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GUIA DE ESTUDIO

PLAN DIFERENCIADO HISTORIA CUARTOS MEDIOS

Docente: Silvana Arroyo Molina

LA SOCIEDAD FINISECULAR: AUGE Y CRISIS DEL LIBERALISMO parte I

Esta unidad se halla referida al período que media entre 1883 y 1925, es decir, desde el inicio de la explotación del
salitre hasta la Constitución de 1925.

Por lo tanto, es un período que mezcla procesos económicos (la economía del salitre) con políticos (la Guerra Civil
de 1891 y el parlamentarismo), y las consecuencias sociales y culturales que se derivaron de ambos procesos (por
ejemplo, la Cuestión Social y el desarrollo de las clases medias).

El período es el que tradicionalmente se ha llamado Chile finisecular o República Parlamentaria y se extiende desde
la Guerra Civil de 1891 hasta el fin del gobierno de Arturo Alessandri (1925).

Este es un período de la historia del país que, en general, se caracteriza por:

• La constitución de un polo de desarrollo capitalista en el Norte Grande, que dinamiza al conjunto de la


economía.

• El auge y caída de una oligarquía parlamentaria, que establece las bases institucionales de la democracia
de masas del siglo XX.

• El desarrollo de conflictos sociales, provocados por movilizaciones obreras y su fuerte represión por parte
del régimen.

• El crecimiento de las ciudades, como consecuencia del progreso industrial y de las migraciones campo-
ciudad de la población rural.

• El fortalecimiento de la educación primaria y el crecimiento de la administración pública.

Estos procesos se sintetizan en el siguiente esquema de la Sociedad Finisecular.


2.- LA ECONOMIA DEL SALITRE

2.1 La riqueza salitrera dinamiza al conjunto de la economía

A mediados del siglo XIX comenzó a desarrollarse la explotación del salitre como abono mineral en la provincia
boliviana de Antofagasta.

De inmediato, inversionistas chilenos y europeos (principalmente ingleses) levantaron oficinas e ingenios para
explotar el mineral, atrayendo grandes masas de población desde las provincias rurales del centro y sur del país.

Ya en la década de 1870, Antofagasta estaba poblada mayoritariamente por chilenos. Por iniciativa de los
empresarios chilenos, la explotación del caliche se había extendido a la provincia peruana de Tarapacá, donde el
gobierno de ese país había intentado limitarla mediante leyes como la del estanco (1873), la expropiación (1875) e
impuestos, en un intento por paliar las desastrosas consecuencias sociales de la decadencia de la explotación del
guano, que había constituido su fuente principal de ingresos hasta esa década.

La importancia económica que pasó a tener el salitre para los inversionistas chilenos y la cada vez más creciente
intervención del Estado peruano, generó la base del conflicto que involucró a los Estados de Chile, Perú y Bolivia en
la Guerra del Salitre (1879 - 1883).

La victoria militar le significó a Chile la expansión de sus fronteras territoriales en casi 200 mil kilómetros cuadrados.
Al mismo tiempo, junto con el territorio, Chile obtuvo la floreciente industria salitrera que, en la década de 1880, ya
tenía más de 80 oficinas abiertas y en 1910 contaba con más de cien en operaciones.

El florecimiento de la industria salitrera provocó una explosión demográfica en el Norte Grande. Entre 1880 y 1930,
la población total pasó de 88 mil a poco más de 292 mil habitantes.

Al mismo tiempo, la fuerza de trabajo creció desde los 4 mil ocupados en 1882 a los 60 mil ocupados en 1925, para
caer abruptamente durante la crisis de 1929 - 30 a apenas 8 mil empleados, dejando una larga estela de cesantes
que emigraron a los polos urbanos del centro del país. En la medida en que la producción y la población aumentaron,
se expandió también la inversión pública en infraestructura, comunicaciones y transportes.

Todo esto permitió la apertura de nueve puertos de importancia entre 1880 y 1910, principal acceso para la
provisión de insumos de capital y de alimentos: Iquique, Caleta Buena, Junín y Pisagua en la provincia de Tarapacá;
Tocopilla, Mejillones, Antofagasta, Caleta Coloso y Tal Tal, en la provincia de Antofagasta. A estos puertos mayores
se agregó la construcción de puertos menores y caletas, como los de Cobija y Paposo, entre otros.

Loa Mercados externos

Hacia mediados del siglo XIX, estudios científicos realizados en Alemania e Inglaterra establecieron los efectos
beneficiosos del salitre y otros abonos minerales sobre los rendimientos de los cultivos, en un intento por superar
la grave crisis agraria de ese continente.

Estos estudios permitieron el surgimiento de un amplio y dinámico mercado para el salitre, lo que le permitió una
situación privilegiada en el mercado de los abonos. Ya antes de la Primera Guerra Mundial, el salitre chileno
representaba más de la mitad de la producción mundial de abonos minerales y los mercados principales eran Europa
(especialmente Inglaterra y Alemania) y Estados Unidos.

Del mismo modo la demanda externa de salitre se mantendrá alta debido al proceso de expansión que vive parte
importante de la economía capitalista como consecuencia de la llamada Segunda Revolución Industrial. El
crecimiento económico de los países industrializados o en vías de serlo favorecerá el crecimiento experimentado
por la economía nacional por lo menos hasta que comienza la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918). Nuevamente
un acontecimiento exterior, esta vez de carácter europeo, marca el inicio de un ciclo de contracción económica en
nuestro país.

En efecto, el perfeccionamiento de nuevas técnicas de elaboración de abonos artificiales en Alemania, durante el


conflicto mundial, produjo un fuerte impacto en las exportaciones del salitre chileno. Además, la contracción del
mercado inglés después de la guerra y la desaparición de la demanda alemana (los dos destinos principales de las
exportaciones chilenas antes de la guerra), provocaron un desplazamiento
de los mercados desde Europa a Estados Unidos, que permitió el
mantenimiento de los altos niveles de exportaciones, por lo menos hasta
1929.

Inversión y propiedad del capital

El salitre constituyó el primer foco de atracción de capitales que permitió


en Chile una industrialización significativa con relaciones capitalistas.

El creciente interés internacional por la industria salitrera y las


consiguientes oportunidades de ganancias, incentivaron la llegada de
maquinaria y tecnologías que permitieron la explotación a gran escala. La composición de la propiedad de las
inversiones varió notablemente entre 1880 y 1930. En 1878 más de la mitad de las empresas salitreras eran de
propiedad peruana, un 20% era de propiedad chilena, un 14% inglesa y un 8% alemana. El conflicto bélico cambió
completamente esta distribución de la propiedad. En 1883, la propiedad chilena subió al 36% gracias a la inversión
de capitalistas privados, como Andrés Bustos, Evaristo Quiroga, Juan Pellerano y numerosas sociedades anónimas.
Pero, desde 1890, muchas de estas propiedades fueron vendidas a capitalistas ingleses, que pasaron a concentrar
el 60% de la propiedad en 1895 y el 55% en 1901. Entre estos grandes capitalistas extranjeros resulta relevante
mencionar a John North, apodado no sin razón el “Rey del salitre”, y las sociedades Harrington, Morrison y
Bukenhan.

Pese a todo, en el período de mayor auge de la industria salitrera, es


decir, desde comienzos del siglo XX hasta la Primera Guerra
Mundial, la participación británica se redujo
considerablemente, mientras la gran expansión de la industria corrió
por cuenta de capitalistas chilenos. En 1912 los capitalistas
chilenos controlaban el 37% de la producción, ante un 38% en poder
de los ingleses. En 1925, el 68% era chileno, contra un 23% en
propiedad inglesa.

La industria salitrera

Junto a la expansión de los yacimientos salitreros, se desarrolló en el Norte Grande una importante industria
asociada a ellos. Los primeros esfuerzos por impulsar una industria nacional asociada a la minería correspondieron
a la iniciativa del empresario chileno Pedro Gamboni y su sistema de vapor abierto, destinado a aumentar el poder
productivo, reducir costos de producción y procesar caliches de más baja ley. Este sistema perduró hasta fines de la
década de 1870, cuando fue reemplazado por el sistema Shanks, aplicado en Chile por el ingeniero Santiago
Humberstone, que se basaba en el procesamiento del mineral usando carbonato de soda, lo que redujo la pérdida
de material y permitió aumentar la producción en más del 50%. Sin embargo, hasta la década de 1920 la industria
salitrera no tuvo nuevas innovaciones tecnológicas. Esta fue una de las claves para explicar el porqué del
estancamiento que sufrió el salitre una vez que apareció su competidor sintético alemán, tras la Primera Guerra
Mundial. Por otra parte, a medida que se fue expandiendo la producción, las actividades mineras se transformaron
en un importante mercado de demanda de equipos, servicios, insumos y materias primas, tanto nacionales como
extranjeros. Esto permitió el desarrollo de una industria nacional dedicada a la fabricación de herramientas,
repuestos y bienes de capital, que significó un pequeño, pero fecundo ciclo de sustitución de importaciones. De este
modo, en el Norte Grande se desarrolló una importante industria pesada, como la de ferrocarriles, cuyas
maestranzas se concentraron en Caldera (fundada en 1885), Iquique (1887), Pisagua (1887) y Mejillones (1910).

2.2 Rol del Estado y crecimiento de los ingresos fiscales

El Estado chileno jugó un papel crucial en relación con la industria salitrera antes, durante y después de la Guerra
del Pacífico. Las inversiones que realizó en este período se financiaron -en gran medida- debido al impuesto a las
exportaciones salitreras. El salitre financió poco menos de la mitad de las rentas e inversiones fiscales.

Los ingresos fiscales

Tras la Guerra del Salitre, la crisis económica ocurrida debido a la contracción del circulante fue superada gracias a
la percepción de ingresos fiscales derivados de los derechos de exportación asignados al salitre y al yodo. En 1880
esos derechos representaban apenas el 8,5% del total de las exportaciones de salitre; en 1890 ese porcentaje se
había elevado a la considerable proporción del 43% y se mantuvo en ese nivel hasta la Primera Guerra Mundial.
Entre 1880 y 1930 el total acumulado de los derechos
pagados por el salitre y el yodo llegó a mil millones de
dólares de la época, lo que constituye el máximo de
recursos que ha dispuesto el Estado chileno en toda su
historia.

Estos recursos permitieron la expansión de los servicios


públicos y la creación de empresas estatales. Entre los
servicios públicos cabe consignar la creación en 1884 de la
Empresa de Ferrocarriles del Estado, que unificó a Santiago
con Valparaíso y con los ferrocarriles del sur. Entre 1889 y 1913 se construyeron más de 4 mil kilómetros de red
ferroviaria, completando casi cinco mil kilómetros a lo largo de Chile.

El sector público aumentó en forma sostenida durante este período. Pasó de 3 mil funcionarios en 1880 a poco más
de 25 mil en 1920. El cambio no fue solo cuantitativo, sino también cualitativo. El Ministerio del Interior se expandió,
debido a la creación y ampliación de servicios públicos como Correos y Telégrafos, Agua Potable, Alcantarillado,
Alumbrado Público, Pavimentación y Aduanas. Mientras el gasto en defensa fue constante en el período (alrededor
del 20% del gasto total), la mayor expansión se produjo en el ámbito del fomento a la industria

En 1889 se creó el Ministerio de Industria, Obras Públicas y Ferrocarriles. En 1925 se produjo una reforma
administrativa de la cual surgieron los ministerios de Agricultura e Industria, de Tierras y Colonización, de Obras
Públicas, Comercio y Vías de Comunicación y el de Fomento. Casi la mitad del gasto fiscal se destinó a obras públicas,
como caminos, puentes, edificios públicos y puertos.

Por su parte, el gasto social se concentró en la ampliación en el número de establecimientos educacionales (que
pasaron de 1.300 en 1895 a 3.600 en 1925), personal docente (de 500 profesores en 1880, a 12.650 en 1930) y de
alumnos (desde 20 mil en 1870 a casi 500 mil en 1925). Esta expansión educacional, de por sí impresionante,
constituyó la principal inversión social del Estado en este período, postergando, incluso, otras demandas sociales,
como las de vivienda y salud.

Estos datos muestran con claridad que el Estado destinó los recursos provenientes del salitre a la expansión de su
propia estructura administrativa nacional, a la realización de una apreciable infraestructura urbana y ferroviaria y a
una notable expansión de la educación pública en todos sus niveles.

Por otro lado, los recursos provenientes del salitre permitieron la modificación de la política impositiva del Estado.
En 1884 se eliminó la alcabala y en 1888, los derechos de imposición.

Además, como consecuencia inmediata de la Guerra Civil de 1891, se produjo la descentralización administrativa
del país (la llamada Ley de Comuna Autónoma), traspasándose a los municipios las recaudaciones de los impuestos
sobre los haberes mobiliarios, las herencias y donaciones, las atentes comerciales y profesionales y el impuesto
agrícola.

Sin embargo, esta tendencia a liberar de impuestos a la agricultura comenzó a revertirse en la medida en que la
contribución relativa del sector salitrero se estancó y comenzó a declinar en la década de 1920.

Así, en 1924 se creó la ley de impuesto a la renta en medio de profundas turbulencias políticas que le permitió al
Estado proveerse de una fuente de recursos alternativa a la de los impuestos aduaneros.
El crecimiento de los distintos sectores productivos

El acelerado crecimiento de la industria salitrera, por una parte, y de las inversiones públicas, por otra, significó un
aumento en las oportunidades de ocupación, tanto para la clase media como para los trabajadores. La industria
salitrera contribuyó a una importante expansión urbana en el Norte Grande, generando un importante y continuo
flujo migratorio desde las zonas rurales del centro y sur del país.

Además, el crecimiento del comercio de importación, financiado por las exportaciones de salitre, contribuyó a la
expansión de las actividades comerciales de Valparaíso y Santiago y al desarrollo de un considerable comercio de
cabotaje, que incluyó en su circuito a los puertos del Norte Grande, Valparaíso y Talcahuano.

Estos factores permitieron la consolidación de una industria manufacturera y estimularon las inversiones de los
sectores empresariales, que se habían formado en la minería, en la banca y aun en la agricultura. La formación de
un empresariado industrial adquirió carácter institucional con la creación de la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa)
en 1883, por iniciativa del Estado.

Dicha institución se transformó rápidamente en un grupo de presión y en representante de los intereses


industriales, particularmente frente al Estado y la opinión pública. La Sofofa dirigió exposiciones industriales en1885,
1890, 1894 y 1904. Además, abrió escuelas industriales en Santiago, Valparaíso, Concepción, La Serena, Talca,
Chillán y Valdivia.

La industrialización temprana (1860-1914)

Antes de 1880 la industria nacional estuvo asociada principalmente a la elaboración de metales. En forma especial,
las fundiciones de cobre en propiedad de alemanes, ingleses, franceses; y algunos chilenos, propietarios de
importantes minas de carbón que se localizaron en Guayacán, Coronel y Lota.

La industria fundidora de esta primera etapa se caracterizó por sus instalaciones amplias, las innovaciones técnicas,
especialmente el horno de reverbero y el de soplete, que le permitió aumentar considerablemente sus niveles de
producción.

Por otro lado, la mecanización inicial de la agricultura triguera, iniciada en 1870, el desarrollo de la minería del
salitre, la introducción de la energía eléctrica, la instalación de redes de agua potable y demás obras urbanas,
provocaron una gran demanda de maquinarias y aparatos (arados, vendimiadoras, convertidores mineros, cañones
para el agua potable, instalaciones de luz eléctrica, útiles de mecánica y herramientas), que estimuló al sector
metalúrgico. Pero el impulso principal a la industria manufacturera nacional provino de las obras de inversión
públicas y privadas, especialmente las del ferrocarril. El efecto multiplicador de la inversión ferroviaria puede
notarse con nitidez en toda la economía chilena de fines de siglo XIX.
Desde 1880 y hasta 1914, la industria nacional
vivió un proceso de expansión, de 570 fábricas a
más de 2.400 establecimientos.

La industria metalúrgica se desarrolló no solo en la


zona salitrera, sino también en asociación con la
industria del carbón, que comenzó a explotarse
intensivamente desde 1870.

Nuevas fundiciones de hierro se instalaron en


Valparaíso, Concepción y Talcahuano, de
propiedad tanto estatal como privada. A ellas se
agregaron las fábricas de loza en Penco y de
cemento en La Calera.

Si bien el impulso principal de esta industrialización provino desde los privados, también incidió la política financiera
dirigida por el Estado.

Por una parte, aumentó de 0 a 15% la tarifa de importación de los bienes de capital y de 25 a 35% la de materias
primas, estableciendo derechos específicos para la circulación de bebidas alcohólicas extranjeras, lo que permitió
el crecimiento de la industria cervecera de Valdivia y Puerto Montt, en manos de inmigrantes alemanes.

Otra medida de la política económica del Estado, que impulsó la industria nacional, fue la política monetaria. La
declaración de inconvertibilidad del billete bancario de 1878, que provocó una devaluación del peso, encareció las
manufacturas importadas, aunque también las materias primas extranjeras como el hierro, principal insumo de la
metalurgia criolla.

Si después de 1910 la industria nacional comenzó un largo proceso de estancamiento y decadencia, fue por la
presencia de diversos factores que conspiraron en contra de su expansión.

A la escasez crónica de mano de obra calificada, lo estrecho del mercado nacional y los problemas típicos del sistema
crediticio debido a lo elevado de las tasas de interés, habría que agregar la creciente orientación de las clases ricas
a no invertir en la producción industrial nacional, sino a preferir el mercado financiero especulativo o, incluso, a
destinar buena parte de sus recursos al consumo de bienes suntuarios importados.

Entre 1865 y 1929 el trigo pasó a ser el principal producto agrícola chileno, especialmente beneficiado por el
aumento de la demanda internacional, primero, y de la expansión del mercado de consumo del Norte Grande,
después. Pero esta mayor demanda, que significó un aumento considerable en las ganancias de los hacendados, no
redundó en un recambio tecnológico de la agricultura chilena ni en una transformación de la propiedad para
aumentar la producción con técnicas modernas. Al contrario, la bonanza triguera solo generó la consolidación del
latifundio y la expansión de la frontera agrícola.

(CEPECH 2017)
GUIA DE ESTUDIO

PLAN DIFERENCIADO HISTORIA CUARTOS MEDIOS

Docente: Silvana Arroyo Molina

LA SOCIEDAD FINISECULAR: AUGE Y CRISIS DEL LIBERALISMO parte II

2.3 El Ciclo triguero (1865-1929)

a) Los mercados externos

Respecto de las exportaciones se distinguieron dos fases: una fase de expansión (1860 - 1880) y otra de contracción
(1880 - 1930).

La expansión los grandes factores que permitieron el auge de las exportaciones fueron fundamentalmente dos: por
una parte, la coyuntura de altos precios mundiales de los cereales, provocada por la crisis agrícola europea de
mediados de siglo; y, por otra parte, la baja en los costos de los transportes producida por la masificación y
expansión en el uso del ferrocarril.

En esta fase el principal destino de las exportaciones de trigo chileno fue Europa y muy en segundo lugar, los países
sudamericanos de la cuenca del Pacífico.

La contracción sin embargo, hacia 1880 la gran parte de los países europeos pudo subsanar sus problemas agrarios
debido a la renovación tecnológica. Al mismo tiempo, en el mercado mundial cerealero ingresaron nuevas potencias
productoras como EE.UU., Rusia y Argentina, que provocaron una mayor producción planetaria y, con ella, la baj a
de los precios internacionales.

El aumento de la oferta, la calidad de los productos y la reducción de los precios internacionales ocasionó la
decadencia de los productores nacionales, que no pudieron competir. La agricultura, una vez más, perdió en la
competencia internacional, debido a la carencia de renovación técnica y a la resistencia, por parte de los
hacendados, a reorganizar la propiedad y las relaciones laborales, en un sentido empresarial, porque ello les habría
significado renunciar a sus cuotas de poder.

Pese al decaimiento del mercado externo, el período 1880 – 1930 constituyó una época de expansión agrícola y de
intensificación del uso del suelo, gracias a la demanda de los centros salitreros y urbanos.

El área cultivada se duplicó en este período, principalmente la porción destinada a los cultivos cerealeros (trigo,
cebada y maíz).

b.- Características del auge triguero.

- Desde el punto de vista técnico, la agricultura triguera no modificó la tecnología tradicional en la que estaba sumida
la agricultura chilena desde los tiempos de la Colonia. Como mucho, en la fase de expansión se introdujeron algunas
máquinas a vapor y muy tardíamente, entre 1925 y 1930, se introdujeron algunos tractores.
- Desde el punto de vista socioeconómico, el principal fenómeno fue la migración campo-ciudad, que provocó el
encarecimiento de la mano de obra y el riesgo para los hacendados de que se produjera

un despoblamiento rural. La forma que ensayaron los hacendados para contrarrestar la atracción de los salarios
urbanos y salitreros fue la subdivisión territorial, en todo caso limitada, que permitió la formación de inquilinos y la
proliferación de minifundios.

-El auge de las exportaciones trigueras permitió la acumulación de importantes excedentes que permitieron el alza
en la rentabilidad de la tierra y de la actividad agrícola, atrayendo la atención de inversionistas de otras áreas
(banqueros y mineros), que presionaron por obtener el acceso a la tierra. Sin embargo, este acceso limitado no
provocó un aumento de la producción ni la transformación a una agricultura empresarial, dado que los sujetos que
llegaron al campo solo lo hicieron con fines rentistas o para construir parcelas de agrado.

• Desde el punto de vista social, sin embargo, la estructura del poder tuvo algunas transformaciones. En la medida
en que la ciudad se fue transformando en polo de atracción de la mano de obra, en centro de provisión de servicios
y en fuente de entretenimiento, los hacendados se trasladaron a ellas, invirtiendo sus ganancias en la construcción
de enormes mansiones y palacios. La principal consecuencia de ese traslado fue el copamiento de las altas esferas
del Estado por parte de la aristocracia terrateniente. Ella se transformó en la administradora final de los recursos
provenientes del salitre y, aunque realizó importantes inversiones públicas, careció de voluntad para desarrollar
inversiones privadas en el campo y proveer de medidas de seguridad social.

Por otra parte, la emigración de los peones a las ciudades y su transformación en proletariado asalariado, la
subdivisión territorial a que dio lugar el inquilinaje de la población rural, provocaron un significativo cambio en la
composición social de las clases rurales, como se observa en el siguiente cuadro:

2.4 El impacto del ciclo del salitre sobre el espacio geográfico

Los procesos económicos y sociales tienen vínculos profundos con el espacio geográfico en el que se desarrollan.
Por ha de entenderse una construcción socioeconómica, política y cultural, establecida a partir de la interrelación
entre el ser humano y el medio ambiente.
El crecimiento de la demanda del salitre a fines del siglo XIX tuvo repercusiones en el espacio geográfico del Norte
Grande con la instalación de centros productivos, conocidos como oficinas salitreras, en Tarapacá y Antofagasta. En
línea con el levantamiento de estos asentamientos en las zonas desérticas de la Pampa del Tamarugal, se produjeron
importantes cambios, tales como el desarrollo de puertos (Antofagasta, Mejillones y Tocopilla) y poblados
(Baquedano) que proveían servicios a las salitreras; a lo anterior se suma la construcción de una línea ferroviaria y
una adecuada infraestructura que permitiera la extracción, elaboración y distribución del salitre. Entre los
principales recursos naturales utilizados para la producción del nitrato, se contaban el uso de agua a elevadas
temperaturas para separar el salitre del resto de los componentes del caliche y la llareta y el tamarugo como fuentes
de energía, cuya explotación significó una degradación de los áridos suelos del Norte Grande, perjudicando la escasa
vegetación de esa zona.

Con la Gran Depresión del capitalismo iniciada en 1929 y su impacto en la disminución de las exportaciones del
salitre, se produjo el cierre de las oficinas salitreras, desmantelándose sus instalaciones e iniciándose su
despoblamiento, lo que desencadenó una importante migración de obreros pampinos hacia la Zona Central de Chile.
Varias oficinas subsistieron incluso unas décadas más tras la crisis del salitre en 1930, y algunas como Santa Laura o
Humberstone fueron declaradas monumento nacional y Patrimonio de la Humanidad hacia fines del siglo XX.

La historiografía tradicional ha coincidido en señalar, respecto de la


economía chilena, que como nuestro país ha sido tradicionalmente
monoexportador, ha generado una estructura productiva
desequilibrada, en la que un sector se ha desarrollado en términos
capitalistas, mientras el resto ha quedado rezagado o sumergido en
relaciones semi o precapitalistas.

Por lo que se ha visto sintéticamente en estas páginas, esta visión debe


ser matizada. Efectivamente, el salitre constituyó un centro de
desarrollo capitalista, pero no estuvo aislado del resto de la economía
nacional. Como industria significó un importante mercado de demanda,
tanto para los productos manufacturados como para los alimentos que
se producían en el centro y sur del país. También el salitre permitió e
incentivó el despegue de una industrialización temprana, tanto porque
requirió de insumos y maquinaria, producida o armada dentro del
territorio nacional, como porque alimentó con inversiones el desarrollo de la industria ferroviaria del Norte Grande,
esencialmente privada.

En cuanto a la agricultura, el salitre significó una influencia de dulce y agraz. Primero, porque significó un foco de
atracción de la masa peonal, lo que provocó el despoblamiento rural por la vía de la migración de los gañanes y
afuerinos desde las faenas agrícolas a las oficinas salitreras, hecho notorio principalmente en el Norte Chico.
Después, porque la producción de abonos y la demanda de alimentos permitieron la absorción de la producción
cerealera, especialmente desde que esta dejó de ser exportada por la aparición de competidores mundiales.

Al mismo tiempo, el impacto de las obras públicas en el resto de la economía nacional no puede ignorarse. Nótese
que el énfasis del gasto estatal estuvo orientado a generar las condiciones para el desarrollo de otros sectores de la
economía distintos al del salitre. Es decir que, aprovechando los ingentes recursos puestos a su disposición por los
impuestos a las exportaciones del salitre, el Estado administró esos fondos apuntando a beneficiar principalmente
la agricultura.
Un ejemplo de esto fue la construcción del entramado ferroviario, la obra más grande construida en el período. La
línea de ferrocarril se construyó con la ambición explícita de unir Santiago con Puerto Montt, uniendo de paso todas
las haciendas y centros de producción agrícola con los principales puertos provinciales.

El abaratamiento de costos de distribución de los


productos agrícolas no puede interpretarse de otra manera como el intento decidido del Estado por beneficiar a ese
sector. Si a eso le sumáramos las exenciones impositivas de los hacendados durante todo el período, nos daríamos
cuenta de que era este sector y no el del salitre, el protegido por el Estado.

La gran causa de las políticas económicas dirigidas por el Estado radicó en las transformaciones que estaban
operando en la estructura de clases, y en las relaciones sociales y políticas de estas con el poder. Entre 1860 y 1878
se produjo una transición política y económica, según la cual la clase dirigente y la clase dominante coincidieron,
aunque sea por este breve período. Efectivamente, este fue el período en que el ciclo exportador del trigo alcanzó
su máximo histórico, mientras se vivía la fiebre de Caracoles. Al mismo tiempo, el poder político apareció ahora
dirigido por una alianza multisectorial entre Nacionales (Pérez), Liberales (Pinto, Balmaceda, Lastarria),
Conservadores (Errázuriz, Concha, Cruchaga) y Radicales (Matta, Mac-Iver), hacendados en su mayoría.

Este matrimonio entre la dirigencia política y la clase dominante duró hasta que se impuso el desarrollo de la zona
salitrera y de su industria asociada. Entre 1880 y 1930 surgió y se desarrolló una nueva clase dominante en Chile,
mientras la clase dirigente quedó fundada en los sectores tradicionales de la economía nacional.

Esta nueva clase dominante estuvo integrada por los capitales de la industria salitrera, tanto nacionales (Bustos,
Quiroga, Pellerano) como extranjeros (North, Harrington, Morrison). A medida que el ciclo exportador del trigo fue
entrando en crisis, por falta de renovación tecnológica y excesiva dependencia de los precios internacionales del
trigo, la aristocracia terrateniente emigró a los centros urbanos, donde transformó sus ganancias en palacios y se
vinculó, como lo hizo la plutocracia minera treinta años antes, directamente con el Estado. Una vez allí, la
aristocracia, fusionada ahora socialmente con la plutocracia y las élites mercantiles, pasó a controlar todo el poder
del Estado.

Las reformas constitucionales de 1873 - 1874 y, sobre todo, la Ley de Comuna Autónoma confirmaron en el plano
legal lo que ya ocurría en el ámbito de lo social y político. Entre ambas legislaciones, la aristocracia tuvo las
condiciones fundamentales para perpetuar su poder y consolidarlo bajo la forma de una oligarquía parlamentaria.

( CEPECH-2017)

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