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Fuera de esa manifestación jurídica existe el hecho jurídico, con el cual se crean
obligaciones al margen de la voluntad. Es lo que ocurre precisamente con un
accidente de tránsito que surge una obligación del conductor de reparar el daño
causado a la víctima, pero sin querer obligarse. Ese hecho jurídico puede probarse
por todo medio de prueba admitido por la ley.
De acuerdo con Morel (2000) en los inicios del pueblo romano, el problema de la
responsabilidad civil no existía, tampoco en los demás pueblos primitivos.
Prevalecía la venganza privada y la reparación del daño por la Ley del Talión: “Ojo
por ojo y diente por diente”. En esa época, se distinguían dos categorías de daño:
los que nacen de un delito público y los que nacen de un delito privado.
Posterior a la Ley de las XII Tablas (Año 303 - 4151 a. c.) el círculo de los delitos
públicos se amplió, estableciéndose la persecución de los hechos graves cometidos
por particulares, el homicidio. Si el Estado no perseguía a su autor, la víctima o sus
causahabientes podrían hacerlo. Se trata de un período de transición entre la fase
de la composición voluntaria y la composición legal obligatoria.
En el derecho privado, la víctima podía escoger entre la venganza privada o una
suma de dinero, que casi siempre se fijaba libremente. La reparación quedó siempre
bajo la noción del precio de la venganza, la composición, una pena. El Derecho
Romano no llegó nunca a librarse por completo de su idea primitiva. De ahí que
la condenación civil no tuviera el carácter indemnizatorio que tiene en estos
tiempos.
De otra parte, se consideraban cuasi ex delito, el acto del juez que hace suyo el
proceso; el hecho de causar un daño a otro arrojando una cosa de una habitación,
o dejando caer una cosa en la calle; y el caso de los delitos de furtum o de damnum
cometidos por personas al servicio de patronos de envíos, hoteleros y el dueño de
caballerizas.
Sostiene el referido autor, que la Ley Aquilia se refería a delitos expresos, que
llegaron a ser extendidos hasta tal punto por los pretores y jurisconsultos, que en
el último período del Derecho Romano llegó a quedar afirmada no simplemente la
reparación de la mayor parte de los perjuicios materiales, sino los morales.
Es muy probable que cuando la idea de falta comenzó a surgir, los romanos se
contentaran con una falta cualquiera, sin hacer distinciones. Hernández (2003)
apunta. sin embargo, que entre el Derecho Romano y el Derecho Francés existían
diferencias esenciales en materia de delitos y cuasi delitos. En Francia no había, en
principio, interés en distinguir esos conceptos. Roma, en cambio, otorgaba
extrema importancia a esa distinción porque de ella dependía si el régimen estaba
sometido o no a la obligación. En segundo lugar, los cuasi ex delito en el Derecho
Romano estaban limitativamente determinados, mientras que en el Derecho
Francés existía el principio general consagrado en el artículo 1382 del Código Civil.
Solo los daños relativos a los bienes daban lugar a una acción puramente
indemnizatoria. Fue luego, paulatinamente, que llegó a admitirse que la acción de
la víctima no era para castigar al autor del daño, proclamándose la existencia de un
principio general de la responsabilidad civil: Todo aquel que por su falta ocasionare
un daño cualquiera, está obligado a repararlo.