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1 Escepticismo y epistemología
La palabra escepticismo viene del griego skeptikoi el cual significa examinar o mirar con
detenimiento o cuidado. Una actitud escéptica significaría asumir una postura bajo la
cual se duda de cualquier conocimiento, de cualquier verdad, pero no para proponer otra
verdad, sino para asegurar que la verdad no existe y en su postura más radical, reconocer
que el conocimiento es una invención humana. Los filósofos que se han reconocido como
escépticos no han dudado simplemente de la existencia del conocimiento, sino que también
han cuestionado, la religión, la posibilidad de una ética objetiva y universal, entre otras
preocupaciones propias de la filosofía. Por ejemplo, Jenófanes, filósofo griego, rechazaban las
imágenes corpóreas y las atribuciones humanas que asumían los dioses en la antigua Grecia;
afirmaba “los etíopes dicen que sus dioses son chatos y negros, mientras que los tracios
dicen que los suyos tienen ojos azules y roja cabellera”. Con esta frase, el filósofo señalaba
una limitación en el conocimiento de la divinidad, pues a la hora de hablar o representar los
dioses, los hombres terminaban haciendo imágenes humanizadas de ellos; para el filósofo, es
imposible que conozcamos realmente a los dioses, pues nuestro conocimiento es simplemente
humano y por consecuencia limitado a nuestra propia condición. Con este ejemplo, vemos
como no se niega la existencia de los dioses, sino lo que se niega es nuestra posibilidad de
conocerlos, por lo cual podemos afirmas que esta es una crítica anti epistemológica.
Un fenómeno similar sucedía en el campo de la ética o del intento de plantear una ética
objetiva e universal. Para los escépticos antiguos, la experiencia humana es subjetiva y, en
consecuencia, distintas culturas y pueblos poseen distintos valores y creencias. Para los
escépticos, la pretensión ética de alcanzar valores objetivos e universales frente a ideas como
la justicia o el bien, es un imposible y absurdo. Los hombres o el pensamiento humano, no
podemos alcanzar creencias o instancias objetivas independientes de nuestras subjetividades,
como la cultura, las costumbre y las tradiciones del pueblo al que pertenecemos.
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En consecuencia, querer plantear una ética objetiva y universal para todos los pueblos, es un
imposible, pues supone necesariamente, dejar de lado costumbres, creencias y tradiciones
contextuales y locales.
El principal argumento del Nietzsche, afirma que el conocimiento es una invención humana, que
no existe de manera objetiva o independiente del hombre y que una vez desaparezca su creador,
el conocimiento también desaparecerá. Afirma el autor,
En algún rincón apartado del Universo rutilante, configurado en innúmeros sistemas solares,
hubo una vez un astro donde animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue aquél
el minuto más arrogante y mendaz de la “Historia Universal”; pero tan sólo un minuto, en
fin. Al cabo de pocas respiraciones más de la Naturaleza se petrificó el astro en cuestión,
y perecieron los animales inteligentes. -Pudiera uno inventar tal fábula, y, sin embargo, no
alcanzaría a ilustrar cabalmente lo pobre, precario y efímero, lo útil y contingente, del intelecto
humano dentro de la Naturaleza. Han transcurrido eternidades sin que él existiera; cuando
se haya extinguido, no habrá pasado nada. Pues no hay para este intelecto ninguna misión
ulterior que apunte a más allá de la vida humana. (Nietzsche, 1873, p. 1).
Con esta pequeña historia, el autor señala como el conocimiento es un invento humano, como
una de tantas cosas que el humano ha inventado, para satisfacer sus necesidades. De entrada,
Nietzsche afirma que el conocimiento tiene un carácter subjetivo, nunca objetivo, como señalan
algunas teorías propias de nuestros tiempos, que veremos más adelante en este módulo.
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Frente a esta polémica afirmación, se abre la pregunta de ¿qué ha llevado al humano a fingir
que conoce, a inventar el conocimiento? O ¿por qué creemos que podemos acceder y poseer el
conocimiento y la verdad?
Ahora bien, el único argumento que utiliza Nietzsche para afirmar que el conocimiento es
una invención humana no es la soberbia. El filósofo, desarrolla dos argumentos centrales
alrededor de su teoría. En primer lugar, justifica el conocimiento como un producto social, de la
sociabilidad humana, que tiene el propósito de poder vivir en paz unos con otros. En segundo
lugar, haciendo una exhaustiva revisión del lenguaje, el autor concluye que el lenguaje mismo, no
permite e imposibilita acceder al conocimiento del mundo, acceder a la verdad. A continuac ión,
se desarrollan con mayor detalle estos dos argumentos.
(…) puesto que el hombre, tanto por necesidad como por aburrimiento, desea existir en
sociedad y gregariamente, precisa un tratado de paz, y conforme a éste, procura que, al
menos, desaparezca de su mundo el más grande “bellum ómnium contra omnes” (la guerra
de todos contra todos). Este tratado de pez conlleva algo que promete ser el primer paso para
la consecución de ese enigmático impulso hacia la verdad. Porque en este momento se fija lo
que desde entonces debe ser verdad, es decir, se ha inventado una designación de las cosas
uniformemente valida y obligatoria, y el poder legislativo del lenguaje proporciona también las
primeras leyes de la verdad, pues aquí se origina por primera vez el contraste entre verdad y
mentira (Ídem, 1873 – paréntesis míos, p. 4).
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Como sociedad entendemos el conjunto de individuos que comparten el vivir, enmarcados
en unas reglas que han acordado. En consecuencia, lo que diferencia a una sociedad de otra,
son las reglas que se han acordado en el seno de su sociedad. En consecuencia, no existe una
sociedad, por el conjunto de individuos que la componen, sino por las herramientas o reglas
creadas para hacer de su vida juntos sociable. Estas reglas o herramientas creadas por el
hombre en el seno de su sociedad, tienen el propósito de la paz o la sana convivencia entre
los hombres que hacen parte de la sociedad. Sin estas reglas, solo existiría el conflicto, el
desacuerdo y el ultimas la violencia y la guerra como consecuencia de la falta de sociabilidad
entre los hombres. Ahora bien, ¿que tiene que ver esto con el conocimiento?
El conocimiento es aquella herramienta que nos permite construir acuerdos para vivir en
sociedad, o sea para vivir en paz. Es decir, la diferenciación entre aquello que es conocimiento
y aquello que no lo es, crea tácitamente un acuerdo social para determinar ciertas cosas como
verdaderas y otras como falsas e ir construyendo los acuerdos sociales que permitan la sana
convivencia. Si no existiera esta diferenciación, fundada por el conocimiento mismo, todas
las ideas serian iguales, dando lugar al conflicto y por último a la violencia y la guerra. Las
consecuencias de este impulso o necesidad de sociabilidad por parte del hombre, crean para
Nietzsche, la noción de verdad.
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Solo en el año 325 con el concilio de Nicea en Roma, se funda la ortodoxia cristiana, la cual
se oficializa unos 50 años después. Gracias a esta oficialización, producto de un consenso
humano, se establece el límite entre la doctrina religiosa verdadera y la herejía o mentira
religiosa. De esta forma, surgen los herejes en la doctrina cristiana, como todas aquellas
personas que no se estaban de acuerdo con la doctrina establecida y estos son señalados,
perseguidos y asesinados en nombre de una doctrina que se considera verdadera.
¿Cómo sabemos que el conocimiento y la verdad son realmente producto del consenso social?
A pesar, de las razones que desarrollamos anteriormente, podría considerarse que la verdad
existe naturalmente y hay algunas personas que pueden acceder a ella y otras simplemente
no pueden o no lo hacen. Es por esto que Nietzsche desarrolla su segundo argumento, con el
propósito de defender el carácter ficticio del conocimiento y de la verdad: la crítica del lenguaje.
El segundo argumento de Nietzsche se funda en una crítica radical que realiza el filósofo al
lenguaje como medio de conocimiento y, en consecuencia, a la imposibilidad de acceder a la
verdad dada la naturaleza del lenguaje. Ya vimos con Locke, como se cree que el conocimiento
se da a través del lenguaje y no es posible tener pensamiento alguno fuera del lenguaje.
Lo anterior significa que el pensamiento requiere del lenguaje y, en consecuencia, lo que el
conocimiento es, se podría identificar realizando una indagación acerca de la naturaleza del
lenguaje.
Ahora bien, en su primer argumento para negar la existencia objetiva del conocimiento,
Nietzsche concluye que el conocimiento es un acuerdo social. De esta forma, reconociendo
que el conocimiento se da en el lenguaje, se debe probar que este último es producto de
un consenso o un acuerdo social. Es decir, si consideramos que las palabras significan las
cosas que representan del mundo, reconoceríamos el carácter objetivo del lenguaje o sea
que no existe una distancia entre las palabras y las cosas, reconoceríamos que las palabras
representan las cosas. Por otro lado, si se prueba que las palabras no significan las cosas
que representan en el mundo y que su significado proviene de un acuerdo social, entonces el
lenguaje no permite el acceso al conocimiento y este último seria simplemente una ficción; esto
es lo que busca probar Nietzsche.
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El filósofo, buscando sostener el carácter convencional y subjetivo del conocimiento, debe
mostrar pruebas evidentes del carácter subjetivo y convencional del lenguaje. En este sentido,
podemos decir que la postura de Nietzsche es contraria a la de Locke, pues para este último la
idea representa la cosa que pretendemos conocer, mientras que, para el filósofo alemán, la idea
no representaría nada, sino solo el producto de un acuerdo social. Dice Nietzsche,
En esta cita vemos como el filósofo alemán, da cuenta del carácter subjetivo y relacional del
lenguaje. En primer lugar, resala el absurdo de afirmar que una palabra refleja una cosa, como si
un estímulo nervioso pudiera dar cuenta de un objeto y; en segundo lugar, recurre a los diferentes
idiomas o distintas lenguas para evidenciar como estas no reflejan una realidad, pues existen
múltiples idiomas y dentro de estos, las palabras para referirse al mismo objeto, adquieren diferentes
géneros (masculino o femenino). El autor concluye que el lenguaje da cuenta de las relaciones de
los humanos con las cosas y se expresa mediante metáforas, dos metáforas específicamente.
“¡En primer lugar, un estímulo nervioso extrapolado en una imagen!, primera metáfora. ¡La imagen,
transformada de nuevo, en un sonido articulado!, segunda metáfora. Y, en cada caso, un salto
total dese una esfera a otra complemente distinta y nueva” (Ídem, p. 5). Lo que quiere evidenciar
Nietzsche es la arbitrariedad que se comete al extrapolar o traducir el estímulo, la experiencia,
en un fenómeno de otra naturaleza, la imagen mental y, posteriormente en otra cosa, un
sonido, la palabra, el lenguaje. El hombre hace uso de metáforas, con el propósito de representar
objetivamente la realidad, pero esto es imposible. Ahora bien, ¿qué es una metáfora? la metáfora
es una figura retórica que vincula dos términos distintos a partir de una característica común,
de esta forma, por ejemplo, en la metáfora “tus dientes son blancos como la nieve”, no estamos
diciendo que los dientes son de hielo o que tenemos nieve en nuestra boca. Simplemente se
están utilizando estos dos términos en la misma frase a partir de una característica superior que
comparten, el color blanco y, más allá de esta característica los términos no tienen nada en común.
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De esta forma, encontramos tres esferas distintas en lo que llamamos conocimiento. La
sensación producida por el estímulo nervioso, primera esfera; la imagen mental que se crea a
partir de esta sensación, segunda esfera y; el sonido o la palabra que aparecen a partir de la
imagen mental, tercera esfera. Estas tres esferas son de naturaleza distinta, de tal manera que
existe, evidentemente, una distancia insalvable entre el lenguaje y la realidad. De esta forma,
el lenguaje es simplemente una metáfora de la realidad, nunca una representación objetiva o,
en otras palabras, el lenguaje simplemente reproduce algunas características del mundo, de la
experiencia real, nunca una descripción total de la experiencia.
Del mismo modo que es cierto que una hoja nunca es totalmente igual a otra, asimismo es
cierto que el concepto hoja se ha formado al abandonar de manera arbitraria esas diferencias
individuales, al olvidar las notas distintivas, con lo cual se suscita entonces la representación,
como si en la naturaleza hubiese algo separado de las hojas que fuese una hoja, una especie
de arquetipo primigenio a partir del cual todas las hojas habrían sido tejidas, diseñadas,
calibradas, coloreadas, onduladas, pintadas, pero por manos tan torpes, que ningún ejemplar
resultase ser correcto y fidedigno como copia fiel del arquetipo (Ídem, p. 6)
Bajo esta mirada filosófica, se ejerce una crítica a los conceptos y su pretensión de
universalidad. Todo conocimiento, parte de la experiencia y está siempre será subjetiva.
Por ejemplo, la psicología, como una rama de la ciencia, pretende establecer juicios y
conceptualizaciones universales y objetivas alrededor del ser humano y su condición
psicológica, alejándose de la experiencia propia de cada ser humano, por ende, sus conceptos,
no se asemejan a los hombres y realidades concretas que existen en el mundo.
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Las conceptualizaciones con pretensión de universalidad, fenómeno propio de las ciencias,
nada tiene que ver con la singularidad y la experiencia subjetiva, por lo cual, la ciencia se
convierte en un exceso del humano, que lo aleja de la experiencia real, del conocimiento mismo.
Por último, se pregunta Nietzsche ¿qué es la verdad?, “un ejército móvil de metáforas, metonimias,
antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas,
extrapoladas, adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, a un pueblo
le parecen fijas, canónicas, obligatorias: las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado lo
que son, metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su
troquelado y no son ahora consideradas como monedas, sino como metal” (Ídem, p. 6).
La verdad, al igual que los conceptos y la ciencia, solo sirve, según el filósofo alemán, para
generar una jerarquía, un mundo de leyes, de privilegios y subordinaciones. En conclusión, el
conocimiento, al igual que el lenguaje es una invención humana, con la pretensión de o querer
reconocerlo, sino más bien querer asumir un lugar objetivo y universal. El escepticismo entiende
el conocimiento como un invento del hombre y Nietzsche, entiende que este invento se da, en
primer lugar, por la necesidad de sociabilidad del hombre y la búsqueda de la paz al interior de
esta sociedad y; en segundo lugar, el lenguaje, vehículo utilizado para la construcción, desarrollo
y divulgación del conocimiento, tampoco es objetivo ni universal, es simplemente una ficción
metafórica de lo que es la realidad.
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Referencias
Nietzsche, F. (1873). Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Trad. por Hoyos Hernández, S.
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