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Cuando la vida se pone desabrida, todo se vuelve rutinario, comienzas el lunes

esperando que llegue rápido el viernes, empiezas tu oración mirando el reloj


para ver cuánto falta para terminar, miras el teléfono mientras estás en misa a
ver si algo entretenido ha pasado afuera y revisas tus notificaciones sin cesar.
Y así, una lista casi infinita de cosas que nos van pasando en la medida en
que vamos perdiendo temperatura espiritual y nos vamos volviendo
tibios, como zombies. Como si estuviéramos vivos, pero realmente no.
Nuestros amigos de Catholic Stuff han preparado un video muy ilustrativo sobre
esta realidad espiritual, pero antes de seguir: ¿Qué es la tibieza espiritual?

Sectas, apologética y conversos


Apologética: Respondiendo algunas dudas

¿Qué es la tibieza espiritual?


7 actitudes y un divertido video que te la explican

Por: Sebastián Campos | Fuente: Catholic-link.com

Cuando la vida se pone desabrida, todo se vuelve rutinario, comienzas el lunes


esperando que llegue rápido el viernes, empiezas tu oración mirando el reloj
para ver cuánto falta para terminar, miras el teléfono mientras estás en misa a
ver si algo entretenido ha pasado afuera y revisas tus notificaciones sin cesar.
Y así, una lista casi infinita de cosas que nos van pasando en la medida en
que vamos perdiendo temperatura espiritual y nos vamos volviendo
tibios, como zombies. Como si estuviéramos vivos, pero realmente no.
Nuestros amigos de Catholic Stuff han preparado un video muy ilustrativo sobre
esta realidad espiritual, pero antes de seguir: ¿Qué es la tibieza espiritual?
Ellos mismos la definen como: «Dejar de hacer con amor las cosas
pequeñas de cada día» y nosotros agregamos que es: «una carencia del
fervor en el amor». Es decir, al comienzo se amaba, pero ese amor ha
decaído.
Esta enfermedad espiritual es altamente contagiosa, casi como las epidemias
zombie de las películas, y es probable que ni siquiera te enteres que estás
siendo contagiado, por eso queremos prevenirte y darte algunas ideas para
que reconozcas y animes a aquellos que están junto a ti y ayudes en el
rescate.

Estos zombies espirituales experimentan algunos síntomas que


progresivamente se van haciendo más evidentes y tal como aparece en el
video, puedes verlos también en tu vida:
1. La dejadez espiritual: Ya todo da igual y aquella esperanza que te motivaba
a luchar desaparece y es reemplazada por el conformismo, la resignación y la
satisfacción con cualquier cosa insignificante, como por ejemplo quedarte
mirando una notificación en tu teléfono porque se ve más entretenido en vez de
ayudar a un amigo, tal como lo vimos en el video.
2. El rechazo hacia todo lo que suponga un sacrificio o esfuerzo: Como
levantarse temprano (y por lo tanto dormir menos), animarse por la lucha
espiritual, invertir tiempo en oración y buscar la santidad por nombrar algunas.
Eso mismo trae como consecuencia rechazo a las cosas de Dios, pues aunque
Dios nos ama y quiere lo mejor para nosotros, eso implica un esfuerzo y trabajo
por nuestra parte. Ese esfuerzo que los zombies espirituales no están
dispuestos a hacer.
3. Buscar el entretenimiento pasajero: Todo lo espiritual lo encuentran
aburrido, rezar, ir a misa, adoraciones y todo lo que tiene que ver con la fe les
aburre, en cambio jugar Play Station, ver televisión, incluso dormir se les hace
más atractivo.
4. La santidad desaparece del mapa: Pues lo ven como algo lejano, para otro
tipo de gente, como algo inalcanzable y por lo tanto, algo por lo que no vale la
pena luchar.
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5. La mala preparación para ir a la Eucaristía: Asistiendo sin preparar el


corazón, sin conciencia de lo que se está celebrando, viviéndola a medias y de
forma rutinaria. Te podrás dar cuenta cuando al salir de misa le preguntas a
alguno de los zombies: ¿cuál era el Evangelio que se leyó?
6. Confesarse rutinariamente: Incluso haciendo una especie de «trato» para
aceptar deliberadamente los pecados veniales. Algo así como: «bueno, si no es
tan malo, y al final de cuentas todo el mundo lo hace. Y si nadie se da cuenta…
¿qué más da?»
7. Cumplir mis deberes negligentemente o en definitiva, no
cumplirlos: Acostumbrándome a no hacer las cosas bien, aceptando el error
como algo normal, justificando la mediocridad y las cosas a medias, tibias.
Pero, ¡tranquilidad!, si conoces a alguien que esté infectado por esta epidemia
Zombie espiritual o si tu mismo estás en esta situación, nuestros amigos de
Catholic Stuff nos revelan la cura: Jesús mismo nos ayuda a recuperar el
fervor perdido. Pero para que esto ocurra, es necesario querer salir de la
tibieza, dar la pelea, ofrecer el corazón y considerar la santidad un ideal a
alcanzar.
Y tú, ¿has experimentado la tibieza espiritual y tienes algunos amigos zombies
alrededor tuyo? y si es así, ¿cómo te has dado cuenta que te has vuelto tibio?
Para el que es tibio, la vida espiritual es como una montaña escarpada y
alta a la que hay que subir usando una escalera muy incómoda”.

La tibieza es la enfermedad más peligrosa de la vida espiritual. Esta


enfermedad se suele dar en personas que buscaron anteriormente a Dios
con sinceridad, pero que por haber caído en la rutina, por la falta de
fortaleza, perseverancia…, poco a poco perdieron “el fuego de su
primer amor”(Ap. 2:4).

Empezaron el camino de la santidad, pero luego abandonaron, porque no


pusieron los medios suficientes para perseverar. Es por ello una
enfermedad que se da especialmente entre aquellos que fueron llamados
por Dios de un modo especial: obispos, sacerdotes y religiosos; aunque
de hecho es una enfermedad que puede padecer cualquier cristiano que
pretenda vivir unas relaciones serias y profundas con Dios nuestro
Señor. Por ser la tibieza una “enfermedad culpable” del que la padece, la
actitud del Señor frente a ellos es dura y firme. El libro del Apocalipsis
nos dice:

 ¡Ojalá fueras frío o caliente! Mas por cuanto eres tibio, y no


frío ni caliente, estoy para vomitarte de mi boca (Ap 2:15)

Una de las causas, de las múltiples crisis sufridas por la Iglesia a lo largo
de su historia, fue el abandono de la vida espiritual de sus pastores. Ello
produjo la tibieza espiritual de los mismos; y con la tibieza, el deseo de
justificar ese nuevo estilo de vida “adecuando” la teología y la moral
para que fueran “menos exigentes” y más al “gusto del hombre”. Eso es
lo que ocurrió en algunas de las herejías de los primeros siglos de la
Iglesia, en s. XVI con Lutero, Calvino… y lo que está aconteciendo con
las numerosas herejías de los siglos XX y XXI. Estas últimas, tienen
como común denominador el Modernismo; que no es otra cosa que
un humanismo diabólico resultado de haber eliminado de la fe toda
dimensión sobrenatural.

La tibieza es pues, la causa principal de la crisis religiosa en la que vive


la Iglesia hoy día. El haberse dejado llevar por la superficialidad, la
modernidad y las nuevas culturas aquellos que tendrían que haber estado
más cerca de Dios, por ser sus pastores, los ha dejado tibios; y como
consecuencia, han dejado sin alimento espiritual a la gran mayoría los
fieles.

La persona tibia se plantea una vida espiritual muy cómoda. Perdido que
se ha el ardor espiritual, se conforma con el “yo no mato ni robo”; pero
olvida que su vida espiritual no consiste en no hacer nada malo sino
el “luchar por la santidad”.

No se cae en la tibieza de un día para otro. La tibieza empieza con una


cierta relajación. No se deja la oración de golpe, sino que al principio se
acorta el tiempo dedicado a ella; luego, la atención al hacerla, la
preparación, la pureza de intención, etc. No hace falta que pase mucho
tiempo para que uno piense: “¿qué sentido tiene orar si no saco nada de
la oración?”.

La tibieza se convierte así en un proceso en donde la conciencia se va


apagando poco a poco hasta llegar al punto donde ya no reclama, donde
todo lo justifica, donde ya sólo se ve la propia conveniencia. La tibieza
se caracteriza por la aridez del espíritu ante las cosas de Dios.

No confundamos la tibieza (aridez culpable) con la sequedad espiritual.

 La tibieza es fruto de la desgana o el desaliento para seguir por


el camino que Dios nos ha trazado. La tibieza produce aridez, y
esta aridez es culpable, pues podría haber sido evitada. Es como
quien estando en un cuarto donde hace mucho frío y teniendo
un fuego en la chimenea, no se acerca a él. Siente el frío, pero
no tiene el ánimo ni el coraje para acercarse. La tibieza es
estéril y dañina.
 La sequedad espiritual es permitida por Dios para fortalecer
nuestro espíritu. Es lo que los santos llaman la noche de los
sentidos; momentos previstos por Dios nuestro Señor, para
ayudarnos a madurar, purificar nuestra alma y llevarnos a una
mayor unión con Él. Al privarnos Dios del sentimiento
agradable que produce estar con Él, cuestan más las cosas de la
vida espiritual; no obstante, la persona sigue fiel y perseverante.
La verdadera piedad no es cuestión de sentimiento, aunque los
afectos sensibles son buenos y pueden ser de gran ayuda en la
oración y en toda la vida interior. El sentimiento es ayuda y
nada más, porque la esencia de la piedad no es el sentimiento,
sino la voluntad decidida de servir a Dios, con independencia de
los estados del ánimo y de cualquier otra circunstancia. En la
piedad no debemos dejarnos llevar por el sentimiento sino por
la inteligencia, iluminada y ayudada por la fe.

¿Cómo podemos saber si hemos caído en la tibieza?

1.- Desaliento

La primera etapa de la tibieza es el desaliento. Por no hacer las cosas


como se debía, la voluntad se debilita, pierde su fuego el amor y se cae
en la indiferencia. Esa indiferencia lleva irremediablemente al
desaliento. Y el desaliento poco después a la tibieza.

La persona que cae en el desaliento piensa que eso de luchar por la


santidad no es para él; quizá para almas elegidas, pero Dios no le llama a
él para tanto. “No hay que ser exagerados”, piensa el que es tibio. Estas
almas cuando recuerdan su conversión, el entusiasmo con que trabajaban
para corregir sus defectos, los primeros años de lucha para adquirir las
virtudes y ven que no han realizado el programa trazado, creen estar
derrotadas y encontrarse con las manos vacías… se auto-convencen de
que no han nacido para santos.

Como nos dice A. Gálvez en su libro “La Fiesta del hombre la Fiesta de
Dios” (p. 260) el que ha caído en la tibieza sufre un error de perspectiva,
pues es incapaz de ver el amor de Dios tal cual es; lo único que ahora ve
es cuán difícil es cumplir con ese amor:

“Cuando nos proponen exigencias serias de vida cristiana, o cuando


nos enteramos de las mortificaciones de los santos, nos asustamos y nos
parecen cosas demasiado difíciles. Esto ocurre porque padecemos un
error de perspectiva. Porque si miramos el problema desde abajo, desde
la dificultad y nada más, con visión simplemente humana, entonces nos
asusta, y con razón: tenemos motivos para ello; pero si lo miramos
desde arriba, desde el punto de vista del amor divino, entonces podemos
verlo como algo que nos va a lanzar al corazón de Dios y, por lo tanto,
como algo que nos va a proporcionar la perfecta Alegría.
Experimentada la cual, resulta que el morir a nosotros mismos ya no
nos parece tan difícil; y hasta ocurrirá que ahora nos dará miedo lo
contrario, es decir, la posibilidad de que podamos hurtarnos a la
entrega”.

2.- Relajación de espíritu

El espíritu se relaja y todo le da igual. Antes le ilusionaban muchas


cosas, ahora ya no. El tibio se fija más en los modelos mundanos, en las
ideas novedosas que invitan a tomar actitudes y comportamientos que no
sean muy exigentes y que además, suelen estar alejados del ideal
cristiano.
El paso siguiente es el conformismo. Este se produce cuando se aceptan
valores, actitudes y comportamientos del mundo. Este conformismo
puede ser tanto de las costumbres como de las ideas.

La oración se hace aburrida, pesada; se considera una pérdida de tiempo


pues no se saca nada de ella. Es por ello que se la pospone para dar
prioridad a otras actividades aparentemente más “útiles”. Las prácticas
de piedad quedan vacías de contenido, sin alma y sin amor. Se hacen por
rutina o costumbre, pero no por amor.

3.- Búsqueda de la alegría en cosas más superficiales

Se siente un gran disgusto en hacer cosas que anteriormente le llenaban


de satisfacción: la oración, el apostolado, las buenas obras, el
cumplimiento de los deberes del propio estado. De repente le empiezan a
llamar mucho más la atención las amistades superficiales, la diversión, la
televisión, la práctica de un determinado deporte…. En una palabra, se
cambia el esquema de valores que antes se tenía y se sustituye por otro
meno valioso, pero que ahora se ha hecho más atractivo.

4.- Se cae en el activismo, la falta de generosidad y los respetos


humanos.

Se pierde la generosidad y se afronta la vida con una visión utilitaria y


práctica. Sólo vale lo que reporta ganancia, comodidad, placer o
satisfacción.

Es frecuente ver en la persona tibia una hiperactividad, motivada más


por la necesidad de sobresalir, que no por un deseo de hacer el bien.

Se dice que el respeto humano es una guillotina de santos. Es tan sutil


este vicio, que se mete en nuestras obras en cada momento, nos hace
buscar el aplauso de los hombres. ¡Cuántas obras buenas, cuántos
ejemplos de virtud, cuántas acciones apostólicas se han dejado de hacer
en el mundo por el respeto humano!

5.- Huida del sacrificio.

La persona que cae en la tibieza huye de todo aquello que pueda suponer
esfuerzo o sacrificio. Busca éxitos rápidos que además no exijan mucho
trabajo. Da miedo el mero hecho de pensar que tiene que mortificarse.

6.- Aceptación deliberada del pecado venial

El alma tibia acepta el pecado venial con toda tranquilidad; conoce su


maldad, pero como no llega a ser pecado mortal, vive con una paz
aparente, considerándose buen cristiano, sin darse cuenta de la
peligrosidad de tal conducta, ya que es el detonante del pecado mortal.

De la tibieza del espíritu nacen muchos pecados veniales, de los que


apenas nos dolemos, pues poco a poco se van extinguiendo la luz del
juicio y la delicadeza de la conciencia. El examen de conciencia no se
hace o se hace con ligereza y sin prestar atención. De ese modo se va
amortiguando el horror al pecado mortal.

¿Qué es pues la tibieza?

Santo Tomás señala como característico de la tibieza «una cierta


tristeza, por la que el hombre se vuelve tardo para realizar actos
espirituales a causa del esfuerzo que comportan».

Cuando se empezó a andar por el camino de Dios se amaba con ilusión y


totalidad, pero ese amor ha decaído por propia culpa. La tibieza nace de
una dejadez prolongada en la vida interior. Consiste en un relajamiento
espiritual que frena las energías de la voluntad e inspira horror el
esfuerzo. Se le ha clasificado como una forma de desidia o pereza
espiritual. Un cristiano tibio «está de vuelta», es un «alma cansada» en el
empeño por mejorar; Cristo está desdibujado en el horizonte de su vida

La tibieza se aloja en el corazón del que ha caído en la indiferencia ante


el bien. Tibios son los que pierden toda sensibilidad espiritual. Se sienten
incapaces de reaccionar contra el pecado o la imperfección, viviendo en
ellos con tranquilidad y gusto, tal como hacen los peces en el agua.

La tibieza nace por la falta de constancia en el amor. La vida espiritual


se suele comparar a un río caudaloso. Si se desea cruzarlo, habrá que
nadar constantemente, aunque ello le implique esfuerzo y sacrificio. Si
se deja de nadar, aunque sea un momento, habrá un retroceso y la
corriente lo llevará hacia atrás. Así sucede en la vida espiritual, por la
falta de constancia en el amor, en la lucha, en la oración, se cae
fácilmente en la tibieza espiritual.

A la tibieza espiritual no se llega ni de improviso ni de pronto; es el


resultado de haber caído en la rutina espiritual, en el desánimo, en la
pérdida de las fuerzas que nos mantenían activos. Suele comenzar casi
sin darse cuenta, pero poco a poco se va llegando a un estado que
compromete incluso la misma salvación eterna. Almas que en un
principio se entregaron sin reservas, luego abandonaron la lucha por la
perfección y fueron cayendo poco a poco por ese plano inclinado,
primero en la tibieza y luego en el pecado.

El daño causado en la Iglesia por “la tibieza de muchos”

La tibieza generalizada en la que ha caído nuestro cristianismo a todos


sus niveles –obispos, sacerdotes, religiosos y laicos- ha dado como
resultado que los cristianos demos esa triste impresión de incapacidad
para frenar la ola de corrupción que irrumpe contra la misma Iglesia, la
familia, la escuela, las instituciones…

Cristo vive entre nosotros como antes, y su poder sigue siendo infinito,
divino. «Solo la tibieza de tantos miles, millones de cristianos, explica
que podamos ofrecer al mundo el espectáculo de una cristiandad que
consiente en su propio seno que se propale todo tipo de herejías y
barbaridades. La tibieza quita la fuerza y la fortaleza de la fe y es
amiga, en lo personal y lo colectivo, de las componendas y de los
caminos cómodos». (F. Fernández Carvajal, “La tibieza”)

Remedios contra la tibieza

No es fácil salir de un estado de tibieza, pues el espíritu ha quedado tan


debilitado y deforme que tendremos que echar mano de la gracia de Dios
para que espolee nuestra conciencia y nuestro corazón, para que
arranque de nuevo con brío el “motor” de nuestra vida espiritual. Hay
que volver a andar por el camino de la conversión, de la superación, de
la perfección; y al mismo tiempo, desandar todo aquello que la fue
entibiando.

1.- Dios

La tibieza no tiene otra solución que Dios mismo. Es decir, sólo la gracia
de Dios nos hará salir de ella. Si la persona que ha caído en la tibieza
tiene buena disposición para salir de la misma, Dios iluminará su mente
para que sea capaz de darse cuenta del estado de su alma y al mismo
tiempo le dará las fuerzas necesarias para que lo pueda hacer. La esencia
de la tibieza y su gravedad consiste en que el alma se encuentra cómoda
consigo misma, no quiere cambiar; es por ello que salir de la tibieza se
requerirá una “nueva conversión” a Dios y un “abandono” de todo ese
estilo de vida que le fue enfriando progresivamente.
2.- Volver a amar como se amó

Para salir de nuestro “letargo” o “dormición” espiritual propongámonos


pequeñas metas para lograr que ese amor arda de nuevo. Nos dice la
Sagrada Escritura: “Date cuenta, pues, de dónde has caído, arrepiéntete
y vuelve a tu conducta primera.” (Ap 2,5).

“Nuestras relaciones con Dios tendrían que andar muy lejos de la


mediocridad y de la tibieza, y en general de lo que podríamos llamar
unas relaciones convencionales, pues lo que Dios quiso es que se
pudiera escribir una hermosa historia que relatara su aventura de amor
con cada uno de nosotros”. (A. Gálvez, “La Fiesta del hombre y la
Fiesta de Dios” p.227)

3.- Volver a la oración, a los sacramentos y a una escala de valores


cristianos

Al alma tibia se le recomienda una vida de oración y de sacramentos más


asidua para lograr encontrarse realmente con Dios, y así Dios le pueda
quitar esa venda que le impide ver con claridad.

Las personas tibias necesitan llevar una vida más ordenada, priorizada
según una escala de valores cristianos. Se debe volver a educar a esta
alma haciéndole ver que en la vida hay muchas cosas, pero unas tienen
más importancia que otras. Esta constatación exige una recuperación de
los valores alterados o cambiados por la tibieza.

4.- Hacer una buena confesión

Confesión que ha de estar precedida de un diligente, serio y profundo


examen de conciencia. Acerquémonos a Dios y pidámosle luz para
entrar dentro de nuestra conciencia y descubrir los males que la corroen.
Hecho esto, acerquémonos humildemente al confesonario y abramos
nuestro corazón al sacerdote. Digámosle con detalle lo que nos pasa y al
mismo tiempo pidámosle a Dios ayuda para que ilumine al confesor y
así nos dé los consejos necesarios para curar nuestro cáncer. Por otro
lado hemos de saber, que una confesión frecuente bien hecha es el mejor
remedio para salir de la tibieza y no volver a caer en ella.

5.- Pidamos ayuda al director espiritual

Dado que la enfermedad es muy grave, pues podríamos morir de ella,


acudamos a un director espiritual para que él nos acompañe en nuestro
camino de reinserción con Dios. Por otro lado, seamos humildes y
dóciles a sus consejos y perseverantes en nuestros encuentros con él. La
tibieza es una enfermedad que se contrajo poco a poco y serán muchos
los “puntos” que habrá que cambiar antes de que nuestra alma se sienta
saludable y con fuerza.

Se le aconseja al director espiritual que no tenga miedo en exigir al alma


tibia algún tipo de sacrificio extra, porque uno de los síntomas de la
mediocridad lo constituye el horror al sacrificio. Que sacrifique parte del
descanso, distracciones, gustos, aunque sean legítimos, para fortalecer
así la voluntad debilitada

—————

Lo importante para salir de la tibieza no es llenar el día de prácticas


espirituales; es mejor limitarse generosamente a aquellas que se puedan
cumplir cada jornada, con ganas o sin ganas. Esas prácticas, hechas de
nuevo sin rutina y con amor, nos llevarán a recuperar el ardor de nuestra
caridad.
Y no olvidemos nunca, que junto a nosotros, acompañándonos todo el
tiempo en nuestro camino de vuelta, siempre tendremos a Nuestra Madre
del Cielo y a Todos los Santos. Algunos de ellos también pasaron por el
“trance” que pasa ahora el alma de muchos, pero con valentía, amor y
gracia salieron adelante.

La frase que siempre se dijo: “A la Iglesia la salvan los santos” se hace


hoy día más urgente que nunca. Serán los nuevos santos los que salven a
la Iglesia de la profunda crisis en la que ahora se encuentra.

Padre Lucas Prados

Seguramente has escuchado hablar sobre la tibieza espiritual, pero… ¿Alguna


vez te has preguntado qué tan grave puede ser esta? Es muy grave, tanto así
que a Dios le dan nauseas las personas tibias. Lo dice en Apocalipsis 3:16
“Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.
La tibieza espiritual quiere decir que alguien que anteriormente sintió el fuego
del primer amor, ahora ha perdido el interés. Muchos dicen que esta es una de
las enfermedades más peligrosas de la vida espiritual.
Las personas tibias dicen ser creyentes y posiblemente sigan asistiendo a la
iglesia, pero esta y otras actividades que antes las entusiasmaban ya no les
provocan interés. Estas personas buscan una vida espiritual acomodada; es
decir, se conforman con no cometer pecados “mayores” como robar o matar;
sin embargo, ya no dedican tiempo a cosas importantes como, por ejemplo, la
oración. Dios quiere que sus hijos busquemos y nos esforcemos por alcanzar
la santidad.
Una persona no se convierte en tibia de un día para otro, este es un proceso
gradual que sucede poco a poco. En el ejemplo de la oración, el tiempo de
oración se acorta y la frecuencia disminuye; esta deja de ser una necesidad y
se vuelve una carga, la intención con la que se ora ya no es la misma, hay
distractores que no permiten prestarle la atención necesaria, hasta que
finalmente la persona ya no encuentra una razón para seguir orando. Poco a
poco dejamos de hablar con Dios porque las actividades cotidianas nos
parecen más importantes que hablar con nuestro Padre.
La tibieza espiritual ha afectado a congregaciones completas. Muchos de los
líderes han querido adecuar la teología y la moral al estilo de vida actual para
que sea más cómoda y más al gusto de las personas. La tibieza espiritual es
una de las causas de la crisis religiosa que se vive hoy en día. Cuando los
líderes religiosos se entibian, dejan a la congregación sin alimento espiritual.
¿Cómo saber si se ha caído en tibieza espiritual?

1. Se cae en la indiferencia y esto lleva a la persona a sentirse desalentada.


Hay un desinterés en buscar la santidad, pues creen que eso es cuestión
de unos pocos elegidos. Las personas que caen en la tibieza no ven lo
grande del amor de Dios, sino se enfocan en todo el esfuerzo que deben
hacer para cumplir con ese amor.
2. La persona que cae en tibieza, se relaja. Empieza a ver que los modelos
del mundo son más llamativos y menos exigentes. Además se aceptan
valores, comportamientos y actitudes del mundo.
3. Las cosas que antes la llenaban, ahora ya no le emocionan. Estas
personas dejan de buscar la alegría en las cosas de Dios como la
oración o la alabanza y la buscan en cosas superficiales, como la
televisión, los deportes, etcétera. No es que esté mal practicar deportes
o tener amistades, pero no debemos darle un lugar más importante a
estas cosas.
4. Muchas personas que caen en tibieza espiritual se ven envueltas en
muchas actividades, pero la intención detrás de esto es sobresalir,
captar la atención de los demás y no precisamente el amor.
5. Otro aspecto de la persona tibia es que huye de los sacrificios. Es decir,
evita todo aquello que requiere un esfuerzo y busca éxitos rápidos.
6. Por último, las personas tibias se vuelven permisivas; así, viven
tranquilas cometiendo “pequeños pecados”, pues estos no son pecados
mortales.

Si tú crees que has caído en la tibieza espiritual y quieres salir de allí, lo mejor
que puedes hacer es pedirle a Dios que te ayude. Lee nuestra próxima entrada,
que trata de cómo salir de la tibieza espiritual.

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