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En tiempos pasados, los enfermos no eran escondidos, podían andar por la calle sin que
mediada estigmas sobre ellos. Al llegar la muerte, era una forma de celebración en la que
asistía la mayoría de pueblo, lo cementerios están céntricos donde se podía desfilar el
entierro y darle una sepultura en la que no era escondida ante los ojos de los demás.
Sin embargo, ahora podemos ver que la muerte y la enfermedad esta mal vista, y ahora se
esconde en las casas y en los hospitales a nuestros enfermos, nos da la sensación en que la
muerte no nos tiene preparados para afrontarla. Aunque si tenemos los medios para que
los usuarios no tengan dolor en sus últimos días, si no deja de lado que sea visto como un
sedante para enfrentarla.
El hombre es el único ser que sabe que va a morir, un animal sabe que muere cuando pasa,
en los humanos no ocurre así. Rendimos tributo con entierros, ataúdes y ritos funerarios.
En los tiempos antiguos se ha visto en tumbas que han sido descubiertas que se enterraban
a las personas con objetos que eran cercanos a ellos, posteriormente en épocas mediavales
la Iglesia luchaba contra los paganos que realizaban bailes y se ponían desnudos en los
cementerios. Esto denota que había tradiciones propias de cada quien hacia la muerte.
El hombre medieval se imagina una lucha enconada entre ángeles y diablos que se disputan
el alma del que acaba de morir. Por esto es tan importante "morir de buena muerte", y
morir con la esperanza de ¨ganar el reino de los cielos¨.
En el siglo XIX, el romanticismo, que exaltaba por igual pasiones violentas y emociones
desbordadas, tuvo una visión dramática de la muerte. Aparecieron en escena el dolor y la
desesperación frente a la muerte del otro, del ser amado y, por lo tanto, la familia nu clear
y los sentimientos de sus miembros pasaron a ser muy importantes por cuanto la familia así
entendida reemplazaba a la comunidad tradicional. Junto con estos desplazamientos cobra
importancia el concepto de privacidad, característico de los vínculos de la familia y
emanados de ellos. En este marco, el otro es próximo que su muerte desencadena
emociones dolorosas e incontenibles. La muerte es exaltada, se la considera terrible pero
hermosa y deja de estar asocia da al mal (catolicismo), cuya existencia empieza a po nerse
en duda. La creen cia de que existe un infierno y de que hay una conexión entre muerte y
pecado, que ya había empezado a ser cuestion ada en el siglo XVIII, declina a principios del
XIX, aunque no desa parece del todo. Los católicos, por referirnos a un gru po sensible a
este proceso, empiezan a entender la idea de "purgatorio" como paso a cierta purificación,
al cabo del cual la vida en "el más allá" deviene Gloria Eterna. Las reiteradas exhortaciones
clericales en torno al cumplimiento de los deberes religiosos a modo de preparación ante
el último trance, o las llamadas de los sermones a la reflexión sobre la caducidad del
hombre, denotaban que la uerte se dilucidaba como un tma horrendo para tenerlo de
manera constante en la mente. De ahí vemos ideas influenciadas hacia algunas devociones,
como el rosario y lo rezos que se atribuian a carácter propedéutico.
En la comunidad islámica la muerte es secilla y natural, los cementerios son lugares de
encuentro, paseo o distracción.
En el antaño, el hombre moría en su casa, rodeado de su familia (incluidos los niños), amigos
y vecinos. Los niños tenían así contacto temprano y re pcrido con la muerte: primero sus
abuelos, después sus padres etc. Cuando se hacía mayor y le tocaba morir a él, desde luego
no le pillaba tan de sorpresa y desprovisco de recursos como sucede hoy. Eran los
momentos de los grandes amores, de los perdones y de las despedidas. Los repartos de
hacien das, los últimos consejos a los hijos.
La muerte, aun siendo natural, se convertía en el último acto social. La "buena muerte"
consistía en que, si el agonizante no advertía la llegada de los últimos momentos, esperaba
que los demás se lo advirtieran para poder preparar todos sus asuntos, tanco personales,
como sociales y religiosos. Por el contrario, la " muerte maldita" (que se presentaba ba jo
una fig ura acerradora) era la muerte súbita (accidente, envenenamiento). Esa muerte
estaba marcada por el sello de la maldición, como si unas misteriosas fuerzas demoniacas
hubiesen dado origen al drama.
Hoy, por el contrario, las condiciones médicas en que acaece la muerte han hecho de ella
algo clandesti no. Ya la terapia actual en los g randes hospitales está cargada de anonimato.
Anonimato que llega a su culmen en el momento de la muerte. Se le exige dependencia y
sumisión, lo derechos mordernos del enfermo moribundo son:
1. No saber que va a morir
2. Si lo sabe, comportarse como si no lo supiera.
Pero en la actualidad una muerte tan dulce se ha vuelto rara, debido a los progresos de la
medicina. Hay que relacionar por tanto, mediante cierta habilidad, la muerte lenta del
hospital con la muerte repentina. El medio más seguro es, sin duda, la ignorancia del
enfermo. Pero esta estrategia a veces es llevada, por su habilidad diabólica, a interpretar
las actitudes del médico, de las enfermeras. Entonces, instintivamente,
inconscientemente, estos obligan al enfermo, al que dominan y trata de agradarles, a
fingir ignorancia. En ciertos casos ese silencio se transforma en una connivencia: en otros
casos, el temor a una confidencia o a una apelación prohibe toda comunicación. Cuando el
enfermo sabe, por el contrario, se rebela, grita, se vuelve agresivo. Otra actitud, no menos
temida por el equipo que le cuida, es que acepte su muerte, o mejor, que se resigne y en
tonces se concentra en ella y se vuelve contra la pared, se desinteresa del mundo que le
rodea, no se comunica ya con él. A su vez, médicos y enfermeras rechazan ese rechazo ,
que los elimina y que desalienta sus esfuerzos. En ella reconocen la imagen detestada de la
muerte, fenómeno de la naturaleza, cuando ellos han hecho de la enfermedad un accidente
superable, o que hay que creer superable.
CAPITULO 2
Los profesionales en salud que trabajamos en hospital, tapamos la palabr muerte con
fallecimiento, ya que se pone de manifiesto profundas angustias y determina en
consecuencia conductas de esquivamiento, de huida y separación de varios tipos, actitudes
al personal sanitario, pero condenan al enfermo al aislamiento fisico y relacional.
La muerte como hecho social tiene 3 puntos de vista:
1. Educación contra la muerte: formación del hombre por medio de influencia exterior
conciente o inconciente o el estímulo que suscita la voluntad para evitar la muerte,
por ejemplo, campañas de educación sanitaria para evitar la enfermedad y la
muerte, consejo terapeutico y lecturas sobre evitar la muerte.
2. Educación por la muerte: es la influencia que ejerce la muerte y los muertos sobre
el hombre, por ejemplo, la muerte de familiares, amigos o allegados.
3. Educación para la muerte: es el proceso de influencia externa consciente o
inconsciente o la propia formación que realiza el hombre para enfrentar su propia
muerte o la muerte ajena, sea próxima o lejana o para prepararse para ella, ejemplo,
las influencias que ejercen el médico, la religión para preparar para la muerte.
CAPITULO 37
Ante la enfermedad nos encontrados con cinco necesidades que se intenta llenar:
1. Necesidades fisiológicas o de superviviencia: son las inmediatas, si una no esta
satisfecha no va a haber ota cosa en que pensar la persona que no sea eso lo que le
esta faltando
2. Necesidades de seguridad y protección: el enfermo necesita sentirse protegido y
seguro de peligros imaginarios o reales
3. Necesidades de amor y pertenencia: la relación con los familiares,amigos, con el
equipo asistencial y con los otros enfermos.
4. Necesidades de autoestima: debe ser considerado como un ser humano hasta el
final de sus días, vivir la esperanza, respetar su intimidad, gustos y ser considerado
como una persona que vive.
5. Necesidades de superación o de autorrealización: esta en lo más alto de la pirámide
según la jerarquía de las necesidades. El hombre que ha ido satisfaciendo sus
necesidades ins tintivas, fisiológicas, de seguridad, de afecto de afiliación y de
aprecio alcanza su madurez total al autorrealizarse. Ello solamente es posible, si se
pueden cubrir las restantes necesidades.
CAPITULO 38
La antropología del dolor estudia una rama de la antropología médica, sub- rama de la
antropología, y analiza los factores biológicos y culturales tanto de la salud como de la
enfermedad y el tratamiento de las enfermedades y de los síntomas de ella,
fundamentalmente el dolor.
La historia del dolor se puede diviir a través de hitos históricos y científicos, con sus
apartados a veces sincrónicos y diacrónicos:
CAPITULO 65
Se considera al síndrome de burn-out está constituido por las tres dimensiones señaladas:
Las personas afectadas por burn-out se quejaban de cansancio y fatiga, resfrios frecuentes,
cefaleas, alteraciones digestivas, frustación fácil, poco control emocional. Para la institución
las consecuencias fueron: actitudes negativas hacia las personas, ausentismo elevado, uso
de alcohol, apatía, poca motivación laboral, irritabilidad hacia los colegas y hacia los
usuarios, preocupación excesiva por el confor laboral.
CAPITULO 66
El morir no debe ser visto como un hecho desgraciado,es posible aprender a recibir la
muerte con serenidad, sin tantos miedos. Cambiar el enfrentar para decir ``recibir``. Se
suma la importancia de los familiares y amigos íntimos que construya una red de vida que
sostiene a la muerte y que haga el moribundo se entregue tranquilo y pueda lograr una
muerte plácida, con el dolor controlado y la agonía acompañada.
Morir con dignidad significa irse de esta vida no en la soledad aséptica del hospital,
intubado, inyectado y sumergido en un laberinto de fríos aparatos, sino en el hogar, entre
los seres queridos, entregado al morbo, pero entregado también al afecto, al mimo
sosegador de la familia y de los amigos. Hundido en un coma pero teniendo a nuestra mano
que nos acompañó y dio sentido a nuestro ciclo de vida. Esta es la muerte con dignidad.
Las condiciones esenciales para morir con dignidad son las siguientes:
Una de las preguntas más frecuentes de los familiares es: cómo será ese final?, desde le
punto de vista práctico se puede decir que existen tres posibilidades de la llegada a la
muete:
La manera de ayudar al enfermo será intentando que exprese todo lo que siente y los
miedos que pasa, que pueda llegar a llorar si lo desea y así se desahogue. Al final, la prueba
puede ser muy dura. No tiene ganas de visitas, comienza a aislarse. Está inmóvil en la cama.
Se niega a comer. Lo que en este estadio necesi a más el enfermo es:
• Que reconozcamos sus penas como fundadas; su muerte inminente como una realidad;
su tristeza como natural, válida y no culpable.
• Que le ayudemos a explorar sus fantasmas y sus angustias, sobre todo si le turban hasta
el punto de impedirle descansar.
Que estemos disponibles cuando tenga necesi dad de alguien y sepamos dejarle solo
cuando lo desee.
• Que le aportemos toda la comodidad posible para que su cuerpo se le haga menos
pesado.
• Que seamos al menos tan realistas como él: con fía en que nosotros no le impondremos
trata mientos interminables, que no tienen como fina lidad aliviarle y en que tomaremos
decisiones inteligentes en lo referente a su estado, con su participacióncada vez que esto
sea posible.
Al ll egar a la ultima fase de su enfermedad, el paciente necesita morir. Al final de sus días
la muerte le resulta necesaria, aunque cueste mucho admitirlo. En esa instancia, morir
deviene una necesidad en los niveles físicos, mental, emocional y espiritual, aún cuando
puedan presentarse contradicciones entre esos planos. Sólo hay que estar próximo a morir
para comprenderlo cabalmente. Por eso el paciente lo percibe mejor y antes que la familia.
Para él la lucha terminó aunque siempre mantenga alguna esperanza. En realidad, terminó
la primera parte: su lucha contra la enfermedad. Todavía le resta morir. Necesita y desea,
aunque con miedo, dejarse llevar hacia la muerte. Pocas veces esta verdadera necesidad
del ser humano es reconocida y aceptada. Nadie parece advertirla.
La familia se angustia y comienza una etapa de forcejeo. Presumiendo que el paciente está
deprimido lo apremian, le insisten. Esto suele volverse una tortura para él: "tiene que"
poner más voluntad, "no tiene que" aflojar, "tiene que" comer más y una larga lista de
exigencias inútiles. La cercanía de la muerte se ve, como una situación difícil de asimilar.
Este es el dilema para una familia no preparada para la muerte, que la enfrenta con miedo,
aun cuando esta acontezca como suceso natural en la vejez.
CAPITULO 67
En algunas ocasiones, los familiares pueden querer participar en dichos cuidados. Si así lo
expresan, se les debe permitir esa participación. Se procederá, en primer lugar a la rerirada
de vías, sondas, sistemas de ayuda para la respiración y alimencación si las hubiera,
colocando apósitos para evitar la salida de sangre en los puntos de aplicación.
CAPITULO 69
El duelo es la reacción natural ante la pérdida de una persona, objeto o evento significativo;
también como la reacción emocional y de comportamiento en forma de sufrimiento y
aflicción cuando un vínculo afectivo se rompe. Incluye componentes físicos, psicológico y
sociales, con una intensidad y duración proporcionales a la dimensión y significado de la
pérdida.
De los numerosos procesos de duelo que debemos de enfrentar, el más doloroso se refiere
a la finitud e nuestra vida y la de los seres queridos. En la madurez, el individuo enfrenta
una mutiplicidad de pérdidas, estas sobrevienen simultáneamente o en rápida sucesión:
1. Pérdida de la juventud, de la cual se tiene clara conciencia, entre otros factores, por
el hecho de que los hijos entren en la adolescencia.
2. Pérdida de la capacidad sexual y reproductora, que culmina en la menopausia y en
lo que se ha denominado ‘’edad crítica del hombre’’.
3. Pérdida de la posibilidad de iniciar una carrera profesional o de contraer un nuevo
matrimonio.
4. Pérdida de la función parental a medida que los hijos crecen, se independizan y
abandonan el hogar.
5. Pérdida de los propios padres, determinada por la muerte de estos o su
envejecimiento.
6. Pérdida de los que pertenecen a la misma generación debido a su muerte
prematura.
El duelo es universal, como lo es la muerte. Toda sociedad, desde la más tradicional hasta
la más moderna, dispone de ciertas costumbres o ritos cuando una persona muere. Incluso
en nuestras civilizaciones urbanas que se realizan ritos funerarios, se esperan ciertas
actitudes, ciertos comportamientos de las personas en duelo. El duelo es necesario para
continuar viviendo, para separarse de la persona perdida conservando lazos diferentes con
ella y para reencontrar la libertad de funcionamiento psíquico. El trabajo de duelo es
siempre necesario y su bloqueo y sus perturbaciones pueden conducir a serias dificultades.
Es siempre penoso y doloroso.
A veces los cambios que acarrea una muerte en la familia son tan drásticos y tan dramáticos
que el médico debe de estar alerta y ver como ha afectado a cada miembro de la familia.
Ninguna familia permanece igual despues de una muerte.