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Páginas: 585-600
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Contenidos
1. Introducción.
2. Reglas comunes a la ejecución de penas y medidas de seguridad.
3. Ejecución de las sentencias condenatorias.
4. Ejecución de las medidas de seguridad.
4.1. Lugar de ejecución de las medidas.
4.2. Formas, condiciones y duración de las medidas de seguridad.
4.3. Control de la ejecución de las medidas de seguridad.
4.4. Condenado que cae en enajenación mental.
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1. Introducción
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Conforme al artículo 467 del Código Procesal Penal, la ejecución de las sentencias penales
debe efectuarse de acuerdo con las normas del párrafo 2º del Título VIII del Libro IV del CPP y
con las establecidas en el Código Penal y demás leyes especiales. En general, estas normas
regulan aspectos generales sobre el cumplimiento de las penas o medidas de seguridad
impuestas en la sentencia, según la clase o naturaleza de las mismas. Especial importancia
tiene la ejecución de las penas privativas de libertad, pues se trata de la pena más grave y
frecuente que contempla el ordenamiento punitivo chileno. Por ello, nos parece oportuno y
relevante efectuar algunas reflexiones previas en torno a la regulación de esta materia.
La legislación penitenciaria somete a sus normas tanto a los detenidos, a las personas sujetas a
prisión preventiva, como a los sentenciados a penas privativas de libertad o sustitutivas de ellas.
1 Sin embargo, existe una importante diferencia entre los diferentes estatus jurídicos de cada
uno de ellos. Con relación a los detenidos y presos preventivos existe una regulación legal
bastante estricta en el Código Procesal Penal, el que contempla diversos medios para reclamar
la tutela jurisdiccional en caso de ilegalidad o abuso. 2 En cambio, respecto de las personas
con-Page 586denadas a penas privativas de libertad, la fuente de la regulación tiene rango
reglamentario, infringiéndose el principio de legalidad en la ejecución penal, 3 los mecanismos
jurisdiccionales y administrativos existentes son insuficientes para la adecuada protección
jurídica de los derechos que no han sido afectados por la pena o la medida de seguridad, como
examinaremos más adelante.
En efecto, esta materia ha estado siempre regulada, en lo esencial, por reglamentos, por
expresa disposición de la ley. 4 Y ello no obstante que el artículo 80 inciso 1º del Código Penal
expresa que "no puede ser ejecutada pena alguna en otra forma que la prescrita por la ley, ni
con otras circunstancias o accidentes que los expresados en su texto". En efecto, primero se
dictó un reglamento que rigió ininterrumpidamente entre 1928 y 1992; después otro que estuvo
vigente entre 1992 y 1998 5 y, finalmente, está el Decreto Nº 518, de 21 de agosto de 1998, que
se encuentra actualmente vigente. En efecto, la ley ha delegado a la potestad reglamentaria la
regulación del cumplimiento de las penas privativas de libertad, de los castigos disciplinarios, de
la naturaleza, tiempo y demás circunstancias de los trabajos, de las relaciones de los penados
con otras personas, de los socorros que pueden recibir y del régimen alimenticio
(art. 80 inciso 2º CP).
Por su parte, el artículo 2º RP señala expresamente que será principio rector de la actividad
penitenciaria "el antecedente que el interno se encuentra en una relación de derecho público
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con el Estado, de manera que fuera de los derechos perdidos o limitados por su detención,
prisión preventiva o condena, su condición jurídica es idéntica a la de los ciudadanos libres", y
así plantea que "la Administración Penitenciaria procurará la realización efectiva de los
derechos humanos compatibles con la condición del interno" (art. 5º RP ). Y por otra parte,
prohíbe las torturas, tratos crueles, inhumanos y degradantes, de palabra o de obra, y establece
que los internos no serán objeto de rigores innecesarios (art. 6º RP y art. 15 de la Ley Orgánica
de Gendarmería de Chile).
Con relación al derecho básico de respetar la dignidad humana, las condiciones de vida en las
cárceles chilenas distan mucho de conferir un trato digno a los reclusos. La situación altamente
deficiente en este ámbito no sólo responde a la falta de consideración de este tema en la
agenda pública -con alguna excepción en el año 1991, a la que haremos alusión más adelante-
sino también a la fuerte presión punitiva que los problemas de inseguridad ciudadana producen
en el sistema de justicia criminal y, dentro de éste, en la institución penitenciaria.
Así, durante la última década del régimen militar se produjo un crecimiento explosivo de la
población privada de libertad, especialmente en el ámbito de las detenciones. El gobierno
democrático enfrentó este problema y durante una primera etapa se produjeron reducciones
significativas, probablemente atribuiblesPage 588 a la dictación de normas que mejoraron
algunas garantías procesales. Sin embargo, con posterioridad se retornó a un aumento, aunque
más moderado, de la población privada de libertad, constituyendo el encarcelamiento y el
permanente estado crítico del sistema penitenciario las formas habituales y prácticamente
únicas de afrontar la situación de alta inseguridad subjetiva que produce el problema de la
delincuencia y su manejo mediático. 7 Al hacinamiento carcelario, la falta de higiene, las
condiciones infrahumanas de vida, la ausencia de programas de reinserción social se ha
añadido la ausencia de instancias jurisdiccionales efectivas ante las cuales plantear sus
reclamaciones, incluso frente a las actuaciones de la administración penitenciaria.
Sólo recién en 1991, y con ocasión de un conjunto de hechos problemáticos ocurridos en los
recintos penales, la Cámara de Diputados creó una Comisión Especial para investigar y emitir
un informe acerca de la situación penitenciaria nacional y, además, para proponer políticas de
superación de los problemas críticos del mismo. El informe que emitió dicha Comisión, 8 y que
podríamos designar como el primer planteamiento de política penitenciaria basado en un
diagnóstico serio y global de la realidad de las cárceles chilenas, identificó las siguientes
grandes dificultades en esta área: altos índices de hacinamiento (más del doble de la capacidad
de todos los centros penitenciarios, y en algún caso más de 6 veces la capacidad del respectivo
centro carcelario), un importante déficit de personal penitenciario, y, especialmente, la
inexistencia de un cuerpo legal que regulase todo lo relacionado con la ejecución de las penas
y de los pro-Page 589cedimientos jurisdiccionales para tutelar el respeto de los derechos de los
penados y controlar la aplicación de las normas penitenciarias. Sin embargo, ningún esfuerzo
serio se hizo por implementar las propuestas sugeridas por la Comisión y la crisis penitenciaria
no ha hecho sino agudizarse año tras año.
Como hemos señalado repetidamente, no existe en Chile una ley que regule de modo orgánico
y unitario todas la materias relacionadas con la ejecución de penas y medidas de seguridad. Lo
que tenemos es una legislación fragmentaria, dispersa, no exenta de contradicciones, y en que
importantes materias, por su incidencia sobre los derechos y garantías del recluso (como el
En efecto, el artículo 9º RP establece que los internos podrán dirigirse a las autoridades
competentes y formular las reclamaciones y peticiones pertinentes, a través de los recursos
legales. También podrán presentar a las autoridades penitenciarias peticiones y quejas relativas
a su tratamiento o al régimen del establecimiento. Y ¿cuál es el procedimiento administrativo
establecido para ejercer este derecho? De acuerdo con lo señalado en el art. 58 RP , las
peticiones o reclamaciones deben realizarse en forma individual, verbalmente o por escrito,
debiendo ser necesariamente cursadas y contestadas por escrito o verbalmente por el alcaide
en las audiencias que conceda. Se establece que en ningún caso el encargado de su recepción
podrá negarse a recibirlas o a tramitar las peticiones. Y eso es todo. Cabe suponer que si la
reclamación es grave y afecta a personal de Gendarmería, se podrá disponer la instrucción de
un sumario o una investigación sumaria para la aplicación de las medidas disciplinarias que
correspondan. Es importante señalar que se considera falta leve el hecho de formular
reclamaciones relativas a la internación sin hacer uso de los medios reglamentarios o
establecidos en disposiciones internas del establecimiento (art. 80 letra h) RP ).
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autoridad penitenciaria la que resuelva sobre reclamaciones dirigidas en contra de ella misma,
por la falta de cumplimiento de sus obligaciones o por abusos cometidos por su personal. Por lo
demás, los internos se enfrentan ante la propia autoridad que controla prácticamente todos los
aspectos de su vida, circunstancia que los puede inhibir de presentar sus quejas ante el temor a
represalias o abusos. En el ámbito jurisdiccional sólo existen las acciones constitucionales de
amparo y protección para reclamar la vulneración de los derechos que no han sido afectados
por la pena. Sin embargo, recientes investigaciones han mostrado el escaso impacto que ellas
han tenido en la protección jurídica de las personas que cumplen condenas en los centros
penitenciarios del país. 11 Por otro lado, y aunque el juez del crimen del antiguo sistema tenía
competencia para controlar la ejecución de las sentencias penales, tal función se limitaba a
despachar los oficios a las autoridades correspondientes para el cumplimiento total de las
mismas. 12 Dicha circunstancia hace temer que, por el exceso de atribuciones que le confiere la
ley, el juez de garantía se limite a cumplir con los deberes que le impone en los términos
señalados en el párrafo 2º del Título VIII, del Libro IV CPP. Las actuaciones que desarrollen el
ministerio público y los defensores en esta etapa constituyen la clave para comprobar un cambio
sustancial en esta materia.
Frente a la ausencia de un tribunal con competencia exclusiva para conocer de los asuntos que
se promuevan con ocasión de la ejecución de penas y medidas de seguridad, el legislador
decidió atribuir competencia en este ámbito al juez de garantía. La amplia competencia de los
jueces de garantía en la actualidad impide valorar positivamente la decisión legislativa, por las
razones que hemos expresado precedentemente, aunque entendemos que ella ha sido
provisional, mientras no se creen tribunales especializados. 16
Hallándose firme, el tribunal deberá decretar una a una todas las diligencias y comunicaciones
que correspondan a los organismos públicos o autoridades que deban intervenir en el
cumplimiento total del fallo. El Código distingue, para estos efectos, según la naturaleza de las
penas impuestas en la sentencia.
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a. Tratándose de una pena privativa de libertad , el tribunal deberá remitir una copia de la
sentencia, con el atestado de hallarse firme, al establecimiento penitenciario
correspondiente, dando orden de ingreso. Si el condenado se encuentra en libertad,
deberá ordenar inmediatamente su aprehensión y, una vez efectuada, procederá conforme
a la regla anterior (art. 468 CPP ).
Las cosas corporales muebles incautadas o retenidas, pero no decomisadas y que no hubieren
sido reclamadas por su legítimo titular tras a lo menos seis meses desde la fecha en que la
sentencia se encuentre firme, serán vendidas en pública subasta por el administrador del
tribunal previo acuerdo del comité de jueces. Los remates podrán efectuarse dos veces al año.
El producto de los remates, así como los dineros y valores retenidos y no decomisados se
destinarán a la Corporación Administrativa del Poder Judicial. Si se hubiere decretado el
sobreseimiento temporal o la suspensión condicional del procedimiento, el plazo para la
subasta será de un año (art. 470 CPP ).
La ley establece, además, que en el mes de junio de cada año, los tribunales con competencia
en materia criminal presentarán a la respectiva Corte de Apelaciones un informe detallado sobre
el destino dado a las especies que hubieren sido puestas a disposición del tribunal (art. 472
CPP ).
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Los principios de necesidad y proporcionalidad son recogidos con ocasión de la duración de las
medidas de seguridad. El inciso 1º del artículo 481 CPP expresa que ellas sólo podrán durar
mientras subsistan las condiciones que las hayan hecho necesarias, y en ningún caso podrán
extenderse más allá de la sanción restrictiva o privativa de libertad que hubiere podido
imponérsele o del tiempo que corresponda a la pena mínima probable, la que será indicada por
el tribunal en su fallo. La ley señala que se entenderá por pena mínima probable, para estos
efectos, el tiempo mínimo de privación o restricción de libertad que ley prescriba para el delito o
delitos por los cuales se haya dirigido el procedimiento en contra del sujeto enajenado mental,
formalizando la investigación o acusado, según corresponda. Algunos autores, aunque críticos
de las medidas de seguridad indeterminadas, consideran que debe prevalecer una
proporcionalidad más flexible, cuyos referentes sean, además del hecho cometido, los hechos
que sea previsible que el sujeto pueda cometer, todo ello a través de una valoración global. 25
Esto determinaría que, en algunos casos justificados por razones preventivo-especiales, la
medida pudiera extenderse más allá del límite dado por la pena.
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conferir a la defensoría penal pública. 27 Sin embargo, y en virtud del artículo 466 CPP , nada
obsta a que sea el defensor quien efectúe las correspondientes solicitudes ante el juez de
garantía a favor de su representado.
La ley se remite a las disposiciones del párrafo 4º del Título VIII del Libro IV CPP para la
ejecución de la medida de seguridad que se imponga en este caso.
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[2] Vid. arts. 95 y 150 CPP, y especialmente, su inciso final; también t. I, cap. VI, A.3.6. y 4.8.
[3] Vid. MERA (J.), "Adecuación del derecho penal chileno al derecho internacional de los
derechos humanos", en Sistema Jurídico y Derechos Humanos , Cuadernos de Análisis
Jurídico, serie especial Nº 6, Santiago, 1996, pp. 390 y ss.
[5] Un examen de las ideas matrices y las críticas dirigidas a ambos Reglamentos, puede verse
en JIMENEZ (M.A.), "Consideraciones criminológicas en torno al nuevo Reglamento
Penitenciario", en Revista de Ciencias Penales, tomo XL Nº 1, 1990-1993, pp. 76 y ss.
[6] También están las "Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos", de 1955, o los
"Principios para la protección de todas las personas sometidas a cualquier forma de detención o
prisión", de 1988, aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas.
mismo (comp.), Justicia penal y seguridad ciudadana (contactos y conflictos), Ed. Mediterránea,
Córdoba, 2000, pp. 19 y ss. Un análisis actual de la relación entre medios de comunicación,
sistema penal e inseguridad ciudadana fue realizado por el Centro de Estudios en Seguridad
Ciudadana (INAP, U. de Chile); cfr. DASTRES (C.), "Cómo muestran los medios el sistema
penitenciario?", en Boletín del Ministerio de Justicia Nos. 4-5, 2003, pp. 73 y ss.
[9] Así quedó en evidencia en la discusión generada en el Seminario Internacional sobre "La
protección jurídica en el ámbito penitenciario", patrocinado por la GTZ, el Ministerio de Justicia y
la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, realizado los días 21 y 22 de agosto de
2003, en la ciudad de Santiago.
[12] Vid. art. 509 bis y Títulos I, II y III del Libro IV del CdPP.
[13] Como Alemania, España e Italia. Cfr. FEEST, cit., p. 108; ALONSO DE ESCAMILLA (A.), El
Juez de Vigilancia Penitenciaria , Madrid, 1985.
[14] Por ejemplo, Brasil, que fue el primer país que reguló la intervención y funciones del juez de
ejecución de penas en su Ley Federal de 1922 y posteriormente en el Código de Procedimiento
Penal de 1922 (cfr. MANZANARES (J.L.), "El juez de vigilancia", en AA.VV. Lecciones de
derecho penitenciario , 2ª ed., Alcalá de Henares, 1989, p. 176).
[16] El Ejecutivo había propuesto entregar la supervisión de la medida a los tribunales que
hubieren dictado la condena respectiva, mientras no se establecieran tribunales especializados
(art. 11 inciso 2º Proyecto), norma que fue aprobada en similares términos por la Cámara de
Diputados. Finalmente, se acordó suprimirla para introducir la regla correspondiente en el COT.
Asimismo, se objetó conferir el control de la ejecución de las medidas de seguridad a los
tribunales, sugiriéndose su atribución al ministerio público o a otra entidad, como los fiscales
judiciales. Dicha propuesta, afortunadamente, se rechazó, porque se consideró -en forma
correcta- que dicho control debía ser necesariamente una función jurisdiccional, sin perjuicio de
lo cual se confirieron importantes atribuciones al ministerio público en esta materia (cfr.
PFEFFER, cit., pp. 434-435, 441-442 y 453-454).
[19] Cfr. la nueva regulación en esta materia realizada por el Código Penal español de 1995.
También LOPEZ GARRIDO/GARCIA ARAN, El Código Penal de 1995 y la voluntad del
legislador (Comentario al texto y al debate parlamentario), Madrid, 1996, pp. 74 y ss.
Críticamente, SILVA SANCHEZ, "Consideraciones sobre las medidas de seguridad a propósito
de su regulación en el nuevo Código Penal español", del mismo, Perspectivas sobre la política
criminal moderna, Buenos Aires, 1998, pp. 59 y ss.
[21] RESS (G.), "Der Grundsatz der Verhältnismässigkeit im deutschen Recht", del mismo, Der
Grundsatz der Verhältnismässigkeit in europäischen Rechtsordnungen , Heidelberg, 1985, pp.
11 y ss.
[22] Así, COBO/VIVES: Derecho penal, Parte general , Valencia, 1987, p. 63.
[23] Acerca de las dudas sobre la validez de los juicios de pronóstico (de peligrosidad o de no
peligrosidad) en la discusión actual de la doctrina, cfr. BÖLLINGER, en NEUMANN/JUNG
(eds.), Nomos Komentar zum Strafgesetzbuch , Baden Baden, 1995, parágrafo 61 Nos. marg. 39
y 40.
[27] En efecto, de conformidad con el artículo 466 CPP, el defensor puede intervenir durante la
ejecución de la medida de seguridad. Lo lógico hubiera sido que el defensor público, asistido
eventualmente por un defensor privado, hubiera estado a cargo de las inspecciones y
solicitudes a favor del condenado, interviniendo el ministerio público como contraparte, si fuere
necesario.