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La madre Eduviges Portalet

Eduviges Portalet, sierva de Dios, fundadora de la Congregación de las hermanas


Dominicas de la Inmaculada Concepción, nació el 3 de diciembre de 1826 en la ciudad de
Lyon, Francia. Fue bautizada a los tres días de nacida con los nombres de Francisca
Genoveva Eduviges.
Sus padres fueron, Benoit Gastón Portalet, abogado de la Corte Real de Lyon y Zelié
Eleonore Couturier, una dama parisense de excepcionales cualidades humanas, de clara
inteligencia, perseverancia y virtud; Gastón y Zelié eran cristianos ejemplares de fe sencilla
y práctica; Eduviges heredó las virtudes más relevantes de sus padres.
Recibió su Primera Comunión en 1838 siendo alumna de las religiosas Ursulinas de
Villefranche. Este primer encuentro con Jesús dejó en su alma indelebles huellas que
producen un tinte especial para toda su vida; desde entonces no suspiró sino por el Divino
Esposo a quién le consagró su virginidad.
A los quince años ingresó como alumna en el Convento de la Visitación de Marcellín para
terminar su educación, siendo una alumna aplicada en todas las materias. Cultivó con
gusto y prolijidad las letras y el arte. Afirmó sus estudios de música y escribió pequeñas
obras para ser escenificadas.
Su vida transcurrió como una cristiana ejemplar, en la práctica de una intensa vida
sacramental dando testimonio de su vida cristiana y en la práctica de la caridad con los
pobres y más necesitados.
En noviembre de 1862 no pudiendo retardar más la respuesta al llamado poderoso del
Señor Jesús a la vocación religiosa, ingresó al Instituto de María Inmaculada de reciente
fundación en Marsella.
La noche de navidad con el corazón colmado de alegría tomó el hábito, al mes de su
ingreso. Cumpliendo el año canónico de noviciado, según las Reglas del Instituto hizo su
profesión temporal prometiendo voluntaria y públicamente pobreza, castidad y obediencia,
teniendo presente a Jesucristo pobre, virgen y obediente. Tres años quedó en la casa de
Noviciado, siendo modelo de observancia, virtud y sacrificio. Se esforzaba en la virtud, y
fue alcanzando rápidos progresos en la vida espiritual, esto hizo que sus superiores se
fijaran en ella para nombrarla Maestra de Novicias, cargo que ejerció con mucho acierto
hasta su partida a Toulouse.
El Señor tenía otros designios sobre esta alma privilegiada, la quería para Madre de una
nueva familia religiosa que extendería su Reino de Amor sobre la tierra. El 25 de junio de
1866, fue enviada a Toulouse con dos hermanas para fundar un instituto para niños ciegos
de cuya comunidad ella sería la superiora.
Los comienzos de esta fundación como toda obra escogida, tuvo grandes pruebas que
Madre Eduviges Portalet pasó una a una con sencillez, fe, amor y sacrificio. Compañera y
amiga de la santa pobreza, se abrazó a ella con alegría para asemejarse mejor al Esposo
Divino, que vivió pobre, virgen y obediente a su padre.
Eduviges Portalet se abandonó a la Divina Providencia y no deseó sino hacer todo según
la voluntad de Dios. Fue el Señor Padre providentísimo quien tomó la dirección del instituto
y dirigió los acontecimientos según su querer. Así en agosto de 1868, la Curia Eclesiástica
obligó a Eduviges Portalet hoy, Sierva de Dios a separarse de la casa de Marsella, por
motivos serios y poderosos de la Administración del Instituto, quedando autónoma esta
fundación y establecida la «Congregación Tolosana de la Inmaculada Concepción», bajo
los auspicios de Monsieur l’Abbé de Pons, Vicario General.
El 3 de octubre de 1868 después de dos meses de estos acontecimientos, Madre
Eduviges renovó sus Votos temporales. Mientras tanto otras almas generosas deseosas
de congregarse al Señor, ingresaron al Instituto, cuya vida de Comunidad se convirtió en
semillero de virtudes. Fiel colaboradora de toda la obra fue la Madre María Francisca
Lohier, quién desplegó gran celo apostólico secundando a la Fundadora en sus
actividades y aliviándola en sus fatigas con verdadero afecto fraternal. Se le considera
cofundadora de la Congregación y su recuerdo va muy unido a los inicios de esta nueva
familia religiosa.
Animada del Espíritu de Dios que guiaba todos sus actos Madre Eduviges inicia la
construcción del Instituto de Niños Ciegos en la Rue Montplaisir (1870) trasladándose al
nuevo edificio el 30 de setiembre de 1871 con la Comunidad y los niños ciegos. Su celo
infatigable por dejar bien establecida la base de esta naciente Congregación no tuvo
límites y grande fue su gozo cuando en la fiesta de Pascua de Resurrección de 1877
recibió las Reglas aprobadas por la Iglesia para la nueva familia religiosa.
El 21 de mayo de ese mismo año, inflamada de amor Divino, Madre Eduviges hizo su
Profesión Perpetua y el 30 de setiembre fue elegida canónicamente Superiora General por
unanimidad. Después de su nombramiento como Superiora General, su primer deseo fue
emprender la construcción de la Casa Madre en la Rue Montplaisir, iniciándose las obras
en el mes de mayo de 1878.
Deseosa de extender su apostolado en bien de los privados de la luz física, funda un
Instituto para Obreras Ciegas en Saintes y más tarde abre también una Escuela en ese
lugar. En la Casa Madre crea un Externado en abril de 1882.
Se encontraba en ese tiempo en Toulouse como confesor extraordinario de la Comunidad,
el Padre Jacinto María Cormier, dominico. Eduviges siempre había admirado esta Orden
de Santo Domingo por ser ellos los hijos predilectos de María Inmaculada y estando
también la reciente Congregación bajo el patrocinio de tan amorosa Madre, quiso por
inspiración divina, afiliar su joven familia a esta Orden Gloriosa, manifestando su gran
deseo al Padre Cormier (1883). Este Santo religioso testigo de la vida edificante de las
hermanas, se alegró y se interesó vivamente por hacer realidad el deseo de Madre
Eduviges, presentando la propuesta ante el Maestro General de la Orden Dominicana, Fr.
José María Larroca, quién accedió complacido a esta petición con el previo consentimiento
del Ordinario del lugar.
No se puede describir con palabras la alegría de Madre Eduviges, el 8 de diciembre de
1884, en la solemnidad de la Santísima Virgen, inmaculada Concepción, Patrona de la
Congregación, quedó afiliada a la Orden Dominicana bajo el título de «CONGREGACIÓN
DE RELIGIOSAS DOCENTES DE LA TERCERA ORDEN DE SANTO DOMINGO DE LA
INMACULADA CONCEPCIÓN», gozando de todos los privilegios de la Orden. Desde ese
día la Congregación considera al Padre Cormier, hoy Beato como su Fundador. En 1886 la
comunidad recibe la visita del Maestro General Larroca, siendo esta visita un aliento y una
alegría para el corazón bondadoso de Madre Eduviges.
Las obras se fueron extendiendo guiadas por la Divina Providencia allende los mares
hasta nuevos horizontes de América. La Madre Fundadora había recibido reiteradas
peticiones para una fundación en el Ecuador, sud América, para tomar a su cargo la
administración y asistencia de los enfermos del Leprocomio de Cuenca. Conocedora que
esta era la voluntad de Dios, hizo los preparativos del viaje, enviando a seis de sus
religiosas que después de larga travesía, desembarcaron en el puerto de Guayaquil,
llegando a tierras americanas el 14 de julio de 1889, instalándose en Cuenca, Ecuador.
Rápidamente se extendieron en toda esa república con florecientes obras de beneficencia
y Educación. Algunos años más tarde, solicitadas para una fundación en el Perú, un grupo
de religiosas pasó a la ciudad de Trujillo en 1898, donde iniciaron el Colegio «Santa Rosa»
que fue el primero de una serie de florecientes planteles de educación en todo el Perú.
La Fundadora seguía infatigable trabajando en nuevas fundaciones. El 19 de marzo de
1894, funda en Fanjeaux una escuela en el Convento de tantos recuerdos de nuestro
Bienaventurado Padre Santo Domingo y verifica la compra de dicho convento. El 8 de
agosto del mismo año, traslada a Mazéres la Casa Madre y abre una Escuela y Taller.
El 4 de noviembre del 1894, la venerada Madre cae gravemente enferma. El Señor la
reclamaba para sí, ella había cumplido la misión que Jesús le había encargado. El Esposo
Divino la llamaba a las bodas eternas para coronarla y ella se presentaba con las manos
llenas de buenas obras.
El 16 de noviembre de 1894, después de 12 días de gravedad rodeada de todas sus hijas
que la lloraban, su alma se abrió como una flor para el cielo. A la edad de 68 años y 31 de
profesión Religiosa, dejó el invierno de la tierra, para ingresar a la primavera eterna de la
felicidad del cielo.
El perfume de sus virtudes y la semilla de su vida santa, sería el germen que fecundaría el
jardín de la Orden Dominicana

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