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Ana Maria
Stuven
I. Secularización, modernidad y
espacio público
Este libro surge de los trabajos y discusiones del Seminario
“Religión y Repú blica: Historia y proyecciones de un
debate contemporáneo”, organizado por el Programa de
Historia de las Ideas Políticas de la Universidad Diego Porta les,
con la participación de académicos de diversas
disciplinas y universidades, convocados en torno a un
debate de alcance mundial, de amplia cobertura en las últimas
décadas, y que en Chile reviste indudable actualidad.
La historia de Chile, desde el siglo XIX hasta el presente, es
fiel testimo nio del recorrido común entre su Estado y la
Iglesia Católica, defendiendo ambos sus áreas de
influencia, entrando a ratos en serios conflictos y en otros
rearmando sus vínculos, todo ello dando cuenta de que
religión y política son parte inseparable de la identidad
de la nación. La separación institucional, preparada
desde las últimas décadas del siglo XIX y consagrada
en 1925, trazó nuevas fronteras entre lo público y privado
según la concepción liberal de la época. Sin embargo, la
pervivencia, e incluso el resurgir con fuerza de los lazos
religiosos, a pesar del diagnóstico de “desencanto del
mundo”, que ha bría impulsado la industrialización, la
urbanización y la burocratización, han provocado con
razón una reflexión necesaria sobre la relación entre
religión y
1 Sol Serrano, ¿Qué hacer con Dios en la República? Política y secularización en Chile (1845-
1885) (Santiago: Fondo de Cultura Económica, 2008).
iberalismo
decimonónico. La
la proclamación por algunos tólica, el multiculturalismo, el
Callegados a un debate ne en la esfera pública, el cual ha
las disciplinas de
las ciencias
política y una revisión de los presupuestos del
liberalismo de Globalización, el auge de los
fundamentalismos, la proclamaci del “fin de la
historia”, la crisis de la Iglesia Católica, el multicul
discurso de la postmodernidad, son otros estímulos
allegados a cesario sobre el rol de la religión en la
cultura y en la esfera nih. convocado a
intelectuales de prácticamente todas las
disciplinaedai. sociales y humanidades.
La revitalización de la discusión entre religión y política ha
planten cuestionamiento hacia el paradigma de
la Ilustración y la definición de la dernidad, en su
vaticinio de distanciamiento progresivo de la política deri
fundamento trascendente y en su postulado de la
existencia de una contra dicción lógica entre el carácter
inmanente de la verdad social y la afirmacih de un
fundamento último de la sociedad humana exterior a ella.
El proceso conceptualizado como secularización, debía
provocar, al decir de José Casano. va, una ruptura
fundamental en el arreglo que ordena el mundo cristiano.
En una lectura inserta en un régimen de historicidad propio
de la modernidad. basado en el progreso, la consecuencia
de ese quiebre sería el triunfo de una esfera pública donde
la deliberación fuera exclusivamente racional y libre de
toda coacción. La religión, adscrita al ámbito de lo
irracional, y relegada al ámbito de lo privado, se
encaminaría hacia su decadencia.
Sin embargo, la realidad política y social, así como la experiencia
cotidiana, han puesto en jaque el paradigma de la
modernidad con sus afirmaciones sobre la secularización, y
han buscado también trascender la conceptualiza ción
ilustrada de esfera pública. Respecto de la primera,
Casanova rechaza la idea de que la diferenciación social
moderna “necesariamente conlleva a la marginalización y
privatización de la religión”, o su lógica contraparte, que la
religión pública necesariamente pone en peligro la
estructura diferenciada de la modernidad. La tesis de
Casanova es que “somos testigos de la desprivati zación
de la religión en el mundo moderno”. Por desprivatización
entiende el hecho de que las tradiciones religiosas en el
mundo “se niegan a aceptar el papel marginalizado y privatizado
que las teorías de la modernidad, como las teorías de la
secularización, le han asignado”. Identifica un trabajo
permanente de negociación de lo religioso en la esfera
pública, o para ser mas precisos, en “las diversas esferas
de lo público", incluyendo aquella de lo social como un
punto intermedio de participación de lo religioso. Desde
una pers
2 Reinhart Koselleck, Aceleración, prognosis y secularización (Valencia: Pre-
Textos, 2003). 3 José Casanova, Public Religions in the Modern World
(Chicago: The University of 1994), p. 15.
ANA MARIA STUVEN
nueva
LA RELIGIÓN EN EL ESPACIO
PÚBLICO
allá y la realización en
el mundo
amental de la
secularización,
la modernidad, por su parte, a juicio de Koselleck,
asumen un divorcie expectativas cristianas de salvación
en un más allá y la realización de la libertad a través del
progreso. La renuncia a una separación es la eternidad y el
mundo sería la característica fundamental de la secul
asignando al tiempo histórico la solución a la oposición
entre el más acá y el allá, reemplazándola por la
oposición entre pasado y futuro. Este procen.
Koselleck, puede ser descrito como “mundanización”.
Respecto de la esfera pública política, su surgimiento como
un ámbito da discusión racional al margen de la autoridad
política también ha sido explica. do en relación con la
modernidad. Jürgen Habermas, en su ya clásico trabais
sobre el tema, le llamó la nueva esfera de lo social, y la
definió como el lugar de enfrentamiento entre la
opinión pública y el poder público; entre la tradición
y la modernidad. Esta nueva categoría social surgió en un
universo político que también sufría cambios
importantes, especialmente con la disolución del poder
soberano de la monarquía entre los siglos XVIII y XIX.
La soberanía se traspasó a una entidad abstracta como
es el pueblo, el cual a su vez dispersa su poder en los
diversos procedimientos a través de los cuales la ejerce.10
Sin embargo, el proceso de consolidación republicana y
transformación democrá tica de los siglos siguientes ha
despertado dudas sobre la comprensión de la política
sólo como el ejercicio de la autodeterminación, o como la lucha
por el poder y del ejercicio del poder, sugiriendo
diferenciarla de "lo político”, a fin de reconocer la
pervivencia de lo religioso en las decisiones y visiones políticas
de los actores, y la conveniencia de incluir en ello las visiones
trascendentes de los ciudadanos. Es decir, lo que el liberalismo
planteó inicialmente como la neutralidad estatal, postulando
la separación entre Iglesia y Estado a fin de impedir la
dominación religiosa, hoy puede traducirse en la necesidad
de impedir la dominación del Estado sobre las religiones.
Con respecto al rol de la religión en la esfera pública, hablar de “lo
políti co” permite reconocer que, aun dentro de un Estado
laico y de una sociedad pluralista, las creencias religiosas son
constitutivas del proceso democrático, ya que informan las decisiones
que los actores toman en el campo político.
LA RELIGIÓN EN EL ESPACIO
PÚBLICO
lesi
CON
14 François-Xavier Guerra, “Le Peuple Souverain: Fondements et logiques d'une fiction (le XIXeme slecc)
en Quel Avenir pour la Démocratie en Amérique latine (Paris: Editions du CNRS,
1989). 15 Cf. Jean Bauberot, Les Laicités dans le Monde (Paris: Presses
Universitaires de France, 2009); Jacquem Lagrée y Philippe Portier (eds.), La
Modernité contre la Religión: Pour une nouvelle approche de la laicure nes: Presses
Universitaires de Rennes, 2010). 16
Jean Bauberot y Micheline Milot,
Laicités sans Frontieres (Paris: Seuil, 2011). 17 Bauberot, Les Laicités
dans le Monde, p. 46. 18 Roberto Blancarte, ed. Los retos de la laicidad y la
secularización en el mundo contemporaneo Colegio de México, 2008).
undo contemporáneo
(México: 1!
LA RELIGIÓN EN EL ESPACIO
PÚBLICO
ir a la pregunta sobre
la validez
lico desde una posición que
se econociendo que
"buena parte de afico
cotidiano parecen tener
un
lidad de la vida social está sin dole, rechaza cualquier considera
loptar decisiones
políticas, aún
El trabajo de Carlos Peña intenta responder a la preguntas de las
concepciones religiosas en el espacio público desde
distancia de la defendida por Kaufmann. Reconociendo los
conceptos políticos que empleamos en el tráfico cotidiano
pa origen religioso”, y que todo discurso sobre la totalidad
de las duda impregnado de un contenido de esta índole,
rechaza cunha ción a puntos de vista religiosos a la hora
de adoptar decisiones pol en contextos culturales
religiosos. Como Kant distingue entre el uso ni privado de
la razón y John Rawls distingue en una sociedad
democrática la libre expresión de todas las creencias y
su consideración a la hora desde decisiones en la esfera
pública, Peña distingue la defensa de creencias, de bain
zones para defenderlas, ya que éstas deben ser accesibles
a todos y, por lo tanto deben expresarse en un lenguaje
secular. Asimismo, no acepta la objeción res pecto que
nadie es neutral a la hora de participar en política. En
consecuencia, sostiene, las razones que se esgriman en la
esfera pública deben ser neutrales.
Desde una perspectiva teórica similar, Javier Couso recurre a la obra
de John Rawls para separar razones públicas de no
públicas y, por ende separar las confe siones religiosas
respecto del Estado. La doctrina teológica sería, a su juicio, un
tipo de razón no pública. Apoyándose en la obra de Jürgen
Habermas, sostiene que el derecho es el único mecanismo
para integrar sociedades “post-metafísicas”, en las cuales se
ha disuelto la unión entre religión, ética y derecho. En una línea
similar a la que defiende Carlos Peña, el autor afirma que la
dimensión espiritual o religiosa debe desarrollarse al margen del
patrocinio estatal porque el uso públi co de la razón no puede ni
debe dirimir la cuestión de si Dios existe. En cambio, el
derecho sí puede tomar decisiones vinculantes para el conjunto
de la sociedad al margen de consideraciones teológicas y
sin acudir a argumentos apoyados en la revelación.
En el plano de las prácticas políticas, Couso llama la atención sobre
la di ficultad que enfrenta el legislador, incluso en ciertas
sociedades democráticas caracterizadas como
“teocracias constitucionales”, cuando existen religiones
hegemónicas, en las cuales la tradición ejerce un peso muerto. No en el
caso chileno, a pesar de que el país continúa siendo
predominantec te católico, y masivamente cristiano, el autor
afirma que el Estado chce se ajusta al ideario de neutralidad
religiosa definido por Rawls y Haber Vaticina además que
“Chile parece estar transitando muy claramente senda de una
estricta separación entre religión y república e, incluso, una clara
neutralidad del Estado respecto de las diversas conte
tado respecto de las diversas confesiones que exis ten en
nuestro país”.
0
LA RELIGIÓN EN EL ESPACIO
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instituciones religiosas,
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la autoridad religiosa. La cultura política chilena,
incluyendo sus im creencias, valores y lenguaje
continuó impregnada de conceptos y fi ligiosas
católicas. Por tanto, a juicio del autor, no se cumplirían
los adscritos por Charles Taylor al concepto de
secularización.21 Apeland categoría definida
anteriormente de laicidad, este concepto tampoco en
los primeros años de la república en Chile.
Esta relación tiene un vuelco hacia la década de 1840, aproximadam
debido a que la consolidación republicana y el ethos
liberal que tomaban ciones en la opinión pública de la
juventud ilustrada chilena desafió el line de poder de la
jerarquía eclesiástica, el cual era equivalente, e incluso en
al nos casos superior al de la autoridad política. El
liberalismo inicia hacia diados de siglo su cruzada hacia
confinar a la Iglesia a ejercer exclusivamente la tuición
sobre la vida religiosa y la moral privada de las personas.
En síntesis. debía pasar de ser un poder público a una
institución privada. Lo anterior im plicó necesariamente
una nueva lectura del discurso religioso de manera que
las raíces trascendentes que legitimaban su poder
perdieran su eficacia como fuente de legitimidad política y
que conceptos como tolerancia y libertad de cultos
pusieran en tela de juicio al exclusivismo católico, incluso
por razones de desarrollo económico y social. El diálogo entre
religión y política se des plazó entonces para instalarse en
el campo social y cultural, desplegándose la lucha por el
poder de las conciencias hacia la educación y familia. Mi
artículo plantea que situar los debates sobre tolerancia y
libertad de cultos y conciencia en el contexto de su desenlace
demuestra que sólo era posible culturalmente que el desafío a la
unanimidad católica tuviera como consecuencia ciertas
concesiones impuestas por el desarrollo del país. La
interpretación del artículo V de la Constitución redefinió lo
público y privado, asignando a los espacios no estatales la
categoría de privados, abriendo así el camino para el culto
de otras religiones. Esta fue una concesión laicizante que, no
obstante, tampoco habla de laicidad ni secularización, ya que nunca
se desafió la religión, ni siquiera en las formulaciones de los
liberales que participaron del debate que le acompañó.
El artículo de Vasco Castillo, centrado en un período cronológico finisecular,
ordena la discusión en torno a los conceptos de libertad y autoridad.
Identi al
positivismo de Valentín Letelier, líder del ala
modernizadora del Partido Ra dical, con un desafío a la
relación histórica entre religión y política, al rechazar a la
religión como expresión de una “teocracia" y afirmar la
autoridad del Esta do. Dicha autoridad es fundamentada
en la ciencia política positiva, habilitad
On u
r
21 Charles Taylor, A Secular Age (Cambridge:
Harvard University Press, 2007).
LA RELIGIÓN EN EL ESPACIO
PÚBLICO
I dis
tendida como
“pen
El artículo de Bernardo Subercaseaux se sitúa en la tesis que
asigna curso público del catolicismo el carácter de
ideología, entendida com samiento operante que
interviene en el decurso histórico”. Apelando al
Timothy Fitzgerald, y a La ideología de los estudios
religiosos, sostiene religión católica debe estudiarse como
una categoría ideológica con una iki ción histórica
específica. Desde esta perspectiva el autor visibiliza al
catolin." en el escenario político y social chileno de
fines del siglo XIX y hasta la derni del setenta del
siglo XX, mostrando su presencia en la prensa, en la
política en la enseñanza y en las instituciones
obreras, pugnando por mantener su in Auencia
sobre los nuevos actores sociales desde diversos
discursos que identi fica como revolucionarios,
tradicionales, conservadores, populistas, integristas y
reformistas. El catolicismo compartiría con otras
ideologías la pluralización y fragmentación, lo cual
comprobaría su maleabilidad y su inserción en el de venir
histórico del país, tal como ocurre con otras corrientes de
pensamiento
El libro cierra con el artículo de Eduardo Silva, que muestra
diversos apor tes del catolicismo social chileno a la
política. El recorrido va desde figuras precursoras como lo
fueron Luis de Valdivia y Camilo Henríquez, las que
inspiradas en la doctrina social de la Iglesia hicieron posible
sucesivamente el catolicismo reformado del humanismo
cristiano, el catolicismo revolucio nario de la Teología de la
Liberación y el cristianismo que, con el cardenal Silva
Henríquez a la cabeza, salió en defensa de los derechos
humanos y de la democracia. Su tesis es que el
Concilio no sólo sirve para juzgar el presente, sino
también para evaluar el pasado, y en particular para
reconocer que el ca tolicismo social chileno del siglo
XX es el catolicismo que el propio Concilio recoge,
alienta y propone con su renovación. Su valoración de la
libertad de conciencia y del pluralismo, su preocupación
por el prójimo, sean el pueblo mapuche, los pobres o
los perseguidos por la dictadura debe estar siempre
pre sente en toda versión del cristianismo. Silva
concluye observando el tránsito del “catolicismo social
al catolicismo sexual”, en el marco cultural inaugurado
con el regreso de la democracia, la discusión de la ley
de divorcio y los abusos cometidos por algunos
sacerdotes, y plantea la hipótesis de que el desafío
actual al catolicismo social proviene de la “cuestión
liberal”, vale decir de una concepción liberal de la libertad, que
asociada a términos como autonomia, individualismo, atomismo y
derechos individuales, reduce y empobrece concepción cristiana
de la libertad.
ANA MARÍA
STUVEN
LA RELIGION EN EL ESPACIO
PÚBLICO
on otras
latitudes, con
amo civiles. ra resolver completamen
onocimiento de
que la
formal que puede ser aprovechado, como ya se
ha visto en otra un contenido religioso, tanto por
líderes religiosos como civiles.
Que en pleno siglo XXI la sociedad chilena no logra
resolver com te sus problemas sin la “mediación”
eclesiástica es el reconocimiento religión y las iglesias
con mayor adhesión social y representatividad
marginadas de la esfera pública política, que incluye al
Estado. Asumir la dad de que la religión es siempre
pública y política, y que quienes hablan en nombre
también lo son, abre nuevos derroteros para aceptar
definitivamenta que lo político continúa impregnado de
connotaciones religiosas.
l
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