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Etimología
El término familia procede del latín famīlia, "grupo de siervos y esclavos patrimonio del
jefe de la gens", a su vez derivado de famŭlus, "siervo, esclavo", que a su vez deriva del
osco famel. El término abrió su campo semántico para incluir también a la esposa e hijos
del pater familias, a quien legalmente pertenecían, hasta que acabó reemplazando a gens.
Tradicionalmente se ha vinculado la palabra famŭlus, y sus términos asociados, a la raíz
fames («hambre»), de forma que la voz se refiere, al conjunto de personas que se alimentan
juntas en la misma casa y a los que un pater familias tiene la obligación de
alimentar.[cita requerida]
Origen y concepción
La familia supone por un lado una alianza, el matrimonio, y por el otro una filiación, los
hijos.5
Las familias suelen estar constituidas por unos pocos miembros que suelen compartir la
misma residencia. Dependiendo de la naturaleza de las relaciones de parentesco entre sus
miembros, una familia puede ser catalogada como familia nuclear o familia extensa. El
nacimiento de una familia generalmente ocurre como resultado de la fractura de una
anterior o de la unión de miembros procedentes de dos o más familias por medio del
establecimiento de alianzas matrimoniales o por otro tipo de acuerdos sancionados por la
costumbre o por la ley (como el caso de las sociedades de convivencia en México).
Desde tiempos muy remotos el ser humano ha tratado de integrarse a la sociedad, ha tratado
de interactuar con su entorno y ha buscado la manera de desenvolverse dentro de este
ambiente de una manera más efectiva; todo esto lo ha logrado por medios de herramientas
que le han permitido sobrevivir en este mundo que día a día a sufrido cambios y
transformaciones de las cuales el ser humano tiene que adaptarse.
OBJETIVOS.
Objetivo General.
Objetivos Específicos.
CAPITULO II
En tanto la familia puede diferenciarse según el grado de parentesco que presenten sus
miembros.
Tipos de familias:
Definición de Escuela:
Fumero (2009) señala que el hecho educativo puede ser definido en dos sentidos. En el
sentido amplio, al referirse a un proceso socio cultural en el cual, el sujeto desarrolla
condiciones y habilidades para desenvolverse en un entorno de convivencia. En el sentido
restringido, habla de un proceso meramente pedagógico, es decir que sólo establece la
relación de enseñanza – aprendizaje donde el individuo valora conductas y actitudes de
acuerdo a un patrón de normas establecidas para su inserción en la sociedad. Al respecto, se
puede inferir que el hecho educativo es una práctica social humana y actividad fundamental
para la adquisición de conocimientos y habilidades para la experimentación de nuestra
condición humana.
Según la Escuela Metodológica Nacional (2004), la acción educativa abarca todas las
formas de creación e intercambio de conocimientos, desde las formas tradicionales,
místicas, informales, mágicas y empíricas, hasta las formas más sistemáticas, racionalistas
y formales, que han sido socialmente institucionalizadas por la escuela, la iglesia, el Estado
y la sociedad.
"La Escuela representa un tipo particular de organización. Todo sistema social intenta
alcanzar dos objetivos sociales principales: lograr sus metas y mantenerse en el tiempo. Se
basa en las actitudes, percepciones, creencias, motivaciones y expectativas de las personas".
(Colectivo de autores (1999) Psicología del niño y del adolescente, Edit. Océano,
Barcelona).
Objetivo y misión.
Estructura jerárquica: sistema de roles.
Subsistemas.
Comunicación.
Conflictos.
Patrones motivacionales.
Cultura organizacional: valores, normas y roles.
Las normas y valores de la escuela integran los distintos roles lo que fundamenta la
filosofía de la organización en relación con sus tareas.
Definición de Sociedad:
Se designa como sociedad todo tipo de asociación o grupo formado por seres vivientes, a
los que unen ciertas semejanzas o coincidencias en su constitución o en sus actividades.
Así, según la diversidad de su objeto, puede referirse a hombres, animales o plantas; por la
diversidad de actividad puede ser sociedad natural, laboral o mercantil.
Características.
1. "Las personas de una sociedad constituyen una unidad demográfica, es decir,
pueden considerarse como una población total".
2. "La sociedad existe dentro de una zona geográfica común".
3. "La sociedad está constituida por grandes grupos que se diferencian entre sí por
su función social".
4. "La sociedad se compone de grupos de personas que tienen una cultura
semejante".
5. "La sociedad debe poderse reconocer como una unidad que funciona en todas
partes".
6. "Finalmente, la sociedad debe poderse reconocer como unidad social separada".
Tipos de sociedad:
En definitiva se puede definir la sociedad como el conjunto de seres vivos que guardan
relación unos con otros y viven de forma organizada, interactúan entre sí, comparte la
misma cultura y fines formando una comunidad. Este grupo comparte una identidad de
permanencia y lazos ideológicos, económicos y políticos. . Es un el conjunto de individuos
que comparten una cultura, valores, creencias y que se relaciona interactuando entre sí,
cooperativamente, para formar un grupo o una comunidad.
Sistemas de Actividades:
Familia: La relación diádica con el adulto es más estable y duradera. Los padres
responden de manera inmediata a la demanda de los niños. Además de ser más
controladores y propician más regaños frente a conductas exploratorias de los niños.
Escuela: La interacción de los maestros con cada alumno es numéricamente menos
aunque favorece el aprendizaje social y las normas de convivencia de grupo. Los
niños suelen manifestarse con mayor independencia y requerir menos nivel de
ayuda instrumental que la familia.
Comunicación y Aprendizaje:
En la familia: Las interacciones y los aprendizajes poseen una carga afectiva. Los
contenidos aprendidos se identifican con las personas que propiciaran el mismo: los
padres. La posición del niño en el grupo familiar no depende del éxito o el fracaso
en la escuela e incluso brinda apoyo emocional en situaciones de fracaso en
cualquier contesto.
Escuela: Los aspectos intelectuales o afectivos no siempre se funden, ni la
enseñanza se personaliza. El componente afectivo no se enfatiza como el cognitivo.
Por su parte M. Torres González (2003:15) apunta que la familia, como grupo humano
primario y natural, vive y funciona como un sistema de relaciones e interacciones desde
dentro y con el exterior, que esta es un conjunto de personas que establecen un proceso
dinámico abierto, que permite el continuo flujo de la vida familiar.
Esta definición, a criterio del autor, es muy generalizadora donde se aborda el modo de
satisfacer las necesidades de la familia y el cumplimiento de las funciones teniendo en
cuenta el momento histórico que les ha correspondido vivir.
Engels señalaba que las formas y funciones de la familia evolucionan a partir de los
cambios de las relaciones sociales, que debe progresar igual que la sociedad y modificarse
conforme a los cambios de la misma. Ello es producto del sistema social y reflejará su
estado de cultura, (Ana González y G. Reynoso Cápiro 2002:248).
Diferentes ciencias que estudian la familia manifiestan que la relación entre individuo y
sociedad hay que estudiarla en sus múltiples interrelaciones, tanto en el nivel macro como
en el micro social: el primero como institución social en su integración a contextos sociales
y en el segundo por la interrelación entre la familia y el individuo. Por ello se concibe a la
familia como una unidad social y por una parte se presenta como el componente estructural
más pequeño de la sociedad que cumple tareas de una institución social y por otro lado se
puede describir como grupo social con determinada estructura y particularidades de
interacción.
Castro Alegret, (1999:34) plantea que la familia es para la sociedad una institución con
cierto status jurídico, con una situación material determinada, con normas de la conciencia
social que la regulan, pero para sus miembros, es el grupo humano en el cual viven, donde
se exteriorizan importantes manifestaciones psicológicas y las realizan en diversas
actividades. Es también el grupo más cercano, con el cual se identifican y desarrollan un
fuerte sentimiento de pertenencia, donde enfrentan y tratan de resolver los problemas de la
vida de convivencia.
Para el autor resulta importante, lo que se expresa en relación a que es un grupo humano en
el que se desarrollan determinadas manifestaciones psicológicas; las que pueden o no
producir situaciones que alteren el funcionamiento normal de la familia; pero este concepto
también habla sobre la búsqueda de soluciones para resolver los problemas de la vida
diaria; aspecto de vital importancia para el establecimiento de relaciones armónicas y
equilibradas de convivencia.
La vida del grupo familiar es estructurada de manera exclusiva por los miembros de la
familia, pero la sociedad es responsable de sus condiciones de desarrollo. Con el comienzo
de la socialización, se inicia el proceso de transformación del individuo en hombre. Sobre
él actúa la sociedad como forma superior de civilización humana y con ella el conjunto de
instituciones que la componen, en las que destacamos a la familia y a la escuela. Sin
embargo, a pesar de las grandes transformaciones del mundo contemporáneo, la familia,
sigue siendo el hábitat natural del hombre, ya que cumple funciones que son insustituibles
por otros grupos e instituciones.
En los estudios realizados por sociólogos en el siglo XlX se pusieron de manifiesto dos
enfoques fundamentales; el institucional que ve a la familia en primera instancia como una
forma de organización de las relaciones sociales. La concepción de la familia como célula
básica de la sociedad nace en este modelo, y ella no solo destaca la influencia que la
sociedad ejerce sobre la familia, sino también su papel creador en el desarrollo de
diferentes estructuras sociales de la modernidad y de conductas y valores sociales que se
socializan en ese espacio. Por otra parte el enfoque grupal donde la familia se representa en
este modelo conceptual como: un sistema pequeño, de relaciones interpersonales, íntimas y
afectivas.
Para lograr las metas, las relaciones recíprocas requieren respeto mutuo,
cooperación, responsabilidad compartida y negociación en los conflictos.
Los maestros deben de trabajar en colaboración con los padres, con quienes
mantienen la comunicación de dos vías de manera regular y frecuente.
La familia y la comunidad son bienvenidos al programa y deben participar en las
decisiones acerca del cuido y educación de los niños. Los padres observan y
participan en la toma de decisiones en torno al programa.
Los maestros reconocen las elecciones de los padres y las metas que tienen para sus
hijos, respondiendo con sensibilidad y respeto a sus preferencias y preocupaciones,
sin sacrificar su compromiso profesional con los niños.
Diariamente y en reuniones formales, los maestros y los padres comparten sus
juicios acerca del niño, así como su conocimiento sobre los temas de desarrollo y
aprendizaje. Los educadores apoyan a las familias de manera que promuevan las
capacidades y competencias en la toma de decisiones de la familia.
La educación es demasiado importante para dejarla sólo en manos de los maestros. Por lo
que los padres deben ser agentes más activos ante el proceso educativo de sus hijos.
Comprender que la dinámica educativa nos incluye a todos, es una actividad permanente
que integra a los hijos, a los maestros, a los padres y a la comunidad en su conjunto. Hablar
de la familia y la escuela es hablar, en primer lugar, de la responsabilidad de los padres en
la educación de sus hijos, y, en segundo lugar, de la necesidad de una colaboración estrecha
entre los padres y los educadores. La participación de los padres en la educación de los
hijos debe ser considerada esencial y fundamental, pues son ellos los que ponen la primera
piedra de ese importante edificio que marcará el futuro de cada ser humano.
Con el propio desarrollo social de la humanidad, la Escuela no solo es una necesidad sino
que materializa un derecho de hombres y mujeres de acceder a la educación escolarizada
como se refrenda en los Derechos Universales del Hombre, en la Convención de los
Derechos del Niño y en la propia Constitución. En la Constitución en el Capitulo V
"Educación y Cultura" se legítima la prioridad que el Estado le otorga a la educación de la
joven generación y la responsabilidad de la familia, la escuela, organizaciones estatales, de
masas y sociales en la formación integral de la niñez y la juventud.
Martínez (1996) explica en su ensayo que la familia es una de las instituciones básicas que
existen en la sociedad y además se puede considerar la más importante en los primeros años
de nuestra vida; es en la cual nos refugiamos, donde estamos más a gusto y desde donde
empieza nuestra socialización y el aprendizaje de nuestro papel dentro de un grupo, que
primero será la familia (y, por tanto, consideramos que es tan importante) y luego se
extenderá llegando al colegio, con los amigos y, así hasta poder relacionarte con el resto de
la sociedad. Es, por tanto, muy importante esta institución ya que forma a los individuos
desde pequeños adquiriendo valores y aprendiendo a adaptarnos en nuestra cultura y
sociedad. Así mismo, se puede decir que la familia es la institución más cercana y donde
encontramos mayor afecto. Convivir, aprender normas de conducta, comportamientos y
otra serie de actos sociales son más fáciles de aprender dentro de la familia, aunque no
debemos olvidar el papel de otras instituciones como la escuela que ayudan a reforzar todos
estos valores y muchas veces introducen otros nuevos. La escuela y la familia son agentes
de socialización; potenciar las influencias educativas de ambos y lograr su convergencia,
aún no es una realidad, sino una utopía. Todavía debemos transitar un largo camino que
debemos trazar y señalar en él hacia dónde queremos llegar.
La importancia de la familia en el hecho educativo, cada niño carga con una historia
familiar, llena de creencias, ritos cotidianos, valores, posiciones personales, imaginarios,
deseos, afecto o desafecto, etc., a la que el niño está indisolublemente conectado. Cada
familia posee una cultura digna de ser valorada en los escenarios de aprendizaje, en los
cuales se puede legitimar como válida para los efectos de la diversidad y diferencias
culturales. Al respecto, Martínez (1996) señala que es a través del continuo hogar-familia-
madre-niño que la línea sentimental puede devenir en opciones epistemológicas para
abordar el hecho educativo.
Funciones de la Escuela
Promotora de valores
Conformadora de subjetividades
La escuela representa un espacio irrepetible de experiencias en la conformación de la
subjetividad del niño. Representa un ámbito de aprendizaje de cómo convivir en sociedad, a
compartir con otros niños y adultos, a contener sus deseos de hacer lo que quieren porque
no son los únicos y a escuchar opiniones divergentes. Es un aprendizaje difícil y complejo.
En la escuela se producen conflictos y se traen tensiones generadas en otros ambientes
sociales; se ayuda a interpretar la realidad y a comprender su entorno; y a profundizar en lo
aprendido por otras vías informales. La diversidad de influjos estimula el desarrollo
psicológico del niño y del adolescente, Sin embargo, la escuela juega un rol protagónico
después de la familia.
La familia siempre ha sido y es, el principal pilar de la sociedad. Es el lugar donde los
miembros nacen, aprenden, se educan y desarrollan. Debe ser refugio, orgullo y alegría de
todos sus miembros. Cuando la familia tiene problemas, alegrías o tristezas internas,
repercuten en todos los familiares, sufriéndolos o disfrutándolos, debido a su total
interrelación. La familia cumple a nivel social las siguientes funciones:
Estas funciones sociales no las puede cumplir ninguna otra institución que no sea la
Familia, de ahí la importancia de conocer a fondo como hacerlo.
La familia es como una célula, dentro de un organismo mayor, que es la sociedad. Por lo
mismo, al ser considerada, como una célula, esta debe ser cuidada. Y esta célula, contiene
un núcleo, que son los padres. Por lo mismo, es que la relación que mantengan los padres
entre ellos, será crucial, para la sobrevivencia de la familia. Es claro que cualquier quiebre
matrimonial, perjudicara enormemente la relación de la familia.
Esto se debe, a que la familia, forma a quienes actuarán en el futuro, dentro de la sociedad.
Cada padre y madre, forman a los hombres y mujeres del futuro. Aquellos que tomarán, en
algún momento, las riendas del país. Por lo mismo, es de suma importancia, el hecho que
las familias estén bien constituidas. Para que sus hijos, se puedan formar en un ambiente
acogedor y amoroso. Con los padres, los hijos aprenderán, no sólo a comportarse en
sociedad, sino que repetirán las mismas experiencias a la hora de formar y educar a sus
hijos.
Es por lo mismo, que se dice que el hombre y la mujer, no sólo se unen para preservar la
raza humana. Su trabajo es mucho más complejo. Situación, que en la realidad, no requiere
de mucho esfuerzo. Lo difícil, es crear una familia. Crear el ambiente propicio para que los
hijos, crezcan y sean hombres y mujeres de bien.
Por otra parte, la familia, es la base para que todo ser humano, se pueda integrar de manera
correcta a la sociedad. Por lo mismo, es que sus integrantes menores, deben ver los aspectos
positivos de su familia, para potenciarlos en un futuro cercano. Así mismo, los aspectos
negativos, deben ser estudiados y anotados, para su corrección, la familia, se le considera la
escuela primaria, frente a los desafíos sociales.
Es en la familia, donde el ser humano, aprenderá lo que son los afectos y valores. De qué
manera hay que manejarlos y que es lo correcto a realizar y lo que no. La formación de
valores y principios que le inculquen la familia, es irremplazable. Estos no lo aprenderán en
el colegio o la universidad. Sólo en su familia. Núcleo de amor, afecto y comprensión. Al
igual, que escuela primordial de los valores y virtudes a seguir.
La conexión íntima entre la familia y la sociedad, de la misma manera que exige la apertura
y la participación de la familia en la sociedad y en su desarrollo, impone también que la
sociedad no deje de cumplir su deber fundamental de respetar y promover la familia misma.
En la familia los padres deben comunicar el Evangelio a los hijos, pero también pueden
recibirlo de ellos. La familia debe transmitir la fe a otras familias y a los ambientes donde
se desenvuelve su vida ordinaria.
Los padres deben dar ejemplo con naturalidad de cómo vivir la vida y las tradiciones
cristianas. Los hijos deben saber que sus padres tratan a Dios todos los días, que procuran
recibir los sacramentos con frecuencia y asistir a la Santa Misa los domingos y otras fiestas.
Que veneran al Papa y a la jerarquía de la Iglesia. También evangelizarán con su ejemplo y
su palabra, transmitiendo los valores humanos y cristianos: el amor al trabajo, el sentido de
responsabilidad, el respeto a los mayores y al buen nombre de los demás; el amor a la
verdad, la sinceridad, la vida sencilla, austera y limpia; el saber compartir con los demás los
bienes que tenemos, el ser agradecidos con Dios por todo, etc.: porque todas esas virtudes
las vivió Jesucristo.
Las familias son testimonio y fermento de vida cristiana en la sociedad en la medida en que
los esposos viven bien las exigencias de su vocación matrimonial. Ese clima de amor y
generosidad cristiana facilitará prestar ayuda espiritual o material a otras familias que lo
necesiten. También pueden hacerse presentes en las actividades propias de la pastoral
evangelizadora de la Iglesia a través de las parroquias o movimientos apostólicos.
Los padres son los primeros iniciadores de la fe en sus hijos. Deben enseñarlos a rezar y
comenzar a explicarles las principales verdades contenidas en el Catecismo. La parroquia o
la escuela perfeccionará más tarde esa enseñanza. Lo que los padres enseñan en la infancia,
tiene una gran importancia para la vida futura de los hijos.
Jesucristo nos enseñó que "cuando hay dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo
en medio de ellos" (Mt 17,19). Alabar a Dios, darle gracias y pedirle sus dones forma parte
esencial de la vida de una familia cristiana.
Los motivos son las mismas circunstancias ordinarias de la vida que debemos y podemos
referir a Dios: estar juntos en alegrías y dolores; esperanzas y tristezas; nacimientos y
cumpleaños; aniversarios de bodas; viajes, alejamientos y regresos; momentos importantes;
fallecimiento de personas queridas, etc.
Los padres son los principales educadores en la oración. Deben enseñar a sus hijos a orar y
a tratar a Dios en ocasiones ordinarias de la vida: al acostarse y al levantarse; antes y
después de las comidas; a dar gracias por los beneficios; en la asistencia a la Misa
dominical; a celebrar los misterios cristianos: Navidad, Semana Santa, etc.; la celebración
de las fiestas de Jesucristo, de la Virgen y de algunos Santos; a orar por las necesidades
espirituales y materiales de los demás; etc. La principal educación para la oración será
siempre el testimonio de los padres.
129. ¿El sacramento del matrimonio confiere la gracia de Dios para toda la vida
matrimonial?
El sacramento del matrimonio, recibido con las debidas disposiciones, confiere la gracia de
Jesucristo que ayudará a los esposos a santificarse en todas las circunstancias de su vida
conyugal, porque Dios no nos abandona nunca en nuestra vocación, y el matrimonio es una
vocación, un camino hacia la santidad.
En otros tiempos la preparación para el matrimonio no era tan necesaria porque las jóvenes
parejas se hallaban como protegidas por un ambiente naturalmente cristiano, que las
defendía. En nuestro tiempo se ha dado un cambio cultural fuertemente opuesto al
matrimonio y a los valores familiares, y es necesario que los jóvenes aprendan a defender y
asumir con responsabilidad su compromiso matrimonial. La verdadera preparación al
matrimonio se inicia en la propia familia, que es la primera formadora de los valores
humanos y cristianos. Allí se inicia el conocimiento y el respeto de la dignidad del hombre
y de la mujer y la grandeza del matrimonio y la familia. Durante el noviazgo debe continuar
esa formación que permita a los novios cultivar el conocimiento mutuo y la aceptación y el
respeto a las ideas, sentimientos y modos de ser del futuro cónyuge.
134. ¿Exige la Iglesia a los novios cierta preparación para recibir el sacramento del
matrimonio?
En muchos sitios la iglesia pide a los novios que van a contraer matrimonio, que participen
de un "curso prematrimonial". En él se deben tratar los aspectos humanos, doctrinales y
espirituales que cualquier matrimonio cristiano debe conocer. Los novios deben ver en este
curso prematrimonial no sólo un requisito para su boda, sino una ayuda que les facilita
recibir digna y provechosamente el sacramento.
135. ¿Qué se debe decir a quienes afirman que las parejas deben, tener relaciones
íntimas previas al matrimonio?
A veces se acude al matrimonio con falta de libertad, o forzando una situación que
requeriría un tiempo de prudente espera, que la preparación previa puede ayudar a
discernir. El embarazo, como fruto de relaciones prematrimoniales, puede ser una de las
causas que apresuré irresponsablemente la boda en parejas que aún no están preparadas ni
física, ni emocional, ni espiritualmente para ello. Las estadísticas demuestran que los
matrimonios de adolescentes suelen terminar en divorcios muy pronto: tanto más pronto
cuanto más jóvenes se casaron.
Los novios deben evitar las ocasiones en que puedan darse relaciones prematrimoniales -
permanecer solos mucho tiempo, o en lugares aislados-, así como las manifestaciones de
ternura que serían propias de los esposos, pues no sólo deben evitar las relaciones íntimas,
sino que tampoco deben iniciarlas. Deben saber resistir las presiones del ambiente que
impulsan a los novios a vivir como si fueran personas casadas. Y saber que el esfuerzo por
vivir limpiamente su amor tendrá la garantía de su duración. Además, siempre hay que
pensar que Dios no pide imposibles, y que el noviazgo se puede vivir limpiamente con la
ayuda de su gracia, frecuentando los sacramentos y siendo amigos de Dios.
El matrimonio cristiano requiere una celebración litúrgica que exprese ante la Iglesia,
representada ante unos testigos, la naturaleza sacramental de la alianza conyugal que
establece. Los esposos deben saber que expresan las promesas de su alianza ante el mismo
Jesucristo representado por el ministro de la Iglesia y los testigos que asisten al matrimonio.
La ceremonia de la boda se lleva a cabo una vez aclarado que no existen impedimentos, que
dicho acuerdo se realiza responsable y libremente, que se expresa con claridad el
consentimiento que realiza la alianza conyugal, y que se observan las formas establecidas
por la Iglesia con una ceremonia sencilla y digna.
El matrimonio cristiano manifiesta de modo público que los esposos -aquel hombre y
aquella mujer- han sido llamados por Dios para establecer libremente una comunidad de
vida y de amor que debe ser un camino hacia la santidad. En él, se ceden mutuamente el
derecho sobre sus cuerpos para realizar los actos propios de la generación y educación de
sus hijos. Este derecho es perpetuo y sólo exclusivo de ellos.
Las principales situaciones irregulares que contradicen el plan de Dios sobre la familia son:
el llamado "matrimonio a prueba"; las uniones libres; los católicos unidos sólo por el
matrimonio civil; las personas separadas o divorciadas no casadas de nuevo; las personas
divorciadas y vueltas a casar; los privados de familia.
Es necesario averiguar las causas en cada caso para ponerles remedio. En general, es
preciso promover la educación de los jóvenes mostrando los grandes bienes de la fidelidad,
del matrimonio y de la familia, y la conveniencia de construir hogares estables.
Hay que distinguir dos grupos de personas: los que nunca recibieron el sacramento del
matrimonio; y los que lo recibieron y se divorciaron para volver a contraer matrimonio
civil. Los primeros tienen una situación distinta a las uniones libres, porque aceptan de
alguna manera las obligaciones del matrimonio. Sé les debe animar a que santifiquen su
hogar recibiendo el sacramento del matrimonio, para que sean coherentes con la fe que
profesan y el estilo de vida que llevan. En todo caso, no pueden acceder a los sacramentos
de la Iglesia mientras perdure esa situación, porque entre católicos el único matrimonio
válido y licito es el sacramental.
145. ¿Puede una persona católica divorciarse cuando la convivencia con el otro
cónyuge es imposible?
146. ¿Cuál es la situación dentro de la Iglesia de las personas divorciadas que han
vuelto a contraer un matrimonio civil?
La Iglesia ruega por todos ellos y desea atenderles como a miembros especialmente
necesitados de su ayuda, porque las palabras de Jesús sobre la ilicitud de su situación son
claras: Yo les digo: cualquiera que repudie a su mujer y se una con otra, comete adulterio
(Mt 19,9); y en otro pasaje: el que repudie a su mujer la expone a cometer adulterio, y el
que se una con la repudiada comete adulterio (Mt 5,32). Así pues, deben tratar de resolver
su situación: sea investigando la posible nulidad de su primer matrimonio con intención de
contraer legítimamente el actual; sea disolviendo la segunda unión civil y tratando de
recomponer su primera unión matrimonial; o viviendo con su, actual cónyuge, si así lo
exigen las obligaciones de justicia adquiridas por los hijos que se tengan, pero sin tener
relaciones con él. Sólo en este último caso, cuando ambos viven como hermano y hermana,
y quitando toda posibilidad de causar escándalo a otros fieles, podrían participar de los
sacramentos. En todo caso deben recibir el consejo de un sacerdote prudente y
experimentado
De ningún modo. Pueden y deben como todos los católicos acudir a la oración, escuchar la
Palabra de Dios, participar de la Misa, y procurar realizar obras de caridad y misericordia.
Pueden también fomentar las iniciativas en favor de la justicia, educar a los hijos en la fe
cristiana y cultivar el espíritu y las obras de penitencia. De este modo se disponen también
a recibir la ayuda de Dios para regularizar su situación.
148. ¿Cuáles son los sentimientos de la Iglesia respecto a los que no tienen familia?
Estas personas son valoradas con afecto y consideración por parte de la Iglesia. El Santo
Padre, Juan Pablo II, siempre ha animado a que se les abra todavía más la puerta de la
iglesia a las personas que no tienen familia, porque la Iglesia es la casa de todos,
especialmente de los fatigados y necesitados.
En estrecha unión con la familia está la educación de los hijos y, de modo más amplio, la educación
en general. De ambos temas, familia y educación, nos ocuparemos en el presente capítulo. El futuro
de la sociedad depende, en gran manera, de lo que sean la familia y la educación. Estamos, pues,
ante un tema decisivo, de gran importancia práctica.
La familia es objeto de ciencias como la antropología, la sociología y las ciencias jurídicas, por citar
unas pocas. Pero la familia es, ante todo, una realidad humana con serias implicaciones éticas para el
desarrollo humano y para el bien común de la sociedad.
Más expresivas aún son estas palabras: «el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer,
y son los dos una sola carne» (Gen 2, 24). Expresan la grandeza del matrimonio y sus propiedades -,
esenciales: la unidad y la indisolubilidad. Jesús se refiere a ellas cuando explica la indisolubilidad
del matrimonio y remite «al principio», esto es, a los planes del Creador (Mt 19, 4-6).
El matrimonio, núcleo y origen de la familia, surge del consentimiento personal e irrevocable, por el
cual los esposos se dan y se reciben mutuamente. «De este consentimiento nace, también ante la
sociedad, una institución confirmada por la ley divina» (GS 48). De aquí que pueda afirmarse que la
familia «es la sociedad natural donde el hombre y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en
el don de la vida» (CCE 2207). La familia es, por ello, «una comunidad de personas, para las cuales
el modo propio de existir y vivir juntos es la comunión» (CF 7).
En la Carta de los derechos de la familia de la Santa Sede, se resumen estas y otras enseñanzas del
Magisterio con palabras muy precisas: «La familia está fundada sobre el matrimonio, esa unión
íntima de vida, complemento entre un hombre y una mujer, que está constituida por el vínculo
indisoluble del matrimonio, libremente contraído, públicamente aceptado, y que está abierta a la
transmisión de la vida» (CDF Preámbulo B).
El carácter de institución social del matrimonio y la familia implica una realidad anterior e
independiente de quienes entran en ella. Una persona es libre para casarse o no y de elegir cónyuge,
pero al contraer matrimonio asume y entra a formar parte de la institución matrimonial y familiar tal
como es. Como señalaba Pío XI, «el matrimonio no ha sido instituido ni restaurado por obra
humana, sino divina, ha sido protegido con leyes, confirmado y elevado no por los hombres, sino por
el propio Dios, autor de la naturaleza, y por el restaurador de esta misma naturaleza, Cristo nuestro
Señor: leyes que, por consiguiente, no pueden estar sujetas a ningún arbitrio humano, ni siquiera de
los contrayentes» (CC 5).
Las denominadas «uniones libres» o también «parejas de hecho» no corresponden al plan de Dios
sobre el amor humano y son contrarias a la dignidad personal que exige considerar al cónyuge como
una persona a quien se debe un amor total, fiel y exclusivo hasta la muerte, y abierto a la transmisión
de la vida (Cf. HV). El verdadero amor supera en mucho la mera inclinación erótica que, cultivada
de modo egoísta, se desvanece rápida y lamentablemente. En las «parejas de hecho» no hay dos
personas que se aman generosamente con una mutua y total donación de sí mismos. Por el contrario,
con suma frecuencia, el «cónyuge» es visto como un simple sujeto de intercambios y la unión como
algo muy provisional. Si son cristianos se privan, además, de la gracia del sacramento y dan lugar a
un grave escándalo (Cf. FC 81, CC 8, GS 49 y HV 9).
Cuando la legislación equipara las «parejas de hecho» al matrimonio, contribuye a la destrucción del
concepto de familia, disminuye la importancia social de la institución del matrimonio, es
desconsiderada con los posibles hijos de tales uniones y su derecho a nacer en una familia estable y
bien constituida, atenúa el valor de fidelidad y afianza el sentido de egoísmo en la vida social.
Junto con las uniones libres, la dignidad de la institución matrimonial y familiar está también
obscurecida por la «epidemia del divorcio» y en algunos países, incluso por la poligamia (Cf. GS
47). También la legislación divorcista, so pretexto de avalar la libertad y poner remedio a situaciones
difíciles, ocasiona un grave daño social, por diversos motivos: disminuye el reconocimiento social
del matrimonio y de la fidelidad, hace que muchísimas desavenencias familiares, solucionables con
un poco de espíritu de sacrificio y generosidad, desemboquen fácilmente en una ruptura definitiva;
tiene muy poco en cuenta los derechos y la educación de los hijos y puede dejar a una de las partes
en una situación injusta en el aspecto económico, afectivo y espiritual.
La familia como célula y núcleo vital de la sociedad
La comparación de la familia con una célula resulta sugerente, ya que la familia, corno la célula en
un organismo vivo, es el elemento más simple, primario y fundamental de la sociedad. Las células
crecen, generan nuevas células y aportan sus cualidades al organismo al que pertenecen. Así también
la familla está llamada a facilitar el crecimiento humano de sus miembros, es el lugar adecuado para
generar nuevas vidas humanas y desarrollar su humanidad y con su existencia y actividad,
contribuye al bien de la entera sociedad.
En la familia, los esposos «se ayudan y se sostienen mutuamente, adquieren conciencia de su unidad,
y la logran cada vez más plenamente» (GS 48). Y algo parecido ocurre con los hijos. El amor a
quienes forman parte de la familia exige entrega y sacrificio, lo cual ayuda a crecer en humanidad y
a desarrollar virtudes humanas. Es en el seno de la familia donde «el hombre recibe las primeras
nociones sobre la verdad y el bien; aprende qué quiere decir amar y ser amado, y por consiguiente
qué quiere decir en concreto ser una persona» (CA 39). La familia es, en cierto modo, «una escuela
de las mejores virtudes humanas» (GS 52). Es, además, «una encrucijada de varias generaciones que
se ayudan entre sí para adquirir una sabiduría más honda y para armonizar los derechos de las
personas con las exigencias de la vida social» (GS 52).
La familia es el lugar adecuado para la transmisión de la vida y para la educación más fundamental
por cuanto ofrece un clima propicio de afecto, estabilidad familiar, basada en un sólido compromiso
y en la comunión de personas, junto a la complementariedad que ofrecen el padre y la madre. En la
familia cada uno es amado por lo que es y, de este modo, se aprende de un modo práctico qué es el
amor.
Favoreciendo el desarrollo humano por la dedicación a los demás y, sobre todo, por la formación de
ciudadanos en valores y virtudes, la familia contribuye en gran medida al bien de la sociedad. La
doctrina social de la Iglesia remarca algo bien conocido: «la familia es escuela del más rico
humanismo» (GS 50) y «la primera escuela de virtudes sociales, que todas las sociedades necesitan»
(GE 3).
Son muchos los valores y las virtudes adquiridos en la vida familiar que después se manifiestan en la
vida social. «La autoridad, la estabilidad y la vida de relación en el seno de la familia constituyen los
fundamentos de la libertad, de la seguridad y de la fraternidad en el seno de la sociedad. La familia
es la comunidad en la que, desde la infancia, se pueden aprender valores morales, se comienza a
honrar a Dios y a usar la libertad. La vida de familia es iniciación a la vida en sociedad» (CCE 2207)
y también el ámbito de educación para el trabajo: «Trabajo y laboriosidad condicionan (...) todo el
proceso educativo dentro de la familia» (LE 10).
Puede asegurarse que «el bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana está
estrechamente ligado a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar» (Cf. GS 47).
Ciertamente, «en la familia encuentra la nación la raíz natural y fecunda de su grandeza y potencia»
(LS 123). La calidad de las familias condiciona la calidad moral de quienes forman un país. De aquí
que pueda afirmarse con Juan Pablo II: «¡El futuro de la humanidad se fragua en la familia!» (FC
86).
A pesar de la claridad de esta doctrina y de sus consecuencias prácticas, la dignidad del matrimonio
y de la familia y su condición de célula y núcleo vital de la sociedad está oscurecida en diversos
lugares. Entre los motivos que contribuyen a ello, además de las prácticas que atentan contra ella
directamente y a las que ya nos hemos referido (divorcios, uniones libres...), hay que añadir ciertas
deformaciones del amor conyugal, consecuencia de actitudes egoístas y hedonistas, que llevan a
prácticas anticonceptivas y, a veces, incluso abortistas. También contribuyen a ello, algunas
dificultades prácticas en la transmisión de los valores y en la educación en las virtudes dentro de la
familia y la influencia de determinados medios de comunicación social poco favorables a la
institución familiar. A todo lo anterior hay que añadir la actual influencia social de algunas
ideologías, como el feminismo radical y la homosexualidad, que difunden concepciones y actitudes
contrarias al matrimonio, a la familia o la cultura de la vida. La Iglesia, que defiende con firmeza la
dignidad de la mujer (Cf. MD) y que se esfuerza para que todos acojan y respeten a los
homosexuales como personas (Cf. HP), expresa también con claridad que este respeto no debe llevar
a justificar reivindicaciones que no son verdaderos derechos, sino prácticas contrarias a un recto
sentido del matrimonio y de la sexualidad humana.
Otra ideología de gran influencia es el individualismo, que sólo considera relevante al individuo y
sus intereses. La sociedad no estaría formada por las personas y sus familias, sino únicamente por
individuos. La familia, lejos de ser la célula vital de la sociedad, sólo sería una opción del individuo
equiparable a cualquier otro pacto o contrato social.
En la raíz de muchos de los males que aquejan a la familia, como ha señalado Juan Pablo II, hay una
concepción errónea de la libertad, a la que no se ve «como la capacidad de realizar el proyecto de
Dios sobre el matrimonio y la familia, sino una fuerza autónoma de autoafirmación, no raramente
contra los demás, en orden al propio bienestar egoísta» (FC 6) .
Deberes familiares
a) Servicio a la vida. Siguiendo la Sagrada Escritura y la Tradición, la Iglesia enseña que «el
cometido principal de la familla es el servicio a la vida, el realizar a lo largo de la historia a
bendición original del Creador, transmitiendo en la generación la imagen divina del hombre al
hombre»". Se trata de una misión de elevado valor moral: «En el deber de transmitir la vida humana
y de educar la prole, lo cual han de considerar los esposos como su misión propia, saben ellos que
son cooperadores del amor de Dios creador y sus interpretes» (GS 50).
Con relación al servicio a la vida, la Iglesia enseña «la inseparable conexión que Dios ha querido y
que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el
significado unitivo y el significado procreador» (HV 12; CCE 2366). Esto exige que «cualquier acto
matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida» (HV 11; CCE 2366; cf. HV 12; CC55),
siendo intrínsecamente mala «toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización,
o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, hacer
imposible la procreación» (HV 14; CCE 2370). Es, pues, ilícito el uso de anticonceptivos y el aborto
voluntario. Se excluye también la transmisión de la vida fuera del acto matrimonial (fecundación
artificial) (Cf. DVt; CCE 2376-2377).
b) Educación de los hijos. Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos.
«Puesto que los padres han dado la vida a sus hijos tienen la gravísima obligación de educarlos, y,
por tanto, hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos» (GE 3).
Esta responsabilidad tiene varias implicaciones. Entre ellas, la educación en la fe, que debe empezar
desde la más tierna infancia (Cf. CCE 2226), en la virtudes (Cf. CCE 2223) y a usar rectamente su
razón y su libertad (Cf. CCE 2228), elegir una escuela adecuada, de acuerdo con sus convicciones
(Cf. CCE 2228) y ayudarles con consejos juiciosos, especialmente en la elección de profesión y
estado de vida, respetando, al mismo tiempo, su libertad (Cf. CCE 2230).
El Catecismo de la Iglesia católica remarca algunos aspectos mediante los cuales los padres llevan a
cabo su responsabilidad de ser los primeros y principales educadores (Cf. CCE 2208, 2223 y 2224),
«ante todo por la creación de un hogar, donde la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad y el
servicio desinteresado son norma. El hogar es un lugar apropiado para la educación de las virtudes.
Los padres han de enseñar a los hijos a subordinar las dimensiones "materiales e instintivas a las
interiores y espirituales" (CA 36)» (Cf. CCE 2223). En estrecha relación con esta enseñanza, el
Concilio Vaticano II añade: «Es, pues, obligación de los padres formar un ambiente familiar
animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación
íntegra personal y social de los hijos» .
En esta tarea educativa, el ejemplo es fundamental. Como señala San Josemaría Escrivá, «los padres
educan fundamentalmente con su conducta. Lo que los hijos e hijas buscan de su padre o de su
madre no son sólo unos conocimientos más amplios que los suyos o unos consejos más o menos
acertados, sino algo de mayor categoría: un testimonio del valor y del sentido de la vida encarnado
en una existencia concreta, confirmado en las diversas circunstancias o situaciones que se suceden a
lo largo de los años» (Es Cristo que pasa, n. 28).
c) Respeto y responsabilidad paterno-filial. «Los padres deben mirar a sus hijos como hijos de Dios
y respetarlos como personas humanas» (CCE 2221). Este respeto y afecto de los padres tiene
diversas manifestaciones. Durante la infancia, se traduce, ante todo, en el cuidado y atención con
que han de educar a sus hijos y velar por sus necesidades físicas y espirituales (Cf. CCE 2228).
Por su parte, los hijos deben a sus padres respeto filial. Este respeto filial esta hecho de gratitud
hacia quienes deben la vida, su ayuda al crecimiento y educación, su amor y su trabajo. En muchas
ocasiones los padres han sido también los instrumentos para dones sobrenaturales más valiosos: la
fe, la gracia del Bautismo y la vida de la Iglesia.
El respeto filial se expresa de diversos modos en las diversas etapas de la vida, pero permanece
siempre. En la infancia exige sobre todo docilidad y obediencia a los padres (en todo aquello que no
se oponga a la ley moral), en la edad adulta requiere responsabilidad (Cf. CCE 2214-2220), la cual
ha de llevar a preocuparse de modo efectivo por sus necesidades: «En cuanto puedan deben
prestarles ayuda material y moral en los años de vejez y durante los tiempos de enfermedad, de
soledad o de abatimiento» (CCE 2218).
La familia, como sujeto social, tiene derechos porque tiene también deberes. La primera
responsabilidad social respecto a la familia es respetar esos derechos y la intimidad que corresponde
a las relaciones familiares.
El Catecismo de la Iglesia católica señala que «la importancia de la familia para la vida y el
bienestar de la sociedad (Cf. GS 47,1) entraña una responsabilidad particular de ésta en el sostén y
fortalecimiento del matrimonio y de la familia». Y recogiendo un texto del último Concilio añade:
«el poder civil ha de considerar como deber grave «el reconocimiento de la auténtica naturaleza del
matrimonio y de la familia, protegerla y fomentarla, asegurar la moralidad pública y favorecer la
prosperidad doméstica" (GS 52,2)» (CCE 2210).