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“Si, por otra parte, digo que el mayor bien para un hombre es precisamente éste, tener

conversaciones cada día acerca de la virtud y de los otros temas de los que vosotros me habéis oído
dialogar cuando me examinaba a mí mismo y a otros, y si digo que una vida sin examen no tiene
objeto vivirla para el hombre, me creeréis aún menos. Sin embargo, la verdad es como yo digo,
atenienses, pero no es fácil convenceros.”

Platón, Apología de Sócrates, 38a, Gredos, Madrid, 1997.

[(1) autor y contexto, 0,5 puntos (2) señalar las ideas principales, 0,5 puntos (3) explicación de ideas y relación
con la filosofía del autor, 1 punto y (4) contesta razonadamente a la siguiente pregunta 0,5 puntos: ¿Sigue siendo
verdad hoy que una vida sin examen no merece la pena vivirla? TOTAL: 2,5 puntos]

COMENTARIO:
(1) Aunque el texto es de Platón, las palabras son presuntamente de Sócrates en su defensa en el
juicio por impiedad en el que acabó condenado a muerte. Sócrates fue un filósofo de la segunda
mitad del siglo V a.C. que vivió en Atenas. Fue maestro de Platón, y su método, caracterizado por el
diálogo, se denomina mayéutica y se desarrollaba a partir de la ironía.

(2) En el texto encontramos, en primer lugar, la idea de que el mayor bien para los hombres es
dialogar acerca de la virtud y otros temas similares. En segundo lugar, se afirma que una vida sin
examen no merece la pena para el ser humano. Finalmente se alude a la dificultad de convencer al
auditorio de estas verdades.

(3) La primera idea alude al propio método socrático, el diálogo mayéutico, que Sócrates asume
como un mandato divino. Él afirma no saber nada y sin embargo el oráculo ha dicho que no hay
hombre más sabio que él en toda Grecia. Comienza entonces la búsqueda de alguien más sabio
que él mismo, que desemboca en la confirmación del oráculo, pues al menos Sócrates sabe que no
sabe, mientras que sus interlocutores creen saber, cuando en realidad no saben ni siquiera que son
ignorantes. De ahí la necesidad de dialogar acerca de aquello que se cree saber (sea la virtud u
otros temas), precisamente para comprobar si se sabe de verdad o no, comprobación en la que
consiste el mayor bien, como luego mostraremos.
Esto nos lleva a la segunda idea, que una vida sin examen no merece la pena. Aquí encontramos el
núcleo de lo que se conoce como intelectualismo moral. Según Sócrates, si la virtud es enseñable,
entonces consistirá en un saber, puesto que solo puede enseñarse lo que se sabe. Por tanto, la
virtud, el bien, consiste en saber y el mal no será otra cosa que la ignorancia del bien. Por ello es
necesario el examen, la revisión constante de lo que cree saberse, precisamente para no caer en
esa ignorancia que cree que sabe, que sería el mayor mal y en cuyo desenmascaramiento consiste
la ironía socrática. Esto solo puede hacerse en diálogo con otras personas, puesto que el bien o el
mal del que hablamos afectan al conjunto de la ciudad.
Finalmente, Sócrates es consciente de la dificultad de convencer a sus conciudadanos de esto,
puesto que siguen presos de esa ignorancia culpable que les ha llevado a enjuiciarlo y que le
condenará a muerte.

(4) La cuestión debe ser contestada afirmativamente, ya que una vida sin examen, es decir, sin
reflexión, sin guía racional, nos condena a la más pura animalidad, a dar rienda suelta a lo peor de
nosotros mismos, tanto hoy como hace 25 siglos. Esto tiene graves consecuencias, no solo éticas y
morales, sino también políticas. Si nos definimos como animales racionales, lo propiamente
humano, lo que hace que vivamos una vida que merezca llamarse humana, es cultivar la razón, que
nuestra vida se someta a examen racional.

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