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Tal y como dice Freud, entre los alumnos y los profesores existe “una
corriente subterránea” que los une. Esta corriente subterránea implica un
lazo afectivo inconsciente, emocional, responsable de las “actitudes y
comportamientos” conscientes. En base a esta ligazón, el alumno puede
sentir hacia el profesor:
· Simpatía / antipatía
Este eje amor-odio es el que produce todos los fenómenos relacionales entre
el profesor y los alumnos:
Freud, muy sabiamente, sostiene que estos dos afectos se dan en todo sujeto
y subraya que coexisten en toda personalidad, es decir, nunca se dan de
manera “pura” (“Desde un principio tendíamos por igual al amor y al odio, a
la crítica y a la veneración”).
Es decir, el vínculo profesor-alumnos está fundamentado en una ambivalencia
afectiva (experimentación de amor y odio simultáneamente).
El psicoanálisis nos enseña que las actitudes afectivas hacia otras personas
quedan definidas en los 6 primeros años de vida.
Freud dirá que “todos los hombres que haya de conocer posteriormente
serán, para él, personajes sustitutivos de estos primeros objetos afectivos
(quizá, junto a los padres, también los personajes educadores), y los ordenará
en series que parten, todas, de las denominadas imágenes del padre, de la
madre, de los hermanos, etc.”.
En cierta manera, Freud está diciendo que todos los seres humanos
repetimos en el presente los mismos afectos experimentados en el pasado,
de manera inconsciente, sin que la “persona real”, la “persona que tenemos
delante” participe.
Es decir, Freud sostiene que, de alguna manera, todos los seres humanos, de
manera inconsciente, buscamos algo en los demás que nos recuerde a
nuestros padres o hermanos.
Esto creo que implica que en toda relación humana, sea de la índole que sea,
existen rasgos narcisistas (buscar lo semejante, lo que una vez vivimos en el
pasado).
Los alumnos reviven con los profesores todos los afectos experimentados
antes con el padre (en un nivel inconsciente).
Los compañeros de clase serán los sustitutos del padre (“Pero como
colegiales también tuvimos otras experiencias no menos importantes con los
sucesores de nuestros hermanos, es decir, con nuestros compañeros”).
Para los padres es más fácil culpar a los profesores (proyectar) que reconocer
todo “lo que falla” entre ellos y sus hijos y que podría ser modificado.
Melanie Klein no sólo interpretó las palabras del niño sino también
sus actividades en los juegos y aplicó este principio básico a la
mente del niño; cuyos juegos y acciones y en general, toda su
conducta, son medios de expresar aquello que el adulto manifiesta
predominantemente por la palabra.
Desde el comienzo del desarrollo de la técnica del juego, M. K
aplicó los principios básicos del psicoanálisis: la exploración del
inconsciente –como tarea principal del proceso psicoanalítico– y el
análisis de la transferencia –como medio de lograr ese fin–.