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Una vacuna es una preparación destinada a generar inmunidad adquirida contra una enfermedad estimulando
la producción de anticuerpos.1 Una vacuna contiene típicamente un agente que se asemeja a un
microorganismo causante de la enfermedad y a menudo se hace a partir de formas debilitadas o muertas del
microbio, sus toxinas o una de sus proteínas de superficie. El agente estimula el sistema inmunológico del
cuerpo a reconocer al agente como una amenaza, destruirla y guardar un registro del mismo, de modo que el
sistema inmune puede reconocer y destruir más fácilmente cualquiera de estos microorganismos que
encuentre más adelante. Las vacunas se usan con caracter profiláctico, es decir, para prevenir o aminorar los
efectos de una futura infección por algún patógeno natural o "salvaje".
Desde su descubrimiento, las vacunas han sido, junto a la potabilización del agua, la medida de prevención
que más beneficios ha aportado a la humanidad. Enfermedades que antes eran epidémicas y que originaban
una gran mortalidad ahora están erradicadas en todo el mundo (viruela), casi erradicadas (poliomelitis o
sarampión) o controladas (hepatitis B, tétanos, difteria, meningitis meningocócica o tos ferina).
Sólo esta apreciación da una idea de la importancia real de las vacunas, además de su coste-efectividad.
Ningún otro medicamento ha salvado tantas vidas como las vacunas, por lo que no vacunarse o negar la
vacunación a los hijos no sólo debe considerarse como un acto irresponsable de cara a su propia salud, sino
frente al conjunto de la sociedad, ya que puede suponer el retorno de enfermedades ya olvidadas en muchos
países.
Las vacunas constituyen una de las medidas sanitarias que mayor beneficio ha producido y sigue produciendo
a la humanidad, previenen enfermedades que antes causaban grandes epidemias, muertes y secuelas.
Las
vacunas benefician tanto a las personas vacunadas como a las personas no vacunadas y susceptibles que
viven en su entorno (inmunidad de grupo).
La vacunación debe ser controlada por el médico o pediatra. La primera vacunación infantil se aplica en el
centro de salud donde ha nacido el bebé. Allí recibirá su primera dosis de la vacuna contra la Hepatitis B. A
partir de esta fecha, las vacunaciones se irán administrando a los 2 meses de edad, a los 4 meses, 6 meses,
12 meses, 18 meses, 4 años, 6 años, 12 años y 14 años.
La mayoría de las vacunas con una o varias dosis protegen del padecimiento de la enfermedad para toda la
vida. Otras como el tétanos y la difteria, necesitan dosis de refuerzo para recuperar la protección adecuada.
No vacunar a los niños hace peligrar la salud de toda la población y los datos lo corroboran. Si dejamos de
vacunar a los niños las enfermedades vuelven y, aunque pocas son mortales, algunas tienen un curso
complicado, molesto y conlleva un riesgo importante de padecer otras enfermedades asociadas.