Inglaterra, Alemania, Bélgica,
Italia, Holanda e incluso los Estados Unidos fueron los vehículos principales para
la difusión del evangelio en los territorios sometidos bajo su control. Hacia 1800,
el mundo contaba con 902.600.000 habitantes, de los cuales 208.200.000 se con-
fesaban cristianos (un 23.1 por ciento). Cien años más tarde (1900), la población
mundial había crecido a 1.619.900.000 personas, con una comunidad cristiana de
558.100.000 creyentes, o sea, un 34.4 por ciento. Esto es lo que llevó a Kenneth
S. Latourette a calificar al siglo XIX como “el Gran Siglo” de la expansión del
cristianismo.
Hacia fines del siglo XIX, había muchos cristianos que con gran optimis-
mo predecían que el siglo siguiente sería el “Siglo Cristiano.” Con ese nombre
comenzó a publicarse una revista cristiana (The Christian Century, fundada en
1884), que anticipaba que el reino de Cristo dominaría el mundo para el año
2000. Sin embargo, por aquel entonces no había siquiera indicios del surgimiento
La respuesta de Dios (2.18-27) – 151

de dos de los movimientos cristianos de crecimiento más rápido y explosivo que


se hayan conocido en toda la historia del cristianismo: el pentecostalismo y el
movimiento carismático. Tampoco se podía anticipar el despertar espiritual que
en los últimos años está conmoviendo a casi todas las denominaciones evangéli-
cas en todo el mundo.

El segundo crecimiento. Dentro del marco escatológico que envuelve los


anuncias del profeta Joel, en el capítulo dos de su libro, hay promesas de Dios
que hablan de cosas “grandes.” “No temas, tierra, sino alégrate y regocíjate, por-
que el Señor hará grandes cosas” (2.21). En su visión del derramamiento del
poder de Dios en los tiempos finales, Joel captó imágenes de abundancia y gran
productividad (v. 22). La reproducción y fertilidad es de tal grado, que la alegría
que produce la pletórica cosecha es desbordante (v. 23). La cornucopia rebosa de
frutos exquisitos, como nunca antes se habían conocido. “Las eras se llenarán de
grano; los lagares rebosarán de vino nuevo y de aceite” (v. 24).
Con relación a la iglesia de Cristo, estas promesas de abundancia encon-
trarán su cumplimiento como anticipo del cierre de la historia y del glorioso re-
torno del Señor. En la opinión de muchos cristianos, este crecimiento asombroso
del pueblo de Dios, estas “grandes cosas” y “abundancia” ya están ocurriendo
durante esta generación. Sea así o no, el hecho es que el crecimiento presente de
la fe cristiana en el mundo, y en particular el de las iglesias evangélicas en Amé-
rica Latina y entre los latinos de los Estados Unidos, no tienen parangón en la
historia pasada de la humanidad.
Las estadísticas parecieran respaldar estas observaciones. En 1982, David
R. Barrett, un misionero anglicano en Kenya, editó una obra monumental titulada
The World Christian Encyclopedia.149 El libro presentaba los resultados del censo
más exhaustivo que se había hecho jamás hasta ese momento sobre la situación
religiosa en el mundo. Las estadísticas que presenta Barrett para los últimos años
de aquel período indicaban que el crecimiento de la fe cristiana había sido impre-
sionante.
En 1980, la población del mundo era de 4.373.900.000 habitantes. De to-
dos estos seres humanos 1.432.700.000 eran cristianos, o sea, el 32.8 por ciento
de la población mundial total. En los Estados Unidos solamente había en aquel
año 161.000.000 cristianos, congregados en 2.050 denominaciones diferentes. No
obstante, a lo largo del siglo XX el protestantismo norteamericano decayó, ya que
de constituir los dos tercios de la población hacia 1900, pasó a menos de un tercio
en la última década. Algo similar ocurrió en Europa. En 1900, dos tercios de
todos los cristianos vivían en Europa occidental y Rusia, mientras que para el año
2000 se constataba que tres quintos de los creyentes vivirían en África, Asia y
América Latina. Los cristianos occidentales (mayormente norteamericanos y
europeos blancos) abandonaban la fe a razón de 7.600 personas por día. Esta es la

149
David R. Barrett, ed. World Christian Encyclopedia (Nairobi: Oxford University Press,
1982).
152 – Desastre y esperanza: Joel

razón por la que muchos consideran que Europa y los Estados Unidos son los
campos misioneros más necesitados del evangelio de Jesucristo en el día de hoy.
Mientras la fe cristiana parece perder su poder e influencia en el hemisfe-
rio norte, tal no es el caso en el Mundo de la Mayoría. En África un promedio de
4.000 personas por día se convierte a la fe de Cristo, mientras que otros 12.000 se
agregan a las iglesias simplemente por crecimiento vegetativo. En Asia se está
viviendo uno de los avivamientos más extraordinarios de la historia cristiana,
especialmente en Corea, donde la tasa de crecimiento anual es del 6.6 por ciento.
Dos tercios de este crecimiento son por conversión y no por incremento vegetati-
vo. Por entonces (1980) se consideraba que de continuar este proceso, el 42 por
ciento de la población coreana sería cristiana para fines del siglo XX, lo cual no
ocurrió.
Algo similar ocurre en las Filipinas, Indonesia y especialmente en China
continental. Cuando los comunistas tomaron el poder en 1949 había 3 millones de
cristianos en China. Se dice que para 1980 los creyentes ya se habían multiplica-
do por diez (30 millones), a pesar de las terribles persecuciones bajo la Revolu-
ción Cultural. Hay quienes dicen que en la actualidad hay en China más de 100
millones de cristianos, y hace unos quince años atrás un par de eruditos chinos
(cristianos) pertenecientes a la iglesia protestante reconocida por el gobierno
comunista, me dijeron que en su país había... ¡más de 150 millones de cristianos!
En las varias repúblicas de la ex-Unión Soviética, si bien todavía hay unos
137 millones que se confiesan arreligiosos o ateos, más de 100 millones son cris-
tianos fieles. Y esto a pesar de setenta años de predica ateística y persecución
abierta bajo el régimen comunista. Incluso en los países musulmanes del Cercano
Oriente y el norte de África, miles de jóvenes abrazan la fe cristiana en forma
clandestina. El mensaje les llega a través de numerosas audiciones radiales trans-
mitidas por onda corta desde países cristianos.
Además, nunca como hoy la Palabra de Dios ha estado disponible en tan-
tos idiomas y dialectos del mundo. De los 8.990 grupos lingüísticos o étnicos que
hay en el mundo, 6.860 cuentan con la Biblia o una porción de la misma en sus
propias lenguas. El mensaje no sólo se difunde por la página impresa, sino tam-
bién a través de los medios masivos de comunicación. Aproximadamente 1.000
millones de personas oyen el evangelio por radio todos los meses. Muchas de
estas emisiones se hacen por onda corta, lo que permite alcanzar con la Palabra a
los rincones más remotos del planeta. Por primera vez en esta generación, y ya en
varias oportunidades, el evangelio ha sido predicado por televisión vía satélite a
todo el mundo. ¡No hay lugar en la tierra que no haya sido alcanzado con el men-
saje de salvación! En 1985 la población mundial era de 4.781.100.000 seres, con
un porcentaje de cristianos del orden del 32.4 por ciento, o sea, 1.548.600.000
personas. Esta cifra se está incrementando asombrosamente, de manera especial
en el Mundo de la Mayoría, en los primeros años de este siglo. El mayor creci-
miento de la fe cristiana se está dando entre los grupos caracterizados como “igle-
sias nativas no blancas y sin lazos con las juntas misioneras occidentales.” Es
decir, congregaciones independientes de compromisos denominacionales con las
iglesias históricas, de un fuerte perfil nacional, muchas de ellas de carácter pente-
La respuesta de Dios (2.18-27) – 153

costal o carismático, y ubicadas en los países del Mundo de la Mayoría. Para el


año 2000, estas iglesias van a contar con una membresía de alrededor de 155
millones de personas. Se estima que para entonces la población mundial será de
6.259.600.000 personas, y los cristianos llegarán a ser 2.019.900.000 personas
(32.3 por ciento).
Según Barrett: “Durante el presente siglo, el cristianismo se ha transfor-
mado en la primera religión verdaderamente universal en la historia del mundo,
con avanzadas nativas en todas las naciones y entre muchas tribus inaccesi-
bles.”150 El cristianismo es la religión más numerosa del mundo, seguida por el
islamismo (723 millones), el hinduismo (583 millones), el budismo (274 millo-
nes) y el judaísmo (17 millones). Barrett calcula que todos los días hay un incre-
mento global neto de 64.000 cristianos en el mundo, sólo por vía vegetativa. Si a
esta cifra se agrega el número de conversiones del paganismo u otras religiones,
el total alcanza a casi los 80.000 nuevos cristianos diarios. Estos totales son netos,
es decir, son el resultado de restar al incremento obtenido aquellos que mueren
todos los días o abandonan las iglesias.
De todas las denominaciones cristianas (en 1980), los católicos romanos
eran los más numerosos con 809 millones de fieles (un 18.5% del total), seguidos
por los protestantes y anglicanos con 345 millones (7.9%), y los ortodoxos orien-
tales con 124 millones (2.8%). Dentro del protestantismo, el grupo de mayor
crecimiento son los pentecostales, que en 1980 contaban con 51.167.000 miem-
bros, a tan sólo setenta y cinco años del nacimiento histórico del movimiento.
Para entonces, el movimiento carismático, con sólo veinte años de vida, totalizaba
11 millones de fieles. Estas cifras son sorprendentes si se toma en cuenta los
totales de otros grupos protestantes históricos: anglicanos (49.804.000), bautistas
(47.550.000), luteranos (43.360.000), presbiterianos (40.209.000) y metodistas
(29.782.000).
En 1900 no había una sola iglesia pentecostal en el mundo. En 1980 las
denominaciones pentecostales-carismáticas sumaban alrededor de 62 millones de
creyentes. En 1993 se estimaba que los pentecostales-carismáticos superaban los
120 millones de fieles. Hoy se calcula que ya han superado los 150 millones.
Estos grupos constituyen las iglesias de crecimiento más rápido y explosivo de
los últimos tiempos. ¿Será este el tiempo del segundo gran crecimiento anunciado
por el profeta? ¿Estamos preparados para recibir con fe y entusiasmo el creci-
miento que Dios quiere dar a su pueblo, según indica su Palabra (Hch. 2.47; Col.
2.19; Ef. 4.15, 16)? El Señor prometió que va a hacer “grandes cosas” y que
habrá una gran cosecha y gran abundancia (v. 24). ¿Seremos capaces de aceptar
por fe el cumplimiento de estas promesas, en la presente generación, si este es el
tiempo del Señor?

150
Ibid., 1, 2.






En el texto hebreo este pasaje constituye el cap. 3, mientras que 3.1-21 es


el cap. 4.151 De esta manera, el texto hebreo tiene cuatro capítulos, en los que
2.28-32 es 3.1-5, y 3.1-21 es 4.1-21. Debe tenerse en cuenta que, de todos modos,
el bosquejo de la segunda mitad de Joel revierte los efectos negativos del día del
Señor presentados en la primera parte.152
La frase “y después de esto” (2 S. 2.1; 8.1; 10.1; 13.1; 21.18; 2 R. 6.24;
Jer. 16.16; 21.7; 49.6) marca el inicio de esta unidad e introduce una nueva sec-
ción del discurso, si bien el texto continúa siendo parte de la respuesta de Yahweh
a su pueblo (2.19). Mientras 2.18-27 pone énfasis sobre las bendiciones relacio-
nadas con la tierra y sus productos, y termina con la afirmación de la presencia
del Señor en medio de su pueblo (2.27), el pasaje de 2.28-32 mira hacia adelante
a lo que ocurrirá con motivo de esa presencia continuada y segura. Son dos etapas
de un mismo proceso: la primera es la restauración del daño producido; la segun-
da es la inauguración de una nueva era en la relación de Dios con su pueblo. Los
días de la tribulación y el oprobio quedarán atrás, al tiempo que todos disfrutarán
de una impartición espiritual muy especial de parte de Dios mismo. Nótese el
énfasis temporal (que se repite en 3.1 y en 3.18), y que apunta al mismo tiempo

151
Ver Biblia Hebraica Stuttgartensia (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft, 1998), 1013,
1014.
152
Roland Simkins, Yahweh’s Activity, 203-208; y Duane A. Garrett, “The Structure of
Joel,” JEThS 28:3 (1985): 289-297, consideran que la ruptura mayor en el libro viene
después de 2.27 en lugar de 2.17, porque 2.17-27 no son versículos escatológicos, sino una
respuesta positiva a la plaga de langostas en 1.1-12. De alguna manera estos autores igno-
ran el contraste entre la forma de lamentación (1.1—2.17) y la respuesta de Dios (2.18—
3.21).
156 – Desastre y esperanza: Joel

futuro. El pasaje se cierra con la referencia temporal de 3.1, que también introdu-
ce una nueva temática. Quien habla es Dios, quien tenía la palabra en 2.27.

EL DERRAMAMIENTO DEL ESPÍRITU (2.28, 29)

Estos versículos constituyen uno de los pasajes más leídos de toda la Bi-
blia y encierran una de las promesas más apreciadas por los creyentes. Han sido
objeto de lectura, interpretación, meditación y reflexión en cada generación de
cristianos, al tiempo que han recibido las aplicaciones más diversas. De todas las
profecías bíblicas, es aquella a la que se le atribuyen los más variados cumpli-
mientos y a la que todavía se le asigna un cumplimiento futuro.
El envío de las lluvias copiosas no sólo puso de manifiesto el poder de
Dios para cumplir su promesa de enviar bendiciones abundantes sobre su pueblo,
sino que fue al mismo tiempo la garantía de una segunda promesa mucho más
trascendente, como es el derramamiento del Espíritu divino “sobre todo el género
humano.” “Mi Espíritu” es el mismo que estuvo activo en la creación (Gn. 1.2),
en la obra de santificación (Gn. 6.3) que fue resistida por la presencia del pecado,
y en la unción de Moisés y los setenta ancianos (Nm. 11.17, 25-30). Es el mismo
Espíritu que llenó de poder a Josué (Nm. 27.18; Dt. 34.9), y a Elías y Eliseo (2 R.
2.9, 15). En la promesa que registra Joel, el Espíritu es derramado sobre todo ser
humano y no sobre ciertos individuos en particular que son participantes del pacto
de Israel. No hay en todo el Antiguo Testamento una promesa más universal y de
un alcance tan amplio, especialmente en sus efectos.

Exégesis y exposición del pasaje

Estos versículos están ligados por la frase común “derramaré mi Espíritu.”


El “espíritu” o “aliento” de Dios (heb. ruah) es ese poder energizador dado para
ser utilizado en su servicio (Éx. 35.31; Jue. 3.10). El Espíritu es Dios en acción.
La estructura literaria del pasaje es lineal y presenta un encadenamiento natural:
introducción, anuncio, beneficiarios, y consecuencias.
Tres cosas se destacan en estos versículos. Por un lado, está el tiempo de
la entrega del Espíritu, que seguirá aparentemente a otro evento no especificado
(“después de esto”), quizás cuando sea revertida la crisis presente (primera etapa:
2.18-27). El Espíritu será dado generosamente (“derramado,” como la sangre, Gn.
9.6; o el agua, Éx. 4.9; ver Ez. 39.29) después de la restauración prometida (se-
gunda etapa: 2.28-32). Parte de la restauración consiste en la poderosa presencia
de Dios en medio de su pueblo (2.27), que será seguida por una impartición pode-
rosa de su Espíritu. El Espíritu de Dios será derramado como la lluvia, que moja a
todos sin distinción. Así como todos fueron convocados a clamar a Dios (2.16),
ahora Dios derramará su Espíritu sobre todos.
Por otro lado, está la naturaleza del fenómeno que, según Joel, incluirá a
“todo el género humano” (heb. kol basar, lit. “toda carne”). La declaración es
igualitaria y universalista. Es igualitaria en el sentido de que en la experiencia de
la impartición del Espíritu varias barreras son superadas: sexo, edad, y condición
Las promesas de bendición (2.28-32) – 157

o clase social (Gá. 3.28). Incluso los esclavos gozarán del poder del Espíritu y
hablarán en nombre de Dios, cosa que ni siquiera sus amos habían hecho antes.
Es universalista porque incluye a “toda carne.” La pregunta es si la expresión se
refiere a todos los seres vivientes (incluidos los animales) o a todos los miembros
de la comunidad de Judá restaurada. Los pronombres que se usan apoyan lo se-
gundo (“los hijos y las hijas de ustedes”). Además, las manifestaciones del de-
rramamiento del Espíritu parecen indicar lo mismo: profecía, sueños y visiones.
Todos estos elementos afirman la presencia de Dios en medio de su pueblo, a
pesar de la devastación sufrida. Dios no los ha abandonado. No obstante, queda
abierta la pregunta si “toda carne” no incluye también a aquellas personas que
están afuera del pacto de Israel y que, por medio de esta efusión poderosa del
Espíritu, son invitadas a integrarse al pacto de salvación.

Pablo R. Andiñach: “En el contexto de una invasión militar, destrucción


de la tierra y deportación de los jóvenes, cuando la impotencia ante la
arrogancia de los poderosos se hace sentir con toda claridad, el anuncio de
la posibilidad de una sociedad distinta suena a los oídos de los israelitas
como un acto de liberación maravilloso. Pero esa liberación no tiene como
referente sólo a los poderes extranjeros, sino que también a la situación in-
terna: son los sectores desvalorizados los que transmitirán la palabra de
Dios. Las mujeres, los siervos, los jóvenes, los ancianos serán el vehículo
por el cual será posible delinear un mundo nuevo acorde a lo que Dios
quiere.”153

Finalmente, está la manifestación de la acción poderosa de Dios en medio


de su pueblo, que se expresa en términos de profecía, sueños y visiones. La indi-
cación de que el carisma profético adquiere un carácter universal es única de Joel
y es revolucionaria. El profetismo es esencialmente funcional y se legitima en la
praxis de un modo superior al de cualquier otra función religiosa. En general, la
profecía no es una función normativa para cualquier persona o a la que todo buen
creyente tenga acceso. De hecho, salvo Joel, los demás profetas no exhortan o
animan a los demás a que sean profetas. Lo singular del anuncio de Joel es preci-
samente que todo el mundo, lleno del Espíritu Santo, tendrá la oportunidad de
recibir y compartir la palabra de Dios. Todo esto apunta a una relación más dire-
cta y profunda entre el pueblo y Dios, en la cual la revelación divina se expresa a
través de varios canales. El pasaje especifica los caminos para alcanzar el cono-
cimiento profundo de Dios (prometido en v. 27), y el poder para compartirlo con
otros. De esta manera, el deseo de Moisés se verá cumplido (Nm. 11.29).

153
Andiñach, “Imaginar caminos de liberación,” 148.
158 – Desastre y esperanza: Joel

EJERCICIO 22

Derramamientos del Espíritu Santo.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. El derramamiento sobre los setenta ancianos: _____________________________


2. El derramamiento sobre Saúl: __________________________________________
3. El derramamiento sobre Otoniel: ________________________________________
4. El derramamiento sobre David: _________________________________________
5. El derramamiento sobre Gedeón: _______________________________________
6. El derramamiento sobre los creyentes en Pentecostés: ______________________
7. El derramamiento sobre los hombres de Saúl: _____________________________
8. El derramamiento sobre Cornelio, sus parientes y amigos: ____________________
9. El derramamiento sobre Sansón: ________________________________________
10. El derramamiento sobre los cristianos samaritanos: _________________________
11. El derramamiento sobre Simeón: _______________________________________
12. El derramamiento sobre los creyentes efesios: ____________________________
13. El derramamiento sobre Juan el Bautista: ________________________________
14. El derramamiento sobre Pedro ante el Consejo: ___________________________
15. El derramamiento sobre Jesús: _________________________________________
16. El derramamiento sobre los creyentes en oración: __________________________
17. El derramamiento sobre Bernabé en Antioquía: ____________________________
18. El derramamiento sobre Pablo frente a Elimas: ____________________________
19. El derramamiento sobre los discípulos de Antioquía de Pisidia: ________________
20. El derramamiento sobre Esteban en su martirio: ___________________________

Pasajes: Números 11.25; Jueces 3.10; Jueces 6.34; Jueces 14.6; 1 Samuel 10.10; 1
Samuel 16.13; 1 Samuel 19.20; Lucas 1.15; Lucas 2.25; Lucas 4.1; Hechos
2.3, 4; Hechos 4.8; Hechos 4.31; Hechos 7.55; Hechos 8.17; Hechos 10.44;
Hechos 11.22-24; Hechos 13.9; Hechos 13.51, 52; Hechos 19.6, 7.

Aplicación del pasaje: Una profecía sobre la evangelización mundial (2.28,


29)

La iglesia cristiana nació el día de Pentecostés. En ese día extraordinario,


la comunidad de creyentes afirmó su condición de seguidora de Cristo al confesar
su señorío y manifestar su poder. La consciencia colectiva de ese señorío y poder
fue el resultado de la operación sorprendente del Espíritu Santo, según está regis-
trado en el segundo capítulo del libro de los Hechos.
De este evento fundamental surge necesariamente la pregunta en cuanto al
origen de la iglesia cristiana. Si Pentecostés marca el día del nacimiento de la
iglesia, ¿significa esto que no hubo iglesia cristiana antes de Pentecostés? En
Las promesas de bendición (2.28-32) – 159

términos de la “iglesia cristiana” como tal la respuesta debe ser negativa. Pero en
otro sentido es posible llegar a una respuesta afirmativa. Con anterioridad a Pen-
tecostés ya había un pueblo de Dios, una comunidad de creyentes, es decir, el
pueblo de Israel en la antigüedad y los seguidores del Mesías Jesús en el tiempo
más inmediato a Pentecostés. Entonces, ¿qué fue lo que ocurrió el día de Pente-
costés? Para encontrar una respuesta que explique la singularidad de aquel evento
fundacional es necesario recurrir tanto al Antiguo como al Nuevo Testamento. La
respuesta se encuentra en Joel 2 y Hechos 2.
En el día de Pentecostés se derramó una unción inexplicable de parte de
Dios sobre su pueblo escogido en Cristo Jesús. Esta comunidad había conocido
solamente el gozo de ser creyentes en Dios. Pero después de la experiencia del
Espíritu Santo en Pentecostés fueron transformados en testigos cristianos, con un
mensaje para compartir y el poder necesario para hacerlo por todo el mundo. La
bendición inexplicable de Pentecostés marcó una gran diferencia entre los creyen-
tes en Dios.
Aquí vemos en la verdad revelada un paralelismo entre el advenimiento de
Cristo Jesús y el advenimiento del Espíritu Santo. Así como la venida de Cristo
(incluyendo su muerte en la cruz y su resurrección al tercer día) marcó una gran
diferencia en la experiencia del pueblo de Dios, de igual modo la venida del Espí-
ritu Santo en el día de Pentecostés marcó otra gran diferencia en la vida del pue-
blo cristiano de la iglesia temprana. Si no nos percatamos de este gran paralelis-
mo como una verdad revelada en la Palabra de Dios, podemos caer en el peligro
de ser cristianos, pero sólo por la mitad o cristianos parciales (quizás se podría
decir, “nominales”). Es más, estaríamos perdiendo la enorme bendición de ser
testigos cristianos llenos del poder del Espíritu Santo.
El libro de Joel, en su forma y estructura, revela aquello que era lo más
necesario para el pueblo de Dios después del advenimiento del Mesías. En este
sentido, Joel es una poderosa profecía sobre la evangelización mundial en el po-
der del Espíritu Santo. El contenido total del libro, como se ha indicado en varias
partes, toma en cuenta una seria situación de crisis y muestra cómo Dios intervie-
ne para traer liberación. Dios no está ajeno ni es indiferente al clamor de los su-
yos. En 2.18-27, encontramos la respuesta de Dios al pedido de su pueblo y la
promesa de diversas bendiciones materiales. En estos versículos (2.28, 29) encon-
tramos el concepto divino y bíblico en cuanto al mundo. Todo bien de este mun-
do, toda bendición material está bajo el control soberano de nuestro Dios Todo-
poderoso. Estas bendiciones son para todos aquellos que caminan con Dios. En el
Antiguo Testamento, las expresiones más típicas sobre este particular son las que
tienen que ver con bendiciones en términos de “tierra” y numerosos “descendien-
tes” (Gn. 12.1-7; 13.14-18; 15.1-7; 17.1-8; etc.). El profeta Joel es bien conscien-
te de esto como una verdad revelada por Dios.
Cuando leemos el texto de Joel (v. 28) con esta perspectiva, descubrimos
una profecía que tiene que ver directamente con otra dimensión de la acción divi-
na. Se trata de la evangelización mundial. El significado de la expresión “después
de esto” en el contexto es que en adición a lo que se ha mencionado en los versí-
culos anteriores (vv. 18-27), es decir, una suma de bendiciones materiales, Dios
160 – Desastre y esperanza: Joel

va a derramar su Espíritu “sobre todo el género humano.” De hecho, es interesan-


te observar que en la Biblia Hebrea, que era la que con mayor probabilidad utilizó
Jesús, el capítulo 2 termina en el v. 27. Por lo tanto, el v. 27 es la conclusión de la
sección que trata de las bendiciones materiales de Dios. En otras palabras, Dios
bendice con muchas bendiciones materiales a aquellos que caminan con él como
su pueblo. Si trabajamos responsablemente, aplicando lo mejor de nuestras peri-
cias y energías, y lo hacemos no por amor propio sino para la gloria de Dios y
como para él, él nos bendice con sus abundantes bendiciones. Este es el concepto
bíblico del trabajo. Nuestras labores son algo que hacemos para Dios, y son cana-
les de su bendición.
Pero, además de esta idea bíblica de prosperidad, el texto agrega los vv.
28, 29, también como una promesa de Dios. Estos versículos nos hablan de una
bendición espiritual, que es muy superior a cualquier bendición material de las
que se mencionan en los versículos precedentes. Este es un concepto bíblico y
teológico en cuanto a la creación de Dios, que tiene una importancia superlativa.
La Biblia es bien clara en señalar que la bendición espiritual es cualitativamente
mucho más importante y esencial que cualquier bendición material. Cualquier
grado de prosperidad material sin fe en el Dios Todopoderoso y soberano está
condenado a tornarse en una tragedia a la corta o a la larga. La historia de la
humanidad está plagada de ejemplos elocuentes de esta verdad. Esta es precisa-
mente la razón por la que está porción del texto bíblico es tan fundamental en la
definición de nuestra escala de valores.
No obstante, la promesa que Dios hizo en los días del profeta Joel iba a
encontrar su cumplimiento en los días del Nuevo Testamento, y se concretó el día
de Pentecostés. Esta es la razón por la que Jesús mismo “les ordenó: --No se
alejen de Jerusalén, sino esperen la promesa del Padre” (Hch. 1.4). En función de
tal promesa, Jesús les anticipó: “Cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes,
recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y
Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hch. 1.8). De esta manera, el Espíritu
Santo cumple una función revitalizadora, dinamizadora y capacitadora para con
los creyentes, que de este modo son habilitados para el cumplimiento de su mi-
sión.
En los días del Antiguo Testamento, las bendiciones materiales eran con-
sideradas como destinadas a todo el pueblo sin distinción, según la voluntad de
Dios. Pero no ocurría lo mismo con las bendiciones espirituales, ya que se pensa-
ba que éstas eran sólo para un cierto tipo de personas, tales como los sacerdotes,
los levitas, los profetas, etc. No obstante, la promesa era que llegaría un tiempo en
que las bendiciones espirituales serían para todos los seres humanos. Esta palabra
profética no sólo era increíble sino también inaceptable para quienes la escucha-
ron por primera vez de labios de Joel. De allí que se tratase de una promesa tre-
menda de parte de Dios. Era una palabra profética que anticipaba el advenimiento
de una era totalmente diferente: la era del Espíritu Santo.
El v. 28 comienza afirmando: “Derramaré mi Espíritu sobre todo el género
humano,” y continúa diciendo: “Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán.”
Esto significa que en la era del Espíritu ya no habrá distinciones de género. El
Las promesas de bendición (2.28-32) – 161

texto continúa señalando: “Tendrán sueños los ancianos y visiones los jóvenes
verán visiones.” Esto significa que en la era del Espíritu ya no habrá distinciones
de edad. Por otro lado, las profecías, los sueños y las visiones eran considerados
como experiencias y prácticas que estaban limitadas a un cierto tipo de personas y
no se esperaba que fuesen realizadas por todo el pueblo. Tenían que ver con el
oficio o tarea de ciertos profesionales de la religión, como los profetas o los sa-
cerdotes. Cuando Dios envió al Espíritu Santo en el día de Pentecostés, dando
cumplimiento de este modo a la promesa que hizo a través de su Hijo Cristo
Jesús, todos los creyentes fueron capacitados para recibir algunos de estos “dones
del Espíritu.” No obstante, Joel no se refiere a los dones carismáticos en general,
sino a la capacidad de recibir mensajes de Dios y compartirlos con otros seres
humanos. Además, en el v. 29, el Señor agrega: “En esos días derramaré mi Espí-
ritu aun sobre los siervos y las siervas.” Esta palabra debe haber resultado sor-
prendente en los días de Joel. Era inconcebible en aquel entonces que siervos y
siervas pudieran gozar de bendiciones espirituales en su condición de tales.
Cuando se inauguró la era del Espíritu Santo, en cumplimiento de la pro-
mesa de Dios, conforme lo indica el profeta Joel, comenzó una nueva dispensa-
ción bajo la cual ya no hay distinciones ni condiciones para recibir las bendicio-
nes espirituales de Dios. Las barreras de género, edad, condición religiosa o so-
cial ya no son un impedimento para disfrutar de ellas. Por la obra del Espíritu
Santo, todos los seres humanos pueden disfrutar de las bendiciones espirituales
prometidas por el Señor. En tales condiciones, la evangelización mundial parece
posible y de hecho ocurrirá en la medida que hombres y mujeres, niños y ancia-
nos, ricos y pobres sean llenos del Espíritu Santo y anuncien el evangelio del
reino.

LA MANIFESTACIÓN DE PRODIGIOS (2.30, 31)

La palabra “prodigios” se refiere a hechos portentosos y sobrenaturales,


que sólo pueden ser el resultado de la acción de Dios sobre su creación. Las obras
de Dios en Egipto para la liberación de su pueblo son llamadas “señales y terri-
bles prodigios” (Dt. 6.22; “señales y maravillas” en Neh. 9.10). De igual modo, la
peregrinación por el desierto y las luchas y victorias en la conquista de Canaán
fueron consideradas como “señales” de la acción divina a favor de su pueblo (Jos.
24.17). Muchas de estas acciones milagrosas y prodigiosas fueron hechas por
Dios a través de sus siervos. Pero en el caso de los prodigios que se mencionan en
los vv. 30, 31, se trata de acciones cósmicas que sólo el Creador puede ejecutar.
El propósito de las mismas es dejar bien en claro quién es Dios y cuál es su vo-
luntad para su pueblo. Él no es solamente el Dios que se muestra soberano sobre
las naciones (3.1-16), sino que él es también el soberano del universo que ha
creado y que está a su servicio. En este sentido, estos prodigios son testimonio de
la revelación divina de su palabra.

Pablo A. Deiros: “Una señal religiosa es aquella que funciona como vehí-
culo de la revelación divina. La señal es portadora de la revelación de
162 – Desastre y esperanza: Joel

Dios. Los milagros son señales, pero no todas las señales son milagros o
sucesos prodigiosos. Las señales, en su realidad constitutiva, pueden ser
cuestiones corrientes y naturales, pero encierran una función y valor signi-
ficativos como indicadores de la presencia de lo sobrenatural y divino. El
vocablo señal viene del gr. semeion (de donde viene la palabra semáforo),
y aparece solo, en pareja o en trilogía con ‘prodigios y maravillas’ en más
de 70 pasajes en el Nuevo Testamento, especialmente en los evangelios y
en Hechos. Sólo en el Evangelio de Juan está 17 veces, mientras que en
los escritos de Pablo aparece en ocho pasajes.”154

Exégesis y exposición del pasaje

Estos versículos anuncian los fenómenos cósmicos que acompañarán al


derramamiento universal del Espíritu Santo y el día del Señor. En este sentido,
amplían lo anticipado en 2.2 y 2.10, 11. El pasaje describe una teofanía en la que
Dios opera maravillas (“prodigios,” señales poderosas, actos de Dios en favor de
su pueblo). Se trata de fenómenos cósmicos (“en el cielo y en la tierra”), en los
que elementos primarios (“sangre,” “fuego,” “humo,” “sol,” y “luna”) cambiarán
su apariencia. Probablemente las imágenes son tomadas de la experiencia de la
guerra de conquista que Judá ha padecido (ver 1.19, 20; 2.2, 3, 5, 10). Pero lo
importante no son las manifestaciones sino el día mismo: este será “el día del
Señor, grande y terrible.” No obstante, el terror de este día no consiste en los
fenómenos que ocurren sino en la presencia misma de Dios. Pero el pueblo no
debe temer, pues éste será día de salvación para los hijos de Dios. El mensaje es
de aliento. En otras palabras, la destrucción presente se torna en signo de espe-
ranza; los símbolos de la devastación producida por la guerra adquieren un nuevo
significado. Para Judá éste será el día de salvación, pero para las naciones que los
oprimieron será el día de la destrucción (Abd. 17, 18). En v. 30 es Dios quien
habla, pero en v. 31 aparece la tercera persona. El cambio señala la aproximación
al clímax de la unidad en v. 32.

EJERCICIO 23

Señales y prodigios.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Dios ratificó su testimonio acerca de la salvación con señales y prodigios: _______


2. Dios hacía señales y prodigios por medio de Pablo y Bernabé: ________________
3. Los creyentes de Jerusalén oraron por señales y prodigios: ___________________
4. Dios sacó a su pueblo de Egipto haciendo señales y prodigios: ________________

154
Pablo A. Deiros, Diccionario hispanoamericano de la misión (Miami: Editorial Unilit,
1997), 391, 392.
Las promesas de bendición (2.28-32) – 163

5. Hay señales y prodigios falsos por obra de Satanás: ________________________


6. Pablo y Bernabé hicieron señales y prodigios entre los gentiles: _______________
7. Jesús de Nazaret fue acreditado por Dios con señales y prodigios: _____________
8. Por medio de los apóstoles ocurrían muchas señales y prodigios: ______________
9. Esteban hacía señales y prodigios entre el pueblo: __________________________
10. Los apóstoles realizaron muchas señales y prodigios en Jerusalén: ____________

Pasajes: Hechos 2.22; Hechos 2.43; Hechos 4.30; Hechos 5.12; Hechos 6.8; Hechos
7.36; Hechos 14.3; Hechos 15.12; 2 Tesalonicenses 2.9; Hebreos 2.4.

Aplicación del pasaje: Los dos avivamientos (2.28-31)

Muchos hoy se preguntan dónde está Dios. La crisis total que nos envuel-
ve por todas partes nos lleva a preguntarnos si el Señor no se ha desentendido de
su creación y de la humanidad en estos últimos años del siglo XX. Las situacio-
nes por las que atravesamos son tan calamitosas que, en la opinión de muchos,
Dios ha desaparecido de la escena humana. Sin embargo, según otros, el Señor
está más activo que nunca y las evidencias de su poder son cada vez más extraor-
dinarias. ¿Qué es lo que está sucediendo? ¿Cómo explicar el aumento del mal en
nuestros días y a la vez dar razón del avivamiento espiritual que cada vez se hace
más notorio en América Latina?
La Biblia nos enseña que, en los últimos días y antes del retorno de Cristo,
se van a producir dos avivamientos de manera paralela. Por un lado, habrá un
avivamiento del mal bajo la conducción de Satanás; y, por el otro, habrá un avi-
vamiento espiritual alentado por Dios. Cada despertar procurará ganar la adhesión
del mayor número de personas en el mundo. Los estudiosos de la Biblia se han
preguntado a lo largo de los siglos acerca de estas profecías que tienen que ver
con los últimos tiempos. Sin embargo, nunca como hoy es posible entender lo que
la Palabra de Dios enseña respecto a estos dos avivamientos. Esto no significa
que necesariamente el despertar de la maldad y la renovación espiritual de los
creyentes, que hoy parecen experimentarse en muchas partes del mundo, son
evidencias de que el Señor “está a las puertas.” Pero sí significa que el Señor
vendrá en un tiempo así, como el que hoy estamos viviendo en América Latina.

El avivamiento satanista. Muchos pasajes bíblicos indican que habrá una


gran apostasía y claudicación de los creyentes antes del fin de los tiempos. En 2
Tesalonicenses 2.3, 4, Pablo habla del “hombre de maldad,” que aparecerá como
el enemigo con la pretensión de ser mayor que Dios y de poner su trono en el
templo de Dios. Este anticristo engañará a millones a través de su poder y con
milagros, señales y prodigios falsos (v. 9). Incluso, hará todo lo posible por con-
vencer a los creyentes de que él es el Cristo, y habrá quienes caerán presa de su
seducción. En su última carta a Timoteo, Pablo vuelve a advertir acerca de la
situación que se planteará en los tiempos postreros (2 Ti. 3.1-5).
164 – Desastre y esperanza: Joel

En la Biblia hay muchos otros pasajes que tienen que ver con la terrible
apostasía que vendrá en los últimos tiempos: Mateo 7, 1 Timoteo 4, 2 Pedro 2,
Judas y Apocalipsis 17. Estos pasajes describen un período de la historia del
cristianismo en el que el liderazgo espiritual será asumido por personas que se
opondrán a todo lo que Cristo y su iglesia representan. A la cabeza de este aviva-
miento satánico estará la “trinidad impía” compuesta por la Bestia, el Falso Profe-
ta y el Anticristo. Estas personalidades diabólicas son descritas detalladamente en
Apocalipsis 19.20; 1 Juan 2.18, 19, 4.3 y 2 Juan 7. Las tres trabajan en unidad en
contra del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
No cabe duda de que hoy confrontamos un avivamiento sin precedentes de
la maldad en el mundo. La destrucción del matrimonio y la aniquilación de la
familia son algunos de los síntomas más claros del crecimiento de la maldad en
nuestros días. El aumento de la promiscuidad sexual, el adulterio y la fornicación,
junto con la salida a escena del movimiento homosexual y el aumento de la dro-
gadicción hablan a las claras de cuán profunda es la crisis moral de esta genera-
ción. Ya son varias las denominaciones que han ordenado al ministerio a homo-
sexuales activos. Incluso en varios lugares de América Latina se han organizado
congregaciones de homosexuales y lesbianas, que abiertamente promueven el
homosexualismo entre cristianos profesantes.
La invasión de misioneros del ocultismo (espiritismo, macumba, umban-
da, kimbanda y otras sectas), que se reproducen en miles de adeptos, está difun-
diendo de manera asombrosa la devoción y prácticas satanistas. El satanismo en
sus más variadas formas ha encontrado espacios en la radio, la televisión y los
medios masivos de comunicación haciendo que vastos sectores de la población
caigan bajo el control demoníaco, y que el caos espiritual y moral se generalice.
Cada día este avivamiento satánico se pone más al descubierto. Los servi-
cios de “adoración” de este culto impío se celebran cotidianamente y a toda hora
en las discotecas de moda, los teatros y cines con espectáculos pornográficos, y a
través de las toneladas de materiales impresos obscenos. Cada hogar es una “igle-
sia casera” potencial para los ritos diabólicos de este movimiento. La televisión
lleva y presenta toda la liturgia del avivamiento satánico a los hogares, donde
tanto adultos como niños y adolescentes se convierten de a miles en paganos
modernos. ¡Satanás está haciendo todo lo que puede para destruir a esta genera-
ción! Nos encontramos en medio de un impresionante avivamiento de la maldad y
el pecado en el mundo.

El avivamiento del Espíritu Santo. Hay un avivamiento de la maldad en


proceso, y parece resultar triunfante. Pero, la Biblia dice: “allí donde abundó el
pecado, sobreabundó la gracia” (Ro. 5.20). Es por eso que, si bien hay un aviva-
miento satánico en marcha, Dios no se está quedando con los brazos cruzados. Él
está activo, a través de su Espíritu Santo, produciendo un maravilloso avivamien-
to espiritual. Los mismos pasajes bíblicos que hablan de la apostasía y de un
avivamiento del mal en los días últimos hablan también de un gran derramamien-
to del Espíritu Santo que sobrepasará de lejos la obra de Satanás en el mundo.
Las promesas de bendición (2.28-32) – 165

Mientras muchos cristianos están arrinconados en una esquina llenos de


temor y de vergüenza a la espera del retorno de Cristo, millones más están expe-
rimentando la renovación espiritual más grande que la iglesia cristiana haya co-
nocido desde los días de los apóstoles. Mientras hay creyentes que se encierran
dentro de sus templos para conservar su fe y cuidarse de no caer en tentación,
otros llenos del Espíritu Santo se atreven a salir al mundo a testificar con denuedo
de su fe, para arrancar de las garras de Satanás a cuantos puedan e introducirlos
en el reino de Cristo. No todos los cristianos experimentan este despertar espiri-
tual de la misma manera, pero las evidencias de su presencia son palmarias, más
allá de las particulares tradiciones o filiaciones denominacionales.
La Biblia enseña que ambos avivamientos—el satánico y el del Espíritu
Santo—ocurrirán al mismo tiempo, pero que la gracia de Dios será la que ob-
tendrá al fin la victoria. El avivamiento del Espíritu Santo se impondrá podero-
samente sobre el crecimiento de la maldad e impiedad en el mundo.
Un anuncio anticipado del avivamiento espiritual de los últimos tiempos
se encuentra en la profecía de Joel (2.28-31), en el pasaje que Simón Pedro esco-
gió para su sermón en el día de Pentecostés (Hch. 2). Cuando Pedro terminó su
sermón en aquel día, tres mil personas aceptaron a Cristo como Salvador y Señor,
y se agregaron a la iglesia. Inmediatamente siguió una explosión de “muchos
prodigios y señales,” y dones del Espíritu Santo que conmovieron a Jerusalén
(Hch. 2.43-47). Los creyentes perdieron el miedo a testificar de su fe y “procla-
maban la palabra de Dios sin temor alguno” (Hch. 4.31). Los milagros de sanidad
y liberación servían para autenticar el evangelio a los ojos del mundo incrédulo
(Hch. 5.12-16).
En razón de tal demostración del poder de Dios, el cristianismo se espar-
ció por todo el mundo conocido y, en menos de una generación, llegó a todos los
estratos sociales, ganando incluso a gente “de la casa de César.” Después de estos
años de milagros poderosos, los dones del Espíritu comenzaron a declinar. Esto
ocurrió especialmente durante los duros años de persecución (mediados del siglo
tres en adelante), y con la alianza de la iglesia con el Estado a partir de Constanti-
no. Desde entonces, los creyentes se olvidaron de la admonición bíblica de que su
obra no depende de la violencia de un ejército ni del empuje de la fuerza, sino de
su Espíritu, conforme a lo que él ha dicho (Zac. 4.6).
Si bien la iglesia primitiva vivió y sirvió bajo un verdadero diluvio del
Espíritu Santo, de ninguna manera esa experiencia fue el cumplimiento total de la
profecía de Joel ni agota su sentido. El profeta, en su visión, recibió la palabra del
Señor, que decía: “derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano” (2.28).
Esta promesa no se ha cumplido hasta el presente, al menos en forma cabal.
Cuando Pedro predicó en el día de Pentecostés todavía había vastas áreas habita-
das del planeta que no habían sido descubiertas ni alcanzadas por los cristianos.
De los 167 millones de habitantes que tenía el planeta en aquel entonces, apenas
unos 20 millones escucharon el evangelio durante el primer siglo. El cumplimien-
to absoluto de la profecía de Joel debía esperar hasta que “todo el género huma-
no” tuviese la oportunidad de escuchar el evangelio. Según algunos cristianos,
esto es lo que está ocurriendo en nuestra generación.
166 – Desastre y esperanza: Joel

Es por eso que es posible que esta profecía encuentre su cumplimiento en


los próximos años del presente siglo. Todos los continentes y pueblos del mundo
están siendo alcanzados, de una u otra manera, con el mensaje del evangelio. Las
promesas del reino de Dios son de carácter universal y abarcan a toda la humani-
dad: “Entonces se revelará la gloria del Señor, y la verá toda la humanidad. El
Señor mismo lo ha dicho” (Is. 40.5). Pablo repite esta idea cuando dice: “para que
ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de
la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios
Padre” (Fil 2.10, 11).
Los tiempos de crisis que estamos viviendo son también tiempos de avi-
vamiento. La cuestión es con qué avivamiento estamos identificados. No hay una
vía media. O bien nos hacemos cómplices del avivamiento satánico y seguimos la
corriente de maldad de este mundo pecador, o bien permitimos al Espíritu Santo
que llene nuestras vidas con su refrescante presencia y nos use con poder para la
extensión del reino de Dios.
En algunos lugares del mundo da la impresión como que predomina el
avivamiento satanista, mientras que en otras es posible ver las señales de un
auténtico avivamiento del Espíritu Santo. Orlando E. Costas compara la situación
del cristianismo troncal en los Estados Unidos y en el Mundo de la Mayoría, y la
interpreta a la luz de Joel 2.28, 29 de la siguiente manera:

Orlando E. Costas: “Es un hecho que, en un tiempo cuando sectores im-


portantes del cristianismo troncal (mainline) se han tornado estancados y
secos, y cuando los sectores líderes de los movimientos evangélicos, fun-
damentalistas y carismáticos se han embarcado en un proyecto de neo-
cristiandad incorporando la ilusión de una Pax Americana y un reavivado
y exclusivista ‘sueño americano,’ amplios sectores de la iglesia de los po-
bres y marginados están dando un vigoroso testimonio del evangelio—sin
fanfarria, recursos financieros y personal académicamente calificado. Igle-
sias y creyentes negros, hispanos, asiáticos e indígenas americanos, en
asociación con una minoría de la sociedad troncal que se ha identificado
con los pobres, los sin poder y los oprimidos de la tierra están testificando
del nuevo orden mundial anunciado en el evangelio—fuera del reino de la
riqueza económica, el poder militar y el poder político, y dentro del mun-
do de millones que están siendo devastados por numerosas formas de ma-
les sociales, económicos y políticos. Dentro de tal compromiso de testi-
monio, el Espíritu Santo está comenzando a dar visiones más liberadoras e
inclusivas, exactamente como fue prometido por el profeta Joel [2.28,
29].”155

155
Orlando E. Costas, Christ outside the Gate: Mission beyond Christendom (Maryknoll:
Orbis Books, 1984), 184, 185.
Las promesas de bendición (2.28-32) – 167

LA OPERACIÓN DE SALVACIÓN (2.32)

Este versículo marca el clímax de todo este pasaje, que se ha ido movien-
do de manera ascendente. En el día del Señor, “todo el que invoque el nombre del
Señor escapará con vida.” En cuanto a los que se pierden parece obvio que su
destino está también en las manos de Dios. Así como el derramamiento anuncia-
do del Espíritu es universal (“todo el género humano”), la salvación prometida
también lo es (“todo el que invoque”). Nadie es discriminado en tanto “invoque el
nombre del Señor,” es decir, mientras se adhiera al proyecto redentor de Dios y
entre en pacto con él. No obstante, Joel está pensando en una redención de tipo
nacional (ver Ro. 10.13, donde Pablo amplía aun más el concepto de salvación
para alcanzar no sólo a los judíos sino también a todos los gentiles).

Exégesis y exposición del pasaje

Nótese que según Joel la salvación está localizada en un lugar físico: “en
el monte de Sion y en Jerusalén.” Esto resulta contradictorio frente a la perspecti-
va cósmica de los versículos anteriores. “Sin embargo, estamos nuevamente en
presencia de la tensión que recorre todo nuestro libro entre los elementos que
connotan trascendencia, y aquellos otros que enfatizan lo concreto y factual de los
eventos. El Día puede estar adelante en el tiempo, en un momento incierto, pero
Jerusalén y el monte Sion están allí para testificar de la realidad de la prome-
sa.”156 El mismo escenario que fue testigo de la humillación de Judá será testigo
de su reivindicación y salvación.
La expresión “entre el remanente” (RVR) es problemática (heb. lit. “en los
sobrevivientes,” ver NVI, PD, NBE, BJ), si bien probablemente se refiere a los
sobrevivientes de la destrucción de Jerusalén, como bien traduce la NVI.

EJERCICIO 24

Invocación y salvación.

Discutir por unos quince minutos en grupos de seis personas la siguiente cuestión:

En Joel 2.32 leemos que “todo el que invoque el nombre del Señor escapará con vida”
(“será salvo” en RVR). ¿Qué quiere decir “invocar el nombre del Señor”? ¿Qué implica
esta expresión? ¿Qué significa para nosotros “salvación”?

156
Andiñach, “Imaginar caminos de liberación,” 153.
168 – Desastre y esperanza: Joel

Aplicación del pasaje: Vocación e invocación (2.32)

Las palabras de este pasaje, una vez más, exaltan la gracia de Dios por so-
bre las contingencias de los conflictos humanos. Este es el auténtico evangelio: el
de la gracia de un nuevo pacto. Este evangelio está, además, ligado al propósito
eterno de Dios para toda la humanidad, que es el cumplimiento de su deseo de
que todos los seres humanos procedan al arrepentimiento y encuentren salvación
en él (1 Ti. 2.4). El círculo de los herederos de la promesa de redención se amplía
de este modo de manera notable. Los destinatarios de la gracia salvadora ya no
son los miembros de un pueblo particular, un “remanente” (como traduce RVR)
estacionado “en el monte de Sion y en Jerusalén,” según Joel. Por el contrario, la
posibilidad de ser salvos ahora alcanza a todos los seres humanos, es decir, es
“para sus hijos y para todos los extranjeros, es decir, para todos aquellos a quie-
nes el Señor nuestro Dios quiera llamar,” no importa dónde residan, según Pedro
(Hch. 2.39). La salvación no es sólo para los llamados por Dios a constituirse en
un “remanente” en medio de las naciones, según Joel; sino “para todos aquellos a
quienes el Señor nuestro Dios quiera llamar” de entre las naciones, según Pedro.
Este versículo nos lleva a pensar en dos cosas en relación con la salvación
prometida por Dios: vocación e invocación.
Por un lado, nuestra salvación está relacionada con la invocación del nom-
bre del Señor. ¿Qué significa esto? Por cierto que no quiere decir que el nombre
de Dios opere como una especie de palabra mágica, que produce ciertos resulta-
dos en la esfera material y espiritual de la vida humana. No se trata tampoco de la
repetición frecuente e intensa del nombre divino como fórmula o sortilegio para
cambiar las circunstancias negativas de la vida o asegurarse el perdón de los pe-
cados. “Invocar” es mucho más que pronunciar el nombre del Señor. Significa
entrar en una relación profunda con la Persona a la cual el nombre se refiere. Es
volverse a él y estar dispuesto a confiar en él y sólo en él para nuestra salvación.
Como comentara Juan Calvino, esta palabra es extraordinaria “porque Dios decla-
ra que la invocación de su nombre en una situación desesperante es un puerto
seguro de seguridad.... Dios posee un poder suficientemente grande como para
liberarnos, sólo en tanto que recurramos a él.”157
En aquel día memorable de Pentecostés, después de la ascensión de Jesu-
cristo, el apóstol Pedro utilizó las palabras de Joel para invitar a los pecadores
arrepentidos a invocar el nombre del Señor y encontrar salvación (Hch. 2.21). El
apóstol Pablo dice que todos los que han pecado no alcanzan la gloria de Dios
(Ro. 3.23), que la paga del pecado es la muerte (Ro. 6.23), y que en Cristo Dios
ha abierto un camino de salvación que es efectivo tanto para los judíos como para
los gentiles: “No hay diferencia entre judíos y gentiles, pues el mismo Señor es
Señor de todos y bendice abundantemente a cuantos lo invocan, porque ‘todo el
que invoque el nombre del Señor será salvo’” (Ro. 10.12, 13).

157
John Calvin, Commentaries on the Twelve Minor Prophets, vol. 2: Joel, Amos, Obadiah
(Grand Rapids: Baker Book House, 1989), 105, 106.
Las promesas de bendición (2.28-32) – 169

Durante siglos, hombres y mujeres de fe se han comprometido personal-


mente con este Dios salvador (Gn. 4.26; 12.8; 1 R. 18.24). Invocarle para salva-
ción significa confiar en quien debemos confiar, creer en quien debemos creer,
adorar a quien debemos adorar y vivir por quien debemos vivir. Esta es la doctri-
na de vida del evangelio cristiano. Dios promete a quienes lo siguen: “Invócame
en el día de la angustia; yo te libraré y tú me honrarás” (Sal. 50.15).
Sintiendo el peso de mi esclavitud, lo invoco como mi liberador. Cons-
ciente de mi hambre de pan y de justicia, lo invoco como el Pan de Vida. Perplejo
y confundido, lo invoco como el Admirable Consejero. Cuando me veo aplastado
por la debilidad, lo invoco como mi Dios Fuerte. Solo y vacío de amor, lo invoco
como mi Padre Eterno; y cuando se desata la lucha interior o me veo en conflicto
con lo que me rodea, lo invoco como el Príncipe de Paz. Si las tinieblas morales y
espirituales me rodean, es tiempo de invocarlo como la Luz del Mundo. Cuando
me extravío en el error, lo invoco como el Camino que me lleva de nuevo a la
verdad. Él es mi Pastor, mi Maestro y mi Amigo. Él es mi Señor y mi Dios. Pue-
do confiar en él según lo conozco por el evangelio. Sólo en él está fundada mi
esperanza de salvación, porque “no hay bajo el cielo otro nombre dado a los
hombres mediante el cual podamos ser salvos” (Hch. 4.12). En él veo a Aquel
que fue herido por mis rebeliones y molido por mis pecados. Creyendo en él sé
que soy salvo para esta vida y por la eternidad. Por él soy también salvo de la ira
venidera, y tengo entrada a una nueva vida de comunión con el Dios vivo.
Por otro lado, nuestra salvación está relacionada con la vocación a la que
hemos respondido. Si una persona invoca el nombre del Señor y encuentra salva-
ción esto es porque se encuentra “entre los sobrevivientes, o sea, entre “los lla-
mados del Señor.” Una generación se puede degenerar. Sin embargo, en cada
generación Dios tiene su remanente de personas arrepentidas y creyentes, que son
capaces de sobrevivir a las peores crisis. Ellos lo invocan en respuesta a su llama-
do. La iniciativa es siempre de él: él llama y los creyentes responden invocando
su nombre. El apóstol Pedro se refiere a la iniciativa de la gracia divina cuando,
después de citar de la profecía de Joel en el día de Pentecostés, dice: “Arrepiénta-
se y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus
pecados,… y recibirán el don del Espíritu Santo. En efecto, la promesa es para
ustedes, para sus hijos y para todos los extranjeros, es decir, para todos aquellos a
quienes el Señor nuestro Dios quiera llamar” (Hch. 2.38, 39).
La relación entre vocación e invocación está expresada con claridad en la
descripción que el apóstol Pablo hace de los cristianos de Corinto, cuando se
dirige a ellos como “la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido
santificados en Cristo Jesús y llamados a ser su santo pueblo, junto con todos los
que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (1 Co. 1.2).
Nuestra invocación del Salvador es una respuesta a su vocación (llamado) del
pecador. En su gracia soberana él llamó a Abraham de Ur de los caldeos, a Mateo
de la mesa de los impuestos, y a Zaqueo de un árbol sicómoro. En cada caso se
trató de la misma gracia divina. Dios nos llama primero por su gracia, luego noso-
tros respondemos en obediencia a su llamado y le invocamos. Esta es la experien-
170 – Desastre y esperanza: Joel

cia de cada creyente, no importa cuán difíciles parezcan las circunstancias presen-
tes que le rodean.






El capítulo 3 de Joel comienza con el juicio del Señor sobre las naciones
que oprimieron a su pueblo. Este juicio pone de manifiesto una vez más la actitud
misericordiosa de Dios hacia sus escogidos. Joel menciona a dos naciones repre-
sentativas (Tiro y Sidón), que en el pasado habían obrado cruelmente en relación
con el pueblo de Dios. Esas naciones recibirían su justa retribución por sus accio-
nes opresivas e injustas. Luego, en un poema maravilloso por su dramatismo, el
profeta llama a todos los valientes del ejército del Señor a prepararse y luchar en
una batalla que, evidentemente, va más allá de un mero combate terrenal y huma-
no. Se trata de una confrontación directa con los enemigos de Dios. De este mo-
do, los creyentes son involucrados en una lucha que no es “contra seres humanos,
sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mun-
do de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales”
(Ef. 6.12).
La expresión “en aquellos días” introduce un nuevo aspecto dentro del te-
ma que el profeta viene desarrollando. No se refiere a un nuevo tiempo futuro
sino al mismo tiempo futuro de la unidad anterior, con la que está vinculada
(2.28-32). Lo nuevo aquí es el juicio sobre las naciones. Así como en el pasaje
anterior el énfasis estuvo en la salvación de los que invocan el nombre del Señor,
en este pasaje se enfatiza la condenación de aquellos que oprimieron a Judá. El
pasaje puede dividirse en dos secciones (vv. 1-8 y 9-15). A su vez, la primera
sección, que anuncia el juicio a las naciones opresoras, se puede dividir en dos.
Los primeros tres versículos presentan un juicio general en el valle de Josafat.
Este valle es de ubicación incierta, pero quizás el profeta está pensando en el
valle de Cedrón, al este de Jerusalén. Los vv. 4-8 especifican a los pueblos que
habrán de ser juzgados. La segunda sección (vv. 9-15) presenta la convocación de
las naciones al juicio. Cada oráculo es independiente. El primero y el tercero son
172 – Desastre y esperanza: Joel

de carácter general, mientras que el segundo es específico. El pasaje comienza


con un desafío a las naciones a pelear contra Dios y a recibir lo que van a recibir:
derrota total. La batalla misma será el juicio de Dios sobre ellas. El pasaje se
cierra con el encuentro en el “valle de la Decisión,” en medio de oscuridad y
señales celestiales, donde los ejércitos extranjeros que dominaron a Judá se en-
contrarán con el juicio divino.
El pasaje sigue un definido recorrido semántico. Como señala Pablo R.
Andiñach: “Se comienza anunciando el juicio y describiendo cómo Israel fue
sometido. Continúa con la especificación de quiénes y por qué oprimieron a Isra-
el. Luego se los incita a la agresividad y a la batalla para un nuevo triunfo, proba-
blemente porque están acostumbrados a triunfar sobre un pueblo pequeño y débil.
Finalmente se revela la verdad: fueron arrastrados a su perdición en un juicio
celestial donde el Dios de los pobres y débiles será quien juzgue.”158 De todos
modos, estas palabras no están destinadas a las naciones opresoras sino a Israel, y
sirven para alentar la esperanza del pueblo y su fe en el Dios que libera.

PRIMER ORÁCULO (3.1-3)

En 3.1-21, Joel presenta cuatro oráculos contra las naciones extranjeras


enemigas de Israel. Este tipo de oráculo tiene antecedentes en profetas anteriores
(Is. 13—19; Jer. 46—51; Ez. 27—28). En el caso de Joel, como se indicó, el
destinatario de los mismos es Israel y no las naciones, y funcionan como respues-
tas a las lamentaciones nacionales por las desgracias sufridas. Cada uno de ellos
tiene como propósito alentar al pueblo de Dios, asegurándole que Dios tiene la
palabra final y que esa es una palabra de juicio contra las naciones opresoras. No
obstante, cada uno de los cuatro oráculos es independiente. El primero y el terce-
ro son generales, mientras que el segundo y el cuarto son más específicos.
El primer oráculo (3.1-3) comienza con una frase compuesta (“en aquellos
días, en el tiempo señalado”), utilizada ocasionalmente por Jeremías (Jer. 33.15;
50.4, 20), y continúa con el verbo “restaurar” (heb. shub), que también es típico
de Jeremías. El futuro al que se refiere esta frase es el tiempo en el que Yahweh
dará vuelta (heb. ashib) la suerte de Judá y hará que la crisis que sufrió caiga
sobre las naciones que la provocaron (Is. 43.3). De esta manera, el Señor “restau-
rará la suerte de Judá y de Jerusalén” (ver Jer. 15.19; 30.3; 31.23; Os. 6.11; Am.
9.14). Dios le dará de vuelta al pueblo lo que perdió con la invasión y saqueo de
las naciones enemigas.

Exégesis y exposición del texto

La expresión “cuando restaure yo la suerte” (“cuando yo cambie la suer-


te,” BJ, NBE, BL, VP, PD; “en que Yo repatríe a los cautivos,” CI) no es clara,
pero la traducción de la RVR parece ser aceptable (“haré volver la cautividad”).
Las “naciones” (ver también v.9) son los pueblos convocados para el juicio divi-

158
Andiñach, “Imaginar caminos de liberación,” 90.
El juicio sobre las naciones (3.1-15) – 173

no, porque han abusado injustamente del pueblo de Dios y lo han humillado (2.2,
5, 17). Se trata de las naciones que han invadido y explotado a Jerusalén y robado
la dignidad de Judá. Son los mismos que según 1.6 han subido para tomar la tierra
y según 2.7, 9 han subido a la ciudad para invadirla. Pero ahora, los que “subie-
ron” o “invadieron” triunfantes deberán “bajar” o “descender” derrotados al valle
del juicio. El “valle de Josafat” será el escenario del juicio divino de las naciones
(v. 12). El nombre (del heb. yah, “Yahweh,” y shafat, “juzgar,” o sea, “el valle
donde Yahweh juzga”) aparece sólo en Joel y se refiere al lugar desde donde el
Señor juzga, más que a un punto geográfico determinado. Además, no existen
evidencias de que hubiera un valle con ese nombre en la época de Joel. Desde el
siglo IV d.C. se denominó con este nombre al torrente de Cedrón. Pero no existen
razones para pensar que Joel se refería al valle del Cedrón. Es probable, pues, que
la referencia de Joel sea simbólica. Lo que el texto está diciendo es que Dios va a
convocar a todas las naciones al lugar del juicio divino.
Judá es descrita como “mi pueblo” (2.18, 27, expresión típica en la tradi-
ción del pacto) y “mi propiedad” (Sal. 28.9; 74.2; 79.1, se refiere a la tierra que
Dios le dio a Judá). Las naciones han cometido crímenes imperdonables. El pasa-
je los resume en cinco acciones: “dispersaron,” “repartieron,” “echaron suertes,”
“cambiaron” y “vendieron” (Sal. 22.18; 44.11, 12; Lam. 5.2; Abd. 11; Jer. 50.17).
La situación que se describe corresponde a la devastación y exilio del pueblo
provocados por la caída de Jerusalén en 586 a.C. y las penurias vividas por ellos
aún después del regreso de Babilonia y bajo el régimen de los persas. Las nacio-
nes mencionadas podrían ser las que participaron del desmantelamiento del reino
de Judá.
Estos versículos destacan las características del juicio divino. Nótese que
es el Dios del pueblo vencido quien juzga a las naciones vencedoras. La situación
presente de Jerusalén es la de un pueblo cautivo (v. 1), que se encuentra disperso
(v. 2) y sometido política y económicamente (vv. 4, 5). Judá y su Dios resultaron
los perdedores en esta confrontación y fueron objeto de las burlas de los vencedo-
res (2.17). No obstante, según Joel, la derrota no es el resultado de la desobedien-
cia de Judá, su olvido de Dios o su pecado; como tampoco es consecuencia de la
debilidad de Dios o su incapacidad en defender a los suyos. Judá fue ocupada y
Jerusalén cayó porque el enemigo se mostró cruel e inhumano. El pasaje señala al
pecado de las naciones antes que al pecado de Judá.
174 – Desastre y esperanza: Joel

EJERCICIO 25

El juicio de Dios.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. El juicio de Dios es para todos (justos y malvados): _________________________


2. El juicio de Dios es justo: ______________________________________________
3. El juicio de Dios se basa en la verdad: ___________________________________
4. El juicio de Dios resulta en la destrucción de los impíos: ______________________
5. El juicio de Dios juzga toda obra (buena o mala): ___________________________
6. El juicio de Dios es con justicia y fidelidad: ________________________________
7. El juicio de Dios es según lo que merezcan las obras: _______________________
8. El juicio de Dios significa recibir el pago aquí en la tierra: _____________________
9. El juicio de Dios es sin favoritismos: _____________________________________
10. El juicio de Dios comienza por la familia de Dios: ___________________________

Pasajes: Salmos 62.12; Salmos 96.13; Proverbios 11.31; Eclesiastés 3.17; Eclesiastés
12.14; Romanos 2.2; Romanos 2.5; Colosenses 3.25; 1 Pedro 4.17; 2 Pedro
3.7.

Aplicación del texto: El juicio a los conquistadores (3.1-3)

Han pasado algo más de quinientos años desde que los conquistadores eu-
ropeos llegaron a nuestro continente. En ocasión del Quinto Centenario se han
dado las más diversas y contradictorias opiniones y evaluaciones. La polémica
sobre la interpretación del hecho ha adquirido por momentos una virulencia inusi-
tada. Después de más de dos décadas del aniversario, todavía se oyen los ecos de
las encendidas exposiciones en favor y en contra. La leyenda negra y la leyenda
dorada no han dejado de atraer la atención de quienes siguen intentando interpre-
tar lo acontecido con alguna pretensión de objetividad. En buena medida, nos
encontramos como Joel y sus coetáneos tratando de mirar al pasado y el presente
para poder elaborar una mejor idea del futuro. Así como la invasión extranjera y
las secuelas de la destrucción provocada seguían determinando la visión del pro-
feta, no es posible para nosotros deshacernos de una larga historia de opresión e
injusticias, que hace unos veinte años atrás cumplió quinientos años.
En realidad, es ilusorio pretender que no pasó nada, o que hay que dejar
librada al juicio de la historia la evaluación de lo acontecido. Ya ha corrido bas-
tante tiempo como para que la historia dé su veredicto, si tal cosa existe. Lo que sí
existe, según el mensaje de Joel, es el juicio divino. Los hechos históricos, que
tienen a las naciones como protagonistas, no quedan meramente librados al juicio
ambiguo de quienes registran esos hechos en generaciones subsiguientes. Hay un
grado de responsabilidad moral por el que las naciones son responsables delante
El juicio sobre las naciones (3.1-15) – 175

de Dios. El Dios que libera a las naciones—”cuando restaure yo la suerte de Judá


y de Jerusalén” (3.1)—es también el Dios que juzga a las naciones—”reuniré a
todas las naciones y las haré bajar al valle de Josafat. Allí entraré en juicio contra
los pueblos” (3.2).
La pregunta que cabe es si es posible anticipar cuál será el contenido de
este juicio y su veredicto. En el caso de nuestro texto, no caben dudas que se trata
de un juicio condenatorio por las vejaciones y atropellos cometidos contra Judá y
Jerusalén (3.3). En el caso de América, un prurito de objetividad y discreción
histórica ha movido a más de un observador del pasado a abstenerse de abrir
juicio. Frente al debate planteado en ocasión del Quinto Centenario (1992) ha
habido quienes han intentado mantenerse al margen del mismo aduciendo objeti-
vidad. En este sentido, han querido guardar una línea media entre el descubri-
miento de América y el encubrimiento de su destrucción; la celebración o con-
memoración y el lamento o memoria de la opresión; el indigenismo arcádico o el
hispanismo destructor; la América india o la América española; sabiduría con-
templativa del estar del indígena o el desenfreno del hacer europeo en relación
con la tierra; la expansión en las nuevas tierras de un cristianismo de exclusión e
intolerancia o, por el contrario, la nueva etapa de una auténtica evangelización
universal.
Por cierto que estas dicotomías y otras parecen coexistir simultáneamente
y con igual fuerza en el seno del mismo acontecimiento. Si la categoría de com-
plejidad domina el conjunto de los fenómenos físicos, químicos, biológicos, con
mayor razón impera en todos los niveles de la vida humana. Los hechos propia-
mente humanos se dan entremezclados. Y es casi seguro que no se afirme un
término sin que al mismo tiempo se reconozca la legitimidad de su opuesto. Esto
no significa optar por el relativismo, sacralizar la ambigüedad o renunciar a la
elección. Si el sentido de un hecho histórico sólo se aclara dentro de un período
más amplio, acaso una evaluación justa es la que se hace desde el presente, y aun
desde una cierta visión del futuro. Tal es la perspectiva con que Joel hace su pro-
nunciamiento.
En consecuencia, mi perspectiva de la llegada de los europeos a América y
de todo lo que siguió, no es necesariamente la del historiador (aunque lo soy),
tampoco la del filósofo de la historia. Más bien es la de alguien que está compro-
metido con un modo de acción cristiana en América Latina y que, en tal sentido,
le interesa del pasado aquello que ilumine su misión en el presente. Desde este
ángulo de observación, que considero fue también el ángulo de Joel según nuestro
texto, es posible señalar tres juicios condenatorios de la irrupción europea en
América.
Primero, se ha pretendido justificar la conquista diciendo que América era
un “espacio vacío” y que, en consecuencia, era legítimo que los europeos lo ocu-
paran.159 La conquista del espacio territorial y la conformación posterior de las
fronteras nacionales, así como la ocupación—también problemática y gradual—

159
Sobre este particular, ver el excelente libro de Hebe Clementi, La frontera en América: una
clave interpretativa de la historia americana (Buenos Aires: Leviatán, 1985).
176 – Desastre y esperanza: Joel

de la totalidad geográfica de nuestros países (las “fronteras interiores”) se apoyan


en este argumento del “espacio vacío.” Pero esta supuesta conquista del “espacio
vacío” americano es una clave que atiende más a los hechos que a las ideas in-
adecuadas, como han sido las recurrentes contraposiciones de civilización y bar-
barie, ciudad y mundo rural, desarrollo y subdesarrollo. Aunque no son contra-
dicciones, es posible demostrar que estas contraposiciones se derivan de un plan-
teo en el que coexiste el carácter “desértico” del área con el reconocimiento de la
“caza” de mano de obra indígena como principal motivación de la empresa, junto
a objetivos evangelizadores.
Sin embargo, como afirma Hebe Clementi, no hubo espacio vacío en
América, porque este continente fue desde tiempos remotos el hábitat del indíge-
na.160 Lo que sí hubo fue un acto de usurpación violenta. Se les robaron las tierras
a los indígenas (¡y se las siguen robando!). Las palabras de Joel contra las nacio-
nes conquistadoras se aplican aquí de manera literal: “pues lo dispersaron (al
pueblo indígena) entre las naciones y se repartieron mi tierra” (3.2).
Segundo, se ha pretendido justificar la conquista diciendo que América
constituía también un “vacío religioso.” El “Anónimo de Yucay,” de 1571, escrito
de triste fama que procuraba dar fundamento a la explotación de los territorios
incaicos por parte de los españoles, se propone hacer ver “por donde entró en casi
todo el mundo un engaño tan grande como fue darles a estos Ingas el verdadero y
legítimo señorío destos Reynos.”161 A su juicio, al engaño de la idolatría en que
vivían los indígenas antes de la llegada de los europeos, se agregó la pretensión
de sus derechos sobre estos reinos. “Y creo que es obra sutilísima del demonio—
escribe el autor del Anónimo--para persuadir tan de golpe al mundo este engaño,
porque después del primero en que tenía esta miserable gente ydolatra, ninguno
ha auido, ni pareçe que se descubre mayor en la Indias que éste en que ha puesto
al vniuerso por manos de un uarón religioso.”162 Este segundo engaño hace que
los indígenas recaigan en el primero, porque según los opresores, si el rey de
España se retiraba de estas tierras, sus habitantes volverían a la idolatría.
La justificación de la empresa conquistadora y evangelizadora sobre la ba-
se de la idolatría indígena y sus atrocidades llenó miles de páginas desde el siglo
XVI en adelante. Se hablaba de los sacrificios humanos, de crueldad religiosa, de
costumbres inhumanas, de una religión demoníaca y depravada. Los conquistado-
res, gracias a sus santas empresas, resultaban de este modo defensores de las
víctimas de las bárbaras e idolátricas costumbres indígenas y apóstoles de una
vida más humana. Restablecer la moral y predicar la religión verdadera justifica-

160
Ibid.
161
Josyane Chinese, “Anónimo de Yucay (1571): estudio preliminar,” Historia y cultura 4
(1970): 105.
162
Ibid., 106. El “varón religioso” aquí es Las Casas, a quien se acusa de engañador por sus
escritos en defensa de los derechos de los indígenas. A la falsedad que implica la idolatría se
suma así una nueva mentira alentada, según ellos, por Las Casas, que era la defensa de la
legitimidad del señorío inca. El castellano es el antiguo de fines del siglo XVI.
El juicio sobre las naciones (3.1-15) – 177

ba la presencia europea, la explotación de estas tierras, y la guerra y la domina-


ción de sus pueblos.
Pero el argumento del “vacío religioso” es falso, porque no existió tal cosa
en América Latina. Los pueblos indígenas eran ““creyentes.” Estos seres huma-
nos tenían sus dioses, una teología y una ética que regía todas sus relaciones. Su
mundo religioso estaba sumamente desarrollado y era efectivo para ordenar la
vida social. Las motivaciones de su religión no eran tan crueles como las enten-
dieron los invasores, y seguramente no eran más sanguinarias que las prácticas
“cristianas” de sus “evangelizadores.” La fe de los conquistadores fue impuesta
por la fuerza mediante la destrucción y demolición de todos los elementos religio-
sos autóctonos. La evangelización de los conquistadores fue un verdadero atrope-
llo moral y religioso.
Tercero, se ha pretendido justificar la conquista diciendo que América re-
presentaba un “vacío cultural.” A los ojos de los invasores todo lo indígena era
sinónimo de barbarie. Hubo un intento sistemático de denigrar las culturas y rea-
lizaciones indígenas, a fin de justificar el dominio europeo de las Indias. Se le-
vantó este argumento “como razón para declararlas, arbitraria y unilateralmente,
como res nullius, vacías de toda autoridad legítima y a sus habitantes carentes de
todo derecho sobre sus propias riquezas. Esto se agrava cuando el despojo y la
destrucción de estos territorios se hace con el pretexto de ‘liberar’ a los indios, y
peor aún de anunciarles el evangelio.”163
La inferioridad humana y cultural de los indígenas los hacía incapaces de
vivir debidamente en sociedad y de acceder al evangelio sin la constante ayuda--
material y espiritual—de los españoles. Según el virrey de Perú, Francisco de
Toledo: “Pruébase que estos naturales es gente que ha menester curador para los
negocios graves que se le ofrecen así de sus almas como de sus haciendas porque
si no hubiese quien los guiase y gobernase en ellos se perderían y que si no hubie-
ra españoles en esta tierra que les enseñaran en la fe de Jesucristo ellos no lo
entendieran y fueran engañados en todo.”164 En otras palabras, sin la ayuda de los
europeos los indígenas no estarían en condiciones de vivir humana y cristiana-
mente, es decir, civilizadamente.
Sin embargo, el mundo indígena latinoamericano estaba representado por
culturas que hoy nos sorprenden con la exquisitez de sus manifestaciones y el
refinamiento de sus logros. Los mayas, aztecas e incas habían logrado el desarro-
llo de complejas civilizaciones y organizaciones sociales. En algunos aspectos de
su evolución cultural, estos pueblos superaban a los europeos que los sometieron
por la fuerza. De modo que no hubo un aporte cultural, sino la imposición de una
civilización sobre otra. La conquista y colonización de América Latina significó
la implantación de ciertas normas de conducta social, que eran estimadas por los
europeos como superiores, con total desprecio de los valores de las culturas indí-
genas.

163
Gutiérrez, Dios o el oro en las Indias, 97.
164
Ricardo Levillier, Don Francisco de Toledo (Buenos Aires: Biblioteca del Congreso Ar-
gentino, 1940), 2:9, 10.
178 – Desastre y esperanza: Joel

Por estas y otras razones, “todas las naciones” conquistadoras serán lleva-
das “al valle de Josafat,” donde serán objeto del juicio divino, “en aquellos días,
en el tiempo señalado,” en el que el Señor de la historia disponga la liberación
definitiva de su pueblo.

SEGUNDO ORÁCULO (3.4-8)

Algunos pocos eruditos cuestionan la autenticidad de esta parte de Joel,


porque está en prosa. Pero la mayoría ve su unidad y equilibrio dentro de la es-
tructura del libro.165 Wolff cree que 3.4-8 (4.4-8 en el texto heb.) y 3.18-21 (4.18-
21 en el texto heb.) son agregados posteriores, pero autores como Douglas Stuart
tratan a todo el capítulo como una unidad.166

Exégesis y exposición del pasaje

El segundo oráculo es más específico que el primero pues menciona a las


naciones costeras: Tiro, Sidón y Filistea (Jer. 47.4). Tiro y Sidón eran ciudades
fenicias mientras que Filistea consistía de cinco ciudades en la llanura de la costa
al sur de Palestina. Todas ellas actuaron contra Judá (Sal. 83.7; Ez. 16.57), proba-
blemente en ocasión de la invasión neo-babilónica (Ez. 25.15--26.6).167 Las dos
preguntas de v. 4 son retóricas. La primera destaca la insignificancia de las nacio-
nes; la segunda es irónica. Ambas expresan el rechazo de Dios por lo que estas
naciones hicieron contra Judá: saquearon a Jerusalén (v. 5) y vendieron a sus
habitantes a extranjeros (v. 6). El verbo principal del pasaje es “vengar” (heb.
gamal, “tomar represalias,” PD, CI, BL, o “cobrárselas”), que aparece cuatro
veces (tres en v. 4 y una en v. 7). Se destaca aquí el principio de retribución por
los pecados cometidos (ver Abd. 15; Sal. 28.4; 94.2; 137.7). A la corta o a la
larga, la opresión se paga porque Dios “se las cobra” (ver VP).168 Así como los
judíos fueron “dispersados” (v. 2) y “alejados” (v. 6) de su tierra, los hijos e hijas
de las naciones de la confederación costera serán alejados de su tierra y vendidos
a los “sabeos,” un pueblo lejano al sur de Judá (Jer. 6.20; 1 R. 10.2).
Nótese que, una vez más, es Dios el protagonista de estas acciones de jui-
cio y liberación. Es él quien retribuye a las naciones por su crueldad, y es él quien
libera a su pueblo y lo restaura (v. 7). “El Señor lo ha dicho” y él es quien tiene la
última palabra, porque es el Señor de toda la historia. Su acción está determinada

165
O. Loretz, Regenritual und Jahwetag in Joelbush (Altenberg: CIS Verlag, 1986), en-
cuentra ocho estratos de tradición en Joel, pero Allen, Joel, 39-43, analiza el texto y lo
encuentra balanceado y unificado. Para opiniones más recientes, ver Willem S. Prinsloo,
“The Unity of the Book of Joel,” ZAW 104 (1992): 66-81.
166
Wolff, Joel, 74; Douglas Stuart, Hosea-Jonah, en Word Bible Commentary (Waco, Texas:
Word, 1987), 206.
167
Ogden, A Promise of Hope, 44.
168
P. D. Miller, Sin and Judgment in the Prophets: A Stylistic and Theological Analysis, So-
ciety of Biblical Literature Monograph Series 27 (Chicago: Scholars Press, 1982), 75, 76, 97-
110.
El juicio sobre las naciones (3.1-15) – 179

no tanto por la relación de pacto que mantiene con Judá, sino porque en su justi-
cia él no puede permitir que las naciones hagan lo que les venga en gana. La
opresión contra Judá ha sido un pecado en contra de él, y él “se las va a cobrar.”

EJERCICIO 26

La venganza de Dios.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. El Señor es el Dios de las venganzas: ____________________________________


2. El Señor es el que venga la sangre de sus siervos: _________________________
3. El Señor es el vengador de los inocentes: _________________________________
4. El Señor dice: “Mía es la venganza”: _____________________________________
5. El Señor celebra un día de venganza: ____________________________________
6. El Señor es un Dios celoso y vengador: __________________________________
7. El Señor viene con venganza, con retribución divina: ________________________
8. El Señor dice: “Mía es la venganza, yo pagaré______________________________
9. El Señor se venga de sus adversarios: ___________________________________
10. El Señor hace recaer sobre los impíos su propia venganza: __________________

Pasajes: Deuteronomio 32.25; Deuteronomio 32.43; Salmos 9.12; Salmos 94.1; Isaías
34.8; Isaías 35.4; Joel 3.4-8; Nahúm 1.2a; Nahúm 1.2b; Hebreos 10.30.

Aplicación del pasaje: Violencia, saqueo, esclavización y destierro (3.4-8)

El análisis de la herencia colonial de las sociedades latinoamericanas de


nuestros días encuadra notablemente con el juicio de Joel contra los fenicios y
filisteos. La manera en que el profeta entiende las relaciones entre los opresores
extranjeros y “el pueblo de Jerusalén y de Judá” ofrece elementos de juicio váli-
dos para evaluar críticamente las relaciones entre los conquistadores europeos y
los indígenas latinoamericanos. La así llamada “leyenda negra” de la conquista y
la explotación brutal de los indígenas, atribuida por algunos a los rivales holande-
ses de España, nace en realidad previamente en el propio territorio español, tanto
colonial como metropolitano.169
Un certero estudio de las relaciones económicas y sociales impuestas por
los colonizadores combate la visión que de la conquista elaboraran sus beneficia-
rios inmediatos—y también de los que se consideran sus herederos en el presente.
De igual modo, tal análisis condena a las corrientes contemporáneas que menos-

169
Sobre el particular, ver el interesante estudio de Ricardo Rodríguez Molas, Los sometidos
de la conquista: Argentina, Bolivia, Paraguay (Buenos Aires: Centro Editor de América
Latina, 1985).
180 – Desastre y esperanza: Joel

precian la resistencia indígena (una constante de los siglos XVI y XVII) cargando
las tintas en la alianza de grupos nativos con los españoles. Incluso, es necesario
decir que la identidad del “sentido misional” de la acción hispánica sólo se com-
prende si se tiene en cuenta que la evangelización también sirvió como herra-
mienta ideológica para el completo control de la vida cotidiana de los indígenas.
Además, esta misión evangelizadora cumplió una función subordinada al crudo
interés económico, que entonces centraba sus miras en la acumulación de metales
preciosos, mediante el saqueo sistemático, primero, y mediante la imposición de
sistemas de trabajo compulsivo sobre los nativos, más tarde.
Hay, pues, cuatro elementos de juicio que, a la luz de las palabras de Joel,
pueden señalarse con referencia a las relaciones entre los opresores y los oprimi-
dos en América Latina, desde los días de la conquista.
Primero, en América Latina hubo violencia. En el lenguaje de Joel, hubo
“venganza” y “robo.” Los españoles se atribuyeron el derecho de actuar como
brazo divino para el castigo de supuestas “atrocidades indígenas.” Como indica
Gustavo Gutiérrez, haciendo referencia a la actitud de los conquistadores: “A
quienes ni siquiera saben que son seres humanos, conviene que se les den normas
de una conducta social que no puede ser sino la europea.”170
Pero este proceso “civilizatorio” se llevó a cabo de manera violenta. Como
en el caso de Tiro y Sidón, o de los filisteos, en relación con Judá y Jerusalén, la
ambición material los llevó al empleo de la fuerza para el logro de sus fines
egoístas. En América Latina, existió una relación de causalidad evidente entre la
búsqueda de oro por parte de los europeos y la muerte de los indígenas. Todo otro
propósito, incluso el anuncio del evangelio, quedó supeditado a la satisfacción de
la codicia metálica. Ante el apetito por el oro, poco o nada valía la vida de seres
considerados como inferiores. Según una carta de frailes franciscanos y domini-
cos (entre ellos Pedro de Córdoba y Antonio de Montesinos) dirigida al Gran
Chambelán del rey Carlos I: “Las causas que al principio hubo, V.M.I.S., para
matar tanta numerosidad de gentes, fueron éstas: la una creer todos los que acá
pasaron, que por ser estas gentes sin fe, podían indiferentemente matarlos, cauti-
varlos, tomarles sus tierras, posesiones y señoríos e cosas, y de ello ninguna con-
ciencia se hacía. Otra, ser ellos gentes tan mansas y pacíficas y sin armas. Con
éstas se juntó ser los que pasaron o la mayor parte de ellos el escoria de España,
gente codiciosa y robadora.”171
Esa “gente codiciosa y robadora,” como los fenicios y filisteos de otros
días, creó una situación de destrucción.172 Esta destrucción significó la muerte
temprana e injusta de los indígenas. Pero también implicó el aniquilamiento de
las culturas autóctonas y la devastación del mundo natural.

170
Gutiérrez, Dios o el oro en las Indias, 101.
171
Citada en Colección de documentos inéditos, relativos al descubrimiento, conquista y
organización de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía, ed. por Luis Torres
de Mendoza (Madrid: Imprenta de Frías y Cía., 1867), 7:401.
172
Ver Las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias.
El juicio sobre las naciones (3.1-15) – 181

Segundo, unida a la violencia mortal estuvo el saqueo de las riquezas y


bienes de los indígenas. Las palabras de Joel en v. 5 parecen dichas por un indí-
gena latinoamericano: “se robaron mi oro y mi plata, y se llevaron a sus templos
mis valiosos tesoros.” Según Las Casas, la muerte de alrededor de cien mil indí-
genas en Cuba fue causada por “el trabajo que les hicieron pasar por la codicia
del oro.”173 El texto lascasiano concluye diciendo que hay “doce causas que han
causado esta destrucción desde el principio, las cuales se reducen a dos: la prime-
ra, el trabajo demasiado que a los indios se han dado por la mucha codicia de los
que de España iban; la segunda tratarlos mal, no teniendo cuidado de los dar de
comer ni vestir, como había menester, según el trabajo pasaban.”174 De este mo-
do, oro y muerte, codicia y saqueo resultaron elementos correlativos en el proceso
de la conquista y colonización de América Latina. Lo increíble es que una cierta
medida de ese oro y plata todavía se conserva en los altares de templos cristianos
coloniales, con lo cual el clamor de Joel sigue resonando como un eco: “se lleva-
ron a sus templos mis valiosos tesoros.”
Varias décadas más tarde, Guamán Poma de Ayala escribirá: “Aún hasta
ahora dura aquel deseo de oro y plata y se matan los españoles y desuellan a los
pobres de los indios. Y por el oro y plata quedan ya despoblado parte de este
reino los pueblos de los pobres indios por oro y plata.” Ni siquiera los sacerdotes
escaparon a esta fiebre de oro y saqueo: “Con la codicia se embarcaron muy mu-
chos sacerdotes y españoles y señoras, mercaderes para el Pirú. Todo fue Pirú,
Indias y más Indias, oro y plata, oro y plata en el Pirú.” El reproche de Guamán
no se hace esperar: “Con la codicia del oro y plata se van al infierno.”175 Joel
diría: “Si es así, yo haré que muy pronto recaiga sobre ustedes su propia vengan-
za” (3.4c).
Tercero, la esclavización de los indígenas agravó su pesar. Joel denuncia
con dolor: “a los griegos les vendieron el pueblo de Jerusalén y de Judá, para
alejarlos de su tierra” (v. 6a). Las Casas ve un cuadro similar en la realidad de sus
días. En su Historia de las Indias expresa su convicción de “ser injusto y tiránico
todo cuando acerca de los indios en estas Indias se cometía.” Las Casas compren-
dió también que someter a los negros a la esclavitud era una profunda y escanda-
losa injusticia.176 Por eso rechazó con indignación la forma en que los portugue-
ses hacían esclavos entre los pueblos negros de África, con incursiones fuera de
todo derecho y moral. Para él era tan injusto el cautiverio de los negros como el
de los indios.

173
Ver Ibid., V, 3a.
174
Ibid., V, 5b.
175
Felipe Guamán Poma de Ayala, Nueva crónica y buen gobierno (Caracas: Biblioteca Aya-
cucho, 1980), 2:372, 374 y 391.
176
Es cierto que en su primer escrito en 1516, Las Casas, como todos sus contemporáneos,
aceptó la esclavitud de los africanos, e incluso la sugirió como una manera de mejorar la con-
dición de los indios en las Antillas. Pero también es cierto que dejó claros testimonios de su
arrepentimiento por el desafortunado consejo.
182 – Desastre y esperanza: Joel

La institución creada para llevar a cabo el proceso de esclavización fue la


encomienda, legalizada ya para 1503. El régimen de la encomienda estaba ínti-
mamente ligado a la evangelización y catequización de los indígenas, con lo cual
su crueldad adquiría un grado superlativo. Los indígenas debían pagar con su
libertad y servidumbre el privilegio de que se les predicase el evangelio. Cristóbal
Colón fue el primero en disponer de los indígenas como esclavos, ya que en su
segundo viaje envió a algunos para la venta a España, e inició el régimen de los
repartimientos y explotación de los indígenas.177 De este modo, indígenas enco-
mendados, mitayos y yanaconas sirvieron al poder civil, a la Iglesia y a los pro-
pietarios de socavones, ingenios mineros, obrajes textiles, en una relación de
dependencia personal que se pareció mucho al clásico contrato de fidelidad y de
trabajo característico del feudalismo medieval.
Finalmente, como en el caso que denuncia Joel, en América Latina tam-
bién hubo destierro. El profeta habla del alejamiento de los judíos de su tierra
(3.6b). En la casi totalidad del territorio colonial, la propiedad de la tierra y las
encomiendas fueron hechos íntimamente asociados. Los conquistadores ocuparon
las tierras más aptas de los indígenas y los sometieron, ya fuese por necesidad o
por el simple recurso del terror. El despojo de las tierras de los indígenas y su
destierro a otras tierras o “reservas indígenas” fue tan profundo y sistemático, que
todavía perdura en algunos rincones del continente en el siglo XXI.
A lo largo de los penosos años de la conquista y la colonización, cientos
de miles de indígenas fueron “reubicados” respondiendo a fines misioneros, a su
uso como mano de obra barata en las explotaciones mineras o las plantaciones, o
a la codicia insaciable de sus conquistadores. En el primer caso, son bien conoci-
das las famosas reducciones jesuitas de Brasil, Paraguay y Argentina, en las que
alrededor de ciento veinte mil guaraníes fueron “reducidos” a una vida sedentaria.
Las “misiones” franciscanas y dominicas no fueron menos efectivas en desarrai-
gar a vastos sectores de la población nativa. Además, todo el período colonial se
caracterizó por la imposición de sistemas de trabajo compulsivo sobre los indíge-
nas. En tal sentido, se destaca la unidad intrínseca de los métodos productivos de
este período, que fueron desde la esclavitud indígena de los primeros momentos a
la servidumbre y el peonaje obligatorio impuestos al mestizo y al indígena asala-
riado del siglo XVIII. La necesidad de preservar al indígena—principal fuente de
mano de obra y de tributos—, y no razones humanitarias, habría sido la motiva-
ción inspiradora de tal evolución, y de las disposiciones que, como las Leyes
Nuevas de 1542, prohibían el servicio personal. Pero la realidad de lo que ocurría
en todos los rincones de los dominios españoles manifestaba un claro contraste
con la legislación.
El Dios liberador, que es Señor de la historia, no será burlado, porque “ca-
da uno cosecha lo que siembra” (Gá. 6.7). Dios no va a dejar impunes a quienes
han ido contra él al explotar a los pobres y más débiles. O para usar el lenguaje de
Joel: “¡Muy pronto les daré su merecido!” (3.4, VP).

177
Silvio Zavala, La encomienda indiana (Madrid: Centro de Estudios Históricos, 1935), 1-4.
El juicio sobre las naciones (3.1-15) – 183

TERCER ORÁCULO (3.9-15)

Este es el oráculo más largo de todos y también está dirigido contra las na-
ciones opresoras, pero es de carácter más general. Está dividido en dos partes,
como se ve por el uso de los verbos en modo imperativo en 3.9-13 y las formas
verbales en tiempo imperfecto que dominan el pasaje de 3.14-18. “Esta división
indica las dos direcciones en las que se mueve el oráculo: la primera es una con-
vocatoria a las naciones a reunirse para el juicio; la segunda es la afirmación a
Judá de que Yahweh será un refugio, que la crisis presente se tornará en un futuro
nuevo.”178

Exégesis y exposición del pasaje

Este oráculo, como se indicó, es general, como el de 3.1-3. En el v. 9, los


imperativos (“proclamen” y “prepárense”) están dirigidos a la segunda persona
plural, mientras que los imperfectos (“movilicen” y “alístense”) están dirigidos a
la tercera persona plural. Se percibe un alto grado de ironía y cierto triunfalismo
en la convocación a las naciones. Se desafía a los invasores a venir al campo de
batalla y vencer. En v. 11, la expresión “dense prisa” es de traducción difícil, al
igual que la palabra “reúnanse.” La idea es que deben apurarse y reunirse para
plantear combate. Hay una nota de urgencia en todo el texto. La fuerza del desaf-
ío se ve en la invitación a transformar los instrumentos de labranza en armas de
guerra (v. 10), lo cual invierte el sentido de la profecía clásica (Is. 2.4; Mi. 4.3).
El invasor es desafiado a hacer lo que hizo siempre: aprovecharse violentamente
de la debilidad de Judá seguro de su fuerza. Aun el soldado enemigo más débil es
animado a participar en la confrontación contra Yahweh. Pero todos se van a
llevar una sorpresa, porque el Dios de los oprimidos los va a someter a juicio y va
a hacer justicia a favor de su pueblo. La expresión “‘¡Haz bajar, Señor, a tus va-
lientes!” es confusa, porque no está claro si se refiere a los soldados de Dios o a
los soldados del enemigo a quienes se está convocando. Quizás es necesario re-
construir el texto y traducirlo más o menos así: “Yahweh amedrentará a tus va-
lientes” (Abd. 9; Jer. 49.37), lo cual es más coherente con el contexto y lo que
sigue en el v. 12.
En el v. 12, Yahweh reitera la convocación del v. 9 y llama a las naciones
a subir al valle de Josafat (v. 2). La razón (nótese la cláusula heb. ki, “porque”) es
que allí está el tribunal de Dios. En el v. 13 Joel utiliza tres imperativos ligados a
cláusulas de propósito para mostrar cómo Dios, en su juicio, dará vuelta las cosas.
La carestía de los tiempos de opresión se tornará en abundancia para el pueblo de
Judá, y este hecho mismo significará un acto de juicio contra las naciones que lo
oprimieron. Nótese que lo que está detrás del juicio no es el pecado de Judá sino
“la maldad” de las naciones, que ha desbordado la paciencia divina.
El juicio es inexorable e inevitable. En la visión de Joel, muchos pueblos
(“multitud tras multitud”) se apiñan en el “valle de la Decisión.” La expresión

178
Ogden, A Promise of Hope, 45.
184 – Desastre y esperanza: Joel

puede significar el trillo guarnecido de púas que sirve para desgranar el trigo (Is.
28.27; 41.15; Am. 1.3), en cuyo caso habría que traducirla como “valle del tri-
llo.”179 Pero la misma palabra significa también el veredicto, la decisión que zanja
una cuestión. La referencia probable es a la decisión final de juicio y a la senten-
cia por parte del juez. Esto ocurrirá en “el día del Señor,” el momento en que su
juicio caiga sobre los enemigos reunidos. Para destacar lo impresionante de ese
día, Joel repite la imagen de una conmoción cósmica que combina oscuridad y
resplandor. En el v. 15 el día del Señor es descrito con las mismas palabras de
2.10, pero su significación es distinta. En el primer caso, la idea es que ese día es
de juicio para Judá a través de la invasión extranjera. En el segundo caso, el juicio
cae sobre los invasores, mientras que el pueblo de Dios es bendecido (vv. 16-17).

EJERCICIO 27

Herramientas agrícolas en el antiguo Israel.

Colocar el pasaje bíblico que corresponde:

1. Arados: ____________________________________________________________
2. Azadones: _________________________________________________________
3. Horquetas: _________________________________________________________
4. Hoces: ____________________________________________________________
5. Trillos: _____________________________________________________________
6. Sierras: ____________________________________________________________
7. Hachas: ___________________________________________________________
8. Bieldo y horquilla: ____________________________________________________
9. Rastrillo: ___________________________________________________________
10. Vara: _____________________________________________________________

Pasajes: Deuteronomio 23.25; 1 Samuel 13.21; 2 Samuel 12.31; Salmos 74.5, 6; Isaías
2.4; Isaías 7.25; Isaías 28.27a; Isaías 28.27b; Isaías 30.24; Amós 1.3.

Aplicación del pasaje: La espada y el azadón (3.9-15)

Existe en América Latina una aspiración que hasta el presente no ha en-


contrado cumplimiento. Se trata de aquella vieja palabra profética que anuncia
esperanzada la conversión de las “espadas en arados” y las “lanzas en hoces” (Is.
2.4; ver Mi. 4.3). Miles de hombres, mujeres y niños siguen soñando con el día en
que el ruido de metales signifique para ellos un mensaje de vida y no de muerte.
En la imaginación de miles de seres humanos esta palabra profética traduce un
anhelo largamente acariciado y pocas veces alcanzado.

179
BJ, nota al pie.
El juicio sobre las naciones (3.1-15) – 185

Joel invierte las mejores expectativas de la esperanza con el imperativo


divino: “Forjen espadas con los azadones y hagan lanzas con las hoces.” Ambos
términos—”espadas” y “azadones”—no sólo representan instrumentos diferentes,
sino vocaciones distintas. La espada es un objeto cuyo significado propio, a partir
de la especificidad de su uso, es la de estar al servicio de la muerte. Por el contra-
rio, el azadón tiene como tarea propia la de abrir la tierra para que se implante en
ella la semilla, que es germen de vida. Es imposible confundir la una con el otro.
La primera es un arma; el segundo es una herramienta. Los dos son instrumentos
del ser humano para el bien o para el mal; para generar hambre y desesperación, o
suplir alimentos y despertar esperanzas.
La palabra profética positiva que encontramos en Isaías y en Miqueas (y
que contrasta con la palabra profética negativa de Joel) coincide con el deseo más
profundo de un continente que, por muchos siglos, ha sufrido el costo penoso de
cientos de miles de vidas segadas por la acción descontrolada de espadas de toda
forma y diseño. Sacadas de las vainas de donde nunca debían haber salido, sus
filos mortales han sembrado tragedia en todas las geografías latinoamericanas y
han regado de sangre sus suelos. Mientras la muerte se enseñoreaba de América
Latina, los campos quedaban abandonados e infecundos por no haber suficientes
azadones que les injertaran vida. De allí que la promesa divina de esta especie de
“metamorfosis metálica,” en la que el hierro que mata se transforma en un hierro
que produce, es alentadora. Es más, el proceso sobrenatural por el cual Dios torna
en instrumentos de labranza las herramientas de la muerte es maravillosamente
esperanzador.
Sin embargo, es aquí donde se plantea una contradicción. Y es el profeta
Joel quien parece ir de contramano con la esperanza, cuando exclama: “Procla-
mad guerra,... vengan todos los hombres de guerra. Forjad espadas de vuestros
azadones, lanzas de vuestras hoces” (3.9, 10, RVR). Nos preguntamos: ¿cuál es la
palabra de Dios para nosotros hoy? ¿Será la que nos viene a través de Isaías y
Miqueas, o la que pronuncia Joel? ¿Cuál es la porción bíblica que debemos obe-
decer: Isaías 2.4 o Joel 3.10?
Para cristianos que viven en un continente que desde antes de 1492 ha vi-
vido en constante guerra y violencia, este dilema no es una mera cuestión de
curiosidad. Cada versículo parece representar posturas ideológicas y teológicas
totalmente opuestas, tan encontradas como las que todavía prevalecen en América
Latina. Siguiendo un texto habrá cristianos que abogarán por una actitud pacifis-
ta, que repudie el recurso de la fuerza y la violencia como metodología para la
construcción de una sociedad más justa. Siguiendo el otro texto habrá cristianos
que encontrarán una justificación bíblica y teológica para el uso de la violencia
armada a fin de lograr metas políticas, sociales y económicas. Sin embargo, ¿qué
es lo que la Biblia enseña sobre el particular?
Algunos pensarán que éste es uno de los varios casos en que encontramos
contradicciones en la Biblia, negando así su autoridad. Otros tomarán el asunto
como un ejemplo del peligro de fundamentar doctrinas o patrones de conducta en
versículos aislados. Aun otros argumentarán que, en este caso como en otros, lo
que diga la Biblia siempre será relativo o ambiguo, pues según Isaías es necesario
186 – Desastre y esperanza: Joel

conseguir la paz mediante el pacifismo y el desarme, mientras que Joel parece


abogar por una política beligerante y armamentista. Por otro lado, la opción entre
la espada y el azadón es algo que en buena medida parece depender también de
circunstancias históricas, que se encuentran fuera del texto bíblico, pero forman
parte del contexto histórico en que nos desenvolvemos. Esto complica más las
cosas, pues no es fácil llegar a respuestas simples, que sean válidas para todos los
cristianos en todo lugar y en todo tiempo. En consecuencia, cada creyente deberá
hacer su propia opción conforme a los dictados de su conciencia, al tiempo que
deberá ser capaz de respetar las decisiones que otros tomen.
De todos modos, creo que el contraste entre Joel 3.9, 10 e Isaías 2.4 puede
resolverse, o por lo menos clarificarse si nos planteamos dos cuestiones. Por un
lado, es necesario prestar atención al contexto en que aparecen estos versículos.
Una detenida y cuidadosa consideración del contexto de Joel 3.9, 10 mostrará que
no hay contradicción con Isaías 2.4, sino más bien complementación. Por el otro
lado, es necesario interpretar la palabra de Joel de manera adecuada. Al igual que
Isaías, Joel anuncia el fin del militarismo, la liquidación del armamentismo y, en
definitiva, el juicio divino sobre la violencia armada.
El contexto de Joel 3.9-15 indica con claridad que el profeta proclama el
juicio del Señor sobre las naciones. En razón de que las naciones del mundo han
oprimido tan cruelmente a Israel, que es el pueblo de Dios (ver 3.1-3), van a ser
despertadas, alistadas y reunidas frente al estrado de su Juez (v. 12), que no es
otro que el Señor. Con gran sarcasmo, el profeta describe esta reunión de nacio-
nes para juicio en términos de una movilización general para la guerra (v. 9).
Inmediatamente, la descripción de la maquinaria bélica se torna irónica al poner
al revés el pasaje de Isaías (v. 10).
Sin embargo, cabe preguntarse en este punto, ¿cuál es el propósito de todo
esto? ¿Cuál es el fin que puede esperarse de acometer esta refundición de azado-
nes en espadas y de hoces en lanzas? ¿Es, acaso, para llevar a cabo una gran bata-
lla y obtener una aplastante victoria? Tal convocación de valientes, héroes, hom-
bres de guerra y fuertes (v. 11), ¿es para celebrar un gran desfile en honor del
imperio de las armas?
La respuesta de Dios es inmediata y refleja el alto grado de ironía del autor
que la registra: “...allí me sentaré para juzgar a los pueblos vecinos” (v. 12b). Esto
nos enseña con claridad que toda carrera armamentista, ya sea mediante el uso de
los recursos materiales que deberían estar destinados a la promoción de la paz, la
justicia y la prosperidad (“azadones” y “hoces”) es vana. La absorción de los
recursos humanos (“soldados,” “hombres de guerra” y “valientes”), sacándolos de
la esfera de la producción de vida para transformarlos en soldados o agentes de la
muerte, es inútil. De este modo, Joel no está abogando por la violencia de las
armas ni por la necesidad de transformar a los agentes productivos y/o los medios
de producción en instrumentos de guerra, como tampoco está por la militarización
de la sociedad y de la economía. Por el contrario, su lenguaje irónico conlleva el
mismo significado que el discurso más directo y evidente de Isaías: Dios detesta
las armas.
El juicio sobre las naciones (3.1-15) – 187

Joel no está en contradicción con Isaías. Según él, el armamentismo es una


carrera que termina siempre bajo el juicio de Dios y no puede merecer otra cosa
que condenación. La frase “forjen espadas con los azadones” es una burla mordaz
a las potencias militares del mundo y a los vendedores de armas, que piensan que
por poseer más armas y cada vez de mayor sofisticación podrán alcanzar un poder
superior al que rige al pueblo de Dios. El Señor desafía, a través de su profeta, a
todos los secuaces de las armas a que se reúnan con sus instrumentos de terror y
muerte, para ver si son capaces de hacer frente al poder manifiesto de su justicia.
Para un pueblo que ha sido víctima del militarismo durante siglos, esta pa-
labra profética tiene un mensaje esperanzador. La opresión de las armas no que-
dará impune. Dios es el Juez y ya está sentado en su trono de justicia para poner
fin al reino del terror. Viene un tiempo (v. 14b), y ya se está haciendo realidad un
reino, en los que no se oyen los disparos de las armas de fuego ni el trepidar de
los explosivos. Las aves no ven interrumpido su canto por la cadencia metálica de
la metralla ni la tierra sufre el peso mortal de los tanques de guerra. Una nueva
canción de gozo se oye en lugar de las órdenes militares y los gritos desesperados
de los heridos, torturados y moribundos. La tierra se abre generosa al metal del
azadón que la rotura y los seres humanos se inclinan sobre ella sin temor a que su
espalda sea atravesada por el metal de la espada. Todo se ve distinto en este reino
de justicia y paz, donde la abundancia de pan y de alegría resulta de la presencia
majestuosa y permanente de su Rey.






Joel deja bien en claro que en medio del drama del conflicto y combate fi-
nal entre Dios y las naciones enemigas, el pueblo del Señor puede estar confiado
porque él está en medio de ellos. Como para que no haya dudas en cuanto a tal
presencia, la metáfora que utiliza el profeta tiene un volumen superlativo: “Rugirá
el Señor desde Sion, tronará su voz desde Jerusalén, y la tierra y el cielo tem-
blarán” (v. 16). Las afirmaciones que resultan de esta realidad de la presencia de
Dios en medio de su pueblo, destacan quién es el Señor en relación con el mismo.
Por un lado, él es “un refugio para su pueblo.” La idea de Dios como refu-
gio es frecuente en el Antiguo Testamento. La palabra heb. que se usa aquí es
mahaseh (lugar de refugio). El vocablo aplicado a Yahweh es una de las muchas
expresiones parecidas que lo describen como el protector de su pueblo (“roca,”
“fuerza” (Sal. 18.1, 2). Este concepto aparece con frecuencia en los Salmos y en
otra literatura de carácter salmódico en el Antiguo Testamento (Dt. 32.3, 4; Jer.
16.19; 17.12-18; Nah. 1.2-8). La persona piadosa encuentra refugio bajo las
alas del Señor (Rut 2.12; Sal. 17.7-9; 36.7; 57.1; 61.4; 63.7), mientras que el
creyente tiene en Dios mismo su refugio (Sal. 2.12; 5.11; 16.1; Pr. 30.5; Is. 57.13;
Nah. 1.7).
Por otro lado, él es “una fortaleza para los israelitas.” La palabra heb. que
se usa aquí es ma ots (fortaleza, plaza fuerte, ciudadela, fuerte). La idea se re-
monta al lenguaje de la guerra, y hace referencia a una “altura segura” y a “una
roca fuerte,” expresiones que describen los recursos de protección natural y artifi-
cial que proveía el paisaje rocoso de las regiones montañosas de Canaán (Jue. 6.2;
1 S. 13.6; Is. 2.19). Se trataba de lugares fortificados, generalmente ubicados
sobre una colina estratégicamente localizada, lo que permitía una mejor defensa y
protección. Aplicado a Dios, el término es muy rico en su significado (Sal. 59.9,
190 – Desastre y esperanza: Joel

16, 17; 62.2; 94.22). En este caso, la fortaleza es símbolo de Dios como protec-
ción y refugio para su pueblo.
Además, él es conocido por lo que hace por su pueblo. Joel insiste en que
las acciones liberadoras de Yahweh a favor de su pueblo demuestran palmaria-
mente que él es “el Señor su Dios” (v. 17). El carácter de Dios y quién es él es
algo que se conoce por sus acciones liberadoras; no son el resultado del hallazgo
fortuito ni de la especulación racionalista en un gabinete teológico. La manifesta-
ción del Señor (v. 16) y la presencia del Señor (v. 17) se tornan evidentes con
sólo observar el testimonio de sus acciones liberadoras a favor de su pueblo Juda.

LA MANIFESTACIÓN DEL SEÑOR (3.16)

Como indicamos, Dios da a conocer quién es él —su naturaleza y carác-


ter— a través de sus acciones, especialmente en lo que él hace a favor de su pue-
blo. La convicción firme y profunda de Joel es que las acciones de Yahweh ex-
presan su ser y persona, y que es a través de ellas que él se da a conocer. El Deu-
tero-Isaías es quien mejor expresa este concepto, que también encontramos en
Ezequiel (Ez. 23.49; 24.27; 25.7, 11, 17). Esto nos permite suponer que hacia
fines del exilio o comienzos del período post-exílico, los profetas comenzaron a
poner un énfasis especial sobre esta interpretación de las acciones divinas como
manifestaciones poderosas del Señor mismo.

Exégesis y exposición del pasaje

Joel presenta a Yahweh como rugiendo “desde Sion” (Am. 1.2; Os.
11.10). La intervención liberadora de Dios se hace ahora audible. La manifesta-
ción de su poder y de su presencia en medio de su pueblo es bien evidente para
todos. Nótese que el “rugido” de Dios no viene de cualquier lugar sino de “Sion.”
El nombre Sion está cargado de significado. Se menciona por primera vez en el
relato de la conquista de Jerusalén por parte de David (2 S. 5.6-10; 1 Cr. 11.4-9).
El nombre fue utilizado por los escritores bíblicos de diferentes maneras. Muchos
salmistas lo utilizan para referirse al templo construido por Salomón (Sal. 2.6;
48.2; 84.7; 132.13). En otros casos, se refiere a toda la nación (Is. 1.27) y a la
capital de Judá (Am. 6.1). El uso más común es para referirse a la ciudad de Dios
en la nueva era (Is. 1.27; 28.16; 33.5) y a la Jerusalén celestial (Is. 60.14; He.
12.22; Ap. 14.1), el lugar donde el Mesías aparecerá al final de los tiempos. Aquí
probablemente el vocablo designa a la ciudad de Jerusalén y particularmente al
templo, donde mora el Señor.
La imagen de un león rugiente sugiere tanto el temor que el Señor inspira
como Juez, como la seguridad que él brinda como Protector de los suyos. La voz
que espanta al universo es la misma que alienta la esperanza del pueblo. Aunque
todo el universo se sacuda bajo el juicio cósmico, el pueblo de Dios puede estar
confiado en su Señor. En medio del pánico universal, el pueblo será liberado
porque Dios es “un refugio para su pueblo,” él es su “amparo y fortaleza” (Sal.
46.1). En varios Salmos de lamentación (Sal. 31.2, 4; 43.2; 61.3) aparece la mis-
La liberación de Judá (3.16, 17) – 191

ma idea de Dios como refugio contra los enemigos. El paralelismo de la poesía


hebrea enfatiza la idea al repetir la frase “una fortaleza para los israelitas.” Joel
promete que en medio de la crisis que está viviendo el pueblo, Dios estará con
ellos y será su defensor y protector. Esto significa que, por un lado, él está allí
sufriendo con ellos y, por el otro, él es su protector en medio del peligro que
acecha.
Sion, la iglesia del Señor, está rodeada de enemigos destructores, pero
descansa confiada cuando su voz truena desde Jerusalén. El profeta no menciona
cuál será el castigo final de los enemigos de Dios y de su pueblo. Probablemente
su destino será el que anticipa Isaías: “sólo verán aflicción, tinieblas y espantosa
penumbra; ¡serán arrojados a una oscuridad total!” (Is. 8.22). En dramático con-
traste con ellos, el mismo Dios que ruge y truena su condena sobre los enemigos
extranjeros es el Dios que es un refugio y una fortaleza para su pueblo (Sal. 14.6;
Is. 25.4), un baluarte o una torre para los creyentes (Pr. 14.26; 18.10).

EJERCICIO 28

El rugido del León.

Colocar el pasaje bíblico que corresponde:

1. El rugido del ángel que bajaba del cielo envuelto en una nube: ________________
2. El León de la tribu de Judá ya ha vencido: ________________________________
3. El Señor será como un león para Efraín y Judá: ____________________________
4. Cuando el Señor omnipotente habla es como cuando ruge el león: _____________
5. El Señor será para Israel como un león: __________________________________
6. El Señor acecha como león: ___________________________________________
7. El Señor ruge como león desde Sion: ____________________________________
8. El Señor ruge desde lo alto contra su rebaño: ______________________________
9. El Señor ruge como león y sus hijos vienen temblando: ______________________
10. El Señor ruge como león que gruñe sobre la presa: _________________________

Pasajes: Isaías 31.4; Jeremías 25.30; Lamentaciones 3.10; Oseas 5.14; Oseas 11.10;
Oseas 13.7, 8; Amós 1.2; Amós 3.8; Apocalipsis 5.5; Apocalipsis 10.1-3.

Aplicación del pasaje: El Dios que libera (3.16)

El “día del Señor” es un día de juicio para los opresores y de liberación


para los oprimidos. Unos y otros son convocados ante el trono de la justicia divi-
na. Para los enemigos del pueblo (que son los enemigos de Dios) ése es un día de
condenación y derrota. Para el pueblo de Dios es un día de victoria y bendición.
La justicia de Dios es la que obra esta reivindicación. Es Dios mismo, y no un
192 – Desastre y esperanza: Joel

programa o estrategia humana, quien restituye al pueblo su dignidad perdida.


Dios no se olvida de su pueblo ni es sordo al clamor de los débiles.
Pero la Palabra de Dios (el “rugido” del Señor) no sólo hace temblar los
cielos y la tierra, sino también a su propio pueblo. Su palabra de juicio, que con-
dena a las naciones enemigas, es también una palabra de juicio hacia el interior de
la comunidad de fe. La irrupción de su Espíritu Santo es la que hace que toda
opresión quede superada y se inaugure una era de prosperidad y paz. Esta misma
presencia santa es la que produce santidad en el pueblo y le garantiza la protec-
ción divina. El verdadero protagonista de este proceso liberador no es el pueblo,
sino Dios. Él es el sujeto de la liberación, quien de este modo se da a conocer en
su carácter y persona. Cabe, entonces, preguntarse: ¿Quién es este Dios que libe-
ra?

Él es el que da refugio a su pueblo. La visión del Señor rugiendo desde


Sion sugiere que él es al mismo tiempo un Juez implacable y el protector de quie-
nes padecen necesidad. Según Joel, Dios estará con su pueblo en medio de la
crisis y será su defensor. Él no se desentiende del dolor de los que sufren. Él está
en medio de su pueblo y sufre con ellos, al tiempo que los defiende y protege de
sus opresores. Gustavo Gutiérrez nos ayuda a entender este importante concepto,
cuando nos dice: “Dios es visto como el pariente próximo, protector y vengador
de su pueblo, en particular de los pobres de la nación judía. El pueblo con quien
Yahweh establece su pacto se convierte a través de éste en su familia, por eso
cuando es ofendido, Yahweh toma su defensa.... Dios no sólo se revela como
pariente, como protector nacional de Israel; sino que además, y sobre todo, se
declara defensor, go’el, de los pobres al interior de la propia nación judía.”180 Él
es el padre de los huérfanos y el defensor de las viudas; él es quien da refugio a
los desamparados y prisioneros (Sal. 68.5, 6).
Martín Lutero destacó la verdad de Dios como el refugio de su pueblo, en
aquellas inmortales palabras del himno por excelencia de la Reforma:

Castillo fuerte es nuestro Dios,


Defensa y buen escudo.
Con su poder nos librará
En todo trance agudo.
Con saña y con afán
Acósanos Satán:
Por armas deja ver
astucia y gran poder;
Cual él no hay en la tierra.181

180
Gutiérrez, El Dios de la vida, 60-62.
181
Basado en el Salmo 46, letra y música “Ein feste Burg,” por Martín Lutero, 1529, trad. al
castellano por J. B. Cabrera.
La liberación de Judá (3.16, 17) – 193

El es el que actúa a favor de su pueblo. Dios es conocido por sus accio-


nes liberadoras. Estas acciones (juicio a los opresores y protección a los suyos)
ponen de manifiesto que él es quien está en control de la historia. El Dios que
libera es el Señor. Su señorío se hace evidente en su acción liberadora en favor de
su pueblo (Sal. 83.13-18). El es el “Señor de los ejércitos,” el Todopoderoso que
interviene una y otra vez para liberar al pueblo de Israel de la opresión extranjera,
como, por ejemplo, cuando Yahweh los rescata del cautiverio babilónico (Is.
43.14). El Dios de Judá es también el que hace de la justicia y el juicio los fun-
damentos de su reino divino (Sal. 89.15). Es por esto mismo que él defiende a los
suyos y hace justicia en favor de ellos. Muchos pasajes en la Biblia mencionan
este tipo de intervención divina en la historia de Judá, entre ellos, Joel.
En Jesucristo, Dios ha intervenido en la historia humana para traer libera-
ción a los oprimidos por el pecado y la injusticia. El advenimiento del Mesías
significó que el reino de Dios, reino de vida y paz, comenzaba a hacerse efectivo
y le daba sentido a la historia humana. En Jesucristo, Dios puso de manifiesto su
vocación por los más débiles y su determinación de actuar en favor de ellos. Des-
pués de haber citado a Isaías 61.1, 2 frente al estupefacto auditorio de la sinagoga
de Nazaret, Jesús declaró con fuerza: “Hoy se cumple esta Escritura en presencia
de ustedes” (Lc. 4.21). La palabra “hoy” es clave en la teología de Lucas (ver
2.11; 3.22; 5.26), y significa que lo anunciado por el profeta encontró cumpli-
miento en Jesús. Dios estaba actuando en Jesucristo para la liberación de su pue-
blo. Pero el “hoy” lucano se actualiza por la obra del Espíritu Santo (“el Otro
Jesús”) en la Iglesia. A través del Espíritu, Dios sigue obrando en favor de su
pueblo, haciendo efectiva la realidad y poder de su reino, y acompañando a los
suyos hacia el cumplimiento de sus eternos designios (Ef. 1.3-14).

LA PRESENCIA DEL SEÑOR (3.17)

Las manifestaciones de la protección divina sobre su pueblo ponen en evi-


dencia que él mora en medio de ellos, que él habita “en Sion,” su “monte santo.”
De esta manera, la iglesia, la comunión de los creyentes en el Salvador y Señor
Jesucristo, es de veras la esposa del Cordero (Ap. 21.2, 9), inmaculadamente
santa (Jer. 31.40; Ap. 7.9, 14, 15; 21.2, 3). Lo que hace santa a Jerusalén, aquello
que santifica a la iglesia y la torna invulnerable a cualquier invasión del enemigo
es el hecho de que en ella habita el Señor por su Espíritu Santo. La presencia del
Señor en la iglesia es la garantía de su santidad.

Exégesis y exposición del pasaje

La acción de Dios como Juez de las naciones y Protector de Judá demues-


tra que él es el Señor. En consecuencia, Judá debe conocerlo y obedecerlo como
tal (v. 17). Las acciones liberadoras de Dios son expresión de su ser y persona, de
194 – Desastre y esperanza: Joel

modo que a través de ellas él se da a conocer. Este concepto de Dios es típico del
período post-exílico (Ez. 12.15, 16, 20; 13.14; 23.49; 24.27; 25.7, 11, 17).182
Es evidente el paralelo entre 3.17 y 2.27. En ambos casos, la manifesta-
ción de Dios es seguida por la afirmación de su presencia y protección, y por la
demanda de santidad en Jerusalén que es garantizada por Dios mismo, quien no
permitirá la contaminación por invasores extranjeros. Las naciones enemigas
escarnecieron a Judá con la pregunta: “¿Dónde está su Dios?” (2.17). Ahora viene
la respuesta: Dios está en Sion. Esta respuesta encaja con la tradición del pacto
davídico que Joel subscribe. La presencia de Yahweh es santificadora (v. 17b).
En consecuencia, Jerusalén debe ser “santa,” es decir, apartada para una función
especial, como es la de ser morada de un Dios santo. Es su presencia y santidad
las que santifican a la ciudad y sus habitantes. Los extranjeros (heb. zarim, señala
a los que han cometido los crímenes descritos a lo largo del libro) ya no van a
cruzar sus murallas. Con ello, se asegura a los angustiados habitantes de Jerusalén
que Dios ha oído su clamor y que ahora pueden estar confiados en que nunca más
tropas enemigas entrarán a la ciudad para saquearla (Abd. 11; Ez. 7.21; 11.9).
Nótese que esta nueva situación “no es presentada por el texto como el producto
de la llegada de un nuevo eón, o de nuevas coordenadas propias de un tiempo
escatológico.”183 En el v. 17 el autor da suficientes precisiones geográficas como
para contrapesar lo escatológico con elementos de la realidad histórica. Esto in-
hibe todo riesgo de una comprensión espiritualizante de la acción de Dios, en la
que la justicia divina quede desvinculada de las injusticias históricas.
La seguridad en cuanto al futuro glorioso de Sion caracteriza el final del
libro de Joel, así como la angustia por la suerte de Sion marca el comienzo de su
mensaje. Para un pueblo que había recibido su tierra de parte de Dios y que la
había perdido en manos del enemigo, la afirmación de la presencia divina en
Jerusalén era la buena noticia más extraordinaria que pudiera predicársele.

182
Walther T. Zimmerli, Ezekiel 1, en Hermeneia (Filadelfia: Fortress Press, 1979), 36-40.
183
Andiñach, “Imaginar caminos de liberación,” 159.
La liberación de Judá (3.16, 17) – 195

EJERCICIO 29

La presencia del Señor.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Prometida en el peregrinaje de la vida (protección): _________________________


2. Prometida a su pueblo (él camina entre su pueblo): _________________________
3. Prometida a los israelitas: _____________________________________________
4. Prometida a Jacob: __________________________________________________
5. Prometida a Moisés: __________________________________________________
6. Prometida a los creyentes siempre, hasta el fin del mundo: ___________________
7. Prometida en las batallas de la vida: _____________________________________
8. Prometida en las pruebas de la vida: _____________________________________
9. Prometida al pueblo del Señor (la hija de Sion): ____________________________
10. Prometida a los creyentes reunidos en su nombre: _________________________

Pasajes: Génesis 28.15; Génesis 31.3; Éxodo 3.12; Éxodo 29.45; Levítico 26.12; Deu-
teronomio 20.1; Isaías 43.2; Zacarías 2.10; Mateo 18.20; Mateo 28.19, 20.

Aplicación del pasaje: ¿Quién es nuestro Dios?

La pregunta ha sido formulada infinidad de veces, especialmente por parte


de personas interesadas, curiosas o rebeldes en relación con el evangelio que
sostenemos los cristianos. Casi podría arriesgarse la suposición que el interrogan-
te ha sido más frecuente en los labios de personas sin fe que en los labios de los
creyentes. Ocurre que muchas veces la fe de los cristianos es una fe ingenua, que
da por sentadas muchas cosas y que casi nunca levanta el interrogante fundamen-
tal de toda teología sana: ¿quién es Dios para mí? Esta observación crítica es
válida también en relación con la iglesia, como pueblo del Señor. A la pregunta,
¿quién es nuestro Dios? podemos responder a la luz de Joel 3.17.

Él es el Dios de su pueblo. El Señor se presenta como el único Dios de su


pueblo (“su Dios”) y quien mantiene con ellos una relación particular. Dios es el
Dios del pacto. Él opera desde el lugar de su santa morada en medio de su pueblo
(“Sion”), que es su santuario celestial y el lugar de su presencia en la tierra. Por
su Espíritu Santo, él habita en cada creyente y desde allí se manifiesta como su
Dios. La iglesia sobre la tierra, ecclesia militans, y la iglesia en los cielos, eccle-
sia triumfans, son una sola comunidad constituida por todos los santos, es decir,
todos aquellos que invocan el nombre de Cristo como Señor. Esta Sion, esta igle-
sia que trasciende el tiempo y el espacio, pero que tiene su manifestación en la
historia y en la tierra, es la comunidad de fe cuyos enemigos han hecho todo lo
posible a lo largo de la historia por barrer de la faz de la tierra. Pero ella es crea-
196 – Desastre y esperanza: Joel

ción de Dios, el ámbito de su morada y la agencia de su reino. Esta iglesia es


inconquistable, es un organismo divino y goza de una invulnerabilidad inquebran-
table. Por ello mismo, cuando Dios ruge desde y a través de ella, el mundo tiem-
bla.

Él es el que mora con su pueblo. Una de los privilegios peculiares de Is-


rael y su distintivo entre los demás pueblos de la tierra fue que la gloria de Dios
(heb. shekinah) se hizo presente en medio de ellos en el lugar Santísimo, primero
en el tabernáculo y más tarde en el templo.184 Por eso, la peor calamidad que pudo
ocurrirle en toda su historia fue que esa gloria los abandonase (ver Ez. 10.4, 18,
19; 11.22, 23). Y la noticia más esperanzadora fue que esa presencia gloriosa les
era prometida una vez más en Sion, el monte de Dios.
La presencia de Dios en medio de su pueblo es uno de los grandes temas
de la Biblia. El pueblo de Israel estaba profundamente convencido de la cercanía
de Dios, y ese sentido de la proximidad divina estimulaba una permanente grati-
tud (Dt. 4.7). Además, Israel comprendió no sólo que Dios estaba presente en
medio de ellos sino también en el cosmos todo, es decir, en todo lo que era pro-
ducto de su acción creadora. La venida de Cristo ha profundizado y hecho todavía
más evidente esta presencia divina en la historia y en el más insignificante de los
sujetos de la historia. Él es “Dios con nosotros,” Emanuel (Is. 7.14; Mt. 1.23).
A través de Cristo y por su entrega del Espíritu Santo, su pueblo ahora go-
za de la presencia de Dios. Cada creyente es “templo del Espíritu Santo” (1 Co.
3.16; 6.19; 2. Co. 6.16) y el lugar donde él está se transforma en Sion, el santo
monte de Dios. De este modo, Dios no es el dios de los deístas del siglo XVIII,
distante, ajeno, inalcanzable e incomprensible, indiferente a las necesidades de su
creación. Él es el “Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,” que se hizo uno de
nosotros, “y habitó entre nosotros” (Jn. 1.14).
Su presencia santa santifica el lugar de su habitación. La demanda de ser
santos resulta de la presencia del Santo en la vida del creyente. La santidad es la
esencia del carácter de Dios, y su deseo y modelo para su pueblo es que sea santo.
Esto significa que el pueblo de Dios ha sido apartado para cumplir una función
específica para Dios, que es la de hacer justicia. La santidad no es un adorno ético
de la personalidad cristiana, sino una acción concreta de justicia que resulta de la
presencia viva de Dios en la vida. A su vez, esta acción de justicia santifica todas
las relaciones del creyente y genera una nueva estructura social: una nueva Jeru-
salén, que es santa porque en ella impera la justicia.

184
El vocablo shekinah es un sustantivo derivado del verbo shakhan, que significa estar o
morar, y ocurre con frecuencia en el Antiguo Testamento. La palabra shekinah no aparece
como tal en la Biblia hebrea, pero sí es usada en los escritos rabínicos. Ver J. Sievers, “‘Where
Two or Three...’: The Rabbinic Concept of shekinah and Matthew 18.10,” en Standing Before
God: In Honor of J. M. Osterreicher, ed. por A. Finkel y L. Frizzed, (Nueva York: Ktav Pub-
lishing House, 1981), 171-182.
La liberación de Judá (3.16, 17) – 197

EJERCICIO 30

La gloria (shekinah) de Dios.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. La gloria del Señor había llenado el templo: _______________________________


2. La gloria del Señor envolvió a los pastores de Belén: ________________________
3. La gloria del Señor fue puesta por él sobre los cielos: ________________________
4. La gloria del Señor en la cumbre del monte parecía un fuego consumidor: _______
____________________________________________________________________
5. La gloria del Señor es reflejada como en un espejo por los creyentes: ___________
6. La gloria del Señor es contada por los cielos: ______________________________
7. La gloria del Señor cubrió el templo cuando los levitas tocaron y cantaron al unísono:
_____________________________________________________________________
8. La gloria del Señor llenó el santuario: ____________________________________
9. La gloria del Señor estaba sobre los querubines: ___________________________
10. La gloria del Señor fue vista por Esteban en su martirio: _____________________

Pasajes: Éxodo 24.17; Éxodo 40.34, 35; 1 Reyes 8.10, 11; 2 Crónicas 5.13, 14; Salmos
8.1; Salmos 19.1; Ezequiel 9.3; Lucas 2.9; Hechos 7.55; 2 Corintios 3.18.
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La frase “en aquel día” introduce el epílogo del libro de Joel y su síntesis
de la respuesta de Yahweh. Este tiempo todavía no ha ocurrido, desde la perspec-
tiva del profeta, sino que se encuentra adelante en la historia. Con ello, Joel abre
las puertas a la esperanza al indicar al pueblo que la aflicción presente no es el
último capítulo de su historia. Dios todavía tiene mucho que hacer en favor de su
pueblo y para su liberación definitiva. Pero hay un futuro mejor que está aguar-
dando.
El pasaje parece estar estructurado como un quiasma (a, b, a): promesa de
prosperidad (v. 18), promesa de justicia (v. 19), y promesa de prosperidad (vv.
20, 21). Las promesas de prosperidad son para Judá, pero las de justicia van con-
tra Egipto y Edom, que fueron naciones opresoras para el pueblo de Dios. En este
kairós de Dios las cosas se revierten: la tierra arruinada vuelve a ser fértil; el
pueblo alejado de su tierra vuelve a ella y la habita con seguridad; la sangre ino-
cente que ha sido derramada con crueldad es vindicada. Nótese cómo Joel equipa-
ra la violencia cometida contra la tierra con la violencia cometida contra los seres
humanos, y cómo la reivindicación de la primera presupone la de los otros.

PROMESA DE PROSPERIDAD (3.18)

Este versículo nos habla de las bendiciones del Señor. Presenta una des-
cripción hermosa del gozo y la bendición de la ciudad de Dios, la iglesia redimida
por la sangre de Cristo (Ef. 1.7, 2.13; 1 P. 1.19) y santificada por el Espíritu Santo
(Ro. 15.16; 1 Co. 1.2; 6.11; Ef. 5.26), y lo hace en términos de elementos de este
mundo de gran valor material y simbólico. Estos elementos vitales para la manu-
tención física y el desarrollo del culto (vino dulce, leche y agua) son un anticipo
de aquello que el pueblo de Dios ya posee en Cristo e incluso de lo que ya puede
disfrutar en esta vida (Sal. 36.8, 9; Is. 35; Ez. 47.1-12), pero especialmente de lo
que Dios tiene prometido para los suyos en la Nueva Jerusalén (Sal. 17.14, 15;
Ap. 21 y 22). Como señala Theo Laetsch: “Esta tierra es para el cristiano una
200 – Desastre y esperanza: Joel

estación en el camino a la vida eterna (He. 13.14). Maldecida por Dios (Gn. 3.17;
5.29), ella es regada por las aguas vivas del evangelio de la gracia de Dios, que
proceden del trono de Dios (Ez. 47.1-12). Incluso en el Paraíso este arroyo será la
fuente de vida y gozo (Ap. 22.1, 2).”185

EJERCICIO 31

La prosperidad de Dios.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Dios nos concede salir adelante cuando lo servimos: ________________________


2. El Señor estaba con José y lo hacía prosperar en todo: ______________________
3. Todo lo que hacemos prospera cuando nos deleitamos en la ley del Señor: ______
____________________________________________________________________
4. Los que temen al Señor gozarán de dicha y prosperidad: _____________________
5. Prosperamos cuando cumplimos las leyes y normas del Señor: ________________
6. El que va tras la justicia y el amor halla vida, prosperidad y honra: ______________
7. Dios nos da prosperidad mientras nos empeñamos en buscarlo: _______________
8. Con la sabiduría están las riquezas y la honra, la prosperidad y los bienes duraderos:
_____________________________________________________________________
9. Prosperamos en todo cuando cumplimos con cuidado las condiciones del pacto divino:
_____________________________________________________________________
10. Las enseñanzas de la sabiduría traen prosperidad: _________________________
11. La mujer ejemplar se complace en la prosperidad de sus negocios: ____________
12. La bondad del Señor hace prosperar al creyente: __________________________
13. Dios hizo prosperar a nuestros padres en la fe: ____________________________
14. El Señor prospera a su pueblo más que antes: ____________________________
15. El Señor hizo prosperar a Job después que éste oró por sus amigos: ___________

Pasajes: Génesis 39.3; Deuteronomio 29.9; 1 Crónicas 22.13; 2 Crónicas 26.5; Nehem-
ías 2.20; Job 42.10; Salmos 1.2, 3; Salmos 18.35; Salmos 44.2; Salmos
128.1, 2; Proverbios 3.1, 2; Proverbios 8.18; Proverbios 21.21; Proverbios
31.18; Ezequiel 36.11.

Exégesis y exposición del pasaje

El tema que presenta el profeta en este versículo recuerda las palabras del
Señor en 2.24-26. Ambos pasajes presentan cuadros que representan lo opuesto a
lo que se describe en 1.10-12, 17, 18. Aquí, el “día del Señor” (mencionado de
manera indirecta, “en aquel día”) es visto desde una perspectiva totalmente dife-

185
Laetsch, The Minor Prophets, 135.
Epílogo (3.18-21) – 201

rente. Ya no se trata de un día de juicio sino de bendición, un día en el que la


sequía y el hambre han terminado y sólo se ven las bendiciones de Dios. La fera-
cidad del suelo retorna, las montañas reverdecen y los alimentos parecen brotar
de la tierra. Las imágenes de abundancia, fertilidad y frescura que pinta este
versículo están en directo contraste con las imágenes de desolación y devastación
que se han presentado antes en el libro. Lo primero que se menciona es la abun-
dancia de “vino dulce” (“mosto,” RVR; heb. hasis, 1.5; Am. 9.13; es un término
raro), “leche” y “agua” como resultado de las lluvias caídas. Estos elementos son
básicos para la subsistencia humana y también para el desarrollo del culto a Dios.
Pero en esta dispensación, la provisión de estos elementos supera todas las expec-
tativas y es algo nunca visto.
La mención de un torrente o fuente que sale de “la casa del Señor” y revi-
ve la tierra sedienta alude a imágenes proféticas anteriores (Zac. 13.1; 14.8; Ez.
47.1-12; ver Sal. 46.4; 65.9) y apoya la vigencia de las mismas. Joel aplica estas
imágenes a la intervención divina poniéndole fin a la “sequía” de Judá (cap. 1).
Cuatro veces en el capítulo 1 Joel habla de la crisis que confronta Judá como
teniendo lugar en “la casa del Señor” (1.9, 13, 14, 16). Ahora él relaciona sus
palabras de esperanza con la futura bendición que vendrá a esa misma “casa.”
Estas aguas de origen divino (salen del templo de Dios) riegan “el valle de
las Acacias” (“Sitim,” RVR). Este nombre designaba al que fue el último lugar de
campamento de Israel (Nm. 25.1), desde donde ellos comenzaron a cruzar el río
Jordán para entrar en la tierra prometida (Jos. 2.1; 3.1; Mi. 6.5).186 Tiene que
haber sido un oasis de ciertas dimensiones, de otro modo todo el pueblo no podría
haber acampado en él por varios meses. Fue en este lugar donde el pueblo pasó
por experiencias diversas, que quedaron grabadas en la memoria colectiva. Allí
“comenzaron a prostituirse con las mujeres moabitas” (Nm. 25.1); allí se llevó a
cabo el segundo censo de las tribus de Israel (Nm. 26); desde allí los israelitas
hicieron la guerra de venganza contra Madián (Nm. 31); y fue allí que el pueblo
lloró durante treinta días la muerte de su líder Moisés (Dt. 34.8). El posible lugar
geográfico se encuentra al este del Jordán justo frente a Jericó. Pero no es proba-
ble que Joel esté pensando en este punto geográfico, sino en la continuación del
Cedrón en su descenso hacia el Mar Muerto.187 La fuente que sale del templo va
regando la tierra árida hacia el Mar Muerto, donde crecen algunas acacias. De
este modo, “en Joel su mensaje ha crecido hacia adelante—como esperanza y
profecía—, pero también ha crecido hacia atrás, al enriquecer la memoria con los
hechos fundacionales y liberadores del desierto. Son ese valle seco y esas débiles
acacias que serán fertilizados.”188

186
Kapelrud, Joel Studies, 169-171.
187
Allen, Joel, 124; Wolff, Joel and Amos, 101.
188
Andiñach, “Imaginar caminos de liberación,” 45.
202 – Desastre y esperanza: Joel

Aplicación del pasaje: Esperanza de prosperidad (3.18)

El deseo de prosperidad es tan natural al ser humano como el anhelo de


justicia. Lamentablemente, una interpretación parcializada e ideologizada del
evangelio ha popularizado bastante en América Latina lo que se conoce como el
“evangelio de la prosperidad.” Se trata de una prédica, supuestamente basada en
el mensaje bíblico, que generosamente promete el bienestar material como resul-
tado de la fe. La mercantilización de la fe ha llegado al punto de establecer casi
una nueva ley de la economía, que afirma con bastante ingenuidad, que la prospe-
ridad material es proporcional al grado de la fe que se tenga. Si uno tiene mucha
fe puede obtener mucha prosperidad, y cuanta más fe se tenga tanto mayor será el
beneficio material.
Esta comprensión del evangelio, que promete riquezas y bienes de este
mundo a cambio de una cuota de fe, ha hecho de la gracia de Dios una mercadería
más. El evangelio se ha transformado en un producto del mercado que tiene pre-
cio. La salvación es “algo” que puede comprarse y que viene acompañada de
ciertos beneficios y garantías. Quizás lo más interesante de todo es que este pro-
ducto es de duración eterna, no importa lo que uno haga con ello. De este modo,
la vida religiosa no se define tanto en términos de una relación con “alguien” sino
como una relación con “algo.”
Esta distorsión del evangelio está relacionada también con lo que se ha
denominado como “evangelio de ofertas.” Según esta versión espuria del evange-
lio, la vida cristiana consiste en recibir permanentemente algo de Dios, y nunca
asumir la menor responsabilidad en relación con él. Estas maneras de entender el
evangelio cristiano han descalificado seriamente al verdadero evangelio del reino
y ha logrado un efecto secundario de gran impacto. Por no querer caer en estas
distorsiones del evangelio, no son pocos quienes en América Latina se han ido al
otro extremo de negar toda relación entre el evangelio y la prosperidad en la vida
de los cristianos. Joel en 3.18 nos presenta una promesa divina que nos ayuda a
corregir nuestra perspectiva.
Después de la declaración del severo juicio de Dios sobre los opresores de
su pueblo, y del cántico de restauración en el v. 17, el profeta introduce una pro-
mesa divina que alienta la esperanza de prosperidad y bendición. Su manera de
expresarlo es por demás de elocuente: “Sucederá en aquel tiempo, que los montes
destilarán mosto, y los collados fluirán leche, y por todos los arroyos de Judá
correrán aguas” (v. 18, RVR). Todas estas figuras poéticas recuerdan la feracidad
y belleza de la tierra de Canaán como “tierra prometida” (Éx. 3.8; Nm. 13.27; Ez.
20.6 etc.). De algún modo, esta visión escatológica recuerda la promesa original
de Dios a su pueblo. Después de la experiencia de sufrimiento y opresión, viene
la promesa de una restauración de la oferta original. Hay una recapitulación del
Canaán ideal como resultado de la liberación obrada por Dios en su pueblo.
Por otro lado, estas expresiones de abundancia y prosperidad ponen de
manifiesto la importancia que la fertilidad de la tierra y su adecuada irrigación
tenía para el profeta. No podía haber prosperidad para todo el pueblo si no se
daban estas condiciones naturales. A su vez, la prosperidad ecológica está ínti-
Epílogo (3.18-21) – 203

mamente asociada con la riqueza espiritual y religiosa. Esto está expresado en el


hecho de que hay una fuente que sale de la casa de Yahweh y riega el valle. En su
conjunto, estas frases nos están hablando de una extraordinaria renovación que
ocurre como consecuencia de la presencia del reino divino. El agua de vida que
nutre, refresca y hace germinar todo nace “del trono de Dios y del Cordero” (Ap.
22.1, 2; ver Ez. 47.1-12; Zac. 14.8).
De este modo, Joel tiene la visión de un reino próspero y restaurado. Pero
esta prosperidad sólo es posible cuando hay paz, y la paz es siempre fruto de la
justicia. No puede darse la prosperidad cuando la injusticia impera. El reino de
Dios, que es reino de justicia y paz, trae consigo la bendición de la prosperidad.
Es esta prosperidad auténtica la que América Latina necesita. Esta es la prosperi-
dad que nace de la justicia de Dios y del imperio de su reino. Marcos R. Inhauser
y Efraím S. Pereira nos aclaran cuándo se puede hacer presente esta prosperidad.

Marcos R. Inhauser y Efraím S. Pereira: “…sólo está presente cuando


los agricultores pueden recibir el valor justo por la producción de sus
campos; cuando los trabajadores reciben salarios compatibles a su labor y
necesidades; cuando un país puede, sin presión o colonialismos, vender y
comprar lo que necesita, sin ser explotado en sus materias primas; cuando
un pueblo no posee una deuda externa que lo subyugue y transforme en
quintal de las grandes potencias; cuando la diferencia social entre clases
puede ser disminuida por programas de reforma económica, agraria y ur-
bana, distribuyendo mejor la renta; cuando los niños pueden soñar y tener
la posibilidad de verlos realizados por estar bien alimentados, con escuelas
y posibilidades de empleo. Todo esto es posible cuando la paz está presen-
te, pues en ella es que encontramos condiciones para ver la prosperidad
restaurada y el reino construido.”189

PROMESA DE JUSTICIA (3.19)

El concepto de justicia es sumamente rico en las páginas de la Biblia. Por


un lado, justicia indica el mantenimiento o administración de lo que es justo espe-
cialmente mediante el ajuste imparcial de reclamos de conflicto o la asignación de
recompensas y castigos merecidos. La justicia señala a lo que está en conformi-
dad con la ley de Dios y su adecuada administración, especialmente el estableci-
miento o determinación de los derechos de las personas conforme las reglas de la
voluntad de Dios revelada y la equidad. La justicia apunta a un orden balanceado
y armonizado de derechos y deberes. Su objetivo es el funcionamiento armonioso
de las diferentes partes que conforman la sociedad bajo el pacto divino. Por cier-
to, este concepto de justicia es dinámico ya que ve a la misma como la acción que
busca la integración de toda la comunidad humana en un complejo de relaciones
donde impera el amor.

189
Marcos R. Inhauser y Efraím S. Pereira, Vida, compromiso de la paz, vol. 2 de Auxilios
homiléticos (Quito: Consejo Latinoamericano de Iglesias, 1990), 26.
204 – Desastre y esperanza: Joel

Declaración de Jarabacoa (1983): “La justicia es imposible si la verdad


y la libertad se ven frustradas. En un orden de derecho, la justicia es la
aplicación de la ley con el fin de que cada persona logre la realización de
sus derechos y cumpla la imposición de sus deberes en la sociedad. Para
que estos fines se realicen, la administración de la justicia deberá ser im-
parcial, equitativa, accesible, independiente, rápida y eficaz. Habrá justicia
allí donde todo ser humano encuentre en el orden jurídico un recurso don-
de ampararse del abuso y donde defenderse del atropello a sus dere-
chos.”190

Exégesis y exposición del pasaje

Egipto y Edom son mencionados como enemigos tradicionales de Israel.


Egipto fue la nación que en algún momento de su historia se mostró amistosa
hacia Israel (Gn. 46—47). Pero luego quedó en la historia judía como la nación
que esclavizó al pueblo (Ex. 1-15), profanó el templo con el rey Sisac (1 R.
14.25-28), y asesinó al rey Josías a manos del faraón Necao (2 R. 23.29). Edom,
por su parte, está relacionado con la caída de Jerusalén en 586 a.C. (Abd.; Jer.
49.7-22; Lam 4.21; Sal. 137.7). Estos dos países opresores son mencionados
como ejemplos concretos de la acción justiciera de Dios, ya que se los condena
por crímenes específicos en contra del pueblo de Israel. En consecuencia, la sen-
tencia que pesa sobre ellos es también específica: “Egipto quedará desolado” y
“Edom convertido en desierto.” Ambas se transformarán en desiertos sin vida (Is.
19; Jer 46). En otras palabras, Egipto y Edom son ejemplos del juicio de Dios
sobre cualquier nación opresora y violenta. A su vez, el texto es claro en indicar
que ninguna nación que derrame sangre inocente, por grande o pequeña que sea,
quedará sin recibir lo que merece: destrucción y desolación. De esta manera,
nadie, por poderoso que sea, escapa de la justicia de Dios.
La justicia divina es sumamente celosa, especialmente cuando se trata del
pueblo de Dios que sufre injusticia por parte de sus enemigos. En este sentido,
tanto Egipto como Edom son tipos de los enemigos de la iglesia, que serán casti-
gados por haber oprimido con violencia a los testigos del evangelio y derramado
sangre inocente generando multitudes de mártires a lo largo de la historia hasta el
presente. La historia misma ofrece testimonios elocuentes de esta reivindicación
del pueblo confesante de Dios. Como señalaba el teólogo y apologista Tertuliano
a fines del siglo II: “La sangre de los cristianos es semilla.”191

190
“Declaración de Jarabacoa,” en Pablo A. Deiros, Los evangélicos y el poder político en
América Latina (Grand Rapids: Nueva Creación, 1986), 350.
191
Tertuliano de Cartago, Apología, 50.
Epílogo (3.18-21) – 205

EJERCICIO 32

La justicia de Dios.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Dios es recto y justo: _________________________________________________


2. El juicio del Señor se basa en la verdad: __________________________________
3. El Señor imparte su justicia cada mañana: ________________________________
4. El Señor es Dios justo y Salvador: _______________________________________
5. El Señor ama la justicia y actúa con justicia y rectitud: _______________________
6. El Señor hace justicia: ________________________________________________
7. El Señor juzga con justicia a los desvalidos: _______________________________
8. Justos y verdaderos son los caminos del Señor: ____________________________
9. El juicio del Señor es justo: ____________________________________________
10. El Señor juzga al mundo con justicia: ____________________________________

Pasajes: Deuteronomio 32.4; Salmos 98.9; Salmos 99.4; Salmos 103.6; Isaías 11.4;
Isaías 45.21; Sofonías 3.5; Juan 5.30; Romanos 2.2; Apocalipsis 15.3.

Aplicación del pasaje: Esperanza de justicia (3.19)

Toda vez que los derechos humanos son violados se levanta de la tierra un
clamor que llega hasta el cielo. La caída de Jerusalén significó para los judíos no
sólo el desmantelamiento de su integridad territorial y la aniquilación de su exis-
tencia histórica como reino, sino el dolor y vergüenza del exilio en tierra extraña.
Los enemigos de Judá se ensañaron con la fragilidad del pueblo y lo sometieron a
servidumbre. La opresión no sólo fue física sino también espiritual y moral. Mu-
chas familias se vieron divididas, y los judíos tuvieron que pagar el alto precio de
ajustarse a un nuevo estilo de vida en la diáspora. Judá quedó casi sin judíos, y
éstos se vieron esparcidos por Mesopotamia, Egipto, Edom y otras latitudes. En
todos los lugares adonde llegaron, los exiliados tuvieron que confrontar la margi-
nación, la discriminación, y el sufrimiento de ser tratados como extranjeros. Los
judíos en la dispersión muy pronto conocieron en carne propia lo que significa ser
víctima de la injusticia en todas sus formas.
De algún modo, el profeta Joel experimentó o supo de estas penurias. Muy
sensible a los hechos injustos con que los opresores trataron a su pueblo, Joel
anticipa con esperanza el imperio de la justicia. No se trata de la oportunidad para
una venganza sanguinaria por parte de los propios judíos. En su visión, el profeta
ve que la espada de la justicia está empuñada nada menos que por el Señor. Él es
quien juzga a las naciones y quien también ejecuta su sentencia sobre toda injus-
ticia humana. Él es también quien restituye la dignidad atropellada a quienes han
206 – Desastre y esperanza: Joel

visto sus derechos violados. No hay nación del mundo, por poderosa que sea, que
no sea condenada si ha abusado de la violencia, se ha apropiado arbitrariamente
de los recursos de otros pueblos, y cruelmente ha quitado la vida a quienes no la
amenazaban.
Al dar su debida retribución a los violentos y abusadores, Dios establecerá
el imperio de la paz, y con el dominio de la paz, la justicia tendrá su oportunidad
para florecer. Sin la plena realización de la paz no se puede dar la vigencia de la
justicia. A su vez, la aplicación y vivencia íntegra de la justicia es la mejor ga-
rantía para la multiplicación de la paz. En un régimen de justicia, el transgresor es
señalado, el opresor es cuestionado y el violento es condenado. Cuando la justicia
reina en el concierto de la paz deja de regir la impunidad. La justicia opera para la
protección de los más débiles y los pobres. La libertad queda asegurada y las
relaciones sociales son más fluidas bajo el reino de la paz.
Cabe agregar aquí, que la iglesia de Jesucristo tiene que ser ella misma,
como comunidad de personas, una expresión de la justicia de Dios. La peor de las
injusticias es la que se comete en el seno de una comunidad de fe, entre quienes
dicen vivir bajo la soberanía y señorío de un Dios justo. El justo juicio de Dios no
cae solamente sobre los incrédulos y quienes resisten con desobediencia su volun-
tad. Su justicia se aplica también a quienes son parte de su pueblo escogido.
Además, la iglesia de Jesucristo tiene que ser agente comprometido de la justicia
divina. La iglesia no puede lavarse las manos frente a los atropellos a la justicia
que ocurren a su alrededor. Por el contrario, la comunidad de los santos debe
involucrarse plenamente en una práctica consistente de la justicia, conforme a la
voluntad revelada de Dios.

Declaración de Quito (1992): “El evangelio del reino de Dios nos exhor-
ta a la práctica de la justicia, consecuencia intrínseca del perdón y la re-
conciliación en Jesucristo. Nuestra fidelidad al llamado del evangelio de-
manda que asumamos la responsabilidad cristiana en las situaciones con-
flictivas de nuestro continente. La iglesia debe afirmar y promover la vida
negada por todo pecado, por las estructuras injustas y los grupos de interés
mezquino.”192

PROMESA DE PAZ (3.20, 21)

Estos versículos cierran el libro de Joel con una imagen de paz. Judá y Je-
rusalén vuelven a ser habitadas y su seguridad queda garantida “para siempre.”
La inestabilidad, el temor y la zozobra quedan atrás y para siempre jamás. Se abre
así, para el pueblo del Señor, un tiempo interminable de armonía plena, conforme
a la voluntad de su Rey soberano, que ahora mora por siempre en medio de su
pueblo santificado y purificado por la prueba vivida, la Sion escogida.

192
CLADE III, Todo el evangelio para todos los pueblos desde América Latina (Quito:
Fraternidad Teológica Latinoamericana, 1992), 859.
Epílogo (3.18-21) – 207

No hay bien más apetecido para un pueblo que la paz, que es ese estado de
armonía, tranquilidad o quietud personal (libertad de pensamientos o emociones
perturbadores u opresivos) y social (armonía en las relaciones sociales), política
(libertad de disturbios civiles y estado de seguridad u orden dentro de una comu-
nidad). Todos estos bienes, que se resumen en el concepto de paz son provistos en
este caso por la presencia del Señor morando en medio de su pueblo. Con la paz
de Dios se terminan todos los conflictos con las naciones invasoras, porque ya no
hay más invasiones de pillaje y destrucción. La garantía de esta situación inédita
para Judá y Jerusalén es el hecho firme de que “¡El Señor hará su morada en
Sion!”

Exégesis y exposición del pasaje

El eje central de este pasaje está marcado por dos ideas: Judá habitará en
Jerusalén, y Yahweh morará en Sion. Cada uno ocupará el lugar que le corres-
ponde. La bendición de contar con una tierra propia y con la presencia de Dios en
medio del pueblo es tradicional en la literatura bíblica (Ez. 28.24-28; 37.25-28;
Jer. 17.25; Am. 9.15). Lo volátil, frágil y pasajero dará lugar a lo estable, sólido y
permanente como resultado de una maravillosa situación de paz. Las expresiones
“para siempre” y “por todas las generaciones” anticipan una bendición sin fin.
Esta última frase de algún modo sirve para “abrochar” a todo el libro. En 1.2 Joel
habla de una calamidad sin precedentes, que ha asolado a la tierra, y sugiere que
se hablará de ello de una generación a la otra (de padres a hijos). En 3.20 destaca
que el futuro que viene será disfrutado por todas las generaciones venideras. De
este modo, en el futuro, junto con la prosperidad que vendrá, se seguirá contando
la historia de la devastación sufrida.193
El v. 21 presenta un serio problema textual.194 La cuestión está con el sig-
nificado de la expresión que NVI traduce como una pregunta: “¿perdonaré la
sangre que derramaron?” (“limpiaré la sangre de los que no había limpiado, RVR;
“Yo limpiaré su sangre, no la dejaré impune,” BJ). La frase puede traducirse
como “yo declaro inocente su sangre” (según el verbo hebreo en su forma piel).
El significado de la expresión sería el siguiente. Una desgracia tan grande como
la padecida por Judá bien puede haber sido interpretada por muchos como la
consecuencia directa del pecado del pueblo. En consecuencia, la invasión y ex-
plotación extranjera serían entendidas como un castigo divino por los pecados de
su pueblo. En este comentario hemos seguido la idea de que la devastación de
Judá, según Joel, no se ve como resultado de su pecado sino como consecuencia
de la crueldad e injusticia de sus invasores. Al actuar en la plenitud de su justicia,
Dios deja en claro la inocencia de Judá al castigar a quienes realmente merecen
castigo, que son las naciones opresoras. De este modo, Judá sale vindicado en su
inocencia y los verdaderos villanos de este drama reciben lo que merecen. La

193
Ogden, A Promise of Hope, 50.
194
Ver la discusión de las varias alternativas en Prinsloo, The Theology of the Book of Joel,
113, 114.
208 – Desastre y esperanza: Joel

prueba de la inocencia de Judá es que “¡El Señor hará su morada en Sion!” Dios
no está en contra del oprimido sino a su favor; los opresores serán destruidos,
mientras el pueblo del Señor gozará de su presencia en un orden caracterizado por
la paz.

EJERCICIO 33

La paz de Dios.

1. El Señor es el Dios de paz: ____________________________________________


2. Tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo: ________________
3. La mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz: _______________________
4. Dios guarda en perfecta paz al de carácter firme: ___________________________
5. En el mundo hay aflicción pero en Cristo hay paz: __________________________
6. El reino de Dios es cuestión de justicia, paz y alegría en el Espíritu: ____________
7. La paz de Cristo debe gobernar en los corazones de los creyentes: ____________
8. La paz de Dios cuida los corazones y los pensamientos en Cristo Jesús: ________
____________________________________________________________________
9. La paz de Dios es fruto del Espíritu: _____________________________________
10. La paz de Dios que da Cristo no es como la que da el mundo: ________________

Pasajes: Isaías 26.3; Juan 14.27; Juan 16.33; Romanos 5.1; Romanos 8.6; Romanos
14.17; Romanos 15.33; Gálatas 5.22; Filipenses 4.7; Colosenses 3.15.

Aplicación del pasaje: Esperanza de paz (3.20, 21)

En las últimas palabras de su libro, Joel resume lo que para él es el ideal


de una sociedad que dignifica la vida humana. Él no puede soñar nada mejor para
su pueblo que ha sufrido tanta opresión, que un orden social signado por la paz y
la justicia. Al pensar en nuestros países latinoamericanos no puede haber un de-
seo más grande que éste: que la paz y la justicia reinen soberanas en nuestras
naciones. Nuestros pueblos pasaron y están pasando las penurias que de algún
modo padeció Judá. La nación fue desmantelada, quedó sin fronteras ni gobierno
autónomo. Su soberanía se vio pisoteada una y otra vez. La voluntad del pueblo
no fue tenida en cuenta, sino que quedó supeditada a los intereses de los centros
de poder. En muchos casos, la violencia de variado signo asentó sus reales y llevó
a la muerte a miles de inocentes. En los foros internacionales se negoció el desti-
no de pueblos enteros sobre la base de estrategias geopolíticas e intereses econó-
micos totalmente ajenos a las legítimas aspiraciones del pueblo. América Latina,
como el Judá de antaño, sufre la opresión de ver su tierra violentada, su libertad
condicionada, su cultura agredida, y su pueblo sometido a la miseria y la pobreza
simplemente para mantener a flote intereses foráneos.
Epílogo (3.18-21) – 209

Por el contrario, un orden de paz garantiza fronteras seguras, y el respeto y


seguridad internos. Cuando la paz impera no se temen las invasiones externas, ni
la colonización y destrucción de los valores propios. La soberanía nacional ad-
quiere una dimensión justa y deja de ser una herramienta ideológica al servicio de
intereses mezquinos. La vida humana asciende al trono del valor supremo y con-
dicionante de cualquier decisión colectiva. Cuando la paz reina los gobiernos son
estables, la democracia deja de ser meramente formal para transformarse en un
estilo de la vida social y la vida se torna más predecible (“Judá y Jerusalén serán
habitadas para siempre”). Los líderes de la comunidad trabajan para llenar las
necesidades del pueblo y no sus propios bolsillos o satisfacer su ambición de
poder. La estabilidad social (Judá y Jerusalén serán habitadas “por todas las gene-
raciones”) resulta en bienestar para todos. Y esto deja espacios libres para el
enriquecimiento de la cultura, el incremento de la educación, y el disfrute del
esparcimiento.

Declaración de Jarabacoa (1983): “La paz es hija de la verdad, la liber-


tad y la justicia. Como tal, es el resultado de la reconciliación de los ele-
mentos dispares de la sociedad, sin que estos renuncien a su identidad ni
se elimine la heterogeneidad. La paz sólo es real y duradera cuando surge
de un pluralismo en el que la unidad se verifica en la diversidad.”195

En un orden de paz un pueblo no tiene que pedir permiso a otros para de-
cidir cómo utilizar sus recursos naturales, su fuerza de trabajo humano, o como
definir su cultura. Cuando impera la paz los pueblos son libres para redactar su
propia historia y mirar al futuro con ojos propios. El pueblo elige a sus gobernan-
tes en un ejercicio democrático pleno, y no teme a las amenazas golpistas o dicta-
toriales, porque simplemente no existen. Cada ciudadano es libre para expresar
sus ideas y pensar por sí mismo. Esto es lo que podemos soñar esperanzados
junto con Joel. Pero no se trata de un mero sueño sino de una esperanza viva (1 P.
1.3), que se fortalece en la expectativa del establecimiento definitivo del reino de
Dios. De este modo, Joel nos anima a mirar hacia adelante a un futuro en el que
ya no habrá opresión sino paz y justicia, un futuro en el que el Señor será el Rey
soberano y morará en medio de su pueblo.

Apocalipsis 21.10, 11, 22-26: “Me llevó en el Espíritu a una montaña


grande y elevada, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del
cielo, procedente de Dios. Resplandecía con la gloria de Dios.... No vi
ningún templo en la ciudad, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cor-
dero son su templo. La ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren,
porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Las na-
ciones caminarán a la luz de la ciudad, y los reyes de la tierra le entregarán
sus espléndidas riquezas. Sus puertas estarán abiertas todo el día, pues allí

195
Deiros, Los evangélicos y el poder político, 351.
210 – Desastre y esperanza: Joel

no habrá noche. Y llevarán a ella todas las riquezas y el honor de las na-
ciones.”

El gran reformador Martín Lutero cierra su comentario del libro de Joel


con la siguiente oración:

“Oh, Padre eterno de nuestro Señor y Libertador Jesucristo, nosotros sa-


bemos cuál es la suerte de tu iglesia en esta vida y las múltiples dificultades que
ella debe soportar de parte de Satanás y el mundo. Por eso oramos a ti en el nom-
bre de este tu Hijo unigénito, que tú quieras sobre todo fortalecer nuestras mentes
por medio de tu Espíritu Santo, de modo que no sucumbamos a tantos peligros; y
luego, que tú quieras frustrar los planes de los enemigos y por tu ayuda fiel y
maravillosa declares a todo el mundo que tu velas sobre tu iglesia y la gobernarás,
protegerás y salvarás, tú que vives y reinas, el único Dios eterno, Dios el Padre,
Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo, por siempre y siempre. Amén.”196

196
Citado en Laetsch, The Minor Prophets, 135.
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En este último capítulo de nuestro libro de texto, he querido agregar algu-


nas reflexiones personales de carácter profético, fundadas en los dos últimos
capítulos del libro de Joel. Hasta aquí hemos estado procurando hacer una exége-
sis y exposición del texto, adicionando una aplicación del mismo a la diversidad
de situaciones que vivimos como hijos de Dios especialmente en América Latina.
En las páginas que siguen dejaremos de lado los elementos propiamente hermen-
éuticos ligados a la comprensión del texto bíblico en su contexto, para mirar al
texto bíblico como pieza profética que atraviesa los siglos y nos llega a nosotros
para interpelarnos en nuestra situación actual y futura. En un sentido, volveremos
a leer a Joel pero no arrancando desde el pasado y el contexto histórico del profe-
ta para entender el texto en nuestro presente, sino iniciando nuestra labor hemen-
éutica en el futuro y trayendo su mensaje al presente.
Este tipo de ejercicio interpretativo encuentra en la profecía de Joel un ma-
terial que abre enormes posibilidades de sentido cuando se lo lee como anticipa-
ción del futuro inmediato que nos espera. Por cierto, una aproximación así está
sujeta a la evaluación crítica de los lectores, porque no se trata de ver a Joel como
profecía cumplida (tal como Pedro entendió su mensaje en su discurso del Día de
Pentecostés), sino de profecía de cumplimiento pendiente. Creo que esta manera
de ver al texto bíblico desde el futuro que se espera es válida y, como toda
aproximación escatológica, resulta de gran consuelo, ánimo y motivación para la
iglesia en medio de los difíciles tiempos presentes.
A partir del concepto del “día del Señor,” que es tan fuerte en el texto de
Joel, miro a sus dos últimos capítulos como una descripción de los días (tiempos,
períodos, instancias históricas) que se irán desglosando hasta el día final de la
historia y aún después de la terminación del tiempo. Así, pues, arrancando con un
repaso de la idea de “el Día del Señor,” seguiremos considerando la sucesión que
212 – Desastre y esperanza: Joel

creo Joel establece (desde esta aproximación hermenéutica) entre el Día Ante-
penúltimo, el Día Penúltimo, el Día Último y el Día Después.

EL DÍA DEL SEÑOR

Toda esta sección de alto voltaje escatológico comienza con palabras de


gran estridencia: “Toquen la trompeta en Sion; den la voz de alarma en mi santo
monte. Tiemblen todos los habitantes del país, pues ya viene el día del Señor, en
realidad ya está cerca” (2.1). Nosotros hoy, utilizando las palabras de Joel, pode-
mos decir proféticamente que “el día del Señor” está muy cercano. Esta es preci-
samente la razón por la que hay que “tocar la trompeta en Sion,” es decir, en el
pueblo del Señor, y “dar la voz de alarma” entre aquellos que invocan su nombre,
o sea, en su “santo monte” (2.1). De manera muy dramática nos estamos acercan-
do a los últimos días antes del fin del mundo y del glorioso retorno de Cristo. En
un sentido muy real nos encontramos viviendo el Día Antepenúltimo de la histo-
ria humana, el día que precede inmediatamente al Día Penúltimo, que a su vez
viene antes del Día Último o Final, de los que también nos habla el profeta en los
párrafos que siguen hasta el cierre del libro.
Los días que estamos viviendo están signados por todas las características
de una de las crisis más graves que hemos vivido en el mundo en los últimos
siglos. Los indicadores generales parecen señalar a uno de los tiempos de mayor
desarrollo científico, tecnológico y económico en la historia de la humanidad, en
todo sentido. Sin embargo, una lectura más puntillosa y detallada de la realidad
muestra que bajo el barniz de la globalización y la euforia económica que ésta
provoca, se está gestando una tormenta, cuyas consecuencias sociales y políticas
para la paz del mundo son inimaginables.
Las economías más sólidas del planeta, especialmente los Estados Unidos,
están logrando records históricos asombrosos. Pero el número de desempleados,
de gente sin techo y sin tierras, de analfabetos y de enfermos de SIDA continúa
creciendo en proporciones horribles. La corrupción, el despojo, la injusticia, y un
permanente sentido de inseguridad acosan a miles y miles de seres humanos, a los
que cada vez se les hace más difícil imaginar un futuro de bienestar. Si esto es
cierto en relación con las naciones más avanzadas del mundo, imaginemos cómo
es el panorama entre los pueblos menos privilegiados.
Fue en un contexto parecido y probablemente en Jerusalén, que el profeta
Joel pronunció las palabras de su profecía y que él presenta como Palabra de Dios
en su libro. Judá se encontraba recorriendo las últimas fases de una crisis termi-
nal. Y fue precisamente en medio de una situación tan terrible, que Dios habló a
su pueblo a través de Joel. Lo más importante en el primer versículo al comienzo
del capítulo 2 de Joel es que Dios mismo toma la palabra. El pasaje nos llena de
asombro. Según Joel, frente a una situación tan terrible, la única posibilidad de
liberación está en clamar al Señor con todo el corazón. En razón de que la crisis
afecta absolutamente a todo el pueblo, todo ser humano, sin distinción de edad,
condición civil, nivel económico, social, o religioso, debe involucrarse sincera-
mente en el clamor a Dios. Según estos versículos, el profeta parece ver en todo
Una lectura escatológica de Joel (2.1—3.21) – 213

lo que ocurre la mano de Dios y la necesidad de que el pueblo recurra a él para su


liberación. Tal es la función del verdadero profeta: ser un intérprete inspirado de
las crisis que vive el pueblo e indicar caminos de liberación en el nombre del
Señor.
Es en este contexto de anuncio de lo que ya está viniendo y de lo que
vendrá inmediatamente después, que el profeta Joel menciona el “día del Señor.”
Desde un punto de vista escatológico, este “día” no tiene tanto que ver con una
fecha determinada, sino con el cumplimiento del propósito redentor de Dios en la
historia. De algún modo, toda crisis humana tiene que ver con este propósito.
Aquí la idea fundamental es la de la victoria de Dios, que significa la derrota de
cualquier enemigo. Este “día” es la expresión del acontecimiento de esta victoria,
y en razón de que esto involucra un juicio previo a la liberación, cualquier crisis
que se enfrente es un anticipo del triunfo divino final. Es por esto que el “día del
Señor,” como ya indicamos antes, está siempre cerca de los seres humanos en
todos los tiempos.
Todo tiempo es equidistante de la eternidad. Hay eventos y crisis que de
algún modo operan como indicadores de la inminencia del día final, pero que
también lo anticipan, y sirven de advertencia y llamado. Como dijera Jesús: “Se
ha cumplido el tiempo. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean las
buenas nuevas!” (Mr. 1.15). Hay un tiempo de juicio divino que se está aproxi-
mando. Según Joel (y nosotros podemos compartir exactamente la misma convic-
ción) “ya viene el día del Señor, en realidad ya está cerca” (2.1b). La trompeta
celestial ya está anunciando el advenimiento de este “día” terrible e inexorable.
Su patetismo está en el hecho de que el Señor actuará con todo su poder en la
historia humana para vindicar su justicia.

EJERCICIO 34

Volverse al Señor.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Hay que hacerlo de todo corazón y deshacerse de los ídolos dedicándose totalmente a
servir sólo al Señor: _____________________________________________________
2. Dios quiere que nos volvamos a él como el hijo perdido se volvió a su padre: _____
____________________________________________________________________
3. Volverse a Dios, obedecer y poner en práctica sus mandamientos es lo que resulta en
su bendición: __________________________________________________________
4. Quienes se han apartado de los preceptos del Señor y no los han guardado deben
volverse a él: __________________________________________________________
5. Dios escucha la oración cuando el pueblo lo busca y abandona su mala conducta:
_____________________________________________________________________
6. Cuando nos volvemos a Dios, el Señor Todopoderoso se vuelve a nosotros: _____
_____________________________________________________________________
214 – Desastre y esperanza: Joel

7. Dios es generoso para perdonar y dar misericordia a quienes se vuelven a él: _____
_____________________________________________________________________
8. Es necesario volverse al Señor porque él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y
lleno de amor: _________________________________________________________
9. Dios es compasivo y misericordioso, y no abandona a su pueblo cuando éste se vuel-
ve a él: _______________________________________________________________
10. Cuando el malvado de vuelve de sus pecados y obedece a Dios, él le da vida: ___
____________________________________________________________________

Pasajes: 1 Samuel 7.3-4; 2 Crónicas 7.14; 2 Crónicas 30.9; Nehemías 1.9; Isaías 55.7;
Ezequiel 18.21; Joel 2.13; Zacarías 1.3; Malaquías 3.7; Lucas 15.21.

EL DIA ANTEPENULTIMO (2.12-27)

¿Qué significa todo esto para nosotros hoy? Creo que ya estamos viviendo
este día antepenúltimo, el día cercano al fin de la historia, que es el día último o
final. Este es el tiempo anterior al día penúltimo, que Joel describe en los versícu-
los 28-32. Este es el día que estamos viviendo hoy: el día antepenúltimo. El texto
(2.12-27) describe nuestro día presente, el que está transcurriendo en estos años.
Si es así, entonces es pertinente y necesario que prestemos atención a lo que la
palabra de Dios nos indica en estos versículos. Les invito a que, guiados por este
pasaje y bajo la dirección del Espíritu Santo, consideremos algunas de las carac-
terísticas de este día antepenúltimo, el día del llamamiento de Dios a su pueblo; el
día del toque de trompeta en Sion (el pueblo del Señor); el día de la alarma en el
santo monte de Dios, que es su iglesia; el día en que Dios nos desafía a soñar
juntos por una plena transformación; el día de la renovación de la iglesia en pre-
paración del último gran avivamiento global, que ocurrirá en el Día Penúltimo.
Así, pues, vamos a considerar seis de estas características de este día de renova-
ción del pueblo de Dios, a la luz de los vv. 12-27.

Este es un día de conversión (2.12-14)

Por conversión aquí queremos dar a entender un profundo cambio de nues-


tra actitud personal, especialmente en relación con Dios y su voluntad revelada.
En este sentido, entendemos el concepto de conversión según se usa la palabra en
el Nuevo Testamento (gr. strefo, con sus preposiciones epi y apo), para denotar
tanto un darse vuelta físico (Jn. 21.20) como un cambio de actitud para con Dios
(Hch. 15.3). Básicamente, conversión significa volverse del pecado y del dominio
de Satanás a Dios. La conversión involucra un cambio relativamente repentino y
llamativo en la cosmovisión de un individuo, que resulta de su arrepentimiento
por sus pecados y fe en Cristo como Señor y Salvador. Implica también la modi-
ficación de las creencias, del sentimiento de identificación con un grupo o de las
características de la personalidad. La concepción intelectual y emocional del
individuo se reorganiza y reorienta. La conversión es un cambio de dirección
Una lectura escatológica de Joel (2.1—3.21) – 215

moral o espiritual, o la adopción de creencias religiosas no sostenidas previamen-


te. Es única y singular en el caso de cada persona individual, e involucra una
ruptura completa con el pasado para dar lugar a un nuevo comportamiento y nue-
vas relaciones sociales. Hay tres cosas a notar en relación con esta conversión:

Notemos la demanda de conversión. Es necesario que el pueblo de Dios,


en este día antepenúltimo, se vuelva al Señor, se convierta al Señor. Dos veces
aparece en el texto el imperativo “vuélvanse.” Debemos convertirnos, volvernos
al Señor si es que queremos que él nos libere. Pero esta conversión no puede ser
algo ritual o formal, sino con una total convicción moral y espiritual: “de todo
corazón.” El “ayuno, llantos y lamentos,” y el rasgamiento de los vestidos deben
ser manifestaciones externas de una sincera actitud de conversión interna:
“rásguense el corazón y no las vestiduras.” La disposición interior es más impor-
tante que los gestos externos. Notemos que no se trata de conversión del pecado
(un acto penitencial), puesto que el texto no menciona el pecado del pueblo. Lo
que Dios nos pide es que nos volvamos a él para obedecerlo como único Señor,
como única salida para la crisis. Como dice el texto: “vuélvanse a mí” (v. 12) y
“vuélvanse al Señor su Dios” (v. 13).

Notemos el fundamento de esta conversión. El fundamento de esta acti-


tud de conversión es fe (confianza) en el hecho concreto de quién es Dios. “Él es
bondadoso y compasivo” (v. 13b). La única esperanza de liberación para el pue-
blo oprimido está en la misericordia y clemencia de un Dios que es “lento para la
ira y lleno de amor.” El Dios que nos ama y quiere liberar es el Dios que “cambia
de parecer y no castiga” (“se duele del castigo,” RVR). Joel ve a Dios como el
único Salvador y como el único que puede tornar la muerte en vida. Él es el único
que puede salvar a su pueblo. Hoy es el Día Antepenúltimo, y como tal, este es un
día de conversión para el pueblo de Dios. Debemos volvernos a él, al Señor nues-
tro Dios.

Notemos el resultado de esta conversión. El Dios que demanda un cam-


bio de nuestra actitud respecto a él, es el mismo Dios que está dispuesto a cam-
biar su actitud hacia nosotros. Dios nos ama tal cual somos y no espera que cam-
biemos para amarnos. Pero él no nos ama para que sigamos tal cual somos, sino
para que cambiemos conforme su propósito eterno para nuestras vidas. Este
propósito que él ha manifestado en Cristo no es otro que dejarnos su bendición.
De esta manera, todo lo que él desea en su amor por nosotros es darnos bendición
en lugar de maldición. Él quiere dejar “tras de sí una bendición.” Cuando noso-
tros nos convertimos a Dios, él se convierte a nosotros. Esto es tan cierto como
que “Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero” (1 Jn. 4.10). Volver-
nos al Señor hace que él se vuelva a nosotros y nos deje su bendición.
Además de la bendición divina, cuando nos volvemos al Señor comenza-
mos a contar con los recursos que antes nos faltaban. Una vez más sintonizados
con su voluntad perfecta, comenzamos a contar con “las ofrendas de cereales y
las libaciones” para poder servirlo. Estos elementos “son del Señor” nuestro Dios,
216 – Desastre y esperanza: Joel

es decir, vienen de parte de él, y sólo pueden ser nuestros cuando nos volvemos a
él y le obedecemos en todo. Notemos que la bendición de Dios consiste en la
provisión de los recursos que necesitaos para servir al Señor. Las ofrendas y las
libaciones son del Señor nuestro Dios y vienen de su mano bondadosa, compasiva
y llena de amor. Dios nos bendice para que lo bendigamos a él. Él quiere prospe-
rarnos para que le sirvamos mejor a él.

Este es un día de reunión (2.15-17)

No es posible vivir la vida cristiana en soledad ni servir al Señor en aisla-


miento. La vida y el servicio cristianos son gregarios y demandan del compromi-
so de cada creyente con todo el cuerpo de Cristo. No hay expresión más acabada
del significado de este cuerpo sobre la tierra, que cuando en su nombre dos o tres
nos congregamos, con la certeza de su presencia en medio nuestro. Responder a
su convocatoria para congregarnos es un acto de obediencia, al que debemos estar
atentos y “con mayor razón ahora que vemos que aquel día—el día del Señor—se
acerca” (He. 10.25).

Veamos la urgencia de esta reunión. La expresión “toquen la trompeta”


introduce una nueva estrofa donde el tema es la convocatoria pública al ayuno (v.
15) y a la lamentación (v. 17). Todo el pueblo y los sacerdotes son llamados a
hacer lamentación. El toque de trompeta aquí no está vinculado a un evento mili-
tar, sino a una convocación general para llevar a cabo una asamblea solemne.
Necesitamos urgentemente reunirnos para proclamar ayuno y oración por nues-
tros pecados, humillarnos delante del Señor e invocar su nombre. Este es el desaf-
ío que nos deja la Palabra de Dios: “si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla
y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo,
perdonaré su pecado y restauraré su tierra” (2 Cr. 7.14). Esta demanda divina no
ha cambiado con el correr de los siglos. Dios sigue deseando reunir a su pueblo
en una congregación signada por la santidad, es decir, dispuesta a obedecerlo en
todo. Él espera que desde los líderes hasta el miembro más insignificante de la
comunidad de fe, todos se junten al oír su voz llamándolos. No hay excepciones
ni excusas. No hay nada que sea más importante que esta reunión, ni siquiera una
noche de bodas.

Veamos el carácter de esta reunión. Los versículos 15 y 16 delinean el


carácter de esta convocatoria y enumeran a los invitados a la asamblea solemne.
“Congreguen al pueblo” es una expresión general e incluye a todo el pueblo:
religiosos y no religiosos. “Junten a los ancianos” es una expresión más específi-
ca y se refiere a la comunidad religiosa, es decir, los que participan regularmente
del culto en el templo porque ésa es su vocación y camino de servicio. A su vez,
las dos expresiones se refieren a sectores distintos de la comunidad, con lo cual el
mensaje de estas líneas es también de perdón y reconciliación entre ellos. En
tiempos como éstos, nadie debe quedar fuera de la invitación a reunirnos delante
Una lectura escatológica de Joel (2.1—3.21) – 217

del Señor para clamar por su perdón y liberación. Líderes y pueblo por igual
deben presentarse delante del Señor.
Absolutamente todos los habitantes de Jerusalén son convocados: fieles e
infieles, líderes y no líderes, incluso los niños y los que maman, y hasta los no-
vios que están de luna de miel. El autor convoca a todos para enfatizar la fuerza y
el alcance de su llamado. El carácter extraordinario de la convocatoria bien lo
justifica, porque frente a la crisis, Dios va a cumplir sus propósitos eternos y
redentores para con su pueblo (v. 18). Todos tenemos la necesidad y el deber de
clamar a Dios en esta hora, porque la crisis nos afecta a todos.

Veamos la necesidad de esta reunión. Es frente a un mundo incrédulo,


que de manera desafiante pregunta “¿Dónde está su Dios?” (v. 17), que tenemos
que responder al desafío divino de humillarnos y convertirnos. La iglesia en su
totalidad es llamada a una asamblea solemne de oración para expresar su depen-
dencia del Señor y el reconocimiento de la necesidad de su asistencia en estos
días de crisis que vivimos. Sólo si hacemos sonar la trompeta del Señor en medio
de su pueblo, proclamamos ayuno y convocamos asamblea solemne, llegaremos a
tener una respuesta contundente a la pregunta “¿Dónde está tu Dios?”

Este es un día de respuesta (2.18-23a)

Dios no es sordo al clamor de los necesitados. El siempre responde al pue-


blo que se vuelve a él con su carga y dolor. Joel ahora se proyecta hacia el futuro
y anticipa una maravillosa esperanza de liberación. Dios no se olvida de los su-
yos.

La primera respuesta de Dios es perdón. El versículo 18 es una nota in-


troductoria que relaciona el clamor de los versículos 15-17 con la respuesta de
Dios al mismo en los versículos 19-23. Dios responde a la necesidad de su pueblo
y lo hace “solícito” (RVR; lleno de celo), es decir, mostrando “amor por su tie-
rra.” La expresión describe el amor y la devoción de Dios por su pueblo y la tierra
que éste ocupa. El primer contenido explícito de su respuesta es perdón. Sólo el
perdón divino nos habilita para recibir de él cualquier otra manifestación de su
amor.

La segunda respuesta de Dios es prosperidad. Dios nos promete todo lo


necesario para nuestra manutención física y para nuestra adoración. Él se com-
promete a enviarnos “cereales, vino nuevo y aceite” (v. 19a; “pan,” “mosto” y
“aceite,” RVR). Y está dispuesto a hacerlo de manera abundante, es decir, “hasta
dejarnos plenamente satisfechos.” Pero también Dios nos promete todo lo necesa-
rio para vindicar nuestra dignidad personal, como son los bienes morales y espiri-
tuales (v. 19b). Su promesa es que él “no volverá a entregarnos” a nuestros ene-
migos, “al oprobio entre las naciones” que se oponen a su voluntad y que no le
reconocen como único Dios.
218 – Desastre y esperanza: Joel

La tercera respuesta de Dios es liberación. Dios promete revertir la si-


tuación de opresión de su pueblo (v. 20). El enemigo es el causante de todas las
calamidades que padecen los creyentes (Ef. 6.20). Dios promete echarlo “hacia
una tierra seca y desolada.” El Señor es el único que puede dividir los ejércitos de
las potestades demoníacas que nos agobian (“lanzaré su vanguardia hacia el mar
oriental, y su retaguardia hacia el mar occidental”). Él tiene el poder para liquidar
todo poder satánico y darle muerte definitiva a la serpiente antigua, de modo que
“subirá su hedor y se elevará su fetidez” de muerte. ¡Sólo él puede hacer estas
grandes cosas!
Es así como el profeta habla de una triple liberación obrada por el Señor a
favor de su pueblo. Hay una liberación de la tierra (v. 21). La tierra que quedó
yerma como resultado del pecado humano y de la obra del Destructor ahora se
“alegra y regocija” porque “el Señor hará grandes cosas.” Hay una liberación del
reino animal y vegetal (v. 22). Animales, pastizales y árboles frutales, es decir, la
creación viva no humana, que por mucho tiempo estuvieron “sometidos a la frus-
tración,” ahora “ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así
alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Ro. 8.20, 21). Y hay una libe-
ración del ser humano (v. 23a). Nuevamente la alegría y el regocijo son las expre-
siones de esta liberación que encuentra su punto de origen “en el Señor su Dios.”
Los “hijos de Sion,” quienes han reconocido en Cristo al Señor y Salvador de sus
vidas, son los que disfrutan de esta liberación.
El texto que hemos considerado comienza con un llamado al ayuno, a los
llantos y los lamentos. Y después de describirnos el día antepenúltimo como un
día de conversión, reunión y respuesta, concluye exhortándonos a no temer sino a
alegrarnos y gozarnos. En medio de la crisis que nos envuelve, el único que puede
provocar en nosotros un cambio tan radical es el Señor. Él tiene el poder de trans-
formar las circunstancias de este día antepenúltimo y hacer que el ayuno, el lloro
y el lamento se transformen en alegría, gozo y libertad del temor. Para ello, con-
virtámonos al Señor, reunámonos en su nombre para clamar a él, y esperemos de
él su respuesta redentora de amor.

Este es un día de renovación (2.23b)

Joel continúa pintando con tonos radiantes el cuadro magistral de este día
antepenúltimo. Los colores son intensos y cada pincelada agrega un detalle al
conjunto. Ahora el profeta pone su atención en elementos de mayor dimensión y
alcance espiritual: el Señor “a su tiempo les dará las lluvias de otoño.” Y agrega:
“Les enviará la lluvia, la de otoño y la de primavera, como en tiempos pasados.”

Estas palabras tienen un significado providencial. La renovación de la


vida en nuestro texto es vinculada con la lluvia, elemento básico para el sustento
de la agricultura y la ganadería en una región árida como Palestina. Así como
Judá no pudo hacer nada para expulsar al invasor del norte, tampoco pudo hacer
nada para que lloviese. La lluvia de la renovación espiritual de la iglesia es una
acción exclusivamente divina. No la podemos fabricar ni provocar. Es fruto de la
Una lectura escatológica de Joel (2.1—3.21) – 219

gracia y providencia del Señor. Se equivocan quienes rechazan la renovación que


opera el Espíritu Santo en la iglesia. Pero también se equivocan quienes quieren
provocarla con recursos carnales y motivos espurios.

Estas palabras tienen un significado profético. El texto habla de la llu-


via temprana y tardía (RVR), o sea, la lluvia de otoño y la de primavera. El alcan-
ce profético de estas dos lluvias va más allá de un fenómeno meteorológico, físico
o regional de Palestina en un momento dado. En el Antiguo Testamento, las llu-
vias están relacionadas con tiempos de renovación espiritual (Os. 6.3; Pr. 16.15;
Zac. 10.1). En el Nuevo Testamento, las lluvias están relacionadas con la renova-
ción espiritual previa a la segunda venida de Cristo (Stg. 5.7, 8). Antes del glorio-
so retorno de nuestro Señor, Dios hará que su Espíritu Santo sea derramado de
manera copiosa, como una lluvia densa, sobre todo el pueblo que invoca su nom-
bre.

Estas palabras tienen un significado histórico. Esta renovación se da en


un tiempo particular. Dice el texto: “como en tiempos pasados.” La referencia es
de fuerte contenido histórico. ¿A qué se refiere? Según el texto, la primera lluvia,
o sea, “las lluvias de otoño” (seguramente Pentecostés) fue dada “a su tiempo.”
Según Joel, lo mismo ocurrirá con la lluvia tardía (“la de primavera”), que todav-
ía no ha ocurrido en la historia. La promesa es que Dios enviará esta lluvia tam-
bién en un tiempo oportuno (“a su tiempo,” en el kairós que él ha determinado),
como lo hizo en ocasión de Pentecostés. Nótese que estos derramamientos de
bendiciones celestiales se dan dentro de un determinado marco espacio-temporal,
en una estación específica, o como registra Joel, “a su tiempo.” En la economía
de Dios hay momentos en los que él quiere enviar lluvias espirituales abundantes
sobre su pueblo, en orden a que la cosecha sea abundante. Estos tiempos de llu-
vias refrescantes y enriquecedoras son tiempos de avivamiento espiritual y de un
poderoso derramamiento del Espíritu Santo, como ocurrió en los años tempranos
de la iglesia. ¡Hoy puede ser un tiempo así!

Estas palabras tienen un significado misiológico. Al igual que en el ca-


lendario agrícola del antiguo Israel, el advenimiento de las lluvias estacionales
presuponía un compromiso de trabajo, esfuerzo y responsabilidad por parte del
pueblo. Las lluvias nos desafían a un trabajo más intenso y son un anticipo de
esfuerzos mayores. Las lluvias de por sí no garantizan una buena cosecha. Es
necesario sembrar y luego segar los campos. En definitiva, como bien enseña el
apóstol Pablo, “cada uno cosecha lo que siembra” (Gá. 6.7). Ahora, todo esto
demanda esfuerzo y dedicación. Pero el trabajo en los campos, por penoso y fati-
goso que sea, siempre es seguido por la alegría desbordante de la cosecha. Al
esfuerzo y la dedicación en el cumplimiento de la misión le sigue el gozo de la
recompensa. Como expresa el salmista: “El que con lágrimas siembra, con rego-
cijo cosecha. El que llorando esparce la semilla, cantando recoge sus gavillas”
(Sal. 126.5, 6).
220 – Desastre y esperanza: Joel

Estas palabras tienen un significado escatológico. La lluvia tardía y la


abundante cosecha que ella produce precederán el regreso de Cristo en gloria y
victoria. La promesa de Dios a través de su profeta no quedará sin un cumpli-
miento total antes del fin de los tiempos. Según el Deutero-Isaías: “Así como la
lluvia y la nieve descienden del cielo, y no vuelven allá sin regar antes la tierra y
hacerla fecundar y germinar para que dé semilla al que siembra y pan al que co-
me, así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino
que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos” (Is. 55.10, 11). El de-
rramamiento del Espíritu Santo en los días previos a la segunda venida de Cristo
producirá tal germinación de la Palabra de Dios en los corazones humanos, que la
abundancia de la cosecha final será sorprendente.

Este es un día de restauración (2.24-26)

Los planes y designios divinos no pueden ser frustrados por nada. Final-
mente, Dios va a lograr todo lo que se ha propuesto en Cristo. La obra del Des-
tructor ha intentado por siglos poner fin a los planes del Señor para sus criaturas,
elaborados aun antes de la fundación del mundo. Pero a través de Cristo y por la
obra de su Espíritu Santo, él va a restaurar todas las cosas, tal como lo promete en
su Palabra. Según el testimonio de Pedro: “Es necesario que él [Cristo] perma-
nezca en el cielo hasta que llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas,
como Dios lo ha anunciado desde hace siglos por medio de sus santos profetas”
(Hch. 3.21).

Dios promete restaurarnos los bienes que el enemigo nos robó. Dios
nos restituirá en abundancia. El Señor promete que las eras se llenarán de grano y
los lagares rebosarán de vino. Dios nos restituirá todas las cosas materiales que
aquél que vino a robar, matar y destruir (Jn. 10.10) ha tomado de nosotros: cerea-
les, vino y aceite. Estos elementos no son artículos suntuarios o de lujo, sino la
base de la alimentación, los acompañantes de la alegría de vivir y aquello que le
da belleza y perfuma la existencia. Jesús prometió que quienes le siguen “El que a
mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener
sed” (Jn. 6.35). El cristiano vive hoy con la esperanza de que algún día se sentará
a la mesa con su Señor en el banquete celestial, donde su copa de vino será llena-
da a rebosar y su cabeza será ungida con perfume (“aceite,” RVR), según leemos
en el Salmo 23.5.

Dios promete restaurarnos el tiempo que el enemigo nos robó. Satanás


nos ha robado tiempo significativo en todos los niveles de nuestras relaciones:
personal, familiar, eclesial, social, etc. Hay sueños que han quedado sin cumplirse
en el tiempo. Pero Dios va a hacerlos realidad. Hay proyectos que no han alcan-
zado su completamiento y fruición. Ellos serán terminados. Los años breves que
hemos podido vivir de este lado de la eternidad se convertirán en una eternidad
sin límite, en la que todos nuestros deseos que son conformes a la voluntad de
Dios van a encontrar satisfacción. La muerte, que ha sido la señora y dueña del
Una lectura escatológica de Joel (2.1—3.21) – 221

tiempo, ya “ha sido devorada por la victoria” de Cristo, de modo que ahora lo
corruptible y pasajero se puede revestir de lo incorruptible, y lo mortal, de inmor-
talidad (1 Co. 15.54).

Dios promete restaurarnos la satisfacción que el enemigo nos robó. Sa-


tanás nos ha robado la satisfacción física. Nuestro cuerpo fue creado perfecto por
Dios, con la capacidad de alimentarse y disfrutar de los alimentos, de dormir y
disfrutar del descanso, de hacer el amor y disfrutar de la relación mutua, de traba-
jar y disfrutar de lo que hacemos, etc. La promesa de nuestro Creador es: “co-
merán en abundancia, hasta saciarse.” Satanás no ha robado también la satisfac-
ción espiritual. Hemos transformado nuestro culto a Dios en un culto a la criatura.
La relación con el Señor ha dejado de ser adoración para transformarse en reli-
gión. Pero el Señor nos promete: “alabarán el nombre del Señor su Dios.” Satanás
nos ha robado la satisfacción psicológica o emocional. Nuestras emociones han
sido distorsionadas y nuestras mentes han sido nubladas por la duda y la incredu-
lidad. Pero el Señor nos promete: “Dios hará maravillas por ustedes,” y nosotros
seremos testigos asombrados de todas ellas y las creeremos con gran alegría y
entusiasmo. Finalmente, Satanás nos ha robado la satisfacción moral. Por ceder a
sus tentaciones y aliarnos a él en pecado hemos cosechado confusión, culpa y
vergüenza. Pero esto se terminará. Dios nos promete: “nunca más será avergon-
zado mi pueblo.”

Este es un día de reconocimiento (2.27)

¿Cuál es el propósito de la acción liberadora de Dios a favor de su pueblo?


La respuesta es clara. Esta acción sirve como un medio por el cual Dios se da a
conocer.

El se da a conocer como un Dios presente. Según el profeta, él dice:


“Entonces sabrán que yo estoy en medio de Israel.” Esto significa dos cosas. Por
un lado, él mora en medio de su pueblo, y esto significa protección (3.17). El
apóstol Pablo comprendió esta gran verdad, cuando afirmaba que los creyentes
hemos muerto y resucitado con Cristo, de modo que nuestra vida vive una nueva
dimensión y se mueve en una nueva dirección (Col. 3.1, 2). Y como resultado de
esto, ahora nuestra “vida está escondida con Cristo en Dios” (Col. 1.3). ¿Quién
puede tocarla allí? ¿Qué circunstancia aciaga puede perturbarnos o ponernos en
peligro? En otras palabras, “Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en
contra nuestra” (Ro. 8.31). Por otro lado, él mora en medio de su pueblo, y esto
significa poder (Hch. 1.8). La presencia divina a través del Espíritu Santo moran-
do en cada creyente y en la comunidad de fe es garantía de suficiente poder y
autoridad para derrotar plenamente al enemigo, por amenazante que sea (Ro.
8.32-39).

El se da a conocer como un Dios único. Según el profeta, él dice: “Yo


soy el Señor su Dios.” El tiempo de una nueva teología ha llegado, una teología
222 – Desastre y esperanza: Joel

nacida de la experiencia viva del poder y la acción redentora de Dios a favor de


su pueblo. Esta es una teología en la que los verbos son más abundantes que los
adjetivos; en la que las obras de la fe son más significativas que la gramática de la
fe. Esta teología es exclusiva y excluyente, ya que no acepta la posibilidad de
levantar diositos conceptuales según las elucubraciones humanas, es decir, diosi-
tos a la medida de los caprichos de los seres humanos. El Señor dice: “No hay
otro fuera de mí,” y el creyente fiel hoy sabe que es así y concentra su pensar
acerca de Dios en el único Dios verdadero, el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo. Nuestro reconocimiento del poderoso Dios que tenemos nos moverá a
trabajar con todo denuedo en su nombre, sin vergüenza y con un sentido de victo-
ria inminente: “¡Nunca más será avergonzado mi pueblo!”
De algún modo, la historia ya está escrita, y lo que está más allá de ella,
también nos es conocido. La saga de la humanidad no va a agregar más páginas
de las que ya tiene. Nos vamos acercando cada vez más al fin. Sin embargo, esta
generación tiene el privilegio especial de ser la protagonista del Día Antepenúlti-
mo, del día de la renovación de la iglesia de Jesucristo en todo el mundo. El Espí-
ritu Santo está obrando profundamente en la iglesia para mover a los creyentes a
la conversión y la renovación, a la reconciliación y la restauración, a la responsa-
bilidad y el reconocimiento de su poder y grandeza. Mientras nos compromete-
mos a hacer lo mejor de nuestra parte para cumplir con la misión que el Señor nos
ha encomendado, recordemos el tenor básico de este día: no hay tiempo. Los
animo a trabajar duro en el testimonio de nuestra fe, con plena consciencia de que
el fin de la historia está cercano, y con él, el fin de nuestra oportunidad de ganar
al mundo para Cristo. Como nos exhorta el apóstol Pablo en Romanos 13.11, 12:
“Hagan todo esto estando conscientes del tiempo en que vivimos. Ya es hora de
que despierten del sueño, pues nuestra salvación está ahora más cerca que cuando
inicialmente creímos. La noche está muy avanzada y ya se acerca el día. Por eso,
dejemos a un lado las obras de la oscuridad y pongámonos la armadura de la luz.”

EJERCICIO 35

El cumplimiento del tiempo.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. Jesús en Galilea declaró que el tiempo se había cumplido: ___________________


2. Es tiempo de poner fin a las transgresiones y pecados: ______________________
3. A su debido tiempo, Dios ha cumplido su promesa de vida eterna: _____________
4. A su debido tiempo, Dios testificó que hay un solo mediador: __________________
5. De la higuera tenemos que aprender a discernir cuándo el tiempo está cerca: ____
____________________________________________________________________
6. Al final de los tiempos, Cristo se presentó una sola vez y para siempre: _________
____________________________________________________________________
Una lectura escatológica de Joel (2.1—3.21) – 223

7. Cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo: __________________________


8. Dios nos ha hablado por medio de su Hijo en estos días finales: _______________
9. Nadie sabe el día y la hora del tiempo final: _______________________________
10. Dios reúne en Cristo todas las cosas en el cumplimiento del tiempo: ___________

Pasajes: Daniel 9.24; Marcos 1.14, 15; Marcos 13.28, 29; Marcos 13.32; Gálatas 4.4;
Efesios 1.9, 10; 1Timoteo 2.5, 6; Tito 1.2, 3; Hebreos 1.2; Hebreos 9.26.

EL DIA PENULTIMO (2.28-32)

Muchos cristianos alrededor del mundo coinciden en señalar que estamos


viviendo días sin parangón. Cada vez más, es posible escuchar las voces de aque-
llos que proclaman a estos días presentes como los días finales o por lo menos
como aquellos cercanos al fin. Yo mismo soy de la convicción de que nos esta-
mos acercando a la consumación de la historia, con todas las consecuencias que
esto tiene. El día final está muy cerca.
Sin asumir ningún programa para el futuro o una teoría sobre los tiempos
venideros, quisiera atraer la atención de mis estudiantes y lectores sobre el pasaje
de Joel 2.28-32. En estas escrituras veo un anticipo de los próximos días que
vendrán y seguirán a nuestro propio día presente, que es, como lo hemos designa-
do, el Día Antepenúltimo. La consideración del futuro próximo nos ayudará para
una mejor comprensión del presente y motivará nuestro compromiso con la mi-
sión que tenemos entre manos hoy. Como vimos, en Joel 2.12-27, encontramos la
descripción del Día Antepenúltimo, es decir, el día que estamos viviendo hoy,
nuestro tiempo presente. Recordarán ustedes que describimos a este día como un
día de conversión (vv. 12-14), de reunión (vv. 15-17), de respuesta (vv. 18-23a),
de renovación (v. 23b), de restauración (vv. 24-26) y de reconocimiento (v. 27).
Ahora quiero presentarles, a la luz de Joel 2.28-32, el día que seguirá al
Día Antepenúltimo, es decir, el Día Penúltimo o el día del avivamiento global
final antes del glorioso retorno de Cristo. Permítanme, entonces, abordar estos
versículos del libro de Joel desde una perspectiva escatológica y profética. Mien-
tras vamos analizando estos versículos, quiero invitarles a considerar conmigo
cinco cosas en relación con este Día Penúltimo, el día que sigue al presente Día
Antepenúltimo y que precede al Día Ultimo o final.

Notemos su tiempo (2.28)

La cláusula “Después de esto” marca un cambio significativo en la dimen-


sión temporal que el profeta viene desarrollando. Es como si diera vuelta una
página para comenzar a describir y reflexionar sobre una dispensación o período
temporal totalmente diferente del anterior. ¿Qué nos enseña Joel en cuanto a este
día tan singular?
Este día ocurrirá dentro de la historia humana. Este día sigue a otro día
determinado en el curso de la historia humana presente: “Después de esto...” En
224 – Desastre y esperanza: Joel

el capítulo 1, Joel ha estado describiendo el pasado y el presente crítico del pue-


blo. En el capítulo 2, Joel anuncia la restauración y reparación histórica que el
Señor va a producir en su pueblo y frente a sus enemigos en un período histórico
particular, que hemos interpretado como nuestro tiempo presente de renovación.
Ahora en estos versículos, el Señor anuncia lo que va a hacer en el futuro, una vez
que lo anterior se termine de cumplir, pero todavía dentro del curso de la historia
de su pueblo. Sin embargo, si bien este día ocurre dentro de la historia, parece
evidente que se trata de un tiempo específico, con características muy particulares
y diferentes de cualquier otro tiempo histórico. El v. 29 dice: “En esos días...,” es
decir, los días que siguen al período histórico indicado por la cláusula “Después
de esto.”

Este día todavía no ha ocurrido todavía. Pedro aplicó este pasaje a los
eventos sobrenaturales que acompañaron la experiencia de los primeros cristianos
en el día de Pentecostés, en Jerusalén. Según él: “En realidad lo que pasa es lo
que anunció el profeta Joel” (Hch. 2.15, 16). Pero el contenido profético de las
palabras de Joel no está agotado, y sigue vigente. De hecho, Pedro mismo agrega
una frase interesante al comienzo de su cita de Joel: “Sucederá que en los últimos
días, dice Dios.” Estos “últimos días” no ocurrieron en los días de Pedro y los
primeros cristianos, que en realidad eran los “primeros días del cristianismo.” Los
“últimos días” todavía no se han manifestado en toda su plenitud. Estamos reco-
rriendo todavía el Día Antepenúltimo y se viene acercando el Día Penúltimo.
Todavía estamos esperando el cumplimiento de este Día Penúltimo, de “los últi-
mos días” de los que habló Pedro, cuando Dios derrame de su Espíritu “sobre
todo el género humano,” y no sólo sobre 120 personas.

Notemos su naturaleza

Joel sintetiza el eje de la acción divina en este día especial, registrando la


promesa de Dios: “Derramaré mi Espíritu.” No es ésta la primera vez que Dios
toma la iniciativa en una acción de este tipo. Pero seguramente será la última vez
que lo haga dentro de la historia humana, porque después viene la eternidad. De
modo que este derramamiento es único por dos cosas. Primero, porque será el
último en la historia; y, segundo, porque tendrá una magnitud como ningún otro
anterior. Esto es lo que hace de este Día Penúltimo un día tan especial.

Este será un día de avivamiento. Este día está caracterizado por una gran
renovación, avivamiento y bendición espiritual. Lo que Dios derrama es nada
menos que su Espíritu Santo. Nótese que el Espíritu será dado generosamente:
será “derramado” como el agua de una lluvia torrencial. Esta es una maravillosa
promesa de Dios: “Ya no volveré a darles la espalda, pues derramaré mi Espíritu
sobre Israel. Yo, el Señor, lo afirmo” (Ez. 39.29). Se trata, pues, de una imparti-
ción poderosa del Espíritu Santo. Es interesante notar que el profeta habla de un
derramamiento del Espíritu Santo dos veces en este pasaje (vv. 28 y 29) como si
la reiteración le agregara fuerza a la afirmación. Es precisamente la dimensión de
Una lectura escatológica de Joel (2.1—3.21) – 225

esta efusión del Espíritu la que define el evento como avivamiento y no mera-
mente renovación. Lo segundo puede ser reiterado una y otra vez y siempre que
sea necesario. Lo primero significa volver a dar vida a lo que estaba muerto y esto
no ocurre a cada rato.

Este será un día de avivamiento global. Ha habido varios derramamien-


tos del Espíritu Santo a lo largo de la historia. El libro de los Hechos hace refe-
rencia a tres Pentecostés: el judío (Hch. 2), el samaritano (Hch. 8), y el gentil
(Hch. 10). Hubo también otros Pentecostés o avivamientos a lo largo de la histo-
ria del testimonio cristiano. Sin embargo, todos ellos fueron locales o regionales,
o afectaron a un pueblo determinado. Pero este derramamiento es diferente por-
que será el último y porque el texto indica que será “sobre todo el género huma-
no,” es decir, sobre todos los seres humanos, de toda cultura y nación, y en todo
el mundo. El planeta tierra será conmovido hasta sus raíces con el mover del
Espíritu y nadie quedará ignorante de la evidencia de su poder y sus manifesta-
ciones.

Notemos su alcance

La especificación de Joel en cuanto a que este derramamiento del Espíritu


“sobre todo el género humano” es sumamente interesante. El universalismo
hebreo es testificado por muchos profetas en términos del deseo de Dios de redi-
mir a toda la humanidad e incorporar en su pacto a todas las naciones. Pero en
este caso, se trata de la universalización del Espíritu Santo operando profunda-
mente en cada ser humano y atravesando todas las fronteras.

Su alcance geográfico. El primer Pentecostés ocurrió en Jerusalén, y des-


de allí se esparció a Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra. El segundo
Pentecostés se circunscribió a la conmoción producida por el Espíritu Santo en
una ciudad particular: Samaria. El tercer Pentecostés afectó a toda la “casa” (gr.
oikos, es decir, familiares, siervos, amigos, clientes) del centurión romano Corne-
lio. Hubo otro Pentecostés entre judíos helenistas cristianos con manifestaciones
similares a las experiencias anteriores, esta vez en la ciudad de Éfeso (Hch. 19.6,
7). Y podríamos seguir haciendo una lista de experiencias similares en tiempos
sub-apostólicos y a lo largo de toda la historia del testimonio cristiano en todos
los rincones del mundo en diversos momentos. Pero, el derramamiento del Espíri-
tu en el Día Penúltimo será simultáneo y ocurrirá en los cuatro rincones del plane-
ta.

Su alcance social. El primer Pentecostés alcanzó a personas que ocupaban


un lugar más o menos similar en la pirámide social. Lo mismo puede decirse de
los otros Pentecostés señalados. El derramamiento del Espíritu en el Día Penúlti-
mo alcanzará a los seres humanos en todos los niveles y condiciones sociales.
Será un avivamiento igualitario, porque romperá con varias barreras sociales,
como sexo, edad y condición social. Este avivamiento será expresión plena de la
226 – Desastre y esperanza: Joel

obra de Cristo, quien rompió todas las barreras sociales. Como dice Pablo: “Ya
no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes
son uno solo en Cristo Jesús” (Gá. 3.28). Este avivamiento será experimentado
por varones y mujeres, jóvenes y ancianos, siervos y amos. Incluso los esclavos
gozarán del poder del Espíritu y hablarán en nombre de Dios, cosa que ni siquiera
sus amos habían hecho antes. Noten que son los sectores marginales o desvalori-
zados de la sociedad los que transmitirán la palabra de Dios. Mujeres, ancianos,
jóvenes, y siervos serán el vehículo por el cual será posible delinear un mundo
nuevo más acorde con lo que Dios quiere, y esto ocurrirá en el Día Penúltimo.

Su alcance étnico. El primer Pentecostés alcanzó a personas pertenecien-


tes a una misma nación o etnia. Algo parecido ocurrió con los otros Pentecostés
citados. Aquellos primeros cristianos eran judíos, prosélitos y adherentes del
judaísmo; peregrinos provenientes de la diáspora, pero que tenían una religión
común. El derramamiento del Espíritu en el Día Penúltimo alcanzará a los seres
humanos de todas las naciones (panta ta ethné). Las promesas de este avivamien-
to son de carácter universal y abarcan a toda la humanidad, de toda raza, lengua y
cultura. Como afirma el profeta: “Entonces se revelará la gloria del Señor, y la
verá toda la humanidad. El Señor mismo lo ha dicho” (Is. 40.5). Esta es una pro-
mesa de alcance universal porque incluye a toda la humanidad. Todo ser humano
tendrá la oportunidad de invocar el nombre del Señor gracias a la obra del Espíri-
tu derramado. Este es el propósito de Dios, según lo entendió el apóstol Pablo:
“que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y deba-
jo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de
Dios Padre” (Fil. 2.10, 11).

Notemos su efecto

Joel describe haciendo gala de su extraordinaria capacidad poética y de un


lenguaje saturado de dramatismo, el Día Penúltimo en todos sus efectos (vv. 28b-
31). Al hacerlo, hace referencia a fenómenos de diversa índole.

Fenómenos espirituales. En el Día Penúltimo ocurrirá un gran avivamien-


to a nivel mundial acompañado de fenómenos espirituales extraordinarios: “Los
hijos y las hijas de ustedes profetizarán, tendrán sueños los ancianos y visiones
los jóvenes” (v. 28b). Observemos que el texto habla de una manifestación extra-
ordinaria de dones espirituales de revelación: profecía, sueños, visiones. Profecía,
sueños y visiones expresan una relación más directa y profunda entre el pueblo y
Dios, en la cual la revelación divina se expresa a través de varios canales. El
ejercicio de estos dones espirituales de revelación es necesario para alcanzar el
conocimiento profundo de Dios que él mismo promete en el v. 27, y el poder para
compartirlo con otros. Con el derramamiento del Espíritu Santo, y la democrati-
zación y ejercicio de los dones de revelación se verá cumplido el deseo de
Moisés, cuando dijo: “¡Cómo quisiera que todo el pueblo del Señor profetizara, y
que el Señor pusiera su Espíritu en todos ellos” (Nm. 11.29).
Una lectura escatológica de Joel (2.1—3.21) – 227

Fenómenos sobrenaturales. El texto habla de un servicio extraordinario


por parte de todos los creyentes, varones y mujeres, ancianos y jóvenes, siervos y
siervas. Llenos del Espíritu Santo, ellos serán capaces de hacer lo que nunca antes
hicieron, y hacerlo de una manera nunca antes vista. Personas que por su ubica-
ción en la pirámide social han ocupado estamentos que los han forzado al servicio
a los demás, muchas veces en condiciones opresivas (“los siervos y las siervas,”
v. 29) ahora van a servir con dignidad contando con el poder y la autoridad del
Espíritu. Es interesante que la versión de Pedro de estas palabras es “sobre mis
siervos y mis siervas” (gr. epi tous doulous mou kai epi tas doulas mou, Hch.
2.18). Seguramente, estos hombres y mujeres que sirvieron naturalmente con
recursos pobres y débiles, en este día servirán sobrenaturalmente con todo el
poder y la fuerza que les dará el Espíritu, haciendo señales y prodigios maravillo-
sos.

Fenómenos cósmicos. En su visión de aquel día notable, Joel ve que el


Señor mostrará prodigios “en el cielo y en la tierra” y que “el sol se convertirá en
tinieblas y la luna en sangre” (vv. 30, 31). El pasaje describe una teofanía en la
que Dios opera maravillas (“prodigios”), señales poderosas, actos de Dios a favor
de su pueblo. Se trata de fenómenos cósmicos (“en el cielo y en la tierra”), en los
que elementos primarios (“sangre,” “fuego,” “humo,” “sol,” y “luna”) cambiarán
su apariencia. Sin embargo, lo más importante no son los milagros, señales, pro-
digios, y manifestaciones del poder de Dios, sino el día mismo. El Día Penúltimo
será “el día del Señor, día grande y terrible” (v. 31b).

Notemos su propósito

En el v. 32, el profeta declara cuál es el propósito de este día pavoroso: “Y


todo el que invoque el nombre del Señor escapará con vida, porque en el monte
de Sion y en Jerusalén habrá escapatoria, como lo ha dicho el Señor. Y entre los
sobrevivientes estarán los llamados del Señor.” Básicamente hay dos cosas a
notar en estas palabras.

El Día Penúltimo es un día de juicio. El terror de este día no consistirá


tanto en los fenómenos portentosos que ocurrirán, sino en la presencia misma de
Dios, que se manifestará como Juez justo. Pero el pueblo, “los sobrevivientes,” o
sea, los llamados del Señor” no deben temer, pues éste será un día de salvación
para los hijos de Dios. Quienes han soportado el juicio injusto del mundo, que
consistentemente se ha burlado de ellos y de su fe, preguntando entre otras cosas
“¿Dónde está su Dios?” ahora se van a ver vindicados en su opción de permane-
cer fieles al Señor. Quienes juzgaron injustamente al pueblo del Señor, ahora
serán juzgados por el Señor a través de su pueblo. En esta ocasión la pregunta se
dará vuelta y será: “¿Dónde están los llamados del Señor?” Ellos se salvarán y
escaparán con vida, mientras los demás quedarán bajo la condena divina.
228 – Desastre y esperanza: Joel

El Día Penúltimo es un día de esperanza. El mensaje en estos versículos


es de aliento y esperanza. Según la palabra profética, habrá salvación para todos
los que invoquen el nombre del Señor y destrucción para los que los han oprimi-
do. En el día del Señor, los que invoquen su nombre serán salvos; en cuanto a los
que se pierden, parece obvio que su destino está también en las manos de Dios.
Así como el Espíritu Santo es derramado “sobre todo el género humano,” así
también hay salvación “para todo el que invocare el nombre del Señor.” Nadie es
discriminado ni dejado a un lado, en tanto se adhiera al proyecto redentor de
Dios. En el Señor hay salvación para todos; fuera de él, nadie se salva (Hch.
4.12).
Así, pues, viene un día cual jamás hemos vivido ni han visto nuestros ojos.
Este es un día en que Dios ofrecerá a la raza humana su última oportunidad para
volverse a él de sus malos caminos. Este es un día en que Dios equipará a su
iglesia con un poder y autoridad nunca antes experimentado, para que con mayor
efectividad todos sus hijos podamos impactar a todo el planeta con el testimonio
de nuestra fe en Cristo. Los creyentes seremos llenos del Espíritu Santo de tal
manera, que viviremos permanentemente en el plano de lo sobrenatural. Este día
se está acercando rápidamente, y debemos prepararnos para cuando irrumpa en
todo su esplendor.

EJERCICIO 36

Avivamientos espirituales.

Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. El avivamiento viene acompañado de milagros de sanidad: ___________________


2. El avivamiento es Dios haciendo obras que nos dejan pasmados: ______________
3. El avivamiento requiere de un examen de conciencia, arrepentimiento, alabanza y
confesión al Señor: _____________________________________________________
4. El avivamiento es Dios dándonos vida conforme a su palabra: _________________
5. El avivamiento es Dios volviendo a darnos nueva vida, alegría, amor y salvación: _
____________________________________________________________________
6. El avivamiento viene cuando nos volvemos al Señor, somos sanados y vivificados por
él, y lo conocemos en obediencia: _________________________________________
7. El avivamiento es Dios reavivándonos para que invoquemos su nombre: ________
____________________________________________________________________
8. El avivamiento es que desde lo alto Dios derrama su Espíritu sobre nosotros: ____
____________________________________________________________________
9. El avivamiento produce alegría y un espíritu obediente, y nos mueve a enseñar a otros
los caminos del Señor: __________________________________________________
10. El avivamiento significa nuestra restauración y salvación: ____________________
Una lectura escatológica de Joel (2.1—3.21) – 229

Pasajes: Salmos 51.12, 13; Salmos 80.7; Salmos 80.14; Salmos 85.6, 7; Salmos
119.25; Isaías 35.6; Isaías 32.15; Jeremías 3.40-42; Oseas 6.1-3; Habacuc
3.2.

EL DÍA ÚLTIMO (3.1-16)

La preocupación por el futuro ha sido una vivencia constante en la expe-


riencia de todo ser humano. Lo que vendrá ejerce sobre todos nosotros un atracti-
vo tan seductor, que llega a modelar la mayor parte de las decisiones y acciones
de nuestro presente. En definitiva, nadie puede conocer a ciencia cierta lo que
ocurrirá en el próximo minuto, pero todos hacemos un enorme esfuerzo por ima-
ginarlo y anticiparlo. Esta expectativa por lo que vendrá se acrecienta en toda la
humanidad cada vez que un siglo llega a su fin, y mucho más, cuando lo que
termina es un milenio. Es por esto que hace más de diez siglos atrás, a fines del
primer milenio cristiano, hubo un incremento astronómico de las expectativas
milenaristas. El apocalipticismo y el interés por las cuestiones escatológicas se
vieron notablemente magnificados. Cuando llegó el año 1000, miles de seres
humanos en toda Europa occidental llegaron al borde de la paranoia y a decisio-
nes fuera de toda racionalidad.
Nosotros hemos experimentado algo parecido cuando pasamos del siglo
XX al siglo XXI. De hecho, continuamos viviendo un tiempo así. Los temores
colectivos y la ansiedad por lo que podía ocurrir al cruzar el umbral del nuevo
milenio, se podían ver manifestados en la literatura, el arte, el cine, el teatro y
varias otras expresiones del sentir humano. Tales emociones y tensiones se han
ido incrementando a medida que vamos avanzando en el nuevo siglo y milenio.
Con ello también, se incrementa el misticismo, el espiritualismo, las ideas sobre
el fin del mundo, las creaciones de ciencia-ficción, las predicciones más estrafala-
rias, y las profecías de todo tipo.
En los párrafos anteriores hemos estado considerando a la luz del mensaje
del profeta Joel (en los capítulos 2 y 3 de su libro), las instancias finales de la
historia humana. Hemos dedicado bastante espacio a reflexionar sobre lo que
hemos denominado como el Día Antepenúltimo, a la luz de Joel 2.12-27. Luego
nos detuvimos en Joel 2.28-32 para ver allí lo que considero es la descripción del
Día Penúltimo de la historia. En este apartado quiero invitarles a que me acompa-
ñen a enfocarnos en el Día Último de la historia, también a la luz de lo que bajo la
inspiración del Espíritu Santo nos enseña Joel en los versículos indicados. Hay
tres cosas para ver aquí.

Veamos la ubicación de este día (3.1)

Este día ya está prácticamente fuera de la historia humana. En realidad, la


historia termina con este día. Éste es el Día Ultimo de la historia. La expresión
“en aquellos días” (3.1) indica un tiempo que sigue inmediatamente al descrito en
2.28-32, el Día Penúltimo. No se trata de un día cualquiera, sino un tiempo um-
230 – Desastre y esperanza: Joel

bral entre un lado y otro de la eternidad. Es el kairós de Dios, o sea, este día ocu-
rre “en el tiempo señalado.” Algunos autores creen que el cambio por parte de Dios
ocurrió en tiempos de Joel.197 Sin embargo, otros comentaristas piensan que los
verbos perfectos en el hebreo son perfectos proféticos. Esto le permite a Joel descri-
bir el futuro como si ya hubiese ocurrido. Por otro lado, en razón de que 2.26, 27
repite dos veces la frase “¡nunca más será avergonzado mi pueblo!” y consigna la
aceptación de Dios por parte de la nación, el profeta debe estar describiendo eventos
escatológicos.198

Veamos el carácter de este día (3.2-8)

Lo nuevo de este pasaje en relación con el anterior es el juicio sobre las


naciones. Así como en el pasaje anterior el énfasis estuvo en la salvación de los
que invocan el nombre del Señor, en este pasaje se enfatiza la condenación de
aquellos que no lo hacen. Por eso, el Día Ultimo es el día del Juicio Final, el día
en que Jesucristo, “ha de venir en su reino y… juzgará a los vivos y a los muer-
tos” (2 Ti. 4.1). ¿Cuál es el carácter de este día? ¿Cuáles son sus características
sobresalientes?

Este es un día de restauración. El Señor anuncia un juicio venidero, que


no implica el fin de los planes de Dios para su pueblo. Por el contrario, el juicio
anunciado es contra las naciones que han explotado al pueblo de Dios y han que-
rido destruirlo. De esta manera, Joel hace un giro dramático en su profecía, que
va de lamentación a esperanza. Esto es muy similar al movimiento que va de
quejas a afirmaciones de confianza que encontramos en los Salmos de lamenta-
ción (Sal. 60.8-10; 85.9-14). Esto significa que para la iglesia de Jesucristo este
día de juicio final no será un día de condenación sino de restauración. Dios dice
que éste será el día “cuando restaure yo la suerte de Judá y de Jerusalén.”

Este es un día de reunión. En este caso, se trata de la reunión de todas las


naciones de la tierra (“reuniré a todas las naciones”). Nótese que se trata de una
reunión de naciones y no de individuos. El tono de la expresión parece ser más
político y militar que moral y espiritual. La reunión sería para una confrontación
o choque de carácter militar, en la que la batalla operará como un juicio moral y
espiritual sobre la conducta de esas naciones en relación con Dios y su pueblo.

Este es un día de juicio. “Las haré bajar al valle de Josafat,” es la afirma-


ción divina. Este valle imaginario es símbolo de un lugar en el que se llevará a
cabo el juicio divino de las naciones. No es un lugar geográfico sino un lugar de
juicio. En un sentido, es equivalente al sitio de la batalla final entre las fuerzas del
bien y del mal, que se conoce como “Armagedón” (Ap. 16.16). El nombre Arma-

197
Thomas J. Finley, Joel, Amos, Obadiah, en Wycliffe Exegetical Commentary (Chicago:
Moody Press, 1990), 60, 61; y Allen, Joel, 86, 87.
198
Stuart, Hosea-Jonah, 258.
Una lectura escatológica de Joel (2.1—3.21) – 231

gedón aparece una sola vez en la Biblia y no se encuentra en la literatura hebrea.


El gr. es una transliteración aproximada del heb. har meggido, lit. “monte de
Meguido.” Allí Dios establecerá su corte y entrará “en juicio contra los pueblos,”
que serán derrotados y condenados.

Este es un día de vindicación. La razón de este juicio divino final es la


vindicación del pueblo que Dios compró a un alto precio y con el cual estableció
un pacto eterno. El juicio es un “juicio contra los pueblos en cuanto a mi propie-
dad, mi pueblo Israel, pues lo dispersaron entre las naciones y se repartieron mi
tierra.” De esta manera, la iglesia, el nuevo Israel, será vindicada y su causa se
verá justificada.

Este es un día de retribución. Dios declarará una guerra santa contra sus
enemigos al final de los tiempos. Es para esta batalla final que el Señor está con-
vocando a las naciones en este “tiempo señalado.” Ninguna de las naciones de la
tierra podrá escapar de este choque final en el valle del juicio divino. La hora de
rendir cuentas ha llegado. Los que “cosificaron” al pueblo de Dios, los que trafi-
caron con personas humanas, prostituyeron a niños, abusaron de todo tipo de
sustancias y corrompieron a menores especialmente niñas serán juzgados y con-
denados (v. 3). Dios tomará venganza de aquellas naciones que han actuado a lo
largo de la historia de maneras explotadoras y abusivas, atropellando y sometien-
do a otros pueblos para obtener mayores ganancias (vv. 4, 5). De manera particu-
lar, quienes hoy han hecho del tráfico de personas y de la violación de todos los
derechos humanos su fuente de lucro y prosperidad, recibirán todo el furor divino
(vv. 6-8). Cada nación recibirá el justo pago por lo que ha sembrado en el mundo.

Veamos los acontecimientos de este día

Miles de páginas de escatología “pop” se han consumido en el vano inten-


to de querer establecer cuál va a ser el programa de este día final. Generalmente
se han tomado frases o líneas de los más diversos textos y contextos bíblicos para
reconstruir un cuadro más o menos completo de este día del juicio final. El arte
no se ha quedado corto en intentar algo parecido, desde el famoso fresco de Mi-
guel Ángel Buonarotti, “El Juicio Final,” en la Capilla Sixtina en San Pedro, hasta
las imágenes más recientes de Salvador Dalí u otros pintores contemporáneos.
Lejos de merodear por estas especulaciones, vamos a procurar que Joel nos pre-
sente su visión de este día final.

El Día Último es el día de la batalla final. A lo largo de los siglos, el


pueblo de Dios ha estado procurando cumplir con su misión involucrado en un
combate espiritual a muerte con las fuerzas de las tinieblas. Jesús mismo había
anticipado este conflicto permanente, cuando en ocasión de su arresto en el huerto
de Getsemaní, dijo: “Todos los días estaba con ustedes en el templo, y no se atre-
vieron a ponerme las manos encina. Pero ya ha llegado la hora de ustedes, cuan-
do reinan las tinieblas” (Lc. 22.53). Desde entonces, los seguidores de Cristo
232 – Desastre y esperanza: Joel

hemos padecido esta “hora” de predominio de las tinieblas y de combate perma-


nente contra ellas (Ef. 6.12). La guerra espiritual ha sido una constante a lo largo
de los siglos. Pero en el Día Último este conflicto terminará con la batalla final y
el triunfo definitivo de Cristo sobre toda fuerza de maldad. La victoria espiritual
ganada en la cruz y por la resurrección será consumada con la derrota histórica de
Satanás y sus huestes (Joel 3.9-11). De esta manera, la iglesia militante se trans-
formará para siempre en la iglesia triunfante, llevada de la mano de su Señor
victorioso.

El Día Último es el día del juicio divino a las naciones. En 3.2 y 12 Joel
nos presenta un cuadro magistral de este juicio, con imágenes que son dramáticas.
Las naciones serán reunidas en el valle de Josafat. Como vimos, este nombre
significa “el Señor juzga” (vv. 2a y 12a). El énfasis no es geográfico, como se
indicó, sino proposicional, es decir, indica el propósito por el cual las naciones
son reunidas en ese lugar. El propósito es el desarrollo del juicio divino (vv. 2b y
12b). Jesús se refirió a este juicio de las naciones, cuando dijo: “Cuando el Hijo
del hombre venga en su gloria, con todos sus ángeles, se sentará en su trono glo-
rioso. Todas las naciones se reunirán delante de él, y él separará a unos de otros,
como separa el pastor las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y
las cabras a su izquierda” (Mt. 25.31-33).

El Día Último es el día de la sentencia divina a las naciones. Como ocu-


rrió en el caso de Belsasar y su reino (Dn. 5), Dios pesa y mide a las naciones,
pero también lanza su sentencia final e inapelable (3.13, 14). En el v. 13, Joel
utiliza tres imperativos (“echad la hoz,” “venid” y “descended,” en RVR) ligados
a cláusulas de propósito para mostrar cómo Dios, en su juicio, pasa sentencia
sobre las naciones opresoras y rebeldes. La paciencia de Dios se ha agotado (“está
lleno el lagar” y “sus cubas se desbordan”) en razón de que “¡tan grande es su
maldad!” y ahora el Señor va a dar a cada uno lo que merece. La expresión “valle
de la decisión” puede traducirse como “valle del trillo.” La misma palabra signi-
fica también veredicto, la decisión que zanja cualquier cuestión o juicio. La refe-
rencia es a la decisión final de juicio y sentencia por parte del Juez, es decir, no
hay apelación. Esto ocurrirá en “el día del Señor,” el momento en que su juicio
caiga de manera inexorable sobre sus enemigos reunidos (Ro. 2.1-11). Nadie va a
escapar a esta sentencia final. “Multitud tras multitud” significa que todas las
naciones serán tamizadas por el justo juicio de Dios, quien tiene la palabra final
de absolución o condenación.

El Día Último es el día del castigo divino a las naciones. El castigo divi-
no es descrito en los vv. 15, 16 con un lenguaje de gran fuerza dramática. Este
será un día terrible para los que resulten condenados: “Se oscurecerán el sol y la
luna; dejarán de brillar las estrellas” (v. 15). Dios, el Juez, es descrito ahora como
un León que ruge desde el lugar de su trono y morada: “rugirá el Señor desde
Sion” (v. 16a). La voz de Dios es como la de un trueno, de la que nadie puede
escapar: “tronará su voz desde Jerusalén,” el lugar donde él es adorado por su
Una lectura escatológica de Joel (2.1—3.21) – 233

pueblo (v. 116b). Este rugido y tronar superlativos tendrán un efecto conmovedor,
ya que “la tierra y el cielo temblarán” (v. 16c). La visión de Pedro de este día de
castigo es igualmente dramática: “El cielo y la tierra están guardados para el
fuego, reservados para el día del juicio y de la destrucción de los impíos” (2 P.
3.7). En este día final, los cielos y la tierra se fundirán y el Señor condenará a los
perdidos. Por el contrario, este será un día de bendición para los hijos de Dios, ya
que “el Señor será un refugio para su pueblo, una fortaleza para los israelitas” (v.
16b).

EL DÍA DESPUÉS (3.17-21)

Hace unos treinta años atrás se presentó por una cadena televisiva nacional
en los Estados Unidos la película “El día después.” El tema del film era una des-
cripción patética de lo que ocurría como consecuencia de un ataque atómico ma-
sivo sobre el territorio estadounidense. Las imágenes eran tan dramáticas, que su
impacto sobre la mayoría de la población fue enorme. Millones de norteamerica-
nos vieron la película gracias a una buena campaña publicitaria, y quedaron trau-
mados por un buen tiempo. De hecho, hubo cifras record de suicidios y varios
otros daños colaterales sobre la gente.
Joel describe el día después del día final, pero no con el propósito de asus-
tar a nadie y mucho menos de causar caos y anarquía. Su objetivo es alentar la
esperanza del pueblo del Señor, al guiarlo a pensar en las maravillosas promesas
de Dios relacionadas con lo que ocurrirá después del Juicio Final de las naciones
rebeldes y desobedientes. Los detalles de estas promesas son sumamente alenta-
dores.

Este es el día después del glorioso retorno de Cristo

El pasaje comienza con la cláusula “entonces,” que no deja de ser una nota
temporal. Es decir, levanta la pregunta lógica: ¿cuándo va a ocurrir esto? La res-
puesta obvia es: después de todo lo anterior, o sea, con posterioridad a los días
anteriores que ya han sido descritos. Hay una secuencia escatológica de cumpli-
miento inexorable. Dios no improvisa y va desenvolviendo su plan liberador paso
a paso, sin que cada etapa pueda ser puenteada u omitida. La larga lucha contra
Satanás y sus huestes, las criaturas rebeldes en el drama bíblico junto con sus
aliados humanos, ya han recibido el justo castigo por sus hechos atroces e injus-
tos. Ahora el Señor abre el cofre de todas sus bendiciones prometidas a su pueblo
y las derrama copiosamente sobre ellos.
¿Cuándo va a ocurrir esto? Después del glorioso retorno de Cristo, pasada
la derrota de todos sus enemigos y reunido todo su pueblo que invoca su nombre
en el lugar de su presencia (“Sion, mi monte santo”). Es en estas instancias que
quedará claro quién es el verdadero y único Señor, “el Señor su Dios,” el que
habita en Sion, en medio de su pueblo.
234 – Desastre y esperanza: Joel

Este día comienza con una invitación del Jesús glorificado. Jesús fue
bien claro cuando profetizó: “Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha:
‘Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino
preparado para ustedes desde la creación del mundo” (Mt. 25.34). ¡Por fin se
harán realidad todas las promesas dadas por Dios a los suyos a lo largo de toda la
historia humana! ¡Por fin será vindicada la fe de quienes no vieron pero creyeron,
de quienes esperaron contra toda esperanza, de quienes confiaron aunque no
recibieron lo que en su momento se les prometió! El Cristo glorificado y sobera-
no, sentado en su trono majestuoso, comenzará a reinar con poder absoluto y a
bendecir de manera plena a quienes confiaron sus vidas a él y le siguieron con
obediencia. Estos beneficiarios de la bienaventuranza divina están comprendidos
en el “ustedes” al que Joel hace referencia en el v. 17. ¿Estarás tú incluido entre
los que de manera definitiva “sabrán” que él es el Señor, para gloria de Dios
Padre?”

Este es el día de la entrada de los santos a su morada eterna. ¿Puedes


imaginar esa procesión multitudinaria, de todos aquellos que han invocado su
nombre a lo largo de todos los tiempos, peregrinando hacia la Nueva Jerusalén?
El Señor que ha habitado en medio de su pueblo (“habito en Sion”) ahora los
conduce a su “monte santo.” Allí se constituye una nueva sociedad redimida y
santificada (“santa será Jerusalén”) en la que no hay siquiera una sombra de los
males sufridos como consecuencia del pecado, la maldad, la desobediencia y la
rebeldía. Por el contrario, “él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá
muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de
existir” (Ap. 21.4).

Este es el día del que habló el profeta. A partir de este día, ya no habrá
sorpresas ni decepciones; no habrá frustraciones ni desencantos; no habrá alterna-
tivas ni posibilidades. Todo será conforme a la voluntad perfecta de Dios y no
habrá otra realidad que bendición infinita. El lenguaje humano presente no alcan-
za para describir la magnitud de la bondad de este día después interminable. Ape-
nas el lenguaje profético alcanza para estimular en algo la imaginación y aun la
reunión de todas las profecías bíblicas sobre el particular no es suficiente para
pintar el cuadro completo de este día eterno. No obstante, la voz del Señor pene-
tra nuestra mente finita con palabras que estimulan nuestra esperanza: “Así dice
el Señor: ‘Hacia ella [Jerusalén] extenderé la paz como un torrente, y la riqueza
de las naciones como río desbordado. Ustedes serán amamantados, llevados en
sus brazos, mecidos en sus rodillas. Como madre que consuela a su hijo, así yo
los consolaré a ustedes; en Jerusalén serán consolados’. Cuando ustedes vean esto
se regocijará su corazón, y su cuerpo florecerá como la hierba; el Señor dará a
conocer su poder entre sus siervos, y su furor entre sus enemigos” (Is. 66.12-14).
Una lectura escatológica de Joel (2.1—3.21) – 235

¿Cómo se describe este día en estos versículos?

Es muy difícil describir algo que todavía no existe o no conocemos por


experiencia personal. No obstante, Joel inspirado por el Espíritu Santo, nos señala
cuatro cosas a tomar en cuenta en cuanto al carácter de este día eterno.

Es el día de la presencia permanente de Dios en medio de su pueblo.


(3.17). Dios habita o mora en Sion. En consecuencia, el pueblo debe conocerlo y
obedecerlo como único Señor. Las acciones liberadoras de Dios son expresión de
su ser y persona, de modo que a través de ellas él se da a conocer como un Dios
que mora en medio de su pueblo. Por estar presente en medio de su pueblo, Dios
demanda santidad, y él mismo la garantiza no permitiendo a los “extranjeros”
intervenir o invadir el alma de su pueblo. La presencia del Señor será santificado-
ra. La Nueva Jerusalén será santa porque estará habitada por Dios que es santo y
por su pueblo santificado. La presencia y santidad de Dios son las que santifican a
la ciudad y a sus habitantes.

Es el día de la provisión permanente de Dios para su pueblo (3.18). Así


parece haberlo entendido también Pedro, cuando dijo que Dios, “por su gran
misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo,
para que tengamos una esperanza viva y recibamos una herencia indestructible,
incontaminada e inmarchitable.” Y agregó: “Tal herencia está reservada en el
cielo para ustedes, a quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que
llegue la salvación que se ha de revelar en los últimos tiempos” (1 P. 1.3-5).
En la profecía de Joel notemos los verbos que se utilizan para describir es-
te día fantástico y sin fin: “destilarán,” “fluirá” y “correrá.” La seguridad y pros-
peridad en el futuro glorioso del pueblo de Dios caracterizan el final del libro de
Joel. El v. 18 contiene una hermosa promesa de prosperidad. Dios promete todos
los bienes materiales necesarios para la subsistencia humana y también para el
desarrollo del culto: “vino dulce,” “leche” y “agua.” Dios promete todos los bie-
nes espirituales necesarios para vivir una vida plena en su presencia. Como anti-
cipa Joel: “De la casa del Señor brotará una fuente.” Zacarías expresa lo mismo
en estos términos: “En aquel día [el día después] se abrirá una fuente para lavar
del pecado y de la impureza a la casa real de David y a los habitantes de Jeru-
salén” (Zac. 13.1).
Mientras tanto, la situación de las naciones enemigas presenta un cuadro
exactamente contrario. Lejos de experimentar el derramamiento de bendiciones y
las lluvias de la frescura divinas, las naciones enemigas sufrirán de una sequía
eterna en un desierto desolado y árido (v. 19). Quienes regaron la tierra de sangre
inocente ahora vivirán en tierras que no conocerán de ninguna lluvia vivificante.
La falta de vida será la característica fundamental del paisaje lunar que habitarán
por la eternidad quienes vivieron en este mundo vocacionados a la muerte violen-
ta.
236 – Desastre y esperanza: Joel

Es el día de la protección permanente de Dios hacia su pueblo (3.20).


Dios hará realidad todas y cada una de sus promesas de cuidado y protección de
los suyos. Como dice el profeta Miqueas: “Surgirá uno para pastorearlos con el
poder del Señor, con la majestad del nombre del Señor su Dios. Vivirán seguros,
porque él dominará hasta los confines de la tierra. ¡Él traerá la paz!” (Mi. 5.4, 5a).
Lo volátil, frágil y pasajero dará lugar a lo estable, sólido y permanente como
resultado de una maravillosa situación de paz y de la presencia del Señor en me-
dio de su pueblo. Las expresiones “para siempre” y “por todas las generaciones”
anticipan una bendición sin fin. El futuro que viene será disfrutado por todas las
generaciones venideras. Es un futuro eterno.

Es el día del perdón permanente de Dios a su pueblo (3.21). ¿Puede


haber algo más extraordinario que esto? El drama cotidiano de la humanidad a lo
largo de los siglos ha sido siempre como resolver el problema del pecado entre el
Creador y la criatura. Los seres humanos hemos inventado todo tipo de sacrificios
y ofrendas para reconciliarnos con Dios. Hemos inventado las más diversas y
sofisticadas religiones en el intento humano vano de volvernos a conectar con
nuestro Hacedor. Finalmente, en Cristo hemos encontrado que “ya no hay ningu-
na condenación para los que están unidos a Cristo Jesús” (Ro. 8.1) y “todo esto
proviene de Dios, quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo” (2
Co. 5.18). Esta realidad de perdón y reconciliación adquiere toda su dimensión en
este día, el día del perdón permanente y definitivo de Dios a su pueblo. Como
dice el autor de la carta a los Hebreos: “consumada su perfección, llegó a ser
autor de salvación eterna para todos los que le obedecen” (He. 5.9). De esta ma-
nera, Dios vindicará a su pueblo y resolverá definitivamente el problema de su
pecado. Según Joel, Dios dice “perdonaré” (el verbo en heb. es un piel, forma
verbal que denota una acción de carácter intensivo y definitivo). Como sello y
garantía de que la salvación de su pueblo es un hecho definitivo y consumado,
Dios mismo “hará su morada en Sion.” De manera final, el pueblo de Dios gozará
de su presencia en un orden caracterizado por la paz.
En las últimas palabras de su libro, Joel nos habla de juicio y esperanza. El
profeta nos advierte lo que el autor de la carta a los Hebreos indica con claridad:
“Porque está establecido a los hombres que mueran una sola vez, y después venga
el juicio” (He. 9.27). Pero para quienes hemos entregado nuestra vida a Cristo
como Señor hay una gran esperanza que nos aguarda. No se trata de un mero
sueño, sino de una esperanza viva. Como dice Pedro: “¡Alabado sea Dios, Padre
de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de
nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza
viva y recibamos una herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable” (1
P. 1.3, 4). Esta esperanza se fortalece con la expectativa del establecimiento defi-
nitivo del reino de Dios. De este modo, Joel nos anima a mirar hacia adelante, a
un futuro en el que ya no habrá opresión sino paz y justicia; un futuro en el que el
Señor será el Rey soberano y morará en medio de su pueblo. Este día será un día
como el que vio el apóstol Juan en su visión, cuando describe la nueva Jerusalén,
diciendo: “Resplandecía con la gloria de Dios, y su brillo era como el de una
Una lectura escatológica de Joel (2.1—3.21) – 237

piedra preciosa, semejante a una piedra de jaspe transparente.... No vi ningún


templo en la ciudad, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su
templo. La ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren, porque la gloria de
Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Las naciones caminarán a la luz de
la ciudad, y los reyes de la tierra le entregarán sus espléndidas riquezas. Sus puer-
tas estarán abiertas todo el día, pues allí no habrá noche. Y llevarán a ella todas
las riquezas y el honor de las naciones” (Ap. 21.11, 22-26).


El maestro o tutor asignará las tareas a medida que se vaya desarrollando


el programa del curso. Las tareas aparecen indicadas siguiendo el bosquejo gene-
ral del curso. Podrán ser entregadas por el discípulo durante el desarrollo del
mismo o al final, a criterio del maestro o tutor.
Se sugiere que el discípulo utilice un cuaderno de actividades para com-
pletar sus tareas. El cumplimiento satisfactorio de todas las tareas asignadas es
fundamental para la aprobación del presente curso.





Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

1. “¡Ay de aquel día!” (Jl. 1.15a): __________________________________


2. “El día del Señor ya se aproxima” (Jl. 1.5b): ________________________
3. “Como devastación de parte del Todopoderoso” (Jl. 1.15c): ____________
4. “Día de tinieblas y oscuridad” (Jl. 2.2): ____________________________
5. “El país se parece al jardín del Edén” (Jl. 2.3b): _____________________
6. “Todo rostro palidece” (Jl. 3.6b): _________________________________
7. “Él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor” (Jl. 2.13):
______________________________________________________________
8. “Tal vez Dios reconsidere y cambie de parecer” (Jl. 2.14): _____________
9. “¿Por qué habrán de decir entre los pueblos: ‘Dónde está su Dios’?” (Jl.
2.17b): ________________________________________________________
10. “Alégrate y regocíjate, porque el Señor hará grandes cosas” (Jl. 2.21): ___
______________________________________________________________
11. “Yo soy el Señor su Dios, y no hay otro fuera de mí” (Jl. 2.27): ________
______________________________________________________________
12. “Derramaré mi Espíritu” (Jl. 2.28): _______________________________
13. “Antes que llegue el día del Señor, día grande y terrible” (Jl. 2.31): ______
______________________________________________________________
14. “En el monte de Sion y en Jerusalén habrá escapatoria” (Jl. 2.32): _______
______________________________________________________________
15. “En aquellos días, en el tiempo señalado” (Jl. 3.1): ___________________
16. “Reuniré a todas las naciones” (Jl. 3.2):____________________________
17. “Haré que… recaiga sobre ustedes su propia venganza” (Jl. 3.4): ________
240 – Desastre y esperanza: Joel

______________________________________________________________
18. “El Señor lo ha dicho” (Jl. 3.8): __________________________________
19. “Forjen espadas con los azadones y hagan lanzas con las hoces” (Jl. 3.10):
______________________________________________________________
20. “Rugirá el Señor desde Sion” (Jl. 3.16): ___________________________
21. “Entonces ustedes sabrán que yo, el Señor su Dios” (Jl. 3.17): __________
______________________________________________________________
22. “Las montañas destilarán vino dulce” (Jl. 3.18): _____________________
______________________________________________________________

Pasajes: Éxodo 34.6; Salmos 79.10; Salmos 126.3; Isaías 2.4; Isaías 13.6a;
Isaías 13.6b; Isaías 45.5, 6; Jeremías 33.15; Ezequiel 30.2; Ezequiel
36.11; Ezequiel 36.35; Ezequiel 39.29; Amós 1.2; Amós 9.13; Abdías
15; Abdías 17; Abdías 18; Jonás 3.9; Nahúm 2.10; Sofonías 1.15b;
Zacarías 14.2; Malaquías 4.5.







1. Lee y responde:

Bartolomé de Las Casas describe a los indígenas que encontraron los europe-
os en el Caribe como personas mansas, dóciles y dispuestas a ser evangelizados.
Pero contrasta esta actitud de los indígenas con las de los españoles que los con-
quistaron y avasallaron.

“En estas ovejas mansas, y de las calidades susodichas por su Hacedor y Cria-
dor así dotadas, entraron los españoles, desde luego que las conocieron, como
lobos e tigres y leones cruelísimos de muchos días hambrientos. Y otra cosa no
han hecho de cuarenta años a esta parte, hasta hoy [1552], e hoy en este día lo
hacen, sino despedazallas, matallas, angustiallas, afligillas, atormentallas y des-
truillas por las estrañas y nuevas e varias e nunca otras tales vistas ni leídas ni
oídas maneras de crueldad, de las cuales algunas pocas abajo se dirán, en tanto
grado, que habiendo en la isla Española sobre tres cuentos [millones] de ánimas
que vimos, no hay hoy de los naturales de ella doscientas personas.”199

2. Redacta un ensayo crítico de 500 palabras discutiendo las afirmaciones de


Las Casas a la luz de los hechos históricos que conozcas sobre la conquista
del Caribe.

199
Las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, 38, 39.
Tareas para el hogar – 241





Responde a las preguntas de los dos ejercicios que siguen en sendos ensayos
de no menos de 500 palabras:

1. En Joel 1.8 se habla de “vestida de luto” (también en Gn. 37.34; 2 S. 3.31 y


Est. 4.1; “vestida de cilicio” en RVR). ¿A qué se refiere esta expresión?
¿Cuál es el propósito de vestirse de luto? ¿Qué significado tenía esta prácti-
ca? Para responder puedes utilizar una Biblia con notas o de estudio, un dic-
cionario bíblico, o entrar a Internet.

2. ¿Qué significado tenía el ayuno en el Antiguo Testamento? ¿Por qué ayunan


ciertos grupos religiosos y muchos cristianos evangélicos? ¿Cómo respondió
Jesús cuando los fariseos censuraban a los discípulos porque no ayunaban
como ellos (Lc. 5.33-39)? ¿Cuál es tu opinión sobre la práctica del ayuno a la
luz de lo que Joel menciona en 1.14?





1. Responde a la siguiente cuestión con un ensayo de no menos de 500 pala-


bras. Leemos muchas veces en la Biblia acerca de “el día del Señor” (Is.
13.6; Jl. 1.15; 2.1; Ez. 30.3; Co. 5.5; 1 Ts. 5.2). ¿A qué se refiere esta expre-
sión? ¿Significa siempre lo mismo, tanto en el Antiguo como en el Nuevo
Testamento?

2. La mayoría de los cristianos sostiene que “el día del Señor” es el domingo y
que es en este día de la semana que se debe adorar a Dios. Otros cristianos
piensan que el día de adoración debe ser el sábado o cualquier día de la se-
mana. ¿Cuál es tu concepto sobre el particular? Responde en no menos de
500 palabras.





Con la ayuda de una concordancia bíblica, busca veinte versículos bíblicos


que hablen de la misericordia de Dios. Transcribe estos versículos en la versión
bíblica de tu preferencia.
242 – Desastre y esperanza: Joel





1. En un himnario evangélico tradicional, buscar un himno o poema que se


refiera al toque de la trompeta (Jl. 2.1, 15).

2. Transcribir el himno o poema indicando la fuente.







Completar con pasajes bíblicos los siguientes puntos:

1. Jesús responde al problema de la enfermedad: ______________________


2. Jesús responde al problema del hambre: ___________________________
3. Jesús responde al problema de la soledad: _________________________
4. Jesús responde al problema de la inseguridad: ______________________
5. Jesús responde al problema de la pobreza: _________________________
6. Jesús responde al problema del pecado: ___________________________
7. Jesús responde al problema de las adicciones: ______________________
8. Jesús responde al problema de la angustia: _________________________
9. Jesús responde al problema de la injusticia: ________________________
10. Jesús responde al problema de la muerte: __________________________





Colocar el pasaje bíblico que corresponda:

Señales:

1. La señal del vellón de Gedeón: ___________________________________


2. La señal de la joven que dio a luz a Emanuel: _______________________
3. La señal de Isaías al rey Ezequías sobre la sombra: ___________________
4. La señal del hombre de Dios que llegó de Judá a Betel: ________________
5. La señal del arco iris: __________________________________________
6. La señal que durará para siempre: _________________________________
7. La señal que Dios le dio a Ezequías: _______________________________
8. La señal del pacto (la circuncisión): _______________________________
9. La señal de la sangre en los postes y el dintel: _______________________
Tareas para el hogar – 243

10. La señal del niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre: ________


______________________________________________________________

Prodigios:

1. Los prodigios de Moisés ante el faraón de Egipto: ____________________


2. Los prodigios grandes del Señor en tiempos de Josué: _________________
3. Los prodigios y maravillas en Israel: ______________________________
4. Los prodigios en el cielo y maravillas en la tierra: ____________________
5. Los prodigios divinos que anuncia el salmista: _______________________
6. Los prodigios de Dios asombran a los que viven en remotos lugares: _____
______________________________________________________________
7. Los prodigios y los juicios que Dios ha emitido: _____________________
8. Los prodigios anunciados por Joel: ________________________________
9. Los prodigios maravillosos que asombran al pueblo: __________________
10. Los prodigios que el profeta Miqueas le pide a Dios que muestre: _______
______________________________________________________________

Señales y prodigios:

1. Grandes pruebas, señales y prodigios milagrosos de Dios: ______________


2. Señales milagrosas y prodigios en Egipto: __________________________
3. Los milagros y prodigios que Dios sigue haciendo en Israel como en todo el
mundo: _______________________________________________________
4. Grandes señales y terribles prodigios en contra de Egipto: ______________
5. Los milagros, señales y prodigios realizados por Dios por medio de Jesús de
Nazaret: _______________________________________________________
6. Actos portentosos y gran despliegue de poder, señales, prodigios y milagros:
______________________________________________________________
7. Las obras y los prodigios que el Señor realiza: _______________________
8. Señales y prodigios con los que Dios ratificó su testimonio acerca de la salva-
ción: __________________________________________________________
9. Señales y prodigios hechos sólo por Moisés: ________________________
10. Los milagros y prodigios con que Dios sacó de Egipto a su pueblo: ______
______________________________________________________________

Pasajes: Génesis 9.12-16; Génesis 17.9-11; Éxodo 4.21; Éxodo 7.3; Éxodo
12.7, 12, 13; Deuteronomio 3.23, 24; Deuteronomio 6.22; Deuterono-
mio 7.19; Deuteronomio 26.8; Deuteronomio 34.11, 12; Josué 3.5;
Jueces 6.34-40; 2 Samuel 7.23; 1 Reyes 13.1-3; 2 Reyes 20.8-11; 1
Crónicas 16.12; 2 Crónicas 32.24, 25; Salmos 65.8; Salmos 71.17; Isa-
ías 7.14; Isaías 29.14; Isaías 55.13; Jeremías 32.20; Jeremías 32.21;
Daniel 6.27; Miqueas 7.15; Lucas 2.12; Hechos 2.19; Hechos 2.22;
Hebreos 2.4.
244 – Desastre y esperanza: Joel





Buscar en la Biblia otros tres pasajes (fuera de Jl. 3.1-15) en los que se discuta
el tema del juicio sobre las naciones:

1. ______________. 2. ______________. 3. _____________.





Completar con pasajes bíblicos cada uno de los espacios en blanco en el cua-
dro que sigue:

La manifestación del Señor (Jl. 3.16) La presencia del Señor (Jl. 3.17)
1. __________. 1. __________.
2. __________. 2. __________.
3. __________. 3. __________.
4. __________. 4. __________.
5. __________. 5. __________.





Redactar un sermón desarrollando estos tres puntos a la luz de Joel 3.18-21,


agregando una Introducción y Conclusión.





Escribir un ensayo crítico de no menos de 1.000 palabras sobre la interpreta-


ción del autor sobre Joel 2.1—3.21. Presentar argumentos con fundamento bíbli-
co y teológico, que expresen tu propia interpretación sobre el particular.


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