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El Don de Ciencia y ¿Cuál es la diferencia

entre el Don de Profecía y Profeta?


El propósito de esta publicación es enseñar sobre la confusión entre tres dones:
ciencia, profecía y profeta.

Por regla general, la gran mayoría de creyente ignoran de que se trata realmente
el don de Ciencia. sin embargo, antes antes de llegar a él necesitamos explicar un
poco sobre el "don de Profecía" y "el don Ministerial de Profeta" que suelen
confundirse, y juntamente con el de ciencia.

* Don de Profecía: Se trata de la llenura del Espíritu Santo que permite


"profetizar". Por ejemplo: La llenura que recibió el primer Rey de Israel
históricamente, Saúl, por esa causa se dice el proverbio "¿También, Saúl entre los
profetas?" (I Samuel 10:9-12; 19:20-24). El relato narra que Saúl recibió la visita
del Señor y entonces comenzó a profetizar.

Actualmente podríamos traducir a un "hermano o hermana X" que durante la


reunión de la congregación, fue llena del Espíritu Santo y profetizó, hablo de
acontecimientos futuros que estarían por ocurrir. Esto no quiere decir que tenga el
don de Profeta.

** Don de Profeta: Se trata del don ministerial y servicio de Profeta, es un


creyente igual a otros pero que funge como Pastor, Maestro, evangelista o apóstol.
Es incorrecta la tesis del "Movimiento Apostólico y Profético" que sostiene una
"jerarquía apostólica" y la escala siguiente de profeta, evangelista, pastor y
maestro. Nadie es superior a nadie, todos son iguales, la falta de alguno de ellas
en la Iglesia ocasiona debilidades espirituales.

Ser profeta es más que profetizar. Algunos creen que sólo se trata de esto. En el
Antiguo Testamento, podemos apreciar que el profeta recibía la revelación de Dios
para ir a transmitirla a los maestros locales es decir los Sacerdotes, sólo entonces
ellos venían y la trasmitían, hablando en términos ideales. Caso contrario, el
mismo profeta se inspiraba de acuerdo al Espíritu le entregara un mensaje para el
pueblo.

Los profetas bíblicos y contemporáneos son creyentes iguales que otros,


inmerecedores de la Santa Vocación. La Biblia nos muestra que estas personas
son especiales para Dios, por eso su bendición y maldición están para quienes
están a favor o en contra de ellos. Normalmente los profetas son mártires,
criticados, despreciados, personas un poco fuera de lo común, poseen escasos
recursos -aunque no es la regla general, pero saben vivir piadosamente como
Jeremías y Daniel- y siervos de Dios llamados a servir a tiempo completo.

El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de


profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo,
recompensa de justo recibirá. Y cualquiera que dé a uno de estos
pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo,
de cierto os digo que no perderá su recompensa. (Mateo 10:41-42
RV60)

AVISO: No toquéis, dijo, a mis ungidos, Ni hagáis mal a mis profetas.


(Salmos 105:15-0 RV60)

Profetas Bíblicos son Samuel, Isaías, José, Moisés, Jeremías, David, Daniel, entre
otros. Cuando leemos los hechos de los profetas, o vemos a un verdadero profeta
del Señor en nuestros días podemos ver que su mensaje es totalmente sobre
Cristo, invita a la santidad y a la paz, comunión con el Espíritu Santo, también
puede apreciarse una ministración especial acompañada de los dones de Fe,
Señales y Milagros, Sanidades, Revelación, Sabiduría y Ciencia. Pero, ¿Cuál es el
Don de Ciencia?

*** Don de Ciencia: Se trata de aquel que por el Espíritu Santo conoce las cosas
antes de que se les enseñe o revele. No profetiza sino que reconoce el presente
sin explicación alguna.

Dios no sólo me ha permitido disfrutar de los dones espirituales sino también de


conocer a siervos de Dios con ellos. Entre mis respetados hermanos de la fe,
recuerdo el caso del evangelista Fredy Paguada. En cierta ocasión mientras oraba
por una mujer con problemas matrimoniales, él le dijo directamente el nombre del
esposo. Aquella mujer quedo estupefacta, puesto que nunca había hablado con él,
no sabía con amplitud el caso y menos el nombre de su esposo. Además, parece
que sabia todo lo que había ocurrido y el nombre del esposo era súper raro para
remate. Jesús fue glorificado. Aleluya.

Un pasaje hermoseador para explicar todo esto sobre la profecía, profeta y ciencia
se encuentra en el Libro de Juan:

Vino una mujer de Samaria a sacar agua (completa desconocida); y


Jesús le dijo: Dame de beber. Pues sus discípulos habían ido a la
ciudad a comprar de comer. La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú,
siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?
Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. Respondió Jesús y
le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame
de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. La mujer le dijo: Señor,
no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues,
tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob,
que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?
Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua,
volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no
tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una
fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor,
dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.
Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá (¿Cómo sabía que tenía
marido? Muestra del Don de Ciencia). Respondió la mujer y dijo: No
tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque
cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto
has dicho con verdad (Manifestación del Don de Ciencia). Le dijo la
mujer: Señor, me parece que tú eres profeta (Ella piensa igual que
otros. Se confunden el don de Ciencia. No obstante, es correcta su
conclusión puesto que él Señor es Profeta). Nuestros padres adoraron
en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se
debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni
en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo
que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la
salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando
los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad;
porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios
es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario
que adoren (Una profecía declarada). Le dijo la mujer: Sé que ha de
venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará
todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo. (Juan 4:7-
26 RV60)
Con esto en mente, ofrecemos estas definiciones de los dones de la palabra de
sabiduría y la palabra de ciencia:

La palabra de la sabiduría: El hecho de que este don es descrito como la "palabra" de


sabiduría, indica que es uno de los dones hablados. Este don describe a alguien que
puede entender y proclamar la verdad bíblica de una manera que pueda ser capaz de
aplicarla a situaciones de la vida con todo discernimiento.

La palabra de ciencia: Además, un don hablado que implica la comprensión de la


verdad con una intuición que sólo viene por la revelación de Dios. Aquellos que
tienen el don de ciencia, comprenden las cosas profundas de Dios y los misterios de
Su Palabra.

1. ¿Qué es el don de palabra de ciencia o conocimiento?


La palabra de ciencia o conocimiento es la revelación sobrenatural del Espíritu
Santo en un momento específico.

2. LOS DONES DEL ESPIRITU SANTO

Don de Piedad

La piedad es la amorosa aptitud del corazón que nos lleva a honrar y servir a
nuestros padres y allegados.

El don de piedad es la disposición habitual que el Espíritu Santo pone en el


alma para excitarla a un amor filial hacia Dios.

La religión y la piedad nos conducen ambas al servicio, de Dios: la religión lo


considera como Criador y la piedad como Padre, en lo cual esta es mis excelente
que aque11a. La piedad tiene una gran extensión en el ejercicio de la justicia
cristiana: se prolonga no solamente hacia Dios, sino a todo lo que se relacione con
El, como la Sagrada Escritura que contiene su palabra, los bienaventurados que lo
poseen en la gloria, las almas que sufren en el purgatorio y los hombres que viven
en la tierra.

Dice San Agustin que el don de piedad da a los que lo poseen un respeto amoroso
hacia la Sagrada Escritura, entiendan o no su sentido. Nos da espíritu de hijo para
con los superiores, espíritu de padre para con los inferiores, espíritu de hermano
para con los iguales, entrañas de compasi6n para con los que tienen necesidades y
penas, y una tierna inclinación para socorrerlos.

Este don se encuentra en la parte superior del alma y en la inferior: a la superior le


comunica una unción y una suavidad espiritual que dimanan de los dones de
sabiduría, de inteligencia; en la inferior excita movimientos de dulzura y devoción
sensible. De esta fuente es de donde brotan las lágrimas de los santos y de las
personas piadosas. Este es el principio del dulce atractivo que la lleva hacia Dios y
de la diligencia que ponen en su servicio. Es también lo que les hace afligirse con
los afligidos, llorar con los que lloran, alegrarse con los que están contentos,
soportar sin aspereza las debilidades de los enfermos y las faltas de los
imperfectos; en fin, hacerse todo para todos.
Es preciso señalar que hacerse todo para todos --como hacia el Apóstol-, no es, por
ejemplo, quebrantar el silencio con los que lo quebrantan, ya que es
imprescindible ejercitar la virtud y observar las reglas; sino que es estar grave y
comedido con los que lo están, fervorosos con los espíritus fervorosos y alegre con
los alegres, sin salirse nunca de los limites de la virtud: es tomar la presteza al
modo como lo hacen las personas perfectas, que son naturalmente fervientes y
activas; es practicar la virtud con miramiento y condescendencia, según el humor y
el gusto que tengan aquéllos con quienes tratan y tanto como lo permita la
prudencia.

Algunos condenan ciertas devociones fundadas en opiniones teológicas que, ellos


no sostienen, pero que otros defienden. No tienen razón, porque en asuntos de
devoción, toda opinión probable es suficiente para servir de fundamento. Por lo
tanto, esta critica es injusta.

El vicio contrario al don de piedad es la dureza de corazón, que nace del


desordenado amor a nosotros mismos: este amor nos obliga a ser insensibles con
todo lo que no sea nuestros propios intereses, a que no vibremos más que, con lo
qué con nosotros se relaciona, a que veamos sin pena las ofensas a Dios y sin
compasión las miseria del prójimo, a no molestarnos en servir a los demás, a no
soportar sus defectos, a enfadarnos con ellos por la menor cosa y a conservar
'hacia ellos en nuestro corazón sentimientos de amargura de venganza, de odio y
de antipatía.
Opuestamente, cuanta más caridad y amor de Dios tenga un alma, más sensible
será a los intereses de Dios y del prójimo. Esta dureza es extrema en los grandes
del mundo, en los ricos avariciosos, en las personas voluptuosas y en los que no
ablandan su corazón con los ejercicios de piedad y el uso de las cosas espirituales.
Esta dureza se encuentra también frecuentemente entre los sabios que no unen la
devoción con la ciencia y que para justificarse de este defecto lo llaman solidez de
espíritu pero los verdaderamente sabios han sido siempre los mas piadosos, como
San Agustin, Buenaventura, Santo Tomás, San Bernardo y en la Compañía, Lainez,
Suárez, Belarmino, Lessius.

Un alma que no puede llorar sus pecados, por lo menos con lágrimas del corazón,
tiene o mucha impiedad o mucha impureza, o de lo uno y lo otro, como
ordinariamente sucede a los que tienen el corazón endurecido. Es una desgracia
muy grande cuando en la religión se estiman más los talentos naturales adquiridos
que la piedad. Alguna vez veréis religiosos, y hasta superiores, que dicen que ellos
prefieren tener un espíritu capaz para los negocios, que no todas esas devociones
menudas, que Son -dicen ellos-- propias de mujeres, pero no de un espíritu fuerte;
llamando fortaleza de espíritu a a esta dureza de corazón tan contraria al don de
piedad. Deberían pensar que la devoción es un acto de religión o un fruto de la
religión y de la caridad, y por consecuencia, preferible a todas las otras virtudes
morales; ya que la religión sigue inmediatamente a las virtudes teologales en
orden de dignidad.
Cuando un Padre, respetable por su edad y por sus cargos, dice delante de Los
Hermanos jóvenes que estima los grandes talentos y los empleos brillantes, o que
prefiere a los que destacan en entendimiento y en ciencia más que a otros que se
distinguen por su virtud y piedad, perjudica mucho a esta pobre juventud. Es un
veneno que hace corroer el corazón y del que quizá no se cure, jamás. Una palabra
dicha a otro en confianza le puede perjudicar enormemente.
No se puede imaginar el daño, que hacen a las órdenes religiosas los primeros que
introducen en ellas el amor y la estimación a los talentos y a los empleos brillantes.
Es una leche envenenada que se ofrece a los jóvenes a la salida del noviciado y que
tiñe sus almas de un color que no se borra nunca.

La bienaventuranza perteneciente al don de piedad es la segunda:


«Bienaventurados los mansos». La razón es porque la mansedumbre quita los
impedimentos de los actos de piedad y la ayuda en su ejercicio. Los frutos del
Espíritu Santo que corresponden a este don son la bondad y la benignidad.

El don de temor es por excelencia el de la lucha contra el pecado. ... El


santo temor de Dios nos llevará con facilidad a la contrición, al arrepentimiento
por amor filial: “amor y temor de Dios. Son dos castillos fuertes, desde donde
se da guerra al mundo y a los demonios”.
LOS DONES DEL ESPIRITU SANTO

Don de Temor de Dios

El don de temor de Dios. Es la disposición común que el Espíritu Santo pone en el


alma para que se porte con respeto delante de la majestad de Dios y para que,
sometiéndose a su voluntad, se aleje de todo lo que pueda desagradarle.
El primer paso en el camino de Dios, es la huida del mal, que es lo que consigue
este don y lo que le hace ser la base y el fundamento de todos los demás. Por el
temor se llega al sublime don de la sabiduría. Se empieza a gustar de Dios cuando
se le empieza a temer, y la sabiduría perfecciona recíprocamente este temor. El
gusto de Dios hace que nuestro temor sea amoroso, puro y libre de todo interés
personal.
Este don consigue inspirar al alma los siguientes efectos:

1, una continua moderación, un santo temor y un profundo anonadamiento


delante de Dios ;

2 un gran horror de todo lo que pueda ofender a Dios y una firme resolución de
evitarlo aun en las cosas más pequeñas ;

3, cuándo se cae en una falta, una humilde confusión ;

4, una cuidadosa vigilancia sobre las inclinaciones desordenadas, con frecuentes


vueltas sobre nosotros mismos para conocer el estado de nuestro interior y ver lo
que allí sucede contra la fidelidad del perfecto servicio de Dios.

Es una gran ofuscación pensar - como algunos que después de hacer una confesión
general, no sea necesario tener tanto escrúpulo de evitar luego los pecados
pequeños, las imperfecciones insignificantes, los menores desórdenes del corazón
y sus primeros movimiento.
Los que por una secreta desesperanza de una mayor perfección hacen esto con
ellos mismos, generalmente inspiran a los demás iguales sentimientos y siguen la
misma pauta floja con las almas que dirigen: en lo cual se equivocan
Lamentablemente. Debemos tener tal delicadeza de conciencia, tan gran cuidado y
exactitud que no nos perdonemos la menor falta y combatamos y cercenemos
hasta los menores desarreglos de nuestro corazón. Dios merece que se le sirva con
esta perfecta fidelidad; para ello nos ofrece su gracia: a nosotros nos toca
cooperar.
No llegaremos nunca a una perfecta pureza de conciencia, si no vigilamos de tal
manera todos los movimientos de nuestro corazón y todos nuestros pensamientos,
que no se nos escape apenas nada de que no podamos dar cuenta a Dios y que no
tienda a conseguir su gloria; tanto que, tomando por ejemplo un plazo de ocho
días, no se nos escapen sino muy poquitas cosas exteriores o actos internos que no
tengan la gracia por principio. Y que si se nos cuelan algunos, sea sólo por sorpresa
y por breves momentos, estando nuestra voluntad tan íntimamente unida con Dios
que los reprima en el momento mismo en que se da cuenta.

Es raro conseguir la plena victoria sobre nuestros movimientos desordenados: casi


nunca llegamos a dominar uno tan perfectamente que no se nos escape algo o que
no nos quede aún un poco, ya sea por falta de atención o defecto de una
resistencia suficientemente enérgica. Una de las mayores gracias que Dios nos
hace en esta vida y que nosotros debemos pedir más, es la de vigilar de tal forma
nuestro corazón que no se nos infiltre en él ni el menor movimiento irregular sin
que lo percibamos y lo corrijamos prontamente. Todos los días se nos escapan una
infinidad que no conocemos.
Cuando uno se da cuenta de haber cometido un pecado, debe arrepentirse en
seguida y hacer un acto de contrición, para evitar que este pecado impida las
gracias siguientes, lo que sucederá indefectiblemente; si se deja de hacer
penitencia.
Algunos no necesitan da hacer examen particular porque no cometen ni la menor
falta sin que sea prontamente apercibida y reprimida, pues caminan siempre bajo
la luz del Espíritu Santo que los conduce. Éstos son raros, y hacen, por así decirlo,
un examen particular de todo.

El espíritu de temor puede también llegar al exceso, y entonces es perjudicial al


alma e impide las comunicaciones y los afectos que el amor divino operaría en ella
si no la encontrase en la estrechura y en la frialdad del temor.
El vicio opuesto al temor de Dios es el espíritu de orgullo, de independencia y de
libertinaje: éste hace que no se quieran seguir sino las propias inclinaciones, sin
soportar ninguna sujeción ; se peca sin escrúpulo y no se tienen en cuenta las
faltas pequeñas; se está delante de Dios con poco respeto y se cometen
irreverencias en su presencia ; se desprecian sus inspiraciones; se descuidan las
ocasiones de practicar la virtud, y se vive en el relajamiento y en la tibieza.
Se dice que un pensamiento inútil, una palabra dicha sin pensar, una acción hecha
sin dirigir la intención, es poca cosa. Esto sería cierto si estuviésemos en un estado
puramente natural ; pero estando como estamos elevados a un estado
sobrenatural, conseguido por la preciosa sangre del Hijo de Dios; considerando que
a cada instante de nuestra vida responde toda una eternidad y que la menor de
nuestras acciones merece la posesión o la privación de la gloria, que siendo eterna
en su duración es en cierta manera infinita ; debemos confesar que todos los días
tenemos pérdidas inconcebibles por nuestra negligencia y dejadez, a falta de una
perpetua conversión de nuestro corazón a Dios.
Persuadámonos de una vez en las acciones exteriores, a las que damos tanta
importancia, no son más que el cuerpo, y que la intención y el interior, es el alma.

No se sabe hasta qué punto es incalculablemente peligroso el camino de la tibieza.


Durante toda nuestra vida debemos recordar que Dios soporta durante algún
tiempo los pecados que se cometen sin escrúpulo : más si se persiste en ellos, por
un justo castigo de Dios, o se cae en un pecado manifiestamente mortal, o se
encuentra uno envuelto en un fastidioso asunto o se ve infamado por una
calumnia que no tenía razón de ser, pero que Dios ha permitido para corregir
alguna otra falta en la que no se pensaba.
San Efrén, en su juventud, encerrado en la cárcel por un crimen supuesto, se
quejaba a Dios, y queriéndole demostrar su inocencia, parecía acusar a la
Providencia de haberle olvidado. Se le apareció un ángel y le dijo: ¿No recordáis el
daño que hicisteis tal día a un pobre aldeano matándole la vaca a pedradas? ¿Qué
penitencia habéis hecho y qué satisfacción habéis dado? Dios os sacará de aquí,
pero no antes de quince días. Además, que no sois el único a quien Dios trata así,
pues algunos de los que aquí están son inocentes de los crímenes que les
atribuyen; más han hecho otros que la justicia humana ignora y que la divina
quiere castigar: los jueces los castigaron por crímenes que no habían cometido ; y
Dios permitirá que sean ejecutados para castigar los crímenes secretos que sólo Él
conoce. Los juicios de Dios son terribles: hemos sido llamados a un grado de
perfección, y si después de habernos esperado tanto tiempo, ve que
continuamente le resistimos, nos priva de las gracias que nos tenía dispuestas, nos
quita las que ya nos había dado y algunas veces hasta la misma vida;
adelantándonos la muerte por el temor de que lleguemos a caer en una desgracia
mayor. Esto es lo que sucede con frecuencia a los religiosos que viven tibia y
negligentemente.

A este don de temor pertenece la primera bienaventuranza : bienaventurados los


pobres de espíritu (1): la desnudez de espíritu que comprende el despego total del
afecto a los honores y a los bienes temporales se sigue necesariamente del
perfecto temor de Dios ; siendo éste el mismo espíritu que nos lleva a someternos
plenamente Dios y a no estimar más que a Dios, despreciando todo lo demás, no
permite que nos elevemos ni delante de nosotros mismos buscando nuestra propia
excelencia, ni por encima de los demás buscando las riquezas y las comodidades
temporales.

Los frutos del Espíritu Santo que corresponden a esta don son los de modestia,
templanza y castidad. El primero, porque nada ayuda tanto a la modestia como el
temeroso respeto a Dios que el espíritu de temor filial inspira ; y los otros dos,
porque al quitar o moderar las comodidades de la vida y las placeres del cuerpo,
contribuyen con el don de temor a refrenar la concupiscencia.

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