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El autor señala que sí procede una demanda de amparo contra la decisión del
Presidente de disolver el Congreso. No obstante, refiere que si el TC admitiera a
trámite una demanda competencial, podría ser reconocida la conveniencia de que el
juez constitucional suspenda el amparo hasta que el Colegiado resuelva si la disolución
del Congreso fue o no constitucional.
Introducción
Dos excongresistas de la República han interpuesto sendas demandas constitucionales de
amparo contra el D. S. 165-2019-PCM, el cual recoge la decisión de disolver el Congreso
de la República. Este hecho ha originado la siguiente cuestión: ¿procede una demanda de
amparo contra la decisión del Presidente de la República de disolver el Congreso de la
República? A atender esta cuestión se destinan las páginas siguientes.
Dos elementos hacen a la esencia (al contenido esencial) del proceso constitucional de
amparo. Primero, está destinado a proteger el contenido constitucional de derechos
fundamentales no protegidos ni por el habeas corpus ni por el habeas data (artículo 5.1 del
Código Procesal Constitucional); y segundo, la agresión del contenido constitucional debe
ser una agresión manifiesta (artículo 9 del Código Procesal Constitucional). Por ser
exigencias esenciales, de no ser cumplidas, la demanda constitucional de amparo es
improcedente de modo absoluto, es decir, sin posibilidad de excepción. De modo que el
amparo constitucional, como instrumento procesal al servicio de la Persona y de la
Constitución, deberá de proceder allí donde es posible advertir la negación del contenido
constitucional de un derecho fundamental (defendible a través del amparo), y donde es
posible sostener una agresión basada en hechos no litigiosos. De esta manera, resolver la
cuestión arriba planteada reclama indagar si la decisión del Presidente de la República ha
significado o no la agresión manifiesta de algún derecho fundamental.
Esta conclusión no se altera por el hecho de comprobar que la cuestión de puro derecho que
el caso trae consigo tiene complejidad. En efecto, la cuestión decisiva en este caso es
averiguar si efectivamente ha habido o no una disolución inconstitucional del Congreso de
la República, porque solamente una tal disolución significará una agresión del contenido
constitucional del derecho fundamental a ser elegido.
¿Judicialización de la política?
Podría ser sostenido en contra de lo que se lleva justificado, que permitir el amparo en este
caso significará una judicialización de la política. Sin embargo, esta afirmación puede ser
respondida de la mano de estas dos afirmaciones. Primera, la decisión del Presidente de la
República de disolver el Congreso de la República es una decisión reglada, no es una
decisión de máximo grado de discrecionalidad. Consecuentemente, no solo debe estar
justificada, sino que además debe haber cumplido estrictamente las reglas habilitadoras de
la disolución dispuestas por el mismo Constituyente. Y la segunda razón es que el Juez no
interfiere en el ejercicio de las atribuciones del Presidente de la República cuando examina
la constitucionalidad de la decisión de disolver el Parlamento porque, como se justificó
también, los poderes públicos, entre ellos el Ejecutivo, deben conducirse respetando la
normatividad de todos los contenidos de la Constitución. El Poder ejecutivo es un poder
constituido que debe someter sus decisiones a los contenidos constitucionales, y el encargado
de asegurar que este sometimiento ocurra es también el Juez a través de un proceso
constitucional dirigido a identificar y neutralizar decisiones inconstitucionales que vulneren
el contenido constitucional de derechos fundamentales.
irreparable por el hecho de que no existe hoy Congreso, porque un tal Congreso está previsto
exista en pocos meses. Solo habrá irreparabilidad si es que no se ha reservado una plaza
congresal y no hay modo jurídico de ejecutar una eventual sentencia favorable; o si es que
la sentencia favorable se obtiene con posterioridad a la finalización del periodo
parlamentario de junio del 2021.
El cierre
Para quienes nos dedicamos a aprender y enseñar el derecho constitucional, la situación que
vivimos hoy como comunidad política es una oportunidad valiosa para comprobar la
operatividad y consecuente utilidad de los conceptos que manejamos acerca de una serie de
categorías constitucionales, materiales y procesales. Pero este aprendizaje se ha de extender
también a otros actores, principalmente a los políticos y a los que en su momento tengan la
gravísima responsabilidad de mejorar, por ejemplo, a través de leyes de reforma
constitucional, el diseño constitucional de protección de la Persona y de la institucionalidad
democrática. Hoy el amparo constitucional es una pieza decisiva en un tal diseño;
imaginemos por un momento que el Congreso de la República ni tan siquiera tácitamente
negó confianza al Premier, y a pesar de eso, el Presidente de la República lo disolvió. Nadie
dudaría de la inconstitucionalidad en la que incurriría el Presidente y tampoco nadie dudaría
en reconocer al amparo constitucional como uno de los instrumentos destinados a neutralizar
el acto agresor que significaría la disolución del Congreso de la República.