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LITURGIA Y VIDA ESPIRITUAL

LITURGIA Y VIDA ESPIRITUAL esencialmente devaluada y convertida en


una acción humana coloreada, en el mejor
1. La Eucaristía. 2. El año litúrgico. 3. El en- de los supuestos, por un falso pietismo es-
torno litúrgico. teticista y jurídico, pero incapaz de trasfor-
mar la vida de las comunidades cristianas.
La relación entre liturgia y vida espi-
ritual en el fundador del Opus Dei puede San Josemaría se movió en este hori-
afrontarse desde su vida o desde sus ense- zonte desde los comienzos de su ministe-
ñanzas; es decir, desde cómo vivió perso- rio sacerdotal, aunque fue profundizando
nalmente la liturgia y qué enseñó sobre ella. en él a medida que maduraba su vida inte-
Estas dos perspectivas son distintas pero rior y mística. Baste recordar el “«nuestra»
están íntimamente relacionadas, pues la Misa, Jesús” de Camino (C, 533; CECH, p.
enseñanza de san Josemaría está siempre 683) de los años treinta, junto a “[la Misa]
unida a su propia experiencia interior. Aquí es el Sacrificio de Cristo, ofrecido al Pa-
se sigue la segunda opción, centrándose dre con la cooperación del Espíritu Santo:
en tres puntos: la Eucaristía, el año litúrgi- oblación de valor infinito, que eterniza en
co y el entorno celebrativo. No trataremos nosotros la Redención” (ECP, 86), de prin-
aquí la Liturgia de las Horas, porque tiene cipios de los sesenta, y este otro pasaje
ya una voz específica en este Diccionario. de origen autobiográfico, que recoge un
punto de meditación de Via Crucis: “Des-
pués de tantos años, aquel sacerdote hizo
1. La Eucaristía
un descubrimiento maravilloso: compren-
La enseñanza de san Josemaría sobre dió que la Santa Misa es verdadero traba-
la Misa se mueve entre estas tres coorde- jo: operatio Dei, trabajo de Dios. Y ese día,
nadas. Primera: el misterio eucarístico es al celebrarla, experimentó dolor, alegría
el “centro” y la “raíz” de la vida cristiana, y cansancio. Sintió en su carne el agota-
de modo que vivifica y da consistencia a miento de una labor divina. A Cristo tam-
todo su dinamismo interior y exterior. Se- bién le costó esfuerzo la primera Misa: la
gunda: esta centralidad se alcanza en ma- Cruz” (VC, XI Estación, 5).
yor grado si su celebración está transida
de dignidad y devoción, tanto por parte del a) La santa Misa, acción trinitaria y ecle-
ministro celebrante como de los fieles que sial
participan en ella. Tercera: el río redentor “La Misa (…) es acción divina, trinita-
que en ella se origina no se detiene en la ria, no humana. El sacerdote que celebra
misma celebración, sino que se derrama sirve al designio del Señor, prestando su
en todas las dimensiones de la existencia cuerpo y su voz; pero no obra en nombre
cristiana: temporal, espacial y operativa. propio, sino in persona et in nomine Christi,
Digamos ante todo que la fuerza y el en la Persona de Cristo, y en nombre de
vigor de la celebración de la Misa no de- Cristo. (…) Es el Sacrificio de Cristo, ofre-
penden, de la estructura estética o ritual cido al Padre con la cooperación del Espí-
con que pueda realizarse, sino de la cen- ritu Santo: oblación de valor infinito, que
tralidad que el misterio que en ella se ce- eterniza en nosotros la Redención, que no
lebra ocupa en la vida de Cristo, más aún, podían alcanzar los sacrificios de la Anti-
en toda la historia de la salvación. Esta gua Ley. (…) La Santa Misa nos sitúa de
historia está focalizada y finalizada por este modo ante los misterios primordiales
el sacrificio redentor del Calvario, que se de la fe, porque es la donación misma de la
actualiza sacramentalmente en la celebra- Trinidad a la Iglesia” (ECP, 86-87). Este es
ción eucarística. Si se desgaja o rebaja la el punto nuclear para comprender la espi-
acción redentora de Cristo, la Misa queda ritualidad de la Misa que enseñó san Jose-

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maría. De hecho, él mismo hace derivar de Toda esta extensa y profunda realidad
los pasajes citados la siguiente conclusión: de afectos espirituales no debe discurrir
“Así se entiende que la Misa sea el centro de modo autónomo e independiente de
y la raíz de la vida espiritual del cristiano. los textos y ritos que jalonan la celebra-
Es el fin de todos los demás sacramentos. ción. Al contrario, ha de arrancar de ahí,
En la Misa se encamina hacia su plenitud de modo que exista una sintonía perfec-
la vida de la gracia, que fue depositada en ta entre la objetividad de los textos y ritos
nosotros por el Bautismo” (ECP, 87). Se en- y la subjetividad de los participantes. “El
tiende pues que al que le pedía “un progra- cristiano que se aísla –decía san Jose-
ma de vida cristiana”, le podía responder: maría por los años treinta– en una piedad
“La solución es fácil, y está al alcance de privada, no participa como conviene de la
todos los fieles: participar amorosamente corriente santificadora de la Iglesia (vid y
en la Santa Misa (...), porque en este Sacri- sarmientos). El sacrificio es ofrecido a Dios
ficio se encierra todo lo que el Señor quiere juntamente por el sacerdote y los fieles (...).
de nosotros” (ECP, 88). Los fieles son oferentes y ofrendas al mis-
El carácter sacrificial de la Misa es, mo tiempo: ofrecen a Dios el sacrificio de
también a estos efectos, decisivo. Porque Cristo, y se ofrecen con Cristo, de modo
así como el sacrificio que Jesucristo reali- que es el sacrificio de Cristo y de todos”
zó de una vez por todas fue perfectísimo y (CECH, p. 677).
definitivo y reconcilió a todos con Dios, la Detrás de estas palabras se escon-
Misa, que lo hace presente y actualiza, tie- de una realidad muy frecuente en aquella
ne el mismo alcance, independientemente época: personas piadosas se pasaban la
de las circunstancias numéricas, tempora- Misa rezando oraciones de un devociona-
les y espaciales que lo acompañan. Siem- rio, o el santo Rosario, o en una actitud que
pre es universal y siempre alcanza a todos la Constitución de liturgia del Vaticano II
los miembros de la Iglesia, a todos los calificaría (tomando la expresión de Pío XI
hombres y a la misma creación. “Aunque en la Const. Ap. Divini cultus sanctitatem,
seáis pocos los que os encontréis reuni- XI y de Pío XII en la Cart. Enc. Mediator
dos, aunque sólo se halle materialmen- Dei, 236) como propia de “extraños y mu-
te presente nada más que un cristiano, y dos espectadores” (SC, 48). San Josema-
aunque estuviese sólo el celebrante” siem- ría puso remedio a esta situación en sus
pre es un sacrificio “de toda la Iglesia”, apostolados, mediante una explicación
“el holocausto universal, rescate de todas mistagógica de los ritos y oraciones de la
las tribus y lenguas y pueblos y naciones” Misa, asumiendo así las mejores indicacio-
(ECP, 89). nes pastorales del Movimiento Litúrgico.
Esto no quiere decir que san Josema- Por lo demás, san Josemaría no limita-
ría tuviera en menos la presencia y parti- ba la Misa a su celebración y participación.
cipación del pueblo, que obviamente, no Éstas son, ciertamente, el punto de parti-
puede limitarse a una presencia que cabría da, pero no una realidad aislada. La Misa,
llamar “física”, sino que debe ser amorosa- y la liturgia en general –y con ellas el trato
mente participativa, de modo que propicie de Jesús en el Sagrario, al que luego nos
“un encuentro personal” de cada uno con referiremos– , deben alimentar la oración, y
el sacrificio redentor de Cristo; y así, mien- redundar en la vida: la meta ha de ser con-
tras tomamos parte en la Misa, “adoramos, vertir cada día en una Misa ininterrumpida.
alabamos, pedimos, damos gracias, repa- “Hemos de amar la Santa Misa que debe
ramos por nuestros pecados, nos purifica- ser el centro de nuestro día. Si vivimos bien
mos, nos sentimos una sola cosa en Cristo la Misa, ¿cómo no continuar luego el resto
con todos los cristianos” (ECP, 88). de la jornada con el pensamiento en el Se-

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ñor, con la comezón de no apartarnos de indignamente” parece referirse –en esa


su presencia, para trabajar como Él traba- dirección apunta la frase anterior– a la si-
jaba y amar como Él amaba?” (ECP, 154). tuación de pecado, de la que es necesario
Ese “trabajar y amar como Él” comporta salir por la confesión antes de acercarse a
“que nuestros pensamientos sean since- la Eucaristía. Pero san Josemaría insistió
ros: de paz, de entrega, de servicio. Que también con frecuencia en la necesidad de
nuestras palabras sean verdaderas, claras, prepararse adecuadamente para recibir la
oportunas; que sepan consolar y ayudar, Comunión, así como la conveniencia de
que sepan, sobre todo, llevar a otros la luz dedicar, después de haber recibido a Cris-
de Dios. Que nuestras acciones sean co- to, algunos minutos a la acción de gracias.
herentes, eficaces, acertadas: que tengan Citemos unas palabras muy gráficas de una
ese bonus odor Christi (2 Co 2, 15), el buen homilía en la que va comentando los tex-
olor de Cristo, porque recuerden su modo tos de la Misa, hasta llegar a la Comunión:
de comportarse y de vivir” (ECP, 156). “Vamos a recibir al Señor. Para acoger en
la tierra a personas constituidas en digni-
b) Comunión dad hay luces, música, trajes de gala. Para
Parte esencial de la Misa es la Co- albergar a Cristo en nuestra alma, ¿cómo
munión. San Josemaría la recomendó debemos prepararnos? ¿Hemos pensado
frecuentemente en su predicación. En Ca- alguna vez en cómo nos conduciríamos,
mino dejó escrito: “Comulga. –No es falta si sólo se pudiera comulgar una vez en la
de respeto. –Comulga hoy precisamen- vida? Cuando yo era niño, no estaba aún
te, cuando acabas de salir de aquel lazo. extendida la práctica de la comunión fre-
–¿Olvidas que dijo Jesús: no es necesario cuente. Recuerdo cómo se disponían para
el médico a los sanos, sino a los enfer- comulgar: había esmero en arreglar bien el
mos?” (C, 536). No se trata de una ense- alma y el cuerpo. El mejor traje, la cabeza
ñanza puntual y excepcional. Era la norma bien peinada, limpio también físicamente
que seguía en la formación que impartía a el cuerpo, y quizá hasta con un poco de
tantos universitarios a los que trató en los perfume... eran delicadezas propias de
comienzos de su labor apostólica en Ma- enamorados, de almas finas y recias, que
drid, Valencia, Valladolid, Zaragoza, etc. saben pagar con amor el Amor” (ECP, 91).
Como ellos atestiguan, la comunión euca- Las costumbres y los gestos podían variar,
rística formaba parte del plan de vida dia- pero las “delicadezas de enamorados” no
rio que san Josemaría les inculcaba desde deberían faltar.
los primeros momentos en que entraban Hoy son obvias algunas realidades eu-
en contacto con él. No le importaba que a carísticas: la comunión frecuente y diaria,
veces algunos le hicieran notar el contraste la comunión dentro de la misma celebra-
entre la realidad de su vida y los frutos que ción y la comunión con hostias consagra-
cabe esperar de la comunión sacramental das en ella. En la primera mitad del siglo
frecuente: “¡Cuántos años comulgando a XX constituían en cambio una verdadera
diario!– Otro sería santo –me has dicho–, novedad. Comulgaban pocas personas
y yo ¡siempre igual!”; él respondía: “Hijo, mayores, sobre todo pocos hombres; la
(...) sigue con la diaria Comunión, y piensa: comunión se distribuía inmediatamente
¿qué sería yo, si no hubiera comulgado?” antes o después de la Misa; y, desde lue-
(C, 534). go, era casi impensable hacerlo con las
Y apostillaba: “–No es reverencia dejar hostias consagradas en la Misa en que se
de comulgar, si estás dispuesto. –Irreve- comulgaba. Siglos de pietismo jansenista
rencia es sólo recibirlo indignamente” (C, y alejamiento fáctico de la comunión sa-
539). En este texto la expresión “recibir cramental habían hecho mella en el pueblo

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cristiano, que, en gran parte, se limitaba a le hablaban aquellos amigos suyos, Mar-
comulgar para el cumplimiento pascual. ta, María y Lázaro. Por eso, al recorrer las
San Josemaría impulsó a la comunión calles de alguna ciudad o de algún pueblo,
frecuente, e incluso diaria, como ponen de me da alegría descubrir, aunque sea de le-
relieve los textos recién citados, así como jos, la silueta de una iglesia: es un nuevo
la comunión dentro de la Misa y en el mo- Sagrario, una ocasión más de dejar que
mento en que lo indica el Misal, no antes ni el alma se escape para estar con el deseo
junto al Señor Sacramentado” (ECP, 154).
después. En 1931, al señalar la praxis que
deberían seguir los que se incorporasen al
Opus Dei, escribió: “Los socios y las aso- 2. El año litúrgico
ciadas ordinariamente recibirán la Sagrada Los escritos de san Josemaría que se
Comunión dentro de la Misa, porque ése relacionan con el año litúrgico son textos
es el sentir de la Liturgia” (CECH, p. 687). de predicación. Más en concreto, homilías
De la misma época son también estas pa- o meditaciones dirigidas, sobre todo, a
labras: “La comunión dentro de la Misa universitarios que pertenecían al Opus Dei
es la regla, no la excepción. Intra Missam, o frecuentaban sus apostolados. Su tono
con hostias ofrecidas y consagradas en la no es académico, sino el de un pastor de
Misa. «Lo que Dios ha unido no lo separe el almas que ha penetrado en la profundidad
hombre». Sacrificio unido al Sacramento. del misterio del Verbo Encarnado y trata de
¿Por qué separarlo sin causa razonable?” ayudar a otros a recorrer ese mismo ca-
(ibidem). mino. Sus enseñanzas están ancladas en
la teología del año litúrgico, es decir, en la
c) Presencia de Jesús en el Sagrario celebración del misterio de Cristo que la
La referencia a la permanencia de la Iglesia realiza a lo largo del ciclo del año.
presencia real de Jesucristo en las hostias Pero no se quedan en una exposición ra-
reservadas en el tabernáculo, y la adora- cional y fría sino que desembocan en una
ción y piedad que ella reclama son una contemplación amorosa, dejándose inter-
constante en los escritos de san Josema- pelar por el amor de Dios que a lo largo del
ría. Desde sus primeros años sacerdota- año litúrgico se va manifestando.
les enseñó, a quienes se acercaban a su El punto de partida es el misterio tri-
ministerio, que el Sagrario es el lugar más nitario visto en su dimensión económica.
idóneo para la oración personal y donde Es la fuente en la que nace el río de to-
hay que acudir siempre que sea posible, das sus enseñanzas. En las celebraciones
ya que la presencia sacramental real y ver- litúrgicas está escondido lo que san Pablo
dadera de Jesús facilita el trato personal llamaba el mystêrion, es decir, el proyec-
y directo con Él. “Cuando contemplamos to salvífico eterno concebido por las tres
la Sagrada Hostia expuesta en la custodia divinas Personas desde toda la eternidad
o la adoramos escondida en el Sagrario, y manifestado en el tiempo, primero en
debemos reavivar nuestra fe” y “conmo- sombras y, luego, en plenitud, cuando el
vernos ante el cariño y la ternura de Dios” Verbo asume nuestra condición humana
(ECP, 153). Y así el diálogo puede fluir de y se convierte en Redentor y Salvador del
forma espontánea y sincera: “Os diré que hombre caído, por su vida entera y espe-
para mí el Sagrario ha sido siempre Beta- cialmente por el Misterio Pascual de su
nia: el lugar tranquilo y apacible donde está Muerte y Resurrección.
Cristo, donde podemos contarle nuestras Toda la historia narrada en la Sagra-
preocupaciones, nuestros sufrimientos, da Escritura y revivida en la liturgia es una
nuestras ilusiones y nuestras alegrías, con historia de salvación, sucesión de etapas
la misma sencillez y naturalidad con que de un tiempo salvífico: “Podemos imaginar

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–para acercarnos de algún modo a este la presencia viva de Dios, como un día de
misterio insondable– que la Trinidad Bea- encuentro con Cristo que impulsa a tratar
tísima se reúne en consejo, en su continua a Dios en todo momento de la vida ordi-
relación íntima de amor inmenso y, como naria (cfr. CONV, 103). Y se entiende tam-
resultado de esa decisión eterna, el Hijo bién que la celebración del año litúrgico no
Unigénito de Dios Padre asume nuestra puede reducirse a las acciones sagradas
condición humana, carga sobre sí nuestras que se realizan en un día determinado y en
miserias y nuestros dolores, para acabar un lugar sagrado. Pensar así sería consi-
cosido con clavos a un madero” (ECP, 95). derar al cristianismo como “un conjunto
Por eso la Navidad es “tiempo de salva- de prácticas o actos de piedad” aisladas
ción” (ECP, 7), de redención, y “ha de ser de la vida: “quien tiene esa mentalidad,
para nosotros un nuevo especial encuentro no ha comprendido todavía lo que signifi-
con Dios, dejando que su luz y su gracia
ca que el Hijo de Dios se haya encarnado,
entren hasta el fondo de nuestra alma”
que haya tomado cuerpo, alma y voz de
(ECP, 12), respondiendo a la llamada que
hombre, que haya participado en nuestro
nos hace “para consumar, con Él, la Re-
destino hasta experimentar el desgarra-
dención” (ECP, 31). También el Adviento es
tiempo de salvación y nos prepara a ella; y, miento supremo de la muerte” (ECP, 98;
muy particularmente, lo es la Semana San- ver también CONV, 114). La celebración
ta, que es “la semana decisiva para nuestra del misterio de Cristo a lo largo del año li-
salvación” (ECP, 76), en la “que se consuma túrgico, lejos de llevar a “refugiarse en el
la vida de Jesús” (ECP, 95), y nos encamina templo, encogiéndose de hombros ante
“hacia la Resurrección, que es fundamen- el desarrollo la sociedad, ante los aciertos
to de nuestra fe” (ibidem), porque “Jesús, o aberraciones de los hombres”, “lleva a
que murió en la cruz, ha resucitado, ha ver el mundo como creación del Señor”, “a
triunfado de la muerte, del poder de las ti- participar con todas las fuerzas en las vi-
nieblas, del dolor y de la angustia” (ECP, cisitudes y en los problemas de la historia
102), haciendo que Él no sea “una figura humana” (ECP, 99).
que pasó, que existió en un tiempo y que Esta proyección de los misterios cele-
se fue, dejándonos un recuerdo y un ejem- brados a la historia personal y social de los
plo maravillosos” (ibidem), sino alguien que hombres es uno de los aspectos significa-
está vivo y presente en su Iglesia, en sus tivos de la predicación de san Josemaría
sacramentos, en la Eucaristía, en los cris-
referida al año litúrgico:
tianos, y pide a sus fieles que le lleven “a
todos los ámbitos donde se desarrollan las – En el tiempo de Navidad, por ejemplo,
tareas humanas: a la fábrica, al laboratorio, al contemplar la verdad del nacimien-
al trabajo de la tierra, al taller del artesano, to del Verbo Encarnado y de su vida
a las calles de las grandes ciudades y a los en Belén y Nazareth pasa enseguida
senderos de montaña” (ECP, 105). De ahí a subrayar la posibilidad de santificar
la importancia del domingo que –como se- la vida ordinaria (cfr. ECP, 14) o la rea-
ñala Juan Pablo II– “recuerda, en la suce- lidad de la fraternidad universal: Jesu-
sión semanal del tiempo, el día de la resu­ cristo ha venido a traer la salvación “a
rrección de Cristo” (DD, 1). todos los hombres que quieren unir su
En este contexto se advierte con cla- voluntad a la Voluntad buena de Dios
ridad por qué el domingo no debe ser (...). No hay más que una raza en la
considerado como un mero día de des- tierra: la raza de los hijos de Dios. To-
canso, como una disposición eclesiástica dos hemos de hablar la misma lengua,
que prescribe ir a la iglesia “una vez a la la que nos enseña nuestro Padre que
semana”, sino como un recordatorio de está en los cielos” (ECP, 13).

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– La celebración de la Pasión del Señor tólica y el afán que nos debe comer el
el Viernes Santo, le conduce a “si- alma: lograr que sea realidad el reino
tuarnos con absoluta sinceridad ante de Cristo, que no haya más odios ni
nuestro quehacer ordinario, a tomar más crueldades, que extendamos en
en serio la fe que profesamos”; una fe la tierra el bálsamo fuerte y pacificador
que lleva a no pensar “en las pequeñas del amor” (ibidem).
metas del prestigio o de la ambición”, El domingo y las diversas festividades
sino a “discurrir hacia el término último y tiempos del año litúrgico no son reali-
y radical del amor que Jesucristo ha dades meramente rituales, sino aconteci-
manifestado al morir por nosotros”. mientos de gracia que aspiran a prolongar-
– “La procesión del Corpus Christi –co- se en la vida entera del cristiano. Y esto
menta–hace presente a Cristo por los reclama que se celebren con fe, con con-
pueblos y las ciudades del mundo. ciencia de la grandeza de lo que en ellos se
Pero esa presencia (…) no debe ser evoca y actualiza, y con una alegría inte-
cosa de un día, ruido que se escucha y rior, que, por su misma naturaleza, tiende a
se olvida. Ese pasar de Jesús nos trae tener también manifestaciones exteriores.
a la memoria que debemos descubrir- Las fiestas litúrgicas son para el cristiano
lo también en nuestro quehacer ordi- días que invitan a una participación en la
nario. Junto a esa procesión solemne Eucaristía que sea especialmente viva y
de este jueves, debe estar la proce- que impulse a santificar la totalidad de ese
sión callada y sencilla, de la vida co- día de fiesta, y después el resto de la vida.
rriente de cada cristiano, hombre entre Juan Pablo II lo enseña con palabras muy
los hombres, pero con la dicha de ha- claras y concretas en un texto escrito, pen-
ber recibido la fe y la misión divina de sado directamente para el domingo, pero
conducirse de tal modo que renueve el aplicable a cualquier otra festividad: “Si la
mensaje del Señor en la tierra. (…) he- participación en la Eucaristía es el centro
mos de disponernos para que se sir- del domingo, sin embargo sería reductivo
va de nosotros y se haga continuo su limitar sólo a ella el deber de «santificarlo».
tránsito entre las criaturas” (ECP, 156). En efecto, el día del Señor es bien vivido si
todo él está marcado por el recuerdo agra-
– La solemnidad de Jesucristo Rey del
decido y eficaz de las obras salvíficas de
Universo, con la que se cierra el ciclo
Dios” (DD, 52); de modo que ese recuerdo
del año litúrgico, le lleva a recordar que
lleve “a dar también a los momentos de la
Jesucristo es Rey “desde la altura de
jornada vividos fuera del contexto litúrgico
la Cruz”, en la que “redimió al mun-
–vida en familia, relaciones sociales, mo-
do, restableciendo la paz entre Dios y
mentos de diversión– un estilo que ayude
los hombres”, y a poner en labios de
a manifestar la paz y la alegría del Resu-
Cristo el siguiente programa para no-
citado en el ámbito de la vida ordinaria”
sotros: “si vosotros me colocáis en la
(ibidem).
cumbre de todas las actividades de la
tierra, cumpliendo el deber de cada
momento, siendo mi testimonio en lo 3. El entorno litúrgico
que parece grande y en lo que parece El espacio, los lugares, las vestiduras
pequeño, omnia traham ad meipsum, y vasos sagrados no son elementos esen-
todo lo atraeré hacia mí. ¡Mi reino entre ciales a la liturgia. De hecho, las primeras
vosotros será una realidad” (ECP, 183). comunidades cristianas vivieron la liturgia
Abundando en la misma idea, conclu- con gran hondura en situación de extrema
ye: “A esto hemos sido llamados los precariedad, como ha sucedido a lo largo
cristianos, esa es nuestra tarea apos- de la historia de la Iglesia en momentos de

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persecución física y violenta. Sin embargo, Señalemos algunos detalles tal y como los
a medida que fue posible, la Iglesia creó destacaba, en una entrevista, Mons. Álvaro
espacios para el culto y los dotó de imáge- del Portillo: “[san Josemaría] hacía que to-
nes, retablos, vestiduras y demás objetos das las semanas se renovasen las formas
–tantas veces magníficos– para alabar y consagradas reservadas en el sagrario, y
glorificar a Dios en la liturgia. estableció esta norma para todos los Cen-
Tres rasgos pueden destacarse en la tros de la Obra” (Del Portillo, 1993, p.
enseñanza de san Josemaría sobre este 142); exhortaba a que todos tratasen “con
punto: la nobleza, la belleza y el cuidado cariño los sagrarios” (ibidem, p. 143); y
“desde el principio estableció que los ami-
esmerado. En Camino dejó escrito, a pro-
tos, purificadores y manutergios se lava-
pósito de las imágenes destinadas al culto
sen y planchasen cada vez que se usaban”
litúrgico: “No me pongáis al culto imáge-
(ibidem). Manifestaciones concretas de un
nes «de serie»; prefiero un Santo Cristo
espíritu que san Josemaría describía con
de hierro tosco a esos Crucifijos de pasta
estas palabras: “A las personas que ponen
repintada que parecen hechos de azúcar”
amor en todo lo que se refiere al culto, que
(C, 542).
hacen que las iglesias estén digna y de-
La sobriedad y belleza en la ma- corosamente conservadas y limpias, los
terialidad de los objetos destinados al altares resplandecientes, los ornamentos
culto, deben estar acompañados de la sagrados pulcros y cuidados, Dios las mi-
calidad. El fundador del Opus Dei optó rará con especial cariño, y les pasará más
siempre por este criterio: “Aquella mu- fácilmente por alto sus flaquezas, porque
jer que en casa de Simón el leproso, en demuestran en esos detalles que creen y
Betania, unge con rico perfume la cabe- aman” (Instrucción, 9-I-1935, n. 253, nt.
za del Maestro, nos recuerda el deber 167: AGP, serie A.3, 90-1-1).
de ser espléndidos en el culto de Dios.
–Todo el lujo, la majestad y la belleza me Voces relacionadas: Descanso. Santificación de
parecen poco. –Y contra los que atacan las fiestas; Liturgia: Visión general; Liturgia de las
la riqueza de vasos sagrados, ornamen- horas; Sacramentos: Exposición de conjunto.
tos y retablos, se oye la alabanza de Je-
sús: «opus enim bonum operata est in me» Bibliografía: C, 528-543; ECP, 83-94, 150-161;
–una buena obra ha hecho conmigo” (C, CECH, passim; Juan Pablo II, Cart. Ap. Dies Do-
527). El santo Cura de Ars, que era capaz mini, 1998; Salvador Bernal, Mons. Josemaría
de las mayores privaciones en la comida y Escrivá de Balaguer. Apuntes sobre la vida del
en las cosas materiales que usaba, cuan- Fundador del Opus Dei, Madrid, Rialp, 1980;
do se trataba del culto siempre seguía este Javier Echevarría, Eucaristía y vida cristiana, Ma-
criterio: para Dios lo mejor. Y lo mismo drid, Rialp, 2005; Id., Vivir la Santa Misa, Madrid,
Rialp, 2010; Álvaro del Portillo, Entrevista sobre
pensaba san Josemaría: “Durante toda su
el Fundador del Opus Dei, Madrid, Rialp, 1993.
vida procuró dedicar al servicio del Señor
lo mejor que tenía” (Del Portillo, 1993, p. José-Antonio ABAD IBÁÑEZ
143). Siguiendo esta idea, expresaba en
Forja: “Los objetos empleados en el culto
deberán ser artísticos, teniendo en cuen-
ta que no es el culto para el arte, sino el
arte para el culto” (F, 836). La atención a
la dignidad y la belleza de los objetos des-
tinados al culto se prolonga lógicamente
en el cuidado sea de esos objetos, sea de
cuanto se refiere a la celebración litúrgica.

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