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POLÉMICA LEIBNIZ-CLARKE. LA CUESTIÓN DEL ESPACIO Y TIEMPO


Elena Carbajal Fernández

ÍNDICE
1. Introducción
2. Datos biográficos
2. 1. Gottfried Leibniz
2. 2. Isaac Newton
3. Motivos de las cartas
3. 1. Oposición Leibniz-Newton en el cálculo infinitesimal
3. 2. La figura de Samuel Clarke
3. 3. Origen y desarrollo del carteo
4. Explicación del espacio y tiempo
4. 1. Posición de Newton
4. 2. Posición de Leibniz
4. 3. Respuesta de Clarke
4. 4. Continuación de la problemática
5. Otros motivos en las cartas
5. 1. Problemas de la teología natural
5. 2. Dios como sensorium
5. 3. Intervención de Dios en el mundo
6. Conclusión
7. Bibliografía

RESUMEN: A principios del siglo XVIII tendría lugar un debate entre dos figuras
relevantes en el mundo de la matemática y la filosofía. Leibniz y Newton,
enfrentados en principio por la autoría del descubrimiento del cálculo
infinitesimal volverían a tener una disputa en relación a sus sistemas y sus
implicaciones teológicas y en la historia de la física, disciplina que se
fundamenta a partir de la mecánica newtoniana. En el carteo entre Leibniz y
Clarke podremos distinguir las diferencias que separan las teorías
sustancialistas y relativistas del espacio y tiempo.

PALABRAS CLAVE: espacio, tiempo, Newton, mecánica, monadología, Leibniz.


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1. INTRODUCCIÓN
En este trabajo estudiaremos a partir del carteo entre Gottfried Leibniz (1646-
1716) y Samuel Clarke (1675-1729) las consideraciones del primero en
oposición a las de Isaac Newton (1642-1727) en temas filosóficos, teológicos y
matemáticos relevantes para la historia de la filosofía. Para ello tendremos en
cuenta, además, el Escolio General de los Principia. Todo ello nos llevará a
poder revisar las doctrinas de cada uno a fin de encontrar las similitudes y
oposiciones a partir de un encuadre general del que partiremos —finales del
siglo XVII y principios del siglo XVIII—. Las posiciones de cada uno tendrán
especial interés en las teorías sucesivas del espacio y el tiempo, indispensables
para el desarrollo de la Física y su constitución como ciencia.

2. DATOS BIOGRÁFICOS
2. 1. GOTTFRIED LEIBNIZ
Leibniz (1646-1716), alemán, fue un importante matemático y metafísico.
Destacan sus aportaciones matemáticas en el cálculo infinitesimal y el sistema
binario. Fue, junto con Descartes y Spinoza, uno de los racionalistas más
importantes del siglo XVII.

Leibniz nació el 1 de julio de 1646 en Leipzig. Su padre era profesor en la


Universidad de esa misma ciudad, además de jurista. A los 6 años quedó
huérfano del mismo, heredando una gran biblioteca de la que haría uso
poniendo especial interés en la historia y la teología. Estudió con buenos
resultados el latín y el griego, lo que le haría tener gran dominio sobre los
textos clásicos. Además, se matriculó en la misma universidad donde su padre
había trabajado, a los 14 años, resultando alcanzar el dominio en leyes, la
lógica y la escolástica, entre otros.

Aunque se le ofreció un puesto como docente en la Universidad de Altford, este


fue rechazado y Leibniz se dedicaría en lo sucesivo a trabajar para dos familias
de la nobleza alemana: la familia Schönborn —entre los años 1666 y 1674—y la
familia Hannover —de 1676 hasta la fecha de su muerte—. En la primera de
ellas trabajó como asesor de la Corte de Apelaciones. Fue en estos años donde
perfeccionó y completó sus estudios de la matemática. En la segunda familia
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trabajó como consejero político, entre otras cosas. En esta época empezó a
intercambiar correspondencia con diferentes personajes de la realeza como la
princesa Carolina de Ansbach, relevante para los temas a hablar, ya que
supone el origen de la disputa entre Leibniz y Clarke que ella misma manejó.

Con el paso de los años Leibniz se distanció de la casa de Hannover debido a la


poca simpatía que le guardaba Jorge I de Gran Bretaña. Falleció, solo y con
mala fama, debido a sus disputas tanto como con la nobleza como con la Royal
Society —a la que pertenecía Newton— y la Academia Prusiana de las Ciencias
por el descubrimiento del cálculo infinitesimal en el año 1716.

2. 2. ISAAC NEWTON
Newton (1643-1727) fue un famoso físico y matemático inglés. Destaca por sus
Principia. Sus principales aportaciones fueron la ley de la gravitación universal,
que sirvió para postular los principios de la mecánica clásica, el cálculo
infinitesimal y el estudio de la luz y la óptica. Además, fue el primero en
demostrar que las leyes naturales del movimiento de la Tierra son las mismas
que funcionan en el movimiento de los demás cuerpos celestes.

Hijo de campesinos, se quedó huérfano de padre. Su madre terminó con otro


hombre, que le rechazó, motivo por el cual fue llevado con su abuela, quien le
criaría. Así, el niño se sentiría completamente abandonado. Una de las
‘obsesiones’ del matemático era la de apuntar todos sus pecados en un
cuaderno. Sería enviado a una escuela a los doce años, The King’s School, en
Grantham. Allí, aprendería latín, griego y aritmética y geométrica básicas. Más
tarde, ingresaría en la Universidad de Cambridge y se graduaría en el Trinity
College, perteneciente a esta. Terminaría siendo un personaje influyente e
incluso llegaría a ser el presidente de la Royal Society, una de las sociedades
científicas más importantes y antiguas de Gran bretaña. Dicha sociedad
funcionaría a partir de cierta reuniones semanales en Londres, donde
diferentes filósofos naturales y estudiosos de diferentes ciencias se reunirían
para hablar de forma estricta sobre disciplinas científicas y experimentales.
Newton sería el presidente entre los años 1703 y 1727 y anteriormente a su
colocación en dicho puesto, presentaría ante los demás miembros su teoría de
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la óptica. También sería nombrado miembro del Parlamento en 1689 y director
de la Casa de la Moneda en 1696.

Destacan también sus disputas con la Iglesia católica, a la que se oponía


firmemente. Estudió desde su infancia la Biblia con mayor asiduidad que los
temas científicos. Era antitrinitario, arrianista y relacionaba los fenómenos
religiosos con elementos alquímicos, otro de sus mayores intereses.

Fallecería muy enfermo por un cólico nefrítico en 1727. Los últimos años de su
vida estuvieron llenos de disputas debido a sus diversos enfrentamientos con
Leibniz, entre otros.

3. MOTIVOS DE LAS CARTAS


3. 1. OPOSICIÓN LEIBNIZ-NEWTON EN EL CÁLCULO INFINITESIMAL
Con anterioridad al carteo entre Leibniz y el discípulo de Newton, ambos
eruditos habían tenido sus disputas en lo que se refiere al descubrimiento
formal del cálculo infinitesimal primero en 1699 y después en 1711. El cálculo
es parte indispensable de las matemáticas tal y como las conocemos hoy, es
un elemento necesario para su desarrollo. Cada uno de ellos, a lo largo de sus
carreras, desarrollarían de forma independiente aportaciones al mundo del
cálculo.

Aunque Newton terminase sus estudios y llegara a las conclusiones antes que
Leibniz —afirmaba que había comenzado a trabajar en las fluxiones en el año
1666—, se demoró en la publicación de los mismos hasta el año 1693. El
alemán afirmaba que, de forma independiente, había comenzado a
preocuparse por el cálculo en el año 1674, publicando antes que Newton en
1684.

Más tarde Newton, por su propia situación y posición de poder, publicaría el


Commercium epistolicum en 1712. Este era un documento supuestamente
redactado por los amigos del mismo donde se denunciaría a Leibniz por plagio.
Este se realizó de acuerdo con la Royal Society —de la que Newton era
presidente en ese momento— sin dar posibilidad a Leibniz de defenderse y
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explicar su visión de los hechos. La disputa solo se solucionaría parcialmente
con la muerte de este último.

3. 2. LA FIGURA DE SAMUEL CLARKE


Samuel Clarke (1675-1729) fue un famoso filósofo y teólogo inglés, ferviente
discípulo de Newton. Uno de los encargados de divulgar el pensamiento del
que consideraba su maestro, siendo el encargado de traducir su Óptica al latín.
Es junto con Berkeley y Locke uno de los filósofos más importantes de su
época. Es el oponente de Leibniz en el carteo iniciado por mediación de la
princesa Carolina de Ansbach, aunque se duda de su total autoridad de las
cartas, que podrían ser parcialmente obra del mismísimo Newton.

3. 3. ORIGEN Y DESARROLLO DEL CARTEO


La encargada de poner en contacto a los dos filósofos, como ya se ha
mencionado, fue la princesa Carolina de Ansbach, esposa del posterior —entre
1727 y 1760— rey de Gran Bretaña Jorge II. La princesa había conocido a
Leibniz en un viaje a Berlín y más tarde, en 1705, en su propia boda. Surgiría
entre ellos una amistad suscitada por el interés de la princesa en el
pensamiento leibniziano, que finalmente estaría tutorizada por el filósofo.
Leibniz necesitaría a un traductor para su Teodicea, siendo sugerido por un
Obispo, a la princesa, Samuel Clarke. Debido a su acercamiento a Newton,
Carolina lo rechazaría como válido para la tarea. Sin embargo, el inglés se
ofrecería a responder a una de las cartas enviadas por el alemán a la princesa
en lo que concierte a ciertos temas religiosos y filosóficos, siendo especial la
crítica al estado actual de decadencia de la Teología natural.

Por tanto, la primera de las cartas de Leibniz era en principio para la propia
princesa y databa de noviembre de 1715. Ese mismo mes Clarke daría su
primera respuesta a un extracto de esta, a la que seguirían un total de 8 cartas
más —4 de Leibniz y 4 de Clarke, 10 en total— cada vez más extensas y
complejas. La última de las respuestas de Clarke tiene la fecha de 29 de
octubre de 1716. Esta no sería respondida, quedando la conversación
interrumpida abruptamente por la muerte de Leibniz. Un año después, la
correspondencia sería publicada de forma íntegra por el propio Clarke, en
inglés y en francés.
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Además de las disputas entre Leibniz y Newton en lo referente al calculo


infinitesimal, Leibniz fue también crítico con el físico en su Teodicea y en varias
cartas, en las que criticaría la concepción newtoniana de la gravedad. Sin
embargo, la principal disputa se da en el campo de la teología natural. Para
entenderlo, deberemos entender el contexto de este campo en la época a la
referimos.

Tras la muerte de Oliver Cromwell, militar inglés que fundaría la Mancomunidad


de Inglaterra, vigente entre los años 1649 y 1660, volvería a instaurarse en
Gran Bretaña una monarquía católica dirigida por Carlos II. Sin embargo, esto
no duraría mucho, ya que en 1688 tendría lugar una Revolución Gloriosa que
colocaría en el trono a Guillermo II y María II, consolidando a Inglaterra como
un país protestante.

La filosofía de Newton abrazaba los principios protestantes, mucho más


conformes a su propia doctrina filosófica, la cual negaba el principio de la
Trinidad siguiendo las doctrinas del Socinianismo, que negaba dicho principio
además de defender una lectura no literal de los textos sagrados. Newton se
ligaba al latitudinarismo. Esta era una escuela de pensamiento propia de la
Iglesia anglicana en el siglo XVII. Este principio defendía un principio de
tolerancia que conseguía unificar a todos los creyentes que siguieran los
fundamentos de la misma religión. Se relaciona a esta la escuela de platónicos
de Cambridge, que seguían las filosofía de Robert Boyle y Henry More.
Defendían la participación de Dios en el mundo natural, llevando entonces a un
orden ideal del mundo, que aunque no se justificaba al desorden político del
momento, era posible. Por tanto, resultaba necesaria una demostración de
cómo la naturaleza era obra de Dios a partir de la naturaleza misma. Los
platónicos de Cambridge se encargarían de esta tarea —encontrar unos
dogmas para la fundamentación de sus creencias— intentando que fuera lo
suficientemente abierta como para ser aceptada por la mayor cantidad de
creyentes a fin de llegar un estado del cristianismo que permitiera la libertad
de conciencia y el orden, además de que protegiera el protestantismo inglés.
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Newton será coherente con el movimiento latitudinarista ya que, siguiendo a
Hobbes, intentará racionalizar la naturaleza junto con la fe.

4. EXPLICACIÓN DEL ESPACIO Y TIEMPO


4. 1. POSICIÓN DE NEWTON
Respecto a lo concerniente al espacio y el tiempo, Newton asentará las bases
de la posición absolutista. Es decir, aquella posición que defiende la existencia
real e independiente del espacio y el tiempo como objetos. Son permanentes y
existen sin necesidad de la materia.

Nos centraremos en lo enunciado en los Principios matemáticos de la filosofía


natural (1687). Esta es una de las obras más importantes de Newton, donde se
explican ciertos conceptos de la mecánica y el cálculo matemático.

El espacio newtoniano se entiende como una entidad con realidad ontológica,


el espacio es una sustancia con existencia real e independiente. Además, es
uniforme. Todas sus partes son idénticas. Actúa sobre los objetos —la materia—
y dicha interacción se explica por la ley de inercia, que pone a ambos en
conexión causal.

Para entender el funcionamiento del espacio en Newton debemos hacer


referencia a dos nociones: el espacio absoluto y el espacio relativo. Así, el
espacio ya caracterizado en este mismo apartado haría referencia al espacio
absoluto, que diferenciamos del espacio relativo y que sirve como sistema
referencial para explicar posiciones.

El espacio absoluto, tomado en su naturaleza, sin relación a nada


externo, permanece siempre igual e inmóvil. El espacio relativo es
alguna dimensión o medida móvil del anterior que nuestros sentidos
determinan por su posición con respecto a los cuerpos y que el vulgo
confunde con el espacio inmóvil […].1

1 Newton, Isaac, and Eloy Rada García. Principios Matemáticos De La Filosofía Natural.
Madrid: Alianza, 2011. 229.
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Así, el espacio es condición necesaria para que se pueda dar la materia y todos
sus fenómenos. La unión de estos dos conceptos de espacio permite al físico
explicar cómo dentro de un espacio fijo e inmóvil puede darse el cambio en la
materia, en los objetos físicos.

Debemos mencionar el experimento mental de la cubeta con agua. Si


atáramos un cubo lleno de agua al techo o a una barra fija veríamos que, al
retorcer la cuerda y soltarla, el cubo empezaría a girar. En los primeros
instantes, el agua se mantendría en quietud y más tarde empezaría a girar
también. Cuando el cubo frena, el agua sigue en movimiento durante unos
instantes. El agua en movimiento no gira respecto al cubo, sus tiempos no
coinciden. Para distinguir el movimiento debemos hacerlo desde algo que se
encuentra en estado de reposo, así tomaremos algo como referencia. El agua
se mueve en referencia al espacio absoluto, al que Newton de existencia
propia, mientras que el cubo gira respecto a su eje. Es la referencia total y
absoluta a partir de la cual medimos el movimiento. Sin referencia, no hay
movimiento. Las fuerzas centrífugas solo se pueden entender sin este espacio
absoluto, que nos sirve para distinguir los movimientos relativos de los
absolutos. Esta concepción del espacio fundamenta la ley de inercia y demás
principios de la mecánica clásica.
Por tanto, en resumen, diremos que el espacio se caracteriza por: ser
permanentemente inmóvil e infinito, ser anterior a los cuerpos —
ontológicamente anterior—, imperceptible para el ser humano —esto solo
percibe el espacio relativo, el que funciona referencialmente—, y homogéneo.
Como veremos, serán varias las objeciones a este principio.

Al igual que el espacio es necesario ontológicamente, lo es también el tiempo.


Este sirve y da pie al concepto de ‘duración’.

4. 2. POSICIÓN DEL LEIBNIZ


Leibniz le objetará a Newton la posición privilegiada, el estatus, del que dota al
espacio. El espacio no tiene existencia real, sino que es un mero concepto
relacional: depende del hombre, de sus sentidos y de lo que captan estos.
Pertenece al mundo de los fenómenos. Es un sistema de relaciones que
responde al orden de las cosas o estado del mundo. Así, el espacio es un orden
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de coexistencia y el tiempo un orden de sucesiones donde ambos se dan de
forma simultánea.

Para entender la perspectiva leibniziana debemos dar cuenta de su propuesta


filosófica: la monadología, junto con el principio de razón suficiente y el
principio de identidad de los indiscernibles.

Las mónadas pertenecen y son la base y fundamento del sistema metafísico


sostenido por Leibniz. Su sistema parte del estudio de las sustancias
comenzado por Descartes. Para solucionar el problema de comunicación entre
las sustancias —res cogitans y res extensa— introducirá la noción de ‘mónada’
y de ‘armonía establecida’. Los cuerpos que el ser humano puede percibir son
cuerpos compuestos en contraposición a los cuerpos simples, de los que se
componen los primeros. Estos elementos simples son las mónadas. Las
mónadas son indivisibles, no tienen partes. No tienen extensión ni figura, por
tanto, son imperceptibles como tal. Son autárquicas. Los elementos simples
aparecen y se corrompen por voluntad divina, es Dios quien se encarga de los
mismos. Los elementos compuestos, sin embargo, aparecen por agregación y
desaparecen por disolución. Además, debemos dejar muy claro que conforman
la realidad no materialmente, sino espiritualmente. Esto quiere decir que,
aunque no tengan materia, son una sustancia espiritual. No todas son iguales,
sino que existen diferentes formas. Tienen distintos grados de apetición y
percepción. Cada mónada constituye un elemento unitario que contiene en sí
mismo la totalidad del universo a su modo.

Las mónadas son el principio y la fuente toda actividad, ya que contienen en su


interior una fuerza (kraft) que las lleva a su auto-desarrollo. Tienen un conatus
o tendencia a la acción, lo que las convierte en entelequias: tienden hacia la
perfección. Leibniz relaciona este finalismo manteniendo los principios
mecanicistas. Junto a este principio activo no debemos olvidar su principio
pasivo o materia primera que la dota de potencialidad.

La extensión se explica por la unión de mónadas. Es decir, pasamos de un


principio metafísico o inextenso a las sustancias compuestas. La extensión es
un concepto derivado y que necesita de la materia, se explica como la
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coexistencia de partes en un mismo tiempo. Pertenece al mundo de los
fenómenos y es un modo de percepción. Para que dos mónadas se unan deben
compartir cierta cualidad a la que denominaremos resistencia. Entre dichas
cualidades encontramos la impenetrabilidad y la inercia (Kepler). Es decir,
tenemos que ver entonces que la extensión es la repetición indefinida de
cualidades en tanto y cuánto son indiscernibles en una serie de mónadas.

Los agregados de mónadas configuran la masa, que es materia secundaria, y


crean el cuerpo orgánico. Cada cuerpo orgánico tiene una mónada dominante,
su entelequia o forma final. Por tanto, la sustancia, al igual que la extensión, es
fenoménica. No así las mónadas, que son un principio metafísico imperceptible.

La mónada es la realidad última y cada una de ellas contiene su propia


entelequia. Cada una de las mónadas contiene en sí misma todas sus
variaciones. Leibniz defenderá un optimismo metafísico a partir de la idea de
‘armonía preestablecida’. Esta vendría a explicarnos que las relaciones entre
mónadas se dan de forma preestablecida, de acuerdo con el orden perfecto
que Dios ha asignado. La interacción causal entre sustancias es aparente y se
debe a las propias fuerzas internas de cada mónada, creada por Dios y que
lleva en sí misma lo necesario para establecer el mejor orden del mundo.

Es entonces, partiendo de esta base, cuando podemos hablar del espacio y el


tiempo. Para Leibniz, estos son relacionales, relativos y no tienen existencia
propia. Tienen que ver con un orden de cosas que se dan simultáneamente, de
los que se abstraen dichas ideas.
La metafísica de Leibniz se sostiene mediante dos principios: el principio de
razón suficiente y el principio de identidad de los indiscernibles, que bebe del
principio de no-contradicción. El principio de razón suficiente nos dice que todo
tiene una razón o motivo suficiente para que se de así. ‘Para toda entidad X, si
X existe, entonces hay una explicación suficiente de por qué “X existe”’. Así, se
elimina la contingencia, todo tiene ya un fin concreto. Dios, como creador del
mundo, conoce ya a priori toda su creación. Por otra parte, el principio de
identidad de los indiscernibles —conocida también como ‘Ley de Leibniz’— nos
dice que ‘si dos objetos a y b comparten todas sus propiedades, entonces a y b
son idénticos, en referencia, son el mismo objeto’.
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Ambos principios servirán al filósofo para criticar el espacio absoluto


newtoniano, con existencia propia, infinito y uniforme. Dios no tiene razón
suficiente para crear varios mundos distintos pero indistinguibles. Por tanto,
tenemos que si no hay disposiciones del mundo distintas, estas no pueden
distinguirse. Por tanto, el espacio no puede ser uniforme, ya que si así fuera, no
podría distinguir unas partes de otras. Otra de las diferencias que encontramos
entre sus dos concepciones del espacio es la noción de vacío. Está presente en
Newton pero no en Leibniz.

En la tercera carta, V párrafo, dice:


El espacio es una cosa absolutamente uniforme y, sin las cosas en él
colocadas, un punto del espacio no difiere absolutamente en nada de
otro punto del espacio. […] sea [el espacio] algo distinto del orden de
los cuerpos entre sí, es imposible que haya una razón por la que Dios,
conservando las mismas situaciones en los cuerpos entre ellos, haya
colocado los cuerpos en el espacio así y no de otra manera.2

Dice también en la cuarta carta, 41: ‘[…] si no hubiera criaturas, el espacio y el


tiempo no existirían más que en las ideas de Dios’.3

En conclusión, no existe razón suficiente para pensar en un espacio y tiempo


sustanciales, ¿cómo podría explicarse a posición del espacio o el principio de la
propia creación? Antes o después, este u oeste, resultan indiscernibles y, por
tanto, insignificantes, ya que no prueban nada.

4. 3. RESPUESTA DE CLARKE
Clarke diferirá con Newton en ciertos aspectos aunque mantenga la tesis del
espacio absoluto del segundo. Para empezar, menciona que tanto el espacio
como el tiempo son atributos de Dios y no sustancias. Ambos son infinitos, al
igual que la divinidad de la que surgen, debido a la omnipotencia del Señor.
Por lo demás, mantiene las características que Newton les atribuyó y dedicará

2 Leibniz, Gottfried Wilhelm, Samuel Clarke, and Eloy Rada García. La Polémica
Leibniz-Clarke. Madrid: Taurus, 1980. 68.
3 Leibniz, Gottfried Wilhelm, Samuel Clarke, and Eloy Rada García. La Polémica
Leibniz-Clarke. Madrid: Taurus, 1980. 84.
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gran parte del carteo a discutir si el espacio funciona como sensorium de Dios
—explicado en el apartado 5. 2.—.

En la cuarta respuesta de Clarke, 10: ‘El espacio no es una sustancia, sino una
propiedad […] espacio y duración no están hors de Dieu, sino que son
causados por, y son consecuencias inmediatas y necesarias de su existencia’. 4

Además, Clarke refuta las pretensiones de Leibniz recriminándole que su


explicación nominalista y puramente relacional no consigue dar cuenta de la
ley de inercia. Para ello, utilizará el argumento del movimiento del barco.
Aunque el espacio sea infinito, podemos concebirlo como una composición de
partes indiscernibles entre sí y no divisibles.

En la cuarta respuesta de Clarke, 13:


Los lugares, aunque exactamente iguales, no son el mismo lugar. El
movimiento o el reposo del universo no son el mismo estado, igual
que el movimiento o el reposo de un barco no son el mismo estado
por el hecho de que un hombre encerrado en la cabina no pueda
percibir si el barco navega o no, mientras que se mueva
uniformemente. El movimiento del barco, aunque el hombre no lo
perciba, es un estado realmente distinto y tiene unos efectos
realmente distintos, y un parón repentino daría lugar a distintos
efectos reales, y del mismo modo ocurriría con movimiento
imperceptible del universo. Nunca se ha respondido a este
argumento.5

Así, se insiste una vez más en diferenciar dos tipos de movimiento: por un lado,
el movimiento absoluto o real que tiene que ver con la traslación de un cuerpo
en el espacio y el movimiento relativo, que tiene que ver con un cambio de
orden de unos cuerpos respecto a otros.

4 Leibniz, Gottfried Wilhelm, Samuel Clarke, and Eloy Rada García. La Polémica
Leibniz-Clarke. Madrid: Taurus, 1980. 91-92.
5 Leibniz, Gottfried Wilhelm, Samuel Clarke, and Eloy Rada García. La Polémica
Leibniz-Clarke. Madrid: Taurus, 1980. 92.
13
No será hasta tiempo después cuando autores como Ernst Mach o Einstein
refutarán este argumento, entre otros.

4. 4. CONTINUACIÓN DE LA PROBLEMÁTICA
Tras la disputa entre las concepciones sustancial y relacional del espacio-
tiempo, una serie de ilustres se encargó de continuar la discusión en torno a
esta problemática. Dos de los autores que destacaremos serán Ernst Mach
(1838-1916) y Albert Einstein (1879-1955).

Mach le criticaría a Newton que sus concepciones del espacio y el tiempo son
meramente construcciones del pensamiento, que pueden ser pensadas pero no
percibidas. Por tanto, sus demostraciones no resultan suficientes para otorgar
una existencia real e independiente a dichos conceptos. Es una concepción
metafísica que no puede ser demostrable empíricamente. Además, Mach dirá
que la inercia es también un concepto relacional que necesita de otros cuerpos.
El movimiento absoluto puede medirse tomando como referencia las estrellas
fijas. Añadiremos el principio de Mach, que nos dice que la inercia de un
sistema es el resultado de este mismo con el resto del Universo.

Más tarde, Einstein propondría la teoría de la relatividad especial. Los principios


de la físico no dependen del observador y por tanto, tampoco de un marco de
referencia fijo.

5. OTROS MOTIVOS EN LAS CARTAS


5. 1. PROBLEMAS DE LA TEOLOGÍA NATURAL
Uno de los principales motivos discutidos en las cartas es el estatus de la
Teología natural de la época de ambos filósofos. La teología natural se encarga
de demostrar evidencias de Dios sin recurrir a evidencias sobrenaturales, es
decir, evitando lo revelado en las escrituras.
Leibniz sostiene que esta se encuentra en decadencia y Clarke culpará de ello
a los materialistas, a los que atribuye ir en contra de los principios de la
matemática. Sin embargo, no este el motivo para el alemán.

No hay una oposición directa entre matemáticos y materialistas, y de hecho


existen matemáticos cristianos que dan validez a sustancias inmateriales. La
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propia Teodicea está fundamentada en el principio de no contradicción (A o no
A) propio de la matemática, pero además del principio metafísico de razón
suficiente. Así, la física se sostendría sobre un sistema metafísico además de
matemático, dando pie a los cometidos propios de la teología natural. Por ello,
culpará a Newton por alejarse demasiado de la metafísica.

5. 2. DIOS COMO SENSORIUM


Para tener en consideración esta discusión debemos remitir al ‘Escolio general’
de los Principia de Newton, añadido en la segunda edición del libro en 1713. En
este texto, se pone en relación lo creado —el universo con sus leyes físicas— y
Dios, el creador. Este texto es en sí mismo un ejercicios de teología natural, ya
que trata de fundamentar la existencia de Dios de acuerdo a argumentos
racionales y que parten de la propia creación. Para Newton, Dios es uno,
absolutamente perfecto y creador de este mundo. Sin embargo, no constituye
en sí mismo el propio mundo. De él, dice ‘Dura siempre y está presente en todo
lugar, y existiendo siempre y en todo lugar, constituye a la duración y el
espacio’.6

Leibniz le criticará a Clarke en varios pasajes de las cartas la expresión


utilizada en el Escolio, donde se dice que el espacio funciona como el
sensorium de Dios. Dicho término se refiere a los órganos de sensación. Se
critica el uso del término ya que si esto fuera verdad, se reduciría el poder y
perfección tanto de Dios como de su creación. Si el espacio es un órgano de
Dios, entonces este necesita un medio para estar en contacto con su creación
en vez de tener una relación directa con el mismo.

Clarke le recriminará que ese no es el uso al que hace referencia Newton. Lo


que este quiere decir es que tanto el espacio como el tiempo garantizan la
omnipresencia y eternidad de Dios. Así es como Dios se manifiesta. La manera
de percibir de Dios y la del ser humano no funcionan igual. Nuestra manera de
percibir está reducida a nuestras propias capacidades, es por ello por lo que no
podemos percibir a un ente como Dios ni tampoco entender su manera de
percibir y sentir.

6 Newton, Isaac, and Eloy Rada García. ‘Escolio General’. Principios Matemáticos De
La Filosofía Natural. Madrid: Alianza, 2011.
15

Otra de las cosas que se acepta en el Escolio es la existencia del vacío. Sin
embargo, este no tiene cabida en la teoría leibniziana y desvirtuaría a su vez la
propia Creación.

5. 3. INTERVENCIÓN DE DIOS EN EL MUNDO


Dentro de esta categoría debemos hablar de la concepción de ‘reloj cósmico’
tomada también de Newton.

Mientras que para Leibniz Dios se manifiesta indirectamente ya mediante el


principio de armonía preestablecida, donde unas leyes de la naturaleza
dependen de las propias fuerzas de las mónadas, existiendo entonces un orden
perpetuo, Samuel nos explicará que Newton se decanta por la idea de que la
fuerza o movimiento se extinguen poco a poco, siendo necesario entonces un
reajuste de manos del mismísimo Dios para devolver el orden a la creación.

El universo de Leibniz propone un orden de la creación eterno, que no cambia,


en el que todo se conserva y no hay cabida para el vacío. La entelequia se
encuentra en la mónada, siguiendo las leyes inscritas en ella por Dios. El
universo de Newton, en oposición, es dependiente de la mano de Dios en todo
momento. Cada cierto tiempo debe presentarse a fin de restablecer un orden
perfecto, que volverá a ir degradándose una y otra vez. Clarke señala que
todas estas intervenciones ya están planeadas desde un principio y que existe
un continuo poder ejercido por el creador.

6. CONCLUSIÓN
El contenido de las cartas entre los dos filósofos es complejo y detallado. Como
ya se ha mencionado a lo largo del texto, la importancia de la disputa entre
Leibniz y Clarke no reside solo en los detalles de prensa rosa que persiguen a
los dos filósofos, sino que ciertas proposiciones de máxima importancia para la
teología y la historia de la filosofía del espacio y tiempo se encuentran entre
sus párrafos. Son las posiciones absolutista y relativista las iniciadoras de la
problemática sobre estos dos conceptos —espacio y tiempo—, adelantándose
Leibniz a posturas defendidas por otros posteriormente.
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Aunque este no tuviera armas para refutar a Newton de una vez por todas, sus
anotaciones resultan interesantes y pretenden responder a su interés por la
defensa de su propio sistema filosófico racionalista.

7. BIBLIOGRAFÍA
Bourgeois, Thomas, Dominique Lecourt, and María Luisa de la Cámara.
Diccionario Akal De Historia Y De Filosofía De Las Ciencias. Madrid: Akal, 2010.
Copleston, Frederick Charles. Historia De La Filosofía. Barcelona: Ariel, 2001.
Leibniz, Gottfried Wilhelm, Samuel Clarke, and Eloy Rada García. La Polémica
Leibniz-Clarke. Madrid: Taurus, 1980.
Mamiani, Maurizio. Introducción A Newton. Madrid: Alianza, 1995.
Newton, Isaac, and Eloy Rada García. Principios Matemáticos De La Filosofía
Natural. Madrid: Alianza, 2011.

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