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Construcción conceptual del enemigo en el Reporte de la Comisión sobre el 9/11

FRANCISCO DÍAZ-GRANADOS M.

Entre otros aportes de Reinhart Koselleck a la historia intelectual y social, está el esclarecer
las condiciones de posibilidad de historias diversas, tarea que encuadra en la disciplina que
llama Histórica1. Aterrizada esta perspectiva a la investigación histórica del evento que ha
dado en llamarse el 9/11, se entiende que se trata de un abordaje que renuncia a dar cuenta
del mismo como un gran relato coherente y se concentra en aquellos elementos susceptibles
de ser abordados atendiendo a sus múltiples aristas, por ejemplo, al peso del lenguaje en la
descripción y compresión histórica. En esta línea, el análisis de la manera y el lenguaje
mediante el cual se fueron construyendo las distintas interpretaciones de lo que sucedió esa
fecha es una muy útil vía de entrada, más si se delimita esta labor rastreando aquellos
conceptos coordinados asimétricos mediante los cuales un actor de primera línea: el gobierno
ultraconservador de George W. Bush, construyó al enemigo y, por esta vía, legitimó su
Guerra contra el Terror. Planteado como problema a ser trabajado por la historia conceptual,
la presente investigación estudia cómo este actor institucional se autodeterminó
lingüísticamente como una “comunidad de acción”, sobre la base de una estructura
semántica que generó conceptos contrarios asimétricos, esto como piso simbólico para la
construcción del enemigo y la justificación de las hostilidades y de las guerras que ya venía
diseñando. En otras palabras, se estudia mediante qué conceptos construyó el actor arriba
señalado un “nosotros” frente a un “ellos” y cómo instrumentó políticamente tales conceptos
como criterio de distinción y legitimación de las acciones bélicas a que ello dio lugar.

El abordaje que se propone se justifica en que la historia conceptual se presenta como


herramienta metodológica o, más precisamente, como una linterna que alumbra vías de
acceso, suministra categorías analíticas y enriquece la comprensión y encuadramiento de los
fenómenos históricos, toda vez que “la historia de las palabras sirve como acceso en tanto en
cuanto cada investigación pasa por la palabra que describe un contexto político-social

1
“Historia(s) e Histórica Reinhart Koselleck en conversación con Carsten Dutt”. Isegoría 29 (2003): 211-224,
211.
importante”, y en la medida en que los conceptos que denota, por su importancia y uso,
“permiten comprender [las] estructuras y el contexto de grandes acontecimientos”2. Como se
ve, en tal justificación del abordaje asumido y su inscripción y utilidad heurística es evidente
el peso que tiene el lenguaje en la descripción y comprensión del 9/11.

Responder a la pregunta de investigación implica entonces realizar la siguiente operación


historiográfica, que pauta los distintos momentos del presente acercamiento al tema,
componente modular de una investigación más amplia 3. En primer lugar, identificar el actor
objeto de estudio; en segundo lugar, delimitar el escenario histórico del 9/11; en tercer lugar,
rastrear en la fuente privilegiada –The 9/11 Commission Report. Final Report of the National
Commission on Terrorist Attacks Upon the United States, presentada por la National
Commission on Terrorist Attacks Upon the United States, en 2004– mediante qué conceptos
coordinados asimétricos construyó este actor institucional un “nosotros” frente a un “ellos”
y cómo instrumentó políticamente tales conceptos como criterio de distinción frente al otro.
Para ello, se identifican aquellos conceptos que cumplen con los cuatro criterios de
democratización, temporalización, ideologización y politización señalados por Reinhart
Koselleck como indicadores de portar la suficiente riqueza conceptual para extraer de ellos
su poder heurístico. Por último, se ofrecen unas conclusiones y se señalan las limitaciones y
retos del trabajo.

I. En cuanto al actor histórico objeto de estudio, autor de la fuente privilegiada: The 9/11
Commission Report, base documental de los análisis conceptuales, se trata de la National
Commission on Terrorist Attacks upon the United States. Conocida como la Comisión del
11-S, esta fue establecida por el gobierno de George W. Bush en noviembre de 2002 “para
preparar un recuento completo de las circunstancias que rodearon a los Atentados del 11 de

2
En “Un texto fundacional de Reinhart Koselleck. Introducción al ‘Diccionario’ histórico y conceptos político-
sociales básicos en lengua alemana”. Revista Anthropos, 223, 2009: 92-105, 99 y 93.
3
Se trata del trabajo final de la carrera de Historia, en el que se busca sustentar la tesis de que la disciplina de
la historia y en general las ciencias sociales están llamadas a asumir interdisciplinariamente la investigación
del 9/11.
septiembre de 2001”4. Presidida por Thomas Kean, exgobernador de Nueva Jersey, la
comisión la conformaron cinco demócratas y cinco republicanos, con la apariencia de ser una
instancia independiente de investigación. El informe estuvo basado en amplias entrevistas y
testimonios, muchos de los cuales se vino confirmando que fueron obtenidos mediante
tortura, mientras que muchos otros fueron omitidos, como los testimonios del cuerpo de
bomberos que hablan de explosiones en las Torres Gemelas, antes de su colapso, todo lo cual
documenta el Movimiento por la Verdad del 9/11 en su portal, de acceso abierto, es decir,
disponible a la investigación. Ahora bien, respecto de la autoría, en la crítica de fuentes ella
debe ser problematizada, toda vez que hubo notorios conflictos de intereses en su
conformación y en la redacción del documento final, empezando por el nombramiento de
Philip David Zelikow como director ejecutivo, cuya imparcialidad estuvo en entredicho
desde su nombramiento, por sus nexos claros en el pasado con la administración Bush 5.
Como precisa un análisis del Movimiento por la Verdad del 9/11 (9.11TRUTH.ORG):
“Zelikow is responsible for framing the agenda. He leads the research staff. He decides what
evidence the commission sees” 6.

II. Respecto del escenario histórico, aquello a lo que alude la fecha 9/11, da nombre al objeto
de estudio y es el referente de la fuente seleccionada, hay que señalar de entrada que tiene
dos caras: una de carácter extralingüístico factual incierto y otra de carácter lingüístico muy
complejo 7, evidentes en las disputas por la verdad del 9/11, con dos narrativas principales
enfrentadas en la determinación de lo ocurrido. Pero antes de describir estos dos escenarios

4
National Commission on Terrorist Attacks Upon the United States. Final Report of the National Commission
on Terrorist Attacks Upon the United States. Washington: Government Printing Office, 2004. En línea:
https://www.9-11commission.gov/: 2004.
5
Tomo esta información de una reseña de la obra de Philip Shenon The Commission. The Uncensored History
of the 9/11 Commission (Twelve, 2008), en Evan Thomas, “Tragicomic Tale of the 9/11 Report”. The New
York Times, BOOKS OF THE TIMES, 4-2-2008.
6
911TRUTH.ORG. “The Condoleezza Rice-Philip Zelikow Connection: The Kean Commission and its Conflicts
of Interest”. May 25, 2004. http://911truth.org/rice-zelikow-connection-kean-commission-conflicts-of-
interest/
7
Este abordaje se funda en una precisión de R. Koselleck, según la cual toda “clarificación histórica de los
conceptos que se usan en cada momento tiene que recurrir no solo a la historia de la lengua, sino a datos de la
historia social, pues cualquier semántica tiene que ver, como tal, con contenidos extralingüísticos”. En
“Historia conceptual e historia social”, Futuro/pasado. Para una semántica de los tiempos históricos.
Barcelona: Paidós, 1993.
de la historia conceptual del 9/11, es preciso no perder de vista que ellos se inscriben en el
mundo geopolítico del fin de la Guerra Fría. Para ello, permítaseme traer una cita extensa de
Jacques Derrida que viene en la obra de Giovanna Borradori Diálogos con Jurgen Habermas
y Jacques Derrida. La filosofía en época de terror8, en el aparte de entrevistas a estos dos
filósofos. Allí señalaba el francés “un hecho de bulto que determina el horizonte del ‘mundo’
desde lo que se conoce como el fin de la Guerra Fría […] [y es que] lo que podemos llamar
el orden mundial, con su relativa y precaria estabilidad, depende ampliamente de la solidez
y confiabilidad, es decir, del crédito del poderío norteamericano [estadounidense]. Y ello en
todos los planos: económico, técnico, militar, mediático, incluso en el de la lógica discursiva
de la axiomática que sostiene mundialmente la retórica jurídica o diplomática y, por
consiguiente, el Derecho Internacional, por más que los Estados Unidos lo violen sin dejar
de presentarse como sus máximos defensores”. Acá hay que entender por “crédito” tanto la
credibilidad como el cheque en blanco que se le gira. En la cita, el énfasis agregado en itálicas
es mío, para señalar además su clara articulación con el segundo de los dos escenarios que
paso a describir.

Sobre el escenario extralingüístico, aunque existe una narrativa oficial y mediática con
pretensiones hegemónicas, hay que precisar que aún se disputa el establecimiento factual de
lo ocurrido esa fecha en Estados Unidos y los responsables últimos del colapso de los
edificios 1, 2 y 7 del complejo World Trade Center, conocidos como “Torres Gemelas” y
WTC-79. Como debe quedar claro en la demarcación de la contranarrativa del Movimiento
por la Verdad del 9/11 (9.11TRUTH.ORG), la descripción del escenario que ofrece la narrativa
oficial ya es insostenible, vistas las constataciones a que ha llegado este movimiento, que se
presentan más abajo. Por tanto, como acá la intención no es establecer hechos, sino mostrar
las operaciones semánticas y el uso político de la narrativa oficial, es el escenario lingüístico
el que alumbra tales incertidumbres y hace esencial demarcar lo mejor posible estas disputas
por la verdad.

Sobre la narrativa oficial que consolida el Informe de la Comisión del 9/11, distribuida y
reformulada por diferentes medios a la opinión pública y comunidades de interés, se sintetiza

8
Madrid: Taurus, 2013.
9
Por razones de espacio, se dejan de lado las problematizaciones de lo que se dice que sucedió con el edificio
del Pentágono y los otros vuelos implicados.
así: en una hora, en la mañana del 11 de septiembre de 2001, el mundo cambió para siempre
cuando 19 hombres vinculados con el grupo extremista al Qaeda, dirigidos por Osama bin
Laden, abordaron cuatro aviones con el propósito de secuestrarlos y usarlos como armas para
destruir en Nueva York el complejo de edificios del World Trade Center y, en el estado
de Virginia, el edificio del Pentágono, sede del Departamento de Defensa de los Estados
Unidos. A causa de los ataques, las Torres Gemelas colapsaron finalmente debido a los daños
causados por los impactos y los incendios subsiguientes.

Este relato, citado muy sucintamente, desató objeciones desde la destrucción misma de las
Torres Gemelas, planteadas por grupos de arquitectos e ingenieros, extrañados por la forma
como se explicó la casi pulverización en caída libre de estos dos rascacielos, junto con la de
un tercero: el WTC-7, el cual no recibió impacto de ningún avión y sin embargo su
destrucción completa no fue explicada por el Informe, que ni siquiera la menciona10. En lo
que concierne específicamente a la destrucción de esta torre, este es el evento que más
suspicacias causa y más hallazgos ha recabado, al punto que ya es un símbolo de las disputas
por la verdad del 9/11. Así, por ejemplo, en su aniversario 13, los Arquitectos & Ingenieros
por la Verdad del 9/11, pioneros en la conformación del 9.11TRUTH.ORG, recaudaron fondos
en sus portales y crearon uno específico (Rethik911.org), desde donde hicieron campaña para
llamar la atención en lugares públicos sobre este evento preciso, con pancartas publicitarias
donde se leía: “¿Sabía usted que una tercera torre cayó el 9/11? El edificio 7 del Word Trade
Center no fue impactado por ningún avión y colapsó en caída libre 7 horas después de la
Torres Gemelas”11.

Ahora bien, la magnitud del colapso la ilustraba la página Rethik911.org en un documento


visual titulado “The Official ReThink911 Video”. En este se explica técnicamente en qué

10
A propósito de estas y otras preguntas que el informe permite plantear, vino en 2004 la conformación del
Movimiento por la Verdad del 9/11 (911Truth.org), que aglutina distintas organizaciones de la sociedad civil,
entre las que se destacan, por su activismo, la de los Arquitectos e Ingenieros y la de los Académicos, si bien
estas trabajan cooperativamente con organizaciones de bomberos, de abogados, grupos de hispanos, entre otras
que usan la Web para difundir sus propias indagaciones y campañas.
11
Los análisis de la demolición del Edificio 7 se hallan en la página web de la AE911truth.org,
https://www.ae911truth.org/evidence/free-fall-acceleratio. El video, acá:
https://www.youtube.com/watch?v=rNR6Kbg5jJ8
consiste una caída libre, como la que se dio con el WTC-7 en 6,5 segundos12, para cuestionar
las inconsistencias, omisiones y demás fallas de la versión oficial del National Institute of
Standards & Tecnology (NIST), de 2008, que adjudicaba el derrumbe a “incendios
alimentados por muebles de oficina”. En el video, los expertos señalan la imposibilidad de
que cualquier incendio derrita el acero, como efectivamente se derritió –y es visible en los
videos del colapso de las dos Torres Gemelas–, sin contar con que gran parte de la evidencia
que cualquier estudio rutinario habría debido incluir fue omitida en el “Reporte final sobre el
colapso del WTC7” de la NIST. En conclusión, como afirma Linn Margulis, Ph.D., profesora
de la Universidad de Massachusetts, Medalla Nacional a la Ciencia 1999, “la hipótesis más
obvia para cualquiera que vea la filmación [de la caída del WTC-7] es que el edificio se
desplomó a causa de una demolición controlada muy cuidadosa, con explosivos de alto poder
que fueron colocados semanas, sino meses, antes” (minuto 3:50 a 4:5).

Resumiendo, tenemos un escenario de dos narrativas, que se expresa en términos políticos y


técnicos, mediante estrategias retóricas y por medios diversos, tanto escritos como visuales.
Por el lado oficial, además de la obra que consolida la versión, esta se refuerza mediante un
ejercicio de memorialización y se difunde por el sistema cultural y de medios, por prensa, en
portales web, la cinematografía, y canales de difusión “científica” de televisión y streaming
como NGO y History Channel, etc.; por el lado del Architects & Engineers for 9/11 Truth
(hoy AE911Truth), su portal aloja documentación principalmente científica para cumplir,
según enfatiza, con la misión de “establecer la verdad acerca de los eventos del 11 de
septiembre de 2001”, adelantando investigaciones y educando al público respecto de la
evidencia científica relacionada con la destrucción de las torres del WTC
(https://www.ae911truth.org/mission). Para ello, el portal ha construido un archivo digital
enorme cuya descripción tomaría más del espacio disponible, que se cita acá apenas como
referente de la contranarrativa.

12
Para que el lector colombiano pueda hacerse una idea de la magnitud del edificio, este medía 100 m en la
fachada al complejo WTC, 80 en la contrafachada, 40 m de fondo y 47 pisos de altura, esto es,
aproximadamente, cinco veces el edificio Colpatria de la calle 26 con carrera 7, en Bogotá, pero tres veces por
dos por cada lado, más dos de fondo.
III. En lo que sigue, quiero mostrar la manera como la narrativa del Reporte de la National
Commission on Terrorist Attacks upon the United States construyó un “nosotros” frente a un
“ellos” e instrumentó políticamente los conceptos de islam y terrorismo, así conjugados,
como criterio de distinción frente al otro que se calificó de enemigo hostil. De entrada, lo
más notorio es que estos conceptos se estructuran semánticamente de modo asimétrico de la
misma manera como lo han hecho históricamente los conceptos contrarios de ‘bárbaro’ e
‘infiel’/‘civilizado’ y ‘cristiano’, hasta desembocar en la construcción del enemigo
‘musulmán terrorista’, cuyos actos se vinieron catalogando de inhumanos 13. De este modo,
con este estigma y nuevos nombres, se repetía aquello que por siglos estructuró
semánticamente la experiencia de los helenos y cristianos y su relación con las poblaciones
así excluidas. En el Informe, la alusión a los “ataques terroristas” es constante, comenzando
por el nombre de la Comisión, que los da por sentado, con lo cual solo restaba determinar a
los terroristas, a los que se asimiló con el grupo extremista al Qaeda, dirigido por Osama bin
Laden, que el Informe presenta como líder de una facción fundamentalista de la religión
islámica. Dejando de lado otras de sus conclusiones14, el análisis conceptual devela que el
relato y toda la narrativa oficial del 9/11 se estructuran semánticamente a partir de un
‘nosotros, las víctimas’ del mundo libre asediado y un ‘ellos, los fanáticos islamistas
inhumanos’, y lo hace señalando los pasos que habrían conducido a los ataques y mediante
la caracterización de los actores, desde los capítulos “‘We have some plans’”, “The
foundation of the new terrorism”, hasta el relato de la manera como evolucionó el
contraterrorismo (cap. 3) y se dice que se tejieron las redes terroristas (cap. 7) que ejecutaron
el plan. (Nótese de paso, según han señalado muchos analistas, que esta es también una
narrativa de la conspiración.) Y la carga de inhumanidad resulta reforzada narrativa y
retóricamente con el señalamiento de los males causados y la listas de víctimas suministrada
por el Informe y escenificadas en la obra de memoralización del 9/11 MEMORIAL15. La

13
Al respecto, en el punto IV de su texto “sobre la semántica histórico-política de los conceptos contrarios
asimétricos”, en Futuro/Pasado, Koselleck señala una peculiaridad de esta operación de deshumanización,
consistente en que con ello se abandona el criterio inclusivo y universal de los conceptos, como presupuesto
de los dualismos, de modo que la humanidad, hasta ahora inmanente a todos los dualismos, adquiere otra
cualidad “tan pronto como pasa a formar parte de la argumentación como magnitud política de referencia”
(Barcelona: Paidós, 1993, pp. 236 y ss.).
14
Como el manejo de la crisis, las responsabilidades de los cuerpos de seguridad, por las fallas que impidieron
la defensa, entre otras.
15
9/11 Memorial. A Place of remembrance. Washington: National Geographic, 2015.
indignación refuerza la hostilidad. De esta manera, todo el Informe puede y debe leerse como
una construcción del enemigo, paso a paso, en la cual el concepto ‘musulmán terrorista’, en
todos sus ropajes, se inserta naturalizado, en una narrativa en la que el pueblo libre de EE.UU.
es la víctima a la que no le quedaba otra salida que la retaliación (caps. 10 a 13), puesto que
su libertad y su democracia se habían visto lesionadas.

En este punto, Edward Said ya había demostrado cómo se construye la estereotipación y


caricaturización del musulmán y del islam16, línea que sigue el Informe, de lo que se colige
que el concepto ‘terrorista islámico’ aspira a ser universal y se carga ideológicamente. Así,
en el título “Bin Ladin’s appeal in the islamic Word” del Informe (p. 48), este traza el perfil
del enemigo que ha lanzado una guerra contra los ideales democráticos sobre la base de
“ideas excéntricas y violentas”, y resume la génesis del extremismo religioso 17. En este
punto, es clave una constatación, y es que el Informe construye el enemigo ‘musulmán
terrorista’ relatando la forma como se dice que Osama bin Laden construyó su enemigo, en
su afán –se dice– por congregar a la causa extremista el mayor número de fieles. Así se apela
al concepto de víctima, se magnifica la inhumanidad del terrorista (enemigo) y se radicaliza
la hostilidad. Fijar como culpable al fanático terrorista islámico facilitó la generalización del
concepto al orbe musulmán a través del aparato mediático, en formatos de libro impreso y
digital, de televisión, de prensa impresa, audiovisual (cine y documental), y por lo medios
institucionales diplomático y militar (Departamento de Estado, Sistema de Seguridad
Nacional…). Y tal construcción del enemigo, junto con la generación de exclusión y de
hostilidad, fueron una precondición de la legitimación de un estado de excepción en el orden
internacional propicio a futuras acciones bélicas en todo el orbe, empezando por las que
ejecutó enseguida en Afganistán e Irak, Libia, Siria, y fue el argumento de validación
incontestable del constreñimiento de las libertades civiles que trajo el Patriot Act.

Como se ve, hasta ahora se ha podido identificar en qué contextos aparece el concepto18, con
qué otros términos está ligado –ya sea como su complemento o como su opuesto–, quién lo

16
Puntualmente, en los capítulos “El islam y Occidente” y “Guerra santa” de Cubriendo el Islam [1981].
Barcelona: Debate, 2005.
17
Otro punto de análisis y refutación, que los historiadores están llamados a asumir.
18
Utilizo acá la lista de preguntas que en su momento el maestro Francisco Ortega propuso en el seminario
teórico “Historia intelectual y cultura política. Discursos, lenguajes y conceptos”, como pauta de control del
análisis conceptual.
emplea y con qué propósitos, con lo que se prueba que el concepto contrario asimétrico
‘musulmán terrorista’ cumple los criterios de ideologización 19 y politización señalados por
Reinhart Koselleck como indicadores de portar la suficiente riqueza conceptual para extraer
de ellos su poder heurístico, en términos de los modos como se construye el enemigo. Pero
aún falta mirar si este concepto resulta lo suficientemente abierto (democrático), como para
ser disputado y si se temporaliza, al punto de captar y condensar la experiencia histórica y de
articular las redes semánticas más amplias, es decir, de dar cuenta de las significaciones
disputadas. Por ello es necesario indagar hasta qué punto era común el uso del término, si su
sentido era objeto de discusión, cuál era el espectro social de uso –junto con el valor del
término dentro de la estructura del lenguaje político y social de la época–, en qué contextos
apareció y a quién se dirige la Comisión cuando señala al ‘terrorista islámico’ como autor de
los atentados al “país de la libertad”.

En cuanto a la primera indagación: hasta qué punto era común el uso del término, en la
asimilación del islam con el terrorismo –aunque la Guerra contra el Terror que siguió al 9/11
se sirve profusamente del concepto, cuidándose, no obstante, de que el término terrorismo
fuera lo suficientemente difuso como para ser aplicado en cualquier lugar y a cualquier grupo
al que se quisiera construir como enemigo–, desde la década de 1970 del siglo XX las
acciones del Ejército para la Liberación de Palestina compartían anatemas con las de grupos
terroristas europeos, como la Rote Armee Fraktión en Alemania Federal o las Brigate Rosse
en Italia. Esto para decir que la asimilación exclusiva del terrorista con el islam es un
fenómeno posterior a la caída del muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética,
cuando la geopolítica de Occidente tuvo que buscar un nuevo enemigo. No obstante, ello no
quiere decir que el concepto hubiera circulado sin ser discutido, empezando por la tarea de
esclarecimiento que ya en los años 80 y 90 realizaban críticos del injerencismo noratlántico,
como Noam Chomsky, o los análisis de Edward Said del modo como Occidente vino
construyendo un Oriente a la medida de sus intereses, en obras como Orientalismo, la arriba
citada Cubriendo el Islam, y Cultura e imperialismo, de la que cito un pasaje muy ilustrativo:

19
En la ideología, entendida como discurso político de un grupo de poder o con aspiraciones a él, el concepto
aparece como incuestionado e incuestionable, adopta la apariencia de estar cerrado, pero no está cerrado, sino
lo parece, en su capacidad de anclarse en un más allá de la historia. Ningún vocablo o concepto político va más
allá de la polémica ni logra plenitud semántica alguna, aspiración política que en la práctica resulta incompleta
[Notas de clase].
“hubo una época en la cual apenas podían analizarse (en el espacio público proporcionado
por el debate internacional) conflictos políticos en los que se viesen envueltos suníes y chiítas
sin tener que recurrir a las categorías [o conceptos] e imágenes de ‘terrorismo’ y
‘fundamentalismo’, procedentes íntegramente de las preocupaciones y centros intelectuales
de núcleos metropolitanos como Washington o Londres. Se presentaban como figuras
pavorosas carentes de contenidos diferenciales o definiciones, pero capaces de dar poder
moral y aprobación a quienes las utiliza[ba]n”20. Acá, glosar este comentario sería repetir lo
dicho hasta ahora, aparte de señalar que solo quedaba fijar conceptualmente
‘fundamentalista’ con ‘islam’, como hará Occidente desde la Guerra del Golfo, con Bush
padre de presidente. Otro lugar de discusión del concepto vino cuando se empezó a cuestionar
las narrativas y a generarse una tercera, no trabajada acá, que yo llamo la versión Chomsky
del 9/11, según la cual los ataques terroristas islámicos fueron fruto del terrorismo de Estado
y, puntualmente, del estadounidense 21, de modo que todo el 9/11 habría que leerlo como una
consecuencia de o retaliación por la geopolítica terrorista de este país en todo el orbe. Por
tanto, finalmente, lo anterior aclara en qué contextos aparece el concepto estudiado y a quién
se dirige la Comisión cuando señala al terrorista islámico como autor de los atentados.

IV. Antes de pasar a las conclusiones, hay que señalar al menos dos limitaciones del presente
trabajo, ligadas a varios escollos por los que atraviesa todo abordaje del 9/11. La primera
limitación tiene que ver con el tema de la representatividad de la fuente privilegiada, pues el
Informe es apenas una, entre las ene mil fuentes en las que se ha de validar el análisis del
concepto, además que el tema comporta un problema de Big Data a la hora de organizar y
archivar la gigantesca masa de información. Este asunto, que será tratado a fondo en el trabajo
final de grado, debe inscribirse metodológicamente en las humanidades digitales y la historia
digital, con su larga trayectoria en el manejo de este tipo de problemas de información. Otra
limitación viene de que el evento 9/11 constituye un riquísimo campo historiográfico de
trabajo, como problema de investigación que no se agota en la historia conceptual y la
delimitación de las narrativas enfrentadas. Por ello hay que estudiarlo en sus distintas

20
Barcelona: Anagrama, 1996, pp. 476-77.
21
Esta versión viene en múltiples entrevistas que se compilan en la obra 11/09/2001. Barcelona: RBA Libros,
2001.
derivaciones temáticas y posibles enfoques, planos temporales, asuntos conexos,
subdisciplinas, todo lo cual da para más que un trabajo como el que se presentan acá. El tema
está abierto a que los historiadores se decidan a trabajarlo, pues casi todo está por hacerse, y
se precisa establecer siquiera provisionalmente sus vías de entrada, como esta que
proporciona la historia conceptual. No obstante, evidentemente la labor no puede ser
acometida por una sola persona y exige el trabajo interdisciplinario, lo cual no es óbice para
ir marcando nortes y adelantando la labor.

De lo expuesto, se pueden sintetizar ya cuatro conclusiones. La primera, que efectivamente


la historia conceptual es una herramienta idónea para contestar la pregunta de investigación
e investigar muchos otros aspectos del 9/11; segundo, que la versión oficial rastreada en The
9/11 Commission Report. Final Report of the National Commission on Terrorist Attacks
Upon the United States construyó un “nosotros” frente a un “ellos” e instrumentó
políticamente los conceptos de islam y terrorismo, así conjugados, como criterio de distinción
frente al otro que se calificó de enemigo hostil; además, como aspecto notorio, estos
conceptos los estructuró semánticamente de modo asimétrico de la misma manera como se
ha hecho históricamente con los conceptos contrarios de ‘bárbaro’ e ‘infiel’/‘civilizado’ y
‘cristiano’; en tercer lugar, como ya venía siendo naturalizado el concepto de ‘musulmán
terrorista’ –lo que no constituía ninguna novedad–, el aparato mediático y la escenificación
que provee el relato sí terminaron reforzando el concepto y la hostilidad. Esta operación
discursiva (susceptible de ser estudiada por la textolingüística) desembocó en la construcción
del enemigo ‘musulmán terrorista’, cuyos actos se vinieron catalogando de inhumanos, y
justificó las intervenciones militares a los pueblos así construidos; por último, en algo se
alcanzó a evidenciar el enorme campo de investigación que constituye el 9/11 y la necesidad
de ir organizando al menos el doble archivo que se escogió como escenario del análisis
conceptual, sin que ello signifique que sean los únicos, aunque sí los más ricos y sugerentes.

Referencias

FUENTE PRIMARIA

National Commission on Terrorist Attacks Upon the United States. The 9/11 Commission
Report. Final Report of the National Commission on Terrorist Attacks Upon the
United States. Washington, Government Printing Office, 2004 En línea:
https://www.9-11commission.gov/report/911Report.pdf

LIBROS Y ARTÍCULOS

9/11 Memorial. A Place of remembrance. Washington: National Geographic, 2015.

Borradori, Giovanna. Diálogos con Jurgen Habermas y Jacques Derrida. La filosofía en


época de terror. Madrid: Taurus, 2013.

Chomsky, Noam. 11/09/2001. Barcelona: RBA Libros, 2001.

Koselleck, Reinhart. “Conceptos de enemigo”, en Historias de conceptos. Estudios sobre


semántica y pragmática del lenguaje político y social. Madrid: Trotta, 2012.

Koselleck, Reinhart. “Un texto fundacional de Reinhart Koselleck. Introducción al


‘Diccionario’ histórico y conceptos político-sociales básicos en lengua alemana”.
Revista Anthropos, 223, 2009: 92-105.

Koselleck, Reinhart. “Historia(s) e Histórica Reinhart Koselleck en conversación con Carsten


Dutt”. Isegoría, 29 (2003) pp. 211-224, 211.

Koselleck, Reinhart. “Historia conceptual e historia social” / “Sobre la semántica histórico-


política de los conceptos contrarios asimétricos”, en Futuro/pasado. Para una
semántica de los tiempos históricos. Barcelona: Paidós, 1993.

Said, Edward. Cubriendo el Islam. Barcelona: Debate, 2005.

Said, Edward. Cultura e imperialismo. Barcelona: Anagrama, 1996.

PORTAL WEB

AE911truth.org

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