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El relato moderno se construye sobre la base de una promesa que asegura la búsqueda del
sentido a través de este la emancipación.
La educación es el arma para producir un sujeto de razón, que adquiere las herramientas
necesarias ya sea para incorporarse a la vida social como para transformarla. La educación
se vuelve así una práctica de acceso a la razón y una puerta de entrada al progreso.
La educación adquiere dos rasgos que no dejan de ser paradojales: por un lado, es aquel
lugar donde se preservan las almas de los infantes ( imagen de Rousseau) y por él otro, él
territorio de distribución del conocimiento útil, de acceso a la razón como camino para trabajar
y reformar la existencia.
Ese preservar al niño se encuentra vinculado con las técnicas y estrategias para producir ese
sujeto racional que al finalizar su viaje formativo se hace dueño de su propio destino, se hace
cargo de su propia historia.
La crisis de la educación, su reformulación sucede en virtud de un conjunto de valores que
en el presente aparecen en nuestro escenario como necesarios y válidos. Se genera una
nueva combinatoria, un nuevo dispositivo.
La idea del saber cómo medio y fundamento para alcanzar un estadio mayor va a estar
presente con toda su fuerza en la idea de la pedagogía y de las prácticas escolares modernas.
Los sujetos deberían lograr cierto estado de emancipación. Un supuesto común dice que la
adquisición de determinados saberes vuelve a los sujetos capaces de generar cambios en él
mundo. Entre educación y sociedad se configura una relación positiva, a través de la primera
la segunda progresa, se transforma, etc.
La educación se vuelve depositaria de la fe en el progreso, la institución que tiene como
responsabilidad la formación de una “sociedad mejor”, con la creencia de que la educación
nos conduzca a un estadio superior depositando sus esperanzas en los procesos educativos.
La acción educativa no sólo consiste en distribuir saberes, sino en dotar a los individuos de
esos saberes, para producir cierto estado de conciencia, para producir una determinada
subjetividad.
Uno de los grandes ejes de la promesa moderna de la formación es volver ciudadanos a los
individuos.
En él campo de la educación se cuestiona cómo puede hacer la teoría para ofrecer modelos
de prácticas educativas para ser aplicadas eficazmente en las aulas. La principal
preocupación de los programas de formación docente y reclamo por los cursos de
capacitación. Se construye como central en la agenda él problema de la instrumentalidad del
saber. Noción de formación permanente cómo profesionalización de la docencia.
El centro de la reflexión que recorre el presente trabajo: los procesos a través de los cuales
concurren determinadas prácticas de producción de subjetividad, en tanto formas de lograr él
gobierno y la dirección de la conducta, están atravesadas y producidas por la voluntad y él
ejercicio de poder. Vinculado con los modos a través de los cuales estos relatos se inscriben
en los dispositivos institucionales, entendiendo que toda práctica educativa supone poner en
acto unos determinados modos de ejercicio del poder y, por lo tanto, se trata de analizar los
instrumentos y prácticas diversas a través de las cuales él poder, como voluntad y como
relación, produce sujetos.