Você está na página 1de 7

ENSAYO DEMOCRACIA DELIBERATIVA EL CAMINO A LA CONSTRUCCIÓN

DE UNA CULTURA CIVICA EN COLOMBIA

Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano


Administración de Empresas Segundo Semestre

Tutor:
Javier Darío Pabón

Integrantes:
Ivonne Briceño cédula 52.656.243 código 1621024566, Yeny Rincon cédula
51357137 código1811025159, Sonia Rodríguez cédula 1014177328, Eliana
Pidrahita cédula 1039450208 código 1821025328, Sandra Zuluaga cédula
32220117 código 1821027110

Ciclo académico 2019


Democracia deliberativa: el camino a la construcción de una
Cultura Cívica en Colombia

INTRODUCCIÓN
La década de los setenta y los ochenta estuvo marcado por una serie de acontecimientos que
marcaron el rumbo político del país, fue así que la exclusión política ocasionada por el Frente
Nacional, la toma del palacio de Justicia los asesinatos de líderes políticos más representativos
como fueron los casos de Rodrigo Lara Bonilla Luis Carlos Galán y Carlos Pizarro (líder del M-19),
este último el principal candidato para ganar las elecciones presidenciales de 1990. La violencia del
narcotráfico, los procesos de paz con el M 19, con ejército Popular de Liberación (EPL) y Quintín
Lame (movimiento indígena) Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y finalmente el
fortalecimiento de estructuras paramilitares; puso de presente la necesidad de reinventarse o de
repensar el proyecto Jurídico- político implementado hasta ese entonces por la Constitución Política
de 1886. Por lo menos esa fue la interpretación que le dio la opinión pública en su momento al
titular en primera página (espectador: 25 de agosto de 1990) “la Constituyente, instrumento para la
reconciliación”.

Bajo este contexto es que surge el movimiento de la “séptima Papeleta”, en su intento por
implementar una cultura democrática capaz de generar un consenso político y liderar un proceso de
reconciliación que tenga como fin común la consolidación de un proyecto de sociedad cuyas bases
se fundamenten en la razón pública deliberativa, pudo convocar a una Asamblea Nacional
Constituyente.
En efecto, las discusiones se orientaron a “crear un ordenamiento institucional que concretara un
modelo de democracia participativa donde los sujetos colectivos marginados del manejo del estado
y la sociedad encontraran por fin los medios institucionales para hacerlo”, el resultado final: la
constitución de 1991. La inclusión de los sectores sociales hasta ese momento marginados se
tradujo en la consagración de mecanismos de participación “novedosos”, en la medida que estaban
ausentes en la constitución de 1886. Hacemos precisamente referencia al plebiscito, el referendo, la
consulta popular, el cabildo abierto, la iniciativa legislativa, la revocatoria del mandato, al igual que
derechos que eran totalmente ajenos ordenamiento jurídico como el habeas corpus, libertad de
conciencia y de culto y la acción de tutela. Sin embargo, se ha evidenciado durante el proceso de
implementación y posterior consolidación de la constitución del 91, que aún existe una brecha
importante entre sus propósitos y la materialización de los mismos en el contexto colombiano.
En ese orden de ideas, el presente texto atiende a la idea de que la constitución de 1991 como
modelo deliberativo tendiente a legitimar las decisiones de la administración involucrando a los
administrados por medio de los tribunales constitucionales (Corte Constitucional), ha sido una
promesa hasta ahora incumplida, en gran parte porque el diseño institucional no ha logrado brindar
la confianza suficiente para allanar el terreno para una democracia deliberativa plena.
Analizando lo anterior, se busca estudiar la realidad colombiana bajo la siguiente óptica:
¿Cuáles han sido los principales factores que han impedido que la constitución del 91 se legitime
como un verdadero proyecto social- democrático que incluya a los distintos sectores de la sociedad
colombiana, que sirva como base para la conformación de una agenda pública (interés común)
impulsando los espacios de deliberación pública; tal y como fue pensado al inicio del proceso
constituyente?
Para este fin se debe tener en cuenta, cada uno de los postulados de la democracia deliberativa
propuesta por Jurguen Habermas: ciudadanía y opinión pública que resultan necesarios para lograr
una efectiva y real participación de los ciudadanos en la elaboración y ejecución de una agenda
pública. En ese orden de ideas, se abordará de lo que Rawls ha denominado “consenso
entrecruzado y la razón pública”.
La democracia deliberativa en Colombia: Realidad o Utopía
Ante las tensiones permanentes de las sociedades actuales y la necesidad de estas de buscar
alternativas a los conflictos que subyacen a lo que la teoría política ha denominado “la dictadura de
las mayorías”, refiriéndose explícitamente a la democracia como sistema político; toda vez que los
acuerdos logrados por la mayoría entran en continua tensión con la minoría desfavorecida por las
decisiones adoptadas al interior del sistema.
Ante este panorama la filosofía política está llamada a identificar y delimitar los conflictos que
surgen en estos contextos para posteriormente analizar la causa y así poder encontrar los distintos
acuerdos políticos que facilite la cooperación y respeto mutuo al interior de las sociedades. En
pocas palabras la primera tarea que está llamada a cumplir la filosofía política dentro de un sistema
democrático deliberativo es la de “(…) fijar la atención en las cuestiones profundamente
disputadas y ver si, pese a las apariencias, puede descubrirse alguna base subyacente de acuerdo
filosófico y moral (…)” (Ralws, 2002, p. 23). En el camino hacia la consecución de un consenso
político que este en capacidad de garantizar la estabilidad social, es importante cuestionarse sobre el
papel que han jugado las instituciones políticas y sociales en los diferentes conflictos presentados
entre los diferentes actores que interactúan en la sociedad.
En efecto, la filosofía política debería estar en la capacidad de determinar “(…) los principios
básicos que sirven para identificar esas diversas clases de fines razonables y racionales, y
mostrando de qué modo son congruentes esos fines con una concepción bien articulada de sociedad
justa y razonable (…)” (Ralws, 2002, p 25.) De cumplir con dicho objetivo las instituciones tanto
políticas como sociales estarían en capacidad de contribuir como entes reguladores en la concepción
que el pueblo tiene sobre sus propias instituciones sus objetivos y propósitos como sociedad. En
otras palabras, la intermediación institucional es primordial en la generación de un sentido de
pertenencia a un territorio y a una idea de gobierno (propósitos y objetivos de una sociedad),
circunstancia que en la práctica se traduce en la conformación y consolidación de un Estado –
Nación.
La complejidad a la que están expuestas las sociedades contemporáneas, al no ser comunidades
homogéneas, por “ (…) las diferencias profundas e irreconciliables en las concepciones del mundo
de los ciudadanos , en esas razonables concepciones religiosas y filosóficas comprensivas, y en sus
visiones de los valores morales y estéticos que deben primar en la vida humana” ( Ralws, 2002, p
26), pone de manifiesto la importancia de la reconciliación en la conformación de un nuevo
entramado social que promueva la conversación de las diferentes posiciones sin dejar que alguna de
ellas prevalezca sobre las otras con ocasión de una agenda política impuesta por las mayorías lo
que la comunidad académica ha denominado “ pluralismo razonable” proceso que debe ser
mediado por las instituciones políticas y sociales.
Un primer escalón hacia un consenso entrecruzado es lo Ralws propone como modos vivendi, donde
se presentan unas divergencias ideológicas originadas del contrato constitucional (Buchanan, 1975),
que imponen a las minorías como comunidades vencidas los acuerdos establecidos por las
mayorías. Tal circunstancia debe ser superada incorporando “a la vida social a través de
mecanismos constitucionales que moderan la radicalidad de las hostilidades, abriendo el poder
constitucional y democráticamente a los grupos que luchan por él.” factores que allanan el camino
hacia una la deliberación pública que permita a la ciudadanía establecer consensos sobre aspectos
básicos de convivencia a nivel económico y político. (concepción política de justicia, repartición de
bienes sociales y libertades políticas).
En otras palabras, el apostar por espacios deliberativos es implícitamente reconocer que las
sociedades no son homogéneas sino por el contrario le apuesta a que las diferentes perspectivas
presentes al interior de la sociedad puedan converger de tal forma que sus participantes opten llegar
a consensos políticos básicos (derechos y libertades) y estructuren un acuerdo institucional que
permita la cooperación en la esfera política en términos de justicia y equidad solo ante tal panorama
se puede construir un espacio del consenso entrecruzado definido este como “ el foro público de la
discusión política, donde los diferentes grupos rivales y sujetos colectivos presentan sus
correspondientes perspectiva. Ello supone la superación del estrecho círculo de sus concepciones
específicas para desarrollar su concepción política como justificación publica de sus posturas
(…)”.
El modelo deliberativo demanda de sus ciudadanos unos principios éticos políticos con especial
énfasis a la ciudadanía como medio para que los individuos renuncien mediante mecanismos como
la opinión pública a la consecución de sus intereses individuales y egoístas para participar en la
toma de decisiones.
Lo mencionado anteriormente solo es posible si la ciudadanía la razón publica entendida esta como
la capacidad que tiene una sociedad de ejercer su poder político y de legitimación de sus estructuras
políticas, económicas y sociales, instancias que ordinariamente se circunscriben única y
exclusivamente a las instancias legislativas como el Congreso de la República. En síntesis “(…) la
deliberación se refiere a una cierta actitud hacia la cooperación social, a saber, la actitud que
consiste en la apertura a dejarse persuadir por razones relacionadas con los derechos de los otros
al igual que a los derechos de uno mismo (…) De este modo, el espacio público es el mundo de la
vida donde los ciudadanos interactúan constantemente, a partir de prácticas discursivas”
(Domínguez, 2008, p310).
Para Habermas existen tres presupuestos “morales” básicos para que la discusión pública se de en
los términos propuestos a saber: i-) inclusión de todos los actores sociales y políticos ii-)
distribución de los derechos de comunicación; ausencia de la fuerza para legitimar sus actuaciones.
De este modo los factores discursivos deben dirigirse al reconocimiento mutuo de sus contrapartes
en la discusión. En ese orden de ideas existen dos escenarios sobre los cuales se presenta la
discusión pública: la acción comunicativa, donde el debate gira entorno a los pilares normativos
sobre los cuales se fijan los objetivos comunes y la acción estratégica; donde los esfuerzos de la
comunicación se encaminan a obtener ventajas sobre los demás actores participantes.
En efecto, el entendimiento lingüístico encuentra su tierra más fértil indudablemente en el terreno
de la acción comunicativa. En ese sentido Habermas reconoce que si “el lenguaje como medio para
la trasmisión de informaciones, la coordinación de la acción discurre través del influenciamiento
mutuo de actores que operan los unos sobre los otros con el fin de conseguir cada uno sus propios
fines (…) pero cuando las fuerzas ilocucionarias de los actos del habla asumen un papel
coordinador de la acción, el lenguaje aparece como fuente primaria de integración social”
(Habermas, 2008, P 183). Es bajo esta circunstancia que los distintos actores políticos y sociales se
reconocen mutuamente como hablantes y oyentes simultáneamente los cual les permite abrir
verdaderos espacios de discusión. Finalmente, los participantes deben reconocer en su contraparte
unas condiciones éticas y morales que le den la certeza tanto al interlocutor como al oyente que
persiguen los mismos objetivos
Un ejemplo de lo anterior es el referendo que se realizó en Colombia con ocasión del acuerdo
logrado del proceso de paz con la FARC y donde se buscaba precisamente legitimar los acuerdos de
la ciudadanía, en la práctica fue un intento de dos posiciones políticas (gobierno y oposición) para
imponer al otro sus propios intereses y concepciones (lenguaje instrumental reivindicador de
ideologías). Es importante destacar que las campañas propagandísticas uno u otro laso (SI O NO)
no reconocía en el otro condiciones éticas y morales, al usar calificativos como: “amigos y
enemigos de la paz”. Tanto fue así que cuando gano el NO, el gobierno lejos de abrir un espacio de
discusión acogió las objeciones de la oposición, como si estas fueran compartidas por la ciudadanía.
Así mismo la oposición asumió como una victoria electoral. Sin embargo, esto no debería
sorprendernos en la medida que el consenso que plantea los modelos deliberativos contraria la
dinámica natural de la política, esto es, busca minimizar el conflicto que presupone la arena política
Lo anterior evidencia que en Colombia a pesar que se utilicen mecanismos propios de la
democracia deliberativa como el referendo la consulta popular lo que realmente se ha venido
implementando en Colombia es una democracia procedimental o en el mejor de los casos un
modelo de democracia directa, donde por medio de protestas (FECODE- MINGA INDIGENA
Cauca) buscan imponer sus intereses sobre una agenda nacional y en algunas ocasiones utilizando
vías de hechos. Los mencionados escenarios que dificultan necesariamente la construcción de
consensos democráticos.
No obstante, responsabilizar totalmente a los actores estatales por la crisis de legitimidad que
atraviesa las constitución del 91 como proceso deliberativo, sería poco sensato, toda vez que las
democracias modernas demandan de sus ciudadanos responsabilidades relacionadas con la
capacidad de cada uno de ellos de reconocer y comprender la complejidad que representa para el
sistema la apertura de espacios públicos de discusión y toma de decisiones, considerando la
multiplicidad de escenarios involucrados en un Estado Social de Derecho (económico, político,
cultural, religioso) y de la que son parte trasversalmente todos los ciudadanos. (…) Es en el
fortalecimiento de esa sociedad civil que se llegará a una legítima construcción de sociedad que
tenga del ciudadano solvente reconocimiento y apropiación de sus propias categorías y decisiones
sociales (…) (Castillo, 2014, 484)
De esta forma se evidenciará que el fracaso en la implementación en la constitución de 1991 de una
democracia deliberativa no puede ser encaminado única y exclusivamente a la falta de credibilidad
en las instituciones estatales totalmente ajenas al interés común; sino a la dificultad para lograr
consensos en una sociedad como la colombiana altamente polarizada y carente de una cultura cívica
que reconozca en el otro un sujeto en igualdad de condiciones argumentativas y deliberantes que
facilite y promueva su participación en la esfera pública.
Conclusiones.
La democracia Deliberativa solo encontrara espacio en la medida que exista una sociedad civil
fortalecida capaz de formar ciudadanos apropiados de sus decisiones sociales. No obstante, en
Colombia las circunstancias coyunturales que atraviesa el país no constituye un terreno fértil para el
“empoderamiento ciudadano”.
En efecto, la actividad política en Colombia se ha caracterizado a través de la historia, por el uso de
comunicación persuasiva, que no es otra cosa que la legitimación del poder del gobernante de turno
acreditado para gobernar conforme a las preferencias e interés de las mayorías, quienes fueron los
que lo eligieron erosionando la esfera pública y reduciendo la actividad política única y
exclusivamente a la gestión pública ¿el resultado? Apatía frente a la toma colectiva de decisiones,
lo cual se traduce básicamente en el debilitamiento de la cultura política, por ende, en un obstáculo
para la consolidación de un Estado democrático y deliberativo.
La participación, la discusión y el consenso son fundamentales en el proceso de toma de decisiones
colectivas. Desde la promulgación de la constitución del 91, los espacios institucionales donde
convergen los tres elementos anteriormente mencionados es el poder judicial en cabeza de la Corte
Constitucional y la Corte Suprema de Justicia quienes son las instituciones que permiten “ (…) a la
sociedad cohesión y organización de modo que gracias a él se logra conformar un ordenamiento
jurídico cimentado en la pluralidad, el respeto a los principios constitucionales y el seguimiento de
los procedimientos institucionalizados de comunicación se han liderado el acercamiento de las
sociedades civil con las demás organizaciones estatales (…)”. (Habermas:1998) (derecho como
regulador social), lo que es en ultimas una aproximación institucional de la democracia.
Sin embargo, en Colombia el poder judicial no tiene las atribuciones ni prerrogativas necesarias
para encabezar los procesos propios de la democracia deliberativa. En ese sentido es la sede
legislativa (Congreso), a quien le corresponde, dada su capacidad de representación (Nacional
Regional – local), liderar los procesos necesarios enfocados a institucionalizar la deliberación como
un medio que blinde de legitimidad la democracia. En síntesis “no es un ejercicio judicial, la
constitucionalizarían como medida de control social es el reflejo de una mala salud institucional,
que solo debería recurrir al control constitucional cuando falla el diseño y ejecución de las
estrategias democráticas de decisión, aun en la compleja y diversa realidad colombiana”. (Castillo:
2014) La democracia trasciende a las instituciones puesto que su núcleo fundamental reside en los
debates públicos.
En Colombia, lejos de los presupuestos de deliberación mencionados tenemos una verticalidad
política sustentada en la democracia electoral de mayorías deslegitimadas por el hecho de tratar de
anular o desechar cualquier comentario critica que venga de grupos sociales que no hacen de las
mayorías legislativas. Estas prácticas “autoritarias y nepotistas” alejan a la sociedad colombiana de
escenarios deliberativos aun contando con mecanismos constitucionales sugirieran lo contrario. En
pocas palabras, la promesa de la constitución de 1991 de implementar un modelo deliberativo
incluyente ha sido incumplida, puesto que, si bien se establecieron mecanismos de discusión en la
esfera pública, estos han sido utilizados para fortalecer la capacidad discusiva y de persuasión por
parte de su propio gobierno.
Bibliografía
1. Mejía Quintana Oscar, León Ivonne Patricia, La constitución de 1991: hacían un proyecto
democrático deliberativo
2. Habermas J. facticidad y validez. Madrid Trotta.
3. Domínguez Hector Democracia Deliberativa en Jurguen Habermas.
4. Loos Fritz, Habermas Facticidad y Validez.
5. Tres modelos de democracia: sobre el concepto de Política deliberativa, polis Revista
latinoamericana.
6. Castillo Castillo Maria Liliana EL ROL DE LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA Y SU
EJERCICIO LEGÍTIMO.
7. Nelson Jair Cuchumbé Holguín Jhon Alexander Giraldo Chava Aproximación a la
democracia deliberativa de Habermas. Discusiones Filosóficas. Año 14 Nº 22, enero –
junio, 2013. pp. 141 – 159.
8. James Bohman, La madurez de la democracia deliberativa, Revista Co-herencia Vol. 13,
No 24 Enero - Junio 2016, pp. 105-143. Medellín, Colombia.
9. María Cristina Reigadas La democracia deliberativa habermasiana, Instituto de
Investigación en ciencias sociales “Gino Germani”.
10. La Justicia como equidad: una reformulación, John Ralws. Edición a cargo de Erin Kelly.
11. John Rawls. Liberalismo político. Trad. Sergio René Madero Báez. México: Fondo de
Cultura Económica, 1995. (título original: Political Liberalism. 1993, Columbia University
Press.
12. John Rawls El derecho de gentes y "una revisión de la idea de razón pública" Grupo
Planeta (GBS), 2001

Você também pode gostar