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Entre tanto, en Asia, a unos 1.

500 kilómetros al este de Egipto,


surgió un pueblo guerrero de creciente poder. Armado, como los
dorios, con armas de hierro, llevaron una cruel guerra contra los
pueblos circundantes y comenzaron a crear un imperio alrededor
del 900 a. C. Llamaban a su país «Ashur», por su dios principal,
pero nos es más conocido por la versión griega de ese nombre:
Asiria.
A los griegos sólo llegaron débiles rumores de esa temible pero
lejana nación. Por ejemplo, imaginaban en años posteriores que el
primer rey asirio había sido Nino y que la capital asiria Nínive
había recibido su nombre de él. También creían que había sido
sucedido por su bella, inmoral e inteligente esposa, Semíramis, de
quien suponían que había conquistado las tierras del Imperio
Asirio. En realidad, esas leyendas carecían de valor, pero el
núcleo de ellas era que Asiria había sido poderosa en un tiempo, y
esto era verdad.
Por el 750 a. C., cuando los colonizadores griegos comenzaron a
explorar y establecerse en las costas mediterráneas del Norte,
Asiria empezó a presionar hacía la costa oriental del mismo mar, y
por el 700 a. C. había llegado a él. Este avance inspiró temor a los
egipcios, quienes financiaron rebeliones contra Asiria que fueron
siempre derrotadas. En 671 Asiria decidió descargar el golpe
sobre la fuente de sus dificultades e invadió Egipto. La resistencia
fue débil, y Egipto quedó anexado al Imperio Asirio.
Al llegar a ese punto, la misma Grecia podía haberse hallado en
peligro, pero su buena suerte la salvó nuevamente. Asiria se
había extendido hasta donde pudo. Trataba a sus enemigos con
horrible crueldad, y el resultado fue que era odiada por todos los
pueblos que dominaba. Hubo continuas rebeliones, primero en un
lugar, luego en otro. Durante algunos años, todas esas rebeliones
fueron derrotadas, pero mantuvieron ocupada a Asiria y los
griegos estuvieron a salvo.
Egipto mismo se rebeló varías veces (y, en los tres siglos
siguientes, las rebeliones egipcias contra las naciones que lo
dominaban iban a envolver a menudo a los griegos, a veces
desastrosamente). En el 652 a. C., los egipcios conquistaron la
libertad y entraron en su último período de independencia. La
capital egipcia se estableció entonces en Saís, cerca de una de
las desembocaduras del río Nilo, y a este período de su historia lo
podemos llamar el del Egipto Saítico.
El Egipto Saítico tuvo buena disposición hacia los griegos, pues
los consideraba como posibles aliados contra nuevos peligros
provenientes del Este. Las grandes monarquías orientales de la
época tenían ejércitos muy numerosos, pero mal organizados.
Dependían del peso del número, más que de maniobras
cuidadosamente planeadas, y también de la caballería: de los
hombres a caballo o en carros. Las pérdidas de los infantes
carecían de importancia, porque podían ser fácilmente
reemplazados; por ello, los soldados de infantería estaban
armados con armas ligeras.
Los griegos, en cambio, estaban divididos en pequeñas ciudades-
Estado en perpetuas guerras unas con otras. Las ciudades-
Estado tenían ejércitos pequeños que (en la montañosa tierra
griega) estaban formados casi totalmente por soldados de
infanteria, y la victoria dependía mucho de las cualidades
guerreras del individuo.
Prácticamente todo griego era entrenado en las armas desde la
infancia y, para aprovechar al máximo los pocos soldados valiosos
disponibles, cada uno iba pesadamente armado. Los infantes
llevaban lanzas y espadas de buena calidad, un resistente yelmo
que protegía su cabeza, metal en todas las partes del cuerpo y las
piernas, y un pesado escudo que los protegía todo. Estos
soldados pesadamente armados recibían el nombre de «hoplitas»,
de una palabra griega que significaba «arma».
Un grupo de hoplitas podía derrotar a un conjunto
considerablemente mayor de tropas asiáticas mal disciplinadas y
ligeramente armadas (como se demostró repetidamente en la
historia posterior), de modo que los griegos eran muy codiciados
como tropas mercenarias; es decir, como soldados que servían a
gobiernos extranjeros por una paga.
A menudo había griegos disponibles para estos servicios, pues
cuando una ciudad-Estado era derrotada en la guerra con otra, los
hombres del Estado vencido buscaban empleo en el exterior, en
lugar de soportar malos tiempos en su patria. Además, el envío de
tropas mercenarias al exterior era otro modo de resolver el
problema del exceso de población, Durante cinco siglos, los
mercenarios griegos iban a desempeñar un papel importante en
las guerras de las costas mediterráneas.
En tiempos saíticos, los egipcios hallaron útiles a los hoplitas
griegos. También estimularon el comercio griego y hasta les
permitieron establecer un puesto comercial en la desembocadura
del Nilo. Este puesto, fundado en 635 a. C. Por colonizadores de
Mileto, se convirtió en la ciudad de Naucratis, nombre que
significa «soberano del mar».
Entre tanto, en Asia, a unos 1.500 kilómetros al este de Egipto,
surgió un pueblo guerrero de creciente poder. Armado, como los
dorios, con armas de hierro, llevaron una cruel guerra contra los
pueblos circundantes y comenzaron a crear un imperio alrededor
del 900 a. C. Llamaban a su país «Ashur», por su dios principal,
pero nos es más conocido por la versión griega de ese nombre:
Asiria.
A los griegos sólo llegaron débiles rumores de esa temible pero
lejana nación. Por ejemplo, imaginaban en años posteriores que el
primer rey asirio había sido Nino y que la capital asiria Nínive
había recibido su nombre de él. También creían que había sido
sucedido por su bella, inmoral e inteligente esposa, Semíramis, de
quien suponían que había conquistado las tierras del Imperio
Asirio. En realidad, esas leyendas carecían de valor, pero el
núcleo de ellas era que Asiria había sido poderosa en un tiempo, y
esto era verdad.
Por el 750 a. C., cuando los colonizadores griegos comenzaron a
explorar y establecerse en las costas mediterráneas del Norte,
Asiria empezó a presionar hacía la costa oriental del mismo mar, y
por el 700 a. C. había llegado a él. Este avance inspiró temor a los
egipcios, quienes financiaron rebeliones contra Asiria que fueron
siempre derrotadas. En 671 Asiria decidió descargar el golpe
sobre la fuente de sus dificultades e invadió Egipto. La resistencia
fue débil, y Egipto quedó anexado al Imperio Asirio.
Al llegar a ese punto, la misma Grecia podía haberse hallado en
peligro, pero su buena suerte la salvó nuevamente. Asiria se
había extendido hasta donde pudo. Trataba a sus enemigos con
horrible crueldad, y el resultado fue que era odiada por todos los
pueblos que dominaba. Hubo continuas rebeliones, primero en un
lugar, luego en otro. Durante algunos años, todas esas rebeliones
fueron derrotadas, pero mantuvieron ocupada a Asiria y los
griegos estuvieron a salvo.
Egipto mismo se rebeló varías veces (y, en los tres siglos
siguientes, las rebeliones egipcias contra las naciones que lo
dominaban iban a envolver a menudo a los griegos, a veces
desastrosamente). En el 652 a. C., los egipcios conquistaron la
libertad y entraron en su último período de independencia. La
capital egipcia se estableció entonces en Saís, cerca de una de
las desembocaduras del río Nilo, y a este período de su historia lo
podemos llamar el del Egipto Saítico.
El Egipto Saítico tuvo buena disposición hacia los griegos, pues
los consideraba como posibles aliados contra nuevos peligros
provenientes del Este. Las grandes monarquías orientales de la
época tenían ejércitos muy numerosos, pero mal organizados.
Dependían del peso del número, más que de maniobras
cuidadosamente planeadas, y también de la caballería: de los
hombres a caballo o en carros. Las pérdidas de los infantes
carecían de importancia, porque podían ser fácilmente
reemplazados; por ello, los soldados de infantería estaban
armados con armas ligeras.
Los griegos, en cambio, estaban divididos en pequeñas ciudades-
Estado en perpetuas guerras unas con otras. Las ciudades-
Estado tenían ejércitos pequeños que (en la montañosa tierra
griega) estaban formados casi totalmente por soldados de
infanteria, y la victoria dependía mucho de las cualidades
guerreras del individuo.
Prácticamente todo griego era entrenado en las armas desde la
infancia y, para aprovechar al máximo los pocos soldados valiosos
disponibles, cada uno iba pesadamente armado. Los infantes
llevaban lanzas y espadas de buena calidad, un resistente yelmo
que protegía su cabeza, metal en todas las partes del cuerpo y las
piernas, y un pesado escudo que los protegía todo. Estos
soldados pesadamente armados recibían el nombre de «hoplitas»,
de una palabra griega que significaba «arma».
Un grupo de hoplitas podía derrotar a un conjunto
considerablemente mayor de tropas asiáticas mal disciplinadas y
ligeramente armadas (como se demostró repetidamente en la
historia posterior), de modo que los griegos eran muy codiciados
como tropas mercenarias; es decir, como soldados que servían a
gobiernos extranjeros por una paga.
A menudo había griegos disponibles para estos servicios, pues
cuando una ciudad-Estado era derrotada en la guerra con otra, los
hombres del Estado vencido buscaban empleo en el exterior, en
lugar de soportar malos tiempos en su patria. Además, el envío de
tropas mercenarias al exterior era otro modo de resolver el
problema del exceso de población, Durante cinco siglos, los
mercenarios griegos iban a desempeñar un papel importante en
las guerras de las costas mediterráneas.
En tiempos saíticos, los egipcios hallaron útiles a los hoplitas
griegos. También estimularon el comercio griego y hasta les
permitieron establecer un puesto comercial en la desembocadura
del Nilo. Este puesto, fundado en 635 a. C. Por colonizadores de
Mileto, se convirtió en la ciudad de Naucratis, nombre que
significa «soberano del mar».
Entre tanto, en Asia, a unos 1.500 kilómetros al este de Egipto,
surgió un pueblo guerrero de creciente poder. Armado, como los
dorios, con armas de hierro, llevaron una cruel guerra contra los
pueblos circundantes y comenzaron a crear un imperio alrededor
del 900 a. C. Llamaban a su país «Ashur», por su dios principal,
pero nos es más conocido por la versión griega de ese nombre:
Asiria.
A los griegos sólo llegaron débiles rumores de esa temible pero
lejana nación. Por ejemplo, imaginaban en años posteriores que el
primer rey asirio había sido Nino y que la capital asiria Nínive
había recibido su nombre de él. También creían que había sido
sucedido por su bella, inmoral e inteligente esposa, Semíramis, de
quien suponían que había conquistado las tierras del Imperio
Asirio. En realidad, esas leyendas carecían de valor, pero el
núcleo de ellas era que Asiria había sido poderosa en un tiempo, y
esto era verdad.
Por el 750 a. C., cuando los colonizadores griegos comenzaron a
explorar y establecerse en las costas mediterráneas del Norte,
Asiria empezó a presionar hacía la costa oriental del mismo mar, y
por el 700 a. C. había llegado a él. Este avance inspiró temor a los
egipcios, quienes financiaron rebeliones contra Asiria que fueron
siempre derrotadas. En 671 Asiria decidió descargar el golpe
sobre la fuente de sus dificultades e invadió Egipto. La resistencia
fue débil, y Egipto quedó anexado al Imperio Asirio.
Al llegar a ese punto, la misma Grecia podía haberse hallado en
peligro, pero su buena suerte la salvó nuevamente. Asiria se
había extendido hasta donde pudo. Trataba a sus enemigos con
horrible crueldad, y el resultado fue que era odiada por todos los
pueblos que dominaba. Hubo continuas rebeliones, primero en un
lugar, luego en otro. Durante algunos años, todas esas rebeliones
fueron derrotadas, pero mantuvieron ocupada a Asiria y los
griegos estuvieron a salvo.
Egipto mismo se rebeló varías veces (y, en los tres siglos
siguientes, las rebeliones egipcias contra las naciones que lo
dominaban iban a envolver a menudo a los griegos, a veces
desastrosamente). En el 652 a. C., los egipcios conquistaron la
libertad y entraron en su último período de independencia. La
capital egipcia se estableció entonces en Saís, cerca de una de
las desembocaduras del río Nilo, y a este período de su historia lo
podemos llamar el del Egipto Saítico.
El Egipto Saítico tuvo buena disposición hacia los griegos, pues
los consideraba como posibles aliados contra nuevos peligros
provenientes del Este. Las grandes monarquías orientales de la
época tenían ejércitos muy numerosos, pero mal organizados.
Dependían del peso del número, más que de maniobras
cuidadosamente planeadas, y también de la caballería: de los
hombres a caballo o en carros. Las pérdidas de los infantes
carecían de importancia, porque podían ser fácilmente
reemplazados; por ello, los soldados de infantería estaban
armados con armas ligeras.
Los griegos, en cambio, estaban divididos en pequeñas ciudades-
Estado en perpetuas guerras unas con otras. Las ciudades-
Estado tenían ejércitos pequeños que (en la montañosa tierra
griega) estaban formados casi totalmente por soldados de
infanteria, y la victoria dependía mucho de las cualidades
guerreras del individuo.
Prácticamente todo griego era entrenado en las armas desde la
infancia y, para aprovechar al máximo los pocos soldados valiosos
disponibles, cada uno iba pesadamente armado. Los infantes
llevaban lanzas y espadas de buena calidad, un resistente yelmo
que protegía su cabeza, metal en todas las partes del cuerpo y las
piernas, y un pesado escudo que los protegía todo. Estos
soldados pesadamente armados recibían el nombre de «hoplitas»,
de una palabra griega que significaba «arma».
Un grupo de hoplitas podía derrotar a un conjunto
considerablemente mayor de tropas asiáticas mal disciplinadas y
ligeramente armadas (como se demostró repetidamente en la
historia posterior), de modo que los griegos eran muy codiciados
como tropas mercenarias; es decir, como soldados que servían a
gobiernos extranjeros por una paga.
A menudo había griegos disponibles para estos servicios, pues
cuando una ciudad-Estado era derrotada en la guerra con otra, los
hombres del Estado vencido buscaban empleo en el exterior, en
lugar de soportar malos tiempos en su patria. Además, el envío de
tropas mercenarias al exterior era otro modo de resolver el
problema del exceso de población, Durante cinco siglos, los
mercenarios griegos iban a desempeñar un papel importante en
las guerras de las costas mediterráneas.
En tiempos saíticos, los egipcios hallaron útiles a los hoplitas
griegos. También estimularon el comercio griego y hasta les
permitieron establecer un puesto comercial en la desembocadura
del Nilo. Este puesto, fundado en 635 a. C. Por colonizadores de
Mileto, se convirtió en la ciudad de Naucratis, nombre que
significa «soberano del mar».

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