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kilómetros de ancho que tiene la bota italiana en este punto, hasta

la costa septentrional. Llegó a ser rica y próspera, y su lujo fue


famoso entre los griegos. Hay una conocida historia acerca de un
hombre de Síbaris que tenía su lecho cubierto de pétalos de
rosas, pero insistía en que era incómodo porque uno de los
pétalos estaba arrugado. Por ello, la palabra «sibarita» se usa hoy
para referirse a una persona amante del lujo extremado.
Otro grupo de colonizadores aqueos fundó Crotona en 710 a. C.
Estaba en la punta del pie de la bota italiana, a unos 80 kilómetros
al sur de Síbaris, a lo largo de la costa. Pese a la hermandad de
origen de ambas ciudades, entre Crotona y Síbarís existía ese
género de enemistad tradicional que era frecuente entre las
ciudades-Estado griegas vecinas. Fue uno de los poco casos en
que una ciudad-Estado logró una total y devastadora victoria
sobre otra. La vencedora fue Crotona, y su victoria, según reza la
historia, se logró a expensas del lujo de los sibaritas.
Al parecer, los sibaritas enseñaban a bailar a sus caballos al son
de la música, por lo que sus desfiles eran muy impresionantes. En
el 510 a. C., libraron una batalla contra los habitantes de Crotona,
quienes, sabedores de ese hecho, fueron a la batalla con
músicos. Los caballos sibaritas empezaron a danzar y las tropas
sibaritas cayeron en confusión. Los crotoniatas ganaron y
destruyeron Síbaris tan totalmente que en siglos posteriores se
discutió dónde exactamente había estado el emplazamiento de la
ciudad.
En el interior del talón italiano, los espartanos fundaron en 707 a.
C. Taras, que llegó a ser la ciudad griega más importante de Italia.
Es mucho más conocida por su nombre latino de Tarentum
(Tarento). Fue la única ciudad que fundaron los espartanos
allende los mares, pues estaban preocupados por una difícil
guerra doméstica (como explicaremos en el próximo capítulo).
Alrededor del 600 a. C., colonizadores de Cumas fundaron una
nueva ciudad a unos pocos kilómetros al Sur, a lo largo de la
costa, y la llamaron sencillamente «Ciudad Nueva». Por supuesto,
la llamaron así en griego, o sea Neapolis. En castellano este
nombre se ha convertido en Nápoles.
Los colonizadores griegos llegaron aún más lejos que Italia.
Focea, la más septentrional de las ciudades jónicas de Asia
Menor, envió colonizadores focenses a la costa septentrional del
Mediterráneo, a unos 650 kilómetros al noroeste de Cumas, y
fundaron Massalia alrededor de 600 a. C. Es la moderna Marsella.
Egipto
Sólo las costas septentrionales del Mediterráneo estaban abiertas
a la colonización griega. Las otras costas no estaban ocupadas
por tribus atrasadas que se retiraban cautelosamente ante los
avanzados forasteros sino por civilizaciones más viejas que la
misma Grecia.
Al sur de Asia Menor, a unos 550 kilómetros por el Mediterráneo,
estaba la fabulosa tierra de Egipto, ya antigua en tiempos
micénícos.
Durante la Epoca Mícénica, Egipto poseía un gran poder militar y
había creado un imperio que abarcaba grandes regiones del Asia
cercana. Los griegos tenían vagos recuerdos de esto y en siglos
posteriores hablaban de un rey conquistador llamado Sesostris,
que creó un imperio mundial. Esto era una exageración, desde
luego.
Pero después del 1200 a. C., bandas piratas de aqueos
saquearon las costas egipcias (los «Pueblos del Mar»). Estas
correrías también hallaron un eco en las leyendas griegas, pues
se contaba que Menelao, de Esparta había desembarcado en
Egipto en su camino kilómetros de ancho que tiene la bota italiana
en este punto, hasta la costa septentrional. Llegó a ser rica y
próspera, y su lujo fue famoso entre los griegos. Hay una
conocida historia acerca de un hombre de Síbaris que tenía su
lecho cubierto de pétalos de rosas, pero insistía en que era
incómodo porque uno de los pétalos estaba arrugado. Por ello, la
palabra «sibarita» se usa hoy para referirse a una persona amante
del lujo extremado.
Otro grupo de colonizadores aqueos fundó Crotona en 710 a. C.
Estaba en la punta del pie de la bota italiana, a unos 80 kilómetros
al sur de Síbaris, a lo largo de la costa. Pese a la hermandad de
origen de ambas ciudades, entre Crotona y Síbarís existía ese
género de enemistad tradicional que era frecuente entre las
ciudades-Estado griegas vecinas. Fue uno de los poco casos en
que una ciudad-Estado logró una total y devastadora victoria
sobre otra. La vencedora fue Crotona, y su victoria, según reza la
historia, se logró a expensas del lujo de los sibaritas.
Al parecer, los sibaritas enseñaban a bailar a sus caballos al son
de la música, por lo que sus desfiles eran muy impresionantes. En
el 510 a. C., libraron una batalla contra los habitantes de Crotona,
quienes, sabedores de ese hecho, fueron a la batalla con
músicos. Los caballos sibaritas empezaron a danzar y las tropas
sibaritas cayeron en confusión. Los crotoniatas ganaron y
destruyeron Síbaris tan totalmente que en siglos posteriores se
discutió dónde exactamente había estado el emplazamiento de la
ciudad.
En el interior del talón italiano, los espartanos fundaron en 707 a.
C. Taras, que llegó a ser la ciudad griega más importante de Italia.
Es mucho más conocida por su nombre latino de Tarentum
(Tarento). Fue la única ciudad que fundaron los espartanos
allende los mares, pues estaban preocupados por una difícil
guerra doméstica (como explicaremos en el próximo capítulo).
Alrededor del 600 a. C., colonizadores de Cumas fundaron una
nueva ciudad a unos pocos kilómetros al Sur, a lo largo de la
costa, y la llamaron sencillamente «Ciudad Nueva». Por supuesto,
la llamaron así en griego, o sea Neapolis. En castellano este
nombre se ha convertido en Nápoles.
Los colonizadores griegos llegaron aún más lejos que Italia.
Focea, la más septentrional de las ciudades jónicas de Asia
Menor, envió colonizadores focenses a la costa septentrional del
Mediterráneo, a unos 650 kilómetros al noroeste de Cumas, y
fundaron Massalia alrededor de 600 a. C. Es la moderna Marsella.
Egipto
Sólo las costas septentrionales del Mediterráneo estaban abiertas
a la colonización griega. Las otras costas no estaban ocupadas
por tribus atrasadas que se retiraban cautelosamente ante los
avanzados forasteros sino por civilizaciones más viejas que la
misma Grecia.
Al sur de Asia Menor, a unos 550 kilómetros por el Mediterráneo,
estaba la fabulosa tierra de Egipto, ya antigua en tiempos
micénícos.
Durante la Epoca Mícénica, Egipto poseía un gran poder militar y
había creado un imperio que abarcaba grandes regiones del Asia
cercana. Los griegos tenían vagos recuerdos de esto y en siglos
posteriores hablaban de un rey conquistador llamado Sesostris,
que creó un imperio mundial. Esto era una exageración, desde
luego.
Pero después del 1200 a. C., bandas piratas de aqueos
saquearon las costas egipcias (los «Pueblos del Mar»). Estas
correrías también hallaron un eco en las leyendas griegas, pues
se contaba que Menelao, de Esparta había desembarcado en
Egipto en su camino kilómetros de ancho que tiene la bota italiana
en este punto, hasta la costa septentrional. Llegó a ser rica y
próspera, y su lujo fue famoso entre los griegos. Hay una
conocida historia acerca de un hombre de Síbaris que tenía su
lecho cubierto de pétalos de rosas, pero insistía en que era
incómodo porque uno de los pétalos estaba arrugado. Por ello, la
palabra «sibarita» se usa hoy para referirse a una persona amante
del lujo extremado.
Otro grupo de colonizadores aqueos fundó Crotona en 710 a. C.
Estaba en la punta del pie de la bota italiana, a unos 80 kilómetros
al sur de Síbaris, a lo largo de la costa. Pese a la hermandad de
origen de ambas ciudades, entre Crotona y Síbarís existía ese
género de enemistad tradicional que era frecuente entre las
ciudades-Estado griegas vecinas. Fue uno de los poco casos en
que una ciudad-Estado logró una total y devastadora victoria
sobre otra. La vencedora fue Crotona, y su victoria, según reza la
historia, se logró a expensas del lujo de los sibaritas.
Al parecer, los sibaritas enseñaban a bailar a sus caballos al son
de la música, por lo que sus desfiles eran muy impresionantes. En
el 510 a. C., libraron una batalla contra los habitantes de Crotona,
quienes, sabedores de ese hecho, fueron a la batalla con
músicos. Los caballos sibaritas empezaron a danzar y las tropas
sibaritas cayeron en confusión. Los crotoniatas ganaron y
destruyeron Síbaris tan totalmente que en siglos posteriores se
discutió dónde exactamente había estado el emplazamiento de la
ciudad.
En el interior del talón italiano, los espartanos fundaron en 707 a.
C. Taras, que llegó a ser la ciudad griega más importante de Italia.
Es mucho más conocida por su nombre latino de Tarentum
(Tarento). Fue la única ciudad que fundaron los espartanos
allende los mares, pues estaban preocupados por una difícil
guerra doméstica (como explicaremos en el próximo capítulo).
Alrededor del 600 a. C., colonizadores de Cumas fundaron una
nueva ciudad a unos pocos kilómetros al Sur, a lo largo de la
costa, y la llamaron sencillamente «Ciudad Nueva». Por supuesto,
la llamaron así en griego, o sea Neapolis. En castellano este
nombre se ha convertido en Nápoles.
Los colonizadores griegos llegaron aún más lejos que Italia.
Focea, la más septentrional de las ciudades jónicas de Asia
Menor, envió colonizadores focenses a la costa septentrional del
Mediterráneo, a unos 650 kilómetros al noroeste de Cumas, y
fundaron Massalia alrededor de 600 a. C. Es la moderna Marsella.
Egipto
Sólo las costas septentrionales del Mediterráneo estaban abiertas
a la colonización griega. Las otras costas no estaban ocupadas
por tribus atrasadas que se retiraban cautelosamente ante los
avanzados forasteros sino por civilizaciones más viejas que la
misma Grecia.
Al sur de Asia Menor, a unos 550 kilómetros por el Mediterráneo,
estaba la fabulosa tierra de Egipto, ya antigua en tiempos
micénícos.
Durante la Epoca Mícénica, Egipto poseía un gran poder militar y
había creado un imperio que abarcaba grandes regiones del Asia
cercana. Los griegos tenían vagos recuerdos de esto y en siglos
posteriores hablaban de un rey conquistador llamado Sesostris,
que creó un imperio mundial. Esto era una exageración, desde
luego.
Pero después del 1200 a. C., bandas piratas de aqueos saquearon las costas egipcias (los
«Pueblos del Mar»). Estas correrías también hallaron un eco en las leyendas griegas, pues se
contaba que Menelao, de Esparta había desembarcado en Egipto en su camino

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